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Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía

versión impresa ISSN 2393-7068versión On-line ISSN 2393-6886

Rev. urug. Antropología y Etnografía vol.5 no.1 Montevideo  2020  Epub 01-Jun-2020

https://doi.org/10.29112/ruae.v5.n1.7 

Dossier

INTERVENCIONES EN EL ENCUENTRO ORGANIZADO POR FLACSO-GUATEMALA, EN FEBRERO 2020

MIRANDO DESDE LOS SURES. REFLEXIONES SOBRE EL ENCUENTRO ENTRE ACADÉMICAS Y ACADÉMICOS DEL SUR DE MÉXICO, GUATEMALA, URUGUAY, ARGENTINA Y COLOMBIA

EXPRESIONES DE MOVILIDAD HUMANA EN LA FRONTERA GUATEMALA MÉXICO

LA OPCIÓN DE HACER HISTORIA APOSTANDO A LA ESCUCHA: ATENDER Y PROBLEMATIZAR SUBJETIVIDADES. APORTES DESDE LA HISTORIA ORAL Y LA HISTORIA RECIENTE

TERRITORIALIDAD Y DOCUMENTACIÓN: EL PROTAGONISMO DE LA FRONTERA SECA EN LAS DINÁMICAS MIGRATORIAS AL URUGUAY

LA PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA EN LA INVESTIGACIÓN DE FRONTERAS POLÍTICAS: EL CASO DE LA LÍNEA EN LAS CIUDADES DE RIVERA (URUGUAY) Y SANTANA DO LIVRAMENTO (BRASIL)

ENTRE LO FRONTERIZO Y LO TRANSFRONTERIZO: HABITAR LA FRONTERA RIVERA (URUGUAY) - SANTANA DO LIVRAMENTO (BRASIL)

MOVILIDAD Y CONTROL DE FRONTERAS ENTRE COLOMBIA Y VENEZUELA. DISCURSOS SECURITARIOS Y OPORTUNISMO EN UNA LUCHA POR LA HEGEMONÍA POLÍTICA

APRECIACIONES SOBRE LAS MIGRACIONES EN GUATEMALA Y EL TRIÁNGULO NORTE DE CENTROAMÉRICA

FLACSO MEETING, WORKSHOP IN GUATEMALA, FEBRUARY 2020

ENCONTRO DA FLACSO-SEMINARIO EM GUATEMALA, FEVEREIRO 2020

Andrea Quadrelli1 

Enrique Coraza de los Santos1 

Cesar E. Ordoñez1 

Mónica Gatica1 

Pilar Uriarte Bálsamo1 

Andrea Quadrelli1 

Ma. Magdalena Curbelo1 

Jeisson Oswaldo Martínez Leguízamo1 

Juan José Méndez Barrios1 

11 Departamento de Antropología Social-FHCE, Uruguay. andreamquadrelli@gmail.com

1Grupo de Estudios de Migración y Procesos Transfronterizos. Departamento de Sociedad y Cultura. El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR-CONACyT). Unidad Regional Tapachula Chiapas México ecoraza@ecosur.mx

1 Unidad Académica de Quetzaltenango. Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales. cordonez@flacso.edu.gt

1 Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Patagonia UNP, Argentinamonicagracielagatica@yahoo.com.ar

1 Departamento de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Cs. de la Educación, UDELAR. pilar.uriarte@gmail.com

1 Departamento de Antropología. Facultad de Humanidades y Cs. de la Educación, UDELAR.andreamquadrelli@gmail.com

1 Facultad de Humanidades y Cs. de la Educación, UDELAR mariamagdalenacurbelo@gmail.com

1 Universidad de Murcia, España. jeisson.martinez@um.es

1 Unidad Académica de Quetzaltenango. Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales. jmendez@flacso.edu.gt


Resumen:

El creciente proceso de globalización provoca que las movilidades de personas y la gestión de fronteras internacionales comiencen a desarrollar dinámicas y fenómenos cada vez más similares. Por otra parte, las coyunturas políticas determinan períodos de apertura, pero también de blindaje de fronteras, junto a procesos crecientes de securitización global. En este Dossier se presentan los diálogos generados en el Seminario Miradas desde América Latina entre académicos y estudiantes de diferentes países y contextos históricos, con experiencias teóricas y metodológicas, que permiten comenzar a comprender estos fenómenos, a la vez que desarrollar redes para un intercambio horizontal del conocimiento.

Summary:

The growing process of globalization causes the mobility of people and the management of international borders to begin to develop increasingly similar dynamics and phenomena. On the other hand, political conjunctures determine periods of opening, but also of shielding borders, along with increasing processes of global securitization. This Dossier presents the dialogues generated in the Seminar on Looks from Latin America between academics and students from different countries and historical contexts, with theoretical and methodological experiences, which allow us to begin to understand these phenomena, while developing networks for horizontal exchange of knowledge.

Resumo:

O crescente processo de globalização provoca que as mobilidades humanas de pessoas e a gestão de fronteiras internacionais comecem a desenvolver dinâmicas e fenômenos cada vez mais similares. Por outra parte, as conjunturas políticas determinam períodos de apertura, mas também de blindagem de fronteiras, junto a processos crescentes de securitização global. Em este Dossiê se apresentam diálogos gerados no Seminário Olhares desde América Latina entre acadêmicos e estudantes de países e contextos históricos diversos, com experiências teóricas e metodológicas, que permitem começar a compreender estes fenômenos, ao mesmo tempo que desenvolver redes para um intercambio horizontal de conhecimento.

En el mes de febrero del presente año se desarrolló el Seminario Internacional “Miradas desde américa latina: fronteras y movilidades en el Cono Sur, Colombia y el corredor Mesoamericano” organizado por la sede de FLACSO Guatemala en Quetzaltenango/Xela y el Grupo de Estudios de Migración y Procesos Transfronterizos (GAEMPT) del Departamento de Sociedad y Cultura (DSyC) de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR-CONACyT), Unidad Regional Tapachula (Chiapas, México).

Este Seminario contó con representantes de las instituciones académicas organizadoras y con investigadoras del Departamento de Antropología Social de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (UDELAR, Uruguay) y del Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Patagonia (UNP, Argentina), y de un investigador colombiano del Departamento de Sociología de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Murcia (UM, España), todos y todas colaboradores de los textos que se presentan a continuación.

Esta experiencia permitió el encuentro de académicas y académicos de diferentes regiones de América Latina y de distintas disciplinas de las Humanidades y Ciencias Sociales (Historia, Economía, Sociología, Antropología), enfoques y abordajes metodológicos. Asimismo, también generó la oportunidad de interactuar, debatir, discutir y compartir desde las líneas y regiones de trabajo de cada integrante. Al mismo tiempo, fue una ocasión que llevó a exponer y comprender que los procesos que analizamos forman parte de un entramado de circunstancias, elementos estructurales y coyunturales, causalidades y realidades que guardan muchos puntos de similitud como parte de dinámicas globales, a la vez que exponen las particularidades de cada frontera.

Cuando hablamos de frontera lo hacemos también desde lo que esta oportunidad de encuentro nos ha brindado, al presentar, conocer y dialogar entre lo real, lo simbólico, lo epistémico y hasta las particularidades de las “culturas nacionales”1. En ese sentido, abordamos un concepto complejo, polisémico y poliédrico de frontera, como muy bien lo trabaja y señala Roxana Rodríguez (2020) en su modelo epistemológico de la frontera. Al mismo tiempo, hablar de fronteras es también hablar de movilidades, de personas que se mueven en un espacio, en un territorio y que a la vez que lo hacen, van transformando y transformándose en su relación con su noción de lugar (el dejado, el encontrado y el esperado), y las interacciones que desarrollan en sus transitoriedades, ya sean aquellas como resultado de sus proyectos de vida, o forzadas por las diferentes circunstancias que les han tocado vivir (Coraza, 2020).

El lugar donde se desarrolló el Seminario no es tampoco una casualidad o una oportunidad aislada y puntual, sino el resultado de un proceso de colaboración e intercambio que lleva varios años desarrollándose a pesar de los obstáculos que representan las aspiraciones de sinergias en estos sures globales. En este sentido, es de señalar y agradecer el largo historial de participación que siempre ha tenido el Dr. César Ordoñez de la Sede Quetzaltenango de FLACSO Guatemala con ECOSUR, y particularmente, con quienes trabajamos desde las fronteras y las movilidades. Este seminario es un eslabón más de experiencias anteriores, como la invitación a participar en forma anual al Dr. Ordoñez en los cursos de posgrado de ECOSUR o su reciprocidad al invitarnos a participar en el curso “Migraciones internas en Guatemala: características y dinámicas” o la colaboración en las ediciones (2015, 2017 y 2019-20) del “Diplomado Transfronterizo Migración, Ciudadanía y Derechos Humanos” que se desarrolló en la Unidad Tapachula de ECOSUR organizado por el GAEMPT-DSyC conjuntamente con OIM y UNICEF. Este, no sólo implicó la participación de colegas académicos de FLACSO, sino la oportunidad de becar a estudiantes de ese país para participar en el mismo.

