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Páginas de Educación

On-line version ISSN 1688-7468

Pág. Educ. vol.7 no.2 Montevideo Nov. 2014

 

A 200 años el nacimiento de Mons. Jacinto Vera. 1813-2013. Jornadas. Montevideo, 29 y 30 de octubre de 2013. Universidad Católica del Uruguay.


A fines de 2013, el Instituto de Historia, perteneciente a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica del Uruguay, organizó unas Jornadas con el fin de hacer presente, en el ámbito académico, la figura de Mons. Jacinto Vera como otro aporte junto a lo organizado en otras áreas. Por tanto, se trató con profundidad y rigor, como lo amerita el ámbito universitario, las distintas facetas del primer Obispo del Uruguay en el año del bicentenario de su nacimiento.

La personalidad de Jacinto Vera es sumamente atractiva y de trascendencia en la historia de nuestro país. Su figura excede el ámbito meramente eclesiástico y se erige como una personalidad de nuestra Patria; de hecho fue el hombre más conocido y querido en la segunda mitad del siglo XIX. Es admirable, y pocas veces vista, la unión del Pastor con su pueblo y la del pueblo con su Pastor y ello explica su forma de ser, consustanciado con la gente, acompañando las alegrías, esperanzas, sufrimientos y fracasos de esa Patria que se estaba construyendo.

Desde su llegada a Uruguay, en plena época de la Revolución Oriental, hasta la época en que desempeña el gobierno eclesiástico, en que le toca ser protagonista de la otra gran revolución del siglo XIX, la ideológica, su presencia llena buena parte de nuestra historia. En este sentido, Don Jacinto, no es sólo el gran forjador, el padre de la Iglesia Oriental, sino también un patriota; un hombre de Iglesia y un hombre de la Patria, pero no como dos aspectos separados sino indisolublemente unidos, donde uno lleva al otro.

Tan rica personalidad merecía un análisis detenido y profundo y esto fue lo que se pretendió, y logró, con estas Jornadas organizadas en la Universidad Católica. De esta forma, se convocó a los especialistas en el tema, quienes compartieron los resultados de sus estudios, investigaciones, etcétera, a través de distintas ponencias y mesas redondas cuyo contenido presentaremos en forma sumaria y a continuación.

Luego de la apertura, a cargo de la Directora del Instituto de Historia, Susana Monreal, y del Rector de la Universidad Católica, P. Eduardo Casarotti, dando la bienvenida a los presentes y resaltando la importancia de la celebración de estas Jornadas, se dio comienzo a las distintas presentaciones de los especialistas. Este primer día de actividad se inició con Mons. Alberto Sanguinetti Montero, quien fuera Vice-Postulador de la Causa de Canonización del Siervo de Dios, Mons. Jacinto Vera, y autor de la Positio, es decir, el alegato que reúne todo el material documental referido a la vida y virtudes de Don Jacinto, y que tituló su presentación “Jacinto Vera, el Pastor”.

Al respecto Mons. Sanguinetti, se refirió a distintos momentos de la vida de Don Jacinto, unidos todos ellos por el amor a Dios y al prójimo, su profunda humildad y sencillez, su trato cercano y amable, su fe inquebrantable y su espíritu austero y sacrificado, especialmente representado en una de las dimensiones que más se resalta, como es su espíritu misionero, llevando la Palabra de Dios y los sacramentos hasta los últimos rincones de nuestra Patria.

Pero no sólo allí advertimos la grandeza de Jacinto Vera sino también en su trabajo de estructuración de una Iglesia precaria a la que dio forma y contenido cultivando vocaciones sacerdotales, formando el clero, fundando el Seminario, preocupándose por la formación de los laicos, trayendo institutos religiosos y creando obras de piedad y apostolado en distintos ámbitos.

A través de la lectura y comentario de textos, fueron quedando en evidencia las múltiples virtudes, tanto humanas como sacerdotales, que destacan y manifiesta el corazón de este gran Pastor.

 La segunda conferencia, a cargo del Pbro. Gabriel González Merlano, abordó el tema “Mons. Vera y la libertad de la Iglesia”. Don Jacinto fue el gran defensor de los derechos de la Iglesia. Desde esta perspectiva se abordó en primer lugar la realidad política y eclesial del siglo XIX, marcada por una fuerte injerencia del Estado en los asuntos eclesiásticos, lo cual estaba consagrado, en forma ilegítima, en la Constitución de 1830, con el derecho de Patronato y otras prácticas regalistas. Se presentó esta situación de la Iglesia, común a Uruguay y al resto de los pueblos americanos luego de su emancipación, y, especialmente, muy afín con Argentina.

