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Psicología, Conocimiento y Sociedad
versión On-line ISSN 1688-7026
Psicol. Conoc. Soc. vol.5 no.1 Montevideo mayo 2015
Perspectiva narrativa e investigacin feminista: posibilidades y desafos metodolgicos
Narrative inquiry and feminist research: methodological possibilities and challenges
Nicolas Schongut Grollmus
Autor referente: schongut@gmail.com
Universidad Autnoma de Barcelona Ð Universidad Gabriela Mistral
Historia editorial
Recibido: 02/06/2014
Aceptado: 26/05/2015
Resumen
El objetivo de este artculo es ofrecer un perfil terico para comprender el uso de narrativas en un contexto de investigacin feminista. El trabajo aborda las bases tericas, epistemolgicas y metodolgicas para pensar posibles propuestas para procesos de investigacin conjuntos entre la perspectiva narrativa y la investigacin feminista, en el contexto de metodologas crticas para la investigacin cualitativa. Para esto, el artculo trabaja conceptos como narratividad y reflexividad en la investigacin con el objetivo de interrogar las perspectivas de investigacin ms tradicionales, para favorecer la emergencia de nuevas perspectivas de investigacin en un contexto post-positivista.
Palabras clave: Narrativas; Investigacin feminista; Metodologas cualitativas. Reflexividad.
Abstract
The aim of this article is to offer a theoretical guideline to understand the use of narrative in a feminist research context. This work tackles the theoretical, epistemological and methodological ground to develop potential proposals for joint research process between narrative perspectives and feminist research, within the context of critical methodologies for qualitative research. For this, the article tackles concepts such as narrativity and reflexivity in research, with the objective of questioning the more traditional perspectives in research, and so to favour the development of new research perspectives in a post-positivist context.
Keywords: Narratives; Feminist research; Qualitative inquiry. Reflexivity.
La perspectiva narrativa en ciencias sociales ofrece un campo conceptual y metodolgico potencial para realizar investigacin crtica; vale decir llevar a cabo procesos de investigacin que tengan una motivacin tica y poltica, comprometida con el cambio social y que promueva la emancipacin del sujeto y la sociedad (Carten Stahl, 2008). El objetivo de este artculo es delinear los aspectos epistemolgicos y metodolgicos que hacen posible trabajar la perspectiva narrativa como una forma de investigacin crtica en particular: la investigacin feminista. Mi hiptesis de trabajo es que tanto la perspectiva narrativa como la investigacin feminista tienen mucho que ofrecerse mutuamente para generar propuestas metodolgicas conjuntas, particularmente en el estudio de problemas de investigacin que requieran tanto de un abordaje del sujeto como de lo social.
La investigacin feminista es un rea de difcil exploracin, algo que se debe a varios factores, por ejemplo, la cantidad de problemas epistemolgicos, metodolgicos y tcnicos que pretende cubrir, o la resistencia que la teora de gnero enfrenta en un mundo cientfico que tradicionalmente se ha definido desde el patriarcado (Harding, 1996). Una de las dificultades ms curiosas es una que proviene desde la misma perspectiva de investigacin feminista: corresponde al mito de que existen metodologas y tcnicas de investigacin que son feministas por excelencia. Esta crisis se ve profundizada porque la reflexin metodolgica suele ser escasa en la investigacin cualitativa, y frecuentemente la metodologa se convierte en un apartado que opera como declaraciones de adscripcin ms que a una reflexin respecto al proceso (Chamberlain, 2012).
Dado que la idea central de este artculo es abordar las posibles articulaciones entre investigacin feminista y la perspectiva narrativa mediante la problematizacin de la brecha entre sus aspectos epistemolgicos y metodolgicos, partir con una revisin respecto a las bases de la investigacin feminista, para luego realizar lo propio con las perspectivas narrativas de investigacin, abordando algunos aspectos tanto histricos como disciplinarios al respecto. Finalmente, a partir de los conceptos de narratividad y reflexividad, trabajar algunos posibles puntos de colaboracin y dilogo entre las perspectivas narrativas y la investigacin feminista.
Investigacin feminista: la epistemologa y la metodologa como formas de accin poltica
La investigacin feminista es distinguible de una investigacin no-feminista, en tanto la primera comienza en la premisa que la naturaleza de la realidad en la sociedad occidental es desigual y jerrquica (Skeggs, 1994). La investigacin feminista est teida por una preocupacin especfica por los aspectos tericos, polticos y ticos en la investigacin social, siendo sta su caracterstica distintiva (Ramazanoglu y Holland, 2002). La posibilidad que tenemos para pensar en una investigacin feminista como una forma de investigacin particular, es una que se ha abierto gracias a la reflexin que acadmicas feministas como Lorraine Code, Evelyn Fox Keller, Sandra Harding y Donna Haraway, entre otras, han hecho en torno a las relaciones entre masculinidad, poder y autoridad en el contexto de la produccin de conocimiento (Doucet y Mauthner, 2006). En este sentido, la pregunta de Lorraine Code (1981) -Àes el sexo de la persona cognoscente significativo epistemolgicamente?- permite abrir una serie interrogantes sobre el sesgo masculino que trae consigo la investigacin cientfica en sus diferentes procesos de recoleccin, interpretacin y organizacin de la informacin y la evidencia que compone el proceso de produccin de conocimiento (Doucet y Mauthner, 2006). En su constitucin disciplinaria, la ciencia y la investigacin cientfica tienen las mismas caractersticas que cualquier otro objeto cultural (Harding, 2006), de esta forma la ciencia tambin aparece en un contexto sociocultural de dominacin patriarcal. Una investigacin feminista se distingue de una investigacin no-feminista porque revisa y crtica el proyecto ideolgico del patriarcado en sus mismos procesos de produccin de conocimiento. Al respecto existen una serie de trabajos que revisan estos procesos. En particular, me gustara mencionar dos:
En primer lugar est el trabajo Evelyn Fox Keller (1991) que, desde una perspectiva epistemolgica, aborda los efectos de la metfora baconiana de la ciencia en el trabajo cientfico. La metfora baconiana sugiere la idea de que la relacin ciencia-naturaleza es la de un matrimonio Òcasto y en derechoÓ entre la mente masculina y la naturaleza femenina. En la medida que la metfora matrimonial pone a la investigacin cientfica como casta y pura, la fija dentro de unos lmites regulados que la mantienen bajo control. As, esta metfora fija en la prctica cientfica las mismas lgicas de dominacin con que opera el patriarcado (Fox Keller, 1991), tiendo las concepciones epistemolgicas baconianas con el mismsimo carcter opresivo patriarcal. En este sentido, se hace necesaria una primera aproximacin al problema epistemolgico de la ciencia, preguntndose por formas de hacer ciencia que contribuyan a la equidad, poniendo un nfasis central en la gestin de la relacin sujeto Ð objeto en la investigacin.
En segundo lugar, est el problema y la crtica a la objetividad -en su concepcin tradicional- que emerge desde el feminismo. Desde el modelo cientfico que opera desde el patriarcado, la objetividad cientfica tiene al menos tres caractersticas -falaces segn Prez (2008)- que permiten que funcione como un modelo asptico. Estas son los supuestos de neutralidad, la autonoma y la imparcialidad de la ciencia. En palabras de Eulalia Prez (2008):
La neutralidad de la ciencia significa que las teoras no implican ni presuponen juicios sobre valores no cognitivos y que las hiptesis o teoras cientficas no sirven a unos valores no cognitivos concretos ms que a otros. Pero la neutralidad valorativa no es la nica caracterstica que esta concepcin atribuye a la ciencia, pues se considera que, adems, es autnoma e imparcial. La autonoma de la ciencia denota que la ciencia progresa mejor cuando no est influida por valores o movimientos sociales o polticos. Y la imparcialidad supone que la nica base para aceptar una teora son sus relaciones con la evidencia y no valores no cognitivos.
De estas tres afirmaciones la condicin ms dura es la neutralidad porque conlleva que la base para aceptar los valores morales, polticos o sociales est separada profundamente de la evidencia que tenemos sobre las potencialidades humanas y sobre lo que sucede cuando la gente intenta poner en prctica estos valores. La neutralidad es menos una afirmacin sobre el carcter de la ciencia que sobre la justificacin de los valores polticos y sociales. (p. 91)
Las caractersticas otorgadas tradicionalmente a la investigacin cientfica, desde epistemologas positivistas, han permitido restar los factores psicolgicos, sociales, culturales y polticos del trabajo cientfico, como si ste se desarrollara en un ter descontextualizado y deslocalizado. La emergencia de las epistemologas feministas ha permitido pensar reapropiaciones de la nocin de objetividad, que sean capaces de incorporar al proceso, no nicamente la evidencia emprica, sino tambin la crtica social, entendiendo que la prctica cientfica no solo se da en contexto social, sino que en s misma es un proceso social (Prez, 2008) y como tal no est exenta ni eximida de lo sociocultural. Una de las principales propuestas para generar alternativas a la objetividad tradicional, es la teora de los conocimientos situados de Donna Haraway (1988), donde propone una versin de la objetividad la cual es parcial, local y contextualizada, idea que surge de una fuerte interrogacin a los binarismos sujeto-objeto tan significativos para las epistemologas heredadas. Para Haraway (1988), por un lado, las epistemologas positivistas y su realismo ingenuo parecieran proponer que el conocimiento aparece cuando se elimina la presencia de la persona observadora, vale decir, cuando se observa desde ningn lado. Por otro lado, las perspectivas relativistas que provienen desde epistemologas constructivistas parecieran asumir que la realidad no existe como objeto singular, y que como objeto plural puede ser observada desde todos lados. Ambas perspectivas se entrampan en la produccin de conocimiento, en tanto para Haraway (1988) son totalitarias; vale decir que no reconocen la parcialidad de la mirada en la medida que sta siempre se produce desde una posicin especfica. Adrienne Rich (2001) ya argumentaba en su ensayo de 1984 Apuntes para una poltica de la posicin, como diferentes posiciones erigidas en base a la raza, al gnero, a la subjetivad, al contexto sociocultural, etc., son capaces de producir diferentes perspectivas sobre el mundo y los sujetos y objetos que lo habitan, en tanto esa posicin deviene de una determinada caracterizacin histrica, semitica y material. Con esta consideracin, la alternativa realista y la relativista son tramposas; son incapaces de reconocer aquellos contextos parciales y finitos desde la cual la persona cientfica observa. De all que una verdadera alternativa a la objetividad debe de emerger de una perspectiva verdaderamente diferente, que reclame la objetividad desde una lgica distinta, capaz de reconocer esa parcialidad en la produccin de conocimiento. En este sentido Donna Haraway (1988) aboga por una epistemologa de los conocimientos situados; una doctrina de la objetividad que privilegia las lgicas contestatarias, la deconstruccin y reconstruccin de la realidad, la imbricacin de las relaciones sociales, al mismo tiempo que tambin se produce una transformacin de los sistemas de conocimiento y las formas de ver el mundo.
Teniendo una base epistemolgica que nos permita pensar una verdadera y real alternativa al positivismo, es luego necesario pensar sobre las estrategias y prcticas concretas que podemos desplegar para la concrecin de una investigacin feminista. En este sentido, podemos retomar un problema planteado en la introduccin de este trabajo: un problema que aborda la (posible) existencia de un mtodo de investigacin autnticamente feminista, una pregunta por una tecnologa de la investigacin social feminista si se quiere pensar as. Sandra Harding (1996) ha desmitificado esta idea, dejando en claro que el problema siempre ha estado en la forma en que metodologas y tcnicas han sido pensadas y utilizadas ms que la naturaleza propia de stas. Al mismo tiempo establece distinciones entre trminos que muchas veces operan superpuestos, como lo son epistemologa, metodologa y mtodo. La epistemologa responde a la pregunta respecto al cmo se conoce y quin puede hacerlo, mientras que el mtodo (o tambin tcnica) corresponde a las tcnicas de recoleccin de datos y de anlisis de stos. La metodologa, en cambio, es ms bien una teora sobre cmo el proceso de investigacin debe proceder: implica establecer una posicin terica, tica y poltica sobre nuestra prctica investigativa, que d coherencia a la articulacin entre nuestros supuestos epistemolgicos y nuestros mtodos. Una propuesta epistemolgica adecuada debe tener coherencia entre sus supuestos epistemolgicos, su propuesta metodolgica y los mtodos y tcnicas escogidas para su prctica. Por lo tanto, en trminos metodolgicos y tcnicos, si no existe una propuesta autnticamente feminista Àque caracteriza a las metodologas y mtodos feministas como tal? Primero hemos de reconocer que los mtodos y tcnicas de investigacin son limitados:
Es vlido afirmar que todas las tcnicas de recopilacin de informacin pueden clasificarse en cualquiera de las siguientes categoras: escuchar a los informantes (o interrogados), observar el comportamiento, y examinar vestigios y registros histricos. En ese sentido, slo existen tres mtodos de investigacin social. Como se evidencia en muchos de sus estudios, las investigadoras feministas emplean cualquiera o los tres mtodos -en este sentido preciso del trmino-, tal y como ocurre en cualquier investigacin androcntrica tradicional (Harding, 1996, p. 2).
En este sentido lo que caracteriza Ðen trminos metodolgicos y tcnicosÐ a la investigacin feminista, no es el privilegio de una metodologa o mtodo especfico, sino ms bien el uso que se hace de ellos. As, y en coherencia con sus propuestas epistemolgicas, la metodologa y los mtodos feministas no estn caracterizados por su naturaleza en base a la clasificacin de Sandra Harding (1996), sino ms bien en sus prcticas concretas, en el sentido y en los significados que stos cobren en pos de una investigacin emancipadora, que sea capaz de hacer el mundo un lugar ms habitable, ms justo y ms igualitario.
Narrativa e investigacin social: la necesidad de nuevos abordajes.
A comienzos de la dcada de los ochenta toma lugar lo que se ha denominado como el giro narrativo (Czarniawska, 2004), un momento donde las ciencias sociales comienzan a interesarse por objetos que tradicionalmente tenan lugar en la literatura y las humanidades: las narrativas (Denzin y Lincoln, 2000). Desde el giro narrativo, el anlisis de distintas narrativas comenz a permear en disciplinas al interior de las ciencias sociales; Walter Fisher puntualiz la importancia del anlisis narrativo en ciencia poltica, Jerome Bruner y Donald Polkinghorne hicieron lo mismo en psicologa, mientras que a comienzos de la dcada de los noventa tambin comienzan a instalarse diferentes formas de anlisis cualitativos en economa mediante el uso de narrativas (Czarniawska, 2004). As durante los treinta aos sucesivos a este giro, las narrativas han ido cobrando fuerza y generando espacios al interior de las ciencias sociales, especialmente durante los ltimos aos, cuando han ido ganando credibilidad, especialmente en lo metodolgico y como un enfoque de investigacin (Richards, 2011). Sin embargo las definiciones acerca de qu son y qu papel cumplen las narrativas en las ciencias sociales, como efecto de esta masificacin en el estudio y el uso de lo narrativo, han llevado a crear un trmino polismico: dentro de las ciencias sociales el uso del concepto narrativa y sus derivados rara vez tiene el mismo sentido (Cabruja, êiguez, y Vzquez, 2000; Hyvrinen, 2012). La narrativa ha sido concebida como una forma de comunicacin significativa (Fisher, 1989), como un esquema psquico/cognitivo (Polkinghorne, 1988) o incluso como una forma de pensamiento divergente del lgico-cientfico (Bruner, 1991), por nombrar algunas de las definiciones que emergen de trabajos relevantes acerca de la narrativa entre muchos otros. Las narrativas han sido pensadas como un componente separado de la experiencia humana o Ðen la vereda opuestaÐ como una cualidad inseparable al ser humano. Pero sin importar el estatus ontolgico de la narrativa, cada comprensin de sta se ha enfocado en comprender cmo organizamos nuestra realidad y experiencia, convirtiendo a las narrativas en una herramienta epistemolgica (Adams, 2008). Sin embargo muchos de los estudios y de las prcticas narrativas en ciencias sociales se han focalizado en la narrativa como producto/efecto de la organizacin de la experiencia y la produccin de significado, privilegiando una sola posicin epistmica: la de quien narra (Striano, 2012). Si bien este abordaje de lo narrativo ha sido muy til en las ciencias sociales durante los ltimos treinta aos, es necesario revisarlo e interrogarlo en virtud de los contextos culturales, polticos y sociales vigentes; ni los escenarios de la investigacin social ni de la investigacin cualitativa son los mismos a aquellos que eran actuales a comienzos de la dcada de los ochenta. La narrativa ya no es slo un dispositivo individual para la construccin de significado, si bien histricamente nos hemos enfocado en la narrativa como producto individual, es necesario tambin enfocarse en sus procesos, observando los artefactos culturales utilizados para producir narrativas, los actores y las actrices sociales involucradas, los cambios en las formas de interaccin, en los procesos de negociacin, etc. (Striano, 2012). Este proceso implica que debemos sospechar de la narrativa como nicamente un producto individual, es necesario tambin comenzar a cuestionar sus posibilidades como un producto sociocultural (Gonzlez Monteagudo, 2011). De esta forma el estudio y la prctica de lo narrativo en la investigacin social enfrenta el desafo de interrogar las bases epistemolgicas, tericas y metodolgicas que permiten sostener una perspectiva de investigacin narrativa en las ciencias sociales.
Como he mencionado, el objetivo de este artculo es sentar algunas bases epistemolgicas y metodolgicas para el uso de narrativas en la investigacin social, pero desde un lugar especfico: las perspectivas de investigacin feministas. sta no es una relacin antojadiza, tanto la incorporacin de lo narrativo como del feminismo en las ciencias sociales han obligado a las acadmicas e investigadoras[1] a revisar y discutir respecto a las formas en que conocemos, siendo tradiciones que han producido giros en el pensamiento de la vida psquica y social. Por medio del abordaje de aquellas conexiones entre lo epistemolgico y lo metodolgico, la hiptesis de trabajo en este artculo es que se pueden desarrollar prcticas para una investigacin social crtica; vale decir polticamente comprometida, socialmente transformadora y productora de conocimientos responsables (Carsten Stahl, 2008), mediante una relacin mutuamente implicada entre la perspectiva narrativa en ciencias sociales y la investigacin feminista. Las implicaciones tico-polticas de la investigacin narrativa son particularmente importantes de pensar dado el potencial de subversin y transformacin que una narrativa tiene, haciendo de esta perspectiva de investigacin un lugar significativo para ser pensado desde la investigacin feminista (Elliott, 2005).
Un muy breve recorrido respecto al giro narrativo y sus efectos[2]
En el comienzo de su estudio las narrativas se encuentran fuera de las ciencias sociales; algunos de los primeros anlisis narrativos pertenecen al estudio hermenutico de los libros sagrados de las religiones, como lo han sido el estudio de la Biblia, el Talmud y el Corn (Czarniawska, 2004; Polkinghorne, 1988). Posteriormente es la academia quien se ha apropiado del anlisis narrativo, especialmente dentro de las humanidades y los estudios literarios. Uno de los puntos importantes en ese recorrido fue el libro editado en 1928 Morfologa del Cuento Ruso de Vladimir Propp, especialmente su segunda edicin en 1968, que traducida al ingls y al francs tuvo gran impacto en las ciencias sociales. Durante este momento el trabajo con narrativas es ms sobre stas que desde ellas, y primordialmente se trata de anlisis estructurales de la narrativa donde resalta, por ejemplo, el trabajo de Roland Barthes en su artculo Introduccin al anlisis estructural de relatos de 1966 (Hyvrinen, 2012). Posteriormente, durante la dcada de los setenta, la sociolingstica de William Labov comenz a preocuparse de las narrativas cotidianas, definindolas como un aspecto clave para comprender narrativas ms complejas (Czarniawska, 2004). El comienzo de la dcada de los ochenta da lugar al giro narrativo (Hyvrinen, 2012), las ciencias sociales comienzan a mirar las narrativas ya de forma directa como posible objeto de estudio que trasciende la funcin de ser un mero registro de datos (Gorlier, 2008). Los trabajos de Fisher, Polkinghorne y Bruner entre otros, son el punto de inflexin para la constitucin de una perspectiva narrativa en las ciencias sociales, vale decir, el establecimiento de la narrativa como un campo de estudio en s mismo. Pese a la existencia de diferentes lneas dentro de la perspectiva narrativa (Bamberg, 2012), entre ellas hay algo importante en comn, se han centrado tradicionalmente en la definicin de la narrativa como un dispositivo fundamentalmente individual que rescata sus pequeas y grandes historias (Esteban-Guitart, 2012): por ejemplo para Polkinghorne (1988) la narrativa es un esquema cognitivo, Bruner (1991) la define como una forma de pensamiento, y Kohler Riessman (2001) la entiende como un mtodo de investigacin que no fragmenta los relatos del sujeto. Esta focalizacin de lo narrativo como construcciones individuales, aunque reconoce la influencia de lo sociocultural, sigue poniendo el origen en el individuo, y particularmente en lo psicolgico. Esto ha llevado a que en sus aplicaciones como tcnicas y mtodos de investigacin muchas veces la aplicacin de lo narrativo termine por ser una entrevista en profundidad ms que un mtodo diferente que opere desde otra perspectiva (Esteban-Guitart, 2012). El cruce transdisciplinario que constituy el giro narrativo se ha ido diluyendo con la institucionalizacin propia que conlleva el desarrollo de la perspectiva. La narrativa termina por sedimentarse en tecnificaciones metodolgicas, perdiendo as su potencial de transformacin y accin (Rodriguez, 2002).
Metodologas narrativas y psicologa social crtica: prcticas de reciprocidad, colaboracin y co-escritura.
En esta seccin intentar delinear cmo es que algunas prcticas de investigacin narrativa se han convertido en herramientas para desarrollar una investigacin crtica y feminista dentro de la psicologa social. Las perspectivas crticas en las ciencias sociales se han constituido como alternativas a abordajes ms convencionales en la psicologa social (Cabruja et al., 2000). La psicologa crtica Ðy de forma similar a la investigacin feminista- emerge como una disciplina que es especialmente sensible a la produccin histrica de conceptos, y que para favorecer ese abordaje no prescribe bases epistemolgicas especficas (Parker, 1999). Por el contrario la psicologa crtica y las perspectivas crticas en general tienden a ser transdisciplinarias, siendo precisamente ese cruce disciplinario el que permite posicionarse crticamente (Parker, 1999). El giro narrativo fue un movimiento transdisciplinario, que permiti tomar estos objetos que provenan de las humanidades e irlos diferenciando de otros conceptos emergentes. Una narrativa, a diferencia de la idea de narracin, no se constituye como una forma de comunicacin ni como el efecto del acto de contar un relato. Una narrativa es un esquema que permite al sujeto y a las comunidades organizar la experiencia para dotar significado a los objetos y sujetos que cohabitan con ellas, donde el esquema y la experiencia se implican mutuamente, dndose forma el uno al otro (Polkinghorne, 1988). Asimismo es una herramienta que permite mostrar la experiencia Ðindividual y colectivaÐ desde una perspectiva situada (Sparkes y Devs, 2007). Al acercarnos a la investigacin cualitativa desde una perspectiva crtica, la narrativa se puede pensar como un acto performativo, en tanto produce la experiencia y los significados de sta en el acto de nombrarla. Para Adams (2011) la narrativa es una forma de materializar el discurso, en tanto lo localiza en un sujeto que encarna una determinada posicin psquica, social y cultural. Sin embargo Àson narrativa y discurso conceptos homologables? Desde la psicologa discursiva, el discurso puede entenderse como un set de prcticas lingsticas que promueven determinadas formas de relacin social (êiguez y Antaki, 1994), al mismo tiempo que critica la idea del yo como un conjunto de caractersticas privadas del individuo (Garay, êiguez, y Martnez, 2005). La perspectiva narrativa, dentro de la psicologa social, propone una alternativa a esta idea de yo. Tras una narrativa necesariamente hay un yo, pero que no es predefinido, esttico ni continuo: es un yo narrador/narrado que se produce a s mismo a la vez que teje su discurso. Aunque relacionadas mediante el uso del lenguaje, el aspecto que diferencia la perspectiva narrativa de la idea de discurso Òes el nfasis que la Psicologa narrativa le confiere a la experiencia humana tal y cmo es vivida e interpretada por cada personaÓ (Garay et al., 2005, p. 120). Si bien las nociones de yo e identidad han sido ampliamente criticadas, lo que me interesa resaltar hasta este punto es que en la narrativa siempre hay alguien. La narrativa permite localizar desde dnde emergen las historias, en tanto hay un sujeto que se relaciona ntimamente con ella, diferenciando la narrativa de otros objetos y textos en psicologa y ciencias sociales (Peterson y Langellier, 2006). As no todo texto o discurso es necesariamente una narrativa. La pregunta y camino obvios para continuar seran entonces preguntarse qu o quin est en la base de una produccin narrativa, cmo conceptualizamos a la narrativa en s misma, y qu prcticas de investigacin se desprenden de stas. Sin embargo optar por el camino inverso, estas preguntas me las he planteado yo y otras investigadoras con anterioridad (por ejemplo en Autor, 2014), donde con el objetivo de buscar una metodologa que fuese coherente con la posicin epistemolgica que habamos asumido en ese proyecto Ðla teora de los conocimientos situados de Donna Haraway (1988) Ð, llegamos a la propuesta de Producciones Narrativas (PN) de Balasch y Montenegro (2003), basada en la co-escritura de narrativas entre investigadora y participante. Las prcticas de co-escritura encuentran en su origen similitudes con la propuesta de entrevista narrativa de Martin Bauer (1996). sta es una forma de entrevista en profundidad e inestructurada que evita el esquema pregunta-respuesta, donde la entrevistadora termina por imponer ciertas estructuras que se desarrollan en tres niveles: la seleccin de temas especficos de conversacin, el ordenamiento de las preguntas y la seleccin de la fraseologa utilizada (Bauer, 1996). La idea es obtener una perspectiva de la participante de una forma menos impuesta, favoreciendo una escenificacin que ayude a la emergencia de relatos en vez de la respuesta a preguntas concretas. La propuesta de las PN parte desde este punto, pero vara respecto a la produccin de un texto de investigacin: mientras Bauer (1996) sigue utilizando una transcripcin ad verbatim, Balasch y Montenegro (2003) apuestan por la produccin de un texto narrativo. La investigadora utiliza sus propios recursos lingsticos para transformar los pequeos relatos y micro conversaciones de la entrevista en un solo texto narrativo. Este texto es entregado a la participante para que pueda editarlo tantas veces sea necesario, y que la narrativa recoja su visin frente al fenmeno de estudio. Las PN como prcticas de escritura compartida corporeizan las redes de relaciones e interacciones que emergen en un contexto dado, donde el lenguaje y la narracin son acciones performativas (Balasch y Montenegro, 2003). Como un efecto de las idas y venidas del texto en el trabajo de edicin de la narrativa, el producto final no es solo la reconstruccin de la experiencia ni una representacin de sta, sino que es un texto que expresa una visin del fenmeno desde una perspectiva situada. Otro efecto de la tcnica de las PN es que el trabajo de edicin de la narrativa que se da en las sesiones posteriores a la entrevista produce textos con una alta coherencia interna. Los textos de campo que se producen con las PN no solo constituyen una reorganizacin de la experiencia de las participantes, sino que da un paso en torno a la teorizacin de la experiencia de la participante, que se articula en la relacin entre sta y la investigadora (Balasch y Montenegro, 2003). Lather (1986a) describe este proceso como teorizacin colaborativa, y es posible por medio del uso de la reciprocidad en el proceso de investigacin. La reciprocidad opera como un proceso de negociacin mutua respecto al poder y los significados no solo de las palabras y el lenguaje, sino tambin del proceso y las acciones producidas en ese contexto.
Las PN como propuesta metodolgica no incluyen directamente el trabajo de Patty Lather en su conceptualizacin, pero sin duda que ambas tienen mucho en comn. Lather (1986a) afirma que una perspectiva de investigacin en un contexto post-positivista debe ser emancipadora si pretende ser una crtica al status quo y apunta hacia la produccin de igualdad entre los seres humanos. Esto es lo que ella define como investigacin como praxis. Este abordaje Ðproveniente de estrategias de investigacin feministaÐ afirma producir un conocimiento emancipador por sobre un conocimiento neutral (en trminos de valores sociales), con el objetivo de generar mayor conciencia respecto de las contradicciones escondidas o distorsionadas en las comprensiones de lo cotidiano, dirigiendo la atencin de la investigadora y las participantes a las posibilidades de transformacin social inherentes al proceso de investigacin (Lather, 1986a). En este sentido tanto la propuesta de las PN como la nocin de investigacin como praxis, cuestionan el paradigma de la hiper-objetividad tradicional del conocimiento, por medio de prcticas colaborativa y de reciprocidad en la investigacin. Este tipo de abordajes evitan entrevistas rpidas y descontextualizadas donde la participante se convierte nicamente en una fuente de informacin (Chamberlain, 2012).
Lather (1986a), en su enfoque de investigacin como praxis, considera que la reciprocidad debe llevarse a cabo durante todo el proceso de investigacin, y no nicamente en sus fases tempranas. Las metodologas que se consideran colaborativas pero que al mismo tiempo restringen la colaboracin y reciprocidad al trabajo de campo, pueden tener dos problemas. En primer lugar, la investigadora puede terminar imponiendo sus propios significados sobre la experiencia de las participantes (Lather, 1986a). En la medida que las narrativas emergen como una forma de organizar la experiencia y producir un significado en torno a sta (Polkinghorne, 1988), este es un tema especialmente sensible en la propuesta de las PN, en tanto la colaboracin y co-escritura solo estn presentes en el trabajo de campo. Una vez que se acuerda la finalizacin de la narrativa entre investigadora y participante, sta ltima ya no tiene ningn papel desde el que colaborar, en la medida que el texto final es escrito por la investigadora, que puede terminar por imponer sus propios significados por sobre los de la participante de forma consciente o inconsciente. En segundo lugar, las PN apuestan por un enfoque de anlisis no interpretativo de los textos de campo (las narrativas), en tanto Òla interpretacin se produce no por la igualdad entre la investigadora y el objeto investigado, sino, al contrario entre ambos horizontes, cosa que genera la necesidad de un acto interpretativoÓ (Balasch y Montenegro, 2003, p. 47). En las PN investigadora y participante estn articuladas mediante las conexiones situadas que se expresan mediante la narrativa, de ah que la interpretacin no sirve a ningn propsito. Lather (1986a) es capaz de establecer una diferencia con este tipo de metodologas: por medio del uso de un enfoque que dependa nicamente de la perspectiva de las participantes, o en el otro lado, un enfoque solamente interpretativo, la investigadora puede encontrarse con diferentes problemas. Para Lather (1986a) es tan inadecuado un paradigma exclusivamente interpretativo como uno que dependa plenamente de las palabras de los participantes[3].
Una narrativa depender de dos cosas: primero, en un enfoque fuerte sobre la dimensin simblica presente en la co-construccin de significado, y segundo, en que la interpretacin es fundamental para establecer esa relacin de significacin (Cabruja et al., 2000). Al descartar los paradigmas interpretativos de pensamiento, las PN terminan por ignorar parte de la complejidad que determina la teora narrativa, reduciendo la importancia de las prcticas colaborativas en la produccin de narrativas al reconocimiento de las conexiones que permiten su emergencia. Si bien la incorporacin de una perspectiva situada a la narrativa es una contribucin importantsima para establecer abordajes metodolgicos crticos en la investigacin narrativa, es necesario reconocer los diferentes niveles de complejidad de lo narrativo, como el papel que una narrativa cumple en la organizacin de la experiencia y la produccin de significado que operan hacia una comprensin de nuestras realidades compartidas, caractersticas que hacen al sujeto un actor clave en la narrativa.
La narrativa se vincula a un sujeto en la medida que es un efecto del acto de narrar, una accin que lleva a cabo un sujeto narrativo (Day Sclatter, 2003). En este contexto la subjetividad no es ni externa ni interna al individuo, ni siquiera es un producto de las interacciones entre ambos horizontes. Para Day Sclatter (2003) hay un sujeto narrativo que se produce como proceso en lo psquico y lo sociocultural, constituyndose as como un espacio transicional. La narrativa, enmarcada en los lmites de lo psquico y lo sociocultural, est ntimamente anudada a este sujeto como un dispositivo dinmico que le permite a ste negociar constantemente su posicin identitaria en el mundo (Day Sclatter, 2003). Una narrativa entonces, como texto de investigacin, no es un objeto representativo sino que se constituye como un lugar de encuentro, permitindonos subvertir la relacin sujeto-objeto de las perspectivas de investigacin tradicionales. Podemos pensar la narrativa como un texto de investigacin abierto y dinmico que se produce en un encuentro entre sujeto a sujeto que se constituye en un contexto y una posicin especfica. El prximo apartado lo dedicaremos a las implicaciones de trabajar metodologas narrativas bajo una comprensin de stas como un encuentro de sujeto a sujeto.
Narratividad y reflexividad.
Si queremos interrogar las posibilidades, lmites e implicaciones de la narrativa como un encuentro sujeto a sujeto, es necesario primero examinar algunas de las premisas epistemolgicas que estn a su base. Los enfoques tradicionales de la investigacin cientfica, como as tambin sus mtodos y metodologas, estn basados en la metfora baconiana de la ciencia, donde sta emerge de un maridaje entre la Mente y la Naturaleza. sta ltima constituye una novia que debe ser dominada, transformada y reprimida por la Mente (del cientfico) (Fox Keller, 1991). Esta metfora generizada de la ciencia provee las bases para la relacin sujeto-objeto de las perspectivas positivistas.
El gnero opera como una categora primaria en la organizacin social (Ropers-Huilman y Winters, 2011) y la ciencia, como una disciplina inmersa en lo social, no es una excepcin a este esquema (Harding, 2006). En ste los pares objetividad-masculinidad y subjetividad-feminidad han definido estos trminos bajo supuestos naturalizados, que han sido cristalizados en la mitologa popular como impersonal, racional y pblico para el primero, e irracional, emocional y privado para el segundo (Fox Keller, 1991). Pese a que las tericas, investigadoras y activistas feministas han discutido y abierto este sesgo de gnero de los enfoques cientficos tradicionales, esta dicotoma an constituye un tpico importante en la ciencia contempornea, en tanto es una discusin sobre las ideologas tras la ciencia y cmo se implican en los conocimientos que produce (Prez, 2008). Al reconocer este sesgo muchas autoras feministas, desde campos muy diversos del conocimiento, han logrado desarrollar nuevas alternativas epistemolgicas y metodolgicas. Estas alternativas tienen una influencia directa en la direccin y resultados de un proceso de investigacin dado, pero los mtodos son los mismos que en otras perspectivas de investigacin, pero pensados en teoras del conocimiento que desafan las ideas de conocimiento neutral (Ropers-Huilman y Winters, 2011). En este escrito he insistido previamente en la necesidad de pensar las perspectivas narrativas de investigacin desde una posicin feminista para potenciar sus aspectos crticos y emancipadores. Esta idea se sostiene en tanto las investigadoras feministas han desarrollado distintas herramientas tericas para hacer inteligibles las experiencias, vidas e historias de las mujeres, en la medida que el plural mujeres ha sido un grupo marginado en el contexto histrico de la dominacin patriarcal. Sin embargo estas herramientas no solo han servido para escuchar y entender la multiplicidad de voces que estn detrs de lo que se ha etiquetado como mujeres. La emergencia de los estudios sobre feminismo y raza, LGBT, nacionalidades y otras intersecciones sobre la identidad, nos han ayudado a entender cmo el gnero se vive y se experiencia en distintos contextos (Ropers-Huilman y Winters, 2011), estableciendo la relevancia de pensar la produccin de conocimiento desde una poltica de la posicin. ÀPor qu no utilizar estas mismas herramientas para hacer inteligibles otras posiciones crticas en las ciencias sociales? Con el objetivo de rearticular esas voces crticas y situarlas en contextos sociales, histricos y culturales desde donde se han producido, las tericas feministas han abogado en favor de revisar cmo producimos la ciencia y sus conocimientos, y cmo podemos cambiar esas promesas de conocimientos trascendentes y universales que la objetividad nos ha ordenado, hablada siempre desde una voz masculina (Haraway, 1988). Es necesario desarrollar prcticas que nos permitan reconocer e interrogar nuestras tecnologas semiticas para producir significado (Haraway, 1988). Desde el positivismo, la bsqueda de una verdad ltima ha reducido la pregunta epistemolgica a una pregunta metodolgica, ha trocado la pregunta del cmo llegamos a conocer, por una pregunta sobre las tecnologas de conocimiento (Rodriguez, 2002). Este reduccionismo epistemolgico nos sita frente a una falsa creencia en la cual solo mejorando nuestros mtodos y metodologas podremos conocer mejor. Mas esta pregunta tiene algo de verdad, pero no en el sentido en que se le piensa desde la ciencia positivista. Necesitamos revisar y mejorar nuestra metodologa de investigacin, como una consecuencia de pensar diferente respecto al cmo conocemos. Lo que se encuentra tras el sesgo de gnero de la ciencia tradicional no es un asunto metodolgico, sino epistemolgico. Haraway (1988) aboga por la creacin de nuevas metforas respecto a la produccin de conocimiento, y es en este punto donde fallan muchos abordajes metodolgicos, pues siguen operando desde las metforas baconianas. Chamberlain (2012) habla respecto al cmo la simplificacin de la idea de metodologa pone en peligro nuestra investigacin, en tanto se termina por utilizar metodologas de estantera, obviando la importancia de enganchar con las premisas epistemolgicas de las metodologas y mtodos de nuestra investigacin. Gran parte de las metodologas de estantera estn centradas en tecnificar mtodos de investigacin que se cristalizan como cadenas fordistas de la produccin de conocimiento, o si no estn construidos sobre categoras tericas pre-existentes, lo que considero que en el caso de las PN puede llegar a ser un problema, en la medida que esta propuesta se enfoca fuertemente en desarrollar una tcnica que produzca conexiones situadas, perdiendo as perspectiva sobre el sujeto y la subjetividad, un aspecto clave de las perspectivas narrativas de investigacin. Es precisamente el enganche con estas propuestas, la forma en que debemos interrogar nuestras tecnologas semiticas, en cuando que Ðpropuestas como las PNÐ son tcnicas de investigacin innovadoras, pero que tienen espacio para seguir creciendo como herramientas crticas.
ÀQu premisas epistemolgicas operan tras la idea de la narrativa como un encuentro sujeto a sujeto? ÀQu tecnologas semiticas se constituyen en la investigacin narrativa? Rodriguez (2002) aboga en favor de comprender la narrativa como algo ms que una metodologa o tcnica de investigacin. Las narrativas operan como una forma vital, un punto de vista para estar y participar del mundo. As mirar lo narrativo como solo un mtodo de investigacin cualitativa de-politiza nuestra comprensin de las narrativas (Rodriguez, 2002).
Una narrativa no solo es una forma de entender y organizar nuestro mundo y nuestras experiencias, tambin nos permite tomar acciones sobre stos. Producir un relato narrativo que sea capaz de performar una accin, implica hacer un relato con narratividad. Reconocer la narratividad como parte de nuestras metodologas nos empuja a hacer nuestra investigacin como una praxis, y al hacerlo no solo hacemos nuestro mundo inteligible, sino que tambin nos comprometemos a ste en tanto los efectos que producimos, generando una relacin de responsabilidad (Rodriguez, 2002). De ah que la narratividad es fundamental en cualquier narrativa que pretende no solo comprender, sino tambin transformar nuestro conocimiento sobre el mundo. Este paso nos permite hacer de vuelta de lo metodolgico a lo epistemolgico dentro de las perspectivas narrativas. La narratividad es la cualidad que hace a una narrativa no algo nicamente presente, sino esencial en este proceso (Morson, 2003). En los siguientes prrafos intentar describir qu es la narratividad, as como su importancia y sus implicaciones, para luego volver a ciertos aspectos epistemolgicos y metodolgicos de la narrativa como una perspectiva crtica en la psicologa social.
Para Gary Saul Morson (2003) hay perspectivas que requieren de la narrativa para la comprensin del mundo, y otras que no. Las ltimas pretenden superar la narrativa como forma de inteligibilidad. Como un efecto de la fractura cartesiana y sus efectos sobre la objetividad y la subjetividad, gran parte del pensamiento Occidental ha estado dominado por perspectivas anti-narrativistas. Para estos enfoques tradicionales en la ciencia el conocimiento aparece cuando no se tiene una historia (Morson, 2003) y es en este punto donde algunos de los aspectos ms revolucionarios de la narrativa aparecen, en la medida que podemos encontrar narrativas (y por extensin una historia) en algunas de las teoras cientficas ms revolucionarias. Morson (2003) da como ejemplo la Teora de la Evolucin de Darwin. En un mundo donde la ciencia newtoniana solo vea leyes y orden, Darwin percibi un mundo desordenado. La Teora de la Evolucin emerge como una narrativa de Darwin, una historia que se basa en los giros materiales de diferentes especies y organismos. Los diseos imperfectos de las especies evolucionadas son un testamento material que da cuenta de esas historias. La narrativa de Darwin respecto a la evolucin, pese a que es una historia lineal y de causa-efecto directa, sigue incorporando una perspectiva narrativa en su relato.
As una narrativa como historia compleja posee un alto grado de narratividad. Parafraseando a Patty Lather (1986a) respecto a la construccin de historias cuando pensamos la investigacin como una praxis, una narrativa con narratividad fuerte es una historia que nos permite teorizar sobre nuestro mundo y sobre nuestra experiencia. Morson (2003) puntualiza algunas caractersticas esenciales sobre este tipo de narrativas. En primer lugar, la narratividad implica tener una perspectiva de proceso sobre nuestras historias. No se trata solo de enumerar eventos o hechos, sino de crear tramas y organizaciones que den cuenta de la complejidad de los fenmenos de nuestro entorno. Una cuenta de eventos no es narratividad. Polkinghorne (1988) tambin seala la creacin de tramas como un aspecto fundamental de la narrativa, en tanto una trama transforma un evento en una accin. Una accin tiene propsito y puede justificar un evento posterior. Sin embargo la trama no es necesariamente lineal y puede configurarse de diversas formas. Una vez que una historia tiene trama, podemos verla como proceso solamente por medio de una narrativa (Morson, 2003). Segundo, la narratividad siempre contempla un presente. ste no es solo una consecuencia de eventos pasados. El presente tiene un peso en s mismo como una locacin crtica, ya que se constituye como la posicin en la que nos encontramos como sujetos para leer e interpretar nuestro pasado y nuestra historia. No todos los momentos de una historia deben ser sobre el presente, pero ste debe aparecer en alguna forma, ya que es desde ese lugar que la narratividad se deriva (Morson, 2003). Tercero, la narratividad tambin tiene que ver con la contingencia. La contingencia permite la aparicin de diferentes elementos en una historia. Se diferencia del azar porque en la contingencia las acciones dejan de venir desde ningn lugar, sino que se explican como un efecto o consecuencia de un evento anterior. Pero al mismo tiempo la contingencia tampoco es una forma de determinismo. Lo que viene del pasado justifica y explica lo que sucede en tiempo presente, pero no asegura ni garantiza un curso de eventos futuros (Morson, 2003).
