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Psicología, Conocimiento y Sociedad

versión On-line ISSN 1688-7026

Psicol. Conoc. Soc. vol.11 no.2 Montevideo  2021  Epub 01-Ago-2021

https://doi.org/10.26864/pcs.v11.n2.1 

Trabajos originales

Sentimiento de inseguridad ante la delincuencia en estudiantes de secundaria

Feeling of insecurity about delinquency in junior high school students

Sensação de insegurança contra o crime em estudantes do ensino médio

Ariagor Manuel Almanza Avendaño1 
http://orcid.org/0000-0001-7240-6163

Anel Hortensia Gómez San Luis1 
http://orcid.org/0000-0002-9846-5046

Ana Celia Chapa Romero1 
http://orcid.org/0000-0003-1856-6208

1Universidad Autónoma de Baja California, México Autor referente: agomez82@uabc.edu.mx


Resumen:

El objetivo del estudio es comprender el sentimiento de inseguridad de estudiantes de secundaria de Mexicali. El estudio se basó en la Teoría Fundamentada. Se realizaron diez grupos focales, y los datos se analizaron mediante el software MAXQDA 12. Se encontró que el sentimiento de inseguridad se elabora a partir de condiciones contextuales, como sucesos delictivos en la colonia y otras zonas de la ciudad, actores vinculados a la delincuencia, experiencias de victimización y la participación de la policía en las comunidades. En su dimensión personal, el sentimiento de inseguridad, se vincula con un sentido de amenaza continua, miedo, restricción de movilidad y adopción de estrategias de protección. Se concluye que la dimensión personal del sentimiento de inseguridad permite comprender el impacto psicosocial de la delincuencia en jóvenes y su dimensión pública favorece la incorporación de sus voces en el diseño de políticas en materia de seguridad pública.

Palabras clave: Delincuencia; medidas de seguridad; adolescencia; bienestar del estudiante

Abstract:

The aim of the study is to understand the feeling of insecurity of junior high school students in Mexicali. The study was based on Grounded Theory. Ten focus groups were performed, and the data was analyzed using MAXQDA software 12. It was found that the feeling of insecurity is elaborated from contextual conditions, such as criminal events in the neighborhood and other areas of the city, actors linked to crime, experiences of victimization and the participation of the police in the communities. In its personal dimension, the feeling of insecurity is linked to a sense of continuous threat, fear, restriction of mobility and the adoption of protection strategies. It is concluded that the personal dimension of the feeling of insecurity makes it possible to understand the psychosocial impact of delinquency in young people and its public dimension favors the incorporation of their voices in the design of public safety policies.

Keywords: Delinquency; security measures; adolescence; student welfare

Resumo:

O objetivo do estudo é entender o sentimento de insegurança dos alunos do ensino médio de Mexicali. O estudo foi baseado na Teoria Fundamentada. Foram realizados dez grupos focais e os dados foram analisados no software MAXQDA 12. Verificou-se que o sentimento de insegurança é elaborado a partir de condições contextuais, como eventos criminosos no bairro e em outras áreas da cidade, atores ligados ao crime, experiências de vitimização e participação da polícia nas comunidades. Em sua dimensão pessoal, o sentimento de insegurança está vinculado a um sentimento de ameaça contínua, medo, restrição de mobilidade e adoção de estratégias de proteção. Conclui-se que a dimensão pessoal do sentimento de insegurança possibilita compreender o impacto psicossocial do crime nos jovens e sua dimensão pública favorece a incorporação de suas vozes no desenho de políticas de segurança pública.

Palavras-chave: Delinquência; medidas de segurança; adolescencia; bem-estar dos estudantes

Inseguridad ante la delincuencia

La inseguridad es una categoría amplia que se vincula con dos dimensiones de la experiencia del delito por parte de la ciudadanía: su condición material y su simbolización. La primera corresponde a la condición objetiva de la inseguridad, y está ligada a la incidencia delictiva en determinada localidad. Con base en este referente empírico puede cuantificarse la probabilidad de convertirse en víctima de un delito. La segunda dimensión aborda la forma en que los individuos interpretan el riesgo de victimización y construyen la posibilidad de sufrir un daño (Bar-Tal & Jacobson, 1998). Sin embargo, no siempre la interpretación del riesgo coincide con los niveles objetivos de inseguridad.