De esta forma, la visita de colegas del sur continental se visualizó como una forma de ampliar la experiencia e integrar una visión más amplia de estas dimensiones -frontera y movilidades- que no sólo nos permitiera acercar nuestras reflexiones teóricas, metodológicas, conceptuales y empíricas como académicos y académicas, sino también extenderlo a estudiantes de Guatemala que llegaron desde diferentes puntos y localidades de la república centroamericana. Un elemento a destacar fue la oportunidad, no sólo de compartir los tópicos de trabajo e investigación ya señalados, sino también, interactuar desde realidades vitales y de estudio muy diversas, con componentes culturales, sociales e históricos propios singulares pero trasladables en términos comparados.

De esta forma abordamos realidades como la de los pueblos originarios, muchos convertidos a la fuerza en bi nacionales, que comparten Chiapas con Guatemala (Toledo y Coraza, 2019) que podían dialogar con la de sus homónimos de la Patagonia (Gatica et al., 2005). También las realidades transfronterizas que representan la interacción y construcción de territorialidades propias que sortean el obstáculo político administrativo y hasta de control y militarización de los límites para constituirse en espacios de comunicación y relaciones históricas familiares, económicas, políticas y socio culturales como lo puede ser México-Centroamérica mirada desde el Soconusco (Coraza, 2018), así como desde la margen guatemalteca (Ordoñez, 2006), o las que están desarrollando Pilar Uriarte, Andrea Quadrelli y Magdalena Curbelo de la UDELAR en la región de Brasil-Uruguay a través de las ciudades bi nacionales Santa Ana do Livramento (Brasil) - Rivera (Uruguay) o Chuí (Brasil) - Chuy (Uruguay).

En el mismo sentido se podría hablar sobre las movilidades, especialmente las de carácter forzado que abordadas con esta visión latinoamericanista a partir de los pasados y presentes traumáticos de las amenazas y violencias nos acercan a los dramas de miles de personas que son obligadas a dejar sus lugares de residencia hacia otro lugar en el que esperan recuperar la cotidianeidad de una seguridad perdida. Así, los estudios de exilios chilenos en la Patagonia (Gatica, 2013) mirados desde dimensiones como género, clase y subjetividades fueron puestos en la mesa junto a los análisis sobre exilios colombianos en su dimensión pasada y presente como resultado del conflicto armado más largo de la historia de América Latina (Martínez, 2017), o las visiones comparadas de las migraciones forzadas en América Latina (Coraza, 2015) dialogaron con las investigaciones sobre las migraciones contemporáneas en Uruguay que paulatinamente han ido insertándose en los circuitos globales de las movilidades del siglo XX (Gómez, Curbelo y Uriarte, 2019).

Finalmente, el resultado esperado y concretado fue establecer el inicio de una red de colaboración que una estos sures globales y que permita asumir uno de los tantos retos entre los que nos debatimos en los estudios sobre movilidades y fronteras, que es el de superar los nacionalismos y regionalismos metodológicos estableciendo diálogos que nos permitan acompañar la globalidad de los procesos con la sinergia de los análisis y las reflexiones.

En el mismo sentido también sumar otro reto: el diálogo entre los estudios de las migraciones como campo consolidado y con mucha fuerza, con el de las movilidades forzadas, en un estado de abordajes más recientes y acotados pero que tienen mucho que compartir y aprender uno del otro. Si bien las matrices migratorias conforman el imaginario de muchas sociedades como elementos constitutivos de sus construcciones nacionales, son parte de la Historia y de las memorias, tanto individuales como colectivas e históricas, no sucede lo mismo con las movilidades forzadas. En el caso de los exilios, las migraciones forzadas y los desplazamientos forzados siguen siendo, no sólo fenómenos sistemáticos y hasta sistematizados de exclusión (Coraza y Gatica, 2019), sino que, desde el Cono Sur de América hasta América Central y México, pasando por Colombia, siguen sin formar parte de las dimensiones memoriales agregando, al sentimiento de destierro que llevan consigo quienes las sufren, el del olvido, la invisibilidad y la invisibilización.

A lo antes señalado, debemos agregar la celeridad de las dinámicas, tanto de las visiones, acciones y estrategias gubernamentales y regionales, como de las propias movilidades y nuevamente reconocer que, desde el inicio del proceso de securitización en 2001 (Velázquez, 2008) que las asocia al concepto de “Seguridad Nacional”, el drama de la huida se enfrente a muros, a controles, deportaciones, militarización y violación de derechos. Así, desde la política de la administración norteamericana del presidente Donald Trump y sus éxitos en imponer desde la tradicional intervención geopolítica en la región una gestión de contención y deportación, aceptada y desarrollada por México, Guatemala, Honduras y El Salvador, al otro extremo del continente, donde las declaraciones y medidas adoptadas por la reciente administración pasada de Mauricio Macri en Argentina que criminalizó y estigmatizó a la migración, sobre todo regional, se encadena en un horizonte de la misma oscuridad y deshumanización, militarización y control que planea sobre la nobel administración del presidente Lacalle Pou en Uruguay o una Colombia que a pesar de los intentos de diálogos de paz, continúa con el asesinatos de líderes sociales y políticos que auguran, que ese fin que preanunciaba y esperanzaba esos diálogos, no está cercano a cumplirse.

Para finalizar, y frente a este escenario tan apocalíptico que afecta, como siempre, a las y los más pobres, vulnerables, precarizados, “desechables” en la visión de esas políticas excluyentes, reivindicamos el ejercicio de pensar juntas y juntos, de establecer redes, puentes sobre los muros y comprender que ejerciendo nuestra función social y política de generar conocimiento e intervenir sobre los procesos de movilidades y fronteras, estaremos más cerca de esos otros mundos posibles.

La frontera terrestre, entre Guatemala y México tiene 963 kilómetros de longitud, en su trayecto desde la rivera del Océano Pacífico hasta donde el estado de Quintana Roo limita con Belice. Corresponde al estado de Chiapas 655 kilómetros, equivalente al 68% de su longitud, con tramos terrestres y los ríos limítrofes: Suchiate, Salinas y Usumacinta.

Guatemala y México también compartes 200 millas mar adentro en el Océano Pacífico, a partir de la desembocadura del río Suchiate (Mapa 1), cuya delimitación con Guatemala, no se ha finalizado debido a las variaciones de la desembocadura del río, causadas por las precipitaciones pluviales anuales. Los otros Estados limítrofes son Tabasco, Campeche y Quintana Roo, los dos últimos son parte de la península de Yucatán.

Los datos anteriores muestran la importancia territorial de la movilidad humana de Guatemala con México, en el Estado de Chiapas. Enfatizaré en la breve descripción por razones de espacio.

Mapa 1: Frontera de Guatemala con Estados fronterizos de México: Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, 2020. 

Movilidad humana diversa

Entre Guatemala y Chiapas (México), se expresa movilidad humana diversa, tanto en los objetivos como en la duración de las mismas. Brevemente se mencionarán las principales modalidades, diferenciando su relación con dos tipos de procesos: a) movilidad humana relacionada con el patrón de desarrollo regional del territorio fronterizo y b) relaciones de integración económica entre países y Estados Unidos, en el marco de tratados de integración firmados por Guatemala, México y Estados Unidos.

En referencia a la primera, se enumeran brevemente los siguientes:

En el mercado de trabajo agropecuario. Se expresan distintas especificidades: a) los jornaleros guatemaltecos transfronterizos que concurren en elevada cantidad, temporalmente, a las cosechas de productos agrícolas de exportación. La rama principal es la caficultura con historia desde mediados del siglo antepasado. Se ha diversificado ampliando la producción por una importante cantidad de cafetaleros campesinos, localizados principalmente en laderas de la Sierra Madre de Chiapas. Otras ramas importantes son las frutas tropicales: producción de mango, caña de azúcar, banano (plátano), papaya y otras que se localizan en la planicie costera. Se trata de movilidad de trabajadores estacionales.

En el mercado de trabajo urbano en la ciudad fronteriza de Tapachula. Se expresa un conjunto diversificado de actividades que se menciona en orden de importancia: a) comercio ambulante, b) construcción, c) servicios domésticos,

d) servicios técnicos: profesionistas, técnicos, administrativos, e) transporte, f) empleados en manufactura. Esta diversidad de empleados urbanos presenta una movilidad más duradera, a la vez que diversificada.

