Introducción: animales en red
La exportación y el consumo interno de ganado en forma de carnes, lanas y cuero es una industria pujante de larga data en la historia nacional, constituyendo durante el siglo xx la mitad de las ventas externas argentinas: «… lo cual sin duda contribuye a explicar y fundamentar el papel descollante que obtuvieron en la política, la economía y la sociedad los grandes terratenientes ganaderos, en condiciones ·en que el resto de las exportaciones estuvo compuesto esencialmente por productos agrícolas» (Azcuy Ameghino, 2005).
A lo largo de las décadas la contribución de ganado vacuno a distintas cadenas de producción y consumo fue variando. Su preponderancia como animales trabajadores o protagonistas de la economía nacional puede observarse en los espacios que ocupan en la prensa gráfica de asociaciones técnicas del sector agropecuario, lo cual abre una serie de preguntas sobre la historia de imaginarios de vacunos en imágenes de la prensa gráfica.
La propuesta de este dossier -pensar a los animales como clase trabajadora- se convierte en una invitación sugerente: a lo largo de las propagandas e imágenes ilustrativas, las vacas se presentan tanto como animales trabajadores (animales que van a las ferias y exposiciones agrarias y «trabajan») como también animales que son trabajados, intervenidos, medidos y modificados. La capacidad de producir y reproducirse de las vacas es aprovechada por las cadenas agroproductivas para extraer material genético, crías, carne, vísceras, leche, cuero. Entendemos en este marco al trabajo animal como tal, dado que los modos de acción de los cuerpos animales son apropiados y capitalizados por un sistema que extrae ganancia de ellos.
En este trabajo proponemos contribuir a pensar las diversas formas de ser/hacer vacas que se ponen en juego en las representaciones gráficas de estos animales por parte de actores estrechamente vinculados a ellos: sus productores, cuidadores, patrones, consumidores, investigadores, y un largo etcétera. Nos proponemos producir una descripción densa -o mejor- una descripción reticulada de las diversas formas en las que las vacas existen al interior de redes de relaciones múltiples, complejas y variables en el tiempo.
Escogemos esta forma de trabajo inspiradas en los planteos de diversos autores que han pensado en la descripción de fenómenos sociales y en particular de animales como la descripción de las controversias, los vínculos y las redes de diversa índole de las cuales forman parte. En el corazón de este planteo encontramos la idea de los fenómenos sociales como conjuntos de asociaciones complejas entre humanos y no-humanos (animales, plantas, objetos, climas, circuitos, etc.). Esta premisa de investigación lleva a pensar a las existencias, agencias y descripciones de estos fenómenos o de cualquiera de los nodos de estas redes como descripciones de las redes de las que forman parte (Latour, 2008; 2013).
A partir de estas premisas metodológicas se han producido descripciones de formas de ser/hacer animales que los entienden como entidades múltiples, «más que una y menos que muchas», en palabras de John Law y Annemarie Mol (2008) para hablar de las ovejas de las tierras altas británicas. En su planteo, el concepto de seres «múltiples» pretende condensar la idea de existencias no completamente coherentes o idénticas entre sí, que se entrelazan a medida que los animales participan de distintas redes de relaciones; redes que, a su vez, los construyen y transforman de manera diversa. Para tomar el ejemplo de las ovejas de Cumbria, ellas no son exactamente las mismas ni hacen lo mismo con otros cuando son pensadas como cuerpos transmisores de epidemias, rebaños portadores de linajes particulares, cabezas de ganado individuales por las que se obtiene un precio, carne con un sabor particular u objetos de diagnóstico clínico, entre otras. Los rebaños de ovejas están tan involucrados en redes de parentesco con generaciones de criadores como con el paisaje de las tierras altas, su conservación y uso recreativo, o con los bovinos que aquí nos ocupan.
De manera similar, Marisol de la Cadena y Santiago Martínez Medina (2020) abordan a las vacas colombianas como seres situados en una compleja encrucijada de relaciones. Además de describir su existencia a partir de esas redes vinculantes, los autores resaltan un aspecto particular del ser-vaca: la existencia de miembros «voceros» y «ejemplares» de su especie. Volveremos sobre algunos de estos «voceros» como «vacas-toro en primera persona».
Estas consideraciones nos permitirán abordar nuestro conjunto documental de imágenes con una idea clara en mente: producir una descripción multivocal de las vacas. Para esto, antes de indagar en las imágenes-imaginarios que hemos recogido, procederemos a hacer una breve reseña de algunas otras redes gráficas en las que la vaca ha sido representada y que nos permitirán pensarla como entidad condensadora de imaginarios sobre el país y su campo, con todos los actores que ello involucra.
El conjunto documental que abordaremos consiste en una selección de imágenes que representan vacunos, perteneciente en su totalidad a la revista crea de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (aacrea). La aacrea es una de las asociaciones técnicas del sector agrotécnico con una trayectoria de vanguardia en la historia reciente de Argentina. Es necesario aclarar que carácter de esta exploración antropológica no tiene como meta la búsqueda de grados de representatividad sobre la totalidad de una muestra, en ese sentido no nos interesa expresar ni verificar que la producción y consumo de imágenes vacunas expresan en términos cuantitativos un número elevado; más bien pretendemos rastrear a los vacunos a lo largo de páginas y años, buscando hitos y marcas en las imágenes que nos permitan indagar en qué agencias, actores, instituciones, paisajes y prácticas se hacen visibles y se presentan asociados. Nos interesa, en ese sentido, analizar y reexaminar las vacas como no-humanos actuados y actuantes en imágenes que podemos pensar como collages de asociaciones heterogéneas. Entidades financieras, innovaciones biotecnológicas, elementos de paisajes, recuerdos nostálgicos, valores familiares, todo ello converge a lo largo del tiempo en diversas formas de existir de las vacas que trabajan en el suelo argentino.