Un concepto utilizado para aproximarse a la simbolización de la inseguridad es el miedo al crimen, que consiste en una “respuesta emocional de temor o de ansiedad frente al crimen o a símbolos que la persona asocia con el crimen” (Ferraro, 1995, p. 4). Puede experimentarse en relación a la propia integridad o a la propiedad personal, ya sea en el momento actual de peligro o como reacción a un peligro potencial (Amerio & Roccato, 2005). Posteriores elaboraciones del concepto han señalado que no se limita únicamente a la dimensión afectiva, sino que incluye la posibilidad percibida de victimización como componente cognitivo, y las conductas restringidas debido al temor, como componente conductual (Lorenc et al., 2012). El miedo puede ser funcional cuando permite anticipar la amenaza y adoptar precauciones rutinarias sin afectar la calidad de vida (Gray, Jackson & Farrall, 2011).

La forma en que se construye simbólicamente la inseguridad tiene múltiples implicaciones en materia de salud. Eleva el nivel de estrés, lo cual provoca cambios físicos como el aumento de la frecuencia cardiaca y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Provoca conductas no saludables para manejar el estrés como fumar, lo que aumenta el riesgo de aparición de enfermedades (Pearson & Breetzke, 2013). Contribuye al deterioro de la salud mental, pues se relaciona con sintomatología de ansiedad, somatización, depresión y malestar psicológico (Villareal & Yu, 2018). Además promueve conductas de evitación que limitan la movilidad fuera del hogar, aspecto que disminuye la participación en actividades sociales y la actividad física, favorece el aislamiento, la reducción de la cohesión social y la disminución de la satisfacción vital (Lorenc et al., 2012), especialmente en función del nivel de victimización y la cantidad de medidas de protección implementadas (Martínez-Ferrer, Ávila, Vera, Bahena & Musitu, 2016).

La construcción simbólica de la inseguridad no supone únicamente a un sujeto individual que responde cognitiva, afectiva y conductualmente ante la amenaza del delito, en función de la incidencia delictiva o las experiencias previas de victimización directa o indirecta. El sujeto interpreta y responde ante la delincuencia a través de símbolos que comparte con sus grupos de referencia al participar en procesos sociales de interpretación de riesgos (Béland, 2007). Además de la preocupación individual por convertirse en víctima del delito, experimenta una preocupación pública sobre diversos elementos contextuales que exacerban la inseguridad (Vieno, Roccato & Russo, 2013), como el nivel de desigualdad social, la desconfianza hacia instituciones como la policía (Gaitán-Rossi & Shen, 2018) y signos de desorden comunitario, como edificios abandonados, uso de drogas, conflictos frecuentes, o el incremento de personal militar y paramilitar (Villareal & Yu, 2018).

Para aproximarse a este fenómeno multidimensional, en el presente estudio se emplea el concepto de sentimiento de inseguridad, el cual hace referencia a "un entramado de representaciones, discursos, emociones y acciones" (Kessler, 2011, p. 35). Se asume que las emociones no están separadas de la razón, sino que se encuentran ligadas a un marco interpretativo que le brinda sentido y obliga a los sujetos a adoptar una posición acerca de las causas de la delincuencia y las estrategias requeridas para su control. Por lo tanto, el sentimiento de inseguridad no sólo tiene una dimensión cognitiva y emocional, sino también política, ya que expresa la demanda de los ciudadanos acerca de la capacidad del Estado de garantizar un nivel aceptable de riesgo ante la delincuencia. Finalmente, tiene una dimensión práctica, pues se vincula con acciones individuales y colectivas para la gestión de la inseguridad, basadas en el marco interpretativo del sujeto (Kessler, 2011).

Una forma de aproximarse al sentimiento de inseguridad es a través de los relatos que construyen los sujetos y en los que expresan no solo sus experiencias personales, sino su preocupación, las causas percibidas o las soluciones propuestas. Estos relatos pueden variar según la intensidad de su preocupación, de tal forma que los relatos de complicidad delito-subversión y de alterofobia y encierro, corresponden a una preocupación alta; los de degradación moral, de la crisis social, de estigmatización y de inseguridad jurídica, son de preocupación media; mientras que los de cuestionamiento de la inseguridad y negación del temor son de preocupación baja. Pragmáticamente, el sentimiento de inseguridad se expresa en el proceso de gestión de la inseguridad, el cual dependerá de la evaluación que se realice del peligro del entorno, el acceso a dispositivos de seguridad y la decisión de delegar o hacerse cargo de la propia protección mediante acciones personales (Kessler, 2011).

