SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.17 issue1Coalition and Speed: Passage and Duration of Statutes in Uruguay's Parliament, 1985-2000 author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Related links

Share


Revista Uruguaya de Ciencia Política

Print version ISSN 0797-9789On-line version ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.17 no.1 Montevideo Dec. 2008

 

EL INSTITUCIONALISMO HISTÓRICO EN LA CIENCIA POLÍTICA CONTEMPORÁNEA*

Historical Institutionalism in Contemporary Political Science

 

Paul Pierson y Theda Skocpol**

 

Al igual que el personaje en la obra de Moliere que habló en prosa durante toda su vida sin saberlo, los cientistas políticos contemporáneos están familiarizados con los ejemplos clásicos de la investigación del institucionalismo histórico sin por ello ser conscientes de que ejemplifican un género coherente, que cuenta con elementos que funcionan en forma similar al de los otros dos grandes enfoques de investigación de la ciencia política contemporánea, el conductismo basado en encuestas y los modelos de la elección racional.

Los institucionalistas históricos analizan las configuraciones organizacionales mientras otros observan escenarios particulares aislados; ponen atención en coyunturas críticas y procesos de largo plazo, mientras que otros solamente consideran porciones de tiempo o maniobras de corto plazo. De este modo, al aproximarse a cuestiones importantes, los institucionalistas históricos hacen visibles y comprensibles contextos más amplios y procesos que interactúan, dan forma y reforman los estados, la política y el diseño de la política pública.

El trabajo de Stephen Skowronek, The Politics Presidents Make (1997), por ejemplo, revela ciclos recurrentes en la naturaleza y éxito del liderazgo presidencial a través de la historia de los Estados Unidos. Otro estudio de largo plazo en la política americana, Gaining Access: Congress and the Farm Lobby, 1919-1981 (1991), de John Mark Hansen, desarrolla un modelo de interacción entre grupos de interés y el gobierno con el objetivo de explicar la emergencia, persistencia y eclipse final de la influencia nacional de las asociaciones rurales nacionales. Atravesando naciones y períodos de tiempo, Peter A. Hall, en su libro de 1986, Governing the Economy: The Politics of State Intervention in Britain and France, explica como las instituciones y organizaciones se intersectan para dar forma no sólo a las políticas gubernamentales sino también a las estrategias y alianzas de los grupos de interés e intelectuales.

Yendo aun más lejos, Shaping the Political Arena: Critical Junctures, the Labor Movement, and Regime Dynamics in Latin America, escrito por Ruth Berins Collier y David Collier (1991) y Birth of the Leviathan: Building States and Regimes in Early Modern Europe, por Thomas Ertman (1997), explican las dinámicas de los regímenes y la variedad de formaciones de los estados nacionales modernos.

Las anteriores no son sino algunas citas posibles, puesto que estudios recientes del institucionalismo histórico han acumulado un conocimiento bastante amplio y causalmente preciso respecto a cuestiones tan importantes como las transiciones a la democracia[ 1 ], el surgimiento y caída de regímenes autoritarios[2], la intersección entre la política doméstica y la internacional[3], los orígenes y desarrollo de los estados de bienestar[4], las identidades sociales en política[5], las raíces y desarrollo de los regímenes económicos[6], y las causas y consecuencias de los movimientos sociales y revoluciones[7].

Obviamente, los estudios que utilizan las estrategias de análisis de los institucionalistas históricos varían de forma muy importante. Algunas son explícitamente comparativas, mientras que otras analizan tendencias dentro de un contexto macro. Algunas ofrecen interpretaciones sugerentes (por ejemplo, Hart, 1994) mientras otras ofrecen modelos explícitos enmarcados en términos generales (por ejemplo, Hansen, 1995). Algunos estudios institucionalistas históricos se apoyan en fuentes primarias (Gamm, 1999), mientras otras sintetizan información secundaria de publicaciones (por ejemplo, Skocpol 1979, Downing 1992). Algunos desarrollan argumentos sobre elecciones estratégicas y el impacto de "las reglas del juego" (Immergut 1992, Pierson 1994), mientras que otros adoptan modelos culturalistas (Hattam 1993). Cualquier tradición vibrante de investigación contiene variedad y florece a través de debates internos, y el institucionalismo histórico no es una excepción. En otro contexto, podríamos dedicar un artículo entero (o varios artículos) a explorar los debates y las diferencias entre trabajos con características institucionalistas –históricas- defendiendo nuestras propias elecciones dentro de estos debates. Pero nuestro objetivo es diferente en este trabajo. A pesar de la variedad en diferentes dimensiones cruciales, los institucionalistas históricos comparten estrategias distintivas y complementarias para enmarcar la investigación y desarrollar explicaciones. Lo que los institucionalistas históricos comparten ampliamente se vuelve evidente cuando yuxtaponemos sus modos de plantearse preguntas y de buscar respuestas -su estrategia de investigación- a las estrategias normalmente utilizadas por los conductistas o quienes utilizan modelos de la elección racional. Sin negar la variedad dentro de los enfoques más relevantes, este trabajo busca hacer visibles a las estrategias distintivas, de modo que se puedan apreciar las ventajas y los límites del institucionalismo histórico, comparado con las de otros enfoques de investigación utilizados ampliamente en la ciencia política empírica.

Caracterizamos al institucionalismo histórico y otros enfoques populares en la ciencia política empírica sobre la base de "afinidades de elección", compartidas en la práctica por muchos académicos que utilizan cada uno de los estilos de trabajo. No queremos decir que todos dentro de un mismo campo bailen al son de la misma música. Reconocemos que muchos intelectuales utilizan una mezcla de estilos de investigación de modo muy creativo (como sugeriremos en las conclusiones, aquellos que "cruzan las fronteras" están generalmente entre los académicos más creativos de nuestra disciplina). Quienes utilizan los enfoques más divulgados, no obstante, comparten formas de proponer preguntas y desarrollar explicaciones, otorgando al institucionalismo histórico, el conductismo y los modelos de la elección racional, un conjunto de rasgos característicos, provistos de fortalezas y debilidades. Actuando como si fuéramos antropólogos -documentando las tradiciones de tribus vecinas que se entremezclan- exploramos aquí cómo los institucionalistas históricos suelen definir sus agendas de investigación y desarrollar explicaciones, en comparación con sus primos afiliados a las otras corrientes disciplinarias.

Tres rasgos importantes caracterizan a la comunidad institucionalista histórica en la ciencia política contemporánea[8]. Los institucionalistas históricos abordan cuestiones amplias, sustantivas, que son inherentemente de interés para públicos diversos, así como para otros intelectuales. Para desarrollar argumentos explicativos sobre resultados importantes o enigmas, los institucionalistas históricos toman en serio al tiempo, especificando secuencias y rastreando transformaciones y procesos de escala y temporalidad variables. Los institucionalistas históricos, asimismo, analizan contextos macro y formulan hipótesis sobre los efectos combinados de instituciones y procesos, en vez de examinar una sola institución o proceso por vez. Si se considera a estos tres rasgos en su conjunto (agendas sustantivas, argumentos temporales y atención a contextos y configuraciones), se podrá observar que dan cuenta de un enfoque institucionalista histórico reconocible que realiza contribuciones poderosas a la comprensión del gobierno, la política y las políticas públicas por parte de nuestra disciplina.

Para explicar cómo funciona este enfoque, discutimos cada uno de los tres aspectos principales de institucionalismo histórico, deteniéndonos en los puntos más apropiados para explorar las ventajas o limitaciones comparadas respecto a las otras familias de cientistas políticos. Nos centramos en lo que las comunidades de intelectuales creativos efectivamente hacen, centrando menos la atención en lo que ellos u otros dicen que hacen (o reclaman que deberían hacer). Al final del capítulo, nos detenemos para considerar algunas de las cuestiones más generalizadas respecto al método de investigación empírica y las estrategias de acumulación de conocimiento: ¿pueden los institucionalistas históricos realmente desarrollar argumentos válidos a partir de estudios de caso y comparaciones de un N pequeño? ¿Qué tan fructíferas científicamente son las agendas llevadas adelante por preguntas sustantivas en lugar de elaborar una teoría? ¿Y cuáles son las perspectivas para la combinación de las fortalezas del análisis histórico institucional con los avances en los modelos estratégicos o la sofisticación estadística de la investigación por encuestas? El institucionalismo histórico está experimentando una nueva fase de desarrollo metodológico, si bien su foco en la substancia y su eclecticismo teórico abren simultáneamente un camino hacia la complementación con lo mejor de las tradiciones de investigación hermanas.


1. Grandes preguntas y enigmas del mundo real

Como lo ilustran los ejemplos citados arriba, los institucionalistas históricos investigan muchos fenómenos diferentes. Del mismo modo, los académicos en esta comunidad formulan sus programas de investigación, individual y colectivamente, de formas reconocibles y distintivas. Un académico institucionalista histórico generalmente comienza por preguntarse sobre diversos resultados, históricamente situados, de amplio interés, quizás planteando un enigma acerca de por qué un hecho importante tuvo o no lugar, o preguntándose por qué ciertas estructuras o patrones toman forma en ciertos momentos y lugares y en otros no. ¿Por qué las revoluciones han ocurrido en ciertos momentos y lugares, y por qué en otros casos no? ¿Cómo desarrolló el Estado americano su patrón específico de características institucionales? ¿Por qué los estados de bienestar emergieron y se desarrollaron en diferentes formas? ¿Por qué algunos países desarrollaron democracias estables, mientras que otros no lo lograron? ¿Bajo qué circunstancias las identidades étnicas se vuelven prominentes en la política nacional o internacional? El foco está en explicar las variaciones en patrones, eventos o arreglos importantes o sorprendentes, más que en dar cuenta del comportamiento humano sin referencia al contexto o que modelar procesos muy generales presumiblemente aplicables a todos los momentos y lugares.

En la práctica, además, los institucionalistas históricos proceden a través de un movimiento constante hacia atrás y adelante entre los casos, preguntas e hipótesis. A menudo, los académicos se sumergen en casos para encontrar nuevas preguntas, no sólo para testear hipótesis previamente formuladas. De hecho, los problemas que interesan a los institucionalistas históricos frecuentemente provienen de identificar variaciones del mundo real previamente no explicadas, o de notar que los patrones empíricos van contra la sabiduría popular o académica.

Desde el punto de vista del marketing académico y el reconocimiento disciplinario, puede haber desventajas en la naturaleza sustancialmente enfocada y orientada a los enigmas de la investigación del institucionalismo histórico. Las contribuciones suelen estar agrupadas en literaturas separadas en tópicos diferentes – y diseminadas en distintas subdisciplinas que trabajan con distintas áreas o regiones del mundo. Aunque comparten ciertas tendencias teóricas y metodológicas, los institucionalistas históricos en diferentes subdisciplinas, no necesariamente interactúan regularmente, situación que puede limitar la claridad teórica y frustrar el desarrollo metodológico continuo. Es más, si los institucionalistas históricos no son suficientemente claros sobre sus estrategias compartidas, los académicos que utilizan otros enfoques pueden no notar los aspectos comunes, teóricamente relevantes entre las contribuciones del institucionalismo histórico, que abordan temas y cuestiones muy diversos. Formas importantes de análisis, como las formas de conceptualizar y medir procesos causales que tienen lugar en un período prolongado de tiempo, pueden volverse menos visibles dentro de la disciplina.

