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Revista Uruguaya de Ciencia Política

Print version ISSN 0797-9789On-line version ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.17 no.1 Montevideo Dec. 2008

 

Comentarios y reseñas críticas

La actualidad del pasado: Usos de la historia en la política del partidos del Uruguay, 1942-1972

JOSÉ RILLA

Editorial Debate, 2008. 525 páginas.

Por Vania Markarian*

En el campo de la historiografía académica, la generación de José Rilla ha dado en los últimos tres lustros pocos libros del calibre de La actualidad del pasado, luego de un período inicial de gran productividad en los años ochenta y los tempranos noventa. En los últimos quince años, los que median desde la Mala cara del reformismo: Impuestos, Estado y política en Uruguay, 1903-1916 (Montevideo: Arca, 1992) en el caso de Rilla, su producción se apoyó mayormente en artículos en libros, revistas y otras publicaciones, además de desplegarse en una proficua labor docente y en otras instancias de intercambio más o menos formales. Quizás por eso iba creciendo entre sus colegas e interlocutores una cierta avidez por ver su pensamiento volcado en el espacio y las posibilidades que dan los libros.

En los últimos años, la exigencia del medio académico de contar con títulos de posgrado ha venido a subsanar en parte esa carencia, como en el caso de esta nueva obra de Rilla, producto final de su reciente doctorado en la Universidad de La Plata. Sin embargo, sus 500 páginas se apartan del formato típico, monográfico y austero, de las tesis doctorales para abarcar una gran variedad de temas, estilos y asuntos. Por momentos parece que cohabitan varios libros y artículos. Comienza con una breve justificación del tema basada en su perdurabilidad en la política contemporánea, fundamentalmente a través de citas de medios periodísticos. Sigue a esto un largo análisis de la bibliografía que en diferentes partes del mundo ha examinado las complejas relaciones entre prácticas e identidades políticas, por un lado, y reconstrucción del pasado y memoria histórica, por otro. Esta es la parte más claramente debitaria del objetivo curricular del trabajo, pero es también una muestra de la erudición de Rilla y de su conocimiento de la historiografía contemporánea en diferentes partes del mundo, en gran medida derivada del excelente profesor de "historia universal" que es.

A continuación se adentra en una muy interesante navegación por la trayectoria de la tradición que en nuestro país ha disputado la conveniencia de una política basada en los partidos. Acá asoma el politólogo que, a tono con muchos de sus colegas, defiende la productividad del sistema político uruguayo, tanto ahora como en el pasado. Rilla aporta, en este caso, un rastreo del reconocimiento de esa productividad, ya en el siglo XIX e incluyendo sus episodios más sangrientos, en la literatura historiográfica más o menos sujeta a los mandatos partidarios. También presenta la vieja discusión sobre los partidos y la escuela pública como dos espacios, muchas veces contrapuestos, para la formación de los ciudadanos y la afirmación del sentimiento nacional. El enfrentamiento de tradiciones políticas aparece de este modo como el terreno más fértil de la construcción nacional. "Nada ha sido en vano", se oye por momentos decir a Rilla con Pivel Devoto y Eduardo Acevedo, los dos autores que considera matrices básicas para la representación del pasado como historia nacional, siempre desde los intereses políticos de un presente donde se iban afirmando las características de lo que el autor llama el "Uruguay clásico". Se extraña por momentos que esta porción del análisis traiga a colación y use la cantidad de referencias teóricas y de estudios de caso que cita en la sección anterior. En parte, esto puede suceder porque a Rilla le interesa más la política que la historia, es decir la historia como argumentación de la política, una idea que parece necesitar menos de referencias académicas que de un fino análisis de la política concreta en el país.

Todo esto desemboca, finalmente, hacia la página 290, en lo que sería la tesis central o al menos más interesante de un libro que, al fin y al cabo venía prometiendo desde el título centrarse en lo que con poco esfuerzo se puede llamar también "pasado reciente", es decir las largas décadas que desembocaron en el golpe de Estado de 1973. El centro del análisis pasa a ser entonces los usos del pasado durante "la crisis del Uruguay clásico", es decir el período de "inversión" de todos los rasgos para los que "la historia había tendido una explicación a la que parcialmente habían echado mano los partidos políticos." Acá se marca el quiebre, esencial en el argumento de Rilla, entre "regímenes de historicidad", es decir entre formas de conectar pasado, presente y futuro de un colectivo humano. Comienza así un examen del esfuerzo de los actores políticos de la época por producir un pasado útil para las necesidades del nuevo presente, de los nuevos presentes que dieron el golpe de gracia al impulso restaurador de la restauración batllista: el surgimiento de Nardone, el triunfo del Partido Nacional, los quiebres de los sesenta, desde los Tupamaros hasta el autoritarismo declarado de 1968, la novedosa emergencia del liderazgo wilsonista, el nuevo protagonismo de la izquierda, el ingreso de los militares en la política, y, claro, los prolegómenos del lento golpe de Estado. Ahí se detiene el libro.

