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Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía

Print version ISSN 2393-7068On-line version ISSN 2393-6886

Rev. urug. Antropología y Etnografía vol.3 no.2 Montevideo Dec. 2018

https://doi.org/10.29112/ruae.v3.n6 

Avances de investigación

POPULISMO, CONSTRUCCIÓN DEL CASO VENEZOLANO1

POPULISM AND CONSTRUCTION OF THE VENEZUELAN CASE

David da Silva Pereira1 

1 Universidad Estatal de Campinas, Observatorio de Ciencia Política. davidpereira@utfpr.edu.br


Resumen:

Este texto propone discutir el populismo en Venezuela como caso en Latinoamérica, comenzando por una fuente - la Carta de Miraflores (1999). Se trata de un trabajo que pretende revisar algunos elementos del itinerario histórico contemporáneo de Venezuela con vista a la defensa de una historiografía que considere el contexto sociocultural para identificar los rasgos de movimientos populistas en cada realidad. La fuente historiográfica posibilita, a partir de la reanudación del contexto y de la comprensión profundizada de las lógicas implicadas, un desvelar de las razones y de las comprensiones que posibilitan esta o aquella opción popular o, aún, este o aquel movimiento político. De esta forma, se ofrecen elementos para comprender el caso venezolano a partir de una fuente fundamental para la reescritura de la historia: una historia local, contextualizada y que se presenta como inmunizada frente a vectores externos, pero sobre todo en cuanto a las lógicas y a los intereses externos. Como resultados, llegamos a la comprensión de que sólo el contexto es capaz de iluminar el fenómeno identificado como populismo, así como la no-exclusividad de los países periféricos o en desarrollo en cuanto a ese movimiento político-popular.

Palabras-clave: Venezuela; Historiografía; Populismo; Chavismo; Libre determinación

Abstract:

This text discusses populism in Venezuela and, as a case study, in Latin America, relying on a source - the Miraflores Letter (Carta de Miraflores,1999). This analysis aims to discuss some elements of Venezuela’s contemporary historical itinerary towards the defense of a historiography that considers the context in order to identify the features of the populist movement in each reality. The historiographical source makes it possible, from the resumption of the context and the in-depth understanding of the logics involved, unveiling the reasons and understandings that enabled this or that popular option or even this or that political movement. In this way, the goal is to offer elements to understand the Venezuelan case from a fundamental source for the rewriting of history: a local, contextualized history, which pretends to be immunized regarding external vectors, but above all, regarding external logics and interests. As results, we can say that the understanding of the context is only able to illuminate the phenomenon identified as populism, as well as the non-exclusivity of peripheral or developing countries regarding this popular-political movement.

Key words: Venezuela; Historiography; Populism; Chavismo; Self-determination

Introducción

Venezuela vive en medio de lo que a priori podríamos llamar una crisis socio política e institucional, con ciertas características propias. En el escenario externo, hay mucha discusión sobre la necesidad de mediación o incluso de intervención de fuerzas externas. En el plano interno, la sucesión del presidente H. Chávez por N. Maduro, asumió nuevas formas y protagonismos. La economía, una vez más, fragiliza uno de los gobiernos latinoamericanos más prósperos del siglo XX, en medio de una caída acentuada del precio del barril del petróleo.

En este escenario, es el populismo y sus expresiones, llaman la atención como categoría de análisis de la historia y de una historiografía capaz de revelarse eficaz para las narrativas propias, autóctonas e independientes de corrientes imperialistas.

En el análisis de Folz (Folz (2005), el populismo que emerge en Venezuela en 1998, con Hugo Chávez, es fruto de una ruptura progresiva entre los partidos políticos tradicionales y el pueblo venezolano. Se trata, para ese autor, de la emergencia de un personaje completamente atípico en la figura de alguien (Hugo Chávez) que movilizó a las masas alrededor de su persona.

Folz busca comprender las características de ese nuevo actor, y del populismo que emerge tras un proceso de diez años de desgaste progresivo entre los principales liderazgos políticos constituidos y el pueblo.

