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Anales de Investigación en Arquitectura

Print version ISSN 2301-1505On-line version ISSN 2301-1513

An. Investig. Arquit. vol.11 no.2 Montevideo  2021  Epub Dec 01, 2021

https://doi.org/10.18861/ania.2021.11.2.3146 

Artículos Originales

El tiempo en el espacio doméstico. Reflexiones durante una pandemia

Time in the domestic space. Reflections during a pandemic

Tempo no espaço doméstico. Reflexões durante uma pandemia

Nieves Fernández Villalobos1 
http://orcid.org/0000-0003-2559-0652

1Universidad de Valladolid, España. nfvillalobos@uva.es


Resumen:

Las diferentes disciplinas, partiendo de presupuestos diversos, enfocan su atención en una gran variedad de estratos del tiempo. En relación con la arquitectura, se puede considerar el tiempo a partir de significados distintos y la manera en que lo vinculamos a los espacios. Habitualmente hablamos del tiempo físico, es el tiempo astronómico, matemático y cuantitativo. Pero también existe el tiempo ontológico, psíquico y vivido. El tiempo emocional es eminentemente subjetivo, variable, inestable y cualitativo, y podemos definir el tiempo mental como abstracto e intelectual.

La Casa es un instrumento fundamental para vivir. Debe proporcionarnos refugio y seguridad, alojar nuestra memoria y permitir nuestros sueños; debe ser flexible para dar cabida a diversas funciones improvisadas, posibilitar nuestra privacidad y convivencia feliz con los que habitamos; debe mantenernos atentos ante los cambios sutiles de nuestro entorno; en definitiva, debe contener distintas capas y manifestaciones de tiempo.

La situación vivida durante la pandemia puede sugerir nuevas formas de espacio vital, diferentes a las que estábamos acostumbrados. Todos hemos experimentado cómo ha cambiado nuestra percepción del tiempo en esta etapa, y cómo la casa se ha ido adaptando, por necesidad, para reunir funciones que habitualmente se realizaban fuera de ella. El espacio es la materia prima para crear una experiencia arquitectónica, y si agregamos el tiempo como dimensión extra, el espacio se vuelve dinámico. Conceptos como cambio, crecimiento, evolución, adaptabilidad, memoria e interacción, deben entrar en juego en nuestros proyectos. La reflexión sobre el tiempo y sus diferentes significados a través de varios ejemplos del mundo del arte, la arquitectura y el diseño, puede ayudarnos a crear espacios domésticos más amables, dinámicos y flexibles, para adaptarse fácilmente a las nuevas circunstancias.

Palabras clave: tiempo físico; tiempo ontológico; tiempo emocional; tiempo mental; casa; hogar; pandemia; flexibilidad; adaptabilidad; memoria

Abstract:

Different disciplines, based on various assumptions, focus their attention on a variety of layers of time. In relation to architecture, time can be considered from different meanings and the way in which we link it to spaces. We usually talk about Physical Time, it is astronomical, mathematical, and quantitative. But there is also Ontological Time, psychic and lived. Emotional Time is eminently subjective, variable, unstable and qualitative, and we can define Mental Time as abstract and intellectual.

The House is a fundamental instrument for living. It must provide us with shelter and security, accommodate our memory and allow our dreams; It must be flexible to incorporate various improvised functions, enable our privacy and happy coexistence with those we live in; it must keep us alert to the subtle changes in our environment; in short, it must contain different layers and manifestations of time.

The situation experienced during the pandemic may suggest new forms of living space, different from the ones we were used to. We have all experienced how our perception of time has changed at this stage, and how the house has been adapted, out of necessity, to include functions that were usually performed outside of it. Space is the raw material to create an architectural experience, and if we add time as an extra dimension, space becomes dynamic. Concepts such as change, growth, evolution, adaptability, memory and interaction must come into play in our projects. Reflection on time and its different meanings through various examples from the world of art, architecture, and design, can help us to create kinder, dynamic and flexible domestic spaces, that can easily adapt to new circumstances.

Keywords: physical time; ontological time; emotional time; mental time; house; home; pandemic; flexibility; adaptability; memory

Resumo:

As diferentes disciplinas, a partir de considerações diferentes, concentram sua atenção em uma grande variedade de estratos de tempo. Em relação à arquitetura, o tempo pode ser considerado a partir de diferentes significados e da forma como o vinculamos aos espaços. Costumamos falar de tempo físico, é tempo astronômico, matemático e quantitativo. Mas também existe o tempo ontológico, psíquico e vivido. O tempo emocional é eminentemente subjetivo, variável, instável e qualitativo, e podemos definir o tempo mental como abstrato e intelectual.

A casa é um instrumento fundamental para viver. Deve nos dar abrigo e segurança, acomodar nossa memória e permitir nossos sonhos; deve ser flexível para acomodar várias funções improvisadas, permitir nossa privacidade e uma coexistência feliz com aqueles em que vivemos; deve nos manter atentos às mudanças sutis em nosso ambiente; em suma, deve conter diferentes camadas e manifestações do tempo.