El comercio informal propiamente fronterizo. Establecido permanentemente en el río Suchiate. Se localiza en el área de dos pequeñas ciudades prácticamente conurbadas (Tecún Humán (G) y Ciudad Hidalgo (M), separadas por el río. Se trata de un espacio comercial de mercancías producidas en otras regiones de México (Distrito Federal, Centro Occidente, Norte y península de Yucatán). A este lugar concurre una gran cantidad de integrantes de una cadena de intermediación cuyos compradores son otros intermediarios y consumidores directos de ciudades y pueblos del occidente, centro y oriente de Guatemala. Ello constituye un tipo de movilidad humana, de ir y venir, en un plazo que va de uno a tres días, dependiendo de la distancia que les separe de su lugar de origen, y del tipo de negocio que realicen.

Turismo transfronterizo. Este es otro tipo de movilidad humana de corto plazo entre Guatemala y Chiapas. Diversos atractivos turísticos atraen población guatemalteca en períodos cortos con fines de compras y turismo. Cuando este flujo se reduce, los establecimientos relacionados con la actividad se ven afectados, especialmente en la ciudad de Tapachula, la más cercana a la frontera.

Movilidad humana relacionada con la migración hacia Estados Unidos.

Se mencionarán dos flujos importantes:

  • 1) migraciones de centroamericanos con intención de viajar y quedarse en Estados Unidos; 2) movilidad de personas dedicadas a traer vehículos usados hacia Guatemala, comprados en Estados Unidos.

El flujo de migrantes centroamericanos que emigra hacia Estados Unidos tiene ya muchos años y lo realizan personas sin o con documentación, que viajan por primera vez a dicho país, o que han fracasado una o más veces, para insertarse en el mercado laboral y quedarse al menos por varios años. Se trata de una movilidad de mediano y largo plazo. Se dice que van en busca del sueño americano, pero en realidad van motivados por el sueño de sus familias para salir de la pobreza. Para ello deben pagan precios elevados a intermediarios, usualmente denominados “coyotes”, y quedan endeudados con alguien, o alguna entidad que les proporciona la cantidad necesaria para contratarlo. Existe un porcentaje no estimado de quienes fracasan en el intento. El costo en dinero y salud es elevado; el coyote, a cambio del pago del servicio, otorga hasta tres oportunidades para pasar, pero siempre existe una proporción de movilidad fracasada. El actual gobierno de Estados Unidos ha endurecido el proceso de contención y ha involucrado, bajo presión, a los países centroamericanos y a México en el conjunto de medidas puestas en práctica.

Los migrantes especialmente originarios de Honduras, El Salvador y Guatemala han experimentado la modalidad de viajar en caravanas, con lo que lograron inicialmente apoyo por segmentos de población mexicana, pero dicho movimiento ha sido contrarrestado, a partir de las decisiones del gobierno y las acciones de contención de la guardia nacional de México, con la aplicación de medidas duras por parte de Estados Unidos. Existen muchos estudios sobre este proceso migratorio y en este corto escrito únicamente es mencionado.

Por otra parte, la actividad de personas dedicadas a traer vehículos usados hacia Guatemala, desde Estados Unidos, es una modalidad de empleo para quienes realizan dichos viajes de manera legal, documentada, tanto en su breve estancia en Estados Unidos y el paso por México. La remuneración a cambio del servicio es aceptable.

En Guatemala existe una buena cantidad de medianas empresas dedicados a dicha actividad, que han establecido relación con negocios de venta de carros usados en Estados Unidos, igualmente con las piezas que necesita el vehículo cuando es el caso. Lo transportan en breve plazo, entra a Guatemala por el Soconusco Chiapas, se repara en talleres guatemaltecos y quedan listos para la venta. La movilidad humana es de corta duración en cada viaje.

Vivimos un tiempo de globalización que irónicamente buscan caracterizar a partir del respeto a las múltiples identidades; hay una paradójica proliferación de estudios y lugares de memoria, pero en lo cotidiano, convivimos con conflictos intensos que es necesario visibilizar para intervenir y actuar profesionalmente. Historia, Identidad, y Memoria son problemáticas no sólo relevantes para la vida académica, sino también, para actuar en función de nuestro presente y futuro. Es imperioso entonces establecer un diálogo en clave comparada y transdisciplinar.

He estudiado el exilio dando cuenta de experiencias que han sido estigmatizadas (Gatica, 2013), pero lo que entiendo central ahora para conocer y problematizar las movilidades forzadas que enfrentamos, es atender a los efectos que subyacen, para dar cuenta de las operaciones que sobre la subjetividad de las mujeres y hombres involucrados acontecieron y acontecen. Esta clave permite entender cabalmente que gran parte de estas vidas se gasta en la compensación de una pérdida desorientadora a través de la creación de un nuevo mundo gobernable debiendo, como cientistas, generar condiciones para permitir emerger memorias que, sólo cuando encuentran condiciones para evocar, se manifiestan.

Revisar los efectos de la aplicación de las Doctrinas de Seguridad Nacional (DNS) en el Cono Sur sobre las víctimas directas y sus seres más allegados, y también sobre las sociedades todas, es fundamental porque las dictaduras fueron agentes fundacionales del neoliberalismo, y proyectaron sus lineamientos en este presente. Al utilizar la represión como instrumento lograron generar un miedo generalizado, con la consecuente secuela de desmovilización; se generaron suspicacias, despolitización, y renuencia incluso a reconocer la represión, lo que indujo a una privatización, o confinamiento de las acciones y sentimientos de quienes lo padecían. Así, la relación entre privatización psicológica y privatización económica instrumentada por las dictaduras se correspondieron, y hoy la violencia vinculada al narcotráfico, a las maras, a la corrupción se nutren en esa matriz. Compartimos con Gabriela Águila la preocupación por poner en diálogo y comprender las lógicas que han operado para el funcionamiento del aparato represivo, develando estrategias de disciplinamiento y control implementadas por el Estado, indagando en los efectos que supuso sobre los sujetos afectados (2018: 68).

Desde el siglo XXI parece que vivimos un mundo sin utopías, en que el pasado no es visto como un tiempo de revoluciones sino de violencias: los testigos hablan por las víctimas y la memoria colectiva se transforma en un duelo inagotable. Trabajo junto a distintos colectivos - exiliados, mujeres, trabajadores - tendiendo a aportar a su restitución, es decir, a hacer visibles experiencias y trayectorias - al decir de los culturalistas ingleses, una “historia desde abajo” -, pero es perentorio recuperar y poner en valor los derechos y experiencias, tejiendo puentes y reaprendiendo o haciendo visibles sus historias de vida, sus derroteros, sus logros. Existe un necesario enfoque de clase para leer estas narraciones sensibles, y para ello, “será necesario ir al cesto de la basura, desarrugar ese papel viejo y ajado que se llamó ‘La Ciencia de la Historia’, el Materialismo Histórico”. Es imprescindible rescatar el materialismo histórico en clave benjaminiana (Benjamin, 2007; Cerio, 2014), y esta es parte de nuestra apuesta.

La historia reciente supone una nueva forma de comprender el pasado: hacemos historia social, crítica, colocando a las y los sujetos en coordenadas sociales y económicas para avanzar sobre el relato fáctico, positivista, rebasando la supuesta neutralidad axiológica, y reemplazándola por un involucramiento ético y político (D´Antonio y Viano, 2018).

Historiamos memorias sin someternos a ellas, complejizamos su análisis e interpretación manteniendo una verificación objetiva y crítica, documental, factual; y develando sus contradicciones, omisiones y silencios.

Así “aprender a escuchar” esas distintas formas de comunicar e interpelarnos, contenidas en esas fuentes, me recuerda aquello que describía el Subcomandante Marcos sobre la experiencia zapatista (o “neozapatista”) en la selva Lacandona (Payeras & Guillén, 2003), en torno a la necesidad de no ocupar el aparente silencio con sus palabras, para que fuese posible aprehender lo que esos “otros” tenían para decir.