Para Rodriguez (2002) son estas caractersticas de la narrativa las que permiten hacer investigacin como praxis, empujando los lmites tradicionales de la investigacin cualitativa. Este movimiento fronterizo no refiere solamente a que reflexionemos sobre cmo la narrativa es un dispositivo para la construccin de significado. Es igualmente importante enfocarse en cmo la narrativa constituye un espacio potencial para usar estas posibilidades de produccin de significado en la transformacin de un mundo ms justo y humano (Rodriguez, 2002). La narrativa no es solo un dispositivo organizador, al estar constituida por historias y relatos est tambin dirigida a una audiencia. Articuladas en una relacin dual entre el sujeto y lo social, la narrativa tambin es performada e interpretada (Cabruja et al., 2000). La narrativa permite hacer nuestra experiencia inteligible, como tambin producir significado sobre sta. Pero al recurrir a la narrativa, y por ende al incorporarnos al lenguaje, tendemos a interpretar esas historias al mismo tiempo que producimos nuevos significados para ella. Es a travs de estas relaciones que ganamos acceso a este mundo previamente construido, pero que al mismo tiempo contribuimos a su permanente reconstruccin y transformacin (Cabruja et al., 2000).
Prestar atencin en las formas en que construimos el mundo por medio de narrativas, implica tambin enfocarse en qu discursos y prcticas sociales han tenido privilegio narrativo (Adams, 2008; Cabruja et al., 2008). Estos temas levantan preguntas como: ÀQuin tiene privilegio narrativo? ÀQu narrativas son escuchadas? ÀQu prcticas discursivas y performativas tienen influencia en la forma en que configuramos nuestras historias? ÀQu narrativas son resistidas, disputadas o apropiadas? Este tipo de preguntas nos sacan de un campo de verdades indisputables para llevarnos al campo del poder (Cabruja et al., 2000), poniendo nuestra atencin sobre aspectos como la capacidad de una narrativa de movilizarnos (Rodriguez, 2002) o sobre otros asuntos de poder como quin puede contar historias y quin no (Adams, 2008). Pese a que el positivismo permanece como un enfoque ortodoxo en la investigacin emprica, continuamos haciendo investigacin crtica en un momento post-positivista (Lather, 1986b). Como el concepto de objetividad, tradicionalmente entendido, pertenece a un paradigma de investigacin positivista, este giro nos obliga a revisar los criterios en que validamos el conocimiento cientfico, y a interrogar la idea de validez en s misma (Lather, 1986b). As no es posible, o es por lo menos incompatible, validar un proceso de investigacin situado en una perspectiva narrativa. La idea de validar el conocimiento cientfico para que sea confiable, se sostiene sobre la suposicin de que los mtodos de las ciencias naturales son extrapolables a las ciencias sociales. Esta suposicin implica que los inputs sociales, culturales y subjetivos son poco fiables en la medida que son inverificables, irrepetibles e inconmensurables de acuerdo a los estndares tradicionales: son entradas desafan la cuantificacin y por ende, al no ser cientficas son rotuladas como subjetivas (Lather, 1986b). Muchas tericas feministas han abogado por la revisin del significado de la objetividad, y as ser capaces de producir un conocimiento cientfico mejorado y responsable, que su objetivo sea la transformacin del mundo hacia uno ms justo e igualitario. Este debiese ser un objetivo transversal de la investigacin feminista.
Sin embargo, la pregunta respecto a cmo producimos conocimientos confiables en paradigmas posteriores al positivismo persiste. En el fermento metodolgico de la post-modernidad (Lather, 1986b) no hay frmulas predefinidas ni para hacer un proceso de investigacin, ni para hacer de ste un proceso confiable (Lather, 1986b). Es ms, metodologas altamente prescriptivas pierden la perspectiva de proceso careciendo de una mirada reflexiva. La metodologa, ms que un listado de procedimientos debe ser una estrategia, un diseo que permite reflexionar sobre nuestras decisiones como investigadoras, siendo preferible Ðen pos de producir una investigacin reflexivaÐ teorizar nuestras propias metodologas, por sobre usar metodologas de estantera (Chamberlain, 2012). Las perspectivas narrativas de investigacin nos presentan una oportunidad favorable para ello en la medidad que en stas no es posible depender de una prctica codificada (Chamberlain, 2012).
Debemos tener en cuenta que la narrativa nos pone en un encuentro sujeto a sujeto en el contexto de una investigacin. Fox Keller (1991) sostiene que durante el siglo XIX fue cuando el trmino objetividad gir por ltima vez hacia su comprensin contempornea. La ciencia moderna no solo elimin la presencia de la cientfica, sino tambin su ausencia. Si percibimos la ausencia de la cientfica, an podemos observar su investigacin por medio de su perspectiva. Solo eliminando la presencia y la ausencia de la cientfica es posible transformar el objeto cientfico en meramente un hecho, dejando atrs cualquier tipo de contexto (Fox Keller, 1991). La propuesta feminista en la produccin de conocimiento exige la creacin de nuevas metforas (Fox Keller, 1991; Haraway, 1991), y la idea un encuentro sujeto a sujeto por medio de la narrativa es un paso adelante en esa direccin. Esta idea no solo implica comprender a las participantes como algo ms que un objeto de investigacin, entendiendo que la subjetividad opera como un concepto de doble filo en la investigacin narrativa. Me gustara primero delinear algunas ideas respecto a la subjetividad en la lnea de la investigacin en psicologa a partir de algunas propuestas de Gough y Madill (2012), para luego pasar a este doble filo de la subjetividad en la investigacin narrativa.
Algunas corrientes mainstream en la investigacin narrativa han caracterizado al sujeto como un experto en su propia experiencia (Polkinghorne, 1988). Diferentes tcnicas de entrevista para producir narrativas e historias han sido sometidas a la interpretacin con el objetivo de conocer la vida psquica de los individuos tras esas creaciones. Sin embargo estas perspectivas han sido criticadas al no considerar el contexto social donde este sujeto est situado. Otros abordajes influenciados por el socioconstruccionismo y el giro lingstico, permiten comprender al sujeto y a su agencia como localizados en contextos polticos, sociales y culturales (Gough y Madill, 2012).
Segn Gough y Madill (2012) existe una tensin considerable entre la psicologa social y los estudios psico-sociales para determinar la naturaleza y el tipo de interpretacin de la subjetividad, pero sin embargo un terreno comn entre ambas favorece un abordaje donde los seres humanos estamos sujetos a una serie de diferentes fuerzas (regmenes ideolgicos, deseos inconsciente, etc.) y las narrativas de los individuos solo llegan a mostrar la superficie de aquellas tensiones. Dentro de la psicologa crtica la subjetividad es definida como compleja, fluida y construida en relacin al contexto personal, al interpersonal y social (Gough y Madill, 2012). La subjetividad, similar a una narrativa, no es reductible a una construccin social o psquica, sino que se teje en el lmite de lo psquico y lo social. Estas similaridades entre ambas no son producto del azar. Previamente he discutido que las narrativas no vienen desde ningn lugar, no son creadas de la nada; siempre hay un sujeto tras su produccin. Esta aseveracin no est equivocada, pero tampoco est completa. El doble filo de la narrativa radica en que est mutuamente implicada con la subjetividad (Cabruja et al., 2000). Mientras que la subjetividad es condicin para una produccin narrativa, al mismo tiempo la narrativa puede redefinir nuestra posicin subjetiva, en tanto tiene un poder estructurante: el mundo se reconstruye en la medida que los sujetos hablan, escriben o discuten sobre l (Cabruja et al., 2000; Potter, 1998).
La narrativa es un concepto lmite entre lo individual y lo social, convirtindola en un punto de encuentro para la accin conjunta entre diferentes sujetos (Cabruja et al., 2000). A travs de la creacin y la comunicacin de historias por medio de una narrativa es posible coordinar acciones sociales, y lo hacemos en los lmites que nuestros contextos lo permiten. Los efectos y resultados de estas acciones conjuntas no son siempre posibles de prever, los efectos de estas acciones son involuntarios e impredecibles (Cabruja et al., 2000). As el proceso de investigacin no debe ser pasado por alto, ya que las formas en que construimos el conocimiento afecta profundamente la investigacin y por lo tanto tambin lo que conocemos (Ropers-Huilman y Winters, 2011). Es por esto que la investigacin feminista se dedica a mirar los procesos de forma detenida, como nica forma de tener responsabilidad sobre sus resultados. Si consideramos los procesos en la investigacin narrativa, debemos mirar los siguientes asuntos tericos:
- Las narrativas no son transmitidas sino comunicadas, siendo interpretativas, comunicativas y performativas (Rodriguez, 2002). Un alto grado de narratividad har de la narrativa un texto intensamente interpretativo, que puede transformar la narrativa en un texto conmovedor. Por medio de la interpretacin somos capaces de conectar con las historias y darles significado, contribuyendo a la permanente re-construccin del mundo (Rodriguez, 2002).
- La narrativa como accin conjunta pivota sobre otros temas de la psicologa social como la memoria, lo que se recuerda, lo que se olvida. Las formas en que argumentamos y producimos una narrativa tambin es un asunto sobre el poder, en tanto pueden mantener o modificar el orden social (Cabruja et al., 2000). Este tema es especialmente sensible en tanto afecta muchos otros aspectos y contextos de investigacin, haciendo el tema del poder en la narrativa un asunto complejo.
- Reconocer la narrativa como una accin conjunta tambin implica considerar que cualquier prctica narrativa tiene un grado de co-produccin. Si consideramos la idea de la investigacin narrativa como una praxis, las prcticas de construccin compartida en la narrativa con prcticas de co-produccin de conocimiento. As es necesario mirar con la misma relevancia la subjetividad de la participante como la de la investigadora.
Dicho esto, pareciera ser necesaria una perspectiva reflexiva sobre la narrativa en la investigacin, ya que la reflexividad implica posicionarse sobre la subjetividad de participante e investigadora, un asunto que ha sido sistemticamente desatendido por los paradigmas positivistas de investigacin en la investigacin psicolgica (Gough y Madill, 2012). Fox Keller (1991) explic cmo nuestra propia constitucin subjetiva est influenciada por un esquema de gnero. La fractura sujeto-objeto termina tambin por alienar al self en relacin a sus contextos sociales y culturales, como condicin de la autonoma psquica. As, para reconocer los contextos y las conexiones situadas desde las cuales se produce el conocimiento, es necesario mirar la ciencia como una prctica social, al mismo tiempo que reconocemos en la subjetividad un actor fundamental para el desarrollo cientfico producido por una conciencia humana (Fox Keller, 1994). En este punto es de donde emerge la reflexividad como dispositivo para diferenciar las ciencias naturales de las ciencias sociales (Gough y Madill, 2012). Mientras que psiclogas y socilogas estn sujetas a las fuerzas psquicas y a los fenmenos sociales que estudian, Òuna fsica, como ser humano, no est significativamente influenciada por un campo electromagnticoÓ[4] (Gough y Madill, 2012, p. 379). Si bien es una buena idea fomentar el uso de la reflexividad en cualquier contexto de investigacin[5], las ciencias sociales tienen demandas propias como disciplinas diferenciadas, las cuales hacen fundamental la inclusin de la reflexividad como un aspecto clave del proceso de investigacin que nos permite no solo transparentar la agenda de la investigadora, sino tambin incluir sus motivaciones, experiencias y perspectivas anteriores respecto al tema de estudio (Finlay y Gough, 2003).
La idea misma de reflexividad ha sido creada para producir conocimientos ms confiables en un contexto post-positivista. Para Lather (1986a) dejar fuera la subjetividad de la investigadora del proceso de investigacin, no es nada ms que una forma ingenua de empirismo. Una prctica reflexiva no intenta desestimar datos para crear conocimientos subjetivos (en el sentido peyorativo del concepto). Muchas autoras feministas, como Haraway con los conocimientos situados y Harding con el punto de vista feminista, abogan en favor de revisar la idea de objetividad, en este sentido la reflexividad no ignora datos en favor de una teora ms conveniente. En vez, la reflexividad mejora nuestros datos, los hace ms crebles, protege nuestra investigacin y nuestras producciones tericas (Lather, 1986b). Estar consciente de la reflexividad es reconocer cmo nuestra propia subjetividad da forma y constrie nuestra visin del mundo (Kaufman, 2013).
La reflexividad sin embargo no es una cosa fcil de hacer o de practicar. En primer lugar porque dcadas de ciencia positivista y el lugar hegemnico que an ostenta en el plano cientfico, ha daado significativamente nuestras posibilidades de incluirnos a nosotras mismas de forma subjetiva en nuestra investigacin. Incluso cuando intentamos ser reflexivas, una de las grandes dificultades es evitar pensar que hay una motivacin o verdad ltima tras nuestras metodologas. Este es un residuo del paradigma positivista (Gough, 2003). En segundo lugar, la reflexividad reconoce la subjetividad como un complejo: los seres humanos no somos transparentes a nosotros mismos y estamos sujetos a diferentes fuerzas, ya sean del inconsciente o de los discursos sociales prevalecientes (Gough, 2003; Gough y Madill, 2012). Tercero, siempre est el problema de perder el control y el poder sobre nuestra investigacin. Un enfoque irreflexivo niega la potencial influencia de la investigadora sobre las participantes, consecuentemente ignorando las relaciones de poder entre ambos (Kaufman, 2013), manteniendo el status quo en la relacin. Por el contrario, un abordaje reflexivo reconoce las relaciones de poder entre participante e investigadora, obligndonos a reflexionar sobre cmo nuestra presencia cambia y estructura el proceso y sus resultados.
Considerando las dificultades que la reflexividad puede tener en su implementacin Àqu estrategias podemos desarrollar en nuestra investigacin para establecer prcticas ms reflexivas? Sin existir recetas para esto, se pueden encontrar algunas guas en las prcticas co-constructivas (Lather, 1986b): la triangulacin de informacin, el reciclaje de datos, prcticas de co-escritura. Parker (2003) plantea que ha sido el mismsimo giro narrativo en parte responsable de que podamos trabajar con la subjetividad, por sobre tratarla como una molestia o como un lujo. La escritura, no solo sobre nuestra investigacin, sino tambin sobre nosotras mismas, permite establecer cuentas sobre la reflexividad. Dado que la escritura tiene una naturaleza indeterminada y contradictoria en la psicologa (Parker, 2003), disminuye las posibilidades de terminar prescribiendo un tipo de subjetividad en favor de interrogar cmo nuestra subjetividad se forma y afecta nuestras relaciones. Kaufman (2013) tambin considera las prcticas de escritura de narrativas paralelas al proceso de investigacin como una forma de fomentar la reflexividad. sta, como la escritura, no es automtica. Ambas son habilidades que deben ser desarrolladas durante el tiempo. La escritura es un ejercicio que requiere la prctica del pensamiento y la reflexin sobre nuestro trabajo y nosotros mismos. Volcar esto en una escritura narrativa nos da la oportunidad de practicar el pensamiento crtico y la reflexin (Kaufman, 2013). La narrativa provee un lugar donde podemos plasmar nuestros pensamientos de forma pblica o privada. La reflexividad puede (y debe) ser practicada en ambos, dndonos la oportunidad de transmitir aquello que no nos es confortable de expresar oralmente. Este sera el sello de la reflexividad segn Kaufman (2013): la promocin de prcticas autocrticas introspectivas.
No hay recetas de cocina ni procedimientos precocidos para la reflexividad, ni para su definicin ni para su prctica. Lo que cuenta es encontrar estrategias para anlisis reflexivos, con el objetivo de ayudar a contextualizar nuestras relaciones como investigadoras con los fenmenos que ocupan nuestra atencin cientfica y acadmica (Gough y Madill, 2012).
Palabras finales
La investigacin narrativa es ms que una metodologa. Es una perspectiva sobre los fenmenos psico-sociales que transmiten muchas y diferentes discusiones de lo metodolgico y lo epistemolgico. El abordaje que he hecho de estos temas durante este artculo, ha tenido como objetivo proveer ciertos elementos que permitan teorizar sobre los aspectos metodolgicos de la investigacin narrativa, desde el punto de vista que nos proveen las epistemologas feministas, en la produccin de conocimientos que contribuyan a la construccin de un mundo ms igualitario y justo.
En este sentido las perspectivas narrativas de investigacin, como un esfuerzo en el rea de la investigacin feminista, no pueden ser un mtodo prescriptivo. Lather (1986a) dir que ms que establecer una nueva ortodoxia, debemos experimentar, documentar y compartir esfuerzo hacia una investigacin emancipatoria. En el corazn de la investigacin narrativa encontraremos un esfuerzo por co-construir y compartir el conocimiento, incrustado en el fermento postmoderno de las metodologas crticas en ciencias sociales.
Comprender la narrativa como algo ms que lo metodolgico permite a las investigadoras desarrollar sus propias perspectivas sobre la investigacin narrativa, que influenciada por la investigacin feminista, sus propuestas epistemolgicas y sus reflexiones metodolgicas, debe apuntar a la narrativa y sus usos como prcticas de investigacin emancipatorias. Debemos considerar no solo cmo un abordaje narrativo cambia nuestra relacin con los participantes, sino tambin cmo esta perspectiva cambia la relacin hacia nuestro trabajo. Las narrativas estn en deuda con su contexto sociocultural, que pone en un alcance narrativo los diferentes discursos que definen un orden social (Cabruja et al., 2000). Es importante recordar que las narrativas tienen la posibilidad de mantener el orden o subvertirlo, de ah la importancia de considerar una posible prctica feminista de la investigacin narrativa. La narrativa entonces no solo debe ser una prctica para escribir textos de campos o artculos acadmicos, puede ser tambin una prctica reflexiva que nos ayuda a tomar una postura crtica hacia nosotras mismas y respecto a nuestra investigacin, ayudndonos a evitar algo que la ciencia positivista ha descuidado: mirar no solo el producto final, sino tambin el proceso.
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[1] Con el objetivo de mantener un lenguaje no sexista, se ha utilizado en el genrico el uso del singular y plural femenino en tanto es una elipsis que sustituye los [hombres] investigadores por las [personas] investigadoras. Esto se ha extendido a todos los sustantivos genricos utilizados.
[2] En virtud del espacio disponible para este trabajo, este apartado pretende resaltar a grandes rasgos los orgenes, principales puntos de inflexin y efectos del giro narrativo para el desarrollo de una perspectiva narrativa dentro de las ciencias sociales. Para profundizar en este punto se aconseja revisar Polkinghorne (1988), Czarniawska (2004) y Hyvrinen (2012), cuya bibliografa completa se encuentra en el listado de referencias.
[3] Un enfoque nicamente interpretativo se basa en la suposicin de una accin completamente racional, mientras que un enfoque que dependa nicamente de la palabra del participante, en la medida que estas tambin pueden estar afectadas por fenmenos como la idealizacin, falsa conciencia, etc. Para Lather (1986) lo central es un enfoque que permita entender que la realidad va ms all de la negociacin respecto a la definicin de la realidad, sino que constrie a investigadora y participante como entes que dan forma y tambin son formados por el mundo.
[4] La cita original del texto se encuentra en ingls, y ha sido traducida por m, de forma puntual, para facilitar la lectura de la oracin.
[5] El objetivo de fomentar estas prcticas radica en responsabilizar a quienes producen el conocimiento respecto a sus procesos, como tambin democratizar y hacer transparentes las agendas de investigacin.
Resea: 1er Censo Nacional de Psicologa _Uruguay 2014_. Perfil sociodemogrfico, formacin y desempeo profesional
Jorge Surez, Noelia Correa
Autor referente: jorgesuarez@psico.edu.uy
Universidad de la Repblica (Uruguay)
Historia editorial
Recibido: 09/04/2015
Aceptado: 22/05/2015
La publicacin que se resea es un informe publicado en febrero de 2015, que presenta resultados de carcter descriptivo de los datos recabados en el 1er Censo Nacional de Psicologa de Uruguay, realizado entre 14 y 31 de julio de 2014 por el Ministerio de Salud Pblica y la Facultad de Psicologa de la Universidad de la Repblica. Dicho informe, se estructura en un captulo introductorio y tres captulos centrales que reflejan las dimensiones indagadas en el censo, a saber: Perfil Sociodemogrfico, Formacin y Actuacin Profesional y Laboral; ms dos Anexos, uno con el Cuestionario Aplicado en el censo y otro con los Datos y Fuentes que delimitaron el universo censal.
En la introduccin se presenta la fundamentacin del censo, donde el aspecto ms destacado a nuestro entender, es el nfasis poltico-metodolgico en la necesidad de contar con informacin actualizada de la realidad sociolaboral y de formacin de las psiclogas y psiclogos, de forma de generar lneas convergentes entre la oferta acadmica y profesional de la Facultad de Psicologa y las Polticas Pblicas orientadas por Ministerios y otras dependencias del Estado. Adems la introduccin incluye los objetivos del censo, donde destacamos el objetivo especfico que propone crear un espacio de investigacin y monitoreo permanente de la Psicologa en Uruguay (Observatorio de Psicologa).
Tambin se desarrollan los aspectos metodolgicos, donde se describen las tres fases de trabajo en el censo: 1) delimitacin del universo censal, diseo del formulario y diseo de la estrategia de comunicacin; 2) recoleccin de datos; y 3) el anlisis de datos, conformacin de la base y elaboracin del primer informe. Un aspecto a destacar de este tercer punto, es que con la publicacin del informe, tambin se liber la base de datos la que se puede descargar del sitio: http://observatoriopsicologia.uy.
Se estima que el universo censal es de 9782 psiclogas/os, habindose censado 7543 profesionales, lo que indica una cobertura del 77,1%. Los resultados presentados en el informe corresponden al 77,1% censado.
Datos sociodemogrficos
La caracterizacin demogrfica de las/los profesionales psiclogas/os muestra que es una poblacin relativamente joven (media 41 aos de edad, con 79% de los censados menores de 49 aos) y altamente feminizada, con un 85,1% de mujeres.
En relacin a la distribucin geogrfica, es significativa la alta concentracin de psiclogas/os en Montevideo y rea metropolitana (el 85% est radicado en Montevideo y Canelones). El informe presenta en este punto una categorizacin en tres grupos de departamentos: 1) los que tienen una concentracin menor o igual al 1% de profesionales (Artigas, Cerro Largo, Durazno, Flores, Florida, Lavalleja, Ro Negro, Rivera, Rocha, Soriano, Tacuaremb y Treinta y Tres); 2) los que concentran entre el 1% y el 3% de las psiclogas y psiclogos (Colonia, Maldonado, Paysand, Salto y San Jos); y 3) los que concentran ms del 3% (Canelones y Montevideo). Otro indicador relevante para visualizar la distribucin geogrfica es la cantidad de habitantes por psicloga/o. Los resultados de este indicador confirman las diferencias entre departamentos.
En el extremo de mayor concentracin se ubica Montevideo con 240 habitantes por psicloga/o, mientras que en el de menor concentracin est el departamento de Artigas con 2530 habitantes por psicloga/o.
Formacin
En relacin a la formacin, el 90 % de los censados obtuvo su ttulo de grado en la Universidad de la Repblica (Udelar), el 8,8% en universidades privadas y un 1,2% obtuvo el ttulo por competencia notoria otorgado por la Comisin Especial creada al amparo de la Ley 17.154 del Ministerio de Educacin y Cultura. El 65% de las/os censadas/os, se gradu entre el 2000 y 2014, perodo en el que se registra un aumento importante del nmero de graduaciones. Un dato ms significativo an, es que el 28,5% del total de graduados lo hizo entre 2010 y julio de 2014, es decir, la tercera parte del total de graduados censados, obtuvo su ttulo en los primeros 4 aos y medio de esta dcada.
En promedio, el tiempo en que los censados realizaron la carrera es de 7,5 aos con una desviacin estndar de 3,28 aos. En funcin de la cantidad y diversidad de instituciones que ofrecieron la carrera de psicologa (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Udelar, Escuela de Tecnologa Mdica de la Udelar, Escuela Universitaria de Psicologa de la Udelar, Instituto de Psicologa de la Universidad de la Repblica, Facultad de Psicologa de la Udelar, Instituto de Filosofa, Ciencias y Letras, Facultad de Psicologa de la Universidad Catlica e Instituto Universitario Francisco de Asis), sus planes de estudio correspondientes y la duracin de los mismos, creemos que se hace necesario profundizar un poco ms en este aspecto, para determinar si hay variaciones de la duracin de la carrera en funcin de la realidad antes mencionada.
En cuanto a los estudios de formacin permanente y posgrado, los resultados indican que el 82% ha realizado o est realizando algn curso posterior a la graduacin. El porcentaje anterior se compone de un 67% con estudios de actualizacin, diplomatura o especializacin, un 13,1% con estudios de maestra y un 2% con estudios de doctorado.
Por otro lado, los datos que presenta el informe en relacin a la culminacin de estudios de formacin permanente y posgrado, fueron tomados sobre el total censados (7543), indicando que un 21% tiene diplomatura o especializacin completa, un 3,5% tiene maestra completa y un 0,5% tiene doctorado completo.
Actuacin profesional y laboral
En el informe se presenta de forma descriptiva el desempeo laboral, nivel mltiple de insercin, las reas de insercin profesional, el sector de trabajo y los ingresos de la poblacin censada. Se utiliz el trmino trabajo para hacer referencia a la insercin laboral. En relacin a la cantidad de trabajos, en su mayora poseen uno (49,4%) o dos (30,2%) trabajos. En cuanto al sector de trabajo, se observa que ms de la mitad de la poblacin censada, el 55,1% trabaja en el sector privado, mientras que el 36,7% trabaja en el sector pblico.
Asimismo, en el informe tambin se observan datos en relacin a los ingresos en el ltimo ao, lo que muestra que 7142 (94,7%) de las personas censadas tuvieron ingresos por trabajo en el ltimo ao, mientras que estn desempleados 250 (3,3%) y 151 (2,0%) estn retirados o viven de otros ingresos. En lo que refiere a la insercin laboral se indag en el formulario censal en relacin a 31 reas. En el informe se muestra la cantidad de personas censadas que seleccionaron el rea de insercin primaria y el rea de insercin secundaria.
En la presente resea se detallar a continuacin a modo de sntesis los cuatro principales mbitos de insercin laboral primaria: el 22% trabaja en el mbito de la Educacin (rea de psicologa institucional o familiar, rea de psicopedagoga y problemas de aprendizaje, rea de orientacin vocacional, rea de psicodiagnstico y psicometra); el 20,4% en el mbito de la Clnica Privada (rea de la psicoterapia, rea de psicodiagnstico, otros); el 18,8% en el mbito de lo Social Comunitario en el rea pblica (Ministerio de Desarrollo Social, Intendencias u otra institucin) y en el rea privada (ONG, Asociaciones Civiles, etc.); y el 11,8% en el mbito de lo Institucional-Organizacional (rea de RRHH, otros).
En lo que refiere a la insercin laboral secundaria, se observa una tendencia similar a la primaria en relacin a las principales reas, pero tambin existe una mayor variabilidad dentro de las 31 reas. Se detalla a continuacin los principales cuatro mbitos de insercin laboral secundaria: el 31,2% en el mbito de la Clnica Privada (rea de la psicoterapia, rea de psicodiagnstico, otros), el 15,8% en el mbito de lo Social Comunitario en el rea pblica (Ministerio de Desarrollo Social, Intendencias u otra institucin) y en el rea privada (ONG, Asociaciones Civiles, etc.); 12,3% en el mbito de la Educacin (rea de psicologa institucional o familiar, rea de psicopedagoga y problemas de aprendizaje, rea de orientacin vocacional, rea de psicodiagnstico y psicometra); y el 6,3% en el mbito de lo Institucional-Organizacional (rea de RRHH, otros).
Como se puede apreciar el informe abarca de forma descriptiva los tpicos ms importantes que se propuso abordar el censo en funcin de sus objetivos. Se trata de una primera aproximacin, que se constituye en un insumo sumamente importante para la disciplina y la profesin en el pas. En este sentido, a nuestro entender, quedan algunos aspectos a desarrollar que complementaran el anlisis descriptivo, principalmente en las dimensiones de formacin y de actuacin profesional y laboral, as como la relacin de algunas variables de estas dimensiones con variables sociodemogrficas como sexo, edad y distribucin territorial. A modo de ejemplo presentamos algunas preguntas que tomando en cuenta el cuestionario, se podra trabajar a futuro: ÀEn qu temticas o reas se han formando y/o se estn formando los graduados? ÀCules son las demandas de formacin de posgrado? ÀLa variable gnero incide en la realizacin y culminacin de posgrados? ÀHay diferencias salariales entre el interior y Montevideo? ÀEn qu reas trabajan las/os psiclogas/os residentes en el interior?
Por otro lado, consideramos que la conformacin del Observatorio de Psicologa y la liberacin de la base de datos, son hechos muy importantes para la democratizacin del conocimiento y para seguir profundizando lneas de investigacin que vinculen lo disciplinar con la profesin.
Referencias
Facultad de Psicologa, Universidad de la Repblica (2015). 1er Censo Nacional en Psicologa. Uruguay 2014. Perfil Sociodemogrfico, formacin y desempeo profesional. Disponible en: http://observatoriopsicologia.uy/
Formato de citacin
Surez, J., Correa, N. (2015). Resea: 1er Censo Nacional de Psicologa _Uruguay 2014_. Perfil sociodemogrfico, formacin y desempeo profesional. Revista Psicologa, Conocimiento y Sociedad 5(1), 163 - 168. Disponible en www.http://revista.psico.edu.uy
Resea de Garcia, J.,Tognetta, L., & Vinha, T. Indisciplina, conflitos e Bullying na escola.1. Ed. Campinas, SP: Mercado de Letras, (2013).
Silmalila Remedios Brooks
Autor referente: silmalila.remedios@gmail.com
Universidade Federal do Paran
Historia editorial
Recibido: 08/04/2015
Aceptado: 26/05/2015
A escola deveria ser um espao livre de violncia, capaz de fornecer um ambiente favorvel para o desenvolvimento adequado na infncia e adolescncia. Estas caractersticas permitem escola ser um espao agradvel para adquirir novos conhecimentos onde possam ser fortalecidos os valores morais e a autoestima, assim como tambm possibilite o autoconhecimento e a formao de relaes sociais positivas. Segundo Arajo & Silva (2006), as condies mencionadas anteriormente so necessrias para conseguir a convivncia pacfica dos seres humanos. Atualmente, dentro do ambienteescolarso encontrados inmeros problemas e conflitos que obstaculizam o cumprimento destes objetivos, e disso que trata o livro ÒIndisciplina, conflitos e Bullying na escolaÓ, o qualexamina, brevemente, algumas dificuldades que surgem no mbito escolar que dificultam o processo de ensino-aprendizagem.
O contedo do livro, dividido em trs captulos, apresentado atravs de um prefcio escrito por Maria Suzana de Stefano Menin, Doutora em Psicologia Escolar e do Desenvolvimento Humano e professora titular da Universidade Estatal de So Paulo (UNESP). Menin apresenta de forma abreviada os trs captulos do livro, com nfase em um grave problema presente nas escolas brasileiras: a insuficiente formao dos professores de ensino fundamental que lhes dificulta atuar apropriadamente frente a problemas presentes no mbito educativo, tais como a indisciplina e/ou a violncia.
O primeiro captulo intitulado: ÒA persistente indisciplina nas escolas: Um estudo sobre suas razesÓ foi escrito por Joe Garcia, Doutor em Educao pela Universidade Catlica de So Paulo e professor adjunto do programa de Ps-Graduao em Educao na Universidade de Tuiuti do Paran. Este captulo trata sobre os problemas de indisciplina presente nas escolas, eo professor Garcia expe algumas razes possveis que ocasionam que suas manifestaes persistam nas escolas, analisando suas implicaes nas praticas educativas contemporneas.
Garcia introduz o captulo explicando que, ao longo da histria, a indisciplina nas escolas sempre se tem observado, o que se evidencia em mltiplos escritos de filsofos e educadores como Plato ou Comenius, os quais na sua poca falavam dos problemas de indisciplina presente na escola. Porm, at o sculo XX que ocorre o inicio da pesquisa sistemtica com relao indisciplina escolar, sendo Jacob Kounin (nos Estados Unidos), um dos principais pesquisadores utilizados como referncia no relacionado a pesquisas sobre o fenmeno da indisciplina. Joe Garcia define indisciplina como o incumprimento de regras e normas que se estabelecem na relao pedaggica, as quais tm o papel de regulao funcional, ajudando a produzir condies adequadas para obter um aprendizado coletivo.
O professor Garcia, com base na consulta a bases de dados e publicaes relevantes no Brasil, assim como tambm fundamentado em suas experincias em projetos focados na formao de professores, verificou que uma das principais preocupaes dos professores consiste em superar problemas de indisciplina, que ocasionam perdas significativas de tempo de ensino. Para este autor, a indisciplina j foi interpretada como um reflexo da inadequao do aluno com relao escola; entretanto, na atualidade a indisciplina pensada como uma possvel falta de adequao da escola em suas praticas, teorias, mtodos de ensino e materiais pedaggicos.
Para Garcia os problemas de indisciplina so capazes de afetar o desenvolvimento da relao pedaggica e interferir no processo de ensino-aprendizado. Este autor enumera trs possveis razes pelas quais a indisciplina persiste na escola. A primeira a ausncia de uma viso nica e prticas compartilhadas entre educadores de uma mesma escola com relao ao que constitui disciplina e indisciplina escolar. Isto causa que, sob a denominao genrica de indisciplina escolar, eventos to distintos como agresses fsicas, depredao do patrimnio escolar e o uso do telefone durante as aulas sejam considerados sinnimos. Dessa forma, o termo indisciplina acaba sendo utilizado para referir-se a um amplo e heterogneo conjunto de problemas que realmente apresentam distintas naturezas. Garcia defende que a indisciplina tem persistido na escola por no receber uma leitura adequada do que ela significa.
A segunda razo descrita por Garcia que a formao do professor est mais focada no domnio de conhecimentos especficos de uma determinada rea das cincias, deixando vazios na formao necessria do professor para lidar com a indisciplina, conflitos ou violncia que se apresentam na escola.
Finalmente, a terceira razo so as formas de interveno disciplinares utilizadas pelos professores, que no sempre confirmam a abordagem pedaggicaque sustenta o processo formal de ensino-aprendizagem. Por exemplo, a forma em que alguns professores exercem sua autoridade quando disciplinam constitui uma espcie de regime de exceo, o que provoca a resistncia dos alunos e usualmente produzmais indisciplina.
O captulo escrito por Garcia finaliza com reflexes que sustentam que as prticas tradicionais de disciplina, baseadas no simples controle social na escola, esto perdendo eficcia, ao mesmo tempo em que desvalorizam a autoridade docente. A autoridade dos professores fracassa quando suas praticas de ensino so baseadas em coero. A disciplina essencial para as relaes e para os processos de ensino, por isso se deve dedicar ateno forma na que se intenta resolver os problemas relacionados com a indisciplina escolar.
O captulo 2, escrito por Luciene Tognetta, Doutora em Psicologia Escolar e do Desenvolvimento Humano pela Universidade de So Paulo e investigadora do grupo de pesquisa em Educao Moral (GEPEM - UNICAMP/UNESP), se titula ÒBullying na escola: O olhar da psicologia para um problema moralÓ. O captulo se enfoca em explicar e contextualizar o que o bullying escolar (definio, descrio do fenmeno, protagonistas, etc.) e descrevem, brevemente, algumas das possveis causas e consequncias do fenmeno, a participao do professor na sua preveno e as principais contribuies da psicologia moral para a compreenso e aocontra este problema.
Tognetta, antes de discutir o que considerado como bullying, introduzo captulo explicando duas questes relacionadas com o possvel aumento da violncia na escola: a primeira, que existe uma violncia estabelecida nas escolas; e a segunda questo que a escola na atualidade nem sempre entendida pelos estudantes como um lugar de aprendizado, convivncia e prazer; pelo contrrio, as informaes sobre o mundo so obtidas atravs da mdia, h qual cada dia evolui em competncia e velocidade. Nesse contexto, preciso pensar que a escola deve ter por objetivo no somente a transmisso de informaes, mas tambm a possibilidade que os alunos possam coordenar perspectivas, comparar as informaes recebidas com outras fontes, antecipar consequncias de seus atos, discutir sobre diferentes conhecimentos, etc. Para conseguir isto fundamental que os alunos tenham um professor em que possam confiar como guia.
Um dos problemas presentes no mbito escolar segundo Tognetta o bullying, o qual ao estar presente neste mbito afeta a formao e o processo de aprendizado dos estudantes. No existe uma traduo exata em portugus para a palavra bullying, devido a que o significado desta forma de violncia demasiado complexo. O bullying uma violncia entre pares que possui quatro caractersticas principais: a) Intencionalidade do agressor em causar dano fsico ou psicolgico vtima; b) As agresses contra a vtima so recorrentes e ocorrem por um tempo prolongado; c) A existncia de um desequilbrio de poder fsico ou psicolgico entre agressor e vtima; d) Existncia de uma vtima frgil ou fcil de agredir.
Tognetta cita que em diversas pesquisas realizadas no Brasil se tem comprovado que o autor do bullying tem uma hierarquia de valores invertida, considerando que os valores individuais so melhores que outros valores morais. O bully acredita que a valentia, a intimidao e o poder a qualquer custo so mais importantes que a humildade, a justia e a tolerncia ao diferente. Alguns autores de bullying podem, em algumas circunstncias, ter sido eles mesmos vtimas de seus pais ou seus iguais, sendo condicionados a acreditar que a nica forma de evitar ser vtima provocando a outros.
De forma semelhante ao apresentado no captulo anterior por Garcia, Tognetta menciona que os professores muitas vezes no esto bem capacitados sobre como atuar diante de problemas de violncia ou indisciplina. A preocupao nas escolas est relacionada com quantidade de informao a transmitir, e no na incluso de atividades que permitam aos alunos aprender a conviver e resolver conflitos pacificamente, habilidades necessrias para que o ser humano possa viver em harmonia. Quando no afeta ao professor, a violncia entre pares muitas vezes enxergada como uma brincadeira ou ignorada pelos professores. Tognetta considera que muitos professores no levam em considerao que os conflitos que ocorrem na escola devem ser vistos como oportunidades de aprendizado, e que importante trabalhar com os alunos temas como a tica, relaes interpessoais e a resoluo de conflitos, criando espaos onde a infncia possa participar em decises a ser tomadas, ajudando na preveno do bullying escolar.
Segundo Tognetta, entre as maiores contribuies da psicologia moral, a partir de Piaget e outros autores, esto reconhecimento de que os valores morais no so transmitidos, mas construdos e vividos nos conflitos cotidianos, nas situaes que permitam pensar sobre os problemas e escutar o que sentem o pensam cada uma das partes. Em outras palavras, se desejam alunos com tica moral, preciso cuidar do ambiente onde vivem e se desenvolvem, assim, a autora defende que o bullying um problema consequente da falta de tica.
O captulo 3, escrito por Telma Vinha, Doutora em Educao pela Universidade de Campinas e professora do Departamento de Psicologia Escolar da Faculdade de Educao da mesma universidade, se titula ÒOs conflitos interpessoais na escolaÓ. Esta autora explica neste captulo brevemente alguns dos problemas que se podem apresentar no mbito escolar (problemas de indisciplina, violncias, conflitos, etc.) e como estes afetam o processo de ensino-aprendizado, e a forma em que estes problemas so abordados pelos professores.
A partir de sua experincia em dilogos com os professores, Vinha menciona que evidente a presena da violncia entre alunos, indisciplina, falta de respeito e conflitos dentro da escola. Quando os professores se encontram em situaes como estas, expressam sentir-se no preparados e inseguros para intervir de forma mais construtiva neste tipo de situaes. Muitos professores no se consideram aptos para mediar os conflitos de forma que favorea o aprendizado de valores e normas. Nesse contexto, cada professor utiliza a estratgia de ensino que acredite seja a melhor para conter o problema, por exemplo, dar notas baixas, ameaar, punir, castigar, dialogar, vigilncia sistemtica, etc.
Para Vinha, com base em pesquisas feitas no Brasil e seu trabalho com professores nesse pas, afirma que alguns professores consideram a administrao das situaes de conflito entre os estudantes como algo desvianteda funo do professor, dizer, que no faz parte do curriculum. Desta forma, propem intervenes com o intuito de controlar ou proibir aos alunos. Por exemplo, diante de agresses fsicas, muitas escolas optam por castigar o aluno com suspenses e/ou advertncias; porm, esse tipo de castigo no consegue ensinar ao aluno a identificar seus sentimentos de rabia ou dor e a express-lo de forma adequada.
Em estudos realizados por Vinha, a autora percebe nas escolas de Brasil um conceito tradicional sobre conflitos, ou seja, os conflitos so percebidos como negativos e prejudicam o curso das aulas, assim como as relaes interpessoais que ocorrem nesse espao. Os professores se sentem irritados quando se enfrentam a conflitos como roubos, danos ao patrimnio escolar ou agresses. Por isso, a escola elabora regras com o intuito de evitar todo tipo de conflitos que possam acontecer.
Com base em pesquisas realizadas no Brasil, Vinha classifica a forma como os professores lidam com o conflito em trs categorias. A primeira so as intervenes centradas em evitar os conflitos, que consistem em a elaborao de regras, controlar comportamentos por meio de filmadoras ou de vigilncia sistemtica, trancar com chave os armrios e salas de aulas para evitar furtos, assim como ocupar aos estudantes com atividades de pouco valor pedaggico como copias de contedos e exerccios de repetio. A segunda categoriavisa conteno dos conflitos, por exemplo, a imposio de solues prontas como transferir ao aluno para a famlia ou para um especialista, o uso de punies e outros mecanismos de controle utilizados para a escola que parecem funcionar temporalmente, mas que realmente reforam e agravam o problema. A terceira so as intervenes caracterizadas pela ausncia de interveno (ignorar o conflito), ou por aes bastante pontuais dos adultos como chamadas breves de ateno, gestos ou expresses que mostram irritao ou descontento.
Com base em informes de pesquisas consultados por Vinha, ela afirma que alguns professores atribuem mais gravidade a desavenas ocorridas entre alunos e autoridade, que as que ocorrem entre pares, as que tendem a ser minimizadas por ser consideradas pelos professores como brincadeiras prprias da idade. Essa atitude facilita que ocorram mais casos de bullying, cyberbullying, maus-tratos ou intimidao entre alunos. Tambm se sugere que a escola tem lidado com todo tipo de conflitos entre pares como se fosse indisciplina (contendo o conflito ou utilizando mecanismos para evit-lo), a pesar das diferentes manifestaes e formas em que possam aparecer. Diante disso, o professor se enfoca em restaurar a harmonia na sala de aula, sem realizar intervenes construtivas que incentivem a compresso da importncia do respeito, a coordenao de perspectivas e sentimentos, assim como o dialogo entre alunos.
Dessa maneira, a forma em que a escola tem lidado com os conflitosno longo prazo contribui para formar jovens com baixo ndice de habilidades sociais apresentando dificuldades para que estes possam opinar assertivamente, expor e discutir seus sentimentos e escutar diferentes pontos de vista sem sentir-se ameaados, habilidades importantes no processo para tomar decises e a comunicao sem violncia. A resoluo de conflitos na escola por parte dos professores muitas vezes inclui mecanismos primitivos como reaes impulsivas, submissas ou agressivas.
