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Psicología, Conocimiento y Sociedad

On-line version ISSN 1688-7026

Psicol. Conoc. Soc. vol.6 no.1 Montevideo May 2016

 

El problema de la ruptura teórica en Marx: Un balance de la tesis Althusseriana 

The problem of the theoretical break in Marx: A balance of the Althusserian thesis

 

Juan Geymonat 

Autor referente: juangeymonat@gmail.com 

Universidad de la República (Uruguay)

 

 

Historia editorial 

Recibido: 02/07/2015 

Aceptado: 22/05/2016

 

 

 

RESUMEN

 El presente artículo busca acercar la discusión sobre el problema de la ruptura teórica en el pensamiento de Marx. La polémica se centra en torno a la lectura de la obra de Marx, su continuidad de pensamiento y los aspectos diferenciales existentes entre las obras de juventud y madurez del autor alemán. La tesis más conocida respecto a la ruptura teórica de Marx, su naturaleza, momento y profundidad, pertenece a Althusser (1967). La polémica desatada al respecto, y las consecuencias extraídas de su estudio, serán parte integrante del presente trabajo, que en términos generales intentará esbozar un balance crítico de esta posición.

Palabras clave: Teoría crítica, Teoría marxista, Althusser

 

ABSTRACT

This article seeks to bring the discussion on the problem of theoretical breakthrough in the thinking of Marx. The controversy centers around reading the works of Marx, continuity of thought and existing differential aspects between works of youth and maturity of the German author. The best-known thesis concerning the theoretical breakdown of Marx, its nature, timing and depth, belongs to Althusser (1967). The controversy and implications drawn from the work of Althusser, are an integral part of this work, which broadly seeks to outline a critical assessment of this position.

Keywords: Critical theory, Marxist Theory, Althusser

 

 

El presente artículo busca acercar la discusión sobre el problema de la ruptura teórica en la obra de Marx. La polémica se centra en torno a la lectura de la obra de Marx, su continuidad de pensamiento y los aspectos diferenciales existentes entre las obras de juventud y madurez del autor alemán. En otros términos, la polémica se centra en desentrañar si Marx siempre fue un marxista, y en caso que no, cuál es el punto fundacional de su teoría.

La tesis más conocida respecto a la ruptura teórica de Marx, su naturaleza, momento y profundidad, pertenece a Althusser (1967). La polémica desatada al respecto y las consecuencias extraídas de su estudio serán parte integrante del presente trabajo, que en términos generales intentará esbozar un balance crítico de esta posición.

 

Sobre la revolución teórica de Marx

 En El Estado y la Revolución, Lenin (1997, p. 45) sugiere que Miseria de la Filosofía es la primer obra de madurez de Marx. Ello mantiene consonancia con la propia evaluación de Marx respecto a sus escritos: ‘Nuestros puntos de vista decisivos han sido expuestos científicamente por primera vez, aunque bajo la forma de una polémica, en mi escrito, aparecido en 1847 y dirigido contra Proudhon: Miseria de la Filosofía (Marx, 1978, p. 45).

Sin embargo, la declaración de Marx hace mención a su primer obra publicada, puesto que en la historización de los principales resultados de su teoría ubica pasajes decisivos en obras que no fueron publicadas durante su vida, y que tampoco Lenin consiguió leer. Distintos autores marxistas identifican una transformación en la obra de Marx entre el período 1843- 1847. Dicho período comprende como principales obras la Crítica a la Filosofía del derecho de Hegel (1843, inédita hasta 1927), la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción (1843-44) y Para la Cuestión Judía (1843-44) –ambos textos publicados en los anales franco alemanes-, los Manuscritos Económico Filosóficos (1844, inéditos hasta 1932), las Tesis sobre Feuerbach (1845 editadas por primera vez en 1888 por Engels), La Ideología Alemana (1845-46 inédita hasta 1932 con publicaciones parciales de su contenido en 1902), La Sagrada Familia (1845), y Miseria de la filosofía (1847).

