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vol.32 número2DORA JUSTINIANO DE LA ROCHA (1925-2016): In memoriamSUZANA ALICE MARCELINO DA SILVA CARDOSO, JACYRA ANDRADE MOTA, VANDERCI DE ANDRADE AGUILERA, MARIA DO SOCORRO SILVA DE ARAGÃO, APARECIDA NEGRI ISQUERDO, ABDELHAK RAZKY, FELÍCIO WESSLING MARGOTTI, CLÉO VILSON ALTENHOFEN. 2014. Atlas linguístico do Brasil, Vol. 1. Londrina: Eduel, 212 p. ISBN 978-85-7216-705-5 SUZANA ALICE MARCELINO DA SILVA CARDOSO, JACYRA ANDRADE MOTA, VANDERCI DE ANDRADE AGUILERA, MARIA DO SOCORRO SILVA DE ARAGÃO, APARECIDA NEGRI ISQUERDO, ABDELHAK RAZKY, FELÍCIO WESSLING MARGOTTI. 2014. Atlas linguístico do Brasil, Vol. 2. Londrina: Eduel, 368 p. ISBN 978-85-7216-709-3 índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Lingüística

versão On-line ISSN 2079-312X

Lingüística vol.32 no.2 Montevideo nov. 2016

https://doi.org/10.5935/2079-312X.20160022 

Lingüística

Vol. 32-2diciembre 2016: 135-140

ISSN 2079-312X en línea

ISSN 1132-0214 impresa. 

DOI: 10.5935/2079-312X.20160022

 

 

 

EUGENIO COSERIU. 2016. La semántica en la lingüística del siglo XX: tendencias y escuelas. Madrid: Arco/Libros, 246 págs. ISBN 978-84-7635-945-7

 

 

Reseñado por ANDRÉS DE AZEVEDO

Universidad de la República (Montevideo, Uruguay)

aazevedo@adinet.com.uy

 

 

Eugenio Coseriu (1921-2002) no es una excepción, y nunca podría haber sido, al destino editorial que acompaña a las grandes figuras. Por lo general, se parte de la premisa de que todo en ellos es o se volverá significativo, por lo que amerita su divulgación, en una espiral que no siempre se detiene en el momento justo.

 

Afortunadamente para el caso del lingüista rumano todavía nos encontramos en etapas tempranas de tal tentación. Mucho del movimiento racional y controlado que ha guiado las publicaciones desde su fallecimiento lo debemos a los deseos del propio autor y al riguroso cuidado por parte del albacea de su legado científico, Johannes Kabatec, a través del Archivo Eugenio Coseriu (http://www.coseriu.de) de la Universidad de Tübingen.

 

La obra édita supera las 360 publicaciones y parte considerable de esta obra es accesible en el mencionado sitio web. Loureda Lamas y Meisterfeld (2007: 271) señalan, sin embargo, que solo se trata de “la punta de un iceberg” de un legado manuscrito extremadamente amplio. El mismo está conformado además por importantes trabajos monográficos de la época montevideana (en particular Teoría lingüística del nombre propio, 1955 y El problema de la corrección idiomática, 1956, del que se viene ocupando José Polo, cf. Polo, 2012), los manuscritos de lecciones y seminarios, documentos de trabajo, la correspondencia, etc. En el Archivo Eugenio Coseriu hay identificados y catalogados s de mil documentos manuscritos.

 

En estos años han ido apareciendo importantes trabajos en lengua alemana (como el primer volumen de una historia de la lingüística románica, cf. Coseriu & Mesiterfeld, 2003; una historia de la filosofía del lenguaje desde los inicios hasta Rousseau, cf. Coseriu, 2003; y un compendio de trabajos sobre la filosofía antigua del lenguaje, cf. Coseriu, 2004), una miscelánea en francés (cf. Coseriu, 2001), y más cercano en el tiempo, y para el español, un compendio sobre lenguaje y discurso (cf. Coseriu & Loureda Lamas, 2006) y una traducción de una conferencia sobre lingüística del texto, publicada originalmente en alemán en 1980 (cf. Coseriu, 2007).

 

El libro que nos ocupa, que transcribe un cursillo dictado en 1998, participa plenamente de este esfuerzo por dar a conocer y mantener vigente la obra de Coseriu. Pero en lo esencial, y por las razones que desarrollaré, es por sobre todo un tributo y una ofrenda a la figura del insigne lingüista rumano.