Esta práctica no se define exclusivamente según reglas temporales, epistemológicas o metodológicas sino, fundamentalmente, por la atención que prestamos a cuestiones siempre subjetivas y cambiantes que interpelan al presente. Representa un esfuerzo colectivo e intergeneracional inseparable de la historia oral, que es y ha sido una herramienta fundamental para reconstruir historias individuales y familiares, venciendo resistencias y prejuicios, y demostrando la importancia del diálogo; descubriendo y conociendo representaciones y subjetividades. No sólo conocemos lo que pasó, sino lo que nuestros informantes creen que hicieron. y también la evaluación que desde el presente supone; así conocemos los significados que encierran las narraciones, las motivaciones, sus reflexiones, juicios y racionalizaciones. Con cada error consignado podemos avanzar en la comprensión de la materialidad de lo narrado. Los preciosos desaciertos revelan mucho de la visión de los vencidos y son muy valiosos los silencios, las reticencias y las deformaciones. Como bien señala Portelli (2016);

“los “fantasmas” relegados en el “subsuelo” de la memoria vuelven a presentarse como pesadillas, y es entonces cuando la relación entre memoria y olvido se da vuelta. Sólo con el trabajo de recordar lo omitido es posible “olvidarlo”, en el sentido de elaborarlo, superarlo e ir más allá, sin sufrir obsesiones correlativas” (p. 487).

Esta forma de hacer Historia supuso la democratización de la producción disciplinar, de los temas y de los sujetos, lo que permite traer a las historias nacionales latinoamericanas las vidas de mujeres y hombres comunes; los sucesos que habían quedado al margen, situar a quienes habían permanecido invisibles.

Cuenta con una metodología cada vez más sofisticada y consciente, centrada en el diálogo y la subjetividad, es decir, en el encuentro entre personas. Nuestras fuentes no son objetivas como dato constitutivo: son construidas, variables y parciales. Son resultado de una relación de dos, de un trabajo, y por eso como historiadores debemos conducirlas, ya que somos quienes provocamos su existencia. Orientamos el discurso y dirigimos la selección, y entonces nuestra intervención es política en términos disciplinares, no meramente técnica. Siempre debe atenderse que, aunque construimos un discurso con palabras ajenas, la responsabilidad es nuestra. De hecho, al comprometer nuestra subjetividad aumenta nuestra esfera de responsabilidad profesional.

Tenemos que hacer renacer las esperanzas de los vencidos, dar nueva vida a las esperanzas incumplidas: “Escribir la historia no es un trabajo de reconstrucción abstracta, sino la dimensión intelectual de una transformación política del presente. El conocimiento histórico es un acto revolucionario que no puede confundirse con la mera erudición” (Traverso, 2018: 381).

La presentación en el Seminario Internacional “Miradas desde América Latina” tuvo como objetivo contextualizar el protagonismo que la frontera Uruguay - Brasil ha cobrado en el actual modelo de la gestión migratoria en el país. La imposición de visas a amplios sectores de la población migrante ha promovido el ingreso irregular a través de esta frontera. La necesidad de regularizar la documentación, una vez en destino, impone el retorno al lugar de ingreso y la salida a consulados próximos en territorio brasileño para la tramitación del visado. Una vez obtenida, se reingresa al país a través del puesto migratorio para estampar el sello de ingreso en el pasaporte, que permita el inicio de los trámites de residencia.

El espacio de frontera en el que se localizan consulados y puestos migratorios pasa a ser central en la comprensión de los procesos migratorios actuales y propone un desplazamiento del foco habitual de los estudios migratorios en el país, que enfatiza los movimientos a través de Montevideo: capital, principal puerto y aeropuerto del país. El análisis propone dos claves para la comprensión del modelo de gestión migratoria vigente: la política de documentación en tanto política migratoria y la territorialidad en su forma de aplicación. Esas dos claves conducen a pensar la frontera como espacio privilegiado de análisis.

Desde sus orígenes, Uruguay ha sido un país atravesado por dinámicas de movilidad humana que determinaron sus características. En un primer momento, la inmigración constituyó la base poblacional para su crecimiento demográfico a partir del ingreso de población europea. Hacia 1860, el 35% de los 223.000 habitantes del país habían nacido en el extranjero y para Montevideo esta proporción ascendía a prácticamente la mitad de la población de la ciudad (Arocena, 2009). Más allá de la fuerte impronta cultural, social y económica que este proceso migratorio tuvo en la constitución del país, la inmigración ha configurado una narrativa de identidad en la que Uruguay aparece como un país moderno, integrador y homogéneo, “legado” de estos inmigrantes. Ese relato tiene una fuerte impronta urbana, enmascarando otros procesos que también están atravesados por dinámicas de movilidad humana en torno a actividades productivas de corte rural y actividades comerciales en espacios de fronterizos. Localizada en el polo simbólico opuesto, la frontera aparecía muy lejana al impulso civilizatorio y modernizador que representaban las corrientes migratorias que llegaban a través del puerto de Montevideo.

A partir de la segunda mitad del SXX, la característica de receptor de migrantes se transforma radicalmente pasando a ser un país netamente emisor de población. Entre 1963 y 2009, el ingreso de población migrante se detiene y la emisión de población nacional pasa a ser una realidad sostenida a través de los años, con picos de salida en momentos caracterizados por crisis políticas y/o económicas (Taks, 2006). En la producción académica en torno a los procesos de emigración encontramos nuevamente un énfasis en el análisis de los flujos hacia destinos transoceánicos: Europa y Norteamérica en detrimento de otros procesos, como la inmigración a países latinoamericanos fronterizos y no fronterizos (Pellegrino y Vigorito, 2005). Las claves analíticas, vinculadas a factores histórico-culturales como la “propensión migratoria” o factores económicos de expulsión y sus efectos vinculados a la “fuga de cerebros” mantienen la impronta urbana y capitalina de los trabajos sobre períodos anteriores.

El saldo migratorio negativo de casi cincuenta años comienza a revertirse en 2009, debido a procesos de migración de retorno. A partir de 2011, comienza a hacerse notorio en los relevamientos estadísticos y en el análisis de datos administrativos el aumento en el ingreso de población migrante de orígenes latinoamericanos diversos, entre los que destacan Perú, República Dominicana, Venezuela y posteriormente Cuba (MIDES, 2017). República Dominicana y Cuba, dos de los tres principales países de origen de los actuales flujos migratorios están afectados por la solicitud de visados que el estado uruguayo les impone.

Generalmente, la tramitación de visas en el país de origen es compleja y difícil de obtener debido a los requisitos solicitados (recursos económicos y carta de invitación entre otros), la ubicación de los consulados y las frecuentes denegaciones. Proyectar una migración regular desde Cuba o Dominicana al Uruguay (así como desde otros países de África o Asia, a los que se les solicita visa) es extremadamente complejo, incluso cuando se trata de procesos de reunificación familiar que cuentan con requisitos específicos más accesibles que la visa corriente (Uriarte, 2019).

Por el contrario, para los ciudadanos de esos países que ya se encuentran en territorio nacional es posible regularizar la documentación a partir de la tramitación del visado en frontera. La regularización de la permanencia en territorio uruguayo requiere que, una vez instalados en Montevideo u otras zonas del país, deban retornar a frontera para tramitar una visa que les permita iniciar la residencia presentando documentación que avale radicación y medios de vida en el país. Esta situación aumenta la presencia y circulación de personas migrantes en ciudades de frontera.

Al mismo tiempo, podemos decir que la documentación es prácticamente la única política migratoria con la que cuenta el país. En base al análisis de documentos oficiales y declaraciones de actores estatales es posible sostener que la documentación es pensada como un análogo de la política migratoria (Uriarte, 2019). El plan de respuesta rápida, que permite obtener la cédula de identidad en el inicio del trámite de residencia es una muestra de esto. En su justificación se expone que el acceso a la cédula de identidad (en el mismo formato y serie de numeración que el documento de identidad de los nacionales) garantiza el acceso a derechos en igualdad de condiciones que los nacionales. Si bien investigaciones previas demuestran que la relación entre documento de identidad y acceso a derechos no es directa, también es posible sostener que prácticamente la totalidad del acceso a registros oficiales, prestaciones y seguridad social, trabajo formal, salud y educación son mediados por el número de registro de identidad. La documentación no garantiza el acceso a derechos, pero la imposibilidad de obtener la cédula causada por el ingreso irregular determina la exclusión de casi todos los mecanismos de integración, incluyendo la inserción en el mercado laboral, el acceso a una vivienda digna o la realización de tratamientos de salud prolongados.

Territorialidad en la administración del acceso a la documentación, y documentación como clave de la política migratoria, son entonces dos elementos característicos de la gestión migratoria del país. Son también las claves para hacer del espacio de frontera un lugar estratégico para la comprensión de los procesos migratorios. Pero si el modelo de gestión migratoria es el que hace de la frontera un lugar central, en muchos casos, es el dinamismo propio de las economías binacionales y las posibilidades y estrategias sociales tejidas en los espacios transfronterizos, incluyendo la posibilidad de manejar la documentación en un lado u otro del límite político, las que hacen que parte de la población migrante se establezca en ese territorio. De esta forma, los espacios de frontera representan no únicamente un lugar de tránsito hacia el destino buscado o un lugar de tramitación de los caminos regulares para la migración, sino también un posible destino, un espacio de residencia.

