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Revista Uruguaya de Ciencia Política

On-line version ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.21 no.spe Montevideo Dec. 2012

 

LAS REELECCIONES DE ÓSCAR ARIAS, ALAN GARCÍA Y DANIEL ORTEGA (2006): TRES COMEBACKS POLÍTICOS EXCEPCIONALES

 

The Re-elections of Óscar Arias, Alan García, and Daniel Ortega (2006): Three Exceptional Political Comebacks

 

 

David Close*

 

Resumen: En 2006 Óscar Arias (Costa Rica), Alan García (Perú) y Daniel Ortega (Nicaragua) volvieron a ser presidentes de sus países después de 16 años de ausencia y lograron sus comebacks excepcionales. Buscaban activamente sus comebacks; eran jefes de partidos mayoritarios, tenían condiciones favorables entre la que se contaba la ausencia de crisis. Hay otros cuatro comebacks exitosos pero solo uno de éstos, un canadiense, es igual a los tres primeros. De los otros cuatro comebacks exitosos, uno no tenía partido mayoritario y dos volvieron en medio de una crisis. Examinar cinco comebacks fracasados también revela una diversidad similar. El rasgo compartido más importante es el factor personal mientras que el apoyo de un partido fuerte es importante pero no imprescindible.

 

Palabras Clave: Comebacks Políticos, Giro a la izquierda de América Latina, Óscar Arias, Alan García, Daniel Ortega.

 

Abstract: Oscar Arias (Costa Rica), Alan García (Peru), and Daniel Ortega (Nicaragua) made extraordinary comebacks to regain the presidency of their respective countries in 2006. Each worked diligently to return to office; led a strong political party; and enjoyed favourable, crisis-free conditions in their re-election campaigns. Examining four more successful comebacks showed only one, a Canadian, exactly paralleling the three of 2006. Of the others, one lacked a strong party and two returned to save their nations. Analyzing five failed comeback attempts revealed similar diversity. The personal factor is the most important link among the cases and the support of a strong party is important but not essential.

 

Keywords: Political Comebacks, Latin American Turn to the left, Óscar Arias, Alan García, Daniel Ortega.

 

 

Introducción

 

El año 2011 marcó el quinto aniversario del “giro progresista” en que partidos de izquierda y centroizquierda ganaron seis de once elecciones presidenciales en América Latina. Pero este giro no solo renovó los elencos progresistas latinoamericanos sino también las carreras de tres políticos que se habían quedado fuera del poder desde 1990 – 16 años. Éstos son: Óscar Arias de Costa Rica, Alan García del Perú y Daniel Ortega de Nicaragua, los tres en 2006, y todos figuras influyentes durante los años 1980. Para Zovatto (2008:363-365), son tres casos más de una “fiebre reeleccionista”, igual que las victorias de Hugo Chávez en Venezuela, Lula da Silva en Brasil o Álvaro Uribe en Colombia. Pero estos últimos fueron reelegidos por un segundo mandato consecutivo y no después de estar fuera del poder por más que una década y media. Las reelecciones de Arias, García y Ortega pertenecen a una clase especial, el comeback político. Y aunque todo comeback es una reelección, no toda reelección es un comeback, porque el comeback se hace solo después de una ausencia del puesto de un mínimo de un periodo electoral.

La palabra comeback se traduce en castellano como una vuelta a lo que uno hacía antes o como la recuperación de un déficit o una desventaja. No obstante, esos términos españoles, aunque corresponden denotativamente al inglés, no captan la tonalidad connotativa de comeback, sobre todo en el contexto político.

Un primer uso, el más común y más parecido a la traducción española tiene que ver con superar un déficit o desventaja. Un candidato que gana después de estar perdiendo por diez puntos en las encuestas es un ejemplo de esta clase de comeback. Por ser bastante común, normalmente no los analizamos.

Hay otra clase de  comeback que es más inusual. Un político[1] que trata de volver a su carrera después de una larga ausencia, provocada por cualquier razón, intenta un comeback. Se ve como un proceso largo y por eso los anglohablantes hablan de un comeback trail, un camino de regreso. Regresos de este tipo son poco frecuentes y por ello nos llama la atención, sobre todo cuando el individuo que logra regresar es una figura importante o tuvo un camino de regreso excepcionalmente largo o difícil.

El hecho de que Arias, García y Ortega consiguieron en 2006 comebacks a la presidencia después de 16 años fuera del poder nos llama poderosamente la atención y suscita una serie de preguntas relacionadas no solo a las experiencias de los tres sino a los comebacks en general.

En cuanto a esas tres elecciones, queremos saber si tuvieron que iniciar sus comebacks con mucha anticipación, entraron en el proceso por su propia iniciativa o fueron reclutados, si sus partidos acogieron sus candidaturas o las obstaculizaron y si encontraron condiciones inusualmente favorables o desfavorables a sus candidaturas.

Sobre el comeback electoral, en sí, hay una pregunta central y una segundaria. La central es si el comeback electoral tiene características diferentes de otras elecciones, aparte del hecho de que un candidato o una candidata quiere retomar un puesto dejado o perdido. La secundaria entra en juego si el comeback se distingue de otras elecciones solo por la identidad de uno de los concurrentes y tiene que ver con la utilidad de analizar una elección en detalle.

El análisis aquí presentado procede por tres comparaciones. La primera es entre los tres de 2006 para saber si comparten algo más que producirse en el mismo año. La segunda compara los tres con otras cuatro comebacks, los más parecidos posibles, con el objetivo de ver si la adición de unos casos más similares cambia la imagen del comeback. Finalmente, se introducen cinco tentativas fracasadas de comeback para permitir una comparación de casos más diferentes en el análisis. La conclusión resume los resultados y considera que analizar los comebacks nos puede enseñar lecciones sobre elecciones.

 

 

1.     Pensar los comebacks

 

A pesar de ser un fenómeno político bien conocido, la literatura académica ofrece pocos estudios comparativos de los comebacks. Los que existen (por ejemplo, Brovkin 1983; Turpin 2001; Kandeh 2003; Ecelbarger 2008) enfatizan el caso particular y prestan poca atención al enfoque comparativo. Además, al buscar por “political comebacks” en los Worldwide Political Science Abstracts, la más importante base de datos bibliográficos de la ciencia política en inglés, salen muchas entradas pero la mayoría son descriptivas y no comparativas. Resulta que es preciso construir las categorías analíticas y comenzar con la elucidación del concepto clave, el comeback.

