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Revista Uruguaya de Ciencia Política

versão impressa ISSN 0797-9789versão On-line ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.32 no.1 Montevideo  2023  Epub 01-Jun-2023

https://doi.org/10.26851/rucp.32.1.5 

Artículo original

La política democrática en las identificaciones de las nuevas derechas. Un análisis político-discursivo de expresiones libertarias en Córdoba, Argentina

Democratic Politics in the Identifications of the New Right. A Political-discursive Analysis of Libertarian Expressions in Cordoba, Argentina

A política democrática nas identificações da nova direita. Uma análise político-discursiva das expressões libertárias em Córdoba, Argentina

Juan Manuel Reynares1 
http://orcid.org/0000-0001-5483-0614

Gonzalo Andrés Vivas2 
http://orcid.org/0009-0009-4609-7980

1CONICET/Universidad Nacional de Villa María (Argentina) juanmreynares@gmail.com

2Universidad Nacional de Villa María (Argentina) gonzaloandresvivas@gmail.com


Resumen:

En base a un corpus compuesto por fragmentos de discursividad de Javier Milei y entrevistas a activistas libertarios de la provincia de Córdoba, analizaremos aspectos de la identificación de las nuevas derechas vinculados a la política democrática desde el enfoque político-discursivo de las lógicas (Glynos y Howarth, 2007). Rastrearemos los significantes nodales de este discurso, escrutando su lógica política, es decir, los movimientos retóricos -los desplazamientos metonímicos y las condensaciones metafóricas- que le dan forma. A partir de allí, exploraremos cuál es la lógica fantasmática que hace consistir el agarre subjetivo de estas identificaciones. A partir de ahí, enumeramos tres modalidades mediante las que los adherentes y activistas justifican la práctica política en democracia, subvirtiendo al mismo tiempo sus propias condiciones de posibilidad.

Palabras clave: libertarios; democracia; análisis político del discurso; enfoque de lógicas

Abstract:

In this paper we analyse some aspects of the contemporary libertarian speech from a political-discursive logics approach (Glynos & Howarth, 2007), based on a corpus made of, on one hand, by Javier Milei’s speeches and, on the other hand, by interviews to libertarian activists. We explore its social logic, tracking nodal signifiers on topics of democracy, state, and politics. We examine its political logic and the rhetorical movements that shape this grammar. Thereon, we explore the phantasmatic logic, which provides the affective grip to this discourse. Finally, we list three ways in which adherents and activists justify their political practice in democracy, where they subvert their own conditions of possibility.

Keywords: libertarians; democracy; political; piscourse analysis; logics approach

Resumo:

Neste artigo, analisamos alguns aspectos do discurso libertário contemporâneo a partir de uma lógica político-discursiva (Glynos & Howarth, 2007), num corpus constituído, por um lado, pelos discursos de Javier Milei e, por outro, por entrevistas a ativistas libertários. Exploramos sua lógica social, rastreando significantes nodais em tópicos de democracia, Estado e política. Examinamos sua lógica política, ou seja, os movimentos retóricos que moldam essa gramática. A partir daí, exploramos a lógica fantasmática que dá sustentação afetiva a esse discurso. Por fim, elencamos três formas pelas quais adeptos e ativistas justificam sua prática política na democracia, onde subvertem suas próprias condições de possibilidade.

Palavras-chave: libertários; democracia; análise do discurso político; abordagem lógica

1. Introducción

La novedad de las derechas actuales radica, según la mayoría de los estudios, en la aceptación de las reglas del juego democrático y el uso de un léxico compatible con las instituciones básicas del Estado de derecho, que colocan en el centro de su interpelación la defensa de la libertad individual frente a las imposiciones de élites gubernamentales. No obstante, al indagar en su discursividad, tales alusiones se combinan con el rechazo vehemente de minorías, provocando el debilitamiento de las instituciones democráticas. En efecto, en estos mensajes de la nueva derecha, a pesar de la más o menos explícita defensa democrática de sus organizaciones, suelen escucharse contenidos racistas, xenófobos o negacionistas de las dictaduras cívico-militares (Feierstein, 2019).

La democracia constituye uno de los términos más disputados de la teoría política occidental (Brown, 2016). En la modernidad, la democracia ha conjugado conflictivamente dos articulaciones teórico-intelectuales diferentes: la tradición liberal, por un lado, «constituida por el imperio de la ley, la defensa de los derechos humanos y el énfasis en el valor de los derechos individuales» (Mouffe, 2000, p. 20), y luego, la tradición democrática, cuyos valores son «la igualdad, la identidad entre gobernantes y gobernados, y la soberanía popular» (Mouffe, 2000, p. 20).

La articulación contingente entre estos lenguajes ha signado el devenir político hasta la actualidad. Ahora bien, la discursividad de las nuevas derechas parece erosionar el campo mismo de esta articulación, banalizando las coordenadas nodales de estas tradiciones, renegando de la soberanía popular y también del predominio de la ley como reaseguro de los derechos humanos. Esto último implicaría una renegación de la diferencia social que debilita los presupuestos de la institucionalidad democrática como forma de gobierno conflictiva, sostenida por la participación política de mayorías y el respeto de la alteridad. ¿Cómo comprender, entonces, esta aparente paradoja entre, por un lado, la definición democrática de los dirigentes de las nuevas derechas y, por el otro, el rechazo a las diferencias sociales en los relatos públicos de estos mismos actores? Esta combinación incongruente no invalida, en una primera y superficial mirada, el apoyo de diversos sectores a estas propuestas. Ahora bien, ¿de qué modo aquellas personas interpeladas por dicho mensaje público dan sentido a esta contradicción?

A partir de estas interrogantes, en este artículo indagaremos las significaciones sobre la política democrática en los mensajes públicos de un referente libertario en relación con fragmentos de entrevistas realizadas a seguidores de estas fuerzas en la provincia de Córdoba, Argentina. Dicho referente es Javier Milei, economista y diputado de la ciudad de Buenos Aires que cobró notoriedad pública a partir de su crítica a las políticas de restricción de la movilidad en el marco de la pandemia de covid-19. Actualmente, su candidatura a presidente, en 2023, oscila entre 15 y 20 puntos en la mayoría de las encuestas. Nos enfocamos en la producción social de sentido en la recepción -siempre parcial y performativa- que realizan los militantes alrededor de las acepciones relativas a la política y la democracia. En tanto el foco de nuestra investigación está puesto en las dinámicas identitarias de estos adherentes y activistas, el análisis se enmarca en la perspectiva de la teoría política del discurso, articulada con aportes del psicoanálisis lacaniano, mediante la aproximación analítica basada en lógicas (Glynos y Howarth, 2007).

