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Lingüística
versión On-line ISSN 2079-312X
Lingüística vol.28 no.1 Montevideo dic. 2012
Lingüística
Vol. 28, diciembre 2012: 291-303
ISSN 2079-312X en línea
ISSN 1132-0214 impresa
RESEÑAS
JULIO CALVO PÉREZ. (2011). La fundación de la Semántica: los espines léxicos como un universal del lenguaje, Madrid/Frankfurt am Main, Iberoamericana/Vervuert. 266 pp. ISBN 978-84-8489-582-4.
Reseñado por GÉRARD FERNÁNDEZ SMITH
Universidad de Cádiz
España
La Real Academia de la Lengua, en su edición electrónica, define fundación como: ''1. Acción y efecto de fundar'' (fundar es, a su vez, ''Establecer, crear'' en su acepción 4.) y ''2. Principio, erección, establecimiento y origen de algo''. Es en esta segunda acepción en la que se describe más precisamente el sentido del título del trabajo de Julio Calvo Pérez. En efecto, el propósito general de la obra es el de presentar principios y orígenes de la Semántica de las lenguas, pero no desde un punto de vista historiográfico, esto es, no como una relación de hitos o propuestas teóricas que promueven el desarrollo de la Semántica, sino como los principios epistemológicos que sustentan un modelo teórico según el cual puede explicarse la configuración del significado en las lenguas y los procesos de creación léxica y modificación semántica que en ellas se producen de manera generalizada. Con todo, y ello avala el rigor de la investigación, en la obra también se discuten esos hitos y esas propuestas teóricas esenciales para la concepción del significado del signo lingüístico que sustentan el devenir histórico de la Semántica, precisamente, como se verá, para tratar de demostrar la validez de las tesis que Julio Calvo defiende en este trabajo. El núcleo de la discusión se centra en el fenómeno físico del espín, cuyo funcionamiento constituiría un modelo que podría representar un universal lingüístico que explica la generación del significado léxico en las lenguas.
Por tanto, este es, esencialmente, un trabajo sobre Semántica Léxica, pero también lo es sobre Lexicografía, como destacado campo de aplicación que es esta disciplina para la investigación semántica. Desde este contexto el trabajo de Julio Calvo puede catalogarse, sin duda, como dirigido a un público muy especializado, si bien tiene también, en nuestra opinión, la virtud de explicar con suficiente claridad los aspectos particulares de las cuestiones que en él se tratan. Por una parte, el capítulo primero dedicado a la revisión de los conceptos fundamentales de la Semántica y la Lexicología puede resultar de interés para aquellos menos familiarizados con los pormenores de la disciplina, pues supone una síntesis rigurosa y suficiente de más de un siglo de investigaciones, además de que esta información aparece confrontada, ya en el capítulo siguiente, a un modelo de unificación semántica que el autor ha contribuido a desarrollar en los últimos años en muchos de sus trabajos. Por otra parte, en lo relativo al concepto de «espín», tomado de la Física, el autor consigue describir, sin abundar en cuestiones demasiado técnicas y porque se trata todavía de un campo por desarrollar en esta ciencia, en qué consiste el fenómeno, propio de las partículas subatómicas, y cómo puede entenderse su funcionamiento en el seno de los sistemas lingüísticos.