Los 1.068 kilómetros de frontera seca entre Uruguay y Brasil han sido históricamente un lugar de circulación y tránsito de personas. Argentina y Brasil han sido y son hasta la actualidad los principales destinos de emigración de los uruguayos y representan los dos orígenes más constantes en los datos sobre población extranjera residiendo en Uruguay. Sin embargo, esos fenómenos no han sido incorporados al campo de los estudios migratorios habitualmente enfocados en la migración transoceánica desde y hacia Europa. La presencia de migrantes de orígenes diversos y la importancia de los actores estatales en frontera como mecanismos de control y gestión de la migración hacen que sea necesario descentrar el protagonismo de la capital del país en el estudio de la migración, dando relevancia a otros procesos de inserción de la población migrante en zonas rurales y espacios de frontera.

La línea es la denominación popular del límite internacional en la ciudad de Rivera (Uruguay) y Livramento (Brasil), uno de los principales núcleos urbanos de la frontera política entre ambos países, habitado por unas 200 mil personas. En este lugar, el límite atraviesa ambos centros urbanos, si bien también podría decirse que son las ciudades las que parecen atravesar el límite internacional y es esto lo que transforma a esta frontera en un espacio tan singular, ya que ambas ciudades reúnen poblaciones con pertenecimientos políticos e institucionales diferentes en un espacio común físicamente ininterrumpido (Quadrelli, 2002, 2003).

Así, en Rivera y Livramento el límite entre los estados está físicamente representado por calles y escasos símbolos o señales; es decir, no existen obstáculos institucionales o estructuras físicas del estado (Wilson & Donnan, 2010, 1999), u obstáculos físicos entre ambas ciudades (como en las llamadas fronteras naturales), que dificulten el libre tránsito o circulación de personas y mercaderías. Sin embargo, vale aclarar, si bien la continuidad física y libre movimiento es una de sus características, no debe suponerse que continuidad significa paz, integración o ausencia de conflictos - ideas muy presentes en muchos discursos románticos sobre las ciudades gemelas de fronteras políticas. Como señala Grimson (2000), puede significar paz e integración para algunas cosas, conflicto para otras, siendo precisamente una de las cuestiones a investigar en estas áreas.

En torno a la línea se construye un espacio social donde es posible nacer en un país y registrarse en otro, o en ambos; asistir a la escuela en un país y casarse en otro; tener familias con integrantes de ambas nacionalidades o con padres binacionales, o con esposos e hijos nacidos en Brasil y/o Uruguay. Es un lugar que transforma a los estados en palabras familiares como acá y allá o de este lado y del otro lado porque los países están cerca, se viven cotidianamente, haciendo posible que, en este lugar, se puede nacer "a una cuadra del Brasil", "ser brasilera pero uruguaya" o "doble chapa" (Quadrelli, 2002).

La complejidad que contienen estas expresiones es reflejo de la densa trama de relaciones y significados que rodea a las personas de la línea. La proximidad física y la distancia política que vive su población tienen una serie de consecuencias, en principio, inesperadas y sorprendentes. Es en este último punto que elijo detenerme para destacar una de las perspectivas del abordaje antropológico y su particular importancia en el estudio de los paisajes culturales (Appadurai, 2001) que ofrecen las fronteras políticas.

Las sorpresas o situaciones inesperadas, incluso identificadas como excepcionales, están muy presentes en mi investigación sobre la línea en Rivera y Livramento. Pero como señala Mariza Peirano (2001), recordando al antropólogo hindú Triloki Madan, el antropólogo está constantemente esperando esas sorpresas en su trabajo de campo, ya que la investigación etnográfica se fundamenta, justamente, en el asombro que experimentamos cuando descubrimos nuevos datos de investigación, que se revelan en el tipo de eventos en los que participamos o reconocemos como significativos para quienes observamos (ibídem, 8).

La sorpresa tiene, pues, un profundo sentido antropológico y surge cuando miramos a nuestra propia sociedad con los ojos de los otros; lo que hace que el conocimiento antropológico se origine, sobre todo, de un cierto tipo de abordaje epistemológico que consiste en estudiar CON la gente, convertir a nuestros interlocutores en nuestros educadores y a nuestro trabajo de campo en una especie de clase maestra que no termina nunca (Ingold, 2019).

No obstante, esas sorpresas o, en algunas ocasiones, pretendidas excepcionalidades exigen, por otra parte, una vigilancia epistemológica. No podemos ser ingenuos, es el reclamo de nuestra admirada antropóloga Claudia Fonseca2. En las fronteras políticas, la atención epistemológica implica el reconocimiento del estado nación como ficción en tanto construcción histórica, social, simbólica. En estos sentidos, la sorpresa no puede referirse a situaciones que aparentemente contradicen imágenes o sentidos estatales referidos a determinados deberes, identidades, uso de lenguas (español, portugués, portuñol), comportamiento u obligaciones.

En esta frontera, muchas prácticas (como nacer de un lado y registrarse del otro, ser doble chapa o hablar portuñol) son presentadas como inevitables. Muchas de ellas tienen en común el estatus de ilegalidad atribuido por los respectivos estados; como la recomendación de un juez de Livramento de realizar "un registro falso no Uruguai", a otra jueza colega, casada con un uruguayo y con un hijo nacido en Brasil que deseaba tramitar la ciudadanía uruguaya para este. Como desarrolla Magdalena Curbelo en el siguiente artículo, se trata de dinámicas transfronterizas resultado del encuentro de dos soberanías, Estados y ethos nacionales.

El estado nación como proyecto ideológico presenta un ethos moral que tiene la pretensión - identificada desde los primeros estudios en el tema - de coincidencia entre entidades culturales y políticas. Por lo tanto, desde el marco ideológico del estado nación, las fronteras políticas aparecen como paisajes culturales que compiten con los límites estatales. Evitando ingenuidades - y a modo de ejemplo - el hecho de presentar a las fronteras políticas como espacios extraordinarios para analizar expresiones de nacionalidad de las poblaciones fronterizas, no puede dar por supuestas las ideologías implícitas del estado nación, ya que en principio es posible encontrar expresiones excepcionales en cualquier otra parte del país y no solamente en las fronteras políticas. Lo que se necesita es una inversión teórica más refinada para evitar ingenuidades.

El concepto de tecnologías de gobierno es un esfuerzo en este último sentido. Es un concepto que se desprende de las tecnologías de poder visibilizadas y expuestas por Foucault con relación al conjunto de saberes y verdades investidos por relaciones de poder. Las tecnologías de gobierno también son formas de intervención para guiar, orientar, regular personas y poblaciones, y la antropología en forma relativamente reciente está abordando estas tecnologías en universos de investigación que se relacionan con, por ejemplo, prácticas científicas y diagnósticas, pero también con lógicas administrativas de intervención estatal en poblaciones específicas, en burócratas y burocracias (Fonseca et al., 2016). Es decir, las tecnologías de gobierno también ponen énfasis en los engranajes y en la cotidianeidad de saberes donde tienen lugar relaciones de poder.

Pero identificar, en las fronteras políticas, cuáles serían esas tecnologías, cómo se definen, configuran y utilizan exige el análisis de expresiones concretas, situaciones y contextos sociales específicos. La investigación antropológica se encuentra estratégicamente posicionada para un abordaje de este tipo para investigar cómo se vive y negocia el límite político, y cómo se re significan las nociones de legalidad/ilegalidad en esta particular situación de transnacionalidad.

Al mismo tiempo - como señala Coraza en su texto previo - los espacios de frontera implican movilidades y transformaciones - y como destaca Uriarte - se presentan como lugares estratégicos para la comprensión de los procesos migratorios, en tanto espacios transfronterizos. La mirada antropológica también se ha mostrado analíticamente densa y creativa en el estudio de estos espacios, de destacada relevancia hoy en día. Particularmente, si consideramos - siguiendo a Ingold (2019) - que un objetivo principal de la disciplina reside en su potencial de educar para, a través de esa educación, transformar nuestras propias vidas y las de aquellos con quienes trabajamos.

En la presente comunicación se exponen algunas reflexiones producidas durante el trabajo de campo de mi investigación de maestría en Ciencias Antropológicas, referida al espacio de frontera política de Uruguay con Brasil, en el área de las ciudades gemelas de Rivera (Uruguay) y Santana do Livramento (Brasil)3. El eje analítico del trabajo refiere a las relaciones entre dinámicas fronterizas y transfronterizas presentes en este paisaje fronterizo en particular. Abordando las tensiones y las continuidades en torno al límite político.