El recorte espacial de este análisis, anclado en la provincia de Córdoba, se debe a un proyecto de investigación colectivo de más largo aliento en el que exploramos los rasgos de las expresiones contemporáneas libertarias en este distrito ( Vivas y Reynares, 2021). Específicamente sobre la provincia de Córdoba, las investigaciones sobre la política local de los últimos años han caracterizado, coincidentemente, a la dirigencia partidaria y el electorado de Córdoba como inclinados hacia la derecha, privilegiando propuestas conservadoras que limitan la intervención estatal en los procesos económicos (Brusco, 2019; Imposti, 2017; Quirós, 2018; Tomassini, 2018). Ello supondría que Córdoba se erige en un territorio privilegiado para indagar en los rasgos de las identificaciones libertarias. No obstante, en este artículo no indagamos en la especificidad de las expresiones libertarias cordobesas: más bien, escrutamos algunas regularidades discursivas alrededor de los términos vinculados a la política democrática, que resultan significativas para reflexionar en torno a los desafíos para la política y la democracia emergentes en las identificaciones de las nuevas derechas.

2. Neoliberalismo y democracia: el lugar para una pregunta sobre las nuevas derechas

Se ha generado una nutrida discusión durante los últimos quince años en las ciencias sociales, tanto a nivel global como local, en torno a la emergencia y expansión de estas relativamente nuevas expresiones políticas de la derecha. Su propia definición y el alcance de la categoría es hoy objeto de debate político y académico, por ejemplo, al distinguir entre derecha radical o extrema en función de su aceptación parcial o su rechazo, respectivamente, de la democracia (Mudde, 2021; Acha Ugarte, 2021). Su creciente capacidad de interpelación y masividad electoral en la última década en la región latinoamericana ha llamado la atención de numerosas investigaciones para dar cuenta de sus rasgos principales y comprender las causas de este fenómeno (Cannon, 2016; Luna y Rovira, 2016; Giordano, 2014).

En el profuso campo de estudio de las expresiones políticas vinculadas al repertorio de políticas económicas liberales y culturales conservadoras en Argentina, el caso de Propuesta Republicana (PRO) se constituyó como paradigmático. Luego de aproximadamente un siglo de organizaciones de derecha que participaron más o menos activamente de las interrupciones militares de gobiernos civiles durante el siglo xx (Boholavsky, Echeverría y Vicente, 2021), el PRO emergió como un partido pasible de ser inscripto ideológicamente en la categoría de la derecha o centro-derecha que hacía de su estatuto democrático una marca central (Vommaro, 2017; Morresi, 2021; Vommaro y Morresi, 2017, Mauro y Brusco, 2016). Luego de ganar los comicios distritales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde 2007, fue el socio principal de la alianza Cambiemos, que, en 2015, ganó las elecciones presidenciales en Argentina.1

Ahora bien, ¿en qué consiste lo democrático del PRO? Como parte de una investigación integral sobre esta organización, Morresi considera dos aspectos de su relación con la democracia. En primer lugar, plantea que la caracterización democrática de su dirigencia se concentra mayormente en una visión procedimental o minimalista de la democracia, alrededor de la aceptación de las reglas de juego electoral, la alternancia política y la defensa de libertades individuales (Morresi, 2015, p. 196). En segundo lugar, interpreta que la aceptación del método democrático por parte del PRO se debe, al menos en parte, a su pragmatismo. «El avance de la hegemonía neoliberal» en el espacio público argentino, desde los años ochenta, posibilita la implementación de medidas promercado a través de la competencia democrática, ya no solo mediante la coalición con partidos mayoritarios, sino también encabezando tales propuestas partidarias.

En paralelo a esta interpretación, se contraponen lecturas como la de Brown (2016, 2020), quien sostiene que el avance del neoliberalismo -tanto en su condición de etapa actual del capitalismo como en su faceta de gubernamentalidad productora de subjetividades- no facilitó la adscripción democrática de las expresiones conservadoras y promercado. Más bien al interior de estas, y con amplios matices, dada su heterogeneidad, hay una licuefacción de la tradición democrática; aunque aceptan formalmente las reglas del juego electoral, habitan el espacio público con manifestaciones reñidas con los requisitos de tolerancia y asunción de la diferencia social y política presentes en el discurso democrático. Los mensajes de odio constituyen una parte central de estos mensajes públicos.

En esta línea, Feierstein (2019) considera que la expansión de estas nuevas derechas se inserta en una reemergencia del fascismo2como práctica social capilarizada, vinculada a múltiples figuras que se han consolidado en ese «avance hegemónico del neoliberalismo», tales como la antipolítica, la personalización de la política y la estigmatización de sectores marginales de la población. La propalación de este repertorio produce asociaciones rápidas entre los términos y sujetos estigmatizados, mediante «la movilización de recursos emocionales (que) se basa en la apelación a la heterofobia, al prejuicio e incluso al terror hacia quien aparece como distinto, a la envidia hacia el que disfruta de otro bien, a la competencia entre los más miserables por la mera supervivencia» (Feierstein, 2019, p. 120). El mensaje de estas nuevas derechas interpela a sectores cada vez más heterogéneos entre sí, «desde el voto militar hasta el voto pentecostal, incluyendo paradójicamente la posibilidad de establecer alianzas con cierto ultraliberalismo que se bautiza como “libertario”, con mucha presencia en los sectores más jóvenes y en las redes sociales» (Feierstein, 2019, p. 124).

Reuniendo las líneas analíticas recuperadas aquí, el auge -al menos en términos relativos- de las nuevas derechas se monta sobre una progresiva expansión simbólica del discurso neoliberal, constituido alrededor de un sujeto individualizado como empresario de sí, donde las relaciones sociales se interpretan como relaciones mercantiles, avalando una moralización del mercado que expande sus criterios de validez en ámbitos sociales diversos. Ahora bien, la pragmática asunción de la democracia en su faz procedimental suele ir acompañada por una interpelación política basada en la movilización del resentimiento y el rechazo y estigmatización de otredades sociales (Brown, 2019, pp. 187-214). En torno a este escenario, al parecer contradictorio, se abre una serie de interrogantes sobre los rasgos y alcances de la caracterización democrática de las nuevas derechas.3

En este trabajo consideramos que un avance sobre esta problemática es posible mediante el análisis de los mensajes públicos con que referentes políticos interpelan a la ciudadanía, articulado con una indagación de las modalidades con que adherentes de una de las expresiones del campo de las nuevas derechas -en este caso, el movimiento libertario- imputan sentido sobre la política y democracia actual. Echar luz sobre las lógicas estructurantes de las identificaciones políticas de adherentes de las nuevas derechas contribuye a comprender su emergencia y consolidación, así como a distinguir sus desafíos a los acuerdos básicos de la democracia argentina contemporánea, allí donde se combina aceptación formal del juego democrático, por un lado, y el rechazo de la política y la estigmatización de minorías y sectores populares, por el otro.

