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Psicología, Conocimiento y Sociedad

versión On-line ISSN 1688-7026

Psicol. Conoc. Soc. vol.6 no.2 Montevideo nov. 2016

 

Tiempos de individualización y narcisismo: el monólogo colectivo en los vínculos de intimidad1

 

Times of individualization and narcissism: The collective monologue within intimate relationships

 

Dariela Sharim

Universidad Católica de Chile (Chile)

 

Historia Editorial

Recibido: 13/04/2016

Aceptado: 30/09/2016

 

Resumen

Se discuten los resultados de una investigación cualitativa sobre los vínculos de intimidad en tiempos de individualización, donde se recogieron relatos biográficos de las historias de pareja de hombres y mujeres jóvenes y adultos, así como su discurso colectivo a través de grupos focales. La perspectiva de análisis articula las transformaciones sociales asociadas a la hipermodernidad con las herramientas del psicoanálisis relacional. Los hallazgos muestran un patrón de empobrecimiento de los vínculos, asociados a la percepción de amenaza que se atribuye a la dimensión de dependencia de éstos. Proponemos una comprensión donde el vínculo íntimo, más que un estado a alcanzar, hable de un proceso susceptible de quiebres y reparación. Esto significa focalizar en el espacio de terceridad que implican estos lazos afectivos, en lugar de una lógica dicotómica propia del ideal de complementariedad.

Palabras clave: intimidad; parejas; transformaciones culturales; Chile

 

Abstract

The results of a qualitative study on couples and intimate relationships in times of individualization are discussed. The study is based on life stories of young and adult men and women, regarding their couple experiences, and on focus groups, oriented to approach the collective discourse regarding intimate relationships. The analysis articulates social transformations of hypermodernity with developments from relational psychoanalysis. The findings show a pattern of impoverishment of intimate bonds, associated to threat and dependence. A new possible understanding is suggested where intimacy, rather than a state to be achieved, refers to a process of breaks and repairs. This perspective entails shifting the focus from a dichotomous logic of complementarities within couples, to the space of thirdness created by bonds.

Key words: Intimacy, Couples, Cultural transformations, Chile.

 

 

Introducción

Cómo se vivencia la relación de intimidad y la manera en que se lidia con los conflictos y las diferencias interpersonales hoy día en Chile es la pregunta que ha sostenido una línea de investigación que indaga en las tensiones subjetivas entre la individualización, ligada a la autonomía, y el proyecto compartido, ligado a la trama vincular. En otros términos, nos interrogamos acerca del lugar que tiene el otro en la vida y proyecto personal en tiempos que exacerban la autosuficiencia.

Esta pregunta se vincula con las maneras en que se configuran las relaciones interpersonales bajo las condiciones propias de la sociedad contemporánea, marcada por los procesos de individualización, los que tiñen el contexto social con los mandatos de autodefinición y desarrollo personal en tanto indicadores de “éxito”.

Para su abordaje se han considerado las relaciones de pareja en sus dimensiones de intimidad, sexualidad y de amor, en tanto pilares importantes de la legitimación y horizonte de expectativas a partir de los que este vínculo es sostenido y evaluado (Aboim, 2009; Bozon, 2002; De Singly, 1996, 2005; Giddens,1992; Kaufmann, 1999; Martuccelli, 2006). Así también estos tres aspectos de la relación de pareja dan cuenta de la experiencia personal como articuladora de las dimensiones subjetivas y sociales involucradas (Goldner, 2009; Moreno, 2008). De este modo, la intimidad desafía a una definición que explique su recorrido desde connotar la privacidad de la vida de la pareja a comienzos del siglo XX (Bozon, 2009; De Cristóforis, 2009) hasta nuestros días en que se homologa a la dependencia, asociada a una cierta amenaza a la autonomía personal (Fernández, 2004; Sharim, Araya, Carmona & Riquelme, 2011).

El amor y la sexualidad, por su parte, expresan la tensión entre la seguridad y la pasión y se ven expuestos al actual discurso-exigencia de integración en la pareja que enfatiza los proyectos personales de cada uno de sus integrantes; la atracción sexual, la confianza y la comunicación como claves para la consolidación de la relación (Giddens, 1992; Luhmann, 1985; Mitchell, 2001; Moreno, 2008). Tensión que ha transitado así desde el amor y la pasión como opuestos, hasta hoy día en que se proponen y esperan como sinérgicos (Goldner, 2008). Nuestra perspectiva incluye asimismo una mirada de género que es transversal a estas tres dimensiones de la relación de pareja en tanto permite analizar las diferencias y asimetrías en los vínculos íntimos (Dimen & Goldner, 2002).

En este artículo se discuten algunos de los resultados de una investigación cualitativa realizada en Santiago de Chile entre 2013 y 2015. A partir de ellos se problematiza acerca del modo particular en que se despliegan las transformaciones socio-culturales asociadas a la individualización descritas en las sociedades del primer mundo.

 

