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Revista Uruguaya de Ciencia Política

On-line version ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.18 no.1 Montevideo Dec. 2009

 

Rev. Urug. Cienc. Polít. v.18 n.1 Montevideo dic. 2009

DEBILITAMIENTO DEL EFECTO DEMOGRÁFICO Y CONSOLIDACIÓN DE UN NUEVO SISTEMA DE PARTIDOS: EVIDENCIA DE LAS ELECCIONES 2009 EN URUGUAY*

Weakening the Demographic Effect and Consolidation of a New Party System: Evidence for the 2009 Uruguayan Elections

Gustavo De Armas**

Resumen: El sistema de partidos uruguayo experimentó entre las elecciones de 1984 y 2004 una gradual pero también profunda transformación. El nuevo sistema de partidos que emergió en 2004, constituido por dos grandes –formales o informales– coaliciones (un nuevo bipartidismo), puede ser explicado por tendencias de largo plazo (el cambio demográfico del electorado) y coyunturas electorales. La disminución del porcentaje de votos por el Frente Amplio entre 2004 y 2009 puede ser explicada por el debilitamiento del "efecto demográfico" y por la transferencia de votos, relativamente significativa, desde la coalición de izquierda hacia los otros partidos. Pese a esos cambios, la reciente elección habría consolidado el sistema de partidos que emergió de la anterior elección, el cual parece ser el más probable en los próximos años.

Palabras clave: Sistema de partidos, Elecciones, Comportamiento electoral, Frente Amplio

Abstract: The Uruguayan party system experimented between the elections of 1984 and 2004 a gradual but also deep transformation. The new party system which emerged in 2004, constituted by two large –formal or informal– coalitions (a new two-party system), can be explained by long-term trends (the demographic change of the electorate) and electoral conjunctures. The decrease of the percentage of votes by the Frente Amplio between 2004 and 2009 can be explained by the weakening of the "demographic effect" and by the transfer of votes, relatively significant, from the left coalition towards the other parties. Despite those changes, the recent election would have consolidated the party system that emerged from the previous election, which seems to be the most probable one in the next years.

Key words: Party System, Elections, Electoral Behavior, Frente Amplio

 Artículo recibido el 15 de julio de 2009 y aceptado para su publicación el 1º de noviembre de 2009

Introducción

Desde el nacimiento de la ciencia política el comportamiento de los votantes ha constituido uno de sus principales objetos de estudio. La ciencia política y la sociología electoral norteamericanas acumularon durante décadas conocimiento teórico y evidencia empírica con relación a los factores que determinan o condicionan el comportamiento electoral. Por otro lado, el estudio del comportamiento electoral y las campañas proselitistas aparece naturalmente entrelazado con la indagación sobre la opinión pública; explicar las preferencias o lealtades de los votantes implica, necesariamente, comprender la construcción de la opinión pública. Asimismo, examinar el comportamiento de los electores (la demanda) y la acción de los partidos y los candidatos (la oferta) supone escrutar la influencia que las reglas electorales y las estrategias de comunicación política pueden tener sobre los resultados electorales.

Hasta hace dos décadas la ciencia política se debatía entre dos grandes visiones con relación a la comprensión del comportamiento electoral: por un lado, las corrientes que tendían a minimizar la influencia que las campañas electorales tienen sobre los votantes, focalizando la mirada en las variables socio-demográficas, y, por otro, la escuela de la "identificación partidaria" que colocaba la mirada en variables políticas: entre otras, las actitudes, preferencias y evaluaciones de los ciudadanos.

En los últimos veinte o treinta años han ido surgiendo nuevos abordajes que tornan aún más compleja la mirada sobre el comportamiento electoral. Por una parte, las teorías sobre el "voto económico" (Erikson, MacKuen y Stimson 2000) que intentan explicar la decisión de los votantes a partir de sus juicios y evaluaciones con respecto al desempeño de la economía y a su situación personal o colectiva. Por otra parte, los enfoques que hacen centro en el estudio de los impactos de las campañas electorales en un contexto de creciente –y quizás irreversible– "massmediatización" de la política (Sartori 1998).

La explicación del comportamiento electoral en un contexto histórico y espacial específico puede ser considerada, más allá de su contribución a la ciencia política, un objetivo de particular interés. Avanzar en la explicación del comportamiento de los votantes adquiere otro valor si nos permite, junto a otros insumos, describir y explicar la evolución electoral de los partidos y, en consecuencia, los cambios en el sistema partidario. En una poliarquía la transformación del sistema de partidos (por ejemplo, la transición que experimentó Uruguay desde su fundacional y más que centenario sistema bipartidista a un "pluralismo moderado" que gira en torno a una nueva dinámica bipolar) solamente puede ser comprendida examinando la relación que opera entre la oferta y la demanda electoral.

 

1. La transformación del sistema de partidos: de la restauración democrática en 1984 al triunfo electoral del Frente Amplio en 2004

Entre las elecciones de 1984 y 2004 el sistema de partidos uruguayo experimentó uno de los cambios más significativos de su historia, al menos desde la conformación del sistema poliárquico a comienzos del siglo pasado: nos referimos a la transición desde el bipartidismo fundacional conformado por los longevos Partido Colorado (PC) y Partido Nacional (PN) a un nuevo bipartidismo (o un estadio a medio camino entre el "pluralismo moderado" y el bipartidismo tal como los describe Sartori[1]), en torno a la competencia entre el Frente Amplio (FA) y los partidos tradicionales. Esta transición se inició, por cierto, mucho antes de la elección nacional de 1984; el tránsito gradual y sostenido del viejo al nuevo bipartidismo comienza con los resultados de 1971, cuando los partidos menores o de "ideas" coaligados en el FA superaron en forma holgada su histórico caudal, constituyéndose así en la segunda fuerza política en Montevideo, detrás del PC, con el 30.14% de los votos válidos.