Nuestro corpus se construyó con una serie de expresiones de referentes públicos -sobre todo, Javier Milei- y un conjunto de entrevistas en profundidad realizadas a activistas y adherentes de esta adscripción en Córdoba. Javier Milei es un economista, diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires desde 2021 que cobró notoriedad mediática durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio en Argentina debido a la pandemia de covid-19, al criticarlo con declaraciones acompañadas de insultos a personalidades públicas. A partir de allí, se presentó como el «verdadero libertario» y fundó una plataforma electoral denominada «La Libertad Avanza», cuyas ideas se apoyan en «la escuela austríaca» y la ortodoxia monetarista. Sobre él plantearemos un análisis político-discursivo en base al enfoque de lógicas (Glynos y Howarth, 2007; Glynos et al., 2021), influenciado por el lenguaje teórico de la izquierda lacaniana en articulación con la teoría política del discurso (Laclau y Mouffe, 2005; Laclau, 2000; Alemán, 2016; Stavrakakis, 2007).

Partimos de una noción de discurso como lazo social, donde, por un lado, tanto el sujeto como el orden significante están constitutivamente atravesados por una división real que pone en movimiento la identificación política (Stavrakakis, 2007). Por el otro, esa relación está impregnada pulsionalmente: esa falta en el sujeto y el otro es experiencia de una falta de goce que se postula como imposible de satisfacer plenamente, en tanto prohibido por el mandato con que el sujeto se inscribe en el orden significante (Stavrakakis, 2018). La identificación se produce en dos registros: uno imaginario, que hace consistir la compleción del sujeto en una imagen de plenitud y satisfacción, y otro simbólico, devenido de esa ubicación en un orden que estabiliza la identificación a costa del sacrificio de goce al obedecer la ley (Lacan, 2014). Estas mediaciones significantes pretenden suturar esa falla estructural del sujeto al investir a un objeto particular como representante de la universalidad inexistente. No obstante, esa investidura es siempre elusiva: no termina de completar la relación de sentido; deja un resto de goce, un exceso ineliminable de goce, denominado en el psicoanálisis lacaniano como objetoa.

En función de estas coordenadas, en las relaciones sociales -entendidas integralmente como discurso- se instaura un lazo atravesado libidinalmente y marcado por una falla estructural que da lugar a procesos de subjetivación siempre transitorios. El sujeto ($) se inscribe en cierto lugar del orden social, mediante referencias significantes sobredeterminadas, en torno a un objetoa. Este objeto es causa de deseo y soporta al fantasma, en tanto resto y rastro inalcanzable de aquella imaginaria unidad plena que fue sacrificada en la socialización. Allí adquiere centralidad el tipo de relación que ese sujeto -conformado imaginaria y simbólicamente, atravesado por lo real- construye fantasmáticamente con un «otro».

A partir de estos presupuestos ontológicos, el enfoque analítico según lógicas (Glynos y Howarth, 2007; 2019) permite explorar un proceso de identificación política de manera compleja, distinguiendo allí tres aspectos. En primer lugar, una lógica social, constituida por un conjunto de significantes parcial y provisoriamente estabilizado que define una grilla de valores y disvalores. En segundo lugar, una lógica política que configura, mediante una dinámica retórica de condensación metafórica y desplazamiento metonímico, los límites de esa gramática social, estableciendo así aquello que es excluido del conjunto en pos de hacerlo consistir como tal. Si ambas lógicas -la social y la política- aluden a la forma de un discurso, en tercer lugar, la lógica fantasmática permite dar cuenta de su fuerza o agarre (grip) a lo largo del proceso de identificación, al enfocarse en el tipo de relación instaurada entre el sujeto, el orden significante y el resto de goce.

Munidos de este herramental teórico, y en base al corpus mencionado, analizaremos las lógicas constitutivas de la identificación libertaria. Rastrearemos su lógica social, los significantes nodales alrededor de la temática de la democracia y la política que estructuran dicha gramática. A su vez, escrutaremos su lógica política, es decir, la dinámica de exclusión/inclusión estructuradora de ese discurso. A partir de allí, exploraremos su lógica fantasmática, conjeturando que allí pueden observarse algunos rasgos de la dinámica de subjetivación política paradigmáticas de la época contemporánea: la imaginarización de la ideología y el predominio de un sujeto omnipotente (Reynares, 2021; Foa Torres y Reynares, 2020). Observaremos las implicancias de esto último en el trastrocamiento de la democracia, a la que se la promulga explícitamente, al tiempo que se rechazan sus condiciones de posibilidad en términos de participación, representación y reconocimiento de la diversidad social.

3. La imperfección de la democracia

¿Cuáles son los sentidos principales alrededor de la política democrática en el mensaje libertario, según sus referentes públicos? En las definiciones esgrimidas en las entrevistas realizadas, teniendo en cuenta su relevancia mediática, Javier Milei es considerado el responsable de «despertar» a amplios sectores de la ciudadanía, poniendo en agenda temas o posiciones libertarias antes marginales en el espacio público o bien consideradas como políticamente incorrectas. Si bien Milei alcanzó notoriedad por utilizar un tono despectivo para descalificar adversarios circunstanciales o para describir situaciones coyunturales, ello era justificado por las personas entrevistadas, rescatando el ímpetu y la valentía para expresarse como rasgos positivos frente a la «tibieza» de los referentes políticos más tradicionales. En otras ocasiones, las personas entrevistadas pasaban por alto la violencia verbal o la subestimaban, subrayando, en cambio, la importancia de su papel en la divulgación del ideario libertario. En cualquier caso, las opiniones de Milei son muy significativas en la interpretación de sus seguidores sobre la política democrática.

Al explorar la lógica social del mensaje libertario se observa que la tematización de la democracia es infrecuente. En la última campaña previa a las elecciones legislativas de 2021, y en línea con otras intervenciones en el pasado, Milei no respondía explícitamente ante las preguntas sobre su apoyo o rechazo al sistema democrático argentino. En estas ocasiones, introducía al interlocutor circunstancial al teorema de Arrow.4 Acto seguido, comentaba que este economista ganador de un premio Nobel había teorizado sobre la imposibilidad de desarrollar un sistema colectivo de toma de decisiones que satisfaga las preferencias de todos los individuos involucrados. En otras palabras, la agregación de intereses particulares en una voluntad colectiva resulta imposible a priori, según una demostración matemática de un referente laureado del ámbito de la economía.