Transformaciones socioculturales y sus implicancias en las relaciones de pareja

La sociedad actual no responde a los referentes de la modernidad clásica, en tanto no define de antemano el lugar que viene a ocupar el individuo dentro de la trama social. Los grandes relatos modernos, las fuerzas en pugna, las grandes dicotomías de antaño, la lucha de clases y la división del trabajo, la religión como matriz de la identidad, las instituciones y su peso social, todo aquello que estructuraba la subjetivación de “los modernos”, queda paulatinamente en un segundo lugar. Las interpretaciones han sido variadas. Para algunos, ello ha sido interpretado como la emergencia de una cultura “caracterizada por una tendencia global a reducir relaciones autoritarias y dirigistas y, simultáneamente, a acrecentar las opciones privadas, a privilegiar la diversidad” (Lipovetsky, 1986, p. 19). Lo que implicaría, en términos de este autor, que viviríamos en la “era del vacío”. En este juego de elecciones, la persona se iría aislando activamente de lo social, dejando atrás los imperativos modernos, expresándose en el hedonismo, la laxitud y precariedad de los lazos (Bauman, 2002). Otros han subrayado el hecho que las sociedades contemporáneas, caracterizadas por la creciente destradicionalización y diferenciación, han establecido como mandato principal el “tomar la vida en las propias manos”, una expresión que revela la exigencia a la que se ven sometidos los individuos, en el marco del proceso creciente de individualización, a hacerse cargo de sí y de sus vidas. Un empuje a la autodeterminación y la elección, en el contexto, no obstante, de sociedades cada vez menos predecibles (Beck & Beck-Gernsheim, 2003). En una versión, algo distinta pero no demasiado lejana, se ha sostenido que este proceso de individualización tendría que ser entendido como resultado y al mismo tiempo motor de los procesos de creciente reflexividad (Giddens, 1997). No habitamos ya en el clima de la modernidad que, en palabras de Tajer y Meler (1999), correspondía a un momento histórico donde las identidades masculinas y femeninas se construían en torno a la división del trabajo que de manera excluyente relegaba al hombre a la esfera de lo público y a la mujer al ámbito de lo privado. Estado de cosas que asignaba roles definidos rígidamente a cada sexo. El individuo actual sería un ser sin guías exteriores absolutas y esto se debe, también, al logro de los ideales modernos de democracia e igualdad, de modo que este ha sido puesto en la situación de tener que juzgar por sí mismo y de construir sus propios referentes.