 

Comebacks corrientes y excepcionales

           

Se puede distinguir no solo dos clases de comeback político—superar una desventaja  y retomar un puesto dejado o perdido—sino dos tipos que solo se producen después de una ausencia. Una es el comeback corriente, en el cual el individuo está fuera de su antiguo puesto por poco tiempo, normalmente un periodo electoral, y la ausencia puede ser por derrota, retiro voluntario o prohibición a la reelección inmediata. En estos comebacks esperamos que la figura política mantenga sus redes de contactos, su base de apoyo y su perfil público, entonces no necesita reconstruir su imagen o su carrera para comenzar su comeback.[2]

La otra es el comeback excepcional que consiste en pasar más que un período electoral fuera de su antiguo puesto, por cualquiera de los motivos mencionados arriba.[3] Si el individuo se ha quedado fuera de la vida pública el camino de su comeback es más difícil, puesto que es preciso restablecerse como figura de peso, un jugador serio en la competencia política y no la persona “del ayer”. Hasta aquí, la comparación entre las dos clases de comeback es clara: cuanto más tiempo fuera del puesto, tanto más difícil es retomarlo.

Pero hay otro factor presente en casos como los analizados aquí. Si uno ha sido un director político ejecutivo (DPE) que ha ocupado el puesto más poderoso en un sistema político—un presidente o primer ministro o su equivalente en un gobierno regional de una federación[4]—se puede ver o como la persona “del ayer” o, si se queda en la política activa sin volver al puesto principal, como el subcampeón perpetuo. Entonces, en el caso del comeback excepcional el puesto buscado se puede combinar con el tiempo fuera del puesto para complicar aun más el proyecto de comeback.

Evidentemente, hay pocos casos de DPE que logran ser reelectos después de más de un período electoral fuera del poder. No hay ningún presidente de los Estados Unidos, y solo una treintena de  gobernadores de estados, el más reciente siendo Jerry Brown, reelegido gobernador de California en 2010, un puesto que había dejado en 1982. Tampoco hay ningún primer ministro canadiense y hay únicamente un primer ministro de una provincia de Canadá: Robert Bourassa. De Gran Bretaña en el siglo XX está únicamente Stanley Baldwin. Además en el siglo pasado figuran en la lista un australiano (Sir Robert Menzies), dos italianos (Amintore Fanfani y Giulio Andreotti), un portugués (Mario Soares), un sueco (Olaf Palme) y un francés (Charles de Gaulle). En América Latina, en el siglo XX, hay dos casos que nos llaman la atención: Carlos Ibáñez de Chile, fuera de poder por 21 años, y Juan Domingo Perón de Argentina, con 18 años entre mandatos. Aunque no hay tantos ejemplos, tenemos suficientes para un estudio de casos similares.

 

Cuestiones de método

 

El objetivo de este artículo es identificar los elementos presentes en el comeback excepcional y determinar si son iguales en todos los casos o si existen variaciones. No pretende aislar un variable causal, sino un juego de factores asociados con un comeback excepcional exitoso. El análisis se construye alrededor de una serie de tres comparaciones. La primera es entre Arias, García y Ortega, y busca descubrir lo que hicieron para volver; es decir, aislar los antecedentes significativos, y así establecer una línea de base para dos comparaciones más. La segunda comparación es entre esos tres y otros cuatro comebacks  excepcionales, pues es un estudio de N pequeña (small-N) de casos más similares. La final compara los siete exitosos con cinco fracasados, para tener un estudio de N pequeña de casos más diferentes. El énfasis en los tres casos es cualitativo, tanto por las muestras pequeñas, como por la necesidad de describir detalladamente los casos para permitir las comparaciones.

Entonces el análisis comienza con los tres casos de 2006 (Arias, García y Ortega) donde están presentes los dos elementos que distinguen los comebacks excepcionales de los corrientes: son DPE ausentes de sus puestos por más de un período electoral – 16 años en cada caso. Por faltar un marco conceptual establecido, es necesario inducir los atributos claves (variables) del análisis de estos mismos casos y seguir la lógica de la teoría fundamentada, donde los elementos teóricos salen del análisis de los datos (Bryman 2001:390-397). Emergen cuatro elementos presentes en cada caso de 2006: buscar activamente su reelección; estar en la política activa al menos dos años antes de ganar su elección comeback; dirigir un partido mayoritario; y encontrar condiciones inusualmente favorables en la campaña. Para facilitar el análisis comparativo, estas tres variables son reagrupadas bajo tres rubros: 1) agencia—lo que hizo el actor para tratar de conseguir un comeback; 2) estructura—el  marco institucional—partidos y sistemas de partidos, además de leyes constitucionales y electorales; 3) coyuntura—la campaña y su ambiente.

El próximo paso es comparar los tres de 2006 con cuatro casos más similares: otros DPE con comebacks excepcionales exitosos en sus currículos. Hay dos casos muy famosos, entonces imprescindibles en esta investigación: Juan Domingo Perón y Charles de Gaulle. Estos dos hicieron sus comebacks como salvadores de la patria, volviendo al momento cuando el futuro del sistema político estuvo en juego. Además de Perón y de Gaulle hay otros dos líderes en el grupo: el chileno Carlos Ibáñez y el canadiense Robert Bourassa. Aquel se incluye por haber pasado 21 años antes de volver a la presidencia y éste por ser y un DPE de un gobierno regional en una federación y por gobernar en un sistema parlamentario. Entonces, los casos seleccionados presentan una variación importante de los atributos de los que consiguieron comebacks excepcionales, mientras que permiten limitar el número de ejemplos a un nivel manejable en un estudio comparativo cualitativo. Si encontramos en estos casos el mismo padrón de factores asociados con los comebacks exitosos de Arias, García y Ortega será posible hablar en términos de un modelo inicial de comebacks excepcionales.

Finalmente, puesto que no todos que intentan un comeback tienen éxito, también hay una selección de fracasados: casos más diferentes. Hay seis en total: Carlos Ibáñez,  dos de los tres de 2006, Alan García y Daniel Ortega, y los otros tres son políticos famosos (dos estadounidenses y un argentino) que fueron reprobados en sus búsquedas de un comeback: Theodore Roosevelt, Richard Nixon y Carlos Menem. Ningún de estos tres últimos pertenecen a la clase “excepcional”, o por el tiempo fuera del puesto (Roosevelt y Menem) o por no haber sido un DPE (Nixon),[5] pero fue necesario relajar los criterios de inclusión para tener un numero suficiente de casos. Al analizar los fracasados, descubrimos si les falta al menos uno de los tres elementos vistos en los tres casos exitosos de 2006.

