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Lingüística

versión On-line ISSN 2079-312X

Lingüística vol.29 no.2 Montevideo dic. 2013

 

Lingüística

Vol. 29-2, diciembre 2013: 323-329

ISSN 2079-312X en línea

ISSN 1132-0214 impresa

 

 

JOSÉ G. MORENO DE ALBA

1940-2013

 

 

Conocí a José G. Moreno de Alba en 1976, recién ingresada a la licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, y casi recién llegada a México. Moreno me dio Español Superior. Fue verdaderamente un excelente y ordenadísimo maestro. Años más tarde, ya en el posgrado, Moreno me daría Español de América y Dialectología y Técnicas de Trabajo de Campo. Volvía a ser el excelente y ordenado maestro que yo conocía, pero esta vez, además, ameno y lleno de anécdotas siempre iluminadoras. Algunos años después, me dijo: “puede tutearme”, qué susto y qué honor; le seguí hablando de usted por años, con algún tímido y ocasional tuteo, y un día amablemente me prohibió hablarle de usted. Y muchos años después, cuando los azares del trabajo y de la vida nos llevaron a mí a ser su colaboradora en la Academia Mexicana de la Lengua, de la que él era director, y a él mi colaborador en el proyecto Sintaxis Histórica de la Lengua Española, que yo dirigía, solía yo decirle que yo había aprendido español con él –cosa absolutamente cierta y que repito hasta la fecha y he puesto por escrito en alguna ocasión– y Pepe, muy serio pero con una cierta mirada de sorna, tan característica de él, me decía: “o yo no era buen maestro o tú no eras buena alumna porque como que no terminas de dominar el buen español”. Debo aclarar, aunque no hace falta, que ese buen español es el de México.

 

Además de un excelente, ordenado y ameno maestro, José Moreno de Alba fue un investigador infatigable, un promotor incansable de la enseñanza de la gramática, un gran difusor de la lengua española, y fue, además, director de varias dependencias –centro, facultad e instituto– en la UNAM, así como director de la Biblioteca Nacional de México y director de la Academia Mexicana de la Lengua.

 

Nació en Encarnación de Díaz, un pueblo del estado de Jalisco, un diciembre de 1940, y se crio e hizo su primera escolarización, hasta la preparatoria, en la ciudad de Aguascalientes. Muy joven se trasladó a la ciudad de México para estudiar en la UNAM, donde realizó la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas (1968), la maestría en Letras (1970) y el doctorado en Lingüística (1975). Al morir, en agosto de 2013, tenía en su haber 46 años de labores ininterrumpidas en nuestra universidad, de la que fue catedrático e investigador emérito.

 

En reconocimiento a su amplia y cohesionada obra lingüística y filológica recibió diversos premios dentro y fuera de México. En 1978 fue nombrado académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua, donde ocupó el sillón XV, y fue uno de los académicos, de todas las Academias, que más joven hizo su entrada a esa corporación; en 2000 recibió el Premio Universidad Nacional de Investigación en Humanidades, que es el máximo reconocimiento, y posiblemente el más entrañable, que concede la UNAM a sus académicos; en 2003 le fue concedido el emeritazgo en investigación, distinción que otorga la UNAM por “haber realizado una obra de valía excepcional”, tal como literalmente dice el reglamento universitario; en 2009 le fue otorgado el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura, máxima distinción que otorga el Estado mexicano a un intelectual, o en 1999 le fue otorgada en España la Condecoración de la Orden de Alfonso X el Sabio, en grado de Gran Cruz.

 

Fue miembro de las mesas directivas de varias asociaciones lingüísticas, tales como secretario de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL) o vicepresidente de la Asociación de Historia de la Lengua Española (AHLE).

 

Como Académico de la Lengua, fue integrante de la Comisión de Gramática que llevó a cabo la Nueva gramática de la lengua española realizada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (2009), también trabajó de modo incansable en la realización del Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (2005), comisión en la que trabajó con ahínco para propiciar que se incorporaran y reconocieran usos americanos, particularmente los mexicanos, como normativos, entendiendo como norma el doble sentido de uso frecuente y/o más extendido y uso correcto, doble significado expuesto por Moreno en muchos trabajos. Participó, además, en muchas otras comisiones interacadémicas, como la de Ortografía, cuyo fruto más reciente fue la Ortografía de la RAE y ASALE de 2010.

