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Psicología, Conocimiento y Sociedad

versão On-line ISSN 1688-7026

Psicol. Conoc. Soc. vol.13 no.3 Montevideo dez. 2023  Epub 01-Dez-2023

https://doi.org/10.26864/pcs.v13.n3.1 

Trabajos originales

Saberes en juego en una práctica extensionista. Construcciones comunes entre una cooperativa integrada por personas privadas de libertad y acompañantes universitarixs

Saberes em jogo em uma prática extensionista. Construções comuns entre uma cooperativa formada por pessoas privadas de liberdade e acompanhantes universitários

Knowledge at stake in an extension practice. Common constructions between a cooperative made up of people deprived of liberty, and university companions

1Universidad Nacional de Córdoba, Argentina Autor referente: flavia.romero@unc.edu.ar


Resumen:

Tomando como insumo la etnografía realizada con objeto de la escritura de la tesis, pero realizando el recorte que demanda un artículo, me centraré en reconstruir tres puntos que dan cuenta de aspectos vinculados a la dimensión comunicativa, y que resultan ejemplos paradigmáticos de dimensiones constitutivas del vínculo entre cooperativistas y acompañantes, los cuales nos permiten advertir las huellas institucionales de la cárcel y la universidad en el modo de trabajo conjunto con la intención de advertir cómo se articulan, potencian o complejizan la relación en el marco de la experiencia extensionista. Asimismo, en las reuniones de producción los saberes jerarquizados se invertían en relación a los días de reunión general, y también el rol de lxs sujetxs. Lxs cooperativistas detentaban cierta autoridad en estos días, marcándose una asimetría en torno al saber que se construía de modo situacional y contextual - los días de producción primaban los saberes en torno a la tela, a diferencia de los días de reunión general, en los que primaba la palabra-, lo cual nos permite entender que los conocimientos que se ponen a dialogar deben ser comprendidos en vínculo con sus condiciones de enunciación y según el contexto. Son las diferencias las que se constituyen en punto de contacto y que deben hacerse inteligibles para el diálogo y trabajo con otrxs, las cuales pueden ser entendidas como saberes prácticos que se entrelazan con otros saberes en la experiencia, o en el “mientras tanto” se buscan otros diálogos de saberes conceptuales.

Palabras clave: Extensión; saberes; diálogo; cooperativa

Resumo:

Tomando como aporte a etnografia realizada para a redação da tese, mas fazendo o recorte que um artigo exige, vou me concentrar em reconstruir três pontos que dão conta de aspectos relacionados à dimensão comunicativa, e que são exemplos paradigmáticos de dimensões constitutivas do vínculo entre cooperados e acompanhantes, que permitem perceber os traços institucionais da prisão e da universidade no modo de trabalho conjunto com a intenção de perceber como a relação se articula, se fortalece ou se complexifica no âmbito da experiência de extensão. Da mesma forma, nas reuniões de produção, os saberes hierarquizados se inverteram em relação aos dias da assembléia geral, e também o papel dos sujeitos. Os cooperados detinham certa autoridade nesses dias, marcando uma assimetria em torno do conhecimento que se construía de forma situacional e contextual - os dias de produção eram dominados pelo conhecimento sobre o tecido, ao contrário dos dias da reunião geral, quando a palavra prevalecia -, o que nos permite compreender que os saberes que se colocam em diálogo devem ser entendidos em conexão com suas condições de enunciação e de acordo com o contexto. São as diferenças que constituem o ponto de contato e que devem ser tornadas inteligíveis para o diálogo e o trabalho com os outros, que podem ser entendidas como saberes práticos que se entrelaçam com outros saberes na experiência, ou no “enquanto” buscam outros diálogos de conhecimento conceitual.

Palavras chaves: Extensão; conhecimento; diálogo; cooperativo

Abstract:

Taking as input the ethnography carried out for the purpose of writing the thesis, but making the cut that an article demands, I will focus on reconstructing three points that account for aspects related to the communicative dimension, and that are paradigmatic examples of dimensions constitutive of the link between cooperative members and companions, which allow us to notice the institutional traces of the prison and the university in the way of joint work with the intention of noticing how the relationship is articulated, strengthened or made more complex within the framework of the extension experience. Likewise, in the production meetings, the hierarchical knowledge was inverted in relation to the days of the general meeting, and also the role of the subjects. The cooperative members held a certain authority in these days, marking an asymmetry around the knowledge that was built in a situational and contextual way - the days of production prevailed the knowledge around the fabric, unlike the days of general meeting, in which the word prevailed-, which allows us to understand that the knowledge that is put into dialogue must be understood in connection with its conditions of enunciation and according to the context. It is the differences that constitute the point of contact and that must be made intelligible for dialogue and work with others, which can be understood as practical knowledge that is intertwined with other knowledge in experience, or in the "meanwhile" They look for other dialogues of conceptual knowledge.

Keywords: Extension; knowledge; dialogue; cooperative

Este artículo ha sido elaborado en base a un recorte de algunos aspectos desarrollados en mi tesis de Maestría en Antropología - la cual aún no está disponible y se encuentra pendiente de publicación- realizada en la Facultad de Filosofía y Humanidades (en adelante FFyH) de la Universidad Nacional de Córdoba (en adelante UNC), Argentina, cuyo trabajo de campo se desarrolló durante un año y medio entre julio de 2016 y Diciembre de 2017.

El trabajo se centró en reconocer los sentidos puestos en juego en un proyecto de extensión integrado por acompañantes -docentes, graduadxs y estudiantes de la UNC- y cooperativistas - personas privadas de libertad o liberadas recientes-, los cuales ponen en tensión en esta experiencia elementos teóricos del campo extensionista, fundamentalmente la categoría de “diálogo de saberes”, donde intentan reconocerse las implicancias y sentidos subyacentes a la hora de poner a dialogar saberes que se comunican pero son construidos en contextos diferentes, y que en ese mismo acto evidencian las características que dos instituciones del estado -universidad y cárcel- le imprimen a los saberes que portan lxs sujetos.