A situação vivida durante a pandemia pode sugerir novas formas de viver, diferentes daquelas a que estávamos habituados. Todos nós já experimentamos como nossa percepção do tempo mudou neste estágio, e como a casa foi adaptada, por necessidade, para atender a funções que normalmente eram realizadas fora dela. O espaço é a matéria-prima para criar uma experiência arquitetônica e, se adicionarmos o tempo como uma dimensão extra, o espaço se torna dinâmico. Conceitos como mudança, crescimento, evolução, adaptabilidade, memória e interação devem entrar em jogo em nossos projetos. A reflexão sobre o tempo e os seus diferentes significados através de vários exemplos do mundo da arte, arquitetura e design, pode ajudar-nos a criar espaços domésticos mais amáveis, dinâmicos e flexíveis, para nos adaptarmos facilmente às novas circunstâncias.

Palavras-chave: tempo físico; tempo ontológico; tempo emocional; tempo mental; casa; pandemia; flexibilidade; adaptabilidade; memória

Introducción

En el año 2020, a medida que el covid-19 se iba extendiendo por todo el mundo, los gobiernos imponían restricciones a sus ciudadanos con una velocidad y escala sin precedentes, obligándoles a permanecer en sus hogares. Algunos hablaban del coronavirus como un virus “democrático”, en tanto puede afectar a cualquiera, pero no todos están en las mismas condiciones para afrontarlo y llevar adelante el padecimiento correspondiente, si son afectados. A pesar de ello, la similitud de esta experiencia entre países y culturas es notable y, para casi todos, simultáneamente, el hogar se convirtió en el centro de nuestros mundos. El paisaje doméstico se vio bruscamente alterado. Se permanecía juntos en los hogares las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Las familias extendidas en diferentes lugares quedaron divididas durante un tiempo y las amistades distanciadas.

El artículo pretende reflexionar sobre cómo han afectado a la vivienda los cambios acontecidos durante la pandemia, y mostrar de qué manera el análisis del concepto tiempo, en sus diferentes consideraciones y a través de proyectos de nuestro pasado reciente, puede ayudar a proporcionar soluciones más atractivas y adaptadas a la época actual.

La enfermedad y el habitar

No es la primera vez que la arquitectura ha tenido que hacer frente a situaciones de pandemia. Como señala José María Ezquiaga, son muchas las crisis epidémicas que han dejado huella en nuestra arquitectura y urbanismo: “Las epidemias de peste que marcaron la Edad Media impusieron un control administrativo en las ciudades, y lo mismo la viruela en el siglo XVII; el cólera en el siglo XIX asoció el urbanismo a la existencia de estructuras básicas; después, la tuberculosis llevó a un cambio radical en el modo de entender la vivienda…". (López, Sota, 2020)

Así, el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), celebrado a bordo del Patris II en 1933 en la ruta Marsella-Atenas-Marsella, intentaba sentar las bases de una nueva arquitectura que acabara con las condiciones insalubres de las viviendas y el espacio público, naciendo de las manos de Le Corbusier la famosa Carta de Atenas (1942). Y es que, esa preocupación histórica de la arquitectura por ir adaptándose a los tiempos se acentuó en el desarrollo del Movimiento Moderno, y como señala Beatriz Colomina, fue evolucionando de forma paralela al desarrollo de los Rayos X. Atraída por el ensayo de Susan Sontag La enfermedad y sus metáforas, de 1978, comenzó a investigar este tema ya en 1980 (Colomina, 2021, p. 7). Como explica en varios escritos, “la arquitectura de principios del XX no puede ser entendida con independencia de la tuberculosis. De hecho, los principios de la arquitectura moderna parecen haber sido sacados directamente de un libro de medicina sobre esta enfermedad (…) los pilotis, las terrazas jardín, las paredes de cristal, el aire limpio, se presentan como dispositivos médicos. Incluso las paredes son blancas para revelar cualquier posible contaminación” (Colomina, 2006, pp. 154 y 156). Esta arquitectura, que Colomina afirma derivar de la obsesión por combatir la tuberculosis, se publicaba en varios libros de la época, mostrando paralelamente la penetración de los rayos de sol en los sanatorios antituberculosos y en las terrazas domésticas modernas. (Figura 1) Dado que el contagio de la bacteria causante de la tuberculosis se produce por vía aérea y afecta a los pulmones, es inevitable trazar paralelismos con la actual situación provocada por el covid-19 y volver con interés hacia esa arquitectura que trataba de evitar su propagación.

En los últimos meses varias miradas se han detenido también en la arquitectura utópica de la segunda posguerra, en algunas de las imaginativas propuestas de Archigram, como elCushicle (1964) y elSuitaloon(1967) de Michael Webb, dos proyectos que se complementaban para crear un traje-albergue nómada que permitía al individuo aislarse del entorno de manera selectiva. Esta idea, que ha influido en arquitectos y diseñadores posteriormente, ha resurgido durante la pandemia en proyectos como “Be a Batman” (2020) del arquitecto Sun Dayong, una especie de traje escudo configurado como una prenda para protegerse y matar al virus, gracias a la radiación ultravioleta de su superficie. (Figura 2)

Figura 1: Cubierta de la Revista Nacional de Arquitectura (nº 126, junio 1952) con una imagen del Sanatorio antituberculoso del condado de Lake, en Waukegan (Illinois), superpuesto a una radiografía de los pulmones. Ilustración incluida por Beatriz Colomina en su libro Arquitectura de Rayos X (2019). 

Figura 2: Michael Webb, Cushicle 1966. (Trienal de Milán, 1968). Archigram / Sun Dayong, Be a Batman, 2020. Penda China. 

