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Actas Odontológicas

versión impresa ISSN 1510-8139versión On-line ISSN 2393-6304

Actas Odontol. vol.13 no.2 Montevideo  2016

https://doi.org/10.22235/ao.v13i2.1309 

Investigación Clínica

El fenómeno piercing en Uruguay: aspectos patológicos y socioculturales.

Piercing phenomenon in Uruguay: pathological and sociocultural aspects.

Carlos Sassi1 

Alicia Picapedra2 

Verónica Gargano3 

Viviane Ulbricht4 

Cristhiane Martins Schmidt5 

Luiz Francesquini Júnior6 

Eduardo Daruge Júnior7 

1Doctor en Odontología, Facultad de Odontología. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

2 Doctora en Odontología y Adjunto del Servicio de Registro, Facultad de Odontología. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay. almapipa@gmail.com

3 Doctora en Odontología, Facultad de Odontología. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

4 Especialista en Prótesis y Odontología Legal y Deontología. Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil).

5 Profesora de Medicina Legal y Bioética. Universidad Metodista de Piracicaba - UNIMEP/SP (Brasil).

6 Profesor. Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil).

7 Titular de Odontología Legal y Deontología de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil).


Resumen:

El piercing se exterioriza como una práctica intrínsecamente vinculada a la conformación de las diversas organizaciones colectivas humanas. Numerosos autores han tipificado las lesiones orgánicas acaecidas por su utilización, pero no así, el marco sociocultural en el que se encuadran.

Objetivos:

este estudio buscó analizar los alcances patológicos y socioculturales concernientes al uso de piercing, en una muestra uruguaya.

Metodología:

consistió en la aplicación de un cuestionario, con 26 preguntas estructuradas y abiertas, a los estudiantes de un instituto de educación media de la ciudad de Rivera, Uruguay.

Resultados:

21 (40.38%) de los 52 poseedores de piercings padecieron complicaciones provenientes de su uso, en tanto que 24 (46.15%), 26 (50%) y 14 (58.33% de los que trabajaban), respectivamente, no notaron reacciones sociales, familiares ni laborales.

Conclusiones:

trátase de un comportamiento potencialmente riesgoso, a pesar de que en esta oportunidad, la totalidad de las alteraciones se topografió localmente, la mayoría de los usuarios realizaba deportes y un porcentaje significante de ellos, no advirtió ninguna repercusión en su vida cotidiana.

Palabras Clave: piercing; lesiones; estratificación social

Abstract:

Piercing is externalized as a practice intrinsically linked to the construction of diverse human collective organizations. Numerous authors have typified organic lesions occurred by its use, but not sociocultural framework that characterize it.

Objectives:

the aim of this paper was to analyse pathological and sociocultural scopes concerning the use of piercing in a Uruguayan sample.

Methods:

the research was developed by applying a questionnaire with 26 structured and open questions, answered by students of a secondary education institute of the city of Rivera, Uruguay.

Results:

21 (40.38%) of the 52 pierced individuals suffered complications from its use, while 24 (46.15%), 26 (50%) and 14 (58.33% of those who worked), respectively did not notice social, family or employment impacts.

Conclusions:

piercing is a potentially risky behaviour, although in this opportunity all alterations were locally situated, most users performed sports, and a significant percentage of them did not point out no repercussion on their daily life.

Keywords: piercing; injuries; social stratification

Introducción

Piercing es una voz inglesa (gerundio del verbo to pierce: penetrar, agujerear, atravesar, introducir algún cuerpo en otro), que refiere a la práctica de perforar o cortar una parte del revestimiento cutaneomucoso, con la finalidad de insertarle algún tipo de aditamento (joyas, aretes, pendientes, arracadas, abalorios, etc.). En esencia, consiste en una forma de modificación corporal que puede constituirse en un carácter distintivo, reflejando valores de las más disímiles naturalezas, a saber: personales, sociales, culturales, religiosos, físicos, espirituales, eróticos, contestatarios, gregarios y/o estéticos Wohlrab et al., (2007); Galvão Filho, (2009); Carbajosa, (2009); Cossio et al., (2012).

Trátase de una conducta no exenta de riesgos, al desencadenar o favorecer la aparición de hemorragias, lesiones tisulares, secuelas cicatrizales, reacciones de hipersensibilidad y cuadros infecciosos bacterianos, como la sífilis, o virales, como la hepatitis B, C y D y el Síndrome de inmunodeficiencia adquirida Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Mataix & Silvestre, (2009).

Uruguay ha sido tradicionalmente configurado y dividido en tres clases sociales bien diferenciadas, de acuerdo con el poder adquisitivo y porcentaje de hogares que usufructúan servicios y bienes incluidos. Según cifras oficiales, el estrato medio sigue siendo el predominante, con un leve deslizamiento de la escala hacia el alto, en la ciudad de Montevideo, y uno hacia el bajo, en el interior del país. Este sólido entramado parece verse comprometido, después de más de tres decenios de cambios estructurales profundos, como consecuencia de un marcado aumento de las desigualdades y polarización social Riella et al., (2006).

Por todo lo expresado, el presente trabajo procuró evaluar los alcances patológicos y socioculturales relativos al uso de piercing, en una muestra uruguaya.

Material y método

Esta investigación consistió en un estudio descriptivo y transversal de un grupo de alumnos de un instituto de educación media de la ciudad de Rivera, región norte de Uruguay.

Un arquetipo de cuestionario, con 26 preguntas estructuradas y abiertas, uno del Consentimiento Informado (CI) empleado y el respectivo proyecto, fueron sometidos a la evaluación del Comité de Ética en Investigación de la FO - UDELAR (Facultad de Odontología - Universidad de la República), Montevideo, Uruguay, y finalmente aprobados, según versa en el expediente 091900-000017-14, de fecha de 5 de Agosto de 2014.

Una vez recabadas las pertinentes autorizaciones de la dirección del centro educativo y de los padres o representantes legales de los discípulos menores de 18 años de edad, se impartieron charlas informativas sobre el tema propuesto, a los interesados de los tres turnos lectivos. Previo a cada exposición oral, se hizo entrega del cuestionario junto a dos copias del CI, en las instalaciones de la ETSR - CETP (Escuela Técnica Superior de Rivera - Consejo de Educación Técnico Profesional), a todos aquellos estudiantes que aceptaran participar de esta encuesta, libre y voluntariamente. Una semana más tarde, se procedió a su retiro, tras haber sido completados, de manera anónima, personal y reservada, por los referidos, sin influencia o intervención alguna de los investigadores.

Los datos obtenidos fueron ingresados en una planilla electrónica y analizados por medio de estadística simple.

Resultados

De acuerdo con los registros oficiales de la ETSR, la institución alberga a 1750 educandos (100%), 1001 del género masculino y 749 del femenino, comprendidos en la franja etaria de 12 a 60 años, de los cuales 500 (28.57%) manifestaron su intención de firmar el CI y responder al cuestionario, si bien, a la postre, sólo 280 (16%) los devolvieron, equivaliendo a una tasa de respuesta de 56%.

De los 280 CIs y cuestionarios retornados (100%), la totalidad de los primeros contenía los antecedentes solicitados, en tanto que 189 (67.5%) de los segundos, mostraban todas sus interrogantes respondidas y 91 (32.5%), lo hacían parcialmente.

