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Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía

versión impresa ISSN 2393-7068versión On-line ISSN 2393-6886

Rev. urug. Antropología y Etnografía vol.6 no.1 Montevideo jun. 2021  Epub 01-Jun-2021

https://doi.org/10.29112/ruae.v6.n1.11 

Dossier

El contexto histórico de la antropología en las sociedades complejas occidentales que ve a Alberto Sobrero como protagonista

1 Prof. Adjunta, Centro Universitario Regional del Este, CURE, UdelaR. gonadma@gmail.com,


En su recopilación histórica “Explorar la ciudad; antropología de la vida urbana” Ulf Hanners formulaba preguntas fundamentales para la antropología, que en alguna medida muchos de nosotros tratamos de responder en nuestras investigaciones:

“¿Cuál es la contribución de la antropología a los estudios urbanos?¿Y cuál la de los estudios urbanos a la antropología?”(Hannerz, 1980:76). Son preguntas que no tienen una respuesta concreta, sino que deben ser realizadas constantemente para construir un campo de interacción entre ambas disciplinas como un flujo de comunicación entre los estudios de la antropología comparativa y la investigación urbana.

En este sentido el reconocimiento que el campo de la antropología urbana da a los estudios del comportamiento en general, va en la línea de reconocer a la ciudad su carácter de ámbito en el cual la relación entre las personas es construida en un modo diverso que en ámbitos rurales o pequeños poblados. Allí muchas de las relaciones estaban ya establecidas por la familia, el estatus, el rol social estaba determinado desde el nacimiento, según el lugar que la sociedad les reservaba. En la ciudad se ponen en discusión las certezas del devenir, que estaban pautadas por momentos fundantes y los correspondientes rituales, nacimiento, pasaje de la edad infantil a la pubertad, a la edad adulta, asociados a las alianzas, a formas propias de familia.

A esto añade Hannerz que no se debe pensar solo en un aporte a las complejas ingenierías sociales, sino que la antropología tiene en si misma uno de los roles más significativos de las ciencias sociales, que es el de hacer reflexionar a las personas y los colectivos sobre la variedad de la condición humana y la situación particular de ellos mismos, promoviendo la tolerancia y la convivencia, algo fundamental en las grandes urbes.

Según Wright Mills allí, se puso en juego la “imaginación sociológica”, a lo que Hannerz agrega la “imaginación antropológica”, que se despierta en las personas, que se conocen a sí mismas a través del conocimiento de los otros.

Por su parte Gerard Althabe señalaba que en los años 1970 y 1980 la etnología se enfrentó a una posibilidad única, de crisis y de construcción de nuevos paradigmas, abarcando transformaciones al interior de las Ciencias Sociales, la desaparición de las perspectivas explicativas globales y la designación de las prácticas cotidianas como escenario principal de investigación.

Es decir que se pasó de una concepción estructurada/estructuralista de la vida social a una concepción según la cual los constructores de lo social son los sujetos. El cambio de paradigma se reflejó en una “demanda” de investigación clara para la etnología, una demanda de utilizar los instrumentos de investigación; la etnografía, la observación participante y la inclusión de elementos conceptuales que permitan comprender el nivel de la realidad social, lo cotidiano o lo microsocial, donde los sujetos son protagonistas.

Es en ese contexto de fuertes discusiones y renovaciones sobre el rol y el lugar propio de la antropología, que Alberto Sobrero enmarca su investigación y su gran contribución a la antropología urbana. A. Sobrero posee el conocimiento de los dos tipos de hacer antropología, en mundos lejanos y en la proximidad de las ciudades. Así lo demuestra su trabajo etnográfico en Cabo Verde, en el que reconoce los beneficios de la etnografía en tierras “exóticas”, pero le agrega el desafío de situarse no tanto en una mirada desde la alteridad, sino desde la complejidad y las interconexiones en las que también el europeo se cuestiona sobre lo que significa Europa, el norte colonizador, lo que ha representado en el devenir de otros territorios.