Pero la investigación centrada en grandes problemas también tiene ventajas obvias. El "test supremo de la ciencia social", Lewis Coser (1975:698) una vez observado, puede ser resumido en una pregunta desafiante: ¿ofrece "un aporte sustantivo… acerca de las estructuras sociales en las que estamos inmersos y que condicionan de modo profundo el curso de nuestras vidas"? Los institucionalistas históricos son conscientes de este test. Por estar tan aferrados a temas como los movimientos sociales, el desarrollo del estado moderno, el crecimiento y caída del involucramiento ciudadano en las democracias, los orígenes y dinámicas de las economías políticas, las transformaciones de los regímenes, y los patrones de las políticas públicas, los institucionalistas históricos evitan mirarse el ombligo. Abordan cuestiones del mundo real, de interés para públicos instruidos y estudiantes universitarios, sin mencionar temas que atraigan a editores de libros.

El trabajo de los institucionalistas históricos también acerca separaciones dentro de la ciencia política, incluyendo el golfo que a veces separa a los teóricos normativos de los investigadores empíricos. Los dilemas normativos son frecuentemente evidentes en los fenómenos explorados por los institucionalistas históricos, cuyos estudios proveen de sustancia a los variados debates entre los teóricos políticos. Del mismo modo, la agenda de investigación institucionalista histórica involucra a teóricos formales y conductistas. La literatura sobre el desarrollo de los estados de bienestar moderno, por ejemplo, ha lidiado con preocupaciones normativas clave sobre la igualdad, la democracia, y la libertad, y las investigaciones empíricas han permitido a los institucionalistas históricos dialogar regularmente con teóricos e investigadores. Precisamente porque estas combinaciones han sido altamente fructíferas (sobre este punto ver, Amenta, 2000; Pierson, 2000b). Académicos de variadas vertientes teóricas y metodológicas han logrado evitar disputas estériles entre paradigmas. Bajo el liderazgo de los institucionalistas históricos, la comunidad de investigación en su conjunto ha desarrollado de un modo continuo, explicaciones más precisas y amplias, sobre los orígenes, variedad y dinámica de los sistemas nacionales de regulación económica y provisión social.

 

2. Rastreando procesos históricos

Los institucionalistas históricos pueden plantear grandes preguntas y cerrar divisiones dentro y más allá de la academia, pero, ¿cómo desarrollan sus explicaciones? Ya nos hemos referido a lo que quizás sea la característica más distintiva de este enfoque: si los trabajos puntuales utilizan comparaciones o analizan diversos aspectos de un caso teóricamente justificado, los institucionalistas históricos se toman la historia muy seriamente, como algo que es mucho más que eventos situados en el pasado. Comprender un resultado interesante o un set de arreglos en general significa analizar procesos a través de un período sustantivo de tiempo, quizás incluso varias décadas o siglos. Los académicos que trabajan en esta tradición han desarrollado fuertes justificaciones teóricas y metodológicas para investigaciones basadas en la historia, que implican no simplemente mirar el pasado, sino analizar un proceso a través del tiempo.

Algunas de las razones para tomarse seriamente a la historia son directas y reconocidas por los cientistas políticos de diversas vertientes metodológicas. Extender el marco temporal de la investigación social obviamente amplía el rango de la experiencia disponible para ser sometida a examen. Esto permite, simultáneamente, tener más datos y generar mayores variaciones en los resultados. Tal ampliación del terreno empírico es especialmente importante para los cientistas políticos puesto que muchos fenómenos de gran interés (especialmente los macro como las revoluciones, construcción de estados, democratización, construcción de estados de bienestar), ocurren con relativamente poca frecuencia, o sólo parcialmente en una porción particular del tiempo. La investigación históricamente informada también sensibiliza a los investigadores hacia las condiciones de los límites temporales, o efectos de los períodos, respecto a cuestiones relativas a relaciones causales. Tras examinar una gama mayor de escenarios institucionales, un analista puede considerar la posibilidad de que efectos supuestamente universales se den, de hecho, solamente en circunstancias particulares.

Así, los institucionalistas históricos van más allá de estas consideraciones generales para teorizar acerca de las dimensiones históricas de la causalidad (Rueschemeyer y Stephens, 1997; Mahoney, 2000b). En el mejor de los casos, las afirmaciones sobre la existencia de relaciones causales deberían ser apoyadas no solo por una correlación entre dos variables, sino por una teoría que mostrara por qué esta conexión debería existir, así como por evidencia que permitiera apoyar esa conexión teórica. De esta forma, los esfuerzos por rastrear procesos sociales de un modo sistemático pueden hacer una contribución esencial para apoyar o desafiar afirmaciones a cerca de la causalidad social (Bennett y George, 1997; Hall, 2001). El relativamente pequeño número de casos en muchos estudios histórico institucionales permite el tipo de examen detallado de procesos que puede facilitar la evaluación de aseveraciones sobre mecanismos causales. Además, las aserciones con fundamentos teóricos sobre relaciones causales generalmente implican relaciones temporales particulares entre variables, donde una precede a la otra, o las dos tienen lugar esencialmente al mismo tiempo. Los rastreos de procesos sofisticados a menudo involucran un componente histórico sustantivo. Sin el tipo de atención al proceso temporalmente especificado -característica distintiva de la academia institucionalista histórica-, los resultados importantes pasarían desapercibidos, las relaciones causales serían malentendidas e hipótesis valiosas probablemente no serían consideradas.


Path Dependence, Secuencias y Coyunturas

Un ejemplo central de por qué la historia puede ser crítica desde el punto de vista de la causalidad involucra aseveraciones sobre la path dependence que son frecuentes en la academia histórico institucional (ver, por ejemplo Collier y Collier, 1991; Ertman, 1996; Hacker, 1998; Shefter, 1977; Huber y Stephens, 2001). Path dependence puede ser un término mañoso, sin un significado preciso, pero los mejores académicos institucionalistas históricos refieren a la dinámica de los procesos de retroalimentación positiva en un sistema político –lo que los economistas llaman procesos de "rendimientos crecientes" (Pierson, 2000a; Mahoney, 2000b). Los procesos dependientes de la trayectoria estrictamente definidos involucran una lógica clara: los resultados en una "coyuntura crítica" desatan mecanismos de retroalimentación que refuerzan la recurrencia de un patrón particular en el futuro. Los procesos dependientes de la trayectoria tienen características muy interesantes. Pueden ser altamente influidos por perturbaciones relativamente pequeñas en etapas iniciales. Una vez que los actores se han aventurado en un camino particular, sin embargo, es probable que les sea difícil revertir ese curso. Las alternativas políticas que una vez fueron plausibles pueden ser irrecuperables. De este modo, los eventos o procesos que tienen lugar y las coyunturas críticas que los suceden emergen como cruciales.

Existen fuertes bases teóricas para creer que procesos que se retroalimentan son prevalentes en la vida política. Una vez que se establecen, los patrones de movilización política, las "reglas del juego" institucionales, e incluso las formas ciudadanas básicas de pensar acerca del mundo político a menudo generarán dinámicas de retroalimentación. Además de traer nuestra atención hacia las "coyunturas críticas" o momentos formativos, los argumentos sobre el path dependence pueden ayudarnos a comprender la poderosa inercia que caracteriza a muchos aspectos del desarrollo político. Estos argumentos también pueden revigorizar el análisis del poder en las relaciones sociales, al mostrarnos cómo las desigualdades de poder, quizás modestas inicialmente, son reforzadas y pueden enraizarse fuertemente en las organizaciones, instituciones y modelos dominantes de comprensión política. Los argumentos sobre el path dependence también proporcionan un corrector útil y poderoso contra las tendencias a asumir explicaciones funcionalistas para resultados sociales y políticos importantes. Quizás más relevante, una apreciación de la prevalencia del path dependence nos obliga a prestar atención a las dimensiones temporales de los procesos políticos. Destaca el rol de lo que Arthur Stinchcombe ha denominado "causalidad histórica" en la que las dinámicas desatadas por un evento o proceso en un punto en el tiempo se reproducen, incluso en ausencia de la recurrencia del evento o proceso original (Stinchcombe ,1968).

La apreciación de la dinámica de rendimientos crecientes es una justificación importante para enfocarse en cuestiones de tiempo y secuencia, lo que constituye una segunda importante justificación teórica para enfocarse en procesos históricos. En procesos dependientes de la trayectoria, el orden de los eventos puede hacer una diferencia fundamental. Los institucionalistas históricos que rastrean amplios patrones de desarrollo político a través de varios países a menudo argumentan que el tiempo y la secuencia de eventos o procesos particulares pueden importar mucho (Gerschenkron, 1962; Kurth, 1979; Shefter, 1977; Ertman, 1997). En el análisis de Ertman sobre la formación del régimen europeo, por ejemplo, se hace referencia al tiempo relativo de la expansión de la alfabetización y el albor de la competencia militar, como elementos cruciales para trayectorias de construcción del estado. En aquellos lugares donde los países enfrentaron desafíos militares intensos anteriores a la era donde la alfabetización se expandió, el carácter del aparato fiscal del estado tendía a ser muy diferente que cuando el orden de estos dos procesos era el inverso.

El estudio de Jacob Hacker sobre el desarrollo de la política social norteamericana, presenta un segundo ejemplo fuerte de este tipo de argumento (Hacker, 2002). Hacker explora las distintas trayectorias de desarrollo público contra las trayectorias de carácter privado, tomando como control a los sistemas de salud basados en el empleador y la provisión de jubilaciones, en los Estados Unidos durante el último siglo. Aunque ambos sectores de política tienen mezclas similares de gasto público y privado, se han desarrollado en líneas muy diferentes. En el sistema de salud en EEUU, las intervenciones públicas han servido como suplementos o compensaciones agregadas a un grupo de instituciones anteriores caracterizadas por la provisión privada. En contraste, en el sistema jubilatorio, un sistema central público se desarrolló primero, mientras que los arreglos privados tuvieron un rol suplementario o complementario. A través de procesos de retroalimentación de políticas, estas secuencias distintas de intervención pública y privada generaron comunidades de grupos de interés muy diferentes, cambiando tanto las preferencias como los recursos políticos de actores cruciales como los empleadores. Dado el juego interrelacionado de preferencias y grupos de interés en la política, los diferentes patrones de desarrollo produjeron resultados distributivos muy distintos, dando forma a las luchas políticas contemporáneas por la provisión social. Cualquier intelectual que simplemente discuta estas luchas contemporáneas sin conocimiento de la historia que dio forma al terreno de las preferencias y los actores, estará dejando fuera gran parte de la relevancia causal para explicar la política y la hechura de las políticas contemporáneas.

Como estos argumentos desarrollados por Ertman y Hacker, muchas proposiciones ofrecidas por los institucionalistas históricos sobre el impacto causal de las secuencias están basadas en afirmaciones sobre procesos de retroalimentación o de rendimientos crecientes (Pierson 2000c). La temporización relativa o la secuencia es importante porque los procesos de retroalimentación subsecuentes, que tienen lugar en el tiempo, durante la vida política y social, transforman las consecuencias de desarrollos ulteriores. Los argumentos sobre dependencia de la trayectoria y retroalimentación explican porqué y cuándo la secuencia puede ser importante. Los procesos de rendimientos crecientes durante períodos particulares generan irreversibilidades, esencialmente removiendo ciertas opciones del menú subsecuente de posibilidades políticas.

Al mismo tiempo, el foco específico en la secuencia arroja luz sobre cómo los argumentos sobre los procesos dependientes de la trayectoria pueden ser incorporados en afirmaciones sobre el cambio político y la inercia política. Por ejemplo, los procesos dependientes de la trayectoria pueden operar para institucionalizar arreglos políticos específicos que en última instancia son vulnerables ante un evento o proceso emergente en una etapa posterior del desarrollo político (Collier y Collier, 1991; Luebbert, 1991).