¿Cómo han impactado estas transformaciones en los vínculos de intimidad? ¿Han logrado los procesos de individualización resquebrajar los ordenamientos de género tradicionales que han significado históricamente las relaciones de pareja; las experiencias amorosas y sexuales? ¿O se trata de nuevas formas resignificadas muchas veces de manera tradicional? Los cambios en la misma noción de intimidad dan buenas pistas para ayudar a dimensionar si efectivamente estas transformaciones culturales han ampliado los grados de reflexividad. Intimidad que aparece asociada al modelo de pareja que integra al amor, designando, la cercanía y familiaridad de lo privado en distinción de lo público (De Cristóforis, 2009). La intimidad en una pareja también se ha comprendido como la experiencia de lo genuino y lo seguro. Muy frecuentemente se homologa a cercanía física y a la relación sexual. Sin embargo, hoy aparece además asociada a la fusión y a la dependencia que distan de la experiencia de seguridad antes mencionada. Especialmente en el contexto de individualización, la dimensión de dependencia de la intimidad parece generar cierto resquemor en cada miembro de una pareja (Holmes, 2010). Este autor propone que una transformación sustantiva que traspasara la binariedad aspiración-amenaza, radicaría más bien en una definición de la intimidad como la creación de una “terceridad”, es decir de un espacio distinto al personal, coconstruido por los miembros de una pareja, en el cual se contiene la experiencia de ruptura y reparación; de cercanía y distancia. En la misma línea de una comprensión no binaria de los vínculos de intimidad, Virginia Goldner (2008) reacciona frente a la propuesta de superar la disociación entre la experiencia del amor y la de la pasión integrando la aventura y el erotismo a la pareja conyugal (Mitchell, 2001). Goldner resume la tesis de Mitchell, como el giro entre conceptualizar la degradación del romance como consecuencia del aburrimiento que producen la seguridad y comodidad a través del tiempo y entenderla como consecuencia del inmenso riesgo y vulnerabilidad que implica estar en una relación de dependencia con quien se ama, aun sabiendo que el otro no nos pertenece y que, por lo tanto, está fuera de nuestro control y puede no corresponder nuestro amor. En este sentido, plantea que el matrimonio, en tanto relación de pareja institucionalizada, entregaría “autorización cultural” para evadir los desafíos psicológicos de la intimidad. Propone una comprensión dialéctica de esta tensión, en términos de apego y erotismo. Plantea que las relaciones de pareja si bien proporcionan un elemento de seguridad, no pueden dejar fuera la dimensión del dolor y de la dificultad. La misma autora (Goldner, 2008) agrega respecto a las relaciones de pareja actuales, que están sometidas a la paradoja de los cambios que instalan la dimensión de género en la sensibilidad postmoderna de la construcción cultural; mientras que la sexualidad sigue habitando en el espacio de lo “auténtico”, lo natural a descubrir. Frente a esta complejidad y exigencias para el individuo que conllevan dichos cambios culturales, ha planteado la recurrencia al narcisismo como una verdadera estrategia de la posmodernidad. Se exploraría y experimentaría un nuevo estadio del individualismo en el cual el narcisismo revoluciona las relaciones del sujeto consigo mismo, su cuerpo, con el otro y con el tiempo. Libre de cualquier marco trascendental, la esfera privada cambiaría de sentido, estructurándose sólo por los deseos cambiantes de los individuos. Desde aquí, el deseo individual será el eje que da forma a las relaciones humanas, y que define el devenir del Yo. Será éste su único marco de referencia, vaciando así el lugar del otro en su importancia como constitutivo de la subjetividad. Si bien “los posmodernos” se repliegan de los imperativos y normas que antaño regían el mundo público, en cierto sentido se “liberan” de ello, vuelven a desplegarse en la esfera de lo privado, para vivir ahí sus pasiones y miserias, lo que se ha discutido en versiones tan distintas como las de Beck y Beck-Gernsheim (2001), Giddens (1992), De Singly (1996), o Ehrenberg (2000). Llegan al mundo de las relaciones interpersonales y mientras más desapegados e indiferentes se presentan allí, más involucrados se sienten en la búsqueda de compañía. En el intento de salir de la misma autonomía individual que tanta satisfacción les entrega, la paradoja radica en que el drama más profundo del pretendido desapego es que hombres y mujeres siguen aspirando a la intensidad emocional de las relaciones íntimas, pero cuanto más fuerte es este anhelo, más escaso y breve se hace el milagro fusional, del cual nos habla Lipovestky. El sujeto habita justamente en esta contradicción de definirse por sí mismo relegando al otro a un lugar secundario, pero a la vez, anhelando en la esfera de lo privado un reencuentro idílico para el cual no está preparado. Es así como la soledad, el vacío, la dificultad para sentir y salir de sí mismo al encuentro con otro, se vuelven síntomas contemporáneos y, en lugar de estos anhelos, aparece la búsqueda de experiencias emocionales intensas, extremas, que puedan sustituir el espacio dejado por la ausencia del otro (Lipovetsky, 1986). Dicha tensión entre la lealtad a si mismo y la responsabilidad para con el otro ha sido denominada como "una dialéctica de la fusión y el individualismo" (De Gaulejac & Aubert, 1990, p. 29; Martuccelli, 2006). Autores como Beck & Beck-Gernsheim (2001), centrados en el caso de Alemania, plantean que el amor ha llegado a constituirse como una nueva religión terrenal. A esta suerte de promoción del amor, la vinculan con la acentuación de los procesos de individualización que hacen que este sentimiento se convierta en una expectativa central y en una herramienta de justificación de lo que hemos llamado “monogamia serial”, es decir que las rupturas se resuelven rápidamente con otra relación. Para Giddens, partiendo del caso de Inglaterra, se trataría ahora, de una pareja en la que nuevos registros de expectativas y evaluación ingresan: la sexualidad, la comunicación y el amor, leído éste a partir una nueva concepción o lugar del mismo (Giddens, 1992). Para este autor, estaríamos frente al surgimiento, en el primer mundo, de un nuevo tipo de amor. Este nuevo amor y el acento en la pareja no estaría puesto en el encuentro fusional, sino, más bien en la búsqueda de un encuentro de proyectos individuales, lo que diseñaría un nuevo modelo de relación más democrática, cooperativa y basada en la negociación. Giddens ha llamado a este tipo de amor, confluente y lo propone como un emergente de los procesos de individualización y expansión de la reflexividad, diferenciándolo del amor pasión y del amor romántico de la tradición occidental (De Rougemont, 1979). Para Roussel (1989) la definición actual de la pareja es la de "un equipo bien ajustado en el cual cada miembro espera resultados satisfactorios para sí mismo" (p. 31). A diferencia del modelo fusional, en el actual la felicidad ya no se centra en la intensidad de la solidaridad afectiva de la pareja. Es más bien el bienestar de cada uno el que mantiene unida a la pareja. Su permanencia en el tiempo estaría supeditada a la evidencia de gratificaciones y ventajas que ésta reportaría a cada integrante. Así, las eventuales rupturas al interior de este modelo, estarían despojadas de su tradicional carácter traumático y dramático, en la medida en que ellas serían parte de su constitución y no un producto de sus contradicciones internas. En la misma línea, otros autores proponen que los individuos en la actualidad buscarían preservar su identidad personal sin estar impelidos al mismo tiempo a renunciar a la compañía de un otro. Ellos anhelarían un tipo de compromiso que les permita vivir con otros sin tener que sufrir demasiadas restricciones personales (De Singly, 2005; Kaufmann, 1993). No obstante, es precisamente en esta relación con el otro, la pareja, en que se encuentra un espacio privilegiado para el reconocimiento indispensable para la afirmación identitaria. La pareja podría ser pensada como una especie de co-realizador/a identitario (De Singly, 1996). Si para las personas la relación con alguien cercano aportara únicamente la revelación del sí mismo, la vida en común no sería necesaria: “para que el trabajo relacional entre dos personas íntimas sea efectuado, el modo de vida por alternancia de las parejas en dos alojamientos, o de las parejas no cohabitantes, podría también ser eficaz. Pero la vida común reposa al menos sobre otros dos intereses: la socialización permanente del respeto al otro y la aceptación del sí mismo desde el otro” (De Singly, 2005, p. 239). Es en este marco en la cual los individuos se enfrentan tanto a la experiencia de desapego de la pareja como de la necesidad afectiva de ésta, de la recomposición de los apoyos y fundamentos de la pareja y las apuestas teóricas acerca de su fragilización o reconstitución que se ha ordenado el marco de la discusión revisada.

Como es evidente, esta discusión se circunscribe a un determinado espacio y tiempo sociocultural: particularmente el europeo. El marco de los procesos socio-culturales y sus consecuencias para la pareja conyugal requieren ser especificados para la realidad chilena en particular.

 