 

¿Sabía Coseriu que la invitación a dictar un curso de invierno de cinco días de duración en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria a principios de mayo de 1998 iba a terminar en un libro que registrase palabra por palabra su intervención? ¿Lo hubiera aprobado?

 

A juzgar por el contenido, probablemente no, porque no hay novedad alguna en los planteos que aquí desarrolla sobre la semántica lingüística. Pero accedió a que se le grabara, y allí quedaron las 20 horas de grabación, junto con los bocetos de los esquemas y diagramas propuestos en clase.

 

El editor, Maximiano Trapero, con la colaboración de un equipo de profesores del Departamento de Filología Española, Clásica y Árabe de la referida Universidad, emprendió la tarea de transcripción, cotejo de ejemplos y armado del texto escrito, siguiendo el estilo de presentación característico del propio Coseriu. El resultado, en cuanto a este trasvase de discurso pedagógico oral a lengua escrita, es notable. La exposición fluye sin sobresaltos al punto que muy pronto se olvida la labor artesanal que hay detrás.

 

El volumen se abre con un prólogo de Gregorio Salvador, filólogo, dialectólogo, lexicógrafo y miembro de la Real Academia Española, quien es señalado por el editor como “el primer introductor de las ideas semánticas de Coseriu en España” (28), y a quien el propio Coseriu, en un pasaje de su exposición, reconoce su aporte en el estudio de las solidaridades léxicas.

 

Además de realizar una cálida semblanza del insigne lingüista, Salvador introduce una de las claves de lectura del trabajo: “El mérito y la eficacia de este libro radica en que pertenece a una especie nueva, surgida al amparo de los avances técnicos: la del libro hablado…” (11). Un híbrido para las clasificaciones vigentes que en este caso supera su “peculiaridad originaria” sin mayores tropiezos.

 

Salvador dice recordar solo un antecedente de un libro de tal naturaleza, la Introducción a la Filosofía de García Morente de 1940, pero lo cierto es que el propio Coseriu ya había pasado por estos trajines, con una participación más directa (llegó a leer el manuscrito), para su Competencia lingüística. Elementos de la teoría del hablar (cf. Coseriu, 1992), que es producto de la desgrabación de dos cursos semestrales en la Universidad de Tubinga, impartidos en 1983 y 1985.

 

Los resultados en tal caso fueron similares, lo cual da pie a pensar que el estilo de exposición oral del disertante allana bastante el camino de tales emprendimientos. Y que lo de “libro hablado”, en la orientación prevista, no pasa de ser una expresión ocurrente.

 

En la prolija y concienzuda Introducción, Maximiano Trapero se encarga de sistematizar y contextualizar en la obra del autor la importancia de la temática específica: “la dimensión semántica de la lengua es la que inspira y gobierna la concepción entera de la teoría lingüística de Coseriu” (19). También lo sitúa en el panorama de la disciplina: “con todo rigor puede decirse que la semántica lingüística es en lo fundamental una obra de Coseriu” (ibid.), y él “el mayor semantista que ha tenido la lingüística moderna” (ibid.). Los epítetos de Trapero llegan luego al paroxismo: “el mejor lingüista de toda la historia” (31, n.2).

 

Interesante resultan los argumentos que el editor esgrime para justificar la publicación, dada su señalada falta de novedad: “ofrece este Curso una panorámica y una visión de conjunto que no se halla en ninguno de los otros textos publicados por el autor” (21); “constituye, sintetizado y reunido, el pensamiento último de Coseriu sobre la semántica lingüística, sobre su lexemática (19), también la última vez que los expresó en público. Señala además el objetivo docente del curso y la ventaja de ser una exposición plagada de ejemplos en español, “pareciera que toda la teoría semántica de Coseriu estuviera concebida desde el español” (22).

 

Por otra parte, hay un anhelo explícito en cuanto a colmar una laguna editorial señalada por el propio Coseriu: la de un manual universitario “elemental” de semántica estructural, como los de Geckeler o Vilela, para el francés y portugués, respectivamente. “Este Curso puede ser ese ‘manual’” (21).

 

No son ajenas a Trapero, por último, las implicancias de acometer una edición de un libro de Coseriu ya sin el visto bueno del autor. “Los errores que en él haya serán, sin duda, nuestros, y con ellos habremos de cargar” (23), frase que por esos designios de la intertextualidad convoca, incluso en quien la pergeñó, un antecedente dorado: la labor de los editores del Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure. En tal sentido, Trapero hace suyas las palabras que cierran el prólogo de Bally y Sechehaye y advierte que, pese a que los procedimientos de edición pueden haber sido paralelos, en su caso se benefició enormemente al contar con la voz viva de Coseriu, además de la ventaja inconmensurable que supone trabajar con ideas cuyos postulados básicos fueron publicados por el propio autor con anterioridad.