El tiempo y el hogar

La vivienda ha sido siempre objeto de investigación y experimentación arquitectónica. La casa es la construcción donde habitamos, donde desarrollamos muchas de nuestras actividades cotidianas. Generalmente está ligada al concepto de hogar, adquiriendo matices emocionales: es el lugar en el que sentimos seguridad y calma, convivimos con seres queridos, en el que echamos raíces y construimos nuestra identidad. En nuestra rutina habitual salimos de ella de forma periódica para realizar actividades de trabajo, ocio, deporte, etc. También eventualmente abandonamos nuestra casa para periodos más largos, pero siempre volvemos a ella para buscar descanso y sosiego. Sin embargo, cuando por motivos específicos, pérdida de trabajo, enfermedad, etc. esa rutina se altera y nos vemos forzosamente obligados a permanecer en ella, acusamos una cierta sensación de opresión. Cuando esto ocurre simultáneamente a toda la población, como ha sucedido con el covid-19, cuando de forma global tenemos que condensar en un único espacio todas nuestras actividades, la reflexión en torno al hogar se hace obligatoria. (Figura 3) Repentinamente, nuestras casas se transformaron en oficinas, escuelas, gimnasios, parques infantiles, espacios sociales y, en ocasiones, en espacios de aislamiento para personas enfermas. Así, asistimos a un solapamiento de nuestro mundo individual, con el familiar y el laboral, y observamos como el mundo virtual invade nuestro espacio físico, rompiendo las barreras de nuestra intimidad.

Figura 3: A Little Design (2019). Apartamento de 17,6 m2, Taipei, Taiwan. Coexistencia de diversas funciones en un espacio reducido 

¿Qué es una casa? ¿Qué actividades debemos incorporar en el diseño de una casa? Los Eames respondían a esta pregunta con un atractivo dibujo en el que se mostraba a una pareja en distintas actividades: tocando el violonchelo, pintando, cultivando plantas, haciendo gimnasia, leyendo, permaneciendo en el sofá juntos, descansando en solitario, proyectando una película, jugando en grupo a las cartas, construyendo pequeños aviones,… La casa debía posibilitar todas estas actividades. Charles Eames y Eero Saarinen fueron elegidos para diseñar la Case Study House n.8, que ocuparían los Eames, y la n.9, para John Entenza. Ambas ejemplificaban la estandarización y el montaje como si verdaderamente se hubieran realizado con un “juego de mecano”, al construirse a partir de los mismos elementos estandarizados. Las publicaciones iniciales de estas viviendas muestran las siluetas de Charles y Ray Eames y de John Entenza rodeadas por un conjunto de artefactos que definían sus respectivos estilos de vida (Eames, Saarinen, 1945, p. 44). La arquitectura debía acomodar todos esos objetos, que Alison y Peter Smithson definirían como “signos de ocupación” (Smithson, 2003). Constituían una manera de apropiarse de un lugar, de hacerlo propio, de ejercer el “principio de identidad”. Esos coloridos objetos de la vida cotidiana eran “tentáculos del estilo de vida de los ocupantes” (Smithson, 2001, p. 34). Contribuían a transformar el espacio habitable, a individualizar la imagen de esa arquitectura seriada de la que había partido. Los espacios no responden ya a una función específica, sino que ofrecen pequeños lugares enlazados a partir de los propios objetos, para ofrecer a cada habitante múltiples posibilidades de uso. (Fernández, 2019, p. 91) (Figura 4)

Figura 4: “What is a House”. Illustración de Charles Eames de las actividades que deberían incorporarse en el diseño de una casa (Arts & Architecture, julio, 1944) / Dibujos de Ray y Charles Eames y de John Entenza rodeados por artefactos que definían sus respectivos estilos de vida. (Arts & Architecture, diciembre, 1945) 

Además de las necesidades funcionales, pedimos a nuestras viviendas que satisfagan algunas necesidades emocionales fundamentales: privacidad, la posibilidad de desconectar, reflexionar y elegir cómo interactuamos con los demás; comodidad, la sensación de poder relajarse y ser uno mismo donde vivimos; propiedad, disfrutar de una sensación de control sobre el espacio que habitamos; la pertenencia o identidad, sentirse parte de un grupo que nos acepta, en un lugar que refleja quiénes somos; seguridad, sentir el hogar como un santuario de la incertidumbre del mundo exterior (Mori, 2020, p.7). Muchas de estas necesidades se han visto acentuadas por la pandemia, y la ansiedad y preocupación social se dibujaba en los rostros de niños y mayores, asomados a las ventanas de sus casas.

