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Lingüística

versão On-line ISSN 2079-312X

Lingüística vol.27 no.1 Montevideo jun. 2012

 

Lingüística

Vol. 27, junio 2012: 136-167

ISSN 2079-312X en línea

ISSN 1132-0214 impresa

 

 

 

PREDICCIONES TIPOLÓGICAS, DATOS DE CAMPO E INCORPORACIÓN DE PRÉSTAMOS EN QUECHUA MEZCLADO

(II PARTE)

 

TYPOLOGICAL PREDICTIONS, FIELD DATA, AND LOANS INCORPORATION IN MIXED QUECHUA

(SECOND PART)

 

Patricia Dreidemie

Universidad Nacional de Río Negro

(UNRN/CONICET, http://www.unrn.edu.ar)

patriciadreidemie@gmail.com

 

 

Este artículo es el segundo de una serie de dos donde se analiza el préstamo de unidades léxicas y morfológicas en un corpus de quechua mezclado registrado en áreas semiurbanas de Buenos Aires donde vive población migrante boliviana. Mientras en la primera parte se presentaron los datos obtenidos en el trabajo de campo, se realizó un primer análisis y se expuso el patrón de préstamo encontrado en la variedad lingüística analizada, en esta segunda parte se profundiza el análisis del caso confrontando los datos con las predicciones tipológicas y las jerarquías de préstamo desarrolladas en lingüística de contacto; y, finalmente, se describen y analizan los procesos formales y semánticos que devienen en la ‘nativización’ de las incorporaciones.

 

 

Abstract

This is the second of two articles analyzing the lexical and morphological borrowing of linguistic units in Mixed Quechua spoken by Bolivian immigrants in specific suburbs of Buenos Aires, Argentina. In the first article, we have exposed the data gathered by field-work, analyzed it, and developed the borrowing pattern of this linguistic variety of Quechua. We now deepen this case-study by confronting the data with typological predictions and borrowing hierarchies historically developed by Contact Linguistics; and, finally, by describing and examining the formal and semantic processes that occur in the ‘nativization’ of incorporated units.

 

Palabras clave

quechua mezclado – lingüística de contacto - préstamo léxico – préstamo morfológico

 

Key words

Mixed Quechua – Contact Linguistics - lexical borrowing – morphological borrowing

 

(Recibido: 23/10/11; Aceptado: 11/1/12)

 

1.        Introducción

 

Este artículo es el segundo de una serie de dos en los que se analiza el préstamo de unidades léxicas y morfológicas en un corpus de quechua mezclado (quechua/español) registrado en áreas semiurbanas de Buenos Aires (Argentina) donde vive población migrante boliviana[1]. La primera parte del estudio se tituló “Préstamos léxicos y morfológicos en el quechua mezclado de migrantes bolivianos en Buenos Aires (Argentina) (I PARTE)” (Lingüística 26:139-171). En esa primera parte habíamos presentado los datos obtenidos en el trabajo de campo, realizado un primer análisis del corpus y expuesto el patrón de préstamo que encontramos en la variedad lingüística analizada. Como continuación de aquel estudio, en este artículo profundizamos el análisis del caso confrontando los datos con las predicciones tipológicas y las jerarquías de préstamo desarrolladas en lingüística de contacto (apartado 2). Luego, exponemos el contraste tipológico-estructural existente entre las lenguas involucradas en la situación de contacto, el quechua y el español (apartado 3) y avanzamos con la descripción y el análisis de los procesos formales y semánticos que devienen durante la nativización de las incorporaciones (apartado 4).

El estudio muestra cómo, si bien el préstamo involucra unidades lingüísticas que los hablantes transfieren del español al quechua, su incorporación depende de restricciones fonológicas y morfosintácticas de la lengua indígena. En este sentido, los procesos de nativización ponen en evidencia que los recursos importados se acomodan al sistema lingüístico receptor, tanto si se suman al repertorio nativo, si reemplazan unidades lingüísticas originales o si coexisten con ellas. Esta regulación, aunque afecta diversos niveles gramaticales del quechua (fonológico, morfológico, léxico, sintáctico, semántico y pragmático o discursivo), revela que la lengua aborigen manifiesta un proceso de clara preservación de su integridad sistemática a pesar del alto porcentaje de préstamos, lo que -entre otros efectos- favorece la continuidad de la inteligibilidad dentro de la comunidad de hablantes.

En conjunto, el análisis busca poner en evidencia cómo el quechua mezclado a pesar de introducir numerosos préstamos del español mantiene los rasgos estructurales más salientes del quechua: la estructura aglutinante, la sufijación, el alineamiento nominativo-acusativo, el sistema de casos, la ausencia de adposiciones, la flexibilidad de las clases léxicas. En este sentido, la influencia del préstamo hispano sobre la morfosintaxis de la lengua indígena es moderada aunque está presente más allá de la distancia tipológica entre las lenguas en contacto.[2]

 

 

2. Jerarquías de préstamo, restricciones lingüísticas y competencia de los hablantes

 

El préstamo lingüístico resulta un proceso extremadamente común en tanto efecto de la influencia externa entre lenguas y pocos sistemas lingüísticos ―si es que existe alguno― son resistentes a él (Winford 2003:29)[3]. Como proceso puede variar en grado y tipo (ver Thomason y Kaufman 1988), desde el préstamo casual al préstamo intenso, y desde promover una leve modificación estructural a una importante reestructuración en la gramática de la lengua receptora.

En el ámbito de la Lingüística de Contacto existe ya una tradición de estudios que intenta establecer una “jerarquía de prestamidad o préstamo” y “universales implicativos del préstamo” (por ejemplo, Whitney 1881, Haugen 1950 ―un resumen aparece en Muysken 1994 y Winford 2003―). Esta tradición está involucrada desde el inicio con las investigaciones del contacto lingüístico y parte del presupuesto de que todos los elementos y categorías lingüísticas están habilitados al préstamo aunque en diferente grado (Poplack et al. 1988). No todo ítem léxico ni gramatical es tomado prestado con igual facilidad y frecuencia. Por ejemplo, está demostrado que se incorpora más fácilmente aquel préstamo que es concreto en su significado semántico (en general, subclases de sustantivos y verbos) que aquel que involucra una función gramatical (preposiciones, conjunciones, pronombres personales, posesivos, auxiliares, etc.). Sin embargo, como lo señala Muysken (2008:1), hay elementos intermedios entre las clases de palabras sintácticas o “partes del discurso” (como preposiciones con significado concreto -por ejemplo, ‘desde’-) y ninguno de los agrupamientos clasificatorios es homogéneo (por ejemplo, el criterio ‘verbo-no verbo’ cruza varias fronteras categoriales en muchas lenguas). Como regla general, parece existir una asimetría en los procesos de préstamo entre ítems léxicos ‘de contenido’ (más o menos concreto) y los ítems funcionales (elementos léxicos que sirven a funciones meramente gramaticales más que referenciales).

Como señala Field (2002:34), si analizamos la disponibilidad al préstamo de diversos elementos lingüísticos, es claramente perceptible el paralelo existente entre la graduación diacrónica de afectación gramatical y léxica y las jerarquías de préstamo que operan sincrónicamente. Parece haber una inferencia evidente o un vínculo estrecho entre los grados de gramaticalización y los grados de préstamo que supera la posibilidad de la coincidencia. Al recorrer las diversas jerarquías de préstamo propuestas en la literatura sobre el tema, todas concuerdan en sostener que cuanto más estructurado o gramaticalizado esté un elemento del sistema lingüístico menor es su susceptibilidad al préstamo. En este sentido, se ha postulado que no todos los elementos del sistema se prestan con la misma facilidad y frecuencia. Whitney (1881) parece haber sido el primero en notarlo. Él propuso que los sustantivos son los elementos que más se prestan entre sí las lenguas, seguidos de otras formas de discurso, libres o independientes (no ligadas), para recién luego transferirse por préstamo sufijos, morfemas flexionales o fonemas individuales (en un orden semejante al presentado). La jerarquía de van Hout y Muysken (1994) sigue esta propuesta:

 

(a)     nombres > otras formas de discurso > sufijos > morfemas flexionales > fonemas

 

Haugen (1950), a partir de datos del sueco americano y el noruego americano, propone un orden similar en su ya clásica escala de adopción por préstamo[4].