Resulta altamente instructivo contrastar estos argumentos sobre secuencias dependientes de la trayectoria con argumentos elaborados por teóricos de la elección racional a cerca de las secuencias dentro de escenarios altamente institucionalizados (Shepsle, 1986). Trabajando desde el teorema de la imposibilidad de Arrow, que sugiere la posibilidad de ciclos interminables en muchas situaciones de decisión colectiva, los teóricos de la elección racional han argumentado de modo persuasivo que los arreglos institucionales que controlan la agenda y los procedimientos de toma de decisiones pueden producir resultados estables. Estos argumentos, que también demuestran que las secuencias (entre otras alternativas) son cruciales, se apoyan en el equivalente de un mecanismo dependiente de la trayectoria: los pasos en una secuencia son irreversibles, en el sentido de que las alternativas perdedoras son eliminadas del rango de opciones posibles. Al mostrar cómo tales irreversibilidades pueden ser generadas en una amplia gama de contextos sociales, sin embargo, es posible expandir este descubrimiento crucial a un rango mucho más amplio de fenómenos sociales que aquellos cubiertos por la literatura de la elección racional. La secuenciación importa no sólo par las decisiones colectivas dentro de las legislaturas, sino potencialmente para cualquier proceso social donde la retroalimentación signifique alternativas que se habían dejado de lado y se vuelven crecientemente inalcanzables con el transcurso del tiempo. En los análisis histórico comparados, estos argumentos son frecuentemente aplicados a cambios sociales de gran escala como la democratización (Collier y Collier, 1991; Collier, 1999), la industrialización (Gerschenkron, 1962, Kurth, 1979), la construcción del Estado (Ertman, 1997, Shefter, 1977), o el desarrollo de los estados de bienestar (Huber y Stephens, 2001).

Los institucionalistas históricos también emplean argumentos sobre la temporización y secuenciación para centrarse en coyunturas, entendidas como efectos de interacción entre distintas secuencias causales que se unen en determinados puntos del tiempo (Aminzade, 1994; Orren y Skowronek, 1994). La habilidad para identificar y explorar dichas coyunturas es una ventaja considerable de las inclinaciones macroscópicas del institucionalismo histórico. La descripción del liderazgo presidencial de Skowronek (1997) enfatiza la interacción entre capacidades sociales de desarrollo lento con la posición particular de un presidente individual dentro del crecimiento y caída de una coalición política dominante. Muchas de las descripciones dependientes de la trayectoria discutidas arriba se centran en los distintos efectos de interacción producidos cuando múltiples procesos sociales se conjugan de diferentes maneras. Así, Ertman (1997) enfatiza las conexiones entre la competencia militar y el desarrollo de las capacidades sociales para la gobernanza burocrática, mientras Shefter (1977) analiza la interacción con la construcción del Estado en el proceso de formación de un partido. Estos analistas se enfocan en procesos sociales distintivos que se conectan de formas diferentes y causalmente cruciales, dependiendo de la temporización relativa. Estas coyunturas no se habrían detectado en análisis de micro nivel enfocados en procesos aislados.

 

Procesos causales de lento devenir

Otra justificación teórica para enfocarse en el proceso histórico consiste en llamar la atención sobre los procesos sociales prolongados, de gran escala, pero generalmente de lento devenir (Pierson, 2001). Los institucionalistas históricos buscan atender al desarrollo tanto de procesos causales como de resultados políticos importantes en períodos de tiempo prolongados. La mayoría de los cientistas políticos están fuertemente predispuestos a enfocarse en aspectos de procesos causales y resultados que ocurren muy rápidamente. Aun así, muchas cosas en el mundo social tardan un tiempo considerable en producirse. Algunos procesos causales y resultados tienen lugar lentamente porque son incrementales; simplemente les toma tiempo producirse. Los cambios en los sistemas jubilatorios, por ejemplo, no se traducen por completo a los niveles de gasto público por medio siglo o más. Una segunda posibilidad es la presencia de efectos umbral, en el entendido que muchos procesos sociales pueden tener un significado menor hasta que logran alcanzar una masa crítica, que puede luego desatar un cambio mayor (McAdam ,1982; Goldstone, 1991; Baumgartner y Jones, 1993). De modo alternativo, los procesos de lento devenir pueden involucrar transformaciones que son probables durante cualquier período particular y por lo tanto pueden ser necesarios varios períodos antes de que la transformación tenga lugar. En tales circunstancias, el resultado social de interés puede no tener lugar hasta tiempo después de la aparición de factores causales clave. Particularmente cuando se enfoca en procesos macroscópicos, la investigación institucionalista histórica está a menudo interesada primariamente en las precondiciones estructurales para resultados particulares, más que en la temporización específica de esos resultados (Collier, 1999; Moore, 1966; Rueschemeyer, Stephens, y Stephens, 1992). Cuando trabajan ya sea causas estructurales o efectos umbral, los analistas que adoptan un período de tiempo breve probablemente se enfoquen erróneamente en los factores idiosincráticos o desencadenantes que producen resultados. Dado que algunas condiciones cruciales pueden cambiar solo lentamente, los analistas que estudian períodos de tiempo acotados se verán fuertemente inclinados a tomarlas como fijas y, por lo tanto, irrelevantes para su descripción causal (Rueschemeyer, Stephens y Stephens, 1992).

Otra posibilidad es que los procesos causales involucren cadenas con varias conexiones, que requieren algún tiempo para resolverse. Mientras que cadenas causales de este tipo estén en funcionamiento, los análisis deben enmarcar sus estudios en una escala de tiempo amplia. El trabajo influyente de Collier y Collier sobre la incorporación de los trabajadores en América Latina presenta argumentos de este tipo, donde los resultados últimos de interés reflejan una secuencia de desarrollos clave por períodos extendidos de tiempo (Collier y Collier, 1991). De hecho, este tipo de afirmaciones sobre procesos causales de largo plazo, multi-etápicos a menudo se evocan en trabajos sobre la construcción del estado (Flora 1999a, 1999b) o la democratización (Luebbert, 1991; Collier, 1999).

Swank (2001) ofrece un reciente ejemplo instructivo al respecto. Al valorar el impacto de las instituciones políticas en el retraimiento del estado de bienestar, critica el enfoque de sostiene que las instituciones fragmentadas limitan los recortes a través del aumento del número de puntos de veto disponibles para los defensores del status quo. Swank argumenta que esto es así, pero nota que los efectos indirectos, de largo plazo, de la fragmentación institucional, se manifiestan sobre todo en la otra dirección. No solo la fragmentación institucional limita la expansión inicial del estado de bienestar, sino que refuerza la heterogeneidad social, inhibe el acompasamiento de grupos de interés y debilita los compromisos culturales con las políticas sociales universalistas. Todos estos efectos de largo plazo fortalecen a los oponentes del estado de bienestar y debilitan a sus defensores. De esta manera, muchos de los efectos más importantes de la fragmentación institucional se producen solo indirectamente y por períodos de tiempo prolongados. Los análisis ahistóricos buscan considerar los efectos de las instituciones mientras "mantenían constantes" otras variables, aunque pero estas variables fueran en parte las consecuencias de largo plazo de las estructuras institucionales. Estas investigaciones tienden, por lo tanto, a hacer una lectura errónea del impacto de las estructuras institucionales en la política del estado de bienestar.

Los analistas que no ponen atención en estas dimensiones de lento movimiento de la vida social suelen ignorar hipótesis potencialmente fuertes. Tienden a no valorar el rol de muchas variables "sociológicas" como la demografía (Goldstone, 1991), la alfabetización (Ertman, 1997), o la tecnología (Kurth 1979), así como el impacto de otras presiones de construcción lenta como la competencia militar y la sobrecarga fiscal (Skocpol, 1979). Sus explicaciones pueden enfocarse en factores desencadenantes más que en causas más profundas (Kitschelt, 1999). Quizás más fundamentalmente, pueden fallar incluso en la identificación de algunas preguntas importantes sobre la política porque los resultados relevantes se producen en forma demasiado lenta y quedan, por lo tanto, fuera de su espectro de búsqueda.

 

La historia como proceso, no solo ilustración

En las formas que hemos revisado, la atención teórica a los procesos históricos representa una ventaja comparativa formidable del institucionalismo histórico, especialmente, porque esta perspectiva se vincula con el análisis macroscópico enfocado en instituciones y organizaciones, además de conglomerados humanos. Mucha de la investigación en la tradición conductista utiliza encuestas que ofrecen una fotografía en el tiempo. Incluso cuando las encuestas se repiten para ofrecer una serie longitudinal, es raro, de hecho, que los analistas conductistas consideren contextos institucionales cambiantes, coyunturas críticas o procesos dependientes de la trayectoria de gran escala, como factores relevantes de una perspectiva causal de los modos cambiantes del comportamiento individual. Existen excepciones, ciertamente, como la disección que realizan Carmines y Stimson (1989) del proceso por el cual la raza se transformó en un tema transformador de la política partidaria de EEUU, o la consideración ocasional del impacto de la Segunda Guerra Mundial en el desarrollo del "curso de la vida" de los adultos norteamericanos de finales del siglo XX (Putnam, 2000). Sin embargo, en gran medida, el análisis de encuestas se basa en datos extraídos en un momento particular sobre actitudes y comportamientos auto-reportados para explorar hipótesis de nivel individual sobre patrones individuales de masas. El cambio en el tiempo solamente entra en la discusión de un modo especulativo, como cuando un investigador reporta diferencias entre mujeres trabajadoras y amas de casa en un momento en el tiempo, y luego proceden a especular con que las proporciones cambiantes de tales personas en la población pueden significar un cambio social continuo.

Para asegurarse, algunos académicos de la elección racional se han abocado en los últimos años a desarrollar estudios históricos de caso. Pero muchas de las ventajas analíticas que hemos destacado, suelen estar ausentes en esos trabajos, puesto que el pasado es incluido solo en un sentido muy restringido (lo que podríamos denominar "historia ilustrativa"). Modelos previamente establecidos pueden ser aplicados de modos interesantes para ejemplos del pasado (Bates et.al., 1998), pero las herramientas de la teoría de juegos terminan siendo poco apropiadas para analizar coyunturas o explorar procesos macro de lento desarrollo (Elster, 2000; Munck, 2001). La teoría de la elección racional enfrenta entonces dificultades considerables al moverse del nivel de análisis micro al meso o macro, que son típicamente aplicados en trabajos que analizan procesos durante largos períodos de tiempo. El hecho de que la teoría de la elección racional se apoye en agendas originadas por la teoría y en la identificación de un terreno empírico favorable para sus métodos, nos conduce inevitablemente nuevamente a un énfasis en lo micro. Y los resultados de la teoría de juegos rápidamente se vuelven indenterminados o muy complejos, a medida que se aumenta el número de actores involucrados (de hecho, en la teoría de juegos el problema de la indeterminación es a menudo muy frecuente, incluso a niveles micro). El hecho de que muchos procesos macro tomen un tiempo considerable en emerger presenta una dificultad adicional, en tanto la teoría de juegos generalmente requiere que todos los actores, preferencias y pagos relevantes sean establecidos y fijados simultáneamente al comienzo de un juego. En suma, existen obstáculos reales en la teoría de la elección racional para la consideración seria de muchos aspectos clave de los procesos históricos[9].