Si bien existe relativo consenso entre los autores en torno al período de la transformación teórica de la obra de Marx, existen diferencias en relación a la naturaleza de la transformación, y a la obra u obras decisivas en ella. En relación al primer aspecto, existen aquellos que fundamentan la existencia de una transformación en términos evolutivos, aludiendo a una superación y maduración de la obra sobre una genética común (Korsch, 1971, Lukács, 1970). Por otro lado, hay autores que sostienen la existencia de una ruptura en la obra de Marx, poniendo en tela de juicio la pretendida continuidad en la misma.

Dentro de aquellos que identifican un quiebre, seguramente la de Althusser (1967) ha sido la posición más difundida y polémica.

Althusser somete la obra de Marx en su conjunto a un crítica que intenta desprenderse del análisis o teoría de las fuentes, así como de la teoría de las anticipaciones. No se da cuenta de la unidad de la obra de Marx realizando una lectura histórica de sus obras y su evolución conceptual/categorial (teoría de las fuentes). Tampoco tiene sentido realizar una lectura tomando como verdaderas las obras del fin de su vida para desentrañar los elementos que existían en forma germinal en las obras de juventud (teoría de las anticipaciones).

El análisis de la obra de Marx debería someter a la propia obra y a su sujeto a los principios marxistas de una teoría de la evolución ideológica. No tomando el marxismo como punto de llegada mediante el cual se juzga las obras de juventud, sino como principios teóricos para el estudio de la propia obra. ‘No como la verdad de su propia génesis, sino como la teoría que permite la comprensión de su propia génesis’ (Althusser, 1967, p. 50)

Estos principios enumerados por Althusser para el tratamiento del problema son: a) la ideología como un todo real articulado de tal manera que cada elemento no puede comprenderse en forma aislada sino en relación a la problemática general, b) que el sentido de ese todo depende ‘de su relación con un campo ideológico existente y con los problemas y la estructura social que le sirven de base y se reflejan en él’ (Althusser, 1967, p. 49), y c) que por tanto, el desarrollo interno de una ideología determinada no depende de sí misma sino del ‘más allá de la ideología’ (Althusser, 1967, p. 50).

Para Althusser (1967):

... no es la materia de la reflexión lo que caracteriza y califica la reflexión, sino la modalidad de la reflexión, la relación efectiva que la reflexión mantiene con sus objetos, es decir, la problemática fundamental a partir de la cual son pensados lo objetos de pensamiento. (p. 54).

Así como el que varios pensadores anteriores a Marx, hayan proclamado el socialismo, o desarrollado nociones como la lucha de clases, no los transforma en marxistas, tampoco transforma en marxista a Marx el hecho de la existencia de elementos aislados (presumiblemente materialistas) en textos cuya problemática (en el sentido antes mencionado) es esencialmente feuerbachiana. Cierto es que la materia de la reflexión, la incorporación de nuevos objetos al campo de reflexión puede coadyuvar a la transformación de los supuestos mismos de la reflexión pero no de forma necesaria y suficiente.

La ruptura teórica de Marx, implica una nueva problemática, esto es, nuevas preguntas y nuevos instrumentos del pensamiento. Y, esta ruptura, es una ruptura con su forma ideológica previa, tomando aquí por ideología el sentido original atribuido por Marx como el velo de la realidad. De esta forma, la transformación que se opera en Marx, no es la incorporación de objetos nuevos sobre una problemática anterior, o si se quiere sobre un esquema de pensamiento previo. La ruptura epistemológica de Marx implica la superación de la problemática, si se quiere, poshegeliana. De allí que Althusser, siguiendo Bachelard, insista en llamar este acontecimiento como ruptura y no como superación (aufhebung) deslindándose así de las connotaciones evolutivas de este último término hegeliano. No es continuidad lo que existe entre la filosofía hegeliana y el pensamiento teórico de Marx. Marx no toma prestada la filosofía hegeliana para incorporarle nuevos objetos, ni tampoco para invertirla (en el sentido corriente de anteponer la materia a la idea). Marx vuelve hacia atrás de sus formas ideológicas heredades e incorporadas por contexto: aquella ideología alemana que será objeto de su crítica. Esta vuelta atrás se opera en un doble sentido y es guiada principalmente por su vida práctica.

