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Revista Uruguaya de Ciencia Política

versión impresa ISSN 0797-9789versión On-line ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.32 no.2 Montevideo dic. 2023  Epub 01-Dic-2023

https://doi.org/10.26851/rucp.32.2.3 

Artículo original

¿Cómo desarrollan militancias juveniles los partidos políticos? Un estudio de casos en la centro-derecha argentina (ucr y pro)

How do Political Parties Develop Youth Activism? A Case Study of Center-Right Parties in Argentina (ucr and pro)

Como os partidos políticos desenvolvem a militância juvenil? Um estudo de casos na centro-direita argentina (ucr e pro)

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet); Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina) juan.grandinetti@gmail.com


Resumen:

El desarrollo de bases militantes resulta crítico para el fortalecimiento de las organizaciones partidarias y para su perdurabilidad. Sin embargo, sabemos poco sobre cómo los partidos contemporáneos logran producirlas y reproducirlas. Presentamos resultados de un estudio de casos cualitativo sobre dos partidos en la Ciudad de Buenos Aires con configuraciones socio-organizacionales disímiles: un partido tradicional -sobreviviente del colapso de la crisis de 2001 y fuera del gobierno desde entonces- que conserva una organización nacida hace un siglo (ucr), y un partido surgido en la postcrisis -con una trayectoria electoral ascendente y una organización informal- que accede al gobierno local rápidamente (pro). Mostramos cómo los recursos e incentivos que movilizan para esta tarea moldean distintos formatos de militancia en sus organizaciones juveniles.

Palabras clave: activismo; Argentina; centro-derecha; juventudes; partidos políticos

Abstract:

The development of activism is crucial for the strengthening of party organizations and thus for their sustainability. However, we know little about how contemporary parties manage to produce and reproduce this asset. We present the results of a qualitative case study of two parties in the city of Buenos Aires with different socio-organizational configurations: a traditional party -survivor of the collapse of 2001 crisis and out of government since then- that preserves an organization born a century ago (ucr); and a party formed in the post-crisis period -with an upward electoral trajectory and an informal organization- that has rapidly gained access to local government (pro). We show how the resources and incentives that these parties mobilize for this task shape different formats of activism in their youth organizations.

Keywords: activism; Argentina; center-right; youth; political parties

Resumo:

O desenvolvimento de bases de militantes é fundamental para o fortalecimento das organizações partidárias e, portanto, para a sua sustentabilidade. No entanto, sabemos pouco sobre como os partidos contemporâneos conseguem produzi-las e reproduzi-las. Apresentamos os resultados de um estudo de caso qualitativo de dois partidos na Cidade de Buenos Aires com configurações sócio-organizacionais diferentes: um partido tradicional -sobrevivente do colapso da crise de 2001 e fora do governo desde então- que preserva uma organização nascida há um século (ucr); e um partido formado no período pós-crise -com uma trajetória eleitoral ascendente e uma organização informal- que rapidamente ganhou acesso ao governo local (pro). Mostramos como os recursos e incentivos que mobilizam para esta tarefa moldam diferentes formatos de militância nas suas organizações juvenis.

Palavras-chave: ativismo; Argentina; centro-direita; juventude; partidos políticos

1. Introducción

Hacia finales de 2001 y durante el año siguiente, una crisis sin precedentes sacudió a Argentina. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (caba), epicentro de las protestas y movilizaciones, experimentó un colapso de su sistema de partidos (Mauro, 2012; Bril Mascarenhas, 2007; Alessandro, 2009). La Unión Cívica Radical (ucr), el centenario partido que había liderado electoralmente el distrito en todos los períodos constitucionales hasta mediados de los años noventa, se vio drásticamente debilitada luego de la renuncia del presidente Fernando De la Rúa, a tal punto que en las elecciones de 2003 no llegó a alcanzar el 2 % de los votos a nivel local (Torre, 2003; Malamud, 2008; Zelaznik, 2013; Lupu, 2016; Obradovich, 2016).

El escenario postcrisis dio lugar a diversos emprendimientos partidarios (Alessandro, 2009; Mauro, 2012; Vommaro y Morresi, 2015). El partido Propuesta Republicana (pro), nacido con el sello Compromiso para el Cambio (CpC) como un frente para vehiculizar la candidatura del empresario Mauricio Macri a la jefatura de gobierno de la caba, fue la fuerza más votada en la primera vuelta de 2003. A pesar de no haber logrado alcanzar el ejecutivo ese año, el pro llegaría al gobierno local cuatro años después, ganando todas las elecciones del distrito desde 2005. De la numerosa nómina de partidos nacidos en la caba luego de la crisis, fue el único en alcanzar no solo el gobierno local, sino una construcción partidaria perdurable. La ucr, en cambio, no logró ganar otra elección en la caba luego de 2001 y quedó electoralmente debilitada durante toda la década. Sin embargo, a diferencia del frepaso, su extinto socio electoral, la ucr sobrevivió en el distrito, mostrando signos de recuperación electoral a partir de 2013.

Las condiciones en las que -luego de crisis sistémicas como la argentina de 2001 o en contextos de alta volatilidad electoral- los partidos tradicionales logran sobrevivir -y los nuevos, consolidarse- han despertado el interés de una vasta literatura reciente (Rice, 2011; Le Bas, 2011; Tavits, 2013; Van Dyck, 2014a; Wills Otero, 2014; Levitsky, Loxton y Van Dyck, 2016; Lupu, 2016; Cyr, 2017; Rosenblatt, 2018; Pérez Bentancur, Piñeiro Rodríguez y Rosenblatt, 2019). Estas investigaciones evidencian, en líneas generales, que la perdurabilidad de los partidos -nuevos o tradicionales- depende de la fortaleza de sus organizaciones y de los recursos con los que cuentan para hacer frente a contextos inestables.

