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Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía

Print version ISSN 2393-7068On-line version ISSN 2393-6886

Rev. urug. Antropología y Etnografía vol.5 no.2 Montevideo  2020  Epub Dec 01, 2020

https://doi.org/10.29112/ruae.v5.n2.7 

Dossier

Reseña Los Peludos: Cultura, Política y Nación en los márgenes del Uruguay de Silvina Merenson1

1 Programa Antropología y Salud, FHCE, Montevideo. http://www.antropologiaysalud-uy


El comentario al libro de Silvina Merenson (basado en su tesis doctoral), viene precedido de varios años de vínculos académicos con la autora y de total empatía con su proyecto de investigación en el norte de Uruguay, en Bella Unión y más precisamente sobre parte de la población local, formada por años de zafras en las plantaciones de caña de azúcar y por luchas sociales muy destacadas en el panorama histórico sindical del país. Artículos publicados testimonian del seguimiento a su trabajo (Merenson, S. 2004, 175-180, In Anuario 2004; Merenson, S. 2009, 71-88, In. Anuario 2009; Romero, S. 2009, 9-10. In. Revista de la Comisión de Patrimonio de la Nación).

Desde el comienzo del texto queda claro el interés antropológico de mirar de cerca la construcción de una identificación para los trabajadores de los cañaverales de Bella Unión, - ¿obreros? ¿trabajadores agrícolas? ¿campesinos? ¿peones rurales? -. Hasta que la autora encontró la forma nativa para nombrarlos, ya descriptiva y clasificatoria: los peludos. Y luego fue trabajando otras clasificaciones posibles, según los peludos fueron creciendo en su imagen, en su compromiso de lucha sindical y política. Todo un recorrido de crecimiento sobre el que Silvina Merenson investigó, prácticamente, por más de una década. Ella como investigadora también fue creciendo en conocimiento, en la agudeza y calidez de su relación con el lugar, con la gente.

Se despliega en los capítulos un entendimiento del tiempo en el que se produce un relato, un sentido, en torno a la condición social y más concretamente a la pobreza de los peludos, a su organización para plantear reclamos que fueron más allá de mejoras salariales, sacudiendo formatos de protesta conocidos y previsibles. Instrumentaron el novedoso recurso de las marchas hacia la capital del país como forma colectiva de larga duración en recorrido de 600 km hacia el sur. Cinco marchas a Montevideo, a modo de peregrinaciones, con sus altos y campamentos, entre 1962 y 1971, instalaron una modalidad de fuerte simbolismo, arraigado como dice la autora en la religiosidad popular (p.134). Como un recurso más dentro del sindicalismo “a lo peludo” (“siendo esto sinónimo de radicalización, decisión y efectividad”).

Fernández Huidobro (dirigente histórico del MLN-T, Tupamaros) señala que “el lugar de los peludos es ejemplar (…) comienza en 1962, con la fundación de la UTAA (sindicato de la caña de azúcar) y la primera “marcha” hacia Montevideo, (citado In. Merenson S. p. 207).

Es necesario recordar que en el espíritu de época de los años 60 circularon varios relatos, varios escenarios fotografiados, novelados, representados…trayendo al imaginario citadino, de militantes comprometidos con causas sociales, el imperativo de acercarse a luchas de poblaciones sufridas, como las del lejano norte. Muchos de los temas y testimonios inspiradores, por similitudes de vivencias, vinieron del nordeste brasilero con testimonios de pobreza, sequías, luchas organizadas por la fe, por el debate ideológico y por las armas; hechos reales, luego novelados. Así la rebelión de Canudos conducida por Antonio Conselheiro (1896), las masas paupérrimas pero organizadas que inspiran la novela Sertoes de Euclides da Cunha, (1902), ambas fuentes retomadas en relatos de hechos y de ficciones, en las que destacaba la figura de las peregrinaciones con liderazgos de iluminados. También la obra de Graciliano Ramos, Vidas secas, (1938), adaptada al teatro y al cine en 1963, tuvo repercusión impactando sensibilidades de época. Los filmes de Glauber Rocha agregarían a la estética de tipos humanos en luchas desiguales desde el campo hacia la ciudad.

Todas imágenes y personajes que se acercaron simbólicamente a lo que se fue conociendo y construyendo en torno a los cañeros, o peludos, de Bella Unión, pertenecientes al norte más lejano de Uruguay, imaginado casi como adentro del Brasil, por calor extremo, por costumbres, por lenguaje mixturado, y por supuesto, por la dominación de “tipo feudal” de los patrones sobre los peludos, jornaleros sin tierra.