El contexto ideológico del Río de la Plata, que da lugar a una actitud de los gobiernos poco favorable a la autonomía de la Iglesia, encuentra la firmeza de convicciones de ciertas personalidades, de ambas márgenes del Plata, que se oponen a las intromisiones indebidas de dicho poder político. Entre ellos, destaca Jacinto Vera, quien no sólo cómo Vicario Apostólico, primero, y Obispo, luego, defendió la libertad de soberanía de la Iglesia y su potestad dada por el Papa y no por el Gobierno civil sino que, ya como Cura de la Iglesia de Canelones, supo ubicar tanto lo que era la misión del sacerdote como la del poder político, al que más de una vez puso límites.

A este punto se refirió la segunda parte de la conferencia resaltando la actitud de Jacinto Vera, para lo cual se utilizaron párrafos de cartas y distintos pronunciamientos del Siervo de Dios, donde se manifiesta su amor a la Patria, su obediencia a la autoridad legítima, pero también la convicción del origen de la jurisdicción eclesiástica y su necesaria autonomía para cumplir con su misión. Esta firmeza de Don Jacinto le valió algunos conflictos siendo el más significativo el llamado Conflicto Eclesiástico, en época del Presidente Bernardo Berro, por el que tuvo que sufrir, incluso, la pena del destierro, por la defensa de sus ideas y la libertad de la Iglesia.

Finalizando esta primera jornada de trabajo, tuvo lugar un panel, sobre “Las que escriben sobre Jacinto Vera”. Este fue el momento en que hicieron uso de la palabra dos escritoras que han hecho muy buenas contribuciones para el conocimiento y difusión de la vida de Mons. Vera. En primer lugar, Beatriz Torrendel, autora de Geografía histórica de Jacinto Vera. 150 años de la Misión, obra en la que, enmarcando geográficamente los lugares que visitó Monseñor Vera en su primera Misión de 1860, se destacan las características de su paso por cada localidad.

Si bien la Torrendel reconocía que la geografía es inseparable de la historia, ya que leer documentos y ubicarlos en planos y mapas muestra una historia vivida —en este caso de Mons. Jacinto Vera, aunque sólo durante unos meses de 1860— confesaba, sin embargo, no ser literata. Por ello, dedicó la mayoría del tiempo de su presentación a expresar cuales habían sido sus motivaciones al escribir. Se refirió especialmente a su encuentro con la figura de Jacinto Vera, en el Colegio Seminario, hace ya cuatro décadas y el trabajo que ha realizado en la difusión de la Causa de Canonización del Siervo de Dios tanto en forma personal como participando de la Comisión que al respecto trabajó hace varios años. Se manifestó en sus expresiones y relatos como una testigo privilegiada del curso que ha seguido la difusión, en las últimas cuatro décadas, tanto a nivel bibliográfico, como de actividades concretas.

A continuación, Laura Álvarez Goyoaga, autora de Don Jacinto Vera. El misionero santo y Don Jacinto Vera. El misionero de los niños, desarrolló su ponencia titulada “Don Jacinto Vera: Ejemplo paradigmático de un enfoque sistémico e integrado a la hora de evangelizar. El desafío de contar su historia”. En la misma propone dos líneas de análisis. La primera, profundizar en el legado de Jacinto en base a un paralelo con el “diamante nacional” de Michael Porter (guía para definir las políticas de los clusters con cuatro “puntas”, que traducidas al campo cultural, serían: buenos recursos, público exigente, articulación positiva de las rivalidades y capacidad de producción de actividades conexas. Vera concretó una gestión efectiva en todos los aspectos: formó fieles obreros al servicio de la evangelización, acercó a la Iglesia los conocimientos necesarios, la dotó de la infraestructura para el desarrollo del culto, trabajó para elevarla hasta volver propia la dignidad de la vida cristiana, orientó hacia Cristo la inevitable rivalidad interna y promovió las habilidades propias del mundo laico.

La segunda, explicitar la decisión epistemológica detrás de escribir la historia de Vera en formato de difusión. La opción fue buscar una relación simbiótica con el personaje utilizando el género de la historia novelada. El resultado hasta el momento: cuatro ediciones de Don Jacinto Vera. El misionero santo y cifras de ventas muy altas para el mercado local.

Si algo debemos resaltar, es la producción bibliográfica sobre Jacinto Vera que se ha verificado en estos últimos años, lo que muestra que es un personaje vivo, cuyo ejemplo sigue inspirando a escritores y estimulando a lectores.