Gran parte de los estudios de las últimas décadas han remarcado el declive cuantitativo de las militancias y afiliaciones partidarias en las democracias europeas (Mair y Van Biezen, 2001; Dalton y Wattenberg, 2002; Scarrow y Gezgor, 2010; Whiteley, 2011; Van Haute y Gauja, 2015), paralelo a la cartelización, la estatalización y el desanclaje social de los partidos (Katz y Mair, 1995, 2002; Van Biezen y Kopecky, 2007). Aun siendo menos masivas que en la era de los partidos de masas del siglo xx, las organizaciones de militancia continúan desempeñando un papel relevante en el sostenimiento de las estructuras territoriales, la organización de actividades electorales, la movilización a actos partidarios, el vínculo con votantes y afiliados, y con organizaciones y grupos locales, así como en el reclutamiento y la socialización política de nuevos miembros (Levitsky, 2003; Clarck y Prysby, 2004; Samuels y Zucco, 2014; Van Dyck, 2014b; Roscoe y Jenkins, 2016). Sin embargo, sabemos relativamente poco sobre cómo los partidos contemporáneos -y, más aún, en nuestra región- logran producir y reproducir este recurso vital para el fortalecimiento de sus organizaciones y, por ende, para su perdurabilidad y resiliencia (Pérez Bentancur et al., 2019).

¿Cómo desarrollan bases militantes los partidos políticos?, ¿en qué ámbitos las reclutan?, ¿de qué modos canalizan y organizan su participación?, ¿qué incentivos y retribuciones ofrecen?, ¿de qué recursos se abastecen para ello?, ¿de qué modos se moldean diversas formas de pensar y hacer política entre sus militantes? En este artículo nos ocuparemos de estos problemas a partir del estudio de dos partidos cuyas trayectorias han estado marcadas por la crisis de 2001 y que presentan rasgos organizacionales, anclajes sociales y culturas políticas altamente diferenciadas: un partido tradicional con una organización heredera del partido burocrático de masas, nacido en el siglo xix y que sobrevivió, aunque debilitado, al colapso de la crisis (ucr), y un nuevo partido, nacido en el contexto post-2001, con una trayectoria electoral ascendente y cercano al modelo profesional-electoral (Panebianco, 1988), con una organización informal y centrada en un liderazgo aglutinante (pro). Dentro de estos partidos, enfocaremos nuestro análisis en el tipo de militancia partidaria más saliente de la Argentina de la década pasada: la militancia en organizaciones juveniles (Vázquez, Rocca Rivarola y Cozachcow, 2018). Nos ocuparemos, por ello, de la militancia de la Juventud Radical (jr) y de Jóvenes pro (jpro) en dicho distrito.

Presentamos un estudio de casos múltiple (Yin, 2002). Seleccionamos dos partidos de la centro-derecha argentina en la caba que, en un mismo contexto sociopolítico, son eficaces en el desarrollo de militancias juveniles. Nuestro foco está en los modos en que cada partido lo hace (mediante qué recursos e incentivos) y en los formatos de activismo que estos producen y reproducen (qué repertorios, marcos interpretativos y formas de involucramiento). En tal sentido, nuestro interés en los casos es intrínseco (Stake, 2005). Sin embargo, seleccionamos casos altamente disímiles respecto a sus configuraciones socio-organizacionales (Grandinetti, 2020), lo que nos permite robustecer el análisis de cada caso al adoptar una perspectiva comparada (Palmberger y Gingrich, 2014). La noción de configuraciones socio-organizacionales nos brinda coordenadas comunes para un análisis de y entre los casos. Buscamos, asimismo, presentar una constelación de atributos analíticos para un estudio integrado de los arreglos organizacionales, los aspectos culturales, los anclajes sociales y las inserciones estatales de los partidos y sus activismos juveniles, dimensiones que suelen abordarse de forma escindida en la literatura.

Como mostramos en la tabla 1, en primer lugar, los casos difieren respecto a sus atributos organizacionales, es decir, a las propiedades de las instituciones formales e informales de la organización (Helmke y Levitsky, 2004). En segundo lugar, difieren respecto a su cultura política, esto es, los símbolos, valores, tradiciones, sentidos y creencias compartidas en la organización, en torno a los cuales se estructuran las identidades partidarias de sus miembros y los marcos interpretativos dominantes (Snow, 2004). En tercer lugar, se diferencian en sus medios sociales (Sawicki, 1997), es decir, para nuestro estudio, los ámbitos de sociabilidad y reclutamiento de su militancia juvenil, sus vínculos más o menos institucionalizados con grupos y organizaciones en las que sus miembros se socializan políticamente. En cuarto lugar, difieren respecto a sus inserciones estatales, o sea, el grado y extensión de la inserción laboral de la militancia juvenil de cada partido en los distintos poderes e instituciones estatales en la caba. En la tabla 1 presentamos un resumen de estas configuraciones, que serán retomadas en los apartados siguientes para analizar los modos en los que estos partidos desarrollan diversos formatos de militancia juvenil.

Tabla 1: Configuraciones socio-organizacionales del pro y la ucr (caba) 