Las dinámicas transfronterizas aluden a prácticas sociales que se producen y reproducen atravesando el límite político, lo cual no significa que el límite no exista, sino que justamente supone el encuentro de dos soberanías, dos Estados, dos ethos nacionales. Consideramos que lo transfronterizo se conforma desde el territorio, por las personas que lo habitan y que se mueven a través de la frontera. (Tapia, 2017; Coraza, 2018; Liberona, Álvarez y Córdova, 2018). En muchas situaciones y contextos, mis interlocutores fronterizos han dado cuenta de una narrativa de lo fronterizo y lo local, como un espacio propio y con especificidades. Varias veces me han hecho saber que “esta frontera es todo un mismo lado”, que “es una sola ciudad” o una “frontera de la paz” y que de hecho lo que encontramos en este espacio es una “identidad fronteriza”.

No obstante, no se trata de descubrir si efectivamente existe en la frontera una cultura fronteriza asociada a una identidad fronteriza, o no. Dado que, al menos desde Barth (1976), sabemos que las identidades no son algo que estén ahí, en el mundo exterior, cerradas y acabadas como para poder delimitarlas a partir de una serie de rasgos diacríticos; sino más bien se trata de ubicar estas narrativas de la identidad fronteriza dentro de las múltiples formas posibles en que los sujetos fronterizos experimentan a diario el límite político. Buscando comprender qué posibilidades de interacción informan estos discursos y cómo podríamos relacionarlos con los conceptos analíticos de dinámicas transfronterizas y fronterizas.

En esta frontera se puede ser uruguayo nacido en Brasil, o riverense nacido en Livramento. Las formas en que los sujetos inscriben sus identidades nacionales no necesariamente se corresponden con el lugar geográfico de su nacimiento; así, para uno de mis interlocutores, haber nacido en Porto Alegre (Brasil) no lo excluía de la categoría de uruguayo. También en este espacio se puede ser doble chapa, que es la forma en que coloquialmente se designa a las personas que tienen doble nacionalidad. Muchas de las familias locales son binacionales. Las vidas cotidianas transcurren entre acá y allá, entre los dos lados del límite político.

La gente de la frontera puede vivir del lado brasilero y hacer uso del sistema educativo o de salud en Uruguay; tener un comercio en Livramento y pagar sus impuestos en la municipalidad de Rivera, etc. En este paisaje fronterizo, el uso de distintas variedades de portugués, llamado portuñol, es la lengua del lugar. Como afirma una vecina de Rivera, el portuñol es la lengua del corazón y todos la entienden. En esta frontera, el uso de la lengua, los arreglos familiares, la vida cotidiana que trascurre entre el acá y el allá al mismo tiempo, marcan continuidades, subjetividades y prácticas que trascienden los límites del Estado -nación y que informan de lógicas transfronterizas. En una frontera donde el límite político no es materialmente visible, dado que no hay mecanismo ni estructuras físicas4 que regulen el pasaje de un lado al otro del límite, que se realiza con el simple acto de atravesar una calle.

En este paisaje, las dinámicas transfronterizas conviven con prácticas y discursos orientados por una idea de frontera como espacio inseguro, que perfilan dinámicas de fronterización. La propia permeabilidad del límite político es identificada en algunos contextos como potencialmente peligrosa, en palabras de uno de mis anfitriones, como “una puerta abierta que conlleva riesgos”. Donde los límites políticos y simbólicos entre los dos Estados nacionales se vuelven evidentes, de modo que, en algunos escenarios, Rivera y Livramento se presentan como una sola ciudad; en otros, sin embargo, mis interlocutores no han dudado en poner de relieve el límite político. Límite expresado en discursos que destacan que “Rivera también es Uruguay” y “Montevideo se olvida del norte del país.”

Así, es posible pensar en las identificaciones no necesariamente atadas a un territorio, sino articulando lo transnacional y lo nacional. Identificaciones donde acá y allá adquieren las formas de Rivera y Livramento, de Uruguay y Brasil. Durante el trabajo de campo presencié la emergencia de un pequeño conflicto cotidiano, que puso de relieve las oposiciones entre uruguayos y brasileros. Gran polémica se generó por el letrero con la palabra Rivera que luce la fachada del supermercado Macro mercado, que se ubica en la entrada a la ciudad viniendo desde el sur. Las autoridades del supermercado resolvieron cambiar la estética del letrero, que hasta el momento lucía en letras blancas, iluminado con luces de colores. La intervención que se resolvió fue la de pintar la mitad de las letras con los colores de la bandera uruguaya y la otra mitad con los colores de la bandera brasilera. La acción suscitó tal polémica que fue durante algunas semanas comentario de los programas de noticia locales y tema tendencia en las redes sociales. Mientras algunos vecinos defendían la iniciativa, otros consideraban una falta de respeto y aseveraban que “Rivera no es Brasil, es Uruguay”.

El conflicto que oponía riverenses a santanenses se volvió evidente y las identificaciones con lo nacional surgieron con fuerza. Mostrándonos que las narrativas de la hermandad y frontera de la paz son válidas en algunos contextos, pero que ello no diluye las tensiones y disputas de sentidos sobre lo fronterizo, lo nacional y las pertenencias de los sujetos que habitan la frontera.

En el espacio de Rivera-Livramento, la categoría frontera adquiere manifestaciones y significados diversos que relacionan lo local, lo transfronterizo y lo nacional. La interacción entre las dos ciudades, los vínculos afectivos, comerciales e institucionales, prácticas culturales compartidas y la presencia de los dos Estados nacionales hacen de este espacio un lugar de encuentros, oportunidades y tensiones. Rivera y Livramento conforman un espacio translocal que, en muchos aspectos, trasciende los límites materiales y simbólicos del Estado-nación y, en otros, los refuerza (Grimson, 2000). En este escenario, lo fronterizo y transfronterizo aparecen como procesos complementarios, no opuestos; y los límites políticos coexisten con fronteras de clase, pertenencia e identificación; fronteras que son móviles y situacionalmente construidas.

En noviembre de 2019 el presidente colombiano, en medio de protestas ciudadanas en su país y previo al inicio de una huelga general, ordenó el cierre de las fronteras acusando a ciudadanos venezolanos de intentar infiltrar las manifestaciones5. Una medida similar había sido adoptada por su par venezolano en septiembre del mismo año al declarar la “alerta naranja” en todo el territorio fronterizo como respuesta a una supuesta amenaza de agresión desde Colombia6. Ambas decisiones eran la expresión de la continuidad de una larga divergencia entre los dos países y que ha tenido la frontera como epicentro.

Y es que, en efecto, el límite fronterizo ha pasado de ser la convención administrativa que divide dos pueblos considerados hermanos a convertirse en un escenario de pugna que ha contribuido al reforzamiento y distanciamiento de ambas identidades nacionales y, a la vez, acentuado la homogeneidad política en ambos ámbitos domésticos. Los choques se han justificado y sostenido a partir de la supuesta necesidad de proteger la población de hipotéticas amenazas, entre ellas la extensión del modelo chavista, la violencia narcoterrorista o, incluso, se han excusado en supuestos riesgos ambientales o biológicos7. Sin embargo, un análisis detenido de la cuestión permite apreciar la relación de tales eventos con el clásico ejercicio del modelo político amigo-enemigo (Schmitt, 1984).

Así, en lugar de situaciones coyunturales y azarosas, la reedición continua de las disputas fronterizas o la simple simulación de estas ha pasado a ser un ejercicio que ofrece importante rédito político a los actores en contienda, permitiéndoles, entre otras cosas: llamar a la unidad de la nación contra un enemigo externo con presencia permanente; reforzar la identidad nacional y la fidelidad a un determinado proyecto de gobierno; habilitar un punto de fuga de controversias y debates sobre cuestiones internas; apaciguar la insatisfacción de las poblaciones en torno a las políticas implementadas en el país; establecer una línea de distinción entre ciudadanos pertenecientes al demos y sujetos subalternos que son eventualmente expulsables en momentos de crisis de la comunidad; utilizar al mencionado grupo como chivo expiatorio; estimular fenómenos como el racismo y la xenofobia en el interior de los estados8 y, en definitiva, enfrentar a las poblaciones con el propósito de saldar a su favor periodos de conflictividad social (Martínez, 2019).

En efecto, se trata de un conjunto de manifestaciones que configuran las múltiples caras del mismo proceso de administración del poder estatal. De esta manera, a través de dos pares de dinámicas (apertura/cierre e inclusión/exclusión), se persigue, más que un control efectivo del límite fronterizo y de la movilidad, la definición permanente de una frontera política antagónica (Laclau, 2005) al interior de la cual cada pueblo reafirme su identidad y su fidelidad a un proyecto determinado. En pocas palabras, a través del conflicto en torno a la movilidad en la frontera se consigue materializar la hegemonía en el campo político.

