En este dossier nos propusimos abordar la dimensión ética del trabajo antropológico a partir del cuestionamiento sobre los objetivos, usos posibles y derivas del conocimiento producido por la antropología. La propuesta surge del ejercicio reflexivo que desde ya hace algunos años venimos llevando adelante, tanto en nuestra práctica profesional, en los distintos ámbitos de investigación, como en las diversas formas que nos hemos ido dando para curricularizar estas temáticas en la enseñanza del oficio. Es a partir de estas prácticas, que percibimos que la pregunta por la dimensión ética de nuestro trabajo atraviesa, a veces de forma fantasmal, la reflexión sobre los límites, proyectos e identidades de la disciplina. El extenso abanico de perspectivas epistemológicas, teóricas y técnico-metodológicas que la comprensión de la diversidad implica, abre campos de interlocución dispares, en los cuales la dimensión ética tiene un lugar central.
La reflexión en torno a qué procesos pueden acompañarse, desencadenar, limitar u obstaculizar nuestro trabajo se establecen en el diálogo con nuestros interlocutores en campo, en lo que decimos en público -en general apremiados por los tiempos de los encuentros académicos o los medios de comunicación- o en los textos producidos, que fijan la palabra y legitiman un «dicho» sobre muchos otros. Entre acusaciones y reproches, las preguntas centrales parecen desdibujarse ¿quiénes, cómo, por qué hacemos antropología?, ¿con quiénes y para qué?
Las cuestiones éticas son entonces reformuladas y subordinadas al abordaje metodológico, donde aparecen relegadas a cuestiones secundarias y formales, bajo diferentes procedimientos. Por momentos aparecen protocolizadas en consentimientos informados, y procesos de anonimización de datos; donde las especificidades del trabajo antropológico, que se caracteriza por la construcción dialógica con las personas «investigadas», y dialéctica con las herramientas teóricas y metodológicas que proporciona un enfoque epistemológico comprensivo, son incorporadas con calzador.
Otras veces, son colocadas en el lugar de «requerimientos» de actores externos. Casilleros obligatorios en las partes finales de las solicitudes de financiamiento, donde, junto con las preguntas por equidad, cuidados ambientales o contrapartes sociales / productivas se vuelven moneda de canje para los rankings de financiamiento. Son así lavadas en su contenido. La vocación antropológica del encuentro con la alteridad y las diversidades de la expresión de lo humano implica múltiples desafíos, que no pueden ser atendidos únicamente a través de formularios.
Si el diálogo de la antropología y su propia historia; así como con otras disciplinas de enfoques más positivistas presenta desafíos, no menos compleja resulta esa conversación al interior de las diferentes orientaciones disciplinarias: investigaciones etnográficas, arqueológicas o de antropología biológica. ¿Cómo podemos cuestionar a partir del diálogo intradisciplinario, las perspectivas epistemológicas, procedimentales y académicas de cada sub-área, y en los diferentes espacios de actuación?
Este es un elemento que aparece fundamentalmente en instancias de enseñanza en que confluyen de forma didáctica orientaciones disciplinarias, que luego se encuentran completamente distanciadas en las prácticas de investigación. Los ámbitos de la política pública, el activismo, la propia tarea de enseñanza a partir de la diversificación del estudiantado, nos colocan en terrenos incómodos, que desordenan las estructuras y jerarquías sociales naturalizadas. En la actualidad, la construcción de alteridad y las demandas en relación con la producción de conocimiento ya no permiten sostener el binomio nosotros / los otros en que se basa gran parte de la tradición antropológica. Ello nos exige asumir nuestro rol dentro de un universo plural, atravesado por las tensiones políticas existentes entre los diferentes procesos de subjetivación en juego.
