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Páginas de Educación

versión On-line ISSN 1688-7468

Pág. Educ. vol.5 no.1 Montevideo  2012

 

Mi clase de historia bajo la lupa, de Ana Zavala. Montevideo: Trilce, 2012. 120 págs.

 

El libro mira con lente profundo aquellos aspectos de la enseñanza de la historia para los cuales la didáctica clásica no ha tenido ojos. Hacer visible lo que está pasando en mi clase de historia ha supuesto en Ana Zavala un gesto epistemológico conmovedor: el posicionamiento para el análisis desde el lugar del sujeto implicado en la acción de enseñar y ésta, por lo tanto, abordada desde su atributo más esencial, la singularidad.

La autora designa “La mirada de los otros” al lugar de análisis de buena parte de la producción académica sobre la enseñanza de las últimas décadas. El título encabeza el capítulo primero y da pie a la tarea de argumentar la “impropiedad” para la comprensión de la acción de enseñar historia de buena parte del arsenal conceptual nacido de esa mirada “extranjera” para el profesor. No hay declaración de guerra a la academia ni críticas a su proceso de construcción como saber. El cuestionamiento fundamental al lugar de análisis académico es sobre el desencuentro con la acción de enseñar historia y, muy especialmente, con el sujeto implicado en ella: el profesor. La apuesta principal de este libro es refundar un lugar de análisis a cargo del sujeto de la acción de enseñar y, también, refundar el vínculo entre la producción académica y la práctica de la enseñanza.

Este texto presenta una batería de herramientas teóricas susceptibles de ser empleadas por los actores de la enseñanza de la historia para comprender sus acciones y, desde ese lugar, tal vez transformarlas. A partir del capítulo segundo, Ana Zavala fundamenta la construcción de una nueva zona semántica que sostenga palabras para decir lo que hasta el momento es invisible en el campo de la didáctica de la historia. Habida cuenta de que el sujeto ha tomado la palabra, seguir su pista ha colaborado a pensar cierto tipo de herramientas a la autora. Y es en el psicoanálisis donde ha encontrado el instrumento para ese análisis “de uno mismo desde uno mismo”, que implica la propuesta del texto. El abordaje clínico y su sensibilidad particular para de-velar aquello que clásicamente no ha contado en el momento de pensar la enseñanza de la historia es el que Ana Zavala ha puesto en juego para pensar sus gestos profesionales desde este otro tipo de herramientas susceptibles de dar cuenta, desde un lugar innovador, de lo que acontece en esa compleja realidad llamada “enseñanza de la historia”. La primera persona del singular aparece con insistencia en el texto. Tal como señala Mireille Cifali en la introducción, la excepcionalidad y principal contribución al campo de la didáctica de la historia de este trabajo es la reflexión desde el interior de la práctica de la mismísima autora. Profesora de historia que no ha abandonado la arena de los liceos, profesora de didáctica de la historia que ha acompañado y alentado trabajos de análisis del tipo que aquí propone, lectora de autores sensibles ante la problemática del sujeto, de la acción y de la historia en sus niveles metateóricos, la autora comparte a lo largo de los capítulos las comprensiones construidas a lo largo de su trayecto profesional. La puesta en palabras de lo que, en buena parte de la bibliografía específica ha permanecido invisible o ha sido considerado irrelevante, y un militante yo que no se elude a sí mismo, abren de esta forma la posibilidad, al lector sensible de encontrar, no prescripciones, no descripciones objetivantes de los profesores de historia sino una cantera de herramientas teóricas para acompañarlo en un proceso de análisis de sus propios gestos profesionales.

Acción por definición singular, y sostenida por un sujeto, la enseñanza de la historia no puede, desde la mirada de la autora, comprenderse desvinculada de los grandes marcos de sentido que tiene esa acción para cada uno de los profesores. El capítulo segundo está dedicado a explicitar esa noción y a fundamentar su pertinencia como herramienta de análisis. Habida cuenta de que el lugar de análisis propuesto por la autora es el del sujeto de la acción bajo la mirada clínica de sí mismo, los afectos involucrados en la construcción de sentido aparecen develados sin pudor. La relación con el saber que un profesor ha establecido con la historia que enseña y el sentido que ha construido para sostener el proyecto profesional de enseñar, con sus implicancias autobiográficas e identitarias, constituyen en este capítulo las herramientas claves presentadas por la autora.

El capítulo tercero mantiene la "pista del sujeto" como marco general de reflexión, pero esta vez, desde sus relaciones con la temporalidad. Desde esta inquietud, la autora busca herramientas de análisis que sean apropiadas para la comprensión de la singularidad de la acción de enseñar historia. Ésta es pensada desde sus relaciones con la otra acción de anticipar-proyectar, habida cuenta que, desde la perspectiva de la autora, en una compleja relación temporal entre estas dos acciones se juega buena parte de la construcción de sentido para un profesor.

La noción de “deseo” construida por el psicoanálisis habilita aquí a la autora a proponer como herramienta de análisis la reflexión en torno al lugar de ese deseo en la acción de un profesor de proyectar la clase que vendrá. De esta forma, el complejo entrelazamiento temporal que cruza una clase de historia, lo mismo que la incertidumbre y la otredad, se vuelven también susceptibles de ser puestas bajo la nueva lupa. En cierta forma, este capítulo inaugura en el relato la metáfora de los dos pies con que la autora piensa el análisis de una clase de historia, esto es, desde la singularidad de la acción de enseñar y desde la especificidad de la historia como saber.