En esta investigación, propongo recorrer un camino acerca del populismo, expresado por el Chavismo en Venezuela, a fin de verificar cómo se alinea con una cierta idea de populismo o cómo construye algo diferente en el contexto latinoamericano y global a fin de:

analizar una fuente que posibilite evidenciar algunos de esos elementos - el discurso de victoria, en Paseo de los Próceres (Caracas), de 2005, la carta de Miraflores - y verificar hasta qué punto el análisis de Folz (Folz, 2005) puede ser confirmado;

cotejar esos elementos con la historiografía reciente acerca del populismo y sus manifestaciones latinoamericanas.

Así, pretendo plantear la pregunta si el caso venezolano se trata de otra manifestación populista convencional o se expresa como un caso absolutamente nuevo en el escenario político latinoamericano. ¿Cuáles son los elementos de este nuevo populismo? ¿Cómo comprenderlo? ¿Cómo extraer fuentes iluminadoras de su hermenéutica? Es lo que se puede discutir en primer término, usando en el punto de partida, una crítica publicada recientemente en el New York Times.

Populismo y un itinerario propio latinoamericano

En el análisis de Folz (2005), el populismo en Venezuela comporta dos fases bien distintas a lo largo del siglo XX. Su implantación resulta de la acción de un partido político, contrariamente a otros vecinos latinoamericanos, que tuvieron su populismo fundado en la emergencia de un liderazgo carismático. Este profesor de la Universidad de Lyon, Francia, atribuye al petróleo y su explotación en el país, el surgimiento y el mantenimiento del populismo venezolano.

En primer lugar, el golpe militar de 1945 con el apoyo del partido Acción Democrática. En el proceso de transición del régimen oligárquico hacia el democrático, el pueblo fue insertado como nuevo actor de la arena política que tenía ahora una junta revolucionaria en el poder. Las elecciones que se suceden ratifican el liderazgo en las urnas de la Acción Democrática, que emerge como el gran "partido de masas". Este partido asume, entonces, el papel de mediador entre el pueblo y el Estado, que promueve una industrialización masiva sostenida por el petróleo.

Inicialmente, se señala que la apatía de los partidos políticos y su distanciamiento del pueblo hizo que emergieran figuras outsiders en el liderazgo de nuevos partidos. Con base en un sistema fundado en la riqueza del petróleo, el populismo venezolano nace como paternalista, anti status quo e igualitario, con propuesta claramente modernizadora de la economía, a partir de un sector productivo que posibilita el perfeccionamiento de las condiciones de vida de la población. Provisto de una retórica de denuncia acentuada sobre las desigualdades sociales que incriminan a los gobiernos militares, esa primera etapa del populismo venezolano adopta una postura nacionalista y anti-imperialista que fundamenta la nacionalización de la explotación petrolífera en favor del pueblo. Tal experiencia de un régimen capitalista centrado en el nacionalismo generó dicotomías que, según Folz (2005) resultó en el fin de esa primera fase populista en 1948.

Diez años más tarde, comienza otra fase populista a través de una conciliación promovida por las élites a partir del reconocimiento de la existencia de una pluralidad de intereses sociales, económicos y políticos. La Acción Democrática vuelve al poder encabezando una coalición que reúne el patronato, los sindicatos, las fuerzas militares y la iglesia. Este modelo promueve una alternancia entre la Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI). Las dificultades enfrentadas por ese modelo de bipartidismo que se aísla del pueblo mediante la creación de instituciones corruptas, pero fieles al modelo modernizador de la primera fase, se deteriorará a partir de una explosión demográfica acentuada y de su incapacidad para redistribuir el presupuesto y combatir el desempleo y las fuertes desigualdades socioeconómicas.

En 1989, en una crisis profunda, el modelo político-económico se traslada hacia un neoliberalismo acentuado (en la misma ola que pasó por toda América Latina). En respuesta, un movimiento popular amplio (el Caracazo), es duramente reprimida por el gobierno, lo que, en el análisis de Folz (2005), habría roto el vínculo populista que venía desde 1958.