En lo concerniente al perfil de la muestra, se constató que predominaban los encuestados del género femenino (58.57%), los que tenían entre 12 y 18 años de edad (47.5%) y progenitores con estudios primarios finalizados (54.54%), quienes provenían de núcleos familiares no propietarios de su vivienda (55.77%) y con hasta cuatro (55.56%), o cinco o más integrantes (44.44%).

Es oportuno destacar que el 89.28% de los consultados informó saber lo que era un piercing, 18.57% (n=52) poseerlos y 22.86% (n=64) presentar tatuajes. Del 18.57% con piercing(s), 53.85% utilizaba uno, 26.93% dos, 9.61% tres, 9.61% cuatro o más y 48.08%, también al menos un tatuaje, acentuándose que, 75% (n=39) se encontraba entre 12 y 30 años, y 25% (n=13), entre 31 y 60 años de edad.

Figura 1: Distribución por región en los 52 sujetos con piercing, conforme el género. 

La localización más frecuente de estos accesorios correspondió al ombligo (32.69%), seguida del pabellón auricular (28.85%), con expresa exclusión del lóbulo, y los labios, con 23.08% (19.23% en el superior y 3.85% en el inferior). En los individuos femeninos, asentaron en el ombligo (32.69%), labios (21.16%, con 17.31% en el superior y 3.85% en el inferior) y pabellón auricular (19.23%), al tiempo que en los masculinos, en el pabellón auricular (9.61%), ceja (7.69%) y lengua (5.77%), tal cual se aprecia en la (Figura 1).

Al ser interrogados sobre el material de fabricación de su(s) piercing(s), el 50% (n=26) indicó al acero quirúrgico, 17.31% (n=9) a otros metales (5.77%, n=3, plata; 5.77%, n=3, niobio; 3.85%, n=2, titanio y 1.92%, n=1, oro), 5.77% (n=3) a la silicona, 1.92% (n=1) a la madera de cocotero y 25% (n=13) ignorarlo.

Con relación a quién le cupo su colocación, el 63.46% aseveró que a un profesional, sin especificarlo, 15.38% a un amigo o conocido, 11.54% a un familiar y 5.77% a sí mismo, no respondiendo el 3.85%. Por su parte, 73.69% de los menores de 18 años de edad, recurrió a un profesional y un local habilitado para ello, habiéndose solicitado la necesaria autorización previa de los padres y/o tutores del 71.43% de los mismos, al paso que, 15.79% lo hizo a un familiar, 5.26% a un amigo o conocido y 5.26% no respondió.

Es dable puntualizar que el 40.38% de los portadores de piercings relató haber sufrido complicaciones o alteraciones derivadas de su uso, tales como cuadros inflamatorios locales (17.31%), secuelas cicatrizales (9.61%), procesos infecciosos circunscriptos (7.69%), dificultades para hablar y/o emitir ciertos fonemas (3.85%) y olores desagradables (1.92%). A su vez, el 55.77% nunca había sido advertido al respecto, y del 44.23% restante, 43.48% habíase valido de los servicios de un profesional, 30.43% de Internet y 26.09% de sus amigos o conocidos, para disipar sus dudas.

Los motivos esgrimidos para su inserción estribaron en gusto o satisfacción (46.15%), estética (21.15%) y moda (17.31%), no señalándoselos, en el 15.39% de los casos. En contrapartida, del 81.43% que dijo no tener piercings, 11.84% había procedido a su retiro por las siguientes razones: 59.26% por considerarlo anticuado o pasado de moda, 25.93% por sus efectos adversos o indeseables y 14.81% por ver dificultada su aceptación, tanto en la esfera laboral (7.41%) como en la social (3.7%) y familiar (3.7%).

Tabla 1: Repercusiones por el uso de piercing. Subráyase que de los que llevaban a cabo actividades laborales, 21 (87.5%) eran mayores de 18 años de edad y 3 (12.5%), menores.

Tabla 2: Repercusiones por el uso de piercing. Recálcase que de los que no desarrollaban actividades laborales, 16 (57.14%) eran menores de 18 años de edad y 12 (42.86%), mayores.

El 23.08% de los usuarios de piercings reveló poseer hermanos (11.54%), tíos (7.69%) o primos (3.85%) que también lo eran y 63.46% practicar algún deporte.

La apreciación de qué reacción generó la instalación del o los piercings en la vida cotidiana (Tablas 1 y 2), arrojó los subsecuentes resultados:

Social

•46.15% (n=24) afirmó que ninguna; 3.85% (n=2), negativa; 36.54% (n=19), positiva y 13.46% (n=7), no contestó;

Familiar

•50% (n=26) alegó que ninguna; 15.38% (n=8), negativa; 17.31% (n=9), positiva y 17.31% (n=9), no contestó;

Laboral

•58.33% (n=14) aseguró que ninguna; 12.5% (n=3), negativa; 4.17% (n=1), positiva y 25% (n=6), no contestó, resaltándose que únicamente trabajaba el 46.15% (n=24) de los sujetos.

Discusión

Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha demostrado una universal, palmaria, irrefrenable y hasta compulsiva propensión a modificar su aspecto externo, con la primordial finalidad de diferenciarse de sus semejantes y consolidar su propia identidad Chimenos-Küstner et al., (2003); Carbajosa, (2009); Paulete Vanrell & Borborema, (2011). En pos de conseguirlo, no vaciló en adoptar ciertos comportamientos y valerse de un cúmulo de recursos clásicos (atuendos, peinados, adornos, etc.) y/o extravagantes (mutilaciones, deformaciones, implantes, escarificaciones, tatuajes y piercings), que han sido el sustrato de innúmeras evaluaciones arqueológicas, paleopatológicas, antropológicas, filogenéticas, sociológicas, etológicas y forenses Chimenos-Küstner et al., (2003); Turbón, (2006); Carbajosa, (2009); Mataix & Silvestre, (2009); Pérez Adán, (2009); Santos, (2010).

Las técnicas decorativas enumeradas, de prevalencia variable entre poblaciones, acaso deban entenderse como un modo de comunicación, de expresión de la individualidad o del culto al cuerpo, un estilo de arte corporal (body art), en el que la masa corpórea es el elemento a ser pintado, modelado, esculpido Chimenos-Küstner et al., (2003); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Mataix & Silvestre, (2009); Cossio et al., (2012). Específicamente, osciló entre 6.8 y 50% para piercings Makkai & McAllister, (2001); Carroll et al., (2002); Fuenzalida et al., (2003); Armstrong et al., (2004); Boncompagni et al., (2005); Deschesnes et al., (2006); Laumann & Derick, (2006); Antoszewski et al., (2006); Stirn et al., (2006); Preti et al., (2006); Armstrong et al., (2007); Mayers & Chiffriller, (2008); Gutsche et al., (2008); Clavería Clark et al., (2009); Cegolon et al., (2010); Calero & Jaimes, (2011); Gallè et al., (2011); Cossio et al., (2012); Majori et al., (2013) y 1.7 y 24% para tatuajes Armstrong & McConnell, (1994); Houghton et al., (1996); Armstrong & Murphy, (1997); Roberts & Ryan, (2002); Carroll et al., (2002); Armstrong et al., (2002); Armstrong et al., (2004); Boncompagni et al., (2005); Deschesnes et al., (2006); Laumann & Derick, (2006); Antoszewski et al., (2006); Stirn et al., (2006); Preti et al., (2006); Kaatz et al., (2008); Mayers & Chiffriller, (2008); Cegolon et al., (2010); Gallè et al., (2011); Cossio et al., (2012); Majori et al., (2013), aumentando substancialmente con la edad Carroll et al., (2002); Roberts & Ryan, (2002); Gold et al., (2005); Boncompagni et al., (2005); Deschesnes et al., (2006); Laumann & Derick, (2006); Preti et al., (2006); Gutsche et al., (2008); Majori et al., (2013). En este trabajo, 18.57% lucía piercings y 22.86% tatuajes.