Em seu texto, Vinha identifica trs tendncias para a resoluo de conflitos: a) A assertividade, que enfrenta as situaes expressando ideias, pensamentos e sentimentos, considerando, valorizando e respeitando o ponto de vista dos outros; b) A agressividade, que expressa sentimentos e/ou pensamentos de forma coerciva, impositiva ou por meio de violncia fsica, verbal ou psicolgica; c) A submisso, que no enfrenta o conflito, e foge ou esquiva o contato direto com o outro.
Desde a perspectiva construtivista, Vinha explica que os conflitos so processos naturais em qualquer relao social e que o conceito de harmonia no significa ausncia de conflito, j que estes so necessrios para o aprendizado de valores e o desenvolvimento adequado durante a infncia e adolescncia. Exemplo disso a cooperao, desenvolvida durante o processo de resoluo de um problema onde os involucrados consideram os sentimentos, pontos de vistas e ideais do outro. Por conseguinte, a interveno com relao ao conflito se enfoca no processo, ou seja, na forma em que o conflito enfrentado.
Ës vezes os professores retiram dos alunos a oportunidade de resolver o conflito ou o problema, resolvendo eles mesmos os conflitos que se apresentam ao dizer o sugerir o que tem que ser feito. Segundo Vinha, em situaes de conflito o professor pode e deve intervir, mas ajudando aos alunos a verbalizar seus sentimentos, pensamentos e vontades, promovendo a interao, a tolerncia, o autocontrole e a reflexo com o intuito de resolver ou entender um problema em conjunto. Os professores devem saber transformar os conflitos em oportunidades de aprendizado.
Vinha explica que necessrio contar com professionais preparados e com conhecimentos para tratar e intervir em situaes de indisciplina, conflitos e/ou de violncia. Como tambm preciso que se estabeleam relaes de confiana, cooperao, respeito mutuo, e se ofeream espaos de participao efetivos. Espaos temporais como crculos restaurativos (nos que participam um facilitador e a rede de apoio, ademais das partes involucradas) e assembleias que procuram mediar conflitos e melhorar e prever a violncia.
A autora da presente resenha considera que o livro uma fonte de informao til para compreender de forma clara e precisa alguns dos problemas que surgem dentro do mbito acadmico (indisciplina, violncia entre pares, conflitos, entre outros) que interferem com o processo de ensino-aprendizado. O livro ajuda a conhecer algumas das causas destes problemas e explica como prevenir e intervir nestas situaes. Os trs autores deste livro coincidem em que a escola mais que um lugar para adquirir conhecimentos, constitui um lugar onde se formam valores importantes para a convivncia pacfica em sociedade. Igualmente, coincidem na importncia de formar, preparar e capacitar continuamente a professores para que estes possam oferecer uma educao de qualidade.
Isto tambm respaldado por muitos outros autores, tais como Pereira (2013), quem expressa que a escola no develimitar-se a ser repassadora de conhecimentos, mas deve ser um espao que permita que todos os alunos possam exercer sua cidadania, atravs da construo de alternativas para a superao de quaisquer tipos de dificuldades que se possam apresentar. Os autores do livro tratado na resenha tambm destacam a importncia que tem a capacitao e formao adequada de professores por parte das instituies educativas para que os docentes possam coordenar atividades enfocadas na resoluo de conflitos, a cooperao na sala de aula e o desenvolvimento de valores morais para viver em sociedade, assim como o autoconhecimento, o autocontrole e a autonomia.
Um aspecto que a autora da presente resenha considera oportuno destacar que ao longo do livro se faz muito nfase nas responsabilidades, deveres e importncia que tm os professores dentro da escola para a formao e desenvolvimento adequado durante a infncia e adolescncia, mas no se indica a importncia e o papel que tem a famlia em todo o processo de ensino-aprendizado. No livro no tratada a interao entre famlia e centro escolar. No adequado falar de educao, de infncia e adolescentes sem considerar o fundamental trabalho em conjunto que realizam a escola, o professor e a famlia.
Diversos autores em suas pesquisas tm manifestado a importncia dessa relao. Alguns destes autores so Jares (2002a, 2002b), Milani (2003), Outeiral&Cerezer (2006), Ruotti, Alves & Cubas (2006), Soares & Machado (2013), os quais explicam queas crianas se relacionamprimeiramente com os pais, depois com os outros membros da famlia. posteriormente a estas relaes que as crianas se incorporam no ambiente escolar que os prepara para a cultura e a sociedade na qual o indivduo estar inserido. Para os autores listados, tanto o sistema educativoquanto a famlia tm a fundamental tarefa de ensinar as normas de convivncia indispensveis para viver em paz, e destacam que no se pode responsabilizar ao sistema educativo pela presena de violncia ou indisciplina na escola. O trabalho em conjunto da escola e a famlia fundamental, ambas as partes precisam ter uma estrita relao e uma boa comunicao para detectar problemas a tempo e procurar solues para elas. Por exemplo, se um aluno agridefisicamente a outro aluno ou a um professor, e os pais de famlia no o repreendem, no haver um aprendizado significativo mesmo que a escola sancione a este aluno.
Os Pais de famlia (ou os principais responsveis das crianas e adolescentes) devem ter uma boa comunicao com os professores e a escola, trabalhando em conjunto com os projetos que se realizem dentro do ambiente escolar. Para Jares (2002a) a disciplina, ademais de ser algo inerente a todo processo educativo, tem que ser aprendida e praticada tanto nas famlias como na escola para atingir objetivos de ensino-aprendizado como grupoecomo indivduo.
Referncias
Arajo, J. & Silva, J. (2006). O fazer pedaggico do professor: Um caminho da educao pela paz. Em M. Bomfim & K. Matos (Orgs), Juventudes, Cultura de Paz e Violncias na escola, (pp. 178-185). Fortaleza: Editora UFC.
FACEPE. 36» Reunio Nacional da ANPEd. Goinia-GO. Recuperado de: http://36reuniao.anped.org.br/pdfs_trabalhos_aprovados/gt20_trabalhos_pdfs/gt20_3139_texto.pdf.
Jares, X (2002a). Aprender a Convivir. Revista Interuniversitaria de Formacin del Profesorado, 44, 79-92.
Jares, X. (2002b). Educao para a paz: Sua teoria e sua prtica. (2» ed.). Porto Alegre: Artmed.
Outeiral, J. & Cerezer, C. (2006). Agressividade, transgresso e limites no desenvolvimento da criana e do adolescente. Em: J. Outeiral& C. Cerezer (Orgs), O mal-estar na escola, (pp. 49-60). Rio de Janeiro: Revinter.
Milani, F. M. (2003). Cultura de paz x violncias: Papel e desafios da escola. Em: F. M. Milani & R. C. Jesus. (Orgs.), Cultura de Paz: Estratgias, mapas e bssolas (pp. 31-60). Salvador: INPAZ.
Pereira, M. A. (2003). Violncia nas escolas: viso de professores do ensino fundamental. (Tese de Maestria indita). Universidade de So Paulo, Brasil. Ruotti, C., Alves. R. & Cubas, V. (2006). Violncia na escola: Um guia para pais e professores. So Paulo: Andhep: Imprensa oficial do estado de So Paulo.
Soares, M. B. & Machado, L. B. (2013). Violncia contra o professor: Sentidos compartilhados e prticas docentes frente ao fenmeno. Agncia Financiadora:
Formato de citacin
Brooks, S. (2015). Resea de Garcia, J.Tognetta, L., & Vinha, T. Indisciplina, conflitos e Bullying na escola.1. Ed. Campinas, SP: Mercado de Letras, (2013). Revista Psicologa, Conocimiento y Sociedad 5(1), 149 - 162. Disponible en www.http://revista.psico.edu.uy
Editorial
Con esta nueva entrega Psicologa, Conocimiento y Sociedad cumple sus cinco primeros aos ininterrumpidos de impulso a la difusin del conocimiento nacional e internacional producido desde la Psicologa. Este primer lustro representa la concrecin de un proyecto que naci con vocacin democratizadora y pluralista, y que se ha propuesto dar lugar a las diferentes perspectivas y vertientes del conocimiento psicolgico apuntando a un horizonte de madurez acadmica imprescindible para promover el desarrollo de aportes de calidad y pertinencia social.
En este tiempo, Psicologa, Conocimiento y Sociedad ha dado cabida a artculos de autores pertenecientes a distintas universidades y centros de investigacin de nuestro pas, Amrica Latina, Estados Unidos y Europa participando as del proceso de visibilizacin internacional de diferentes producciones resultado de esfuerzos locales y tambin de voluntades colaborativas de acadmicos de distintos pases.
Asimismo, en Psicologa, Conocimiento y Sociedad han encontrado lugar no slo diferentes aportes desde la psicologa sino tambin contribuciones que desde otros saberes han llegado al encuentro de tpicos fundamentales para la indagacin acadmica actual. Fiel a estos lineamientos de amplitud terica, metodolgica y territorial, el presente volumen presenta contribuciones de mltiples enfoques y procedencias.
La seccin Trabajos Originales contiene cuatro artculos que presentan resultados de investigaciones recientes. Facundo Abal, Sofa Aun, Horacio Attorresi de la Universidad de Buenos Aires publican el artculo ÒRelacin entre la Deseabilidad Social y los parmetros del Modelo Logstico de tres parmetros.Ó En el trabajo se interesan en estudiar la relacin de los parmetros a, b y c del modelo logstico de tres parmetros y la tendencia de los individuos a atribuirse a s mismo cualidades socialmente deseables. En este estudio participaron 1592 personas que respondieron a las escalas de Perseverancia y Distorsin del Big Five Questionnaire (BFQ).
Por su parte, Daniel Fagundez del Instituto de Psicologa Social de la Universidad de la Repblica presenta ÒCartografas de la actividad de atencin directa a nios, nias y adolescentes en situacin de calle en Montevideo, Uruguay.Ó En este caso, su artculo da cuenta de resultados de una investigacin cuyo objetivo es el estudio de la actividad de atencin directa a nios, nias y adolescentes en situacin de calle. El estudio se realiz a partir de un seguimiento de un equipo de trabajadores que se dedican a la atencin directa a esta poblacin en Montevideo, Uruguay, mediante la metodologa etnogrfica y cartogrfica.
El equipo conformado por Franco Mawad, Marcela Tras, Gastn Ares y Alejandro Maiche de la Universidad de la Repblica indaga sobre la ÒRelacin entre los estilos cognitivos dependencia e independencia de campo y la seleccin de etiquetas de yogur.Ó En este artculo el objetivo fue evaluar la relacin entre los estilos cognitivos dependencia e independencia de campo y la seleccin de etiquetas de yogur. Se trabaj con 133 participantes, quienes completaron una tarea de anlisis conjunto de eleccin de etiquetas de yogur, diseadas utilizando cuatro variables independientes de dos niveles cada una: contenido de grasa y azcar, fondo grfico de las etiquetas, sistema semforo, y marca.
Por ltimo, en esta seccin Ana Clara Ventura y Nora Moscoloni del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas de la Repblica Argentina (CONICET) aportan su artculo ÒEstilos de enseanza y aprendizaje en las aulas universitarias: la dimensin cognitiva y social de la estilstica.Ó En su investigacin se plantearon como objetivo la descripcin de los estilos de aprendizaje de estudiantes y los de enseanza de docentes, as como las configuraciones de asociacin entre los mismos (grados de armonizacin/discrepancia y modos de relacin) segn el rea de conocimiento (ciencias sociales-ciencias exactas) y el ciclo de la formacin acadmica (introductorio-bsico-superior). La muestra, seleccionada intencionalmente, estuvo compuesta por seis grupos ulicos compuestos por estudiantes y docentes: tres de Psicologa y tres de Ingeniera.
En la seccin Revisiones se publica un artculo. Nicols Schongut Grollmus de la Universidad Autnoma de Barcelona y la Facultad de Psicologa de la Universidad Gabriela Mistral (Santiago de Chile) propone la revisin de los fundamentos tericos, metodolgicos y epistemolgicos que permitan una articulacin posible entre la perspectiva narrativa en Ciencias Sociales y la investigacin crtica feminista. Y ms que una propuesta estrictamente acadmica, el artculo propugna una prctica investigativa crtica que remueva a los sujetos que investigan en su relacin con su propio trabajo as como en su relacin con los sujetos participantes de los distintos estudios.
En la seccin Reseas se incluyen dos artculos. Silmalila Remedios Brooks de la Universidade Federal do Paran presenta el libro Indisciplina, conflitos e Bullying na escola de Joe Garcia, Luciene Tognetta y Telma Vinha, en el que distintos expertos brasileos abordan una de las formas contemporneas en que el conflicto emerge en el mbito escolar.
Brooks destaca los esfuerzos que los autores de esta obra realizan para trazar las vas por las que la educacin y las instituciones de enseanza puedan alcanzar medios de resolucin de conflictos que destierren la violencia y hagan de la escuela un espacio digno de crecimiento y aprendizaje.
Cerrando esta seccin y la publicacin en su conjunto Jorge Surez y Noelia Correa de la Universidad de la Repblica resean el informe publicado en el presente ao tras la realizacin de 1er Censo Nacional de Psicologa en Uruguay durante el ao 2014. De forma muy sugerente Surez y Correa se preguntan _y comparten sus interrogantes_ acerca de ciertas dimensiones sobre las que es necesario proseguir investigando. ÒÀEn qu temticas o reas se han formando y/o se estn formando los graduados? ÀCules son las demandas de formacin de posgrado? ÀLa variable gnero incide en la realizacin y culminacin de posgrados? ÀHay diferencias salariales entre el interior y Montevideo? ÀEn qu reas trabajan las/os psiclogas/os residentes en el interior?Ó
Como se puede apreciar, una vez ms, el presente nmero refleja la pluralidad temtica, este hecho es un valor sustantivo del proyecto editorial y objetivo compartido de quienes formamos el Consejo Editorial. Esperamos que este nuevo nmero resulte de vuestro inters y asimismo les animamos a enviar sus artculos.
Reciban un cordial saludo.
Andrea Bielli
Editora
Karina Curione
Co- editora
Por Consejo Editorial
Laura Lpez
Javier Romano
Editorial
Desde la década del 70', la Psicología Comunitaria (PC) ha tenido un crecimiento sostenido en América Latina, expandiéndose desde allí hacia otros continentes.
Acorde a los contextos singulares, su desarrollo es heterogéneo tanto en lo que refiere a los problemas que aborda, como a su peso relativo en los ámbitos académico y profesional. Particularmente en Uruguay, ha ganado visibilidad a partir de la década de los '80, con su decidida incorporación en la formación de los y las licenciados/as en psicología en nuestra universidad pública. Desde sus inicios a la actualidad, el lugar conquistado tanto en la formación de grado como de posgrado, es innegable. Su perspectiva epistemológica, teórica y metodológica se articula con otras perspectivas críticas de la Psicología Social que se desarrollan en nuestra Facultad, encontrando en las dimensiones ética y política un anclaje común.
En el campo de la investigación ha transitado desde estudios que aportaron a fortalecer su constitución como campo sub-disciplinar, hacia los que ponen el acento en la comprensión y transformación de problemas sociales prioritarios, tales como los procesos de exclusión-inclusión social, los temas vinculados al campo socio-jurídico, los procesos urbanos y residenciales, las configuraciones familiares, y el campo de las políticas públicas, entre otros.
La extensión universitaria fue desde sus inicios y sigue siendo el espacio privilegiado en el que la Psicología Comunitaria se desarrolla en y desde la Universidad. Ella garantiza el diálogo permanente con los actores sociales y una producción de conocimientos sobre la base de los procesos de intervención que estudiantes y docentes llevamos a cabo en distintos territorios. La integralidad, entendida como la articulación de funciones universitarias que se desarrolla en el marco de proyectos que conjugan saberes académicos y populares, ha sido y es un campo fértil para profundizar en las metodologías de investigación-acción, en el diálogo con los actoressociales y en la singularidad que adquiere la construcción de la interdisciplina en el trabajo comunitario. Es el desarrollo de una Psicología Comunitaria ligada indefectiblemente a los problemas reales, lo que nos ha permitido interpelar algunas de sus categorías conceptuales, como por ejemplo, la noción de Comunidad.
En el campo profesional, la Psicología Comunitaria ha logrado visibilidad. Sin que exista aún una oferta de posgrados en términos de especialización (ese es nuestro próximo compromiso), es frecuente que se soliciten profesionales con un perfil ligado al trabajo comunitario, para ocupar puestos de trabajo tanto en organizaciones gubernamentales como no gubernamentales. El campo de las políticas públicas, sobre todo en la última década, ha sido un ámbito de incorporación frecuente donde psicólogos y psicólogas encuentran un espacio propicio para la puesta en juego de una perspectiva comunitaria. Ésta se somete allí a las tensiones propias de unos escenarios que conjugan intereses diversos y al desafío de profundizar los componentes de lo político y de lo público, para que los sujetos de la política tengan un lugar protagónico.
El presente monográfico debe leerse en esta clave histórica. La idea del mismo surge en el seno del Programa de Psicología Social Comunitaria del Instituto de Psicología Social de nuestra Facultad, programa que es expresión de los caminos recorridos. El mismo, creado en 2012 como producto de la transformación académica que transitó nuestra casa de estudios, está compuesto por alrededor de veinte docentes que, viniendo desde espacios académicos diversos, confluimos en un interés común: el de sostener y desarrollar un enfoque dentro de la psicología que jerarquiza los intereses y los valores colectivos sobre los individuales, el compromiso ético y político sobre la neutralidad o la asepsia, y una teoría encarnada en la vida cotidiana. Es así que, desde este rincón del mundo, asumimos el desafío de aportar al desarrollo de la Psicología Comunitaria, y de hacerlo críticamente, en consonancia con el paradigma que la sostiene. Esta publicación, entonces, es parte de ese desafío.
La tarea ha sido colectiva, no sólo hacia adentro de nuestra Facultad y Universidad, sino también en el establecimiento de contactos con investigadores e investigadoras de otras universidades de América Latina y Europa. A lo largo de estos años hemos sido bienvenidas en otros ámbitos académicos, donde hemos tenido la oportunidad de compartir las particularidades de nuestro trabajo. Simultáneamente, hemos disfrutado de la visita de numerosos exponentes de la Psicología Comunitaria de diversos países de nuestro continente, quienes a través de sus aportes han enriquecido nuestra labor. Hemos profundizado nuestros vínculos en cada Congreso, en cada Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria (son cinco las ya realizadas) tejiendo así, redes informales de intercambio y también redes formales que han posibilitado el sostén para el desarrollo de actividades académicas conjuntas. Tal es el caso de la Red Latinoamericana de Formación en Psicología Comunitaria constituida en Lima, Perú en el año 2010. Una parte de estas redes está presente en este monográfico.
Ha sido muy gratificante recibir respuestas de aceptación ante las invitaciones que cursamos para formar parte de la presente publicación. Ello fue lo que nos permitió presentarnos ante la convocatoria a propuestas de monográfico, que Psicología,Conocimiento y Sociedad realizara en 2014. Ha sido muy gratificante que nosquisieran acompañar en esta empresa. Y más gratificante aún, saber de la calidad de las contribuciones, luego de que las mismas fueran sometidas a las evaluaciones correspondientes. El monográfico contiene producciones de autores/as de varios países de Latinoamérica, y al tiempo que logró trascender las fronteras del continente, encuentra también producciones nacionales, algunas de ellas, de la diáspora.
Catorce artículos y dos reseñas bibliográficas son las contribuciones que componen y dan forma a esta propuesta, ofreciendo a los y las lectores/as la diversidad y rigurosidad de una propuesta que integra componentes de investigación, extensión, enseñanza y trabajo profesional. La apuesta es (re) conocer los trazos e itinerarios quela Psicología Comunitaria ha transitado y los retos que debe asumir para continuar un proceso de actualización y transformación que acompañe los tiempos actuales.
En aras de presentar algunos de los contenidos, podríamos categorizarlos en tres agrupamientos temáticos. En primer lugar, un grupo importante de trabajos propone la tarea de tensionar la caja de herramientas clásica de la Psicología Comunitaria, realizando una crítica potente y actual a nociones que han sido los pilares de esta disciplina desde sus comienzos. El sentido de estos trabajos es construir nuevas rutas que le den vigencia a las propuestas teórico-metodológicas claves de la disciplina y de esta forma hacernos abandonar algunas zonas de seguridad epistemo-conceptuales que hemos desarrollado con el paso del tiempo. Daniela Osorio en su artículo Repensar la Comunidad desde La Base: aportes de una investigación situada tensiona la noción de comunidad a la luz de las epistemologías feministas y los movimientos sociales de las economías solidarias. La revisión de Esther Weisenfeld Las intermitencias de la participación comunitaria: ambigüedades y retos para su investigación y práctica revisa y analiza los componentes centrales de la participación comunitaria desde la perspectiva de la PC. La propuesta de Karina Fulladosa en el artículo Sindicalismo: continuidad o ruptura. Reflexiones compartidas en torno a la acción colectiva con las trabajadoras del hogar y el cuidado tensiona las formas de organización comunitaria en el espacio sindical, a través del análisis de Sindihogar. La revisión realizada por Mark Hal Burton y Carolyn Kagan Theory and practice for a critical community psychology in the UK analiza y desarrolla el enfoque de la Psicología Comunitaria Crítica en el Reino Unido. Gabby Recto y Patricia de la Cuesta reseñan el libro La dimensión ética en Psicología Comunitaria. Orientaciones específicas para la Práctica y la Formación escrito por María Inés Winkler, Diana Pasmanik, Katherine Alvear y Bárbara Olivares, el cual pone el acento en la dimensión ético-política que conlleva el posicionamiento de los/as psicólogos/as y el campo relacional donde se produce la praxis. El artículo Hacia una Psicología SocialComunitaria del Sur escrito por Germán Rozas propone dejar atrás una mirada eurocéntrica y apuesta a una descolonización del saber que transversalice la teoría y la praxis de la PC. Verônica Morais, James Ferreira Moura Júnior y Sara Castro Lima en su artículo Pobreza e suas relações com a Psicologia Comunitária na 5a Conferência Internacional de Psicologia Comunitária analizan una noción central para la PC, como es la de pobreza, a través de las publicaciones discutidas en la 5a. Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria. Por su parte, Lis Pérez en la revisión El sentido político de nuestras prácticas. Una psicología de lo comunitario en movimiento apuesta a la noción de política como clave para la disciplina.
En segundo lugar, las políticas públicas conforman un espacio de tensiones y retos para la Psicología Comunitaria, lo que se ve reflejado en la discusión que realizan algunos artículos. Retos que implican el desafío de actualizar herramientas de intervención, sin perder de vista el sentido ético-político de las mismas y la reflexión acerca de los sujetos implicados en estos procesos. En este sentido, el artículo escrito por Verónica Blanco Habitar lo comunitario: vivencias desde de una política pública de cuidados discute cuestiones que tienen que ver con políticas públicas de cuidados ligadas al habitar. Cecilia Marotta en su comunicación El trabajo con familias en políticas sociales: Intervención e invención en psicología social comunitaria reflexiona acerca de las intervenciones con familias en el marco de las políticas sociales actuales. Mariana Chena, Julio Muro, Omar Barrault, Silvia Plaza e Inés Díaz, en el trabajo Consideraciones sobre el Trabajo Comunitario desde la perspectiva de equipos estatales y ONGs analizan las características del trabajo comunitario, poniendo en tensión categorías como participación y construcción común. Tesania Velázquez, Miryam Rivera y Elba Custodio en el artículo El acompañamiento y el cuidado de los equipos en la Psicología Comunitaria: un modelo teórico y práctico desde una experiencia límite, exponen una perspectiva y una metodología de trabajo con los y las operadores/as sociales.
Finalmente, nos encontramos con las preguntas acerca de la Universidad y sus fines: investigación, extensión y enseñanza y cómo esto se relaciona con la Psicología Comunitaria y con las transformaciones que acontecen en la Universidad y que atraviesan nuestras identidades docentes. Blanca Ortiz Torres en la revisión Lo académico, lo comunitario y lo personal en la praxis de la Psicología Comunitaria: ¿Un monstruo de tres cabezas o la santísima trinidad? discute acerca de los dilemas que conlleva asumir posiciones identitarias que conjugan la docencia y el trabajo en la comunidad. Cecilia Montes reseña el libro publicado en el presente año por la Comisión Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio (CSEAM) "Co-producción de conocimiento en la integralidad", en tanto que el mismo es un aporte a pensar la noción de integralidad en el contexto actual de la Universidad de la República. La revisión escrita por Sandra López, Lis Pérez, Grisel Prieto y Ana Carina Rodríguez "Caminos en la formación en Psicología Social Comunitaria", reflexiona acerca de la puesta en funcionamiento de un dispositivo didáctico-pedagógico para la formación en intervención comunitaria en la Facultad de Psicología, UR. Lo que sirve de excusa para problematizar en algunas dimensiones de la formación. Sandra López en el artículo "La construcción interdisciplinaria - reflexiones desde la praxis" aporta la discusión acerca de la praxis interdisciplinaria en el campo de la PC.
Agradecemos los esfuerzos de todos y todas, de autores y autoras, de revisores y revisoras. El trabajo ha sido arduo pero valió la pena. Convidamos a los y las lectoras a continuar el diálogo a partir de las ideas aquí expuestas y el trabajo de nutrir el desarrollo de la Psicología Comunitaria.
Número Monográfico
Trazos para una Psicología Comunitaria del siglo XXI
Editoras
Laura López
Consideraciones sobre el Trabajo Comunitario desde la perspectiva de equipos estatales y ONG
Considerations about the Communitarian Work from the perspective of State teams and NGOs
Omar Barrault, Marina Chena, Julio Muro, Silvia Plaza, Ines Diaz
Autor referente: omarbarrault@gmail.com
Universidad Nacional de Crdoba
Historia editorial
Recibido: 08/06/2015
Aceptado: 08/09/2015
RESUMEN
En este trabajo se compartirn reflexiones del Equipo de Investigacin de la Ctedra Estrategias de Intervencin Comunitaria de la Facultad de Psicologa de la Universidad Nacional de Crdoba. Dicha produccin se enmarca en el proyecto que indag sobre las ÒCaractersticas del Trabajo Comunitario (TC) en la ciudad de CrdobaÓ (2012-2013) desde el Estado y las ONGÕs. Se compararn resultados con un estudio anterior (1998-1999) focalizando en: cmo definen el TC, cul es su importancia y finalidad ltima, cules son los principales obstculos y facilitadores para su desarrollo. Puede sostenerse, como aspecto comn el reconocimiento de que es un trabajo compartido con la gente y con un colectivo. Esto permitir tensionarlo con categoras centrales como participacin y construido en comn.
Palabras clave: Trabajo comunitario; Participacin; Construido en comn
ABSTRACT
In this work we will share reflections from the Research Team of the Chair ÒStrategies of Community InterventionÓ at the Faculty of Psychology, National University of Crdoba. This production is part of the project that investigated the ÒCharacteristics of Community Work (CW) in the city of CrdobaÓ (2012-2013) on the part of the State and the NGOs. We will compare results with a previous study (1998-1999) focusing on: how the CW is defined, which is its importance and ultimate purpose, and which are the main obstacles and facilitators for its development. We can hold, as a common aspect, that it is a work shared both with the people and a collective. This would allow us to put a strain with central categories such as ÒparticipationÓ and Òbuilt in commonÓ.
Keywords: Community Work; Participation; Built in common
Introduccin
En este trabajo se comparten resultados y reflexiones del equipo de investigacin de la ctedra Estrategias de Intervencin Comunitaria de la facultad de psicologa de la Universidad Nacional de Crdoba. Dicha produccin se enmarca en el proyecto que indag sobre las ÒCaractersticas del Trabajo Comunitario (TC) en la ciudad de CrdobaÓ (2012-2013), Subsidiado por la Secretaria de Ciencia y Tcnica de la Universidad Nacional de Crdoba.
El objetivo de este artculo es avanzar en la descripcin sobre lo especfico del TC desde la perspectiva de los actores, a partir de su definicin y relaciones con la participacin y lo construido en comn. As tambin, compartiremos algunas tensiones identificadas y relaciones encontradas respecto de un estudio anterior (1998-2000), del cual el presente es una replicacin
Marco Referencial
A lo largo de la historia ha caracterizado, predominantemente, a la Psicologa Comunitaria (PC) y al Trabajo Comunitario (TC) lo metodolgico y la atencin a los procesos y mbitos de intervencin. Estos adquieren distintas modalidades, perfiles y aspectos relevantes, segn las pertenencias institucionales, disciplinares, y contextos particulares.
Tambin caracteriza a este campo, la coexistencia de prcticas heterogneas y diversas, a veces contradictorias, otras confusas y/o fragmentadas (Berroeta, Hativbovic, & Asn, 2012; Quintal de Freitas, 1994). Prcticas que estn orientadas tanto por diferentes concepciones ideolgicas y tericas como por una multiplicidad de actores. As mismo, la definicin de estas prcticas estn en relacin con los contextos socio-polticos e institucionales y al estado de desarrollo de cada disciplina.
En estas dos ltimas dcadas, se ha profundizado la preocupacin en la produccin de marcos referenciales especficos y en la conformacin de reas y nominaciones propias en tensin con problemticas y sujetos emergentes. As tambin en lecturas contextuales, ya que se afirma que los contextos socio-polticos e institucionales afectan los modos y matrices culturales y relacionales en los territorios. En general, el TC realiza sus prcticas en el Òterritorio de la pobrezaÓ. Este marca las posibilidades del desarrollo de las condiciones cotidianas de vida y del TC, asociado a signos de poca1.
El estado, la academia, instituciones y organizaciones de diversa ndole y perfil- partidos polticos, iglesias, asociaciones civiles, movimientos sociales-, han incorporado y expuesto la cuestin comunitaria.
En el marco de la PC, proponemos pensar al TC desde los siguientes aspectos: su anclaje en las relaciones sociales y comunitarias y en las matrices culturales, simblicas, ideolgicas; estar orientado por la matriz de la amistad y la hospitalidad, buscando incluirse en una prctica de trabajo conjunto, compartido e implicado; sosteniendo un compromiso en la construccin de significados, acciones, conocimientos y saberes. Esto es posible en espacios y contextos de confianza, de interaccin e interlocucin, mltiples y complejos, instituyndose en el ÒentreÓ, en el encuentro con el/los otro/s. Implica trabajar en el pensar, sentir, actuar, decir, escuchar, en lo comunitario. Se apuesta a lo colectivo, al deseo por lo comn, a lo pblico, afirmando y afirmndose en una tica de la relacin y una poltica de la autonoma y de la transformacin.
Sin otro/as no hay TC, es decir que el otro/a funda el TC. Esta es la condicin bsica, la idea-fuerza. Hacer en comunidad nos implica. Construir un nosotros es una idea-prctica simultnea o posterior, no es un a priori. Primero hay que encontrar/se en/con el otro. En esta relacin con el otro -ncleo del TC- se juega la participacin. Coincidimos con Montero (2004) en que es un proceso organizado y colectivo en donde se producen transformaciones comunitarias e individuales.
Algunas de las tensiones presentes en las concepciones sobre participacin (Chena, 2015) son:
La tensin produccin-reproduccin: refiere a la finalidad de la participacin, si est orientada a la transformacin social y la autonoma de las comunidades o al mantenimiento y reproduccin de la lgica de dominacin social.
La tensin sujeto-objeto de la accin social-comunitaria: aqu se juega la concepcin de sujeto como productor de mundos o se sostiene un sujeto colocado en posicin de objeto, destinatario pasivo de las acciones de planes, programas y proyectos definidos por otros.
La tensin participacin real-simulacro de participacin: hablamos de participacin real (Sirvent, 1985) cuando las acciones de los sujetos producen verdaderas transformaciones en las estructuras de poder. El simulacro se instala cuando la participacin es un Òcomo sÓ que no produce cambios estructurales sino que genera en los sujetos la ilusin de que es posible ejercer influencia sobre las condiciones en que viven.
La tensin externo-interno en los procesos participativos: refiere a los intereses a los que responde la participacin (Castro, 1993). Ligada a la promocin comunitaria y al desarrollo de los Òprocesos comunitariosÓ (Castro, 1993; Plaza, 2007) o al abordaje/lgica externa.
La tensin delegacin-la propia voz: este aspecto hace referencia a la muy difundida idea de la participacin por delegacin -como nico modo- a lo que se contraponen prcticas participativas donde la voz de cada una es imposible de reemplazar.
A su vez, el concepto de participacin es resignificado constantemente desde las prcticas concretas en las comunidades. En nuestras intervenciones, hacemos nfasis en recuperar el sentido poltico de las prcticas participativas de la vida cotidiana (Montero, 2004; Rodigou, 2000). Por lo tanto se hace relevante detenerse a pensar las condiciones de produccin y de posibilidad de procesos participativos situados. En ese sentido, adems, entendemos que el hacer-con-otros como Òlo construido en comnÓ, refiere a la experiencia en donde se juega el encontrarse, compartir, decidir y recorrer diversas tramas en la experiencia de la horizontalidad. (Alderete et al., 2011). As tambin fijar, an cuando sea transitorio, parcial y precario, puntos comunes en la diversidad de lecturas del mundo.
Nos surgen algunas preguntas: Àla comunidad es tomada como sujeto o como objeto?ÀTrabajamos con la comunidad o con lo comunitario? ÀConsideramos la comunidad como territorio o como universo simblico? ÀRefiere a una posicin o a una perspectiva? ÀQu es lo propio del TC? ÀCul su especificidad? ÀSe trabaja en y desde una idea de comunidad real o ideal? ÀQu la define? ÀQuines lo hacen? ÀCmo se consideran los modos de construccin de las relaciones entre los participantes de los procesos comunitarios y de intervencin? Estas y otras son algunas de las preguntas problematizadoras del campo que hoy circulan. (Alfaro, 2012; Corea, De la Aldea, & Lewkowicz, 2003; Montero, & Serrano-Gracia, 2011; Plaza, 2007; Rodrguez, 2007, 2012; Snchez Vidal, 2007).
En el presente trabajo y teniendo como marco este campo problematizador presentaremos reflexiones emergentes de algunos resultados de la investigacin referenciada.
Metodologa
Se trata de un estudio descriptivo, que incluy en su tratamiento aspectos cuantitativos y cualitativos. Fue una replicacin de una investigacin realizada en el perodo 1998-20002.
Se busc caracterizar y describir el TC desarrollado en Crdoba en los ltimos aos y construir tipologas; desde la perspectiva de los actores: los equipos de trabajo comunitario (ETC) con pertenencia institucional al estado municipal y provincial, Universidad Nacional de Crdoba y ONG«s.
Las prcticas comunitarias constituyeron el objeto de indagacin. Con tal propsito se definieron como sub variables: el qu (refiere a la intervencin misma y a las definiciones en juego), los quines (refiere a los actores intervinientes), el dnde (refiere al sector geogrfico), con quines (refiere a los sectores poblacionales con los que se trabaja y sus caractersticas), el desde dnde (refiere a los marcos tericos e ideolgicos), el cmo (refiere a las estrategias, acciones y recursos) y el para qu (refiere a las razones por las cuales se realiza trabajo comunitario)3.
La poblacin-objeto fueron los equipos de TC. Sus pertenencias institucionales son: estado municipal (centros de salud); estado provincial (Equipos de Atencin Comunitaria: EAC); Universidad Nacional de Crdoba (ctedras); ONG«s (de promocin y desarrollo social). Tomamos como criterios generales de inclusin, a aquellos equipos que: a) definan su hacer como trabajo comunitario; b) realicen su trabajo en la ciudad de Crdoba; c) incluyan en su composicin a la disciplina psicologa. Se parti de la muestra conformada en la primera aplicacin (1998-2000) cuya composicin fue la siguiente: 9 equipos pertenecientes al estado provincial, 10 equipos pertenecientes al estado municipal, 6 ONG`S y 8 ctedras universitarias. Se utiliz la lista pblica de equipos municipales y provinciales, insercin y red de contactos y relaciones del equipo de investigacin4.
En relacin al instrumento, se utiliz una entrevista semi-estructurada. Consta de 39 tems, de los cuales 25 preguntas son abiertas y 14 son cerradas. Para la presente investigacin se realiz una revisin del instrumento. Se agregaron y quitaron tems en relacin a categoras de anlisis que el equipo de investigacin y de ctedra vena desarrollando: categora Òconstruido en comnÓ, algunos tems vinculados a los ÒsentimientosÓ presentes en el trabajo comunitario, y Òparticipacin comunitariaÓ. As tambin se incluy en la presente versin el item sobre la Òimportancia del TC en las polticas pblicas desde el lugar donde trabajaÓ. Dado que este conjunto de items fue incorporado en el estudio actual, no es posible realizar comparaciones con la investigacin anterior.
Se aplic el instrumento a 23 equipos de trabajo comunitario (7 a centros de salud, 5 a los equipos de atencin comunitaria, 6 a equipos de ctedras, 6 a ONG«s).
La disminucin del nmero de la muestra actual, respecto de la investigacin precedente, responde a los criterios de inclusin mencionados; por ejemplo, hay ctedras que ya no refieren hacer trabajo comunitario. Para el anlisis se aplic estadstica descriptiva en las preguntas cerradas y anlisis cualitativo-descriptivo en las abiertas. Se compar segn aspectos y actores relevados estableciendo semejanzas y diferencias; as tambin las caractersticas y cambios del TC entre la aplicacin 1998-2000 y la del periodo 2012-2013.
Resultados y Discusin
Definicin del campo del trabajo comunitario.
Se presenta aqu lo expresado por los equipos de trabajo comunitario en los siguientes tems del instrumento de indagacin: definicin e importancia del TC, su finalidad ltima, los obstculos y cambios en el TC, lo que motiva y desanima en el TC, importancia del TC en las Polticas Publicas, que es lo propio del TC, frase que representa al TC hoy.5
El TC, hoy, es situado predominantemente en el campo de la salud, ligado a la Estrategia de Atencin Primaria en Salud (APS). En un marco de tensiones y relaciones entre dos grupos claramente identificados: uno en el campo de la salud y de la salud mental (Ciencias de la salud), el otro en el campo social (Ciencias Sociales). Sigue pendiente problematizar estas pertenencias, los impactos en el TC y sus razones.
En la definicin de TC ofrecida por los equipos, podemos observar un fuerte componente social y los siguientes aspectos ligados a l, an cuando no hay una definicin homognea de TC:
_ Una necesaria presencia de la gente/comunidad como condicin para la existencia del mismo. Es un trabajo compartido con la gente y con un colectivo.
_ Asimismo el reconocimiento, para el TC, de ejes tales como ÒnecesidadesÓ, ÒproblemasÓ, Òalgo que molesta o incomodaÓ, ÒdeseosÓ. En el estudio anterior se sintetizaba en dos: necesidades y participacin.
_ El destinatario-actor del TC es nombrado como la ÒpoblacinÓ, la ÒgenteÓ o los ÒgruposÓ. En cambio, en el estudio anterior, adems era nombrado como ÒorganizacinÓ u Òorganizaciones de baseÓ.
_ La nocin de proceso complejo. Incluye la dimensin temporal-histrica.
_ La idea de construccin, tarea en co-presencia con otros actores. Lo que orienta y marca este transitar es el proceso (proceso comunitario).
_ La dimensin poltica no es fcilmente identificable. En general se presenta ligada a la perspectiva de derechos.
En la finalidad ltima del TC se expresa con ms claridad tanto las intencionalidades como la dimensin poltica. Se identifican tres sentidos: ÒempoderarÓ, ÒtransformarÓ y Òhacer para accederÓ, an en condiciones adversas. Se observan cambios respecto del estudio anterior: en el lenguaje y modos de nombrar, ÒempoderamientoÓ y Òaccesibilidad de derechosÓ son dos enunciados que aparecen como novedosos, que desplazan a Òmejorar la calidad de vidaÓ, expresin transversal en el estudio anterior. En aquel estudio las ONG«s era el actor que afirmaba la Òdefensa de los derechosÓ, en parecido sentido al actual y estaba ms centrado en los procesos comunitarios-organizativos y los que con mayor claridad se proponan ser partcipes de la lucha contra la pobreza y exclusin.
Tabla 1
Comparativo de las Caractersticas del Trabajo Comunitario: Estudios 1998-2000 y 2012-2013
En sntesis, los ETC reconocen como condicin del TC el trabajo compartido con un colectivo, en el marco de un proceso complejo, cuya finalidad propone la idea de transformacin.
Este campo definido presenta tensiones y desplazamientos importantes a observar. Una cuestin refiere a la nocin de transformacin y cambio como idea directriz y marca fundacional de la PC y del TC, como motor y horizonte. La transformacin como afirmacin poltica es aquello que motiva en el TC, segn expresan los equipos, junto a la afirmacin de la comunidad como un mbito genuino de trabajo, a la potencia de la organizacin y de los procesos colectivos comunitarios, asociado con sentimientos de alegra y entusiasmo; y al Òdeseo de encontrarse con otrosÓ.
Asimismo y en tensin, hoy, la idea de transformacin aparece de modo desanimante y obstaculizador, tanto respecto del equipo ligado a una sensacin de cansancio, de esfuerzo siempre insuficiente; como en su relacin con las comunidades ligado a la situacin de pobreza y precarizacin.
Otro aspecto que evidencia esta tensin es la relacin entre el TC y las Polticas Pblicas.6 Se afirma que el TC es central en las polticas pblicas, porque: aportara en trazar un norte en los contenidos segn las necesidades sentidas de las comunidades; garantizara la participacin de los sujetos; podra intervenir como un puente entre la esfera estatal y las comunidades, como un instrumento que permitira articular el ÒarribaÓ institucional-estatal y el ÒabajoÓ comunitario; constituira una estrategia de fortalecimiento en la medida que los sujetos y las comunidades puedan Òapropiarse de lo pblicoÓ y construir demandas a partir de reconocer sus derechos.
Ante estas consideraciones, se expresan nuevamente dos aspectos en tensin: por un lado la importancia de acercar las polticas pblicas a las comunidades, incorporndolas en su discusin y diseo. Por otro lado se manifiesta con claridad la distancia existente entre la formulacin e implementacin de las polticas pblicas (y de lo pblico) y la participacin y consideracin de las necesidades de las comunidades. Se traduce entonces en el registro de lo que Òdebera serÓ, y en un sentido de aspiracin frustrada y frustrante para algunos equipos. Comunica una interpelacin a la relacin de las comunidades con el Estado y del Estado con la sociedad civil. Marca una distancia e incomunicacin y un desplazamiento y/o ratificacin de las comunidades a la posicin de Òobjeto de las polticas pblicasÓ (Corea et.al., 2003, p. 6)
Esta tensin tambin se observa cuando se aborda la frase que mejor representa la realidad de los equipos7, la opcin predominante en los equipos es cada vez se hace menos trabajo comunitario. Le siguen afirmaciones que refieren a un hacer y/o un decir, que de alguna manera nos interpela: no slo se hace menos, adems se cuestiona si lo que se hace es TC. Este escenario se complejiza si comparamos con la toma de 1998-2000 cuando las opciones primeras eran: cada uno hace lo que puede y todos hacemos de todo. Podramos preguntarnos qu fue de todo ese plus que supone que Òtodos hacen todoÓ frente al actual Òcada vez se hace menosÓ. Se observa una importante modificacin, ya que aludan a un esfuerzo centrado en el TC, evidencindose hoy una disminucin y descentramiento del mismo, en los diferentes sentidos expresados.