A inicios de 2013 escuché mencionar por primera vez “la cooperativa de lxs presxs”. El Programa Universitario en la Cárcel (en adelante PUC) - como programa dependiente del Vicedecanato de la facultad, con más de 20 años de trayectoria y un trabajo sostenido en los establecimientos penitenciarios de la provincia de Córdoba, promoviendo y gestionando tareas en torno a enseñanza, investigación y extensión-, la Secretaría de Extensión de la FFyH, y un grupo de 6 hombres transitando sus últimos años de condena en régimen de semi-libertad, residentes en el Establecimiento Penitenciario N°4 Colonia Abierta de Monte Cristo -ubicado a 30 km de la ciudad de Córdoba-, estaban dando comienzo a un trabajo conjunto para crear lo que más tarde se constituiría en la Cooperativa de trabajo Fuerza y Futuro (en adelante Cooperativa FyF), orientada a tareas gráficas, de imprenta y encuadernación, en cuyo oficio uno de los cooperativistas poseía experiencia.

Como determina la Ley N° 24660 de Ejecución de la pena privativa de la libertad, el régimen penitenciario consta de cuatro períodos (observación, tratamiento, prueba y libertad condicional). Quienes acceden al período de prueba pueden solicitar su traslado a un establecimiento abierto, como es el caso del penal de Monte Cristo, en el cual eventualmente se puede obtener salidas transitorias del establecimiento para estudio o trabajo y la incorporación a un régimen de semilibertad, progresivamente. Lxs cooperativistas que se encuentran en este establecimiento, obtienen salidas en días laborables para trabajar en la FFyH.

Unos años más tarde, en 2015, dio sus primeros pasos una nueva cooperativa, también conformada por personas privadas de libertad ambulatoria en régimen de semi-libertad y a propuesta de ellxs, pero esta vez en el rubro textil: la Cooperativa de Trabajo Entrelazando Nuestras Costuras (de aquí en más ENC). La relación de la Cooperativa ENC y la FyF es muy próxima y realizan muchas actividades en común.

Las cooperativas estaban integradas -en el tiempo que realicé mi trabajo de campo- en total por siete hombres y una mujer (que nunca estuvo privada de libertad) con edades entre los 30 y 55 años.

Las tareas cotidianas, productivas y organizativas de las cooperativas eran apoyadas por “acompañantes” -así denominados por ellxs mismxs-, quienes tienen voz en las decisiones pero no voto, realizan apoyo en algunas tareas productivas y se encargan en ocasiones de las compras necesarias para la elaboración de productos. Asimismo, asisten regularmente a los encuentros de producción y de reunión general entre ambas cooperativas, pero no participan de las ganancias si las hubiera. Promediando el trabajo de campo el acompañamiento era realizado por cinco mujeres y un hombre con edades entre 25 y 45 años.

Los lugares recorridos en este artículo recuperan los múltiples espacios en los que fue realizado el trabajo de campo, en los cuales tanto acompañantes como cooperativistas desarrollaron actividades cotidianas, y en diferentes momentos de la semana: por un lado, las reuniones de acompañantes que se realizaban en Ciudad Universitaria -en las que se discutía sólo cuestiones relativas al acompañamiento-; por otro lado ambas cooperativas se reunían en días de Reunión General que se desarrollaban en Ciudad Universitaria -en los cuales se realizaban instancias de formación o se conversaba sobre situaciones coyunturales o de proyección de las cooperativas-; y por último los Días de Producción -en los cuales se cosía o realizaban las tareas manuales de la producción-, que en el caso de la ENC tenían lugar en la sede de Cáritas en proximidades a la Ciudad Universitaria -cuyo espacio se encuentra equipado para esta actividad.

El trabajo utiliza el contrapunto de las acciones realizadas por acompañantes y cooperativistas como modo de visibilización, ya que en muchos casos sólo cuando se encuentran estrategias contrapuestas es que se hacen evidentes los sentidos puestos en juego por unxs y otrxs.

La experiencia se inscribe en un proyecto de extensión universitaria - como una de las tres funciones de la universidad- en el marco de un modelo extensionista crítico centrado en el diálogo de saberes (Tommasino y Cano, 2016), lo cual lejos de ser explicativo debe ser explicado en su contenido, y estas páginas contribuyen a ampliar el sentido de estas categorías, comprender mejor los límites y especificidades de lo dialógico.

Inicialmente podemos decir que este modelo no sólo implica poner a dialogar determinados saberes -construidos o no bajo una matriz académica-, sino que también es preciso considerar las características de esos saberes en relación a las lógicas de su espacio de producción, motivo por el cual a la hora de poner a dialogar “conocimiento técnico-científico” con “otros conocimientos sociales” en una experiencia, debe darse necesariamente un proceso de traducción (Santos, 2009), ya que “al incidir sobre las prácticas, el trabajo de traducción intenta crear inteligibilidad recíproca entre formas de organización y entre objetivos de acción.” (2009, p.140).

Sin dudas, el trabajo extensionista en tanto práctica situada, toma un carácter específico en relación a lxs sujetxs con los que trabaja, que en este caso se encuentran privadxs de libertad ambulatoria como primera y más evidente característica, y por ende inmersxs en la lógica premial punitiva de la prisión que “comienza por el aislamiento de lo conocido, con la des-posesión de sí, con la exigencia de acomodarse a un entorno amenazante” en un espacio en el que “se delimita geográficamente la movilidad y el tiempo transcurre como inmodificable” (Acin y Correa, 2011, p.69).