Atributos organizacionales ucr pro
Canales de participación interna Voto de afiliados para la selección de autoridades internas mediante convenciones partidarias de delegados. Sin canales formales de participación para las bases o afiliados. Autoridades internas elegidas por Macri y una «mesa chica» de dirigentes de confianza.
Infraestructura territorial local Estructura informal de comités barriales estable con bases militantes activas. La organización formal tiene una estructura territorial ascendente (del nivel subdistrital al nacional). Locales partidarios aislados, de funcionamiento intermitente y, en su mayoría, ligados personalmente a referentes de algunos barrios de la caba.
Liderazgos y elites partidarias Ausencia de un liderazgo nacional. Orígenes políticos homogéneos: predominio de políticos profesionales con cursus honorum en el partido y trayectorias profesionales en el ámbito público (Prats, 2016). Centralidad del liderazgo nacional de Macri. Orígenes políticos heterogéneos: presencia de políticos no profesionales con primera experiencia política en el partido. Relevancia de los cuadros con trayectorias en el mundo privado ( Vommaro y Morresi, 2015).
Organización juvenil Altamente institucionalizada. Cargos propios en la conducción partidaria; autonomía en la selección de sus autoridades (delegados por voto de afiliados de hasta 30 años). Débilmente institucionalizada. Autoridades elegidas «a dedo» entre agrupaciones ligadas a dirigentes mayores.
Cultura política ucr pro
Estable y rutinizada. Tradición e identidad política sedimentada y transmitida entre generaciones. Peso simbólico de la historia del partido, sus hitos y dirigentes del pasado. Fluida y lábil. Rechazo a las tradiciones e identidades políticas preexistentes, reivindicación de una «nueva política». Centralidad del antikirchnerismo en la movilización de sus miembros.
Medio social ucr pro
En la jr, predominan los ámbitos de sociabilidad y reclutamiento «tradicionales» de la política argentina y los ámbitos intrapartidarios: universidad pública (a través de agrupaciones del partido), comités partidarios y familias. En jpro, predominan los ámbitos de sociabilidad y reclutamiento extrapartidarios e informales: voluntariados católicos, ong y universidad privada católica.
Inserción estatal de militantes ucr pro
Débil y periférica. Inserción en organismos descentralizados, de control y extrapoder. En menor medida, en el poder legislativo. Inserción histórica en la Universidad de Buenos Aires. Fuerte y extendida. Inserción predominante en el poder ejecutivo local, en las comunas1 y el legislativo.

Fuente: elaboración propia a partir de trabajo de campo y fuentes secundarias.

Al mismo tiempo que difieren significativamente en los aspectos señalados en la tabla 1, se trata de partidos que comparten algunas similitudes que permiten aislar el efecto de sus configuraciones socio-organizacionales en la producción y reproducción de distintos formatos de militancia juvenil. Por un lado, se trata de partidos con anclajes fuertes en el distrito desde sus orígenes. Ambos son partidos relevantes en la historia política local, y aun debilitada, la ucr ha tenido un peso electoral significativo en la última década. Ambos partidos, por su parte, han estado en la oposición a nivel nacional durante el kirchnerismo y confluyeron, a partir de 2015, en una alianza electoral y coalición parlamentaria nacional de centro-derecha (Cambiemos), liderada por el pro. Por otro lado, compiten por -y comparten- un electorado similar en la caba: el de los sectores medios y medio-altos.2 En términos socioculturales, siguiendo a Ostiguy (1997), ambos partidos se posicionan en el cuadrante «alto» del campo político argentino y porteño (Vommaro y Morresi, 2015), en oposición al cuadrante «bajo», ocupado principalmente por el peronismo. Por otra parte, las militancias juveniles estudiadas forman parte de una misma generación de militantes que ingresa a la política en partidos opositores durante los gobiernos nacionales del kirchnerismo (Grandinetti, 2021a).

En este artículo argumentaremos que, como legado de sus orígenes y trayectorias, los partidos cuentan con diversas configuraciones socio-organizacionales de las cuales se abastecen de recursos -organizacionales, sociales, materiales y simbólicos- que, eventualmente, movilizan como incentivos y retribuciones para producir y reproducir bases militantes, moldeando así sus repertorios de acción, marcos interpretativos, formas de politización y vínculos con la organización. Mostraremos que la militancia juvenil del radicalismo se sostiene en tres pilares:

  • 1) una cultura e identidad partidaria sedimentada y arraigada que se transmite intergeneracionalmente, con la que sus militantes suelen establecer un vínculo afectivo temprano;

  • 2) una vitalidad interna que brinda incentivos a sus militantes para invertir en la reproducción de la organización, con ámbitos de sociabilidad intrapartidarios en los que, además, la identidad y la cultura partidaria se mantienen vivas, y

  • 3) el acceso privilegiado a una institución como la Universidad de Buenos Aires (uba), que le permitió, en tiempos de adversidad electoral, hacerse de recursos materiales y de un ámbito de inserción laboral y político para sus militantes y dirigentes locales desde el cual se recompuso una organización horadada en la caba por el colapso post-2001.

Mostraremos, por su parte, que la militancia juvenil del pro se construye sobre otros cimientos: el acceso temprano al Estado porteño, que le brinda recursos materiales pero también simbólicos y sociales a un partido sin una cultura política sedimentada y que no posee ámbitos de sociabilidad partidarios relevantes; la politización y movilización antikirchnerista, que en las narrativas de sus militantes ocupa un lugar central en sus ingresos a la militancia y marca los inicios de sus compromisos políticos, y los ámbitos de sociabilidad extrapartidarios, especialmente del mundo católico de las clases media-alta y alta metropolitanas, que le proporcionan a su organización juvenil repertorios de acción distintivos, marcos interpretativos compartidos y facilidades para reclutar nuevos militantes.

Los resultados presentados se basan en una investigación cualitativa que combinó diversas técnicas de recolección de datos. El trabajo de campo se desarrolló en varias etapas, entre 2013 y 2018. En primer lugar, realizamos 41 entrevistas en profundidad semiestructuradas a militantes de la jr (21 entrevistas) y de jpro (20 entrevistas) de la caba. Nuestros entrevistados ingresaron a sus partidos entre 2003 y 2015. Seleccionamos entrevistados que ocupaban o habían ocupado algún cargo interno en estas organizaciones juveniles o un cargo electivo en el distrito, o que eran referentes de alguna agrupación interna o de militancia universitaria de sus partidos. En segundo lugar, realizamos observaciones de campo en diversos eventos de cada partido y sus organizaciones juveniles. En tercer lugar, analizamos el contenido de las páginas de Facebook de las organizaciones juveniles de estos partidos en la caba y de sus agrupaciones internas de militancia juvenil y universitaria, y de otros documentos y publicaciones partidarias.