 

 

2.     Arias, García y Ortega: los tres comebacks de 2006

 

Los comebacks de estos tres líderes comparten cinco atributos: i) terminaron sus mandatos en forma constitucional; ii) cada uno de ellos sufrió al menos un revés antes de ganar de nuevo; iii) durante varios años antes de su reelección cada ex presidente mantuvo un perfil político alto y activo; iv) los tres dirigían partidos políticos fuertes, asegurándoles acceso a una máquina electoral eficaz; v) la victoria electoral de cada uno se produjo en una elección marcada por algún cambio importante en la estructura de competición partidaria. Sin embargo, en ningún caso hubo una crisis.

Evidentemente, hay diferencias también pero parece que podría haber un modelo de los comebacks extraordinarios, y visto así, los tres comebacks presidenciales en 2006 son algo más que una curiosidad política.

Para entender cómo los tres actores lograron sus comebacks, es necesario examinar los tres factores de agencia, estructuras y coyuntura. La Tabla 1 presenta los datos más importantes en forma resumida.

                                                                                                  

 


Agencia: el candidato

 

Tratar de volver a la política, sobre todo a la presidencia de un país, después de una ausencia larga no es una decisión que se tome sin reflexión. Implica una importante dedicación de tiempo, energía y recursos materiales y sicológicos.

Comenzamos con Arias, elegido por primera vez en 1986 con 53,1 por ciento de los votos (PDBA 2010a). Su gran desafío en buscar un comeback es superar la prohibición absoluta de la reelección presidencial (Artículo 132.1). Sin reformar la constitución Arias no podía volver a gobernar.

Su gran ventaja era salir de la presidencia con su popularidad intacta, en gran parte por  su rol en el Proceso de Paz de Esquipulas que le ganó el Premio Nobel de la Paz en 1987. En una encuesta en 1998, donde los costarricenses evaluaron a sus ex mandatorios, ellos dieron a Arias “una evaluación cerca del presidente ideal” (Matute 1998).

Además, hasta 1999 Arias está muy involucrado en asuntos públicos, por ejemplo, con la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano (Fundación Arias 2009) y la elaboración del Noble Laureates’ International Code of Conduct on Arms Transfers (Laureates 1997). Esas actividades le permitieron mantener un alto perfil público aún fuera de la política activa.

En 1999, 26 meses antes de los siguientes comicios (febrero de 2002), Óscar Arias se declaró interesado en ser de nuevo candidato presidencial y comenzó a promover en la Asamblea Legislativa una reforma constitucional para permitir su candidatura. Al mismo tiempo, sus asociados empezaron a argumentar la inconstitucionalidad de la prohibición en la Sala Constitucional (Sala IV) de la Corte Suprema. Antes del fin de 2000 las dos tentativas habían fallado, dejando a Arias todavía inhibido.

Su fracaso no fue lamentado en su partido, el Partido Liberación Nacional (PLN), históricamente el más poderoso en Costa Rica. Aunque Arias tenía un fuerte apoyo entre los votantes –encuestas en 1999 indicaron que entre 60 y 70 por ciento aprobaban la reelección en general y la de Arias en particular (Guevara M. 1999; Venegas Campos 1999)– su intento de buscar la nominación presidencial del PLN unos meses después de que otros ya habían empezado sus campañas fue mal visto. Luis Alberto Monge, también ex presidente de la República (1982-1986) declaró que haría campaña en contra de Arias si este fuera a hacerse el candidato del PLN en 2002 (Segnini y Guevara 1999), una posición que mantuvo para 2006 (Herrara 2005).

Sin embargo, en 2003 Arias y su equipo volvieron a la Sala IV, argumentando que la prohibición permanente a la reelección presidencial viola derechos políticos básicos y principios constitucionales fundamentales (Perea 2006, 7-11; Sala IV 2003). La Corte Suprema aceptó la posición de Arias. En 2006, Arias terminó su comeback, ganando por escasa margen contra Ottón Solís del Partido de Acción Ciudadana (PAC): 40, 9 por ciento a 39, 8 por ciento (PDBA 2009b).

Alan García, el primer presidente peruano de la APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), encontró un panorama distinto. Elegido en 1985, por 45,7 por ciento a 21.4 por el más próximo (PDBA 2009c), en poco tiempo encontró problemas cuando Perú entró en un período de caos. Dificultades económicas se combinaron con la llegada de Sendero Luminoso, las guerrillas terroristas, para desestabilizar el país. La inflación se alzó, la producción cayó y los militares no pudieron controlar a la guerrilla pero sí pudieron masacrar a civiles. García persistió en sus políticas fracasadas (Crabtree 1992; Graham 1992; McClintock 2007). En el caso de Alan García, la prohibición constitucional a la reelección inmediata del presidente simplemente ratificó la opinión pública.

García tuvo que reconstruir su reputación y la de su partido. Logró sus metas en parte debido al desempeño de su sucesor, Alberto Fujimori, el populista que se hizo autoritario y tuvo que retirarse en 2000 después de ser implicado en un escándalo de corrupción.[6] Con la caída de Fujimori se abrió el camino para el comeback de García.

García mantuvo un perfil bajo durante mucho de su tiempo fuera de la presidencia, sobre todo después de 1992 cuando, después del autogolpe de Fujimori, optó por el exilio, primero en Colombia y después en Francia. (BBC 2006b; Cavero 2006; Crabtree 2006). Volvió al Perú después de la caída de Fujimori en noviembre de 2000 y retomó las riendas del APRA. Con solo cuatro meses para hacer campaña hasta las elecciones de abril 2001, obtuvo  un respetable 47 por ciento del voto en la segunda ronda (PDBA 2009d). En 2006 García repitió la experiencia de 2001 de llegar segundo en la primera ronda pero esta vez ganó la segunda por un margen de cinco puntos (52, 6 a 47,4) sobre Ollanta Humala (PDBA 2009e; 2009f).

Como Arias, García había trabajado mucho para volver a la presidencia. Y a pesar de haber pasado un decenio en el exilio, condujo al APRA[7] (por entonces el Partido Aprista Peruano) al segundo puesto después de haber estado en Perú por solo cuatro meses lo cual implica que mantuvo el control de la maquinaria electoral del partido y que los jefes del APRA lo vieron como su candidato más fuerte. Es evidente que el comeback  de Alan García no fue un accidente.