La elección de 1984, luego de once años de régimen autoritario, reprodujo con leves matices el mapa electoral previo al quiebre institucional de 1973. Los resultados de 1984 confirmaron la sustitución del tradicional sistema bipartidista uruguayo por un sistema pluralista moderado. Desde ese momento hasta los comicios de 2004, el sistema político uruguayo recorrió una etapa de gradual y sostenida transformación. Como ha sido señalado por Buquet (2005), las elecciones de 2004 parecen haber cerrado un largo ciclo de cambios, consagrando un nuevo mapa bipartidista. Entre las elecciones de 1984 y 2004 el caudal electoral de los dos partidos tradicionales sumados se redujo más de treinta puntos con relación al total de votos válidos: porcentaje que ganó el bloque o subsistema conformado por los partidos desafiantes (González y Queirolo 2000).

Tabla 1

La conformación de este nuevo mapa partidario fue resultado del constante crecimiento del subsistema de partidos de izquierda, la consecuente reducción del bloque constituido por los partidos tradicionales y el debilitamiento de las fronteras que otrora separaban en forma clara a "blancos" y "colorados". En ese período la reproducción de las lealtades, identificaciones y preferencias hacia los partidos dejó, progresivamente, de operar en función de la secular dialéctica entre blancos y colorados para girar en torno a una nueva tensión: la competencia entre la Izquierda y los partidos tradicionales. En tal sentido, cabe señalar que la evidencia empírica nos permite demostrar, sin mayores dificultades, hasta qué punto en los últimos años los electores "blancos" y "colorados" se fueron acostumbrando a migrar de un lema a otro sin mayores costos. De esta forma, el sistema político y el subsistema de partidos fueron asumiendo dinámicas de competencia y producción típicas de la lógica bipartidista. Los partidos y los electores comenzaron a actuar en función de dos grandes campos de identificación partidaria: de un lado, los partidos tradicionales; del otro, los partidos "desafiantes". La reforma constitucional de 1996 –en particular, la introducción del balotaje para la elección presidencial– contribuyó, en cierto modo, a consolidar esta nueva competencia.

Para comprender la evolución del comportamiento electoral entre 1984 y 2004 –en particular, desde mediados de la pasada década hasta 2004– resulta útil analizar el sistema de partidos más allá de los límites o fronteras partidarias; como un sistema compuesto por dos campos o bloques: el "subsistema de partidos tradicionales" y el "subsistema de partidos desafiantes".

Una de las señales que indican hasta qué punto el sistema de partidos ha venido operando desde las elecciones de 1989 como bipartidista, sin perjuicio de su formato o del número de partidos, es que la competencia por el electorado opera primero, y fundamentalmente, entre los dos bloques partidarios, y luego a su interior entre los partidos que los componen. En tal sentido, corresponde advertir que la abrupta caída electoral del PC entre los comicios de 1999 y 2004 (473 mil votos que implicaron un descenso del 32.78% de los votos válidos al 10.61%) tuvo como correlato el crecimiento significativo del PN (286 mil votos más, que representaron un salto del 22.31% al 35.13%). Analizar el desempeño electoral de los partidos tradicionales como unidades absolutamente independientes –al menos desde la perspectiva de los electores[2]– nos podría inducir a diversos errores. Considerando que los partidos tradicionales perdieron como bloque aproximadamente 160 mil votos entre las elecciones de 1999 y 2004 –lo que significó una reducción del 9.35% con relación al total de votos válidos–, y que el trasiego de votos entre el subsistema "tradicional" y "desafiante" ha sido relativamente bajo y casi exclusivamente en beneficio del último, el significativo crecimiento del PN en los comicios de 2004 sólo podría ser explicado como el resultado de una transferencia de votos entre los partidos tradicionales. Esa transferencia de votos entre los partidos tradicionales, por una parte, y entre fracciones o sectores políticos al interior del FA (Buquet y De Armas 2004: 121), por otra, ilustran hasta qué punto el sistema de partidos uruguayo –insistimos, más allá de su fisonomía– ha ido asumiendo una nueva dinámica bipolar.

Los cambios en las preferencias de los votantes son, al mismo tiempo, la base de esta profunda transformación del sistema de partidos y uno de sus principales efectos o resultados. En este marco, resulta necesario construir un relato descriptivo y explicativo sobre los cambios que han operado en el electorado y, consecuentemente, en el sistema de partidos desde la restauración democrática: en particular, el crecimiento de la Izquierda. Explicar este crecimiento exige cotejar las distintas hipótesis que desde la ciencia política y la sociología electoral se han construido para dar cuenta de la transformación del sistema partidario. Asimismo, este relato nos permitirá proyectar los posibles escenarios que emergerán del ciclo electoral 2009-2010.

 

2. Desmenuzando la "explicación demográfica" sobre el crecimiento de la Izquierda

El crecimiento de los partidos "desafiantes" entre 1984 y 2004 ha provocado distintos intentos explicativos –o al menos descriptivos– entre los politólogos y sociólogos uruguayos. En tanto el crecimiento del porcentaje de votos del subsistema desafiante sobre el total de votos válidos fue constante en ese período (9% entre 1984 y 1989, 5.5% entre 1989 y 1994, 8.9% entre 1994 y 1999, y 7% entre 1999 y 2004), registrando un coeficiente de variación entre estos cuatro períodos relativamente bajo, parece claro que la evolución de la izquierda no puede ser producto de coyunturas favorables o movimientos erráticos de la ciudadanía.

