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Revista Uruguaya de Ciencia Política

Print version ISSN 0797-9789On-line version ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.24 no.1 Montevideo July 2015

 

LA DIMENSIÓN IDEOLÓGICA DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS EN EL GOBIERNO DE SEBASTIÁN PIÑERA*

 

The Ideological Dimension of Public Policies in Sebastián Piñera’s Government

 

Sofía Schuster y Fortunato Morales**

 

Resumen: En el año 2010, tras el triunfo electoral de Sebastián Piñera, se abre un nuevo ciclo político en Chile, caracterizado por el regreso de la centroderecha al Palacio de La Moneda por la vía democrática y el término de veinte años de gobiernos de centroizquierda. En este sentido, la investigación identifica los elementos ideológicos presentes en las políticas públicas implementadas durante el gobierno de Sebastián Piñera.

 

Palabras clave: Chile, gobierno, ideología, políticas públicas, Sebastián Piñera

 

Abstract: In 2010, the electoral victory of Sebastián Piñera opened a new political cycle in Chile, characterized by the return of the center-right to the exercise of power by democratic means and the end of twenty years of center-left governments. In this regard, the investigation identifies the ideological elements present in the public policy implemented during Sebastian Piñera’s government.

 

Keywords: Chile, government, ideology, public policy, Sebastian Piñera

 

 

 

1.     Introducción

 

En el año 2010, tras el triunfo electoral y el consecuente ascenso al poder de Sebastián Piñera, se abre un nuevo ciclo político en Chile, caracterizado por el regreso de la centroderecha al Palacio de La Moneda[1] por la vía democrática y el término de veinte años de gobierno de la Concertación.

Piñera llegó al gobierno apoyado por la “Coalición por el Cambio”, pacto electoral conformado por partidos políticos de centroderecha (Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente) y un sector liberal escindido de la Concertación, el movimiento Chile Primero.[2]

Durante la campaña y ya en el ejercicio del poder, el eslogan que reflejaba el proyecto político del nuevo gobierno fue: “La Nueva Forma de Gobernar”, a fin de poner en valor la oportunidad que significaba para el país la alternancia en el poder[3] y para reforzar la distancia con los gobiernos de la Concertación.

El ascenso de Piñera al poder planteó presumibles modificaciones en la agenda programática y decisional (Kingdon 1995) de las políticas públicas que tradicionalmente han defendido gobiernos de centroderecha.  En este sentido, resulta interesante rastrear aquellos elementos que constituyen la matriz ideológica del proyecto político del gobierno de Sebastián Piñera, realizando para esto un análisis de las políticas públicas contenidas tanto en su agenda programática como en su agenda decisional. Sobre todo, considerando que el ejercicio del gobierno sufrió una importante influencia de su entorno, determinado por la explosión de diversos movimientos sociales, entre los que destaca el movimiento estudiantil del año 2011.

Lo anterior hace surgir las siguientes preguntas de investigación: ¿Cuáles son los elementos ideológicos que constituyen la denominada “Nueva Forma de Gobernar” que tiene su expresión en las políticas públicas implementadas durante el gobierno de Sebastián Piñera? ¿Cómo se vieron modificados los elementos ideológicos que constituyen la denominada “Nueva Forma de Gobernar” al momento de enfrentar las movilizaciones sociales más masivas experimentadas desde el regreso de la democracia en Chile?

Ante dichas preguntas, el análisis crítico de discurso (ACD) permite identificar, entre otros elementos, los actos de habla de los actores (acciones lingüísticas que tienen efectos performativos sobre la realidad), los referentes del discurso (personajes o instituciones como apoyo discursivo a las ideas instaladas o como objeto preferente de crítica) y, finalmente, el uso del léxico y conceptos claves (categorías y lenguajes priorizados en desmedro de otras construcciones discursivas que permiten orientar al interlocutor hacia el cuadrado ideológico del actor). En ese sentido, el presente trabajo evita formular un análisis de las políticas públicas desde los enfoques teóricos predominantes: modelos pluralistas y neo pluralistas (Truman 1964; Lindblom 1977 1991); de elección racional (Mueller 1979; Tullock 1957; Niskaenen 1971) o neo institucionalistas (Taylor 1996; North 1998).

El artículo se estructura considerando en primer lugar una revisión de los elementos teóricos que guían la reflexión (discurso, poder, ideología y políticas públicas); luego presenta una breve explicación de la metodología utilizada, el análisis de los discursos; y, finalmente, un apartado con las principales reflexiones del trabajo.  

 

2.     Aproximaciones conceptuales

 

2.1 Ideología

 

El concepto de ideología ha sido profusamente tratado por diversos autores. En este sentido, resulta imposible eludir lo desarrollado por Gramsci, quien indica que las ideologías deben considerarse como fuerzas activamente organizativas que son psicológicamente ‘válidas’, y que moldean el terreno en el cual hombres y mujeres actúan, luchan y adquieren conciencia de sus situaciones sociales (Gramsci 1970).

Eagleton, por su parte, define ideología como el: “Proceso de legitimación del poder de un grupo o clase social dominante. Específicamente, la ideología puede conceptuarse como conjuntos unificadores, orientados a la acción, racionalizadores, legitimadores, universalizadores y naturalizadores” (Eagleton 1997: 71).  

En una línea similar, se encuentran los aportes de Zizek. El autor explicita que la ideología:

 

“en su dimensión básica es una construcción de la fantasía que funge de soporte a nuestra "realidad": una "ilusión" que estructura nuestras relaciones sociales efectivas, reales y por ello encubre un núcleo insoportable, real, imposible (conceptualizado por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe como "antagonismo": una división social traumática que no se puede simbolizar). La función de la ideología no es ofrecernos un punto de fuga de nuestra realidad, sino ofrecernos la realidad social misma como una huida de algún núcleo traumático, real” (Zizek 2003b: 76).