Armstrong & McConnell (1994), Houghton et al. (1996), Armstrong & Murphy (1997), Roberts & Ryan (2002), Carroll et al. (2002), Armstrong et al. (2004), de León et al. (2004), Gold et al. (2005), Deschesnes et al. (2006), Stirn et al. (2006), Preti et al. (2006), Armstrong et al. (2007), Mayers & Chiffriller (2008), Clavería Clark et al. (2009), Cegolon et al. (2010), Calero & Jaimes (2011), Gallè et al. (2011), Majori et al. (2013) y Purim et al. (2014) percibieron que los piercings prevalían en adolescentes o adultos jóvenes, concordando, en cierta forma, con los hallazgos del presente trabajo (75% en edades comprendidas entre 12 y 30 años).

En lo que respecta al número de adminículos per cápita, Deschesnes et al. (2006) verificaron guarismos de 62.1 y 16.8% en pubescentes canadienses, con uno o tres o más, respectivamente, aproximándose, de alguna manera, a los de Calero & Jaimes (2011) en colombianos (51.6% con uno, 24.7% con dos y 20.1% con tres o más), de León et al. (2004) en mexicanos (52% con uno, 38% con dos y 10% con tres o más), Purim et al. (2014) en brasileños (60.3% con uno, 22.4% con dos y 15.5% con tres o más) y a los de los uruguayos estudiados (53.85% con uno, 26.93% con dos, 9.61% con tres y 9.61% con cuatro o más).

Es incontestable que los anillados corporales, piercings o perforaciones configuran un ejercicio ancestral, de variada significación cultural a lo largo del tiempo De Urbiola & Viñals, (2005); Mataix & Silvestre, (2009).

Su génesis se atribuye, mayoritariamente, a los esquimales y aleutas (pobladores de las Islas Aleutianas), quienes los denominaron labrets (Figura 2), implantándolos en los labios (Figura 3), como parte de rituales de tránsito hacia la pubertad, en mozuelos que adquirían responsabilidades y aptitudes para salir a cazar con sus mayores, y de purificación, en niñas recién nacidas o prepúberes, que los empleaban hasta alcanzar su madurez sexual (Chimenos-Küstner et al., (2003); De Urbiola & Viñals, (2005); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Mataix & Silvestre, (2009); Clavería Clark et al., (2009).

Resultan habituales en cultos religiosos o ceremoniales de los pueblos asiáticos, topografiándose, de preferencia, en labios, carrillos o lengua. Mención especial merece el caso de la India, donde las abuelas suelen ponerlos en la nariz de sus nietas pequeñas, en señal de sumisión y devoción de éstas hacia su futuro cónyuge. Asimismo, los integrantes de algunas comunidades hindúes meridionales, acostumbran perforar su lengua, para guardar un voto de silencio Chimenos-Küstner et al., (2003).

El continente africano es rico en ejemplos de este fenómeno propiamente humano. Los hombres y mujeres maasái o masái, de Kenia austral y Tanzania septentrional, ostentan llamativas dilataciones en sus orejas, que sirven de asiento a piezas de madera y cuentas multicolores. Las mujeres mursi y surma o suri, del sur de Etiopía, agrandan su labio inferior y lóbulos auriculares, por medio de discos de calabaza o platos de arcilla y cilindros metálicos de tamaño creciente, en procura de una mayor dote matrimonial. Ya las de la tribu nilótica toposa, del sudeste de Sudán, testimonian su estado marital con un alambre de latón, que cuelga de la parte media del labio inferior. Los guerreros potok, de Kenia y Uganda, proclaman su bravura, al llevar un arete labial y una hoja de árbol en su tabique nasal. En el Egipto faraónico, el ombligo anillado era un símbolo de estatus, reservado a los miembros de la realeza y explícitamente prohibido a los que no fuesen nobles. Análogamente, en tumbas de aquel período, se han descubierto enseres de vidrio, de probable topografía auricular Chimenos-Küstner et al., (2003); De Urbiola & Viñals, (2005); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007).

En Oceanía, distintos conglomerados étnicos (australianos, neozelandeses, melanesios, micronesios y polinesios) los aplican con relativa frecuencia. Los aborígenes australianos atraviesan el septo para aplanar su nariz, como signo de belleza. Los papúes (habitantes de Nueva Guinea o Papúa) hacen lo propio mediante espinas o dientes de peces, con finalidad integradora, defensiva, intimidatoria, estética y/o mística Chimenos-Küstner et al., (2003).

En la Roma imperial, los miembros de la guardia del César, centuriones con más poder y gladiadores valerosos apostaban aros en sus pezones, como muestra de reciedumbre y valentía y como accesorios de sus cortas capas que de ellos pendían. Este hábito fue igualmente común entre las damas de la alta sociedad británica, durante la época victoriana, con el cardinal objetivo de realzar el volumen de sus pezones De Urbiola & Viñals, (2005).

Durante el siglo XVI, se puso en boga entre los selectos navegantes que superaban el reto de rodear los cabos de Hornos y de Buena Esperanza (los más meridionales de América y África, respectivamente), la colocación de un arete de oro en su lóbulo auricular izquierdo, lado por donde afrontaban dichos accidentes geográficos en la acostumbrada ruta hacia el Oriente Nichols, (2001).

Los nativos norteamericanos sioux (dakotas) y tlingit (kolosh) los manipulan en sus solemnes conmemoraciones. Los primeros someten a los jóvenes aspirantes a combatientes a una suspensión corporal, sirviéndose de cuerdas sujetas a la rama de un árbol y con garfios transfixiantes a cada lado de los pectorales, hasta que aquella se quiebre o la piel se desgarre. Para las mujeres de los segundos, las perforaciones representan la transición de la pubertad a la plenitud sexual Chimenos-Küstner et al., (2003); De Urbiola & Viñals, (2005).

Los pueblos originarios centro y sudamericanos les han asignado un sitial preeminente. Los mayas hacían alarde de los ornamentos más lujosos en labios, lengua, nariz y orejas, como indicios de espiritualidad, virilidad y coraje; los aztecas, en lengua, como medio de comunicación con los dioses, y los incas, en orejas, restringiéndolos a los nobles y militares recién graduados (orejones). Entre los establecidos en la zona amazónica peruana y brasileña, los carafa se caracterizan por escarificarse las mejillas e introducirse delgadas cañas de bambú en su labio inferior y lengua, para protegerse de los malos espíritus, y los cashinahua o kaxinawa, por insertarse plumas coloridas en su nariz, en concordancia con su rango y sabiduría. Los botocudos o aimorés, ubicados en los territorios de los actuales estados brasileños de Minas Gerais, Bahía y Espírito Santo, fijan argollas de madera en sus lóbulos auriculares y labio inferior para atemorizar a sus ocasionales enemigos, en tanto que, de los residentes en Mato Grosso, los chavantes o xavantes adornan sus lóbulos auriculares con pinjantes cilíndricos del mismo material, jalonando el pasaje de la adolescencia a la adultez, y los hombres suyá o suya, su labio inferior, con platos de madera pintados, en caso de viudez Maybury-Lewis, (1984); Durço, (1989); Chimenos-Küstner et al., (2003); De Urbiola & Viñals, (2005); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007).