Segn los equipos, hoy, la especificidad en el TC es definida por los Òtipos de abordajeÓ8, en correspondencia a lo que histricamente ha caracterizado al TC, si lo asociamos a lo metodolgico e interventivo. Es posible aproximar dos puntos de reflexin sobre esta afirmacin. La problematizacin sobre los enunciados ÒperspectivaÓ ÒabordajeÓ ÒenfoqueÓ en donde intervendra un deslizamiento de la comunidad como sujeto a su consideracin como objeto. Se define y aborda desde la exterioridad, ÒquitndoleÓ la potencia de Òhacerse en lo subjetivoÓ desde la interioridad de sus procesos, definiciones y enunciacin de necesidades y participacin protagnica. Ante estas tensiones y sin anularlas, es interesante pensar en la propuesta de Òla posicin comunitariaÓ (Corea et al., 2003). Por otra parte resulta significativo que en relacin a las preocupaciones y desarrollos actuales de la Psicologa Comunitaria en el campo terico-conceptual, Òmarcos referencialesÓ sea una de las opciones menos elegidas para dar cuenta de la especificidad del TC.
La mayora de los equipos perciben cambios en el TC. Estos podran atribuirse a mejoras en las condiciones del TC refieren a su complejizacin, vinculado a lo interdisciplinario9 y la orientacin hacia perfiles ms tcnicos y una bsqueda por mejorar la calidad de los equipos. Tambin refieren cambios a nivel contextual con polticas que favorecen la promocin de derechos.
Respecto de cambios que suponen una declinacin en el TC se sita la percepcin de un retroceso en las polticas pblicas, una desvalorizacin del TC y un empeoramiento en las condiciones de vida en las comunidades en trminos de garantas de derechos. Esto es sealado por el estado municipal. La universidad identifica un aumento del discurso sobre Òlo comunitarioÓ an en quienes no lo realizan. Las ONG`s reconocen una menor implicacin de los tcnicos respecto de pocas anteriores y disminucin del carcter colectivo del TC. El Estado provincial seala un mayor repliegue al interior de los equipos.
En sntesis, y en relacin a lo expuesto en este apartado, campo y definicin del TC, se observan las siguientes caractersticas del Trabajo Comunitario:
Se sita predominantemente al TC en el campo de la salud. Sin otro no hay TC. Es un trabajo compartido con la gente y con un colectivo. Implica un proceso complejo. La especificidad en el TC es definida por los Òtipos de abordajeÓ. El TC es central en las polticas pblicas aun cuando en el diseo e implementacin de estas las comunidades se encuentran alejadas. La frase que mejor representa la realidad de los equipos es la afirmacin cada vez se hace menos trabajo comunitario. La Tabla 2 da cuenta de estas tensiones:
Tabla 2
Tensiones Presentes en Relacin al Trabajo Comunitario
Obstculos del Trabajo Comunitario.
Ante este campo de tensiones es importante visibilizar lo que en la actualidad obstaculiza el TC. Los obstculos para el TC marcados por los equipos apuntan a una serie de cuestiones: a) las polticas institucionales y sus lineamientos, b) las condiciones de trabajo en las que se desempean los equipos, c) las problemticas emergentes en las comunidades, d) la relacin comunidad-partidos polticos, e) criterios y modalidades diferentes de trabajo entre organizaciones e instituciones de los territorios10 y f) la formacin en TC.
a) Los lineamientos polticos de las instituciones resultan obstculos puesto que conllevan una concepcin de tendencia asistencialista e individual. Esto es planteado desde los equipos estatales quienes, a la vez, refieren que el TC est solo como discurso y retrica, y a la vez no ofrecen reconocimiento del mismo, lo cual limita el trabajo en la promocin de la participacin, la articulacin con las necesidades yrecursos de las comunidades.
b) Las condiciones de trabajo planteadas por todos los equipos, aluden a: precarizacin e inestabilidad laboral, falta de incorporacin y escasa renovacin de recurso humano con formacin en TC, entre otras. Estas condiciones para los equipos implican desgastes y limitaciones en la posibilidad de participacin en los procesos comunitarios.
c) Las problemticas emergentes y las condiciones de vida en las comunidades como limitantes de posibilidades de compromiso y participacin. Este obstculo es marcado por los equipos de municipalidad; universidad y ONG«s, stos refieren a la profundizacin de la pobreza, a la restriccin del acceso a derechos y servicios entre otras cuestiones. Los equipos de provincia enfatizan como obstculo principal, las caractersticas atribuidas a las comunidades: fragmentadas, pasivas, desinteresadas, fatalistas, desesperanzadas, con escasa participacin.
d) La relacin comunidad-partidos polticos es un obstculo planteado por municipalidad y ONG«s, refieren a objetivos y proyectos que parten de los partidos polticos en detrimento de la comunidad, marcan la incidencia de Òpunteros polticosÓ y prcticas clientelares que obstruyen la construccin y organizacin con las comunidades.
e) En relacin al punto anterior, los equipos tambin enuncian que obstaculiza el TC el no compartir criterios ni modalidades de trabajo con otras instituciones y organizaciones en los territorios. En ocasiones stas presentan un carcter autoritario, asimetra y falta de horizontalidad en el trabajo, el no respeto de saberes y experiencias populares, lo cual hace ms difcil la articulacin. Poder articular, o no, tiene que ver con las formas en que se considera a las comunidades y los modos de intervencin.
f) Los equipos convergen en afirmar que la formacin especfica en TC es escasa. En las formaciones de grado y posgrado los saberes ligados al TC no son prioritarios y los dispositivos de capacitacin que existen son fragmentados, individuales, por disciplina. Aluden que las concepciones de TC no son integrales, las metodologas son ms bien asistenciales o individuales, que no se reconocen distintos saberes y que las formaciones dejan de lado la dimensin poltica del TC. Se destaca asimismo, la dificultad para definir los contenidos de formacin.
En el estudio anterior, lo planteado en torno a los lineamientos polticos en el TC no era diferente. Hubo aumento de equipos y cobertura en provincia y en municipalidad as como tambin un retraimiento del trabajo de stos al mbito institucional.
En aquel estudio lo que obstaculizaba principalmente el TC era el autoritarismo de algunos actores en las comunidades, ONG y municipalidad lo asociaban ms bien a Òlideres barrialesÓ y provincia lo asociaba a la intervencin de los partidos polticos, sus concepciones paternalistas y poco claras del TC lo cual para ellos generaba dificultades para la participacin y fragmentacin en las comunidades.
Uno de los contrastes con el estudio actual es el planteo de las ONG quienes referan como obstaculizador la falta de claridad conceptual e ÒhiperactivismoÓ de los equipos en su labor, hoy siguen marcando que la discusin terica no est presente pero no refieren a un exceso de actividad sino al desbalance tareas-recurso humano disponible.
Como en todo proceso, hay facilitadores y obstaculizadores del mismo. Se realiz una detencin en los obstculos, ledos a travs de las dimensiones propuestas.
Se evidencian lecturas y caracterizaciones de los equipos sobre las comunidades, como de los impactos subjetivos que conlleva. La relacin TC, comunidades y equipos de TC no es menor, y es necesario atender a ella. La participacin se encuentra entramada tanto en la definicin del TC como en los obstculos: Àqu papel juega la participacin, actualmente en el TC?
Participacin y lo construido en comn en el trabajo comunitario11.
ÀCmo entender el trabajo comunitario sin su relacin con la participacin y el hacer-en-comn? es una pregunta que nos interpela constantemente. Es as que se hace necesario referirnos a cmo estas aparecieron en la indagacin. Encontramos distintos sentidos otorgados a la participacin y su relacin con la comunidad:
-Participacin como accin colectiva: un hacer, orientado a producir algn cambio. Ligada a la necesaria presencia de otro (la gente, actores colectivos, la comunidad) con quienes se construye lo comn e incluye la diversidad de voces, aportes y perspectivas. En este sentido participar es hacer or la propia voz y est asociado a la idea de empoderamiento e involucramiento.
-Participacin vinculada a la posibilidad de dar una discusin en el espacio pblico de las necesidades y demandas de las comunidades planteada como un derecho. -Resaltando el carcter instrumental de la participacin, entendida como un Òmedio paraÓ y la posibilidad de hacerse de recursos que no se obtendran de otra manera, particularmente en relacin a cmo se definen y ejecutan las polticas pblicas.
-El ÒhacerÓ al que se hace referencia, es nombrado de diversos modos: un ejercicio, una accin, una prctica o un entrenamiento.
An en los mltiples sentidos asignados, en algunos aparece la idea de proceso. Varios coinciden en que hay diferentes modalidades de atravesar este proceso y eso produce cambios, en el otro y en uno, relacionado esto a la produccin de subjetividad.
Estos procesos presentan un dinamismo en donde se reconocen grados de participacin. Tambin se seala que lograr la participacin supone un trabajo a largo plazo.
Entendemos que estas son algunas de las condiciones para la accin colectiva, la base de posibilidad en que se desarrollan los procesos de transformacin social. All se encuentra la dimensin poltica, lo que fue definido como Òparticipacin poltica comunitariaÓ (Alderete et al., 2011, p. 3) en tanto prcticas ancladas en el territorio.
Lo construido en comn.
Desde nuestra perspectiva, lo construido en comn12 hace referencia a Òun proceso, a un transitar, una experiencia, a un encuentro a partir de un vaco, al reconocimiento de la diferencia y a una afirmacin de igualdad, al trnsito por lo colectivo, lo entre-muchos. Un trabajo de tramitacin de diferencias y construccin de nuevas espacios y territorios.Ó (Plaza, Daz, & Barrault, 2008). Implica en s mismo una manera de entender la participacin en un hacer cotidiano.
Podemos destacar tres aspectos que se vinculan a la idea de lo construido en comn segn los equipos de trabajo:
En relacin a ÒLo ms destacable y llamativo de lo que se hace-construye en comnÓ aparece ligado a la participacin y a un sentido referido a que todos tengan voz y puedan ser escuchados. En el reconocimiento de la ÒvozÓ estara la posibilidad de tener poder. Aparecen palabras como: ÒhorizontalidadÓ, ÒigualdadÓ, Òlo colectivoÓ, Òcompartir saberesÓ y Òconstruir conocimientos en comnÓ. Estas se ligan a espacios de encuentro, a un trabajo de tramitacin de diferencias y a la construccin de nuevos vnculos y sentidos as como a la vivencia de la gratificacin, entusiasmo y disfrute (esto ltimo se plantea como sentido minoritario).
Todos los actores hacen referencia a la importancia de la participacin, y a los procesos de aprendizajes y conocimiento.
Cuando indagamos lo ms difcil de hacer-construir en comn con la gente, las respuestas se plantean alrededor de tres cuestiones:
Lo poltico, el hacer visible lo poltico en las acciones. El sostenimiento y duracin en el tiempo de los procesos colectivos en el marco de la lgica del TC. Las condiciones subjetivas-anmicas Òel no desanimarseÓ Òel no cansarseÓ.
Podemos decir que las dificultades se sitan en tres niveles. Mayoritariamente se identifican las dificultades en el contexto Òque no se pueda transformarÓ, Òindividualismo y fragmentacin socialÓ, expresadas como ÒdesesperanzaÓ e ÒimpotenciaÓ, Òno hay confianzaÓ. Le siguen las dificultades puestas en la poblacin: Òresponsabilidad en los problemas que le son propiosÓ Òla participacinÓ Òel no poder trabajar con las diferenciasÓ Òdificultad de sostener acuerdosÓ. Y por ltimo (minoritaria) en el equipo Òrepliegue del equipoÓ Òlgicas de trabajo que hay que des-andar y que se repiten en las comunidadesÓ Òcontradiccin entre tiempos institucionales y comunitariosÓ.
Todos ponen en primer lugar la dificultad de transitar las diferencias y el respeto por el otro.
Cuando indagamos qu es Òlo que aporta el hacer-construir con la genteÓ, la palabra clave es aprendizajes. Es posible reconocer dos sentidos: uno ligado a la construccin y sostenimiento de un proyecto poltico transformador, abierto y compartido y otro ligado al sostenimiento cotidiano. Todos los actores hacen referencia a que estos aprendizajes generan satisfaccin, con impactos en la vida personal que excede a lo meramente profesional.
Conclusiones
Segn la perspectiva de los equipos se define y caracteriza al campo del TC como un trabajo colectivo, dentro de un proceso complejo orientado al empoderamiento y el acceso a derechos. El TC sigue ligado a la idea de participacin en su sentido de transformacin. Tambin en un modo de constante redefinicin, aprendizaje, que resalta en estos tiempos el involucramiento o reflexividad de nuestro propio hacer, nuestra propia voz. En un marco o contexto de produccin que impacta subjetivamente: como facilitadores u obstaculizadores en dimensiones contextuales-comunitarias, de equipo o institucionales.
Situado predominantemente en el campo de la salud; la especificidad en el TC es definida por los Òtipos de abordajeÓ. Se afirma la relacin e importancia entre TC y polticas publicas as como tambin su distancia. Se identifican cambios en el TC. Hoy los equipos afirman que cada vez se hace menos trabajo comunitario.
Se observa un campo en tensin, contradictorio y en donde coexisten perspectivas, lecturas, posiciones, hasta opuestas. Asimismo, se evidencia una grieta en lo que Òdebera serÓ y lo que sucede en las prcticas concretas. Lo anterior, se observa en
distintos aspectos: la idea de transformacin13, la especificidad del TC, perfil del TC, lecturas sobre participacin, polticas pblicas, la pobreza, impactos del contexto, la presencia de lo comunitario, entre otros. Encontramos diferencias segn los actores y diferencias al interior de los mismos. Por ejemplo sobre la participacin coexiste la afirmacin de una disminucin de la participacin junto con una mayor participacin en clave de derechos; respecto de la pobreza convive la lectura de un agravamiento de la misma o su mejoramiento a travs las polticas pblicas que contempla a las comunidades; acerca de lo comunitario, junto a la tendencia ms homognea que considera que se realiza menos TC o que se dice que se hace y en realidad es otra cosa lo que se realiza, se plantean afirmaciones que hay ms gente con un Òinters genuino en lo comunitarioÓ. Se observa tambin un cambio en el compromiso en el TC y con las comunidades, menor dedicacin al TC y menor tiempo en los territorios.
Se observan desplazamientos de lo comunitario-organizativo a lo institucional, desde la centralidad del TC a su disminucin y de la especificidad del TC situada en los sectores poblacionales a los tipos de abordajes.
Ante la presencia de obstculos tanto a nivel institucional (polticas y lineamientos, condiciones de trabajo), en las comunidades (problemticas emergentes, dinmicas y relaciones entre distintos agentes externos e internos) como en la formacin en TC; se hace necesario que las polticas y lineamientos institucionales se traduzcan en una lectura informada sobre el TC y la situacin de las comunidades. Que avancen en una planificacin y distribucin de recursos adecuados, en un reconocimiento de la especificidad del TC; en asumir la importancia tanto de la formacin como de las condiciones de trabajo del equipo. Esto se vuelve condicin necesaria para el desarrollo del TC y la confianza poltica-institucional de los equipos y de las comunidades.
En condiciones adversas de las comunidades continua vigente reflexionar sobre el lugar de la participacin para el TC y es un desafo pensar-hacer una participacin real (Plaza, Daz, & Barrault, 2011) en tensin con formas ms despolitizadas y formalizadas (Montenegro, Rodrguez, & Pujol, 2014). En efecto, en estos mltiples sentidos identificados, conviven aspectos ligados a la radicalidad transformadora y por lo tanto poltica de la participacin, con la idea de que participar es expresar la propia voz. En ese sentido coincidimos con Montenegro y otros, (2014) cuando sostienen que en los Òprogramas de intervencin social, donde la participacin est siendo traducida por Òexpresin de puntos de vistaÓ o Òrecibir contraprestaciones a cambio de valorar positivamente y adherir a cierta poltica pblicaÓ (p. 36) se ve debilitado el carcter poltico de participar para constituir una herramienta de gestin de lo social. La versin ms instrumental y la concepcin de la participacin como entrenamiento, abren interrogantes sobre los mltiples usos del trmino participacin, de su utilizacin pragmtica, del vaciamiento de su sentido poltico.
Segn lo ya expresado, la categora lo construido en comn se relaciona fuertemente con la categora participacin a la que se alude como ÒefectivaÓ y ÒrealÓ. Podemos decir que el sentido dado a la participacin y ligado a lo construido en comn, remite a las transformaciones que se producen en los sujetos en condiciones adversas. El encuentro con otros marca, modifica, afecta. Se puede hablar de un proceso de subjetivacin en trminos de Rancire (1996) para quien ÒLa poltica es un asunto de sujetos. O ms bien de modos de subjetivacinÓ (p. 52).
Representa una ruptura del orden social instituido, una desorganizacin de los lugares, una puesta en cuestin de la jerarqua que ese orden social lleva en s. Si bien en la obra de Rancire la poltica slo tendra lugar en situaciones excepcionales de ruptura de lo dado, encontramos en su concepcin de sujeto, en tanto que sujeto poltico una herramienta conceptual pertinente para comprender aquello que los equipos mencionan como la posibilidad de recuperar la voz de los sujetos, el poder de la gente o la posibilidad de ser escuchados, de transformar el mundo en que habitan, la potencia de lo que se hace con otros.
Lo construido en comn aparece en el espacio de la necesaria existencia Ðen tanto aprendizaje- de la propia voz, no de la lucha, accin o del reconocimiento de lo explcitamente poltico. A la vez en la exigencia de la permanencia, duracin en condiciones desanimantes. En una relacin imbricada con el propio sostenimiento colectivo de esta construccin.
Podramos, adems, preguntarnos Àcmo es esta construccin en el espacio pblico en contextos de ÒfragmentacinÓ y dispersin donde persiste el deseo por lo comn? ÀQu hace que a pesar de todo se sostenga una afirmacin de la necesidad del TC, de la presencia irremplazable de otro/as para hacer TC?
ÀQu supone la vigencia de la idea de participacin? ÀQu implica que aunque aparezcan formas vaciadas de su sentido poltico, y en los sentidos presentes, instrumentales, insiste la idea de participacin ligado al sentido de transformacin?
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Notas
1 Podemos sealar: prdida de confianza en lo pblico; dificultad en la idea de un cambio posible; sentimiento de desolacin, desesperanza, impotencia y falta de libertad; descalificacin social; los problemas anclados en necesidades comunes y de sobrevivencia; condiciones precarias de existencia Òvidas precarizadasÓ; y vulnerabilidad poltica asociada a una subjetividad debilitada (Plaza, Daz, Barrault, 2008).
2 Antecedente directo de esta investigacin, es la realizada en los aos 1998-2000 ÒCaractersticas del Trabajo Comunitario en la ciudad de CrdobaÓ, subsidiado por la Secretara de Ciencia y Tcnica de la Universidad Nacional de Crdoba (Alderete, A., Plaza, S., Rodrigou, M., Daz, I., Barrault, O., Vazquez, V., Tello, M. 2000). Ambos estudios, comparten objetivos y mtodos de tratamiento de los datos. Se realiz una actualizacin del marco referencial y ajustes del instrumento.
3 Sobre instrumentos que den cuenta de la complejidad de prcticas comunitarias, es interesante la construccin de un Òindice de prcticas comunitariasÓ propuesta por Berroeta Torres, Fuad Hativbovic Diaz, Asun Salazar (2012).
4 En 1998 fue una muestra censal: haba 56 CS municipales, 9 EAC , 8 ctedras y 6 ONG (con ms de 10 aos). Se realizaron entrevistas a las coordinaciones de equipos y a miembros del equipo base. Al no encontrar diferencias significativas en las mismas se desestim ese criterio para esta ocasin. En esta aplicacin se consult a los mismos equipos que en la muestra 98, entrevistando a quienes actualmente refirieron hacer TC. En 2012 existan 98 Centros de salud (23 con psiclogos), 13 EAC y 6 ONG (se aplic igual criterio de antigedad). Resuelta la muestra de 1998, se ampli a otros equipos de EAC y municipalidad no censados en esa ocasin, encontrando una respuesta de no trabajo comunitario. Habra un margen de 2 o 3 equipos que no llegamos a entrevistar por distintas razones.
5 De los tems referidos: la definicin e importancia del TC, la finalidad ltima del TC, los cambios en el TC, lo que motiva y desanima, la importancia del TC en la Polticas Pblicas y los obstculos en el TC son preguntas abiertas. La frase que representa al TC comunitario hoy y lo propio del TC, son preguntas de respuestas cerradas.
6 Entendemos a las Polticas Pblicas como un campo heterogneo, es importante prestar atencin a las prcticas y discursos all coexisten.
7 Se consult a los equipos acerca de la frase que mejor representa su situacin actual, ofrecindoles nueve opciones. Las cuatro primeras elegidas por los equipos son: cada vez se hace menos trabajo comunitario, cada uno hace lo que puede, muchos dicen que hacen trabajo comunitario cuando no lo hace y realizamos actividades que incluimos como trabajo comunitario cuando no lo son.
8 En el estudio anterior, los Òsectores poblacionalesÓ eran lo definitorio de la especificidad en el trabajo comunitario (hoy ocupan el segundo lugar).
9 La interdisciplina (ventajas y desventajas) y otras modalidades adecuadas para el TC fueron indagadas a travs de tems especficos. Segn los equipos, la interdisciplina ya no es la nica condicin para el TC, se incluyen Òotros saberesÓ, aparece la intersectorialidad, el trabajo en red, la participacin de referentes de la comunidad y otras organizaciones.
10 Este obstculo surge del tem que indago los criterios para articular o no articular con otros.
11 Este apartado recupera discusiones abordadas en el texto de Plaza, Chena, Muro, Barrault y Daz ÒTrabajo comunitario: modalidades y mbitos de intervencin en tensin con la participacinÓ presentado en el I Congreso Nacional de Psicologa, San Luis, Mayo de 2015.
12 La categora Òlo construido en comnÓ fue incorporada por primera vez en el marco del presente proyecto. Fue acompaada por una tarjeta con una definicin sobre ella, que deca: ÒLo construido en comn alude a un proceso de encuentro colectivo, a una experiencia, a una afirmacin de la horizontalidad-igualdad. Un trabajo de tramitacin de diferencias y construccin de nuevos sentidos, relaciones, espacios y territorios.Ó.
Fue indagada a travs de tres preguntas referidas a: 1) Lo destacable/llamativo de lo que se hace-construye en comn con la gente, 2) Lo ms difcil de hacer-construir en comn con la gente, 3) Lo que le aporta a usted hacer-construir con la gente. Cabe sealar, ningn actor nombra o enuncia Òlo construido en comnÓ como una categora utilizada por los equipos.
13 Otros autores como Rodrguez (2007) plantean la tensin entre abordajes comunitarios restringidos y concepciones transformadoras.
Habitar lo comunitario: vivencias desde de una poltica pblica de cuidados
The community's dwelling: experiences from a careÕs public policy
Mara Vernica Blanco
Autor referente: mblanco@psico.edu.uy
Universidad de la Repblica
Historia editorial
Recibido: 14/05/2015
Aceptado: 04/08/2015
RESUMEN
Este trabajo presenta resultados de una investigacin sobre los habitares que se construyen en un residencial que articula el sector salud con el sector social en una incipiente poltica pblica de cuidados. En estos espacios conviven transitoriamente sujetos en situacin de vulnerabilidad, junto a cooperativas de trabajadores y a equipos tcnicos. Nos interesamos por la vivencia de los residentes, a partir de los vnculos que se construyen es esta experiencia y los sentidos otorgados a los mismos. Reflexionaremos sobre aportes y tensiones que algunas nociones clave en Psicologa Social Comunitaria genera en este escenario de poltica pblica intersectorial, en especial a lo que refiere al agenciamiento poltico de los sujetos: su poder autnomo y transformador de las condiciones de existencia.
Palabras clave: Habitar colectivo; Inclusin social; Dispositivo residencial
ABSTRACT
This paper presents results of an investigation about the dwelling are constructed in a residential which articulates the health sector and the social sector, at an incipient careÕs public policy. In these spaces coexisting temporarily: subjects in a vulnerability situation, along a cooperatives workers and a Òtechnical teamÓ. We are interested by residents experience on this center, the constructed relationships and the meaning given to them. Will reflect about the contributions and tensions of main notions of Community Social Psychology in this scenario, of a inter-sectorial public policy, especially the policy agency of subjects: autonomy and transformative power from the conditions of existence.
Keywords: Collective dwelling; Cocial inclusion; residential dispositif
Introduccin
Presentamos resultados de una investigacin sobre los habitares que se construyen en un Centro Residencial de Cuidados para adultos, con objetivos de inclusin social, a partir de la voz de sus residentes. Nos introducimos en un Centro de Recuperacin que surge de la coordinacin de polticas de salud pblica con polticas sociales y que brinda cuidados en salud a poblacin adulta que se considera en situacin de vulnerabilidad, por lo que se conjugan objetivos de cuidados con objetivos de inclusin social. Realizamos un estudio cualitativo, exploratorio y descriptivo, aproximndonos al habitar y su vinculacin con los procesos de inclusin social en estos espacios residenciales. Mediante observacin participante y entrevistas en profundidad a algunos residentes nos interesamos por los sentidos vinculados al habitar en este Centro de Recuperacin.
En este artculo presentamos una de las lneas de discusin que se desprende de los resultados de la investigacin: la que refiere al dispositivo residencial. Nuestro objetivo es exponer los aportes de la Psicologa Social Comunitaria a esta discusin. Comenzamos detallando las caractersticas del Centro donde realizamos el estudio y sealando algunos aspectos metodolgicos, como forma de situarnos en el campo y nuestra posicin para abordarlo. A continuacin enunciamos aportes conceptuales claves, como ejes para el anlisis, en el problema de investigacin: las producciones de la Psicologa Social Comunitaria vinculadas a las Polticas Pblicas y de la Salud Comunitaria sobre las polticas en salud, as como tambin los sentidos asociados a la nocin de exclusin que operan en las polticas sociales. En nuestro medio, las polticas de cuidados constituyen un nuevo espacio intersectorial, por lo que desarrollamos un anlisis de algunas de sus particularidades, en espacial las que operan en el dispositivo del Centro. Finalmente, las ltimas dos secciones discuten los resultados en la dimensin comunitaria del habitar, aludiendo al dispositivo residencial y a los procesos colectivos, concluyendo en la propuesta de un habitar comunitario como potencia transformadora de vivencias de aislamiento y sufrimiento.
Notas contextuales y metodolgicas
El Centro donde se realiz el estudio surge de un convenio interinstitucional entre el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) y la Administracin de Servicios de Salud del Estado (ASSE) para brindar cuidados en salud a personas en situacin de vulnerabilidad que requieren de un proceso de recuperacin. En este Centro residen temporalmente alrededor de 50 personas que transitan por situaciones que constituyen vulnerabilidades asociadas a situaciones econmicas, relacionales y polticas, que entran en crisis ante afecciones orgnicas que generan una discapacidad transitoria o permanente. El dispositivo no prev una estada promedio, procura una recuperacin total o parcial de la afeccin orgnica que desencaden el ingreso, por ello, el egreso se efecta una vez se alcance cierto nivel de autonoma. El perfil se define por personas adultas, de ambos sexos, que se encuentran en situacin de vulnerabilidad social, con indicacin mdica de reposo o cuidados en salud. No contamos con datos estadsticos de la poblacin atendida en este Centro pues no se ha sistematizado la informacin y solo existen registros parciales, sin embargo, al momento de nuestra investigacin, encontramos adultos que ingresan al Centro tras haber sufrido una intervencin quirrgica importante (como ser por una fractura de cadera o por un aneurisma), que viven solos y que no cuentan con recursos (econmicos o relacionales) para desarrollar las actividades de la vida diaria, por lo que no pueden volver a su domicilio hasta que recuperen cierto nivel de autonoma. Tambin encontramos personas en situacin de calle que cursan un proceso infeccioso, lo que requiere la permanencia en un entorno cuidado, con fcil acceso a tratamiento medicamentoso y curaciones; y adultos mayores que instalan una situacin de dependencia y que requieren apoyo para desarrollarse en la vida cotidiana.
Este Centro de Recuperacin cuenta con un predio de grandes dimensiones, se compone de una extensa construccin con elementos que permiten la movilidad a sus residentes como rampas y barandas. Cuenta con un amplio comedor, un gran hall vidriado de recepcin, dos salas de estar y una biblioteca rodeados por un verde jardn. Las salas de estar tienen sillones, tres grandes televisores con seal por cable, y una sala cuenta adems con aparatos Ðcaminadores- y una barra para realizar ejercicio fsico. El edificio tiene un amplio jardn central, rodeado en forma de U por alas con habitaciones a ambos lados y salas de estar al centro, con ventanales al jardn. Las habitaciones son pequeas y muchas cuentan con bao privado, todas tienen ventanas y algunas tienen balcn. En ellas se alojan entre una y tres personas por habitacin.
Se estima que trabajan en el Centro casi un centenar de personas muchas de ellas organizadas en forma de cooperativas. Encontramos cooperativas de Acompaantes, de Limpieza y Jardinera, de Lavandera, de Mantenimiento y de Cocina, el Equipo Tcnico que se compone de un par de mdicas, varias enfermeras, dos psiclogas y tres trabajadoras sociales, es contratado por una Organizacin de la Sociedad Civil, el servicio de portera y vigilancia lo brinda una empresa privada.
La Casa se organiza en tres turnos: maana, tarde y noche; cada turno con personal de todas las reas, salvo en la noche en que slo permanece el servicio de acompaante y portera-vigilancia. Los fines de semana merma la actividad del equipo tcnico permaneciendo solo una guardia.
La muestra para nuestro estudio se constituy en diez residentes de este Centro de Recuperacin que voluntariamente se interesaron en participar en una entrevista en profundidad. Los entrevistados ingresaron al Centro con variadas situaciones de salud (procesos infecciosos en cuatro de ellos, fracturas en tres de los entrevistados, recuperacin post operacin neurolgica, instalacin de enfermedades del sistema inmunolgico y neurolgico respectivamente en los otros entrevistados), tienen entre 34 y 64 aos, tres mujeres y siete hombres, y han residido en el Centro entre tres meses y un ao. Se realizaron entrevistas y observaciones en un periodo de diez meses consecutivos. En las entrevistas, la pauta general refera a cuatro grandes lneas sobre: las causas del ingreso al centro, el cmo es vivir all, los vnculos establecidos y su percepcin acerca de stos, y las perspectivas a futuro. Para las observaciones se atendi la utilizacin de los espacios, los agrupamientos y las interrelaciones en general.
Una vez procesado el material surgido en las observaciones y en las entrevistas, se convoc a los entrevistados y a otros residentes interesados, a una instancia de reflexin grupal sobre los resultados preliminares. Esta instancia, a modo de triangulacin, aport a la validez ecolgica del estudio y fue sustancial a la hora de cotejar categoras primarias de investigacin y profundizar en alguna de ellas, as como la emergencia de nuevas categoras.
Los resultados, en base a las prcticas discursivas (Spink, 2010a), contienen tres dimensiones: la dimensin social e histrica, la dimensin que refiere al dispositivo y lo que ste habilita, y la dimensin del acontecimiento desde las relaciones cotidianas. En este artculo pondremos el foco en la dimensin del dispositivo, la que se encuentra estrechamente ligada a las otras dimensiones pero hace foco en la construccin poltica del espacio habitado, aquella que surge de la poltica pblica, tanto en el diseo como en su implementacin. De los resultados surge tambin que la experiencia del habitar colectivo, asociada a una intervencin social en un momento de crisis, implica un impacto relevante para las personas que re-significa algunos aspectos de su trayectoria vital a la vez que se genera nuevos procesos de subjetivacin.
EJES DE ANçLISIS
Las polticas pblicas y la psicologa social comunitaria
Hace ya algunos aos que las Polticas Pblicas representan un campo importante de accin de los psiclogos y especialmente de los psiclogos y psiclogas sociales. La Psicologa Social Comunitaria (PSC) ha desarrollado su cuerpo terico, conceptualizando su campo de accin, ampliando la mirada a los fenmenos sociales y colectivos, desarrollando tambin un amplio espectro metodolgico de intervencin en lo social.
Alfaro y Zambrano (2009) plantean:
[...] la Psicologa Comunitaria tiene un claro y ntido espacio de contribucin en las estrategias y tambin en el diseo de polticas sociales, en particular frente a las carencias en la integracin de componentes participativos y de valoracin de las dinmicas socio comunitarias (p. 281).
La PSC introduce la mirada en los procesos subjetivos involucrados, los discursos y las connotaciones simblicas que stos conllevan (Rodrguez, 2006), as como tambin las dimensiones afectivas y tico-polticas de las situaciones vitales de los sujetos de la poltica (Sawaia, 1999). Por su parte, la PSC aporta un importante componente poltico desde su concepcin misma por su carcter participativo y transformador, Montero (2004) se refiere a la dimensin poltica de la Psicologa Social Comunitaria en cuanto:
Atae al carcter y la finalidad del conocimiento producido, as como a su mbito de aplicacin y efectos sociales, esto es, al carcter poltico de la accin comunitaria y a la posibilidad que toda persona tiene de expresarse y hacer or su voz en el espacio pblico (p. 139).
Montero (2004) tambin plantea el aporte de la PSC en la diferenciacin de dos modelos polticos: uno de corte paternalista, donde las polticas del Estado se definen de arriba hacia abajo, determinando el Estado las prioridades y necesidades de implementacin de determinadas polticas para las comunidades; y otro participativo, donde son las comunidades las que definen sus prioridades, necesidades y formas de accin. La PSC se define, pues, por el rol activo de la comunidad, la participacin de sta como agente activo, con Òvoz, voto y vetoÓ (Montero, 2004, p. 31). Esta caracterstica fundamental marca la diferencia de polticas e intervenciones puramente asistencialistas con las comunitarias.
En la misma lnea, pensando las polticas en salud, la Salud Comunitaria representa un paradigma en Salud Pblica que incorpora el paradigma de la Psicologa Social Comunitaria. La misma se basa en la gestin de la Salud Positiva (Saforcada, De Lellis, & Mozobancyk, 2010), un enfoque salubrista para la salud pblica, donde sta representa un campo de gran relevancia en cuanto a la vulnerabilidad econmico, poltica y sociocultural de un pas (Saforcada, 2011). Es un modelo centrado en la salud, en lugar de en la enfermedad. En este sentido, el accionar colectivo y comunitario, as como la educacin, son factores sumamente importantes. Del mismo modo, este cambio de paradigma implica cambios en la formacin de los profesionales de la salud. Todava la formacin profesional se centra en la enfermedad, es de carcter individual, fragmentada y minimiza los factores sociales (De Lellis, 2010). El mercado de la enfermedad, con la sobre especializacin ha acarreado ms dificultades que soluciones:
Necesitamos despatologizar la medicina, la odontologa y la psicologa para poder desarrollar un paradigma centrado en una comprensin holstica y sistmica del proceso de salud, necesitamos que se imponga un paradigma que lleve a gestionar salud positiva dado que seguir gestionando fundamentalmente enfermedad nos hace, por un lado, ms vulnerables y, por otro, nos genera ms enfermedad que la que se producira naturalmente. (Saforcada, 2011, p. 12)
En este sentido, las polticas pblicas en salud, requieren cada vez ms de los aportes de la Psicologa Social Comunitaria en la implementacin de un modelo de salud comunitario, participativo y promotor de salud. Desde la declaracin de Alma-Ata, en el ao 1978 (Organizacin Mundial de la Salud, 1978), las polticas en salud se han dirigido a la salud promocional, el problema se suscita en contextos de polticas neoliberales, donde se ha deformado el modelo preventivo, tornndose demasiado prescriptivo en cuanto a los estilos de vida, reforzando la responsabilidad individual en el mantenimiento de la salud y desdibujando el papel del Estado (Spink, 2010b). El derecho a la salud pasa a ser un deber de mantener la salud, donde se pierden las condicionantes culturales, sociales y econmicas singulares, en una supuesta homogenizacin de las condiciones de vida. En este sentido, la perspectiva de la PSC introduce la complejidad que configuran los territorios socioculturales ms diversos, la participacin garantiza esto, el paradigma de la Salud Comunitaria refiere el trabajo en conjunto de la poblacin con los tcnicos, pensando a los profesionales de la salud como colaboradores de la poblacin en la determinacin de problemas y soluciones.
La nocin de exclusin en las polticas sociales
Reconocemos que el concepto de exclusin social exige una profunda problematizacin, sobre todo por su amplia utilizacin en las polticas pblicas, lo que impacta fuertemente en los imaginarios. No pretendemos conceptualizar la nocin, sino atender su presencia en las polticas pblicas. Entendemos que su uso indiscriminado no ha contribuido a generar soluciones a los problemas que representa, sino que muchas veces ha enmascarado situaciones de inclusin marginal, simulando un ÒafueraÓ pasivo e inoperante, como condicin individual y no como proceso poltico, econmico y relacional (Franco Leal, 2008). Por otra parte, sita el problema en los Òsujetos excluidosÓ promoviendo intervenciones sobre stos para generar inclusin, generalmente en la lnea de reactivacin del empleo, en lugar de proponer un cambio social que posibilite la participacin en sus distintas modalidades.
El modelo neoliberal ha dejado huellas en las polticas sociales, donde stas se han focalizado en los sectores pobres y han debilitado el acceso de los sectores medios a los servicios pblicos. De esta forma desde las ltimas dcadas del siglo XX, han adquirido relevancia las prestaciones privadas en lo que antes eran servicios pblicos universales como la educacin, la salud y la seguridad social, lo que ha conducido a la mercantilizacin de los mismos.
Estas polticas focalizadas implican una discriminacin positiva que reactivan una lgica asistencial donde la incapacidad y las dificultades constituyen identidades deterioradas que naturalizan y consolidan las desigualdades sociales.
En este sentido çlvarez Leguizamn (2008) se refiere a las focopolticas como las nuevas formas de gubernamentalidad neoliberal, como una forma de biopoltica, que bajo la consigna del desarrollo humano colocan a sectores de la poblacin en condiciones mnimas bsicas para la vida.
El pensar en los sujetos de la poltica implica considerar las nominaciones, el lugar simblico que lo constituye socialmente (Rodrguez, Rossi, Pierri, Rodrguez, Castro, & Da Silva, 2012; Sandominsky, 2010). En este sentido, las condiciones que habilitan la participacin de un sujeto dependen de su insercin semitica y material en un contexto portador de sentidos y prcticas que lo determinan en algunos niveles, entonces, la participacin resulta paradojal ya que, al identificar a los sujetos como ÒexcluidosÓ, se los coloca en un lugar de ajenidad para intervenir en acciones polticas. Plaza (2012) plantea sobre este punto lo que denomina signos de poca donde se refieren a la prdida de confianza en lo pblico, la vulnerabilidad poltica asociada a una subjetividad debilitada, as como a condiciones precarias de existencia asociadas a procesos de desafiliacin social que obturan la accin poltica.
Los principales modelos en polticas de inclusin social se sustentan en una perspectiva burocrtica -donde se brinda un servicio social- o en un modelo profesionalista Ðbasada en la relacin del tcnico profesional con el usuario- (Bonet i Marti, 2006). Estas polticas tienden a relegar la accin comunitaria, no considerando la red social y la dimensin relacional asociada a la exclusin. Basndose en un modelo tradicional, focalizan la intervencin en la insercin laboral como nica va de superacin de la situacin de exclusin. La estrategia es individual o reducida al mbito familiar lo que no genera transformaciones en un nivel relacional ms amplio.
Una buena parte de la intervencin dirigida a los excluidos se ha orientado a modificar estos rasgos individuales, entrenar las habilidades personales, disciplinar, socializar o modificar pautas de comportamiento. Otra parte, se ha dedicado a la bsqueda, creacin o adaptacin de nichos de empleo adecuados para personas en situaciones de exclusin social. (Arriba Gonzlez, 2002, p. 18)
Este aspecto se ha evidenciado en la investigacin que llevamos adelante, donde el abordaje tcnico es percibido por los residentes del Centro con un alto grado de burocratizacin en un modelo de atencin protocolizado.
En este sentido es necesario revisar el carcter restrictivo o transformador de la poltica social (Rodrguez, 2007) en las estrategias de intervencin que se plantea, donde muchas veces el foco se centra en la satisfaccin de necesidades con polticas compensatorias y estigmatizantes que reproducen las relaciones de poder y ofician de control social. De all la importancia de la reflexin sobre la estrategia y la importancia de los efectores de las polticas implementadas, valorando el tipo de vnculo que se genere. En este sentido la PSC aporta elementos para pensar sobre el asistencialismo en las polticas pblicas, la incorporacin de las redes sociales y comunitarias, el papel de la participacin ciudadana en las mismas y del Estado en la construccin de ciudadana. Pensamos a las polticas sociales como una construccin social donde se negocian enfoques, teoras y modelos, lo que conduce a reflexionar sobre los contextos y formas de diseo e implementacin adems de sus implicancias conceptuales (Alfaro, 2012).
Las polticas de cuidados en la trama intersectorial
A mediados del ao 2007, en Uruguay comenz a implementarse un Programa de Casas Asistidas, una poltica pblica a cargo de la Direccin Nacional de Asistencia Crtica e Inclusin Social del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) en coordinacin con la Administracin de Servicios de Salud del Estado (ASSE). El diseo articula polticas de salud pblica con polticas de inclusin social. En este programa se abrieron inicialmente tres Casas Asistidas, dos de ellas alojan entre 8 y 12 personas con trastornos mentales severos egresadas del Hospital Psiquitrico Vilardeb. La otra Casa Asistida, que comenz a funcionar a mediados del ao 2008, consiste en un Centro de grandes dimensiones Ðcon capacidad para 50 personas aproximadamente-, que surge de un convenio entre varias organizaciones sociales y estatales, con la misin de alojar transitoriamente a personas con alta hospitalaria de los servicios pblicos de salud, que al momento de sta necesitan un perodo de recuperacin o cuidados especiales por un tiempo acotado y no cuentan con soporte familiar y social para la adecuada rehabilitacin.
En un principio se pens que el Centro oficie como un espacio sustituto de los hogares de las personas, por lo que se incluy dentro del Programa de Casas Asistidas. A partir de diversas reestructuras institucionales, en el ao 2011 el Programa de Casas Asistidas se ubica dentro del çrea Salud del Programa de Atencin a Personas en Situacin de Calle (PASC) y la Casa Asistida de mayores dimensiones pas a denominarse Centro de Recuperacin, focalizando en esto sus objetivos y discriminndose de las otras dos Casas Asistidas que implican una estada ms prolongada, asociadas a la elaboracin de estrategias de inclusin de personas con trastornos mentales severos, que implican la reconstruccin de vnculos familiares y la insercin laboral, as como el sostn de estas estrategias para concretar otras soluciones habitacionales.
La Psicologa Social Comunitaria y el paradigma de la Salud Comunitaria proponen elementos sustantivos para pensar las polticas pblicas que ataen a los procesos sociales y de la salud. La integralidad en estas polticas parece un desafo pues el pensarlas desde sectores determina a prioi una lgica fragmentada que separa aquello que se nos presenta unido. En este sentido, el Centro de Recuperacin tal como se ha estructurado es un claro ejemplo de la sectorizacin de las polticas pblicas que interviene desde el sector salud (ASSE) y desde el sector social (MIDES) intentando trabajar coordinadamente. Puede resultar difcil pensar en la gestin de la salud positiva (Saforcada et al., 2010) desde un Centro de Recuperacin, pues lo que signa este tipo de centro es la prdida de la salud en algn sentido. Superar una visin individual y fragmentada que minimiza los factores sociales (De Lellis, 2010) se hace sumamente necesario a la hora de pensar e intervenir en procesos de recuperacin integral. En este sentido, hemos analizado cmo el modelo mdico tradicional es dominante, con una lgica fragmentada desde el propio diseo de la poltica, lo que hace prcticamente inevitable que esto se reproduzca en las propias prcticas del Centro, como ser las referencias por reas de actuacin (salud Ð social).