El concepto de «imaginarios» presente en este artículo proviene de una serie de trabajos geográficos, antropológicos e históricos (Massey 1999; Comaroff y Comaroff, 1996) preocupados por comprender la compleja relación entre, por un lado, los modos en que son concebidas determinadas entidades (en este caso, vacunos) por diversos actores (en este caso, quienes publican en las revistas crea) y los modos en que esas concepciones afectan a las relaciones posibles con ellas, pasadas, presentes y futuras. Los efectos de estas vinculaciones son variados y afectan a una gran cantidad de fenómenos, también representados en esas relaciones: «el campo», «la industria agrícola», las enfermedades zoonóticas, la carne, la leche, las relaciones de parentesco entre animales, etc.
A partir del análisis de la trayectoria de las vacas en el mundo específico de las imágenes, propondremos que estas conexiones físicas no están desvinculadas de un modo de relación que fue propuesto en forma gráfica antes de existir en los cuerpos de los animales, al menos hasta el punto actual: la vaca como parte de un sistema de engranajes, de un dispositivo fabril, operó tempranamente como metáfora de su lugar en la construcción de un sistema productivo moderno, para luego devenir una forma corporal. Nos interesa indagar sobre las formas en que en la prensa del sector agroproductivo han sido imaginadas las vacas a comienzos del período de tecnificación más reciente, durante la revolución verde.
Esta exploración antropológica espera contribuir a una descripción multivocal de vacunos que habitan las praderas argentinas a lo largo de los últimos años. Este escrito es el resultado de una lectura y análisis incipiente de la creación de un conjunto documental, en la cual convergen las inquietudes de investigación de cada una de las dos autoras.
La vaca y la argentinidad: economía e imaginarios geográficos
El estudio de la relación entre vacunos y humanos forma parte de la biblioteca clásica a la que cualquier estudiante de grado de Antropología debe acceder. Ya sea en las vacas y su relación con los nuer (Evans-Pritchard, 1940) o el amor que sienten los hindúes por sus vacas sagradas (Harris, 1980), estos seres han estado circulando por diversas redes y han sido transformados en híbridos a partir de prácticas de domesticación, asimilación familiar o ritualización.
A la hora de reflexionar sobre las relaciones que construyen y reconstruyen las vacas con los humanos en Argentina, tal vez la vaca-carne sea la primera que se nos viene a la mente: desde las costumbres gastronómicas tradicionales que la involucran (choripanes, asados, locros y empanadas de carne picada) hasta su participación en circuitos económicos de exportación internacional como producto «de primer nivel» para los países europeos (Azcuy Ameghino, 2003). La vaca-carne se expresa en imágenes de alimentos procesados, cortados, desencajados, partidos.
Sin embargo, la vaca se encuentra involucrada en un conjunto de redes que exceden a su ser-recurso: si entendemos a la vaca como actor-red, como seres que hacen y que son hechos al mismo tiempo en el proceso de vincularse con otros, entonces podemos pensar en su participación en redes más amplias, que no se agotan en su ser-recurso (Latour, 2013; Law y Mol, 2008).
A modo de reseña histórica simplificada, entonces, podemos preguntarnos qué cosas han hecho las vacas con los humanos y el territorio. La vaca viajó con los europeos, como especie de Castilla, y colonizó con ellos el actual territorio pampeano y americano en general. Fue estructurante de las relaciones territoriales, tal como eran definidas en la Buenos Aires colonial: en la organización concéntrica de los espacios coloniales, centrada en las ciudades, las vacas se ubicaban más allá de solares y chacras, en los amplios espacios de las estancias. O al menos, así debería haber sido: desde momentos muy temprano, vacas y caballos exceden las restricciones impuestas a las especies domesticadas, para ocupar el espacio salvaje de las pampas como animales cimarrones.
En 1610 la existencia de estos animales lleva a la elaboración de registros de accioneros que reclaman el derecho a vaquear: el derecho a la explotación económica del ganado fue adquirido por quienes ya formaban parte de la elite propietaria de los campos. El cuero de estos animales cazados, no criados, fue usado como moneda de intercambio en el mercado internacional antes de la creación del estado nacional (Azcuy Ameghino, 2002; Biangardi y Camarda, 2017).
La progresiva colonización de las pampas a partir de las leyes de enfiteusis, la posterior introducción de ovejas y el crecimiento de la producción lanar, unidos a la consolidación de la propiedad de la tierra y del ganado, llevó al desplazamiento de gran parte de la producción bovina a la periferia de las tierras productivas en la segunda mitad del siglo xix. Esta situación se revierte rápidamente luego de 1880, con la llegada de los frigoríficos y el aumento de la demanda de carne desde Europa. Es en este momento donde la cría de vacas para producción de carne comienza a acompañarse de una agricultura forrajera a mayor escala, sembrando sobre todo alfalfa. Desde este momento, vacas, frigoríficos y agricultura quedan estrechamente relacionados, pero serán ellas quienes operen como condensadoras de los sentidos del campo argentino. Ensayos escolares, planificaciones económicas, fábricas de zapatos y sistemas de riego son afectados por una forma se ser-vaca producto, pero también productora: a lo largo de los siglos, el ganado vacuno forma parte de una de las principales fuerzas trabajadoras en el territorio.