En occidente, estas experiencias fueron paulatinamente cayendo en desuso, ante la intransigente y condenatoria postura del cristianismo europeo y americano, visto que desde la era de la Santa Inquisición y Concilio de Trento, ciertas colectividades religiosas se han valido del anillado genital, como método de castidad y expiación de la culpa. Empero, en los postreros años y merced a la globalización económica y cultural, han venido ganando popularidad entre los adolescentes y adultos de los países desarrollados o en vías de serlo, sin distinción de género ni estrato social, por las más diversas circunstancias: influencia del movimiento punk y bandas roqueras, devoción por el riesgo, exageración o provocación, recuerdo de sucesos especiales, arrojo, rebeldía, independencia personal e integración, difusión mediática, y connotaciones cosméticas, espirituales, religiosas, luctuosas, físicas, psíquicas, sociales, culturales o sexuales Chimenos-Küstner et al., (2003); de León et al., (2004); De Urbiola & Viñals, (2005); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Careaga Reyna et al., (2008); Carbajosa, (2009); Mataix & Silvestre, (2009); Clavería Clark et al., (2009); Cossio et al., (2012); Purim et al., (2014); García Solano & Romero, (2015).

Armstrong et al. (2004), de León et al. (2004), Calero & Jaimes (2011) y Purim et al. (2014) registraron prevalencias de 53% en pabellón auricular, 38% en ombligo y 13% en lengua de estadounidenses, 67% en lengua y 33% en labios de mexicanos, 58.6% en pabellón auricular, 21.1% en lengua y 8.1% en ceja de colombianos, y 53.4% en ombligo, 41.4% en pabellón auricular y 10.3% en nariz de brasileños, respectivamente. Gutsche et al. (2008) observaron frecuencias decrecientes en pabellón auricular, ombligo, nariz y lengua de alemanes; Carvallo et al. (2011), en lengua, labio inferior y dientes de brasileños de Rio Grande do Sul y uruguayos (montevideanos, fernandinos y salteños), y Cossio et al. (2012), en pabellón auricular, ceja, nariz, labios y lengua de chilenos.

Figura 2: Tipos de piercings. A: labret o labrette; B: barbell; C: anillo (C1, tradicional; C2, BCR; nótese en su cuenta componente, una de las dos depresiones diseñadas, para un mejor ajuste de las porciones terminales del anillo) 

En este estudio, se advirtieron tasas de 32.69% en ombligo, 28.85% en pabellón auricular y 23.08% en labios (19.23% en el superior y 3.85% en el inferior). La diferencia constatada entre los porcentajes de piercings en pabellón auricular, podría deberse al criterio adoptado acerca del lóbulo, optándose por la desestimación de éste, en virtud de ser un tradicional lugar de asiento de zarcillos Gutsche et al., (2008), principalmente en mujeres, y de patrones socioculturales que no entienden aquellos como tales. Cegolon et al., (2010); Majori et al., (2013); Purim et al., (2014).

En la misma línea, Deschesnes et al. (2006) comunicaron una prevalencia de 61.8% en ombligo, 43% en pabellón auricular y 16.5% en nariz y de 46.4% en ceja, 19.1% en pezón y 10.9% en labios de individuos canadienses, femeninos y masculinos, respectivamente, acercándose, en cierta medida, a la reportada por Carbajosa (2009) en mexicanos (mujeres, mayormente en ombligo y hombres, en ceja y pezón) y a la de los uruguayos analizados (32.69% en ombligo, 21.16% en labios - 17.31% en el superior y 3.85% en el inferior - y 19.23% en pabellón auricular, de mujeres, y 9.61% en pabellón auricular, 7.69% en ceja y 5.77% en lengua, de hombres). La preponderancia femenina de apéndices en ombligo, se explicaría por paradigmas de sensualidad y belleza física, de profundo arraigo social, que tienen al abdomen como epicentro. Cossio et al., (2012); Purim et al., (2014).

Respecto a los factores que motivaron su inserción, Deschesnes et al. (2006) aludieron a la estética (38.7%), gusto o deseo de experimentarlo (31.3%) y evocación de un acontecimiento específico (27.1%); Carbajosa (2009), a la moda (88.24%), pertenencia a un grupo (4.91%) y luto (1.96%); Calero & Jaimes (2011), al gusto o voluntad de disfrutarlo (59.8%), moda (17.4%) y fortalecimiento de la imagen (7.8%); Majori et al. (2013), a la estética (28.2%), transgresión (16.1%) y curiosidad (15.5%); Purim et al. (2014), a la moda (44.8%), anhelo de poseerlo (25.9%) y estética (22.4%); Cossio et al. (2012), a la estética e impulsividad, y Armstrong et al. (2004) y Carvallo et al. (2011), a la expresión de identidad. En esta iniciativa científica, se listaron el gusto o satisfacción (46.15%), estética (21.15%) y moda (17.31%). Contrariamente, los aducidos para su remoción radicaron en modificaciones orgánicas e insatisfacción Armstrong et al., (2004), infecciones locales, desaprobación familiar o social y aburrimiento o hastío Calero & Jaimes, (2011) y desactualización, consecuencias adversas y dificultad de aceptación, en los uruguayos evaluados. Para Purim et al. (2014), los resultados contrastantes se atribuirían a la metodología aplicada, tamaño de las muestras y/o peculiaridades demográficas y socioculturales de los conjuntos humanos relevados.

De Urbiola & Viñals (2005), Escudero Castaño & Bascones Martínez (2007) y García Solano & Romero (2015) pregonaron que, acorde con su configuración, eran pasibles de ser tipificados como labrets o labrettes, barbells y anillos (Figura 2).

Figura 3: Labrets en labios, único y múltiples. Izquierda: cabo extraoral con esfera. Centro: extremidad intraoral plana. Derecha: extremos extraorales con objetos esféricos. 

Figura 4: Barbells rectos. Izquierda y centro: perforaciones dorsoventral y transversal en lengua (ubicación altamente frecuente). Derecha: en pabellón auricular (menos usual). 

Figura 5: Anillos con esferas en sus extremidades. Izquierda: en labios inferior (localización muy habitual). Centro: en ombligo. Derecha: en ceja (ambas, menos comunes). 

Los primeros, compuestos por una barra limitada en un extremo por una pieza esférica, chata, puntiaguda o lanceolada y en el opuesto, por un cierre plano y liso, preponderan en labio inferior y mentón (Figura 5). Los segundos, barras rectas o curvas con objetos esféricos en sus extremidades, oficiando uno de ellos de cierre, se practican en lengua y úvula (Figura 4). Los terceros, barras circulares con una o dos esferas, puntas o lanzas en sus cabos, se sitúan en labios, lengua (zona lateral) y úvula (Figura 4). Una variación del antedicho residiría en el BCR (ball closure ring/anillo de cierre de bola, cautivo o de bola cautiva), el cual consta con un grado de deformación elástica propicio para ensamblar o retirar una cuenta (con dos concavidades, hendiduras u orificios), de tamaño ligeramente mayor que el de la abertura definida por sus porciones terminales (Figura 2). Estos convencionales diseños dieron paso a creaciones de inusitada singularidad y estilo, fruto de la simbiosis entre la destreza e imaginación de los fabricantes y las expectativas y anhelos de los potenciales compradores.