Esta delimitacin, que tiene una dimensin poltica y que tambin es operacional, obtura una visin integral del problema en cuestin, lo que emerge claramente en las situaciones aqu abordadas. Por su parte, los sectores portan modelos epistemolgicos bien diferentes, que implican metodologas y tcnicas que se superponen a destiempo, muchas veces invalidando unas a otras, por lo que los procesos de intervencin no siempre son congruentes. Una participante en la instancia grupal expresaba esta contradiccin:
ÒYo, por ejemplo, estoy ac, si me dan el alta no tengo para el boleto, no tengo entrada, no tengo pase libre, no tengo pensin, como yo les digo: me engordaron, si, pero si yo no salgo con algo, a los tres meses estoy de vuelta,...Ó P1 Ð Grupal
Los procesos biolgicos implican determinados tiempos y los sociales otros. Al obviar estas diferencias se reproduce cierta hegemona de las ciencias biomdicas sobre las ciencias sociales, propias de las nociones paradigmticas de la segunda mitad del SXX, donde las ciencias humanas y sociales se las considera ÒinmadurasÓ o ÒblandasÓ en relacin a las ciencias bsicas o ÒdurasÓ, al no encajar en la lgica positivista dominante. Actualmente, las ciencias humanas y sociales, lejos de ÒparadigmatizarseÓ Ðo sea: adoptar mtodos de las ciencias duras-, se han desarrollado sustancialmente, generando mecanismos acordes a los fenmenos que estudia en la produccin de conocimiento cientfico. Estos aspectos se conjugan operando en todos los niveles de accin de una poltica pblica intersectorial.
Habitar lo comunitario en un dispositivo residencial
Como sujeto social, la subjetividad no es individual, es una produccin colectiva, surge del entramado relacional y su contexto social e histrico, es un pliegue del afuera que conforma un adentro (Deleuze, 1989). Nuestra subjetividad producto y productora de nuestro habitar, en su devenir cotidiano, muchas veces vuelve invisible la preponderancia de su lazo social. En un mundo atomizado, donde las personas suelen pensarse como individuos aislados y no como integrantes de redes de interacciones (Najmanovich, 2002), los lazos vitales del habitar aparecen debilitados, sin poder de accin, sin capacidad de afectar, sin posibilidad de generar vnculo. Paradjicamente, deja al sujeto en un lugar pasivo, donde ya no habita sino simplemente ocupa el espacio (Lewkowicz, Cantarelli, & Grupo Doce, 2003).
Cuando la categora de lo comn aparece vaciada de sentido o expropiada (Pal Pelbart, 2008) por contenidos de aislamiento, de miedo a los otros, acompaada de la banalizacin de los lazos afectivos, los espacios pblicos sufren un efecto de des-habitacin, pierden su cualidad de lugares y se tornan pasajes, materialidades puramente utilitarias, des-afectadas de los sentidos vitales. De all que los espacios pblicos aparecen desestimados, espacios de nadie, abandonados o utilizados como depsitos espaciales (çlvarez Pedrosian, 2010).
La psicologa social rioplatense y comunitaria nos aporta en la compresin del habitar en su dimensin simblica y relacional. Los vnculos, el lazo social desde lo compartido, los sentidos comunes y la dimensin poltica del sujeto desde su accin, construyen subjetividades, se expresan en habitares. La vida cotidiana contiene los elementos constitutivos de esto, los usos y sentidos compartidos, a los que estamos habituados, el sentido comn, tan natural e incuestionado que construye automatismos tambin implica mecanismos reproductivos que aplastan el sentido vital, sofocan la creatividad y obturan la posibilidad de transformacin. La psicologa social como crtica a la vida cotidiana y la psicologa comunitaria desde un paradigma de la transformacin crtica, contienen herramientas conceptuales capaces de abrir brechas en territorios aprensivos.
Al estudiar el habitar en este Centro residencial, pensamos en un habitar que es siempre colectivo y que incluye lo poltico como accin que incide directamente en el potencial creativo y transformador.
Habitar lo comunitario -que integra la dimensin poltica- se torna necesario para generar procesos creativos, en la posibilidad de una accin transformadora donde los sentidos se materializan en las construcciones de los espacios colectivos, construcciones materiales y virtuales, para cargarlos de sentidos compartidos, hacer historia, crear lazos. De esta forma valoramos la participacin, la desnaturalizacin y la reflexin crtica como herramientas intersubjetivas capaces de generar estas transformaciones, habilitando una adaptacin activa, un movimiento vital hacia el habitar (çlvarez Pedrosian & Blanco Latierro, 2013). En este sentido, el dispositivo se ha constituido en un factor clave en los habitares que se construyen en el Centro Residencial.
La nocin de dispositivo introducida por Foucault (1976) fue desarrollada por varios pensadores y muy utilizada en ciencias sociales. Nosotros nos aproximamos a los desarrollos que al respecto hacen Deleuze (1990) y Agamben (2011) para problematizar esta nocin y utilizarla como herramienta conceptual en el estudio de los habitares que se construyen en el Centro residencial que nos convoca.
En este sentido, Deleuze (1990) destaca que los dispositivos son mquinas para poder ver y para poder hablar. Se refiere a curvas de visibilizacin y de enunciacin. Tambin refiere a lneas de fuerza, tangenciales, que involucran la dimensin del poder y del saber, que pueden implicar lneas de subjetivacin, siendo stas ltimas un camino novedoso, creativo y autnomo en relacin a las dems lneas. Se distingue de esta forma lo nuevo, que es lo actual.
La novedad de unos dispositivos respecto de los anteriores es lo que llamamos su actualidad, nuestra actualidad. Lo nuevo es lo actual. Lo actual no es lo que somos sino que es ms bien lo que venimos siendo, lo que llegamos a ser, es decir, lo otro, nuestra diferente evolucin. En todo dispositivo hay que distinguir los que somos (lo que ya no somos) y lo que estamos siendo: la parte de la historia y la parte de lo actual. La historia es el archivo, la configuracin de lo que somos y dejamos de ser, en tanto que lo actual es el esbozo de lo que vamos siendo. De modo que la historia o el archivo es lo que nos separa de nosotros mismos, en tanto que lo actual es eso otro con lo cual ya coincidimos. (Deleuze, 1990, p. 159-160)
De esta forma, las lneas de los dispositivos pueden catalogarse en dos grandes grupos, uno referente a lo tradicional e histrico: las lneas de sedimentacin o estratificacin, y otro referente a lo actual y novedoso: las lneas de creatividad.
Para pensar el dispositivo referente a la organizacin del Centro tomamos adems los aportes de Agamben (2011) en alusin a una forma de gobierno, considerando las cuestiones administrativas que el dispositivo implica. El nfasis est puesto en lo que produce, ms que en lo que es. En este sentido, Agamben va a referirse a una actualidad en lo que producen los dispositivos como procesos de desubjetivcin. Aludiendo a dispositivos en la era capitalista, post-industrial donde la produccin refiere a sujetos pasivos, en una especie de hiper-adaptacin que no deja lugar a un sujeto ÒrealÓ.
Como consecuencia de ello, surgen el eclipse de la poltica que suponen los sujetos y las identidades reales (el movimiento obrero, la burguesa, etctera) y el triunfo de la economa, es decir, de una pura actividad de gobierno que no persigue otra cosa que su propia reproduccin. (Agamben, 2011, p. 262)
En el estudio de los habitares que se construyen en este Centro residencial notamos que la disposicin del Centro organiza y controla varios aspectos de la vida diaria de sus residentes, de forma similar a lo que Goffman (2001) llam Institucin Total. En este sentido, como establecimiento social donde se reside y se trabaja permanentemente, donde algunos residentes estn encerrados o se debe solicitar permiso especial para salir, y donde hay rutinas diarias administradas formalmente, el Centro adopta caractersticas propias de una Institucin Total generando fuertes procesos subjetivantes, en la llamada carrera moral (Goffman, 2001).
En este sentido, podemos identificar lneas de sedimentacin basadas en un modelo organizacional tradicional, inspirado en la lgica hospitalaria Ðel uso de uniformes diferenciados por tareas, la organizacin en turnos, una estructura de poder piramidal-, lo que contempla tambin un dilogo sostenido con otras clsicas organizaciones estatales. Por otra parte, lo actual del dispositivo se apoya en el sector social, desde la atencin a personas en situacin de calle, al incluir la dimensin de la salud dentro del llamado Sistema de Refugios, en una poltica de inclusin social. Tambin, hallamos diversas lneas de fuga, ya que el Centro acoge todo tipo de situaciones que requieren contencin habitacional y de cuidados, ms all del sistema pblico de salud, de las condiciones econmicas y de otros criterios que a priori se puedan establecer. A modo de una gran malla de proteccin social, las excepcionalidades son incluidas en este dispositivo en permanente transformacin, que ha sabido adaptarse Ðno sin dificultades- a diversas necesidades y emergencias sociales (por ejemplo el Centro ha acogido excepcionalmente a familias cuya vivienda fue incendiada o desplazadas por inundaciones y situaciones de violencia de gnero).
Tambin la micropoltica (Guattari, & Rolnik, 2006) que se despliega en el habitar colectivo contiene en potencia procesos creativos. Desde composiciones mltiples las personas se encuentran, se conocen y se conquista la confianza, se generan espacios de intimidad donde es posible crear. Estos pequeos espacios cotidianos contienen en potencia territorios existenciales que conectan con nuevas formas de relacionamiento, antes no experimentadas y que dan lugar a procesos inclusivos desde la superacin de miradas estigmatizantes.
ÒÉentonces cuando vinieron y me dijeron Òvamos a poner una cama acÓ (É) y la mujer tena una pinta de loca que se rajaba y yo dije <Áno! ÀLa loca?> y, me dijeron <no, no es loca>(É) Bueno, al final vino la loca, que la loca tiene algn tipo de demencia, (É) una encefalopata Ðme dijeron- (É) ac le pusieron como condicin <te quedas pero si dejs de fumar> (É) entonces cuando le vena la locura (yo) le daba charla, le daba caramelo y ah la llevaba a caminar, iba y vena, entonces con ella era con quien charlaba ms, porque es una mujer que no te digo que es culta, pero ella sabe escuchar mucho (É) entonces era la persona con la que ms hablaba.Ó Entrevista A
Si slo operan las lneas de sedimentacin del dispositivo, en este caso encontraremos un habitar institucionalizado, similar a la crcel o al hospital, como una Institucin Total. En el discurso de los entrevistados hallamos tambin un sentido Ðen apariencia novedoso- asociado a la Casa del Gran Hermano, que contiene las mismas lgicas propias de la sociedad de control, desde la figura de panptico, actualizada en la sociedad del espectculo, desde el entretenimiento como nico espacio para lo comn, donde el protagonismo se adopta desde la competencia que slo busca la permanencia ante la amenaza de la exclusin.
Ò(É.) hay mucha gente que no... que no s qu piensa de la vida, (É), que estn, no s, en la casa de Gran Hermano, Àentends? el equipo tcnico el confesionario, las cmaras que tens por el pasillo, por todos lados (risas) escuchme, cuando te dan el alta dicen <ests nominado> ÉÓ Entrevista J
CONCLUSIONES
Lo comunitario en la construccin de habitares colectivos
Considerando una poltica social con objetivos de inclusin, los aspectos naturalizados concernientes a la exclusin emergen como impensados, generalmente en la forma de estigmas que sitan a los sujetos en el lugar de asistidos, sujetos pasivos a los que hay que recuperar para re-insertar en la sociedad. Esto se produce con ms fuerza en una tendencia homogeneizante, propia de las Instituciones Totales, que instala prcticas de asistencia indiferenciada, tratando de igual modo a quienes necesitan asistencia bsica y a quienes no. De esa forma, se obtura las capacidades de los sujetos, quienes son considerados pasivos, ms all de su condicin. En este sentido, pensar el dispositivo residencial de manera diferente y distanciarlo de la lgica de las Instituciones Totales, puede aportar a generar procesos novedosos. Por su parte, adems de lo que propone el dispositivo, los sentidos simblicos de la exclusin social se encuentran en los propios sujetos involucrados, residentes y trabajadores en su conjunto, por lo que amerita ser desnaturalizado y problematizado, como va privilegiada para su transformacin. Estos son aportes sustanciales de la Psicologa Social Comunitaria en el abordaje de los procesos psicosociales (Montero, 2004). De esta forma, las figuras del loco, el hombre de la calle, el discapacitado o los viejitos Ð que han sido los ms discriminados en las entrevistas- ameritan un tratamiento colectivo, de reflexin e intercambio acerca de los sentidos implcitos en estas categoras, que rompa con modelos estereotipados y estigmatizados.
Ò Éno es nada malo, ac uno viene a recuperarse, as venga de refugio o de una casa, yo pienso que eso es una etiqueta que no se debera, porque por ejemplo sacarle la etiqueta, una de las cosas que a m me molesta por el lado de la discriminacin, que (É) digan <el diabtico> o sea <hay que llevarle la comida para el diabtico>, yo estoy esperando y ya me canso porque el diabtico tiene nombre y apellido, ya me cans (É) quieras o no, atrs de eso hay una discriminacin, inconscientemente lo es... ojo tambin me refera a la discriminacin por el tema del refugio.Ó Participante - Instancia Grupal
La dimensin poltica de la exclusin y los aportes que la PSC destacan los procesos participativos, sealan la importancia de los residentes en la toma de decisiones relativos a su habitar en el Centro. El habitar comunitario, que alude al empoderamiento de las dinmicas cotidianas, se encuentra silenciado, pues la participacin en instancias de toma de decisin en la vida cotidiana de los residentes es escasa o depende exclusivamente de las singularidades. El nico espacio colectivo promovido desde la organizacin y de referencia para los entrevistados, alude nicamente a la recreacin, en sintona con lgicas dominantes que nos remiten a la sociedad del espectculo. Sin embargo, la reflexin colectiva y la problematizacin de las condiciones de existencia, que inicialmente parece desafectado, cuando se propone como actividad encuentra una actitud crtica y propositiva, con buen nivel de participacin, lo que indica inters y capacidad de accin. Este es un aspecto a fortalecer como parte de los procesos inclusivos. En este sentido, la reflexin sobre los procedimientos y la gestin en el Centro se integran en esta micropoltica cotidiana.
El dispositivo ha adoptado una forma flexible, mostrando capacidad de adaptacin a las dinmicas sociales. Esto expresa una fortaleza, si bien se ha tensionado la calidad en la atencin por el creciente nmero de residentes en relacin al personal que se mantiene estable. Tambin la personalizacin en el vnculo entre operadores y usuarios (Rodrguez et al., 2012) ha habilitado, en algunos casos, la asuncin de estrategias acordes a cada situacin tendientes a la inclusin y la singularizacin de los procesos.
Si proyectamos lneas de fuga, el habitar en el Centro puede pensarse como una micro urbanidad, cuyos lazos de vecindad exigen espacios de encuentro donde co-gestionar el espacio compartido; asimismo podemos pensar en un habitar colectivo asociado a un gran proyecto comn Ðde soporte material y afectivo- al estilo de una cooperativa asociada desde el compaerismo, la solidaridad y la co-responsabilidad. Las prcticas discursivas sobre los vnculos generados en el Centro refieren principalmente al ser compaeros, lo que tambin remite a diversos espacios de socializacin como el espacio educativo y el laboral. A su vez, el modelo cooperativo de trabajo, que est presente en la mayor parte de los trabajadores del Centro, contiene un modelo de relacin social desde lo colectivo que fortalece stos procesos tambin en los residentes. Sin duda, estos trazos requieren flexibilizar estructuras organizacionales tradicionales, sobre todo si consideramos el potencial transformador que esta experiencia contiene.
Al pensar los procesos inclusivos desde los factores relacionales, las condicionantes histricas juegan un papel fundamental, operando tanto en la interpretacin que los sujetos hacen de los otros como diferentes, como en una modalidad vincular para con ellos. A nivel social, las improntas culturales que acompaaron las polticas dictatoriales -en materia de gobierno- y neoliberales -en materia econmica-, se encuentran operando en las relaciones sociales actuales, como formas aprendidas y naturalizadas, por ello tambin incuestionadas. Es por esto que valoramos el abordaje de estos aspectos explcitamente, como tarea colectiva, de reflexin y problematizacin necesaria para generar procesos inclusivos. La instancia de trabajo grupal en el proceso de esta investigacin, ha confirmado esta afirmacin, pues lo grupal como dispositivo y como acontecimiento, gener inters, participacin y empoderamiento. Muchos de los participantes no slo agradecieron la instancia, sino que apelaron y valoraron la necesidad de estos espacios para promover el conocimiento mutuo, la participacin de aquellos que no lo hacen espontneamente, la reflexin crtica sobre las formas de habitar y la negociacin de sentidos como accin poltica en el habitar colectivo.
Desde las propuestas del Centro, el llamado Òespacio de recreacinÓ, es el nico que actualmente se reconoce como espacio colectivo de integracin. Si bien este espacio aporta al habitar colectivo y es valorado por los residentes, tambin refuerza simblicamente los sentidos asociados a la Òsociedad del espectculoÓ, que promulga al entretenimiento como nico espacio posible para el encuentro. Esto opera de forma incuestionada, promoviendo un lugar pasivo Ðel de espectador- y limitando otras posibilidades de encuentro.
En los resultados encontramos la dimensin poltica minimizada, lo que debilita los procesos inclusivos. Esta dimensin es necesario abordarla en colectivo junto a otros actores del Centro, especialmente con quienes ejercen la funcin de gobierno (tcnicos y acompaantes), pues se encuentra en potencia en sus habitantes en un dispositivo que la constrie. De igual forma, los espacios de encuentro con todos los habitantes (residentes y trabajadores) se tornan necesarios en la generacin de procesos colectivos, de inclusin y reconocimiento del Otro. Entendemos que estas actividades propuestas necesitan sostenerse sobre una organizacin acorde, que aborde Òlo socialÓ integralmente y de forma especfica, lo que requiere de un equipo de trabajo diferenciado de aquel que realiza las gestiones cotidianas, asociadas generalmente a procesos burocrticos y de control Ð represin.
A su vez, generar procesos de fortalecimiento de la capacidad de reflexin crtica exige dialogar con un modelo mdico que es hegemnico y que presenta serias dificultades en la comunicacin, donde el lugar del paciente coloca a los sujetos en una posicin pasiva y sumisa, lo que tensiona el fortalecimiento de la autonoma. Por su parte, en el estudio encontramos que la apropiacin del saber mdico facilita la llamada Òadhesin al tratamientoÓ, por lo que los espacios de comunicacin y aprendizaje desde dispositivos grupales (Pichn-Rivire, 1985), pueden ser vas regias para el logro de los objetivos del Centro. La comunicacin y el aprendizaje, tambin como instancias creativas, constituyen elementos centrales en el abordaje de los fenmenos vinculares. La reflexin crtica y la problematizacin, constituyen instrumentos para la intervencin social en la construccin de ciudadana. La generacin de espacios de capacitacin - problematizacin para los trabajadores en los Centros de salud, que aborden integralmente a los sujetos, incluyendo los procesos psicolgicos y sociales, constituye una va privilegiada para generar procesos inclusivos en las particularidades de este sector (De Lellis, 2010; Morales Calatayud, 1997; Rodrguez, 2007; Saforcada et al., 2010).
Ante la pregunta por los procesos inclusivos, estos se encuentran potencialmente en el habitar colectivo, principalmente desde las relaciones establecidas y desde el acceso a derechos como son la salud, los cuidados u otros que se vehiculizan desde el Centro. Para habitar lo comunitario, pensamos que la dimensin poltica amerita ser fortalecida, pues los niveles de participacin en el Centro son limitados, lo que debilita la autonoma de los sujetos, ms an considerando que sta muchas veces se encuentra afectada por la afeccin orgnica involucrada en el ingreso. En este sentido, las relaciones que en el Centro se establecen son potencialmente inclusivas, pues desde el vnculo se generan nuevos habitares sobre la base del conocimiento mutuo, el dilogo y el apoyo emocional, si bien algunos habitantes se adaptan excesivamente al dispositivo, asumiendo algunos aspectos estigmatizantes, enfatizando el control y la individuacin de los procesos. En estos casos es cuando emerge el otro como amenaza, como distraccin de los objetivos individuales, y se deposita el saber y el poder exclusivamente en la autoridad, ya sean las acompaantes, los tcnicos o el Estado. Esta tensin tambin constituye el habitar en el Centro. Por su parte, quienes tienen experiencia en instituciones del Estado, u otros, cuyo devenir histrico ha aportado herramientas de accin social y poltica, movilizan, interpelan y generan procesos novedosos, reflexionan sobre el habitar colectivo y generan propuestas concretas. Estas voces ameritan espacios de accin, lo que redundara en el fortalecimiento de los procesos colectivos e inclusivos de todos los residentes.
La dimensin de lo colectivo siempre est presente, en tanto el habitar con otros emerge espontneamente, principalmente en los encuentros cotidianos, aunque tensionado por una tendencia homogeneizante. Nuevamente la dimensin poltica incide desde el pensarse con otros o entre otros, y es un aspecto que se configura en relacin a la dimensin histrica Ð singular, pues es escasamente abordada desde el Centro, donde aparece nicamente desde cuestiones reglamentarias. La dimensin de lo colectivo se vivifica desde los procesos compartidos, tanto a nivel histrico como econmico y poltico. Se potencia desde los espacios de encuentros, los que no siempre son posibles. Habitar lo comunitario requiere fortalecer estos aspectos, la participacin, el conocimiento mutuo, la reflexin crtica sobre las condiciones del habitar colectivo.
Finalmente, un aspecto importante de los sentidos que se construyen desde el habitar en este Centro, tiene que ver con la vida, especialmente con las materialidades asociadas a esta. As, la recuperacin de un cuerpo sano y de la autonoma personal, y el tener un lugar, son los principales sentidos presentes en este habitar. La dimensin de lo comunitario introduce el potencial transformador de esta experiencia, desde el fortalecimiento de los procesos participativos, nos referimos a un movimiento vital con el poder de transformar y crear nuevas formas de habitar lo colectivo.
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Sindicalismo: continuidad o ruptura. Reflexiones compartidas en torno a la accin colectiva con las trabajadoras del hogar y el cuidado1
Unionism: continuity or rupture. Shared around collective action with domestic workers and care considerations
Karina Fulladosa
Autor referente: karinafulladosa@hotmail.com
Universidad de la Repblica
Historia editorial
Recibido: 01/06/2015
Aceptado: 29/06/2015
RESUMEN
En este artculo desarrollo algunas reflexiones terico-prcticas que contribuyen delineando nuevas formas de organizacin sindical, emprendidas por las trabajadoras del hogar y el cuidado. Para ello, entretejo lneas de continuidad y ruptura entre el movimiento obrero y el movimiento feminista para comprender como se organiza un sindicato independiente en este sector. Esto puede suponer un nuevo reto en cuanto a las formas de organizacin comunitaria, que emergen
como una respuesta contempornea a diferentes ejes de discriminacin (gnero, origen nacional, situacin legal en el pas) que es necesario atender y visibilizar. Concluyo con una propuesta a construir formas organizativas desde una poltica de los afectos, entendida como una posibilidad de articularnos a travs del tejido de intensidades vividas, sentires, fragilidades y resistencias, que podramos llamar ÒmimopolticaÓ.
Palabras clave: Sindicalismo; Interseccionalidad; Trabajadoras del hogar y del cuidado.
ABSTRACT
This article raised some theoretical and practical reflections that seek to contribute to new forms of labor organization, undertaken by domestic workers and care. For this, I interweave lines of continuity and rupture between the labor movement and the feminist movement to understand how an independent union is constructed in this sector. This is a new challenge in the forms of community organization, which emerges as a contemporary response to different axes of discrimination (gender, national origin, legal status in the country). I conclude with a proposal to the possibility of building organizational forms from a policy of affection , understood as a way to articulate through tissue of lived intensities, feelings , weaknesses and resistances , we might call " mimopoltica " .
Keywords: Unionism; Intersectionality; Domestic workers and care
Introduccin
Las reflexiones terico-prcticas que se van a desar rollar en este artculo2 surgen como resultado del proceso de investigacin realizada en el Sindicato de Trabajadoras del hogar y el cuidado (Sindihogar)3. Las mismas han sido recogidas de diferentes fuentes de informacin como son los intensos y largos debates en la Jornadas Migroctones4, asambleas, charlas informales con las activistas y acadmicas, as como a travs de los intercambios en las redes sociales y bibliografa sobre la temtica aqu presente.
En primer lugar, quiero sealar que la accin comunitaria que han desarrollado las activistas de Sindihogar forma parte de respuestas emergentes y contemporneas hacia los diferentes ejes de discriminacin y opresin. Es decir, las activistas se organizan en torno a estos ejes de diferenciacin (gnero, clase, raza, origen nacional y su situacin legal en el pas de recepcin, entreotras) buscando nuevos retos en las formas de organizacin comunitaria (Montenegro, Rodrguez, & Pujol, 2014). Esta forma de organizacin, resuena en la posicin de lainvestigadora con relacin a lo comunitario, pues el involucramiento en la accin se plantea como posibilidad de acompaar procesos, establecer relaciones horizontales, de apoyo mutuo, donde todas nos transformamos, ensanchando los mrgenes p olticos, econmicos, sociales y afectivos. Es por ello, que he participado en Sindihogar desde su conformacin en octubre de 2011 en Barcelona, desarrollando una investigacin activista feminista5. Sindihogar se ha visto atravesada por la transformacin de mltiples experiencias asociacionistas, de las cuales las trabajadoras formaban parte, hacia la construccin de una organizacin de base sindical (Fulladosa-Leal, 2013), constituida mayoritariamente por personas nacidas fuera de la Comunidad Europea. Es producto de un contexto donde se ha acentuado la expansin del modelo capitalista, generando mayores desigualdades, feminizacin de la pobreza y migracin, donde las personas buscan mejorar sus condiciones de vida entre otras cosas.
En este sentido, la economa capitalista ha incrementado la migracin de diversos orgenes, caracterizndose paulatinamente con su fe minizacin (Gil, 2006). Aunque esto no es un fenmeno nuevo ya que las mujeres siempre se han movilizado en busca de mejores condiciones laborales y estrategias de supervivencia. De hecho, Dolores Juliano (2006) hace referencia a que estos desplazamientos han sucedido a lo largo del tiempo, entre ellos, la patrilocalidad, donde las mujeres fijaban su residencia de casadas en un mbito diferente al de su nacimien to. Como tambin han podido darse por razones econmicas, asignacin social de tareas por sexo, desplazamiento de la zona rural a la ciudad en busca de trabajos, generalmente en el sector servicios y para mejorar sus condiciones de vida. Sin lugar a dudas, adems de estas razones especficas se encuentran muchas ms, entre ellas, capacitarse, reagruparse familiarmente y/o por promocin personal.
Sin embargo, podemos sospechar que la creciente vinculacin de las mujeres a la migracin tambin forma parte de la demanda de los pases ricos e industrializados de mujeres para el matrimonio, como trabajadoras del hogar o como trabajadoras sexuales, con estatus legal o ilegal, ocupando espacios que han sido dejado por las mujeres autctonas (Gandarias, & Pujol, 2013). La igualdad de la mujer en el mercado de trabajo y el reparto igualitario de las tareas domsticas son cuestionadas a partir de la ocupacin masiva de puestos de trabajo de cuidados invisibles y desvalorizados, caracterizados por elevadas tasas de informalidad, salarios bajos, y malas condiciones de trabajo, convirtindose en empleos de segunda realizados por mujeres, donde especficamente las mujeres migradas en tiempos de globalizacin son expresin de este fenmeno (Mugarik, 2013).
Una vez hecha esta reflexin, el siguiente punto es comprender como se han organizado, las mujeres de Sindihogar en un sindicato independiente. Para ello, planteo lneas de continuidad y ruptura entre el movimiento obrero y el movimiento feminista. Lo que me interesa resaltar en el recorrido propuesto, es su accin colectiva construida desde sus propias experiencias. Esto marca la resistencia a las diferentes opresiones y ejes de desigualdad vividas. Sobre todo teniendo en cuenta que en las estructuras sindicales es difcil encontrar la participacin y representacin de las mujeres inmigrantes, cuestin que ser ampliada.
Para concluir el artculo, trazo algunas ideas sobre otras formas de vincularnos y organizarnos polticamente, que van ms all, de un posicionamiento lgico, racional e institucionalizado como las nicas vas de gestacin de lo colectivo. Sin apartarnos de una visin crtica de estas nociones, apuesto por encontrarnos desde una poltica de los afectos y/o ÒmimopolticaÓ que se produce en el tejido y transformacin de nuestras prcticas y hbitos cotidianos, donde nos implicamo s y comprometemos a una vida vivida y construida en el territorio inmanente de nuestros cuerpos.
Cmo se construye un sindicato independiente de tra bajadoras del hogar y el cuidado
Al comenzar mi actividad investigadora/activista en Sindihogar la primera pregunta que me vena, era porque un sindicato independiente de las trabajadoras del hogar y el cuidado. La pregunta fue rpidamente aclarada: Ònue stras propuestas no han sido tenido en cuanta en los sindicatos mayoritarios ni en las administracionesÓ (Margarita
Flores, 01/12/11)6. Como nos seala Sandra Ezquerra (2014) las mujeres no hemos sido las nicas excluidas dentro de lo que han sido las movilizaciones y reivindicaciones sindicales, sino tambin las personas inmigrantes nos hemos encontrado en los mrgenes, encontrando dificultade s para ser vistas como compaeras de lucha.
Esta reflexin me llev a revisar, en primer lugar,la difcil relacin entre movimiento obrero y los feminismos; en segundo lugar, las avenencias y desavenencias dentro del movimiento feminista respecto a la lucha de clases, raza y colonialidad. Y por ltimo, a modo de analoga vincular, el retorno de las brujas con las reivindicaciones en torno al trabajo del hogar y el cuidado que se encuentran realizando las activistas de Sindihogar.
La no siempre fcil relacin entre el movimiento obrero y los feminismos.
La participacin de las mujeres en el movimiento obrero, ha tenido escasas referencias en los textos, sin embargo, figuras como Clair Demar, Flora Tristan, Teresa Claramunt, Clara Zetkin, Rosa de Luxemburgo, Dolores Ibarruri, Clara Campoamor, por citar algunas, contribuyeron desde diferentes posicionamientos polticos a abrir caminos hacia la igualdad en el trabajo, la proteccin de la maternidad, la participacin poltica, la ley de ocho horas entre otras (Galcern, 2006). La pregunta atinada para continuar el hilo de los siguientes prrafos es ÒÀCmo explic ar la experiencia poltica de las mujeres, si seguimos manteniendo un concepto tradicional sobre el poder y la poltica, que en sus orgenes epistemolgicos ya las excluyen?Ó (Luna, 1994, p. 19).
En este sentido, vale recordar que las mujeres han participado desde el inicio del movimiento obrero, en tanto que asalariadas en las fbricas como militantes de asociaciones polticas y sindicales. Sin embargo, su participacin ha sido diferente respecto al militante varn, principalmente debido a la infravaloracin del trabajo femenino y las constricciones referidas a la atencin de la mujer hacia la familia (Galcern, 2006).
La separacin entre el espacio reproductivo/productivo propio de las sociedades industrializadas hizo que la vida laboral de la mujeres tambin se modificara y con esta, su figura como militante. La prctica poltic a de un militante obrero, sola ser un varn de clase media, padre de familia, de mediana edad, mientras que la mujer era ms bien joven o madura; y las mujeres de los obrer os solan participar, si lo hacan en tareas de apoyo (Galcern, 2006).
A partir de las investigaciones realizadas sobre las mujeres y los movimientos obreros, es que aparece la figura de Flora Tristn como una de las mujeres que haban reivindicado los derechos de la mujer, en la comuna de Pars. Sin embargo la cuestin femenina permaneci en la retaguardia en el movimiento hasta despus de la Segunda Guerra mundial (Miranda, 2006). Es una de las feministas socialistas marxistas, la que introduce las primeras crticas al movimiento y la necesidad de promover organizaciones autnomas que atienda sus situaciones concretas, mantenindose coincidentes con las luchas del proletariado (Zetkin, 1976). Conjuntamente es Alexandra Kollontai en 1907 (Ruiz, 2011) que dentro del movimiento ruso y de la lucha por la liberacin de las mujeres insiste en que las mujeres trabajadoras se organicen en base a su posicin de clase, tanto en sindicatos como en organizaciones socialistas. No sin plantear algunas discrepancias respecto del movimiento feminista burgus, aludiendo que buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clase existente, sin abordar la base de esta sociedad.
Esta Òalianza instrumentalÓ como la llama Monserrat Galcern (2006) hace referencia, a la lucha de las mujeres proletarias unida a los hombres de su clase contra las clases capitalistas (Zetkin, 1976), dando cuenta de cmo la mujer del obrero-varn se une a este para luchar por su emancipacin. Con esto quiero decir, que los enfoques tradicionales marxistas (Haraway, 2003) no condujeron necesariamente a un concepto poltico de gnero, porque las mujeres existan de manera inestable entre los lmites de lo natural y lo social.
La crtica que hace Donna Haraway (2003) a Marx y Engels se dirige en este sentido, a que la posicin subordinada (que adjudican a las mujeres) se encuentra dentro de la categora de divisin natural y sexual del trabajo, basada en una heterosexualidad natural. Y por otro lado, que la relacin con la propiedad econmica es el origen de la opresin de las mujeres en el matrimonio, lo cual marca una subordinacin de las mujeres en trminos de relaciones capitalistas de clase, pero no en trminos de una poltica sexual especfica entre hombres y mujeres, bloqueando la pregunta por la especificidad de esa opresin. La ceguera del movimiento obrero tampoco le ha permitido durante mucho tiempo comprender o abrir reflexiones en torno a cmo operaba en este sentido las opresiones raciales y tnicas, echndose en falta un anlisis profundo y/o repuestas polticas satisfact orias (Arruzza, 2010).
Por lo cual, podremos comprender como se produce el distanciamiento que muchas feministas (Benston, 1969; Dalla Costa, 1975) tuvieron sobre todo, con el movimiento obrero, como con sus formas de organizacin (entre ellas el sindicalismo) ya que la tradicin socialista marxista no tomaba en cuenta el trabajo de produccin de la propia fuerza de trabajo, es decir, del trabajo de reproduccin y cuidados (Galcern, 2006). Muy por el contrario, la complementariedad entre el trabajo de produccin, reproduccin y cuidados es clave para Sindihogar, incluso en su forma de gestar la organizacin. Las activistas crean lugares de convivencia, ya que es vital, para el funcionamiento, espacios donde la vida pblica y pr ivada no se escinda. As, se van creando espacios para que las madres puedan venir con sus hijos, los cuales muchas veces son cuidados por sus compaeros, talleristas o artistas. Es importante porque Òmi nio aqu ha podido hablar y jugar con otros nios, le costaba cuando sala fuera de casaÓ (Joy Omoruyi, 20/11/14). En vez de distanciar lo poltico de lo personal se rene y forma parte de la cotidianidad de las asamb leas.
Las desavenencias y avenencias dentro del movimiento feminista respecto a la lucha de clases, raza y colonialidad.
Dentro de lo que han sido las grandes controversias en torno a pensar que la lucha de clases por s solas poda provocar una transformacin social y a partir de all cualquier desigualdad quedara saldada, es que comienza la agitacin y reivindicacin por la especificidad de gnero (Arruzza, 2010). En este sentido, en el movimiento por la liberacin de la mujer se planteaba algunas inquietudes especficas.
Por un lado, en Amrica Latina entre 1832 y 1834 las inquietudes formaban parte de las ideas polticas y sociales de Flora Tristn en torno a la miseria, la opresin social, las discriminaciones de clase, gnero y las rebeliones sociales (Arruzza, 2010). Y desde Europa las ideas de Olympe de Gouges con el manifiesto desde el feminismo burgus durante la revolucin francesa, reivindicando la ciudadana de las mujeres y el derecho a tomar parte activa de la vida poltica y social, alegando su igualdad ante la ley.
Sin embargo, la presencia de las mujeres en la vida poltica y social tuvo sus desavenencias, ya que el feminismo que se estaba propulsando tena como protagonistas a las mujeres de clases burguesas, generando una relacin no siempre fcil con las mujeres trabajadoras provenientes del movimiento obrero. Se acusaba al feminismo liberal o burgus de realizar reivindicaciones en torno a su clase, que estaban ligadas al acceso a la cultura, la profesionalizacin de las mujeres, derechos civiles y polticos enmarcados en el derecho de propiedad y herencia, divorcio, y voto (Snchez, 2008).
Sobre las cuestiones sociales, Cinizia Arruzza (2010) plantea la posicin de las feministas burguesas respecto a una normativa sobre el trabajo femenino. Estas posiciones hacan referencia por un lado, a regular y prohibir el trabajo nocturno, lo cual podra significar que estos derechos acabaran por dejar fuera a las mujeres de los trabajos. Por otro lado, estaban los temores de excluir y ocultar las condiciones precarias en las cuales las mujeres tenan que trabajar, que hacan insostenibles las condiciones de vida de las trabajadoras. Adems de ser sobreexplotadas en la fbrica, deban cargar con un trabajo de cuidados en casa, con las dificultades econmicas y la ausencia de servicios sociales (Arruzza, 2010).
Hacia la dcada de los sesenta y setenta los textos escritos por Simone de Beauvoir (1949) El segundo sexo, La mstica de la feminidad de Betty Friedan (1963), La poltica sexual de Kate Millet (1969), El enemigo principal de Christine Delphy (1970) entre otros, fueron definiendo conceptos cuestionado el patriarcado, gnero, poltica sexual o diferencia sexual, posibilitando leer la realidad desde otras coordenadas. Dentro de este movimiento, algunas celebraban el tejido universal entre mujeres, lo que llev a una nueva crtica por parte de las activistas afroamericanas y chicanas. Estas reivindicaban que la opresin de Òlas mujeresÓ sin atender otras, como son el racismo, capitalismo e imperialismo, les impeda reconocerse en el Òsexo femeninoÓ sin comprender que adems eran explotadas por ser traba jadoras, afroamericanas, inmigradas y chicanas (Arruzza, 2010).
Es partir de los aos 80, gracias a los efervescentes debates y comprensiones dentro de los feminismos, que se lleva a cabo un fuerte desmantelamiento del Òsujeto universal mujerÓ, vislumbrando los ejes de desigualdad y opresin vividos por diferentes personas. Para Silvia L. Gil (2011) las diversas identidades sexuales, de origen nacional, tnico o de clase van construyendo mltiples experiencias por las cuales transitan las mujeres, en contra del relato de una experiencia comn. La historia de las identidades construidas y reconstruidas en la dispora, es decir, en los desplazamientos y experiencias mltiples, y la hist oria de unas relaciones multirraciales, dictatoriales y autoritarias que no responden nicamente a los binarismo de mujeres blancas y negras del feminismo, sino que se refieren a los conflictos y solidaridades atravesados por un sinfn de situaciones de desigualdad y opresin (Anzalda, 2004; Levins, 2004).
Estos debates se encuentran en la interna del sindicato y son parte de la prctica y las relaciones cotidianas que establecemos a partir de ser un colectivo tan diverso. Las desavenencias que se presentan tanto en los acuerdos para la organizacin colectiva como en la alianza con otras pueden ser tambin variadas. Por un lado, cuando Òno hay acuerdos con otros sectores y personas para lograr la derogacin de la nueva ley de las trabajadoras del hogarÓ (Lilian Gonzales, 11/12/11). Y por otro, Òla falta de reconocimiento como feministas y de nuestra biografa como mujeres luchadorasÉ siempre a nosotras se nos exige ms que a otras muj eresÓ (Norma Falconi, 10/04/14).
Estos cuestionamientos sirvieron para que el sindicato trabajara en un primer momento hacia el conocimiento y reconocimiento de cada una, como militantes, madres o cualquier otra definicin que cada persona haga sobre s. Como explica Norma Falconi (08/06/15) ms que ocuparnos con qui n Ònos acostamos y a quin adoramosÓ, luchamos por salir del apartheid jurdico y social a travs del trabajo colectivo y solidario entre nosotras y con otras, buscando re-conocernos sin juzgarnos. As, se produce un compartir y dialogar con mujeres con constituciones mltiples y complejas que remiten a sus propias genealogas, y que confluyen en Sindihogar en el encuentro de situaciones comunes con la necesidad de crear alianzas con otras dado el actual contexto de precariedad laboral y su marginalizacin poltica.
El retorno de las brujas: reivindicaciones en torno al trabajo del hogar y del cuidado.
La Caza de las brujas segn plantea Silvia Federici (2010) nos puede dar algunas pistas de las reivindicaciones que an se encuentra n presentes en torno al trabajo del hogar y el cuidado. Es preciso retomar las reflexiones acerca de cmo ha sido posible que se produjera la devaluacin y la feminizacin del trabajo reproductivo, provocando una doble dependencia de las mujeres tanto hacia los empleadores como hacia los hombres (Federici, 2010). Es decir, que el desarrollo del sistema capitalista, no slo ha producido una acumulacin y expropiacin de tierrassino tambin una expropiacin del cuerpo y la reproduccin de la mujer para sostener dicho sistema.
La caza de brujas tuvo este cometido, dar una connotacin negativa, de peligrosidad y criminalizacin ya que las mujeres traan el conocimiento en sus cuerpos, siendo curanderas, parteras y creadoras de comunidad. En los tiempos de esclavitud las indgenas americanas y las africanas esclavizadas, se encuentra enraizadas en la divisin internacional del trabajo a partir de la colonizacin de Amrica, tejiendo lneas comunes entre la ideologa de la brujera y la ideologa racista como marcas de bestialidad e irracionalidad sobre estas mujeres para excluirlas y consecuentemente explotarlas (Federici, 2010). Siglos ms tardes, a n continuamos con los debates sobre la escisin del trabajo de produccin y reproduccin, la desvaluacin de los trabajos reproductivos y su consecuente invisibilidad y explotacin de aquellas mujeres que los realizan.
Parte de la explosin de prcticas y discursos nacidos en el seno de la Segunda Ola del movimiento feminista (Gil, 2011) dentro de los aos sesenta y setenta, saca a luz la participacin de las mujeres en la esfera pblica, producindose las primeras reivindicaciones de los salarios del movimiento Houseworkers, donde las mujeres colectivamente exigieron el reconocimiento de sus trabajo; y por otro lado, las luchas y resistencias de las feministas negras daban cuenta de sus prcticas polticas, trayendo nuevos anlisis a estos debates. Las feministas pos coloniales parten de la idea de que no todas las mujeres sufren la misma opresin. Sus trabajos desarrollan que el gnero, la clase, la raza, son ejes de opresin articulados (Collins Hill, 2012; Davis, 2004), sealando que existen otras experiencias donde las mujeres negras esclavas centraban sus resistencias en las luchas abolicionistas y no en una reduccin de su trabajo en el hogar, el cual se reparta entre hombres y mujeres (Davis, 2004). Al problematizar el concepto de reproduccin, (Carby, 1982) el trabajo domstico realizado por la mujeres negras debe ser de-construido, ya que las mujeres negras han realizado el trabajo domstico fuera de sus propios hogares al servicio de familias blancas (Carby, 1982) y esto genera otras subjetividades diferente al de las mujeres blancas.