La prueba de este uso ambivalente está en que, a pesar del permanente discurso de restricción y control de ambos gobiernos, las cifras de los desplazamientos siguen evidenciando una dinámica de fluido intercambio. Así, la mayor parte de los venezolanos que había salido de su país hasta finales de 2019 residía en Colombia, alrededor de 1 millón de personas. A su vez, la mayor parte de los refugiados y migrantes procedentes de Colombia se encontraban, hasta esa misma fecha, acogidos en la República Bolivariana de Venezuela, al menos 1,5 millones de personas (OIM, 2020).

La estrategia no impide, por tanto, que el espacio en cuestión siga perteneciendo en su esencia al género de los territorios transfronterizos (Arriola y Coraza, 2018) o unidades binacionales (Sassen, 2003); zonas en las cuales la movilidad de personas está estrechamente ligada a las formas de vida y a las problemáticas concretas de las poblaciones que reivindican una suerte de derecho soberano a la interrelación (Jiménez, 2008). Lo que significa que sus habitantes comparten una impronta transfronteriza fundada en similitudes históricas, culturales y familiares; formas de relacionamiento que, además de los procesos de violencia9, están determinadas por elementos que van desde el modelo de intercambio de mercancías, las dinámicas del mercado de trabajo, los métodos tradicionales de transporte, los flujos tecnológicos e, incluso, las estructuras familiares, manifestaciones culturales y cosmovisiones propias.

De modo que, mientras los gobiernos, principalmente desde instancias centrales10, desarrollan acciones encaminadas a reafirmar posiciones antagónicas11, las personas que habitan o se mueven en la región transfronteriza responden desde el propio territorio con decisiones estratégicas y operativas para sortear dicho contexto. Es así como no solo consiguen franquear la frontera, sino que logran mantener la unidad social en el territorio. Cosa que, por una parte, sucede porque, o bien las limitaciones se mantienen en el ámbito discursivo y no llegan a concretarse de facto, o bien las acciones de identificación y hegemonización no están diseñadas en función de las realidades de la región transfronteriza, sino de lineamientos con carácter nacional o geopolítica internacional. Pero, por otra, y quizás la más importante, porque los sujetos y poblaciones en cuestión poseen una capacidad de agencia que los revela como una fuerza creadora dentro de las estructuras de poder social, económico y político.

Esta autonomía de las migraciones (Papadopoulus y otros, 2008 en Mezzadra, 2012) entiende que los propios actores migrantes tienen un papel activo que les permite interceder, eludir u oponerse -abierta o sigilosamente- a las medidas de restricción y desarticulación implementadas por los estados. Y que lo hacen a través de acciones individuales, familiares o comunitarias poniendo de manifiesto una amplia gama de recursos y redes que funcionan como estructuras transnacionales de gestión de la movilidad. Dichas acciones, que deberán ser analizadas más a profundidad en otro lugar, se despliegan como una estrategia de supervivencia y cohesión cuyo principal objetivo es salvar la vida y encontrar, o más bien concebir, lo que Hannah Arendt denomina un lugar habitable en el mundo. De ahí emana su legitimidad.

Situación general de las migraciones

Guatemala, un país pluriétnico y pluricultural, PNUD (2017) muestra que el Índice de Desarrollo Humano es 0,650 ubicándolo en el puesto 127 del Ranking de IDH, es una representación de la pobreza extrema, la concentración de los ingresos, las diferencias de género, étnicas y culturales, que recrean jerarquías, discriminaciones y exclusiones con diversa intensidad, expresadas en efectos que trascienden las condiciones materiales de vida de las personas. Estas situaciones, circunstancias y procesos impiden avanzar para que toda la población pueda ejercer una ciudadanía efectiva (Uthoff A., 2007).

De todo lo anterior, se denota al fenómeno de la migración como una expresión del capitalismo neoliberal particularmente para Guatemala y extensivamente al Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), de donde salen la mayor cantidad de migrantes hacia los EE. UU., que son el resultado de la grave crisis social, que profundiza la dependencia estructural, postrando en la pobreza a la mayoría de la población, propiciando altos niveles de violencia y masivos procesos migratorios (López, N. (Coord.), 2018).

El comportamiento socio económico de Guatemala, en términos generales se caracteriza por la dificultad de crear empleos de calidad y la poca inversión principalmente en capital humano, propiciando la emigración que es un fenómeno cambiante, complejo, creciente, aderezado con elementos políticos, económicos, culturales, y que en la región fronteriza con México toma matices dramáticos (López A., Jorge, Ixtacuy L., Octavio (Coord.), 2015); la situación descrita supra es muy similar en los países del Triángulo Norte.

Guatemala, a pesar de ser el país más poblado de Centroamérica, genera el 21% de las personas migrantes transfronterizos con destino a EE. UU., además recibe alrededor del 48% de migrantes de paso (Canales A, 2019). Desde lo anterior se puede indicar que Guatemala es un país en donde se da la migración; además el país se convierte en receptor, país de tránsito, y refugio para migrantes.

Datos difundidos por el Departamento de Migración indican que, a finales de agosto de 2019, los guatemaltecos deportados sumaban más de 61 mil personas; comparado con el último año se registra un incremento de, al menos, 20 mil migrantes.

El Banco de Guatemala indica que el país recibió US$1 mil 264 millones (Q9 mil 265 millones) de divisas por concepto de remesas familiares procedentes de EE.UU durante el año 2019 y en los dos primeros meses del año 2020 se mantuvo la tendencia positiva de ingresos muy similar a la de años anteriores (Banguat, 2020). Según estos datos, las remesas representan el 11% del PIB y en las políticas monetaria, cambiaria y crediticia para el año 2018 (Banguat, 2019). Lo descrito nos indica que una base importante del PIB nacional corresponde a las remesas familiares y denota la magnitud de personas migrantes. Además, lo significativo es la invisibilización de la realidad oculta y/o que subestima las causas estructurales de la emigración, esconde sus aportes a la economía, la sociedad, la cultura, vulnera la situación de los derechos humanos de los migrantes en tránsito, criminaliza la migración irregular, simplificándolo a un fenómeno que, por el contrario, es muy complejo y multicausal.

Hay eventos importantes asociados a la migración que son indicativos, tales como la cuestión de los “menores no acompañados, el acompañamiento de menores por familiares o por encargo, son niños quienes realizan la travesía con la compañía de un adulto cuyo fin es la búsqueda del sueño americano o el reencuentro con sus padres en los EE. UU”. Otro acontecimiento indicativo, de años recientes, es iniciado desde Honduras conocido como “la caravana de migrantes” que aseguran organizarse de esa manera debido a la inseguridad, como una forma de realizar la travesía, la falta de trabajo y en muchos casos el desplazamiento forzado por causas sociales o políticas (López, N. (Coord.), 2018); dicho acontecimiento causa crisis en fronteras de Guatemala y México.

Hoy en día, vemos como los EE. UU han convertido a México en una gran frontera donde los migrantes que pasan por los ríos Suchiate y Usumacinta preliminarmente podrán ser detenidos y devueltos hacia Guatemala; además, con el aumento de la presencia de policías y del ejército se les dificulta el paso por el endurecimiento de los controles migratorios y desplazamiento de fuerzas de control mexicano hacia el sur (securitización de la frontera), a costa de su soberanía nacional, haciendo más difícil y controlado el trayecto migratorio hasta el Río Bravo (límite de EE. UU.), no sin antes toparse con el muro fronterizo implementado a partir de la propuesta electoral del Presidente Trump, situación que está poniendo más frenos a las intenciones de los migrantes (basta con revisar las cifras de guatemaltecos y centroamericanos deportados desde México), (Canales, et al, 2019).

Han surgido iniciativas lideradas por EE. UU. con el fin de contener la migración irregular. Se propició la creación del Plan Alianza para la prosperidad del Triángulo Norte (PAPTN) para ser implementado en los países de Guatemala, El Salvador y Honduras, bajo la tutela de la Agencia Internacional de Desarrollo (AID). Sus resultados no han sido efectivos en el marco de las políticas internacionales de contención de la migración, lo que marca su fracaso y como ejemplo las caravanas de migrantes iniciadas, que se continúan dando.

Se plantea la inquietud ¿qué pasará con relación al tercer país seguro? Convenio Binacional firmado entre los gobiernos de EE.UU. y Guatemala, del que no se sabe nada. Un proceso realizado a espaldas de toda la población y del país en general, escenario que convertirá a Guatemala en un destino para solicitantes de asilo o refugio en EE. UU., y que habilitaría para ello espacios de recepción. A nivel nacional existe un rechazo generalizado desde distintas perspectivas, tanto el rechazo que gira en torno a la incapacidad del país de brindar mínimas condiciones para el desarrollo de una vida digna para sus habitantes, también dudando sobre la capacidad del gobierno para asumir dicha responsabilidad. Y no faltan las voces de alerta que pregonan el incremento de asaltos, robos y violencia con la presencia de migrantes centroamericanos o de otras nacionalidades que resultaría de la implementación de “tercer país seguro”.