Los relatos e imágenes recreadas, junto con lecturas socio- políticas y económicas, de bibliotecas con claras referencias marxistas, formaron un imaginario y pruebas de vida suficientes como para alentar una militancia que, principalmente desde Montevideo, comenzó a trabajar con la convicción de necesarias acciones de apoyo, de acercamiento a los cañeros desde el compromiso político, acompañado de sentimientos, y reconocimiento de valores particulares.

Lugar diferente, tipos humanos, lenguaje local, relaciones adaptadas a rigores ambientales, condiciones laborales, todo conformando una verdadera diferencia socio cultural dentro del país hegemónicamente urbano. Eso representó Bella Unión, su particular economía con plantaciones de caña de azúcar y cortadores de caña convertidos en peludos, o sea ennegrecidos en los cañaverales quemados, cubiertos de melaza, encorvados bajo el peso del fardo a lo largo de la zafra.

Materia suficiente para justificar una aproximación etnográfica, con muchas localizaciones y momentos en los que no decae el interés de la investigadora, por lo que el informe final se vuelve naturalmente un libro. Casi 300 páginas, con gran densidad socio histórica y antropológica.

El estudio capta un hecho social de proporciones, inédito en la historia del país: por primera vez se vislumbró una realidad posible, que hablaba de condiciones para la existencia de un movimiento campesino en Uruguay (¡por fin! como en toda A. Latina) había población más en contacto con la tierra (ajena) diferente del movimiento obrero stricto sensu que se asociaba a fábricas o empresas en medio urbano. Este proceso, de evidente complejidad etno histórica está pacientemente reconstruido por S. Merenson desde ese lugar excepcional donde ella “plantó su tienda”, tomando posición en su terreno etnográfico, relacionándose con actores directos, recogiendo evidencias, testimonios, muy significativos.

El trabajo teórico, crítico, en torno a la categoría del campesinado fue uno de los ejes en torno al cual se fue tejiendo, y tropezando, la historia a lo peludo,

“…el empleo de la categoría “campesino” que buscaba habilitar a los peludos de la UTAA en un puesto en el proceso revolucionario -y a su vez constatar que Uruguay estaba inscripto en la senda latinoamericana - fue aquella que el peludo común vio con recelo. “De este modo, David -que mantuvo su militancia dentro de la UTAA, sin integrarse al MLN-T-, argumentó una de las razones por las cuales el sindicato dejó de ser ·entendido· entre algunos militantes: UTAA fue cambiando. No había entendimiento de todo. Nosotros en el sindicato hablábamos de campesinado para rejuntar, para la unidad... pero no sé, en Bella Unión, el campesino es el que tiene tierra, aunque sea una hectárea… y el peludo es el que no tiene tierra y entonces no se entendía por qué nosotros decíamos “campesino” si los peludos no teníamos tierra. Eso entreveró mucho”, (p. 153).

La autora acota certeramente que “La militancia interpeló a los peludos como “campesinos”, aplicando a ellos la matriz clasificatoria que se creía útil para toda América Latina”, derivando de ahí alejamientos, discrepancias, que unidas al clima político ya muy tenso, conformaron condiciones poco favorables para la quinta marcha en 1971, “la marcha llegó a Montevideo sumamente debilitada y su breve paso resultó casi desapercibido, señalando el fin de un proceso”. (p. 153), quedando atrás el prestigio de las anteriores marchas que habían “rutinizado métodos de acción, procedimientos, estrategias discursivas y eventos que habían convertido a la UTAA y a los peludos en fuertes e ineludibles referencias políticas”, (120).

Entre los años de 1960 y 70- se conocieron teorías, pensamientos de economistas y escritores de muchas nacionalidades, más una gran circulación de obras marxistas que impulsadas en el flujo de la influencia de la experiencia cubana, compusieron bases de un ambiente contestatario muy vibrante en A. Latina, y en Uruguay, en las décadas 1960/70 y hasta 80.

En el libro de S. Merenson está muy bien presentada, indagada, la vinculación de los peludos en el ambiente de militancia política en el país, con la “aparición” en Bella Unión de Raúl Sendic, quien formado en abogacía sería el conductor dedicado, que llegó desde Montevideo para ponerle el hombro a las vidas de los cañeros o peludos (Sendic, entre la historia y la leyenda, p. 213). Según el testimonio de un protagonista de la primera época del sindicato UTAA, a Sendic lo llamaron, le pidieron que fuera “Un montón de compañeras y compañeros fuimos quienes le dijimos ‘Ven y danos una mano para poder salir de este infierno verde, que nos están explotando’ y lo cuento con orgullo”. (Santana, R. Memorias de un peludo, 2013: 65).