 

La ideología la conceptualiza entonces como un proceso de producción de prácticas y sentidos cuya función es la producción y legitimación de las relaciones de poder. El análisis ideológico remite entonces a prácticas que son mediatizadas por el discurso. En esta línea, distingue al menos tres espacios en donde la ideología se desenvuelve: la ideología “en sí”, la ideología “para sí” y  la ideología como “reflejo sobre sí misma”.

Respecto de la  ideología “en sí” señala que corresponde a“…una doctrina, un conjunto de ideas, creencias, concepto (…) destinado a convencernos de su “verdad”, y sin embargo, al servicio de algún interés de poder inconfeso.” (Zizek 2003a: 17). Se trata de aquel relato utópico que va configurando la ideología. Habermas puede incluirse dentro de este espectro de pensadores, quien analiza la distorsión y/o falsedad de una estructura ideológica con el criterio de la argumentación racional no coercitiva (Zizek 2003a).

En tanto, el concepto de ideología “para sí”, se relaciona con la dimensión material de la misma, son aquellas “…prácticas ideológicas, rituales e instituciones (…) corresponde a los mecanismos mismos que generan la ideología…” (Zizek 2003a: 20).

La noción de ideología como “reflejo de sí misma”, corresponde a la desintegración, la autolimitación y la auto-dispersión de la noción de ideología. Es decir, “...la ideología ya no se concibe como un mecanismo homogéneo que garantiza la reproducción social, como el “cemento” de la sociedad (…) se transforma en una serie de procedimientos heterogéneos y relacionados vagamente unos con otros cuyo alcance es estrictamente localizado“ (Zizek 2003a: 23).

De esta forma, la ideología como proceso de legitimación del poder puede materializarse en políticas públicas, ya que éstas son en sí mismas la expresión de una determinada doctrina y creencias respecto a cómo debe irse modelando la sociedad[4]; además presentan una dimensión material, tanto porque se traducen en determinadas prácticas o porque generan instituciones que van otorgándole valor y estabilidad en el tiempo.

2.2 Políticas públicas

En este punto, cabe mencionar la diferencia entre política y políticas públicas: “…mientras la política es un concepto amplio, relativo al poder en general, las políticas públicas corresponden a soluciones específicas de cómo manejar los asuntos públicos.” (Lahera 2006:75). Por su parte, Oszlack y O ‘Donnell las definen como: “conjunto de acciones y omisiones que manifiestan una determinada modalidad de intervención del estado en relación con una cuestión que concita la atención, interés o movilización de otros actores en la sociedad civil.“ (Oszlack y O ‘Donnell 1981: 113). En este contexto, vale la pena explicar las diversas agendas en las que se puede encontrar una política pública, las que pueden modificarse de acuerdo a los contextos sociales y las ventanas de oportunidad que se generen en un determinado momento.

Cobb y Elder hacen esta distinción y señalan que la agenda pública o sistémica “está integrada por todas las cuestiones que los miembros de una comunidad política perciben comúnmente como merecedoras de la atención pública y como asuntos que caen dentro de la jurisdicción legítima de la autoridad gubernamental existente” (Cobb y Elder 1972: 17). Por su parte, Luis Aguilar define la agenda gubernamental como “el conjunto de asuntos explícitamente aceptados para consideración seria y activa por parte de los encargados de tomar las decisiones” (Aguilar 1994:15).

La agenda pública, a diferencia de la agenda gubernamental, se inclina a ser más general y abstracta; los asuntos presentan una formulación genérica y aún se encuentran en su fase de formación de una problemática que afecta a un grupo considerable de personas. Por su parte, la agenda gubernamental tiende a ser más acotada, específica y concreta. En tanto, la agenda decisional se compone de aquellos temas que están siendo considerados para una toma de decisión en un momento en particular (Kingdon 1995).

A continuación se presenta un esquema de éstas:

De esta forma, el cómo los temas que son incluidos o excluidos de la agenda decisional, y a su vez, cómo son priorizados, son consecuencia tanto de la ideología que las sustenta, como el de los procesos sociales (contexto) en los que se inserta dicho proceso. 

2.3  Discurso y poder

Reconocer los elementos ideológicos que están presentes en una determinada agenda de políticas públicas precisa de un enfoque y metodología específicos que permitan identificarlos. Una forma posible es a través del discurso.

El discurso, en sentido amplio, se compone tanto de lenguaje como de las prácticas de los actores. En palabras de Laclau y Mouffe, la noción de discurso implica aceptar que “todo objeto se constituye como objeto de discurso… Los elementos lingüísticos y no lingüísticos no están meramente yuxtapuestos, sino que constituyen un sistema diferencial y estructurado de posiciones” (Laclau y Mouffe 1987: 183-184).

El discurso permite reconocer la cosmovisión de quien comunica, sus intereses y su ideología (Güemes y Fuentes 2010). Así, el discurso no sólo refleja la forma en cómo un actor pone de manifiesto una determinada idea, no es un “mero vehículo de comunicación”, sino que refleja “las relaciones de poder  como producto de la construcción histórica” (Bourdieu y Wacquant 2005: 205-206). El discurso, en consecuencia, debe ser comprendido como un hecho comunicativo completo y complejo dentro de un contexto social determinado.

 

Esto ya lo había señalado con anterioridad Foucault, indicando que el discurso refleja en su esencia las relaciones de poder en que los actores están insertos así como las formas desde las que “leen” el mundo. En sus palabras:  

 

El discurso, por más que en apariencia sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre él, revelan muy pronto, rápidamente, su vinculación con el deseo y con el poder. Y esto no tiene nada de extraño: ya que el discurso (…) no es simplemente lo que manifiesta (o encubre) el deseo; es también lo que es el objeto del deseo; y ya que —esto la historia no cesa de enseñárnoslo— el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse (Foucault, 1992: 6).