En un contexto que, en palabras de Foucault (2004), “en sus dispositivos más explícitos ha procurado siempre cierta medida de sufrimiento corporal”, (p.23), uno de los objetivos más resonantes de la extensión universitaria es fundamentalmente intentar paliar los efectos del sistema penal punitivo, planteando modalidades que tiendan a minimizar los efectos iatrogénicos generados por la “terapéutica” del sistema carcelario.

Esto es posibilitado por las ideologías “re” -reinserción, readaptación, resocialización, repersonalización, reeducación, etc.- (Zaffaroni, 1996) que, en tanto finalidades de la pena, han permeado la Ley (en particular la Ley de ejecución de la pena privativa de libertad, Ley N°24660) y habilitado el ingreso a la cárcel para sostener un vínculo más estrecho de instituciones educativas -como la universidad- con las personas privadas de libertad, en tanto la educación es considerada como un aspecto benéfico (además de lo laboral) en la terapéutica. Estas ideologías “re” han permeado las normativas, tal como mencionamos anteriormente, pero también los discursos y las referencias políticas a la finalidad de las acciones y gestiones que se realizan en torno a la cárcel.

En este marco el trabajo de las cooperativas con la FFyH ha sido posible, siendo un intersticio que se habilita con una población segregada y aislada intencionalmente (Goffman, 1991) que encuadra con las intencionalidades y discursos de la universidad en lo relativo a la extensión universitaria.

Esta experiencia en particular es atravesada por saberes socialmente productivos (Parchuc y Bustelo, 2018) que se recuperan del acervo de saberes previos de lxs cooperativistas, pero también por saberes múltiples de todxs lxs involucradxs: algunos relacionados al cooperativismo, saberes de corte académico, y otros de la experiencia cotidiana. En este aspecto, la extensión universitaria desde una perspectiva dialógica y el modelo de trabajo cooperativista encuentran sus puntos de coincidencia.

La dificultad de inserción en el mercado laboral luego de haber cumplido una condena es el motor de estos emprendimientos de/para las personas privadas de libertad o en régimen de semilibertad, quienes se encuentran en la misma encrucijada propiciada por el sistema penal al momento de recobrar su libertad (Perano, 2009; Zaffaroni, Alagia y Slokar, 2002), enfrentándose al mercado laboral con un certificado de antecedentes que no les permite acceder a trabajos formales.

Metodología

El proceso de observación participante fue apoyado por el registro permanente del trabajo de campo que se tradujo en un diario en el que se plasmaron las sensaciones y discusiones con otrxs y conmigo misma, registrando también los diálogos informales que -aunque no con la estructura de entrevista- me permitieron advertir el punto de vista de lxs sujetxs del campo considerando que “es en gran parte a través de estas charlas que los investigadores sociales se adentran en la comprensión de las percepciones, prácticas e interacciones de las personas sobre el problema de investigación.” (Restrepo, 2010, p.22)

No realizar entrevistas a cooperativistas fue una decisión metodológica central, debido a la fuerte marca y utilización de las mismas en el tratamiento penitenciario, y por ende las estrategias construidas durante el período de privación de libertad sobre esta herramienta que define la mejora de condiciones en el encierro como avance de fase o período. Por encontrarse el trabajo de campo centrado en los momentos compartidos entre acompañantes y cooperativistas, la herramienta de la entrevista, grabación, o toma de notas activa durante las jornadas no fue considerada como la más pertinente, sin embargo se realizó toma de nota de palabras claves y luego de cada encuentro la reconstrucción desde la memoria.

La discusión en relación a las entrevistas es clave en antropología, y se encuentra en debate actualmente por el peso que la disciplina ha depositado históricamente en la palabra, considerando un “isomorfismo entre ‘lo que la gente piensa’ y ‘lo que la gente dice’; por último: la reducción de ‘lo que la gente dice’ a ‘lo que dice en circunstancias socialmente hechas para decir’” (Quirós, 2019, p. 186).

La conversación que derivó en que los nombres -de cooperativistas y acompañantes- de esta investigación fueran ficticios se entabló con ambas cooperativas desde el primer día de encuentro, momento en el cual también se explicitó el doble sentido (investigadora-acompañante) de mi presencia en el cotidiano, y que mi puerta de entrada al trabajo con las cooperativas venía de la mano de Karen -docente universitaria y responsable del proyecto de extensión-.

Mi vínculo con las cooperativas se concentró en Entrelazando Nuestras Costuras (ENC) -cooperativa textil- y sus acompañantes, sin embargo al encontrarse el trabajo de campo circunscripto a los días de producción de la ENC pero también a los días de reunión general (en el cual se reúnen ambas cooperativas), el vínculo y recuperación de lxs sujetxs q hacen a la FyF se encuentra también presente.

Resultados y Discusión

Las producciones y sus contextos

La primera vez que asistí a un día de producción en Cáritas una cosa se destacaba al llegar al taller: la música de cuarteto a un volumen que dificultaba la escucha entre lxs presentes. Se hacía evidente la primera diferencia en relación a las reuniones generales que se desarrollaban en Ciudad Universitaria.

Mariela -acompañante, psicóloga y mujer de unos 30 años- y Sandra - acompañante con experticia en los rubros gráfico y textil, mujer de unos 25 años- estaban sentadas en una de las mesas más pequeñas con el equipo de mate y unos cuadernos, mezcladas con algunas bolsas de color naranja a medio terminar para un congreso que había realizado un encargo. Mientras lxs cooperativistas cosían, cortaban, deshilachaban, y armaban, ellas recuperaban los costos en un cuaderno, y por otro lado punteaban ideas para la difusión en vínculo con el trabajo que se venía realizando en los días de reunión general.