 

Exorcizados los fantasmas, esbozada la actitud reverencial, y habiendo introducido las dos guías de lectura, la del libro hablado y la del candidato a manual, solo resta entrar en materia, es decir, en la palabra (o en las lenguas) de Coseriu.

 

Organizado en tres partes, correspondientes al marco general, modelo y críticas de la semántica estructural, respectivamente, la exposición avanza a ritmo avasallante. Con un gran poder de síntesis y haciendo gala de su reconocido poliglotismo, Coseriu se adentra de manera muy amena en los antecedentes, desarrollo y características de la semántica estructural. Cuesta creer que toda esta profusión de información haya sido vertida en tan poco tiempo, pero la justificación sin duda que guarda relación con los trazos peculiares del lingüista de carne y hueso, tal como fueran recordados, entre otros, por Kabatek (2004): su prodigiosa memoria al servicio de un enfoque altamente coherente y estructurado. “La lógica caracteriza todo el edificio de la teoría del lenguaje de Coseriu (…) La lógica domina también los trabajos mismos, su estructuración clara y ordenada, o sus discursos y clases, aunque muchos lo encontraban difícil seguirle” (Kabatek, 2004: 46 y 47)

 

En la primera parte, Coseriu caracteriza el fin de la semántica estructural como el de la descripción de “la forma de las relaciones internas de las lenguas” (29) y la manera en que esas formas están estructuradas. La profusión de ejemplos interesantes que acompaña la exposición ayuda a calibrar adecuadamente el punto de vista a adoptar, que es el del significado (y no el de la designación o del sentido).

 

Esta idea central es contextualizada sobre la base de distinciones capitales de la propia teoría del autor, como lo son la diferencia de tipos de lingüísticas a que la referida distinción semántica da lugar (semántica idiomática, lingüística general del hablar y lingüística del texto); la tipología de significados (léxico, categorial, instrumental, sintáctico, óntico); la diferencia entre técnica libre y discurso repetido; la diferencia entre lengua histórica y lengua funcional. El cuidado editorial, a lo largo del trabajo, garantiza que cada uno de estos temas tenga una remisión específica a la obra u obras de Coseriu donde ellas son desarrolladas. Como es de esperar en una presentación tan comprimida de una teoría propia, no hay en la exposición mayores referencias y citas a otros autores, aunque sí alguna que otra alusión (a Chomsky y a Lyons, por ejemplo).

 

Para un lector no familiarizado con la obra de Coseriu puede resultarle llamativa en esta parte la presentación del significado categorial, con la reducción a cuatro categorías verbales (sustantivo, adjetivo, verbo y adverbio), y el tratamiento dado a los pronombres y numerales.

 

Otros encontrarán de interés una propuesta de demarcación interna de la lingüística sincrónica, sobre la base de las dimensiones de homogeneidad y variedad, que le posibilitan integrar la sociolingüística, la dialectología y la estilística de la lengua al corte saussureano (y a pesar de Saussure, quien sindicaba esas ocupaciones al campo de la lingüística externa) o la mención a la inexistencia hasta el presente de una gramática del metalenguaje, que surge de la constatación de que también las lenguas difieren en los recursos gramaticales que ponen en juego para hablar del lenguaje.

 

En la segunda parte, Coseriu avanza en la caracterización de los principios de funcionalidad, oposición, sistematicidad y neutralización, y luego en las relaciones lexemáticas de tipo paradigmático y sintagmático. En el abordaje de los referidos principios Coseriu evidencia la naturaleza profunda de la filiación estructuralista de su enfoque, y también exhibe una buena dosis de apropiación crítica. Así, defiende una concepción de los rasgos distintivos como “resultado de una intuición lingüística que debe comprobarse por medio de oposiciones” (103), es decir que no son ni primitivos ni anteriores a la conformación de una unidad. En el tratamiento de las neutralizaciones ocurre, en tanto, una suerte de diálogo de sordos con Jakobson, quien presenta la misma idea en términos de miembros marcados y no marcados, sin recibir mención alguna. El tema también propicia un pronunciamiento enfático sobre la cuestión tan actual del lenguaje machista.