Se manufacturan en uno o más materiales naturales (de origen animal, vegetal, mineral o mineraloide) y/o sintéticos (compuestos vítreos o polímeros termoplásticos y termoestables). Los de origen animal abarcan al marfil, perlas, plumas, conchas o caparazones, corales, espinas o escamas de peces, huesos, cuernos y dientes, al tiempo que, los de origen vegetal, al ámbar, azabache, hojas de árboles, cañas de bambú y madera de acacia, roble, lapacho, ceiba o palo borracho, cocotero, etc. En líneas generales, dichas materias primas son uni o multicolores, relativamente livianas, tersas, inodoras, estables y duraderas, susceptibles a la luz solar directa, temperaturas y humedades extremas y no esterilizables, teniendo la posibilidad de encontrarse frescas o fosilizadas. El ámbar y azabache, gemas de matriz orgánica resinosa y carbonácea, respectivamente, son constituyentes de este último conglomerado, y al igual que la perla y el coral, piedras semipreciosas Solans Huguet, (1984); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Campos Neto & Paulete Vanrell, (2014).

Entre los de origen mineral o mineraloide, connuméranse la arcilla; rocas metamórficas como el mármol y jade (nefrita y jadeíta), sedimentarias como el jaspe e ígneas volcánicas o extrusivas como la obsidiana (mineraloide); gemas como el diamante, esmeralda, rubí y zafiro (piedras preciosas) y la turmalina, cornalina, lapislázuli, dumortierita, aguamarina, peridoto, malaquita, granate (piropo, almandino o almandita, rodolita, grosularia, hessonita, uvarovita, andradita, etc.), kornerupina, azurita o chesilita, benitoíta, painita, espinela, axinita o tumita, cordierita o iolita, epidota o pistacita (zoisita, tanzanita, etc.), zircón o circón, ópalo (mineraloide), topacio, turquesa, cuarzo y variedades (amatista, citrino, crisoprasa, ágata, ónix u ónice, etc.), espodumena (hiddenita o hidenita y kunzita o cuncita), crisocola, prehnita, pectolita, fluorita o fluorina, pirita, aragonito o aragonita, calcita, witherita, oligisto o hematita, alejandrita, andalucita, quiastolita, rodonita o pajsbergita, titanita, zafirina, labradorita o espectrolita, sugilita y rodocrosita (piedras semipreciosas); y metales preciosos o nobles, así denominados por su limitada tendencia a la decoloración y corrosión (oro, plata e integrantes del grupo del platino - platino, paladio, rodio, rutenio, osmio e iridio -), y básicos o no nobles (hierro, cobre, zinc o cinc, estaño, níquel, cromo, cobalto, molibdeno, titanio, niobio, aluminio, vanadio, etc.). Los tres primeros subgrupos de los minerales o mineraloides surgen de la conjunción de, al menos, un par de elementos, que les confieren desemejantes colores, tonalidades, brillos o lustres, estructuras y consistencias, pudiendo ser producidos artificialmente, con el principal propósito de reducir gastos y evitar el agotamiento de los recursos planetarios Solans Huguet, (1984); De Urbiola & Viñals, (2005); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Campos Neto & Paulete Vanrell, (2014). El cuarto incluye a los metales, elementos químicos sólidos a temperatura ambiente (con excepción del mercurio o azogue), fuertes, dúctiles y maleables, buenos conductores térmicos y eléctricos, opacos y dueños de un brillo especular característico, una vez pulidos, que se enseñan y/o emplean puros, en estado libre o nativo (cobre, mercurio, oro, plata, platino, paladio, rodio, rutenio, osmio e iridio), o más corrientemente en aleaciones, mezclas de dos o más metales o de un elemento metálico y uno no metálico (latón, bronce, amalgama, acero, etc.), con comportamientos similares a los de sus componentes Vander Voort, (1999); Chang, (2007); Keese et al., (2010). El oro destinado a esta modalidad decorativa no debería ser de 24K (quilates), porque su extrema pureza lo tornaría demasiado blando, ni de 10K (bajo - 41.67% de oro -), por su gran potencial para desencadenar reacciones biológicas desfavorables, sugiriéndose entonces, el de 14K (medio - 58.33% de oro -), suficientemente consistente para confeccionar hasta barras, o el de 18K (alto - 75% de oro -), especialmente indicado para perforaciones recientes. Resulta bastante aceptado dada su escasa toxicidad, aunque ciertas personas expresen algún tipo de sensibilidad, la cual aumenta ante la existencia de otros metales: plata, paladio, rodio, cobre, hierro, zinc, níquel, etc. Vander Voort, (1999); De Urbiola & Viñals, (2005); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Chang, (2007); Mataix & Silvestre, (2009); González & Pacheco, (2011). Si bien la plata es algo más dura, tampoco se recomienda trabajarla aislada ni en aleaciones bajas, por lo que, la esterlina 925, de ley 925 o sencillamente 925, con 92.5% de plata y 7.5%, fundamentalmente de cobre, se ha impuesto para la fabricación de artículos de joyería y bisutería. Con el paso del tiempo, sufre un oscurecimiento típico, producto de la interacción con el sulfuro de hidrógeno del ambiente, que predispone a una pigmentación cutaneomucosa gris azulada, restricta a la zona de contacto o incluso generalizada, en casos de argiria por exposición prolongada, no constituyéndose, por ende, en un material de primera elección Vander Voort, (1999); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Chang, (2007). La familia del platino contiene seis elementos poco abundantes en la corteza terrestre, de alto costo y punto de fusión, densos, resistentes al desgaste, manchas y corrosión, que obran como catalizadores, refinadores y endurecedores de las aleaciones, al reducir notablemente el volumen de sus partículas. Sin embargo, sólo tres (platino, paladio y rodio) son adecuados para la joyería, mejorando la dureza, firmeza y acabado de las piezas ornamentales. El inconveniente del rodio, en ocasiones aprovechado para galvanizar el oro blanco, se centra en su mayor toxicidad comparada con la de otros metales, que de la mano de procedimientos más sencillos, también logran una superficie final pulida, fascinante y funcional Vander Voort, (1999); Chang, (2007); Clavería Clark et al., (2009). El cobre, muy corriente en la naturaleza y de precio accesible, confiere tenacidad a las mezclas, optimizando así su performance mecánica. Lígase fácilmente con incontables metales, y máxime con zinc y estaño, que durante la fundición intervienen, respectivamente, como barredor de óxidos y depresor de la temperatura requerida para este proceso. La combinación de cobre (base), zinc (5 a 40%) y otros elementos (en menor proporción) recibe el nombre de latón, y la de aquel con estaño (3 a 20%) y trazas de metales y/o metaloides (semimetales), el de bronce. La circunstancial presencia de arsénico, elemento químico perteneciente a esta postrera categoría, torna al bronce impropio para entrar en contacto con tejidos y fluidos orgánicos. Ambas aleaciones, con predominante contenido de cobre, recuerdan al oro por su color, siendo ampliamente apreciadas en joyería de imitación o fantasía, a pesar de que, por la acción de agentes atmosféricos, serán cubiertas por la pátina, una capa verde o azul verdosa de sales (generalmente sulfato de cobre), resultante de la corrosión superficial y predisposición espontánea de aquel, de regresar a su estado original Vander Voort, (1999); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Chang, (2007). El cobalto, al igual que el zinc o níquel, entre otros, es conceptuado como un metal eminentemente de asociación, agregándose a los de base o actuando como tal, junto al cromo, para proporcionar dureza y resistencia al desgaste y corrosión. Las desventajas de dichas mezclas se cifran en la intolerancia a los componentes y el crecido valor de mercado, principales condicionantes para su escogimiento Vander Voort, (1999); De Urbiola & Viñals, (2005); Chang, (2007); Gutsche et al., (2008); Clavería Clark et al., (2009). El acero es una combinación de hierro (metal) y carbono (no metal), en la que el tenor de éste no supere el 1.7% en masa. Trátase de un compuesto intersticial, donde el primero oficia de matriz o huésped, alojando al segundo en las cavidades o espacios intersticiales de su red cristalina, a expensas de un gradiente de diámetros atómicos. De esta manera, conservará su primario carácter férrico y potenciará sus prestaciones físico-mecánicas, gracias a la adición de otros aleantes Vander Voort, (1999); Chang, (2007). El acero inoxidable, por ejemplo, contiene un mínimo de 10% de cromo, además de níquel y molibdeno, que reaccionarán con el oxígeno para formar una película pasivadora, volviendo a aquel muy resplandeciente, duro y resistente a la corrosión. A su turno, acero quirúrgico es la designación que reciben las aleaciones con un bajo contenido de carbono, 12 a 20% de cromo, 8 a 12% de níquel y 0.2 a 3% de molibdeno, con las cuales se fabrican el instrumental para cirugía y una amplia gama de implantes y piercings. Las versiones 316L y 316LVM (fundida al vacío) están entre las más comercializadas, debido a su probada biocompatibilidad, pese a que, por poseer cromo y níquel (agentes irritantes cutáneos, alergénicos y carcinógenos), puedan entorpecer el normal proceso de cicatrización Vander Voort, (1999); De Urbiola & Viñals, (2005); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Chang, (2007); Gutsche et al., (2008); Kaatz et al., (2008); Clavería Clark et al., (2009); Mataix & Silvestre, (2009); González & Pacheco, (2011). El níquel, en particular, opera como un potente sensiblizante cutáneo, induciendo una reacción alérgica, de hipersensibilidad tardía o tipo IV, mediada por linfocitos T, consistente en una dermatitis de contacto. Por tal razón, la Unión Europea aprobó, el 30 de junio de 1994, la Directiva 94/27/CE, que regula la cantidad de níquel admitida en productos que contactan con la piel (inferior al 0.05%). El niobio, solo o aleado, se emplea en numismática, joyería y artículos para modificación corporal, a causa de su apropiada firmeza, menguada inclinación a provocar molestias o perjuicios a los seres vivos y variedad de colores Vander Voort, (1999); De Urbiola & Viñals, (2005); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Chang, (2007); Mataix & Silvestre, (2009). El titanio, altamente resistente al esfuerzo mecánico y deterioro, inocuo y fácilmente coloreable, ya libre o combinado, constituye el material mejor tolerado por el organismo y uno de los más utilizados en el ámbito de la aeronáutica, joyería, bisutería y biomedicina. La aleación de titanio grado 5, mundialmente difundida, cuenta con 6% de aluminio y 4% de vanadio, que otorgan mayor tenacidad, resistencia a la corrosión y menor densidad. La de grado 23 ELI, de análoga composición, pero con menos impurezas intersticiales, es excelente para la manufactura de implantes quirúrgicos sometidos a exigencias extremas Vander Voort, (1999); De Urbiola & Viñals, (2005); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Chang, (2007); Mataix & Silvestre, (2009); González & Pacheco, 2011). De cara a lo expuesto, Chimenos-Küstner et al. (2003), De Urbiola & Viñals (2005), Escudero Castaño & Bascones Martínez (2007), Mataix & Silvestre (2009) y González & Pacheco (2011) aconsejan servirse de materias primas inertes e hipoalergénicas como el oro de 14 ó 18K, acero quirúrgico, niobio y titanio, evitando entonces el níquel, plata, cobre, latón, bronce y enchapados o chapados en oro u otros elementos.