Leandro -hombre de unos 55 años, y uno de los cooperativistas más antiguos- , Lucio -hombre cooperativista de unos 45 años- y Valentín -cooperativista con mucha experticia textil, hombre de unos 40 años- estaban sentados en los puestos de trabajo cosiendo bolsas y acomodando para facilitar el armado previo a la costura. En este contexto, no generaba molestia o malestar el movimiento permanente de lxs cooperativistas o la música alta. La conversación se daba mientras se hacían otras tareas, la atención no se vinculaba con la mirada o alrededor de una mesa, como sucedía en la reunión general.

Al iniciar el encuentro Leandro me pidió, divertido, que les sacara una foto con el celular mientras trabajaban. En un momento distendido hicimos chistes sobre las poses de lxs cooperativistas y surgió la inquietud sobre las acompañantes. “Sacales unas fotos a las chicas también”, dijo Lucio, e inmediatamente se hicieron presentes los chistes sobre cómo fotografiar el trabajo de las acompañantes. ¿Qué debían hacer en una foto para que se notara que estaban trabajando? “Encima estamos con el mate en la mesa, nos falta la revista de Avón” dijo Sandra divertida, y Mariela tomó una regla de su cartuchera y, entre risas, posaron “casuales” midiendo un cuaderno.

Dentro de ese lugar de producción, el espacio y la mesa que lxs acompañantes nombraban “de trabajo” en un día de reunión general transmutaba, cambiaba de forma y se resignificaba para pasar a ser un lugar más y un mueble más dentro de un espacio en el que el trabajo era nombrado como “la producción”. De este modo, si bien claramente en los días de reunión general también existía una producción, no era este aspecto el que destacaba particularmente, por lo cual se lo nominaba sólo como “reunión”, mientras que el acto de producir se reservaba para los días de trabajo en Cáritas.

En los días de producción la mesa y el mate no formaban parte primordialmente del trabajo, las reglas del espacio eran otras, y para poder simular o “posar” el trabajo, era necesario aparentar una actividad que se aproximara a lo manual, como Mariela hacía al medir un cuaderno.

Tal como plantea Rosana Reguillo (2000):

Tanto el tiempo como el espacio en relación con la vida cotidiana, deben ser entendidos simultáneamente como delimitación que equivale al tiempo social y como una movilidad que refiere a las apropiaciones y usos diferenciales del tiempo y del espacio (p. 89).

Esta movilidad es la que permite dar cuenta cómo en el día de producción el acento no se encontraba en la tarea deliberativa sino en lo que pudiera producirse con las máquinas de coser, motivo por el cual fundamentalmente para lxs cooperativistas la mesa dejaba de ser el objeto organizador de las discusiones que era en los días de reunión general, transformándose en un lugar donde tomar mate cuando no se cose.

Esto también pone una pregunta sobre el modo en el que eran concebidxs lxs acompañantes que se ubican en la “mesa donde se toma mate” en los días de producción. Su lugar en los días de reunión general se veía modificado y la centralidad de los días de producción estaba puesta sobre lxs cooperativistas, quienes mostraban habilidad para lo productivo manual.

Un objeto -mueble- que tenía un lugar y un sentido central en unas reuniones -las generales- pasaba a ser totalmente secundario en otras - las de producción-. Tal como nos dice Roberto Damatta (1997), el tiempo y el espacio son indisociables de la experiencia. En este sentido, la diferencia era dada por la tarea específica de cada uno de los días, pero también (afectándose mutuamente) por el lugar donde se desarrollaban y lo que cada uno de ellos propiciaba: las reuniones en Ciudad Universitaria no habilitaban la música fuerte (teniendo en cuenta que es un espacio donde se dictan clases, lo cual demanda cierto contexto más sosegado) y desalentaban la movilidad permanente de entrar y salir (lo cual también se relaciona con una dinámica áulica); proponiendo un modo de estar y hacer más pausado, sedentario y silencioso, a diferencia de lo que sí era permitido en Cáritas.

No eran los objetos los que definían el modo de comportarse de lxs sujetxs, sino las experiencias en articulación con el espacio y el tiempo, motivo por el cual, como plantea Reguillo, estos aspectos funcionan también como delimitación que lxs cooperativistas y acompañantes reconocían a la perfección en su accionar en cada uno de los lugares.

La fecha de entrega de las bolsas estaba cercana y lxs acompañantes preguntamos cómo podríamos ayudar en ese momento, por lo que nos dijeron que marcáramos las bolsas para que ellxs pudieran cortar después. Leandro controlaba muy de cerca las mediciones y cortes que hacíamos Mariela, Sandra y yo, casi con desconfianza. Nuevamente quedaba claro que lxs acompañantes no nos encontrábamos en el ambiente en el que mostrábamos mayor destreza, razón por la cual se nos “desconfiaba” en los aportes a la tarea productiva, incluso a Sandra que tenía experiencia por su propio emprendimiento.

En este día en particular los saberes previos de lxs cooperativistas tomaban una particular jerarquía y daban lugar a una confianza en sí mismos y sus conocimientos (y al mismo tiempo una des-confianza en los saberes de lxs acompañantes) a diferencia de la actitud mucho más tímida y apocada que era posible advertir en una reunión general cualquiera. Aquí lxs acompañantes debían ser guiadxs y orientadxs -en definitiva, acompañadxs- en la tarea de elaborar productos textiles como las camisas de Sandra, y se presuponía el desconocimiento.

Sennett (2009) hace referencia al taller como un “espacio productivo en el que las personas tratan las cuestiones de autoridad en relaciones cara a cara” (p.73). La autoridad posee en su trabajo una comprensión particular cuando se analiza en el marco de la tarea artesanal de un taller, ya que dicha asimetría en el vínculo no se impone por una posición arbitraria, ni hace referencia exclusivamente a una persona que manda y otra que obedece, sino que tiene como eje la habilidad como fuente de legitimidad.