Esta respuesta de Milei, anteponiendo a una lectura situada sobre el caso argentino un planteo generalizado y formal como el de Arrow, pone en cuestión el carácter esencialmente positivo de la democracia. Se inscribe así en una tradición del pensamiento económico liberal crítico de la democracia (Biebricher, 2018) que la acepta pero critica sus resultados. En efecto, luego de mencionar de manera imprecisa el teorema de Arrow, en un video de 2018, Milei sostiene que «la democracia no es ninguna garantía de nada, en principio».5

Una alusión explícita y denigratoria de Milei hacia la democracia se puede encontrar en uno de sus tuits. Allí, el diputado nacional cita la frase de James Madison, uno de los exponentes teóricos de los escritos liberales conocidos como «el Federalista», que reza: «Siempre que una mayoría está unida detrás de un interés o pasión común, los derechos de la minoría están en peligro». La acompaña con el siguiente posteo: «Linda frase para esos pelotudos que idealizan a la democracia y no conocen sus vicios ni el teorema de imposibilidad de Arrow».6

Aquí, una vez más, la referencia teórica, vinculada a la tradición del liberalismo político, es utilizada con un doble propósito. En primer lugar, el posteo critica a la democracia masiva, que supone un peligro para las minorías debido a las mayorías interesadas o pasionales; esta caracterización moral de la democracia, distinguiendo mayorías malas de minorías buenas, resuena también en sus «vicios». En segundo lugar, sirve para subestimar como estúpidos a quienes «idealizan» el régimen democrático, incapaces de juzgarlo objetivamente, y así inhabilitarlos para cualquier diálogo o debate. La exclusión de los defensores idealistas de la democracia resulta absoluta.

El estatuto problemático de la democracia reside, para Milei, no solo en la forma colectiva de organización, que resultará siempre incapaz para agregar intereses en una voluntad común, sino también en la imposición peligrosa de la mayoría frente a las minorías. Quienes no se den cuenta de esto solo pueden ser estúpidos, por ignorancia -ya que «no conocen (…) el teorema de imposibilidad de Arrow»- o por necedad, en tanto «idealizan» la democracia. De este modo, podemos ver que la caracterización de la democracia, en la lógica social de la narrativa libertaria, se relaciona con una distinción entre aquellos que saben y aquellos que no. La lógica política define una dicotomización radical, excluyendo del terreno de la legítima definición de lo público a quienes no comulguen con lo revelado por Milei. En el mismo sentido, se excluye a los representantes elegidos por el voto de esos necios o ignorantes, al cuestionar el sistema electoral planteando que «además es un voto obligatorio. Me parece que hay varias trampas. Entonces, cuando vos vas y votás, estás convalidando esa trampa».7

Al aludir a las trampas y el engaño en que cualquiera cae al emitir el voto se evidencia el aspecto fantasmático de la identificación libertaria con un marcado estatuto imaginario. El sujeto se posiciona en la realidad social bajo la continua amenaza del engaño o del robo. Sin explicitarlo,8 el argumento se instala en el terreno de la sospecha: ciertas personas o grupos han preparado dispositivos fraudulentos mediante los que se amparan sistemas políticos viciados; allí, esas personas ganan a costa de incautos votantes que «convalidan la trampa». Sin nombrarlas directamente en este fragmento, Milei insinúa que son los políticos, reunidos en «la casta política», los responsables de mantener la democracia. Esta, tal como la conocemos, se vuelve un sistema fraudulento pergeñado por un conjunto de personas que pretende sostener sus privilegios mediante el consentimiento ignorante de la ciudadanía.

Como vemos, las repetidas referencias de Milei sobre el carácter viciado de la democracia argentina se apoyan sobre una lógica social anclada en la preponderancia absoluta del individuo autónomo, que es irrepresentable. Resulta imposible agregar los intereses de esos individuos en una voluntad colectiva. La lógica política, por ende, excluye del campo legítimo a los defensores de la democracia por necios o ignorantes, y también a esos representantes o políticos en general, que constituyen una casta política que utiliza los resortes institucionales, tergiversándolos en su propio beneficio y engañando así al conjunto de la ciudadanía. Como veremos en la discursividad de activistas libertarios, en la sospecha de la trampa o el ardid se pone en juego una lógica fantasmática que fija a los sujetos en su identificación a partir de un presunto robo del goce extraviado, aquel que se reclama en las demandas por el actual estado de cosas deficitario (Stavrakakis y Chrysoloras, 2006; Žižek, 2007). Por ejemplo, en el siguiente fragmento, en una entrevista a un militante y adherente libertario, puede observarse la interpretación explícita de las palabras de Milei:

El tipo (Milei) lo dice (…) y cómo ha penetrado su discurso (…). Hizo entender que el Estado argentino es una estafa. Milei nos hizo dar cuenta (de) que existe una casta política, con un montón de privilegios. Ojo, no son solo políticos: son también empresarios aliados, sindicalistas, operadores de la justicia. Es toda una gran asociación ilícita. (HA,9 miembro de la Juventud del Partido Liberal Republicano, 11.4.2022, Córdoba, Argentina)

La trampa convalidada por el voto obligatorio permite sostener la estafa del Estado argentino por parte de la casta política. La narrativa que se produce entre el mensaje público de Milei y la interpretación de sus adherentes, en su registro simbólico, se inscribe en una tradición teórica liberal crítica de la democracia. Sin embargo, la adhesión de la identidad libertaria no se produce, preeminentemente, por la persuasión de ese bagaje teórico: más bien parece volverse consistente a través de su lógica fantasmática, a partir de una alusión a cierto sector particular que, más o menos en las sombras, estafaría, trampearía o robaría a aquellos que, como Milei o sus seguidores, no serían representados.

De este modo, las tres lógicas constitutivas de un proceso de identificación se observan aquí. En primer lugar, la lógica social se percibe en la distribución específica de ciertos valores y disvalores del individuo y de la democracia masiva, respectivamente. Esta grilla de sentidos se define por un juego de exclusiones propio de la lógica política que, en este caso, implica el rechazo absoluto de la casta y los «estúpidos» que la avalan, mayoritarios en una democracia viciada como la argentina. Finalmente, como acabamos de ver, la adhesión de quienes se identifican al mensaje libertario se sostiene sobre un relato estructurado en torno a cierta imagen de plenitud perdida que impulsa a encontrar a los responsables de esa situación deficitaria, faltante, quienes habrían robado aquello que impide la satisfacción plena de estos adherentes libertarios. En ese punto juega un rol central la denuncia de corrupción como rasgo estructural del Estado y de quienes ocupan sus cargos principales:

Corrupción es todo. A ver: esas personas (los titulares de planes sociales) no son corruptas en sí (…). Son víctimas de un Estado que es corrupto. Yo creo que si fuera gobernador, no les pagaría 15 lucas ($ 15.000 argentinos) por mes o 20 lucas ($ 20.000 argentinos) -no sé cuánto cobran, la verdad- para que vayan y hagan piquetes. (ZQ, exmilitante de la Ucedé, 13.10.2021, Córdoba, Argentina)

La corrupción, ubicua y omnipresente, deviene así la única responsable de una realidad dislocada. En el relato de un joven militante de la Ucedé, quienes reciben planes sociales son obligados a «hacer piquetes» por parte de políticos corruptos. Aun sin saberlo con datos precisos, son esos representantes del Estado quienes corrompen, dan dinero, sin que haya una prestación laboral a cambio, y son los culpables de las dificultades experimentadas por los adherentes libertarios. De ese modo, el relato de estas expresiones políticas se vuelve consistente mediante una presunta lectura de un modo de ordenamiento social en el que los políticos sacan ventaja de la necedad o ignorancia de las mayorías. Esa trampa toma el nombre, al menos parcialmente, de democracia.