Inicio de una amistad académica con fondo sobre las antropologías “de” y “en” la ciudad

Me encontré con A. Sobrero por primera vez a principios del año 2004; yo estaba en Roma, cursando una beca del Ministerio de Relaciones Exteriores, iniciaba estudios urbanos, la construcción de territorios. Luego de unos meses entre arquitectos, ingenieros, geógrafos, la necesidad de intercambiar con antropólogos y comprender cómo analizaban las realidades europeas, me resultó casi imprescindible. Busqué la dirección del departamento de antropología de La Sapienza, la Universitad Pública más grande de la ciudad. Allá me dirigí.

En esa época A. Sobrero ya era un profesor reconocido y muy atareado, aun así fue cordial, sin formalismos. Se mostró muy curioso sobre la América Latina, tan fermental, que conocía en parte por su gran amigo Massimo Canevacci, quien desde hacía algunos años estaba instalado en San Pablo, con investigaciones claves para la antropología urbana, como lo decía su libro La città polifonica. Saggio sull 'antropologia della comunicazione urbana (1993)

Justamente, un año antes en 1992 Alberto Sobrero había publicado Antropologia della cittá, en la que hizo dos contribuciones fundamentales; por un lado una recopilación histórica minuciosa de las teorías sociales y sus autores, que marcan la dificultad de estudiar la sociedad urbana contemporánea, debido a la composición actual de la sociedad compleja que posee una cantidad de niveles que se encuentran en una misma zona residencial - o home área como la llama la sociología urbana. Dichos niveles al interior del debate sociológico pueden ir desde la edad, la composición de género de sus habitantes, hasta la disponibilidad de servicios sociales, como de flujo de la población mundial e intereses internacionales. Por otro lado la antropología añade el debate sobre el método de estudio, aspecto que no es menor ya que se encuentra con la dificultad de la alta densidad y la heterogeneidad cultural de cada área urbana.

Antes del libro de A. Sobrero, no parecía evidente que la antropología pudiera o debiera enfrentar el desafió de estudiar la ciudad contemporánea, usando los métodos minuciosos y la aproximación micro a dinámicas sociales tan vastas como variadas. Incluso en la sociedad norteamericana donde la experiencia de Park y la escuela de Chicago en los años 1950, con sus etnografías colaborativas, llevadas a cabo por varios antropólogos que estudiaban fenómenos diversos y los reconstruían en una lectura compartida, no escapaban de la dimensión experimental. Sobrero señala que se lanzaron a las ciudades utilizando los mismos métodos con los que Franz Boas y Robert Lowie habían estudiado las tribus de indios de NorteAmerica.

Como su colega francés G. Althabe, Sobrero establecía que se estaba aún distantes de un método adecuado a la comprensión integral de la ciudad. Ambos señalaban el peligro de utilizar demasiado los analogismos, es decir llamar a las culturas urbanas “tribus urbanas” parangonándolas con la figura conocida por la antropología tradicional de las tribus indígenas norteamericanas o africanas, o decir que una partida de fútbol es un evento religioso con sus dioses; ello equivale a simplificar el análisis y no trabajar en nuevos paradigmas, instrumentos o definiciones adecuadas para esos contextos.

La otra tentación de la etnología contemporánea fue estudiar sujetos lejanos, aunque en el mismo territorio (ciudad), en el mismo tiempo histórico, pero separados socialmente, es decir habitantes de las periferias urbanas, familias de las clases populares, o minorías étnicas. Según G. Althabe se transforma una separación social en una separación etnocultural dando sentido y seguridad a los investigadores que se sienten aun dentro del paradigma del extrañamiento, de lo mismo y de lo diverso. Ulf Hannerz añadió a esto que en los años 1960 existió un redescubrimiento de la etnicidad y de la pobreza, clasificados como “problemas urbanos”. O lo que en la antropología del Sur se llamó “subculturas”.