Un golpe militar en febrero de 1992 permite la aparición nacional de uno de los líderes insurgentes, el oficial del batallón de paracaidistas Hugo Rafael Chávez Frías, con 38 años, tras la permanencia del presidente Carlos Andrés Pérez. Para Folz (2005) tal hecho alzará a Hugo Chávez al nivel de héroe nacional. Entre sus características fundamentales están: la juventud, el físico, la vestimenta (uniforme militar), la expresión de los ojos, y hasta el tipo físico, de la región de los Llanos. Esas características generan un conjunto de apreciaciones que lo identifican con parte de la población mestiza, entre el indígena y el negro (Maya apud Folz, 2005), y esos son elementos que cooperan con el proceso de empatía entre Chávez y la población venezolana. Además, para Folz (Folz , 2005), H. Chávez consigue movilizar el “resentimiento de las masas oprimidas desde el Caracazo”.

Para completar, Chávez emerge como figura nacional en un momento en que la “democracia se degenera”, en palabras de Folz (2005).

Pero esa no es la única visión.

Un análisis crítico o un ataque a la soberanía

Según artículo publicado en el 2017 sobre el caso venezolano en The New York Times, (Fisher & Taub , 2017) argumentan que la construcción elaborada por Chávez, “promovió un populismo de izquierda que parecía estar concebido para salvar la democracia”. Sin embargo, su acción, después de más de veinte años, tendría como efecto lo siguiente: “ha provocado la implosión del modelo democrático en el país” después que el Tribunal Supremo de Justicia asumiera las funciones del Parlamento a finales de marzo de 2017. Tal tesis es sostenida en el artículo a partir de ideas elaboradas por otros autores de diversos periódicos sobre la idea clave de que el populismo genera autoritarismo y no fortalece la democracia, sino que, por el contrario, la corroe de tal forma, que el pueblo sufrirá mucho para lograr tener de nuevo el poder.

En el caso venezolano, en cuestión, dichos autores estadounidenses añaden que otros factores han contribuido a la crisis vivida por el país. El principal, sin duda, es señalado como la caída acentuada de los precios del petróleo en el mercado global. En ese punto, Fischer & Taub están de acuerdo con Folz en cuanto a la preponderancia del papel de ese recurso no renovable y extremadamente valioso, en la sustentación del régimen chavista y en el de su sucesor.

Entre los medios empleados por Chávez en su gobierno personalista, destacan el programa dominical de televisión, además de otras intervenciones televisivas frecuentes para mantener el apoyo popular. El carisma, sin duda, era uno de los triunfos de Chávez, además del origen humilde y de una imagen construida como la de un vengador que rescataría la dignidad y la honestidad del Estado en una situación de corrupción acentuada. Después de algunas medidas que comprenden como favorables a la reconstrucción del Estado, señalan signos del derrocamiento de la democracia en favor del autoritarismo, como factores des estructurantes de las instituciones y fortalecedores de la imagen del líder populista. Las interferencias acentuadas de Chávez en los sindicatos, en la empresa estatal petrolera y en el poder judicial son ejemplos de ese proceso.

Folz (Folz , 2005) va a buscar otros fundamentos para su análisis. Para este especialista, Chávez asciende al poder a partir de un discurso “virulento” contra los partidos políticos y contra la élite política venezolana. Se presentó como el candidato capaz de romper con un sistema bipartidista, compartido entre la Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), en favor de una democracia participativa y con vista al retorno a la llamada “edad de oro” Bolivariana.

La apropiación de ese símbolo nacional - Simón Bolívar - posibilitó a Chávez movilizar referencias legítimas del imaginario venezolano que, al igual que la idea de patria, conforman lo que Hébrard en Folz (Folz, 2005) llama "signos de identidad". El referido discurso, de un minuto y doce segundos, conformó una primera aparición absolutamente “carismática y durable en la memoria colectiva” (Folz, 2005).

Luego de la campaña electoral victoriosa de 1998, Chávez utilizará la estrategia de “hacer tabla rasa del pasado”. Por medio de un lenguaje claro y directo dirigido a las masas, Chávez emplea en sus discursos a menudo metáforas populares y deportivas para promover la comprensión de temas complejos. Con un discurso nacionalista, antiimperialista y frontalmente agresivo a las élites políticas y al bipartidismo que dominó la política en los cuarenta años anteriores, el nuevo líder nacional propone la refundación de la Asamblea Nacional (Parlamento) y una república más participativa, en vez de representativa. Propone la creación de un poder moral así como un poder ciudadano, además de una imagen de absoluta probidad. Además, anuncia reformas fundamentales como la reforma urbana, la educativa y la social.