La aplicación a la Lexicografía de los principios teóricos que se presentan en la obra resulta de especial interés por diferentes motivos, puesto que, como propuesta de universal lingüístico estos principios se sustentan en un trabajo comparativo entre dos lenguas tipológicamente muy alejadas, como son el español y el quechua. De ello se deduce además una metodología diferente a la hora de configurar las entradas del diccionario[1], que se presenta ya desde las primeras páginas de la obra sobre la base de principios cognitivistas y pragmáticos, sobre la presunción de que las lenguas y su léxico son dinámicos y representan una red de estructuras que se proyectan en la mente humana. El concepto de «proyección» será clave, en este sentido, para entender la tesis defendida en este trabajo pues el fenómeno del espín se comprueba por las diferentes posibilidades de impresión en una pantalla de la luz procedente de un fotón, esto es, por una suerte de proyección. Por ende, en lo que se refiere a las cuestiones metodológicas, todo lo dicho implica necesariamente un enfoque deductivo, apriorístico, que si bien no se explica específicamente en un capítulo o sección así titulado, queda sobradamente mostrado a lo largo del trabajo, en las numerosísimas ejemplificaciones y datos procesados, mediante las entradas léxicas propuestas tanto para el español como para el quechua. Se adivina detrás de este proceder la existencia de un importantísimo corpus, tomado fundamentalmente del Nuevo diccionario español-quechua, quechua-español, diccionario bilingüe compuesto por el propio autor, y, lo que es más importante, de una enorme labor de recogida y tratamiento de los datos lingüísticos, aspecto este, por lo demás, fácilmente comprobable si se tiene en cuenta la trayectoria investigadora de Julio Calvo Pérez.
En cuanto a la estructura de la obra, el trabajo se divide en tres grandes bloques: a) un primer capítulo titulado ''De la semántica clásica al espín semántico'' (pp. 13-99) en el que se presenta una visión general de los fenómenos semánticos; b) un segundo capítulo, que lleva por título ''Sobre la teoría de la unificación semántica'' (pp. 101-117), donde Julio Calvo sienta las bases de una Teoría de la Continuidad Semántica (TCS) como paso previo para una Teoría de la Unificación Semántica (TUS), y, finalmente, c) un tercer capítulo, ''El espín semántico y la generación del significado léxico'' (pp. 119-243), en el que el autor define y explica el fenómeno del espín, que clasifica mediante abundantes ejemplos en las lenguas objeto de estudio. Se añade al final del texto un breve ''Comentario final'' (pp. 245-246) en el que Julio Calvo expresa su deseo de continuar en el futuro estas investigaciones, explorando quizá otras cuestiones de la lexicología y la lexicografía aún no unificadas.
Así pues, el primer capítulo, titulado ''De la semántica clásica al espín semántico'', supone un planteamiento general de lo que podríamos considerar el estado de la cuestión. Aquí se sustancia esa pormenorizada revisión de la teoría semántica a la que hemos hecho referencia anteriormente, que comienza con un breve resumen del devenir histórico de la ciencia del significado pero que inmediatamente se articula de manera más pormenorizada a partir de un eje cuyos nudos son los conceptos fundamentales de la semántica. De este modo, Julio Calvo discute en primer lugar sobre el fenómeno de la polisemia (pp. 22-28), confrontándolo a su vez con el caso particular de la monosemia, que concluye en una visión del mismo sustentada en el signo lingüístico asimétrico propuesto ya desde la lingüística praguense y que el autor ha desarrollado como ''signo continuo tetramembre'' en anteriores trabajos. Con todo, como él mismo señala, y esto es así porque en esencia la polisemia se erige en fuente de microespines, esta continuidad conlleva una ruptura, en el momento en que ya no hay semejanza entre los rasgos sémicos de las diferentes acepciones de una palabra dada. Muy relacionado con este concepto está el de homonimia, que el autor trata en las páginas siguientes (28-42). Como conclusión más relevante, dentro del marco de su concepción dinámica del significado, destacamos la importancia de los fenómenos de hipersemia e hiposemia como ''medidas dinámicas'' (p. 42) que ''permiten comprender por qué fenómenos como los de homonimia/polisemia caben en un mismo conjunto sin que por ello se identifiquen''. En esencia, existen para Julio Calvo unidades mayores, semas en grado cero, que por su carácter más abarcador son responsables de la configuración de hiperónimos, mientras que existen además otras unidades menores, hiposemas, responsables de distinciones cada vez más precisas, hasta el punto en que estas llegan a ser imperceptibles. Monosemia y homonimia son así los polos de una escala gradual que, como un bucle, hacen virtualmente indistinguibles estos fenómenos.