 

(b)    nombres > verbos > adjetivos > adverbios, preposiciones, interjecciones[5]

 

Sin embargo, dicha jerarquía no responde a los datos del hindi en el caso de los préstamos ingleses (Singh 1981; citado en van Hout y Muysken 1994:41), donde se sigue el orden:

 

(c)    nombres > adjetivos > verbos > preposiciones

 

Las diferentes escalas propuestas, si bien coinciden en algunas tendencias (por ejemplo, que es más frecuente el préstamo de ítems de contenido que de lexemas funcionales o ítems gramaticales, y estos son más comunes que la incorporación de morfemas de flexión), muestran que cada una de las escalas da cuenta de alguna situación de contacto específica. A su vez, que ellas se sostienen sobre criterios disímiles en relación con qué recursos lingüísticos consideran: si bien (a) se apoya en un criterio flexible y amplio donde evalúa tipos de ítems de contenido junto a ítems gramaticales, (b) y (c) solo organizan secuencialmente diferentes clases de palabras definidas morfosintácticamente.

Entre los ítems léxicos, los sustantivos son los más propensos al préstamo. Luego, la cuestión de si a ellos les siguen los verbos o adjetivos es un tema vinculado ya no a una jerarquía generalizable, sino al modo particular de distribución categorial de significados en clases de palabras en las lenguas receptoras. En este sentido, las lenguas sin adjetivos o con morfología altamente sintética más difícilmente ―aunque no es imposible― adoptan adjetivos o raíces verbales respectivamente[6].

A su vez, entre los ítems gramaticales, las jerarquías coinciden en señalar que los afijos flexionales ocupan la última posición en la escala de disponibilidad al préstamo. Sin embargo, excepto la propuesta de Field (2002), innovadora en este sentido, ninguna jerarquización previa se detiene en analizar lo que sucede entre afijos propios de una lengua aglutinante como el quechua ―con afijos que entablan una relación de uno a uno entre forma y significado― o entre los afijos de lenguas fusionales ―donde sucede coalescencia entre el número de categorías gramaticales implicadas en un única forma, en general, fonéticamente mínima―. Sin embargo, sí es recurrente en casi todas las propuestas la referencia al tipo morfológico de lengua: por ejemplo, es más frecuente que el préstamo involucre afijos claramente segmentables (propios de lenguas aglutinantes) que aquellos implicados en una morfología fusional (Comrie 1989:210). La siguiente sub-jerarquización refleja lo expuesto:

 

(d)    palabras funcionales > afijos aglutinantes > afijos fusionales

 

Es interesante notar, tal como lo señala Field (2002), que las jerarquizaciones de disponibilidad para el préstamo son concordantes con varias escalas de gramaticalización propuestas por diferentes investigadores. En este sentido, es útil revisar la jerarquía de conceptos gramaticales de Croft (1990:191), la graduación sustantivo-afijo propuesta por Lehmann (1986) y la escala de lexicalización desarrollada por Hopper y Traugott (1993)[7]. La relación entre “prestamidad” y gramaticalización es llamativa cuando se liga reducción formal (menor saliencia fonológica/morfológica ―perceptiva―) a blanqueamiento semántico (bleaching), lo que generalmente implica una pérdida de significado específico o concreto en paralelo a un aumento de la información gramatical abstracta[8], y se vincula la graduación (en este caso, hacia menor) de la transparencia semántica (por lo que deviene en mayor opacidad semántica)[9]. Unas jerarquías y otras ponen en evidencia que cuanto más gramaticalizada una forma lingüística está (por ejemplo, un afijo fusionado), menos posibilidades tiene de ser prestada o difundida a otra lengua, por lo que en la jerarquía implicacional de la escala de préstamo su posición relativa estará desplazada hacia el margen derecho[10].

Field (2002:34 y 38), quien analiza la convergencia teórica de las escalas de préstamo frente a las escalas de gramaticalización y pone en relación fenómenos habitualmente estudiados de forma independiente, propone las siguientes jerarquías integradoras de las variables mencionadas:

 

(e)     palabra independiente, raíz ligada > afijo aglutinante > afijo fusional

 

A continuación, en (f) Field desglosa el primer módulo de la escala anterior (e):

 

(f)     ítem de contenido > palabra funcional > afijo aglutinante > afijo fusional

 

La escala (f), que es una posible explicitación analítica de la (e), predice la disponibilidad de préstamo en varios términos: en principio, cuantitativos (es decir, si una lengua incorporó algunos afijos aglutinantes por préstamo ha incorporado mayor cantidad de palabras independientes) pero también en términos temporales (si una lengua adquirió afijos fusionales a través de procesos de préstamo, previamente ha adquirido ítems de contenido). Como lo expresa Comrie (1989:210) “en términos implicacionales, si una lengua ha tomado prestados afijos flexivos, antes ha tomado prestadas palabras gramaticales; y si ha tomado prestadas palabras gramaticales, antes ha tomado prestados ítems léxicos”. Esta última propuesta concuerda, por otro lado, con la escala del tipo de lenguas con mayor/menor afectación por préstamos desarrollada por Thomason y Kaufman (1988:74).

A la par de las tendencias generales, es indispensable considerar, tal como lo propone Muysken (2008:177), que existen diferencias particulares en los patrones de préstamo entre las lenguas que es necesario dilucidar específicamente en cada caso. Por ejemplo, en nuestro corpus, el análisis que presentamos sobre la variedad mezclada del quechua pone en evidencia que si bien en algunas lenguas el préstamo de verbos es sumamente raro, en la muestra que analizamos ocupa un rango ‘moderado’, con un 20,93% de aparición relativa a otros ítems léxicos ‘de contenido’ y 16,26 % en relación con el total de préstamos registrados en el corpus (ver Dreidemie 2011a). El alto grado de la morfología aglutinante del quechua y su regularidad parecen facilitar esta incorporación. Sin embargo, tal como lo predice la jerarquía, en nuestros datos se mantiene la disimetría entre la inclusión de categorías léxicas ‘de contenido’ o no funcionales frente a los ítems funcionales (tanto morfológicos como léxicos): las primeras representan el 79,51 % del total de préstamos, mientras las segundas solo el 20,48 % restante.

Los procesos y patrones de préstamo están afectados también directamente por otras características de las lenguas involucradas, en particular, por el modo en que ellas distribuyen los significados en clases de palabras o morfemas: si cuentan con las clases de palabras sintácticas ‘sustantivo’, ‘adjetivo’, ‘verbo’, ‘preposiciones’, o no; y por la tipología estructural de cada una. En nuestro estudio sobre el quechua mezclado consideramos lenguas de tipos diferentes en ambos aspectos: mientras que el español cuenta con todas esas etiquetas categoriales entre sus clases de palabras y pertenece al tipo de lengua analítico-fusional (en la tipología que clasifica las lenguas según el grado de síntesis que poseen), el quechua distribuye primeramente los significados entre verbos-no verbos y morfemas relacionantes específicos, y pertenece al tipo de lengua conocida como aglutinante.

     En términos lingüísticos es Field (2002:41) quien argumenta que el tipo morfológico de las lenguas ―si es aislante, aglutinante o fusional― restringe la posibilidad de préstamo entre las lenguas. El trabajo de este autor es particularmente relevante para nosotros porque está dedicado al estudio de un caso similar al nuestro: el del mexicano moderno, una lengua que es resultado del contacto entre el español (una lengua fusional) y la lengua indígena náhuatl de México central, una lengua aglutinante como el quechua (ver Confrontación estructural entre el quechua y el español en el siguiente apartado).