En general, entendemos que la arquitectura doméstica es el espacio natural para habitar. Pero, como afirma Juhani Pallasmaa, “además de vivir en el espacio, también habitamos en el tiempo, y la arquitectura media en nuestra relación con el paso del tiempo, dando así una medida humana al tiempo infinito” (Pallasmaa, 2016, p. 114). Aunque el concepto real de tiempo proviene del conocimiento más avanzado en física y astronomía, su verdadera naturaleza parece seguir siendo un misterio. El tiempo no solo rige las actividades del hombre sino también su ser, ya que todo lo que experimenta en su vida ocurre en el lapso de esta abstracción. De alguna manera, la arquitectura puede ayudarnos a dar escala a esta vasta extensión de tiempo. El arquitecto finlandés destaca el pensamiento de Karsten Harries, profesor de filosofía en la Universidad de Yale, por escribir uno de los ensayos más influyentes que reflexiona sobre el tiempo y la arquitectura, "La construcción y el terror del tiempo" (1982). Sostiene que la vivienda, el refugio, “promete protección contra el terror del tiempo. Sentirse protegido es haber desterrado los sentimientos de vulnerabilidad y mortalidad" (Harries, 1982, p. 60). En la misma línea, Steven Holl sostiene que “la arquitectura también sirve como un índice del tiempo. Segundos, minutos, horas, décadas, épocas, milenios; todos están enfocados con las lentes de la arquitectura. La arquitectura es una de las expresiones de la cultura menos efímeras y más permanentes” (Holl, 1994, p. 28). En su libro Color, Light and Time, explica cómo ciertas culturas tienen un concepto uniforme de tiempo, mientras que el carácter del presente en el que vivimos nos obliga a aceptar simultáneamente varias definiciones de tiempo (Holl, 2012, p. 115).

Consideraciones del tiempo en el espacio doméstico

Como señala Eduardo Vicente, resulta “sorprendente que algo en principio tan evanescente y paradójico como el tiempo, salpique y empape profundamente todos los estratos del pensamiento y del quehacer humano” (Vicente, 2006, p. 3). Las diferentes disciplinas, partiendo de presupuestos diversos, enfocan su atención en una gran variedad de estratos del tiempo. En relación con la arquitectura, se puede considerar el tiempo a partir de distintos significados y la manera en que lo vinculamos a los espacios. Habitualmente hablamos del tiempo físico, el tiempo astronómico, matemático y cuantitativo. Pero también existe el tiempo ontológico, psíquico y vivido. El tiempo emocional es eminentemente subjetivo, variable, inestable y cualitativo, y podemos definir el tiempo mental como un tiempo abstracto e intelectual. Vamos a examinar, a partir de ejemplos extraídos de la arquitectura, el arte y el diseño industrial, diferentes acepciones del tiempo en el espacio doméstico, que pueden sugerir formas de habitar nuevas y atractivas.

Cuando Giedion escribió Espacio, tiempo y arquitectura (1941) exigía una visión universal del mundo y subrayaba la importancia de dar continuidad a la historia, de “mantener nuestras vidas en una dimensión temporal más amplia” (Giedion, 2009, p. 45). En su libro, expuso ya una nueva noción de espacio arquitectónico que surgía de la concepción moderna donde el exterior y el interior se fusionan, obligando al espectador a moverse para abarcar las distintas facetas de un edificio e introduciendo así la dimensión temporal que ya había sido anunciada por el cubismo. El tiempo físico , el tiempo cuantitativo, está relacionado con el movimiento y nos permite diferenciar entre espacio estático y dinámico. Una de las casas conocidas que puede servir como ejemplo de espacio dinámico es la Villa Saboya y su famosa architectural promenade. (Bloomer, Moore, 1982, p. 80). Le Corbusier fue un verdadero maestro entrelazando los distintos movimientos y el edificio se convierte así en un dinámico escenario que los propicia.

Como afirma el arquitecto noruego Per Olaf, un lugar comunica un evento, una hora local que existe o está disponible dentro de un aspecto temporal particular. Los collages que sirvieron de inspiración a Mies van der Rohe para diseñar la Farnsworth House (1946-1951) reconocen explícitamente diferentes capas de tiempo. De la misma manera, la casa no enfatiza la simplicidad del espacio, sino que, a través de una secuencia espacial refinada, uno experimenta varios lugares al mismo tiempo. Estos espacios tienen una clara abstracción entre sí, pero juntos crean un espacio intersticial que también requiere su tiempo individual específico. En cierto sentido, la casa está hecha de intervalos de tiempo que separan y conectan el espacio simultáneamente (Olaf, 2007, p. 4).

Otro paisaje doméstico de indudable dinamismo y abstracción es el que crea Sou Fujimoto en la la Casa Na (2010), una vivienda estructurada a partir de diferentes niveles estratificados que, a manera de muebles, son conectados por escaleras diáfanas o peldaños de madera, generando un verdadero raumplan contemporáneo, un espacio flexible que responde eficazmente a usos individuales y grupales. (Figura 5)

Figura 5: Sou Fujimoto, NA House, Tokyo, Japón, 2010 

Además del espacio dinámico generado por nuestro movimiento a través de la vivienda, podríamos considerar el espacio dinámico que se configura por el movimiento de la propia casa o de algunas de sus partes, subrayando un concepto temporal cuantitativo. Este tiempo físico se puede medir de diferentes formas: según las diferentes actividades que desarrollamos a lo largo del día, a partir del transcurso del día a la noche, atendiendo al movimiento del sol o al paso de las estaciones.