De manera similar plantea Julio Calvo su análisis de la sinonimia (pp. 42-53) y la antonimia (pp. 53-60). En síntesis, el autor pone en tela de juicio las concepciones establecidas sobre ambos fenómenos, esto es, la idea de ''que si dos palabras son sinónimas tienen el mismo significado y si son antónimas, lo tienen contrario'' (p. 44), por lo que no cabe pensar que se trata de dos conceptos de diferente naturaleza (p. 53). La sinonimia es pues ''posible como límite, de lo que se aprovecha el uso'', en el eje de la hiposemia ya comentada, pero no lo es en teoría. Como se argumenta generalmente en estos casos, la sinonimia no resiste las tensiones derivadas de los contextos pragmáticos, en los que se quiebra eso que Calvo Pérez denomina ''el lujo de la sinonimia''. Con todo, el autor no descuida la paradoja de que los hablantes, dentro de su idiolecto, hacen uso de palabras o expresiones que se utilizan de manera sinonímica. Las correspondencias son, en suma, un hecho gradual y no de identidad (de acuerdo con Wittgenstein). Tampoco obvia la importancia que para la adquisición del lenguaje, desde el punto de vista de la Psicolingüística, tienen tanto la sinonimia como la antonimia. Estas consideraciones se ejemplifican con algunas entradas del diccionario bilingüe, que dan buena muestra de la aplicación de estos criterios. En este marco cognitivo el autor prefiere manejar un concepto, ya planteado en trabajos suyos anteriores, como es el de constelación léxica o acumulación léxica, una especie de atractor psicológico que induce la sinonimia y que da como resultado la creación de ''multitud de palabras tan próximas entre sí que la imposibilidad real de medir sus diferencias las hace en la práctica sinónimas'' (p. 52) (los ejemplos, curiosamente, son muy abundantes en el terreno del tabú lingüístico y la interdicción). Julio Calvo analiza seguidamente los tipos de antónimos que se distinguen habitualmente: antónimos contradictorios (vivo/muerto), contrarios (frío/caliente), conversos (comprador/vendedor) y otros casos de antonimia intermedia (norte/sur; norte/este). La cuestión es que si las palabras son sinónimas o antónimas en función de la cognición, como defiende Julio Calvo, y que si se sitúan como polos de una escala gradable, como ya se ha señalado en relación con la polisemia y la homonimia, se presenta en puridad el punto de partida necesario para concebir el espín como el mecanismo generador del léxico de una lengua. Un ejemplo paradigmático que el autor empleará en más ocasiones a lo largo de este trabajo es el de la tripleta con/contra/sin. Con se opone a contra, pero también a sí misma, Jugar con el rival (=contra). Sin y con están en oposición libre, en la que uno representa lo positivo y otro lo negativo, es decir, representan una oposición relativa, frente a con/contra donde la oposición es absoluta, como en la sinonimia. Ahora bien, las dos maneras de negar a con son sin y contra, que se convierten así en subcontrarios. Por tanto, igual que una palabra puede oponerse a sí misma también puede ser sinónima de sí misma (conquense, ‘natural de Cuenca’, ‘perteneciente a Cuenca’). De aquí se sigue la naturaleza espínica de estos fenómenos.