El tercero que hizo su comeback en 2006 es Daniel Ortega de Nicaragua, el único de los tres que perdió en 1990. Este dato es importante porque demuestra que un revés electoral no siempre es fatal para la carrera presidencial.

Pero Ortega es interesante por otras razones también. Primero, es el único revolucionario legítimo entre los tres casos analizados y entre los ganadores durante el giro a la izquierda de América Latina hasta 2006. Llegó al poder con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que en 1979 derrocó a la dictadura de los Somoza. En 1982, el Frente abandonó su posición vanguardista y aceptó poner en juego el poder de gobernar en elecciones abiertas. Daniel Ortega ha sido su candidato presidencial en cada elección desde 1984, seis en total. Segundo, es el único que nunca ha dejado la vida política profesional. En 1990, 1996 y 2001 aprovechó una particularidad de la ley nicaragüense que da un escaño legislativo a candidatos presidenciales perdedores que cumplieron con requisitos específicos. Los otros seis políticos examinados en esta investigación han pasado un tiempo fuera de la política activa.[8]  En su primera elección, 1984, Ortega  ganó 67 por ciento de los votos (Close 1988: 136). En las cuatro siguientes, tres derrotas y una victoria, nunca ha superado 42,5 por ciento del voto ni caído por debajo de 37,5 por ciento, y todas las derrotas fueron por al menos 12 puntos. Los Sandinistas pasaron de ser un partido casi hegemónico a ser “la oposición oficial” durante 16 años, antes de ganar en 2006 con 38 por ciento de los votos.[9]

 Entonces, el reto de Ortega era o ganar más votos o encontrar cómo convertir una pluralidad de votos de derrota en victoria. En 2006 la combinación de una reforma a la Ley Electoral tramada por él y los sandinistas en 2000 y una escisión en el hasta entonces dominante Partido Liberal Constitucional le entregó a Ortega la presidencia.

En ninguno de estos tres casos vemos a un candidato llamado a presentarse por presión popular. Arias, García y Ortega querían retomar la dirección del Estado.

 

Las estructuras

           

Hay cuatro instituciones políticas que influyeron en los comebacks de Arias, García y Ortega: los partidos y el sistema de partidos, las constituciones, las cortes y los sistemas electorales. Estas instituciones son las que más afectan a las elecciones, al menos son las que más han afectado las tentativas de estos tres ex presidentes de recuperar sus antiguos puestos.

 

Partidos y sistemas de partidos

 

Tener un partido fuerte y bien establecido en su respaldo da a un candidato ventajas indiscutibles. Primero, hay una máquina electoral compuesta de recursos humanos, los trabajadores que ponen carteles o pintan los muros y los que planifican la campaña, y, segundo, recursos materiales, sobre todo dinero. Además está el factor de la identificación partidaria, la predisposición favorable hacia un partido determinado. Cualquier candidato serio necesita dicha maquinaria.

Un concepto crucial es el sistema de partidos, esencialmente el patrón de competición que existe entre partidos en un sistema político. En todos los tres comebacks de 2006 el sistema de partidos nacionales estuvo en un estado de cambio, afectando así la estructura de oportunidades políticas electorales que enfrentó el candidato y su partido.

En 2006, el PLN de Arias, la APRA de García y el FSLN de Ortega también habían sido uno de los dos partidos más importantes de sus países respectivos durante décadas. Entonces, los candidatos que buscaban sus comebacks gozaban de la ayuda de partidos conocidos y con bases electorales seguras. Veremos que, más allá de que no sea imprescindible, en los comebacks de 2006  el rol del partido parece haber sido decisivo en la victoria de Alan García e hizo una contribución importante a las de  Óscar Arias y Daniel Ortega.

 

Constituciones, cortes y leyes electorales

 

Las constituciones nos interesan por tres razones. Primero, definen los requisitos para ser presidente del país, una lista que incluye las inhibiciones. Segundo, normalmente presentan al menos algunos detalles del sistema electoral; por ejemplo, cuando una elección a segunda ronda es necesaria. La tercera razón tiene que ver con cuán difícil es reformar la constitución, su rigidez, lo cual es importante en caso de que opere en contra de los intereses de uno de los candidatos.

Con respeto a los comebacks, reformas constitucionales conseguidas por Arias y Ortega fueron imprescindibles para realizar sus proyectos. Para el costarricense, sin haber logrado reformar la prohibición absoluta a la reelección presidencial no se podría haber presentado. El objetivo del nicaragüense fue diferente y consistió en reformar la Carta Magna para posibilitar ganar la presidencia con una mayoría relativa relativamente baja. Pero igual que su vecino, sin lograr el cambio Ortega podría haber visto fracasar sus planes de recuperar el poder. Lo importante aquí es que los dos actuaron para realizar las reformas.

Pasando al tema de las cortes, las mismas asumen papeles cada vez más centrales en los sistemas políticos latinoamericanos (Kapiszewski y Taylor 2008). Esto se ve más claramente en el caso de Arias, donde la Sala Constitucional (Sala IV) de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica declaró inconstitucional una reforma a la constitución del país, debidamente aprobada por la Asamblea Legislativa más de tres décadas antes. El comeback de García también se benefició de un fallo judicial, aun si no fue tan dramático como en el caso de Arias, puesto que se trató de declarar que los cargos de corrupción contra él fueron sobreseídos por haber vencido el estatuto de limitaciones (BBC 2006b).

El último factor institucional se encuentra en las leyes electorales, sobre todo con relación a las segundas vueltas de elecciones presidenciales. En Costa Rica y Nicaragua Arias y Ortega evitaron otra elección por los umbrales bajos (40 por ciento en aquel y 35 porciento con una ventaja de cinco puntos en este) para aceptar como decisivo el resultado de la primera vuelta. En contraste, en Perú fue la segunda vuelta que permitió a García construir una nueva alianza y ganar.      

Es obvio que el marco institucional desempeña un papel clave en elecciones y en estos comebacks se puede decir que sin las reformas constitucionales conseguidas por Arias y Ortega se habría producido solo un comeback en 2006 y no tres.