El estudio de la pareja en el Chile actual

En Chile, los cambios socioculturales también se han visto reflejados en las modalidades de organización de la vida cotidiana y de los espacios personales. Sin embargo, la investigación realizada en este ámbito no es muy voluminosa y proviene prioritariamente de estudios acerca de las formas de organización familiar y sus variaciones en las últimas décadas más que expresamente sobre la pareja, razón por la cual la presente revisión recopila muchos estudios principalmente vinculados con el estudio de la familia o de la relación entre los géneros. Por otro lado, dichos estudios han tendido, en su mayoría, a leer estos cambios en el marco de procesos de individualización que afectarían a la sociedad chilena. Individualización, entendida como un proceso en el que cada persona debe definir y elegir por sí misma los valores y las relaciones que contribuyen a su proyecto de vida, en el marco de la diversificación de los mapas culturales que la sociedad ofrece como modelos para la construcción de una identidad personal (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2002). Sin embargo, si se considera que los procesos de individualización social contemplan como rasgos fundamentales las reales oportunidades de elección y condiciones de factibilidad, resulta necesario tener en cuenta que el traslado del concepto de individualización, acuñado para los países del norte, hacia a la realidad de los países de América Latina, con trayectorias diversas en términos de precariedad y vulnerabilidad social, debe efectuarse con cautela (Araujo, 2011; Robles, 2000). En los debates sobre familia, se ha puesto en relieve su proceso creciente de desinstitucionalización (Valdés, 2007), así como la transformación gradual de los modelos relacionales al interior de la misma. Con respecto a la desinstitucionalización, y desde un punto de vista histórico, Valdés (2007) sostiene que en nuestro país, durante el siglo XX, la tasa de nupcialidad comenzó a aumentar hasta el año treinta, manteniéndose más bien estable entre los años cincuenta y noventa, para luego caer abruptamente a principios del presente siglo. En efecto, el año 2005, el INE describía en su Anuario de Estadísticas Vitales una tendencia a la disminución, desde 1990, de la cifra de matrimonios celebrados en nuestro país. Además de esta disminución, se ha observado también un relativo debilitamiento de los modelos tradicionales en la constitución de los hogares, observándose una disminución del modelo de familia nuclear y un aumento de hogares con jefatura femenina (Arriagada, 2007). No obstante, aún se da el predominio de los hogares nucleares biparentales que constituyen el 58,6% de las familias chilenas (Gobierno de Chile, Ministerio de Desarrollo Social, 2009). Estos cambios demográficos están asociados a cambios en los modelos familiares, la definición de los roles de género y los cambios subjetivos en la producción de las identidades de género (Sharim, 2005) y por tanto de los vínculos al interior de esta unidad (PNUD, 2002, 2010). Estos no solo se deben a la aparición de nuevas representaciones sociales y de género sino también a la recomposición de las bases materiales que sostenían el modelo tradicional familiar de separación público-privado/productivo-reproductivo, en el que lo masculino correspondía a los primeros términos del binario y lo femenino a los segundos. Rosemblatt (1995) sostiene que en Chile el modelo de familia moderno-industrial ha ido progresivamente perdiendo soporte, instalándose un modelo neoliberal que ha socavado en cierta forma la figura del hombre proveedor y alentado el trabajo remunerado femenino ante la inestabilidad laboral. Una transformación que, como lo ha mostrado, por ejemplo, un estudio con mujeres trabajadoras, ha presionado hacia la modificación de las relaciones al interior de las parejas, tocando, aunque no de manera profunda, formas establecidas de distribución del poder (Valdés & Araujo, 1999), aún cuando ello no se exprese de manera directa y clara en las prácticas relativas a la división de funciones domésticas y de crianza (Sharim & Silva, 1998). Si los ideales de una relación más recíproca y compartida en las labores domésticas y de crianza están presentes como expectativas en las mujeres y como exigencia normativa para los hombres, éstos no llegan a permear suficientemente las prácticas efectivas en el mundo doméstico, lo que se expresa en grados altos de insatisfacción, especialmente en el caso de las mujeres (Araujo, 2005). Sharim (2005), en un estudio realizado con hombres y mujeres, encuentra la presencia de un sentimiento extendido de temor ante la ausencia de referencias institucionales que apoyen de manera más clara la recomposición de las identidades de género, promoviendo, en muchos casos, un retorno a formas tradicionales de producción de las mismas. Dicha recomposición ya pudo identificarse en estudios anteriores centrados en la sexualidad que señalaban una definición contradictoria, una suerte de cambio en la continuidad (Comportamiento Sexual en el Cono Sur, 2000; Gysling, Benavente, & Olavarría, 1997; Sharim, Silva, Rodo, & Rivera, 1996). Por su parte, Valdés et al. (2005), en una investigación sobre las transformaciones de la familia chilena, observaron modelos familiares existentes en distintos grupos sociales, encontrando que en todos los grupos sociales se conservan algunos elementos de patrones familiares y de género heredados de carácter tradicional en la constitución de la familia, al mismo tiempo que se instala, poco a poco, un modelo más igualitario y democrático. La instalación de este modelo, según las autoras, en acuerdo con otros estudios, depende de manera importante del capital cultural y económico (Valdés, 2007). Lo que los estudios antes señalados ponen en relieve, entonces, es la tensión entre la presión a la transformación relacional al interior de la familia y la permanencia de elementos tradicionales en ella, lo que compete, por cierto a la pareja conyugal. Valdés et al. (2005) en acuerdo con Salazar y Pinto (2002) señalan como consecuencia la existencia de un malestar privado: las mujeres, especialmente las de la clase media de nuestro país, estarían sobre exigidas por ser buenas madres, esposas y trabajadoras, pero, al mismo tiempo, se mostrarían especialmente temerosas de abandonar el poder del espacio de lo doméstico, de dejar atrás lo conocido. El Informe de Desarrollo Humano 2010 (PNUD, 2010) también ha relevado esta dimensión de malestar en la relación entre hombres y mujeres, subrayando entre otros aspectos la devaluación de la imagen masculina y el potencial de conflicto contenido en este tipo de representación de lo masculino por parte de las mujeres. Esto es central porque un reordenamiento de las relaciones de pareja y afectivas supone nuevos modos de articulación de los discursos de género y las condiciones de género (Moreno, 2008). Estudios recientes revelan que en lo relativo a la pareja dos aspectos son los que resaltan. Por un lado, vínculos que tienden al pragmatismo (sin desmedro de la presencia en el discurso de altas expectativas de comunicación, amor y sexualidad) y, por otro, una tendencia evitativa en las relaciones conyugales. Sharim et al. (2011), encuentran, en consonancia con lo que Costa (2007) ha planteado, que el modelo neoliberal y las dinámicas que impone tiende a hipertrofiar la experiencia afectiva y vincular, ya que las exigencias de logro individual le dan una connotación de pragmatismo que, más que una relación de a dos, constituye una coincidencia de objetivos personales. Así también, este y otros estudios recientes en nuestro país revelan la presencia de la ortopedia (Araujo & Martuccelli, 2011), es decir del carácter funcional de sostén social que mantiene la pareja y que se contrapone a ideales conyugales crecientemente complejos. O del funcionamiento en monólogo colectivo (Sharim et al., 2011) de las relaciones afectivas en el sentido que las emociones y los vínculos de intimidad, estarían dotados de un carácter de utilidad para el camino individual de logro social (status, prestigio). La dinámica de evitación de lo íntimo puede incluso trastocar esferas tradicionalmente consideradas como emblemáticas de este ámbito, tales como la sexualidad. En un estudio de caso se plantea que las prácticas sexuales actuarían como mecanismos de defensa inconscientes frente a la sexualidad. Es decir, lo sexual no aparece movilizado prioritariamente por un deseo de vinculación, sino que más bien por sentimientos de poder y control sobre otro, evitando así la exposición personal a un otro cercano y significativo (Fenieux, 2011). Los estudios mencionados han revelado, además, que los sectores socioeconómicos medios son probablemente uno de los más influidos por dichas transformaciones y, por lo tanto, se ven sometidos a una exigencia doble: no se dan todas las condiciones de un modelo igualitario, pero las personas están llamadas a esforzarse y construirse a sí mismas como seres exitosos en lo laboral y lo profesional, así como también en sus relaciones de pareja como proyecto identitario (Sharim et al., 2011).