El rol de las mujeres negras, en tanto que fuerza de trabajo rural, industrial o domstico, afecta a la construccin de las ideologas de la sexualidad femenina negra, que se diferencian de las de la sexualidad femenina blanca y habitualmente estn construidas en oposicin a sta (Carby, 1982). Estos debates y construcciones an vigentes se plantean dentro de Sindihogar, donde algunas de las activistas nigerianas comparten con sus parejas o compaeros el cuidado de los nios y el hogar, acercndose al sindicato para reivindicar otras opr esiones, Ònecesitamos los papeles para existirÓ (Joy Omoruyi, 03/04/14). En este sentido, que la vida se reproduzca tiene que ver con estar en una situacin administrativa regular en el pas de ÒacogidaÓ, que cuenten con los derechos administrativos para obtener la sanidad, que sus hijos puedan tener una educacin y circular libremente por la ciudad, problemticas que se encuentran totalmente vinculadas a tener un contrato de trabajo de cuarenta horas semanales, en un pas donde hay ms de seis millone s de parados (Norma Falconi, 03/04/14).
Estos emergentes surgen en el nuevo orden del capitalismo global donde el debate sobre el trabajo domstico se vuelve a reconfigurar. Como seala Silvia L. Gil (2011) la importancia que adquieren las relaciones entre migracin, cuidados y gnero, da cuenta de la crisis de cuidados y de una nueva divisin ya no slo sexual e internacional sino tambin tnica del trabajo.
Algunas de las estrategias adoptadas en diferentes partes del mundo por los/las trabajadoras/es del hogar es luchar por ejercitar sus derechos mediante la accin colectiva, aunque se encuentran escasas investigaciones respecto de estas organizaciones.
En el contexto Espaol, si bien no haba sindicatos especficos de este sector, en 1985 producto de entre un milln y milln y medio de mujeres que se encontraban empleadas en el hogar, se introduce el empleo del hogar dentro del Estatuto del Trabajador, pero de forma discriminatoria. Lo que llev a movilizar a unas 150 mujeres, que se renen en la primera Asamblea de Trabajadora s del Hogar celebrada en Barcelona, denunciando que el nuevo decreto ley discriminaba a las empleadas del hogar frente al resto de trabajadores (Gil, 2011).
En 1986 se creaba en Bizkaia la Asociacin de Trabajadoras del Hogar, impulsada por la Asamblea de Mujeres de Bizkaia que se propone conseguir un cambio de ley para el trabajo domstico y en 1991 abrieron una asesora legal gratuita para informar a las empleadas de hogar de sus derechos y la forma de reclamarlos.
Estas diversas estrategias y resistencias que las mujeres han llevado a cabo, son fuente inspiradora y constructora de Sindihogar. Este colectivo producto de la experiencia asociacionista de varias mujeres se transforma en una organizacin de base sindical, declarando su independencia respecto a otras organizaciones sindicales y polticas. En un documento interno de Sindihogar (2015) se expresa:
Durante el proceso organizativo se constato la riqueza con la que naca el sindicato: nuestra pluralidad. El grupo estaba representado por mujeres de diversas nacionalidades (Ecuador- Chile Ð Colombia Ð Mxico Ð Paraguay Ð Uruguay Ð Cuba Ð Bolivia Ð Pakistn Ð India Ð Seneg al Ð Marruecos Ð Nepal Ð Nigeria Ð Panam Ð Costa rica Ð Honduras Ð Brasil Ð Argentina Ð Catalunya/Espaa). La decisin del grupo motor fueunnimeÉ (p.7).
La necesidad de alejarse de las formas tradicionales del sindicalismo y construir una organizacin con sus caractersticas propias, (Godinho-Delgado, 1990; Gonzlez, 2003) se encuentra relaciono con las dificultades que ha tenido el sindicalismo tradicional respecto de entender los nexos entre la opresin de clase y gnero con otras intersecciones. Segn Mara Godinho-Delgado ( 1990) el sindicalismo ÒtradicionalÓ reproduce a la interna de su organizacin relaciones conservadoras y patriarcales, que indican no haber superado, las prcticas, actitudes y valores sexistas que expresan la relacin de dominacin/subordinaci de gneros heredada cultural e histricamente. En este sentido, las activistas de Sindihogar plantean no querer ser invisibilizadas por otros sindicatos, que sienten Ònunca han estado por ellas o por sus derechosÓ (Margarita Flores, 01/12/11).
La organizacin sindical ha estado y est abierta a la experimentacin en la diferentes ramas de actividad laboral, se ha dado una estructura horizontal en su funcionamiento, en la que la participacin es una herramienta fundamental para que las afiliadas se reconozcan y proyecten con fuerza sus capacidades y as resaltar sus destrezas, tengan una concrecin sobre las cuales trabajar; el sindicato se ha dotado de funciones especficas, y ha ido tejiendo redes con las organizaciones del sector del trabajo del hogar y del cuidado y con los movimientos sociales que funcionan en Catalunya y el Estado espaol para crear alianzas en diversos sentidos... Estos acercamientos estn dados por la lucha social en de fensa de los derechos, as como tambin, el reconocimiento al trabajo para compartir saberes (Sindihogar, 2015, p. 25).
La difcil opcin de poder participar de la vida poltica en los pases de residencia tiene que ver con mltiples factores, con los nichos que existen en el mercado laboral, las precarias condiciones laborales, la no inclusin de criterios no discriminatorios por gnero y posiblemente la no adecuacin del apoyo para solucionar sus problemas especficos (Trade Unions, Economic Change and Active Inclusion of Migrant Workers, 2012). Por otro lado, las propias condiciones laborales (internas, horarios interminables, jornadas de hasta 16 horasÉ) hace di fcil la propia estructura sindical (que muchas veces perpeta sistemas de dominacin) y que sin embargo las activistas de Sindihogar se re-apropian para visibilizar las intersecciones (Crenshaw, 1989) de gnero, raza y clase que interactan en sus experiencias vitales, construyendo un espacio flexible en horarios y estructuras para que quepan todas.
El conformarse como un sindicato autnomo e independiente, puede llevarnos a reflexionar ms sobre las prcticas vinculados a fo rmas libertarias y/o del hacer feminista. Como por ejemplo: Òcrear nuestras propias agendas, participar en la medida de las posibilidades cuidando el tiempo y el espacio de cada una, respetando las diferencias y las urgencias de cada compaera con su historia y trayectoria (Norma Falconi, 19/09/13). De esta forma, no se construye solamente una identidad colectiva (Taylor, 1989) de las trabajadoras del hogar y el cuidado propia del movimiento obrero en una identificacin en trminos de clase. Sino que las mltiples identidades emergentes pueden ser transitorias (sin papeles, activistas, acadmicas, artistas, cocineras, trabajadoras) posibilitando que este sea un lugar de reunin de diversas mujeres que se organizan para dignificar, reivindicar y crear nuevos espacios para la vida. As, el retorno de las brujas hace alusin a las reivindicaciones y diferentes estrategias de las trabajadoras del hogar y el cuidado que nos recuerdan la an no saldada deuda con una historia de servilismo racializada que produce nuevas esclavitudes en el siglo XXI.
Las intersecciones que emergen a partir de una accin colectiva
Las experiencias de las trabajadoras del hogar pueden encontrarse enmarcadas por diferentes desigualdades o discriminaciones vividas, como tambin por estrategias de resistencia que desarrollan para subvertirlas. Desde un marco analtico interseccional podemos abordar de qu manera las trabajadoras pueden hacer frente a diversas opresiones, abriendo nuevos horizontes como sujetas polticas. Los planteamientos que surgen a continuacin hacen referencia ms que nada a las diferentes relaciones y posiciones que emergen a partir de ser parte de una accin colectiva, es decir, como activistas de Sindihogar.
El trmino interseccin acuado por Kimberl Crenshaw (1989) en los aos ochenta, fue utilizado para mostrar las diferentes formas en las que la raza y el gnero interactuaban y configuraban las experiencias multidimensionales de las mujeres negras en el mbito del empleo. El inters legal po r la raza y el gnero remarc que al enfrentarse a la tarea de observar la construccin social de las relaciones (Crenshaw, 1989) se haca necesario tener en cuenta mbitos m ltiples y simultneos donde aparecen diferentes desigualdades (Platero, 2009), que en los apartados siguientes ir retomando.
Encrucijada I: diferentes posiciones en un mismo encuentro
Durante el segundo semestre del 2012 Sindihogar fue invitado por varias organizaciones para debatir en torno a la nueva normativa sobre el trabajo del hogar (Ministerio de Trabajo e Inmigracin, 2011; Real Decreto 1620/2011 de 14 de noviembre, por el que se regula la relacin laboral de carcter especial del servicio del hogar familiar)7 que entrara en vigor en el 1 de enero de 2012 y la Ratificacin del Convenio 189 por parte del Estado espaol.
Algunas de estas actividades tuvieron lugar en Madrid y en Murcia, con la participacin de los dos sindicatos mayoritarios (CCOO Y UGT)8 que venan a presentar los avances de la nueva normativa, las cooperativas de trabajadoras del hogar y asociaciones como Territorio Domstico9 entre otras. Tambin se presentaron investigaciones sobre migracin y trabajo del hogar y el cuidado.
A partir de estos encuentros, Sindihogar realizo algunas reflexiones en las asambleas que acompao desde mi punto de vista como investigadora. En primer lugar, se habl sobre la sospecha que intuan en torno a la posicin de los dos sindicatos mayoritarios respecto a la nueva normativa. Esta tena que ver con la falta de capacidad para aceptar las crticas y fallos que ya las trabajadoras y Sindihogar mismo haban realizado. Vernica Orellana (20/12/12) activista de Sindihogar manifest: Òcon la nueva ley pareca que se iba a aliviar nuestros problemas, pero el remedio fue peor que la enfermedadÓ. En la prctica las trabajadoras del hogar continan en un rgimen especial sin derecho al desempleo, despido por desistimiento entre otras discriminaciones (Veronica Orellana, 20/12/12). Curiosamente, en la reunin que tuvimos en Madrid fue un hombre, blanco, occidental, adulto de clase trabajadora el que acapar la palabra, mientras, una compaera suya del mismo sindicato que se encontraba tambin en la mesa, no tuvo mucha oportunidad de hablar.
Esta intervencin, me llev a reflexionar cuanto estamos reproduciendo an, una visin de los movimientos en base a la clase social, en la construccin de un sujeto supuestamente uniforme. Como nos recuerda Marta Cruells (2012), este sujeto hace referencia a un adulto asalariado, principalmente insertado en el mercado formal y a tiempo completo, dejando de lado la diversidad y contrapuntos que existe dentro de la categora de obreros/as, tanto en sus vindicaciones, formas organizativas, como participativas.
La pregunta que me sobrevino fue, que hace un hombre con estas caractersticas haciendo apologa de una ley donde ninguna trabajadora del hogar fue llamada a ser parte de estas discusiones y si llevadas a cabo por las corporaciones mayoritarias. Lucas Platero (2014) seala que la invisibilidad de algunas realidades, que son inconcebibles precisamente por la rigidez de las categoras sociales, alude a la ausencia de algunos sujetos, que nunca estn presen tes en la discusin, porque no tienen el reconocimiento necesario como para ser considerados Òsujetos polticosÓ o ser parte del debate social.
Dolores Juliano (2014) agrega que la sociedad jerr quica se relaciona con una jerarqua tambin en los discursos, esto es: a nadie se le ocurre legislar por ejemplo sobre el trabajo de los arquitectos y no consultarles acerca de de su trabajo. Estas situaciones no son eventuales ni actuales, algunos ejemplos mencionados por Silvia Federici (2013) nos dicen por qu los sindicatos negocian las pensiones, las condiciones de la jubilacin y la asistencia sanitaria, pero siguen dejando fuera de su programa los trabajos de cuidados y a las personas que requieren apoyo al envejecer.
Encrucijada II: posiciones de saber/no saber
Aqu hare mencin a las contradicciones se nos presentan cuando nos juntamos a debatir y como se entretejen los discursos sobre el trabajo del hogar y el cuidado en torno a los diferentes saberes que tenemos. En el mismo encuentro sealado en el epgrafe anterior adems de la presencia de los sin dicatos mayoritarios se encontraban algunas acadmicas, que compartieron informacin relevante en cuanto a esta situacin, a partir de una investigacin realizada sobre inmigrantes en el servicio domestico (Garca, Santos, & Valencia, 2011). Sin embargo, al momento de los reclamos de las activistas de Sindihogar en cuanto a la derogacin de la ley sobre trabajo domstico, algunas feministas e investigadoras no se mostraron receptivas a esta propuesta. Los argumentos que planteaban es que estaban propiciando (Sindihogar) un retroceso hacia una situacin peor a la actual y que esto de alguna manera, era darle argumentos al gobierno de que esta ley haba fracaso y que se deba volver al Rgimen anterior.
Retomando la discusin del encuentro, contrariamente al dejar sin defensin a las trabajadoras del hogar, lo que las activistas (Sindihogar) proponan era an ms radical: Òderogar una ley para trabajadoras de segunda y construir una nueva, con la participacin de las trabajadoras del hogar las que saben los problemas y abusos que se les presentan diariamente en estos trabajosÓ (Lilian Gonzales, 20/12/12).
Estas reivindicaciones no plantean un retroceso, sino que hacen referencia a la apuesta de una nueva normativa que realmente incluya a las trabajadoras del hogar dentro del Rgimen General, sin ninguna acepcin de especial (Vernica Orellana, 20/12/12). Y que se contemplen los reclamos y propuestas que las trabajadoras han realizado en cuanto a la eliminacin del despido por desistimiento, el pago de extras, vacaciones anuales, libranzas semanales, contrato por escrito, derecho a paro, revisin de los salarios segn el IPC y eliminacin del pago en especies.
Ante estos debates, Yuderkis Espinosa (2009) nos posibilita comprender la difcil tarea que se nos presenta al articular agendas en el movimiento feminista, cuestionando si la preocupacin se ha limitado al cuerpo sexuado y generizado sin poder articularla en muchos casos a una pregunta transversal con las polticas de racializacin y empobrecimiento. Lo que estara tambin definiendo los cuerpos que importan en una regin como Latinoamrica, agregara Europa, donde las polticas neoliberales han reconfigurado el mapa global an lado y otro del co ntinente (Espinosa, 2009).
En la posicin que me encuentro este ÒentreÓ que he construido como investigadora/activista, tambin estoy interpelada en la forma de producir conocimiento y en generar procesos reflexivos que den cuenta de las relaciones de poder que se tejen en nuestras cotidianidades. Ante esto, algunas compaeras acadmicas me han invitado a reflexionar sobre la sospecha de una posicin que puede reproducir la colonizacin de la colonizada. Como menciona Gayatri Spivak (2003) la subalterna nada puede decirnos. Su voz permanece eclipsada por los discursos sobre ella. Su experiencia colonizada por ellos. Podemos hablar por ellas, pero cuando levantan su voz la deslegitimamos y/o subestimamos. Estas situaciones, emergen para dar cuenta que las activistas, saben y reconocen las opresiones que las atraviesan.
Existe la posibilidad de caer en una ÒvirtudÓ que nos autoasignamos (Juliano, 2014) de saber, de cuales reivindicaciones son viables y cu les no. Sin embargo, el reclamo por una derogacin de la ley tiene que ver con la eternamente postergada reforma laboral. Con avanzar en la valoracin social de los cuidados y sentar las bases para otro tipo de reivindicaciones relacionadas con la cobertura de cuidados en condiciones dignas ampliando la justicia social tanto para las personas migradas como autctonas, trabajadoras y empleadoras (Gil, & Orozco, 2011).
Encrucijada III: diferentes luchas, de primeras de segundaÉ
En mi trnsito por el sindicato, he escuchado a muc has activistas de Sindihogar mencionar su malestar cuando se trata de salir a la calle y encontrarnos en las manifestaciones. Como he mencionado las mujeres que participan tienen grandes dificultades para circular libremente a causa de las restrictivas medidas que implica la
Ley de Extranjera 4/200010. Es por ello, que Sindihogar comparte su alianza y lucha con las asociaciones de inmigrantes, como son la actual Campaa Papeles sin Contrato y Papeles Para todas y todos11.
En discusiones con otras acadmicas y activistas tanto informales como a travs de sus escritos, comparto las reflexiones de Sandra Ezquerra (2014) en tanto parece existir una estratificacin de las luchas. Plantea que tanto la izquierda poltica como en los movimientos sociales sigue habiendo luchas de primera y luchas de segunda, por ejemplo refirindose a la escasa presencia de persona autctonas en las movilizaciones a favor de los Derechos y Libertad de las personas de origen inmigrantes. En el caso de las trabajadoras del hogar y el cuidado se complejiza, ya que se entrecruzan diferentes ejes de diferenciacin como son, la clase, el gnero, raza y situacin legal en el pas de residencia (Ezquerra, 2014).
Algunas notas de campo presentan cuestionamientos en este sentido. A la hora de invitar a otros colectivos a participar de las actividades que lleva adelante Sindihogar, las relaciones que se establecen, aunque claro, esta no con todas, Òa veces tienden a cierto colonialismo y paternalismo (Norma Falconi, 10/03/14). Algunas activistas lo han planteado como una forma de evidenciar relaciones con una visin unidireccional, por ejemplo, cuando Sindihogar es convocado a dar charlas sobre las trabajadoras del hogar; Òya que no es polticamente correcto estar hablando de cuidados y que no haya una sola trabajadora del hogar, sin embargo cuando las invitamos a nuestros encuentros es difcil que se comprometan y participenÓ (Isabel Escobar, 10/03/14). Una ltima reflexin, tiene que ver con la falta de reconocimiento de las luchas de este sector, ya que an Òtenemos que reivindicarnos como trabajadorasÓ (Elizabeth Romero, 07/06/14). El trabajo reproductivo y de las trabajadoras de cuidados, se conforma entonces como una ÇsubclaseÈ que an hoy d ebe luchar por ser reconocida como trabajadora, producto de la devaluacin del trabajo reproductivo y donde casi todas las mujeres se enfrentan al envejecimiento con menores recursos que los hombres (apoyo familiar, ingresos econmicos y bienes disponibles) (Federici, 2013). Ante estas diferentes posiciones respecto a las luchas que son proclamadas por diferentes mujeres, retomo a Adrienne Rich (2001) quien propone que ante la posibilidad de invisibilizar las diferencias y olvidar la multiplicidad, es necesario crear un cuerpo situado, como una metfora compleja del m undo y sus fronteras (clase, raza, sexo, edad) y las resistencias y recreaciones de sus propias representaciones (mestizas, transgnero, queer, trabajadoras del hogar) (Gil, 2011).
De todas formas, en el sindicato y en nuestra prct ica tambin se presentan dificultades al convivir con la diversidad. Como seala Isabel Escobar (14/05/15) todas nos enriquecemos pero tambin debemos compatibilizar formas de entender la puntualidad, las formas de hacer las cosas, los compromisos. Es una apuesta que hace la organizacin, intentar trabajar con la diferencia y Ònuestros propios prejuiciosÓ (C.C. 04/06/15).
Una propuesta: por una poltica de los afectos
Las reflexiones hasta aqu planteadas nos pueden orientar para comprender los itinerarios que han tenido que hacer algunas mujeres como trabajadoras del hogar y el cuidado, especficamente las activistas de Sindihogar para organizarse colectivamente. Aqu estn planteadas algunas de su s necesidades y la urgencia de apostar por otras formas de hacer poltica.
Cuando digo otras formas de hacer poltica me estoy refiriendo tanto a una articulacin poltica dentro de los procesos de investigacin como de las formas que he comprendido se han construido dentro de Sindihogar. Esta nocin va ms all de una idea de lo organizado, de lo ideolgico y racional, sino que ese accionar poltico se entreteje en nuestro espacio cotidiano, en la interaccin dialgica con otr@s y en nuestras acciones como nos plantea Margot Pujal (2003).
Esta posibilidad, surge a partir de involucrarme afectiva y polticamente con las activistas, en procesos de transformacin y reivindicacin de condiciones dignas de trabajo para este sector. As, se fue gestando una forma de hacer, vivir y compartir dentro de las asambleas, en la formacin, y con otros colectivos que he dado en llamar ÒmimopolticaÓ. Esta palabra rene aquello se estaba colocando en e l centro del quehacer con la necesidad de nombrarlo y visibilizarlo.
Es decir, dar cuenta no slo lo que nos afecta en un plano concreto y material como personas o sujetas de derecho (condiciones laborales injustas y precarias, por los bajos salarios, falta de contratos, despidos por desestimiento, abusos a las activistas que se encuentran sin papeles), sino tambin apostar por rescatar el cuidado (o el ÒmimoÓ) dentro de los procesos que participamos. Sin que esto se torne una carga ms para los agotadores trabajos de cuidados y por ende surja como posibilidad pero no como una imposicin ms.
Enfatizar la ÒmimopolticaÓ en el espacio de nuestros quehaceres cotidianos (en nuestras prcticas activistas, acadmicas, vitales) que nos posibilita comprometernos, apasionarnos, crear, prestar atencin a los detalles, sostenernos afectivamente, confraternizar y generar apoyo mutuo. ÒTodas aportamos con muchas cosas al desarrollo del grupo. Es la creacin sistemtica de un tejido humano, poltico, social, econmico y de relaciones. Somos mujeres, sujetos sociales y polticosÓ (Norma Falconi, 15/10/15). Por tanto, tambin es una propuesta por construir formas organizativas desde una poltica de los afectos, entendida como una forma de articularnos a travs del tejido de intensidades vividas, sentires, fragilidades. Invitndonos a dialogar sobre aquellas conexiones q ue no son posibles o aquellas donde encontramos mayor resistencias como a veces se produce en el nodo acadmico-activista o incluso dentro de la propia organizacin, por los propios ejes de diferenciacin que vivimos entre nosotras.
Estas formas de hacer quedan muchas veces relegadas o simplemente no se mencionan por entender que nos quitan tiempo, que no son productivas, que no tienen ningn fin en s mismo. Sabiendo que algunas veces vamos camino a ello y otras reproducimos aquello de lo cual nos queremos distanciar, generndose resquemores y celos entre las activistas (yo incluida) por los roles de liderazgo y visibilidad tanto dentro como fuera del colectivo. Lo cual no es ms que otra posibilidad para trabajarlo en cada asamblea y circunstancia concreta.
Por tanto, emprender prcticas donde colocar Òlos c uidadosÓ en el centro tambin tiene sus lmites, no significa que estas relaciones estn eximidas de relaciones de poder, conflicto y que muchas veces tambin nos genera frustraciones y agotamientos. Porque todas estamos tambin socializadas bajo el paraguas capitalista y patriarcal, lo cual nos lleva tiempo transformarnos a nosotras mismas para desde all comenzar un trabajo colectivo, como seala Pepe Ema (2014):
El cuidado tiene su lmite y su condicin en la construccin de una distancia con los otros y con uno mismo (con la soledad intransferible que vaca nuestra intimidad ms ntima). Esta distancia nos separa pe ro es tambin el terreno del vnculo social en el que aprendemos a hacer con los otros y con uno mismo sin la aspiracin a resolverlo todo, a cancelar las diferencias, o a encontrar un acomodo definitivo en algn tipo de armona o equil ibrio feliz (Ema, 2014).
Para comprender a qu me refiero con estas prctica s mencionar algunas que se tejen en el cotidiano del sindicato. La primera tiene que ver con las prioridades que se nos presentan en las asambleas, me refiero a trastocar el orden del da porque alguna activista llega con una situacin particular, en torno a lo laboral o a lo personal (celebrar cumpleaos, festividades o la obtencin de los papeles). Caso concreto cuando Joy Omoruyi (17/07/14) consigui sus papeles y aquella asamblea fue una celebracin, Ògracias a Sindihogar he podido tener mis papeles estoy muy felizÉ hay que seguir luchandoÓ. Aquel da Rose Odiase (17/07/14) se sumo diciendo Òmi hijo tambin consigui la renovacin de sus papelesÓ losdocumentos circularon por toda la sala y los abrazos all se multiplicaron. En el compartir los acontecimientos se genera una relacin otra, donde el colectivo no sigue un curso estrictamente rgido o estructurado, sino que hay un movimiento que surge desde lo inesperado y la alegra de que todas seamos parte de los logros tanto personales como colectivos. As nos mancomunamos, todas damos y todas recibimos.
Pese a ello, algunas de estas acciones han sido vistas slo como un Òespacio de reuniones socialesÓ (C.C, 17/11/14). Me pregunto entonces bajo qu premisas o miradas se est comprendiendo el hacer poltica. Me pregunto si no es una visin androcntrica que no tiene en cuenta o no ha sabido modificar sus formas de organizarse, apostando por colocar los cuidados en el centro como nos sealan algunas feministas (Gil, & Orozco, 2011; Prez Orozco, 2009).
La siguiente prctica hace mencin a como nos involucramos tejiendo redes y alianzas entre diversas mujeres y colectivos. A travs de las Jornadas Migroctones como del impulso del Sindibar (formacin socio-laboral, autogestionada). Estos proyectos permiten ser una confluencia de: las mujeres de Sindihogar/Sindillar trabajando sin parar para mejorar nuestra economa familiar y la independencia laboral, abriendo caminos, abriendo fronteras, fusionando saberes y sabores É mujeres en peligro de exclusin laboral, pero con muchas ganas de labrarse un futuro para ellas y sus hijos, dispuestas a trabajar, hemos logrado que La Bonne nos conceda un espacio, y estamos montando una pequea cafetera taller donde haremos talleres para que aprendan un oficio y puedan enfrentarse al mundo laboral (Jenny Garca, 07/05/15).
Al ocupar ese espacio, se sale de los carriles tradicionales de lo institucional, instituyendo otra forma hacia la autogestin a travs de las mujeres que participan, con la colaboracin de todo el equipo, tanto desde Sindihogar como desde la Bonne, Òuna experiencia muy buena (donde) siempre aprender algo nuevo y donde me ha gustado mucho el trabajo en equipoÓ (Isabel Escobar, 29/10/14). Esta vivencia va creando un entretejido poltico y de amistad, a sabiendas que no venimos todas de los mismos lugares, ni tenemos las mismas trayectorias. Sin embargo, las alianzas que all se producen es una forma de apostar por otras relaciones y politizar nuestras vidas, encontrando estrategias en comn. De algn m odo esto habla sobre generar espacios que rompan con lo meramente utilitario del otro/a.
Es una apuesta por otras posibles relaciones, sin generar discursos grandilocuentes, sino comprender que el cuidado tiene que ser parte de una relacin, de una manera distinta de estar en el mundo, una cultura, un lenguaje, una lucha. Las jornadas, formaciones, procesos de autogestin nos poner a dialogar y trabajar nuestras diferencias. ÒTodas aprendemos y todas nos transformamos. El trabajo colectivo es el objetivo para romper con los estereotiposÓ (Norma Falconi, 29/07/15). En este trnsito vamos aprendiendo que la militancia implica desgastes y por eso se evita generar otro deber ser. Es decir, reclamos por no llegar a las reuniones, no estar en determinadas manifestacionesÉ Partimos de comprender las dificul tades al cambiar horarios en los trabajos, al que una trabajadora interna le den su da de descanso y al poder manifestarse y circular libremente si no tienes papeles.
Estas relaciones tambin se tornan extensivas cuando se construye un tejido sindical donde se han recibido determinados apoyos de otras asociaciones y organizaciones, que acompaan y brindan solidaridad a su vez, establecindose una cadena de relacin de cuidados mutuos que es muy significativa (Juliano, 2014). Sin caer en paternalismos y relaciones victimistas. Como ha sido el estrecho vnculo creado con
Mujeres del Mundo Babel12 a partir de compartir experiencias y vivencias tanto en el Pas Vasco como en Barcelona.
La ltima prctica que mencionar hace referencia a generar espacios de autonoma, caracterstica constitutiva del sindicato si pensamos que se ha creado de forma independiente respecto de otras formas y tutelas sindicales. Teniendo en cuenta que aquellas estructuras se encuentran ms burocratizad as e institucionalizadas, con lo cual le ha permitido generar una agenda acorde al tiempo del colectivo y sus necesidades, construir espacios de debates y dilog os propios y no ceirse a las imposiciones externas o unas formas de ser y actuar de la poltica tradicional. Esto luego de los aprendizajes adquiridos:
En los dos primeros aos estuvimos seducidas por ese torbellino de peticiones; lo que impeda centrarnos en el desarrollo grupal como organizacin que acababa de nacer y que asuma un engranaje de responsabilidades; aprendimos a decir que no y slo se aceptaron las actividades hacia fuera que eran consideradas por Sindihogar (Sindihogar, 2015, p. 12).
Por ltimo, este tipo de relaciones ms amorosas e ntimas ha sido un factor para sostener espacios de creatividad. A partir de incluir el arte, la bioenergtica, la danza, performando en la sonoridad de los utensilios domsticos, se genera Òmucho movimiento y energa (hasta sentir) que todas salimos flotandoÓ (Magali Quevedo, 14/07/14), ubicando el espacio de lo domstico en otro registro. Como dice çfrica Garca (30/06/14) un espacio de Òparticipaci, creativitat...les dones lluitadores endavantÓ donde Òseguiremos luchandoÉ vivan las muj eresÓ (Kadiba Conde, 01/06/15).
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Notas
1 La investigacin que da origen a los resultados presentados en esta publicacin recibi fondos de la Agencia Nacional de Investigacin e Innovacin bajo el cdigo Pos_Ext_2014_1_106090. La misma forma parte del proyecto de tesis titulado ÒMujeres en movimiento: ampliando los mrgenes de p articipacin social y poltica en la accin colectiva como trabajadoras del hogar y el cuidadoÓ, subscrita al Departamento de Psicologa Social de la Universidad Autnoma de Barcelona, bajo la orientacin de Marisela Montenegro y el Grupo de Fractalidades en Investigacin Crtica
2 En este artculo me gustara mencionar la colaboracin editorial de Inma Viguera. La lectura crtica y paciente de Africa Garca y Norma Falconi de Sindihogar. Y la fraternidad y complicidad de Marta Vergonyos y Neus Oriol del Centro Francesca Bonnemaison.
3 Sindihogar: Sindicato independiente de trabajadoras del hogar y el cuidado en Barcelona, Espaa. Blog: http://sindihogarsindillar22.blogspot.com.es. Facebook: https://www.facebook.com/sindihogar.sindillar.
4 Trmino construido a partir de las primeras jornadas que se celebraron en Sindihogar en colaboracin con La Bonne (Centro de Cultura Francesca Bonnemaison) y hace referencia al compartir saberes entre mujeres migrantes y autctonas: http://labonne.org/blog/tag/sindillar-sindihogar/.
5 Para una ampliacin de la metodologa: Fulladosa-Leal, Karina (2015). Creando puentes entre la formacin y la creatividad: Una experiencia de investigacin activista feminista. Universitas Humanstica, 79, 115-140. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.UH79.cpfc.
6 Notas de cuaderno de campo, de aqu en adelante las notas aparecern con nombre y apellido, seguido de la fecha, de aquellas activistas que estuvieron de acuerdo en publicarlos. Las conversaciones informales y otras notas annimas aparecern solamente con la sigla C.C. y la fecha).
7 http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2011-17975.
8 CCOO, Comisiones Obreras: es el primer sindicato de Espaa por nmero de personas afiliadas y por delegados elegidos en las elecciones sindicales. http://www.ccoo.com/csccoo/menu.do. UGT, Unin General de Trabajadores: Es una confederacin sindical constituida en 1888. Uno de los dos sindicatos mayoritarios, dentro de los ms representativos, y por ello es un interlocutor social. http://www.ugt.es/ugt/default.aspx.
9 Territorio Domestico, es un espacio de encuentro, relacin, cuidado y lucha de mujeres, la mayora migrantes por sus derechos. http://territoriodomestico.net/?page_id=11.
10 Ley Orgnica 4/2000. Derechos y libertades de lo integracin social, del 11 de http://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2000-544. Extranjeros en Espaa y su enero del 2000.
11 https://www.facebook.com/papeles.paratodos?fref=ts.
12 Mujeres del Mundo-Babel son una asociacin ubicadas en el Pas Vasco donde se autodefinen como: un grupo de MUJERES, unas nacidas aqu y otras que han llegado de otros lugares, y que desde 1999 nos juntamos porque todas tenemos mucho que aportar y queremos intercambiarlo. Las pueden encontrar en: http://mujeresdelmundobabel.org/.
Reflexiones e interrogantes sobre la construccin interdisciplinaria en la praxis
Reflections and questions on the interdisciplinary construction in praxis
Sandra Lpez
Autor referente: slopez@psico.edu.uy
Universidad de la Repblica
Historia editorial
Recibido: 01/06/2015
Aceptado: 10/08/2015
RESUMEN
Las reflexiones e interrogantes presentes en este artculo devienen del inters de analizar y problematizar al respecto de la construccin interdisciplinaria en la praxis desde la perspectiva de la Psicologa Social Comunitaria.
En esta comunicacin lo propuesto es convocar al intercambio, en tanto este proceso de produccin acadmica se plantea a partir de una investigacin que defini como objetivo general comprender cmo se construye la interdisciplina en la praxis desde el anlisis de un caso integrando la perspectiva de referentes calificados. Si bien este estudio cumpli con lo propuesto tambin potenci el inters en comprender y dialogar con otros, lo que se constituy en motor para la escritura de este trabajo.
Se defini como punto de partida de la reflexin terica priorizar los enfoques latinoamericanos y realizar sin pretensin de exhaustividad una aproximacin conceptual a los trminos de interdisciplina y praxis.
Se integran algunos principios de la Psicologa Social Comunitaria en tanto se pretende identificar los aportes que desde esta perspectiva se puedan realizar a la construccin de la interdisciplinariedad en la praxis. Flexibilidad, incertidumbre, movimiento en clave en transformacin, apertura, dilogo, hacen a la caja de herramientas a considerar si lo propuesto es trabajar con otros.
Las consideraciones finales se plantean en clave de interrogantes en tanto el desafo es preguntarse para procurar generar alternativas transformadoras en los procesos de construccin interdisciplinar.
Palabras clave: Interdisciplina-praxis; Dilogo transformador.
RESUMEN
Reflections and questions present in this article become of interest to analyze and problematize about interdisciplinary construction in praxis from the perspective of Community Social Psychology.
In this paper it is proposed to convene the exchange, while the process of academic production arises from an investigation that defined as general objective to understand how interdisciplinary praxis is built from the analysis of a case concerning mainstreaming the qualified. While this study complied with the proposal also it enhanced the interest in understanding and dialogue with others, becoming the engine for writing this work. It was defined as the starting point of theoretical reflection prioritizing Latin American approaches and making no claim to completeness a conceptual approach to the terms of interdisciplinary and praxis.
Some principles of Community Social Psychology can be made to the construction of interdisciplinarity in praxis; as it seeks to identify the contributions from this perspective. Flexibility, uncertainty, movement in key transformation, openness, dialogue, make the toolbox to consider whether the proposal is to work with others.
The final considerations arise in key questions as the challenge is to seek alternatives generating transformative interdisciplinary construction processes.
Keywords: Interdiscipline-praxis; Transforming-dialogue.
Introduccin: Un Punto de PartidaÉ
Las reflexiones e interrogantes presentes en este artculo devienen del inters de analizar y problematizar al respecto de la construccin interdisciplinaria en la praxis desde la perspectiva de la Psicologa Social Comunitaria.
Un proceso de produccin acadmica que tuvo como punto de partida la tesis de Maestra de Psicologa Social (Facultad de Psicologa) iniciada en el ao 2013. En dicha investigacin la preocupacin terica central estuvo focalizada en comprender cmo se construye la interdisciplina en la praxis a partir del anlisis de un caso instrumental conjugando e integrando la perspectiva de referentes calificados (rea salud y educacin). Si bien este estudio logr dar respuesta al objetivo propuesto, sobre todo potenci el inters en comprender y abrir el dilogo en otros escenarios sobre la complejidad que los procesos de construccin interdisciplinaria conllevan lo que oper como motor para la escritura de este trabajo.
Comprender se concibe desde la perspectiva que plantea çlvarez Pedrosian (2012) es decir, como una accin que desde una escucha activa se aproxima al fenmeno que se pretende conocer, integrando la dimensin de la reflexin, de la subjetividad y de los supuestos que atraviesan al propio investigador.
Para ello se define hacer foco en cules son las condiciones para la construccin de espacios de reconocimiento entre semejantes, entre disciplinas, entre teora y prctica, entre saberes diferentes, entreÉA partir de la preposicin ÒentreÓ es pertinente referenciar a De Brasi (2005) cuando enuncia que el ÒentretextoÓ:
Ése va bordando con las hebras de la ÒgrupalidadÓ esa grupalidad conformada por sujetos historizados por la singularidad de sus historias, de sus saberes, de prcticas diversas, en s de vidas entre/cruzadas, constructores de una trama social, cultural e histrica de la cual todos son (somos) partcipes (p. 453).
En este sentido se entendi pertinente realizar una aproximacin al proceso institucional transitado por la Universidad de la Repblica (Uruguay) y en reconocimiento a que la trama se entreteje con otros, integrar tambin la perspectiva de algunos autores argentinos.
Se hace necesario precisar que en este trabajo no se pretende realizar un anlisis exhaustivo de los conceptos de interdisciplina y praxis sino que los mismos sern considerados como soporte habilitantes de las reflexiones e interrogantes planteadas. Desde el paradigma de la Psicologa Social Comunitaria los conceptos explicitados permitirn identificar y dar nombre en tanto unidades tericas, con el recaudo de evitar atrapar los procesos en significaciones predeterminadas pues el propsito es poder articularlos de modo tal que se constituyan en herramientas que posibiliten/habiliten transformaciones.
Por ello el desafo planteado en las consideraciones finales es en clave de interrogantes en tanto la incertidumbre y las tensiones presentes en el trabajo de los equipos interdisciplinarios son convocantes de movimiento permanente.
Algunas Lneas de Reflexin
Luego de establecido un punto de partida es posible esbozar algunas lneas que definen el recorrido a realizar y en ese sentido se comienza a delinear un primer trazo empezando por la Universidad de la Repblica (Uruguay).
ÀPor qu la Universidad de la Repblica? Porque en el pas es la institucin pblica que histricamente asumi la responsabilidad de reconocerse como creadora de conocimiento. La enseanza, la investigacin y la extensin son los pilares que sostienen la formacin de los profesionales en todas las reas. La opcin de hacer referencia a la Universidad se entiende pertinente en un trabajo que centra su inters en la praxis integrando lo interdisciplinar y por ende lo inter-profesional. Lo constatado a nivel institucional es la existencia de multiplicidad de perspectivas y enfoques entrecruzados donde el instrumentar polticas parece no alcanzar pues la realidad universitaria se presenta como un puzzle donde las piezas no logran encastrar y permanecen dispersas.
En el recorrido delineado se parte de lo enunciado en el 2012 por el ex- rector Rodrigo Arocena en una instancia acadmica en el Espacio Interdisciplinario donde expresa:
La interdisciplina es lo ms antiguo del quehacer acadmico y, a la vez, su futuro. El trabajo interdisciplinario existe desde Larraaga, desde antes de la fundacin de la Universidad, y se haca en la academia griega. Por otro lado, la actividad cientfica moderna tiene un carcter conectivo. Ya sea para interpretar o para transformar el mundo se necesita de distintas disciplinas (Arocena, 2012)
De acuerdo a esta referencia temporal se podra indicar que el paso del tiempo no siempre desata nudos sino que a veces los entrelaza con ms fuerza y as permanecen ataduras que obturan el resquebrajamiento de viejos paradigmas an vigentes en el marco acadmico
Mientras tanto a nivel del Consejo Directivo Central (Universidad de la Repblica) se han tomado diferentes resoluciones promoviendo lo interdisciplinar. En 1999 se crean las reas y unidades acadmicas y en 2001 se aprueba una ordenanza sobre el funcionamiento de las mismas, la cual refiere especficamente a ÒRedes de Unidades Vinculadas por Disciplinas (Redes Disciplinarias) y a Redes de Unidades Vinculadas por Temas Interdisciplinarios (Redes Temticas), en la que los integrantes actuarn en paridad de condicionesÓ. En este contexto es apropiado subrayar el posicionamiento de la Unidad Central de Medio Ambiente en tanto formula una propuesta donde destaca la importancia de la interdisciplinariedad para el tratamiento de los problemas ambientales y enuncia:
É el ejercicio de la interdisciplinariedad es una vieja aspiracin dentro de la Universidad de la Repblica, que sin embargo ha tenido muchas dificultades y trabas para ejercerse, debido al peso de los enfoques tradicionalmente disciplinarios que han dominado la historia del pensamiento universitario. É Se requiere de un examen profundo del papel y de la responsabilidad tcnica y social de cada disciplina universitaria frente a la cuestin ambiental y al concepto de desarrollo sostenible, y en consecuencia, definir un accionar simultneo en la formacin de los estudiantes y de los propios docentes, as como en la complementacin de la formacin de los egresados, todo dentro de un proceso permanentemente crtico y dinmico, nutrido de la riqueza de la interdisciplinariedad (Red Temtica de Medio Ambiente, 2013, p. 10).
La propuesta de esta red prioriza el fortalecimiento de lo ambiental hacia la interna de la propia Universidad y el promover nexos con otros sectores de la sociedad de modo que la produccin de conocimiento sobre esta temtica se consolide y articule con la formacin e investigacin interdisciplinarias.
En el marco de este proceso en 2007 se crea la primera estructura interdisciplinaria a nivel central y en la resolucin que da cuenta de: ÒEl Espacio Interdisciplinario en la transformacin acadmica de la UniversidadÓ se enuncia:
La modernizacin acadmica de la Universidad incluye varias dimensiones; una fundamental es el impulso a las colaboraciones ÒhorizontalesÓ entre disciplinas y servicios universitarios, lo que hace a la esencia misma de la institucin como mbito de cultivo, enriquecido por interaccin, de todas las reas del conocimiento y la cultura. (Espacio Interdisciplinario, 2007).
Estas decisiones dentro de la estructura universitaria van perfilando una poltica dispuesta a promover, generar y reconocer la necesidad de instrumentar propuestas interdisciplinarias. Enunciados que podran entenderse como propositivos pero que habilitan preguntarse: Àcorre este espacio interdisciplinario el riesgo de instituirse con reglamentos y normativas que capturen lo interdisciplinario? ÀLos espacios propuestos son para transformar o para reformar? ÀCmo operan las lgicas profesionales en la construccin de lo interdisciplinar? ÀCmo se define la formacin en interdisciplina en la Universidad de la Repblica?