El contexto de estudio: Mexicali, Baja California

Según la Encuesta Nacional de Victimización y percepción sobre seguridad pública (Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 2019), el 38.1% de los hogares en Baja California tuvo al menos una víctima de delito durante el 2018, y el 33.8% de las personas de 18 años o más fueron víctimas de algún delito en el estado. Del total de delitos cometidos, se estima que en el 40.1% de los casos la víctima estuvo presente y en el 80.7% manifestó haber sufrido daño, principalmente de tipo económico (55.7% de los casos). En 2018 el costo total a consecuencia de la inseguridad y el delito en Baja California fue de 286.3 millones de pesos, aproximadamente. En cuanto a la cifra negra, se calcula que sólo se denunció el 16.1% de los delitos, por lo que cerca del 84% quedaron sin denunciar. Aún así, el 73.8% de la población consideró a la inseguridad como el problema más importante en el estado, por encima de problemas asociados como la falta de castigo a los delincuentes (37.2%), la corrupción (34.9%) o el narcotráfico (23.9%). De acuerdo a la Subsecretaría del Sistema Estatal de Seguridad Pública (2017), Mexicali fue el segundo municipio en términos de incidencia delictiva, con el 36.33% de los casos. Ocupó el primer lugar estatal especialmente en delitos de robo: robo a comercio (39.04%), otros robos sin violencia (40.31%), robo simple en vía pública (40.49%), robo con violencia a casa (41.15%) y robo a casa habitación (42.33%). Desde el 2012, los delitos sexuales y el homicidio se han mantenido estables, mientras que delitos como amenazas, lesiones dolosas y violencia familiar se han incrementado. Data Cívica (2018) registró 227 personas desaparecidas en Mexicali, de las cuales 136 fueron hombres y 91 mujeres.

El Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California (2017) reveló que las principales preocupaciones de la población de Mexicali fueron ser víctima de un delito (95.6%), y que un familiar sea afectado por la drogadicción (60.3%). Un 75.4% mencionó que la inseguridad aumentó en su municipio y el 61.3% que aumentó en su colonia. Entre las principales causas percibidas de la inseguridad mencionaron la falta de vigilancia policial; el consumo de drogas, y la falta de preocupación y control de los padres.

La desigualdad de género favorece el asesinato de mujeres y niñas o femicidio, término desarrollado por Radford y Russell (1992) para referirse al asesinato de mujeres cometido por hombres y motivado por cuestiones de odio, desprecio, placer o por creer que la mujer les pertenece. Lagarde (2006) retomó el término (femicide) y lo tradujo como feminicidio, para evidenciar las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres, y para señalar la responsabilidad del Estado al dejar estos crímenes en la impunidad. En México, se emplea el término feminicidio y se tipifica como tal cuando existe alguna de las siguientes situaciones: la víctima presenta signos de violencia sexual de cualquier tipo; a la víctima se le han infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia; existen antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar, del sujeto activo en contra de la víctima; ha existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza; existen datos que indican que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima; la víctima ha sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la privación de la vida; el cuerpo de la víctima ha sido exhibido en un lugar público (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), 2019). El feminicidio es la manifestación más extrema de violencia contra las mujeres, al cual son especialmente vulnerables mujeres en situación de precariedad económica, migrantes, con empleos marginales, o que son excluidas socialmente por el consumo de sustancias o el trabajo sexual.

Debido a que las encuestas sobre inseguridad suelen considerar a personas mayores de 18 años, e incluso los pocos estudios sobre el sentimiento de inseguridad han sido realizados con adultos (Almanza, Romero & Gómez, 2018), los objetivos de este estudio son comprender el sentimiento de inseguridad, analizar las condiciones contextuales vinculadas al sentimiento de inseguridad y, explorar las dimensiones personal y pública del sentimiento de inseguridad de estudiantes de secundaria de Mexicali. La dimensión personal abarca el sentido otorgado a la inseguridad, la afectividad y las estrategias empleadas para protegerse, mientras que la dimensión pública abarca la interpretación del origen de la delincuencia, el posicionamiento respecto a las estrategias requeridas para su abordaje y la responsabilidad otorgada a los actores sociales ante el problema.

Metodología

Diseño

Se realizó un estudio con diseño de Teoría Fundamentada. Específicamente se retomó la propuesta de Charmaz (2010), a partir de la cual se asume la influencia de teorías previas en la construcción de la teoría local.

Participantes

Los participantes fueron seleccionados de forma propositiva, teniendo como criterios ser alumno de una secundaria pública de la zona urbana de Mexicali y que estuviera ubicada en una colonia perteneciente al cuarto cuartil en términos de incidencia delictiva en Mexicali durante los últimos cinco años. En total participaron 65 adolescentes de 14 a 16 años inscritos en cinco escuelas públicas de Mexicali, 35 mujeres y 30 hombres que se distribuyeron en diez grupos focales, como se muestra en la tabla 1.