 

Diseño de la investigación

El estudio en el cual se basa este artículo se enmarca teórico-metodológicamente en el enfoque biográfico (Legrand, 1993; Sharim et al., 2011). Su objetivo fue explorar y comprender los significados atribuidos por hombres y mujeres a las diferentes dimensiones de la experiencia de estar en pareja. El enfoque considera las narrativas individuales como una vía de acceso a los significados que las personas atribuyen a sus experiencias, en el contexto de escenarios culturales y significados compartidos, articulando dialécticamente registros sociales, micro-sociales y psicológicos (Sharim, 2001; entre otros). Esto es particularmente relevante en el escenario social actual de individualización donde “los cambios sociales son más visibles desde las biografías personales que desde las sociografías de grupos o las clases sociales” (Martuccelli, 2006, p. 18).

 

Técnicas de producción de datos

El estudio utilizó tres técnicas de producción de datos: a) relatos de vida, b) grupos focales y c) cuadernos reflexivos de los investigadores. La utilización conjunta de estas técnicas tuvo como objetivo profundizar en distintas dimensiones de las experiencias de los participantes, así como también dar cabida a las resonancias de los investigadores y a los distintos modos de producir las narraciones (Sharim et al., 2011).

Los relatos de vida permitieron abordar experiencias personales y la construcción de significado desde una perspectiva biográfica, trascendiendo la mera recolección de datos o acontecimientos vitales, permitiendo recuperar los sentidos atribuidos por los narradores a su historia y al mismo tiempo dándoles la oportunidad de construirse y reconstruirse en esa narración (Sharim et al., 2011). La consigna utilizada para gatillar la narrativa fue “cuéntame tu historia de pareja” a partir de la cual los participantes tuvieron completa libertad para desarrollar –y estructurar– sus historias.

Los grupos focales, por su parte, permitieron aproximaciones a las narrativas sociales y los discursos colectivos sobre las relaciones de pareja. La consigna inicial que se utilizó en los grupos fue pedirle a los participantes que asociaran un color con las palabras: amor, intimidad y sexualidad.

Los cuadernos reflexivos fueron desarrollados por los investigadores que recogieron los relatos y condujeron los grupos focales y fueron puestos en común con el equipo de investigación (12 personas).

 

Participantes

En total, 111 personas han participado del estudio: 95 en los grupos focales y 16 en las entrevistas biográficas. La edad de los participantes fluctuó entre los 18 y los 45 años de edad. La convocatoria se realizó específicamente a subgrupos de jóvenes entre 18 y 25 y de adultos entre 38 y 45 años de edad. De los 95 participantes en los grupos focales 48 pertenecían al grupo de jóvenes (24 hombres y 24 mujeres) y 47 al grupo de adultos (21 hombres y 26 mujeres). En el caso de los relatos de vida, 9 de los entrevistados fueron jóvenes: 4 hombres y 5 mujeres (edad promedio 21.5 años) y los siete restantes fueron adultos: 2 hombres y 5 mujeres (edad promedio 42.3 años). Todos los participantes en el estudio contaban con educación escolar completa, con residencia en Santiago y de sectores medios o bajos.

 

Procedimientos

Los participantes fueron reclutados utilizando la técnica de bola de nieve (Patton, 2002), después de mandar una invitación abierta a través de distintos canales2. La muestra no se intencionó de acuerdo al estatus de pareja, pues interesaba conocer las significaciones y sentidos atribuidos por las personas sobre este tema, desde distintas perspectivas.

 

Análisis de datos

El material recogido fue analizado progresivamente según dos lógicas de análisis (Legrand, 1993; Sharim, 2005; entre otros). Desde una lógica singular, se analizó en profundidad cada relato. A partir de un paradigma interpretativo, se realizó un análisis fenomenológico-hermenéutico de cada narrativa, buscando al mismo tiempo en las producciones individuales la marca o el sello de las representaciones socialmente difundidas. Una segunda lógica, más transversal, permitió analizar en conjunto las historias reconstruidas, extrayendo dimensiones o categorías centrales y determinar ciertos ejes analíticos en relación al fenómeno en estudio y a los objetivos planteados. Para esto, se realizó un Análisis Cualitativo de Contenido, basado en las propuestas de Bardin (2002). Los grupos focales fueron analizados del mismo modo, poniendo especial atención en los consensos y disensos que surgieron durante la discusión.