Por otro lado, vale recordar que los materiales sintéticos se catalogan en compuestos vítreos y polímeros termoplásticos y termoestables. Los compuestos vítreos, formados por minerales que cambian su estructuración molecular a elevadas temperaturas, engloban a las cerámicas (porcelanas), que se moldean en frío, y a los vidrios de borosilicato (Pyrex®, Kimax®, etc.) o de sílice (cuarzo - Quartz®), que lo hacen en caliente. Son refractarios, firmes, quebradizos, suaves, polimorfos, multicolores y una útil alternativa para perforaciones cicatrizadas Chang, (2007); Clavería Clark et al., (2009). Entre los polímeros termoplásticos y termoestables, se enumeran los vinílicos, como el polietileno (PE - Bioplast®), polipropileno (PP) y tereftalato de polietileno o polietilentereftalato (PET - Dacron®, Terylene®, etc.); los vinílicos halogenados, como el politetrafluoroetileno (PTFE - Teflon®) y cloruro de polivinilo (PVC - Bioflex®, con 65% de PVC y 35% de poliéster); los acrílicos, como el polimetacrilato de metilo o polimetilmetacrilato (PMMA - Plexiglas®, Lucite®, etc.); y los elastómeros, como los derivados del cloropreno (látex - Neopreno®) o polisiloxano (siliconas), con grupo funcional éster (poliésteres) o carbamato (poliuretanos=PU - Tygon®) y con enlaces de tipo amida (poliamidas=PA - Nylon®). Considéranse biomateriales plásticos o elásticos, hipoalergénicos, económicos, durables, flexibles, modelables, livianos, adaptables, antiadherentes y lisos, indicados para piercings temporales, de provecho durante la fase de reparación tisular, salvo los acrílicos, que por su fragilidad, porosidad, deformación, decoloración y degradación del metacrilato de metilo residual (alérgeno o alergeno químico), se reservan para las perforaciones ya cicatrizadas Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Chang, (2007); González & Pacheco, (2011); Beltrán & Marcilla, (2012).

Las ventajas y desventajas oportunamente explicitadas ratifican la inexistencia de una materia prima ideal, por lo cual se ha echado mano de una miscelánea (metales, gemas, polímeros, entre otros), para explotar las propiedades de cada componente y abatir costos de industrialización Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Campos Neto & Paulete Vanrell, (2014).

Purim et al. (2014) reseñaron que 81% estaba elaborado en acero inoxidable, 13.8% en plata, 13.8% en oro y 1.7% en plástico. En la presente investigación, se registró un 50% en acero quirúrgico, 5.77% en plata, 5.77% en niobio, 5.77% en silicona, 3.85% en titanio, 1.92% en oro y 1.92% en madera de cocotero.