Field formula, como hipótesis operativa al estudio del préstamo, el principio de compatibilidad formal al que llama “Principio de Compatibilidad del Sistema” (o SC: Principle of System Compatibility), frente a su contraparte: el “Principio de Incompatibilidad del Sistema” (o PSI: Principle of System Incompatibility), que expresa:

 

(g)   Principio de Compatibilidad del Sistema

 

Toda forma -o conjunto forma/significado- es prestable desde una lengua donante si es compatible con las posibilidades morfológicas de la lengua receptora en consonancia con su estructura morfológica[11].

 

Las predicciones que desencadena el principio de compatibilidad del sistema se esquematizan en el cuadro siguiente, donde se muestra la graduación en la compatibilidad para el préstamo según el tipo de lengua receptora y las unidades lingüísticas en transferencia[12].

 

 

Basado en la escala de síntesis (el número de conceptos gramaticales expresados en palabras morfológicamente complejas) y de fusión (el grado en el que dos o más conceptos gramaticales se amalgaman en una única forma lingüística), Field propone que los afijos flexionales solo pueden ser tomados prestados por lenguas fusionales, mientras que los afijos aglutinantes pueden ser tomados prestados tanto por lenguas aglutinantes como fusionales. Las lenguas del tipo aislantes, sin embargo, solo podrían tomar prestadas palabras independientes. En otros términos, solo lo morfológicamente compatible podría ser tomado prestado por las lenguas en función de su tipología morfológica. Por ejemplo, en el mexicano moderno, el náhuatl toma prestado del español numerosos elementos (Hill y Hill 1986). Tal como lo predice la PSC formulada por Field, toma del español solo la morfología aglutinante (por ejemplo, incorpora morfemas de número) y no la fusional (ya que restringe la incorporación de los morfemas flexivos verbales).

     Según esta regulación o constricción lingüística, lo que estaría bloqueado sistemáticamente de ser adquirido por préstamo sería aquello que no puede ser reconocido y procesado en función de las características formales de la lengua receptora: aquello que no es consistente con sus posibilidades morfosintácticas. En este sentido, el préstamo estaría fuertemente condicionado por la estructura tipológico-morfológica de las lenguas en contacto. Así las lenguas aglutinantes como el quechua no estarían formalmente habilitadas para incorporar afijos fusionados[13]. Sin embargo, la operación de reanálisis (en diferentes niveles: fonológico, morfológico, sintáctico, semántico) acerca caminos alternativos de incorporación de préstamos anómalos en aquellos casos en que estos son bloqueados por restricciones lingüísticas. Esta mecánica compensatoria, en donde se presenta, reposa fundamentalmente sobre la habilidad de los hablantes para identificar formas y significados de la lengua fuente del préstamo y reanalizar sus formas para restablecer la correspondencia uno a uno entre forma y significado/función en la lengua receptora[14]. Field (2002:44) formula el principio de reanálisis como sigue:

 

(h)  Principio de Reanálisis (PR)

A los elementos extraños que se toman prestados, que son incompatibles con el sistema receptor por encontrarse fuera o a la derecha de la escala de compatibilidad morfológica, debe asignárseles una posición hacia la izquierda que los ubique dentro de los parámetros tipológicos del sistema receptor.

 

En nuestro estudio, por ejemplo, los quechua-hablantes incorporan con frecuencia palabras o bases léxicas del español a las que les sufijan lo pertinente a la clase de palabra quechua que representa (tal como Thomason y Kaufman 1988:37 lo predicen para otras lenguas).

Como se verá en el análisis que sigue, en los casos en que estas palabras contienen afijos flexivos, derivacionales o clíticos, es común (aunque no sucede siempre) que los hablantes de quechua reanalicen los ítems como unidades léxicas completas (sin división morfológica interna) y los articulen como tales según la morfosintaxis nativa.

 

Desde esta perspectiva, el quechua como lengua receptora del préstamo parecería actuar según los parámetros tipológicos de la clase de lengua a la que pertenece y preservar su integridad tipológico-morfológica a pesar de la incorporación de elementos hispanos ―tal como lo predice Field a partir de sus estudios sobre el mexicano―. Sin embargo, otras variables también podrían modificar los resultados esperados: por un lado, muchos quechua-hablantes con los que trabajamos son bilingües, competentes en español tanto como en quechua (ellos dominan el modo de expresar significados en ambas lenguas más allá de las diferentes restricciones tipológicas en la formación de unidades significativas en cada una de ellas); por otro lado, existe el presupuesto bastante extendido entre los investigadores de campo de que si todo es posible de ser aprendido, todo sería factible de ser prestado más allá del tipo de lengua del que se trate.

Frente al panorama inicial de contraste tipológico entre las lenguas consideradas (español y quechua), en la exposición y el análisis de nuestros materiales de campo optamos por considerar en conjunto el comportamiento de los préstamos ‘de contenido’ junto al de los préstamos funcionales (léxicos y morfológicos), definiendo sus clases semánticas en principio desde la lengua donante (el español). A su vez, mantenemos la distinción entre ítems léxicos y morfológicos con el objetivo de probar la hipótesis de Field (2002), quien propone que la tipología estructural de las lenguas afecta las posibilidades y los resultados del préstamo. De esta forma, organizamos los datos según la siguiente clasificación: a- préstamos léxicos ‘de contenido’ (nombres, verbos, adverbios, etc.), b- préstamos léxicos funcionales (por ejemplo, preposiciones, conjunciones, partículas discursivas)[15] y c- préstamos morfológicos (de contenido y funcionales) (afijos derivacionales, afijos flexionales, etc.)[16]. A continuación caracterizamos estos agrupamientos brevemente.

Los préstamos léxicos ‘de contenido’ (o “ítems de vocabulario”) poseen ―en la percepción lingüística generalizada― independencia del contexto sintáctico y constituyen en la mayoría de las lenguas el mayor porcentaje de las palabras morfosintácticas. Es decir, conforman el conjunto de sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios. Mientras este primer grupo reúne clases abiertas y mayormente de semántica referencial, los siguientes (b y c) tienden a conformar clases cerradas o paradigmas de unidades significativas (compuestas por forma más función) de naturaleza semántica menos referencial.

Siguiendo la propuesta de Muysken (2008:16), consideramos préstamos funcionales a aquellos ítems que en principio localizan la emisión en el contexto comunicacional (deícticos, indexicalizadores), conectan u organizan las partes de la información en el texto (conectores y operadores discursivos en general) o estructuran la cláusula (conjunciones, subordinantes). A su vez, la categoría se extiende a clasificadores en general (por ejemplo, género), cuantificadores y marcadores argumentales y clausales (por ejemplo, marcadores de caso, evidenciales, focalizadores), por lo que entre los ítems funcionales es posible encontrar tanto unidades léxicas como morfológicas.

En particular, los préstamos léxicos funcionales se posicionan a mitad de camino entre los ‘de contenido’ y los ítems morfológicos. En general, corresponden a conjuntos cerrados de opciones. En relación con su posición, función y distribución, representan el grupo más diverso y conforman ―según cada lengua― diversas subclases. Se trata, además, de un grupo de elementos que se posiciona tanto en frases nominales (por ejemplo, los artículos), verbales (por ejemplo, los auxiliares) como en los bordes frasales o clausales (como los  conectores).

Por último, los préstamos morfológicos son aquellos morfemas dependientes (afijos derivacionales y flexionales) que integran paradigmas de unidades significativas en alguna de las lenguas involucradas en la situación de contacto. Pueden ser tanto de contenido (por ejemplo, diminutivos) como funcionales (por ejemplo, gerundivos).

En el contacto lingüístico, los dos últimos grupos presentan problemáticas propias dado que muchos significados que en una lengua se expresan mediante una forma léxica independiente (a través de una estrategia léxica o analítica), en la otra lo pueden hacer mediante morfemas dependientes y viceversa, por lo que los límites entre ambas clases son traspasados con frecuencia en el resultado lingüístico del contacto. Por ejemplo, los significados preposicionales del español son con frecuencia expresados mediante sufijos en quechua (los roles argumentales se manifiestan en español mediante posición sintáctica y empleo de frases preposicionales y en quechua mediante la marcación de caso morfológico; lo mismo sucede con la marcación de posesión). A su vez, los ítems funcionales operan en una zona de frontera también entre el fenómeno de préstamo y el de la replicación gramatical, por lo que vinculan y articulan ambos fenómenos de contacto. Lo mismo sucede con los conectores.