Desde el campo de la sociología electoral, algunos investigadores (Aguiar 2000; Canzani 2000; González y Queirolo 2000) han planteado que el crecimiento de la izquierda puede ser explicado, en gran medida, a partir de la renovación demográfica del cuerpo electoral, construyendo así lo que hemos denominado el "modelo demográfico" (Buquet y De Armas 2004). La tesis demográfica ha sido expuesta en forma sintética por Aguiar (2000: 20-21):

"... en un electorado dividido por edad, aun cuando nadie cambie de opinión, el mero pasaje del tiempo implica el crecimiento de los partidos que tienen mayor peso relativo entre los electores más jóvenes. De esta forma, si el clivaje operaba con claridad desde 1971 y se mantenía operando a lo largo del tiempo, el EPFA debía crecer en forma regular incluso cuando ningún votante de los partidos fundacionales cambiara de manera de pensar (...) en el período 1971-1999, el efecto demográfico da cuenta de proporciones cercanas al 1% anual (...) puede asegurarse que en el año 2004 el piso electoral del EPFA subirá aproximadamente un 5% más como resultado de este efecto demográfico."

Partiendo de esta tesis, señala por su parte Canzani (2000: 240-241):

"... la mortalidad registrada durante cierto período tiene más posibilidades de afectar más a los partidos tradicionales –que pierden votos más "viejos"– que a los partidos no tradicionales. ¿Cuánto de los cambios en el peso electoral de los partidos puede explicarse por este factor demográfico? No hay estimaciones precisas, pero su magnitud está lejos de ser despreciable, ya que en un período electoral de cinco años salen del padrón electoral –por mortalidad– al menos 170.000 personas, lo que en estos años ha representado una proporción de entre 7% y 8% del total de votantes."

Finalmente, sostienen González y Queirolo (2000: 303):

"todas las encuestas... han mostrado que durante los últimos años ha existido una fuerte asociación entre la edad y el voto "desafiante". Ese voto aumenta sistemáticamente a medida que disminuye la edad; los más jóvenes son los que más votan a los "desafiantes". Ahora bien: las pendientes de las rectas de regresión muestran que las dos clases de voto (el desafiante, que aumenta, y el tradicional, que disminuye) deberían cambiar, en promedio, alrededor de 1.3% por año. Este es un valor muy cercano al que podría esperarse (con la relativamente baja tasa de crecimiento poblacional uruguaya) para un proceso de cambio del sistema de partidos estrechamente asociado a la renovación generacional del electorado, y por lo tanto es muy consistente con el resultado de las encuestas. Sean cuales fueren las razones sustantivas que lo explican, ese carácter generacional le confiere una vigorosa inercia al proceso de cambio del sistema de partidos, porque estos "aprendizajes generacionales" cristalizados en los años formativos pueden luego modificarse, pero normalmente las modificaciones son lentas y difíciles."

Efectivamente, resulta fácil advertir una robusta relación entre edad y voto en el cuerpo electoral uruguayo, al menos desde que disponemos de información objetiva sobre el comportamiento de la opinión pública. Como se aprecia en el siguiente cuadro (y sin perjuicio de las limitaciones de información secundaria para algunas elecciones, así como las dificultades para generalizar resultados a partir de los tamaños de muestra relativamente pequeños que surgen de las aperturas de información por tramos de edad), entre 1984 y 2009 se ha mantenido constante la preferencia de los nuevos votantes hacia la izquierda, así como la sobre representación de la intención de voto hacia los partidos tradicionales entre los votantes más viejos. Desde luego, en la medida que van ingresando al cuerpo electoral camadas de nuevos votantes afines a la izquierda, casi ineluctablemente se fue incrementando el peso de la izquierda en la intención de voto de los electores adultos y adulto-mayores (multiplicándose por 4,7 entre estos últimos). El crecimiento de la intención de voto por la Izquierda entre los electores adultos (de 30 a 59 años de edad) y adulto-mayores (60 o más años) a lo largo de las últimas décadas redujo su sobre-representación entre los votantes jóvenes (18 a 29 años), al tiempo que disminuye en el largo plazo la magnitud del "efecto demográfico".

Tabla 2

Como podemos advertir, la hipótesis sobre el crecimiento demográfico de la izquierda se presenta como una de las aproximaciones más compartidas entre los científicos sociales en Uruguay.[3] Empero, cabe señalar que por momentos la "explicación demográfica" parece adquirir un carácter cuasiteleológico (De Armas 2000), que deja escaso margen a la coyuntura política, la competencia electoral e, incluso, a variables extra políticas que podrían explicar la evolución del sistema de partidos. Otra debilidad que se le podría endilgar al argumento demográfico es su carácter excesivamente descriptivo: por así decirlo, carente de apoyaturas y ambiciones teóricas más sólidas. En general, desde la sociología nacional se ha examinado el crecimiento electoral de la izquierda en función de la recomposición de la masa electoral, sin preocuparse demasiado por los cambios en la oferta partidaria y la dinámica de competencia entre los partidos. Podría decirse, que la sociología ha estudiado el crecimiento electoral de la Izquierda –y extraído conclusiones sobre los cambios en el sistema de partidos– como si las preferencias de los electores fueran atributos dados, relativamente independientes de los actores políticos, y por lo tanto como si todo se tratase de la simple renovación del stock electoral de los partidos. En contraposición, la ciencia política ha analizado el crecimiento electoral de la Izquierda haciendo foco en las diversas mutaciones que ha experimentado la oferta electoral: el largo proceso de "nacionalización" de la Izquierda (Lanzaro 2004), el advenimiento de una "era progresista" producto de su moderación ideológica y programática (Garcé y Yaffé 2004), el corrimiento al centro del FA (Buquet y De Armas 2004; Buquet y Selios 2004) o el desplazamiento a la Izquierda de los votantes (Moreira 2004). Si es posible endilgarle a la sociología nacional cierta prescindencia de la política a la hora de explicar el crecimiento electoral de la Izquierda, también se puede cuestionar a la ciencia política local por no haber examinado con mayor interés las transformaciones que han operado en el cuerpo electoral durante este período.