En el próximo apartado daremos cuenta de los legados históricos de estos partidos y de cómo se han formado sus configuraciones socio-organizacionales, además de los recursos asociados a ellas. En los dos apartados siguientes examinaremos los modos en que estos partidos movilizan recursos y distribuyen incentivos para desarrollar militancias juveniles, produciendo y reproduciendo formatos de militancia disímiles. En un apartado final recapitularemos los aportes de nuestro trabajo y algunas discusiones e interrogantes que estos abren.

2. Legados históricos, configuraciones socio-organizacionales y recursos

Las configuraciones socio-organizacionales de estos partidos son el legado de sus orígenes y trayectorias históricas. La ucr es el partido más antiguo del sistema de partidos argentino y porteño; nace en la última década del siglo xix y llega al gobierno nacional por primera vez en 1916 (Alonso, 2000; Rock, 2001; Persello, 2004; Horowitz, 2008). Su organización formal actual es heredera de la organización constituida en la primera Carta Orgánica de 1892, que establecía una convención nacional integrada por delegados provinciales y un comité central, así como comités provinciales, distritales y locales (Lichtmajer, 2011). Se trata de una estructura de partido de masas organizado federalmente desde el nivel local al nacional en la que los afiliados votan delegados que luego eligen a las autoridades partidarias. Si bien su estructura no es idéntica a la de hace más de un siglo, muchos de los atributos formales de la organización no difieren de los que tenía en sus orígenes y los que tuvo a lo largo del siglo xx. Una de sus principales instituciones informales en la Ciudad de Buenos Aires, los comités barriales, surgieron hacia 1908; la literatura muestra su centralidad desde ese entonces (Rock, 1972; Lichtmajer, 2011). Los vínculos del partido con los sectores medios se remontan también a sus primeras décadas de historia (Adamovsky, 2009; Lupu y Stokes, 2009). La literatura muestra que este partido, fundado por una fracción disidente de la élite dominante, se consolida en sus primeras décadas a partir de la movilización y el patronazgo de los sectores populares (hasta la irrupción del peronismo) y sectores medios urbanos (Rock, 1972). Así, históricamente, ha sido un partido votado principalmente por las clases medias urbanas (Obradovich, 2016) que ha establecido, en la capital del país, vínculos perdurables con instituciones como la uba y su movimiento estudiantil desde los inicios del siglo xx (Chiroleu, 2000; Horowitz, 2008; Beltrán, 2013). Si bien se consolidó como partido al calor del acceso a recursos estatales, ha sobrevivido a largos períodos fuera del poder, producto de golpes de Estado, una etapa de abstencionismo electoral en los años treinta, y largos períodos de gobiernos de facto sin competencia electoral. La emergencia del peronismo en la escena política, a mediados de la década del cuarenta, le trajo dificultades para ganar elecciones competitivas -sin el peronismo proscripto- hasta 1983.

Así como se trata de una organización internamente fuerte y enraizada en la política y la sociedad argentinas, es también una organización rígida que ha mostrado dificultades para adaptarse a cambios socioestructurales desde los años noventa. Las transformaciones en las condiciones de vida y las expectativas culturales de los sectores medios horadaron el peso electoral del radicalismo porteño, que no supo adaptarse eficazmente a las transformaciones de un electorado más volátil y desfidelizado (Obradovich, 2016). En la caba, la emergencia de terceras fuerzas competitivas contribuyó al declive de la ucr desde mediados de los noventa (Novaro y Palermo, 1998; Torre, 2003; Abal Medina, 2009). La dilución de la marca partidaria ante el electorado durante los gobiernos de Carlos Menem (Lupu, 2016) y el abrupto final del gobierno de De la Rúa llevaron al partido a su colapso, luego de 2001. Si bien ha logrado sobrevivir y mejorar su performance electoral en los años recientes, se encuentra hace dos décadas fuera del gobierno local y nacional.

La configuración socio-organizacional del pro también puede comprenderse en relación con sus orígenes y trayectoria en la Argentina de la postcrisis de 2001 (Vommaro y Morresi, 2015; Vommaro, 2017a, 2019). El desprestigio de la política y de los políticos, que alcanzó su punto culmine durante la crisis, abrió oportunidades para el ingreso a la política de un outsider capaz de presentarse como ajeno al mundo de los políticos profesionales y sus prácticas (Mattina, 2015). El colapso del sistema de partidos de la caba, con una ucr extremadamente debilitada, el frepaso disuelto y el Partido Justicialista (pj) históricamente con poco peso y sin liderazgo local, presentaron oportunidades para la creación de un nuevo partido. Así, CpC, germen del pro, se encontró con un electorado vacante, especialmente de sectores medios y medio-altos, «huérfanos de partido» (Torre, 2003) y sin una oferta electoral capaz de cautivar su voto. La crisis del radicalismo y la ausencia de candidatos viables en el peronismo del distrito le permitieron a Macri reclutar dirigentes locales de estos partidos para su nuevo emprendimiento. La promesa electoral que suponía la candidatura de Macri y sus buenos resultados en 2003 atrajeron también políticos de otros partidos de derecha (Arriondo, 2015; Morresi, 2015; Vommaro, 2019). Su lejanía respecto a la política profesional y su trayectoria en el mundo empresarial le permitieron reclutar dirigentes por fuera de la política, especialmente ejecutivos y empresarios (Vommaro, 2017a; Canelo y Castellani, 2017; Gené, 2018). El pro/CpC, a su vez, se formó a partir de dos think tanks -Fundación Creer y Creer, y Grupo Sophia-, lo que le proveyó de cuadros técnicos que se integraron al partido (Vommaro y Morresi, 2015; Etch, 2020).

Si bien el pro dejó de ser un mero vehículo electoral de Macri, su estructura permanece débilmente institucionalizada, informal y flexible. La rápida llegada al gobierno local en 2007 supuso un influjo de recursos estatales que le permitieron al partido construir una marca en torno a su gestión en la principal ciudad de Argentina. El escenario de creciente movilización y polarización política que se gestó en Argentina desde 2008, con el «conflicto del campo» como principal hito,3 le permitieron al pro cultivar una identidad ligada a su oposición al kirchnerismo.

