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Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía

versión impresa ISSN 2393-7068versión On-line ISSN 2393-6886

Rev. urug. Antropología y Etnografía vol.4 no.1 Montevideo jun. 2019

https://doi.org/10.29112/ruae.v4.n1.8 

Dossier

POR DENTRO Y POR FUERA DE LA ARQUITECTURA. NOTAS SOBRE FRATERNIDAD PARA CONSTRUIR, JORGE DI PAULA, 2019

1FHCE. sromero@fhuce.edu.uy


Las ideas fuerza que guiaron su desempeño como docente e investigador en la entonces Facultad de Arquitectura, de la UdelaR, fueron colocando cada vez más a J. Di Paula en posiciones de búsqueda multidisciplinaria, concepciones entrelazadas entre varios saberes y herramientas necesarias para “resolver” temas de vivienda. La preocupación por la vivienda popular y la constatación de que no constituía un tópico académico específico lo llevó a liberar varias batallas, no todas ganadas.

Partiendo de una constatación sencilla pero no siempre ni cabalmente puesta en práctica en la profesión, “Si en la formación universitaria se pretende enfrentar en su complejidad la problemática habitacional de las área urbanas latinoamericanas, esta debería tener un tratamiento similar al de la problemática educacional o la salud. Así como la problemática de la salud no involucra solo a los médicos, ni la problemática de la educación a los maestros, tampoco la problemática de la habitación involucra solo a los arquitectos.” (p. 27). J. Di Paula emprendió varias innovaciones, entre las más destacas: la creación y la integración activa en Redes interdisciplinarias, en el país y en el extranjero.

En la UdelaR pudimos adherir a sus propuestas, trabajar conjuntamente en la Red de Asentamientos Humanos, Habitat y Vivienda, REAHVI. Durante años (abogados/as, escribanos/as, arquitectos/as, economistas, antropólogos/as, urbanistas) organizamos investigaciones, publicaciones, cursos, conferencias, participamos en jornadas y en formación de Posgrados.

La implicancia de la antropología social y cultural en cada una de esas propuestas es algo largo de detallar, pero básicamente estaba implícita en las inquietudes socio culturales e integrales que tanto Di Paula como el conjunto de integrantes de la REAHVI trabajamos, expandimos y defendimos con convicción teórica y ética. La ciudad, la densificación urbana, la vivienda popular, la autoconstrucción, viviendas desocupadas, entre tantos temas nos fueron ocupando y elaboramos propuestas, que están implícitas y aparecen en recomendaciones, enseñanzas que deja el reciente y último libro de Di Paula.

Me gustaría elegir esfuerzos significativos plasmados en el libro, como forma de cuestionamientos agudos y constructivos que forman la base de la parte 3, Doce mitos sobre la problemática habitacional de los sectores populares. La necesidad de un nuevo paradigma, 27-42. En la fundamentación de ese capítulo dice, “…es necesario cuestionar severamente la mitología encubridora de la realidad que subyace en la mayoría de las facultades de arquitectura sobre lo que es la problemática habitacional de los sectores populares”, p. 28.

Es evidente que aquí el concepto mito no remite a la densidad argumental de las mitologías tradicionales, sino al uso más generalizado como no-verdades que a fuerza de ser repetidas reclaman aceptación y hasta reproducción como hallazgos académicos. Aquí el autor pone en juego conocimientos y valentía para desarticular formulaciones erráticas pero recurrentes que se introducen inadvertidamente en discursos autorizados. Son 12 mitos que vale la pena recorrer. El libro contiene muchos más hallazgos y advertencias.

En los comentarios van a participar colegas de la REAHAVi, que serán distribuidos entre los dos volúmenes del 2019 de la Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía.

Se incluyen aquí textos de Arturo Iglesias (Fac. de Derecho) y de Benjamín Nahoum (FADU).