Ahora bien, concretamente cómo ha operado el llamado "efecto demográfico". Durante los cinco años que median entre las elecciones van ingresando al cuerpo electoral jóvenes que por su edad votarán por primera vez (quienes tendrán al momento de la votación entre 18 y 22 años). Al mismo tiempo, irán "saliendo" del cuerpo electoral ciudadanos que sufragaron en la anterior elección, básicamente por dos motivos: porque fallecen o porque emigran durante el período inter electoral. En consecuencia, si podemos estimar para cada uno de los períodos inter electorales desde la restauración democrática el número de nuevos votantes jóvenes (18 a 22 años de edad), el de votantes que fallecen (de 60 o más años de edad, o menores de esa edad) y el de votantes que emigran, entonces, podemos calcular el "crecimiento demográfico neto" (CDN) del cuerpo electoral y de cada uno de los dos grandes bloques partidarios: Izquierda y partidos tradicionales. La imputación de la intención de voto por ambos bloques partidarios entre los nuevos votantes, los que fallecen (adulto-mayores o adultos) y los que emigran (básicamente, jóvenes y adultos) se puede realizar con base en la apertura por grupos de edad de dicha variable provista por las encuestas de opinión pública.

De esta forma podemos estimar que la renovación demográfica del electorado explica el origen de aproximadamente el 45.6% de los 724 mil votos que engrosaron el caudal del subsistema de partidos "desafiantes" entre 1984 y 2004. Consecuentemente, resulta necesario elaborar algunas hipótesis para dar cuenta del resto del crecimiento (esos 394 mil votos de crecimiento político neto –CPN– acumulados en esos años); hipótesis que permitan descifrar por qué centenares de miles de votantes "blancos" y "colorados" emigraron hacia la Izquierda entre 1984 y 2004, permitiéndole alcanzar el gobierno con el 50,45% de los sufragios emitidos y 51,7% de los válidos. Asimismo, debemos establecer hipótesis que den alcance explicativo –y no meramente descriptivo– al modelo o argumento demográfico; por ejemplo, hipótesis acerca de la relación entre edad y voto, o sobre la mayor capacidad de transmisión de preferencias electorales en las familias de izquierda que en las familias "blancas" o "coloradas".

 

Tabla 3

 Gráfico 1

 Si bien la Izquierda ha logrado captar desde las elecciones de 1984 un porcentaje significativamente alto de los nuevos votantes que se acumulan en cada período inter electoral, el crecimiento que ha experimentado en estos últimos veinticinco años entre los votantes más viejos (el grupo de personas de 60 o más años de edad, el cual explica más del 80% de las defunciones en dicho período) determina que las ganancias demográficas tiendan a reducirse con relación al total de votos emitidos. En tal sentido, si bien el mentado efecto demográfico aún sigue operando, su magnitud tenderá a disminuir con el correr de los años. A esto se suma, que en algunos períodos –particularmente entre las elecciones de 1999 y 2004, merced a la crisis económica de 2002– el país ha experimentado flujos migratorios hacia el exterior de entidad.[4] En suma, el efecto demográfico no permite explicar la totalidad del crecimiento de la Izquierda entre 1984 y 2004 (de hecho, explica aproximadamente la mitad de dicho crecimiento), al tiempo que su magnitud se irá reduciendo en forma paulatina. En consecuencia, resulta necesario incorporar otras variables para describir y explicar más en su totalidad el crecimiento de la izquierda: en particular, las transformaciones en el sistema partidario y el impacto de algunas coyunturas político-electorales particulares, aquellas en las que se registraron, precisamente, incrementos superiores al aumento demográfica (esa tasa de aproximadamente 1% de crecimiento anual a la que se refieren Aguiar, Canzani, González y Queirolo). Como señalan Buquet y De Armas (2004: 128):

"El hecho de que buena parte del crecimiento electoral de la izquierda obedezca a factores estrictamente políticos –la "expulsión" de votantes colorados o nacionalistas hacia la izquierda y la correspondiente moderación ideológica y programática de los partidos desafiantes (...)-, no implica desconocer o subestimar el "efecto demográfico"; por el contrario, la identificación de estos factores políticos pretende complementar y completar la tan difundida explicación socio demográfica."

Identificar los factores que determinan las "migraciones" electorales desde el subsistema "tradicional" al "desafiante" nos lleva al inicio del proceso de transición en el sistema de partidos: las elecciones de 1971. Hasta las elecciones de 1971 la suma de los partidos "desafiantes" nunca se había despegado del 10% del electorado. En 1971, con la creación del FA, el subsistema de partidos "desafiantes" alcanza el 18,28% del total de votos válidos, lo que representó un crecimiento del 90% con relación al caudal electoral de los partidos menores en 1966 (9,62%). Este salto electoral se corresponde con una caída significativa del PC. Entre las elecciones de 1958 y 1966 –el período de "bipartidismo competitivo" según González (1993)– el subsistema de partidos tradicionales obtuvo en promedio el 89.4% de total de votos válidos. Entre los comicios de 1966 y 1971, el PC redujo claramente su caudal electoral, pasando de 49,33% a 40,96% del total de votos válidos. En esos cinco años se produjo un corrimiento a la derecha de la oferta ideológica y programática del PC, en paralelo a la moderación de la oferta de la izquierda con la creación del FA –entendida en términos de "nacionalización" e institucionalización–, en la que jugó un papel protagónico un conjunto de figuras de centro izquierda de los partidos tradicionales. Se podría sostener que los comicios de 1971 registran el primer gran salto electoral del subsistema de partidos "desafiantes", con la consecuente caída del bloque "tradicional", en un contexto de expulsión de electores y redefinición de la oferta ideológica y programática de uno de los partidos tradicionales y del subsistema "desafiante". Tras las elecciones de 1984 –en las que prácticamente se reprodujo el mapa electoral previo al golpe de Estado–, se inicia el sostenido crecimiento de la izquierda que el modelo demográfico ha pretendido explicar. Empero, al revisar los resultados electorales desde 1984 a 2004, advertimos, con la excepción de la elección de 1994, que una porción significativa del crecimiento de la izquierda se debió a la recepción de votantes desde el bloque de los partidos tradicionales. Como hemos señalado (Buquet y De Armas 2004: 130):

"Si se analizan los sucesos previos a las elecciones de 1971, 1989 y 1999 (la peripecia al interior de uno de los dos partidos tradicionales), es decir, cuando se produjeron los mayores saltos electorales de la izquierda, podremos constatar una cierta regularidad: al estrechar su oferta ideológica alguno de los partidos tradicionales se produce una fuga de votantes hacia el subsistema de partidos "desafiantes", en tanto la izquierda modera sus posturas ideológicas y su plataforma electoral."