Los recursos de la configuración socio-organizacional del pro, un partido con una breve historia que no es heredero de una organización partidaria previa, se encuentran fuertemente asociados a su trayectoria electoral ascendente, a su temprana llegada al gobierno local y a la coyuntura del período: cuadros de orígenes heterogéneos -ucr, pj, Recrear y otros partidos de derecha, ong, mundo empresarial- atraídos por las oportunidades electorales o por la cercanía a Macri y otros dirigentes; una organización informal, construida desde el Estado local, y una marca producida en torno a la gestión en la caba y al antikirchnerismo. Se trata, siguiendo a Cyr (2017), de recursos de bajo costo, susceptibles de ser acumulados en períodos relativamente cortos de tiempo, eficientes para la construcción partidaria pero sensibles a lo coyuntural y a los resultados electorales.

Los recursos con los que cuenta el radicalismo son, en cambio, de alto costo (Cyr, 2017). Se trata de recursos de difícil adquisición y mantenimiento, puesto que requieren de rutinización y esfuerzos sostenidos en el tiempo: una organización formal e informal con estructuras territoriales, una identidad partidaria arraigada y una cultura política sedimentada transmitida intergeneracionalmente, un medio social gestado a partir de enraizamientos perdurables en instituciones y grupos sociales, y élites y militantes que deben sus carreras a un cursus honorum dentro del partido. Son, por tanto, recursos menos volátiles y atados a la coyuntura, aunque también menos flexibles a contextos cambiantes.

3. Supervivencia de la militancia juvenil radical: identidad partidaria, vitalidad interna y refugio en la universidad

¿Cómo moviliza el radicalismo recursos de su configuración socio-organizacional para producir y reproducir una militancia juvenil? ¿A partir de qué incentivos y retribuciones moldea este partido un formato de militancia que ha logrado sobrevivir aun en un escenario postcrisis, de debilitamiento electoral y acceso limitado a recursos estatales?

Un primer elemento, central para comprender la supervivencia de la militancia juvenil radical, es el de los recursos simbólicos de su cultura e identidad partidaria, transmitidos intergeneracionalmente en las familias de muchos militantes y en ámbitos de sociabilidad partidaria, como los comités barriales. Estos recursos brindan incentivos identitarios y comunitarios (Panebianco, 1988) para la participación en el radicalismo, un partido que, a diferencia del pro, no ha mostrado en las últimas décadas un gran atractivo electoral para sus recién llegados; en muchos casos, antes de ingresar formalmente a la organización juvenil, se identifican con el radicalismo y están vinculados afectivamente a su cultura. En las narrativas de nuestros entrevistados sobre el despertar de su interés por la política y su decisión de militar en el radicalismo, abundan los relatos que vinculan su compromiso partidario a la genealogía de sus familias o a su socialización primaria: la familiaridad desde la infancia con los comités barriales en los que militaban sus padres; el inicio de la militancia juvenil en un comité de la mano de un padre o abuelo radical; la lectura de libros canónicos de la historiografía radical -de Gabriel del Mazo o Félix Luna-, facilitados por un pariente o encontrados en la biblioteca de sus casas; estudiantes hijos de radicales llegados de otras provincias que encuentran en la agrupación universitaria Franja Morada un espacio familiar donde iniciar su militancia, y la afiliación al partido al cumplir los 16 o 18 años como una suerte de «rito de pasaje» esperado, entre otras historias de pertenencia al radicalismo que se remontan, algunas veces, a dos o tres generaciones. Cuando, en sus narrativas, se refieren al contexto que marcó sus inicios como militantes, suelen remitirse a aniversarios y acontecimientos de la vida partidaria -principalmente, la muerte de Raúl Alfonsín y los aniversarios del retorno democrático-, dando cuenta de una politización menos sensible a la coyuntura, que se sostiene sobre un vínculo afectivo con el partido (Grandinetti, 2021a).

La ucr brinda, a su vez, ámbitos de sociabilidad, como los comités barriales, en los que la cultura partidaria y sus tradiciones se reproducen intergeneracionalmente y entre pares. En la convivencia en estos ámbitos, así como mediante distintas actividades de formación, el radicalismo emprende esfuerzos organizacionales para la socialización política de sus nuevos militantes. Para quienes no provienen de familias radicales -generalmente, reclutados en las agrupaciones universitarias del partido-, los comités son el espacio donde adquieren marcos interpretativos y repertorios de acción asociados a la cultura política radical. Allí, en locales nombrados en homenaje a figuras o acontecimientos históricos del partido, con paredes habitualmente repletas de iconografía y fotos que remiten a esa historia en común, participan de charlas y encuentros en los que se revisa y transmite la historia del partido. En la actividad política cotidiana de los comités adquieren saberes y destrezas propias del histórico «oficio» del militante radical porteño: las campañas de afiliación, el sostenimiento del vínculo personal con los afiliados del barrio, los llamados telefónicos o recorridas presenciales por sus casas para convocarlos a votar en las internas o a participar de actividades en el comité, o las negociaciones de listas internas entre comités de distintas líneas en una misma comuna (Grandinetti, 2021b).