Tabla 1: Distribución de los participantes en los grupos focales 

Procedimiento

Una vez que los investigadores gestionaron los permisos necesarios para realizar la investigación en escuelas secundarias públicas de Mexicali, el contacto inicial con los participantes fue realizado por personal de la escuela, quienes los conducían a un aula donde se encontraban los investigadores, quienes se presentaban, explicaban el propósito del estudio y revisaban conjuntamente el consentimiento informado. Los participantes podían rechazar participar o retirarse en cualquier momento del estudio. Se realizaron diez grupos focales, cinco con hombres y cinco con mujeres, asumiendo que el sentimiento de inseguridad es diferente entre hombres y mujeres, y que expresar dicho sentimiento sería más fácil en grupos del mismo sexo. Se tomó esta decisión debido a que, aunque la vulnerabilidad de jóvenes en la frontera norte de México se ha incrementado en los últimos años por la inseguridad asociada al crimen organizado (Almanza et al., 2018); hombres y mujeres presentan una vulnerabilidad diferenciada ante la inseguridad en el espacio público. Mientras las mujeres suelen enfrentar situaciones como el acoso sexual, los hombres se enfrentan con mayor frecuencia a delitos como la desaparición forzada y los homicidios (Organización Mundial de la Salud (OMS), 2020). Los grupos focales se desarrollaron en una sola sesión con una duración de treinta a cuarenta y cinco minutos. Las sesiones fueron grabadas en audio para su posterior transcripción y se elaboraron notas al término de cada sesión. Se llevaron a cabo grupos focales hasta alcanzar la saturación teórica.

Instrumento

Para conducir los grupos focales se empleó una guía con los siguientes temas:

  • a) Concepción de inseguridad;

  • b) Situaciones asociadas a la inseguridad en la colonia, escuela y otras zonas de la ciudad;

  • c) Experiencias personales asociadas a la inseguridad;

  • d) Emociones asociadas a la inseguridad;

  • e) Consecuencias de la inseguridad;

  • f) Estrategias ante la inseguridad;

  • g) Causas percibidas de la delincuencia;

  • h) Propuestas para reducir la delincuencia; e

  • i) Propuestas para prevenir la incorporación de jóvenes a la delincuencia

Análisis de datos

Para el análisis de los datos se empleó el software MAXQDA versión 12. Se elaboraron notas de los textos, y luego se procedió a la codificación abierta, selectiva y axial. Posteriormente se realizó la codificación teórica, y se elaboró tanto un mapa visual como una integración narrativa que diera cuenta de las condiciones contextuales vinculadas al sentimiento de inseguridad y de los elementos que lo configuran.

Resultados

A continuación se presentan las categorías principales que emergieron a partir del análisis de los datos. En un primer momento se abordarán las condiciones contextuales vinculadas a la construcción del sentimiento de inseguridad en los adolescentes. Después se presentará la dimensión personal del sentimiento de inseguridad, que abarca los pensamientos, emociones y prácticas vinculados a la delincuencia. Finalmente, se muestra la dimensión pública del sentimiento de inseguridad, la cual incluye asumir una posición respecto a las causas de la delincuencia, las estrategias para su disminución y prevención, así como la responsabilidad de los actores sociales ante el problema.

Condiciones contextuales vinculadas al sentimiento de inseguridad

El sentimiento de inseguridad se construye a partir de diversas condiciones contextuales. En primer lugar, se encuentran las situaciones vinculadas a la inseguridad, que incluyen tanto delitos como situaciones violentas o preocupantes no necesariamente tipificadas como delitos. Principalmente se mencionaron sucesos que ocurren en las colonias, como el robo y los conflictos en la comunidad (golpes, amenazas, e incluso disputas entre pandillas y balaceras), en menor medida fueron señalados los asaltos y las incivilidades, que involucran actos como el grafiti, conducir autos a gran velocidad, carreras clandestinas, fabricación de armas personales o disparos al aire.