 

Como director de la Academia Mexicana de la Lengua llevó a cabo, es de justos destacarlo, una importantísima labor de profesionalización en las tareas y comisiones de esa corporación. Puso a caminar con regularidad y con eficiencia, y actualizó y modernizó, la Comisión de Lexicografía, la más antigua de la Academia Mexicana de la Lengua, y la Comisión de Consultas. Logró, sin duda, que la Academia se insertara en las labores culturales del país y le otorgó a esta institución una proyección social que antes no tenía, tanto dentro como fuera de México. Realizó una constante labor de difusión para el reconocimiento internacional de la Academia Mexicana de la Lengua y para que funcionara como un verdadero par de la de Madrid. Y como su director, señaló una y otra vez que la Academia está tan preocupada por el buen uso como por las buenas descripciones gramaticales sin cargas normativas ni prescriptivas. En definitiva, Moreno de Alba, fue el gestor y el artífice de una nueva Academia, más moderna, más profesional, más comprometida socialmente y más conocida en las labores que realiza, al mismo tiempo que logró mantener el respeto de las tradiciones que desde hace ahora 300 años definen a esta corporación.

 

Moreno de Alba fue un hombre de hábitos y ordenadísimo en esos hábitos, además de sumamente disciplinado en el trabajo y con una inteligencia muy ordenada, todo lo cual le permitió gestar una vasta obra lingüística que abarca todos los niveles del análisis lingüístico, le permitió estar al día en la investigación y le permitió, gran mérito sin duda este y poco común, continuar investigando aun cuando tuviera a su cargo puestos de gestión directiva constantemente, hasta casi el final de sus días.

 

Quiero destacar dos virtudes en su trabajo. Una, la gran capacidad para poner orden en los fenómenos y aspectos complicados de la lengua. Sus estados de la cuestión son paradigmáticos de cómo jerarquizar y esclarecer un panorama lleno de problemas, sea porque el fenómeno lingüístico es problemático en sí, sea porque ha sido abordado por muchos autores desde perspectivas o posiciones teóricas muy distintas y presenta demasiadas aristas. Moreno lograba con enorme habilidad mental y experiencia de oficio ordenar los problemas. También en la vida era así; ordenaba y tomaba decisiones. Dos, la mesura: en sus trabajos siempre aflora una posición mesurada para acercarse e iluminar un problema, pero también, sin perder la mesura, podía tomar una posición crítica e, incluso, contundente respecto de algún problema, por ejemplo, su crítica a la tran traída y llevada idea, por parte de algunos lingüistas españoles, del carácter arcaizante del español americano. Ejemplo de orden esclarecedor y mesura son las múltiples Minucias del lenguaje, notas de difusión lingüística, y no pocas veces de investigación, que escribió semana tras semana por más de dos décadas para el periódico Uno más Uno y más tarde en otros periódicos. Más tarde todas las Minucias fueron recogidas en el libro del mismo nombre por el Fondo de Cultura Económica, con gran éxito editorial y múltiples ediciones y ampliaciones, además de ser este libro el primero de esa editorial en estar disponible para venta electrónica.

 

Moreno de Alba en sus cuarenta y seis años de labor docente y de investigador cultivó tres líneas básicas de investigación: la dialectología, en sus modalidades americanas en general y mexicana en particular, la gramática general y la sintaxis histórica.

 

En su obra de dialectología analizó tres constantes relacionadas con la variación lingüística: en primer lugar, abordó las diferencias que necesariamente se dan entre las diversas modalidades hispanohablantes, especialmente enfocada esta línea de trabajos al contraste entre México y otras variedades del español. En segundo lugar, analizó en múltiples trabajos la variación sincrónica interna que constituye la dinámica esencial de todo dialecto, centrados estos trabajos en el establecimiento de isoglosas, léxicas, fónicas y morfosintácticas, dentro de la gran variación dialectal del español mexicano. En tercer lugar, la importancia de una mirada diacrónica para una mejor compresión de esas diferencias dialectales.

 

En su obra de gramática general, publicó numerosos artículos sobre aspecto y tiempo verbal, sobre el concepto de subordinación, sobre el concepto de adverbio y sus fronteras con otras categorías, sobre complementación adnominal y sobre aspectos diversos de la transitividad.