La producción de carne y la cría de vacas no sufrieron otras transformaciones de gran escala hasta mediados del siglo xx. El crecimiento es cuantitativo, con un pico importante de producción previo a la década del treinta, mediante la presencia oligopóliga de los frigoríficos británicos. La disminución del comercio cárnico con los ingleses rumbo a los años sesenta y setenta se relaciona, entre muchos otros factores, con el crecimiento y la reestructuración del consumo interno, que acapara un 80 % de la producción (Azcuy Ameghino, 2005), forzando la retirada de capitales extranjeros. Es sobre todo a partir de la década del sesenta, con la introducción de políticas económicas desarrollistas y coincidiendo con el inicio de la revolución verde, que los cuerpos vacunos, sus territorios y redes de circulación iniciarán un proceso de transformación aún en curso.
Las tiras de las imágenes 1, 2, 3 ,4 y 5 son un ejemplo claro de las dimensiones interconectadas a partir de las que se construyen ideas y formas de ser-hacer vaca. La cuestión de matar al animal, cuyas cualidades son al mismo tiempo enaltecidas (mansedumbre, convivencia con los humanos, capacidad de dar diferentes alimentos y recursos); la vaca como entidad económica capaz de desestabilizar circuitos internacionales; la vaca como una criatura afectada por «flagelos contemporáneos», representados por «la droga» o «el colesterol» y su contraparte, el «naturismo apátrida»; el consumo de carne como una «tradición» a ser mantenida. La vaca aparece, al igual que queremos mostrarla en el análisis subsiguiente, como un animal múltiple y multivocal, que hace y es hecho, habla y es hablado.
La novedad en todo caso tiene que ver con la conformación del cuerpo de las vacas en función de una serie muy específica de relaciones de hibridación entre estos cuerpos y los seres de laboratorio (vacunas y otros) y la conversión de los cuerpos bovinos en cuerpos cyborg: cuerpos hechos y manipulados para devenir parte de maquinarias de producción industrial.
¿Se puede hablar entonces de la vaca como una clase trabajadora explotada? En los próximos apartados invitamos a pensar cómo la relación de explotación no solo habilita otras redes, sino que también se construye y se transforma a partir de estas otras formas de ser-hacer vaca. Al igual que en Law y Mol (2008), es claro que las vacas son seres económicos, seres involucrados en relaciones económicas de explotación. Sin embargo, esas relaciones no solo no son puras, sino que probablemente no fueran posibles o no existieran si múltiples redes, y por ende múltiples formas de ser, no se habilitaran y desplegaran.
A partir del recorrido histórico anterior, y retomando preguntas formuladas antes, queremos pensar en los diversos modos de relación que habilita la explotación de estos animales. Es decir, si cambian las formas de explotar, ¿cambian las maneras de ver a las vacas? ¿Cuáles son las historias que se cuentan sobre ellas y cuáles las historias que ellas mismas enuncian? ¿Se puede hablar de vaca en singular? ¿Cómo se configuran continuidades y discontinuidades entre esas formas diferenciales de ser/hacer vacas?
Asociaciones del sector agrotécnico e imaginarios gráficos de vacunos
La aacrea es un grupo empresarial surgido a finales de los años cincuenta en el seno de familias agropecuarias tradicionales del oeste bonaerense, en el marco de un paradigma de innovación y desarrollo tecnológico mundial conocida como Revolución Verde. Autoras como Carla Gras y Valeria Hernández (2016) sostienen que constituía la exportación del modelo de agricultura moderna de los Estados Unidos a los países en vías de desarrollo, involucrando el uso de un paquete tecnológico específico integrado por semillas híbridas y mejoradas, pesticidas y fertilizantes -desarrollados por la industria química- y la mecanización de labores, favoreció a la aceleración de los tiempos productivos y la homogeneización de la producción.
La expansión de este paradigma fue de la mano de la concentración y transnacionalización de la producción y comercialización de insumos agrícolas, constituyéndose en un vector clave en la conformación de circuitos globales de producción y consumo de alimentos. aacrea propuso asumirse como dirigencia en el proceso de desarrollo del modelo productivo argentino, insistiendo que era necesario un cambio en la mentalidad de los empresarios para lograr instalar cambios a mediano y largo plazo en el sector, para lo cual era necesario contar con espacios de formación propios y articulados con otras instituciones técnicas.
Una de las iniciativas resultantes fue un conjunto de revistas de tirada bimensual producidas por aacrea desde fines de los años sesenta (llamadas revistas crea) de amplia circulación dentro del sector agropecuario. Estas revistas se encuentran disponibles en distintas Facultades de Agronomía de las universidades nacionales de Argentina, oficiando como material de consulta -y en muchos casos como bibliografía obligatoria- en instituciones de educación superior. Su amplia circulación contrasta con otras revistas especializadas y de divulgación agraria como La Chacra (dirigida a un público de pequeños y medianos productores) o Márgenes Agropecuarios (de contenido casi exclusivamente estadístico sobre agricultura).
En sus páginas aparece reiteradas veces no solo la importancia de formar, sino también de informar para que trascender fuera del límite del Movimiento y proyectarse a otros sectores. La revista crea, de tirada bimensual, fundada a fines de los años sesenta, servía no solo como herramienta de difusión de las actividades desarrolladas por los distintos grupos de trabajo para los socios de la asociación, sino que también era consumida por otros actores del agro e incluso era y es adquirida hasta hoy por instituciones de educación superior. Estos otros sectores aparecen claramente nombrados a lo largo de los pasajes: el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria como representante del sector público, las universidades, los laboratorios, las escuelas. Estos variados circuitos de consumo, sumado a la multiplicidad de empresas e instituciones sectoriales y extrasectoriales que ofician de sponsors y publicitan en ella, hacen que los vacunos que allí aparecen hayan tenido una amplia difusión.