 

El discurso, por tanto, tiene la capacidad de determinar patrones dominantes de cada época, encuadrando el campo de lo verdadero, lo creíble y lo aceptable, al momento que legitima la racionalidad hegemónica (Foucault 2001).

A lo anterior se debe que “una parte sustancial de las ciencias sociales desde la segunda mitad del siglo XX empieza a girar en torno a lo discursivo y junto con ello se van acentuando las dudas acerca del sujeto, de la razón, de las identidades esenciales y de la determinación económica” (Larraín 2010: 05).  En este contexto, un importante número científicos sociales consideran necesario volver al estudio del lenguaje como medio de construcción/comprensión del mundo y al entendimiento del discurso como objeto transversal de todas las disciplinas de las ciencias humanas. En este punto se encuentran tres desarrollos fundamentales: i) la obra de Wittgenstein, ii) los aportes del giro lingüístico y iii) los trabajos de la escuela de Frankfurt y Habermas (Pardo 2007: 15).  

En el amplio desarrollo de los estudios del discurso (que ponen su foco de atención en el uso del lenguaje en contexto, reconociendo la tríada sujeto-uso-contexto), surge el Análisis Crítico del Discurso (ACD) como punto de inflexión (Martin 2002: 4) como causa y efecto de dos hechos clave: (i) el cuestionamiento del quehacer y del valor de la verdad del ejercicio científico y (ii) la profunda transformación de los medios de comunicación y su incidencia en los fenómenos sociales y políticos.  

En otras palabras, se cuestiona la razón objetiva y universal que utiliza métodos positivistas, entendiéndola ahora como “otra forma social de reproducir y perpetuar relaciones de poder” (Pardo 2007: 15). En este contexto, si se comprende que “…el discurso no es, simplemente, un conjunto de herramientas abstractas usadas para establecer o describir la realidad, sino que se usa esencialmente para transformar ciertos (…) acontecimientos en la sociedad…” (Pardo 2007: 32), resulta pertinente utilizar el análisis crítico de discurso como enfoque analítico en este estudio.

Es posible reconocer diferentes enfoques dentro del ACD, entre los que destacan: la lingüística crítica (interesada en estudiar las repercusiones ideológicas de las estructuras gramaticales o las estrategias de caracterización léxica), la socio-semiótica (enfocando su estudio a la dimensión simbólica de los procesos de comunicación); la escuela francesa (que propulsó la investigación de la relación lenguaje-ideología); el enfoque socio-cognitivo de van Dijk y el método histórico-discursivo trabajado por Ruth Wodak (de la Fuente 2001-2002: 408).

El ACD cuenta con un marcado compromiso sociopolítico, puesto que está buscando construir “una sociedad distinta a través de la observación de las expresiones y configuraciones discursivas de dominación, discriminación, control y poder existentes” (Wodak y Meyer 2003: 16), haciendo el contrapunto con la razón objetiva y universal que utiliza métodos positivistas. Es así como cobra importancia tanto lo expresado, como lo no dicho (lo que no aparece en el discurso genera tanto significado como lo que está explícito en él). Asimismo, presenta una marcada tendencia metodológica interdisciplinaria, debido a la necesidad de integrar conocimientos de otras disciplinas para entregar una mirada más completa de su objeto de estudio.

De esta forma, el discurso como objeto de estudio puede definirse como “hacer-decir social aprehensible en la interacción comunicativa, que tiene la potencialidad de materializar y movilizar la diversidad de formas de representar la realidad” (Wodak y Meyer 2003: 41). Complementariamente, “el discurso puede comprenderse como un complejo conjunto de actos lingüísticos simultáneos secuencialmente interrelacionados, actos que se manifiestan a lo largo y ancho de los ámbitos sociales de acción…”(Wodak y Meyer 2003: 170).

Por su parte, Van Dijk define discurso como “…un acontecimiento comunicativo que sucede en una situación social, presenta un escenario, tiene participantes que desempeñan distintos roles, determina acciones, etc.” (Van Dijk 2006: 50). Con esto se asume al discurso como parte de una estructura cognitiva, donde no solamente se incluyen las interacciones verbales y sociales, sino también representaciones de carácter cognitivo y estrategias involucradas durante la producción o comprensión del discurso (Van Dijk 1989).

Consecuentemente, y aunque “el sistema de la lengua aparece para cualquier conciencia individual como un hecho externo y objetivo, y que es independiente de ésta” (Voloshinov 1976: 99), para comprender los sentidos de un discurso es preciso considerar con especial cuidado el contexto donde éste se produce y re-produce; en palabras del autor: “…la tarea de la comprensión, en general, no se reduce al reconocimiento de una forma aplicada, sino a su comprensión precisamente en un contexto dado y concreto…” (Voloshinov 1976: 99).

Un desarrollo teórico más reciente en relación al discurso y su relación con las instituciones y las políticas públicas es el presentado por la autora estadounidense Vivien Schmidt, quien formula la noción de institucionalismo discursivo (ID), el cual se erige como el cuarto “nuevo institucionalismo“ (sumándose al institucionalismo histórico, institucionalismo sociológico y rational choice).

Schmidt sostiene que los “nuevos institucionalismos” explican la continuidad y no los cambios a nivel institucional, al considerar las instituciones como estáticas e identificando como factor del cambio a elementos de carácter externo (Schmidt 2010). El ID, en tanto, como ´concepto paragua´ (umbrella concept) permite utilizar las ideas y el discurso para explicar el cambio (y la continuidad) en la arena política en un contexto institucional (Schmidt 2010), reconociendo el contenido sustantivo de las ideas y el proceso interactivo mediante el cual las ideas son expresadas e intercambiadas a través del discurso (Schmidt 2010).