La segunda jornada dio inicio con la conferencia de Tomás Sansón, titulada “Mons. Jacinto Vera, el Pastor y su pueblo”. Este es el título de un trabajo de investigación mediante el que pretendía desterrar ciertas dudas que suscita un lugar común entre los autores católicos (teólogos, historiadores, literatos, etc.): referir las virtudes evangélicas de Mons. Vera a partir de su práctica del ministerio sacerdotal y episcopal, su labor misionera, gestos de abnegación y sacrificio, etc. Desde el punto de vista estrictamente histórico, tales consensos generan algunas dudas que pueden sintetizarse en dos cuestiones: a) tales virtudes, ¿eran efectivamente como se las refiere o existe cierto grado de exageración en el planteamiento de las mismas? y  b) las fuentes utilizadas para avalarlas ¿son de carácter oficial u oficioso?, por tanto, ¿cuál es el grado de credibilidad de las mismas? De ahí la necesidad de explorar el carácter,  la tarea evangelizadora y el vínculo de Mons. Jacinto Vera con su pueblo, y conocer la percepción que tenían los fieles de la persona y labor de su Obispo.

El ponente brindó los resultados de esta investigación, realizada con la documentación del archivo de la Curia eclesiástica de la Diócesis de Melo, en la que da cuenta del paso de Mons. Jacinto Vera por esas tierras en dos Visitas Pastorales, 1867 y 1876. Pero, además, más allá de la presencia de Don Jacinto, a través de sus clásicas Misiones y Visitas Pastorales son llamativas las cartas exhumadas por el investigador mediante las que la feligresía común se dirigía al Siervo de Dios. Pues, sabido es que la correspondencia personal constituye un tipo documental sincero, espontáneo e ingenuo que permite  conocer, en este caso, la naturaleza de los vínculos establecidos entre el pueblo cristiano y su Pastor. El trato cercano y los pedidos que le realizaban, tanto espirituales como materiales, muestran la paternidad ejercida por el Obispo y deja en evidencia de que no hay lugar a dudas sobre las virtudes humanas y cristianas de Don Jacinto, tal como las revela la historiografía.

Seguidamente, Pedro Gaudiano y Sebastián Hernández abordaron el tema “Jacinto Vera y Mariano Soler: dos constructores de la Iglesia uruguaya”. En primer lugar, Gaudiano, explicó cómo Vera fue para Soler un modelo de vida que marcó la infancia, adolescencia y juventud del futuro arzobispo de Montevideo. Soler, ya doctorado en Roma, volvió a Montevideo en 1874 y rápidamente se convirtió en el brazo derecho de Vera. Impulsó el renacimiento de las energías católicas del pueblo uruguayo a través de la concreción de importantes proyectos, como el Club Católico de Montevideo —fundado en 1875—, el centro cultural católico más importante del Uruguay durante el último cuarto del siglo XIX.

El mismo 1874, cuando Mons. Vera, en su Carta Pastoral de Cuaresma, expresaba el rechazo a la prédica laicizante de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular, José Pedro Varela presentaba su obra La Educación del Pueblo” ante dicha Sociedad comenzando a difundirse la misma, tres días después del arribo de Soler a Montevideo. El hecho de que Varela omitía deliberadamente toda referencia cristiana en la escuela, permite comprender mejor la urgencia del joven sacerdote por establecer en Montevideo un centro educativo de enseñanza media y superior de orientación católica. Con la ayuda de Jacinto Vera y del Club Católico, se fundó en 1875 el Liceo de Estudios Universitarios, abriendo sus puertas para los cursos de 1876, siendo el antecedente remoto de la actual Universidad Católica del Uruguay. Finalmente, hizo referencia a lo que llamó la “marianidad” de Mariano Soler, es decir, su profunda devoción a la Santísima Virgen María, por lo que, con la ayuda de los católicos argentinos y uruguayos, fundó en Tierra Santa el santuario “Hortus Conclusus” dedicado a Nuestra Señora del Huerto, ubicado en los mismos jardines en los cuales, según una piadosa tradición multisecular, el rey Salomón habría compuesto el Cantar de los Cantares.

Por su parte, Hernández, en la misma línea, expone claramente que la “nueva” Iglesia que forjaron Vera y Soler era entendida —en palabras del historiador Roberto Di Stefano— como una “entidad equiparable al Estado, dotada de una estructura organizativa integrada y subordinada al poder papal de manera directa” que, hasta entonces, no puede decirse que existiera en el Uruguay. Fue durante el gobierno de Vera que se estructuró la Iglesia, con un Seminario, creación de parroquias, formación del clero, incorporación de varias órdenes y congregaciones religiosas, mejor organización y promoción del laicado, etc.