Esta característica particular de la revista, su orientación a un público relativamente amplio, la convierte en un conjunto documental especialmente apto para estudiar los modos en que un colectivo de actores humanos líder en el proceso de representación del agro argentino explicita y construye vínculos con aquellos no humanos que históricamente son considerados símbolos y representantes del campo: las vacas.
Hemos escogido imágenes de 136 números de crea entre 1969 al 2021 a partir de las cuales hemos construido nuestro corpus documental. Casi la totalidad de las imágenes seleccionadas son propagandas de distintas empresas y sectores (a excepción de las imágenes 7, 9, 10 y 14, que forman parte de fotografías tomadas por la editorial de la revista). Hemos clasificado el conjunto reunido en dos períodos: el primero abarca los números 26 a 180, publicados en el período 1969 al 1993. El segundo, los números 426 a 449, publicados en el período 2016-2021. Estos conjuntos discontinuos nos permitirán identificar diferencias en los modos de ser-hacer vacas a lo largo de las transformaciones en el agro argentino de las últimas décadas, quedando pendiente para futuras investigaciones un análisis que incorpore los años intermedios de mayor consolidación del modelo de agronegocios (Gras y Hernández, 2016). A continuación describiremos las formas de ser-vaca que hemos reconstruido en el proceso de análisis.
Imaginarios del ser vaca en la prensa gráfica (1969-2020)
Como hemos sostenido en la introducción a este trabajo, nos interesa analizar a partir de las publicaciones de las revistas crea las diversas formas de ser/hacer vacas que se ponen en juego en las representaciones gráficas de estos animales por parte de múltiples actores que en ella publican.
Las vacas aparecen en muchas instancias relegadas a su mundo natural, es decir al campo, comienzan a aparecer poco a poco también las fábricas, los laboratorios, así como las mesas o incluso dormitorios familiares. Mientras que algunos hablan en primera persona sobre sí mismos, sus familias y sus hogares, otros aparecen como seres híbridos, en muchos casos aglutinados como parte orgánica de maquinarias futuristas. La organización de los apartados analíticos es muy similar a la propuesta por Law y Mol (2008) para hablar de las ovejas de Cumbria.
Los toros: familiares y voceros
Esta forma de ser-vaca es una de las preponderantes en las publicidades de los años sesenta y setenta. Presentes como ilustraciones, puesto a que los recursos fotográficos en esta revista eran aún muy escasos, los toros reproductores aparecen en primera plana y hablan de ellos mismos, sus familiares y sus dueños en primera persona. Las imágenes son, en este caso, indisolubles de los textos que las acompañan, dado que presentan recorridos biográficos inscritos en el cuerpo del animal (Imagen 6). Los toros suelen describir los circuitos burocrático-corporales por los que se mueven: los controles oficiales a los que se presentan, las calificaciones que obtienen, sus capacidades de engorde, sus números de inscripción. A menudo mencionan su fecha de nacimiento o la de sus hijos, remarcan que se trata de acontecimientos especiales y brindan detalles sobre su hábitat: la estancia en la que viven, el clima en el cual se encuentran, los integrantes de su familia. Comentan mediante expresiones floridas las emociones de sus familiares cuando se lo lleva a las muestras, emociones homologables a las humanas: alegría, orgullo, pena, tristeza, esperanza. El toro habla en primera persona, se presenta con nombre y edad, recorre su árbol genealógico y describe los circuitos sociales en los cuales se desplaza: la estancia, donde habita con su parentela, y las exposiciones rurales, presentadas como reuniones sociales donde se vincula con otros toros brangus, los muchachos. Los espacios descritos por los toros también se diferencian por el tipo de prácticas desarrolladas: se baila y se ríe en la casa, se compite en las exposiciones. Los relatos que pueden apreciarse en estos conjuntos de propagandas construyen la idea de un toro pater familias que se desempeña laboralmente en circuitos de comercio, subasta y muestras del sector agropecuario, desplegando en estos espacios su capital genético como principal fuerza de trabajo. Esta propaganda recurrente a lo largo de los años es producida por una estancia chaqueña llamada San Carlos, que enfatiza la no utilización de inseminación artificial para la reproducción de sus vacunos. En momentos claves de cambios tecnológicos y productivos, nos llama la atención este señalamiento, ya que podría en parte explicar la tendencia a «humanizar» y dotar de una vocación familiar a estos vacunos que, alejados de una manipulación genética más explícita, son más «naturales» que otros de sus congéneres.
En el segundo conjunto de imágenes, que abarca los años 2016 a 2021, esta forma de vaca en primera persona está ausente, al menos en lo que refiere a la toma de la palabra y la individuación de animales específicos dignos de hablar por sí mismos en la revista. En resumen, desaparece la figura del toro como pater familias. Sí aparecen en cambio abundantes fotografías de rostros de vacas en primer plano, mirando a la cámara. En general estas fotos tienen un fin ilustrativo, no van acompañadas de epígrafes ni son referenciadas directamente en los textos que las rodean, porque no son propagandas, sino portadas o imágenes ilustrativas de algún artículo de la revista misma. También aparecen posando con sus cuidadores/criadores/amigos o familiares humanos (Imagen 8). Imagen embargo, esta atención por los rostros y las miradas, como si posaran para la foto, no deja de llamar la atención.