En este sentido, el ID reconoce que las instituciones no son estructuras que modelan a los actores (ya sea con incentivos racionales, por caminos históricos, o marcos culturales), sino que entiende las instituciones como estructuras que, simultáneamente, constriñen y permiten construcciones de significado. Así, posibilitan a los actores comunicar críticamente ideas sobre dichas instituciones para cambiarlas o mantenerlas (Schmidt 2010).

La autora, por tanto, identifica dos dimensiones de ideas y discurso: una dimensión sustantiva y una dimensión interactiva. La dimensión sustantiva puede ser categorizada, de acuerdo a los niveles de generalidad, en políticas públicas, ideas programáticas e ideas filosofías.

 

Las ideas filosóficas están en el nivel más profundo e incluyen cosmovisiones, ideologías, principios filosóficos, valores normativos, o discursos que sustentan el entendimiento de los individuos y la sociedad respecto a cómo funciona el mundo y, por ende, las acciones apropiadas en dicho mundo (Schmidt 2010). En tanto, las ideas programáticas se encuentran en un nivel intermedio y consideran definiciones de problemas o marcos analíticos que constituyen los programas de política pública, un listado de prescripciones, instrumentos y objetivos de política pública (Schmidt 2010). Finalmente, las ideas de política pública están en el nivel más inmediato y son ideas contenidas en políticas específicas, normas, valores, y discurso político aplicado a situaciones particulares que cambian rápidamente cuando emergen nuevas agendas y se abren nuevas ventanas de oportunidad  (Schmidt 2010).

 

 

La dimensión interactiva, por otro lado, permite clasificar el discurso en coordinador y comunicativo. El primero se desarrolla en la esfera coordinadora de las políticas públicas e incluye a la amplia gama de actores comprometidos con la elaboración de éstas. El segundo se desarrolla en la esfera comunicativa y considera la amplia gama de actores políticas que dan a conocer las ideas desarrolladas en el contexto del discurso coordinador a la ciudadanía para su deliberación y legitimación (Schmidt 2010).

 

 

3.     Consideraciones metodológicas

 

El presente estudio utiliza el análisis crítico del discurso (ACD) y el institucionalismo discursivo (ID) como enfoques de análisis, permitiendo evidenciar aquellos elementos ideológicos presentes en las agendas de políticas públicas.

Ambos enfoques permiten comprender las motivaciones y comportamientos de los actores al emitir sus discursos y analizar su relación con las ideologías que los sustentan. Así, el ACD pone el foco de atención en los actos de habla de los actores; la selección y uso estratégico del léxico; y los ejes de inclusión/exclusión (ellos vs. nosotros). Todas estas dimensiones permiten configurar el cuadro ideológico (van Dijk 1996, 2005) de los actores que emiten discursos públicos. Vale la pena considerar que los temas que se incluyen en el discurso público cuentan con el mismo valor que aquellos temas que no se incluyen, relacionándose con aquello que no se quiere decir, un cierto contenido latente del discurso, lo que podría denominarse un “silencio objetivo” (Landowski 1993).

En ese sentido, el presente artículo aborda discursos de Sebastián Piñera durante su período presidencial. Éstos se organizan estableciendo cuatro momentos políticos: candidatura, instalación, proyección y balance del gobierno. El corpus de análisis se compone de diez discursos: a) Programa de gobierno presentado durante la campaña presidencial; b) Cuatro cuentas públicas (también conocidas como discurso del 21 de mayo)[5]; c) Discurso emitido en el periódico de circulación masiva La Segunda; d) Discurso realizado en el Segundo Simposio de Centroderecha, por su especial carácter ideológico; e) Balance de los tres años de Gobierno; f) Entrevista en diario de circulación nacional La Tercera, al momento de cumplirse 40 años del golpe militar.

El siguiente esquema relaciona los momentos políticos (candidatura y fases de gobierno) y las fuentes que componen el corpus de análisis (los discursos).

 

 

 

4.     Caracterización de la dimensión ideológica de las políticas públicas en el gobierno de Piñera

 

Considerando los elementos teóricos y metodológicos antes expuestos, es posible analizar la agenda programática y decisional del Gobierno de Piñera. En términos generales, el propósito de Sebastián Piñera y su gobierno era refundar un ideario de derecha, prescindiendo de los cleavages dictadura/democracia.

 

4.1     Agenda Programática: caracterización del eslogan de campaña y el Programa de Gobierno

 

La agenda programática de Sebastián Piñera se sustentaba en el eslogan de campaña “la Nueva Forma de Gobernar”. En esta frase evidencia dos distancias ideológicas. La primera es descriptiva y explicita el significado del enunciado utilizando el programa de gobierno para dicho propósito. Y una segunda, a nivel interpretativo, que no se reconoce en forma directa, constituyendo un propósito implícito.

 

4.1.1   La distancia ideológica explícita

 

El propósito que puede constatarse en el programa de gobierno en forma explícita  corresponde a la búsqueda de diferenciación con quienes gobernaron los veinte años anteriores (la Concertación). Su énfasis está puesto en el reconocimiento de las “malas prácticas” del período precedente, entre ellas da cuenta de la corrupción, el mal uso de los recursos fiscales y la asignación no meritocrática de los cargos públicos. Al respecto, el programa señala lo siguiente:

 

“En primer lugar, en la forma de ejercer la Presidencia de la República. Los problemas y desafíos de hoy exigen un Presidente todo terreno, un Presidente las 24 horas del día por 7 días a la semana (…) En el Gobierno de la Coalición por el Cambio, por ejemplo, la responsabilidad de ganarle la batalla a la delincuencia no será delegada en un subsecretario (…).

Un segundo aspecto de esta nueva forma de gobernar propiciada por la Coalición por el Cambio se refiere al fin del cuoteo político. El Estado no será más un botín de guerra ni será capturado por los operadores políticos. (…) Los cargos serán asignados por capacidad y experiencia (…).