En el poder, Chávez promovió una reforma constitucional en 1999 que le aseguró la permanencia, pero también la reforma profunda de las instituciones. Además, Folz (Folz, 2005) resalta la comunicación directa que ese líder establece con el pueblo, por medio de transmisiones radiofónicas y televisivas, en dónde oye directamente y sin protocolos personas del pueblo y apunta caminos para los problemas y cuestiones presentadas. Por otro lado, en su discurso, emplea lenguaje fuerte, que opone adversarios e idealiza a los apoyadores. En esa dirección, se presenta como el verdadero heredero de Simón Bolívar y de una América Latina unida2.

Este es el cuadro de un populismo no iniciado por Chávez, pero reconstruido por él sobre nuevas bases, según sostiene Folz (Folz , 2005). Con tal escenario como contexto de análisis, se iniciará la mirada sobre la fuente elegida, la Carta de Miraflores (1999).

La Fuente -- La carta de Miraflores

La Carta de Miraflores es un documento que contiene un discurso. Tal conjunto de enunciados tiene un contexto preciso. Se trata de una manifestación pública del presidente Hugo Chávez al pueblo venezolano el 2 de febrero de 1999.

No por casualidad, pero resaltando los aspectos de acercamiento con imágenes religiosas y una cierta idea de salvación, Chávez cita el libro del Eclesiastés para anunciar el momento de “liberación” del pueblo venezolano de sus opresores, sobre todo de la élite y de los partidos políticos en el poder desde hace cuarenta años.

Entre los demás elementos, se verifica:

La América como única entidad, el pueblo americano como original y perteneciente a una realidad continental, así como la defensa de la forma republicana de gobierno contra el imperio español forman, según Figueiredo & Braga (Figueiredo & Braga, 2017), una síntesis interpretativa de los ideales afirmados por Bolívar en ese documento y en otros que siguieron.

Chávez retoma elementos religiosos al citar el Libro del Eclesiastés para justificar que había llegado la hora del “pueblo de Venezuela”, de una verdadera “resurrección de la patria de Simón Bolívar” (Chávez-Frías, 1999, 1). Resalta, el líder venezolano, que había terminado de conducir la primera reunión del Consejo de Ministros y firmado el primer Decreto Presidencial para que el pueblo se pronuncie sobre una Asamblea Nacional Constituyente, que de hecho se realizó. Es esa personificación de la voluntad del pueblo asociada a las figuras de naturaleza religiosa que apelan profundamente a la creencia y a la religiosidad populares, erigiendo un líder que se presenta como aquel que verdaderamente incorpora la voluntad de un pueblo presente y que rescata la ideología de un pueblo mítico. Al tratar al pueblo como “compatriotas”, produce una imagen de proximidad y de complicidad para gobernar. Anuncia, entonces, tratándolo como “amigos”, el inicio de una “tarea gigantesca”: “que con estas manos, con estas mentes, con estos corazones, unidos todos, estamos llamados a salvar a Venezuela de este inmenso e inmundo pantano en el que tuvieron lugar cuarenta años de demagogia y corrupción” (Chávez-Frías, 1999). De esa forma, Chávez apela al pueblo para ser, más que el líder de la nación, el verdadero “conductor del pueblo”.

Chávez resalta que hay, en el pueblo, las virtudes necesarias para enfrentar tal tarea hercúlea: moral, luces, unión. Apela a los objetivos apuntados por el propio Bolívar - libertad, seguridad y felicidad - para todos. Asume totalmente la "misión", en la forma del juramento bolivariano, como uno más en la batalla (al lado de cada uno del pueblo) como primer soldado e impulsado por el propio pueblo venezolano.

El discurso es fuerte y ciertamente emocionante para el que lo oye. Toca profundamente el corazón y la mente, más aún, el imaginario mítico de una nación guerrera y revolucionaria, capaz de alejar a un múltiple enemigo común -la elite y los partidos políticos opositores, los intereses neoliberales e imperialistas, las demandas externas- todo a través del control de las empresas nacionales, de la gestión de los intereses de la gente confiados a su líder.