Las complicaciones devenidas del uso de estos objetos ornamentales, más probables que las asociadas a los tatuajes, bien locales o sistémicas, agudas (tempranas) o tardías (crónicas), producidas durante las perforaciones, a corto o largo plazo, dependerán de la experiencia y pericia del colocador, implementos, regiones anatómicas y condiciones higiénico-sanitarias en las que se realizan, material(es) de confección y cuidados por parte del usuario De Urbiola & Viñals, (2005); Antoszewski et al., (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Clavería Clark et al., (2009); Mataix & Silvestre, (2009); González & Pacheco, (2011); Purim et al., (2014); García Solano & Romero, (2015). Numerosos autores han corroborado la ocurrencia de hemorragias, hematomas y hasta shocks o choques hipovolémicos, por lesiones vasculares; inflamaciones y patologías localizadas (celulitis, tromboflebitis superficiales, condritis, mastitis, balanitis, pericondritis, queilitis, glositis, pulpitis, gingivitis, periodontitis, granulomas, hiperplasias fibrosas, fibromas, neoplasias malignas, quistes, mucoceles, abscesos, alopecias, parafimosis, priapismos, etc.); ulceraciones, efracciones o desgarros de la barrera cutaneomucosa, lengua y labios; incrustaciones y recubrimientos epiteliales (“epitelizaciones”) del piercing; cicatrices hipertróficas (queloides); trastornos sensitivos (disestesia, parestesia, hipo o hiperalgesia, etc.), motores (hipo o hipertonía, paresia, parálisis) y sensoriales (hipoacusia, disgeusia, hipo o hiperafia, disosmia, parosmia, cacosmia, etc.), por daños nerviosos; reacciones alérgicas(liquenoides, dermatitis de contacto, shock o choque anafiláctico); malposiciones dentales; acúmulos de placa bacteriana y sarro; halitosis; afecciones paradenciales (recesión gingival, pérdida ósea, abrasión radicular); sialorrea; corrientes galvánicas; desgastes, fisuras o fracturas de dientes, restauraciones o rehabilitaciones protésicas; alteraciones del habla, masticación y deglución; obstrucciones de las vías respiratorias; ingestiones o aspiraciones de cuerpos extraños; enfermedades transmitidas por hongos, como la candidiasis o moniliasis, bacterias, como el impétigo, tétanos, tuberculosis o sífilis, y virus, como los herpes labiales o genitales, mononucleosis infecciosa, hepatitis B, C y D y Sida (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida); e infecciones restringidas y benignas, corrientemente causadas por estafilococos dorados, estreptococos del grupo A y pseudomonas, autolimitadas o sensibles a antibioticoterapia tópica u oral, o generales y graves (bacteriemia, sepsis o septicemia, shock o choque séptico, angina de Ludwig, erisipela, endocarditis, absceso cerebral, osteomielitis, glomerulonefritis difusa aguda y síndrome de shock o choque tóxico), que tienen la capacidad de poner en peligro la vida de quienes las padezcan Chimenos-Küstner et al., (2003); De Urbiola & Viñals, (2005); Pérez-Cotapos & Cossio, (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Careaga Reyna et al., (2008); Gutsche et al., (2008); Carbajosa, (2009); Clavería Clark et al., (2009); Mataix & Silvestre, (2009); González & Pacheco, (2011); Purim et al., (2014); García Solano & Romero, (2015). En función de tales factores, la Academia Americana de Dermatología ha adoptado una posición contraria a estos adornos corporales, a excepción de los situados en ombligo y lóbulo auricular, del mismo modo que la Asociación Dental Americana, la cual se opone a los intra y periorales, por considerarlos riesgosos para la salud De Urbiola & Viñals, (2005); García Solano & Romero, (2015), estando contraindicados en embarazadas, inmunodeprimidos, anticoagulados, propensos a la formación de queloides (espontánea o inducida por fármacos dermatológicos como la isotretinoína), dermatitis infecciosas, atópicas y dermografismos y portadores de discrasias sanguíneas, cardiopatías congénitas o adquiridas Mataix & Silvestre, (2009); Purim et al., (2014). Purim et al. (2014) apuntaron la conveniencia de que los usuarios procediesen a su retiro antes de practicar deportes competitivos y aguardasen seis meses después de implantados, como mínimo, para donar sangre. Armstrong et al. (2004) notificaron irritación de la piel (42%), sensibilidad (27%) e infección (23%) en el sitio de inserción, queloides (6%), incrustaciones, desgarros y problemas bucales diversos (6%) y alergias (3%); Deschesnes et al. (2006), infección en la zona de asiento (45.8%), irritación de la piel (32%), alergias (6.5%), sangrado inusual (4%) e inflamación glandular (3.6%); Gutsche et al. (2008), intolerancia al níquel (32%), inflamación (18%) e infección (14%) locales; Carbajosa (2009), infección bacteriana (5.88%), condritis (4.9%), alopecia definitiva posinflamatoria de la ceja (4.9%), queloides (0.98%) y edema severo de lengua y glotis (0.98%); de León et al. (2004), dificultad para la masticación, inflamación e infección, y Carvallo et al. (2011), problemas de fonación, deglución e higienización. (Antoszewski et al. 2006) repararon que el 45.6% de los poseedores de piercings registraba efectos adversos, como infecciones (25.5%), hemorragias (12.25%), desgarramientos de tejidos (5.88%) y cicatrices hipertróficas (1.96%); Calero & Jaimes (2011), que 7.3% los soportaba, prevaleciendo las inflamaciones, alergias, daños tisulares y queloides; Cossio et al. (2012), que 18.4% los experimentaba, con una clara predominancia de infecciones (89.3%), y Purim et al. (2014), que 50% los sufría, desglosándose en infecciones (55.2%), dolores/edemas/inflamaciones (37.9%), cicatrices hipertróficas/queloides (24.1%) y sensibilizaciones al níquel (1.72%). En este trabajo, 40.38% mencionó padecerlos, discriminándose en cuadros inflamatorios locales (17.31%), secuelas cicatrizales (9.61%), procesos infecciosos circunscriptos (7.69%), dificultades para hablar y/o emitir ciertos fonemas (3.85%) y olores desagradables (1.92%).

Capítulo aparte merece todo lo relativo a la ejecución del procedimiento decorativo: colocador, operador, profesional o artista responsable, local y condiciones en que fue llevado a cabo, marco legal que lo regula y fuentes o vías de información para los eventuales interesados o poseedores de piercings. Carroll et al. (2002) y Deschesnes et al. (2006) contemplaron que cerca del 90% de los mismos había recurrido a los servicios de un profesional, disintiendo con Cossio et al. (2012), para quienes el 63% habíase valido de aficionados. Calero & Jaimes (2011) precisaron que el 49% de las inserciones se concretó en el lugar de adquisición de los aditamentos, 24% en centros de estética y 20% por sí mismo; Majori et al. (2013), que el 88% las consumó en establecimientos calificados, 9.5% con amigos y 2.5% por otros medios, y Purim et al. (2014), que el 84.5% las cometió en comercios especializados y 63.8% con técnicos idóneos, los cuales utilizaron anestésicos tópicos (25.9%), guantes (94.8%), materiales descartables (85.4%) y apósitos o coberturas (26.4%). En este emprendimiento científico, 63.46% narró que les cupo a un profesional (sin especificarlo), 15.38% a un amigo o conocido, 11.54% a un familiar y 5.77% a sí mismo, no respondiendo el 3.85%. Deschesnes et al. (2006), Gutsche et al. (2008), Cegolon et al. (2010), Calero & Jaimes (2011) y Purim et al. (2014) verificaron que la mayoría de los usuarios de piercings tenía menos de 18 años de edad y el obligatorio permiso, al momento de su colocación, avecinándose, en cierta medida, a la tasa obtenida para los uruguayos cuestionados (71.43%). En un intento por reglamentar la práctica de las técnicas decorativas corporales, el Poder Ejecutivo de nuestro país promulgó, el 10 de junio de 2004, el Decreto Nº 193/004, que establece al Ministerio de Salud Pública como la autoridad de aplicación competente de esta norma y los requisitos para la habilitación y funcionamiento de los centros de tatuajes y perforaciones, inscripción y capacitación del personal abocado a estas tareas, manipulación del material descartable (agujas, toallas, equipos de protección personal - guantes, delantales o sobretúnicas impermeables, camisolines, tapabocas, gafas -, etc.) e instrumentos reutilizables contaminados, y de los objetos a instalarse, así como las sanciones por la inobservancia de aquellos, de modo de asegurar un apropiado control epidemiológico y las mínimas garantías sanitarias requeridas. En sus artículos 7º (literal c) y 11º, especifica que en casos de menores de edad, sólo se consentirá perforar o insertar estos ornamentos con expresa autorización de padres y/o tutores, resultando prohibidos en zonas genitales, previo registro de los datos del cliente y sus representantes legales (nombre completo, documento de identidad, dirección, teléfono y firma), fecha, gracia y signatura del encargado de su realización (Uruguay, 2004). Cegolon et al. (2010) y Majori et al. (2013) anunciaron que más de la mitad de sus encuestados, disfrutaba de un razonable conocimiento sobre las complicaciones infecciosas y pautas de higiene que deben observarse en un salón de arte corporal. Calero & Jaimes (2011) divulgaron que el 64.7% de los estudiantes de su muestra, había logrado referencias sobre piercings de sus amistades, 31.3% de medios de comunicación (impresos, visuales u orales) y 1.5% de peluquerías y familiares, y Purim et al. (2014), que el 54.4% de los suyos, lo había hecho sirviéndose de folletos publicitarios, 34.5% de Internet, 22.4% de su entorno familiar y 8.6% de médicos de su confianza. En el presente estudio, el 55.77% jamás fue orientado acerca de sus circunstanciales efectos indeseables, y del 44.23% restante, 43.48% se valió de los servicios de un profesional, 30.43% de Internet y 26.09% de sus amigos o conocidos, para aclarar sus incertidumbres. En este escenario, impónese la imperiosa necesidad de contar con odontólogos, autoridades y cuerpos docentes preparados y dispuestos a alertar, concientizar y educar a la comunidad, sobre los reales peligros y consecuencias de las modificaciones corporales y la legislación vigente a este respecto Armstrong et al., (2002); Deschesnes et al., (2006); Escudero Castaño & Bascones Martínez, (2007); Careaga Reyna et al., (2008); Cegolon et al., (2010); González & Pacheco, (2011); Carvallo et al., (2011); Cossio et al., (2012); Majori et al., (2013); Purim et al., (2014); García Solano & Romero, (2015).

