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Lingüística
versión On-line ISSN 2079-312X
Lingüística vol.28 no.1 Montevideo dic. 2012
Lingüística
Vol. 28, diciembre 2012: 304-306
ISSN 2079-312X en línea
ISSN 1132-0214 impresa
RESEÑAS
ACADEMIA NACIONAL DE LETRAS. 2011. Diccionario del español del Uruguay, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 574 pp. ISBN: 978-9974-1-0709-0
Reseñado por RAÚL AVILA
El Colegio de México
El deu es, indudablemente, un trabajo muy bien hecho. En su nómina se incluyen, además de los lexicógrafos, un nutrido grupo de expertos en paremiología, programadores y revisores. También se entera el lector de los numerosos informantes y colaboradores con quienes se contó a lo largo y lo ancho del Uruguay.
El resultado, como era de esperarse, es una obra de gran aliento, con una bibliografía abundante y actualizada. No dudo, por eso, de que el deu servirá de ejemplo o de inspiración para futuras obras lexicográficas de los países hispánicos –entre los que, evidentemente, incluyo a España, país que aún no tiene un diccionario de regionalismos y donde tal vez ni siquiera lo han imaginado. Porque el deu es, precisamente, un diccionario de uruguayismos, aunque no todos sean exclusivos. Este tipo de diccionarios se justifica, de acuerdo con lo que se dice en el Prohemio –escrito por el director coordinador de la obra, Adolfo Elizaicín– por la gran expansión y la consecuente diversificación del español. El deu busca describir precisamente una variedad de la lengua española, frente a la que se presenta en los diccionarios llamados generales –que en realidad no lo son– como el de la Real Academia Española, donde se consideran generales entradas o voces que son verdaderos españolismos, como piso en lugar de apartamento o departamento.
El deu es, en otras palabras, un diccionario diferencial, a pesar de que el título sugiere que se trata de un diccionario nacional integral. Como se puede leer en el prohemio, ''En el deu no aparecen las formas del español general, sino las peculiares de esta zona del mundo hispánico'' (p. 10). La idea de ´zona´es muy importante. Como se indica (ibid.), la extensión de la zona ''excede los límites geográficos de Uruguay''. Quizá por eso se decidió poner como título al libro Diccionario del español del Uruguay y no de uruguayismos. En esto los editores tienen razón, aunque –como ellos también han advertido– muchas voces no son exclusivas de ese país. Y yo añadiría que tampoco parecen limitarse a esa zona. Veamos algunos ejemplos.
La voz amigo, sobre todo en femenino, significa ‘concubino’ también en México, y seguramente en otras zonas. Lo mismo ocurre con árbol de levas (s. v. árbol), ''varilla giratoria de un motor de explosión''; área chica (en el futbol), zona donde se ubica la portería; arena ''de color ocre claro'', o arena fina, a. gruesa, como la que se usa para las construcciones; con empanada, empedarse, empeñoso, y empleada (doméstica). Pachanga, pachanguear y pachanguero podrían ser clasificados como mexicanismo, aunque ahora advierto que no lo son. Pituco, aunque no es frecuente, se usa también en México, lo mismo que la muy frecuente piyama. Parecen generales expresiones como en un suspiro (s. v. suspiro), sistema, red informática; sustentable, que considero un tecnicismo relacionado con el ambientalismo; y sinopsis ‘adelanto de escenas de una película o de un programa de televisión’ (DRAE, s. v., acepción 3 me parece equivalente, en el sentido de ‘resumen’).
El DEU a veces resulta enciclopédico, por ejemplo, en las voces mosca, hormiga (varias acepciones), algarrobo, rana (ídem). En ocasiones resulta un diccionario terminológico, si se considera que incluye un buen número de tecnicismos de zoología y de biología.
Ante casos como los antes citados, uno se pregunta cómo delimitaron la nomenclatura. Sobre todo porque en la p. 16 se indica que los 9117 artículos ''no pertenecen a la totalidad del vocabulario dialectal, sino a un fragmento amplio y representativo del habla de los uruguayos''. Más adelante, en la siguiente página, se indica que el DEU recoge voces y unidades ''tanto de uso generalizado en todo el país, como aquellas que se emplean en alguna de sus regiones o son peculiares de algunos subgrupos'', con lo cual aumentan las dudas del lector curioso. Cabe añadir que en pa misma p. 17 se ejemplifican los diferentes tipos de entradas, pero no se indica en cada una de ellas sus límites de uso o sus características.
El tratamiento de voces procedentes de otras lenguas resulta tipográficamente inconsistente, si se consideran casos como butiá, del portugués ''y éste del tupí'', que no se marcan en cursivas; o bondi o bolero, de la misma lengua, que tampoco están en cursivas a pesar de que el portugués, del cual se tomaron, no es aborigen de América. Tampoco es de origen americano el francés, del cual provienen placar (armario empotrado en la pared) y placé (caballo de carreras que llega en segundo o tercer lugar), no marcadas tipográficamente. En cambio, otras entradas como el japonesismo sushi (que, de paso, es común en México y en muchos otros países) aparecen en cursivas, al igual que, por ejemplo, los anglicismos smog, (contracción de de smoke y fog, lo que no se indica) y las voces sketch, slot, snack, pack (''¿cuánto cuesta el six pack de cerveza?'', se dice en muchas partes), swinger (práctica sexual de intercambio de parejas), o voucher. A esos artículos, casi todos de uso internacional, al igual que a goulash, bypass y otros, convendría añadirles una indicación referida a su pronunciación, o indicar que se pronuncian como se leen en español, si es el caso. Hay además algunas inconsistencias en el tratamiento tipográfico de algunas de esas voces. Se usan cursivas en casi todas (pellet, shot y varias más con sh), pero no en la entrada SMS (short message service) que está en versales no cursivas, y que me parece un tecnicismo de uso universal.
Reitero, para terminar, que el DEU es un verdadero tesoro de información. Frente a esto, sus inconsistencias resultan triviales. No obstante, me animo a señalar que si se hubiera intentado un diccionario nacional integral se habrían resuelto varios de sus problemas, especialmente los relacionados con los límites geográficos de uso de un buen número de sus artículos. Para hacer un diccionario integral bastaría con añadir el léxico patrimonial -casa, pan, agua, soñar...- al que ya se recogió en el DEU. Y si se busca ampliar el círculo de lectores y bajar los costos, sería necesario suprimir los tecnicismos, inabarcables en un solo diccionario.