Algunas de estas interrogantes fueron abordadas en una investigacin realizada en el Espacio Interdisciplinario en un estudio que apunt a realizar un relevamiento actualizado sobre los grupos de investigacin interdisciplinarios y analiz varios aspectos sobre esta realidad. Un avance de ese trabajo se public en mayo de 2012 en la revista digital de la Universidad de Mxico con el ttulo ÒInterdisciplina en el estuario Saberes orillerosÓ donde se seala:
El objetivo general de esta investigacin es diagnosticar el estado actual de la interdisciplina en la UdelaR, a partir de un abordaje exploratorio que no parte de una concepcin establecida sobre la interdisciplina, sino que apuesta a la emergencia de la misma a partir de las percepciones de los actores universitarios (Cruz, Vienni, Aguiar, & Repetto, 2012, p. 5).
Y dentro de los objetivos especficos se plante analizar las modalidades de trabajo interdisciplinario, detectar dificultades, obstculos, fortalezas y ventajas de las diversas propuestas existentes. El fin formulado fue repensar la interdisciplina en los diferentes niveles de la institucin universitaria y promover espacios de interaccin entre las disciplinas.
Es pertinente explicitar, adems que en el proceso transitado en los ltimos aos, la Universidad se ha planteado entre otros desafos acadmicos: abordajes en clave de integralidad. Desde esta definicin no slo se jerarquiza la interdisciplinariedad sino que la hace parte del proceso de formacin en el marco de las tres funciones (enseanza, extensin e investigacin). En el Fascculo N¼ 10 ÒHacia la Reforma UniversitariaÓ se explicita:
É la perspectiva interdisciplinaria tanto en el nivel epistemolgico vinculado a la enseanza (tratamiento de los contenidos) y a la creacin de conocimiento (construccin del objeto de investigacin), como en el nivel de intervencin (construccin y abordaje de los problemas y conformacin de los equipos) (Universidad de la Repblica, 2010, p. 26).
Adems de la referencia a estos lineamientos especficos de la Universidad en el Uruguay, se integrarn a este artculo otros enfoques y perspectivas considerando trabajos realizados en la Argentina con el objetivo de identificar otros trazos que al entrecruzarse posibiliten profundizar en el anlisis y la reflexin sobre el tema propuesto.
La interdisciplina y los vaivenes que el proceso de construccin conlleva convoca a diversas reas de conocimiento y en este sentido se considera el artculo ÒTrabajo interdisciplinario e interinstitucional: ser o no serÓ (Jar, 2010), publicado en la revista de la Asociacin de Microbiologa de Argentina. La autora plantea, interroga y analiza las dificultades para presentar proyectos de investigacin interdisciplinaria; segn Jar, parecera ms fcil conseguir recursos que financien propuestas interdisciplinarias que conformar grupos de investigacin interdisciplinaria. Esta afirmacin se fundamenta en tanto aporta datos de los proyectos presentados por la Agencia Nacional de Promocin Cientfica y Tecnolgica de la Argentina entre 2006- 2012 y refiere de manera crtica al lugar que ocupa la interdisciplina en la Universidad de Buenos Aires. Seala que a nivel de grado no se ha logrado instrumentar procesos de formacin interdisciplinar, mientras que las carreras de posgrado Òexplicitan este objetivo entre sus fundamentos, lo que refleja el compromiso con la educacin multi/interdisciplinariaÓ (Jar, 2010, p. 2). Sin embargo, expresa que esta intencionalidad en la formacin responde a que Òel progreso cientfico y tecnolgico ha actuado como motor de la interdisciplinariedad, y todo hace concluir que lo seguir haciendo en el futuroÓ (Jar, 2010, p. 3) pero todava slo integra la letra de los programas.
Si bien fue posible identificar una amplia gama de producciones que refieren a la interdisciplinariedad son escasos los trabajos focalizados en cmo se construye la interdisciplina en la praxis. Una de las investigadoras argentinas que se ha ocupado de ello es Cecilia Hidalgo, Natenzn, & Agumn (2010) quien plantea que en el mundo contemporneo se conforman redes de conocimiento, lo cual constituye un cambio significativo que requiere un sustento terico para su comprensin, pero an no hay estudios suficientes que permitan comprender la dimensin y complejidad de estos procesos. En ÒInterdisciplina: Construccin de conocimiento en un proyecto internacional sobre variabilidad climtica y agriculturaÓ (Hidalgo, Natenzon, & Podest, 2007), los autores refieren a las caractersticas de la tarea en una investigacin cientfica interdisciplinaria en la que logran identificar el lugar protagnico del coordinador, pues, segn constatan, para los dems integrantes del equipo son ms los motivos para no participar que para aliarse a la tarea. Y concluyen enfticamente planteando que trabajar interdisciplinarmente no es Òtarea sencillaÓ (p. 54).
Adems, hacen explcito el reconocimiento de la interdisciplinariedad promovida por organismos financiadores de investigacin en conjuncin con la academia como estrategia y recurso necesario para abordar problemas complejos. En ese contexto sealan la necesidad de una clara articulacin entre universidad-empresa-sociedad, de modo de entrecruzar intereses y objetivos.
Hidalgo (2008) analiza una experiencia concreta y expresa:
É la red que nos ocupa contempl la autorreflexin sobre el proceso de construccin colectiva de conocimiento que se llevaba a cabo. El hecho de que la reflexin sobre la experiencia del trabajo en red fuese objetivo del propio equipo supone una gran diferencia de esta investigacin con respecto a otras, en las que las dificultades tienden a negarse y por ende a quedar fuera del registro (Hidalgo, 2008). Estamos ante una red que tematiz sus problemas, disponindose a analizarlos y superarlos de manera colectiva (p. 464).
La singularidad de este equipo de investigacin residi en integrar a la tarea, la dimensin de la reflexividad sobre lo que iba aconteciendo. Hidalgo da cuenta de que se pudo identificar la validez que ello tiene en el marco de procesos de trabajo interdisciplinarios pero reconoce que no es habitual que acontezca.
Estos trazos parecen delinear una realidad que exigira definir un claro proceso de transformacin dado que a partir de las referencias consideradas parece evidenciarse que la interdisciplinariedad tiene un lugar en los espacios universitarios y en diferentes proyectos pero an falta tomar definiciones y profundizar cambios en diferentes planos.
Pinceladas Sobre Interdisciplina y Praxis
Desde la Psicologa Social Comunitaria que opera como soporte de este trabajo y considerando el origen pluridisciplinario de la misma se integran estas pinceladas conceptuales sobre interdisciplina y praxis. De acuerdo a lo planteado como punto de partida lo definido es tomar algunos autores de modo que sus aportes habiliten la reflexin y se generen preguntas convocantes de nuevas producciones e intercambios. El trmino interdisciplina ha sido abordado desde mltiples perspectivas pero un referente terico que se considera clave es Morn, por ello es relevante aproximarse a algunas nociones por l enunciadas ÀA qu refiere Morn cuando expresa la necesidad de ecologizar las ideas y sus organizaciones? ÀSer una expresin de deseo o ser un horizonte? ÀSer posible? A lo que apela Morn cuando describe la produccin del conocimiento de los ltimos siglos es a la necesidad de volver a considerar la condicin humana como central en ese proceso. En un transcurrir histrico donde las perspectivas positivistas disciplinares fueron impregnando las producciones cientficas y distancindose de lo humano a punto tal de desvirtuar el sentido mismo del conocimiento. En su anlisis conjuga enunciados como Òhistoria oficial de las cienciasÓ-Òcara oscura de la lunaÓ (Morn, 1995) para dar cuenta de cmo la nocin de hombre se ha ido resquebrajando y se ha ido imponiendo una lgica fragmentaria, por lo tanto pasa a ser del orden de lo urgente Òno olvidarse de que el hombre existe y no es una ilusin naf de humanistas pre cientficos.Ó (1995) Lo sealado en torno al proceso histrico de construccin de lo disciplinar posibilita la comprensin acerca de cmo se fue estructurado y organizando el conocimiento en parcelas de poder.
Se puede plantear a partir de ello cmo se van acorazando los profesionales con ÒarmadurasÓ que los van distanciando de lo que debera ser lo esencial del conocimiento en las ciencias humanas y sociales. De este modo los valores propios del sistema capitalista de parcelacin y propiedad privada impregnan los saberes disciplinarios y fortalecen el poder de las especialidades, donde las fronteras disciplinares parece que no delimitan sino que ÒamurallanÓ.
Segn Morn esta situacin comienza en el siglo XIX avalado por la consolidacin de los espacios universitarios y se profundiza en el siglo XX con el auge de la investigacin. Proceso que se fue haciendo cada vez ms crnico contribuyendo a
generar una brecha entre la academia y la sociedad. De modo tal que han sido las circunstancias de la vida misma y de los procesos histricos lo que ha llevado a la necesidad de articulacin interdisciplinar de manera de sortear niveles de complejidad que era imposible abordar desde una nica disciplina. Realidad que el autor identifica y define como un Ògran problemaÓ donde no slo el lenguaje opera como obstculo sino que los conceptos parecen del orden de lo intransferible entre los distintos paradigmas cientficos. Ante ello hace referencia a la necesidad de definir nociones claras como cooperacin habilitadora de articulaciones e identificar objetos comunes que sean soporte de proyectos compartidos a modo de vas posibles para el intercambio interdisciplinario. Hace explcito que lo propuesto no es quebrar con las disciplinas pues ello se constituira en un riesgo, por lo tanto plantea que las disciplinas deben ser como la vida misma abiertas y a la vez cerradas. Morn hace acuerdo con Blas Pascal en un conocimiento en movimiento que va de las partes al todo y del todo a las partes.
Lo enunciado se enmarca en las consideraciones realizadas por el autor respecto a la necesidad de civilizar el conocimiento inherente al paradigma de la complejidad. Perspectiva que lleva consigo el desafo de lo incierto y de que no es posible abarcarlo todo donde la alternativa no pasa por fraccionar y fragmentar el saber pues entiende que lo mutilante produce acciones mutilantes y afirma: ÒSlo el pensamiento complejo nos permitira civilizar nuestro conocimientoÓ (Morn, 2007, p. 35).
Desde el reconocimiento de esa dimensin de la complejidad y por ende, desde la heterogeneidad de la trama inherente a toda propuesta interdisciplinaria, se entiende que la misma no puede constituirse en una proposicin que congregue pretendiendo tener carcter resolutivo sino que slo podra constituirse en una alternativa para comprender con otros ÒalgoÓ de ese entramado denso y complejo que se pretende abordar.
Los aportes de Morn se constituyen en soporte de otras perspectivas que se integran a este trabajo. Al respecto se considera lo sealado por Rudolf (2010) en el artculo ÒLa interdisciplina en los procesos de extensinÓ donde destaca que Òslo desde esa mirada que asuma la complejidad estaremos acercndonos a la realidad de una forma medianamente cientficaÓ (p. 83). La autora ubica en el orden de la necesidad y en el plano de lo tico la conformacin de equipos para abordar los temas de salud y en su anlisis focaliza en las construcciones disciplinarias, profesionales, interdisciplinarias e integrales en ese campo especfico. Considera lo enunciado por Enrique Saforcada y concibe que la conformacin de equipos es la nica forma de: Òrecomponer Òla unidad ecolgicaÓ del ser humano (colectivo) con su ambiente, despus de los minuciosos anlisis que la modernidad hizo de todas esas ÒpartculasÓ para llegar a la conclusin de que son inseparablesÓ (Rudolf, 2010, p. 85).
Esta reflexin sobre la interdisciplina en la extensin se aproxima a ciertos puntos que son significativos respecto al enfoque que pretende tener este trabajo, en tanto Rudolf hace referencia a la necesidad de ser respetuosos y democrticos no slo entre nosotros sino tambin con los otros (no acadmicos) y con los saberes de los otros. Ante ello surge interrogarse Àentre nosotros somos respetuosos y democrticos? ÀSer respetuosos y democrticos no constituye algo del orden de lo polticamente correcto? Interrogantes que se formulan en tanto se puede identificar/reconocer que en la prctica estos principios parecen regir a modo de pilares el trabajo con los otros pero no necesariamente entre nosotros. Por lo tanto en el marco de esta reflexin donde el preguntar/se es parte de lo propuesto surge Àen qu medida esto se constituye en obstculo de la construccin interdisciplinaria?
Otro aspecto a considerar de lo planteado por Rudolf es que ese ÒnosotrosÓ al que hace referencia lo retoma luego en su trabajo e integra lo vincular en los procesos interdisciplinarios y propone la necesidad de pensar en ello visibilizando el poder intrnseco que esta dimensin tiene en todo proceso de interrelacin humana.
Entre los referentes tericos del Ro de la Plata el tema de la interdisciplinariedad ha sido analizado desde diferentes enfoques, una de las autoras argentinas consideradas es Stolkiner (1999), quien refiere a la yuxtaposicin de dos tipos de prcticas:
Éla de la investigacin interdisciplinaria y la de la configuracin de equipos interdisciplinarios asistenciales. (É) la diferencia es de nfasis en cuanto al producto. En el caso de la investigacin el nfasis es la produccin de conocimientos. En el caso de los equipos asistenciales el nfasis est en la produccin de acciones. Nadie, no obstante, podra separar de manera absoluta la investigacin de su efecto en las prcticas y nadie podra suponer que el desarrollo de acciones no produzca, o deba producir, simultneamente, conocimientos (p. 1).
Si bien la clasificacin remite a diferenciar prcticas, involucra la dimensin de la praxis como inherente e inseparable a los procesos que acontecen tanto en la investigacin como en la asistencia. Stolkiner ha abordado el tema de interdisciplina conjugando diferentes aristas y hace una clara diferenciacin entre las prcticas hospitalarias y las que acontecen en comunidad. Plantea que estas ltimas en muchos casos implican la integracin de ÒotrosÓ que no son necesariamente profesionales y por ello habla de la necesaria construccin de inter-saberes donde resulta central la definicin de problemas y objetivos con la gente protagonista de esos procesos.
Desde esta perspectiva se reconoce que existen aportes significativos respecto a la mejor comprensin de los fenmenos pero faltara produccin que aproxime a la comprensin sobre lo que acontece entre quienes investigan juntos. Por ello, en lo que respecta a la interdisciplina en la praxis (foco de este trabajo) los obstculos parecen surgir por la ausencia de espacios de reflexin sobre el cmo abordar interdisciplinariamente la realidad pero tambin porque no se integra a la tarea el anlisis del proceso del equipo de trabajo.
Segn la autora la interdisciplina nace de la indisciplina pues entiende que los problemas complejos son imposibles de enmarcar y circunscribir a una nica perspectiva e invita a hacer ciencia desde lo irreverente. Se entiende y acepta esta propuesta provocativa de la necesaria transformacin en la actual produccin de conocimientos donde el esfuerzo en el plano de la interdisciplinariedad debera centrarse en integrar la dispersin entre teora y prctica entre quienes pretenden trabajar interdisciplinariamente. Se llegara de este modo a visibilizar cuales son las fisuras en ese proceso para poder tender puentes desde la reflexividad.
Stolkiner hace referencia a los aportes de Elichiry (2009) quien considera las fragmentaciones del conocimiento y analiza los procesos de formacin universitaria. Segn Elichiry (2009) en el diseo de los currculos aparece en los primeros aos una fuerte presencia de la teora y sobre el final se plantean las prcticas. La autora refiere a un modelo diseado donde se asla la formacin de los contextos socio-histricos generando lo que llama Òislas acadmicasÓ descontextualizadas. Reconoce que los planes de estudios operan fragmentando el conocimiento en tanto se organizan en compartimentos estancos que obstaculizan la comprensin de la realidad.
Para Elichiry la interdisciplina constituye en s misma un reconocimiento de la complejidad donde las diferentes disciplinas desde la cooperacin y la reciprocidad promueven el enriquecimiento mutuo y la transformacin, sin perder cada una su especificidad. Destaca que esta ltima condicin es esencial para el trabajo interdisciplinario. Le da as mismo un lugar relevante a los sujetos protagonistas de ese proceso de trabajo y plantea una serie de pre-requisitos complementarios para que la interdisciplina sea tal:
1. Trabajo en equipo: formacin de actitudes cooperativas en el grupo.
2. Intencionalidad: que la relacin entre las disciplinas sea provocada. El encuentro fortuito entre disciplinas no es interdisciplina.
3. Flexibilidad: que exista apertura en cuanto a bsqueda de modelos, mtodos de trabajo, tcnicas; sin actitudes dogmticas, con reconocimiento de divergencias y disponibilidad para el dilogo.
4. Cooperacin recurrente: que haya continuidad en la cooperacin entre las disciplinas para lograr cohesin del equipo. Una cooperacin ocasional no es interdisciplina.
5. Reciprocidad: est dada por la interaccin entre las disciplinas. La reciprocidad lleva al intercambio de mtodos, conceptualizaciones, cdigos lingsticos, tcnicas, resultados, etc. (Elichiry, 2009, p. 5)
Lo enunciado podra dar respuesta a la interrogante respecto a cules son las acciones/interacciones para construir interdisciplina. Es decir si se toman en cuenta estos puntos estaran dadas las condiciones para que las propuestas de trabajo interdisciplinarias en la praxis se constituyeran en posibles alternativas transformadoras. Por lo tanto sera necesario integrar a la reflexin otras preguntas pues si desde la teora est explicitado Àpor qu en los procesos interdisciplinares emergen tensiones y obstculos que obturan la construccin colectiva? Àqu acontece? Àser que no se sabe de estos pre-requisitos? o Àser que con saber no alcanza?
Una posible respuesta puede estar en lo que plantea Najmanovich (2008) de que la modernidad nos ha condenado a lgicas que no responden a la dimensin de la complejidad y que desde esa complejidad deberamos reconfigurar las formas de Òproducir, validar y compartir el conocimientoÓ (p. 27) Pero adems resulta pertinente la referencia que hace la autora respecto a las limitaciones que imponen posicionamientos paradigmticos que privilegian el producto sobre el proceso. De este modo se esconden los procesos de los que fueron protagonistas los sujetos y la comunidad que le dieron sentido en la singularidad de ese transitar. Por lo tanto desde la linealidad disciplinar no es posible abordar la realidad del Òciudadano planetario de fin de siglo que se encuentra navegando en la complejidadÓ (Najmanovich, 2008, p. 136)
Lo propuesto lleva a lidiar indefectiblemente con la incertidumbre conjugada con la certeza de que no hay respuestas completas y que slo en el intercambio sostenido en un dilogo al que singularmente denomina Òfertilizacin cruzadaÓ ser posible nutrirse de los aportes de los otros desde una clara diferenciacin que d lugar a lo interdisciplinario desde la irrupcin creativa. El conocimiento no es un proceso abstracto sino que ocurre siempre en el ÒentreÓ y es en ese intersticio donde surge la posibilidad de lo novedoso. Por esta razn lo que designa como fertilizacin cruzada Òno implica una mezcla indiscriminada, ni una yuxtaposicin, sino que abre el juego a nuevas emergencias sin necesidad de sntesisÓ (Najmanovich, 1998, p. 9).
Tal vez en ello radique las dificultades/obstculos en los que pretende detenerse este trabajo y por ello tal como se plante en prrafos anteriores no alcanza con identificar cules son los requerimientos para el trabajo interdisciplinario de los equipos pues la dimensin de la complejidad de los problemas a abordar y de los procesos por los que transitan los sujetos protagonistas constituyen en s tramas enredadas. Por lo tanto lo posible ser integrar a esta reflexin los vaivenes de la vida misma dado que no hay respuestas que operen como frmulas en tanto el desafo es propio de la construccin interdisciplinaria. Palabras hilvanadas en textos que adquieren sentido en tanto se parte de entender que la produccin de conocimiento requiere de la necesaria integracin de saberes y por ende es necesario asumir una actitud de comprometida vigilancia epistemolgica de modo de no repetir lgicas empobrecidas por la linealidad y la fragmentacin.
En el marco del anlisis propuesto es necesario integrar la dimensin de lo ideolgico y uno de los autores que integra esta perspectiva es Follari, quien seala que si bien la interdisciplinariedad pareciera prxima al discurso crtico hacia el sistema capitalista dominante ubica el surgimiento de la misma en el marco de:
Éel paquete modernizador post-68, relegitimador del dominio capitalistaÓ y agrega que Òlas reuniones realizadas para extender y promover la interdisciplina se hacan bajo la clara advocacin de que haba que calmar la protesta estudiantil, y finalizar con el predominio de la conciencia anti-sistemaÓ (Follari, 2013, p. 116)
A partir de esta consideracin de interdisciplina el autor analiza los atravesamientos posteriores y las marcas que conlleva en el presente dando respuestas a intereses diversos. Explcitamente refiere a que Òcontinan dndose esta clase de posiciones que promueven una interdisciplina ligada al mundo tecnocrtico y empresarial, utilitarista y anti-terico, de neto corte liberal-conservador en el plano ideolgicoÓ (Follari, 2013, p. 117). E introduce la nocin de que bajo el paraguas de la interdisciplina se pueden encontrar diferencias realmente inconciliables tanto desde lo ideolgico como desde lo epistemolgico.
Follari seala que las propuestas interdisciplinarias son avaladas y promovidas en muchas ocasiones por la derecha ideolgica pro empresarial por lo tanto plantea como errneo que hablar de interdisciplina responda siempre a posicionamientos de un paradigma crtico. En este proceso ubica tambin la relacin universidad-empresa y las consecuencias generadas a partir de ello en el:
Édemrito relativo de la formacin cientfica tras el acento puesto en la formacin exclusivamente profesional. Se ÒoperativizÓ la formacin de acuerdo con la lgica eficientista de los empresarios privados o del Estado como (por entonces) el gran empresario, subordinando el pensamiento crtico y las posibilidades de actividad profesional no regida tan directamente por la dinmica inmanente de la ganancia (Follari, 2005, p. 8).
Reafirma que estos efectos propios del sistema imperante sesgan tambin las investigaciones y a veces en el perfil de las mismas predomina lo utilitario y lo inmediato al servicio de una burocracia que prioriza la innovacin tcnica sobre lo social. Reconoce en ello el riesgo que se da a partir de pretender imponer lo real sobre construcciones tericas, distanciado as teora y prctica. Follari integra la dimensin vincular y destaca como condicin necesaria para la interdisciplina la disposicin a trabajar colectivamente con otros. Abordajes que implican exigencias tericas y metodolgicas de las disciplinas participantes donde lo inter siempre exige la materia de lo disciplinar adems de la necesaria integracin de propsitos prefijados conjugados con posicionamientos abiertos y flexibles. Proceso por lo tanto que se caracteriza como lento y requiere de paciencia Òla interdisciplina desafa el tiempo de las burocraciasÓ (Follari, 2013, p. 128)
Praxis- Pinceladas Latinoamericanas
Desde el marco terico referencial de la Psicologa Social Comunitaria se han reconocido siempre los aportes provenientes de diferentes disciplinas y se integran otras perspectivas de modo que la complementariedad de miradas singulariza los abordajes que se realizan. En este sentido para conceptualizar praxis se parte de una aproximacin conceptual desde el enfoque de tres referentes latinoamericanos, de la sociologa, de la educacin y de la filosofa: Fals Borda, Paulo Freire y Jos Luis Rebelatto.
El recorrido se har de norte a sur. Se parte de Fals Borda y de lo escrito en 1978 en: ÒPor la praxis: el problema de cmo investigar la realidad para transformarlaÓ:
Nuestras herramientas especiales de trabajo han sido y son mayormente los marcos de referencia y las tcnicas con las que sucesivas generaciones de cientficos han intentado interpretar la realidad. Pero bien sabemos que estas herramientas de trabajo no tienen vida propia, sino que toman el sentido que les demos con sus respectivos efectos en variados campos de la vida y del conocimiento. De all que no podamos desconocer el impacto social, poltico y econmico de nuestros trabajos y que, en consecuencia debamos saber escoger, para nuestros fines, aquello que sea armnico con nuestra visin de la responsabilidad social. Asimismo se satisface tambin nuestra vivencia. (Herrera Farfn, & Lpez, 2014, p. 213)
El autor parte del anlisis de la realidad colombiana y considera la dimensin del compromiso de los cientficos ante un proceso histrico que requiere de un claro posicionamiento del investigador en tanto no es ajeno a los fenmenos que investiga. Refiere al riesgo de hacer de la teora Òun feticheÓ y pretender ajustarla a la vida y reducir la realidad a conceptos definidos obturando el anlisis y la reflexin.
Para ello es necesario plantearse la necesaria integracin de las disciplinas y promover transformaciones estructurales de modo de dar lugar a una ciencia social crtica apropiada a las necesidades de la regin y a las producciones cientficas del momento. En este marco para referir al concepto de praxis el autor remite a las definiciones de Hegel y Marx y plantea: Òla praxis, entendida como una unidad dialctica formada por la teora y la prctica, en la cual la prctica es cclicamente determinanteÓ (Herrera Farfn, & Lpez, 2014, p. 225).
Seala la necesidad de entender la praxis en trminos donde permanentemente sea posible reiniciar ciclos rtmicos de investigacin-accin. Ello conlleva a la reflexin sobre la prctica una otra y otra vez donde a punto de partida de los resultados se promueva el intercambio entre conceptos y hechos.
En este limitado esfuerzo por adquirir conocimiento vlido y til a la vez, surgi finalmente otro factor que no era nuevo, sino reiterativo: la dimensin del ÒhechoÓ como proceso histrico, que la realidad es un Òcomplejo de procesosÓ. Reconfirmamos por ensima vez que, en lo social, no puede haber realidad sin historia: los ÒhechosÓ deben complementarse con ÒtendenciasÓ, aunque stas sean categoras distintas en la lgica. (Herrera Farfn, & Lpez, 2014, p. 223)
Estas consideraciones darn lugar a procesos de cambio si la produccin de conocimiento logra conjugarse con el compromiso social de los protagonistas en tanto actores polticos de su tiempo dado que: Òno se estudia nada porque sÓ (Herrera Farfn, & Lpez, 2014, p. 228).
Lo planteado por Fals Borda es posible entrelazarlo con las palabras de Freire (1997) en tanto enuncia:
La realidad social, objetiva, que no existe por casualidad sino como el producto de la accin de los hombres, tampoco se transforma por casualidad. Si los hombres son los productores de esta realidad y si sta, en la Òinversin de la praxisÓ, se vuelve sobre ellos y los condiciona, transformar la realidad opresora es tarea histrica, es la tarea de los hombres (p. 42).
Freire da continuidad a la necesaria articulacin entre reflexin-accin e integra la dimensin de la libertad frente a una realidad opresora que requiere de una toma de conciencia que permita identificar claramente opresores y oprimidos. Donde lo intersubjetivo humanice a los protagonistas en tanto son fundamentales acciones solidarias donde prime el dilogo transformador habilitante del reconocimiento de las diferencias sobre lo lineal de la racionalidad.
En este sentido plantea que la liberacin autntica lleva consigo la dimensin de la praxis entendida como: Òla accin y la reflexin de los hombres sobre el mundo para transformarloÓ (Freire, 1997, p. 84). Y en ello reconoce el valor de la educacin siempre y cuando logre ser problematizadora. Con ello quiere significar un proceso que logre trascender el transferir o depositar conocimientos desde una lgica bancaria a una propuesta liberadora capaz de romper con la inercia educador-educando dando lugar a una propuesta dialgica. ÒDe esta manera, la educacin se rehace constantemente en la praxis. Para ser, tiene que estar siendoÓ. (Freire, 1997, p. 92).
Segn Freire en el dilogo, la palabra es protagonista en sus dimensiones de accin-reflexin siempre y cuando la misma tenga un carcter verdadero y transformador. Si no ser palabra inautntica vaca de sentido mero palabrero que hace que la accin devenga en activismo sin mediar la reflexin. En procesos donde no se problematiza los efectos generados terminan siendo alienantes en s mismos. Este autor hace hincapi en la relacin: opresor-oprimido e identifica en esta lgica una modalidad vincular donde el oprimido queda adherido al opresor sin poder ÒobjetivarloÓ y de este modo se va naturalizando un proceso de deshumanizacin. Reconoce que slo a travs de la praxis se podrn realizar cambios que habiliten otra percepcin del mundo y transitar a partir de la concienciacin de un lugar de objetos al lugar de sujetos protagonistas de la historia.
En ÒPedagoga de la EsperanzaÓ Freire (2002) reconoce que la opresin tiene diferentes caras segn el momento histrico y reafirma el valor de la dimensin pedaggica de la educacin e insiste en el carcter esencialmente poltico de la misma. Asimismo postula con firmeza la necesidad de la esperanza anclada en la praxis proclamando Òque se puede hacer hoy para que maana se pueda hacer lo que no se puede hacer hoyÓ y agrega:
Una de las tareas del educador popular progresista, tanto ayer como hoy, es tratar de colaborar en el proceso en el cual la debilidad de los oprimidos se va transformando en fuerza capaz de transformar la fuerza de los opresores en debilidad, por medio de la compresin crtica de cmo se dan los conflictos sociales. sta es una esperanza que nos impulsa. (Freire, 2002, p. 154)
Expresiones que hacen eco un poco ms al sur e impregnan otros textos en tanto Rebellato en uno de los captulos de ÒEncrucijada de la tica (2000) plantea que en Òlas utopas residen nuestros sueos, nuestras esperanzas, nuestros deseos, nuestras expectativas de cambiar la realidadÓ (Rebellato, 2000, p. 179).
Referir a la esperanza es parte del posicionamiento tico desde el cual se ubica la produccin terica-conceptual y metodolgica de este el autor. Integra a la concepcin de praxis transformadora la perspectiva de una tica transformadora en tanto apuesta que slo as es posible transformar la realidad. Refiere a praxis y no a prctica dado que reconoce en este trmino una explcita intencionalidad integradora del componente cognoscitivo y terico con la accin. El autor seala la dimensin que tiene este concepto en tanto no fragmenta sino que posibilita aproximarse de forma a global a la realidad y de ese modo comprender la dinmica misma de la esencia del hombre. Lo humano singularizado por el potencial creativo hace posible que la praxis devenga en praxis creadora.
Plantea relaciones inseparables entre teora-praxis-tica consideradas como unidades conceptuales impensables en forma fragmentada pues ello conllevara el riesgo de rupturas en la produccin de conocimiento. En este sentido expresa: ÒConocer es transformar y transformarnos. Pero, a la vez, todo intento de conocimiento y de opcin es una tarea pedaggica y poltica. Conocer es educarnos y comprometernosÓ (Rebellato, 2009, p. 58).
En el marco de contribuir a la comprensin de la interdisciplinariedad en la praxis el siguiente enunciado da cuenta de otro aspecto esencial que debe integrarse al anlisis en tanto convoca a reflexionar al respecto:
Y sin embargo, la praxis transformadora es nica, en el sentido que en ella convergen todas las dimensiones disciplinarias. Esta es una profunda contradiccin que no se resuelve con facilidad. Una consecuencia de esta dificultad radica en que, generalmente, depositamos el problema en los estudiantes; a ellos les toca "hacer la sntesis". Esto que, sin lugar a dudas es verdad, no niega otra verdad: ellos deben hacer la sntesis porque nosotros no encontramos espacios para hacerla. Ms grave an: porque huimos de esos espacios. (Rebellato, 2009, p. 113)
Esta huida a la que refiere resuena con alguna de las interrogantes motivadoras de este trabajo pues indagar acerca de cmo se construye lo interdisciplinario surge a punto de partida de problematizar lo que acontece cuando los equipos pretenden abordajes integradores y promover transformaciones. Donde adems se pueden correr otros riesgos y es necesario estar atentos pues tal cual lo expresa Rebellato (2009):
A nadie le cabe la menor duda de que todo trabajo interdisciplinario, encierra necesariamente el cuestionamiento profundo de la propia disciplina. Tampoco deja de ser menos verdadero que muchos esfuerzos interdisciplinarios se convierten, a veces, en verdaderos "paradigmas" de eclecticismo, donde la creatividad se vuelve sinnimo de improvisacin y donde cada uno se siente libre de desarrollar temas para los cuales no se ha capacitado. (p. 113)
En este sentido corresponde reafirmar la perspectiva tica que l integra en tanto no es una dimensin ms a considerar sino que debe ser parte del proceso por el que se transita. Por consiguiente una praxis interdisciplinariaticamente transformadora slo es posible si se logran superar las lgicas basadas en polaridades y se promueve en las ciencias, sobre todo las sociales, producciones colectivas e integradoras de saberes que nos aproximen a comprender ms Òacerca del hombre que vive en sociedad, para que ste se vuelva ms comprensible a s mismoÓ (Rebellato, 2009, p. 120)
Perspectivas Comunitarias
En este artculo se delinearon puntos, lneas, pinceladas y tal cual una pintura requiere una perspectiva desde donde posicionarse por lo tanto es desde la Psicologa Social Comunitaria desde donde se define profundizar en la reflexin sobre la construccin interdisciplinaria en la praxis.
La apuesta/propuesta es identificar las posibilidades y los obstculos que conlleva la interdisciplinariedad desde un lugar que habilite, a partir de Òla humildad acadmicaÓ, visualizar los aportes del otro e integrar a la praxis la solidaridad, la colaboracin y el sentido de construir colectivamente. Posicionamiento que se sostiene en la conviccin de que las producciones colectivas constituyen por excelencia la caja de herramientas que dan sentido a una praxis transformadora. Rudolf hace un planteo propositivo al referir que no basta con formar profesionales que reconozcan la validez de integrar equipos de trabajo interdisciplinarios sino que se requiere de profesionales que definan en sus praxis el intercambio con actores sociales y estn dispuestos a transitar por procesos colectivos en la construccin de conocimiento como estrategia vlida para el abordaje de los problemas a resolver. Pero reconoce tambin que: ÒHay obstculos que provienen del mundo acadmico en el sentido de la determinacin de las prioridades, de cules son los problemas relevantes o dignos de investigacinÓ (Rudolf, 2013, p. 63).
Es necesario considerar estas dimensiones poltico-institucionales pues para que algunas transformaciones acontezcan es urgente un cambio de paradigma que aproxime a la complejidad de las exigencias que el trabajo interdisciplinar conlleva. En esa lnea estara lo expresado por Follari (2007) cuando refiere a que: ÒLo que cabe esperar cuando se juntan las disciplinas es un problema no una solucinÓ (p. 7) y agrega: Òla interdisciplina no se da naturalmente sino que se construye. Se construye significa que es fruto de un trabajo especfico de produccin. Si no se da automticamente, hay que ÒarmarlaÓ (p. 8).
Este enunciado podra hacerse extensivo a toda propuesta de praxis interdisciplinaria. Si hay que armarla puede resultar estratgico integrar algunas nociones bsicas de la Psicologa Social Comunitaria de modo que lo que orienta el trabajo comunitario tambin opere como sostn hacia la interna de los equipos. Lo sealado por Montero (2006) cuando refiere a redes de organizacin comunitaria podra ser tenido en cuenta al momento de definir tareas interdisciplinarias en tanto constituyen:
Éun entramado de relaciones que mantiene un flujo y reflujo constante de informaciones y mediaciones organizadas y establecidas en pro de un fin comn: el desarrollo, fortalecimiento y alcance de metas especficas de una comunidad en un contexto particular. Los aspectos clave en esta definicin son la complejidad de las relaciones (entramado), dada la diversidad de actores implcitos (diversidad de edades, gnero, formacin), la multiplicidad de estilos para establecer y mantener dichas relaciones y la movilidad de los elementos o aspectos de intercambio en pro del objetivo previsto (p. 182).
Lo dicho adquiere sentido en el marco del posicionamiento esperable de los psiclogos que hacen la opcin de trabajar desde esta la perspectiva y deben asumir al decir de Rodrguez (1998) que toda intervencin requiere de una planificacin imprescindible. Una planificacin estratgica que a modo de herramienta posibilite trabajar en el contexto de Òuna realidad contradictoria, turbulenta e impredecibleÓ (p. 91). Desde este reconocimiento surge preguntarse si la tarea del psiclogo como protagonista del trabajo inter-profesional/interdisciplinar no debera definirse en trminos de promover estrategias que habiliten desde el inicio el reconocimiento de la diferencia y explicitar las marcas que signan las distintos abordajes disciplinares y profesionales. Es decir Àen qu medida no es parte de la competencia profesional procurar integrar en el marco de una planificacin estratgica las posibilidades/aportes de cada uno de modo que las competencias disciplinares queden reconocidos? Estrategia planteada con el objetivo de evitar en lo posible la fragmentacin del conocimiento, habilitar el dilogo y aceptar procesos donde la incertidumbre opere como motor de bsqueda y no que lo amenazante lleve a lgicas tubulares (disciplinares) que embreten a todos en tneles sin salida.
Por consiguiente como parte del proceso deberan enmarcarse las expectativas de los equipos de encontrar en los espacios interdisciplinarios nuevas estrategias para el abordaje de situaciones complejas dado la dimensin de lo imprevisible que ese desafo conlleva. De modo de poder identificar como operan las diferencias y reconocer que el construir desde la heterogeneidad es una ardua tarea donde las contradicciones tericas- metodolgicas generan tensiones porque si se imponen manejos de poder disciplinario se obtura la posibilidad de construir colectivamente. En este sentido lo propuesto es que esta dimensin se integre al trabajo de los equipos interdisciplinarios como parte de la planificacin estratgica de modo de habilitar la tarea.
Es decir que esta caja herramientas no se desdibuje y desvanezca en los equipos sino que esta perspectiva singular se constituya en aporte en la construccin de procesos interdisciplinares en la praxis. Reflexionar sobre estas dimensiones es parte de la propuesta planteada en tanto lo propositivo no excluye los riesgos que implica integrar equipos y posicionarse en ellos en determinado lugar disciplinar.
En el seminario sobre interdisciplina realizado en mayo de 2013 en el Espacio Interdisciplinario de la Universidad de la Repblica el historiador y politlogo Gerardo Caetano (2013) se refiri al imperialismo de algunas disciplinas sobre otras y de la aceptacin que esa subordinacin conlleva, situacin que defini en trminos de Òsimulacro de interdisciplinariedad.Ó Afirmacin contundente con la que se hace acuerdo en tanto nos interpela y nos lleva a reconocer la responsabilidad de no quedar en Òel cmo sÓ avalando el manejo del poder, las competencias disciplinares y la repeticin.
Ese simulacro de interdisciplinariedad con el que se opera en determinadas situaciones puede responder a una lgica que repite un modelo de produccin cientfica centrado en la objetividad y el disciplinamiento. Por esta razn cuando la tarea es definir juntos estrategias para el abordaje de nuevas realidades ya sea de intervencin o de investigacin, sera necesario integrar las dimensiones vinculares y subjetivas de modo que no se constituyan en obstculos que obturen la tarea. Adems aunque parezca obvio y muy simple se entiende necesario preguntar sobre el por qu y para qu de los espacios interdisciplinares. Es decir Àcul es el motor de bsqueda que genera el movimiento de ir hacia lo interdisciplinario? Partir de esta interrogante en el marco de los equipos podra generar condiciones que llevaran consigo cierta disposicin a la apertura y la posibilidad de flexibilizar estructuras disciplinares aprendidas e instaladas como certezas. Porque cuando en los equipos la bsqueda no inaugura ni da lugar a lo nuevo, la construccin de lo interdisciplinar se tensiona/se desdibuja, se impone Òla armadura profesionalÓ y aparecen actitudes defensivas de territorios/chacras obturando los procesos. La repeticin se instala de modo que la bsqueda se da dentro de un mismo circuito inhabilitando re-crear la praxis y da lugar as al simulacro de interdisciplinariedad. Ante ello es necesario problematizar e intentar identificar las causas que generan una lgica que contradice la dinmica de la bsqueda iniciada.
La tarea as planteada se constituye en un interesante reto donde los giros y movimientos acontecen y al reconocerlos devienen en insumos que deben ser integrados al proceso de reflexin. Donde lo personal no quedar ajeno a lo que se plantea investigar, indagar, conocer y de esa dimensin no se har cargo el psiclogo en tanto protagonista sino que su aporte ser promover el cmo integrar estos aspectos a la tarea. Ante cada situacin recurrir a los recursos con los que se cuenta y comenzar un proceso de ÒamasadoÓ en el que se pueda identificar el aporte de cada uno y no pretender abordajes en clave de la totalidad pues ello puede obturar el encuentro con lo posible. Propuesta que requiere tiempo, compromiso, respeto por los otros y tambin Òsaberes puestos a disposicinÓ de modo de habilitar un Òamasar colectivoÓ singular y sin recetas definidas de antemano.
ÀA quin le compete esta tarea? Àpueden aportar los psiclogos comunitarios a ello? Àcmo?
Lo que s podra integrarse a la reflexin de los equipos donde la transformacin se enuncia como objetivo es promover instancias de dilogo que den lugar a:
La necesidad de aprendizajes y desaprendizajes, desestructuraciones y nuevas estructuraciones, deconstrucciones y construcciones de las subjetividades. El psiclogo como todo educador crtico y democrtico, no slo fortalece nuevas subjetividades en las poblaciones, sino que se ve desafiado a transformar radicalmente su propia subjetividad. (Rebellato, & Gimnez, 1997, p. 189)
Perspectivas a considerar dado que los autores refieren a las transformaciones en la praxis y reconocen la no neutralidad de los profesionales de la psicologa y la necesidad de integrar la dimensin de la implicacin en los procesos de los que forman parte. A esta lnea de anlisis se integra lo que seala Rodrguez (2012) respecto de: Òla imprescindible reflexividad de los operadores socialesÓ. Esta autora sita el lugar de los psiclogos sociales comunitarios en el marco de procesos donde deben asumir acorde a la responsabilidad profesional que le compete, la interligazn existente entre sus opciones tico-polticas, su vida personal y las definiciones terico-metodolgicas. Es decir que la reflexividad opere dinmicamente en el trabajo que se realiza. Este proceso se gesta en el encuentro con el otro en tanto semejante, donde el lazo social que se construye opera viabilizando la posibilidad de transformacin y deviene en principio tico. ÀCmo integrar esta perspectiva a lo propuesto en el marco de los abordajes interdisciplinares?
La reflexividad, es entendida como posibilidad y como lmite del conocimiento segn lo expresa Ibez Gracia (2001) en tanto la realidad que se pretende conocer es la misma de la que somos parte. El autor pone de manifiesto la dimensin de la incertidumbre y cmo el interrogarse permanentemente es inherente a la tarea de producir conocimiento y seala que ello no es equivalente a reconocer que el conocimiento transforme la realidad, sino que:
Producir conocimiento sobre algo es un proceso que hace que ese algo devenga diferente como consecuencia del propio proceso de establecer sus caractersticas. Conocer es, por consiguiente, un proceso que siempre se queda un paso atrs del objeto conocido, puesto que al formarse ya lo ha transformado. Por mucho que corramos nunca alcanzaremos el horizonte porque este se desplaza a la misma velocidad que nuestro avance. Conocer no es, por lo tanto, acotar la realidad tal y como es, es construirla de forma distinta, es decir, modificarla (Ibez Gracia, 2001, p. 25-36).
De las reflexiones realizadas e integrando las perspectivas analizadas se cierra un trabajo que no arriba a conclusiones sino que se plantea:
Consideraciones Finales en Clave de InterrogantesÉ
ÀQu aportes puede hacer la psicologa social comunitaria a la construccin interdisciplinaria en la praxis? ÀProblematizar abriendo interrogantes? ÀDesde qu lugar? ÀCmo?