Siguiendo los mismos planteamientos de los apartados anteriores, el autor revisa los principales problemas derivados de las relaciones de inclusión semántica (pp. 60-65). Identifica niveles de especificidad que llevan el fenómeno hasta los límites difusos de la mesohiperonimia, lo que también conocemos, en el marco de la lingüística textual y discursiva, con el término de superhiperónimos, o al de la parahiponimia, que añade límites en el continuo que impiden el trasvase de entidades (como en mascota/ANIMAL DOMÉSTICO/perro, gato,…). Dicho de otro modo, todas las peras son frutas, pero no todos los perros son mascotas, de ahí la parahiponimia. En este sentido, Julio Calvo concluye que las relaciones entre hiperónimos e hipónimos se basan realmente en la sinonimia, una vez que no es posible establecer jerarquías entre los cohipónimos de un hiperónimo. Precisamente por eso, algunos autores han propuesto un tipo diferente de relación de inclusión, la meronimia, que es una relación PARTE/TODO, sinecdóquica, en la que las entidades están separadas y no son sinonímicas (pedal/bicicleta frente a rosa/flor). El autor revisa este concepto, junto con el de holonimia (pp. 65-75), como procesos cognitivos encaminados a la mayor productividad, nuevamente formando parte de un continuo cuyos polos se definen por su proximidad a la semántica del mundo o a la semántica de las lenguas. Las repercusiones para la práctica lexicográfica son evidentes: ''cuanto más proclives son los diccionarios a ser de lengua, más endebles las definiciones'' (p. 71), porque la hiponimia y la hiperonimia son relaciones del diccionario, mientras que la meronimia lo es de la enciclopedia. Los matices, en fin, y las sutiles diferencias que sustentan ese continuo desde la hiperonimia/hiponimia configuran todo un elenco de fenómenos intermedios denominados autohiponimia y autohiperonimia, automeronimia, parameronimia o mesomeronimia. Este riguroso análisis de los fenómenos de significación concluye con la revisión de otros conceptos semánticos, como la antonomasia, la generalización y la particularización, mediante sinécdoque, metonimia y metáfora (pp. 75-87), que tiene como fin demostrar que estos procesos, como fuente de polisemia en diferentes grados (siendo la sinécdoque el mínimo y la metáfora el máximo, con la metonimia como grado medio), son también reversibles como todos los anteriores, de manera que esconden igualmente el espín que puede empujarlos de la convergencia a la divergencia y viceversa.
A continuación, Julio Calvo trata la teoría de los campos semánticos (pp. 87-94), con el fin de superar visiones restrictivas sobre la organización del léxico de las lenguas, ya que define el campo como un ''espacio operacional en que la continuidad de los fenómenos léxicos queda de manifiesto'' (p. 88). Y esto es así porque los campos semánticos pueden abrirse, además, a los campos más generales de la cultura y de la naturaleza, lo que justifica una Semántica Topológico-Natural sobre la que Julio Calvo Pérez lleva ya muchos años trabajando. La continuidad de los fenómenos léxicos, desde las relaciones semánticas hasta los procesos metafóricos (fundamentados en el conocimiento enciclopédico), se basa en el concepto de marca semántica (pp. 94-97). Y no sólo eso, sino que, utilizando el ejemplo dia (marcado [+luz]/[-luz]), se produce según Julio Calvo la inversión semántica (puede referirse tanto al día como a la noche, se trata de una antonimia resuelta como polisemia), como en el espín, razón por la cual el autor considera que la marca, por el hecho de existir como tal, conlleva un espín prototípico. Esta posibilidad de inversión está muy relacionada con un concepto que se remonta a Jespersen, el denominado shifter (o conmutador), ''que nombra a un elemento lingüístico cuyo sentido cambia en función del contexto'' (p. 95). Culmina Julio Calvo este extenso capítulo con una serie de conclusiones parciales que, sustentadas en la Teoría de la Unificación Semántica (TUS), sobre la que se discute brevemente en el siguiente capítulo, servirán para adoptar el fenómeno del espín como explicación general de la lexicogénesis de las lenguas. En resumen, se trata de que en Semántica Léxica cualquier oposición o contraste puede darse en cualquier sema o rasgo de significado, lo que crea un hueco léxico que puede ser rellenado mediante la creación de una nueva palabra o mediante una ya existente ''traída'' de otro ''lugar'' semántico, lugares que son accesibles precisamente porque el campo semántico se abre a los campos de la cultura y la naturaleza (por sinécdoques y meronimias, metonimias, símiles y metáforas).
