Actualmente, las sociedades se encuentran en el período denominado hipermodernidad, caracterizada por el predominio del presente, el hiperindividualismo y el hiperconsumo; lo que afecta la dimensión del silencio y la trascendencia en la experiencia humana. 1,2 Este entorno sociocultural impone nuevas tensiones éticas y epistémicas, en especial en profesiones como la enfermería, tradicionalmente vinculada al cuidado y la relacionalidad.
En este contexto emerge la figura del polímata como imprescindible desde el punto de vista ético, epistémico y político para una mejor comprensión y acción frente a las problemáticas, locales y globales. Las fronteras entre disciplinas se están desdibujando, en que el cuerpo humano se entrelaza con la máquina y el conocimiento ya no puede ser compartimentado, la enfermería se ve empujada a trascender en su rol tradicional.
Un polímata es una persona con conocimientos profundos en múltiples disciplinas, que puede integrar diversos saberes con el objetivo de comprender y resolver problemas complejos. De acuerdo con Root-Bernstein, la polimatía se relaciona con un pensamiento de tipo sistémico, creatividad y transferencia interdisciplinaria. 3) En entornos contemporáneos, se valora por su capacidad de innovación y adaptación transdisciplinarios.4 La literatura destaca que la formación polímata puede fortalecer la investigación científica, la educación y el liderazgo transformador al desafiar la especialización excesiva en el conocimiento.5
En la historia de la humanidad han surgido figuras en extremo relevantes que son ejemplo de polimatía, como Leonardo da Vinci e Hipatia de Alejandría, filósofa y matemática del siglo IV. 6 Un personaje que no ha sido suficientemente relevado es Florence Nightingale, pionera de la enfermería moderna y estadística en el siglo XIX, 7 quien ejemplifica la polimatía aplicada al cuidado y la ciencia.
La enfermera polímata, como sujeto híbrido, encarna una respuesta a la complejidad contemporánea: es cuidadora, científica, filósofa, tecnóloga y artista. Esta figura no es una utopía, sino una urgencia. Como señala Haraway en su metáfora del cíborg, se presenta una ontología que rompe dualismos y que redefine lo humano desde la intersección de lo biológico, lo tecnológico y lo simbólico. 8
Este contexto configura la invitación a dar un salto cualitativo desde los paradigmas lineales y reduccionistas, y observar las realidades emergentes desde una mirada de conexión, a partir de un pensamiento rizomático. Es decir, aquel que es capaz de conectar saberes diversos y generar nuevas formas de comprensión del cuidado, que repercutirán directamente en la calidad de la atención de las personas, familias y comunidades. 9,10
El repensar la enfermería se acompaña de una mejora en el cuidado. Según Ruíz Muelle, una mayor integración de competencias transdisciplinarias en la formación de enfermería mejora la toma de decisiones clínicas y promueve una atención integral. 11 La formación inter y transdisciplinaria en enfermería facilita el trabajo en equipo, ya que proporciona a las enfermeras herramientas teóricas y prácticas, que les permiten interactuar de manera adecuada con especialistas de otras disciplinas. Esta capacidad mejora la coordinación de equipos interprofesionales, lo que evita la fragmentación de la atención en salud y favorece la continuidad asistencial.
Esta perspectiva favorece una comprensión integral de la persona, familia y comunidad, al comprenderlos en sus dimensiones biológicas, emocionales, sociales, culturales y espirituales. De esta forma, se reconocen como factores fundamentales en la salud de las personas los determinantes sociales, relaciones familiares, contextos comunitarios e historias de vida que inciden en el crisol salud-enfermedad-cuidado.
La enfermera polímata requiere hoy una reformulación de la idea de “humanizado”, de tal forma que incorpore la tecnificación del cuerpo y la virtualización de las relaciones. En la era del cíborg y de la inteligencia artificial, el cuidar continúa siendo fundamentalmente conocimiento y afecto, pero también incorpora elementos como saber programar, interpretar datos y diseñar interfaces de diversos saberes y conocimientos. 12
La pandemia de COVID-19 evidenció la necesidad de profesionales capaces de actuar en múltiples frentes, por ejemplo, clínico, comunitario, tecnológico y comunicacional. En este contexto, las enfermeras lideraron procesos de innovación, diseño de protocolos, gestionaron emociones colectivas, lo que constituye la polimatía en acción. En el análisis de las actividades realizadas por enfermeras durante la crisis sanitaria, se observó que aquellas con formación en múltiples áreas ofrecieron respuestas más adaptativas y resilientes. 13.14 Esta evidencia refuerza la urgencia de formar enfermeras con una visión integral, capaces de pensar y actuar más allá de los límites tradicionales.
Como argumenta Berg sobre ética del cuidado en entornos tecnológicos, la disciplina de enfermería debe desarrollar competencias filosóficas y críticas para no ser subordinada por la técnica. 15 La polimatía es una forma de resistencia debido a que fomenta una mirada que trasciende la especialización técnica, lo que permite mantener una perspectiva crítica, integra saberes filosóficos, éticos y posthumanistas. Esta integración fortalece la capacidad de cuestionar y reconfigurar las prácticas y reflexiones en las distintas áreas del desarrollo de la enfermería, lo que asegura que la tecnología se utilice de manera que potencie, y no reemplace, la relación humana en el cuidado.
Desde esta perspectiva, la educación en enfermería debe transformarse radicalmente para dar lugar a esta nueva figura, en que no es suficiente aumentar el número de asignaturas o contenidos, sino que se debe rediseñar el currículo desde una lógica transdisciplinaria. De acuerdo con Muñoz-García, la inclusión de talleres de pensamiento crítico, arte y tecnología en la formación de enfermería potenció la creatividad, la empatía y la capacidad de resolución de problemas complejos. 16
En este entorno, la sensibilidad artística se convierte en una herramienta para generar vínculos significativos, para aliviar el sufrimiento y dignificar la experiencia de la persona. Matos, en su estudio sobre arte y cuidado, observa que las intervenciones estéticas mejoran el bienestar emocional de las personas y fortalecen la relación de ayuda. 17
La enfermera polímata también es una figura política, en un mundo donde existen desigualdades estructurales, crisis ecológicas y conflictos geopolíticos, el cuidado no puede ser neutral ni puede estar desvinculado de la protección de los derechos humanos. 18
La polimatía asimismo implica una relación distinta con el tiempo. En un mundo hiperacelerado, la enfermera polímata cultiva la reflexión y el pensamiento rizomático, pero al mismo tiempo posee la mirada sincera y la escucha desde el corazón. 19 Esta temporalidad alternativa es subversiva, porque se opone a los criterios cuantitativos de la productividad y del rendimiento; de esta forma, la capacidad de habitar el tiempo del otro es una forma radical de empatía. 20
A modo de conclusión, la figura de la enfermera polímata emerge como una construcción dinámica y abierta, en constante movimiento entre saberes, disciplinas y sensibilidades, que se constituye y transforma a partir del encuentro con la complejidad de los desafíos contemporáneos. En un mundo atravesado por la fragmentación del conocimiento, la aceleración tecnológica y la precarización de los vínculos, la enfermera polímata se presenta como una respuesta ética y política capaz de articular pensamiento crítico, sensibilidad estética y compromiso con el cuidado situado.










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