Primeramente, Marx vuelve al estudio de la materia de Hegel: la revolución francesa, el pensamiento económico y filosófico del siglo XVIII, no ya desde Hegel, sino en busca de la materia viva de lo acontecido. Evitando acercarse a lo acaecido desde el mito, desde la interpretación velada. Una vuelta atrás desde la forma ideológica a la realidad misma, ‘de la ilusión disipada a la realidad’ (Althusser, 1967, p. 63). En segundo término, esta vuelta atrás de la ideología a la realidad, ‘empezó a coincidir con el descubrimiento de una realidad radicalmente nueva, de la que Marx y Engels no encontraban ninguna huella en los textos de la filosofía alemana’ (Althusser, 1967, p. 66). El descubrimiento de Marx en su exilio en Francia: el proletariado organizado y sus expresiones políticas, así como lo propio por parte de Engels en Inglaterra: el capitalismo desarrollado, dieron con el descubrimiento de ‘una realidad nueva más allá de la ideología contemporánea que la ignoraba’ (Althusser, 1967, p. 66).

 Esta nueva materia prima, íntimamente ligada a la experiencia vital de Marx y Engels, constituirá la base sobre la que se opere la transformación rigurosa de su pensamiento de su forma aún ideológica a su forma científica. La tesis central de Althusser estriba en reconocer que la superación de las formas ideológicas de Marx, cristalizadas por vez primera en su ajuste de cuentas con la ideología alemana, se producen a fuerza de la incorporación, como su propia materia para el pensamiento, de la experiencia de la historia real. En ello, y en su ‘obstinada voluntad de librarse de los mitos que eran propuestos como verdad’ (Althusser, 1967, p. 69) y que no hacían más que velar la materia antes mencionada, radican las fuerzas del quiebre teórico de Marx y la superación de su juventud ideológica. Fenómeno que se cristaliza en dos obras inéditas durante la vida del pensador alemán: La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach. En línea similar a Althusser, Godelier (1974) intenta demostrar la naturaleza de esta ruptura. En los manuscritos de 1844, Marx aplica la crítica de la Economía política aplicando el concepto filosófico de enajenación al tratamiento que aquella realizaba de la noción de trabajo. Descubre así que lo que la economía política de su época toma como trabajo, es en justeza, trabajo enajenado, y que el trabajo en sí refiere a una actividad libre de autocreación humana. Más aún que esta actividad es constitutiva del ser humano y que es, en definitiva, su esencia. Marx desemboca así en el concepto de praxis que constituye -según Godelier (1974)- la última victoria de la conciencia especulativa de Marx y la posibilidad de su entierro definitivo. Sin embargo, existe aún en los Manuscritos de 1844 una dosis de especulación filosófica y una concepción de la Economía Política aún incompleta que impide superar el carácter especulativo de la obra.

Este aspecto queda de manifiesto en el tratamiento del problema de la revolución. La necesidad de revolucionar las bases mismas de la sociedad capitalista (la división del trabajo, y la propiedad privada) viene dada por la necesidad de restaurar la identidad entre la existencia del hombre y su esencia. El carácter necesario de la revolución mantiene aún un aspecto dual en su justificación, al igual que el concepto de praxis. Por una parte, la revolución es el resultado objetivo (en cuanto potencia o posibilidad) de las condiciones materiales de existencia. Pero por otro, es el resultado de la contradicción abstracta entre la realidad histórica y la verdadera esencia humana. ‘De este modo, el conocimiento de la esencia humana permite fundamentar la crítica de la sociedad burguesa y, a la inversa, deducir la necesidad de la revolución y el contenido de la sociedad ‘real’ que instaurará’ (Godelier, 1974, p. 119).

Si puede admitirse que en este punto Marx había puesto la piedra fundamental para lo que sería su concepción materialista de la historia, también es necesario aceptar que su materialismo aún mantenía signos de especulación y deudas con las filosofía anterior. En este momento Marx combinaba: ‘la crítica del idealismo hegeliano y su necesidad de derrocarlo, el método dialéctico al servicio de una teoría de la enajenación a la vez materialista y especulativa, y la adhesión política al comunismo justificada filosófica y no históricamente’ (Althusser, 1967, p. 108).