Sin embargo, el partido no solo moviliza recursos simbólicos e incentivos identitarios y comunitarios. El radicalismo cuenta, además, con recursos organizacionales que brindan incentivos para involucrarse activamente en la vida interna del partido. La ucr cuenta con una vitalidad sostenida, principalmente, por una estructura de comités barriales en torno a los cuales se organiza la competencia intrapartidaria mediante elecciones de afiliados o la negociación de listas de unidad entre comités de una misma comuna. La existencia de un cursus honorum informalmente institucionalizado, que supone el inicio de las carreras en las organizaciones juveniles o estudiantiles del partido y la participación en los comités barriales, desde los cuales se disputan puestos en las listas para cargos internos en el nivel territorial más bajo -las comunas-, brinda incentivos de status (Panebianco, 1988) para involucrarse activamente en la vida interna del partido. La jr no solo tiene una estructura de cargos muy extensa elegida mediante el voto de los afiliados menores de 30 años -que replica a la de la ucr-, sino que cuenta además con representantes propios en los órganos de conducción del partido. Así, la militancia juvenil radical no solo se identifica afectivamente con el radicalismo y su cultura, y encuentra espacios de sociabilidad donde establecer lazos perdurables, sino que se encuentra incentivada a invertir en la competencia intrapartidaria, participar activamente de sus comités, integrar listas internas y hacer carrera dentro de la ucr. Esta vitalidad de la organización implica que sus militantes están especialmente interesados en reproducir sus instituciones formales e informales, invirtiendo en el juego interno del partido en vistas a desarrollar sus propias carreras (Grandinetti, 2021b). La existencia de mecanismos formales de participación para las bases -que, a través del voto de delegados, inciden sobre la selección de autoridades y la toma de decisiones sobre, por ejemplo, las estrategias electorales- da a sus militantes también un sentido de la eficacia (Bentancur et al., 2019) que funciona como incentivo para su participación.

La inserción histórica del radicalismo en la uba, a través de organizaciones estudiantiles integradas formalmente al partido, con representantes propios en la organización partidaria, brinda otro canal mediante el cual la ucr porteña recluta y socializa a sus militantes juveniles (De Luca, 2019). En consecuencia, un tercer elemento central para la supervivencia de la militancia juvenil radical de la caba es su inserción en la principal universidad pública argentina; no solo como recurso organizacional y social -como ámbito de reclutamiento y sociabilidad de sus militantes juveniles-, sino también como fuente de recursos materiales que, en un partido fuera del gobierno, permiten retribuir, a través de puestos de trabajo y manejo de fondos, a sus militantes y dirigentes. La uba funcionó, además, como un «refugio» político e institucional para un partido local en crisis luego de 2001. Fue desde la vida político-asociativa de la universidad que se produjo una renovación de la dirigencia partidaria local y la recomposición de una organización fuertemente debilitada (Grandinetti, 2020). Así, la línea interna que conduce la ucr porteña y su juventud -la llamada «cantera popular»- nace del seno de la vida política universitaria. Sus dirigentes acumularon capital político en la uba -en especial, en la Facultad de Ciencias Económicas- para invertirlo luego en la interna partidaria a través de la apertura de nuevos comités barriales y la participación de sus militantes universitarios en la vida partidaria.

Como resultado de los recursos de su configuración socio-organizacional que moviliza y el tipo de incentivos que distribuye, la ucr produce y reproduce militantes creyentes (Panebianco, 1988) y organizadores (Han, 2014), es decir, involucrados culturalmente con el partido y orientados al sostenimiento de la vida interna de la organización. Se trata de militantes que participan activamente de ámbitos de sociabilidad intrapartidarios como los comités barriales y las agrupaciones universitarias, desde los cuales intervienen en la competencia interna y llevan cursus honorum partidarios que, informalmente, son un requisito para el desarrollo de sus carreras políticas ulteriores. En esos ámbitos, además, el radicalismo reproduce una identidad y cultura partidarias con las que, frecuentemente, sus militantes juveniles han tenido un vínculo familiar temprano. El tipo de recursos de la configuración socio-organizacional de la ucr permite, así, mantener una militancia juvenil aun cuando el partido no brinde, como en las últimas décadas, grandes proyecciones de carrera o de inserción en el Estado. El alto grado de institucionalización formal e informal del partido, la sedimentación y transmisión intergeneracional de su cultura política, la rutinización de sus repertorios y el peso de la sociabilidad intrapartidaria hacen, a su vez, a esta militancia poco abierta a la innovación y la adaptación de su tradicional formato de militancia, ligado a prácticas de una organización configurada, en sus fundamentos, hace más de un siglo.

4. Construcción de la militancia juvenil del pro: gestión, antikirchnerismo y sociabilidad católica

¿Cómo construye el pro, un partido nuevo que no hereda estructuras de movilización previas y pretende rechazar las identidades y las formas de sociabilidad tradicionales de los partidos argentinos, una militancia juvenil? ¿Cómo moviliza recursos acumulados en su corta trayectoria para producir y reproducir militantes?

En primer lugar, la llegada al gobierno local en 2007, en pleno proceso de construcción partidaria, resultó clave en el desarrollo de esta militancia. La heterogeneidad política y la competencia horizontal informal de las élites locales del pro favorecieron el desarrollo de una militancia juvenil desde el Estado en los años formativos del partido. Muchos dirigentes, desde cargos públicos, invirtieron recursos estatales en la formación de agrupaciones propias de militancia juvenil como estrategia de acumulación de capital político y visibilidad interna. Entre 2007 y 2015 se formaron nueve agrupaciones juveniles, afincadas en oficinas del Estado local y ligadas a los funcionarios a cargo. A los incentivos de la competencia horizontal se le sumaron los desafíos y exigencias de la gestión en el ejecutivo: contar con empleados involucrados partidariamente se convirtió, en los primeros años de la gestión, en un activo valorado por funcionarios que, en muchos casos, no tenían trayectorias previas ni redes formadas en el ámbito público. Así, a través de sus cuadros dirigentes, el pro reinvirtió, en sus primeros años de gobierno porteño, recursos estatales para el desarrollo organizativo y de militancia, aunque como parte de estrategias personales, descentralizadas e informales.