Finalmente, entre 1999 y 2004 se produce una significativa reducción del porcentaje de votos del subsistema "tradicional" sobre el total de votos válidos (de 55.09% a 45.74%), con un concomitante aumento de 7% en el caudal del bloque "desafiante" y de 2.35% de los partidos menores (51 mil votos más que en 1999), fenómeno este último que se explica, básicamente, por la votación del Partido Independiente (PI). Más allá del análisis particular de la elección de 2004 y de la evolución desde ese entonces, la evidencia empírica conduce a cuestionar la capacidad del modelo demográfico para dar cuenta en su totalidad de los cambios en el mapa electoral, al mismo tiempo que nos permite elaborar algunas hipótesis sobre los factores políticos (los escenarios de competencia interpartidaria, la evolución ideológica y la oferta programática de los partidos, etc.) que habrían determinado los saltos electorales de la Izquierda y, en consecuencia, la transformación de la silueta del sistema de partidos.

 

3. Permanencias y novedades en la elección de 2009

Si bien el "efecto demográfico" siguió operando luego de la elección de 2004, su magnitud ha decrecido levemente con relación a los últimos períodos inter-electorales (a excepción del período 1999-2004 en el que el CDN fue menor merced al importante flujo migratorio registrado en esos años). Esta tendencia se debe, como ya se indicó, al crecimiento del voto por el FA entre los electores de mayor edad: mientras en la campaña electoral de 1984, grosso modo, sólo uno de cada diez votantes de 60 o más años de edad manifestaba que votaría al FA, en la anterior campaña y en la presente prácticamente cuatro de cada diez se inclinan por la Izquierda. Si bien el FA sigue cosechando la mayor parte de las adhesiones de los nuevos votantes –y en general de los votantes más jóvenes–, la pérdida de votantes adultos y adulto-mayores, a consecuencia de la renovación poblacional del electorado, probablemente habrá de determinar en los próximos años una mayor reducción de la magnitud del CDN.

Considerando que entre las elecciones de 2004 y 2009 se acumularon aproximadamente 244 mil nuevos votantes (de 18 a 22 años), que fallecieron 148 mil electores (de los cuales más del 80% corresponde al grupo de personas de 60 o más años de edad) y que habrán dejado el país en ese período unas 32 mil personas –que seguramente hubiesen sufragado de no haber emigrado–, se podría estimar el CDN de la Izquierda en una franja que va de 80 a 85 mil votos (3.6% del total de votos emitidos el 25 de octubre de 2009[5]) y la pérdida demográfica del bloque de partidos tradicionales en una franja que va de 10 a 15 mil votos. Si el FA hubiese retenido en la pasada elección de 2009 todos los votos que obtuvo en la elección anterior (sin considerar, obviamente, los electores que fallecieron o emigraron en los últimos cinco años), entonces, debería haber alcanzado, aproximadamente, el 52.5% del total de los votos emitidos y 54% de los votos válidos, en tanto se puede estimar en 3.6% su CDN durante este último período interelectoral.[6] [7]

La votación alcanzada por el FA (47.97% del total de votos emitidos) implica, en consecuencia, una leve disminución de su caudal electoral de 2004, o, en otras palabras, que la Izquierda no pudo retener un conjunto de votantes cuya magnitud equivale a poco más del 4% del total de votos emitidos en la última elección. Naturalmente, esta conclusión sólo puede ser avalada si se asume como válida la hipótesis del "efecto demográfico", lo que, en principio, resulta de consenso en la academia, y, en segundo término, la estimación planteada sobre la magnitud del mismo en este último período inter-electoral.

Al examinar los resultados de las encuestas de opinión pública realizadas durante los años 1999 y 2004 (hasta las elecciones de octubre de esos años), así como los resultados que se publicaron desde comienzos de 2009 hasta la reciente elección de octubre, es posible advertir algunos cambios con relación al comportamiento del cuerpo electoral.

La serie de encuestas de la empresa Equipos Consultores muestra que la Izquierda tuvo en promedio desde febrero a octubre el 2004 una intención de voto de 47.5%, en tanto el promedio que se registró entre febrero y octubre de 2009 llegó a 44.2%. Por su parte, la serie de la empresa Cifra muestra que entre marzo y octubre de 2004 el FA tuvo en promedio una intención de voto de 46,8%, en tanto de marzo a octubre de 2009 tuvo en promedio una intención de voto de 44.3%. Las conclusiones que surgen al analizar los datos de la empresa Interconsult son similares: entre febrero y octubre de 2004 la Izquierda tuvo en promedio una intención de voto de 47,3% y entre febrero y octubre de 2009 de 43.2%. Finalmente, de acuerdo a los resultados de la empresa Radar, el FA registró entre febrero y octubre de 2004 un promedio de intención de voto de 49,8%, al tiempo que entre marzo y octubre de 2009 marcó un promedio de 44,7%. En suma, si comparamos los resultados de 2004 y 2009 de cuatro de las cinco principales empresas de opinión pública de Uruguay (ver gráficos en Anexo) advertimos que la intención de voto por el FA decreció entre ambas elecciones –durante el año electoral– entre 2,5 puntos porcentuales (Cifra) y 5,1% (Radar).