Factores y razones de la migración

Siempre se ha escuchado “allá hay más oportunidades”, a partir de ello se pueden enumerar algunos factores y razones, pero se hace necesario aclarar que se derivan de causas estructurales:

Las condiciones laborales en Guatemala para un emigrante, con relación a años anteriores, lejos de mejorar han empeorado, o sea que las condiciones actuales son peores a las que dejaron al emigrar de sus comunidades, enfrentando escasez de trabajo y oportunidades para generar ingresos; lo que se magnifica por el impacto resultante de su deportación, situación complicada tanto para la persona que retorna, como para la familia, al perder las esperanzas de un futuro mejor.

La gran mayoría de retornados ven como única opción retornar nuevamente a EE.UU., al no existir programas que les certifique el trabajo que realizaron como migrantes, oportunidades de inversión en pequeñas y medianas empresas, y por tanto, sin trabajo para mantenerse y mucho menos aspirar al nivel económico anterior, confirmando que el único mecanismo para frenar las tasas de migración es generar políticas públicas integrales que puedan facilitar una vida digna, a través de la inversión en proyectos de corto, mediano y largo plazo que impulsen el desarrollo con oportunidades de empleo generalizado.

Algunas pistas

Para migrantes, retornados o deportados, volver a Guatemala representa pensarlo y repensarlo, por tener un panorama poco halagador. Se atemorizan por la inestabilidad política e inseguridad, pero lo peor, es que se sienten traicionados por las promesas del ex presidente Morales, promulgadas durante su campaña electoral a grupos de migrantes organizados en EE. UU., que incumplió. Otros piensan que en el país no encontrarán las garantías que les permitan vivir en libertad; existe otro grupo de migrantes que tiene miedo de volver por ser fruto del conflicto armado interno guatemalteco. Estas situaciones presentan un panorama difícil de integración que, además, no permite el impulso de sueños, intenciones, perspectivas o emprendimientos.

La emigración es una solución para las familias y para el Estado de Guatemala, pensamiento presente también a escala centroamericana, por lo tanto, es esencial atacar las causas que la originan, además de otros elementos como la violencia, el combate a estructuras del crimen organizado, control de las fuerzas públicas, mayor educación, formación y capacitación. La generación de opciones de trabajo en zonas rurales y urbanas, y la inversión en activos como la tierra deben ser una opción para los retornados, que permitirá actividades productivas aplicando conocimientos adquiridos en los tiempos de migrante, junto a los bienes adquiridos durante años como tales y que pueden convertirse en un impulso importantes para salir adelante.

Para enfrentar, como país, expresiones de desigualdad y exclusión social recreadas permanentemente en los ámbitos nacionales, regionales, departamentales, municipales y comunitario, es necesario trabajar desde entornos político-institucionales-gubernamentales, socio organizativos de entidades no gubernamentales, con proyectos de desarrollo rural ejecutados por organizaciones sociales de base, organismos de la sociedad civil, promovidas desde políticas y prácticas sociales de inclusión y cohesión social.

En esa dirección, se deberán realizar reflexiones nacionales que permitan concebir la inclusión social como relación social general que expresa el comportamiento de una sociedad que posibilitaría la participación e integración de todos los miembros y grupos sociales. Por otro lado, la inclusión social designa procesos y mecanismos, que se configuran mediante dinámicas generadas históricamente por la secuencia y tendencias predominantes de las relaciones sociales, pautadas socioculturalmente. De esa cuenta, la inclusión social en una primera aproximación, designa procesos socio económicos y político culturales recreados desde los ámbitos, macro, meso y micro sociales que posibilitan a las personas y grupos humanos su autoafirmación como seres biológicos psico-afectivos y ante todo, como sujetos sociales dentro de la sociedad en la que se desenvuelven cotidianamente. Por tanto, debe sustentarse en condiciones estructurales, socio organizativas e institucionales que el medio social ofrece para una reproducción social que afiance la dignidad de la persona. El afianzamiento de la persona implica que ésta pueda cubrir de manera satisfactoria sus necesidades de reproducción, en un ambiente social que estimule la confianza, auto estima y que promueva el sentimiento de ser capaz de hacer, pero por sobre todo proponer y establecer una capacidad proactiva de desarrollar prácticas sociales que devienen en la construcción de un modelo de sociedad y un horizonte en el cual cobra sentido la creciente inclusión y la cohesión social.

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1 Un espacio donde circuló el café, pero también los tamales, las tortillas, el mate y se tuvo que aclarar términos, argots, y frases que corresponden no sólo a la riqueza del idioma castellano en América Latina, sino a todo el conjunto lingüístico que genera los espacios fronterizos y transfronterizos de estudio.

2Comunicación personal.

3El proyecto de investigación de maestría contó con financiación del Programa Iniciación a la Investigación de la Comisión Sectorial de Investigación Científica, Universidad de la República, Uruguay.

4Las únicas estructuras físicas que dan materialidad al límite político son unos marcos de concreto de poco más de un metro de altura que construidos a lo largo de la línea divisoria, y a cierta distancia entre unos y otros, marcan el perfil del límite político.

5En una medida que pretendía, según palabras del presidente colombiano, “evitar que extranjeros ingresen al territorio nacional con el ánimo de alterar el orden público y la seguridad". (Deutsche Well, 19 de noviembre de 2019).

6Decisión tomada como respuesta a las acusaciones hechas por el presidente colombiano de albergar a insurgentes de la guerrilla colombiana. (BBC, 6 de septiembre de 2019).

7La crisis sanitaria producida a partir de la propagación del virus COVID19 constató que incluso aquellas decisiones referidas al cierre de pasos fronterizos fueron más eficaces cuando se abordaron a través de ejercicios diplomáticos bilaterales o multilaterales. Como quiera que, con el cierre de los pasos oficiales, los movimientos se trasladan a puntos no autorizados en los que no existe la posibilidad de establecer si las personas que ingresan son portadoras y posibles transmisoras del virus. Esto sin contar el entorpecimiento que el cierre de la frontera provoca al transporte y distribución de alimentos, insumos médicos o traslado de equipos de emergencia.

8Una investigación reciente ha confirmado la emergencia de diferentes estereotipos sobre la población venezolana que se encuentra en situación de movilidad en países como Colombia, Ecuador y Perú. Así, se les acusa de ser responsables del aumento de la inseguridad, de mal uso de los servicios públicos y a las mujeres en particular se les ha asociado con el ejercicio de la prostitución. Estos tres elementos forman parte de una narrativa discriminatoria más amplia, cada vez más acentuada entre la población y que, en ocasiones, es amplificada a través de medios de comunicación y representantes oficiales. (OXFAM, 2019).

9Colombia ha escenificado un largo conflicto interno que, desde 1958 hasta la fecha, ha provocado más de 220 mil muertos, 8 millones de personas desplazadas internamente y una diáspora que supera los 6 millones de personas (CNMH, 2013 y ACNUR, 2019). Por su parte, Venezuela ha vivido, principalmente a partir del año 2014, un importante éxodo de población que, según el ACNUR, a finales de 2018 era de 4 millones de personas. Como lo señala la OIM, Colombia y la República Bolivariana de Venezuela tenían la segunda y la tercera cifra más alta de emigrantes residentes en otras partes de la región a finales de 2019 (2,9 millones y 2,5 millones, respectivamente). (OIM, 2020. p. 113).

10En febrero de 2020 empresarios, periodistas y políticos locales enviaron una carta a los presidentes de los dos países en la que los exhortaban a buscar “alternativas para recobrar unas buenas relaciones comerciales que llegaron a representar un intercambio de casi 7.000 millones de dólares al año. Pensemos en la colaboración para iniciativas de emprendimiento industrial, infraestructura, científicas y otras” (Periódico El Espectador, 24 de febrero de 2020). Una evidencia más de que las medidas securitarias tomadas desde los gobiernos centrales no suelen estar en consonancia con los intereses y percepciones de los actores locales.

11Rosalba Linares ha realizado un análisis pormenorizado de las estrategias implementadas por ambos estados para la administración de la frontera, incluidos el Plan Binacional de Seguridad, diseñado por el gobierno de Colombia en 2011, y la Misión Socialista Nueva Frontera de Paz, puesta en marcha por el gobierno venezolano en 2015 (Linares, 2019).

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