Lxs cooperativistas marcaban aquí una habilidad que posicionaba a lxs acompañantes en el lugar de aprendices en un aspecto que era poco manejado para ellxs. Esta habilidad de Valentín o Leandro, perdía fuerza en el juego de asimetría los días de reunión general, en los cuales predominaban las habilidades discursivas, comunicativas, y de reflexividad para analizar, organizar y planificar el futuro de las cooperativas.

La territorialidad marcaba modos de actuar, y la experiencia que en cada uno de los territorios se desarrollaba -Ciudad Universitaria o Cáritas- ponía el énfasis en un aspecto diferencial de la producción: los productos que efectivamente se comercializaban, o las producciones escritas que colaboraban en organizar y afianzar el proceso productivo - ya sea planillas de inventario, cálculo de costos, textos para la difusión, registro de decisiones, entre otras.

En los días de producción, la materialidad de la palabra (su sonido y también su significado) no tenía la preponderancia o la jerarquía en el encuentro, sino que era la tela y el conocimiento de sus secretos (que no se develaban frente a Sandra pero sí frente a Valentín o Leandro) lo que posibilitaba una posición sobresaliente -una asimetría- en el diálogo, dejando en evidencia un saber frente al desconocimiento.

El cambio de espacio desde las reuniones generales en la FFyH, a las reuniones de producción en Cáritas, marcaban el cambio de sentidos de los objetos, dónde estaba puesto el acento (la palabra o la tela), y dejaba claro que aquí era posible hacer gala de un modo más evidente de los saberes no académicos dejando a lxs acompañantes en el lugar de no-saber.

“A ojo”. Los registros escritos en la construcción dialógica

En el verano, mientras el trabajo entre acompañantes y cooperativistas había sido solamente marcado por algún mensaje de whastapp o una llamada telefónica para las fiestas, la producción no había cesado. Los permisos de salida de la Colonia emitidos por el Juez de Ejecución abarcaban de febrero a diciembre en el mejor de los casos, y por su parte, la FFyH cesaba su actividad en el mes de enero por lo que el lugar autorizado por el Servicio Penitenciario para que se reunieran lxs cooperativistas, estaba cerrado.

Leandro se había mantenido activo durante el tiempo sin encuentros, y se hizo presente al inicio de las actividades con una gran bolsa llena de productos listos para la venta: cartucheras, neceseres y portatermos mayoritariamente.

Era día de producción y llegué al local de Cáritas cuando ya estaban todxs trabajando y en plena actividad. Martina -acompañante, economista de profesión y mujer de unos 30 años- estaba sentada en una mesa pequeña a un costado de la habitación con Leandro; ella rodeada de papeles, planillas y boletas mientras él cebaba mate. Martina sostenía una hoja tamaño Rivadavia escrita a mano con letra cursiva, e inmediatamente me pareció que pertenecía a algún cooperativista, ya que la hoja Rivadavia es la que se le brinda en las escuelas de los penales a lxs estudiantes privadxs de libertad, y lxs acompañantes utilizan por lo general cuadernos A4 o A5 con espirales (quizás una costumbre adquirida desde su tiempo como estudiantes universitarixs).

Las letras y números eran de trazo tembloroso, escritos por una mano que parecía poco ejercitada en la escritura, y la asocié con algún cooperativista: así era. Leandro había cosido los productos para la venta y había anotado las medidas de cada una de las piezas que hacían a los productos.

A pesar del muy reiterado pedido de lxs acompañantes para que hicieran moldes, lo cual permitiría que otrxs pudieran coser usando los patrones de costura comunes, su incorporación era notoriamente resistida. Los moldes permitían además calcular la cantidad de tela exacta que llevaba un producto y esto posibilitaba sacar costos más precisos. Ninguna de estas explicaciones parecían ser suficientes, ya que se asentía y coincidía en su importancia, pero a la hora de coser la técnica más utilizada era cortar “a ojo”. Esta técnica de costura no tenía efectos en los productos que dieran por resultado una estética singular de cada uno de ellos, ya que aunque el trabajo no seguía los patrones de la producción seriada los objetos del mismo tipo se asemejaban mucho entre sí.

Lxs acompañantes se encontraban preocupadxs por instalar en la cooperativa un modo de obtener costos “con método” -posibilitado por los moldes y el cálculo matemático -, lo cual resultaba de mayor precisión y exactitud a la hora de considerar el valor para la venta de esos productos. Sin embargo, la exactitud no se encontraba en la preocupación de lxs cooperativistas, teniendo en cuenta que esto no se reflejaba en un problema en torno a los productos -que eran similares aunque no fueran manufacturados con molde, gracias a la experticia de Leandro- y que, aunque la modalidad de cálculo del precio de venta era también “a ojo”, como se mencionó anteriormente, igualmente percibían un margen de ganancia. Es destacable que cuando hubo referencias a la falta de dinero por parte de lxs cooperativistas, se hizo alusión siempre a la cantidad de ventas, pero nunca se replanteó el modo de cálculo de precios como un elemento a considerar. Este punto siempre fue instalado por lxs acompañantes.

Una de las discusiones que lxs acompañantes intentaban instalar en relación a este tema - fundamentalmente quienes eran expertxs en el área económica-, es que en ese cálculo superficial de lxs cooperativistas no se contabilizaba el tiempo que les demandaba cada producto y por tanto no se le ponía valor a la hora de trabajo. Esto implicaba, según su lectura, una discusión tanto económica como política, donde lxs cooperativistas debían considerar el valor de su tarea que se traducía en los productos.