 

La coyuntura

 

Ninguna elección ocurre en un vacío. Su resultado siempre refleja el contexto de la campaña y a veces este contexto determina quién gana y quién pierde. En cada uno de los tres comebacks de 2006 el factor coyuntural benefició el ganador. Pero hay otro elemento dentro de la imprevisibilidad: la suerte.

Ortega es el beneficiario más obvio, puesto que en vez de enfrentar a un Partido Liberal que regularmente ganaba más del 50 por ciento de los votos hizo frente a dos que dividieron el 55 por ciento del electorado en partes más o menos iguales. La fortuna también le sonrió al ex presidente cuando el líder de los sandinistas disidentes, Herty Lewites, murió justo antes de comenzar la campaña, quitando así a un competidor fuerte de la carrera.

La elección presidencial en Costa Rica de 2006 tuvo sus propios rasgos inusuales. El más importante de ellos fue el colapso del PUSC, uno de los partidos más grandes desde 1986 y el más fuerte en las elecciones entre 1990 y 2002, cuando ganó la presidencia tres veces de cuatro. Aún en 2002, cuando fue necesaria una segunda vuelta para elegir presidente de la república a Abel Pacheco del PUSC, el partido terminó primero en la primera vuelta con 38 por ciento de los votos. Entonces, que obtuviera un 3,8 por ciento en 2006 fue impactante para la ciudadanía. La caída del PUSC benefició a Arias y al PLN. El PLN y el PUSC tuvieron políticas económicas ubicadas dentro del Consenso de Washington. El partido que vino segundo en 2006, el PAC, era del corte ideológico socialdemócrata, y por tanto opuesto al neoliberalismo. Es factible que la desaparición del PUSC ayudara a Arias por no dividir el voto pro mercado libre y así permitió ganar el candidato del PLN en la primera vuelta.

Finalmente, en las elecciones peruanas de 2006 se presentaron 19 partidos, solo dos de ellos –APRA, de centro, y Unidad Nacional (UN), de centro-derecha– databan de antes de la era de Fujimori. La opción populista más fuerte fue Unión por el Perú, formado para la elección como el vehículo de Ollanta Humala, el representante de la izquierda bolivariana y no solo asociado a, sino supuestamente financiado por, Hugo Chávez. Durante gran parte de la campaña parecía que la candidata de la UN, Lourdes Flores, ganaría y que García y Humala disputarían entre sí el segundo lugar y un puesto en la segunda ronda, pero fue Humala que salió en primer lugar con 30,6 por ciento, seguido por García con 24,3 y Flores medio punto atrás y eliminada (PDBA 2009e). García entró en la segunda ronda con dos ventajas: un partido organizado y experimentado, capaz de montar una campaña mejor organizada que la de su oponente y muchas mejores posibilidades de capturar más votos que el candidato izquierdista, porque la elección final fue para muchos un caso de “cualquiera salvo Humala”.  Además, la campaña de Humala nunca fue bien orquestada y los cargos de haber recibido dinero del venezolano Hugo Chávez lo dejaron abierto a ataques nacionalistas. Al terminar el conteo, García adelantaba a su adversario en cinco puntos.

Entonces, Ortega hizo frente a unos oponentes divididos, Arias tuvo la suerte de no tener que compartir el voto de centro-derecha y García, una vez llegado a la segunda vuelta, tuvo un oponente mal organizado y sospechado de haber recibido ayuda venezolana. Es decir, todos gozaban de condiciones más favorables que las normales.

Al terminar el estudio aquí la conclusión sería clarísima. Estos tres comebacks extraordinarios comparten: i) Candidatos que habían luchado durante años para recuperar la silla presidencial; ii) Candidatos vinculados a partidos institucionalizados con mucha experiencia electoral; iii) Las elecciones donde logaron sus comebacks les ofrecieron a los tres aspirantes condiciones muy favorables, pero sin señal de crisis alguna. Parecen ser modelos de comebacks excepcionales.

 

 

3.     Cuatro casos comparativos

 

Los casos comparativos son todos de la segunda mitad del siglo XX. Hay dos de América Latina: Carlos Ibáñez de Chile y Juan Domingo Perón de Argentina. Uno viene de Europa: Charles de Gaulle de Francia. Y uno es de América del Norte: Robert Bourassa de la provincia canadiense de Quebec. Ibáñez y Perón no solo son latinoamericanos, sino estuvieron fuera del poder 18 y 21 años. De Gaulle ofrece un complemento a Perón puesto que los dos regresaron a la presidencia en momentos de crisis nacionales graves. Bourassa fue un político convencional de un país reconocido por “paz, orden y buen gobierno”. Entonces, hay una representación geográfica razonable que ofrece suficiente variaciones sobre el tema original para hacernos más preguntas y con un número manejable de ejemplos. Entonces, si se encuentra el mismo juego de factores contribuyendo a estos cuatro comebacks excepcionales será posible hablar de un modelo con más confianza. Aquí se organiza la materia por el candidato.

La Tabla 2 presenta un resumen de los hechos.

 

 

 

 

 

 

Carlos Ibáñez, Chile: el hombre sin partido

 

Carlos Ibáñez[10] pasó 21 años fuera del poder antes de ser reelegido presidente de Chile en 1952. Pero a diferencia de los tres analizados de 2006, Ibáñez no terminó su primer mandato constitucional, sino que se retiró en 1931 frente a problemas económicos graves y a un rechazo creciente a su estilo autoritario en el gobierno. Su hoja de vida también es distintita de los tres de 2006.

Ibáñez entró en la política por un golpe de estado en 1924, haciéndose ministro del interior y la eminence grise del régimen militar. En 1927 buscó la presidencia pero terminó de nuevo como ministro del interior, esta vez en la administración civil de Emiliano Figueroa. En poco tiempo, Figueroa se retiró e Ibáñez emergió como vice-presidente, por los mecanismos sucesorios de la constitución chilena entonces vigente. Convocó rápidamente a elecciones, y rechazado solamente por los comunistas, salió elegido con el 98 por ciento de los votos. Su administración, sin embargo, adoptó métodos represivos pero aún con ellos no podía hacer frente a la crisis económica global y abandonó su puesto.

Pero dejar de ser presidente no significó dejar la política. Después de seis años de exilio Ibáñez volvió a Chile y supuestamente participó en dos intentos de golpes de estado fascistas fracasados. Se presentó en 1942 como candidato presidencial a la cabeza de una coalición derechista débil y perdió. Diez años más tarde y con 75 años, Carlos Ibáñez finalmente fue reelegido, llevando una coalición populista al poder.