Existen numerosas viviendas experimentales en las que para llevar a cabo las actividades cotidianas se requiere realizar algunos movimientos que evidencian y, de alguna manera miden, el paso del tiempo; soluciones que emplean el uso del “mueble como vivienda” y “contenedores habitables”, derivadas del uso variado, flexible y móvil del mobiliario que caracterizaba el modo de vivir de la Edad Antigua y la Edad Media, y que se ha redescubierto una y otra vez a lo largo de la historia (Fernández, 2014, p. 5). Un atractivo ejemplo de ello es el apartamento diseñado por Dante Donegani & Giovanni Lauda llamado “Azione a scomporsa” (Milán, 1997), una vivienda en la que las paredes encierran unas cajas extraíbles de dimensiones estándares que contienen diferentes equipamientos para las actividades domésticas y que, como si de una cómoda se tratara, se extraen unas u otras al espacio global a lo largo del día. Otro ejemplo más actual, All I Own House, o La Casa de Yolanda (Madrid, 2014), es un proyecto desarrollado por PKMN Architectures, que materializa el interior de una casa a través de los objetos personales de la persona que la habita. Se organiza en tres espacios: uno exterior, al que vuelca la vivienda a través de grandes huecos; uno intermedio, espacio servido, por el que se accede a la vivienda; y otro dinámico y multifuncional que se abre al anterior, ampliando visual y funcionalmente cada uno de los usos que acoge. Este último, espacio servidor, se resuelve mediante tres contenedores de madera suspendidos, móviles y transformables, que confieren a la casa la apariencia de un archivo o biblioteca y pueden ser rápidamente reorganizados, dibujando en sus movimientos el tiempo de la cotidianidad. (Figura 6)

Figura 6: PKMN Architectures, All I own, Madrid, España, 2014. 

Podemos considerar también el tiempo físico atendiendo al cambio espacial de la vivienda según sea de día o de noche. La planta superior de la Schröder House (1924) siempre es inspiradora, en este sentido. El proyecto de Le Corbusier de Casa Doble para la Weissenhof de Stuttgart (1927) proponía un espacio lineal que de día se abría completamente y de noche podía compartimentarse en células-dormitorio accesibles desde un corredor lateral. De forma similar, esta dualidad temporal ha sido utilizada por Aranguren & González Gallegos en algunas de sus casas en Madrid, cuyo espacio diáfano diurno facilita desarrollar actividades diversas e improvisadas. (Figura 7) El mismo concepto se puede reflejar en el equipamiento de la casa: Joe Colombo, por ejemplo, diseñó para su propio apartamento en Milán, en 1969, dos máquinas móviles, Rotoliving y Cabriolet-Bed, que incorporaban respectivamente todo el equipamiento necesario para el uso diurno y nocturno, y podían moverse por áreas controladas dentro de la vivienda.

Figura 7: Maria José Aranguren & J. González Gallegos. Viviendas sociales en Carbanchel, 2005. 

El movimiento del sol a lo largo del día ha servido también, desde tiempos lejanos, como medida del tiempo. Los arquitectos pueden inspirarse en “un girasol” como concepto y utilizar el movimiento del sol para crear una casa que lo busque a lo largo del día, y permitiendo mover toda la casa como sugería Alison Smithson con su bloque “Coockie´s Nook” de apartamentos (1977), o simplemente mover algunas de sus partes, como el “Tourne Sol” (2001) alemán diseñado por Kalhöfer-Korschildgen.

Las viviendas asimismo pueden considerar el tiempo físico prestando atención a las estaciones. Por un lado, podemos referirnos a los cambios climáticos, no solo vinculados con la temperatura sino también con la percepción. El Pabellón de Fonthill (1959-1982) de Alison y Peter Smithson, por ejemplo, se configuró como una puerta de entrada a un vasto jardín. El carácter episódico quedó reflejado en un diario escrito por los autores, donde observan el paso del tiempo y las estaciones (Smithson, 1986, p. 27). Cuando Peter Smithson redibujó en 1975 la hermosa sección de la casa subrayó la presencia del árbol, cuyas ramas quebradas dibujan la presencia inmaterial del viento. Este árbol, al igual que el castaño de indias que protagonizaría el proyecto de Peter Smithson de la Casa Amarilla (1976), habla poéticamente de temporalidad (Fernández, Jiménez, 2020, p. 84). Por otro lado, los cambios climáticos también afectan la forma en que protegemos nuestros cuerpos. Nuestra ropa cambia también en colores, formas, complementos… Entonces, ¿por qué no hacemos que nuestra casa cambie con las estaciones o con eventos importantes? Peter Smithson estaba obsesionado con el concepto de la “abundancia”: la gran cantidad de cosas que acumulamos en nuestra casa a lo largo de nuestra vida. Utilizó esta idea para diseñar una casa, La Casa de dos grúas (1977), que disfruta vistiéndose para cada evento, y cuya concepción se refiere, por tanto, al tiempo.

Por último, debemos considerar la casa en función del tiempo en que permanecemos en ella. La mayoría de las viviendas habitualmente han sido pensadas para perdurar a lo largo del tiempo. Los cambios naturales en una familia a lo largo de los años son un desafío formidable para que los arquitectos conciban esquemas flexibles, como demuestran algunos proyectos diseñados en la década de 1950, como la Casa de plástico de Ionel Schein (1956), la Casa ampliable de James Stirling (1957) o la Casa del cielo de Kikutate (1958) (Figura 8). La vivienda contraria, en este sentido, es la casa efímera que, de forma extrema, puede hasta llevarse en un bolsillo, como sugiere Martín Ruiz de Arzúa en su Casa Básica (1998).

Figura 8: Capacidad de la Vivienda para adaptarse a los cambios en la famila. Esquemas de crecimiento de la Casa de plástico de Ionel Schein (1956), la Casa ampliable de James Stirling (1957) y la Casa del cielo de Kikutate (1958). 