Vista desde la segunda década del siglo XXI, toda la “peripecia peluda” destaca por sus matices épicos, por los lugares, personajes, acciones de tipo carismáticas, por las jornadas llenas de compromisos y riesgos. De la investigación, de lo escrito por S. Merenson - que coincide fielmente con las Memorias narradas por Ruben Santana, (2013) - surge un país poco conocido, otras mentalidades, otra inspiración, hasta otras formas de expresarse con referencias a “valores”, “dignidad”, “respeto a la palabra” en personas con pocos o ningunos créditos escolares, pero con evidentes tradiciones culturales.

A propósito, me resulta revelador que en investigación reciente en contextos de pobreza urbana de Montevideo, que comento en este mismo lugar, los diálogos y secuencias transcriptas, revelan mayor limitación expresiva. Constituiría un indicador a profundizar- (ver V. Filardo; D. Merklen, 2019)

Y no se trata solamente de una cuestión de época pasada, diría que más bien esa impresión de “diferencia” que yo destaco, es porque el libro pudo captar y reconstruir ajustadamente lo que en términos gramscianos reconoceríamos como “un bloque histórico”, con un conjunto complejo de relaciones establecidas en determinado momento, con discursos y actores, con tensiones estructurales y coyunturales.

Al leer Los peludos (2016) no pude menos que seguir el hilo de mis evocaciones de autores, de lecturas y ensayos socio- antropológicos que entraron en los años de mi formación universitaria en el exterior y que me interpelaron nuevamente por los matices del rico caso etnográfico que la autora presenta, relata, interpreta.

Fui a revisar páginas de Samir Amin (El desarrollo desigual), de Franz Fanon (Los condenados de la tierra), de Eric Wolf (Las luchas campesinas del siglo XX, México, Rusia, China, Vietnam, Argelia, Cuba), sobre todo de Rodolfo Stavenghagen (Siete tesis equivocadas sobre América Latina). A los efectos de apreciar cuán revelador es el estudio de S. Merenson traté de concentrarme en el espíritu del tiempo al que refiere su estudio, sin buscar razones en autores o teorías de momento más actual, porque lo más esclarecedor viene de lo que estaba presente en la génesis de los recorridos de los peludos, de fenómenos que se sucedieron en Bella Unión y que están muy bien ensamblados en el libro, en los diferentes capítulos, en transcripciones de entrevistas y conversaciones, en notas al pie.

Entre los estudios que parecen más contrastables con el universo estudiado, están las tesis que R. Stavenghagen enumera y discute. Entre las primeras, se planteaba el carácter dual de las sociedades latinoamericanas, asegurando que el estímulo para el cambio en las áreas rurales proviene necesariamente de las zonas urbanas (E. Wolf lo va a rebatir con sus ejemplos de las Luchas campesinas).

En el caso uruguayo muchos de los planteos “llevados al campo” testimonian de una aceptación de las tesis que de alguna manera justificaban la intervención supuestamente más esclarecedora de ideas que vienen de la ciudad. R. Stavenghagen tiene razones para decir que en A. Latina existen indicios de un colonialismo interno, de una relación de dominación de la capital sobre el resto del país.

Al respecto, un protagonista de la época y desde el MLN-T se permite poner los puntos en lugares correspondientes,

“la izquierda montevideana (valga la redundancia), porque detrás de Sendic y sus compañeros estaba también el Partido Socialista y sus órganos de prensa. De otro modo, el proceso hubiese sido silenciado, porque a 600 km del Sorocabana (un bar céntrico de Montevideo) el Uruguay no existe”, Fernández Huidobro, (1986) 1999:21) citado en Merenson, 2016: 208.

El proyecto de la militancia autodefinida como progresista, fue el de colmar un vacío: tener campesinos uruguayos como una meta identitaria, (como más tarde en los 90 sería tener indígenas, Arce, 2018), para poder ser como todos los demás países de A. Latina, no parecer diferentes, poder así renegar de herencias demasiado apegadas a modelos europeos.