Articles

SOBRE “FRATERNIDAD PARA CONSTRUIR”

Arturo Iglesias1 

1yglesiasarturo@gmail.com

Nuestro entrañable amigo Jorge Di Paula, arquitecto hasta el fin, nos dejó, tras su fallecimiento, su pensamiento sobre un tema central de su profesión: el espacio habitable de los humanos, en especial sobre como él entendía, el hábitat mínimo exigible para satisfacer el derecho que asiste a todo individuo por su condición humana.

Por el tema tratado su libro pudo, también, denominarse: El hábitat como hecho y acción o aspectos espaciales y temporales del hábitat humano o cualquier otra denominación que acentuara la apreciación estática y dinámica de la habitación humana, porque ellos son los temas a los que su obra alude permanentemente, pero el, fiel a si mismo y a lo que dedicó su vida en nuestro país y en el extranjero prefirió resaltar en el titulo dos valores que fueron para el fundamentales, para orientar su propia conducta y para la consideración y creación de ese hábitat. Ellos son:

A) Su creación, que no es solo su construcción sino también la conversión y aprovechamiento de lo preexistente, de todo aquello que representa el “ambiente” en el que esa labor puede desarrollarse y ser así un “medio” para esa tarea dando así sentido a la expresión que agrupa ambos adjetivos como “medio ambiente” para la labor creativa del hábitat y

B) Que esa labor se sustente en el afecto, en la hermandad de los individuos, que no sea simplemente un instrumento para obtener un resultado material sino para ser algo que favorezca la convivencia de lo individuos y su grupo familiar con la comunidad en general con la que se espera una adecuada integración.

Por lo que conocimos de Jorge en su vida, pensamos que ese es el legado que el nos deja cuando nos abandona.

Jorge Di Paula (1938-2019)


Articles

UN “ARQUITECTO SOCIAL”

Benjamín Nahoum1 

1 bnahoum@vera.com.uy

Cuando dejé la Universidad como estudiante y comencé mi vida profesional, y descubrí la vivienda social y en particular el cooperativismo (que fueron los temas que nos unieron durante más de treinta años), Jorge Di Paula ya estaba en su exilio ecuatoriano, como buena parte de los técnicos del instituto “CEDAS”, al que pertenecía, precio que pagaron por su militancia social, gremial y política.

En aquel momento Jorge ya había sido asesor en vivienda de AUTE, el sindicato de los trabajadores de UTE (que por entonces tenía, al igual que otros gremios, una ley que procuraba soluciones habitacionales para sus integrantes), para realizar lo cual había formado un equipo asesor interdisciplinario. Había sido luego, ya aprobada la Ley de Vivienda,y hasta su exilio, miembro del CEDAS, participando de grandes proyectos como el Complejo “José Pedro Varela”, de Malvín Norte, del que sólo llegó a construirse alrededor de la mitad de las viviendas previstas, y el Complejo “Florencio Sánchez”, en Colón, frustrado como el anterior por la dictadura. Y en su exilio ecuatoriano, fiel a sus ideas y preocupaciones, había asesorado en la construcción de conjuntos habitacionales en Quito, y había sido Coordinador Técnico de la Asociación Latinoamericana de Hábitat, Arquitectura y Urbanismo, ALAHUA.

Por todos esos avatares recién conocí a Jorge a su vuelta al país y a la Facultad de Arquitectura, cuando con Atilio Farinasso Rivara y Charna Furman pusieron en marcha la Unidad Permanente de Vivienda, creando uno de los pocos ámbitos de la Universidad preocupados por la vivienda social, que pervive aún y del que Di Paula era director en el momento de su jubilación. Allí comenzaron investigaciones, asesoramientos y después cursos sobre el tema, que empezaron siendo de y para arquitectos, pero prontamente mostraron la necesidad de la mirada interdisciplinaria, que algunos años después recogería el Espacio de Formación Integral “Cooperativismo e Interdisciplina”, continuador de esa tarea.