 

En sus trabajos de sintaxis histórica, publicó sendos extensos capítulos en la obra Sintaxis histórica de la lengua española. Primera parte: La frase verbal (Company dir. 2006) y Segunda parte: La frase nominal (Company dir. 2009), y se había comprometido con otro capítulo para la Tercera parte, pero la enfermedad se lo impidió. En esta línea de Sintaxis Histórica presentó muchas ponencias y una ponencia plenaria en los congresos internacionales de la AHLE, en los que participó de manera ininterrumpida desde 1991, hasta que su enfermedad le impidió llegar al IX Congreso, en Cádiz, en septiembre de 2012, donde estábamos emplazados, además de para trabajar, para comer, él jamón serrano y Cecilia, mi esposo y yo pescaíto frito.

 

Se acercó también, con cierta frecuencia, a la historiografía lingüística y a la filología en la forma de edición crítica de antiguas gramáticas de referencia del español, particularmente del siglo XIX, como la edición y estudio de la Gramática de Rafael Ángel de la Peña, y en la forma de análisis léxicos y de ciertos rasgos gramaticales de grandes escritores, por ejemplo, americanismos en escritores áureos o conservación de formas de tratamiento españolas en Lizardi. Su obra abarca todos los niveles de la lengua, aunque el núcleo de sus trabajos se centra en la morfosintaxis del español, en el léxico y, en alguna menor medida, en la fonética.

 

Fue autor de 22 libros especializados, varios de ellos con varias ediciones y reimpresiones, y autor de unos 140 trabajos monográficos entre artículos especializados, capítulos de libros, ponencias y comunicaciones en congresos. Quiero destacar cinco de sus libros, que por el rigor de análisis, por el carácter abarcador de los datos tratados y por la claridad de exposición de los estados de la cuestión constituyen obras de consulta y referencia obligada para quienquiera que se acerque al español americano o esté interesado en la gramática española en general.

 

Valores de las formas verbales en el español de México (1978), en la que Moreno analizó todo el paradigma verbal del español en sus valores semánticos, temporales, modales y aspectuales. El español en América (1988, 3ª edición muy aumentada 2001) constituye una amplia y estructurada revisión crítica y estado de la cuestión de los principales problemas que ha suscitado el español de América, tanto en sus orígenes como en el desarrollo de las múltiples variantes dialectales. La pronunciación del español en México (1994), obra en la que logra jerarquizar, interpretar y esclarecer los innumerables datos fonéticos y gramaticales contenidos en el Atlas lingüístico de México (Lope Blanch coord. 1967-1990) –obra de la que Moreno también fue colaborador desde el levantamiento de los datos– para contrastar los rasgos plasmados en los seis volúmenes del Atlas y llegar así a establecer zonas lingüísticas diferenciadas en México. Diferencias léxicas entre España y América (1992), en que analiza en profundidad la conocida polémica de la base andaluza del español de este continente, el supuesto carácter arcaizante y conservador del español americano y ordena históricamente el caudal léxico que conformó el español americano. La prefijación en el español mexicano (1996), en que además de inventariar los prefijos más comunes del español de México en la formación de nominales y de verbos, plantea y revisa algunos de los problemas nodales de la morfología derivativa, tales como productividad y los límites entre composición y derivación.

 

Hace menos de tres meses vio la luz su último libro, Notas de gramática dialectal (2013) –publicada por iniciativa de la coordinación de Lingüística del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM–, que es tan sólo una pequeña parte inicial de un ambicioso proyecto que traía Moreno entre manos para escribir una gramática del español de México basada, centralmente, en la información contenida en el Atlas Lingüístico de México.

 

Pero por encima de todo su trabajo, o más bien, junto a todo su trabajo, José G. Moreno de Alba fue un maestro, un amigo muy querido y un ser humano a cabalidad. Era un hombre de plática ágil y chispeante, con un magnífico y ácido sentido del humor –no del gusto de todos, pero a mí me encantaba– y una muy fina ironía, agazapados tras una seriedad y tranquilidad inalterables, era un excelente narrador de anécdotas y contador de chistes lingüísticos, amante de la buena y refinada comida –con frecuencia con guía gastronómica en mano y de la mano de su hijo mayor–, así como de las largas sobremesas, sobre todo en las cenas, amante también del tequila blanco –jamás reposado– y del vino tinto –porque, citando siempre a Gonzalo Celorio, “el blanco es para los pescados”... y él era persona–, y fue sin duda un incansable viajero. Pero por sobre todas las cosas, Pepe fue un hombre cien por ciento institucional. Un universitario y académico cabal, ese fue Pepe.

 

 

Concepción Company Company

Universidad Nacional Autónoma de México

Academia Mexicana de la Lengua

1 de octubre de 2013

 

 

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