Esta indagatoria de 200 páginas va mostrando los mecanismos de desmontaje del exitoso relato de acumulaciones que en algunos casos recibían como herencia y en otros habían contribuido de modo decisivo a formar los políticos-historiadores de los partidos. Esta parte medular del libro alberga también varios estilos argumentativos. Con cierta licencia poética, se puede decir que es de alguna manera La novela luminosa que se oculta, como en el texto de Mario Levrero, detrás de un extenso prólogo caprichosamente pertinente. Hay largos párrafos de inspiración ensayística, donde la pluma vuela ligera, se interpone la primera persona, la subjetividad, la emoción, el detalle del testigo. Hay otras secciones de estricto análisis historiográfico, llenas de notas al pie y detalles de erudito que se atiene a las reglas básicas, más artesanales y por eso ineludibles, del oficio del historiador. Para terminar, Rilla ofrece un recorrido, ahora sí en clave decidida de "historia reciente", de narración que todavía no termina de definir una agenda ni cotejar sus interpretaciones, del descalabro que terminó en la dictadura.

Resulta especialmente interesante destacar, desde la pregunta sobre la capacidad de los partidos para desmontar el relato del Uruguay clásico, que las trayectorias de los autores tratados en este período muchas veces los distanciaron o los mantuvieron tangenciales a los partidos tradicionales. Fueron, en su mayoría, críticos de su papel en la historia nacional, salvando, según la inclinación, algunos personajes y episodios. Esto incluye, sin diferenciar ahora entre revisionistas históricos, pensadores críticos e incipientes cientistas sociales (a estos efectos, como bien apunta Rilla, el clivaje no pasa por su formación más o menos profesional), a Alberto Methol Ferré, Vivian Trías, Baltasar Mezzera, Roberto Ares Pons, Aldo Solari, Germán Rama, Carlos Real de Azúa, Carlos Maggi, Mario Benedetti, Francisco Pintos, Rodney Arismendi… La lista podría continuar. Es claro, en definitiva, que la relectura del pasado como repositorio de respuestas para un presente de crisis se dio desde fines de los cincuenta casi siempre por fuera de los partidos tradicionales. Son los "intelectuales", palabra que tiene por momentos una carga despectiva, que muchas veces rechazaron la política. Y también a su prédica, como anticipara con menos agudeza Hebert Gatto en El cielo por asalto (Montevideo: Taurus: 2004), parece que se debió la última dictadura.

Pero Rilla no desconoce que la izquierda se apropió del pasado con sentido constructivo, aunque fuera de su propio proyecto. El repaso, que muchas veces es más enciclopédico que analítico, muestra, a la par que crítica furibunda a la política de partidos y al grueso de las instituciones democráticas como "cáscaras vacías", un intento de apropiarse de algunas tradiciones de ese mismo costal. Cuestiona al pasar pero con bastantes buenos argumentos el supuesto nacionalismo del MLN, así como sus raíces blancas. No le es tan fácil con otros sectores. Además de las plegarias artiguistas de Seregni, el recurso de "los terceros", en una expresión que también le pertenece, Rilla señala la revitalización del club político como "comité de base" y algunas lecturas del batllismo. También es sabido que Seregni solía apelar a su audiencia como "ciudadanos".

Es cierto, sin embargo, que muchas de las lecturas e interpretaciones históricas más en boga en la época no eran relatos de inclusión. Quizás no podían serlo y quizás la explicación no haya que buscarla solamente en la política de partidos. Esta afirmación apunta a marcar el punto de quiebre entre el análisis de Rilla y otras explicaciones posibles del pasado más reciente del país. De todos modos, no es difícil estar de acuerdo con Rilla en que en algún momento más o menos contemporáneo a todo eso, entre agosto de 1968 y abril de 1972, dice el libro, el pasado se "volvió opaco" y dejó de servir de matriz explicativa para lo que estaba pasando, por más que las apelaciones históricas siguieran siendo una rutina del lenguaje político. En muchos casos, la insistencia historicista se hizo insoportable y esto no vino sólo de la dictadura ni se detuvo cuando ésta terminó. Es el período que parece evocar la tapa del libro, cuando las caras de héroes y líderes parecieron independizarse de las tradiciones políticas y se volvieron intercambiables. En ese sentido, la obra encuentra con precisión su momento de cierre, el entorno temporal en que sus preguntas pierden fuerza interpretativa y capacidad de dar sentido al pasado. No es una virtud menor, como sabe cualquier historiador, y contribuye a hacer de este libro un gran aporte a los debates más acuciantes de la historiografía política actual.

* Archivo General de la Universidad de la República. Licenciada en Ciencias Históricas por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, y PhD en Historia Latinoamericana por la Columbia University.

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