Además de este tiempo físico, podemos considerar también el tiempo ontológico. Es un tiempo profundo y denso, que se encuentra en las mismas raíces del habitar. “El acto de habitar revela los orígenes ontológicos de la arquitectura, y de ahí que afecte a las dimensiones primigenias de la vida en el tiempo y el espacio.” (Pallasmaa, 2016, p.7). Cuando Heidegger se pregunta sobre el sentido del ser, como objeto primero de la filosofía, entiende que esta pregunta ontológica no puede resolverse sin reconocer que “alrededor de este sujeto existencial gravita todo aquello que le es familiar; los útiles y la casa como materialización de una vida que se desarrolla a través de un tiempo existencial, no cronológico - pasado, presente y futuro experimentados desde la propia subjetividad-.” (Ábalos, 2000, p. 44)

Así, el tiempo ontológico estaría relacionado con el poder evocador que algunas huellas pueden dejar en nuestra memoria. Es la fuerza narrativa de algunos objetos evocadores, la huella que deja el propio cuerpo. “El centro de una casa, como el del cuerpo, es el encargado de acumular los recuerdos que, más que datos, poseen el carácter de auténticos sentimientos. Los rituales que van teniendo lugar a lo largo del tiempo dejan huella en los muros y formas interiores y llenan las habitaciones de objetos que son los que nos permiten acceder a las experiencias pasadas” (Bloomer, Moore, 1982, p. 62). Cuando observamos la obra de Juan Muñoz, Desaparición I y Desaparición II (1985), vemos cómo el cuerpo se desvanece y el residuo es el tejido deshabitado o, mejor dicho, habitado por la persona que allí estaba sentada, por su memoria (Figura 9). También podemos observar este tipo de señales en diferentes viviendas, por ejemplo, en la Casa del Futuro diseñada por Alison y Peter Smithson en 1956, concebida prácticamente como una cueva, con los espacios a distinta altura, dimensión y forma, conectando los compartimentos alrededor de un patio central. Inspirada literalmente en las Cuevas de Les Baux en la Provenza francesa, trasladan prácticamente los nichos de aquellas al vestidor de su casa de plástico (Figura 10). La Vivienda se concibe como el rastro de un cuerpo ausente: la puerta, el espejo, la bañera… No es una cueva convencional, sino la plasmación espontánea de todo lo que en ella acontece, una casa cargada de memoria (Fernández, 2012, p. 113). Y así, “en sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.” (Bachelard, 2000, p. 38).

Figura 9: Juan Muñoz, Desaparición I, Desaparición II, 1985 

Figura 10: Fotografía tomada por Peter Smithson en las Cuevas de Les Baux, en la Provenza, en 1953, con Alison Smithson a la derecha. “nichos” en el vestidor de la Casa del Futuro (Alison y Peter Smithson, 1956). 

Encontramos también el tiempo ontológico en la capacidad evocadora de las ruinas. Como afirma Juhani Pallasmaa, “las ciudades y edificios antiguos son acogedores y estimulantes, puesto que nos ubican en el continuum del tiempo; se trata de amables museos del tiempo que registran, almacenan y muestran las huellas de un momento diferente a nuestro sentido del tiempo contemporáneo nervioso, apresurado, plano; proyectan un tiempo ‘lento’, ‘grueso’ y ‘táctil’” (Pallasmaa, 2016, p. 9). Los espacios domésticos que surgen a partir de una rehabilitación y mantienen un diálogo visual o funcional con las preexistencias, adquieren una interesante dimensión temporal que condensa diferentes capas de tiempo. Es el caso de muchas de las obras de Souto de Moura, cuyas obras emplean diferentes estrategias para construir sobre lo construido, partiendo siempre de “la reutilización de lo existente en función de su potencial capacidad de acción ya sea por la recuperación funcional de su cuerpo, la capacidad visual de la ruina, o la reutilización constructiva de los elementos ‘encontrados’” (Merí, Olivares, 2018, p. 8). La ruina se hace así relevante en la definición espacial del hogar, en la construcción de sus límites y en la obtención de la concepción de ese tiempo “lento, grueso y táctil”, del que habla el arquitecto finlandés.

También podemos defender la existencia de un tiempo emocional, subjetivo y cualitativo. Se trata de un tiempo personal, individual, vinculado al tiempo fenomenológico, donde las experiencias sensoriales del presente conviven con los recuerdos del pasado. De esta forma, afirma Iñaki Ábalos, podríamos describir el tiempo fenomenológico como un tiempo suspendido, “puesto entre paréntesis”, algo que Merleau-Ponty, en su Fenomenología de la Percepción (1945) define como un conjunto de puntos, de instantes múltiples, un tiempo sin dirección. El tiempo no es lineal, sino que obedece a una “red de intencionalidades”. (Ábalos, 2000, p. 96).