 

3. Análisis de las instituciones en contexto

El institucionalismo histórico se caracteriza tanto por la segunda parte de su etiqueta como por la primera. Pero, ¿qué significa "institucionalismo" para esta familia de intelectuales? Podemos decir de gran parte de la ciencia política contemporánea lo que Richard Nixon dijo una vez sobre el keynesianismo: ahora todos somos institucionalistas. Aunque esto sea un poco exagerado, en la ciencia política actual muchos intelectuales analizan cómo las instituciones influyen sobre el comportamiento político y dan forma a procesos que van desde la toma de decisión a nivel parlamentario a lo propio en los movimientos sociales (Hall y Taylor, 1996). Como Thelen (1999) ha señalado, tanto los institucionalistas de la teoría de la elección racional como los históricos presumen que las rutinas organizacionales imbricadas tienen un rol crucial en la asignación de recursos y estructuración de iniciativas, opciones y limitaciones enfrentadas por los participantes políticos. En este sentido, el institucionalismo es, de hecho, un enfoque compartido ampliamente en la ciencia política contemporánea.

Pero aunque institucionalistas de diferentes tipos han convergido en preguntas y respuestas complementarias (Thelen 1999: 372-81), aun existen diferencias importantes. Los académicos de la elección racional suelen enfocarse en las "reglas del juego" que proveen "soluciones" de equilibrio a dilemas de acción colectiva. Mientras tanto, los institucionalistas históricos descubren balances de poder y recursos complejos, y ven a las instituciones como productos desarrollados a partir de luchas entre actores desiguales. Los académicos de la elección racional a menudo se enfocan en un set de "reglas" a la vez. Los institucionalistas históricos, en contraste, realizan análisis de nivel meso o macro que consideran múltiples instituciones en interacción, operando en contextos más amplios. Los institucionalistas históricos no presumen que varias "piezas" institucionales que se intersectan puedan encajar en un todo coherente, y por esa razón prestan mucha atención a las formas, como múltiples áreas institucionales y procesos que se intersectan, a menudo creando intencionalmente aperturas para actores que desatan cambios. Los institucionalistas históricos analizan los orígenes, impacto y estabilidad o inestabilidad de configuraciones institucionales enteras, algunas veces para explicar los arreglos institucionales en sí mismos y otras para utilizar variables que refieren a configuraciones institucionales para explicar resultados de interés.

 

Efectos institucionales

Gran parte de la investigación en el institucionalismo histórico adopta un enfoque de nivel meso, concentrándose, por ejemplo, en los desarrollos de políticas en un área particular (Hacker, 1998; Immergut, 1992; Weir, 1992) o cambios en áreas organizacionales (Skocpol, Ganz, y Munson, 2000). Los institucionalistas históricos también pueden abordar los desarrollos de niveles macro, como las transformaciones intelectuales modernizadoras (Wuthnow, 1989) o la formación del Estado (Anderson, 1986, Doyle, 1986; Tilly, 1978; Downing, 1992; Ertman, 1997; Skowronek, 1982). En cualquier caso, los análisis tienden a destacar y explorar las causas que operan en los niveles interorganizacionales o interinstitucionales. Ciertamente, los institucionalistas históricos aceptan el principio de que las causas deberían ser, en última instancia, consistentes con descripciones plausibles de la motivación y el comportamiento individual (Little, 1991). Pero también creen que los patrones de recursos y relacionamiento en los que se encuentran los individuos tienen poderosos efectos canalizadores y delimitadores. Por lo tanto, los institucionalistas históricos buscan hacer visibles esos patrones y rastrear sus impactos causales.

Los institucionalistas históricos raramente se enfocan en un solo lugar institucional u organizacional, como suelen hacer los académicos afiliados a la elección racional. En cambio, analizan como los grupos de organizaciones e instituciones se relacionan unos con otros y dan forma a los procesos o resultados de interés. Existe una fuerte tendencia a dudar del poder de muchas afirmaciones sobre los efectos institucionales que descansan exclusivamente en un análisis de una institución aislada. En cambio, los institucionalistas históricos generalmente esperan ver efectos poderosos que surgen de la interacción entre instituciones, o entre instituciones y organizaciones. La investigación sobre el desarrollo de políticas en Estados Unidos, por ejemplo, se enfoca en el juego interrelacionado entre múltiples actores en escenarios institucionales diversos (Skocpol 1992; Weir 1992). El análisis de Melnick (1994) sobre la "revolución de los derechos" que ha alimentado la expansión regulatoria en EEUU es un buen ejemplo. Rastrea esa revolución a través de múltiples lugares y durante un período amplio de tiempo, y demuestra que la misma debe ser entendida como el resultado de una interacción entre las Cortes y el Congreso, con organizaciones de ciudadanos emergentes que juegan un rol crucial en distintos escenarios institucionales. Los defensores del activismo político en las Cortes Federales y en los comités del Congreso han sido capaces, a través del juego interrelacionado de las cámaras, de impulsar sus agendas más allá de lo que la mayoría del Congreso habría producido por sí misma.

De un modo similar, el trabajo reciente tanto en la economía política comparada (Kitschelt, Lange, Marks y Stephens, 1999) como en la política social (Esping-Andersen, 1990; Huber y Stephens, 2001) ha buscado explicar cómo configuraciones de políticas, instituciones formales y estructuras organizacionales, generan "regímenes de Estado de bienestar" distintos o "variedades de capitalismo" que operan de formas fundamentalmente diferentes. Los resultados son generados no por algún principio universal operante, característico de un tipo dado de actor o área de actividad, sino por intersecciones de prácticas organizadas (como los mercados de trabajo, estructuras fijas o argumentos de política cruciales) Estas prácticas a menudo se habrían originado en diferentes momentos y por tanto, se habrían desarrollado configuraciones que dan ventaja a ciertos actores clave (como asociaciones de empleadores y sindicatos de trabajadores). Dichos actores trabajan para mantener la configuración mientras las circunstancias económicas, culturales y geopolíticas cambian.

 

Desarrollo Institucional

Las cuestiones relativas al desarrollo institucional de largo plazo también son centrales para las agendas de investigación de los institucionalistas históricos (Thelen 1999). Los institucionalistas históricos suelen sospechar de las explicaciones funcionales, en las que los resultados institucionales se explican por sus consecuencias. En dichas formulaciones funcionales, las instituciones se desarrollan por su capacidad para resolver ciertos problemas colectivos. El argumento explícito o implícito es que los actores racionales prodjeron dichos resultados para resolver esos problemas.

Como se sugiere arriba, la preocupación por cuestiones relativas al desarrollo institucional dentro del institucionalismo histórico se vincula fuertemente a las teorizaciones acerca de la relevancia causal o los orígenes, secuencias y procesos temporales. Las descripciones funcionalistas de las instituciones parecen más plausibles cuando las investigaciones toman una fotografía, puesto que los efectos de largo plazo y las "capas" inconsistentes del desarrollo institucional (ver Schickler 2001) no suelen notarse de inmediato. En la mayoría de los casos, los analistas sincrónicos simplemente describen una institución para descubrir beneficios para actores particulares. Los analistas luego infieren que estos beneficios explican la institución, implicando que los actores que tienen una ventaja presente (o sus antecesores) crearon la institución para producir los beneficios. Esta es una hipótesis plausible, pero es solo una hipótesis. Una investigación prolongada de los orígenes y dinámicas institucionales a menudo no apoya estas líneas de pensamiento.

A través del examen de cuestiones relativas a los orígenes institucionales y el cambio a lo largo de un período prolongado de tiempo, los institucionalistas históricos han podido subrayar un número de problemas potenciales de las descripciones funcionalistas (Thelen, 1993, 1994, 1999; Pierson, 2000). Las mismas son a menudo dudosas debido a la gran brecha temporal que existe entre las acciones de los actores y las consecuencias de largo plazo de sus decisiones. Los actores políticos, enfrentados a las presiones de lo inmediato o escépticos sobre su capacidad para producir efectos de largo plazo, eventualmente pueden prestar poca atención al porvenir. Por lo tanto, los efectos de largo plazo de las decisiones institucionales, que son frecuentemente los más profundos e interesantes, deberían ser vistos como productos de procesos sociales ("preferencias congeladas" en palabras de Riker) más que como el resultado de las metas concretadas por ciertos actores.

Una segunda cuestión tiene que ver con las consecuencias no buscadas. Aun cuando los actores estén preocupados por el futuro en sus esfuerzos por diseñar instituciones, los mismos operan en escenarios de gran complejidad y alta incertidumbre; en consecuencia, con frecuencia cometen errores. Por lo tanto, las instituciones pueden no ser funcionales incluso en un contexto de actores con visión de largo plazo, porque no operan del modo esperado. Aunque son ampliamente reconocidas como significativas en la política real, los cientistas políticos frecuentemente tratan a las consecuencias no buscadas como un error o simplemente las ignoran. En estudios cross-sectional de las instituciones, el tema de las consecuencias no buscadas desaparece, ya que las consecuencias de largo plazo de las decisiones institucionales o los factores originales que generaron la elección institucional, estarán fuera del espectro de análisis. En contraste, los institucionalistas históricos que examinan el desarrollo institucional regularmente remarcan las sorprendentes consecuencias de largo plazo de elecciones políticas y conflictos anteriores (Anderson, 1986; Luebbert, 1991; Skocpol, 1992; Thelen, 1999, 2000).

Finalmente, los institucionalistas históricos demuestran las formas en que las instituciones son reconstruidas en el tiempo (Thelen 1999, 2000). A consecuencia de los fuertes efectos del path dependence, las instituciones no son fácilmente desechadas cuando las condiciones cambian. En cambio, las instituciones tendrán una cualidad de "niveles" (Schickler, 2001; Stark y Bruszt, 1998). Nuevas iniciativas son introducidas para abordar demandas contemporáneas, pero agregan, en vez de reemplazar a formas institucionales preexistentes. Alternativamente, las viejas instituciones pueden persistir pero adquirir otros usos por nuevos grupos ascendentes. En cualquier caso, es plausible que las decisiones originales figuren fuertemente en el funcionamiento actual de la institución. Por lo tanto, las instituciones rara vez serán soluciones óptimas a dilemas de acción colectiva.

En última instancia, concentrar la atención en la historia y en el análisis de niveles meso o macro de las configuraciones institucionales resultan estrategias de investigación altamente complementarias y promisorias. El rastreo de la política a través del tiempo resulta de gran ayuda para identificar los límites de las aseveraciones teóricas particulares. Aun más significativo, el énfasis que ponen los institucionalistas históricos en las coyunturas y la secuenciación, conduce inevitablemente la atención hacia las conexiones temporales entre procesos sociales, y resalta la importancia del análisis meso y macro de las configuraciones institucionales. Es más, los procesos del path dependence y de rendimientos crecientes, pueden desarrollarse en niveles micro (por ejemplo, en el modo en cómo los individuos desarrollan y refuerzan mapas mentales particulares del mundo social) con resultados más significativos que los de los niveles meso o macro. Frecuentemente, sets particulares de instituciones y organizaciones se refuerzan mutuamente o son complementarios, pues la presencia de uno refuerza las tendencias para el desarrollo del otro. De este modo, el proceso puede ser visto como un tipo de co-evolución o selección que tiene lugar por períodos de tiempo considerables. Un buen ejemplo es la reciente investigación en economía política comparada enfocada en las "variedades de capitalismo" (Hall y Soskice, 2001.; Estevez-Abe, Iversen y Soskice, 1999; Soskice, 1999), que enfatiza en como diferentes economías políticas se han desarrollado en líneas sustantivamente diferentes a las consecuencias de la co-evolución de las estructuras organizacionales e institucionales. Argumentos similares se han vuelto comunes en la investigación comparada sobre el desarrollo de los estados de bienestar (Shalev, 1998; Huber y Stephens, 2001).