4. La estafa de la política

La articulación de estas dimensiones recién analizadas en el proceso de identificación libertario resuena al consultar entre activistas por la justificación de su militancia política. Para ellos, la política en sus carriles democráticos no tiene mayor utilidad, o bien, corre el riesgo constante de ser objeto de artimañas por parte de aquellos miembros de la casta que, al ser tramposos, se aprovechan de las buenas intenciones de sus militantes. De este modo, en la mayoría de las entrevistas, la política, en su formato democrático, se exhibe como inútil y perniciosa, capturada por intereses particulares y, por ende, espurios.

Esta percepción peyorativa de la política democrática puede observarse en los modos con que simpatizantes y adherentes libertarios significan su experiencia militante. La dedicación a la actividad política es planteada como parcial, solo comprensible en un marco temporal acotado, y expuesta continuamente al riesgo de ser utilizada en beneficio del interés particular de algún político. A largo plazo, esa participación, enmarcada en un contexto democrático de competencia interpartidaria, no es efectiva ni, mucho menos, eficiente: Empiezo a militar un poquito, en la Ucedé (…). Me ofrecieron ser parte de la lista de concejales, pero ya para mí (…), las discusiones que había dentro de la política, yo pensaba: «¿Qué voy a hacer acá adentro, qué voy a hacer yo acá? Voy a perder el tiempo». Me quitaba tiempo. (LO, exmilitante de la Ucedé, 10.11.2021, Río Cuarto, Córdoba, Argentina)

Para mí la política (…) nunca me gustó, nunca me terminó de cerrar (…). Para mí, la política en sí es un asco; acá, en Argentina, en donde sea, siempre va a haber internas, siempre va a haber problemas, siempre va a haber corrupción. (ZQ, exmilitante de la Ucedé, 13.10.2021, Córdoba, Argentina)

La serie «internas-problemas-corrupción» que señala AR marca un hilo conductor en el que la mera existencia de intereses particulares distorsiona desde adentro la actividad política en su faz democrática. La interna, dispositivo fundamental de la democracia partidaria, es reducida a una disputa entre facciones en la que se expresan intereses espurios distorsivos de la actividad política; producen inconvenientes e implican, mediante un desplazamiento naturalizado, la presencia de ilícitos bajo la denominación general de la corrupción.

Quedar entrampado en una interna deja expuestos a los activistas a ser utilizados por algún interés particular. De modo persistente, la enunciación de los activistas se fijaba en una sospecha. Al comentar sobre una fallida primera experiencia en la política partidaria local, uno de los entrevistados relataba que se había enterado, por rumores, de probables ilícitos -lavado de activo y ser testaferro- por parte del candidato a intendente, M., de la fuerza en la que militaba. Ante la sospecha, decidió abandonar el espacio, intuyendo que

si bien nosotros teníamos todos los cabos sueltos, o sea, no teníamos las pruebas, dijimos: «Che, ¿y si nos están agarrando de bol… acá?». Porque puede ser: nos están agarrando de bol… para que nosotros vayamos al frente, después nos sacan del medio y se quedan con los cargos (…). No por una convicción de querer realizar cambios, sino por poder, meramente por poder, por quedarse con el poder y un puesto en algún lado. Y, bueno, ahí nos fuimos a la bosta (…). Decidimos disparar para otro lado (…). Y S. lo apoyó al M., así que se ve que algo tenían en común. (LO, exmilitante de la Ucedé, 10.11.2021, Río Cuarto, Córdoba, Argentina)

La denuncia por la deshonestidad de las personas involucradas en las actividades políticas contrasta con una interpretación inmaculada de la política: esta se comprende como medio para transformar realidades, distinguiéndose de aquellas dinámicas de «poder» reducidas a la competencia y posesión de cargos. El recelo, como se observa en este fragmento, involucra a los propios miembros del espacio. «Meterse en política» implica exponerse a la traición, la utilización o la manipulación por parte de personas interesadas en defender intereses personales o solo ganar dinero. Esto implica una desconfianza que se expande: quienes apoyaron al candidato M., como el caso de S., otro referente de ese espacio político, deben ser corruptos como el primero.

En función del análisis de este corpus, es allí, precisamente, donde radica el germen del defecto democrático de hacer política: en las personas que asumen la representación y que son «vendehumo».

La política es todo vendehumo, y yo soy un hombre de acción (…). La política es una manga de vendehumos, que dicen que hacen cosas y en realidad no hacen nada (…). Tanto palabrerío (…). Salen una fortuna (los políticos) y son una manga de inútiles. Sobran políticos, dicen mucho y hacen poco. (LO, exmilitante de la Ucedé, 10.11.2021, Río Cuarto, Córdoba, Argentina)

En este fragmento, y más en general en el lenguaje coloquial de Argentina, «vender humo» supone exhibir mayores resultados o aptitudes de las que en efecto se poseen. Quienes ocupan cargos políticos son impostores que solo dicen pero no hacen; por ende, son inútiles y cuestan un dinero que no valen. La ineficacia, la ineficiencia y la falsedad se relacionan entre sí en una crítica frontal a las personas que hacen política, en su calidad más básica de intermediarios. Ello adquiere su máxima intensidad en el terreno de la definición económica, en tanto manejo de recursos finitos en un campo de necesidades infinitas. Como sostiene un entrevistado: «Es cuestión de gestionar bienes comunes donde no haya un actor de confianza, un intermediario que, en este caso, es el político» (LO, exmilitante de la Ucedé, 10.11.2021, Río Cuarto, Córdoba, Argentina)

La relación de confianza entre representados y representantes ocupa un lugar medular de los lenguajes teórico-políticos liberales, en los que el origen y fundamentación moral de la obediencia radica en otorgar un voto de fe en personas que lidiarán con recursos y medios que no les son propios y cuyos resultados afectan al conjunto de la comunidad involucrada. La relación fiduciaria entre pueblo y gobierno implica asumir la incapacidad, en última instancia, del primero de encarar, por sí mismo, problemáticas colectivas. Llevado a cada caso particular, supone reconocer en el propio individuo un déficit que lo obliga a entrar en una relación de sujeción temporal, si bien matizada por los procedimientos de control y responsabilización. En este punto, nervio de la teoría política moderna y contemporánea, no puede haber representación sin poder (Laclau, 1996; Duso, 2015).