Elementos Historiográficos

Mucho se habla sobre el Chavismo, pero sería necesario, para profundizar el análisis, oír a los propios venezolanos. Esto requeriría un esfuerzo de investigación de campo, sobre todo para comprender las razones de los más simples.

Taguieff (apudFolz, 2005) describe los paradigmas populistas latinoamericanos de los años 1950 como poseyendo características “interclasistas de movilización” que se distinguen de aquellos que se expresan por un paso “convulsivo, de la democracia de masas, en un contexto de modernización económica forzada”.

Si es cierto que Chávez produce un auténtico discurso de apelación popular, a veces incomprensible para las mentalidades europeas, incluso para los especialistas en cultura y en políticas regionales, el “salvacionismo” es una marca que refuerza el argumento de Zanatta (Zanatta, 2017), cuanto a la unión entre el populismo y la religiosidad. Esta asociación es bastante empleada en Latinoamérica, sobre todo en México y otros países que se caracterizan por la fuerza de un catolicismo muy arraigado y extremadamente vinculado, por un lado, al poder instituido y, por otro, a las poblaciones más pobres y sufrientes, muchas de ellas rurales.

En el marco de una publicación especial sobre supuestos “regímenes populistas” en América y en Europa, la revista Aminis (Revue de Civilisation Compemporaine Europa/ Américas) trae, en su n. 5 de 2005, un conjunto de artículos que componen un panel sobre algunos regímenes. En lo que interesa a este análisis, se mencionan los casos de Getúlio Vargas (Brasil, por Régis Tettamanzi), del Peronismo y del Menemismo (Argentina, por Paula Canelo), de Hugo Chávez (Venezuela, por Olivier Folz), de Aristide (Haití, por Laurent Jalabert), de Alberto Fujimori (Perú, por Diana Burgos-Vigna), de los “Cocaleros” (Bolivia, Cecile Casen y Erwan Sommerer) y del MNR (Bolivia - 1952-64 - por Christine Delfour). Son cinco naciones sudamericanas y una de Centroamérica.

En general, se observa de esa mirada europea sobre América una asociación muy intensa entre subdesarrollo y personalismo político o, en otras palabras, crisis y emergencia de centralismo populista. Interesa, sobre todo, la diversidad de conceptos asociados al llamado “populismo” latinoamericano.

En especial, se destaca el caso venezolano en razón del ascenso de Hugo Chávez como una tercera ola de un movimiento que se reconstruye totalmente por medio de la imagen: “miembro del pueblo” que asciende al poder. Es muy interesante que, al igual que en Bolivia, el recurso al aspecto mestizo, caracterizado en el caso sudamericano por rasgos indígenas, compone un cuadro que innova, al apuntar elementos capaces de proponer una idea de multi-racialidad. Un deseo de reducción de las distancias entre la élite y las minorías (que en realidad son la mayoría de la población) y una atención muy grande a la construcción de la figura carismática del líder.

En el caso chavista, esa construcción se funda en una cierta forma elaborada de dirigirse directamente al pueblo, un fuerte llamado a la figura del libertador Bolívar y una capacidad formidable para tocar temas sensibles al pueblo. Hablar como un igual no es tarea sencilla, sobre todo para quien es miembro de la élite dirigente. Por otro lado, hay también una cierta dificultad para encontrar otra figura con tal carga carismática, capaz de sucederle.

Sin embargo, es importante marcar que el carisma no puede fundamentar el alejamiento de la alternancia en el poder. El populismo no puede, como plantean textos en el New York Times, (con todas las reservas que inspira), significar autoritarismo. Claramente, una cierta agenda y una lectura liberal o neoliberal tienden a sesgar la percepción de lo que efectivamente sucede en cada país, sostenida por observadores internacionales. Al final, las reglas constitucionales del juego necesitan ser mantenidas por aquel que asciende al poder. Chávez no lo hizo, pero transformó profundamente a Venezuela. Su sucesor, Nicolás Maduro, por el golpe del petróleo o por la propia circunstancia política, no pudo mantener a la República Bolivariana con el prestigio y con la atención popular del período chavista.