 

 

3.    Contraste tipológico entre el quechua y el español

 

El siguiente cuadro expone los rasgos tipológicos sobresalientes de ambas lenguas en contacto en la variedad del quechua analizada: el quechua y el español. Desde los desarrollos teóricos (Weinreich 1953, Thomason y Kaufman 1988, Aikhenvald 2006 a y b, etc.), se argumenta que la mayor cercanía tipológica genera áreas de interfaz entre las lenguas en contacto donde la difusión de rasgos podría ser particularmente esperable. Sin embargo, en nuestro caso, como se observa en casi todas las variables, las distancias tipológico-estructurales entre las lenguas involucradas son muy notorias, por lo que es muy dificultoso predecir qué elementos de una lengua serán adoptados por la otra a partir de una evaluación exclusivamente tipológica.

 

 

4.        Procesos formales y semánticos de incorporación de préstamos hispanos en quechua mezclado

 

El concepto de préstamo no implica que un mecanismo de reproducción o imitación mecánica de la lengua donante tenga lugar en la lengua receptora. Por el contrario, como ya lo señalara Haugen (1950:212), la expresión de la forma incorporada puede variar mucho del uso original. Para analizar cómo esto sucede en el quechua mezclado, a continuación nos detenemos en los mecanismos formales y semánticos a través de los cuales la lengua indígena incorpora préstamos del español. Entre los mecanismos formales, hemos relevado en nuestro corpus considerando también otros estudios sobre el quechua boliviano (por ejemplo, Cerrón Palomino 1987, de Granda 2002, Adelaar con la colab. de Muysken 2004 y Plaza Martínez 2009) procesos de relexificación (a), nativización fonológica (b), reduplicación léxica o sintagmática (c), reduplicación gramatical (d) y regularización morfológica (e). Entre los que intervienen en la interface entre semántica y morfosintaxis dado que involucran procesos semánticos, observamos el reanálisis (f) de categorías gramaticales.

 

a.        Relexificación

 

El mecanismo de relexificación (proceso también conocido como “nativización morfosintáctica”) es un proceso de renovación o sustitución del vocabulario por el cual una lengua incorpora selectivamente en su gramática componentes léxicos de una lengua donante, manteniendo, en general, la representación fonológica, la estructura morfosintáctica y la semántica propia de la lengua receptora. Por ejemplo, la base verbal del español sinta- (‘sentar-se’) reemplaza la base verbal quechua tiya- y, dado que esta segunda forma significa al mismo tiempo ‘yacer’, ‘haber’, ‘estar’ y ‘deber’, el préstamo hispano suma esos significados (Gómez Rendón 2008:33).

En contraste, es menos frecuente el proceso inverso (al que Muysken llama de “translexicalización”) que implica la incorporación de lexemas del español que conservan el significado hispano (no son resemantizados al quechua), a pesar de ser refonologizados y adaptados morfológicamente al quechua. Para ejemplificar este caso, Muysken menciona la incorporación del término irmanu que agrupa dos lexemas quechuas, wauki (‘hermano del hermano’) y turi (‘hermano de la hermana’), sin tomar en cuenta el sexo del hablante que en quechua condiciona el uso de uno u otro vocablo.

Durante el proceso de relexificación, los mismos procesos de derivación, flexión y composición que se observan en la formación de palabras en quechua se aplican a las bases léxicas tomadas prestadas del español. En general, estos procesos se aplican sin importar la clase de palabra a la que pertenece el término en la lengua fuente (verbos, sustantivos, adjetivos o adverbios).

En el quechua mezclado, al lexema incorporado del español se le sufijan, según la estructura gramatical y morfológica del quechua y sus regulaciones semántico-pragmáticas, los morfemas vernáculos necesarios (nominales, verbales, clausales) para adaptarlos a los requerimientos del quechua, lengua que opera como matriz receptora que, de esta forma, condiciona el resultado de la incorporación. El proceso involucra aspectos fonológicos, morfofonológicos, morfológicos y sintácticos. Un ejemplo lo aporta (1), donde a un lexema verbal del español se le sufjan morfemas verbales del quechua[17].

 

1       uj          jusk´-itu-pi                       soldaditos            bali-sha-naku-ku-sha-nku-man

   NUM agujero- DIM(ESP)-LOC  soldaditos(ESP)   balear(ESP)-DUR-REC-REFL-DUR-3Pl-COND

  ‘en un agujerito los soldaditos se estarían baleando mutuamente durante un buen rato’

 

Es interesante notar que los hablantes no siempre son conscientes de la procedencia hispana de los términos que emplean, lo que diferencia el fenómeno de ‘cambio de código’ del de ‘alternancia de códigos’. En el primer caso, los hablantes manipulan consciente y estratégicamente el recurso.

En el siguiente ejemplo (2), el adverbio aquí del español recibe el sufijo locativo del quechua, -pi. El caso muestra cómo, a pesar de la incorporación léxica, el quechua mezclado conserva la regularidad vernácula en los procesos de formación de palabras.

 

2       aki-pi

aquí-LOC

aquí’

 

Para cerrar el apartado sobre relexificación, recordamos que este proceso ha sido considerado dentro de la lingüística de contacto (Thomason y Kaufman 1988; Thomason 1997, 2001, 2003) y el debate sobre las llamadas lenguas mezcladas (Matras y Bakker 2003) como uno de los desencadenantes de la formación de lenguas de contacto (Thomason 1996:3), en particular de las lenguas entrelazadas (‘intertwined languages’) (Bakker y Mous 1994, Matras y Bakker 2003). Aquellas lenguas muestran una dicotomía entre el léxico (que proviene de una lengua) y el sistema gramatical (morfología, sintaxis y con frecuencia, fonología) que proviene de otra. Por otra parte, ese tipo de lenguas mixtas (por ejemplo, Chindo, Media Lengua, Ma’a, or Petjo) está compuesto, según la bibliografía, por casi un 90% de préstamos (contando tipos y frecuencia de aparición). Ambos rasgos distancian al quechua mezclado del tipo de lengua entrelazada.

 

b.        Nativización fonológica

 

Dado que no todas las lenguas tienen el mismo inventario de sonidos distintivos ni las mismas pautas prosódicas ―por ejemplo, de acentuación―, es frecuente que los préstamos sean nativizados fonológicamente durante el proceso de su incorporación.

En nuestro caso, los hablantes tienden a moldear los préstamos del español siguiendo las reglas fonológicas del quechua, su lengua vernácula. El proceso de adaptación manifiesta sistematicidad relativa. La variación en la asimilación de los préstamos no siempre es regulada, sino que también resulta idiosincrática en cierto grado. Dentro de los procesos de nativización fonológica, la adaptación de los elementos incorporados al patrón acentual del quechua es el recurso más extendido.

En el estado de lengua que analizamos los préstamos que son adaptados al sistema fonológico del quechua no superan en porcentaje a aquellos que no han sido adaptados (ver Parte I de este estudio)[18]. En este sentido, las modificaciones que sufren ciertas palabras o elementos del español incorporados al quechua mezclado no siempre son estables y responden en general a diferentes factores. Por ejemplo, el tiempo de la incorporación (elementos incorporados más antiguamente tienden a encontrarse refonologizados mientras que los más recientes se mantienen sin modificaciones) o el orden de las ideologías lingüísticas (Woolard, Schieffelin y Kroskrity 1998). Esto último influye en lo que representa el español y el quechua en cada caso, por lo que varía mucho entre hablantes (en dependencia de la edad del hablante, su procedencia, el tiempo que transcurrió desde su migración, el grado de integración en redes comunitarias, etc.) y entre situaciones.