Un tercer grupo de imágenes que parece ubicarse en un punto intermedio entre estos dos conjuntos son las vacas-madres. Diferenciándose de los toros reproductores por no tomar la palabra ellas mismas, otras grandes protagonistas de las imágenes acompañadas por relatos son las vacas y sus hijos. Este par está presente en publicidades del primer período considerado, como «madres sanas, hijos seguros» (Imagen 9), pero también aparece en imágenes actuales con menos acompañamiento textual. La multinacional Bayer, creadora de esta propaganda de la vacuna contra la brucelosis, enfatiza en el texto que la enfermedad no afecta únicamente a vacunos, sino también al hombre, extendiendo una red de cuidado que incluye humanos y no humanos. La atención puesta en las vacas reproductoras como madres y en el rescate del vínculo vaca-ternero mediante las fotos también se vincula con aquellas imágenes en las que los terneros aparecen solos, acompañados de niños humanos, jugando; o donde las vacas aparecen junto a sus sonrientes criadores humanos, entre campos verdes. Mientras que los toros voceros salen a trabajar a las ferias agropecuarias, estas vacas madres silenciosas se desempeñan como trabajadoras del circuito doméstico, en tanto son las encargadas de la reproducción social del hogar, desempeñando tareas de cuidado.
Estos conjuntos parecen realzar los lazos afectivos existentes entre los animales como parientes, y entre ellos y los humanos que los crían. Son conjuntos afines a lo que Law y Mol (2008) llamaron las «ovejas-rebaño»: conjuntos de seres atravesados por relaciones de parentesco, que son importantes justamente por los vínculos que tejen entre ellos, las relaciones afectivas con sus dueños y el habitar de un paisaje determinado, en este caso, los campos.
Vacas-paisaje
Llama la atención, en especial en las imágenes del segundo período analizado, la repetida presencia de fotografías donde estas vacas mudas, que sin embargo miran directamente a la cámara, son captadas en forma individual o en grupo resaltando los campos verdes en los que habitan. Este conjunto tal vez pareciera «vacío» de sentidos: ¿qué hay de raro o de notable en un conjunto de vacas pastando o siendo arreadas en la pradera? Sin embargo, la presencia de otros espacios y hábitats (la fábrica, el frigorífico) en los conjuntos fotográficos que analizaremos a continuación nos obliga a tomar en cuenta a los campos como un espacio particular donde cierto tipo de relaciones son visibilizadas. En este sentido, como veníamos diciendo en el apartado anterior, los campos son el fondo o el espacio en el cual se visibilizan los lazos de orden afectivo: relaciones de parentesco y de crianza, relaciones de juego, aparecen sobre fondos verdes y al aire libre. Cierto aire bucólico parece rodear a estas fotografías, donde tanto vacas como dueños devienen seres afectivos y afectuosos. Esta observación nos servirá como punto de contraste para las reflexiones que siguen. De hecho, resulta interesante señalar la presencia de varias fotografías de vacas pastando en las praderas pampeanas, acompañadas por textos que subrayan que las estancias en las cuales se crían lo hacen prosiguiendo métodos naturales, es decir sin inseminación artificial. Este hallazgo nos permite cuestionar, aunque sea parcialmente, un consenso respecto de los avances modernizadores en la reproducción ganadera.
El único contraejemplo de esta relación entre vacas y paisaje aparece asociado a la problemática de las inundaciones. La portada de la revista crea titulada «Golpes climáticos» nos muestra una vaca-paisaje desolada, sumergida hasta el pecho en agua y barro. La amenaza de las aguas se visibiliza recurriendo a una versión subvertida del patrón recurrente de relaciones entre vacas y campos. Es una imagen cargada de afectividades que peligran ante la inundación.
Explorando este conjunto de relaciones vaca-paisaje encontramos en nuestro primer período dos imágenes que parecen proponer una compartimentación similar a la adoptada aquí (Imagen 11 e Imagen 12). En ambas, de forma más marcada en (Imagen 12), se aprecia una división creciente entre espacios en los que se hacen los vacunos. Esta propaganda es del Banco Ganadero Argentino, ofreciendo en el texto acompañante asesoramiento profesional para importar y exportar, enfatizando un movimiento internacional de la mercancía que se evidencia en la presencia de imponentes construcciones como pueden ser los rascacielos o los puertos. Aparece aquí el campo y las vacas en él, pero el lado derecho de las imágenes está reservado en ambos casos para otro conjunto de seres: máquinas, humo, edificios, avenidas, el puerto. Es importante notar que el animal todavía aparece separado (aunque complementado) por estos elementos «foráneos» que van a comenzar a presentarse con más asiduidad entre las páginas de crea. Estas imágenes nos pueden llevar hacia la próxima categorización que establecimos. Los espacios domésticos de los vacunos, sus praderas, comienzan a diversificarse: ¿qué haría un vacuno en un paisaje habitado por edificios y muelles? ¿De qué manera se es-vaca por fuera del hábitat? En los siguientes apartados reflexionamos sobre la compleja relación entre los cuerpos vacunos y las experiencias de transformación que le ocurren cuando abandona las praderas y se inserta en otros circuitos.
Vacas-producto
Una de las imágenes que encontramos más disruptivas y desafiantes a la hora de pensar en las vacas-paisaje es la fotografía, tomada dentro de un frigorífico, de una reunión entre personas participantes de la industria en una propaganda de los años ochenta (Imagen 13). La Corporación Argentina de Productores de Carne (cap), institución que financia la propaganda, menciona orgullosamente la participación de sus múltiples colaboradores: productores, técnicos, empleados, operarios, comerciantes, obreros y hombres de campo. Es importante resaltar que la cap fue remodernizada en los años sesenta, período de retirada de los capitales ingleses -como se mencionó en los primeros apartados- bajo el espíritu de las políticas de intervención y regulación estatal en la economía. Los brazos entrelazados, caras sonrientes y vestimentas variadas construyen una imagen cálida y familiar sobre el fondo de medias reses.