En este sentido, así como señalamos las dificultades que encontramos para el abordaje de estas cuestiones, también es necesario señalar la tradición de la antropología latinoamericana y más en general de las antropologías no centrales, reflexionando sobre el rol de la investigación desde las prácticas concretas desplegadas en el campo y la elaboración de conocimiento, así como sus efectos, los desafíos y alcances de la colaboración y la experimentación más en general en sus vínculos político-epistemológicos. Esto se manifiesta en diversos contextos de producción nacional, en universidades y centros de investigación, pero con un aporte central de las asociaciones de profesionales, y en diálogos regionales con vocación latinoamericanista. La realidad chocante y radicalmente contemporánea de las desigualdades económicas. Una sumatoria de elementos, como las diversas violencias, estructurales, materiales y simbólicas internalizadas en la experiencia cotidiana; también resistidas y contestadas a través de la organización colectiva; la sofisticación de las etiquetas raciales, étnico-culturales, de género, entre otras -que representan la herencia y vigencia del colonialismo, sostenida en categorías de clasificación de poblaciones jurídicas, administrativas y también sociales- hicieron ineludible la pregunta sobre el papel social y ciudadano de la investigación antropológica para nuestros contextos.
En busca de recuperar esa tradición de pensamiento, en este dossier incorporamos dos artículos, que ya se encontraban disponibles en inglés y portugués, pero que hasta el momento no habían sido traducidos al español. Estos artículos proponen una reflexión ética en contextos de investigación en que la distancia de los contextos culturales es indisociable de las desigualdades económicas y capacidades de accionar lugares legítimos de enunciación,1 al tiempo que retoman discusiones clásicas y centrales del pensamiento antropológico: las formas de representación y las relaciones de poder.
El artículo de Alcida Rita Ramos, publicado originalmente como artículo científico en Cultural Anthropology en 1987, y posteriormente en portugués como capítulo de libro, nos trae un recorrido sobre los desafíos de representar a un otro en el que el exotismo parece ser la única marca posible para describirlo. Retomando su propio trabajo y el de otros tres antropólogos del norte, nos propone pensar sobre las diversas violencias simbólicas que implica la construcción de imágenes, bien (y no tan bien intencionadas) y las dificultades y ambivalencias de trabajar la autoría en el texto etnográfico. Elegimos traducir y publicar «Reflexionando sobre los Yanomami: Imágenes etnográficas y la búsqueda de lo exótico», dado que la impactante vigencia de sus reflexiones, a más de treinta años de su publicación nos enfrenta con la imperiosa necesidad de profundizar nuestro compromiso con este tipo de reflexiones, repensando críticamente las consecuencias del trabajo antropológico, las relaciones de poder implicadas en él.
El trabajo de Ellen Lammers, «Refugiados, solicitantes de asilo y antropólogos: sobre el tabú de dar», continúa en la línea de abordar de forma crítica el trabajo etnográfico, las relaciones de poder y las formas en que manejamos las desigualdades materiales y simbólicas que en muchos casos caracterizan las relaciones de campo entre los investigadores y sus interlocutores. A partir de una caracterización de su trabajo de campo en Uganda, construye situaciones y argumentos para revisar teóricamente las concepciones sobre poder, representación, moralidades e igualitarismo naturalizadas en la tradición antropológica hegemónica. Posteriormente elaborado en formato de artículo científico publicado en 2007 en Refugee Survey Quarterly, el texto para este dossier fue elegido precisamente por provenir del ámbito de la antropología aplicada. Fue traducido del inglés desde el repositorio de documentos de ACNUR, destinado al trabajo con refugiados y muestra cómo el trabajo riguroso y sutil que implica la reflexión antropológica, no pertenece únicamente al repertorio académico.
Dando continuidad al dossier siguen los artículos inéditos, que atraviesan diversos campos y orientaciones y proyectan al diálogo con los aportes antropológicos y etnográficos desde otras disciplinas.
En el trabajo «Dignidad, potestad, conservación: dilemas éticos en la práctica bioarqueológica en Uruguay» Gonzalo Figueiro revisa el estado actual del cumplimiento de los principios básicos del tratamiento ético de restos de interés bioarqueológico, evidenciando el conflicto de los principios a los cual se debe dar cumplimiento. A través de ejemplos de estudios realizados en nuestro país se desarrollan los dilemas de la restitución, exhibición, conservación, reentierro y, en definitiva, la potestad sobre el destino de los restos humanos. Ante la inexistencia de un código de ética para Uruguay, propone escenarios para continuar dialogando de cara a la necesidad de resolver dilemas futuros.