En cuanto al capítulo segundo, que se titula ''Sobre la teoría de la unificación semántica'', la exposición se centra en las cuestiones epistemológicas que atañen a la propuesta del autor de una nueva concepción de la Semántica Léxica. Aquí establece Julio Calvo la tesis fundamental de su trabajo. El establecimiento de las vías para una Teoría de la Unificación Semántica (TUS), basada en la Semántica Topológico-Natural a la que nos referíamos antes, supone en esencia que hace falta reducir los fenómenos semánticos a uno solo, el espín, para poder así volver a tratar sus diferencias a partir de él. Si bien el paralelismo con la ciencia Física es indudable, el propio autor ve aún lejana una unificación como la que se propone de los fenómenos semánticos. Con todo, sí han sido sentadas en este ensayo algunas coincidencias parciales. Al igual que, en el caso de la Física, los campos eléctrico y magnético dejaron de ser considerados fenómenos separados y diferentes, en Semántica Léxica sinonimia y antonimia resultan ser fenómenos equiparables sin ser iguales (p. 103), puesto que el añadido de un sema deviene en sinónimos aproximados cuando se crea una nueva palabra, o en antonimia parcial si no es así, porque cada sema contiene su contrario. Otros fenómenos como los de la polisemia/homonimia, que para algunos autores no son de lengua, lo que Julio Calvo achaca a una concepción demasiado restrictiva, simétrica, del signo lingüístico, deberían caber en esta hipótesis unificadora, que justifica una Teoría de la Continuidad Semántica (TCS) que contribuiría decisivamente a dicha unificación. Pero aun quedan otros fenómenos cuyos modelos explicativos deberán igualmente implementarse en esta teoría de la unificación, por lo que, como dice el autor, se rompe el paralelismo con la Física, lo que deja a la Semántica en una situación de ''prenewtoniana''. Para que la Semántica pueda equipararse a las ciencias experimentales esta deberá satisfacer su objetivo principal, esto es, ''el descubrimiento objetivo de las unidades de medida léxicas'' (p. 105). La vía para cumplir este objetivo, dice Julio Calvo, ''es la del recurso al espín cuántico aplicado a los semas'' (p. 106). Basándose en ciertas instancias psicolingüísticas, como el proceso perceptivo del lenguaje, por el que tratamos de igualar todo aquello que percibimos a algo ya percibido (proceso sinonímico), cuando inicialmente percibimos las diferencias (proceso antonímico), o el descubrimiento de las neuronas espejo, que favorecen el aprendizaje por imitación, por ejemplo de las palabras que ya son espejo en sí mismas (por tanto polisémicas, gracias al desdoblamiento antonímico), Julio Calvo coloca a la antonimia como la primera de las fuerzas semánticas de la lexicogénesis. Las palabras, en el mismo proceso de continuidad, siguen desdoblándose hasta llegar a conceptos considerados próximos, hasta llegar a la sinonimia (p. 110) (por ejemplo, de vicio y de pecado, conceptos negativos, operan positivamente, y en función del rasgo que se tenga en cuenta nos llevan incluso a la polisemia). Puede verse entonces, en la página 112 un gráfico muy ilustrador que pone en relación los fenómenos semánticos con el concepto de espín, dentro del proceso generativo y destructivo (la antisemia) del léxico. En efecto, a estas fuerzas generadoras del léxico hay que añadir otras que reducen el mismo, las metáforas y los tropos en general, en los que no se trata ya de ampliar un significado sino de reducir significantes en potencia a uno solo, creando así una polisemia fuerte llamada lenguaje figurado: en falda de la montaña no hay ''creación léxica sino mantenimiento de un mismo significante en proceso de direrenciación, visto como ruptura semántica [...], no como continuidad polisémica normal''. Por supuesto, el proceso es indefinido, toda vez que de una metáfora más o menos gastada puede surgir una interpretación espínica nueva (p. 113). Quedan, con todo, cabos sueltos que se resisten a la unificación, como es el caso de la homonimia o la diferenciación entre holonimia e hiperonimia (la segunda clasifica y la primera describe, pero no se puede clasificar sin describir previamente), sobre los que Julio Calvo especula acerca de si deben o no incluirse en el espín.
Ya en el capítulo tercero, ''El espín semántico y la generación del significado léxico'', podemos encontrar, en sus páginas iniciales, una breve explicación científica del fenómeno del espín. Como ya hemos dicho, el autor presenta la información de manera didáctica, recurriendo a los ejemplos que considera más usuales y sencillos. Proporciona, a su vez, algunas referencias bibliográficas básicas y numerosos enlaces a recursos en internet sobre esta cuestión. Los datos de la Física se ponen inmediatamente en relación con el enfoque cognitivista de la Semántica, basándose en la premisa de que existe una misma naturaleza física y subatómica de la estructura del cerebro humano (p. 123-124).