Irónicamente, Ibáñez logró su reelección como candidato “anti político”, uno que viene desde afuera para limpiar la corrupción y restaurar el gobierno al pueblo (Collier y Slater 2004:251-255). Y sin pertenecer a ningún partido, dos alianzas electorales lo seleccionaron para encabezar sus listas: una primera en 1942 y la otra y ganadora en 1952. Su poder de atraer a votantes fue ampliamente probado en 1952. Lo que Carlos Ibáñez nos demuestra es que el vínculo a un partido fuerte que postulamos arriba no es imprescindible. Lo que sí se necesita es una máquina electoral servible y un candidato con lo necesario para ganar.

 

Juan Domingo Perón y Charles de Gaulle: los salvadores de la patria

 

Juan Domingo Perón fue presidente de Argentina de 1946 a 1955, cuando fue derrocado por un golpe, y de 1973 a 1974, cuando murió.[11] Igual que Ibáñez, entró en la política vía un golpe, pero uno muy distinto, a partir del que construyó un partido personalista poderoso, el ahora Partido Justicialista, conocido universalmente como el partido peronista. Un populista clásico, Perón movilizó a los pobres de Argentina, los “descamisados”, y atacó a la élite. Sus 18 años fuera de poder fueron pasados en el exilio, la mayoría del periodo (13 años) en la España franquista (Rein 1993). A pesar de que los peronistas fueron proscritos durante mucho ese tiempo, Perón, su movimiento y los sindicatos peronistas continuaban siendo actores claves en la política argentina.

Perón hizo solo un intento de volver antes de 1973, la fracasada Operación Regreso de 1964 (McGuire 1999:120). Pero al hacer frente a una gran ola de violencia en los primeros años de los 70,  la dictadura argentina del día decidió abandonar el gobierno y restaurar un régimen civil. Las elecciones en marzo de 1973 dieron como resultado un presidente peronista, Héctor Cámpora, y en junio del mismo año Perón regresó a Argentina para salvar la nación. En septiembre de 1973 los argentinos lo reeligieron su presidente pero Perón murió en julio 1974.

 Perón, como los de 2006, tenía su maquinaria política fuerte y nunca abandonó su proyecto de retomar poder. Por otro lado lo que más lo distingue al argentino de los de 2006 es pasar 18 años en el exilio y volver a su país solo tres  meses antes de su reelección. Entre los de 2006, solo García optó por el exilio y perdió la elección de 2001, pocos meses después de retornar de nueve años en el extranjero.

El otro salvador de su patria, Charles de Gaulle, tiene una trayectoria muy distinta. El General de Gaulle gobernó Francia por la primera vez cuando fue nombrado presidente del gobierno provisional después de la liberación del país en 1944 (Touchard 1971; Crozier 1972; Lacoutoure 1990). Gobernó hasta 1946, cuando dimitió para protestar por la constitución de la nueva Cuarta República. Sin embargo, de Gaulle no abandonó la política y en 1947 fundó el primer movimiento político gaullista, el Rassemblement du Peuple Français (RPF). El general nunca se presentó como candidato legislativo y aunque el RPF fue el partido más grande en la Assemblée Nationale en 1951, de Gaulle lo disolvió en 1953 y se retiró para escribir sus memorias. 

Su jubilación terminó en mayo de 1958. Francia había entrado en un periodo de inestabilidad grave dos años antes, después de una rebelión del ejército francés en Argelia. De Gaulle se declaró dispuesto a rescatar su país y asumir la presidencia del último gobierno de la Cuarta República si le dieran poderes de emergencia y permitirle redactar una nueva constitución. Se aceptaron sus condiciones y dentro de cuatro meses los franceses aprobaron la constitución de la Quinta República. Dos meses después Charles de Gaulle fue elegido, indirectamente, el primer presidente del nuevo régimen por un colegio electoral de unos 80.000 notables. Una reforma constitucional en 1962 que permitió la elección directa del presidente por el pueblo necesitó la creación de un segundo partido gaullista, la Union pour la Nouvelle République, para ser su máquina electoral.

De Gaulle es el más enigmático de los casos considerados aquí. Es evidente que dedicó mucho tiempo y energía a retomar el poder para dar un rumbo nuevo al estado francés. Sin embargo se retiró de la política activa por cinco años. Fue solamente cuando las autoridades francesas cumplieron completamente con sus condiciones que aceptó regresar (Remond 1983).  Más que cualquier otro, incluso Perón, es posible ver el comeback de Charles de Gaulle como una respuesta a la llamada de la nación.

 

Robert Bourassa: El caso democrático normal

 

Robert Bourassa es el único primer ministro canadiense, federal o provincial, que ha vuelto a gobernar después de más de un ciclo electoral fuera de poder. El llevó el Parti Liberal du Québec (PLQ), que gobernó la provincia durante 62 años del siglo XX, a victorias aplastantes en 1970 y 1973 pero perdió inesperadamente frente al secesionista Parti Québécois (PQ) en 1976 (Bourassa 2002; MacDonald 2002). Como es usual en la vida política canadiense, Bourassa entonces dimitió. Después de su retiro, se hizo profesor universitario, dando cursos en Canadá, Europa y los Estados Unidos. En 1980, volvió a Quebec para participar en la campaña exitosa contra una propuesta para separar Québec de Canadá, aunque no fue uno de los actores principales.

En 1981, Bourassa se ofreció como candidato en la elección general pero el líder del PLQ lo rechazó. En aquel momento Bourassa estimó que no tenía más que una probabilidad del 5 por ciento de volver a ser primer ministro. No obstante, le afirmó a un amigo que buscaría su comeback aún si sus probabilidades no fueran más que de 1 por ciento (MacDonald 2002:214). Poco después, los liberales eligieron a Bourassa su jefe y en 1985 el PLQ obtuvo una victoria masiva, con 56 por ciento de los votos, y él fue de nuevo primer ministro, así completando su propio comeback extraordinario.[12] Permaneció dos mandatos más antes de retirarse por motivos de salud.

No cabe duda que Bourassa ejemplifica lo dicho en cuanto a los elementos de agencia y de estructuras en nuestro modelo preliminar. Con respecto al elemento coyuntural, la elección en Québec en 1985 tuvo aspectos poco comunes, puesto que el jefe del PQ dimitió bajo presión poco antes de los comicios, dejando el partido dividido. Si la difícil situación del PQ no le dio al PLQ la victoria, sin duda contribuyó al margen de la misma.