En tercer lugar, reimplantaremos la cultura de hacer las cosas bien para la gente y no para las noticias de la televisión. No más inauguraciones de hospitales que no están terminados y cuyos enfermos son falsos (…)

En cuarto lugar, impondremos el sentido de la urgencia. Si hay un lugar donde no se puede perder el tiempo, es en el Gobierno (…) Por ello hacer las cosas bien, en forma honesta y con un sentido de urgencia, no es sólo un problema político, sino que principalmente es un problema moral. (Piñera 2009: 6-7).

 

Por tanto, y tomando como referencia la matriz de “decibilidad” de Landowski (1993), el sentido que la candidatura de Piñera le asigna al eslogan “La Nueva Forma de Gobernar” se aproxima a un “querer decir”, a una  declaración pública emitida por el actor político, esto es, al comunicado oficial que quiere dar a conocer a la opinión pública, desde una plataforma de campaña presidencial,  evidenciando de esta manera un cálculo y estrategia previamente seleccionado, y una forma de diferenciación con quienes debe competir para acceder al poder.

Por ejemplo, en lo que se refiere a “la forma de ejercer la Presidencia de la República”, el programa busca distanciarse de la Concertación en relación a su bajo nivel de compromiso institucional para abordar la seguridad pública. La Concertación lo realizaba desde una Subsecretaría[6] y no desde un Ministerio. En ese sentido, Piñera señala que su gobierno tratará este tipo de problemáticas desde el más alto nivel administrativo.

Otro elemento que refleja una diferenciación entre la propuesta gubernamental de Piñera con la Concertación, lo constituye el cuoteo político. De acuerdo a lo señalado por Siavelis (2009) esta práctica se basa “en una elaborada forma de distribución del poder (…). Los detalles de esta negociación incluyen una cuidadosa división de carteras ministeriales entre sus partidos constituyentes” de la Coalición Gobernante. Si bien el autor indica que gran parte del éxito de la transición chilena administrada por la Concertación se fundamenta en este tipo de distribución de poder, “es a menudo visto burlescamente por la ciudadanía y existe la impresión de que no se conceden posiciones ministeriales basadas en los talentos o en la experiencia necesaria para ser ministro, sino que en las exigencias políticas que establecen los partidos” (Siavelis 2009). Práctica que se hace extensiva no sólo al rol de Ministro, sino que a todos los cargos dentro de la administración pública.

El potencial gobierno de Piñera no caería en este tipo de prácticas. El nuevo estándar para lograr el estatus de funcionario público no estaría asociado a la militancia partidista, ni al pago de favores políticos. Un gobierno de Piñera no permitirá que la administración pública sea capturada por los operadores políticos, sino más bien estará centrada en la capacidad y experiencia de quienes ejerzan la función pública.

Un tercer elemento que explicita el programa de Piñera en su diferenciación con la Concertación corresponde al “hacer bien las cosas” y con un “sentido de urgencia”. Ambas ideas fuerzas se encuentran asociadas a los principios de “eficiencia” y “eficacia” de la función pública. Tanto hacer bien las cosas como darle un sentido de urgencia, implica que los recursos que dispone el Estado no tengan otro fin que los definidos por la política pública. Alude, por ejemplo, a la instrumentalización realizada por los gobiernos de la Concertación en la inauguración de obras no concluidas y ampliamente difundidas.

Así, todos los elementos consignados en el programa de Sebastián Piñera y que se visualizan en su eslogan, formulados para diferenciarse de los anteriores gobiernos de la Concertación, reflejan ante todo un cuestionamiento a “las formas” de cómo fue administrado el poder, es decir, los principios fundamentales por los cuales se sustenta el modelo no son cuestionados.

La propuesta, constituye por tanto, un modo de encauzar un proyecto modernizador que no ha sido desarrollado con convicción por la Concertación. El nosotros de Piñera dice que con ajustes en “las formas” la propuesta de desarrollo puede materializarse. En este sentido, es posible señalar que esta distancia explícita con la Concertación corresponde a lo que Schmidt identifica como  una “idea programática“.

 

4.1.2  La distancia ideológica implícita

 

Por su parte, el propósito implícito que subyace al eslogan “La Nueva Forma de Gobernar” corresponde a una segunda distancia: la necesidad de proyectar hacia la ciudadanía una derecha que busca ejercer el poder y gobernar democráticamente, superando de este modo la afinidad y legitimación a la dictadura militar (1973-1990).

Esta intención es consistente con el perfil que proyecta Piñera durante la candidatura (pone en valor su voto en contra del régimen de Augusto Pinochet) y en el ejercicio de su mandato: “Estamos construyendo una nueva derecha en nuestro país, muy alejada de los totalitarismos y de los atropellos a los derechos humanos, y muy comprometida con la libertad y con el futuro”.[7]

Esta segunda distancia, se constituye por tanto, en términos de lo señalado por Landowski (1993) en un “no querer decir”, vinculado  a la producción de un silencio objetivo en el discurso, en el ocultamiento estratégico de una verdad incómoda para el sector que representa y el blanqueamiento de un proyecto político que ha sido defendido por un importante sector de la derecha chilena formado bajo el alero de la dictadura de Pinochet. Su función principal entonces, corresponde a la protección del sector, intentando dar por superado el cleavage que ha caracterizado a la transición, un “cleavaje retrospectivo de régimen, que distingue entre aquellos que apoyaron (y en algunos casos, colaboraron) con el régimen autoritario de Pinochet (la Alianza) y aquellos que se encontraban en la oposición (la Concertación” (Luna 2008).

Este elemento puede reflejarse en la única mención que realiza el Programa de Piñera a la dictadura: “Así como en 1988, tras 17 años de Gobierno Militar, el cambio era necesario para abrir las puertas a la Democracia, hoy el cambio es urgente para abrir las puertas al progreso” (Piñera 2010).