La explicación de lo que es el espín[2] en Física, definición que ya había sido adelantada en el capítulo anterior, es ''el momento de rotación interna de una partícula subatómica'', cuyos valores pueden ser enteros o semi-enteros. Así pues, protones, neutrones y electrones (o fermiones) adoptan valores semienteros, lo que significa que, al descomponer su movimiento rotatorio sobre un eje, las direcciones posibles que pueden tomar son siempre dos: arriba o abajo. Los fotones (que son también bosones), tienen valor entero y adoptan igualmente dos posibilidades, en este caso horizontal y vertical. La particularidad de todo esto es que en el caso de los fermiones y de los fotones las posibilidades del movimiento se dan de manera simultánea, porque las direcciones antagónicas se dan a la par, contradiciendo a la Física Mecánica clásica (newtoniana). El resultado es una nueva unidad de computación llamada bit cuántico. En el ejemplo más sencillo se hace pasar un fotón por dos ranuras en un panel. La misma onda actúa de maneras diferentes produciendo una impresión de luz o, al contrario, un punto oscuro al otro lado del panel, según si convergen o no los nodos de la onda. La explicación se completa, ya en el siguiente apartado, con un breve planteamiento matemático de este comportamiento de la materia, centrado en la idea de entrelazamiento, que el autor ejemplifica en la Semántica, con lo que se hace necesario revisar algunos conceptos tratados específicamente en la Semántica Generativa que conducen, como se sabe, a un modelo semántico composicional. En la secuencia gato encerrado, frente a gato negro, se dan, con distintas probabilidades estadísticas pero de manera simultánea e indescomponible, tanto la suma (gato + encerrado = ‘dentro de una jaula’) como el producto (gato x encerrado = ‘engaño imprevisto’), dando así una idea más precisa del comportamiento espínico de las unidades léxicas de una lengua. Más aún, al igual que no es predecible sino por procedimientos estocásticos y azarosos (probabilísticos) la posición de un espín, y eso cuando conocemos el momento (rotación) en el que se encuentra, tampoco podemos determinar con exactitud el significado de una unidad léxica (por ejemplo, pueblo), de manera que para componer un diccionario el lingüista debe asumir cierta indeterminación, porque por muy extenso que pueda llegar a ser este o una entrada de este nunca llega a precisar el léxico con total exactitud (por supuesto, estas ideas se aplican siempre a los casos en los que no existe monosemia). El autor representa estas consideraciones mediante el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, según el cual ''resulta imposible conocer exactamente, y de forma simultánea, la posición del electrón y el vector de su momento lineal'' (p. 106, n. 8), de manera que para medir la órbita de un electrón, ''la energía dirigida al mismo altera en tal grado su posición que es imposible conocerla, salvo por la probabilidad señalada'' (p. 136). En el plano lingüístico, este principio vendría a implicar que ''no es posible conocer por completo el significado de una palabra por la posición en un texto, ni saber siquiera su orientación positiva o negativa [...] hasta que no se conozcan, si ello es posible, todas sus manifestaciones (actuales y futuras)'' (p. 106, n. 8).