Este modo de obtener el valor de venta fue resistido en su momento pero paulatinamente aceptado por parte de lxs cooperativistas, cuando advirtieron que esto redundaba en beneficios económicos. Sin embargo, lo que resultó fue una síntesis en la que aunque eran aceptados los criterios económicos, cuando entraban en colisión con criterios de cálculo según su percepción de precios en productos similares en el mercado, éstos últimos terminaban primando. Así, cuando el valor de un producto era calculado con racionalidad económica pero les resultaba demasiado elevado, el monto final era reajustado según su percepción del valor “que ellos pagarían” en el mercado.

De ese modo, ambos métodos se conjugaban en un proceso intermedio que recuperaba una modalidad más técnica y una intuición en base a experiencias previas como consumidorxs. Con este método síntesis lxs cooperativistas incorporaban una discusión clave para la economía social en torno al valor del trabajo y a la remuneración justa por éste, mientras que mantenían un modo en el que primaba su rol y lógica de consumidores más que de productorxs - como era el caso de poner el precio considerando si ellos lo comprarían con ese valor-.

Parecía presentar cierta dificultad para lxs cooperativistas el pensarse como quien establece los valores y los defiende sustentándose en diferentes argumentos, lo que sólo pude comprender más tarde a la luz de comentarios en los que enunciaron las razones que los mantenían en ese espacio más allá del dinero que podían percibir por los productos, y que implicaban la salida a la cooperativa como instancia recreativa, o educativa, más que como emprendimiento económico.

Igualmente, el sistema de partición del proceso de costura en partes que facilitaran los cálculos económicos (diseño de la idea en papel, elaboración de moldes de las partes, corte de las planchas en cartón, registro de medidas, corte de tela, costura, emprolijado, registro del tiempo que demandaba cada parte del proceso) no fue del todo incorporado. Si bien Leandro abrió una posibilidad con la toma de notas incipiente que le presentó a Martina, posteriormente no se instaló la idea de hacer moldes de cada parte en todos los productos, y el tiempo que demandaba cada tarea era consultado cada vez por lxs acompañantes para hacer el cálculo y lxs cooperativistas trataban de reconstruir desde la memoria cuánto les había tomado.

Leandro había aprendido el oficio de costura en un taller de tapicería, “mirando y copiando”, develando el misterio como metodología de aprendizaje. En los oficios, una cuota de la práctica suele ser correr el velo del mestiere que conlleva un trabajo no estructurado en tanto proceso artesanal, que se ha aprendido en el ejercicio pero no siempre se ha verbalizado y explicitado, a diferencia de las profesiones modernas que poseen una preponderancia de la transmisión en torno a la escritura.

Santoni Rugiu (1994) le otorga relevancia a este “mestiere” en una lectura histórica en la que recupera el lugar del artesano en el siglo XIII y XIV, dando cuenta de los secretos inscriptos en los procedimientos y los rituales que eran administrados y custodiados por quienes detentaban el saber del oficio por haber sido iniciados en la tarea. Entre estos saberes se encontraban también los procedimientos didácticos para iniciar progresivamente a otrxs. Debido a la ausencia de textos escritos y de contenidos didácticos, el aprendizaje se realizaba de modo inseparable con el ejercicio laboral, por lo que el secreto se encontraba involucrado en todo el proceso.

Pero esta vez Leandro había realizado una especie de registro. No del modo deseado por Martina, pero era un registro al fin, el cual consistía en una tabla donde figuraban los tamaños de cada una de las partes y recortes de tela que conformaban el producto, aunque faltaban algunas medidas. En base a esos números, Martina sacaba el costo del material y agregaba un 20% al monto, que correspondía a un fondo para la cooperativa.

Cuando pregunté qué estaban haciendo, Leandro me dijo con un brillo de orgullo en los ojos, que estaban poniendo precio a los productos que había confeccionado durante el verano (mientras me señalaba la bolsa que rebozaba de cartucheras y portatermos), y sacando las cuentas de a cuánto vender cada producto. La tarea había iniciado como una actividad entre todxs, y Lucio era el encargado de ir poniendo en la calculadora los números que “le cantaba” Martina, para facilitar el cálculo, pero en un momento se había ido a charlar con otrxs al patio y ya no regresó. Me ofrecí para ocupar su lugar y aceptaron.

Mi conocimiento sobre los cálculos necesarios para sacar costos finales era más bien escaso, y eso me llevaba a preguntarle seguido a Martina qué estaba haciendo, a lo que ella me respondía con paciencia. Pensé que mis preguntas podían ayudar también a Leandro en la comprensión de la tarea. En un momento, y sin que me diera cuenta cuándo, Martina tomó su celular para usarlo como calculadora y comenzó a hacer las cuentas mientras relataba en voz alta lo que iba haciendo “Y ahora agregamos esto y lo multiplicamos por este número…”.

El proceso artesanal, que a priori parecería ayudarnos a comprender la tarea realizada por Leandro, también nos ayuda a entender el procedimiento desarrollado por Martina a la hora de querer transmitir su saber contable a Leandro y a mi. En palabras de Richard Sennett (2009), la artesanía es mucho más amplia que el trabajo manual especializado, “Efectivamente, es aplicable al programador informático, al médico y al artista: el ejercicio de la paternidad, entendida como cuidado y atención de los hijos, mejora cuando se practica como oficio cualificado, lo mismo que la ciudadanía” (p. 9).

Sennett involucra la relación entre el trabajo manual e intelectual y lo articula en otras profesiones impensadas en el imaginario del artesanato. Para el autor, “Todo buen artesano mantiene un diálogo entre unas prácticas concretas y el pensamiento; este diálogo evoluciona hasta convertirse en hábitos, los que establecen a su vez un ritmo entre la solución y el descubrimiento de problemas” (2009, p. 9), y esto es algo que podemos pensar en relación a cooperativistas y acompañantes.