Tabla 4

Los datos presentados (la estimación de la magnitud del CDN del FA entre 2004 y 2009, y la comparación entre su intención de voto durante los años previos a las últimas dos elecciones) llevan a concluir que el pasado 25 de octubre el subsistema de partidos de Izquierda (aun sumando el FA y "Asamblea Popular"[8]) muy probablemente haya registrado por primera vez desde la restauración democrática una reducción de su caudal electoral por causas políticas (no demográficas), es decir, que haya registrado un saldo negativo entre los votantes recibidos desde los otros partidos u opciones (electores que en 2004 sufragaron por el PC, el PI, el PN, en blanco o anulado) y los que emigraron desde el FA hacia ellos. Incluso si la Izquierda hubiese superado por unas pocas décimas la mayoría absoluta de los votos emitidos en la primera vuelta de 2009, se podría haber sostenido la misma conclusión, o a lo sumo que registró un crecimiento político nulo.

Desde luego la votación obtenida por el FA en la última elección (47.97% del total de votos emitidos), o por todo el bloque de partidos de izquierda (48.64%), no podría en modo alguno se catalogada en términos políticos como insatisfactoria, ni evaluada en términos politológicos como una reducción significativa del caudal electoral de la Izquierda (menos aún como un indicador de corrimiento ideológico del electorado). La evidencia empírica internacional muestra que incluso los gobiernos que han tenido muy buenas performances –al menos evaluadas a partir de indicadores económicos convencionales, y acompañada por índices de aprobación de la gestión de gobierno o de popularidad del Presidente– pueden experimentar en el terreno electoral cierta erosión. En tal sentido, cabe recordar que entre 1984 y 2004 los partidos tradicionales experimentaron en casi en todas las elecciones significativas pérdidas electorales al cabo de sus respectivas gestiones de gobierno: el PC entre 1984 y 1989, y, especialmente, entre 1999 y 2004[9]; el PN entre 1989 y 1994. Si realizamos el análisis por bloque o subsistema partidario las pérdidas se registraron en los cuatro períodos interelectorales comprendidos en esos veinte años.

Por otra parte, el análisis en profundidad de los micro datos de las encuestas de opinión pública (esto es, el perfil político y socio demográfico de los encuestados) permite observar que el electorado básico de la Izquierda ronda el 40% del total del cuerpo electoral, así como la existencia de una franja de votantes –de 20 a 30 puntos porcentuales– que podrían ser catalogados como "independientes", más allá de su mayor o menor afinidad –en cualquier caso no muy intensa– hacia los dos bloques partidarios. En ese sentido, cabe recordar que en la elección de 2004 la Izquierda recibió el aporte de más de cien mil votantes que en los comicios de 1999 habían acompañado –casi en su totalidad– a los partidos tradicionales. Esos votantes –y quizás una franja aún mayor– constituyen un segmento en disputa entre ambos bloques partidarios. En consecuencia, su migración de uno a otro bloque debería ser evaluada como un hecho esperable. En tal sentido, resulta inapropiado plantear estas migraciones entre bloques partidarios en términos de pérdidas electorales, ya que –en rigor– los votantes que migran no forman parte de los electorados básicos de ambos bloques.

4. Hipótesis tentativas sobre los resultados de octubre

Al momento de construir algunas hipótesis tentativas sobre los factores que podrían explicar el desempeño electoral del FA en la elección de octubre de 2009, resulta necesario acudir a los enfoques de recibo en la literatura. En este sentido, uno de los enfoques teóricos que mayor predicamento ha tenido en los últimos años es el que busca explicar el comportamiento electoral a partir de los juicios y percepciones que los votantes expresan con relación al desempeño de la economía y la gestión de los gobiernos: evaluaciones sobre la situación económica y sobre su evolución reciente, confianza en el futuro, aprobación de la gestión del gobierno, etcétera.

En ese sentido, los datos presentados en los siguientes gráficos muestran, por un lado, que el desempeño "objetivo" de la economía en los últimos años ha sido extremadamente positivo. Resulta de particular interés examinar la evolución de dos variables económicas básicas, cuyo comportamiento podría efectivamente traducirse en el estado de opinión de los ciudadanos: la evolución de los ingresos reales de los hogares –no del PBI u otras variables macro referidas al nivel de actividad económica– y de la tasa de desempleo. Como podemos apreciar en el Gráfico 3, con relación al ingreso real de los hogares se advierte entre los primeros trimestres de 2005 y 2009 un crecimiento acumulado de 35%, al tiempo que entre el primer trimestre de 2005 y abril-junio de 2009 se observa una clara tendencia a la reducción de la tasa de desempleo abierto, hasta llegar a los valores más bajos de las últimas décadas.

Gráfico 2

 Por otro lado, cuando examinamos los índices de aprobación del Gobierno nacional –y más aún, cuando analizamos la aceptación de la gestión del Presidente o sus niveles de popularidad– constatamos que la adhesión de la opinión pública a la gestión del FA se ha ubicado entre marzo de 2005 y febrero de 2009, en promedio, en valores cercanos o superiores a 50% (en particularmente, durante 2005).

Gráfico 3

 Si bien el nivel de aprobación de un gobierno puede superar la intención de voto por el partido que detenta su titularidad, cabe la pregunta sobre la brecha que se observó entre el nivel de aprobación de la actual gestión gubernativa y la intención de voto por el FA –y finalmente su votación–, por no señalar la distancia entre ésta última y los índices de popularidad o imagen positiva del Presidente. Desde luego, se podrá señalar –con acierto– que los votantes al elegir votan candidatos y partidos cuyo desempeño habrá de concretarse en el futuro, más allá de la evaluación que realicen sobre el desempeño del Gobierno en curso. Allí juegan, entonces, las ofertas electorales en pugna de todos los partidos, sus programas, los impactos de la campaña electoral, incluso la comunicación y la publicidad electoral (más allá de su comprobado escaso impacto en Uruguay).