Steven Holl, influenciado por el filósofo Henri Bergson y su idea de “duración", en el que “tiempo vivido" es el tiempo real (durée réel) y el espacio una combinación impura de tiempo homogéneo, afirmará que el tiempo en la actualidad se caracteriza por la aceleración y la desintegración. (Holl, 1994, p. 28). “Nuestro concepto moderno de tiempo se basa en un modelo lineal, quizá disyuntivo. EI problema de la fragmentación temporal de la vida moderna y los efectos destructivos de los niveles crecientes de saturación mediática, que provocan el estrés y la ansiedad, podrían contrarrestarse en parte por la distensión del tiempo en la percepción del espacio arquitectónico” (Puente, Holl, 2015, p. 26). Así, el tiempo emocional se puede utilizar en el diseño de una vivienda que transmite sensaciones a los habitantes, que acelera la percepción del tiempo o, por el contrario, la ralentiza como hacen Elisabeth Diller y Ricardo Scofidio en su Slow House, una casa de fin de semana que se construye en Long Island sobre la idea de desaceleración y escape, configurándose como una concha curva que desafía la perspectiva clásica para dirigir lentamente al habitante hacia la ansiada vista del horizonte (1989). (Figura 11)

Figura 11: Diller + Scofidio (1989). Slow House

Este tipo de viviendas no se preocupa tanto por proporcionar a sus habitantes la sensación de estabilidad, sino por dar protagonismo a la revelación de diferentes estímulos y fenómenos físicos para potenciar la interacción con su subjetividad. Como señala Iñaki Ábalos, la Casa del Sol (1972) de Jørn Utzon en Mallorca o la Casa de la Lluvia (1978-1982) de Juan Navarro en Cantabria son ejemplos elocuentes, aun con las limitaciones que la realidad impone, de cómo estos esquemas desplegados implican pieles sensibles ligadas a aquellos fenómenos relevantes en cada caso, el sol y la luvia, para dar una particular interpretación del paisaje (Ábalos, 2000, p. 99). La Casa de Can Lis en Porto Petro busca el encuentro del sol con el mar, por lo que grandes huecos se abren al Mediterráneo, transformándose en habitáculos que atrapan la luz y el mar, y acogen a los habitantes en una relación implicada con el medio físico. Se materializa en piedra de marés, esencial en la arquitectura tradicional de la isla, que cambia de color según la incidencia del sol. Por su parte, la lluvia trasciende y afecta la distribución de la Casa de la Lluvia, que quedará “peinada” por esta en la cubierta a dos aguas, cediendo protagonismo a sus canalones y bajantes. La lluvia se muestra en los dibujos de la casa y en sus pinturas, heredando de los estampados japoneses la representación esquemática de la lluvia a través de poderosas líneas diagonales. Las dos viviendas muestran como la arquitectura puede ser un vehículo para la comprensión y experimentación del tiempo: “Lo experiencial, lo relativo y lo poético pueden ser percibidos en la arquitectura como un índice del tiempo.” (Holl, 2012, p. 103) Ambas combinan la construcción tradicional de sus lugares con conceptos espaciales modernos, lo particular con lo universal, en definitiva, lo local y lo global, provocando la distensión del tiempo en su percepción y habitar. “El tiempo global y el tiempo local son como universos paralelos que forman el presente simultáneamente. Un reto de la arquitectura de hoy es abrazar ambos.” (Holl, 2012, p. 103) (Figura 12)

Figura 12: Jorn Utzon. Casa del Sol, Mallorca, 1972. Juan Navarro Baldeweg. Casa de la lluvia, Liérganes, Cantabria,1978-1982./ Juan Navarro Baldeweg, Viento y Lluvia II, 1986. 

Finalmente, hay muchas formas de considerar el tiempo mental en el espacio. Cuando diseñamos, hay una dimensión temporal que estamos considerando: movernos, mirar, vivir. Algunos arquitectos como Zaha Hadid, Morphosis, Libeskind, Enric Miralles… contienen el tiempo en sus planos.

En arquitectura, es posible condensar diferentes espacios al mismo tiempo y viceversa. Hoy en día se amplía la concepción del espacio-tiempo de la casa con unos ocupantes comunes, las pantallas, donde el tiempo virtual convive con el tiempo físico, y el espacio tangible que nos rodea se redimensiona hasta lo intangible e ilimitado. (Figura 13) La Casa Digital diseñada por las arquitectas Hariri & Hariri, exploraba ya en 1977 las enormes posibilidades que este mundo digital puede tener en una casa, concibiendo las superficies de la vivienda como pieles de vidrio inteligentes que realizan diversas funciones para ayudar o mejorar la vida de sus ocupantes. Se tendría acceso inmediato a la cultura y el entretenimiento de cualquier parte del mundo, y se podría conectar instantáneamente con familiares, amigos o compañeros de trabajo. El escenario que mostraban, por tanto, no parece muy diferente a lo que hemos vivido durante la pandemia.

Figura 13: Joan Jonas. Light Time Tales. Fondazione HangarBicocca. Milán, 2014 

La casa de nuestro tiempo

A lo largo del texto anterior se ha mostrado de qué manera la consideración del tiempo, en sus diferentes acepciones, puede enriquecer el espacio de nuestros hogares. Se ha visto brevemente también cómo las enfermedades han actuado como motores de cambio en el habitar a lo largo de la historia. Es un buen momento, por tanto, para aprender de lo vivido y reflexionar. Es quizá momento, también, de intentar convertir la adversidad en oportunidad, de plantear una “Carta de Atenas para el S. XXI”, como rezaba la prensa durante los días de pandemia, y establecer medidas de referencia (López, 2020). Son cuestiones que no deben dejarse a la improvisación: deberá mantenerse aquello que ya existe, ofreciendo opciones de adaptación enriquecedoras, pero será conveniente repensar lo nuevo.