 

La presentación de las relaciones paradigmáticas de términos primarios propicia la clarificación de una serie de conceptos (campo y clase léxica, lexema y archilexema, valencia verbal), así como la explicación de construcciones interesantes, como para el caso de la valencia, las del empleo absoluto (Fulano bebe) o la de verbos con cuantificación incluida (hormiguear).

 

Llegados a este punto, el aspecto hablado del “libro hablado” comienza a incidir. Coseriu advierte: “No podemos seguir” (130) y luego “… faltan muchas cosas que decirles y el tiempo de que disponemos se va quedando corto” (150). Algo que no es de extrañar si recordamos el breve lapso en el que se impartió este curso.

 

En la parte dedicada a la formación de palabras, Coseriu ofrece su tipología de clasificación (modificación, desarrollo y composición), la que se aparta considerablemente de los criterios habituales. A la categoría del desarrollo, que implica una función de tipo oracional, volverá reiteradamente. Propicia toda una serie de observaciones valiosas sobre el léxico del español, como la existencia de huecos léxicos en el proceso de formación (gaucho > *gauchar > gauchada) o el fenómeno de la “decadencia semántica”, y también de sugerencias de posibles investigaciones futuras (sobre la determinación del elemento base en desarrollos poco claros; sobre la derivación de los adverbios terminados en -mente con relación a los “huecos” que se producen en su desarrollo, las partes que resultan productivas y las que no, etc.).

 

Pese a lo vertiginoso de la exposición, Coseriu logra suscitar el interés, no solo mediante la selección de los ejemplos o las observaciones generales a propósito de las lenguas romances o en particular del español -del tipo “El español, en particular es una lengua muy neutralizadora¨ (107)-, sino también (cosa infrecuente, y que probablemente lo debamos al “libro hablado”) la reiterada aparición de consejos para la investigación en los que se percibe la experiencia del profesor. Así, por ejemplo: “el principio didáctico, aunque no sea muy científico -pero a veces lo no científico es sencillo y didáctico- es pensar qué significa de manera inmediata la palabra formada” (140).

 

Las relaciones sintagmáticas, o solidaridades léxicas, por las restricciones de tiempo señaladas, ameritan un abordaje rápido, en el que Coseriu presenta las posibilidades (afinidad, selección e implicación) y se detiene en algunos aspectos llamativos, como el de la topicalización (para desarrollos) en los casos de nombres de acción o predicativos, y la cuestión de su peculiar polisemia interna.

 

Coseriu reserva para la tercera parte el abordaje de las críticas a que ha sido objeto su semántica estructural. Diferencia, en una demarcación algo ambigua, las críticas internas de las externas. Caerían dentro de las primeras aquellas provenientes de la propia “escuela”. Hace mención, en particular, a la cuestión del significante vinculada a la homofonía, el significado y la neutralización, el problema de la determinación contextual, la determinación de clases y solidaridades, las archiunidades (donde señala sus discrepancias con los planteos de Salvador), el análisis componencial mediante rasgos distintivos y la hiponimia (casos donde, con su estilo característico, defenestra la posición de Lyons).

 

En toda esta última parte, la premura del “libro hablado” recupera al Coseriu beligerante. Esto es muy notorio en las páginas dedicadas a la semántica cognitiva. Sin detenerse mayormente en referencias específicas -aunque manifestando claramente su disposición crítica con ciertos autores (véase en particular el tratamiento reservado a E. Rosch (173))- Coseriu echa por tierra cualquier pretensión científica de la semántica de los prototipos en el campo de la lingüística, al caracterizarla como no siendo ni semántica ni cognitiva. A su juicio es un enfoque de la psicología cognitiva al que solo concede cierta utilidad para la interpretación de los textos y para trazar la historia y modificación de los significados en el tiempo.

 

A la luz del título escogido para la publicación, el recorrido del cuerpo principal del texto resulta un tanto llamativo. Las “tendencias y escuelas” se comprimen notoriamente. A su semántica estructural, demarcada de los estudios de Hjelmslev, Greimas, Pottier y Lyons, se opone únicamente la semántica cognitiva. La tradición de la semántica generativa, desarrollada a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, es obviada, y solo entrevista (si es que puede decirse así) mediante algunas alusiones negativas a Chomsky.