No me propongo ni puedo inventariar aquí todo lo que Jorge hizo por el tema de la vivienda social, porque seguramente mi lista sería incompleta. Me referiré sólo a aquellas cosas que conozco directamente, en algunas de las cuales tuve la oportunidad de trabajar con él, y en muchas también con otro querido compañero, el arquitecto Walter Kruk, cuya historia creo que tiene muchos puntos de contacto con la de Jorge.

Creo que lo pinta de cuerpo entero que, pasada la sesentena, emprendiera la tarea de realizar un doctorado en los temas que lo apasionaban, doctorado que creo nunca concluyó, porque no se había embarcado en esa empresa para tener un título más, que no necesitaba, sino por lo mucho que le gustaba estudiar, reflexionar, discutir, intercambiar y plantearse permanentemente enigmas y buscarles soluciones.

Era además un creador e impulsor de equipos y redes, algunos gestados por él y algunos por otras personas, lo que no era un obstáculo para que les pusiera todo su entusiasmo: desde aquél de los ´60 para apoyar a AUTE, pasando por el CEDAS, hasta sus experiencias ecuatorianas; desde el espacio de la Unidad Permanente de Vivienda de la Facultad de Arquitectura hasta su participación en la Red Universitaria de Cátedras de Vivienda (ULACAV), en ARQUISUR (Asociación de Escuelas y Facultades de Arquitectura públicas de América del Sur) y en HABYTED, el subprograma de Tecnología para Viviendas de Interés Social de CYTED, el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología promovido por la cooperación española; desde el APAHI, un pequeño instituto que creó para poner a prueba algunas de sus ideas, hasta últimamente la creación aquí, en Uruguay, de la Red Temática de Asentamientos Humanos, Hábitat y Vivienda (REAHVI) del Espacio Interdisciplinario de la UdelaR, de la que fue fundador, integrante y en un período Coordinador, y coautor de sus publicaciones.

Y cómo no citar a “Vivienda Popular”, única revista especializada del país en la temática que le da título, que nació en la UPV con el apoyo del Instituto de la Construcción de la entonces Facultad de Arquitectura, y de la que integró, con Walter Kruk y quien esto escribe, el Consejo Editor de la primera etapa de dieciséis números (1997-2005). Aún después de su jubilación siguió colaborando con la revista, aportando artículos sobre cuestiones originales que se le ocurrían y a las que siempre estaba dándole alguna vuelta.

Jorge fue uno de esos escasos, pero muy valiosos ejemplos de “arquitecto social”, siempre preocupado por la arquitectura y lo material, pero también por la gente, por cómo poner su conocimiento al servicio de las necesidades y la calidad de vida de la gente. Por eso le inquietaban sobremanera los temas de la gestión, la interdisciplina y las “tecnologías blandas”, las relaciones entre las gentes y las relaciones en la sociedad.

Y eso no porque despreciara las “tecnologías duras”, lo proyectual ni lo constructivo, sino, probablemente, porque ya había bastante gente ocupándose de eso, y muy poca de esto otro, y porque esa era su vocación. Por eso prefería verse como un “arquitecto actor” en vez de como un “arquitecto autor”, imagen que manejaba con mucha frecuencia, quizá porque ponía, en este tema y en las circunstancias actuales, la interrelación con la gente y la participación, por encima de lo que pudiera producir el genio individual.

En los últimos tiempos, cuando nos encontrábamos, ahora cada vez más espaciadamente, discurríamos largamente sobre las ideas de uno y de otro, sobre lo mucho que queda por hacer y sobre lo que querríamos que se hiciera, y siempre encontraba en él un pensamiento fresco, dispuesto a poner las cosas en cuestión, pero no buscando lo novedoso sino lo perdurable.

Seguramente me queda mucha cosa en el tintero y otras personas que trabajaron con él o simplemente lo conocieron podrán completar esta enumeración inconclusa, hecha más que nada en base a memoria y afecto.

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