En cuanto al perfil de la muestra, Deschesnes et al. (2006), Gutsche et al. (2008), Cegolon et al. (2010), Sassi et al. (2011), Majori et al. (2013) y Purim et al. (2014) acentuaron que el género femenino es más receptivo a participar en propuestas científicas, lo que igualmente se torna válido en esta ocasión. Armstrong et al. (2004), Cegolon et al. (2010), Calero & Jaimes (2011) y Majori et al. (2013) hicieron notar que el grueso de sus interrogados provenía de hogares biparentales, con dos o más hijos y un bajo o medio estatus socioeconómico, de acuerdo al grado de instrucción de sus padres (enseñanza secundaria completa), asemejándose, en cierto modo, a la realidad de los uruguayos objeto de estudio (núcleos familiares no propietarios de su vivienda - 55.77% -, con hasta cuatro - 55.56% -, o cinco o más integrantes - 44.44% -, y progenitores con nivel primario aprobado - 54.54% -). Calero & Jaimes (2011) confirmaron que el 54.3% de los portadores de piercings poseía familiares que también lo eran, contrastando con el 23.08% tipificado en los uruguayos evaluados (hermanos - 11.54% -, tíos - 7.69% -, primos - 3.85% -). Purim et al. (2014) observaron que el 46.6% realizaba actividad física regularmente, al tiempo que, el 63.46% de los uruguayos declaró hacer lo propio, discrepando con Cossio et al. (2012), quienes verificaran que la práctica deportiva rutinaria se asociaba a una menor prevalencia de perforaciones.

En otro orden de cosas, Calero & Jaimes (2011) pregonaron que el uso de piercing(s) fue señalado como el desencadenante de conflictos sociales (3.7%), familiares y personales (0.5%), asimilándose, nuevamente, a las repercusiones negativas reseñadas por los uruguayos, tanto en la esfera social (3.85%) como en la familiar (15.38%) y laboral (12.5%), si bien 46.15%, 50% y 58.33% de los que trabajaban, respectivamente, no las experimentaron.

Finalmente, y en consideración a las limitaciones y polémicas inherentes a este tipo de investigación y a ésta en particular, tales como su diseño, proximidad territorial e influencia sociocultural brasileña, tamaño de la muestra, criterios de inclusión y exclusión, falta de un minucioso análisis previo del grupo blanco, sesgo de selección determinado por la participación volitiva, reducida cantidad de cuestionarios devueltos en tiempo y forma, e imprecisa y/o exigua información por tratarse de una encuesta estructurada Deschesnes et al., (2006); Sassi et al., (2011); Cossio et al., (2012); Purim et al., (2014), es menester no extrapolar resultados y desarrollar trabajos diacrónicos en disímiles regiones geográficas y realidades, con un mayor número de voluntarios y grupos controles emparejados por género y edad Cegolon et al., (2010); Majori et al., (2013); Purim et al., (2014).

Conclusiones

El empleo de piercing(s), otrora causa de discriminación y cuestionamiento, ha venido cobrando notoriedad en los países occidentales, sin distinción de género, edad ni estrato socioeconómico.

Resulta incontrastable que responde a una decisión personal no exenta de riesgos, por lo cual urge que las perforaciones se ejecuten en establecimientos con la debida habilitación, bajo estrictas medidas de higiene y bioseguridad y por decoradores con suficiente conocimiento anatómico de los órganos y tejidos involucrados. Adicionalmente, será indispensable implementar programas educativo-preventivos, con enfoques fundamentados, éticos, sensatos e integradores de los actores (padres, alumnos, docentes, jerarcas, profesionales de la salud y demás ciudadanos interesados), que fomenten el saber, diálogo y la confianza mutua, así como, velar por el cumplimiento de la legislación nacional en vigor.

Las complicaciones locales prevalentes fueron los cuadros inflamatorios, las secuelas cicatrizales y los procesos infecciosos, y las menos significativas, la dificultad para hablar y/o emitir ciertos fonemas y los olores desagradables.

La mayoría de los encuestados consistió en adolescentes y adultos jóvenes, del género femenino, originarios de núcleos familiares no propietarios de su vivienda, con hasta cuatro integrantes y progenitores con estudios primarios finalizados.

Un porcentaje expresivo de los poseedores de piercings no sintió repercusiones sociales, familiares ni laborales en su vida cotidiana, en tanto que, menos de la cuarta parte de aquellos, tenía parientes que también lo eran, y algo más de la mitad, practicaba algún deporte.

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Recibido: 10 de Agosto de 2016; Aprobado: 02 de Noviembre de 2016

Carlos Sassi: Especialista y Master en Odontología Legal y Deontología de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil)

Alicia Picapedra: Especialista y Master en Odontología Legal y Deontología de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil). Especialista en Ortodoncia, Facultad de Odontología de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay

Cristhiane Martins Schmidt: Master en Odontología Legal y Deontología de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil)

Luiz Francesquini Júnior: Especialista y Master en Odontología Legal y Deontología de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil). Doctor en Radiología Odontológica y Doctor en Clínica Odontológica de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP. Libre Docente en Odontología Legal y Deontología de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP

Eduardo Daruge Júnior: Libre Docente en Odontología Legal y Deontología de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP (Brasil). Coordinador del Curso de Especialización en Odontología Legal de la Facultad de Odontología de Piracicaba - UNICAMP/SP

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