Existe una habilidad construida en torno a dos tareas: la de coser, por parte de Leandro, y la de realizar los asientos contables, por parte de Martina. Ambas incluyen una actividad manual y una actividad intelectual, aunque desarrolladas en diferentes grados. Lo destacable es que en ambos casos se presenta una clara dificultad para transmitir aquello que “se sabe”, aunque no queda demasiado claro el modo en el que se ha aprendido. Simplemente ha sido a través de la práctica, el ejercicio, el hacer propio de las actividades.

A pesar de las dificultades que presenta Martina para poder narrar el paso a paso de sus pensamientos en un proceso ordenado que resulte pedagógico al tiempo que eficiente para la tarea que se encuentra realizando, y de lo difícil para Leandro de tratar de recomponer un proceso que realiza cortando la tela “a ojo”, y considerando el “misterio” en ambas acciones ya que no hay registro escrito de ninguno de los procedimientos, lxs dos intentan realizar una traducción (Santos, 2009) que se encuentra por fuera de sus habilidades pero aun así se reconoce como significativa para lxs otrxs.

Era un intento improvisado, y como toda improvisación posee una base de conocimiento en la materia para luego jugar con las posibilidades que no siempre resultan del todo claras para el resto.

En esos modos particulares de improvisar una traducción posible, es que se ponían a rodar maneras aprendidas a través de sus biografías, un modo de concebir el conocimiento y las marcas que esto deja en lo que se entiende por explicar y por “orden” construida en el ámbito académico, que se alejaba mucho de las anotaciones de Leandro y su modo de aprender y enseñar mediado por la oralidad y la ejercitación más que por la escritura. A pesar del caos que implicaba a los ojos del otrx ese intento de explicación y las estrategias implementadas en ese sentido, para ellxs existía un orden en el hacer y en el pensar.

Poner a dialogar los saberes -en este caso la contabilidad con el saber de registro de medidas de patrones por parte de Leandro - requiere un tiempo y un proceso que en muchos casos durante la experiencia pude ver como un esfuerzo por parte de lxs acompañantes. Sin embargo otro aspecto de la escena también resultaba recurrente: luego de un tiempo donde se intentaba poner en palabras las acciones para favorecer la comprensión de lxs cooperativistas, lxs acompañantes terminaban encargándose de los números y registros escritos, y el lugar de lxs cooperativistas volvía a ser de espectadorxs en esta tarea -lo cual lejos de incomodarles, era habitado de buen grado-.

En el proceso dialógico entre saberes, tal como señala Freire, resulta central la práctica comunicativa: “…la función gnoseológica no puede quedar reducida a simples relaciones de sujeto cognocentes, con el objeto cognocible. Sin la relación comunicativa entre sujetos cognocentes, en torno a un objeto cognocible, desaparecería el acto cognocitivo” (2005, p.73). Así, cuando hablamos de construcción de conocimiento es imposible no considerar los procesos comunicativos entre lxs sujetxs y sus efectos en la relación.

Sin embargo, para que sea posible pensar en procesos comunicativos, debe haber una especie de inteligibilidad entre lxs sujetxs y del objeto cognocible, en términos del autor, de manera que la comunicación es tan central en el proceso como posible es el proceso mismo. En palabras de Freire, “Entre comprensión, inteligibilidad y comunicación, no hay separación, como si constituyesen momentos distintos del mismo proceso o del mismo acto. Es más, inteligibilidad y comunicación se dan simultáneamente.” (2005, p. 76)

Es también la inteligibilidad mencionada por Boaventura de Sousa Santos como un requisito necesario y fundamental para que sea posible la traducción, cuando dice que:

Al incidir sobre las prácticas, el trabajo de traducción intenta crear inteligibilidad recíproca entre formas de organización y entre objetivos de acción. En otras palabras, en este caso, el trabajo de traducción incide sobre los saberes en tanto que saberes aplicados, transformados en prácticas y materialidades. (Santos, 2009, p. 140).

La traducción es un acto comunicativo y a través de ella “…llega a ser posible identificar preocupaciones comunes, enfoques complementarios y, por supuesto, también contradicciones intratables” (Santos, 2010, p. 57).

Mientras Martina terminaba de narrar en voz alta los números que iba calculando, Gonzalo -cooperativistas de unos 55 años- se acercó tímidamente con una sonrisa en el rostro preguntando si íbamos bien con los costos. Leandro se apuró a explicarle: “Claro, nosotros escribimos acá (señalando las hojas que él escribió) y ellos (haciendo referencia a lxs acompanhantes) van a saber si tenemos razón”.

Existe una sobrevaloración del conocimiento académico que se plantea como verdad absoluta por sobre otros saberes u otras maneras de realizar los procedimientos (Santos, 2009; 2010). Esta valoración del conocimiento, y por ende de la universidad como espacio que lo detenta, es transferida también en algunos casos a lxs universitarixs como sujetos que portan esa valoración. Así, una acompañante puede ser la que otorga la razón, la que corrige y materializa ese criterio de verdad.

Para referirse a la necesidad de traducción, Boaventura de Sousa Santos hace alusión a saberes hegemónicos que son jerarquizados por sobre los saberes otros que han sido borrados socialmente como saberes válidos, en un acto por él denominado como epistemicidio. Por este motivo refiere a la ciencia moderna occidental como la monocultura del saber, en tanto se pretende como criterio de verdad única (Santos, 2010) anulando otros saberes que Valentín Mudimbe -filósofo congolés- introdujo en la década del ’80 con la palabra gnosis, para captar una amplia gama de formas de conocimiento que la filosofía y la epistemología habían dejado al margen (Mignolo, 2013).