El narcotráfico es una situación particular que tiene diferentes formas de influir en el sentimiento de inseguridad. La venta de drogas en las colonias deriva en el incremento del consumo de sustancias en la vía pública y el deterioro psicosocial de los consumidores, quienes suelen realizar actos delictivos para mantener el consumo. El narcotráfico también se vincula con el uso de la violencia y la desaparición, otra situación que ocurre con poca frecuencia pero que preocupa, principalmente a las adolescentes:

A mí desde chiquita me ha dado miedo que me manden a la tienda… siempre pienso que va a llegar un carro y me va a secuestrar, y que van a hacer cosas malas conmigo y a mí me da pavor. (grupo focal uno, mujeres)

Las situaciones que ocurren en la colonia son las más cercanas a los adolescentes en la vida cotidiana, pero el sentimiento de inseguridad también se construye a partir de situaciones que ocurren en otras zonas de la ciudad. Los participantes señalaron que fuera de sus colonias ocurrían principalmente delitos violentos como homicidios, feminicidios, desapariciones, asaltos y violaciones; mientras que en sus colonias se presentaban con mayor frecuencia delitos de bajo impacto. También señalan que, en la escuela y sus alrededores sucede principalmente el robo al interior de la escuela y peleas entre estudiantes, aunque en algunas escuelas ocurren delitos como el acoso, la desaparición, el asalto o la venta de drogas. En comparación con otros espacios, la escuela es percibida como un espacio de protección ante la delincuencia.

Los delitos de alto impacto se construyen en su imaginario como anclados a espacios distantes o la periferia de la ciudad. Una posible implicación de este hallazgo es que busquen sentirse protegidos al minimizar el riesgo dentro del espacio más cercano y maximizarlo en espacios alejados a los que no pertenecen. Por otra parte, puede significar que perciben una segmentación espacial de los delitos violentos basada en la desigualdad social y económica (Gaitán-Rossi & Shen, 2018).

Las situaciones que más sufren directa e indirectamente son el robo y el asalto, lo cual coincide con lo reportado por la Subsecretaría del Sistema Estatal de Seguridad Pública (2017) y en estudios previos con adolescentes (Hernández-Gómez & Lucio, 2013). En el caso de las mujeres, expresaron la vivencia constante del acoso sexual en la colonia, la escuela y el tránsito entre ambos espacios, cometido principalmente por hombres “comunes” o “normales”. A diferencia de ellas, el acoso no fue percibido como una situación amenazante por adolescentes varones, pues las mujeres son principalmente acosadas por hombres y el acoso no es problematizado por éstos en su adolescencia (Meza, 2013). Cops y Pleysier (2011) afirman que la adolescencia es un momento crítico para el incremento de la inseguridad en mujeres adolescentes y se liga especialmente a la vulnerabilidad hacia los delitos sexuales.

Respecto a los actores ligados a la inseguridad, las y los adolescentes destacan que los delitos o situaciones violentas, son cometidos principalmente por hombres desconocidos o cualquier persona. Lo que implica una generalización del riesgo, que si bien recuerda la necesidad de emplear continuamente medidas de precaución en la calle, tiene repercusiones en el tejido social, como la pérdida de la confianza en el otro (Gray et al., 2011).

El delito también se asocia con tipos sociales marginados o estigmatizados. Los participantes identifican figuras amenazantes como el “cholo” (miembro de pandillas), o el “narco” (perteneciente a grupos del crimen organizado). Aunque el narcotráfico se naturalice en ciudades fronterizas como Mexicali y se llegue a concebir como un trabajo, la comisión de delitos violentos vinculados a esta actividad provoca una ruptura de su normalización cotidiana. Cabe señalar que la principal figura ligada a la inseguridad fue el “tecolín”, una persona caracterizada por el deterioro provocado por el consumo de drogas y la realización de actos delictivos para mantener su consumo. Este hallazgo coincide con la percepción ciudadana de que el consumo de drogas es una de las principales causas de la inseguridad en Mexicali (Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California, 2017).

Un tema emergente en el estudio fue la policía, pues los adolescentes la perciben como una institución ausente. No sólo porque no existen comandancias en su colonia, sino porque los policías no acuden o lo hacen tardíamente, e inclusive aunque estén presentes no actúan eficazmente ante la delincuencia. Otro tema es el de la corrupción, que se manifiesta en la solicitud de cuotas, o el estar “comprados”, lo cual conlleva a no aprehender a los delincuentes o bien, liberarlos sin haber acudido a la comandancia. Adicionalmente, Señalaron el abuso de poder que se expresa en la práctica cotidiana de detener a las personas para obtener dinero o aprehender jóvenes al asumir que están relacionados con la delincuencia. Algunos participantes hablaron de la falta de autoridad de la policía, pues en ciertas zonas le temen a los delincuentes o la comunidad requiere organizarse para su auto-defensa:

“Donde yo vivo están tomando su propia ley, porque a cualquier “cholo”, cualquier ‘tecolín’; los están matando. Como no hace nada la policía; las mismas personas de ahí los están matando”. (Grupo focal tres, mujeres)

La construcción de la inseguridad por parte de los jóvenes se vincula con factores estructurales como la corrupción y el funcionamiento de la policía (Molina-Coloma, Reyes-Sosa & Larrañaga-Egilegor, 2015). Ante la desconfianza hacia la institución y el desamparo, es el individuo quien se hace responsable de su propia seguridad en la cotidianidad (Martínez-Ferrer et al., 2016), y este proceso inicia desde la adolescencia.