 

Configuraciones Causales y Efectos de Contexto

El fuerte énfasis del institucionalismo histórico en los efectos de interacción refleja algunos supuestos de trabajo centrales acerca de cómo operan la mayoría de los procesos sociopolíticos. Los analistas son fuertemente afectados por sus presunciones básicas sobre cómo funcionan los procesos sociales, y tienden a enmarcar sus problemas, generar hipótesis y emplear métodos y diseños de investigación que encajen con ellas (Abbott, 1988; Hall, 2000). Los conductistas, por ejemplo, están satisfechos con el uso de técnicas estadísticas para analizar datos de tantos "casos" como sea posible, porque están preparados para asumir el hecho de que variables muy generales que operan independientemente unas de otras se reúnen para dar cuenta de los patrones de comportamiento que tratan de explicar. Los institucionalistas históricos, en contraste, asumen que las variables operativas pueden no ser independientes unas de otras. Cuando se trata de analizar los orígenes e impacto de las instituciones, variables causalmente importantes están frecuentemente ligadas en el mundo real, y pueden existir recorridos causales alternativos para resultados similares (Ragin, 1987; Shalev, 1998). Los institucionalistas históricos tienden a sospechar desde el comienzo que variables causales de interés serán fuertemente influidas por contextos mayores tanto culturales como institucionales (Abbott, 1994). Teniendo en cuenta estas explicaciones, la investigación en esta tradición tiende a moverse de instituciones aisladas a contextos más amplios (los institucionalistas históricos miran tanto el bosque como los árboles). Y casi siempre buscan descubrir y explicar el impacto de las configuraciones de organizaciones e instituciones en resultados de interés (Katznelson, 1997).

Además de presumir y concentrar la atención en configuraciones causales conceptualizadas en los niveles organizacional e institucional, existe otro modo en que los institucionalistas históricos destacan efectos de interacción. En general lo hacen apuntando a contextos más generales (tipos de regímenes, eras, regiones, culturas) que fijan límites alrededor de la teorización que se realice en cualquier estudio. Los institucionalistas históricos rara vez buscan escribir sobre toda la humanidad a través de toda la historia. Al rastrear los títulos de los trabajos institucionalistas históricos más destacados, por ejemplo, se encontrará los nombres propios de regiones del mundo y/o fechas de comienzos y fin, destacando el período específico que cubre el argumento. Esto no se hace porque los institucionalistas históricos en ciencia política traten de ser historiadores; no aspiran a "cubrir" todo, o solo contar historias sobre un tiempo y un lugar. Tampoco las fechas se mencionan para describir coyunturas críticas cuando ocurre un cambio que el analista busca explicar (por ejemplo, Clemens, 1997; Skowronek, 1997). Más allá de un uso tan obvio de las fechas y lugares, los institucionalistas históricos frecuentemente fijan límites a la aplicabilidad de sus argumentos causales, sosteniendo de forma teóricamente explícita los motivos por los cuales las variables aparecen y se combinan de determinada manera, pero pueden no existir o combinarse de la misma forma en períodos ulteriores.

Por ejemplo, en su libro sobre el crecimiento (o no) y éxito (o fracaso) de los movimientos revolucionarios liderados por guerrillas, Timothy Wickham-Crowley (1992) desarrolla un análisis causal riguroso y sugiere que su modelo se conecta con explicaciones teóricas de las revoluciones en muchas regiones y épocas. Pero Wickham-Crowley limita su argumento cuidadosamente, restringiéndolo a América Latina a partir de 1956. En términos analíticos, explica que ciertos desarrollos y eventos singulares crearon condiciones para generar muchas guerrillas con objetivos y métodos similares, dando lugar, así, a variables que explora para dar cuenta del éxito o fracaso de los movimientos. Finalmente, la cuidadosa delimitación de Wickham-Crowley del contexto global dentro del cual se desarrolla su análisis, refuerza su poder teórico. Mientras nos movemos hacia otros continentes y períodos, podemos preguntarnos sobre los cambios que pueden influir en las variables en juego y las relaciones posibles entre ellas.

Otro modo en que los institucionalistas históricos trabajan es yuxtaponiendo, deliberadamente, dos o más contextos, para mostrar cómo configuraciones de variables analizadas anteriormente pueden desarrollarse en formas diferentes cuando el contexto de relevancia cambia. En la literatura sobre las revoluciones, Goodwin (2001) hace esto mismo. Primero, desarrollando explicaciones para éxitos y fracasos revolucionarios en América Central y Asia del Este, y luego, destacando los actores diferentes y las condiciones que se ponen en juego dentro de cada región. En su abordaje de un problema muy diferente, Pierson (1994) identifica variables sobre las instituciones y características de política establecidas que pueden explicar por qué los políticos conservadores británicos y estadounidenses tuvieron éxito o fracasaron en sus recortes de políticas sociales. Sin embargo, también se detiene y destaca que las relaciones causales que gobiernan la determinación de políticas son muy diferentes en el período reciente de austeridad, de lo que fueron durante períodos anteriores en que los estados de bienestar estaban ampliamente expandidos.

Los académicos en otras grandes tradiciones de ciencia política frecuentemente ponen mucha menos atención en los contextos que los institucionalistas históricos, en parte porque prefieren centrarse en comportamientos de nivel individual o micro procesos, pero también porque se niegan a escribir "como historiadores". Pero, irónicamente, el resultado puede ser menos poderoso teóricamente. Los conductistas se apoyan en tipos de datos que están solo disponibles en un lapso de tiempo, o solo por períodos breves, pero no necesariamente reflexionan sobre lo que eso significa. Como resultado, contextos relevantes pueden pasar desapercibidos, sin ser debidamente conceptualizados. Por ejemplo, los conductistas a veces no toman en cuenta que patrones de nivel individual muy similares -que reúnen a un mayor o menor número de organizaciones voluntarias, con diferentes tasas de votación- pueden tener significados muy diferentes, dependiendo de los tipos de organizaciones o instituciones que predominen en una nación o era dada. Las teorías invocadas en los estudios conductistas pueden terminar siendo profundamente inespecíficas.

Los académicos de la elección racional, mientras tanto, escriben como si los modelos que presentan fueran infinitamente generalizables, incluso mientras se saltean toda clase de especificidades culturales, institucionales y de época en sus operacionalizaciones empíricas. Esta puede significar una forma óptima de argumentar que supuestamente la ciencia política debe generalizar. Sin embargo, en la práctica, este tipo de enfoque supone dejar implícitas variables importantes por el camino y no lograr ver cómo condiciones cambiantes en el ambiente pueden conducir al desarrollo y modificación de esas mismas variables. Una vez más, la preferencia de los teóricos de la elección racional por examinar micro escenarios refuerza fuertemente esta tendencia.

 

4. Estrategias de investigación y la acumulación de conocimiento

El abordaje de las grandes preguntas del mundo real, el rastreo de los procesos a través del tiempo, y el análisis de configuraciones y contextos institucionales, son las características que definen al institucionalismo histórico como una de las grandes estrategias de investigación en la ciencia política contemporánea. Hemos enfatizado las ventajas comparativas que estos enfoques ofrecen para comprender mejor el gobierno y la política. Pero debemos reconocer también los argumentos de los críticos que descartan al institucionalismo histórico como un enfoque válido para hacer ciencia social acumulativa. Los críticos del institucionalismo histórico con frecuencia proponen manifiestos anunciando que los estudios de caso y las comparaciones de un N pequeño no pueden generar conocimiento válido, puesto que los casos no son seleccionados al azar y puede no haber suficientes "grados de libertad" estadísticos para testear rigurosamente todas las hipótesis posibles (Geddes, 1990, Goldthorpe, 1991, Lieberson, 1991). Los metodólogos estadísticos (como King, Keohane, y Verba, 1994) también se preocupan de que la proclividad del institucionalismo histórico a abordar temas significativos lo predisponga a la "selección en base a la variable dependiente", esto es, elegir casos donde un fenómeno de interés ha ocurrido, al tiempo que ignoran las instancias donde no ha ocurrido. Los libros y artículos institucionalistas históricos son en ocasiones criticados de ésta y otras formas.

La verdadera cuestión es si los institucionalistas históricos en general se han encaminado hacia un callejón sin salida porque sus estudios, considerados colectivamente, así como individualmente, no están diseñados correctamente. Este no es el lugar para una revisión exhaustiva de la profusión de reflexiones metodológicas en este género, pero los mojones más importantes en el camino pueden ser mencionados.

Los desafíos metodológicos han sido desde nuestro punto de vista buenos para el institucionalismo histórico. No solo las críticas han sido el testimonio de la visibilidad e impacto intelectual de estos estudios. Los desafíos han tenido un gran impacto, impulsando a los institucionalistas históricos a hacer explícitas sus presunciones meta teóricas y afinar sus argumentaciones y herramientas para hacer estudios macroscópicos e históricos válidos. Una serie de académicos, por ejemplo, ha preguntado cómo los estudios pueden estar mejor diseñados para analizar causalidades configuracionales y procesos temporales seriamente. En otras palabras, si los institucionalistas históricos dudan que variables aisladas, altamente generales tengan efectos uniformes en distintos contextos, y sin importar las interacciones con otros factores, cómo pueden los diseños de investigación dar lugar a exploración empírica adecuada de hipótesis sobre contextos y configuraciones. Si los institucionalistas históricos destacan mecanismos en vez de la simple asociación en los argumentos causales, ¿cómo puede hacerse el "rastreo de procesos" de un modo riguroso? ¿Y qué criterios deben tomarse para demostrar argumentos válidos sobre la "dependencia de la trayectoria", coyunturas críticas, o efectos de secuencia? Si bien Pierson (2000c), Thelen (2000), y otros se han enfocado en primer lugar en las características teóricas de los argumentos sobre la causalidad temporal, sus reflexiones también fijan estándares empíricos a ser alcanzados en el análisis de caso y los estudios comparativos que tienen por objetivo establecer la presencia de procesos o eventos causalmente relevantes.

Reflexionando sobre las fortalezas y límites de cientos de estudios en diversas literaturas importantes, los académicos orientados metodológicamente también han argumentado acerca del valor del estudio de caso en profundidad y de las comparaciones de un N pequeño o mediano (Mahoney, 2000a; Munck, 1998; Ragin, 1987; Rueschemeyer y Stephens, 1997). La selección de casos al azar – por ejemplo de regimenes particulares o naciones- a menudo no resulta apropiada y está lejos de ser la mejor forma de testear con rigor las hipótesis. Sean cuales sean los riesgos o retrocesos, las hipótesis pueden ser rigurosamente testeadas incluso cuando los académicos no pueden tomar grandes muestras de casos verdaderamente independientes (para una excelente revisión de estrategias de interferencia en investigaciones con N pequeño ver Mahoney 2000a). Estrategias alternativas de interferencia causal han sido desarrolladas y aplicadas, porque existen importantes ventajas para enfocar las agendas de investigación en un número de casos pequeño e indeterminado, incluyendo instancias de resultados sustantivamente fuertes y resultados y arreglos que queramos comprender (Collier y Mahoney, 1996; Dion, 1998; McKeown, 1999; Munck, 1998; Ragin, 1997; Rueschemeyer y Stephens, 1997).