Más que eso, parece, incluso, que no basta con indicar al sucesor. En el caso latinoamericano, se hace necesario, como en el ejemplo venezolano, desarrollar un cierto conjunto de habilidades que posibiliten para seguir la línea populista, dialogar directamente con las masas. Se puede ver que aunque manteniendo todo el arsenal construido en el período chavista, el gobierno de N. Maduro no parece caminar hacia la consolidación.

Consideraciones finales

Parecería que entre el mantenimiento por medio de golpes constitucionales y la alternancia fracasada de regímenes llamados "populistas" en América Latina, es posible extraer algunas lecciones.

La primera es que los análisis europeos buscan tomar el fenómeno como un único proceso que “se extiende” por el continente. Por otro lado, tienden a asociarlo a rasgos del subdesarrollo, como si el populismo fuera algo propio de naciones “no desarrolladas”. En tercer lugar, el eurocentrismo perjudica el análisis que, en general, no se tarda en permanecer en el país, a escuchar a las personas y, como tratan de hacer los antropólogos, intentar comprender sus lógicas.

Parecería también que la alternancia en el poder es benéfica, pero incluso las llamadas “democracias consolidadas” viven sus dramas para componer gobiernos parlamentarios. Es el caso en regímenes presidencialistas pero también en naciones en las cuales el “populismo” es apuntado como uno de los “males” y reflejo directo del “subdesarrollo” latinoamericano en particular, pero también africano y asiático.

El problema presente de los analistas es cómo justificar que naciones tan desarrolladas enfrenten el resurgimiento de discursos totalitarios, xenofóbicos y nacionalistas.

Por el lado venezolano, las consideraciones de Folz (Folz, 2005) y de sus referencias, así como la historiografía presentada aquí da cuenta de que el “populismo” puede contener rasgos aparentemente comunes que hacen que el análisis preliminar, miope, lo considere como un fenómeno general. Sin embargo, es cierto que en cada nación la expresión es propia y, al final, sería posible afirmar que el caso venezolano es único, que el período chavista tiene referencias, contexto cultural e historia propias, así como los demás, y es necesario, sobre todo, oír al pueblo en cuanto a sus representaciones acerca de los beneficios o de los males del llamado “populismo”. De la literatura latinoamericana, podrían tomarse muchos elementos para la comprensión de las especificidades de cada nación, de cada período, de cada historia, y de cada marco cultural.

De esta forma, es posible concluir (por ahora) con las palabras de Ortega y Gasset acerca de la necesidad de una mirada atenta a aquello que nos constituye, además de nosotros mismos, a saber, nuestras circunstancias. Ellas son únicas, son incomparables y necesitan ser comprendidas en cada momento y lugar con la necesaria atención y disposición para oír a las personas.

Asimismo, hay que comprender profundamente y dar voz a los pueblos que construyeron y que hicieron emerger figuras fundamentales contemporáneas, entender sus lógicas, sus carencias y, principalmente, los contextos socioculturales que edifican el fenómeno del populismo en América Latina, así como también en el llamado mundo desarrollado

Bibliografía

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Zanatta, Ll. (2017). América Latina precisa sair da ideia mágica de Redenção, diz Lloris Zanatta. En: Folha de São Paulo - página eletrônica - entrevista realizada por Sylvia Colombo com o historiador Lloris Zanatta, Universidade de Bologna (Itália). São Paulo: Folha de São Paulo, Caderno Mundo, 27 de setembre de 2017. Disponible en: Disponible en: <https://www1.folha.uol.com.br/mundo/2017/09/1921283-america-latina-precisa-sair-da-ideia-magica-de-redencao-diz-loris-zanatta.shtml> (Consulta em 07 de Julio de 2018). [ Links ]

1 Traducido del portugués por Luciana Landgraf (EHSS, París).

2Es muy significativo que el período chavista en Venezuela sea contemporáneo a la emergencia de otros líderes regionales a los que se atribuye el adjetivo "populista". Entre ellos, el de los Kirchner en Argentina y el de Lula en Brasil. En ese sentido, se puede aún mencionar el ingreso de Venezuela en el Mercosur, por medio de una acción continua de Chávez y de cierta recepción favorable por parte de casi todos los países de dicho bloque.

Recibido: 20 de Junio de 2018; Aprobado: 04 de Octubre de 2018

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