La dimensión personal del sentimiento de inseguridad

En su dimensión personal, los participantes construyen un significado acerca de la inseguridad, experimentan diversas emociones y realizan acciones para protegerse. Y aunque estos elementos se presentan de forma diferenciada, son parte de una misma configuración.

Para los participantes, la inseguridad significa sentir que “algo te va a pasar”, es decir, la anticipación subjetiva de un riesgo inespecífico en el ambiente. En los varones, también representaba estar expuesto a un delito, mientras que en las mujeres, se vinculaba principalmente con una consecuencia cotidiana, como no salir a la calle. La emoción fundamental asociada a la inseguridad es el miedo, tal como se ha reportado en estudios previos (Reyes-Sosa & Molina-Coloma, 2018; San Martín, 2012). De forma secundaria, se mencionó la tristeza o un malestar general. En menor medida, la inseguridad les genera emociones como enojo, sentimientos de desconfianza o la sensación de que es algo normal.

Existen tres consecuencias psicosociales ligados al sentimiento de inseguridad: no salir a la calle, la forma en que salen a la calle y la protección por parte de sus padres. El no salir a la calle limita sus salidas, ya sea solos o acompañados, y por ende su socialización. Al salir a la calle se modifica la forma de experimentar su vivencia en ésta, pues sienten preocupación, desconfianza y tienen que estar vigilantes. El sentimiento de inseguridad representa un indicador de la modificación de las relaciones sociales en el espacio público, que se configura como un espacio de riesgo continuo donde se erosiona la confianza en el otro (Lorenc et al., 2012). En contraste con los adultos, la seguridad de los adolescentes depende en cierta medida de sus padres, quienes incrementan las medidas de protección al prohibir o monitorear las salidas, acompañarlos en los trayectos y seleccionar los lugares que visitan:

“Yo antes salía… como tarde… y llegaba a mi casa tarde, noche… y ahora ya casi no, ya no salgo por lo mismo”. (grupo focal nueve, hombres)

Los adolescentes generan múltiples estrategias para protegerse en la calle. Las principales son cambiar los horarios de salida, salir acompañados, estar alerta, evitar lugares peligrosos, cambiar de ruta o no mostrar sus pertenencias. Especialmente las mujeres, señalaron que modificaban su imagen para evitar el acoso, avisaban continuamente sobre las salidas a sus padres, y mantenían relaciones con la comunidad para que las protegieran. En casos mínimos se mencionaron como estrategias el andar con armas (aerosoles o navajas) y confrontar a los delincuentes:

“…de todas formas me voy con un arma… tengo armas, tengo una navaja… porque nunca sabes cuándo te pueden hacer algo”. (grupo seis, hombres)

Cabe destacar que la mayor parte de las estrategias están dirigidas a la protección personal y la evitación del delito, pero no se generan estrategias colectivas preventivas o correctivas ante la delincuencia. Las estrategias colectivas son articuladas principalmente por los adultos, pues en zonas donde se presentan delitos de alto impacto, hacen referencia a la auto-defensa o la policía comunitaria, signo de las omisiones del Estado en materia de seguridad.

Se establecieron relaciones entre las categorías asociadas a las condiciones contextuales y la dimensión personal del sentimiento de inseguridad. Como criterios para relacionar las categorías se consideró que los vínculos fueran teóricamente plausibles y que aparecieran al menos en la mitad de los casos. En la Figura 1 se muestra la integración de los elementos principales que configuran la dimensión personal del sentimiento de inseguridad. Cabe mencionar que en esta integración se incluyen las categorías compartidas entre los grupos de hombres y mujeres.

Figura 1: Dimensión personal del sentimiento de inseguridad en estudiantes de secundaria de Mexicali, Baja California. Fuente: elaboración propia. 