La caída o reducción de la intención de voto por el FA durante este último período inter-electoral se produjo en forma tendencial desde comienzos de 2006 hasta el último trimestre de 2007, para iniciar posteriormente un período de recuperación (Gráfico 5). Esta constatación permitiría, en parte, descartar o al menos relativizar las hipótesis que intenten explicar la reducción de la intención de voto por el FA a partir, por ejemplo, de las características de su competencia interna (variable que sí tuvo impacto en la votación final del PC en 1989 o del PN en 1999), o de su oferta programática o electoral hacia la primera vuelta de la elección presidencial. De hecho, durante todo el año 2009 –incluso antes– se verifica una tendencia sostenida al incremento de la intención de voto por el FA, no obstante insuficiente para remontar la caída registrada entre 2006 y mediados de 2007.

Gráfico 4

Las distintas hipótesis que se podrían construir para explicar la leve reducción –o la dificultad para retener parte– del caudal electoral del FA entre 2004 y 2009[10], deben, en cualquier caso, tener presente la evolución de la intención de voto durante este último período interelectoral.

 

5. Escenarios a futuro

Los resultados de la reciente elección nacional han confirmado el nuevo formato "pluralista moderado" del sistema de partidos uruguayo, así como su dinámica bipolar entre Izquierda y partidos tradicionales, al tiempo que reafirman la existencia de un segmento del electorado (predominantemente de centro) que puede migrar entre bloques de una elección a otra sin mayores dificultades. Si bien el efecto demográfico probablemente siga operando algunos años más (aunque con una magnitud tendencialmente decreciente), resulta claro que el desempeño de los dos grandes bloques partidarios dependerá cada vez más de su capacidad para concitar adhesiones entre esos votantes nómades, es decir de la capacidad de crecer "políticamente". En consecuencia, sus esfuerzos deberían estar dirigidos –entre otros objetivos– a captar el apoyo de esos móviles votantes y, por tanto, a construir ofertas atractivas más allá de los electorados relativamente propios o cautivos.

Los electores que votaron al FA en octubre de 2004 y no lo volvieron a hacer en la reciente elección[11] se distribuyeron, casi en su totalidad, entre opciones ubicadas a su derecha (los partidos tradicionales y el PI), más allá de la condición de centro-izquierda, centro o centro-derecha de éstos, y una opción ubicada a su izquierda (la AP).[12] En otras palabras, los votantes que el FA no pudo retener migraron por la izquierda o por el centro en dirección a otros destinos partidarios. He aquí uno de los desafíos que el FA deberá enfrentar en los próximos años: evitar al mismo tiempo perder votos por la izquierda y por el centro. El desplazamiento hacia uno de esos dos flancos (el centro o la izquierda más radical) podría implicar pérdidas de similar –o aún mayor– magnitud por el otro. Si bien se puede señalar que la frontera a priorizar o proteger es el límite con el PI y los partidos tradicionales (es decir, el centro del espectro ideológico), ya que las pérdidas por ese flanco se convierten en ganancias para el otro bloque partidario, las fugas hacia los partidos a la izquierda del FA (como la AP en esta última elección) que esa opción podría deparar deben ser también contempladas, ya que podrían reducir la chance de obtener mayorías parlamentarias.[13] En última instancia lo que está en discusión es cuánta amplitud ideológica admite un partido político en nuestro sistema político con las actuales reglas de juego. ¿Es posible para un solo partido –más allá que tenga una estructura de coalición y que, en consecuencia, albergue distintas fracciones– abarcar durante varias elecciones consecutivas a todos los electores que se auto identifican ideológicamente como de izquierda y a la gran mayoría de quienes lo hacen como de centro: entre el 50 y 60% del electorado?

Más allá del debate sobre los factores que podrían explicar la leve reducción del caudal electoral de la Izquierda en 2009, así como los desafíos que deberá enfrentar en las próximas elecciones para retener los votos en disputa con los restantes partidos, su reciente performance electoral (por segunda vez consecutiva alcanza o supera la mayoría absoluta de escaños en ambas Cámaras) y la probable persistencia durante algunos años del "efecto demográfico" abre la discusión sobre la posibilidad de que el sistema partidario uruguayo se aproxime a un formato de sistema "predominante" (Sartori 1992).

Como podemos apreciar en siguiente cuadro, es necesario remontarse sesenta años atrás en la historia política de Uruguay (al período del "neobatllismo") para encontrar que el partido más votado alcanza o supera la mayoría absoluta de escaños en la Cámara de Senadores durante varias legislaturas consecutivas (de hecho, cuatro entre 1943 y 1959, lo que convirtió al sistema en predominante). En caso que el candidato presidencial del FA sea electo Presidente en el balotaje que se celebrará el 29 de noviembre, la próxima legislatura sería la segunda en la cual el partido del Presidente alcanza o supera la mayoría absoluta en ambas Cámaras.[14] En caso contrario, obviamente, el partido del Presidente no tendría mayoría absoluta y, por tanto, se habría interrumpido un nuevo ciclo hacia un sistema de partidos "predominante".

Tabla 5

Más allá de lo que finalmente suceda en el balotaje del 29 de noviembre, y de las transformaciones que el sistema de partidos uruguayo experimente en los próximos cinco años, la reciente elección legislativa marca la consolidación del sistema de partidos moderado de lógica bipolar que emergió de los comicios de 2004, al tiempo que confirma la existencia de una zona de disputa electoral entre los dos grandes bloques partidarios (Izquierda y partidos tradicionales) constituida por votantes de centro que pueden migrar –y lo han demostrado– de un bloque a otro entre elecciones. Ese parece ser el paisaje partidario más probable para los años venideros.