El artículo de Lucía Ríos, «Los muertos que hablan. Indagaciones etnográficas y reflexiones éticas en torno a muertes y cadáveres en Córdoba, Argentina», nos propone reflexionar sobre las posiciones éticas de los investigadores al momento de llevar a cabo nuestro trabajo de campo. A través de entrevistas a «murgueros», presenciando autopsias o sumergiéndose en la lectura de documentos de gestión de cuerpos, pero no de cualquier cuerpo, sino de aquellos relacionados con la «subversión», la autora cuestiona e indaga sobre el cuerpo escrito y la violencia ejercida sobre esos cuerpos. Y es a partir de ahí que surgen consideraciones para el debate de la ética a la hora de investigar y relatar la muerte.
Verónica Camors nos propone revisar las dimensiones éticas del trabajo a partir de una experiencia de investigación etnográfica en el marco de una política pública, vinculada al sector rural y con perspectiva de género. La autora nos propone una reflexión en torno al trabajo etnográfico sobre y en el Estado y en el marco de su propia inserción profesional en él. En el texto se elaboran las estrategias metodológicas y las decisiones que el campo fue orientando, al trabajar con los beneficiarios del programa analizado y con los funcionarios de este, quienes eran también sus colegas, para dar relevancia a las dimensiones políticas que atraviesan el quehacer antropológico.
En el artículo colectivo de Diego Alsina, Bruno Mora y Martina Pastorino se propone una reflexión sobre los lugares de construcción de un objeto de estudio que propone a las prácticas deportivas, a través de sus prácticas corporales como un objeto de investigación etnográfica. A través del texto, podemos ver el posicionamiento de los y la investigadores/a en campo, en relación con sus propias trayectorias deportivas, al investigar desde el propio cuerpo, en tres campos diversos. La implicación de estos en sus campos de estudio desata la reflexividad con relación a las dimensiones teórica, metodológica y ética.
A partir del trabajo con acordeonistas y bandoneonistas, Fabián Arocena nos propone una reflexión sobre las formas en que sus interlocutores construyen su lugar en campo, en la proyección de aquello que pueden ser sus intereses en tanto investigador. A partir de estos diálogos que enmarcan el proceso etnográfico, proyecta instancias de devolución. Propone construir estas instancias de «retorno» a partir del diálogo con los intereses de las personas con las que trabajo, procurando un espacio de encuentro y aprendizajes múltiples, en el que el conocimiento antropológico se tornara uno más de los saberes puestos en juego.
El artículo de Olga Picún y Sofía Ache, «Ética en la investigación humana y social, una práctica situada», que propone una reflexión de tono más general. En un primer momento identifican e historizan los aspectos éticos que deben considerarse en una investigación, vinculados a cuestiones del propio oficio de los y las investigadoras, así como al trabajo con las personas que participan de diferentes formas en la investigación. Luego abordan la dimensión metodológica, y las decisiones que en ella se van realizando desde una perspectiva de la ética, pasando por la construcción del objeto de estudio, el trabajo de campo y el análisis.
Por último, el dossier incorpora con una reseña de Andrea Quadrelli sobre O espírito da floresta: A luta pelo nosso futuro, de Albert y Kopenawa, publicado en 2003. Con esta reseña retomamos el espíritu inicial del dossier, en dos de las líneas que nos propusimos llevar adelante. Por un lado, trabajar a partir de experiencias concretas de investigación, en las que el oficio antropológico y el desafío del hacer dieran la tónica de las reflexiones presentadas. Por otro, trazar líneas de diálogo temporales y espaciales, que nos permitan retomar y actualizar preocupaciones que vienen marcando con urgencia la reflexión antropológica hace ya varias generaciones.