Las Tesis sobre Feuerbach representan las bases de la concepción materialista de Marx, llevadas adelante bajo la noción de praxis descubierta de forma embrionaria en los manuscritos de 1844. La aplicación de esta concepción materialista al análisis histórico se aplica de lleno en La Ideología Alemana, donde las posibilidades futuras del desenvolvimiento real tienen su fundamento pleno en lo real concreto, en la necesidad histórica. La Ideología Alemana, tal como advierte Marx posteriormente arriba a la ley de correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y esta ley de correspondencia constituye el fundamento real (no ya especulativo) del devenir histórico, el engranaje mismo.

 

Los momentos en la obra de Marx

El análisis Althusseriano de la obra de Marx permite reconocer distintos momentos en la misma. Un primer momento corresponde a las obras de juventud de Marx comprendidas durante el período 1840-1844. Los sistemas filosóficos que sostienen estas obras no responden a lo que posteriormente se entiende como los conceptos fundamentales del Marxismo, sino a la influencia de otro tipo de filosofías. En un inicio de carácter Kantiana- Fichteana, y posteriormente –a partir de 1842- en la problemática antropológica de la filosofía de Feuerbach. De allí que Althusser (1967) denomine a estas obras de juventud como ideológicas (p. 28).

Un segundo momento lo constituyen las obras de ruptura: Las Tesis sobre Feuerbach y La Ideología Alemana ambas escritas en 1845. En La Ideología Alemana fundamentalmente, Marx y Engels someten a crítica lo que habían sido hasta el momento su contexto ideológico: la filosofía hegeliana y poshegeliana, y lo que constituían al momento su propio sustento crítico: la filosofía de Feuerbach. El sólo movimiento de esta ruptura da a luz una teoría de la historia -y por tanto una nueva ciencia- y nuevo sistema filosófico. Suele identificarse ambos emergentes como Materialismo histórico -el primero- y Materialismo dialéctico -el segundo. Esta emergencia, sobre la negación de las formas ideológicas anteriores constituye el verdadero punto de partida del Marxismo. Constituye por así decirlo el quiebre teórico para el avance posterior necesario que consagraría un podio especial de la historia del pensamiento para Marx y Engels.

La afiliación de Marx al marxismo, no supuso la completitud de su pensamiento. Así Althusser (1967) va a distinguir luego del período de ruptura, un tercer momento al que denomina como momento de maduración, ubicando en el mismo el conjunto de escritos que transcurren entre 1845 y 1857, año en que comienzan a ensayarse los primeros esbozos de lo que posteriormente sería El Capital. Por último, existe un período de madurez en las obras del autor alemán que correspondería a aquellos escritos realizados entre 1857 y su muerte.

Adjuntamos a continuación un resumen con algunas de las principales obras del autor alemán.

Cuadro 1

 

Dime con quién andas...

Dentro del marxismo han existido grandes polémicas, tanto teóricas como prácticas en relación al lugar de las determinaciones estructurales y el papel de la voluntad en los procesos revolucionarios. Polémica que remonta en su sentido más abstracto a un problema sobre los binomios sujeto-objeto, libertad- necesidad. ¿Es la historia un conjunto de fuerzas inevitables que obedecen a un mecanismo propio, o es el hombre el que hace la historia y por tanto quien tiene la última palabra? ¿La teoría Marxista es un mecanicismo fatalista, o por el contrario es una teoría donde el centro es el ser humano y su realización plena?

Esta diferencia en los énfasis, y las lecturas sobre el pensamiento de Marx, va más allá de la discusión sobre el maduro y el joven Marx. Sin embargo, esta última polémica ha sido, en gran medida, presa de la primera, o más bien su reedición sobre nuevos términos.

Durante los sesenta con el período inaugurado previamente por el XX congreso del PCUS y el proceso conocido como desestalinización, hubo un creciente interés en la obra de juventud de Marx (Althusser, 1967). En gran medida, fundado en la publicación de varias obras de la juventud que no habían visto aún la luz (ver Cuadro 1). Este interés, a su vez, no estaba al margen del cuadro político del momento. Volver a los textos de juventud de Marx, más aún, plantear que en ellos radica el carácter filosófico del pensamiento marxiano, era de alguna forma la necesidad de salvar a Marx del marxismo verdadero. Más precisamente de centrar en el socialismo, la emancipación humana, el despliegue de la potencia individual bajo un nuevo orden societario. Esta necesidad emergía del derrotero totalitario de los sistemas pro soviéticos. En su lugar debiera de anteponerse un marxismo que recentrara al hombre como centro del sistema socialista. Para ello era necesario comprender con cabalidad la naturaleza del problema del hombre en la obra de Marx. Así lo entendía fundamentalmente la corriente humanista dentro del marxismo.