Cada relato de vida y grupo focal fue analizado en sí mismo y luego como parte de la totalidad del material, siguiendo una lógica de análisis singular y transversal (Sharim, 2005). A partir del material de base se realizaron sesiones de interanálisis en duplas con miembros del equipo que no habían estado presentes en las entrevistas, así como también reuniones de análisis con el equipo de investigación completo, para triangular las perspectivas y enriquecer el proceso analítico. Este proceso fue clave para poder abordar de modo más reflexivo cómo nuestras propias posiciones subjetivas impactaban en el modo en que nos aproximábamos al material y a los participantes.

 

Resultados

A continuación se exponen algunos de los resultados sobre la experiencia de pareja y sus significados correspondientes a ciertas categorías emergentes que resultaron del análisis transversal de relatos y grupos focales.

 

La intimidad como amenaza a la autonomía

El análisis de los significados que las personas otorgan a la relación de pareja en el marco de sus biografías fue mostrando una tensión fundamental respecto a esta experiencia. Se la significa como uno de los espacios más anhelados y, al mismo tiempo, se asocia a un temor por su potencial amenazante en cuanto a reproducción de roles y relaciones de género rígidas y tradicionales que restringen el desarrollo personal.

Agradezco haber nacido a este lado del mundo y en esta época. Porque tengo todo el permiso y toda la facilidad del mundo para meterme con quien yo quiera, para elegir lo que yo quiero cada día de mi vida [suspiro]. Y sin embargo y a pesar de ello, y por haber leído todos los cuentos de princesa cuando era chica […] me pasa que, aun en el fondo de mi corazón…espero cierto tipo de amor…puro y recíproco, porque esta cosa de meterse con uno, con otro, de probar, la infinidad de pasteles que hay allá afuera (…) me cansa, me cansa, es un tema que me aburre [GF4, mujer] (Sharim, 2016, pp. 160-164).

Los hombres y mujeres participantes en el estudio mostraron dificultades para posicionarse como miembros de una pareja. Dificultades que aparecieron asociadas al significado de ser hombres y mujeres en el mundo actual marcado por la tensión y la incertidumbre. Por una parte, se observó una rebelión importante ante modelos tradicionales de masculinidad y femineidad, marcados por la brutalidad y la sumisión, pero al mismo tiempo, también se observó cierta añoranza por el pasado. En el caso de los hombres, la nostalgia se relacionó con la claridad, el orden y seguridad que estos modelos aportaban, mientras que en las mujeres, la añoranzarefería más bien al deseo de restaurar la experiencia afectiva ligada de romanticismo, en el sentido de ser contenidas y acompañadas. Algunas expresiones de los participantes ilustran estas diferencias

Lo que pasa es que ahora las mujeres son profesionales y son liberadas, o sea antes teniai’ que… si te manteniai’ tan bien en un matrimonio es porque estabai… ¿qué hacís si te separai? No tengo plata, él me mantiene. En cambio una mujer ahora es profesional y dice: Si no me gustai’, chaoy cambian [GF1, hombre, NSE medio] (Sharim, 2016, p. 217).

         Es que yo mi sueño, nunca fue estudiar. Mi sueño fue casarme, tener vaquitas, chanchitos en el campo, ¡ese era mi sueño! Pero con los años uno, aquí en Santiago, como que le meten el bicho de estudiar, y hacer hartas cosas, y para mí la felicidad más grande ha sido estudiar. El venir a tomar un libro, entonces entrar a la U, conocer cosas nuevas que yo no conocía, aprender otros conocimientos, compartir con mis compañeros, yo no siento, el, el, el ser feliz al tener un hombre al lado. A, a, a veces si los ocupo, ¡pero pocas! Pero… pero no… (…) ¡Es que hay una cosa que me llena más que el hombre! La paso mal, la sufro, me las lloro con mi mamá si me va mal en un ramo, pero, ¡es que sufro más que con una pérdida de un hombre! [GF10, mujer] (Sharim, 2016, pp. 945-947).

En el caso de los jóvenes, la dificultad en la definición es considerada como una particularidad propia de su generación, dada la ausencia percibida de referentes claros

Yo creo que en esta generación, entre comillas, o no sé si en las otras ha pasado, no tengo idea, porque estoy en ésta (risas), emmm, uno no le toma el peso a lo que puede llevar una relación, lo que es una relación, como que nadie tiene definido lo que quiere y lo que le gusta entonces es como que no hay ninguna definición de nada y como te entregas a lo que hay y así sucesivamente… [GF3, mujer joven, NSE medio] (Sharim, 2016, p. 407).

 

La diferencia como conflicto, el conflicto como ruptura

Los resultados revelan que las diferencias interpersonales son percibidas con temor, en tanto posibles generadoras de conflictos destructivos dela relación.

Se puede identificar una tensión fundamental respecto a la experiencia de pareja entre significar el mayor espacio de anhelo personal de desarrollo, y al mismo tiempo, estar asociado a un significado de temor en cuanto a su potencial reproductor de roles y relaciones de género rígidos y tradicionales que restrinjan dicho desarrollo. Este último se percibe amenazado precisamente por las demandas que surgen de la relación y en particular de las diferencias con la pareja en el marco de relaciones menos definidas desde los roles tradicionales. La emergencia de la diferencia va asociada a la fantasía de conflicto-ruptura como esquema de resolución. Se describe así una tendencia a la evitación de los conflictos como estrategia de continuidad de la relación, tendiendo así a empobrecer el registro del vínculo de intimidad. Una de las expresiones de esta tendencia es la poca relevancia con la que aparece, en los relatos y discursos, el deseo sexual y la sexualidad en general.