El capítulo cuatro comienza instalándose de lleno en la cuestión de la puesta en juego en una clase de historia de los saberes académicos, los de la historia, pero también, los pedagógicos. La autora parte de la idea de que en el proceso de movilización de esos saberes por parte de los sujetos está una de las claves de entrada para el análisis oportuno de una clase de historia. La propuesta fundamental de este capítulo: explicitar dimensiones de esa puesta en movimiento singular y subjetiva. La idea de la necesaria reflexión en torno al lugar desde el que cada profesor de historia pone en palabras las categorías históricas toma forma en la expresión de “trazabilidad historiográfica”, lo suficientemente gráfica como para dar cuenta de la inquietud de la autora respecto a dirigir una mirada profunda allí donde la lupa clásica nunca ha dirigido el interés. La apuesta es también a la explicitación de la forma en que el profesor ha movilizado saberes provenientes de las Ciencias de la Educación. O la forma en que éste ha elegido "creer" en esos saberes, vínculo más complejo y profundo que el de simplemente "saberlo". También aquí la autora piensa en la forma en que la experiencia propia y ajena es movilizada como saber recurriendo a la noción de “saberes prácticos” e insistiendo en la potencia de poner en reflexión las rutinas tenidas por naturales. Finalmente, la lupa hace foco en la movilización de la ideología, los valores y el credo —“los innombrables”, dice la autora— como componentes configuradores de la acción de enseñar historia, y susceptibles, en la medida en que se piense también la clase desde allí, de habilitar preciosas comprensiones.

El siguiente capítulo parte de la concepción de cada clase de historia de cada profesor como un “evento de naturaleza discursiva”. Para pensar herramientas de análisis que puedan dar cuenta de eso, la autora toma explícitamente herramientas empleadas en la producción historiográfica en el entendido de que es posible y deseable, hasta cierto punto, la mirada en paralelo. Esto es bastante claro también en el capítulo siguiente. En este quinto capítulo en particular, Zavala propone y fundamenta herramientas de análisis que habiliten la comprensión del intertexto que, a sus ojos, se entreteje en una clase de historia. Es así que la mirada de uno mismo que la autora invita a conquistar es, en este capítulo en particular, la del profesor lector de un discurso pero también, y entrelazada, la del profesor constructor de discurso. Para intentar acceder a ese espesor discursivo que compone la acción de enseñar historia, la noción de “versión” es la privilegiada como herramienta de análisis. Aquí la autora fundamenta lo apropiado de la reflexión en torno a lo que “se ha ido a buscar” en la historiografía-referencia al abordar un contenido pero, también, de lo oportuno y esclarecedor de un análisis que ponga en palabras la relación de ese profesor lector-constructor de un discurso con "lo real", sea lo que sea. Finalmente, el capítulo concluye proponiendo mirar la oralidad y sus diversos componentes también como canales interpretativos a la versión de “mi saber” que es “mi clase de historia”.

El capítulo sexto continúa pensando desde la idea del espesor discursivo, ahora en sus relaciones con lo interpersonal e institucional. Las herramientas de análisis propuestas aquí están construidas desde la idea de que el sujeto-soporte de la acción de enseñar historia, el profesor, construye discursivamente a sus interlocutores, los alumnos y, en el proceso, también se narra sí mismo. La explicitación de estos planos discursivos respecto de los otros y de uno mismo en una clase de historia, que colaboran a la configuración singular de la acción de enseñarla es otra de las claves para la comprensión. Finalmente, en este capítulo la apuesta es volver también visibles, mediante el análisis, las huellas institucionales en la acción de enseñar historia, no necesariamente las prescripciones explícitas de las instituciones sino las más potentes e invisibles, prescriptas por lo naturalizado.

En el capítulo siete, la autora piensa la práctica específica del análisis de esa otra práctica que es la enseñanza de la historia. Retoma la perspectiva de la intertextualidad de una clase de historia, esta vez para abordar la acción de analizarla desde la mirada de uno mismo como otro texto de esa compleja red, y el de mayor espesor discursivo. Una vez más, “mi clase de historia” como evento del pasado es pensada desde herramientas tomadas de la historiografía. La puesta en palabras o reconstrucción discursiva de una clase de historia mediante el relato es, pues, abordada desde su potencia para conocer ese evento designado “clase de historia” y para convertirlo en objeto de estudio tal como a los ojos de ciertos historiadores —cuyas trazas recorren palmo a palmo el libro— se construye el objeto de estudio de la historiografía. De la misma forma, el análisis de la enseñanza de la historia configuraría los límites de su objeto en la propia trama del relato que, a los ojos de la autora-lectora de este libro— merece el estatus de lugar teórico de la práctica de enseñar historia. El libro concluye con líneas de reflexión profundas a propósito de la actividad de teorización de los profesores. Si el producto del análisis de mi clase de historia han sido las teorías, si en el juego que abre la acción de mirar mi clase de historia con herramientas conceptuales más profundas he ganado en comprensión y en profundas transformaciones de mi identidad profesional, si construyo un lenguaje que da inteligibilidad a la "realidad" de lo que aconteció en mi clase de historia, entonces algunas situaciones podrán construirse como objetos más complejos en un proceso al que Ana Zavala designa “investigación práctica”. Esta idea con que la autora cierra su texto abre una preciosa entrada a otra mirada sobre la investigación educativa, frente a la cual será difícil sostener la indiferencia.

 

Sibila Núñez

CENTRO LATINOAMERICANO DE ECONOMÍA HUMANA

 

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