 Un intento sistemático de esta necesidad humanista es presentado por Fromm (1971). Según este autor, la filosofía de Marx ‘ha encontrado su expresión más articulada en los manuscritos económico- filosóficos cuyo problema central es el de la existencia del individuo real, que es lo que hace, y cuya ‘naturaleza’ se desarrolla y revela en la historia’ (Fromm, 1971, p. 7). La necesidad de apartar este tipo de textos de la juventud de Marx de lo que constituye la obra marxista, radica -según Fromm- en la necesidad de borrar el carácter humanista de Marx, heredero de las mejores tradiciones iluministas.

Esta idea (la de distinguir al joven del viejo Marx) es sostenida principalmente por los comunistas rusos, difícilmente podrían hacer otra cosa, puesto que su pensamiento, como su sistema social y político, es en todos sentidos una contradicción del humanismo de Marx. En su sistema, el hombre es el siervo del Estado y la producción, en vez de ser el fin supremo de toda organización social. El fin de Marx, el desarrollo de la individualidad de la persona humana, es negado en el sistema soviético en mayor medida aún que en el capitalismo contemporáneo’. (Fromm, 1971, p. 80).

Althusser fue quizás quién más abiertamente rindió batalla contra el humanismo. Según él, las elaboraciones humanistas mantenían un carácter ideológico, no científico. Tomaban al Marx de la juventud distinguiendo entre sus aspectos idealistas y materialistas y salvando de esta manera aquello que podría salvarse en el joven: la alienación, el comunismo, la revolución social. No obstante la incomprensión del quiebre teórico de Marx, conllevaba a que la inclusión de estos elementos, aislados los unos y resignificados profundamente los otros, conllevaran a un eclecticismo teórico con no menos problemas prácticos. Según Althusser este eclecticismo tenía en términos políticos una orientación clara: ‘¿Es necesario volver a decir que las obras de juventud de Marx, (...) han sido desenterradas por los social- demócratas y explotadas por ellos contra las posiciones teóricas del marxismo- leninismo?’ (Althusser, 1967, 40).

Para Althusser era claro que la relectura de las obras de juventud y la incomprensión de la revolución teórica de Marx eran armas ideológicas fundamentales de la crítica al llamado socialismo científico.

 

El punto de vista de clase y las bases materiales para el salto teórico.

El propio Marx reconoce la existencia de un momento de inflexión en su obra. En el famoso prefacio de 1859 a la Contribución a la crítica de la Economía política acepta que:

. . . en la primavera de 1845, vino, también él (Engels), a domiciliarse en Bruselas, acordamos contrastar conjuntamente nuestro punto de vista con el ideológico de la filosofía alemana, en realidad, liquidar con nuestra conciencia filosófica anterior. (...) Abandonamos el manuscrito a la roedora crítica de los ratones (se refiere a La ideología alemana) tanto más a gusto cuanto que habíamos alcanzado nuestro principal fin, aclarar nuestras propias ideas’ (Marx, 1978, p. 44).

Con ello acepta la existencia de un distanciamiento con lo que había sido su contexto ideológico (la filosofía alemana). Sin embargo, el citado prólogo también hace mención al punto inicial de este quiebre en un momento ideológico de la filosofía de Marx según Althusser. Veamos qué sugiere Marx (1978):

El primer trabajo que emprendí para resolver las dudas que me asaltaban fue una revisión crítica de la Rechtsphilosophie de Hegel, trabajos cuyos preliminares aparecieron en los Deutsch Französische Jahrbücher, publicados en París en 1844. Mis investigaciones dieron este resultado: que las relaciones jurídicas, así como las formas de Estado, no pueden explicarse ni por sí mismas, ni por la llamada evolución general del espíritu humano, que se originan más bien en las condiciones materiales de existencias que Hegel, siguiendo el ejemplo de los franceses e ingleses del siglo XVIII, comprendía bajo el nombre de <<sociedad civil>>, pero que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política’. (p. 42).