Esta tendencia se observó con particularidades de género y edad. En términos de género, los hombres manifiestan una fuerte necesidad de evitar el estereotipo masculino, vinculado al uso y daño de las mujeres, lo que se traduce en una restricción del despliegue de la propia subjetividad que aparece temida. La masculinidad queda definida desde una fragilización de la posición tradicional y la incertidumbre frente a nuevas maneras de encarnar la masculinidad. Los hombres parecen definirse reaccionando o adaptándose al empoderamiento femenino. Esto los deja en una posición en que parecen sentir que tienen que pedir permiso para desplegarse. El miedo a dañar, en el sentido de reproducir una suerte de herencia de como se ha definido históricamente la masculinidad, les restringe su posibilidad de expresión en las relaciones.

Una vez estaba viendo un reportaje de un… no sé como se llama… un programa cultural nacional, y entrevistaban a un matrimonio que llevaba 45 años juntos y este compadre, este viejo, salía todos los miércoles a una casa de putas, a sabiendas de la señora, y el viejo llegaba de la contru, se emperifollaba bien, se peinaba… quedaba lindo, corbatita… y se iba a una casa de putas, todos los miércoles, sagrado, durante 45 años de matrimonio. Y a la señora le preguntaban: “¿Y usted acepta eso?”, y ella decía: “Ay sí, lo que pasa es que él es bueno conmigo [GF1, hombre] (Sharim, 2016, p. 414).

Las mujeres por otro lado, muestran un amplio abanico de estrategias para enfrentar el miedo a exponerse y ser dañadas en la relación de pareja. Tienden a protegerse del potencial daño, poniéndose en primer lugar, marcando su no disposición a transar y su negativa a ser objeto de deseo de otro.

Antiguamente, lo que dijo no sé quien, los matrimonios duraban eternamente, ¿y por qué duraban? Porque se aguantaban muchas cosas, infidelidades, entonces era como “no, tú tienes que aguantarle...” [GF13, mujer] (Sharim, 2016, p. 331).

Desde la particularidad generacional, las diferencias de género en los jóvenes, aunque persisten, se reducen en la medida que primaría lo que podríamos llamar una desilusión heredada. Esta se traduce en una desconfianza importante del otro que, en algunos casos, se intenta resolver mediante un apego a normas sociales/religiosas que den orden y seguridad, mientras que, en otros, desde estrategias más singulares en las que se intenta crear acuerdos propios que aseguren la libertad y el acuerdo entre ambos miembros de la pareja y brinden seguridad.

Yo…muchas veces, cuando estamos con mi pareja, yo le digo: “cachai que si tu te vai, yo me voy, yo sigo mi vida” y me dice –“¿por qué?”– “porque yo sigo haciendo todo, no dependo de ti, no dependo de mis hijos, no dependo de nadie, yo siempre he sido independiente, tengo mi espacio y me gusta ser independiente [GF14, hombre] (Sharim, 2016, p. 141).

El conflicto no se limita a la necesidad de evitar acercarse al estereotipo tradicional de encarnar la masculinidad o femineidad, sino que se daría también a un nivel más general. La cautela, la restricción y la vergüenza estarían tras la evitación de diferencias que puedan convertirse en situaciones de confrontación en su más amplio espectro. Se evita hacer explícita cualquier diferencia que genere ya sea tensión o un conflicto más frontal.

Es así que los participantes, jóvenes y adultos, dan cuenta de una restricción en la expresión emocional y la omisión de contenidos que puedan ser conflictivos. La evitación del conflicto se traduce en otros casos en una idealización del otro, en que aparece el sentimiento y la fantasía de poder coincidir. Se expresa de este modo una tendencia a dejar fuera los aspectos distintos o difíciles de conciliar. Sin embargo, al quedar afuera, éstos quedan, paradojalmente, muy relevados.

Yo buscaba estar ocupado, hasta que caché eso y ¿por qué hueón? Porque ella me dice: ¿por qué? Te estai’ llenando de cosas y nosotros, ¿cuándo, podemos vernos, crees? Y ahí caché (…) Y ahí caché, que en realidad por alguna razón pasa esto, y debo confesar que no tuve la habilidad paraa, paraaa... ver queé realmente pasaba y tratar que a partir de ahí o mantener o, o, motivar la relación, si no que (…) tuve la excusa perfecta para… pa’ terminarla (…) Me cuesta un poco como tratar lo, lo, los problemas o las dificultades eh en la pareja [GF 12, hombre adulto] (Sharim, 2016, pp. 477-479).

En algunos más, en otros menos, parece haber una necesidad de distancia que permita protegerse del conflicto relacional. Los hombres concuerdan en la necesidad de un espacio personal en la relación de intimidad. Un participante de los grupos focales habla de como la intimidad requeriría de un espacio interno, que permita diferenciarse del otro y regular la influencia de la otra persona sobre la individualidad propia.

Los hombres, tanto jóvenes como adultos, aparecen cruzados por la restricción. Las distinciones se observan en que los jóvenes apelan a algo colectivo (religión, normas, scout) y los adultos sugieren una restricción más individual, en una experiencia que enfatiza en el autocontrol.

A pesar de que las mujeres tienden a integrar más el conflicto como parte inevitable de las relaciones de pareja, también surge la necesidad de evitarlos de diferentes maneras. Una de ellas es focalizarse en lo positivo, llegando incluso a transformar lo negativo en positivo, resignificando los problemas como oportunidades de crecimiento y anulando así, emociones que puedan ser más difíciles. Otra expresión de la necesidad de evitar lo conflictivo se expresa en la dificultad para expresar deseos propios al interior de la relación de pareja, adaptándose a los deseos de la pareja.