Pero no siempre es posible mantener nichos donde conservar neo-culturas. En ese sentido los cambios políticos durante y después de la dictadura cívico-militar (1973-85), los encarcelamientos, el exilio de varios peludos, vendrán a poner otras condiciones, otra historia local muy diferente del pasado mítico que va a morir, literalmente, junto con Raúl Sendic en 1989.

Sucesivas estadías, muchos relatos

En cuanto a la escritura, la presentación de datos y secuencias, la autora lo resolvió en gran parte de una forma original con la introducción de registros y de material, ordenados detrás de breves reseñas o viñetas que abren desarrollos más complejos.

De manera directa pero delicada, con mucho respeto, coloca a las personas en su contexto, con su mirada incorporada, es decir lo que rescató su dedicación etnográfica. Vale la pena transcribir pasajes, a modo de breve demostración.

“Los ‘sucedidos’en el relato de quien fue enfermero de la Policlínica de la UTAA hasta su detención y posterior exilio en Europa, indican que, “En esa época Bella Unión era muy concurrido, porque acá se venía a hacer turismo revolucionario desde Montevideo, desde Buenos Aires. (…) Se vivía en estado de asamblea permanente. Una vez un grupo de militantes discutía si debía hablarse de ‘revolución agraria’ o de ‘reforma agraria’. Toda esa discusión era tan elevada y tan compleja que un peludo agarró un palo y, con alguna caña de más, ¡los empezó a correr y los mandó a trabajar! (…), (p. 179)

Registro n°1, Pedro y un “sucedido” para mí,

“Durante mis primeras estadías en Bella Unión, Pedro me observaba detenidamente y, aunque casi no me hablaba, siempre prestaba mucha atención a mis conversaciones con otras personas. Una vez le tocó presentarme a un vecino del barrio, al que le dijo que era “una mujer a la que le gusta escuchar el conocimiento de la gente de acá”, (p. 41). Luego se encadenan los diferentes accesos que experimentó, por la palabra y por los diferentes pasos fronterizos, (p. 41).

Registro n° 2. Lito, entre la moral y la justicia

En la zafra de 2007 ocurrió un hecho que llevó a la renuncia del presidente de la UTAA. En una audición radial, Lito denunció un incumplimiento, pero nombrando por su nombre y apellido al productor.

“El sindicato no puede dar nombres (…) es un desprestigio para el sindicato.” Esta diferencia construyó al evento en términos de “ofensa” y “prestigio”, poniendo en tensión los códigos morales y el derecho jurídico”, (p. 73).

Registro n°3. “Peludos” e “Intelectuales” o “todo lo igual que podemos ser de diferentes”

En ocasión de la presentación de un libro sobre colonización de tierras y reforma Agraria, se generó una discusión.

“El ‘taller culminó luego de la intervención de un joven recientemente incorporado al sindicato. Fue Claudio quien ironizó sobre la unidad como igualdad: ‘yo soy peludo y capaz que no entiendo, pero entonces si son como nosotros (los autores del libro) ¿les podemos regalar una cortadora?”, (p. 110) Registro n°4, Valentín y Nora “peludos de Sendic”

“Valentin se dio a la tarea de explicarme cómo fue que ingresó al MLN-T (…) La UTAA me ayudó en eso (con el alcohol) y de a poco me comprometí más. Porque de la orga podía ser cualquiera, pero había pocos que sabían tratar al peludaje. Uno era Raúl (Sendic), él creía en el peludo, entonces yo quedé de su lado. Y así fue, ¿qué más se precisa?” (p. 156) “Nora empezó a trabajar en la caña “de grande”, a los 38 años, cuando enviudó. Empezó “despuntando”, pero enseguida tuvo un problema con el “capataz”, un “amarillo” que no le pagó lo que correspondía y, entonces fue al sindicato. Allí en el local de la UTAA conoció a Segundo, quien luego fue su marido, uno de los fundadores del sindicato y uno de los primeros militantes de la UTAA en incorporarse al MLN-T.” (p. 157)

Registro n° 5, Volver y llegar…

Ignacio, “fue detenido en 1972 y recuperó su libertad en 1979. Cuando regresó a Bella Unión se reencontró con su familia y, a diferencia de otros compañeros, rápidamente encontró trabajo en una chacra. En 1985 participó del proceso de reorganización del sindicato, pero fue retirándose. (…) comenzó a dedicarse a la carpintería (…). Eran los años de la “reconversión”, las chacras estaban “agotadas”. (p. 191)