La dimensión pública del sentimiento de inseguridad

Esta dimensión conlleva un posicionamiento del individuo ante la inseguridad como problema público. Abarca las concepciones sobre el origen de la delincuencia, y las medidas requeridas para su abordaje. Específicamente, se identificaron las causas percibidas de la delincuencia, y las estrategias que proponen los adolescentes para reducir la incidencia delictiva o prevenir que jóvenes se incorporen en ella. Asimismo, mencionaron diversos actores que pueden implementar dichas estrategias.

La principal causa identificada de la delincuencia fue la familia, pues los participantes consideran que las personas cometen delitos por aspectos como la falta de educación, el mal ejemplo de los padres, el maltrato, la falta de atención, la permisividad, conflictos dentro de la familia o incluso la ausencia de los padres. El consumo de drogas fue la segunda causa más importante:

“Aparte consume y empieza a robar por lo mismo, por la adicción que lo vuelve más adicto. Y como no trabaja ni nada…” (grupo focal ocho, hombres)

Posteriormente aludieron a causas de tipo estructural, como la necesidad económica o la falta de empleo. También mencionaron causas individuales, como que no les gusta trabajar o el placer por delinquir, que abarca el deseo de hacer daño o sentirse poderoso. Las mujeres señalaron como causa a la enfermedad mental, debido a traumas infantiles o un “coraje interno”.

Las estrategias propuestas para reducir la delincuencia incluyen cumplir las leyes y mejorar la policía. Para los participantes, cumplir la ley significaba evitar la corrupción, encarcelar a los delincuentes y no dejarlos salir. Respecto a la policía, consideran que debe participar más activamente en las colonias, acudir oportunamente, aumentar la cantidad de miembros y no temer a los delincuentes. Los varones proponen especialmente aumentar la vigilancia en las calles, cambiar las leyes (ya sea para el aumento de las penas o la legalización de la droga) e incluso la auto-defensa, a través del cierre de calles, la vigilancia colectiva o la creación de una policía comunitaria. Las mujeres sugieren específicamente el desarrollo de medidas sociales, en materia de educación, vivienda, empleo y alimentación. La mirada de los varones resulta más punitiva y la de las mujeres más preventiva.

Predominan las estrategias vinculadas a los discursos oficiales de seguridad para priorizar la disminución a corto plazo de la inseguridad pública y generar condiciones contextuales para sentirse protegido. Para prevenir que los jóvenes se incorporen a la delincuencia, los participantes mencionaron la supervisión de los padres y la creación de oportunidades, en términos de espacios recreativos y deportivos, opciones laborales, servicios de orientación y fomento de valores:

“Si no puedes darle suficiente pan debes llenarlo de valores para que no caiga en el mal”. (grupo focal cinco, mujeres)

Otras estrategias mencionadas con menor frecuencia incluyen cuidar las amistades, prevención de adicciones y favorecer la rehabilitación, así como mejorar la calidad de la educación y promover la continuidad de los estudios. Respecto a los actores responsables de actuar para reducir y prevenir la delincuencia, destacan la participación de la policía y de los padres. En el estudio de San Martín (2012), se percibió a los padres y madres de familia como actores principales en la prevención del delito por su papel en la formación de ciudadanos y monitoreo en etapas críticas de su desarrollo, mientras que se atribuyó a la policía un papel central en la reducción de la incidencia delictiva, como instancia de vigilancia, control y castigo.

Finalmente, se establecieron relaciones entre las categorías asociadas a las condiciones contextuales, con las categorías asociadas a la dimensión pública del sentimiento de inseguridad. Los elementos principales que configuran la dimensión pública del sentimiento de inseguridad aparecen en la Figura 2. Tal como se realizó en la dimensión personal, se integran únicamente las categorías compartidas entre los grupos de hombres y de mujeres.

Figura 2: Dimensión pública del sentimiento de inseguridad en estudiantes de secundaria de Mexicali, Baja California. Fuente: Elaboración propia. 

Conclusión

El sentimiento de inseguridad en adolescentes se conforma a partir de condiciones contextuales como la ocurrencia de delitos o situaciones violentas en múltiples espacios, las experiencias de victimización, la presencia de figuras amenazantes y la forma en que actúan instituciones como la policía. Al igual que en los adultos, el robo y el asalto son los delitos que más sufren los adolescentes de forma directa e indirecta. Sin embargo, delitos de alto impacto que ocurren con menor frecuencia, como homicidios, feminicidios o desapariciones, juegan un papel fundamental en su construcción simbólica de la inseguridad. Los adolescentes identifican la ocurrencia de delitos comunes en su colonia, y de delitos de alto impacto en otras zonas de la ciudad. Lo que implica la construcción de la colonia como un lugar seguro y de las zonas alejadas como lugares inseguros.