Este pasaje es central en medida que expone los principios generales de una teoría de la historia, situando tal descubrimiento ya en 1844.

El pasaje también llama la atención respecto a un giro disciplinar en la obra, de la jurisprudencia primero, a la historia y la filosofía luego y a la economía política finalmente, como aquella disciplina ligada de forma más estrecha a la esencia del modo de producción capitalista.

Sin embargo, el Marx de la Economía Política, no pasa a ser un Marx desprendido de la Filosofía, menos aún de la Historia. Baste para tal afirmación la lectura del primer tomo de El Capital. El lector podrá encontrar allí aspectos de profunda connotación filosófica. Tanto en los primeros capítulos donde se trata la mercancía como una unidad dialéctica entre valor de uso y valor, como en el capítulo V, de gran connotación ontológica a partir del abordaje de la categoría trabajo. Por otro lado, El Capital podría ser perfectamente un libro de historia. Así lo sugiere el notable trabajo de historiador emprendido por Marx donde, a partir de innumerables fuentes primarias y secundarias, se exponen procesos histórico concretos tales como el pasaje de la industria artesanal a la gran industria, así como las características del prolongado proceso de acumulación originaria.

Marx continúa el prólogo citado con la mención recogida por Lenin más arriba respecto a que su primer obra donde expresa con claridad su posicionamiento científico fue publicada en 1847 bajo el título Miseria de la filosofía.

El propio juicio de Marx parecería alimentar una serie de conclusiones sobre sí. Primero, de existir un quiebre el mismo se inscribe en un proceso gradual comprendido a partir de 1843-44. Este punto de inflexión en la obra de Marx, se encuentra primeramente atravesado por un quiebre práctico. Por curioso que parezca, es el pasaje práctico-polítco de Marx desde una perspectiva democrática radical a una revolucionaria, la que sienta las bases para su revolución teórica, y no a la inversa. En Crítica a la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, texto absolutamente feuerbachiano del punto de vista teórico, Marx llega con claridad a su nociones prácticas centrales. Curiosamente bajo una formulación teórica no marxista. La crítica de la religión otrora emprendida por Feuerbach, conduce según Marx a ‘la doctrina de que el hombre es el ser supremo para el hombre y por tanto en el imperativo categórico de acabar con todas las situaciones que hacen del hombre un ser envilecido, esclavizado, abandonado, despreciable.’ (Marx, 1968, p. 15). Tal imperativo categórico, no se traduce en una proclamación abstracta sino que tiene un sentido práctico central: superar la sociedad burguesa. Más aún, este imperativo encuentra un sujeto para su realización. Un sujeto cuya misión histórica viene dada por su condición material y no por designio de un oráculo.

 La constitución de una clase sin cadenas radicales (...), de un estamento que es la disolución de todos los estamentos, de un sector al que su sufrimiento universal le confiere carácter universal, que no reclama un derecho especial, ya que no es una injusticia especial la que padece, sino la injusticia a secas, (...) que no puede emanciparse sin emanciparse de todos los otros ámbitos de la sociedad, emancipando así a todos ellos. En una palabra, es la pérdida total del hombre y por tanto, solo recuperándolo totalmente ha de ganarse a sí mismo. Esta disolución de la sociedad, en la forma de un estamento especial, es el proletariado’. (Marx, 1968, p. 21-22).

De esta forma la emancipación humana, el reino de la libertad o lo que es lo mismo, la realización práctica de la filosofía, tiene un sujeto histórico definido. El proletariado es el residuo social de la sociedad burguesa. Encarna en su existencia el punto culmine de la deshumanización. Su única posibilidad de emancipación consiste en la negación de su propia condición. Pero esta negación de sí no puede realizarse en términos prácticos sin revolucionar las bases de su propia existencia: la sociedad burguesa.