ÀLa interdisciplina en la Universidad se construye o se decreta? ÀSe reflexiona sobre esta diferencia? ÀCul es la diferencia? ÀLos universitarios identifican la necesidad de lo interdisciplinar en la praxis? ÀPara qu? ÀEntre quienes? ÀEn qu situaciones?ÀDe qu forma integrar la interdisciplina en la formacin/extensin/investigacin? ÀQu aporta a la investigacin la interdisciplina? ÀCuando los investigadores requieren de lo interdisciplinar? ÀEn todas las reas del conocimiento la interdisciplina constituye un desafo? ÀEl Espacio Interdisciplinario de la Universidad de la Repblica ha aportado a la construccin de la interdisciplina en la Universidad? ÀCmo lo ha hecho? ÀSe ha problematizado al respecto en los diferentes espacios universitarios? ÀQu articulaciones existen entre las propuestas de trabajo interdisciplinar de las diferentes facultades y el Espacio Interdisciplinario? ÀSe reconocen mutuamente?
ÀPor qu en la interdisciplina teora y praxis permanecen disociadas? Desde lo conceptual Àqu se aporta a la praxis interdisciplinaria? ÀSe considera lo teorizado sobre la complejidad de lo interdisciplinar? ÀSe problematiza sobre ello? En la praxis la reflexin sobre la construccin interdisciplinaria Àse integra al trabajo de los equipos interprofesionales?
ÀQu efectos tiene en la construccin de interdisciplina? ÀCmo se produce la conectividad entre las disciplinas? ÀQu significa articulacin interdisciplinar en la praxis? ÀEl Òsimulacro de interdisciplinaÓ se reconoce en la praxis interdisciplinar? ÀFortalece a las disciplinas participantes la interdisciplinariedad?
ÀCules son los principales obstculos de la interdisciplinariedad? ÀLos obstculos lo generan las diferentes perspectivas disciplinares o el trabajo de los equipos integrados por diferentes profesionales? ÀCules son las condiciones necesarias para que un equipo interprofesional trabaje interdisciplinariamente? ÀSe diferencia interprofesionalidad de interdisciplinariedad?
ÀEn qu situaciones las empresas financian los abordajes interdisciplinarios? ÀPor qu? ÀPara qu?
ÀCmo se integra la dimensin tica en la praxis interdisciplinaria? ÀCmo se construye interdisciplina en la praxis?
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Repensar la Comunidad desde La Base: aportes de una investigacin situada 1
Rethinking the Community from La Base: Contributions from a situated research
Mara Osorio
Autor referente: dosorio@psico.edu.uy
Universidad de la Repblica
Historia editorial
Recibido: 01/06/2015
Aceptado: 19/10/2015
RESUMEN
En este artculo reflexionamos en torno a la nocin de comunidad, a partir de un proceso de investigacin etnogrfico. Para realizarlo habitamos durante un espacio-tiempo en el Ateneu Cooperatiu La Base, una experiencia asociativa en Barcelona. Las nociones que compartimos en este texto, surgen de la articulacin de: i) la experiencia de habitar en el colectivo; ii) las diferentes posiciones por las que transita una investigadora-activista y iii) las lecturas relacionadas con el campo-tema.
De la articulacin construida, surgen tres ejes de anlisis que buscan poner en tensin tres nociones bsicas sobre la Comunidad: la relacin con el territorio (en tanto espacio geolocalizado), la identidad colectiva y los vnculos. Proponemos tres ejes como posibilidad para la multiplicacin del concepto: i) la necesidad del compartir espacio-tiempo de los cuerpos en las dinmicas colectivas, como posibilidad para los buenos encuentros; ii) el partir de la diferencia como herramienta poltica para la construccin de lo comn; iii) la visibilizacin y el reconocimiento de la interdependencia identificando todas las necesidades, sobre todo las de cuidado y afecto para una vida en comunidad.
Poner en tensin la nocin de la comunidad, pretende aportar a los debates que surgen en el campo social y poltico en la actualidad y acompaa la preocupacin por la necesidad de mundos vivibles.
Palabras clave: Comunidad; Interdependencia; Poltica de la diferencia.
ABSTRACT
This paper discusses about the notion of community based on an ethnographic research process. For that, we live in a space-time in the Ateneu Cooperatiu La Base, an associative and collective experience in Barcelona.This text develops the notions that arise from joining i) the experience of living in the collective; ii) the different positions through which passes a research-activist and iii) the reading related with field-subject. Based on this built articulation, this paper come up three axes of analysis seeking to put in tension three basic notions of Community: the relationship with the territory (as geo-space), collective identity and bonds. We propose three axes as a possibility for the multiplication of the concept: i) the need to share space-time of bodies in the collective dynamics in order to create good meetings; ii) the difference as a political tool for the construction of the communal; iii) the visibility and recognition of the interdependence identifying the needs, especially the care and fondness for community life.
Putting in tension the notion of community, this paper seeks to contribute to the discussions that nowadays arise in the social and political field, being concerned about the need for liveable worlds.
Keywords: Community, Interdependence, Politics of difference
Laocin de comunidad tiene una historia intermitente, que ha transitado por distintos momentos de visibilidad, apareciendo y desapareciendo en las reflexiones sobre el ser humano y la sociedad. Seg n plantea Bader Sawaia (1996), este movimiento estara relacionado con la dimensin poltica del trmino y la confrontacin entre valores colectivistas e individualistas. Los ciclos de cambio social y poltico se convierten en momentos cruciales para repensar y reflexionar sobre las formas de organizacin social.
En el ltimo tiempo, asistimos, particularmente en el mbito del pensamiento social y poltico contemporneo, a lo que alguno/as autores/ as han llamado el revival de la comunidad (Marinis, 2010) en referencia a la emergencia de una retrica comunitaria o comunitarista. La pregunta por la comunidad se ha convertido en una cuestin fundamental de nuestro tiempo y est estimulando un a serie de debates en diversos campos del saber (çlvaro, 2010; Marinis, 2010; Mari nis, Gatti, & Irazuzta, 2010).
De difcil delimitacin, su definicin ha generado debate en relacin a sus rasgos caractersticos, su vigencia en los tiempos que corren, y su utilidad como herramienta para la transformacin social (Krause, 2001; Maya, 2004; Montenegro, Rodrguez, & Pujol, 2014; Montero, 2004; Rodrguez, & Montenegro, 2013; Snchez, 1991). Sin pretender un recorrido exhaustivo de las diversas acepciones, mencionaremos las provenientes de la Psicologa Social Comunitaria (en adelante PSC), nociones centrales que han sido inspiracin en este artculo para reflexionar sobre el concepto.
La Comunidad dista de tener un papel claro dentro de la PSC, utilizada como una forma de diferenciacin de sistemas sociales, ha sido entendida para establecer un espacio intermedio entre individuo y sociedad (Snchez, 199 1). En sus diversas acepciones se coincide en el papel relevante de los procesos de interaccin y lazos comunes construidos para el establecimiento de relaciones de sostn y apoyo mutuo (Krause, 2001; Maya, 2004; Montero, 2004; Snchez, 1991). So bre los principales puntos de debate en relacin a su uso, se discute sobre establecer la necesidad de un espacio compartido como elemento constituyente. Mariane Krause (2001) propone la prdida de referencia del espacio geolocalizado, como un componente central de la nocin de comunidad. En esta misma lnea, Maritza Montero (2004) relativiza la relacin con el territorio en la evolucin de su definicin, considerando ms relevantes los elementos vinculados con el aspecto relacional y la construccin de un sentido de lo comn, como elementos constitutivos de la comunidad.
Esta propuesta se refuerza con los planteos de McMillan y Chavis (1986) quienes haciendo nfasis en las relaciones y sus procesos, proponen la nocin de sentimiento de comunidad. Por momentos superpuesta a la idea de comunidad, los autores proponen cuatro elementos centrales para la constitucin de este sentimiento: pertenencia (sentirse parte), influencia (mutua), integracin y satisfaccin de necesidades. En este sentido, coinciden en su mayora con los planteos de Krause (2001) que propone como elementos mnimos de la comunidad la pertenencia, interrelacin y cultura comn.
El otro tema que ha sido debatido en relacin al concepto, refiere a la idea de una identidad colectiva. Frente a planteos cerrados y uniformes que caracterizaron las primeras definiciones sobre comunidad, son varias las voces que apelan a la flexibilizacin de los lmites del concepto (Montero, 2004; Snchez, 1991; Sawaia, 1996; Wiesenfeld, 1997). Se propone el reconocimiento de la heterogeneidad que componen esa unidad, y la referencia al proceso dialctico como componente esencial de su conformacin.
Sin embargo, no solo desde la academia y los espacios disciplinares se desarrolla el concepto de comunidad, sino que est formando parte del repertorio cotidiano de significaciones en la vida cotidiana de actores sociales (Marinis et al., 2010).
Este artculo no pretende entrar en debates tericos sobre el trmino. Nos proponemos, a partir de un proceso situado de investigacin, discutir, repensar y aportar a las formas de significacin sobre la comunidad. Acompaamos laidea de que la comunidad, ms que una categora cientfico-analtica, es una categora de accin y reflexin, condicionada por el contexto social en el que se desarrolla (Sawaia, 1996). Nos enfrentamos a un contexto de crisis que produce y profundiza la hipersegmentacin del campo social, con la consiguiente exclusin de vastos sectores sociales de los medios bsicos de subsistencia (Prez-Orozco, 2012). Los conceptos de desarrollo personal y autosuficiencia se manifiestan como racionalidad dominante (Lpez-Gil, 2014). Sin embargo, tambin en este escenario podemos identificar modalidades colectivas que intentan ser alternativas a la racionalidad capitalista.
La investigacin que realizamos y de la que forma parte este artculo, se pregunta por la constitucin de experiencias socio-econmicas alternativas. Nos referimos a nuevas formas de accin social que estn surgiendo en las ltimas dcadas, con una fuerte expresin en al mbito comunitario. Nos preguntamos por la contribucin de estos colectivos en la construccin de otros modos de vida vivibles. Esta pregunta nos llev a conocer y habitar, a partir de una aproximacin etnogrfica (Pujadas, 2010) en el
Ateneu Cooperatiu La Base (en adelante La Base2) en Barcelona. Una experiencia que se basa y utiliza como referencia en su discurso y formas de hacer, la comunidad como mbito de pertenencia y accin. Esta caracterstica es la que nos ha interpelado a escribir este artculo, reflexionando desde el hacer y el habitar, sobre una nocin que orienta el accionar del colectivo.
Antes de finalizar este apartado, sealaremos3 algunas coordenadas para la lectura de este texto. En primer lugar, en este trabajo no se hablar de y/o por La Base, sino que se compartirn las reflexiones e interpelaciones qu e surgieron del habitar durante un espacio-tiempo en la experiencia. Esta es una forma de politizacin de la vida cotidiana, que permite repensar las formas de vida, generando multiplicidad de saberes, dando cuenta desde el lugar y los procesos que los generan (Aguirre, 2012).
En segundo lugar, y parafraseando a la filsofa Marina Garcs (2010), la pregunta por ese nosotros en este trabajo no est orientada a ge nerar nuevos procesos de identificacin cerrados, ni categoras sociolgicas determinadas. Nos abrimos a la pregunta por los vnculos, por ese entre, para poder constituir nuevos imaginarios mientras vamos haciendo y transformando el mundo.
En tercer lugar, y en relacin al contenido del artculo, comenzaremos con una breve sntesis de los recorridos y aspectos metodolgicos del trabajo, as como una breve descripcin de La Base. Un segundo momento que articula las formas de nombrar del colectivo e ilustraciones de la experiencia de investigacin, que iremos conectando con los planteos sobre la Comunidad provenientes de la PSC. Tomamos las nociones de la PSC por ser nuestro campo-tema de interpelacin en este texto y la disciplina en la que nos movemos. Reconocemos que el tipo de experiencia colectiva que nos interpela en este trabajo, no refiere estrictamente al tipo de ÒsujetoÓ de la tradicin disciplinar. Sin embargo, lo entendemos como una oportunidad de reflexin sobre la comunidad a partir del estudio de los movimientos sociales.
Por ltimo, y en referencia a nuestra posicin, incorporamos en este trabajo la perspectiva feminista, como apuesta poltica de quien investiga por visibilizar y ampliar los marcos interpretativos con los que nos referimos y significamos los procesos sociales.
Sobre las formas de habitar los procesos de investigacin.
En este trabajo, pretendemos compartir la experiencia de un proceso encarnado de investigacin, orientado por la epistemologa de los conocimientos situados (Haraway, 1991). Decimos encarnada porque hablamos desde la ocupacin de un lugar, desplegando unas formas de ver, Òla visin desde un cuerpo complejo, contradictorio, estructurante y estructurado, contra la visin desde arriba, desde ninguna parte, desde la simplezaÓ (Haraway, 1991, p. 335).
La propuesta de investigar habitando durante un ao y medio en una experiencia colectiva, nos permiti un espacio-tiempo de articulacin, de encuentros/desencuentros; una oportunidad para compartir espacios en los cuales debatir sobre nuestras formas de nombrar y significar, as como de producir conjuntamente. Plantear el conocimiento desde conversaciones, y no desde la lgica del ÒdescubrimientoÓ, no obvia que estos procesos son relaciones cargadas de poder (Calln et al., 2007; Haraway, 1991), pero apostamos por establecer conexiones parciales que nos permitan una visin ms amplia, estando en un sitio en particular. Esto genera un sentido de relacin en la que el sujeto cognoscente se suma en el proceso de interpretar los sentidos del mundo, por lo tanto la separacin sujeto/objeto se vuelve borrosa (Adn, 2006).
Sin embargo, este no es un proceso de co-investigacin; es decir, no parte del deseo o las necesidades del colectivo en cuestin. Ha sido una invitacin de quienes investigamos a participar de un proceso colectivo, que permiti la modificacin de posiciones iniciales de quienes participamos, como oportunidad para la produccin de conocimiento. En este sentido, se ha generado la posibilidad de identificar la Òactividad significadaÓ (Calln et al., 2007) en relacin a las aproximaciones etnogrficas. Nos referimos a prcticas solo comprensibles en sus con textos de emergencia y relevantes a los sentidos en ellas construidas y, por otro lado, a los significados materialmente impresos en las acciones y objetos presentes en estos espacios.
Destacamos as el aspecto relacional del conocimiento, un proceso de relacin constituyente entre persona conocedora y conocida, redefiniendo al sujeto cognoscente en su dimensin social, corporal, material. Adems de las conversaciones en los espacios informales, charlas, debates, comidas, hemos establecido espacios formales en los que compartir las formas de nombrar y el enfoque de la investigacin. Nos referimos al taller que generamos para debatir las ideas centrales de la investigacin luego de siete meses de participar en el colectivo, as como a la produccin conjunta de un texto colaborativo a partir de las ideas que surgieron del taller. Con estas instancias no pretendimos buscar una voz representativa del colectivo, ni homogeneizar en un relato los procesos y experiencias vividas all. Entendemos estos ltimos como espacios de enunciacin que permiten expresar y articular posiciones, as como poner en comn relatos y comprensiones.
En el proceso de compartir el espacio-tiempo, se fueron construyendo vnculos de confianza, afecto, encuentros y desencuentros. Por momentos ms o menos visibles en el rol de la investigacin, se produjo el cambio de posicin a formar parte del colectivo, como activista. Nos posicionamos en estas formas de intervenir ms cercanas, sucias, en la frontera (activista-investigadora), interpelada/os por la necesidad de profundas transformaciones sociales. Tampoco creemos estar Òdando vozÓ a las participantes, sino articulando formas de nombrar y construir la experiencia. Estas ltimas son herramientas para la produccin de conocimiento, que pueden ser amplificadas en espacios privilegiados de enunciacin, como el acadmico.
Durante el recorrido del artculo aparecern fragmentos del proceso de la investigacin: textos de la web del colectivo, texto colaborativo producido conjuntamente y entrevistas. No hablamos de datos, sino que los consideramos comprensiones terico-emprico situadas (Calln et al., 2007), que sern articulad as con otros materiales de la investigacin (fragmentos del diario de campo) y lecturas acadmicas que consideramos con el mismo valor y peso epistemolgico. Este proceso de conexiones parciales que se ha dado durante el proceso de investigacin, sufre en este texto una serie de reordenamientos, a modo de traduccin para ser compartido en este mbito de dilogo acadmico.
La Base...
El Ateneu Cooperativo La Base se encuentra ubicado en el Barrio de Poble Sec, en Barcelona. Es un proyecto colectivo mixto que surgi como idea en el 2011 con el objetivo de construir en el barrio una forma alternativa de hacer, basada en los principios de cooperacin y ayuda mutua. Se constituy a partir de la puesta en comn de esfuerzos, trabajo, afectos y ahorros (a partir de la constitucin de un fondo comn), con la idea de construir y defender espacios autogestionados en el barrio. El encuentro de una diversidad muy heterognea de procedencias, pensamientos y recorridos ha sido una de las caractersticas centrales que nos llevaron a elegir habitar en este espacio.
Funcionan all varios proyectos: un comedor popular y catering ecolgico, un bar-espacio de encuentro, una cooperativa de consumo, un ateneu de oficios, una aula de estudio para adolescentes, as como tambin una biblioteca popular y un grupo de crianza compartida (Babalia: grupo de padres y madres que se autogestionan para cuidar a sus hijos pequeos). Asimismo, funciona como un espacio de encuentro para diversos colectivos afines que lo solicitan. En la actualidad, se encuentra compuesto por 150 personas socias, con diversos grados de implicacin en el colectivo. En la experiencia se congregan diferentes orientaciones organizativas y polticas, as como vecinos y vecinas del barrio sin ningn grupo que l es identifique. El espacio se organiza a partir de comisiones y grupos de trabajo, asambleas generales y grupos de gestin.
Los principios que orientan su accin son: i) Autonoma, como la capacidad de determinar directamente la forma de actuar en el mundo; ii) Comunidad, definida por la cualidad de las relaciones que all se practican y construida localmente; iii) Equidad, cada uno/a en funcin de sus posibilidades y cada uno/a segn sus necesidades; iv) Solidaridad, basada en el soporte mutuo y la responsabilidad compartida; v) Permacultura, acompaar el ritmo natural del medio, estableciendo formas armnicas con la naturaleza.
La propuesta acordada para la investigacin era la posibilidad de habitar durante unos meses en las actividades y reuniones que se desarrollaran. Cuando comenzamos todava no se haba inaugurado, y se encontraba en obras para terminar de acomodar el espacio. Durante este tiempo compartimos mucho tiempo de trabajos de obra, asambleas, reuniones de grupos de trabajo, inauguracin del espacio, asamblea de socios y socias y espacios de trabajo con otros colectivos (Asamblea del Barrio, Mercado de intercambio, Organizacin Jornadas de Cooperativismo). La propuesta tambin inclua realizar algunas entrevistas y organizar un espacio de discusin colectiva de los ejes de anlisis que surgieran en el proceso de la investigacin (taller), as como la produccin conjunta de un texto colaborativo. Este proceso signific un compromiso que se ha profundizado en este tiempo, as como el vnculo de ser socia en la actualidad.
Construyendo y debatiendo sobre comunidad desde La Base.
La experiencia de investigacin en La Base ha sido una fuente inspiradora para articular y exponer modos de significacin sobre la comunidad, tanto en relacin con su espacio de accin, como por las formas de nombrarse. Para empezar partimos de la definicin que desde La Base utilizamos para referirnos a ese nosotros comunitario:
Una comunitat es defineix per la qualitat de les relacions que sÕhi practiquen. Les comunitats poden tendir cap a la depressi, lÕansietat i les conductes addictives (com el capitalisme actual), o cap a lÕalegria, la franquesa i la potncia comuna de fer i de pensar. Nosaltres lluitem per aquesta ltima, i per crear-la fruit dels llaos de solidaritat, de suport mutu i sobretot dÕamistat i de confiana que sapiguem construir. Una comunitat contra la desconfiana i la por, per tant, oberta a lÕaltre, hospitalria. Volem construir aquesta comunitat localment, al barri, all on vivim, en aquest sentit entenem el territori. (Definicin de Comunidad extrada de la web de la Base)4
Comenzamos con esta definicin porque resalta tres ideas sobre la comunidad que queremos desarrollar en estas reflexiones y que vamos a ir articulando en el texto a partir de tres ejes. Nos referimos a ideas bsicas como la relacin con el territorio, la identidad colectiva y los vnculos que se establecen entre sus integrantes. Trabajaremos estas ideas en tres ejes, en primer lugar, nos vamos a referir al territorio y a la nocin de un espacio-tiempo compartido. A continuacin, hablaremos de las formas de identificacin y las polticas de la diferencia. Y, por ltimo, nos referiremos a las relaciones que se construyen en una comunidad, visibilizando las relaciones de interdependencia que sostienen un colectivo.
Eje 1: Del territorio a la construccin de compart ir espacio-tiempo de los cuerpos.
Encontramos en La Base discursos que plantean la vuelta al territorio, en particular la referencia al Barrio como espacio de resistencia y de construccin de la vida cotidiana. Uno de los objetivos del colectivo se expresa de esta manera: ÒFortalecer los lazos entre el vecindario y crear y potenciar comunidad en el barrio.Ó (Extrado de la Web de la Base, 2015)
Sin embargo somos conscientes de partir de heterogneas composiciones, el barrio o los barrios que se encuentran dentro de la metrpolis son puntos de partida diversos a considerar en la actualidad. En el contexto en el que nos movemos, la diversidad de culturas y procedencias de origen marcan dificultades para la aproximacin. Este es un efecto de las sociedades globalizadas que, como plantea Sawaia (1996), tensionan el concepto de comunidad, haciendo referencia a la alteridad, las nuevas identidades, la segregacin y las redes sociales.
En el espacio urbano Ð contexto en el que nos movemos en esta investigacin Ð se cuestiona la funcin integradora del barrio, el cual ha dejado de ser el espacio mediador entre el universo privado y el mundo pblico de la ciudad (Montenegro et al., 2014). Esta situacin est vinculada a los procesos de fragmentacin y segregacin residencial que se producen en las ciudades, afectando las relaciones interpersonales y la construccin colectiva a nivel local (Montenegro et al., 2014)
Tambin destacan en las grandes urbes, la construccin de:
espacios de no-lugar (avenidas comerciales, establecimientos de comida rpida, hoteles, centros comerciales, etc.), espacios de trnsito que han perdido todo contacto con la historia social y econmica de la geografa que ocupan, donde el sujeto que lo transita se disocia del entramado geogrfico que habita. (Montenegro et al., 2014, p. 35)
Para combatir el anonimato de los espacios vitales, y volver a ocupar el espacio pblico, desde la Base se visualiza la necesidad de acciones que permitan acercar y compartir con las personas que residen en el barrio. Actividades como las comidas populares en la calle o la participacin en el Mercado de Intercambio, se convierten en pequeas acciones que poco a poco van permitiendo apropiarse de lo prximo y acercarse a personas que no participan en el colectivo.
Tambin poda verse la participacin de unas mujeres de origen musulmn, que tenan un espacio tambin en el mercado, esto sumado a las que venan a participar e intercambiar. Como me haba comentado X, este espacio ha sido uno de los pocos puntos de conexin que han tenido con esta poblacin del barrio, en parte tambin porque entiende que son parte de prcticas de intercambio tambin desarrolladas en sus comunidades. (Registro de diario de campo, 20 octubre 2013)
Estos espacios podran hacer referencia a la idea de los eventos en la comunidad a los que apuntan Montenegro y otros (2014). Se refieren a espacios acotados en el tiempo que permiten articular las epistemologas de la diferencia, a partir de acciones comunes que no supongan la renuncia a ciertos elementos diferenciales que se encuentren implicados.
Sin embargo, la Base tambin se construye en la bsqueda de un espacio comn, sostenido en el tiempo. El objetivo del encuentro es la posibilidad de salir del aislamiento en el que nos encontramos sometidos dentro del sistema capitalista, que no slo privatiza materialidades, sino afectos y vitalidades.
Davant dÕaquestes dinmiques, som moltes les persones que apostem per trobar-nos, compartir i construir juntes noves maneres de ser, de fer i de relacionar-nos. Volem compartir les nostres vides, sentint-nos part dÕuna comunitat humana que recolzem i que ens recolza; volem pensar i relacionar-nos lliurement, escollint all que volem realitzar i responsabilitzant-nos de les nostres decisions. Volem, en definitiva, una vida comuna, una vida plena i viscuda lliurement. (Texto presentacin de La Base en la Web)5
Los espacios-tiempos compartidos, el encuentro cara a cara, aunque hoy no definen a la comunidad, son una posibilidad para la construccin de relaciones. Una oportunidad, en palabras de Sawaia (1996), para los buenos encuentros, en tanto nos permiten el reconocimiento del Otro, pero partiendo del reconocimiento de las diferencias. En ese espacio-tiempo compartido, nos permitimos comprender qu es lo que le pasa, qu nos pasa a nosotros y nosotras con otras personas en el hacer (Berrault, 2007). Para que se produzcan estos buenos encuentros, necesitamos del reconocimiento de las diferencias, de sabernos constituida/os por una amalgama heterognea de pensares, sentires y haceres en comn (Barrault, 2007). Cmo potenciar estos encuentros diversos y convertirlos en una herramienta para la transformacin nos introduce el segundo eje de reflexin.
Eje 2: De la identidad comn a la poltica de las diferencia.
La idea de espacio en construccin ha sido otra de las caractersticas centrales del proceso que hemos vivido en La Base; en el sentido ms literal del trmino en los primeros seis meses de obra y luego de la inauguracin hasta la actualidad en la puesta en marcha del espacio.
En un principio, la accin comn estaba orientada a la construccin del ateneo. Compartir el trabajo de obras trajo sus dificultades en relacin a los distintos perfiles y orientaciones (tipo de materiales a utilizar, las dinmicas de trabajo, el reparto de tareas, etc.), que nos enriquecieron en el debate y nos enfrentaron al conflicto.
El tema de materiales eco-sostenible se hace cada vez ms evidente en las discusiones, pero no parece haber un consenso sobre el tema. En un momento se plantea que es ms el inters de un grupo partic ular, que pretende este objetivo, no aparece como una prioridad para toda/os. Se define entonces en relacin a este tema tener toda la informacin disponible, y convocar a una asamblea extraordinaria que decida. (Registro del diario de campo, 15 octubre 2013)
Los objetivos del ateneo en ese momento no estaban relacionados con grandes consignas, sino que se orientaban a la resolucin de situaciones concretas en la construccin del espacio compartido. El momento cambi con la inauguracin y con el espacio abierto. Las dinmicas del colectivo se emp ezaron a centrar en la gestin del espacio, y en poner en funcionamiento cada proyecto. Otra gran etapa de aprendizajes compartidos y decisiones colectivas a tomar en la que surgen nuevas preguntas: ÒÀDe qu manera construir una trinchera colectiva? Esta pregunta forma parte de una de las ideas centrales trabajadas en relacin a la actualidad, ÀCmo lograr en un grupo tan heterogneo poder conseguir la construccin de algunos frentes comunes?Ó (Texto colaborativo, mayo 2014) . Estas dudas conectan con uno de los dilemas en relacin a la nocin de comunidad en referencia al nosotros: ÀCmo construir una identidad compartida desde la diversidad? ÀDesde qu parmetr os identitarios concebimos la comunidad?.
El cuestionamiento de una identidad comn, a partir de la idea de un sujeto homogneo e idealizado, ha ocupado buena parte de los debates de la PSC (Montero, 2004; Rodrguez, & Montenegro, 2013; Sawaia, 1996, 1999). Esa tensin ha llevado a poner la mirada sobre los movimientos sociales y formas de accin colectiva, que permitieran la redefinicin de sus orientaciones (Rodrguez, & Montenegro, 2013). Concebir la identidad de manera amplia, mvil, abierta y en proceso, forma parte de las nuevas reflexiones.
Las orientaciones tericas y los posicionamientos a nivel de la accin social se expresan cada vez ms desde procesos abiertos, en c onstruccin, que eviten hablar desde una afuera y un adentro (Ghon, 1997; Ibarra, 2000). Ya no se juntan los iguales o, por lo menos, no articulados bajo grandes consignas e ideales hegemnicos. En La Base confluyen muchas orientaciones polticas y grupos de base organizada, pero el espacio ha querido mantenerse independiente de cualquier identidad poltica marcada.
El uso de una esttica iconogrfica 6 marcada por la idea de Òen construccinÓ, es una expresin de este constante movimiento. Sin embargo, las diferencias entre una identidad abierta al cambio y el proceso en construccin, comienzan a tensarse al intentar construir un discurso compartido. En este sentido, lo comn puede verse, segn plantea Lpez-Gil (2014), de dos formas: como la suma de pequeas realidades que intentan construir una nueva unidad, con el riesgo de cerrarse en s misma; o como proceso que se abre al contacto y a la posibilidad de ser afectadas, un comn que no puede ser clausurado.
Cmo transitar en el equilibro entre el reconocimiento de las diferencias y la construccin de un imaginario comn para el cambio, son un desafo que identificamos como colectivo en este momento. Se abre una posibilidad de descolocacin de las lgicas hegemnicas (Barrault, 2007) que nos permiten salir de manera temporal de los marcos dominantes, a modo de suspensin para habitar esos mrgenes. Pensar desde lo mltiple, lo diferente, desde el acontecimiento, pero tambin en relacin al estado de la situacin y su contexto, como herramientas para desprenderse de la idea de comunidad, como unidades homogneas (Sawaia, 1996).
Aix que diem Ateneu cooperatiu perqu abans que res ens hem unit les diferents, les que potser no compartim encara una idea sobre com fer la revoluci, les que a voltes ens sentim perdudes davant l'ensordidor soroll de la metrpolis malaltissa, les que no tenim nom, les que ens mantenim escptiques davant solucions totals i miraculoses, les que encara estem aprenent a ser comunitat. Tot i aix, en la diferncia, ens reconeixem i cooperem. (Fragmento del texto ledo en la inauguracin de la Base, enero 2014)7
Cuando planteamos la idea de la poltica de las diferencias, hacemos hincapi en que el reconocimiento de la diferencia como base del encuentro, se convierte en una herramienta para el cambio. Poner en el centro la articulacin desde las diferencias requiere, en palabras de Lpez-Gil (2014), por una parte, una poltica de la escucha, la atencin y el aprendizaje que permita descubrir lo que hay de comn en la experie ncia cotidiana. Aquellos lazos, ms o menos elaborados, que compartimos, que rmoslo o no, con otros por el hecho de existir, dada nuestra condicin de vulnerabilidad. Por otra, una poltica imaginativa que no se quede en lo que hay, sino que genere otros sentidos en el interior de las relaciones sociales. (p.50)
Esta poltica de la diferencia, que se construye habitando en los espacios de confluencia, parte del reconocimiento de nuestras diferentes posiciones. Las diferencias no son siempre tan visibles, por lo que tenemos que trabajar en su reconocimiento y acciones para el cambio. Reconocer las distintas necesidades que sostienen nuestros colectivos, cmo condicionan nuestra formas de estar en los espacios compartidos, y cmo hacemos para que se conviertan en espacios habitables, son la motivacin del ltimo eje.
Eje 3: Interdependencia y poltica de los afectos en la construccin de lo comn.
En este sentido se visualizan como dos lneas de trabajo, por un lado dotarse de las condiciones materiales para sostener la existencia, por otro visibilizar y trabajar para construir esos lazos de confianza y apoyo mutuo. Tambin para pensar en ese sentido otras formas de organizacin social que no sea la familia tradicional. Podemos pensar en la idea de familias ampliadas, romper la segregacin e individualizacin que se produce entre el espacio productivo-reproductivo. (Texto colaborativo, mayo 2014)
En este ltimo punto pretendemos hablar de La Base como ese espacio de vitalidad compartida, que permite establecer una continuidad entre los mbitos productivos y reproductivos. La revalorizacin de prcticas y saberes particularmente vinculados a la esfera reproductiva, han sido una de las propuestas ms fuertes del pensamiento y accin feminista. Dando un paso ms all, surgen planteos (Carrasco, 2001; Prez-Orozco, 2012) que apuestan por la superacin de estos ejes dicotmicos de anlisis, proponiendo la reorganizacin vital a partir de poner la vida en el centro. Para ello se propone el reconocimiento y visibilizacin de la interdependencia como herramienta en la construccin de lo comn.
Con interdependencia nos referimos en particular a los planteos de Butler (2010), al reconocimiento de la precariedad que condiciona nuestra existencia y que vincula nuestra condicin a la presencia de otras (humanas y no-humanas) durante el proceso vital. Su planteo no se propone la construccin de posturas escencialistas, sino que pretende amplificar los marcos de referencia sobre los procesos de interrelacin que nos sostienen. De lo que se trata no es de la Òvida como talÓ, sino acerca de las condiciones de vida, la vida como algo que exige condiciones para llegar a ser una vida ÒvivibleÓ (Butler, 2010).
La teora de la autosuficiencia que se imprime en estos tiempos, se sostiene imponiendo un ideal de independencia que, como menciona Lpez-Gil (2014), se basa en tres cosas:
La primera es que la conciencia se basta a s misma para ser y conocerse (autonoma del yo). La segunda, que la vida es un proyecto individual que nada tiene que ver con la experiencia colectiva (privatizacin de la existencia). Por ltimo, que no necesitamos a nadie que nos cuide (autosuficiencia en el cuidado). (p. 51)
Ampliar los marcos interpretativos sobre las diversas dependencias, permite visualizar y reconocer todas aquellas actividades y necesidades, afectos y materialidades que hacen posible la existencia. El reconocimiento de nuestras fragilidades y la necesidad de vnculos de sostn, ponen en el centro la vida en comn como una necesidad de primer orden, as como herramienta para el cambio (Lpez-Gil, 2014).
En un contexto social en el que la nocin de comunidad est ligada fuertemente a los procesos de diferenciacin y subalternidad, y dndela comunidad es vista como signo de debilidad frente a la lgica de la autosuficiencia (Rodrguez, & Montenegro, 2013), se apuesta por trastocar los valores subvirtiendo la debilidad en fortaleza y potencia para el cambio.
El reconocimiento de nuestros lmites tambin es una oportunidad para darle un lugar a las tareas que sostienen nuestra cotidianidad y han sido histricamente relegadas al mbito privado de lo domstico y asumido en su mayo ra por mujeres. La preocupacin pasa por cmo gestionar el cuidado de los nios y nias pequeos en las asambleas, el reparto de las tareas de preparacin y gestin de asl comidas en los tiempos de obra, o Àquin limpia los baos en la Base?.
El tema de la participacin de las mujeres en la obra, sobre todo aquellas que tienen responsabilidades con nios y como concilian con el trabajo en la casa no es un tema que se discuta colectivamente, incluso cuando se debate acerca de la falta de participacin de alguna/os socia/os. En particular es el caso de las que participan en Babalia, en ms de una oportunida d han mencionado las dificultades que tienen para participar. (Registro del diario de campo, viernes 13 de diciembre 2013)
Algunas de las preguntas y temas que mencionamos antes, fueron parte de las discusiones en los espacios de debate, origen de malestares y posibilidades para la gestin de pequeos cambios en las dinmicas del colectivo. Por ejemplo, en las ltimas asambleas se viene gestionando un grupo de crianza para que padres y madres participen en las asambleas. Sin embargo, queda mucho trabajo y camino por recorrer, lo que ha generado la conformacin de un grupo no mixto de mujeres, lesbianas y trans de la Base, con el objetivo de profundizar el debate y la mirada feminista en el colectivo. Entender la centralidad de las apuestas colectivas, orientadas a construir una cotidianidad vital, requiere de la articulacin de posiciones para no reproducir aquello que queremos modificar. En este sentido, proponemos recordar la apuesta feminista por la visibilizacin, en un sentido amplio, de los cuidados y la importancia de los soportes afectivos (Precarias a la deriva, 2004). No para que esta tarea sea nuevamente asumida por mujeres, sino para que se instale en el discurso social y poltico su dimensin ms invisible.
Las formas de afectividad que se construyen en el contacto de los cuerpos, en un hacer comn, se vuelve presente en el contacto y en los d iscursos de esta experiencia.
Si bien se reconocen dificultades, una de las valoraciones ms compartidas es el proceso de aprendizaje y la construccin de vnculos de confianza y cario como elementos que sostienen en muchos grados la participacin. Marca una diferencia especial en el relacionamiento de quienes compartieron momentos de obra, charlas, almuerzos. (Texto colaborativo, mayo 2013)
La apuesta feminista por la politizacin de los afectos remite a la visibilizacin del papel que adquieren los mismos en los procesos de transformacin social (Gandarias, & Pujol, 2013). Acostumbrados y acostumbradas a la racionalizacin de la poltica y su estrabismo androcntrico, poner en el centro los afectos se vuelve una cuestin revolucionaria. Hablar de afectos, reconocerlos y visibilizarlos, no busca retornar a planteos esencialistas o romnticos. La dimensin afectiva pone en juego tambin nuestros deseos y miedos, sostiene nuestra presencia, as como nuestra distancia o alejamiento de los espacios colectivos. Reconocer el papel que ocupan y generar visibilidad sobre sus efectos, seran parte de la apuesta poltica para el cambio.
Consideraciones finales
A partir de este trabajo, intentamos conectar desde un proceso encarnado de investigacin, algunas reflexiones para poner en tensin la nocin de Comunidad. Los debates y aportes que surgen de este trabajo los entendemos como una contribucin en la construccin de herramientas tiles para la transformacin social (Krause, 2001). Compartimos los planteos de Sawaia (1999) y mantenemos distancia de visiones maniquestas que plantean la presencia de espacios como buenos o malos, liberadores o aprisionadores. Nuestra propuesta en este artculo evita anlisis dicotmicos en este sentido, para abrirse a la multidimensionalidad de los conceptos y reflexiones. A partir de las articulaciones, quisiramos cerrar con tres ideas que puedan orientar a futuras reflexiones sobre la comunidad.
En primer lugar la necesidad del compartir espacio-tiempo de los cuerpos en las dinmicas colectivas, como posibilidad para los bue nos encuentros. Ms que resignar este elemento en la definicin de la comunidad, quizs sea necesario analizarlo en el contexto de expresin, identificando los efectos en la vida de las comunidades que se aborden. Sobre todo considerando los procesos de fragmentacin que vivimos en las sociedades contemporneas, donde la ocupacin de un espacio compartido se puede constituir como elemento fundamental en su constitucin y resistencia al aislamiento.
En segundo lugar, partir de la diferencia como herramienta poltica para la construccin de lo comn. Ante propuestas identitarias cerradas y segregacionistas, la apertura y el reconocimiento de la diferencia se convierten en un acto tico para la conformacin de comunidades abiertas al encuentro. En este sentido, la mirada a los procesos de accin social y sus construcciones identitarias abiertas, se convierten en una orientacin para pensar la comunidad en este sentido.
Por ltimo, destacamos el aporte que el pensamiento feminista puede ejercer en estas reflexiones sobre la comunidad. La necesidad de visibilizar y reconocer la interdependencia identificando todas las necesidades, sobre todo las de cuidado y afecto para la construccin de una vida en comunidad. No slo por el lugar que ocupan a nivel de la vida de las personas, sino por las relaciones de poder que se pueden perpetuar o subvertir entre las personas que lo componen. Y por otro lado, en el reconocimiento de los efectos polticos que adquieren los afectos en la constitucin y mantenimiento de las comunidades.
Con este trabajo no buscamos ni la idealizacin del concepto, ni de la experiencia concreta con la que articulamos, pero s apostamos por transformar la concepcin del nosotros, parafraseando a la filsofa Marina Garcs (2014)
Ms all de la dualidad unin/separacin, los cuerp os se continan. No slo porque se reproducen, sino porque son finitos. Donde no llega mi mano, llega la de otro. Lo que no sabe mi cerebro, lo sabe el del otro. Lo que no veo a mi espalda alguien lo percibe desde otro ngulo. La fi nitud como condicin no de la separacin sino de la continuacin es la base paraotra concepcin del nosotros, basada en la alianza y la solidaridad de los cuerpos singulares, sus lenguajes y sus mentes. (p. 30)
Queda para otra reflexin (o artculo), el significado de investigar habitando, las posibilidades y lmites de las articulaciones. Es decir, en qu medida los recorridos que realizamos en este tipo de investigaciones nos permiten la constitucin de comunidades cientficas, que se constituyen ms all de la acad emia, en sus mrgenes.
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Formato de citacin
Osorio, M. (2015). Repensar la Comunidad desde La Base: aportes de una investigacin situada. Psicologa, Conocimiento y Sociedad, 5(2), 130-155. Disponible en: http://revista.psico.edu.uy/
Notas
1 Este trabajo forma parte de mi tesis doctoral en el Doctorado en Psicologa Social del Departamento de Psicologa Social en la UAB. El artculo no hubiera sido posible sin las discusiones, intercambios y encuentros en los grupos: Fractalidades en Investigacin Crtica (FIC) y Polticas de Cuidado y Trabajo de la UAB. Tambin a la participacin e intercambio con compaeras del Programa de Psicologa Social Comunitaria de la Facultad de Psicologa de Uruguay (UDELAR). A mis compaeras y amigas, Karina Fulladosa e Itziar Gandarias por ser fuente de inspiracin, encuentro y acompaamiento en este camino. Agradecer a mis tutoras Mamen Pearanda y Marisela Montenegro por la lectura, comentarios y aportes. Y por ltimo y muy especialmente Ana Isabel Garay por su compaia siempre presente. La investigacion que da origen a los resultados presentados en la presente publicacin recibi fondos de la Agencia Nacional de Investigacin e Innovacin bajo el cdigo POS_EXT_2014_1_106075
2 http://www.labase.info/
3 Utilizamos en este trabajo la primera persona del plural, para reconocer la pluralidad de voces que han compuesto este texto, por nuestro rol como investigadora-activista, si bien existe una autora en la composicin del artculo. Tambin y desde una posicin poltica utilizaremos el lenguaje inclusivo, para dar visibilidad a todas las voces.
4 Una comunidad se define por la calidad de las relaciones que se practican. Las comunidades pueden tender hacia la depresin, la ansiedad y las conductas adictivas (como el capitalismo actual), o hacia la alegra, la franqueza y la potencia comn de hacer y de pensar. Nosotros luchamos por esta ltim a, y para crearla fruto de los lazos de solidaridad, de apoyo mutuo y sobre todo de amistad y de confianza que sepamos construir. Una comunidad contra la desconfianza y el miedo, por tanto, abierta al otro, hospitalaria. Queremos construir esta comunidad localmente, en el barrio, all donde vivimos, en este sentido entendemos el territorio. (Traduccin propia)
5 Frente a estas dinmicas, somos muchas las person as que apostamos por encontrarnos, compartir y construir juntas nuevas maneras de ser, de hacer y de relacionarnos. Queremos compartir nuestras vidas, sintindonos parte de una comunidad humana que apoyamos y que nos apoya; queremos pensar y relacionarnos libremente, escogiendo lo que queremos realizar y responsabilizndonos de nuestras decisiones. Queremos, en definitiva, una vida comn , una vida plena y vivida libremente. (Traduccin propia)
6 Ver http://www.labase.info/
7 As que decimos Ateneo cooperativo porque ante todo nos hemos unido las diferentes, las que quizs no compartimos todava u na idea sobre cmo hacer la revolucin, las que a veces nos sentimos perdidas ante el ensordecedor ruido de la metrpolis enfermiza, las que no tenemos nombre, las que nos mantenemos escpticas ante soluciones totales y milagrosas, las que todava estamos aprendiendo a ser comunidad. Sin embargo, en la diferencia, nos reconocemos y cooperamos.