En este mismo apartado Julio Calvo desarrolla una clasificación del espín léxico, que define como ''constructo paradigmático, con proyección sintagmática, en que se da, idealmente, una relación de oposición total'' (p. 137), esto es, el espín léxico tiene en la antonimia ''el eje de toda diferenciación semántica'' (en la línea de lo que ya se ha discutido en el capítulo primero). De la misma manera, y puesto que hemos insistido en el carácter apriorístico de la teoría presentada por el autor, el espín representa un fenómeno absoluto, preexistente en las lenguas, independientemente de que se manifieste o no, por lo que la antonimia supondría entonces un espín desarrollado. Con todo, y precisamente por su concepción dinámica de la Semántica, Julio Calvo muestra en estas páginas numerosos ejemplos de espines surgidos a posteriori que demuestran su diferente naturaleza y que justifican, por tanto, las distintas posibilidades desde las que se constituye su clasificación. Así pues, en síntesis, los espines se clasifican inicialmente en externos o internos. Entre los externos (pp. 139-151) se hallan, empleando los mismos epígrafes con los que titula estos apartados el autor, los espines ''motivados por exigencias del mundo (naturales)'' (y dentro de ellos los ''motivados por la percepción de las cosas''), ''por la psicología de los pueblos'' o ''por la actuación de los interlocutores: espines pragmáticos''. Por su parte, los espines internos se clasifican, de una parte en ''fosilizados'' o lexicalizados, y, de otra parte, desde un punto de vista formal, como extensiones léxicas (pp. 157 y ss.), según el lugar que ocupan en la estructura de la lengua. Esta clasificación aparece articulada en torno a la palabra, pues según Julio Calvo los espines internos pueden ser ''inferiores a la palabra'', es decir, situados en los mecanismos morfológicos de creación de palabras (por ejemplo, gruista/gruero, como posibilidades de desarrollo a partir de grúa). También, lógicamente, existen los ''espines de la palabra'' (pp. 164 y ss.), como en forro, marcado, bien como [interno], bien como [externo], según si el forro es de la ropa o del libro. También presenta ejemplos de ''espines de palabras sinsemánticas'' (p. 171), como en las preposiciones (ej. con/contra//sin), los pronombres o, especialmente, los cuantificadores. Finalmente, existen los ''espines superiores a la palabra'', donde se tratan de manera muy general ejemplos en locuciones adverbiales, fraseologismos y estructuras colocativas (pp. 187-192). Como conclusión de todo esto, puede comprobarse en los ejemplos que, aunque los espines internos son manifestaciones verificables por la estructura de las propias lenguas, están regulados externamente por la Pragmática. También distingue Julio Calvo Pérez espines mayores y espines menores, o subespines, dentro de los cuales hay miniespines y semiespines, según el grado de contrariedad entre las acepciones de una palabra, pues su clasificación se basa en el tipo de rasgo semántico involucrado, según si es de carácter clasemático o si se trata de un primitivo semántico (pp. 192-218). Puede comprobarse entonces, según el autor, toda una graduación de posibles distanciamientos entre las acepciones de un término que dan como resultado los tipos de subespines sobre los que discute. Así, el autor clasifica los semiespines según si son el resultado de las diferencias entre rasgos clasemáticos positivos o negativos (/±Humano/ frente a /±Humano/), o entre ''aciones orientadas desde el objeto o desde el individuo'' (/±Humano/ frente a /±Material/), o bien entre diferentes perspectivas u orientaciones de la misma acción (/±Material/ frente a /±Material/). En niveles de mayor concreción los espines menores (general, marginal o asimétricos) se forman en haces léxicos específicos o por ''oposición difusa en el interior de un haz sémico''.
Al margen de la idea de que ''los espines surgen espontáneamente por la naturaleza misma del lenguaje, por su antonimia y polisemia internas'' (p. 218), y también por la interacción de la lengua con el mundo, hay situaciones que favorecen la posibilidad de que aparezca un espín. Así, entre los denominados ''incentivadores de los espines'' (pp. 218 y ss.), Julio Calvo cita el contexto, como conocimiento empírico de la realidad, como, por ejemplo, cuando se asignan valores metafóricos al comportamiento animal: pavonear. Otros incentivadores son la pertenencia a un entorno social, el contexto interno o textual, la intención del hablante, el cambio de referencia externa, y los elementos lingüísticos a los que denomina ''incentivadores primarios'' (prefijos, sufijos, compuestos, etc.), esto es, aquellos que se basan en los procesos morfológicos de creación léxica. Seguidamente, el autor verifica estas tendencias favorecedoras del espín en diversos ámbitos y campos de investigación, como son la Semántica Léxica, la Pragmática la Psicolingüística, la cultura y la diacronía. Esta sección finaliza con una breve discusión sobre la existencia de pseudoespines, especialmente aquellos que tienen que ver con la reflexividad del lenguaje: que blanco es un adjetivo y adjetivo es un sustantivo no quiere decir que adejtivo es adjetivo y sustantivo (como espín).