En este caso, la carne vacuna es el paisaje sobre el cual se toma la fotografía de una serie de relaciones humanas. Más que con los humanos, la vaca-carne se emparenta con el frigorífico, oficiando de escenario sobre el cual ocurren los vínculos entre quienes la producen. Esta imagen abre las puertas a otro conjunto de redes en las que las vacas están involucradas no ya como animales a ser criados, sino como recurso a ser producido y consumido.
La tira de Inodoro Pereyra de la Imagen 2 plantea como problema «en primera persona» una discontinuidad también presente en las imágenes. Discontinuidad que parece estar marcada por los espacios: del frigorífico a las praderas pampeanas sucede una transformación en las redes de vínculos que transforma a la vaca en producto mediante una serie variada y compleja de operaciones.
Es importante destacar que esta transformación no depende tanto del hecho de matar al animal como de hacerlo formar parte de un nuevo conjunto de redes que remiten a lo industrial. Claro ejemplo de esto son las imágenes en primera plana de ubres conectadas a máquinas ordeñadoras -el rostro de la vaca desaparece en estas series-, imagen ilustrativa de un artículo técnico de la revista. La importancia de los vínculos construidos con y desde la relación vaca-máquinas aparece profusamente ilustrada en las imágenes del primer período, las cuales están explícitamente diseñadas para promocionar la industrialización del mundo agrícola. Las vacas son presentadas alternativamente como resultado o como parte de máquinas metafóricas: fábricas de vacas, engranajes y cañerías humeantes que representan el circuito productivo, entre otras. Estos involucramientos del cuerpo vacuno en el mundo de las máquinas no harán, sino acrecentarse en las imágenes y los cuerpos de vacas actuales, como veremos en los próximos apartados.
Una cuestión omnipresente en las revistas crea es la vinculada a la creación de un cuerpo vacuno apto, u óptimo, para devenir carne. En este sentido se expresan gran variedad de publicidades y artículos técnicos que promocionan vacunas, alimentos balanceados y productos preventivos de males variados. La conformación de los cuerpos vacunos como producto-carne está así atravesada por una serie de vínculos químicos y técnicos que los asocian tanto al matadero como al laboratorio. La cuestión de las enfermedades merece en ese sentido una mención particular como articulador de relaciones. La fiebre aftosa, por ejemplo, es una enfermedad que afecta a las vacas y cuya detección, tratamiento y erradicación ha sido convertida en política internacional de seguridad alimentaria hace ya varias décadas (Azcuy Ameghino, 2003). Es importante remarcar que esta misma fiebre es la que dispara el trabajo de Law y Mol (2008), antecedente que nos permite asumirla como enfermedad que sirve de «gatillo», visibilizando redes de relaciones. Tal como la oveja epidemiológica, la vaca enferma no es individual, sino que se constituye como recipiente de ingresos a enfermedades. La propaganda de la farmacéutica alemana Boehringer Ingelheim inscribe en el cuerpo vacuno varias aflicciones que pueden ser eliminadas mediante la mira de la vacuna Bar-4, fruto de investigaciones según la letra oficial: allí se pone en evidencia las redes científicas que participan y hacen al campo (Imagen 15 e Imagen 16).
Vaca cyborg
A diferencia de las vacas que hemos descrito hasta aquí y que forman parte del mundo humano-natural, en los últimos años aparece paulatinamente la vaca cyborg. La vaca cyborg no es humanizada y tampoco forma parte de esta naturaleza-paisaje idealizable, verde, donde los lazos de madres y crías o de animales y cuidadores están representados. La vaca cyborg es, en cambio, un artefacto de producción. Su cuerpo pierde las características de estar vivo, si por vida entendemos algo que forma parte de las redes naturales de reproducción, alimentación, nacimiento y muerte al menos. La vaca cyborg es parte máquina, parte orgánica: es inseminada, intervenida, entubada, inyectada. Se extrae lo que se necesita de ella y eventualmente muere, sea en un evento planificado y mediado por máquinas, sea por el desgraciado accidente de pertenecer al mundo orgánico.
Podemos apreciar en la Imagen 17 cómo el mundo natural del cual proviene la vaca es reemplazado por un enorme castillo industrial de engranajes, humo, válvulas de presión y tableros mecánicos. Las vacas que allí se gestan y parecen ser escupidas por este enorme complejo no tienen rasgos característicos propios, no tienen formas distintas entre ellas: son conceptos universales abstractos, simplificados, carentes de color. La propaganda corresponde a un producto de alimento balanceado suplemento llamado Purina, que promociona el engorde del ganado para que el campo se transforme en una «fábrica de novillos» (Imagen 17). Esta producción masiva y de engorde de ganado en menos tiempo (y por menos hectáreas) beneficia no solamente al productor, sino además a la «industria madre del país, principal productora para el desarrollo integral de toda nación». Aunque la leyenda que la precede no es tan poderosa como la imagen misma, existe un juego metafórico en una fábrica que no es solo una instalación, sino que también es otra forma de hacer cuerpo del campo, de la industria y de la nación argentina misma. Sin embargo, como veremos, la síntesis entre campo-industria o campo-maquinaria puede anteceder formas gráficas más explícitas.
En otra publicidad (imagen 18) del Banco de la Nación Argentina, la vaca aparece también como complemento del campo, pero de un campo entendido como conjunto de máquinas. Es interesante rastrear cómo distintas agencias e instituciones imaginan el campo y la relación entre humanos y no humanos que en él se despliegan.