Estos otros cuatro comebacks excepcionales presentan una gama de características algo diferente de los tres de 2006. Tener un partido fuerte a sus espaldas ya no parece imprescindible y además ahora está claro que un candidato no necesita buscar activamente su regreso en el periodo inmediatamente antes de lograr su comeback. La receta que aparentemente se aplicó en 2006 tiene variaciones importantes.

 

 

4.     Comebacks electorales fracasados

 

No todos los comebacks tienen éxito. Algunos, como hemos visto en los casos de Arias, García, Ortega, Ibáñez, Bourassa y tal vez De Gaulle, pueden encontrar obstáculos en la ruta a su reelección, y en los casos de Arias y Bourassa barreras legales o políticas prohibieron incluso que se postularan como candidatos. Pero aquí el enfoque es sobre los que pierden una elección de comeback. Entre los siete comebacks ya hay tres vistos: Ortega (dos veces y tres derrotas consecutivas), García e Ibáñez. A ellos añadimos tres ex presidentes que no lograron sus comebacks: el estadounidense Theodore Roosevelt en 1912, otro estadounidense, Richard Nixon (1962) y el argentino Carlos Saúl Menem (2002). En los tres últimos casos hemos suspendido la estipulación de haber estado fuera del poder por más de un ciclo electoral para expandir la muestra.

Comenzamos con los ya presentados. Ortega perdió tres elecciones consecutivas (1990, 1996 y 2001—la primera lo costó su reelección y las otras dos fueron comebacks fracasados) simplemente por no tener votos suficientes. Su problema no fue una máquina electoral débil, como en el caso de Ibáñez, sino la falta de popularidad del candidato y su partido. El desafío que enfrentó García fue distinto: la falta de confianza en él y su partido, después de su primera administración desastrosa. Además, en la elección de 2001 García tuvo como opositor al popular Alejandro Toledo y tuvo poco tiempo para preparar su campaña, una combinación de factores que complicó aún más la tarea del aprista. Entonces, tanto Ortega como García hacían frente a una falta de confianza y apoyo popular en las elecciones que perdieron.

En cada uno de los tres otros casos la causa del fracaso es distinta. Theodore Roosevelt, un republicano progresista, que en aquel momento indicó oponerse a los monopolios y favorecer la expansión de la participación ciudadana (Milkis 2009), llega a la Casa Blanca en 1901, después del asesinato de William McKinley. Reelegido en 1904, Roosevelt declinó presentarse de nuevo en 1908 y propició la elección de su sucesor preferido, William Howard Taft. Taft, sin embargo, decepcionó a Roosevelt por abandonar la política progresista y este decidió entrar en la carrera presidencial en 1912. Negada su nominación por maniobras de parte de los conservadores, Roosevelt aceptó encabezar la lista del Progressive Party. Aunque Roosevelt consiguió un resultado nunca recibido por un tercer partido en una elección presidencial estadounidense, terminó en segundo lugar. Dividió el voto republicano con Taft y el voto progresista con el ganador, el demócrata Woodrow Wilson.

Richard Nixon fue vice-presidente de los EE.UU. durante la presidencia republicana de Dwight Eisenhower, de 1953 a 1961, pero perdió las presidenciales de 1960 con John F. Kennedy.[13] En vez de esperar hasta 1964 para iniciar su comeback, Nixon optó por presentarse como candidato republicano para gobernador de su estado natal de California en 1962. Pero por haber pasado diez años fuera de la política californiana, Nixon montó una campaña débil que no resonó bien en los votantes y, por si fuera poco, se vio eclipsado en las últimas semanas de la carrera por la crisis cubana de los misiles, que enfocó la atención pública al mismo John F. Kennedy que derrotó a Nixon en 1960 (Anderson y Lee 1963; Black 2007: 427-443).

El argentino Carlos Saúl Menem presenta el último comeback fracasado que consideramos. Presidente de la república de 1989 a 1999, constitucionalmente Menem no podía buscar un tercer mandato consecutivo,  pero sí podía presentarse para la nominación presidencial del Partido Justicialista (peronismo) en 2003. Los peronistas, sin embargo, en vez de seleccionar a un solo abanderado, permitieron a tres de los suyos (Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá) contestar la elección bajo los colores del partido. Por si esto fuera poco, hubo otros dos candidatos serios en la carrera y al fin de la primera ronda Menem terminó primero con 24,5 por ciento de los votos, y Kirchner 2,3 puntos detrás. Al saber que Kirchner tenía una ventaja en las encuestas de 40 puntos sobre él, Menem se retiró y Kirchner salió presidente electo. Como Roosevelt, Menem dejó un partido dividido y por eso no pudo ganar la mayoría necesaria para evitar una segunda ronda.  

Todas las tentativas fracasadas comparten un rasgo: cada candidato sobreestimó su popularidad. Entonces, aunque tener ambición y el afán de recuperar su viejo puesto es imprescindible para intentar un comeback, no es en sí suficiente parar lograrlo. No obstante, son las diferencias entre los seis candidatos las que más nos interesan. Como hemos notado arriba, a Ibañez le faltó una maquina electoral fuerte, mientras que a Ortega le faltaron votos y en el caso de García el problema fue la falta de tiempo. Roosevelt y Menem dividieron a sus partidos y así redujeran  sus votos recibidos. Nixon mantuvo su partido unido pero orientó mal su campaña y cayó víctima de uno de los acontecimientos imprevisibles que pueden marcar la diferencia entra victoria y derrota.

Estos casos confirman la centralidad de dos de los factores encontrados en los comebacks exitosos. Las derrotas de Ibáñez, Roosevelt y Menem demuestran la significancia de un partido fuerte y unido. Las de García y Nixon señalan la importancia de la campaña. Y las dos perdidas de Ortega apuntan a un factor ignorado hasta ahora: la incapacidad del candidato de atraer sufragios suficientes para ganar, el factor común a toda derrota electoral.