De este modo, la traducción se da entre saberes académicos y otros saberes sociales pero también entre saberes prácticos -al decir de Boaventura de Sousa Santos-, de modo que no sólo es plausible hablar de una posibilidad cierta de transformación de los saberes, sino también de las culturas organizacionales que se cruzan en la práctica comunicativa. Esta potencialidad, ciertamente no viene dada con la mera acción de encuentro entre sujetxs de diferentes ámbitos de referencia, sino a partir de una construcción producto de la experiencia conjunta y los conflictos, desacuerdos, y espacios de reflexión que de ellos se desprendan, posibilitando una resignificación de los saberes y las prácticas.

Así, no sólo podemos pensar que en esa escena entre Martina y Leandro estaban poniéndose en diálogo determinados saberes, sino también concepciones sobre lxs otrxs y modos de pensar y hacer construidos históricamente, y puestos a jugar en un diálogo situado en el marco de un proyecto extensionista. Una manera estandarizada -hacer moldes y completar las tablas- frente a un modo con otra estructura -cortar “a ojo” o a lo sumo tomar las medidas mientras se iba cortando y anotar “desordenadamente” en un papel- que se ponen a dialogar con todas las tensiones y complejidades que esto genera.

Conclusiones

En el primer apartado es posible advertir cómo se marcan jerarquías entre saberes en el día de producción, priorizándose lo que se conoce sobre la tela y los secretos de la costura por sobre otras habilidades que se destacan en los días de reunión general. En esta oportunidad se reconoce una asimetría dinámica en el vínculo con el conocimiento, en cuya alternancia podemos reconocer una característica móvil impresa por lxs sujetxs de forma variable y vinculada a las condiciones de desarrollo de la experiencia. Esta lectura nos impide pensar en conocimientos superiores a otros per se, sino más bien vinculados a condiciones de su enunciación y según el contexto en el que se ponen en juego: el conocimiento de la tela no es superior o inferior al conocimiento retórico que prevalece en las reuniones generales, sino que esto depende del contexto y las condiciones en las que se pone a dialogar, lo cual se encuentra también definido por la dimensión témporo-espacial.

El carácter dialógico no se advierte mayoritariamente en momentos excepcionales -que, como perlas, es posible encontrar con mucha dificultad- sino en un vínculo cotidiano y más sutil. Las discusiones teóricas sobre “diálogo de saberes” dejan entrever éste como un proceso en el que se construye conocimiento, aunque la teoría se vuelve más difusa al momento de reconocer en qué aspectos es posible ver ese diálogo y a qué conocimiento se hace referencia, y por defecto -por hablarse siempre del encuentro de “saberes académicos” y “saberes sociales”- se comprenden como saberes epistemológicamente inscriptos, de carácter conceptual.

El aporte que estas líneas intentan destacar se vinculan a un modo diferente de comprender la noción de “diálogo de saberes”, reconociendo la relevancia de aquellas experiencias sutiles y cotidianas de lxs sujetos y de sus espacios de pertenencia; que aunque parecerían no formar parte del “encuentro” propiamente dicho; están allí habitando, tensionando, constituyendo todo lo que acontece en el proceso. Entendiendo que “los saberes” que inciden en la construcción de conocimiento son mucho más diversos y vividos que los puramente conceptuales; y que se encuentran difuminados en distintas situaciones, temporalidades, afectividades.

Si bien el diálogo de saberes - conceptuales-, como categoría, es la columna vertebral de las prácticas extensionistas, en la experiencia concreta de investigación constituyó momentos muy puntuales que no significaron la totalidad de la práctica, ni siquiera su mayoría. Lo que pudo observarse mayoritariamente fue el diálogo y la traducción de prácticas y modos de organización - los cuales constituyen otro tipo de saberes- mencionados por Boaventura de Sousa Santos (2009) que pueden ser advertidos, por ejemplo, en los registros de escritura y los modos de utilizar la oratoria en la organización de la toma de decisiones. Es en estos aspectos en los que se advierte un cruce significativo entre acompañantes y cooperativistas, que de ser reducido sólo a los “conocimientos conceptuales co-construidos” entendidos en sentido estrictamente epistemológico, reducen de manera drástica la riqueza del encuentro.

Estos saberes múltiples que se ponen a rodar en el vínculo - de tipo conceptual pero también prácticos y afectivos diversos, que se relacionan con los espacios de referencia de cada unx de lxs sujetxs-, no sólo se vinculan con el aspecto dialógico en un sentido formal, sino que es precisamente en lo vincular que hacen su aparición. A diferencia de los saberes conceptuales, que se encontraban relativamente previstos en el trabajo conjunto, estos otros saberes sólo surgen en situación, frente a otrxs saberes que les tensionan y los ponen en evidencia.

Por último, podemos reconocer cómo ambas lógicas - la de acompañantes y cooperativistas- se cruzan mutuamente. Estos intersticios no permiten del todo la transformación o modificación de la otra institución, pero el vínculo no resulta inocuo, dejando una marca que metamorfosea las condiciones en las que se habita, propiciadas por un espacio de frontera como el proyecto de extensión. Esta mixtura que resulta de la contaminación mutua, de modos de leer el mundo que se entrecruzan y se hibridan, es un modo de reconocer cómo - de manera solapada, quizás sin la obviedad de un momento en el que se ponen a jugar saberes conceptuales- el carácter dialógico de la práctica extensionista opera en aspectos más sutiles pero centrales.

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Editor/a de sección Las editoras de sección de este artículo fueron Isabela de Oliveira Lussi y Selva Sena. ORCID ID: 0000-0003-3632-5539 ORCID ID: 0000-0002-6418-8562

Recibido: 30 de Diciembre de 2022; Aprobado: 30 de Septiembre de 2023

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