Registro n°6, Tres mujeres, tres generaciones

“La Biblia de Alejandra (…) guarda muchas cosas: una postal de la Junta Nacional de Empleo contra el trabajo infantil, un pegotín de la radio CX36 (…), la papeleta del Movimiento 26 de Marzo en la que aparece como candidata para la Junta Electoral en las elecciones del 2004 y varias fotos de sus hijos. (…) acá guardo las cosas importantes, que me gustan”. “La Biblia de Nora (…) guarda allí todo lo que considera que “debe ser” bendecido, su diezmo, la receta del oculista (…) y el formulario por el que solicitará al Estado la pensión que le corresponde por los años que permaneció preso su marido. “La Biblia de Coli no guarda “nada” pero está prolijamente subrayada con diversos marcadores fluorescentes. Cada color obedece a un tema: rosa para el amor, verde para la salud y amarillo para la política (…)”, (p. 231). “Las relaciones entre sindicalismo, política y religión” procesos complejos de negociaciones e interacciones quedan de alguna manera sintetizados en “estas tres biblias cuyas dueñas pertenecen a tres generaciones distintas de peludas”, (p. 232).

Me gustaría terminar estos comentarios en los que opté por mantener las voces, las secuencias que desenvolvió la autora, destacando apuntes muy de cuño etnográfico, que me resultó un acierto de estilo, un guiño a la profesión. Me refiero al lugar que le dio a las marchas sobre Montevideo. Además de su obvio valor político, S. Merenson les descubre sentidos más cercanos a prácticas religiosas, como peregrinaciones (como las que se documentaron y novelaron en el nordeste brasilero).

Encontró además que las marchas de Bella Unión a Montevideo marcaron estructuralmente el tiempo para las vidas “a lo peludo”, y la autora pudo constar que todavía se relatan “sucedidos” situándolos Antes, Durante o Después de tal o cual de entre las cinco marchas. Forma “peluda” de medir el tiempo que permanece en historias personales, locales y sindicales.

Debemos agradecer que Silvina Merenson, colega argentina, haya producido este estudio en el “norte profundo” del país, reconstruyendo un tiempo fundante, que se va perdiendo casi falto de relatos y al que podemos acercarnos a través de la lectura de esta obra bien documentada, enriquecida con tanta cercanía de concienzudo y fascinado trabajo de campo. Un fieldwork que seguramente constituyó un “sucedido” importante en la trayectoria de la investigadora Silvina Merenson, tan cercana a temas muy nuestros.

Referencias

Amir, Samin. (1973). Le développement inégal. Essai sur les formations sociales du capitalisme périphérique. Paris: Editions de Minuit. [ Links ]

Arce, Dario. (2018). Historia y memorias del desencuentro indio en Uruguay. Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía. 3(2). Recuperado de http://ojs.fhce.edu.uy/index.php/revantroetno/article/view/116Links ]

Merenson, S. (2004). Ser peludo. Una etnografía histórica de tránsitos y pasajes en la construcción de un sujeto local, Bella Unión, República Oriental del Uruguay. Anuario de Antropología Social y Cultural en Uruguay, pp 175-180. [ Links ]

Merenson, S. (2009-2010). Las marchas de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas. La producción ritual de una formación discursiva. Anuario de Antropología Social y Cultural en Uruguay , pp 71-88. [ Links ]

Stavenghagen, R. (1981). Sociología y Subdesarrollo. México: Nuestro Tiempo, pp. 15-84. [ Links ]

Wolf, Eric. (1987). Las guerras campesinas del siglo XX. México: Siglo XXI. [ Links ]

1. Prólogos de Alejandro Grimson y Carlos Demasi. Colección ETNOGRAFÍAS DE LOS SECTORES POPULARES, Director de Colección PABLO SEMAN, Editorial Gorla, Buenos Aires, 2016.

Nota: El texto corresponde 100% a Sonnia Romero Gorski

Nota: La editora Sonnia Romero Gorski aprobó éste artículo

Anexo

Tengo un recuerdo personal de la marcha de 1971. En esa época, con un grupo de amigos/as, nos convencimos de que había que ir a dar apoyo a los cañeros, llegados en la marcha a la capital. Nos rotábamos para pasar ratos en el lugar donde paraban algunos de ellos. Había mucho movimiento (“asambleas permanentes”), creo que nuestras citadinas presencias más que ayudar molestaban. Recuerdo que un niño, chiquito y vivaz, me aceptó un caramelo y enseguida pidió otro “pa’ mi amigo el Carlito”. Fue el contacto más cercano que tuve en medio de militantes y dirigentes, protagonistas reales de aquella lucha.

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