Estas agrupaciones de militancia juvenil nacidas en ministerios y despachos en los inicios del partido -y nucleadas desde 2010 en la organización jpro- han servido tanto para el reclutamiento partidario de jóvenes que ya formaban parte de la planta estatal como para la retribución de militantes reclutados en otros ámbitos. Las oportunidades de carrera -política y laboral- que se abren para quienes se involucran en ellas brindan un importante incentivo que nutre las filas de jpro en la caba. Las oficinas públicas se convierten, además, en un ámbito de sociabilidad en el que se afianzan lazos entre pares, y el solapamiento entre militancia y trabajo contribuye a formar incentivos comunitarios e identitarios (Panebianco, 1988) en torno a la defensa de la gestión y, por ende, del trabajo cotidiano propio y del grupo político de pertenencia.

Por otra parte, la temprana llegada al gobierno les proporciona a militantes de un partido nuevo sin una cultura política sedimentada repertorios y marcos interpretativos centrados en un ethos del hacer (Vommaro, 2017b). La idea de una «nueva política» y el rechazo de las «ideologías» y las identidades políticas tradicionales se engarzan con repertorios de acción que tienen como eje la gestión y, en muchas oportunidades, son llevados adelante desde el Estado (Grandinetti, 2023). El desempeño laboral dentro del gobierno local les permite a estos jóvenes enmarcar su militancia partidaria en un ideal de la política entendida como «resolución de problemas concretos» y presentarse a sí mismos como «hacedores» capaces de deshacerse de las «mochilas del pasado».

A diferencia de la juventud del radicalismo, cuya politización es menos sensible a la coyuntura, la movilización e ingreso a la militancia de la juventud del pro está fuertemente asociada a su oposición al kirchnerismo. Así, el antikirchnerismo es uno de los principales recursos simbólicos del partido, del que se vale para reclutar y movilizar a sus militantes juveniles. Ante la ausencia de una identidad partidaria consolidada, configuran una identidad adversarial, en un contexto de alta movilización y polarización política. Así, en las narrativas de nuestros entrevistados de jpro acerca de los inicios de su compromiso político entre 2003 y 2015, la «indignación» ante los gobiernos kirchneristas, caracterizados como «corruptos», «mentirosos», «ideologizados» o «paternalistas», aparece como aquel afecto moral que los mueve a involucrarse en el pro, al que ingresan generalmente por su carácter opositor. Sus primeras experiencias en movilizaciones suelen ser contra el gobierno de Cristina Kirchner; en especial, a partir del «conflicto del campo» en 2008 y durante la serie «cacerolazos» opositores iniciados con la marcha del «8N» en 2012, que se repitieron con cierta frecuencia en los años siguientes (Grandinetti, 2021a).

El pro no posee ámbitos de sociabilidad intrapartidaria significativos como el radicalismo. Los locales partidarios son pocos, tienen escasa actividad y, generalmente, vidas efímeras y de baja relevancia en el quehacer del partido y su juventud. Los repertorios y marcos interpretativos de su militancia, por otra parte, se encuentran poco rutinizados y tienden a ser fluidos. Por ello, jpro es una organización más permeable a los bagajes socioculturales de sus militantes. Su medio social se conforma a partir de las redes informales de su núcleo de militantes, vinculadas mayormente a sus trayectorias socioeducativas en instituciones católicas de sectores medio-altos y altos de la región metropolitana de Buenos Aires. En este sentido, los ámbitos de sociabilidad extrapartidarios del mundo católico en los que muchos militantes porteños de jpro se socializan y son reclutados ocupan un lugar central en la configuración de sus prácticas. Las experiencias previas o paralelas de la militancia en voluntariados católicos son recuperadas por jpro y puestas al servicio del reclutamiento, la socialización política y la militancia territorial del partido. Mediante la replicación de repertorios de «voluntariado solidario» dentro del partido, sus militantes juveniles entran en contacto con territorios ajenos a su experiencia social más inmediata -barrios populares de la caba o localidades rurales del interior del país- y logran reclutar a otros jóvenes voluntarios, en un principio, renuentes a participar en un partido político pero familiarizados con los voluntariados en instituciones católicas y ong (Grandinetti, 2019a). Dentro del mundo católico, además, los vínculos informales pero perdurables de militantes y dirigentes del pro con la Universidad Católica Argentina (uca) le proporcionan a la organización juvenil otro canal de reclutamiento de jóvenes militantes, al mismo tiempo que les permite a algunos de ellos capitalizar dentro del partido sus trayectorias previas o simultáneas como representantes en los centros estudiantiles de esta universidad. Por ejemplo, desde la formación del partido hasta 2019, nueve militantes de jpro presidieron los centros de estudiantes de la Facultad de Derecho de la uca; siete de ellos ocupaban, en 2019, cargos en la función pública (Grandinetti, 2019b).

Como resultado de los recursos que moviliza y los incentivos que ofrece, el pro produce y reproduce militantes para quienes la gestión local ocupa un lugar central: como aglutinadora de sus prácticas partidarias, como ámbito de sociabilidad y como lugar para la construcción de grupos internos de militancia juvenil. La gestión local es, en este contexto, el espacio más estable de encuentro y acción. Lejos de estructurarse según un cursus honorum de cargos partidarios internos, como en la ucr, las carreras de la militancia juvenil del pro se organizan a partir del acceso a puestos de trabajo en la administración local. La perspectiva de desarrollo de carreras profesionales se presenta como uno de los principales incentivos y retribuciones para una militancia que, retomando las categorías de Panebianco (1988), se acerca más al modelo del arribista.

La vida interna de la organización, en cambio, ocupa un lugar secundario. No se trata de una militancia orientada a sostener la organización ni que invierta en su reproducción. En términos de Han (2014), el pro moldea un formato de militancia más cercano al movilizador que al organizador, que mejor describía al militante radical. Las campañas electorales son, en este sentido, los momentos de mayor intensidad militante y ocupan una gran relevancia en los quehaceres de esta organización. Aun así, debido al manejo altamente centralizado y profesionalizado de las campañas en el pro, su capacidad de incidencia en las actividades proselitistas es escasa, y su rol, auxiliar (Grandinetti, 2020). Sin embargo, la ausencia de una cultura política estable y de instituciones formales le brinda a esta juventud, fuera del contexto de campaña, una mayor flexibilidad para incorporar repertorios de sus mundos sociales de pertenencia (Vommaro, 2017b) y, por lo tanto, para dar forma a sus prácticas de militancia.