Como afirmaba Charles Eames, nos ha de interesar “la casa como un instrumento fundamental para vivir en nuestro tiempo”. Él ponía la mirada en la industrialización, como respuesta a la necesidad urgente de crear nuevas viviendas a gran velocidad, tras la II Guerra Mundial (Eames, 2007, p.8). La Casa es también hoy un instrumento fundamentar para vivir en nuestro tiempo. Debe atender al tiempo ontológico, proporcionarnos refugio y seguridad, alojar nuestra memoria y permitir nuestros sueños; debe ser flexible para dar cabida a diversas acciones y sobre todo posibilitar nuestra intimidad y convivencia feliz con los que habitamos; debe mantenernos atentos ante los cambios sutiles de nuestro entorno; en definitiva, debe contener distintas capas y manifestaciones de tiempo.

Es preciso que modifiquemos nuestra noción de confort y calidad. No es necesario que nuestras viviendas sean más grandes, pero sí más flexibles, que puedan adaptarse a distintas situaciones, reflejando el tiempo físico en su configuración. La casa debe ceder protagonismo a sus ocupantes y actuar como un “amortiguador de choques”, posibilitando el estilo de vida por el que opten, sus aficiones y gustos, su cotidianidad y sus cambios. (Eames, Saarinen, 1945, p. 44).

Debemos establecer límites amables y sensibles en nuestras viviendas, que faciliten la extensión del espacio interior hacia el exterior: ventanas habitadas, terrazas generosas, espacios intermedios, lugares que permitan al habitante conectarse con la vida urbana y que promuevan la experiencia sensorial, haciéndolo partícipe de un tiempo emocional. Los Inmueble-Villa de Le Corbusier, planteaban en 1922 viviendas adaptadas de su casa Citrohan superpuestas en altura, configurando un bloque compacto que contaba con diversos servicios comunitarios. Cada vivienda contaba con una generosa terraza, a la que se volcaban todos los espacios. Prácticamente un siglo después, podemos subrayar actuaciones como la que los franceses Lacaton & Vassal han realizado en 2017, transformado un conjunto de viviendas colectivas en Burdeos, con la incorporación de amplios espacios abiertos que sirven de transición entre el espacio interior de la casa y el exterior, o la del estudio Harquitectes en Gavà, Barcelona (2020), unas viviendas sociales diseñadas linealmente con un espacio intermedio como límite, una pieza de rica ambigüedad que es acceso y distribuidor, pero también estudio, zona de juegos, jardín o biblioteca. Los espacios intermedios de estas propuestas confieren flexibilidad a la vivienda a la vez que posibilitan miradas sensibles al entorno físico, proporcionando soluciones ejemplares a considerar en la actualidad. (Figura 14)

Figura 14: Lacaton & Vassal. Transformación de viviendas colectivas en Burdeos, 2017./ Harquitectes: Viviendas sociales en Gavà, Barcelona, 2020 

Indudablemente, las tecnologías de la información y comunicación forman parte ya de nuestro entorno cotidiano, y el covid-19 los ha puesto aún más en valor. La presencia de múltiples dispositivos coge cada vez más protagonismo en el paisaje doméstico. Se configuran como grandes ventanas que nos conectan a lugares diferentes a nuestro hogar, y a tiempos distantes del que estamos viviendo. Los espacios que ocupan pueden ser, por tanto, estructurales en el diseño de nuestros ambientes y dar cabida a un tiempo mental. Pero debemos observarlos con una mirada crítica, ya que la ventana virtual hace público nuestro espacio de máxima intimidad, nuestro hogar.

Junto a lo global, comienza a recuperarse el valor de la comunidad, de lo local, de la autosuficiencia. Recurrir a distintos niveles de espacios compartidos, donde cobren relevancia el umbral, el rellano, el bloque, la calle, generando espacios de cohabitación e interacción social, así como terrazas y lugares controlados de esparcimiento, será clave. Conviene para ello rescatar la importancia de las “escalas de asociación” que los miembros del Team X defendieron en sus reuniones, adaptando los esquemas de la Sección del Valle de Patrick Geddes (Risselada, Van der Heuvel, 2005, p. 52)

La situación vivida durante la pandemia puede sugerir nuevas formas de espacio vital, diferentes a las que estábamos acostumbrados. Todos hemos experimentado cómo ha cambiado nuestra percepción del tiempo en esta etapa, y cómo la casa se ha ido adaptando, por necesidad. El espacio es la materia prima para crear una experiencia arquitectónica, y si agregamos tiempo como dimensión extra, el espacio se vuelve dinámico. Conceptos como cambio, crecimiento, evolución, adaptabilidad, memoria e interacción, deben entrar en juego en nuestros proyectos. Conviene, por tanto, reflexionar y tomar como modelo algunas de las arquitecturas revisadas que, ya desde su concepción, permiten la feliz convivencia de diferentes funciones y que utilizan el tiempo como herramienta de diseño en el espacio doméstico.

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Notas:

1Contribución: el trabajo fue íntegramente realizado por la autora.

2El Editor en Jefe de la revista Arq. Carla Nóbile aprobó la publicación final del artículo.

3Cómo citar: Llorca Vega, N., & Córdova Villacrés, L. (2021). El pensamiento complejo como enfoque del proyecto arquitectónico: Caso de estudio proyecto de Museo de Ciencia y Tecnología en el Parque La Carolina, Quito- Ecuador. Anales de Investigación en Arquitectura, 11(2). https://doi.org/10.18861/ania.2021.11.2.3143

Recibido: 01 de Agosto de 2021; Aprobado: 06 de Agosto de 2021

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