A pesar de que los varones identifican delitos violentos contra las mujeres en espacios distantes o ajenos a su vida cotidiana, el acoso sexual en sus contextos inmediatos suele pasar desapercibido. Para las mujeres, el acoso sexual afecta su movilidad y la forma en que experimentan la ciudad. Además, crea condiciones de vulnerabilidad hacia delitos que atentan contra su desarrollo psicosexual y su vida. Sin embargo, las encuestas no suelen registrar este tipo de violencia naturalizada a la que están expuestas y que contribuye al reporte de mayores niveles de miedo en mujeres (Cops & Pleysier, 2011).

Las y los adolescentes perciben que las figuras amenazantes en su localidad son varones. Disminuir la inseguridad pública requiere la construcción de masculinidades alternativas, a fin de promover formas no violentas de resolver conflictos, sobrevivir económicamente o ejercer la sexualidad. Aunado a ello, perciben como amenazante la presencia en las calles de personas que han sufrido un deterioro físico, psicológico, social y económico debido a las adicciones. Por lo tanto, generar ambientes seguros para los adolescentes demanda revisar las políticas públicas en materia de adicciones y desarrollar programas eficaces de rehabilitación para los sectores en mayor vulnerabilidad social.

Generalmente la escuela constituye un espacio de protección respecto a la delincuencia, por lo que al salir de ella y regresar a sus colonias, los adolescentes vuelven a ser vulnerables. Por lo tanto, los programas de prevención social del delito requieren priorizar los sitios donde ocurren los delitos, especialmente los de alto impacto.

El sentimiento de inseguridad puede convertirse en una barrera psicosocial en el desarrollo del adolescente, si restringe severamente la posibilidad de ejercer su autonomía e independencia al transitar en el espacio público, la generación de relaciones sociales y la acumulación de experiencias que promueven su bienestar. En estudios posteriores puede explorarse si ante la inseguridad los adolescentes recurren en mayor grado a espacios cerrados o virtuales como medio de socialización.

Las estrategias implementadas por adolescentes para protegerse en las calles, demuestran su resistencia ante el encierro; a la vez que representan una negociación entre mantener la movilidad y ceder ante los riesgos del espacio público. El uso de tales estrategias también muestra que desde la adolescencia los individuos comienzan a asumir implícitamente la cuestión de la seguridad como una responsabilidad personal. La dimensión pública del sentimiento de inseguridad revela que desde la adolescencia se empieza a construir un posicionamiento ante este problema, y que se requiere promover la construcción de ciudadanía a partir de la discusión crítica de asuntos locales.

Desde su perspectiva, las causas de la delincuencia se inscriben especialmente en el sujeto o en la familia más que en la estructura social y económica, o en el funcionamiento del Estado. Su crítica se enfoca esencialmente en la actuación de la policía y la corrupción, por lo que sus propuestas se dirigen en mayor medida al aumento de la vigilancia y el fortalecimiento del orden legal. Los programas de prevención social del delito requieren incorporar las voces de los adolescentes, ya sea para identificar espacios y situaciones donde se sienten más vulnerables, como diseñar estrategias para impedir la participación de jóvenes en actividades delictivas. Su implementación requiere la colaboración de actores clave como los padres de la familia y la policía, así como la escuela que funge como un espacio de protección.

Entre las limitaciones del estudio, se encuentra que los hallazgos se enfocan en escuelas públicas ubicadas en zonas con altos niveles de incidencia delictiva, por lo que futuros estudios podrían analizar las diferencias en el sentimiento de inseguridad en base al nivel de incidencia delictiva de la colonia y del nivel socioeconómico de los adolescentes. Finalmente, se recomienda la realización de estudios etnográficos en contextos donde los adolescentes se encuentran en mayor nivel de vulnerabilidad, a fin de conocer nuevas dimensiones vinculadas al sentimiento de inseguridad.

Agradecimientos

Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto El sentimiento de inseguridad ante la delincuencia en jóvenes de Mexicali, Baja California, financiado por PRODEP con número de oficio 511-6/2019.-7930

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Declaración de contribución de los autores: AA y AG diseñaron la investigación y realizaron el trabajo de campo, todos los autores discutieron y analizaron los resultados. AA realizó la escritura del manuscrito con apoyo de AG. AC realizó la lectura crítica del documento y contribuyó a su versión final.

Editor de sección:El editor de sección de este artículo fue Jorge Chávez. ORCID ID: 0000-0002-8123-6431

Recibido: 29 de Junio de 2020; Aprobado: 06 de Julio de 2021

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