En el nivel fonológico, las adaptaciones más frecuentes registradas son las siguientes:

Las vocales /e/ y /o/ se convierten en /i/ y /u/ respectivamente (e > i, o > u). Desde una perspectiva estructural, la variación puede responder a la mayor o  menor incorporación del término en la estructura del quechua que sólo posee tres vocales, lo que señalaría un grado variable de aproximación entre las lenguas. En ciertos casos, puede responder también a una variación estilística determinada por la formalidad o informalidad del intercambio comunicativo. Algunos ejemplos se observan en (3).

 

3       uwijitas (ovejitas), tuditu (todito), awilita (abuelita)

 

No obstante, en nuestro corpus se mantiene la variación abuelita/awillita, entre otras alternancias sincrónicas; el primer término es empleado mayoritariamente por jóvenes y el segundo (con alta nativización fonológica) por adultos y ancianos.

En relación con las consonantes, el quechua mezclado está incorporando varias consonantes presentes en el español, entre ellas, las oclusivas sonoras (/b/, /d/, /g/, /ß/, /z/, /r/). Los préstamos son una de las causas de estas incorporaciones. En general, la integración de estos sonidos está favorecida (como sucede con las vocales incorporadas) porque ellos poseen sus contrapartes sordas en el inventario nativo original: [b] como alófono de /p/, [d] de /t/, [g] de /k/. Los fonemas oclusivos sonoros del español son a veces reajustados al sistema fonológico quechua. Por ejemplo, waka (por vaca) o comira (por comida), pero a medida que aumenta el grado de bilingüismo del hablante y también en función de la frecuencia del empleo de préstamos que contengan los segmentos nuevos, ellos se hacen más familiares y se introducen en los préstamos. En los casos en que son resistidos, en general, las oclusivas sonoras /b/, /d/ y /g/ son interpretadas como sordas (lo que sucede con frecuencia en contextos nasales). El resultado generalizado es la variación alofónica libre de los segmentos mencionados en los préstamos hispanos. Por ejemplo:

 

4       charanku (por charango)

 

En relación con la sílaba, se registra la alteración eventual de la estructura silábica del quechua (C)V(C), en la que se introduce algún diptongo (*CVV) o algún cluster de consonantes (*CCV o *VCC). Esto adquiere un alto grado de oscilación en la práctica. La resistencia se resuelve a través de un proceso de epéntesis por el cual se inserta un segmento intermedio que neutraliza el elemento disruptivo según el patrón de la lengua receptora, como se observa en (5),

 

5       Lakiyaka- (La Quiaca), paskuwa (pascua), wiwilín (violín), canata- (cantar)

 

con la pérdida de alguno de los segmentos resistidos, como sucede en (6),

 

6       lanta- (plantar), a:tu (auto)

 

o con la incorporación de una vocal final por la resistencia a la consonante velar en posición de coda en final de palabra, como lo muestra el ejemplo (7).

 

7       rilújo (reloj)

 

Otra solución es el reemplazo de la consonante doble por un sonido fonéticamente similar y presente en el inventario fonológico de la lengua nativa, como se observa en (8) donde se acude a /r/ (vibrante simple).

 

8       arroz > arus-

 

Finalmente, también el préstamo es afectado en el nivel prosódico, quedando su patrón acentual afectado y adaptado al patrón métrico del quechua en dependencia de su grado de asimilación. Como analizamos en Dreidemie (2008), el patrón acentual del quechua responde a un acento rítmico, por lo que la asignación acentual diseña una estructura métrica pareja que tiende a regularizar la aparición del acento, su frecuencia e intensidad en función de la frase fonológica. Su figura métrica se compone sobre un troqueo silábico. El proceso de adaptación fonológica en el nivel prosódico acentual de un préstamo del español se observa en (9), donde un término de acentuación grave en español (esquina) traslada su acento en función de respetar la matriz prosódica de la lengua indígena.

 

9      `ish.ki.ná.-ta             ‘mu.yu-y.kú.-ni[19]

(  . .  .  .                         . .  X  . ) φ

(  . .  X . )                    ( .  .  X  . ) ω

( X .)( X . )                  ( X . )( X . ) f

( X  .  X  .                   X  .  X  . ) σ

esquina(ESP)-AC girar-DIR.INDUC-1S

‘(cuando) giro la esquina’

 

 

c.         Reduplicación léxica o sintagmática

 

La reduplicación léxica o sintagmática consiste en la repetición íntegra o parcial de una palabra o un sintagma. Como recurso expresivo sirve para reforzar o enfatizar significados, marcar pluralidad, referir aumento o intensidad de algún rasgo, o para referir aspectualidad iterativa de la acción en el caso de los verbos. Es frecuente en muchas lenguas (por ejemplo, en Argentina, para el mapudungun ver Golluscio 2006, 2009; Smeets 2008; para lenguas tupí-guaraníes y vilela, ver Comrie, Golluscio, González y Vidal en prensa; para el toba, ver Messineo 2003; para el tapiete, ver González 2008, entre otros). En el quechua mezclado, hemos observado que es frecuente su empleo como estrategia discursiva: como recurso retórico del que el hablante hace uso en función de intenciones comunicativas específicas, el que si bien puede afectar elementos propios de diversos niveles lingüísticos -fonológico, morfológico o léxico- se orienta por objetivos pragmáticos. Expresa, por ejemplo, intensidad (como se observa en 10) o énfasis (como sucede en 11).

 

10     wata-sqa                                    wata-sqa                                  wata-sqa

desparramar-PAS.LEJ             desparramar-PAS.LEJ         desparramar-PAS.LEJ

‘se desparramó por todos lados’

 

11)   y                    jina-sha-spa                        jina-sha-spa                        jamu-ni

CONJ(ESP) parecer-DUR-SUB.MS      parecer-DUR-SUB.MS      venir-1S

‘y así así vine’

 

En la situación de contacto entre el quechua y el español, muchas veces el fenómeno aparece involucrado con procesos de cambio de código entre las lenguas, lo que suma un recurso expresivo y contextualmente sensible en el habla bilingüe. Esto se observa en (12), donde se duplica una frase verbal.

 

12     no                                             mana     yacha-ni-chu

NEG(ESP)   saber.1P(ESP)      NEG       saber-1S-NEG (operador discursivo)

‘no sé no sé’ (no tengo ni idea)

 

Cualquier sintagma parece poder duplicarse con fines semánticos: una frase verbal como en (12), un verbo (13), un nombre con función calificativa (14), un adverbio (15) o un nombre (16):

 

13     churra-sqa                                          rupha-ri-chi-sqa

churrasquear(ESP)-NMZ.PAS         quemar-INC-CAU-NMZ.PAS

‘quemados quemados’ (hizo que estuviesen quemados o los quemó)

 

14     palo                    palo                tull-á

palo(ESP)           palo(ESP)      hueso-ENF

‘flaco muy flaco’

 

15      todo            todo

‘todo absolutamente’

 

16     qeso                             qeso-ta-taj                           q’on-chi-ni

queso(ESP)                 queso(ESP)-AC-ENF          cocinar-CAU-1S

‘cocino mucho queso’

 

En algunos casos la reduplicación es quechua-quechua, como se observa en (10) y (11) supra, o español-español (como en 14, 15 y 16), pero abundan los casos español-quechua o viceversa (como se puede observar supra en 12 y 13).

Finalmente, también la reduplicación se emplea para reforzar rasgos de significado de un lexema, que pueden haber sido debilitados mediante el proceso de relexificación, a través de la sufijación de un morfema con significado similar, como se observa en (17):

 

17     aki-pi

aquí-LOC

‘aquí mismo’

 

o con fines enfáticos, como se observa en (18):

 

18     aura-pi-qa

ahora-LOC-TOP

‘ahora mismo’

 

d.        Reduplicación gramatical

 

La reduplicación gramatical es un proceso de incorporación de préstamos similar al anterior pero ahora aplicado a elementos o recursos gramaticales: morfemas pronominales, posesivos, etc.

Ocasionalmente, registramos en el corpus la duplicación de la marcación de pluralidad en los nombres. Esta duplicación puede involucrar cambio de código de ambos tipos: español-quechua ―N-s(ESP)-kuna(Q)― o quechua-español ―N-kuna(Q)-s(ESP)―. Obsérvese, en el ejemplo (19), la redundancia de las dos marcas de plural en el demostrativo, una en quechua, la otra en español.