5. Conclusiones

En los apartados anteriores nos hemos ocupado de las formas en las que dos partidos políticos de la centro-derecha argentina producen y reproducen militancias juveniles en la caba. Mediante el estudio relacional e integrado de los rasgos organizacionales, sociales y culturales de estos partidos, dimos cuenta de la diversidad de recursos mediante los cuales se moldean formatos disímiles de militancia juvenil.

Argumentamos que el radicalismo se vale de recursos de su configuración socio-organizacional, acumulados en una larga historia partidaria y que suponen esfuerzos sostenidos en el tiempo, para desarrollar una militancia orientada a la reproducción de la vida interna de la organización y de su cultura. Hemos destacado la centralidad que adquiere la transmisión intergeneracional de su identidad y cultura partidaria, tanto en las familias radicales como en los comités barriales, en el establecimiento de un vínculo afectivo de los militantes con el partido, que brinda fuertes incentivos identitarios y comunitarios para la participación y permanencia en la ucr. Mostramos, además, cómo sus instituciones formales -competencia interna estructurada territorialmente mediante el voto de afiliados- e informales -cursus honorum en cargos intrapartidarios- contribuyen a moldear una militancia juvenil comprometida con la reproducción de la vida interna del partido. Vimos, finalmente, que el histórico enraizamiento de la ucr en la uba le brinda, a través de sus organizaciones universitarias, un ámbito de reclutamiento de militantes juveniles, así como acceso a recursos materiales y la posibilidad para sus militantes de acumular un capital político movilizable, también, en la vida interna del partido.

Por otra parte, hemos argumentado que los recursos mediante los cuales el pro produce y reproduce a su militancia juvenil, en cambio, deben más a su temprana llegada al gobierno local y al aprovechamiento de la coyuntura sociopolítica que a inversiones de largo plazo, la producción de una cultura política estable o enraizamientos sociales institucionalizados. La gestión en el gobierno local no solo aglutina sus prácticas y la producción de sentido en torno a ellas, sino que se presenta, además, como el ámbito más relevante de acción y encuentro militante, y como la plataforma para un desarrollo organizativo informal desde el cual se reclutan y retribuyen militantes juveniles. Ante la labilidad de su identidad política, la movilización antikirchnerista resulta uno de sus principales recursos simbólicos, mientras muchos de sus repertorios y marcos interpretativos son recuperados de los ámbitos de sociabilidad extrapartidarios de sus militantes, especialmente de voluntariados de instituciones católicas de sectores medio-altos y altos que integran el medio social de esta organización.

La militancia juvenil radical, mientras cumple un papel fundamental en mantener viva la organización a través del trabajo cara a cara con los afiliados, el activismo durante las elecciones internas y el sostenimiento cotidiano de la estructura de comités barriales y del enraizamiento en la universidad, presenta dificultades para atender el vínculo con votantes desfidelizados y ajenos a los asuntos de la vida partidaria. La militancia del pro, en cambio, se muestra más abierta a incorporar repertorios fuera del acervo tradicional de los partidos y a funcionar como una pieza auxiliar eficiente en campañas electorales profesionalizadas. Se trata, además, de una militancia involucrada política y laboralmente en la gestión local. Sin embargo, la mayor dependencia de recursos estatales, la falta de autonomía respecto a los dirigentes mayores y el carácter adversarial de sus identificaciones suponen desafíos para la reproducción de esta militancia juvenil en un contexto hipotético en que el pro se encuentre fuera del gobierno local y la polarización política se morigere.

Los hallazgos de nuestra investigación sugieren, con las limitaciones y las virtudes propias de un estudio de casos, relaciones relevantes entre los atributos organizacionales, sociales y culturales de los partidos -sus configuraciones socio-organizacionales-, y las formas de militancia a las que dan lugar. Se necesitan aún estudios comparativos de mayor alcance sobre militancias de partidos nuevos y tradicionales en la región para avanzar hacia inferencias causales y argumentos generales capaces de viajar entre contextos nacionales. Por otra parte, los estudios sobre coaliciones han abordado poco la dimensión organizacional interna de los partidos aliados. El caso de la alianza pro-ucr en la caba, formada recién en 2019, abre la oportunidad de estudiar, en trabajos futuros, la convivencia de militancias partidarias en una coalición socio-organizacionalmente heterogénea y las condiciones que hacen posible la perdurabilidad e institucionalización de estas coaliciones en el nivel local y entre sus bases.

Para concluir, la capacidad de los partidos para renovar generacionalmente a sus miembros, reclutar y socializar políticamente a nuevos militantes resulta crítica no solo para su resiliencia, sino también para la representación democrática. Las condiciones en las que se involucran las generaciones más jóvenes y los modos en los que los partidos se proponen reclutarlas, organizarlas y movilizarlas -en definitiva, nuestro objeto aquí- reviste un interés no solo teórico y empírico, sino también práctico, en una coyuntura en la que la confianza en las instituciones democráticas parece resquebrajarse.

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Nota: El autor es el único responsable del artículo.

Disponibilidad de datos: El conjunto de datos que apoya los resultados de esta investigación no se encuentran disponibles

1Las comunas son las unidades descentralizadas de gestión político-administrativa de la caba.

2La coalición electoral y legislativa entre estos partidos en la caba se conformó recién en 2019.

3En 2008, durante la presidencia de Cristina Kirchner, las organizaciones patronales agropecuarias hicieron un lockout de cuatro meses contra la aplicación de un sistema móvil de retenciones a la exportación de granos.

Nota: Este artículo fue aprobado por los editores de la revista Dra. Verónica Pérez y Dr. Diego Luján

Recibido: 19 de Abril de 2023; Aprobado: 04 de Octubre de 2023

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