No obstante, como observamos aquí, para los adherentes libertarios entrevistados, la relación entre representados y representantes corroe la imagen de plenitud que los individuos poseen de sí. En este punto es factible aventurar algunas implicancias en el terreno teórico de las presunciones ontológicas del sujeto y la representación, condiciones de posibilidad de la democracia. No solo se denuncia la corrupción de la política en su formato democrático, mediante figuras como la suciedad, el barro o «vender humo». Más allá -y más acá- de estos contenidos puntuales del reclamo, es la forma misma del sistema democrático moderno donde radica el problema: la democracia es falaz al requerir la intermediación del representante, en quien resulta imposible confiar, no tanto por sus propios atributos, sino por exhibir el rasgo incompleto del individuo representado.10

Establecida rígidamente la exclusión de la casta política, corrupta, interesada y mentirosa, la política parece ser inútil para cualquier transformación de una realidad argentina interpretada como deficitaria, malograda, como lo plantea Milei al sostener que «Argentina constituye una democracia fallida».11 No obstante, los activistas libertarios intentan justificar su propia actividad proselitista, y al hacerlo, tensionan los sentidos imputados a la política. En lo que sigue, analizaremos tres modos de esta justificación en los que las propias condiciones de posibilidad de la práctica política democrática son, paradójicamente, subvertidas. Primero, se propone una política sin gasto, en la que la representación partidaria y el reconocimiento de derechos no supongan una erogación pública; luego, una política sin representantes ni referentes cuya autoridad limite la autonomía de los activistas, quienes se dedican mayormente a la transmisión de ideas en el terreno de la batalla cultural; finalmente, una resolución tecnológica de la gestión de la dinámica social en la que se vuelva innecesaria la confianza en las personas intermediarias.

5. La subversión de la política

5.1. Hacer política sin gasto

Como habíamos visto, la caracterización negativa de la política implicaba convertirla en el terreno de la suciedad y la traición. Está allí siempre el riesgo latente de que infiltrados o impostores perviertan la pureza del proyecto transformador al anteponer su interés personal, de enriquecimiento, sobre el interés colectivo. Entonces, una vía posible para hacer política manteniéndola inmaculada es remover los incentivos económicos. Reducir las posibilidades de hacer dinero con la política implica, luego, propender a la transformación verdadera:

¿Por qué estoy en un partido en formación? Porque realmente queremos algo diferente, y no estamos para que el Estado dé dinero a un partido político. No, para nada. Incluso, por ejemplo, estamos a favor de la boleta única, es decir, hay mucha justificación de que para dar dinero a los partidos políticos es porque se necesitan para los votos o cuestiones así. Entonces, cuando pase (se apruebe) lo de la boleta única, si es que pasa, es que se acaba el curro, digamos. (CR, activista de la fundación Students for Liberty, 13.10.2021, Córdoba, Argentina)

En el «curro» que se acaba resuena la referencia de Mauricio Macri, quien, siendo candidato a presidente, prometía «acabar con el curro de los derechos humanos».12 De este modo, se desprestigia una actividad, al reducirla a la obtención de recursos económicos en beneficio de un sector particular (en el caso proferido por Macri, se impugnaba la militancia de los organismos de derechos humanos). Para la persona entrevistada, de modo más amplio, se denigra toda actividad partidaria tal como la practican quienes reciben dinero del Estado. La política no debería, por ende, significar un costo para el erario público. Ello aplica, incluso, para demandas políticas en las que se podría acordar, en tanto y en cuanto no supongan un aumento del gasto público:

Lo que sí no estoy de acuerdo, y soy crítica en eso, es que (los movimientos feministas y lgbtq) siempre están pidiendo «derechos». Lo digo entre comillas, porque hay cuestiones que para mí no son derechos. Además, creo que yo lo veo mucho en el país, cada vez quieren sacar más derechos: derecho a tener una lapicera, derecho a tener un celular; derecho a todo, le dicen. Para mí, esos no son derechos. Entonces, en ese sentido de estar pidiendo tantas cosas gratis, no estoy de acuerdo con el movimiento feminista (…). No es que no quiero que tengan derechos esas personas; obviamente, estoy a favor de los derechos básicos, como cualquier persona (…). Los liberales consideran a las personas por igual; entonces (…), ningún privilegio para nadie, ni por ser mujer, ni por ser lgbtq. Por ese motivo, no estamos de acuerdo en las distribuciones que ellos quieran tener. (CR, activista de la fundación Students for Liberty, 13.10.2021, Córdoba, Argentina)

La persona entrevistada presume que la disputa política del feminismo se invalida cuando buscan aprovecharse económicamente de sus demandas, banalizándolas, al ubicarlas en el mismo nivel del pedido de bienes ordinarios, como una lapicera o un celular. Cualquier mención al dinero invalida la articulación política en la búsqueda de la ampliación de derechos para sectores relegados. Allí, el derecho se reduce a «estar pidiendo cosas gratis», como si fuese, en la identificación de la persona entrevistada, un privilegio, típico de un sector favorecido de la sociedad, como una casta. Aquellas minorías que pretendan hacer cumplir sus derechos deberán hacerlo con el dinero de su propio bolsillo; se desconoce la desigualdad fáctica en que se encuentran aquellas poblaciones.

Es posible remarcar, al menos de manera preliminar, la lógica restrictiva del «demos» legítimo que se pone en juego en este tipo de argumento. Al apelar a la igualdad de manera abstracta, se desconoce el daño específico sobre partes de la sociedad que históricamente han sido marginadas (Rancière, 2010). Los derechos de esas partes serán declarados solo de manera nominal, y cualquier erogación generada por el reconocimiento efectivo de una atribución a la diferencia social rechazada -comunidad LGBTQ+, feminismos, sectores populares, etcétera- se vuelve un privilegio.

5.2. La política de las ideas

Entre los activistas libertarios, la corrupción integral de la política los ubica en una posición paradojal: la participación necesaria para transformar la situación actual coexiste con aquellas dinámicas de la práctica político-partidaria denunciadas por ilegales, inmorales o fraudulentas. Como veíamos, ello puede derivar en defecciones constantes. Es decir, ante la sospecha de que elementos de la «vieja política» quieran aprovecharse de espacios de militancia para intereses espurios y personales, estos sujetos prefieren renunciar a las iniciativas en proceso: «Yo, básicamente, estoy por las ideas de la libertad. Si veo que hay desencuentro, o van por ambiciones propias y demás, yo me hubiese ido hace rato» (ZQ, exmilitante de la Ucedé, 13.10.2021, Córdoba, Argentina).