Lo que llama la atención al analizar el extracto es la denominación de “Gobierno Militar” al hecho histórico, encapsulando en lo militar el periodo de la dictadura y desconociendo la participación civil en dicho proceso político. Este elemento se refuerza, al presentar como un logro el cierre de la dictadura y la apertura de las “puertas a la democracia”. En ese sentido, y desde la lógica del eje  inclusión/exclusión, se busca configurar un nosotros: “los demócratas”, quienes provienen de la Concertación, pero también desde sectores de la derecha.  

Una motivación que inspira el proyecto político de Piñera es dar cierre al periodo de la transición, y de paso proyectar una derecha democrática que no sea vinculada a la dictadura. El objetivo que caracterizará a esta “Nueva Derecha” estará en constituirse como un sector que le dé crecimiento y progreso al país.  En este sentido, puede establecerse que esta distancia implícita corresponde a lo que Schmidt denomina “idea filosófica“. 

De esta forma, estas dos distancias (explícita con la Concertación e implícita con la Dictadura) van configurando una identidad propia para la “Nueva Derecha” mediante un ejercicio de comparación, diferenciación y exclusión “ellos vs. nosotros”, con características particulares: lejana al ideario de la centro-derecha antidemocrática y lejana a las malas prácticas de los gobiernos de la Concertación. No obstante, dichas distancias no confrontan, sino más bien, legitiman el modelo ideológico hegemónico vigente, surgido en Dictadura y legitimado por la Concertación. “La Nueva Forma de Gobernar” alude a diferenciarse con respecto a “las formas”, a los métodos del ejercicio del poder por parte de estos dos proyectos políticos anteriores, sin alterar “el fondo”: el modelo neoliberal, que da primacía al crecimiento económico fruto de la iniciativa privada, al margen de toda política estatal empresarial (Camargo 2011).

Estos elementos, sumados al cambio en el ciclo político, condicionan el proyecto de la derecha que asume el poder, así como el programa de gobierno y las políticas públicas contenidas en él. Dichas políticas responden, a su vez, a una matriz ideológica determinada que sin perjuicio de la existencia de un modelo hegemónico, cuenta con particularidades que son posibles de visualizar en el contenido de su programa de gobierno.   

 

4.2     Ideas filosóficas y programáticas en las fases de gobierno de Piñera

 

A continuación (Tabla 1) se presenta un esquema que resume las ideas filosóficas (Schmidt 2010) presentes en las distintas fases de gobierno de Sebastián Piñera. El análisis se estructura a partir de los tres espacios ideológicos que desarrolla Zizek: ideología en sí; para sí y reflejo de sí misma.

 

Resulta importante señalar, antes de abordar la Tabla 1, que en la elaboración del programa de gobierno tuvo especial relevancia el Grupo Tantauco[8] (equipo de 1.200 profesionales) que durante dos años construyeron las ideas filosóficas (Schmidt 2010) del gobierno de Piñera.

En ese sentido las ideas, temas y principios (ideología en sí) tanto en la fase de candidatura como en la de instalación se ven influenciadas  por la hegemonía del “saber técnico”, de una óptica liberal –en lo económico, matizada con tímidos acercamientos liberales en el plano valórico y  universalistas en políticas sociales (postergadas por los gobiernos de la Concertación). En este proceso de desarrollo de ideas, pero ya desde el ejercicio del Gobierno, juegan un papel importante los “Diálogos Bicentenario”[9], donde participaron un importante número de intelectuales y líderes de corrientes políticas liberales y neo-conservadores, tales como Guy Sorman, José María Aznar, Jesse Norman, Mario Vargas Llosa, entre otros.

La “Nueva Forma de Gobernar“ en su estreno, se auto-presentaba positivamente y a la vez, intentaba marcar una clara distancia con los gobiernos de la Concertación, mostrando la necesidad de consolidar una visión de gobierno eficiente y apelando a incorporar, ahora explícitamente, la mirada empresarial y la lógica del sector privado en la gestión pública.

 

La materialización, o “ideología para sí” en las fases de candidatura e instalación se constituyeron desde símbolos  “técnico-gerenciales”. La entrega de pendrives, casacas rojas, planificaciones estratégicas (plasmada en el programa de gobierno), cuentas públicas, vieron su punto de mayor exaltación al momento del rescate de los 33 mineros en Atacama, donde ritos y prácticas gerenciales tuvieron una importante caja de resonancia en los medios de comunicación.

Estos elementos dieron paso a lo que Zizek denomina “ideología como reflejo de sí misma”, es decir, naturalización de ideas y prácticas ideológicas. Ejemplo de ello, es lo relativo al trabajo 24/7 (24 horas, 7 días a la semana) que el gobierno, utilizando los principios del liberalismo, basa en los méritos y esfuerzo personal los motores del bienestar social.  

Sin embargo, la emergencia de los movimientos sociales (ver Figura 4), constituye un punto clave para entender el inicio de la fase de Proyección. En ese sentido, la doctrina piñerista que basaba su ideario en el gobernar desde “lo técnico” es reemplazado por un gobernar desde “lo político”. Quienes forman parte del nuevo gabinete ya no son los gerentes y académicos del comienzo, sino los políticos tradicionales de la derecha.

Las instituciones, prácticas y ritos que materializan la doctrina de las fases de candidatura e instalación, de manera paulatina son reemplazadas por las de la derecha tradicional (orden, seguridad, liberal en lo económico y conservador en la valórico). La postergación en la agenda de reconocimiento de derechos civiles a homosexuales,  como la posición del Gobierno de no discutir un cambio constitucional y legitimar la Constitución de Pinochet, son prueba de ello.

Durante la fase de Balance, podemos visualizar un intento por condensar las ideas plasmadas en las fases candidatura, instalación y proyección. El saber se posiciona ahora desde la experiencia. La materialización de dichas ideas se logra por medio de la Fundación Avanza Chile, lugar donde conviven políticos, intelectuales y colaboradores cercanos de Piñera, con el propósito de defender el legado de su gobierno.   