Por ejemplo, es poco probable que un intelectual que desea comprender las revoluciones desee comenzar con un grupo de momentos y lugares escogidos completamente al azar. Tratará de dejar claro que las revoluciones obvias están incluidas en su investigación. Pero en los mejores estudios anteriores sobre las revoluciones –como en muchas otras literaturas sobre el institucionalismo histórico– ha sido un standard para testear hipótesis con comparaciones entre "casos positivos" donde los fenómenos de interés tienen lugar y se emparejan con "casos negativos" donde los fenómenos no tienen lugar (Skocpol, 1979; Goodwin, 2001). En referencias a los estudios comparativos en diversas literaturas temáticas, los análisis han yuxtapuesto períodos de tiempo, regiones y sectores de política, cambiando lo que parecía ser una o unas pocas instancias nacionales en escenarios para muchos casos comparados muy cuidadosamente. E incluso dentro de los "estudios de caso", las observaciones empíricas se han visto multiplicadas en la formulación y testeo de hipótesis sobre los mecanismos que conectan las causas a los efectos (Bennett and George, 1997). Todas estas estrategias de análisis han sido utilizadas con buenos resultados por estudios de renombre en el institucionalismo histórico –y las literaturas metodológicas recientes facilitarán a los futuros académicos el reconocimiento y aplicación de los estándares y justificaciones de "mejores prácticas" en estudios de caso y de N pequeño.

Sin importar qué teorías o métodos de investigación se utilicen, los estudios individuales aislados no hacen más que mover la empresa intelectual uno o dos pasos adelante. La academia es un emprendimiento inherentemente comunal y también es apropiado reflexionar sobre qué tan bien los clusters de académicos acumulan descubrimientos válidos e importantes. Es aquí donde los institucionalistas históricos lo hacen bien, desde nuestra perspectiva, puesto que la investigación orientada a problemas facilita exactamente el tipo de acumulación intelectual que permite que una comunidad de investigadores progrese en el tiempo.

Dado que los institucionalistas históricos tienden a abordar grandes cuestiones, humanamente importantes, los académicos de diferentes generaciones suelen retornar a los mismos temas. En efecto, dentro de cada generación surgen personas inteligentes, que desean discutir sobre cuál es el mejor modo para enmarcar las preguntas y describir patrones que vale la pena explicar. Las personas reexaminan los casos y las hipótesis, y extienden las mismas a nuevos grupos de casos. Un buen ejemplo es descrito en la revisión de Jim Mahoney sobre varias décadas de investigación institucionalista histórica acerca de los orígenes y dinámicas de los regímenes democráticos y autoritarios. En esta literatura, la investigación partió de trabajos pioneros que fijaron la agenda (por ejemplo, Barrington Moore, 1966, O’Donnell, 1973, Linz, 1978), con olas de subsecuentes académicos ejecutando docenas de estudios históricos e histórico comparativos que sirvieron para refutar algunos argumentos, refinar otros, descubrir nuevas líneas de argumentación causal, y extender conclusiones a distintas épocas y continentes. La investigación acumulada ahora nos ofrece una imagen convincente de cuándo, cómo y por qué diferentes tipos de regímenes han surgido en diversos continentes durante gran parte de la historia del mundo moderno.

Desde luego, los académicos en otras tradiciones importantes también se piensan como ejecutantes prácticos de la ciencia política acumulativa, y no sugerimos que el progreso constante pueda ocurrir solo en áreas donde los institucionalistas históricos predominan. Pero vale la pena mencionar que grupos de intelectuales que definen la acumulación en términos teóricamente ortodoxos, o que se dejan capturar por sus herramientas metodológicas, pueden conducirnos a callejones sin salida.

Los académicos de la teoría de la elección racional frecuentemente focalizan sus agendas de investigación en dilemas generados internamente por su teoría principal. Ejemplos prominentes de problemas derivados de la teoría incluyen la prevalencia del voto (ver Green y Shapiro 1996 para una crítica) y la relativa ausencia del estilo Arrow de dinámicas "cíclicas" en el Congreso. Cada uno de estos "problemas" ha generado una cantidad masiva de trabajos publicados, y no hay duda de que las respuestas producidas se han vuelto más sofisticadas con el tiempo. Lo que está menos claro es si estas agendas han generado conocimiento que dialogue con los grandes problemas sociales, o que sea de interés significativo para cualquier otro, además de los entusiastas de la teoría de la elección racional. Cómo se manejarían estos cuerpos de trabajo si nos hacemos la pregunta de James Rule (1997) para evaluar programas de investigación: ¿sería posible que alguien fuera de tu campo diera cuenta de la utilidad del conocimiento que produces?

Los métodos de investigación rígidamente atados a las presunciones teóricas también pueden impulsar las agendas de investigación de la elección racional hacia canales constrictores. Con la teoría de juegos como la herramienta analítica central, los estudios fácilmente se confinan a modelar la acción estratégica al nivel micro. Los practicantes de la elección racional típicamente se enfocan en los contextos políticos con actores estratégicos coherentes –preferentemente individuos, como políticos o candidatos- que operan en contextos particulares, bien delimitados como las legislaturas donde las elecciones son claramente identificables y los pagos relativamente transparentes. Los esfuerzos por abordar agregados sociales mayores, ya sean organizaciones interconectadas o agrupaciones sociales más difusas, son en general evitados. O a veces, tales desafíos se manejan simplemente tratando a estos grupos como si fueran actores estratégicos coherentes, decisión altamente cuestionable. Es más, los estudios de la elección racional asumen con frecuencia que todos los actores relevantes y sus preferencias están presentes en el inicio del proceso analizado, cuando en el mundo real, nuevos actores y preferencias cambiantes suelen surgir en etapas posterior. La historia de la política termina coartada y congelada en momentos artificiales, en un poderoso pero muy acotado microscopio.

El uso de un gran marco teórico para encuadrar los programas de investigación a menudo se justifica, al menos implícitamente, por lo que podría ser llamado la "lego" racionalidad. Esta justificación sostiene que los cientistas sociales deberían enfocarse en desarrollar bloques sólidos de descubrimientos dentro de un todo supuesto. Sin importar qué tan pequeños son, o qué tan lejos están para presionar contextos sociales, estos bloques pueden entonces ser colocados juntos para producir respuestas robustas a cuestiones importantes. La trivialidad es aceptable si provee algo en que apoyarse. Pero existen fuertes razones para dudar de la validez del enfoque "lego". Como deberían saber, sobre todo, los académicos de la elección racional, las acciones parciales conducen invariablemente a resultados óptimos. Concretamente, ¿dónde está la evidencia de que un cuarto de siglo de investigación de tipo "lego" ha generado descubrimientos más amplios? En ciertas áreas de la ciencia política, discutiblemente, en vez de problemas intelectuales enfrentados por el crecimiento de la elección racional, el universo de la política considerado como apropiado para el escrutinio, es redefinido incluso de formas más diminutivas. Así, el estudio de la política latinoamericana se vuelve el estudio del Congreso (o, como mucho, el estudio del Congreso y las agencias administrativas). Y el estudio de la política comparada se vuelve el estudio de los parlamentos y las coaliciones de gobierno. Grandes preguntas, amplios contextos y transformaciones de largo plazo están aun más lejos de la vista, y la ciencia política corre el riesgo de sustraerse de preocupaciones importantes para amplias audiencias.

La obsesión con una teoría única para su propio beneficio no es la única forma en que las agendas acumulativas de investigación pueden colocarse en el lugar equivocado. Otro riesgo es la captura por una técnica, o confiar demasiado en un solo tipo de dato. Como los institucionalistas históricos, los conductistas se centran en general en problemas. Pero corren el riesgo de enamorarse de las encuestas sociales y las manipulaciones estadísticas que pueden operar en las respuestas de muestras al azar. Esto puede conducir a los conductistas a negar otros tipos de datos que podrían resultar relevantes para la pregunta central. Las tendencias en esta dirección pululan en el trabajo actual sobre la participación ciudadana. ¿Por qué deberíamos asumir que todo lo que necesitamos saber sobre la participación puede ser descubierto en las encuestas (usualmente referidas a un momento en el tiempo) que preguntan a grandes agregados de personas sobre sus actitudes y comportamientos? La fuerte confianza en las encuestas sociales ha canalizado mucho del debate actual sobre el "involucramiento ciudadano en la democracia de EEUU", hacia la exploración de actitudes de confianza social e indicadores sobre si los individuos eligen participar de distintas maneras. Pero los datos de este tipo están disponibles solo para 1970 en adelante, y los cambios claves en el comportamiento y en las instituciones ocurrieron mucho antes. Es más, no podemos comprender el impacto del aumento o disminución de la asociación de individuos a diferentes agrupaciones voluntarias, a menos que sepamos qué tipos de grupos han aumentado o disminuido, y sobre todo, a menos que sepamos cómo los grupos interactúan con centros institucionales de decisión. Las preguntas sobre un tema importante como la participación ciudadana y la democracia rara vez pueden ser abordadas con un único tipo de datos o una única técnica de análisis empírico.

En lo que respecta a evitar los peligros de ser capturado por la teoría, la técnica o las fuentes de datos, los institucionalistas históricos pueden tener una tarea más fácil que los intelectuales de otras grandes tradiciones. Precisamente porque los institucionalistas históricos están tan atados a los grandes problemas del mundo real, casi nunca olvidan que mantener la mirada en el elemento sustantivo –comprender fenómenos importantes del mundo real-, es la fórmula para el logro académico duradero. Dado que los temas centrales en juego son importantes en sí mismos, los institucionalistas históricos suelen estar deseosos de combinar perspectivas teóricas, utilizar varias fuentes de información y acortar los límites de la creatividad metodológica para apalancarse en esos temas (ver McAdam, 1982, Rueschemeyer, Stephens, y Stephens, 1992, y Schickler, 2001). Cada académico sabe que su respuesta temporaria puede ser puesta a prueba en un lapso breve por otros académicos (o miembros de audiencias educadas) que se preocupan del mismo modo por explicar el resultado o resolver el dilema. Y los desarrollos del mundo real pueden intervenir para cambiar la definición de temas importantes, o hacer visibles nuevas dimensiones de estos. La literatura alimentada por muchos institucionalistas históricos permanece, en suma, abocada al pluralismo teórico y metodológico, y a conversaciones más amplias. Esto introduce dinamismo y chequeos de la realidad. Si los legos no encajan unos con otros para lograr al menos las bases de una bella estructura, los institucionalistas históricos no seguirán jugando con ellos por siempre.

 

5. Las ventajas del pluralismo y la sinergia

Cada uno de los enfoques líderes en la ciencia política empírica contemporánea (conductismo, elección racional, e institucionalismo histórico) ha probado su valor. No solo la ciencia política –de hecho la ciencia social como un todo– se beneficia de la coexistencia y competencia de diversos enfoques teóricos y de la investigación; estudios relevantes muy frecuentemente combinan líneas de análisis inspiradas en enfoques teóricos diversos.

El propósito del trabajo no ha sido enfrentar a los enfoques más relevantes entre sí en algún tipo de juego de suma cero. Los institucionalistas históricos son un grupo teóricamente plural, y han estado siempre abiertos al diálogo amistoso con académicos que propugnan otros enfoques. Hemos buscado, simplemente, clarificar las contribuciones diversas de la academia institucionalista histórica. De hecho, una razón para enfatizar y clarificar las distinciones y potenciales ventajas comparativas es la de facilitar intercambios que combinen las fortalezas de diferentes enfoques.

Los institucionalistas históricos no utilizan la narración solo por el placer de contar la historia. Tampoco siguen siendo lobos solitarios que realizan contribuciones idiosincrásicas ocasionales con el fin de contribuir a la acumulación de conocimiento que otros llevan adelante. Por el contrario, el institucionalismo histórico es una estrategia de investigación coherente y fructífera. Y el progreso constante hacia la explicación de fenómenos importantes ha sido hecho por comunidades vibrantes de académicos que utilizan variantes de este enfoque, incluyendo aquellos que combinan tácticas históricas institucionales con análisis de encuestas o modelos formales.