 

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Sartori, Giovanni (1998): Homo videns. La sociedad teledirigida, Ed. Taurus, Buenos Aires.

Sartori, Giovanni (1992): Partidos y sistemas de partidos, Alianza Universidad, Madrid.


ANEXO

 

Gráfico 5.1

 

Gráfico 5.2

 

Gráfico 5.3

 

Gráfico 5.4

NOTAS

* Una primera versión de este artículo fue presentada en las VIII Jornadas de Investigación organizadas por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. 8 y 9 de septiembre de 2009, Montevideo. Agradezco los comentarios de mis colegas del Instituto de Ciencia Política, los Profs. Daniel Buquet y Daniel Chasquetti, así como también las revisiones de dos lectores anónimos. No obstante, la responsabilidad sobre los contenidos recae sobre el autor en forma exclusiva.

** Profesor e Investigador del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República. gustavodearmas@gmail.com

[1] De acuerdo a la definición que hace Sartori en su obra clásica sobre los sistemas de partidos (1992) del "pluralismo moderado", este tipo de sistema partidario entraña una lógica bipolar, por lo cual la definición de un sistema de partidos como "pluralista moderado bipolar" podría pecar de redundante. Según Sartori (1992: 225): "... un sistema de pluralismo moderado se caracteriza por: i) una distancia ideológica relativamente pequeña entre sus partidos importantes; ii) una configuración de coalición bipolar, y iii) una competencia centrípeta." De todos modos, insistimos que la lógica del sistema de partidos uruguayos –o "mecánica" para utilizar un término sartoriano– lo acerca más al bipartidismo que al "pluralismo moderado", más allá de su actual "formato". Por esa razón, preferimos clasificar al sistema de partidos que ha emergido de las elecciones de 2004 (el que muy probablemente las próximas elecciones consolidarán en su formato y dinámica), al igual que otros colegas (Buquet 2005), como bipartidista o, en su defecto –y a riesgo de pecar de redundante– como "pluralista moderado bipolar".

[2] Afirmar que los partidos tradicionales conforman, por así decirlo, las dos "alas" de un único bloque partidario, no significa en modo alguno sostener que han dejado de ser partidos independientes, con estructuras orgánicas propias y –quizás lo más importantes– con diferencias de menor o mayor grado en términos programáticos.

[3] No obstante, la renovación demográfica del electorado solo puede adquirir valor explicativo con relación al crecimiento de la izquierda en tanto se la asocie a otro proceso que ha sido analizado recientemente por la ciencia política local: nos referimos a la mayor capacidad de las familias frenteamplistas con relación a las "blancas" o "coloradas" de transmitir entre generaciones sus preferencias partidarias.

[4] Entre 2000 y 2004 se registraron de acuerdo a datos de la Dirección Nacional de Migración del Ministerio de Interior 94 mil salidas del país, lo que implica un flujo migratorio anual promedio de aproximadamente 19 mil personas, en su mayoría personas de 18 o más años de edad y, por ende, votantes (poco más de 60 mil).

[5] Cabe aclarar que la estimación del CDN total y por cada uno de los bloques partidarios en cada uno de los períodos electorales es ajustada o ponderada de acuerdo al crecimiento real del total de votos emitidos entre elecciones.

[6] Cabe tener en cuenta que la cifra de 1125 mil votos que la Izquierda obtuvo en 2004 representa con relación al total de votos emitidos el 25 de octubre de 2009 aproximadamente 49%, debido al crecimiento –muy modesto– del cuerpo electoral entre las dos elecciones.

[7] Otra forma de expresar esta estimación es la siguiente: de los 1.125 mil votos que el FA obtuvo en 2004 (que representan el 49% del total de votos emitidos el 25 de octubre de 2009), aproximadamente, 70 mil fallecieron o emigraron entre esos comicios y los últimos (3% del total de votos emitidos en 2009), lo que implica una reducción de ese caudal electoral previo a 1.055 mil votos (46% de los votos emitidos en 2009). A ese caudal de 1.055 mil votos se habrían sumado entre 150 y 155 mil votos de jóvenes que sufragan por primera vez (los que representan el 6.6% del total de votos emitidos en 2009). En suma, si el FA hubiese retenido todo su electorado –superviviente y no emigrante– de 2004 (46%), hubiese alcanzado junto a los nuevos votantes (6.6%) entre 52.5 y 52.6% del total de votos emitidos. Empero, el FA obtuvo el 48% de los votos emitidos, lo que implica una diferencia de entre 4.5 y 4.6% de votos del total de votos emitidos, los que no habrían acompañando al FA en esta última elección como lo hicieron en la de 2004.

[8] Coalición conformada por pequeños grupos, sectores y personalidades identificadas con posiciones de Izquierda radical, que, en su mayoría, corresponden a escisiones del FA durante el último período interelectoral. Asamblea Popular obtuvo en la elección del 25 de octubre de 2009 el 0.67% del total de votos emitidos.

[9] Cabe anotar como única excepción el saldo levemente positivo que registró el PC entre las elecciones de 1994 y 1999.

[10] El desgaste producido por la primera gestión de gobierno, las expectativas insatisfechas en algunos sectores del electorado, las características de la competencia electoral, el perfil de la oferta programática y electoral, la capacidad de los otros partidos para atraer electores, etc.

[11] Un poco más de 100 mil votos o, aproximadamente, el 4.6% del total de votos emitidos.

[12] Naturalmente, también cabe suponer que algunos de estos votantes engrosaron las filas de los electores que votaron en blanco o anularon su voto.

[13] Independientemente de que esos electores podrían ser considerados, en su mayoría, como un segmento "cautivo" para el FA ante un eventual balotaje.

[14] En caso que el candidato presidencial del PN sea electo, obviamente su partido no tendría mayoría absoluta y, por tanto, se habría de interrumpir el potencial ciclo hacia un sistema de partidos "predominante".

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