En esta fase, nuevamente aparecen distancias con el sector de la derecha más cercano a la figura de Pinochet. Piñera, aprovechando la conmemoración de los 40 años del 11 de septiembre de 1973, señala que “existieron cómplices pasivos“, aludiendo a ex colaboradores del Gobierno de Pinochet (muchos de ellos activos en política).

 

 

4.3 Ideas de política pública en las fases de gobierno de Piñera

 

El programa de gobierno de Piñera fue estructurado considerando los siguientes pilares: i) Sociedad de oportunidades, ii) Sociedad de seguridades, iii) Sociedad de valores y iv) Sociedad de instituciones. Estos pilares fueron utilizados durante todas las fases del gobierno, adoptando especial relevancia la sociedad de las oportunidades[10].

A continuación se presenta la Tabla 2, que relaciona las ideas de política pública, vinculadas a cada tipo de sociedad que el programa de gobierno consigna. Adicionalmente, para reconocer los quiebres discursivos, el análisis utiliza las distintas fases de gobierno.

 

 

 

Las ideas de política pública sintetizadas en la Tabla 2, evidencian una importancia –en cada una de las fases de gobierno  de la Sociedad de Oportunidades. El desarrollo del país, entendido como emprendimiento y el buen manejo de los indicadores macroeconómicos, como así el rol laboral otorgado a las políticas públicas de género, dan cuenta de esta característica.  

Por otra parte, dentro de la Sociedad de Seguridades, el rol primordial lo ocupa la agenda de seguridad pública, con un plan de seguridad ciudadana y el cambio de nombre del Ministerio del Interior, el cual pasó a llamarse Ministerio del Interior y Seguridad Pública en el año 2011e incorporando una nueva repartición: la Subsecretaría de Prevención del Delito. Estos cambios de institucionalidad marcan uno de los sellos del gobierno de Piñera.

También es posible identificar políticas mercado-céntricas, donde la focalización se constituye como el principal instrumento de política social: la fiscalización de recursos en materia de educación e incentivos monetarios para los sectores más vulnerables (Bono Ético Familiar). Por otro lado, la política de vivienda para la población vulnerable (déficit habitacional profundizado por el terremoto del 27 de febrero), permite que los postulantes accedan a subsidios del Estado sin contar con el proyecto de construcción de viviendas aprobado (lo que se denomina “línea de subsidio sin proyecto“), buscando que las personas puedan elegir dónde vivir contando con el subsidio disponible.

La Sociedad de Instituciones, ofrece la posibilidad de activar la participación electoral por medio de la ley de Inscripción Automática y Voto Voluntario –acentuando nuevamente el principio de la libertad en términos ideológicos.

En la Sociedad de Valores es posible reconocer que se releva el hito del Bicentenario de Chile, buscando generar identificación con la historia patria, fomentando el sentido de pertenencia al Estado-nación.

A partir del año 2011 (ver Figura 4) las movilizaciones sociales influyeron en la modificación de la agenda decisional.[11] En términos generales, la agenda de seguridad  pública incorpora el control de las protestas. En materia de educación, el foco ahora se encuentra en  reducir el cobro de intereses de los créditos universitarios, entregando una solución de mercado a la demanda educacional, a diferencia de lo planteado por el movimiento estudiantil, que exigía la gratuidad total de la educación.

En materia de respeto a la diversidad sexual y de género -debido al caso de Daniel Zamudio, un joven homosexual asesinado- se instaló en la agenda pública la discriminación como tópico. Sin embargo, pese a que el Gobierno tenía una propuesta de regulación de los derechos civiles de homosexuales en la fase de instalación (proyecto de unión civil), solo priorizó la norma que castiga la discriminación en la fase de proyección. 

En la Sociedad de Valores, toma un papel preponderante la posición del gobierno en la no regulación el aborto. En ese sentido, se refuerza el rol de la familia como pilar de la Sociedad de Valores.

Todos estos elementos permiten reconocer, con la aparición de los movimientos sociales el año 2011, una retrotracción de políticas públicas que tradicionalmente ha defendido la derecha chilena, reforzando –dicho sea de paso el principio de la libertad a partir de la existencia de un importante número de políticas, planes y programas, cuyo denominador común corresponde al nombre “Elige”.

En la fase de balance, se evidencia una hegemonía aún mayor de la sociedad de oportunidades. Así, junto con las tradicionales temáticas asociadas a este tipo de sociedad (Crecimiento Económico y Empleo)  aparece ahora  la educación, que deja de ser parte de la sociedad de seguridades, reforzando las convicciones ideológicas del gobierno, donde méritos y esfuerzo personal constituyen el motor del bienestar social. En ese sentido, la sociedad de seguridades queda prácticamente reducida a los temas de seguridad pública y políticas sociales desde una óptica de focalización de transferencia de recursos.

 

 

5.     Reflexiones finales

 

Para responder a la pregunta de investigación propuesta, se revisaron una serie de aproximaciones conceptuales relacionadas con ideología, políticas públicas y discurso. Asimismo, en el apartado de consideraciones metodológicas se enunciaron las fuentes que componen  el corpus de análisis y cómo se realizaría éste desde el ACD y el ID.

Ahora bien, algunos de principales elementos ideológicos que constituyen la denominada “Nueva Forma de Gobernar” son:

 

a.      La “Nueva Forma de Gobernar” construye un relato ideológico, evidenciable tanto en el eslogan de campaña como en el programa de gobierno presentado durante la candidatura presidencial que busca establecer una distancia implícita con la derecha tradicional (su pasado con la dictadura) y explicita con la Concertación (gestión de gobierno).