El institucionalismo histórico se ha vuelto, últimamente, más autoconsciente, tanto desde el punto de vista teórico como metodológico, de formas que hemos señalado e ilustrado a lo largo de este ensayo. Nuestro objetivo ha sido presentar al institucionalismo histórico como uno de los tres pilares de la investigación en ciencia política, y nuestra tarea se ve facilitada por la inmensa cantidad de trabajos sustantivos, teóricos y metodológicos, producidos en los años recientes. Los lectores que se preguntan cómo sería la ciencia política sin un institucionalismo histórico autoconsciente, solo necesitan preguntarse qué habríamos perdido si todos los trabajos presentes en nuestra bibliografía, y muchos otros como éstos, no se hubieran publicado. Creemos que la respuesta es obvia: sin el institucionalismo histórico, nuestra disciplina carecería de gran parte de su habilidad para abordar grandes agendas. Y sin los institucionalistas históricos, la ciencia política tendría mucho menos para decir sobre cuestiones de importancia central para las personas, tanto más allá como dentro de la torre de marfil.

 

Bibliografía

Abbott, Andrew (1988). "Transcending General Linear Reality", en Sociological Theory, 6: 169-86.

Amenta, Edwin (2000). "What We Know about the Development of Social Policy: Comparative and Historical Research at the Crossroads." Paper presented at the Conference on Comparative-Historical Analysis, Harvard University, November 10-11.

Aminzade, Ronald (1992). "Historical Sociology and Time" en Sociological Methods and Research, 20: 456-80.

Anderson, Lisa (1986). The State and Political Transformation in Tunisia and Libya, 1830-1980. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Baloyra, Enrique (ed.) (1987). Comparing New Democracies: Transition and Consolidation in Mediterranean Europe and the Southern Cone. Boulder, CO: Westview Press.

Bates, Robert H., Avner Greif, Margaret Levi, Jean-Laurent Rosenthal, y Barry R. Weingast (1998). Analytic Narratives. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Bennett, Andrew, y Alexander George (1997). "Process Tracing in Case Study Methods." Paper Presented at the MacArthur Workshop, Harvard University, October.

Berger, Suzanne y Ronald Dore (eds.) (1996). National Diversity and Global Capitalism. Ithaca, NY: Cornell University Press.

Bratton, Michael y Nicholas Van de Walle (1997). Democratic Experiments in Africa: Regime Transition in Comparative Perspective. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Carmines, Edward G. y James A. Stimson (1989). Issue Evolution: Race and the Transformation of American Politics, New Jersey, Princeton University Press, 1989.

Clemens, Elisabeth S. (1997). The People’s Lobby: Organizational Innovation and the Rise of Interest Group Politics, 1890-1925. Chicago, IL: University of Chicago Press.

Collier, David (1993). "The Comparative Method," en Ada Finifter (ed.), Political Science: The State of the Discipline II, pp. 105-19. Washington DC: American Political Science Association.

Collier, Ruth Berins, and David Collier (1991). Shaping the Political Arena: Critical Junctures, the Labor Movement, and Regime Dynamics in Latin America. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Collier, Ruth Berins (1999). Paths Toward Democracy: The Working Class and Elites in Western Europe and South America. Cambridge: Cambridge University Press.

Coser, Lewis (1975). "Presidential Address: Two Methods in Search of a Substance" en American Sociological Review 40: 691-700.

Diamond, Larry (1999). Developing Democracy: Toward Consolidation. Baltimore, MD: The Johns Hopkins University Press.

Downing, Brian M. (1992). The Military Revolution and Political Change: Origins of Democracy and Autocracy in Early Modern Europe. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Doyle, Michael (1986). Empires. Ithaca, NY: Cornell University Press.

Dunlavy, Colleen A. (1994). Politics and Industrialization: Early Railroads in the United States and Prussia. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Ekiert, Grzegorz (1996). The State Against Society: Political Crises and their Aftermath in East Central Europe. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Elster, Jon (1999). "Review of Analytic Narratives." Unpublished manuscript. New York.

Ertman, Thomas (1997). Birth of the Leviathan: Building States and Regimes in Early Modern Europe. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Esping-Andersen, Gosta (1990). The Three Worlds of Welfare Capitalism. Princeton, New Jersey: Princeton University Press.

Estevez-Abe, Margarita, Torben Iversen, y David Soskice (1999). "Social Protection and the Formation of Skills: A Reinterpretation of the Welfare State." Paper Presented at the Annual Meeting of the American Political Science Association, Atlanta, Georgia.

Flora, Peter (ed.) (1999a). State Formation, Nation-Building, and Mass Politics in Europe: The Theory of Stein Rokkan. Oxford: Oxford University Press.

Flora, Peter (1999b). "Introduction and Interpretation", en Peter Flora (ed.), State Formation, Nation-Building, and Mass Politics in Europe: The Theory of Stein Rokkan. Oxford: Oxford University Press.

Flora, Peter y Arnold J. Heidenheimer (eds.) (1981). The Development of Welfare States in Europe and America. New Brunswick, NJ: Transaction Books.

Friedberg, Aaron L. (2000). In the Shadow of the Garrison State: America’s Anti-Statism and Its Cold War Grand Strategy. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Gamm, Gerald (1999). Urban Exodus: Why the Jews Left Boston and the Catholics Stayed. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Geddes, Barbara (1990). "How the Cases You Choose Affect the Answers You Get", en Political Analysis 2: 131-49.

Gerschenkron, Alexander (1962). Economic Backwardness in Historical Perspective. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Goldstone, Jack A. (1991). Revolution and Rebellion in the Early Modern World. Berkeley: University of California Press.

Goldthorpe, J. H. (1991). "The Uses of History in Sociology: Reflections on Some Recent Tendencies", en British Journal of Sociology 42 (2): 211-30.

Goodwin, Jeff (2001). No Other Way Out: States and Revolutionary Movements, 1945- 1991. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Gould, Andrew (1999). Origins of Liberal Dominance: State, Church, and Party in Nineteenth Century Europe. Ann Arbor, MI: University of Michigan Press.

Gourevitch, Peter (1986). Politics in Hard Times. Ithaca: Cornell University Press.

Green, Donald P. e Ian Shapiro (1996). Pathologies of Rational Choice: A Critique of Applications in Political Science. New Haven, CT: Yale University Press.

Hacker, Jacob (1998). "The Historical Logic of National Health Insurance: Structure and Sequence in the Development of British, Canadian, and U.S. Medical Policy", en Studies in American Political Development 12 (Spring): 57-130.

Hacker, Jacob (2002). The Divided Welfare State: The Battle over Public and Private Social Benefits in the United States. Cambridge: Cambridge University Press.

Haggard, Stephan y Robert R. Kaufman (1995). The Political Economy of Democratic Transitions. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Hall, Peter A. (1986). Governing the Economy: The Politics of State Intervention in Britain and France. New York: Oxford University Press.

Hall, Peter A. (2001). "Aligning Ontology and Methodology in Comparative Politics." Revised version of a Paper prepared for the Conference on Comparative- Historical Analysis, Harvard University, November 10-11

Hall, Peter A. y David Soskice (2001). "Varieties of Capitalism: An Introduction." Unpublished Manuscript, Cambridge, MA.

Hall, Peter A. y Rosemary C. R. Taylor (1996). "Political Science and the Three New Institutionalisms", en Political Studies 44 (December): 936-57.

Hansen, John Mark (1991). Gaining Access: Congress and the Farm Lobby, 1919-1981. Chicago, IL: University of Chicago Press.

Hart, Vivien (1994). Bound by Our Constitution: Women, Workers, and the Minimum Wage. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Harvey, Anna L. (1998). Votes Without Leverage: Women in American Electoral Politics, 1920-1970. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Hattam, Victoria C. (1993). Labor Visions and State Power: The Origins of Business Unionism in the United States. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Heclo, Hugh (1974). Modern Social Politics in Britain and Sweden. New Haven, CT: Yale University Press.

Hicks, Alexander (1999). Social Democracy and Welfare Capitalism: A Century of Income Security Politics. Ithaca, NY: Cornell University Press.

Howard, Christopher (1997). The Hidden Welfare State: Tax Expenditures and Social Policy in the United States. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Ikenberry, G. John (2001). After Victory: Institutions, Strategic Restraint, and the Rebuilding of Order After Major Wars. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Im, Hyug Baeg (1987). "The Rise of Bureaucratic Authoritarianism in South Korea", en World Politics 39: 231-57.

Immergut, Ellen. (1992). Health Politics: Interests and Institutions in Western Europe. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Karl, Terry R. (1997). The Paradox of Plenty: Oil Booms and Petro-States. Berkeley and Los Angeles, CA: University of California Press.

Katzenstein, Peter (ed.) (1978). Between Power and Plenty: Foreign Economic Policies of Advanced Industrial States. Madison, WI: University of Wisconsin Press.

Katznelson, Ira (1997). "Structure and Configuration in Comparative Politics" en Mark Irving Lichbach and Alan S. Zuckerman (eds.), Comparative Politics: Rationality, Structure, and Culture. Pág. 81-112 Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Katznelson, Ira y Aristide R. Zolberg (eds.) (1986). Working-Class Formation: Nineteenth-Century Patterns in Western Europe and the United States. Princeton, NJ: Princeton University Press.

King, Gary, Robert O. Keohane y Sidney Verba (1994). Designing Social Inquiry: Scientific Inference in Qualitative Research. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Kitschelt, Herbert (1991). "Political Regime Change: Structure and Process-Driven Explanations", en American Political Science Review 86: 1028-34.

Krasner, Stephen D. (1978). Defending the National Interest: Raw Materials Investments and U.S. Foreign Policy. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Kryder, Daniel (2000). Divided Arsenal: Race and the American State during World War II. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Kurth, James (1979). "Political Consequences of the Product Cycle", en International Organization, 33, pp. 1-34.

Lieberson, Stanley (1991). "Small N’s and Big Conclusions: An Examination of the Reasoning in Comparative Studies Based on a Small Number of Cases" en Social Forces 70:307-20

Linz, Juan (1978). The Breakdown of Democratic Regimes: Crisis, Breakdown, and Reequilibration. Baltimore, MD: The Johns Hopkins University Press.

Lipset, Seymour Martin y Stein Rokkan (1967). "Cleavage Structures, Party Systems and Voter Alignments: An Introduction", en Lipset, Seymour Martin y Stein Rokkan (eds.) Party Systems and Voter Alignments. Pags. 1-64 New York: Free Press.

Little, Daniel (1991). Varieties of Social Explanation: An Introduction to the Philosophy of Social Science. Boulder, CO: Westview Press.

Luebbert, Gregory M. (1991). Liberalism, Fascism, or Social Democracy: Social Classesand the Political Origins of Regimes in Interwar Europe. New York: Oxford University Press.

Lustick, Ian (1993). Unsettled States, Disputed Lands: Britain and Ireland, France andAlgeria, Israel and the West Bank-Gaza. Ithaca, NY: Cornell University Press.

Mahoney, James (1999). "Nominal, Ordinal, and Narrative Appraisal in Macrocausal Analysis" en American Journal of Sociology 104: 1154-96.

Mahoney, James (2000a). "Strategies of Causal Inference in Small-N Research" en Sociological Methods and Research 28(4) (May): 387-424.

Mahoney, James (2000b). "Path Dependence in Historical Sociology", en Theory And Society. 29:4. August, pp. 507-548.

Mahoney, James (2000c). "Knowledge Accumulation in Comparative-Historical

Analysis: The Case of Democracy and Authoritarianism". Paper presented at the Conference on Comparative-Historical Analysis, Brown University, April 28-29.

Mahoney, James (2001). The Legacies of Liberalism: Path Dependence and Political Regimes in Central America. Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press.