Hace ya más de una década la asociación animalista francesa llamada L214 se empeña en la denuncia sistemática de la industria cárnica, en particular los mataderos, por prácticas crueles y en muchos casos incluso ilegales contra animales. En el año 2018 se viralizaron videos filmados en secreto por esta asociación en distintos establecimientos de una empresa privada Sanders, en los cuales aparecían vacas con enormes huecos a la altura de sus estómagos. Las llamadas vacas fistuladas (cannulated, en inglés) son el producto de intervenciones humanas destinadas a mejorar el rendimiento rumiante del animal mediante la instalación de una prótesis de veinte centímetros de diámetro -ideal para la inserción de un brazo humano- similar a la de un depósito de combustible para que la herida no cierre. Quizás la imagen de una vaca con un agujero en el cuerpo pueda generar mayor impresión a los ojos de personas ajenas a este campo, lo cual no significa que las vacas no hayan estado atravesadas por relaciones técnicas y vinculadas con máquinas anteriormente. La intervención técnica entre humanos y vacunos cuenta de larga data: la cruza intervenida para la producción de razas genéticamente modificadas, la inseminación artificial, las prácticas de yerra y su inscripción en registros fiscales; todas estas prácticas implican intervenciones técnicas que de distintas maneras moldean a los cuerpos vacunos e impactan en la forma en que los humanos las perciben y se relacionan con ellas. En el primer período analizado, las propagandas de La Nación Argentina, periódico de gran difusión a nivel nacional, describe a la vaca como una «máquina precisa y perfecta» para producir «lo que demande la humanidad» (Imagen 19 e Imagen 20). Si bien las imágenes que acompañan los textos muestran dibujos o fotografías en primer plano de caras vacunas sin modificaciones «artificiales» aparentes en el cuerpo (ni siquiera aretes de ganado), la palabra máquina habilita un imaginario potente que permite planear entre fronteras. Estas vacas cyborg parecen ser concebidas como seres perfectibles, en el sentido de optimizables para hacer su parte como engranajes de una maquinaria mayor: la metáfora de la imagen materializada.
Muy a menudo en la prensa y las redes sociales aparecen hitos como las vacas agujero, que generan extrañamientos precisamente porque transforman cuerpos «naturales» en cuerpos extraños, cuerpos-máquina, cuerpos cyborg.
Donna Haraway (1984) introduce el concepto cyborg para definir organismos cibernéticos, producto de procesos de hibridación entre máquina y organismo. La concepción de una realidad binaria en la cual lo orgánico se encuentra esencialmente separado de lo inorgánico (animal y máquina), se encuentra puesta en jaque por criaturas que pululan y viven permanentemente en las fronteras, difuminándolas y transgrediéndolas: «El cyborg aparece mitificado precisamente donde la frontera entre lo animal y lo humano es transgredida. Lejos de señalar una separación de los seres vivos entre ellos, los ciborgs señalan apretados acoplamientos inquietantes y placenteros. La bestialidad ha alcanzado un nuevo rango en este ciclo de cambios de pareja» (Haraway, 1984, p. 5).
A partir de estas imágenes es posible pensar en las vacas-hueco no como anomalía, sino como hito en un proceso de hibridación de larga data que adopta formas variables. Sus antecesoras pueden ser simplemente vacas vacunadas o inseminadas artificialmente. Sus contemporáneas adoptan formas variables y no menos sorprendentes. La cooperativa santafesina de inseminación artificial (ciavt) se mete y trabaja adentro del toro, armando un laboratorio en su interior, para investigarla a ella y su linaje entero: abuelos, hijas y rendimientos. El vacuno mitad dibujo, mitad fotografía del laboratorio con un humano trabajando, gráfica de manera clara cómo estos cuerpos son hechos en y por redes (en este caso científicos en laboratorios) y hasta qué punto luego producen hijas igualmente intervenidas (Imagen 21).
La anterior imagen plantea una relación distinta: aparece el enjambre de maquinarias que se fusiona con el animal, pero se establece una relación con la esfera de consumo de aquello que este cyborg produce. Aparecen las vacas cyborg en primer plano, un camión que sale desde una fábrica donde, como espectadores, suponemos que sale la leche, y por último una mesa familiar donde dos niños disfrutan el producto en vasos de vidrio (Imagen 22). Consideramos importante resaltar cómo aquí la relación de mediación que se enfatiza no es tanto entre la vaca y las mangueras que le extraen leche, sino que es el camión, el transporte, lo que posibilita la relación entre cyborg y humano. Meriel S. A. I. C., empresa nacional fabricadora de ordeñadoras mecánicas, ofrece su vanguardia tecnológica para los problemas cotidianos de los tambos argentinos, ligando en una misma propaganda esferas industriales, de investigación, productivas, de transporte, comerciales y de consumo. La vaca maquinizada ya no es el centro de atención, sino una pieza que se da por sentada en un conjunto más amplio, una red de vínculos donde se destaca la capacidad de los productos de viajar.
En las imágenes más recientes podemos observar un cambio de mirada: la vaca cyborg no es necesariamente solo aquella intervenida por cables, gestada por máquinas, con marcas visibles en su cuerpo. También es una forma de visualizarla, como una serie de variables que se pueden medir, uniformizar y universalizar. En este caso, la entidad bancaria icbc mediante su línea de tarjetas Visa especiales para el campo, incentiva a sus usuarios a potenciar la producción de alimentos como factor clave del desarrollo de Argentina, prestando promociones y créditos para cada ciclo productivo. La imagen muestra vacas naturales en praderas, pero pareciera que la estamos viendo a través de lentes o pantallas que logran descomponer sus cualidades principales de lo que es o puede llegar a ser: aparecen como hologramas íconos de ubres, botellas de leche, íconos de vacas con y sin manchas, gráficos en torta (Imagen 23). En ese sentido recuperamos a Cristina Grasseni (2005), quien analiza la creación de blueprints -sistemas lineales e índices genéticos- con criterios cuantificantes y objetivos para medir a la «vaca lechera ideal». Esta autora considera que las prácticas de «industrialización» del cuerpo animal a partir de criterios genéticos, disciplina de la visión de los criadores en una determinada forma de mirar el cuerpo animal.