 

 

5.     Conclusión

 

Los resultados indican que Arias, García y Ortega comparten tres rasgos importantes: i) regresar a la política activa con mucha anticipación antes de intentar el comeback o nunca haber dejado la vida pública; ii) liderar un partido mayoritario con una buena maquinaria electoral; y iii) disfrutar de condiciones favorables en la campaña. Estas condiciones también están presentes en el caso de Robert Bourassa y, en menor medida, de Juan Domingo Perón. Carlos Ibañez se distingue de esta mayoría por nunca haber tenido una afiliación permanente con un partido mayoritario y Charles de Gaulle se aparta tanto por haber disuelto su partido-movimiento como por los efectos prácticos de no haber participado activamente en la política durante los cinco años anteriores a su retorno exitoso. Aunque Perón y de Gaulle ganaron sus elecciones de comeback durante una crisis política, los demás lograron sus victorias en tiempos normales. Es decir, los tres variables de agencia (lo individual), estructura (lo institucional) y coyuntura (lo contextual) desempeñan sus papeles en cada caso pero de maneras distintas, como es sin duda el caso en cualquier elección. Entonces hay más de un camino de comeback.

 Por eso para evaluar la utilidad de comeback como concepto analítico y descriptivo, es mejor enfocar lo que más le llama a uno la atención en repasar los varios comebacks, tanto exitosos como fracasados: la dedicación, casi obsesiva, del candidato para volver a mandar. Sabemos que nadie (o casi nadie) se hace político por casualidad. Es una carrera que demanda muchas horas y una personalidad combativa. Sin embargo, y quizás porque sea una característica esencialmente universal en la política, a menos que haya condiciones especiales, como las que acompañan un comeback, solemos no tomarla en cuenta en nuestros análisis electorales. Pero sin candidatos no hay ni elecciones ni políticos elegidos. Y sin ellos no hay democracia.

Enfatizar lo personal, al agente, nos recuerda la observación de Harold Lasswell, un politólogo estadounidense del siglo XX, de que  “(l)a ciencia política sin biografía es una forma de taxidermia” (1977 [1930]: 1). Por el énfasis que la ciencia política  puso en el factor individual desde los 50s, primero a través del conductismo y ahora por la teoría de elección racional, a veces perdemos de vista elementos conductuales tan básicos como la decisión de una persona de presentarse como candidata o candidato en unos comicios. Analizar los comebacks dirige la atención automáticamente al actor principal en el drama electoral: el candidato o la candidata. Pero el estudio del comeback también exige la inclusión del marco estructural y de la coyuntura, así ubicando el actor en un ambiente amplio y realista. En otras palabras, un estudio de comebacks requiere la adaptación de un marco analítico holístico y no solo lo descriptivo de la biografía política.

Como he mencionado arriba, los factores que influyen en el camino a un comeback excepcional también se deben aplicar al corriente, sobre todo la variable de la agencia. Ningún comeback se hace sin un candidato dispuesto a hacer lo posible para volver. Pero si el papel del agente activo es parecido en las dos clases de comeback, y así las distingue de otros comicios, es factible que la coyuntura asuma un rol menos importante en los corrientes. Un candidato que busca retomar su antiguo puesto después de una ausencia de solo un período electoral no se enfrenta con los mismos obstáculos que uno ausente por más largo tiempo (por ejemplo, restablecer su perfil público).

Entonces es posible concluir que la contribución principal del análisis holístico de los comebacks excepcionales es concentrar nuestra atención en una elección, un candidato o una candidata y las circunstancias donde todo se desarrolla. Esto es evidente con respeto al giro a la izquierda. Por haber investigado los tres casos de 2006  hemos visto el retorno de la izquierda como fuerza política en Costa Rica y Perú, aún si terminó segunda en los dos países. Además, al tener en cuenta la división de la oposición principal al FSLN  la victoria de Daniel Ortega parece menos impresionante y más normal, porque no todas las victorias electorales son contundentes.

Y sin tratar las reelecciones de Arias, García y Ortega como comebacks excepcionales damos demasiada importancia a la continuidad en el poder como factor explicativo de los hechos de 2006 (Zovatto 2008). En estos tres casos los electores no buscaban más de lo mismo sino alternativas distintas, aún cuando no todas emergieron de la izquierda. Examinar detenidamente las elecciones presidenciales de 2006 en Costa Rica, Nicaragua y Perú como ejemplos de comebacks excepcionales permite entender detalles que profundizan nuestro entendimiento de estas tres elecciones nacionales y, por ello, del giro “progresista” de América Latina.

 

 

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* Profesor en el Departamento de Ciencia Política de Memorial University of Newfoundland, St. John’s, NL, Canadá. Email: dclose@mun.ca

[1] También se aplica a atletas y estrellas de la farándula que retoman sus carreras después de una ausencia prolongada.

[2] Si ha sido un Primer Ministro, puede seguir en la primera línea como jefe de un partido de oposición, incluso de la oposición oficial.

[3] Costa Rica presenta una complicación. Por no permitir la reelección por dos periodos electorales, cualquier comeback allí será excepcional. Hay solo dos mandatarios que han logrado la reelección comeback desde 1949: José (Pepe) Figueres Ferrer, quien esperó 12 años (1958-1970)  para retomar la presidencia, y, obviamente, Óscar Arias Sánchez.

[4] Se podría extender al puesto de alcalde en casos donde el municipio tiene competencias importantes.

[5] Nixon fue vice-presidente de los Estados Unidos de 1953 a 1961 y perdió la elección presidencial de 1960 frente a John F. Kennedy. Finalmente ganó la Casa Blanca en 1968.

[6] En 2009, el ex presidente fue condenado a la cárcel por abusos a los derechos humanos.

[7] En 2001y 2006 el partido se presentó como el Partido Aprista Peruano, pero aquí se llama APRA para evitar confusión.

[8] No obstante, Andreotti, Fanfani, Menzies, Palme y Soares, los casos que no son incluidos en este análisis, si han pasado sus años entre periodos en poder dentro de la vida política activa.

[9] En 2011, ganó Ortega por 31,45 puntos (62, 45  a 31,00) sobre Fabio Gadea del Partido Liberal Independiente.

[10] La información sobre Ibáñez es de Nunn (1979), Drake (1978), Deutsch (1999), Correa, et al (2001) y Loveman (2001).

[11] La obra consultada  sobre Perón viene de Alexander (1979), Page (1981), Smith (1983), Crassweller (1987), Rock (1987) y Romero (2002).

[12] Vale notar que en la elección general Bourassa perdió su propia circunscripción y tuvo que ganar una elección parcial (by-election) para tener un curul en la legislatura.

 

[13] Nixon está fuera de lugar aquí, por nunca haber sido presidente antes de perder una elección presidencial. No obstante, lo incluyo porque su caso es extremadamente conocido.

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