Maioni, Antonia (1998). Parting at the Crossroads: The Emergence of Health Insurance in the United States and Canada. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Marx, Anthony (1998). Making Race and Nation: A Comparison of South Africa, the United States, and Brazil. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

McAdam, Doug (1982). Political Process and the Development of Black Insurgency, 1930-1970. Chicago: University of Chicago Press.

McAdam, Doug, Sidney Tarrow y Charles Tilly (2001). Dynamics of Contention. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Melnick, R. Shep (1994). Between the Lines: Interpreting Welfare Rights. Washington DC: The Brookings Institution.

Moore, Barrington, Jr. (1966). Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord and Peasant in the Making of the Modern World. Boston, MA: Beacon Press.

Munck, Gerardo L. (1998). "Canons of Research Design in Qualitative Analysis", en Studies in Comparative International Development 33: 18-45.

Munck, Gerardo L. (2001). "Game Theory and Comparative Politics: New Perspectives and Old Concerns", en World Politics 53(2) (January).

O’Connor, Julia S., Ann Shola Orloff y Sheila Shaver (1999). States, Markets, Families: Gender, Liberalism and Social Policy in Australia, Canada, Great Britain and the United States. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

O’Donnell, Guillermo (1973). Modernization and Bureaucratic-Authoritarianism: Studies in South American Politics. Berkeley, CA: Institution of International Studies, University of California, Berkeley.

Orren, Karen y Stephen Skowronek (1994). "Beyond the Iconography of Order: Notes for a ‘New Institutionalism", en Dodd, Lawrence y Calvin Jillson, The Dynamics of American Politics. Pags. 311-30. Boulder, CO: Westview Press.

Pierson, Paul (1994). Dismantling the Welfare State? Reagan, Thatcher, and the Politics of Retrenchment. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Pierson, Paul (2000a). "Increasing Returns, Path Dependence, and the Study of Politics", en American Political Science Review 94(2) (June): 251-67.

Pierson, Paul (2000b). "Three Worlds of Welfare State Research", en Comparative Political Studies 33 (6/7) (August/September): 791-821.

Pierson, Paul (2000c). "Not Just What, but When: Timing and Sequence in Political Processes", en Studies in American Political Development 14(1) (September): 72-92.

Pierson, Paul (2000d). "The Limits of Design: Explaining Institutional Origins and Change", en Governance 13(4): 475-99.

Pierson, Paul (2001). "Big, Slow, and … Invisible: Macro-Social Processes in the Study of Comparative Politics." Revised Version of a Paper Presented at the Annual Meeting of the American Political Science Association, Washington, D.C., 2000.

Putnam, Robert (2000). Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community. New York: Simon & Schuster.

Ragin, Charles C. (1987). The Comparative Method: Moving Beyond Qualitative and Quantitative Strategies. Berkeley, CA: University of California Press.

Richards, Alan y John Waterbury (1990). A Political Economy of the Middle East: State, Class, and Economic Development. Boulder, CO: Westview Press.

Rueschemeyer, Dietrich y John D. Stephens (1997). "Comparing Historical Sequences: A Powerful Tool for Causal Analysis", en Comparative Social Research 17: 55-72.

Rueschemeyer, Dietrich A., Evelyne Huber Stephens, y John D. Stephens (1992). Capitalist Development and Democracy. Chicago, IL: University of Chicago Press.

Rule, James B. (1997). Theory and Progress in Social Science. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Schickler, Eric (2001). Disjointed Pluralism: Institutional Innovation and the Development of the U.S. Congress. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Sewell, William H. 1996. "Three Temporalities: Toward an Eventful Sociology", en McDonald, Terrence J. (ed.) The Historic Turn in the Human Sciences. Pags. 245-280. Ann Arbor, MI: University of Michigan Press.

Shalev, Michael (1998). "Limits and Alternatives to Multiple Regression in Macro- Comparative Research." Paper Presented at the Second Conference on the Welfare State at the Crossroads. Stockholm.

Shefter, Martin (1977). "Party and Patronage: Germany, England, and Italy", en Politics and Society. 7: 403-52.

Shepsle, Kenneth (1986). "Institutional Equilibrium and Equilibrium Institutions" en H. Weisberg (ed.), Political Science: The Science of Politics. Pags. 51-81. New York: Agathon.

Skocpol, Theda (1979). States and Social Revolutions: A Comparative Analysis of France, Russia, and China. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Skocpol, Theda (1992). Protecting Soldiers and Mothers: The Political Origins of Social Policy in the United States. Cambridge, MA: Belknap Press of Harvard University Press.

Skocpol, Theda, Marshall Ganz y Ziad Munson (2000). "A Nation of Organizers: The Institutional Origins of Civic Voluntarism in the United States", en American Political Science Review 94 (3) (September): 527-46.

Skocpol, Theda y Margaret Somers (1980). "The Uses of Comparative History in Macrosocial Inquiry", en Comparative Studies in Society and History 22(2): 174-97.

Skowronek, Stephen (1982). Building a New American State: The Expansion of National Administrative Capacities, 1877-1920. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Skowronek, Stephen (1997). The Politics Presidents Make: Leadership from John Adams to Bill Clinton. Cambridge, MA: Belknap Press of Harvard University Press.

Snyder, Richard (1998). "Paths Out of Sultanistic Regimes: Combining Structural and Voluntarist Perspectives", en Chehabi, H. E. y Juan J. Linz (eds.) Sultanistic Regimes. Pags. 49-81. Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press.

Soskice, David (1999). "Divergent Production Regimes: Coordinated and Uncoordinated Market Economies in the 1980s and 1990s", en Kitschelt, Herbert, Peter Lange, Gary Marks y John D. Stephens (eds.), Change and Continuity in Contemporary Capitalism. Pags. 101-34. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Stark, David y L. Bruszt (1998). Postsocialist Pathways: Transforming Politics and Property in East Central Europe. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Steinmo, Sven (1996). Taxation and Democracy: Swedish, British, and American Approaches to Financing the Modern State. New Haven, CT: Yale University Press.

Steinmo, Sven, Kathleen Thelen y Frank Longstreth (eds.) (1992). Structuring Politics: Historical Institutionalism in Comparative Analysis. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Stephens, Evelyne Huber y John D. Stephens (2001). Development and Crisis of Advanced Welfare States: State: Parties and Policies in Global Markets. Chicago: University of Chicago Press.

Stinchcombe, Arthur (1968). Constructing Social Theories. New York: Harcourt, Brace and World.

Streeck, Wolfgang (1992). Social Institutions and Economic Performance. Newbury Park, CA: Sage Publications.

Swank, Duane (2000). "Political Institutions and Welfare State Restructuring: The Impact of Institutions on Social Policy Change in Developed Democracies", en Pierson, Paul (ed.), The New Politics of the Welfare State. Oxford: Oxford University Press.

Tarrow, Sidney (1998). Power in Movement: Social Movements and Contentious Politics, second edition. Cambridge and New York: Cambridge University Press.

Thelen, Kathleen (1993). "European Labor in Transition: Sweden and Germany Compared", en World Politics 46(1): 23-49.

Thelen, Kathleen (1994) "Beyond Corporatism: Toward a New Framework for the Study of Labor in Advanced Capitalism", en Comparative Politics 27: 107-24.

Thelen, Kathleen (1999). "Historical Institutionalism in Comparative Politics", en Annual Review of Political Science 2: 369-404.

Thelen, Kathleen (2000) "Time and Temporality in the Analysis of Institutional Evolution and Change", en Studies in American Political Development. 14:

Tilly, Charles (ed.) (1975). The Formation of National States in Western Europe. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Tilly, Charles (1984). Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons. New York: Russell Sage Foundation.

Weir, Margaret (1992). Politics and Jobs: The Boundaries of Employment Policy in the United States. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Wickham-Crowley, Timothy (1992). Guerrillas and Revolutions in Latin America: A Comparative Study of Insurgents and Regimes since 1956. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Wuthnow, Robert (1989). Communities of Discourse: Ideology and Social Structure in the Reformation, the Enlightenment, and European Socialism. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Yashar, Deborah J. (1997). Demanding Democracy: Reform and Reaction in Costa Rica and Guatemala, 1870s-1950s. Stanford, CA: Stanford University Press.

Zysman, John (1994). "How Institutions Create Historically Rooted Trajectories of Growth", en Ind. Corp. Change 3(1): 243-83.

 

Notas

* Incluido en el libro Political Science: State of the Discipline, editado por Ira Katznelson y Helen V. Milner (New York: W.W. Norton. páginas 693-721). El artículo se publica con el permiso de los autores y la editorial. La traducción fue realizada por Lucía Tiscornia y supervisada por los Profesores Juan Andrés Moraes y Daniel Chasquetti.

** Paul Pierson es Profesor de Ciencia Política y Políticas Públicas en la Universidad de California, Berkeley. Theda Skocpol es Profesora de Gobierno y Sociología en la Universidad de Harvard.

[1] Ver por ejemplo, Baloyra (1987), Bratton and Van de Walle (1997), Diamond (1999), Downing (1992); Gould (1999), Haggard and Kaufman (1995), Rueschemeyer, Stephens, and Stephens (1992), y Yashar (1997). Un repaso amplio del testeo de hipótesis y el desarrollo acumulativo teórico en este campo puede apreciarse en Mahoney (2000c).

[2] Los ejemplos incluyen a Doyle (1986), Ekiert (1996), Im (1987), Mahoney (2001), y Snyder (1998). Para un repaso de esta literatura, consultar Mahoney (2000c).

[3] Ver Friedberg (2000), Gourevitch (1986), Ikenberry (2001), Katzenstein (1978), Krasner (1978) y Simmons (1993).

[4] Ver Esping-Andersen (1990), Flora y Heidenheimer (1981), Hacker (1998), Huber y Stephens (2001), Immergut (1992), Maioni (1999), Pierson (1994), Skocpol (1992), y Steinmo (1996). Amenta (2000) y también Pierson (2000b) presentan un buen panorama sobre la acumulación de conocimiento en este campo.

[5] Los ejemplos incluyen a Hattam (1993), Katznelson y Zolberg (1986), Kryder (2000), Lustick (1993); y Marx (1998).

[6] Ejemplos de la amplia variación de esta literatura puede verse en Karl (1997), Richards y Waterbury (1990), Streeck (1992), Thelen (1993, 1994), y Zysman (1994).

[7] Ver Goldstone (1991), Goodwin (2001), McAdam (1982), McAdam, Tarrow, y Tilly (2001), Skocpol (1979), Tarrow (1998), y Wickham-Crowley (1992).

[8] Aunque se discuta si el institucionalismo histórico es una de las principales tendencias de la ciencia política contemporánea, debe reconocerse que las literaturas relevantes de todos los enfoques, también incluyen contribuciones de sociólogos políticos que cultivan el compartivismo histórico. Esto no debería asombrarnos, porque los enfoques principales de ciencias sociales han convocado invariablemente a eruditos de diferentes proveniencias, sin importar los límites de cada disciplina. Además, politólogos de todos los enfoques han compartido durante largo tiempo las principales teorías y métodos con sus primos hermanos de la sociología y la economía.

[9] Aun donde la teoría de la elección racional está mejor equipada, ha realizado movimientos limitados en esa dirección. Por ejemplo, el importante trabajo de Douglass North, que incluye al path dependence y enfoca procesos históricos de larga duración, ha sido ampliamente ignorados por los teóricos de la rational choice (Harvey, 1998). Tampoco, a pesar de las ocasionales insinuaciones (Aldrich 1994), la teoría de la elección racional ha tenido el potencial de generar aproximaciones más ricas y amplias sobre la secuencia del teorema de Arrow.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License