En el mismo sentido, su intervención política es vista como circunstancial, subordinada a la disputa por las «ideas», que no son propiedad de ningún referente público. Al subrayar exclusivamente las ideas, las organizaciones representativas son acotadas al terreno de lo accesorio, lo temporario o, directamente, a su renegación ( Vivas y Reynares, 2021). La pretensión de pureza de la actividad política conlleva reducirla a su dimensión ideal. Se subraya así que el activismo es más importante en el terreno de la batalla cultural por las ideas (Stefanoni, 2021):

Por más que yo esté en un partido político, lo hago para meterme en el barro y seguir ayudando y salir a la calle y decirle a la gente «che, mirá», y contarles. Porque sé que en Argentina hay un desentendimiento total de la política. (ZQ, exmilitante de la Ucedé, 13.10.2021, Córdoba, Argentina)

El predominio de la idea y el rechazo a la organización política, por su intrínseco rasgo corrupto e interesado, obstaculiza el éxito del activismo. Ello, antes que ser un inconveniente, se erige en un valor:

Es muy heterogéneo el mundo liberal; nos cuesta muchísimo encolumnarnos. Yo no idolatro personas, no me puedo poner: «El jefe, bueno, me encolumno, y nos ponemos todos atrás». No. Porque yo no sigo personas: sigo ideas. Creo en cosas, pero no en personas. (LO, exmilitante de la Ucedé, 10.11.2021, Río Cuarto, Córdoba, Argentina)

Como deja ver este fragmento, subyace a ese rechazo de la organización una imagen de plenitud individual que resiste subordinarse a un esquema colectivo donde deba confiarse en ciertas referencias. La dificultad para «encolumnarse», para marchar detrás de una persona en función del reconocimiento de su autoridad, es percibida por este adherente libertario como una cuestión de creencia y, por ende, de confianza. Como ya hemos visto, la crítica profunda a la política democrática deviene de la necesaria mediación de representantes o autoridades colectivas. Allí, la figura del jefe es inmediatamente reducida al sometimiento, a definirse como miembro de una masa donde se pierde la especificidad del individuo. Frente a eso, la omnipotencia de ese yo se resguarda mediante la exclusiva fe en entidades incondicionadas por las organizaciones o las relaciones sociales, tales como las ideas o, incluso en términos más generales, las cosas. Como veremos ahora, creer «en cosas» deja paso a la posibilidad de una política sin «personas», aquella reglada por la tecnología.

5.3. Democracia 3.0

Cierta emergencia regular entre adherentes libertarios es la confianza en medios tecnológicos, donde son irrelevantes las personas, más allá de su intervención en la mera puesta en funcionamiento de dichos dispositivos; particularmente, la tecnología de blockchain. El uso de estas redes de nodos descentralizadas no se limita solo al aspecto financiero o monetario, aunque estos atraigan su mayor atención, sino que puede aplicarse a múltiples procesos de definición y distribución colectiva de recursos. Precisamente, la blockchain posibilitaría, en el futuro cercano, un mecanismo de administración de recursos sin depender de personas, sino de estructuras matemáticas sostenidas en tecnologías electrónicas.13 De este modo, se evita la dependencia hacia otros seres humanos, seres imperfectos, volubles y corrompibles. Este tipo de referencias tecnológicas para resolver problemáticas comunes ya han adquirido cierta visibilidad en proyectos como el Partido de la Red, cuyo principal impulsor, Santiago Siri, planteaba:

El componente más importante que tiene el Partido de la Red es el software que estamos desarrollando, su ideología, su lógica, su propuesta central encarnada en el código de ese software, que es un código abierto, software libre, y el que apunta a que podamos construirlo como una herramienta para la sociedad. Lo más importante que tiene es que, al ser abierto y libre, puede ser utilizado y adaptado por cualquier otro partido político.14

La confianza en el software, es decir, en la tecnología, replica una imagen de plenitud del individuo que lo utiliza y que reaccionaría de manera homogénea ante un conjunto de incentivos desplegado por esa tecnología. Ello no supone dejar de lado toda confianza, sino reemplazar el objeto de esa confianza: de las personas a las tecnologías. Así, un entrevistado planteaba:

Me dediqué a desarrollar la tecnología porque considero que tiene mayor poder de disrupción (…). Prefiero yo confiar en un sistema monetario como bitcoin, que lo entiendo y me es previsible, y no confiar en un sistema monetario dirigido por un político, que cambia, encima, y que, no sé, mañana dice una cosa, pasado dice otra (…). Para mí, ya no puede hacer nada la política. Para mí, ya perdió. Es cuestión de tiempo, nada más. (LO, exmilitante de la Ucedé, 10.11.2021, Río Cuarto, Córdoba, Argentina)

Aquí, la confianza es posible en tanto no hay otra persona en quien depositarla, sino un mecanismo tecnológico invariable y, sobre todo, entendible para el sujeto. En la propuesta de un sistema de definición y distribución colectivo estructurado alrededor de una tecnología descentralizada se pone en juego la omnipotencia del sujeto, quien supone a la blockchain por fuera de cualquier influencia perniciosa de los «políticos», cuyo accionar es indiscernible.

6. Conclusiones

En este trabajo indagamos sobre las significaciones de la política y la democracia en el mensaje libertario, en base a un corpus de entrevistas a activistas y adherentes de algunas ciudades cordobesas, junto con algunas expresiones públicas de uno de sus principales referentes a nivel nacional, Javier Milei. Lo hicimos desde el enfoque de lógicas, en la articulación de la teoría política del discurso y algunos aportes del psicoanálisis lacaniano. En un primer nivel analítico, delimitamos un conjunto de significantes nodales que ordenan la dispersión argumentativa en el total de la enunciación respecto del sentido imputado a la política y la democracia. En un segundo nivel, nos detuvimos en el tipo de relaciones que estos significantes entablan entre sí, donde se configura una dinámica de inclusión/exclusión en función de la articulación y antagonización concomitante del proceso de identificación. En un tercer nivel, prestamos atención a aquellas imágenes que hacen consistir las adscripciones de la nueva derecha, indagando los resortes pulsionales que mantienen unida esa producción de sentido de modo predominantemente imaginario (Reynares, 2021).

Recuperando las líneas analíticas abiertas en esta exploración, ha sido posible notar que si bien son escasas las referencias explícitas a la «democracia» en las entrevistas y expresiones de sus referentes nacionales, esta se relaciona en un juego de lenguaje con la «política» como un modo de organización y de distribución de recursos públicos. En un primer momento, la mención de Milei al teorema de Arrow sirve para debilitar el estatuto indiscutido de la democracia como mecanismo institucional de agregación de preferencias individuales; en segunda instancia, se erosiona la representación de los legisladores en general, a partir de una crítica al sistema de su elección, como si fuera parte de una «trampa» integral del régimen de gobierno. Sin embargo, quienes adhieren a la propuesta libertaria, a partir de esta significación de la política democrática, se enfrentan a una paradoja: pretenden transformar una realidad a la que critican, con herramientas políticas a priori denigradas, como la organización y la selección de candidatos para la competencia electoral.