 

19     chay-kuna-s

DEM-PL-PL(ESP)

 ‘esos’

 

Un caso llamativo es el de la reduplicación del posesivo. Como se observa en (20), el pronombre posesivo del español se antepone al término base al que, a su vez, se le sufija el marcador quechua de posesión. Como el pronombre posesivo del español conforma un clítico enlazado acentualmente con la palabra a la que califica, la construcción resultante se ajusta además al patrón acentual de la palabra gramatical del quechua.

 

20     tu                           pi‘tu-yku

POS.2(ESP)          gancho-POS.2(Q)

‘tu gancho’

 

e.         Regularización morfológica

 

La regularización morfológica consiste en la aplicación extensiva de reglas formales sobre la totalidad de los miembros de un paradigma específico, incluso sobre aquellos ítems que son irregulares en las lenguas de origen. Se trata de un proceso de incorporación de lexemas asociado muchas veces a una etapa del aprendizaje de una L2 o al aprendizaje infantil de la lengua materna.

En nuestro corpus, lo hemos registrado operando sobre bases léxicas verbales que originalmente (en los paradigmas correspondientes del español) son irregulares, y donde la irregularidad común es la diptongación de la sílaba acentuada. Con frecuencia, en el habla bilingüe de los quechua-hablantes con los que hemos trabajado sucede la incorporación regularizada de bases verbales del español de verbos que originalmente son irregulares. Esto se observa en los verbos listados en (21).

 

21     bini por viene’

kunta- por ‘cuenta’

almorza- por ‘almuerza’

 

Su uso se ejemplifica en (22):

 

22     tata-y                 kunta-wa-j                noqa-wa-n-pis

papá-POS1       contar-1O-ENF        PRON1-1O-1S-ADIT

‘así también mi papá me cuenta a mí’

 

Este fenómeno es altamente significativo porque pone en evidencia que a pesar de la incorporación del préstamo del español, el quechua mezclado se resiste a incorporar el patrón fusional del español. En este sentido, su patrón aglutinante presiona el resultado del préstamo, por lo que los hablantes no incorporan los cambios morfológicos propios del tipo fusional del español e introducen el verbo como si fuera regular. A su vez ellos, siguiendo el patrón aglutinante de la lengua nativa, le añaden a la forma los sufijos verbales del quechua. Sin embargo, el fenómeno ―aunque es muy extendido― no resulta estable. Varía sobre todo en el habla de los jóvenes y en función de la mayor o menor formalidad de los eventos.

 

f.         Reanálisis

 

El reanálisis es un proceso por el que a ciertos recursos morfosintácticos incorporados por préstamo se les asigna en la lengua receptora una categoría gramatical diferente a la originaria de la lengua fuente[20]. En este sentido, aunque el elemento lingüístico puede no sufrir ningún cambio en su forma superficial y ―casi ninguno― en su semántica, el reanálisis involucra siempre recategorización léxica[21].

Por ejemplo, se observa en (23) cómo un sustantivo del español, el lexema hispano churrasco, que hace referencia al producto de cocinar carne, se incorpora al quechua mezclado dentro de la clase de palabras Verbo, para referir ahora el proceso de asar. En tanto verbo, queda así habilitado para recibir sufijos verbales: temporales, aspectuales, nominalizadores, etc.

 

23     churra-sqa (asar comida-PAS.PERF o NMZ.PAS), ‘asó’ o ‘asado’

 

Otros ejemplos de transcategorización léxica donde nombres (N) del español son empleados en quechua mezclado como bases verbales (N → V) se observan en (24), (25), (26) y (27).

 

24     N → V

flauta-sqa[22]

flauta-PAS.LEJ

‘tocó la flauta’ (o lit. ‘flauteó’)

 

25     N → V

chay-pi             wawa-s-pis                      pujlla-nku

DEM-LOC       niño-Pl(ESP)-ADIT        jugar-3Pl.S

‘ahí los niños juegan

 

chay-pi             noqa-yku-pis                  pelota-yku

DEM-LOC       yo-1Pl.EXCL.S-ADIT   pelota(ESP)-1Pl.EXCL

      y ahí nosotros peloteamos

 

pelota-yku                             noqa-yku-pis

pelota(ESP)-1PL.EXCL      yo-1Pl.EXCL.S-ADIT

y peloteamos nosotros

 

joven-es                        waj-pi           pelota-nku:

joven(ESP)-Pl(ESP)     ¿?-LOC        pelota(ESP)-3S.Pl

los jóvenes en otro lado pelotean’

 

26     N → V

ima-paj             sapatu↑

INT-BEN          zapato(ESP)

‘para qué (sirve) el zapato?

 

yana-wa-n        sapata-na-paj

servir-1O-3S     zapato(ESP)-NMZ.FUT-BEN

me sirve para zapatear’

 

27      N → V

chuqllu-rqa-sha-n

choclo(ESP)-PAS.PROX-DUR-3S

‘choclea’ (produce choclos)

 

De los casos expuestos puede deducirse que la transcategorización léxica suele implicar, como segunda instancia, la relexificación: por ejemplo, en el primer caso (24), el nombre verbalizado adquiere sufijos temporales; en el segundo (25), se une a sufijos verbales de concordancia personal; en el tercero (26) es seguido de los sufijos verbales nominalizador de futuro y benefactivo (de propósito) del quechua; y, en el último (27) posee marcas temporales, aspectuales y de concordancia personal. Finalmente, podemos preguntarnos si la transcategorización léxica de los préstamos no estará promovida por la flexibilidad categorial del quechua donde es posible encontrar nombres empleados como adjetivos o adverbios, adjetivos empleados como sustantivos o adverbios, nombres refuncionalizados como bases verbales, por ejemplo.

Vinculado al reanálisis, la reinterpretación como proceso de incorporación de préstamos sí conlleva modificación en la manifestación superficial de la categoría pero no deriva en la transformación de su estructura intrínseca o semántica. Los ejemplos de reinterpretación ―sin reanálisis― implican, generalmente, un desplazamiento en el status categorial de la forma lingüística como resultado de su funcionamiento en posiciones ambigüas[23]. Este fenómeno se observa, por ejemplo, en el nombre de ciudades argentinas, como en (28) y (29).

 

28    “Binosares-” para referir a la ciudad de Buenos Aires (Buenos Aires)

 

29    “Lakiyaka-” para referir a la ciudad de La Quiaca (Jujuy)

 

En el primer caso (28), si bien el nombre hispano de la ciudad abarca dos palabras morfosintácticas (adjetivo-N), en quechua mezclado los hablantes lo reinterpretan como una sola palabra (N). Esto, además de vincular procesos fonológicos, es favorecido no solo por ser una forma que señala un referente concreto y único sino también por su uso cristalizado en español. Algo similar sucede en el segundo caso (29). Por ejemplo, en el nombre de una canción que se llama Lakiyakamanta, se observa cómo los migrantes se apropian del nombre de la ciudad argentina adaptándolo al molde fonológico y silábico de la lengua vernácula, donde no se permiten diptongos, y sufijándolo según la morfología quechua (en este caso, con -manta: morfema alativo). Observamos en este caso juntos el fenómeno de reinterpretación, nativización fonológica y relexificación.

Un caso marginal que registramos en nuestro corpus es (30), donde la frase adverbial a veces del español es reanalizada como una palabra unitaria en el quechua mezclado. Con esta modificación ya no necesariamente ocupa la posición de adjunto sintáctico de la cláusula sino que puede ser, por ejemplo, topicalizado.

 

30    awiskin-qa (a veces-TOP)

 

En qué grado la gramaticalización y el reanálisis se vinculan o distancian entre sí se ha convertido en una cuestión de debate (Aikhenvald 2003:4). La gramaticalización siempre presupone algún tipo de reanálisis (aunque la relación inversa no siempre se da), dado que la estructura gramatical varía aunque no su expresión superficial[24]. En este sentido, la formación de un nuevo paradigma en una lengua habitualmente implica varios mecanismos: el reanálisis, la gramaticalización y la acomodación gramatical. Por otro lado, algunos investigadores proponen que el reanálisis puede suceder a la par de la reinterpretación (Trask 2000:274).

