La relación entre la medicina y la investigación parece una concordancia natural, al menos desde el momento en el que la actividad médica dejó de lado los aspectos irracionales y mágicos para afirmarse en conocimientos adquiridos y razonamiento lógico. En ese camino, la búsqueda de recursos para aliviar el sufrimiento de la humanidad lleva naturalmente a la búsqueda de nuevos conocimientos, ya sea para la clasificación etiológica, la comprensión fisiopatológica o la terapéutica curativa o paliativa.
Podríamos concluir entonces que toda persona ligada a la actividad médica hace o debería hacer investigación, pero esta afirmación requiere de algunas precisiones.
La primera es la disponibilidad de tiempo. Quienes trabajan en la actividad médica saben que el trato directo con el paciente, los métodos de diagnóstico y tratamiento o las tareas de prevención y educación en la comunidad, limitan el tiempo dedicado a la recolección de datos, análisis y reflexión.
Unido a esto, la investigación en el campo de la salud se ha profesionalizado y hecho más compleja en muchos aspectos, demandando más tiempo. En nuestro medio, al igual que en muchas partes del mundo, es muy frecuente ver que los profesionales de la investigación en salud provienen de carreras que se imparten fuera de las facultades de medicina; esto no debería sorprendernos, la historia está llena de científicos provenientes de otras disciplinas que han hecho aportes sustanciales a la medicina, baste nombrar a Louis Pasteur para no fatigar con más ejemplos.
Vistas estas limitaciones, uno podría preguntarse cuál puede ser la razón para seguir afirmando que la tarea de investigación es una parte fundamental en la formación y en la tarea del médico.
Un primer aspecto a resaltar es que se puede atender las tareas propias de la actividad médica y hacer investigación basada en el trabajo en equipo. Al realizar tareas de investigación, bien planeadas
y ejecutadas en los colectivos de trabajo (policlínicas, salas de hospital, etc.), se multiplica el tiempo disponible y mejora el producto.
En segundo lugar, los hallazgos de nuestras investigaciones son importantes para nuestro medio y en él debemos difundirlo, pero no debe descartarse el alcance universal de las investigaciones uruguayas.
En un rápido análisis de una base de datos internacional (PubMed-NIH EE.UU.) observamos que en lo que va del siglo XXI nuestra Facultad ha aportado al mundo más de 900 trabajos científicos (más de 170 de ellos realizados en el Hospital de Clínicas).
Por último, un punto sustancial que no por reiterado debemos soslayar: la investigación vale por los aportes que hace al conocimiento universal, pero también por la preparación de individuos capaces de observar, clasificar, reflexionar y resolver problemas. Estas tareas son imprescindibles en el laboratorio, pero también lo son en el consultorio, la comunidad o la sala del hospital. El Plan de Estudios de la carrera de Doctor en Medicina incluye los Ciclos de Metodología Científica, que aportan herramientas para esta tarea, pero esta actividad no puede reducirse a la etapa de formación del estudiante sino que, al igual que otras actividades ligadas a la medicina, requiere de una formación y aplicación continuas.
Deberíamos alejar de nuestra Facultad, el concepto de que la investigación es una tarea reservada a los entusiastas de ese tema, una forma de abultar un currículum o una tarea que hay que cumplir como condición para obtener el título. La creación de conocimientos (en todas las dimensiones de la actividad médica) es un aporte a la cultura y además ayuda a preparar mejor a los profesionales. Plantearse el paciente como un problema a resolver, antes que un sujeto al que se le aplica un esquema, no es otra cosa que utilizar el método científico en el razonamiento clínico y es un aporte para una medicina de mayor calidad.