 

b.      Respecto de la Distancia Implícita la “Nueva Forma de Gobernar” posee una característica ideológica clave que la distingue de la derecha tradicional que apoyaba a la dictadura de Pinochet: el compromiso con la democracia y el respeto a los Derechos Humanos como principios orientadores. De esta forma, se erige como una “idea filosófica“, utilizando la categorización de Schmidt.

 

c.      Sobre la construcción de los principios e ideas del Gobierno de Piñera (ideología en sí) el saber técnico, tiene una hegemonía por sobre otro tipo de saberes en la sociedad. Esto se evidencia en la creación de los grupos Tantauco para la generación de las ideas fuerza del programa de gobierno y materializado (ideología para sí) en la fase de instalación, cuando nombra a su equipo de Ministros y el uso de símbolos gerenciales.

 

d.      De esta forma, podría señalarse que durante las fases candidatura e instalación, progresivamente se va naturalizando la práctica de priorizar el saber experto para el diseño de las políticas públicas, por lo que este elemento comienza a tornarse en “ideología como reflejo de sí misma“. Los principios que articulan la gestión gubernamental y, por ende, el diseño e implementación de políticas públicas son: la eficiencia, la capacidad resolutiva, el trabajo duro (trabajo en terreno) y la meritocracia. Se instala la noción de trabajar 24/7.

 

e.      Consecuentemente, los discursos del 21 de mayo –de amplia tradición republicana en Chile adoptan un espíritu más de rendición de cuentas, un informe de accountability de las acciones realizadas en el año inmediatamente anterior. Este elemento se va profundizando progresivamente en cada uno de los discursos emitidos durante los cuatro años de gobierno.

 

f.       En relación a la importancia del contexto y el nivel de impacto que éste tiene en el paso de un determinado problema público entre una agenda  y otra, el surgimiento de diversas protestas y manifestaciones –particularmente el movimiento estudiantil provoca en el Gobierno una reivindicación del modelo hegemónico neoliberal incorporando los elementos de orden y estabilidad propios de la derecha tradicional. Esto tiene su repercusión en la fase de proyección del gobierno, especialmente en materia de “ideología en sí” ya que se evidencia una nueva valoración del saber político. Asimismo, repercute en la inclusión en la agenda de decisión del tópico educación y abre la ventana de oportunidad para realizar cambios en este ámbito, como el abandono de las agendas progresistas en materia valórica.

 

g.      En lo relativo específicamente a las “ideas de políticas públicas“, se evidencia una exaltación de las políticas públicas asociadas a la Sociedad de Oportunidades, como también al principio de libertad, no sólo por los nombres que se le otorgan a las políticas, planes y programas (Elige Vivir Sano, Elige Protegerte del Sol, Elige Hacer Deporte, etc.), sino también debido a las acciones específicas que se implementan.

 

h.      Finalmente, durante las fases de proyección y balance del gobierno de Piñera se naturaliza que no es necesario realizar cambios a la Constitución Política (elaborada durante la dictadura), ya que contiene todos los principios que norman la vida en sociedad, reforzando esta idea de la retrotracción a los valores de orden y estabilidad de la derecha tradicional.

 

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* Trabajo presentado en el Congreso Mundial de Ciencia Política IPSA-Montreal 2014. Agradecemos la colaboración en el desarrollo de esta investigación de Paula Contreras, Estefany Ñanculef y Diego Grez, , estudiantes Administración Pública, U. de Chile. 

** Administradora Pública U. de Chile. Mg. en Relaciones Internacionales U. de Chile. Académica  U. de Santiago de Chile- Facultad de Humanidades, sofiaschuster@gmail.com y sofia.schuster@usach.cl; Administrador Público U. de Chile. Mg. en Ciencia Política Pontificia Universidad Católica de Chile, fortunatomorales@gmail.com

[1] Palacio de Gobierno de Chile.

[2] Cuyo fundador, Fernando Flores, fue Ministro de Estado de Salvador Allende.

[3] Alternancia entre los dos bloques políticos mayoritarios (Alianza por Chile y Concertación de Partidos por la Democracia –actual “Nueva Mayoría”-), como resultado del sistema electoral vigente, que dificulta el ingreso a cargos de representación política a candidatos que no pertenezcan a uno de estos dos bloques.

[4] Podríamos decir que la sociedad como cuerpo corporativo es la fantasía ideológica fundamental (Zizek, 2003b: 173).

[5] El cual se realiza conforme a lo establecido en la Constitución Política de la República de Chile, la que señala en su artículo 24, inciso 3 (modificado por la ley n° 20.050, artículo 1, inciso 12, publicada el 26 de Agosto de 2005), que: “El 21 de mayo de cada año, el Presidente de la República dará cuenta al país del estado administrativo y político de la Nación ante el Congreso Pleno”.

[6] Unidad organizacional perteneciente a la estructura interna de cada uno de los Ministerios que componen la administración pública chilena.

[7] Fuente: http://www.latercera.com/noticia/politica/2010/11/674-305439-9-mandatario-estamos-construyendo-una-nueva-derecha-en-nuestro-pais.shtml (revisado 07/12/2010).

[8] En huilliche, lengua de un pueblo originario chileno, significa “lugar donde se encuentran y convergen las aguas“ (explicación entregada en franja electoral de Sebastián Piñera emitida el año 2010, https://www.youtube.com/watch?v=C0562fYo84c). 

[9] Conferencias realizadas en el Palacio de La Moneda y lideradas por el Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

[10] La noción “igualdad de oportunidades”  se instaló en el discurso público en Chile luego de la campaña electoral de Sebastián Piñera y su posterior gobierno, utilizándose profusamente hasta el día de hoy.

[11] El movimiento estudiantil, protagonizó  las movilizaciones más masivas en tiempos de posdictadura en Chile, levantando la consigna de “Educación Pública, Gratuita y de Calidad”. Actualmente sus principales líderes son miembros del parlamento o participan activamente en política.

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