Finalmente, aunque forma parte del análisis de la replicación gramatical (fenómeno de contacto que aquí no estudiamos), el uso del demostrativo del quechua chay y del numeral ‘uno’ uj para delimitar referentes definidos vs. indefinidos, a la manera de los artículos hispanos en el quechua mezclado (donde no existía la categoría Artículo), resulta un fenómeno que encabalga reanálisis y gramaticalización. En el primer caso, porque, aunque no involucra el préstamo de formas lingüísticas, sí modifica el valor semántico-pragmático de recursos propios que son recategorizados en la situación de contacto; en el segundo caso, porque la transformación implica un proceso por el cual ítems léxicos más referenciales se desarrollan progresivamente como ítems más gramaticales (más funcionales que referenciales) que van ganando un nuevo contexto de uso.

 

 

5.        Regulación vernácula de las incorporaciones, reemplazos y/o coexistencias. Conclusiones

 

Según las diferentes escalas de préstamo y las predicciones tipológicas, podíamos anticipar que el quechua, por sus características estructurales frente al español, tomaría ítems léxicos con más facilidad que ítems gramaticales, ítems pertenecientes a clases de palabras abiertas (por ejemplo, nombres) más fácilmente que a clases semicerradas (por ejemplo, preposiciones) o cerradas (por ejemplo, pronombres). Finalmente, que el ranking de préstamo diseñaría la siguiente graduación: nombre-verbo-adjetivos-adverbios, que las preposiciones serían resistidas por una restricción tipológica básica del quechua (que es una lengua posposicional) y que los ítems funcionales serían incorporados raramente. Si bien la mayoría de estas predicciones mostraron ser acertadas en nuestro corpus, el patrón de préstamo hallado en el quechua mezclado diseñó la siguiente escala (Dreidemie 2011b), levemente diferente de lo esperado:

 

Patrón escalar de préstamos hallados en la muestra

N > V > Op. Disc. > DET > Adv. >  Adj. > Fórmulas > morfología (aglutinante)

Por un lado, es evidente que nuestros datos fortalecen la hipótesis de la existencia de una tendencia favorable al Principio de Compatibilidad estructural propuesto por Field (2002), que predecía que el quechua (en tanto lengua aglutinante) tomaría del español (lengua de morfología fusional) solo palabras independientes, raíces léxicas y, en menor medida, morfología aglutinante (por ejemplo, morfemas de número, género) y no la fusional (morfemas flexivos verbales u otros). En este sentido, en función de los datos expuestos, el quechua mezclado mantiene el aspecto esencial de su estructura gramatical y resiste (mediante diversos mecanismos de nativización fonológica o morfosintáctica) la incorporación del patrón fusional del español, a pesar de introducir numerosos préstamos de esa lengua.

Por otro lado, si consideramos la escala de préstamo y la tipología de lenguas de contacto desarrollada por Thomason y Kaufman (1988:74-5), el quechua mezclado parece ocupar una posición en el estado tres, llamado “de interferencia estructural leve”. El estado tres (de cinco) refiere la presencia de préstamos no solo ‘de contenido’ sino de orden más estructural, como términos funcionales (adposicionales), afijos derivacionales que son abstraídos de los ítems prestados originales y añadidos eventualmente a vocabulario nativo, afijos flexivos confinados exclusivamente a préstamos, algunos demostrativos y numerales. A su vez, involucra la fonemización en la lengua receptora de alternancias alofónicas de la lengua donante, alguna incorporación de rasgos silábicos o prosódicos foráneos solo en los préstamos y, en la dimensión sintáctica afectada por el proceso de préstamo, la  introducción leve de preposiciones. Todas estas caracterizaciones también hemos visto que suceden en el quechua mezclado.

En este sentido, nuestro análisis mostró cómo en quechua mezclado no todas las formas se transfieren con la misma intensidad y frecuencia. Los sustantivos y los conectores son más susceptibles al préstamo que, por ejemplo,  los morfemas flexivos. Por otra parte, observamos cómo el préstamo en algunos casos involucra el cambio de categoría gramatical del ítem incorporado en función de los requerimientos de la lengua receptora. El modo en que esta incorporación se realiza depende de determinadas restricciones fonológicas y morfosintácticas de la lengua vernácula, lo que hemos visto que deriva en varios procesos de adaptación necesarios para que los recursos importados se acomoden al sistema lingüístico receptor: relexicalización, nativización fonológica, reduplicación léxica o sintagmática, reduplicación gramatical, regularización morfológica y reanálisis. Estos procesos afectan diversos niveles lingüísticos donde se observan transformaciones. Sin embargo, a pesar de los cambios, la lengua aborigen mantiene sus rasgos tipológicos más salientes: la estructura aglutinante, la sufijación, el alineamiento nominativo-acusativo, el sistema de casos, la ausencia de adposiciones y la flexibilidad de las clases léxicas. En este sentido, la influencia del préstamo sobre la morfosintaxis de la lengua es moderada aunque está presente a pesar de la distancia tipológica entre las lenguas en contacto. El fenómeno, aunque afecta diversos niveles gramaticales, señala que sucede en la lengua aborigen un proceso de clara preservación de su integridad sistemática, lo que, entre otros efectos, favorece la continuidad en relación con la inteligibilidad dentro de la comunidad de hablantes.

A su vez, en relación con variables etnolingüísticas, hemos mencionado que los procesos de préstamo son los más susceptibles de ser controlados por los hablantes, quienes si bien adaptan en cierto grado sus modos de habla al contexto local (donde domina el español), mantienen rasgos distintivos de sus formas étnicas de expresión y se resisten a la asimilación. En el mismo sentido, respecto de la percepción que los hablantes tienen del cambio, el quechua mezclado es concebido por ellos como una continuidad natural de la lengua vernácula. Una “retórica de continuidad” cultural (Burke 1966; citado y analizado por Hill y Hill 1986) es impulsada desde lugares claves de liderazgo comunitario y sostenida por los hablantes. Esta interpretación, que resulta clave en la experiencia e interpretación que realiza la población de sus formas de habla, contrarresta la tensión de los lazos familiares promovida por el desplazamiento lingüístico y niega que las diferencias sociolingüísticas operen como desintegradoras del colectivo social.

Dando lugar a esta interpretación, el estudio presentado confronta aquellas perspectivas que interpretan las transformaciones exclusivamente en el marco de procesos de pérdida de la lengua vernácula, y pone en evidencia cómo numerosos recursos del quechua persisten aún refuncionalizados o transformados en la nueva situación contextual y cómo la estructura básica de la lengua persiste con poca alteración. A su vez, junto a Johanson (2002:304), sugiere que un alto porcentaje de préstamos o transformaciones gramaticales (variable cuantitativa del contacto lingüístico) no es proporcional ni causa suficiente para el desplazamiento del código vernáculo en favor de otra lengua, proceso que, por lo tanto, no deviene motivado por cambios estructurales graduales. Por el contrario, el desplazamiento lingüístico, que implica una transformación cualitativa en la situación de contacto, solo parece desencadenarse por factores extralingüísticos.

Tal como lo propone la bibliografía, el cambio inducido por contacto raramente responde a una única razón; más bien numerosos factores (internos y externos a los sistemas lingüísticos) operan en su múltiple causación. Así también, el quechua mezclado refleja de diferentes modos la historia sociolingüística de sus hablantes e, indirectamente, refiere sus actitudes lingüísticas, el grado de conocimiento bilingüe de la población, la regularidad de los intercambios y, fundamentalmente, las relaciones de disimetría social entre los hablantes de las diferentes lenguas.

 

 

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[1] El “quechua mezclado” -tal como denominan los hablantes a la variedad de quechua que reconocen como propia- es empleado por la población indígena que ha migrado y sigue migrando desde zonas rurales de Bolivia (en particular, desde el Depto. de Potosí y Cochabamba) hacia diferentes barrios urbanos y semiurbanos de importantes ciudades argentinas. Corresponde al grupo “quechua cuzqueño boliviano” que es clasificado por Torero (1964; citado en Cerrón Palomino 1987) como QIIC.