No obstante esto, el cambio más importante debe buscarse en el modo en que la Iglesia se percibe a sí misma, en el grado de autoconciencia alcanzado por estos años, y que se adquiere con los conflictivos cambios en la relación con el poder temporal, el proceso de secularización y el nuevo protagonismo que Roma adquiere en el continente. La Iglesia uruguaya no estará dispuesta ya a tolerar la intervención del poder político en la disciplina eclesiástica y empezará a hablar con más fuerza de “los derechos de la Iglesia” afirmando los lazos con la Santa Sede. Se insistirá en presentar a la Iglesia como entidad distinta e independiente del Estado. Desde este punto de vista, se concluye que la Iglesia fue también un agente activo en el proceso de secularización.

Se cerró este segundo día de conferencias y las Jornadas en general con el panel “Mons. Vera y las congregaciones educadoras” integrado por Susana Monreal, Mons. Daniel Sturla y el P. Julio Fernández Techera. Sin duda, una temática relevante en referencia a la vida de Don Jacinto, en la medida en que, junto con su preocupación por el aumento y formación de un clero que fuera virtuoso, ilustrado y apostólico, estuvo presente el esfuerzo de traer al país institutos religiosos, los que a través de sus distintos carismas contribuyeran a la tarea evangelizadora en esta tierra.

La presentación de Monreal se centró en el proceso de inmigración protagonizado por mujeres integrantes de congregaciones religiosas católicas de origen italiano y francés en su mayoría, que se desarrolló en Uruguay y en toda la región en la segunda mitad del siglo XIX. Mons. Jacinto Vera, como hombre de gobierno, no realizó personalmente las gestiones personales para el arribo de estos institutos pero les brindó apoyo incondicional, cuidado y consuelo. Este proceso, iniciado en 1856, que implicó la instalación en el país de congregaciones de vida activa, representantes del “catolicismo de movimiento” (según expresión de Elizabeth Dufourcq), fue muy significativo para la Iglesia, como forma de compensar los avances de la secularización.

Seguidamente, el P. Julio Fernández Techera, se detuvo en la relación de Don Jacinto Vera con los Jesuitas. Si algo caracteriza a Don Jacinto es su cercanía con los Padres de la Compañía de Jesús, con quienes se había formado en Buenos Aires. Procura que regresen, luego de haber sido expulsados por el Presidente Gabriel Pereira, y a quienes quiere para la formación de sus seminaristas, al frente del Seminario Conciliar que va a fundar. Las vicisitudes del proceso de creación del Seminario, lo que quería el Siervo de Dios, lo que querían los Jesuitas, fue abordado en forma pormenorizada y con muy buena base documental.

Finalmente, Mons. Sturla, se ocupó de la relación de Jacinto Vera con los Salesianos. Destaca la comunicación epistolar que, en los últimos años de su vida, mantuvo el Siervo de Dios con Don Bosco. Así como también lo que fue el recibimiento de la primera comunidad de salesianos que se instalaron en Villa Colón. Se destaca la carta enviada por el P. Lasagna, superior de la nueva comunidad, a Don Bosco, en la que le relata el recibimiento que tuvieron de parte del Obispo de Montevideo, y traza una hermosa semblanza de este. En ella describe, en primer lugar, los rasgos físicos del Siervo de Dios, para pasar luego a lo que son sus virtudes humanas y sacerdotales, su sencillez, sentido del humor, humildad, espíritu misionero y caridad pastoral.

Agradecida la numerosa concurrencia, que asistió ambos días a estas intensas sesiones de estudio y reflexión, y agradeciendo por la participación de todos, Susana Monreal, directora del Instituto de Historia de la Universidad Católica, dio por finalizadas estas fructíferas Jornadas.

Debemos consignar, que además de esta parte académica de presentación de estudios e investigaciones, durante los dos días de actividad, y en los días sucesivos en un horario extendido, se realizó una exposición sobre la vida y obra de Mons. Jacinto Vera. En la misma, que supuso un trabajo muy importante de recolección de material de distinta procedencia, que aún no se encuentra reunido, se pudieron apreciar objetos personales y litúrgicos, documentos con la firma del Siervo de Dios y otros de la época referidos a él, así como la bibliografía, a la que, a lo largo de estos doscientos años, ha dado lugar su trascendente figura. Un modo diferente, complementario y palpable de acercarnos al Patriarca de la Iglesia Oriental.

Creemos que actividades académicas de esta naturaleza, contribuyen, junto a otras tareas de difusión que la Iglesia uruguaya viene desarrollando, al conocimiento y devoción de la figura de Jacinto Vera, cuya Causa de Canonización se encuentra en una etapa avanzada. Jornadas como estas, son instancias que desafían y estimulan a seguir profundizando a través del estudio y la investigación sobre el fundamento apostólico de nuestra Iglesia encarnado en su primer Obispo, aquel que le dio forma y estructura, la cual, inspirados en su testimonio y virtudes, debemos conservar y hacer crecer.


Gabriel González Merlano

UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL URUGUAY



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