A partir de la exploración del corpus recolectado mediante el rastreo de expresiones públicas de referentes políticos y entrevistas a activistas libertarios de Córdoba, encontramos tres figuras de la política donde se pone en juego esa aparente paradoja, subvirtiendo sus condiciones de posibilidad. En primer lugar, se postula una práctica política que repele el uso de dinero y recursos económicos, donde solo se reconoce nominalmente a los derechos, renegando de la erogación necesaria para sostenerlos. En segundo lugar, la militancia se reduce no tanto a la competencia electoral, sino que hace foco en la disputa de ideas, subrayando la relevancia de la «batalla cultural», sin dependencia de liderazgos puntuales o condicionamientos organizacionales. Por último, la propuesta de un régimen tecnológico para regular la distribución de recursos mediante una red descentralizada de nodos permitiría evitar la mediación de las personas, dada la desconfianza general que permea la identificación política libertaria.

Frente a esta serie de imágenes de plenitud de una política transparente -en el terreno de las ideas, sin la opacidad del intercambio de dinero ni de la dependencia de otras personas-, el escenario actual, en la experiencia cotidiana de esos activistas y adherentes, exhibe fallas sistemáticas. Frente a esta imposibilidad, las personas entrevistadas introducen objetos parciales en los que se concentran los obstáculos, los impedimentos o las distorsiones de esos horizontes de expectativas. Esa serie abierta comprende, aunque no se circunscribe, al feminismo, al peronismo o, más en general, a la casta política. Los diversos elementos excluidos del discurso libertario tienen un común denominador en la presunción, propia del registro fantasmático, de que ellos son responsables del alto gasto público en el Estado, estafando así a los individuos y haciéndolos caer en una trampa. Opera así la figura del robo de goce como catalizador afectivo en la identificación libertaria: aquello que falta al individuo ha sido tomado injustamente por otro que no lo merece. Como deja ver la propuesta de una democracia gobernada por la tecnología descentralizada, en última instancia, la política se inscribe en el mensaje libertario en base a la renegación del lazo social presupuesto en la confianza y el vínculo representativo.

De este modo, se excluye a la actividad política del repertorio de prácticas válidas; así también, quienes la llevan adelante son rechazados, y cualquier racionalidad de su accionar, denegada. En última instancia, los miembros de la «casta política» hacen política por el dividendo económico que produce en términos personales, generando un aumento desmedido del gasto público. La representación, en sí misma, constituye una erosión injustificada. La crítica a la democracia por la imposibilidad de una agregación perfecta de demandas en la constitución de una voluntad colectiva, que notamos en las definiciones de Milei, se conecta así con una crítica directa a la propia representación, en nombre del excesivo gasto público generado por ella.

En suma, la paradójica combinación entre la aceptación de la democracia y el rechazo de la otredad social se sostiene, así, en base a la banalización y el trastocamiento de la primera, y la permanente crítica de la situación actual por culpa de la segunda. La dinámica ideológica que aquí analizamos deja abierto, en suma, la interrogante por el futuro de aquellos consensos que hicieron consistir, aun precariamente, la política democrática en Argentina.

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Nota: Los autores han realizado igual contribución al artículo y son los únicos responsables de su contenido

1 En Argentina, el sistema político se recompuso paulatinamente luego de la crisis general de 2001. Entre 2003 y 2015, gobernaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, por el Frente para la Victoria, liderado por el Partido Justicialista, en lo que fue uno de los casos de la «marea rosa», la tendencia regional de victorias de centro-izquierda en los primeros años del siglo xxi. En 2015 ganó Cambiemos, una alianza de centro-derecha liderada por Mauricio Macri, del pro. En los años posteriores, el sistema político se ordenó precariamente en dos grandes coaliciones, de centro-izquierda y centro-derecha, frente a las que el movimiento liberal-libertario se posiciona como crítico.

2Es importante destacar que el uso del término fascismo es controvertido en la literatura especializada, ya que implica una posible confusión con los casos históricos de fascismo en Europa durante mediados del siglo xx. Para una mirada general de este debate, véase Forti (2021). Como se desprende del análisis presentado en este artículo, consideramos que las nuevas derechas constituyen un fenómeno estructuralmente distinto de los fascismos históricos.

3Resulta importante explicitar que si bien nuestro trabajo se enfoca en el análisis de fragmentos enunciativos de Milei y adherentes libertarios, consideramos que las nuevas derechas son un fenómeno amplio que incluyen el pro, o al menos a algunas de sus líneas internas más radicalizadas, como también expresiones de emergencia posterior, como la liderada por Milei bajo diversos nombres (uno de los más importantes. La Libertad Avanza). La amplitud de nuestra definición de las nuevas derechas se explica a partir del problema de investigación encarado: en la interpelación política de todas estas distintas fuerzas se pone en juego la combinación contradictoria entre una adscripción formal a la democracia y una impugnación global a la política que ella supone.

4El video puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=Gn9NCH2nDCg. Argumentos muy similares pueden encontrarse en https://www.youtube.com/watch?v=7MmJ_92uWG4&t=314s.

5Fragmento del video disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Gn9NCH2nDCg.

7Video disponible en ‹https://www.youtube.com/watch?v=Gn9NCH2nDCg›.

8La alusión implícita opera sobre una serie de imágenes ya instaladas en el espacio público por la enunciación de Milei y que se dirigen a una audiencia específica La interpelación que rastreamos aquí es similar a la dinámica de la política del «silbato de perro» (dog whistle politics; Bonikowsky y Zhang, 2020).

9De aquí en más identificaremos a las personas entrevistadas con iniciales establecidas de manera aleatoria.

10En este punto, sería factible arriesgar que en el rechazo a la mediación puede observarse el rechazo a cualquier instancia que ponga en evidencia la falla constitutiva del sujeto. Esta renegación de la falta en la propia imagen de consistencia plena del sujeto es uno de los rasgos contemporáneos de la estructuración del lazo social, tal como se ha subrayado desde enfoques teóricos variados (Lipovetsky, 2011; Bauman, 1999; Zizek, 2007; Foa Torres y Reynares, 2020).

11Entrevista de Milei en el canal Todo Noticias, disponible en ‹https://www.youtube.com/watch?v=7MmJ_92uWG4&t=314s›.

12En la primera parte de su campaña presidencial, Macri sostenía: «Conmigo se acaban los curros en derechos humanos» (‹https://www.cronista.com/economia-politica/Macri-Conmigo-se-terminan-los-curros-de-los-derechos-humanos-20141208-0066.html›).

13En este punto, una referencia fundamental es la corriente neorreaccionaria, que critica centralmente la democracia y postula una vía tecnológica de superación de los impasses de la democracia: «Thiel (Dominic, fundador de PayPal) sostiene que los libertarios han estado equivocados al pensar que la libertad puede alcanzarse a través de la política (o sea, de la democracia) y que la única manera de realizar el proyecto libertario es a través de un capitalismo que aventaje a la política por la vía de la exploración del ciberespacio, el espacio exterior y los océanos. La democracia es lo que impide la realización de la libertad» (Hui, 2021, p. 23).

Nota: Este artículo fue aprobado por la editora de la revista Dra. Verónica Pérez

Recibido: 30 de Marzo de 2022; Aprobado: 20 de Octubre de 2022

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