El texto es central, no sólo por el arribo de Marx a una serie de aspectos que se mantendrían posteriormente en su pensamiento, sino fundamentalmente por su opción de clase. En ella radica el punto central del quiebre práctico de Marx que antecede a su quiebre teórico. Ya en 1844, producto de su vinculación con el movimiento obrero francés y su crítica a la sociedad burguesa, Marx adopta un punto de vista de clase consiente.

Es importante clarificar al respecto de este aspecto para no prestarse a malos entendidos. Marx no fue un proletario en términos de su posición objetiva en la división del trabajo. No fue tampoco un renegado de su condición de clase que hace una opción por la pobreza para su propia vida relegando de su posición de intelectual. Marx toma una opción de clase del momento que asume su tarea intelectual a partir de los intereses y perspectivas del proletariado. Esta actitud llevada al extremo es la que posibilita el quiebre teórico posterior en los términos que lo trata Althusser (1967). No ya como la incorporación de contenido a una forma ideológica previa, sino como la transformación de la forma ideológica (velada) del conocimiento organizado. Como una verdadera revolución científica.

 

Las consecuencias de la ruptura teórica: ¿abandonar los textos de juventud?

Coincidimos en la existencia de una ruptura de índole teórica en Marx que permite formular un problema sobre bases epistémicas nuevas, y que a la vez, esta revolución teórica determinada por circunstancias individuales e históricas, permite realizar avances significativos para una teoría de la superación del capitalismo. Sin embargo, cabe matizar algunas de las consecuencias que Althusser extrae de la naturaleza de este quiebre.

 En primer lugar es bastante falaz inferir que el trabajo sobre las categorías de las obras de juventud de Marx conduce a equívocos que llevan necesariamente a consecuencias desafiantes respecto al Marxismo oficial o soviético. Resultados iguales se han logrado con obras de la madurez del autor alemán. Véase por ejemplo el trabajo de Postone (2006) a partir de los Grundrisse. Por otra parte, es de suponer que de ser verdadera la reflexión de Marx luego de su salto teórico, las formas más desarrolladas contienen y superan a las formas menores. Aquello que es válido para la anatomía del mono respecto a la del hombre, vale igual para productos del pensamiento: ‘La anatomía del hombre es la clave de la del mono. Lo que en las especies animales inferiores indica una forma superior, no puede, por el contrario, comprenderse sino cuando se conoce la forma superior’. (Marx, 1978, p. 251). De existir un Marx idealista o con vicios de idealismo, no debería seguirse que el Marx materialista se haya creado de la nada o bajo el despojo total de sus avances previos aún en el terreno especulativo. En otras palabras, es de suponer que parte del reflejo de lo real, que intentaba aproximar el arsenal categorial del Marx de la juventud siguió presente sobre nuevos términos, y como elemento de una totalidad del pensamiento distinta, en el Marx de la madurez.

Esta tesis cobra relevancia si aceptamos que la dirección general de la obra de Marx fue situada a partir de su salto práctico temprano en la primer mitad de la década del 40 tal como expresamos en el punto anterior.

Así, una parte importante de los avances científicos de Marx durante sus obras de juventud permanece viva en sus obras de madurez bajo distintas formas.

Esta suposición vale en primer instancia para palabras que siendo las mismas, pasaron a resignificarse del punto de vista teórico. La revolución y su sujeto histórico (el proletariado), presentes en la obra feuerbachiana de Marx, son en términos prácticos los mismos que bajo una conceptualización distinta aparecen en el Manifiesto Comunista de 1848.

La permanencia de aspectos previos al salto teórico también vale para elementos que dejaron de ser nombrados como tales en la obra de madurez, pese a que el contenido que expresaban permaneció casi intacto. Un ejemplo claro lo representa la idea juvenil de enajenación como desdoblamiento entre el sujeto productor y su objeto. Esta misma idea es parte del sustento que luego será recobrada en El Capital en elaboraciones como el fetichismo de la mercancía. Ambas nociones hacen mención a un fenómeno general, del cual Marx ya había advertido en 1844 referente a que el mundo de las cosas termina dominando al mundo de los hombres. 