Reflexiones sobre las relaciones reticulares vacunas
A lo largo de este escrito hemos intentado no entender a la vaca en singular, como una entidad dada y rápidamente definible. Por el contrario, intentamos rastrear su multiplicidad a través de redes diversas, explicitadas o puestas en movimiento mediante imágenes. Es por esto que los apartados anteriores, aunque resaltan vacunos y formas de acción diferentes, se encuentran en permanente diálogo. Es imposible una reconstrucción unilineal y cronológica del devenir-vaca: más bien observamos una proliferación polifónica de los modos de ser/hacer vaca a lo largo de las décadas abordadas.
Las clasificaciones planteadas en los apartados de este trabajo permiten un análisis de algunos términos en los que los animales participan en las redes productivas o, en otras palabras, del tipo de relaciones en las que están inmersos. Los toros voceros resaltan y habilitan la hibridación entre naturaleza y humanidad, al retratar relaciones y roles humanizados en quienes se suponen que deberían ser «simples» animales. Mientras, las vacas madres y sus hijos se insertan en un escenario «natural» de praderas y colinas pampeanas, en aquellos lugares en los que es fácil imaginarnos a estos seres; para pasar luego a imaginarios donde el par de oposiciones ya no es naturaleza-humanidad, sino mundos vivos/mundos objetuales (o relaciones vitales-relaciones técnicas). Como animales trabajadores, los toros que salen a competir en las ferias agropecuarias y las vacas madres que ofician de criadoras-cuidadoras, se desempeñan en un mundo donde el paisaje rural y los lazos de parentesco son puestos en relevancia (praderas, campos, alambrados, cascos de estancia). Esto contrasta y convive en la revista crea con la aparición de vacunos atravesados por otros escenarios, tanto externos como internos: la vaca escupida por la fábrica, la vaca que lleva en su interior una maquinaria o instalaciones de laboratorio, la vaca que se comunica con humanos-consumidores ya no presencialmente a partir de una feria, sino por intermedio de camiones que transportan lo que ellas producen. Sus ámbitos laborales y de reproducción social ya no se encuentran vinculados a una rutina social homologada a la de los humanos, sino que sus cuerpos y rasgos individuales se desdibujan para formar parte de un conjunto de relaciones fabriles.
Si pensamos en las diversas formas de trabajar como vaca y en los grados de enajenación que ese trabajo puede implicar, podemos utilizar como referencia los relatos en primera persona. Estas narrativas rescatan la actividad del animal, al menos hasta cierto punto: hay una elección de tratar los vínculos humano-animal en términos de cierta complicidad, tal vez falaz en el sentido de ser publicitaria y paternalista, casi burlona, pero existe como elección expresiva. En las fotos actuales la idea de trabajo desaparece: existe el recurso, el cyborg, o el rescate de las vinculaciones «afectivas» o al menos afectivamente significables. Más bien sorprende la ausencia del trabajo animal como parte de las redes productivas.
Algo que nos llamó poderosamente la atención a lo largo del recorrido por las fuentes documentales fue la invisibilización permanente de los humanos: salvo algunas excepciones, las imágenes destacan a las vacas y el trabajo que realizan sin sus dueños, patrones, técnicos, veterinarios, investigadores, compradores: la vaca aparece acompañada de otras vacas, de praderas o de/en máquinas, pero pocas veces junto a sus colegas de trabajo humanos. Son escasas las imágenes de humanos trabajando para producir o poner a producir vacunos: quienes trabajan, producen, se exponen y se cuidan son los vacunos mismos. El slogan de la siguiente imagen es en este sentido muy ilustrativo, porque no deja dudas de los esfuerzos laborales por los que pasan estos seres, que son producidos al mismo tiempo que producen. (Imagen 24)
En los últimos años los desarrollos teóricos de las investigaciones del giro ontológico citados, así como las demandas y movilizaciones de organizaciones ambientalistas y veganas, abrieron horizontes para revisitar prácticas e imaginarios acerca de los mundos que habitamos. Poder analizar desde una perspectiva reticular y crítica las distintas formas de ser/hacer vaca en Argentina nos permite, simultáneamente, comprender y reimaginar un conjunto de redes que las entrelazan, las exceden, y comienzan a desestabilizar representaciones cimentadas sobre lo que entendemos por la modernización y tecnificación del agro. Quisimos remarcar cómo algunas vacas cyborg actuales fuertemente intervenidas y creadas por las grandes empresas internacionales, son precedidas en tanto imaginarias/imaginadas en décadas donde las prácticas y dispositivos de avance tecnológico aún no se habían expresado en intervenciones concretas. A su vez quisimos también señalar la convivencia entre vacas y toros con voces propias en conjunto con las incipientes cyborg, manteniendo su participación como híbridas entre distintas redes a lo largo de las décadas analizadas.
Este escrito se presenta como un primer intento de acercarnos desde una mirada antropológica de enfoque reticular hacia las relaciones que tejen, crean y recrean las vacas como trabajadoras, explotadas, intervenidas, utilizadas, pero también generadoras y productoras de vínculos muy diversos. Quedan para futuras indagaciones resaltar las diferencias y asimetrías de género y de división social de trabajo entre ellas, así como un acercamiento etnográfico con los diversos actores e instituciones con/para los que los vacunos han trabajado históricamente.