Culmina Julio Calvo este capítulo presentando unas breves ''Conclusiones'' (pp. 241-243) de su trabajo. En síntesis, el autor incide en la idea de que la Lingüística toma una vez más instancias de otras ciencias ajenas al lenguaje, lo que se justifica por la necesidad que tiene el metalenguaje de recurrir a formalismos para su representación. Así, el espín, como resultado de una situación virtual que se resuelve de forma arbitraria, es la metáfora de los valores léxicos paradigmáticos (por tanto, simultáneos) de las palabras que sí se hacen reales, inhibiendo a los demás. Por tanto, de la misma manera en que un campo semántico tiene un eje, o campo semántico cero, que se desdobla en términos encontrados (blanco/negro) y se expande a raíz de nuevas oposiciones (gris, rojo/verde, azul/amarillo,...), se comportan las palabras, desdobladas en espines (y a su vez en semiespines y miniespines) y expandido su significado hasta perderse en diferencias tan mínimas como inapreciables (como ocurre en las constelaciones o acumulaciones léxicas ya referidas: /PROSTITUTA/). La construcción de este sistema se ha basado, fundamentalmente, en un ''diccionario pragmático exhaustivo'' (el diccionario bilingüe español-quechua ya citado), del que el autor ha obtenido la mayoría de los datos lingüísticos y ejemplificaciones necesarias para fundamentar su teoría. La conclusión final de Julio Calvo es que ''las palabras no solo ganan en diversidad según se hacen frecuentes, sino que todas ellas son en alto grado diversas, manifestando la mayoría de las veces, muy pocas de sus muchas potencialidades'' (p. 243).
Más allá de una teoría de la unificación semántica, que ya de por si se revela una empresa difícil aunque, desde luego, de un inestimable valor, lo que se plantea en este trabajo es una verdadera teoría de unificación científica, que equipara realidades tan alejadas como los fenómenos físicos y la generación de unidades léxicas en las lenguas. La pretensión de configurar, sobre la base de un mismo modelo de explicación, esto es, un modelo experimental, un cuerpo de conocimiento universal relativo a la estructura general del léxico de las lenguas y a su génesis supone un auténtico giro copernicano en el seno de la Lingüística, por cuanto, de una parte, simplificaría enormemente la teoría, en torno al fenómeno del espín, y, de otra parte, dotaría a la Lingüística de una herramienta heurística muy poderosa, toda vez que su alcance es el de un universal lingüístico. Como el propio autor señala, todavía está por ver que pueda conseguirse semejante objetivo con el que se haga realidad el ''tinglado''[3] cuyas bases ha presentado en esta obra. En cualquier caso, se trata de una muy recomendable lectura, por lo novedoso de la propuesta y por su carácter interdisciplinario.
[1] Las entradas lexicográficas incluyen, no sólo marcas semánticas, sino también información sobre asociaciones y contextos de uso, como, por otra parte, puede comprobarse en la discusión sobre la teoría semántica que el autor lleva a cabo, en la que trata los aspectos relativos a las relaciones semánticas tradicionales pero también a otros muchos fenómenos de asociación de significados y reinterpretación del contenido que los hablantes de una lengua pueden llegar a generalizar.
[2] Como aclara Julio Calvo, el concepto de espín data de 1925 y se debe a Ralph Kronig, como descubridor, y a Samuel Goudsmit y George Uhlenbeck, que llegaron a él de manera independiente ese mismo año.
[3] Permítasenos el término, que citamos textualmente, tal como reiteradamente lo emplea Julio Calvo en distintos casos a lo largo de su trabajo: ''tinglado teórico'' (p. 121), ''tinglado semántico'' (p. 125), ''tinglado epistemológico'' (p. 137), ''tinglado'' (a secas) (p. 242).