Mientras en el contexto global la mayoría de los etnólogos se negaban a tratar el presente, la Sociología ganaba terreno a pesar de ser general en sus explicaciones y trabajar sobre todo numéricamente con una concepción de sujetos como individuos de los cuales se podían medir los comportamientos

En los 1970 y 1980, las diferencias entre culturas lejanas y cultura occidental, y el estudio de la diferencia etnocultural que en principio dio legitimidad y objetos de estudio a las ciencias antropológicas y etnológicas, comienza a perder apariencia o justificación con el proceso de globalización, comunicación global de usos culturales y la tendencia mundial a la vida en ciudades.

Este fenómeno obliga a la etnología a acelerar el estudio de las sociedades contemporáneas occidentales, a dar un sentido y una nueva legitimidad a la disciplina al estudiar el presente y la propia sociedad; la disciplina se ve así obligada a procesar la vivencia de una revolución interna e histórica, que subvierte sus parámetros de partida.

Esto da como resultado “una ciencia de reformadores” en palabras de Tylor, una ciencia que se ocupaba en la ciudad de la sanidad y de la asistencia, de la escuela y del trabajo, del ambiente físico y de sus cambios. Esta dimensión de utilidad estaba mayormente presente en la antropología urbana norteamericana deteniéndose raramente a reflexionar sobre el cambio teórico o de paradigmas, mientras en la antropología francesa e italiana el debate teórico siguió abierto por décadas.

La antropología urbana toma entonces direcciones diferentes a las que tenía en el pasado; estudiar los comportamientos humanos territorializados en el hábitat urbano, a través de las nuevas redes de relaciones, de comportamientos y valores, en los nuevos vecindarios, de las nuevas solidaridades y procesos de construcción del hábitat. Contemplando la construcción de subjetividad urbana en diversas condiciones de vida.

A este respecto nuevas definiciones de cultura son necesarias. Según Máximo Canevacci un pensamiento crítico del uso epistemológico adecuado del concepto de cultura tiene lugar en los años’80 gracias a un grupo de antropólogos estadounidenses radicales, “J.Clifford (1988)- J.Clifford-G.Marcus (1986)- V.Crapanzano (1980)- Boon (1972) Tedlock (1983)- Rabinow (1977)- Rosaldo (1989)- Werster (1982)” En: (Canevacci,1997: 36).

Este movimiento conectaba las vanguardias históricas como el surrealismo, con las investigaciones sobre las alteridades étnicas. Ambas viajaban en las profundidades del “yo” y en la radicalidad de las diferencias para conectar la alteridad externa con la alteridad interna. Es decir que veían el sentido del trabajo del antropólogo en buscar la “red de significados” de los fragmentos de una cultura con los cuales se reconstruyen particulares ámbitos del orden cultural contemporáneo (o del pasado). Este ensamblaje debe ser crítico y apuntar a combinaciones creativas que salgan de los esquemas tradicionales de familia y sociedad, para encontrar verdaderas mutaciones de la sociedad compleja contemporánea en continuo movimiento en las ciudades.

El legado de un antropólogo del SXX, proyectado en el SXXI

Todas las charlas con A. Sobrero fueron de gran riqueza, sumadas a los seminarios y viajes de estudios que hicieron crecer el debate y la crítica en la antropología urbana en especialistas en el tema en Uruguay. Se sumaron encuentros informales algunas veces más ricos por ser el lugar ideal para comentar el devenir de los acontecimientos en los dos países, compartiendo análisis que me han llevado a estudiar Roma y Montevideo, la situación italiana - europea y uruguaya latinoamericana en forma conectada y transversal.