 

El volumen incluye un Apéndice en el que se abordan, en capítulos sucesivos, la cuestión de la enseñanza de la lengua y el problema de la traducción. El primero de ellos, que deriva enteramente de una respuesta dada en clase, contiene una denuncia ya planteada en otras partes: “… no hay ninguna comunidad lingüística de una lengua de cultura donde se descuide la expresión lingüística, el aspecto idiomático, tanto como en la comunidad hispánica” (195). Este “hablar mal” solo es enmendable mediante una educación lingüística que ponga el acento más en la capacidad de expresarse que en la gramática propiamente dicha.

 

El tema de la traducción, que ameritó una conferencia específica durante y por fuera del cursillo, tampoco encierra novedad alguna en cuanto a sus planteos específicos. Coseriu vuelve a defender la posibilidad de una lingüística de la traducción, pavimentando en toda su variedad el tipo de contribución que puede esperarse de la lingüística. La fuente, tal como consigna el editor, es un trabajo publicado el año anterior en el que aparece sí cierta novedad en cuanto al tratamiento de la alternativa a la transposición, la versión, que ocupándose del establecimiento de equivalencias textuales para empleos no canónicos (o idiomáticos) reclama su propia lingüística general.

 

El libro se cierra con una bibliografía “publicada en España y en español” en la que se filtran ediciones mexicanas y argentinas (aludidas, es de esperar, en la segunda frase preposicional) y, llamativamente, trabajos en portugués y catalán. Salvando este detalle, la bibliografía conforma un listado al día de la obra del autor y con la ventaja adicional de facilitar al lector el detalle de los artículos contenidos en cada una de las ediciones de Gredos.

 

Hemos señalado cómo La semántica en la lingüística del siglo XX cumple pobre y tangencialmente con su condición de “libro hablado”, pero afortunadamente no ocurre lo mismo con la intención editorial de que opere como manual, anhelo que en parte se ve colmado. Sin duda que la falta de novedad del libro selecciona un blico destinatario conformado idealmente por aquellos que se acercan por primera vez al pensamiento de Coseriu sobre la semántica lingüística. También es cierto que el carácter comprimido de la exposición, por las restricciones de tiempo, y la profusión de ejemplos, lo acercan a lo que cabe esperar de un manual. Los epígrafes agregados y los índices (de autores citados y de conceptos) incluidos al final del volumen facilitan, a su vez, la consulta puntual. Todo ello lo acerca bastante al modelo. Aun así hay que sortear un estilo de exposición, propio de la disertación oral, que aunque siendo rigurosa y “escrita” como es el caso, no parece acomodarse al estándar de exposición didáctica del manual.

 

Aun cuando bordea los límites de los criterios que hasta ahora han pautado las publicaciones del autor, cabe celebrar la aparición de este volumen en tanto fino y sacrificado tributo, abierto como está a la expectativa de cautivar a nuevos lectores interesados en la disciplina.

 

En una reciente entrevista, George Steiner señalaba como criterio de una buena crítica que “hay que dar las gracias a las obras y al esfuerzo que han supuesto a su creador”. El agradecimiento es, sin duda, doble en este caso.

 

 

Referencias bibliográficas

 

Coseriu, Eugenio.1992. Competencia lingüística. Elementos de la teoría del hablar, Madrid, Gredos.

Coseriu, E. 2001. L’homme et son langage, Louvain, Paris.

Coseriu, Eugenio. 2003. Geschichte der Sprachphilosophie: von den Anfängen bis Rousseau, Tübingen/Basel, Francke

Coseriu, E. 2004. Der Physei-Thesei-Streit. Sechs Beiträge zur Geschichte der Sprachphilosophie, Tübingen, G. Narr.

Coseriu, Eugenio. 2007. Lingüística del texto. Introducción a la hermenéutica del sentido, Madrid, Arco/Libros.

Coseriu, Eugenio y Reinhard Meisterfeld. 2003. Geschichte der Romanischen Sprachwissenschaft. Band 1: Von den Anfängen bis 1492, Tübingen, G. Narr.

Coseriu, Eugenio y Óscar Loureda Lamas. 2006. Lenguaje y discurso, Pamplona, Eunsa.

Kabatek, Johannes.2004. Eugenio Coseriu: memoria, lógica y fuerza de trabajo, en María Luisa Calero Vaquera et al., Estudios lingüísticos y literarios In memoriam Eugenio Coseriu (1921-2002), Córdoba, Universidad de Córdoba: 43-50.

Loureda Lamas, Óscar y Reinhard Meisterfeld. 2007. Eugenio Coseriu y su legado científico, en Estudis Romànics, 29: 269-277.

Polo, José. 2012. Entorno del universo normativo de Eugenio Coseriu. Cuaderno de bitácora, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva.

 

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