En las mujeres adultas, aparece con fuerza una sensación de desilusión y el testimonio del fracaso del proyecto de pareja, que curiosamente es entendido no como proyecto común, sino como el proyecto propio, una construcción propia en la que el otro parece tener poco espacio. Es a propósito de la diferencia que se entienden los conflictos y los fracasos. No hay disposición a negociar la diferencia, ni apertura a transar o ceder parte de lo propio en función del otro. Los conflictos son atribuidos a una falta de coincidencia inabordable.

Por otro lado, desde un discurso que parece un poco más teñido de rabia, los conflictos son atribuidos a la insuficiencia del otro. Otras expresan un fuerte sentimiento de frustración, también ligado a una cierta insuficiencia del otro. Parece haber muy poco espacio para sostener el conflicto en pareja, todo queda puesto en uno o en el otro y se interpreta rápidamente en la lógica del éxito o del fracaso. El conflicto queda automáticamente asociado al fracaso de la relación.

De los relatos se desprende que construyen sus ideales de pareja, paradojalmente, de manera individual. Como dice una entrevistada: “me cuesta hacer cosas de a dos”. Aparece una gran dificultad para percibir al otro con sus particularidades y dificultades.

Frente a la frustración de los planes e ilusiones en torno a la pareja, se intenta la resolución individual. Resolver por si mismo lo que no se recibe del otro. Una participante, cuyo marido no tomaba la iniciativa del cambio de casa, carga el auto y se cambia de casa sola. Lo sorprendente es que ella no sabía manejar. En este acto tragicómico se muestra algo que también se observa en otros relatos, ante la ausencia de complicidad, ante la imposibilidad de hacer un proyecto de a dos, la pareja se transforma en dos monólogos paralelos. Un monólogo colectivo, en que se requiere de un otro cerca, pero sin considerarlo directamente para el juego (Sharim et al., 2011).

 

Discusión

El análisis de las significaciones que el grupo estudiado otorga a las experiencias de pareja permite aportar desde la identificación de una tendencia transversal en ellos de un modo de estar con otro, en que éste, si bien anhelado, es restringido en su posibilidad de desplegarse en su especificidad. La visión del otro se tiñe prioritariamente de la propia necesidad y del ideal de pareja. Su diferencia y particularidad tienden a soslayarse en aras de mantener la relación. En este movimiento recíproco, el otro queda desprovisto de su posibilidad de expresión en tanto sujeto.

De este modo, la pareja es anhelada, pero negada al mismo tiempo. Puede desde aquí pensarse que esto promovería relaciones sujeto-objeto, con implicancias significativas que ya han sido ampliamente develadas desde los Estudios de Género.

Jessica Benjamin (1988) comprende las relaciones de dominación, desde la perspectiva del Psicoanálisis Relacional, con una fuerte raíz en la distorsión de la relación entre el si mismo y el otro. Así, “La dominación y la sumisión resultan de una ruptura de la tensión necesaria entre la autoafirmación y el mutuo reconocimiento, tensión que permite que el si mismo y el otro se encuentren como iguales soberanos” (Benjamin, 1988, p. 68).

El ideal de autonomía comprende la intimidad como una experiencia que, si bien necesaria para la estabilidad afectiva, conlleva el riesgo de obstaculizar el logro personal; el desarrollo del propio proyecto.

Proponemos una comprensión distinta, en que el vínculo íntimo, más que un estado a alcanzar, nos hable de un proceso susceptible de quiebres y reparación (Goldner, 2008). Esto significa poner la mirada en lo tercero (Benjamin, 1988) que crean los vínculos. Y no en una lógica dicotómica propia del ideal de la complementariedad, que ubica a los integrantes de una pareja en lugares rígidos y estereotipados.

Nuestros narradores nos alertan de un mundo en que la exigencia por cumplir con la demanda postmoderna de “hazte a ti mismo” consume la posibilidad de tener una noción más plena del otro.

Cuando el otro es restado de su condición de sujeto, se obtendrá como resultado que el diálogo aparente corresponde más bien a monólogos en paralelo, impidiendo a mujeres y hombres relaciones en tanto iguales soberanos.

Se despliega así la paradoja que al sobrecargarse las relaciones de pareja de exigencias, en tanto uno de los pocos espacios de reconocimiento personal, surgen allí mayores posibilidades de conflictos. La evitación del conflicto busca proteger un vínculo que se vuelve más importante. Sin embargo, consigue justamente lo contrario, un empobrecimiento de la intimidad, en la que sólo se puede hace parte de la relación lo que une y no lo que diferencia o separa. La intimidad queda empobrecida desde la perspectiva de dejar fuera el desafío de sostener la tensión entre la ruptura y el apego o el encuentro.

En el contexto de las exigencias actuales a la intimidad, la evitación del conflicto parece constituirse como una necesidad y estrategia de protección de la relación. La pareja se define como un espacio tan preciado, que la necesidad de evitar el riesgo de que se quiebre aparece transversalmente y como eje articulador de las historias de pareja.

Este estudio abre preguntas respecto a la forma en que hoy las personas están lidiando con los conflictos que están asociados a cambios en la esfera de lo social, cuyo abordaje desde lo singular parece dar algunas pistas significativas sobre dichos fenómenos. La particularidad de las experiencias en los países latinoamericanos abre también a preguntarse por las condiciones materiales que están a la base de estas transformaciones.

 

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Notas

 

1        Este trabajo está basado en la investigación titulada “Los vínculos de pareja en el Chile de hoy: amor, sexualidad e intimidad”, correspondiente al proyecto Fondecyt Nº 1130860 (2013-2016). Contó, además, con el apoyo del proyecto Fondap Nº 15130009, Centro de Estudios del Conflicto y la Cohesión Social (COES).

2        Antes de empezar la etapa de reclutamiento de participantes, el estudio recibió la aprobación del comité de ética de la P. Universidad Católica de Chile.

 

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