Si bien en los últimos tiempos le comenté que mi intención era mirar los paradigmas europeos cada vez como algo más alejado, a lo que hay que renunciar en pos de construir las propias bases teóricas de una antropología y epistemología del Sur, el me hacía entender que los puentes están en construir reflexiones cada uno respetuoso de su historia y su lugar que colaboraran a nivel internacional a afinar los métodos “en” las exploraciones urbanas, así como con las acciones políticas que somos capaces de generar al restituir nuestras largas y nada objetivas reconstrucciones “de” la ciudad, sus relaciones sociales y necesarios equilibrios territoriales.

El legado de A. Sobrero estaba en el cuestionar con qué métodos e instrumentos miramos a la ciudad, una antropología “de” la ciudad, en la que la antropología tenía un rol activo en el querer posicionar los aspectos culturales como política del reconocimiento de la diversidad y de los grupos con menor voz, invisibilizados, al interior de la construcción de una lectura de las transformaciones urbanas. Y por otro lado una antropología “en” la ciudad, que lo hizo estar muy cerca de los jóvenes antropólogos que se involucraban en las batallas locales y realizaban antropología aplicada, aconsejándoles siempre de no dejar de lado la importancia de generar teoría de un campo que absorbe completamente las energías con su vastedad y complejidad creciente. Fue impulsor de la Asociación Italiana de Antropología Aplicada, pero sobre todo fue facilitador junto a Carla Maria Rita, colega y amiga en varias aventuras en la Universidad de La Sapienza, de organizar seminarios y dar espacios a nuevas investigaciones y a sus jóvenes protagonistas. El mundo pasa por Roma, y A. Sobrero creaba en todo momento espacios que habilitaban el intercambio entre grandes pensadores y estudiantes inquietos. Tuve la fortuna de participar en varios de estos encuentros.

Por último, debo decir que Alberto no necesitaba defender a la antropología para marcar su importancia, no necesitaba delimitar su campo para demostrar su profundidad de lectura y razonamiento. Gran defensor del sector al interior de la academia para no perder espacio, frente a otras ciencias que tendían a banalizarla. En su propia investigación él dialogaba con otras disciplinas naturalmente, encontraba lecturas antropológicas útiles en varios razonamientos y las señalaba como tales. Prueba de esto es su contribución a crear puentes con la literatura, que en su visión es la que más ayuda a la antropología cuando es necesario remontarse al pasado urbano, es “ese pathos de exploración y tensión hacia el descubrimiento de mundos diversos que emparenta las grandes intuiciones literarias con la mejor tradición antropológica. Benjamin representa el punto máximo de este encuentro, tanto que no dudaré en definir su trabajo como un ejemplo insuperado de antropología urbana”. (Sobrero, 1992: 10)

Esta generosidad y sus grandes contribuciones a un pensamiento humanístico complejo nos hace lamentar hoy su pronta desaparición. Sus libros, que sería muy bueno pudieran ser traducidos en varios idiomas, dejan un legado ineludible para la antropología italiana, y sin duda para los interesados en los campos que describimos en estas breves notas. Buen viaje Alberto, estarás siempre con nosotros en cada exploración urbana y en cada camino de reflexión sobre las nuevas formas de “estar” y “leer” en la ciudad con mirada antropológica.

Con afecto

Adriana

Bibliografía

Althabe, G., Selim, M., (2000) Approcci etnologici della modernità. En: Démarches ethnologiques au présent, Collana “Logiche Sociali”. Italia: Ed. L’Harmattan, Italia srl. [ Links ]

Canevacci, M. (1993) La città polifonica. Saggio sull 'antropologia della comunicazione urbana. Roma: Ed. SEAM. [ Links ]

Hannerz, U. (1980) Esplorare la città, Antropologia della vita urbana. Bologna: Ed. Il Mulino. [ Links ]

Sobrero, A. (1992)Antropologia della città. Urbino: Ed. La nuova Italia Scientifica. [ Links ]

Nota: El texto corresponde 100% a Adriana Goñi

Nota: La editora Sonnia Romero Gorski aprobó éste artículo

Recibido: 20 de Abril de 2021; Aprobado: 05 de Mayo de 2021

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