 La diferencia radica, en que tanto aquellas nociones resignificadas como aquellas que prevalecieron del punto de vista semántico, se inscriben en una totalidad del pensamiento diferente, o si se prefiere más desarrollada. La noción de totalidad del pensamiento remite a la estructura donde las distintas categorías que intentan reproducir en el plano del pensamiento al mundo real, se articulan, codeterminan y subordinan unas a otras, cobrando sentido en su mutua interacción (Kosik, 1967). Así la totalidad del pensamiento tal como se comprende en términos marxistas no remite a la sumatoria de categorías, ni tampoco a la determinación del todo sobre las partes, sino mas bien a la significación de las categorías en el marco de su propia interacción específica y determinada históricamente (Kosik, 1967).

De esta forma ha de advertirse sobre dos errores respecto a la lectura de la obra de juventud de Marx. El primero referido a concluir que los temas e intereses de las obras de juventud sucumbieron en la obra de madurez. El segundo referido a que las obras de juventud son la base filosófica invariada sobre la que debe comprenderse la obra de madurez.

 

Conclusiones

El problema en torno a la lectura de la obra de Marx, más precisamente a la continuidad teórica o ruptura en aquella, ha ocupado a varios marxistas. Al mismo tiempo, el debate ha traspasado la discusión meramente erudita y ha formado parte del debate teórico político en el seno del movimiento socialista internacional.

La polémica, tal como lo hemos desarrollado, es en definitiva un debate más en la interpretación de la teoría marxiana.

Durante este breve trabajo hemos intentado sustentar la existencia de un quiebre teórico en la obra de Marx que permite diferenciarlo de otros autores que lo inspiraron en su etapa inicial. No obstante nos hemos permitido cierto recelo respecto al planteo de Althusser (1967) en las consecuencias que este autor extrae de ese quiebre. En primer lugar, entendemos que la etapa de juventud de Marx, previa a su ‘revolución teórica’, no es un momento del cuál ha de prescindirse en su lectura, desde el momento en que constituye una etapa preparatoria. En segundo término, entendemos que muchas de las categorías y aproximaciones desarrolladas en esta etapa, permanecen en la etapa de madurez re-totalizadas. En tercer lugar, porque la etapa de juventud de Marx coincide con su quiebre práctico, con su posicionamiento de clase. Aspecto sin el cuál es imposible comprender la naturaleza del quiebre teórico.

De esta forma, si bien entendemos que existe un salto cualitativo a partir de obras como La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach, el mismo no nos lleva a la conclusión de que la obra previa carezca de sentido, o sólo lo mantenga como archivo o curiosidad de lo que Marx fuera antes de ser Marx. La ponderación de las obras antes mencionadas como fundamentales en el salto cualitativo, tampoco debe llevarnos a concluir el hecho que las mismas inauguran de una vez y para siempre una teoría. La emergencia del Marxismo como teoría acabada no concluye con La ideología alemana.

 

Referencias

 

Althusser, L. (1967). La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI.

 

Fromm, E. (1971). Marx y su concepto del hombre. México: Fondo de Cultura Económica.

 

Godelier, M. (1974). Racionalidad e irracionalidad en Economía. México: Siglo XXI.  

Korsch, K. (1971). Marxismo y filosofía. México: Era.

 

Kosik, K. (1967). Dialéctica de lo concreto: Estudio sobre los problemas del hombre y del mundo. México: Grijalbo.

 

Lenin, V. (1997). El Estado y la revolución. Madrid: Fundación Federico Engels.  

Lukács, G. (1970). Historia y conciencia de clase. Cuba: Instituto del Libro.

 

Marx, K. (1968). Crítica a la filosofía del derecho Hegel: Introducción. En G. W. L. Hegel (Ed.), Filosofía del Derecho (pp. 7-29). Buenos Aires: Claridad.

 

Marx, K. (1978). Contribución a la crítica de la Economía Política. Madrid: Comunicación.  

Postone, M. (2006). Tiempo, trabajo y dominación social: Una reinterpretación de la teoría crítica de Marx. Barcelona: Marcial Pons.

 

Formato de citación

Geymonat, J. (2016). El problema de la ruptura teórica en Marx: Un balance de la tesis Althusseriana. Psicología, Conocimiento y Sociedad, 6(1), 207-225. Recuperado de http://revista.psico.edu.uy/index.php/revpsicologia

 

 

 

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