[2] Inversamente, la influencia del quechua en el español es analizada en numerosos trabajos (por ejemplo, en Escobar 1986 y 1994, De Granda 2002, entre otros).

[3] El término “préstamo” ha sido utilizado con múltiples sentidos por numerosos investigadores. Aquí optamos por seguir a Thomason y Kaufman (1988:37), Campbell (1998:57) y Aikhenvald (2006b:24-5), por lo que lo entendemos desde la perspectiva de la lengua receptora, como el proceso por el cual los hablantes de una lengua incorporan elementos lingüísticos expresivos (léxico o morfología) de una lengua extraña o ‘donante’ a su lengua nativa o ‘receptora’ por motivos de contacto lingüístico.

[4] Haugen (1950) también distingue tres tipos de préstamo léxico: loanwords (que incluyen forma y significado como conjunto), loanblends (palabras que copian parte del ítem nativo –en forma y/o significado-) y loanshifts (donde solo el significado se transfiere).

[5] Muysken (2008) reformula la escala de Haugen como sigue: sustantivos > adjetivos > verbos > conjunciones coordinantes > adposiciones > cuantificadores > determinantes > pronombres libres > pronombres clíticos > conjunciones subordinantes.

[6] Desde la perspectiva de su “lexicalidad”, el continuum de clases de palabras ha sido formulado como sigue: N _ V _ Adj _ Adv _ Prep _ Interjección. Las clases de palabras, a su vez, se distinguen en general por propiedades distribucionales y su vinculación posible con ciertos afijos (por ejemplo, temporales con verbos, de caso para nombres).

[7] Lehmann (1986:3) propone la siguiente escala de gramaticalidad: “relational noun > secondary adposition > primary adposition > agglutinative case affix > fusional case affix”. Por su parte, Hopper y Traugott (1993:108): “full verb > (vector verb >) auxiliary > clitic > affix”.

[8] Según Field (2002:33), la gramaticalización sigue la trayectoria “primary lexical meaning > secondary semantic distinction > single grammatical category > fusion of categories”.

[9] Un ejemplo de Hopper y Traugott (1993:7) es: “a basket full (of eggs…) > a cupful (of water) > hopeful”.

[10] Es importante señalar aquí que la posibilidad de préstamo también está afectada por factores sociolingüísticos de performance: por ejemplo, la frecuencia de uso del ítem en la lengua donante, la intensidad de la exposición de los hablantes (educación, tipo de trabajo) a los contextos en los que se emplea y la relevancia subjetiva de su aprendizaje y adquisición.

[11] Todas las traducciones son propias.

[12] Una propuesta similar había sido adelantada por Haugen 1950 en términos de “escala de adoptabilidad o receptividad”.

[13] Matras y Sakel (2007) exponen que existen contraejemplos a las predicciones de Field (2002). Por un  lado, casos posibles en su modelo teórico son extremadamente raros (por ejemplo, las lenguas fusionales ―si bien hay excepciones― difícilmente incorporan morfemas fusionales de otras lenguas) y, por otro, lenguas aislantes en situación de presión por contacto con lenguas aglutinantes, si bien pueden no tomar prestados sufijos aglutinantes, sí pueden desarrollar sufijos propios empleando material nativo (por ejemplo, en  el Creole Portugués y variedades Malayas del Sri Lanka han desarrollado marcadores de caso sobre el modelo del Tamil a partir de pronombres posesivos que son re-analizados como sufijos de caso genitivo).

[14] Un trabajo clásico que desarrolla el concepto de reanálisis (fenómeno también llamado por algunos autores ‘conversión’) es Langacker 1977. Algunos ejemplos de nuestro corpus se presentan en el apartado 4.f infra.

[15] Utilizamos el calificativo “léxico” para referir el status de “palabra” ―con mayor independencia sintáctica― del ítem en consideración.

[16] Nuestra clasificación hace eco de la distinción de Sapir (1921:25) entre “material/radical content” o lexemas “of primary meaning” [para nosotros, “ítems léxicos de contenido”] e ítems “of secondary (relational) meaning” de naturaleza más abstracta (e.g., categorías gramaticales como “person, number, time, condition, function, or of several of these combined”) [para nosotros, “ítems morfológicos funcionales”]. Entre ambos tipos, los lexemas funcionales independientes ocupan una posición intermedia (“obvious points of conflict” o posibles “mismatchs of forms”, según Field 2002:53, entre lenguas en contacto).

[17] GLOSAS MORFOLÓGICAS: 1=primera persona, 2=segunda persona, 3=tercera persona, AC=acusativo, ADIT=aditivo, BEN=benefactivo, CAU=causativo, COND=condicional, CONJ=conjunción, DEM=demostrativo, DIM=diminutivo, DIR=direccional, DUR=durativo, ENF=enfático, ESP=español, FUT=futuro, INC=incoativo, INDUC=inductivo, INT=interrogativo, LOC=locativo, MS=sigue mismo sujeto, NEG=negativo, NMZ=nominalizador, NUM=numeral, O=objeto, PAS=pasado, PAS.LEJ=pasado lejano o narrativo, PAS.PROX: pasado próximo, Pl.EXCL=plural exclusivo, Pl=plural, POS=posesivo, PRON=pronombre, Q=quechua, REC=recíproco, REFL=reflexivo, S=sujeto, SUB=subordinador adverbial, TOP=tópico, TRANSLOC=translocativo.

[18] Lo observado en nuestro corpus es contrario a lo propuesto por Gumperz (1982) quien propuso que los préstamos no nativizados fonológicamente son aislados y marginales en la mayoría de las lenguas; y es concordante con lo observado por Hill y Hill sobre el mexicano, quienes registran que los casos no nativizados “constituyen la mayoría de los casos de los préstamos del español” (1986:380).

[19] En la notación de la grilla métrica, las columnas de X refieren el lugar y la intensidad de los acentos. En la transcripción, . = límite silábico, ’ = acento secundario”; ´ = acento primario. El pie trocaico se conforma por constituyentes prosódicos mínimos o pies (f) formados por dos sílabas (σ): la primera fuerte, la segunda débil. En el análisis de niveles prosódicos, φ representa la frase fonológica, ω la palabra prosódica, luego f es el pie, σ refiere el nivel de la sílaba y μ es mora.

 

[20] Aikhenvald (2003:3) define el mecanismo de la siguiente forma: “reanalysis is understood as a historical process by which a morphosyntactic device comes to be assigned a different structure from the one it had, with no change to its surface form and little change to its semantics. For instance, in Udi a number of verbs –which originally contained noun class agreement markers –were reanalyzed as simple stems, as part of the process of losing the noun class system (Harris & Campbell 1995:66-7).”

[21] Un ejemplo que proviene de otra lengua, el udi (lengua de la rama lezgic de la familia lingüística caucásica, hablada en Rusia): allí, varios verbos ―que originalmente contenían marcadores de concordancia con clases nominales― fueron reanalizados como simples bases verbales como consecuencia de perder (en el contacto) el sistema de clasificación nominal (Harris y Campbell 1995:66-7; citado por Aikhenvald 2003:3).

[22] El mismo ejemplo refiere Rendón (2008) para el quechua de Imbambura.

[23] Un ejemplo habitualmente citado es el caso de fun en inglés, que de sustantivo ha sido reinterpretado como adjetivo en contextos como “This is a fun game”.

[24] Un ejemplo típico del paso de ítem léxico a morfema gramatical es el del verbo terminar en varias lenguas, que pasa a ser sufijo aspectual perfectivo. En quechua, algo similar ocurre con el verbo qallari- (‘empezar’), que pasa en algunas ocasiones a funcionar como sufijo aspectual incoativo. Por ejemplo en llank’ay-ta-qallari-sha-yku (trabajar-AC-empezar-DUR-PL.EXCL.1S, ‘estamos comenzando a trabajar’).

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