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Revista Uruguaya de Ciencia Política

versión On-line ISSN 1688-499X

Rev. Urug. Cienc. Polít. vol.15 no.1 Montevideo dic. 2006

 

LA CIENCIA POLÍTICA ELECTRÓNICA. INTRODUCCIÓN A UN NUEVO CAMPO DE INVESTIGACIÓN

 

María Frick*

 

Revista Uruguaya de Ciencia Política N°15. 2006. pp. 175-184. ISSN 0797 9789

 

En el reciente Primer Congreso Uruguayo de Ciencia Política se observó una novedad en términos de la agenda académica nacional. Más allá de los seminarios realizados por otras instituciones, por primera vez existió en el ámbito universitario una mesa en “Política y Nuevas Tecnologías”. Junto a los ya tradicionales campos de investigación se abrió entonces un espacio a esta nueva arena de la Ciencia Política. Pero, ¿qué es esta nueva área de investigación? ¿A qué se dedican las nuevas ciencias sociales electrónicas y, en particular, la e- ciencia política? Este artículo describe este nuevo campo y presentar el recorrido que su nacimiento y desarrollo han tenido en la región.

Las e-Ciencias Sociales

La expansión de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC)

[1], particularmente la de la red Internet, ha tenido dos grandes impactos en las Ciencias Sociales. Por un lado, han ampliado el espectro de las herramientas de investigación. Las nuevas tecnologías se han convertido en una herramienta que permite nuevas formas de recolección, análisis y difusión de información, abriendo el campo a lo que se hoy se llama investigación electrónica (e- research, en inglés) (Henriquez, 2002; Borgman, 2005).  En tanto la comunidad académica está haciendo un uso cada vez mayor de las TIC en su trabajo diario, se prevé que esto no sólo acelere las comunicaciones entre los investigadores e incremente la producción de publicaciones, sino que también cambie el modo de organización y ejecución de la propia investigación. En este sentido, hay quienes ya hablan de e- ciencias,  es decir: aquellas ciencias que se están desarrollando de forma progresiva a través de intercambios y facilidades provistas por Internet (Nentwich, 2000; Hey y Trefethen, 2002).

 Por otro lado, las nuevas tecnologías se han convertido en sí mismas en objeto de investigación, especialmente debido al impacto que su difusión tiene en términos económicos, sociales y políticos. Básicamente, a través del incremento de la eficiencia y la ampliación de los canales de comunicación y transmisión de información. Este impacto puede estudiarse, por ejemplo, desde un punto de vista económico que evalúe la incorporación de TIC en términos de gestión organizacional, o – más específicamente - las posibilidades del comercio electrónico para sectores productivos específicos o pequeñas y medianas empresas. Pueden estudiarse también – desde una perspectiva sociológica – la emergencia de nuevas formas de socialización, especialmente a través de los foros y chats en línea, o la posibilidad de creación de comunidades virtuales para la inclusión de determinados grupos sociales. Desde una perspectiva política, puede considerarse – entre otros temas - la utilización de Internet para la movilización ciudadana, sus consecuencias en una posible ampliación de la esfera pública, o la creación de nuevos canales de comunicación entre el Estado y los ciudadanos.

 Simultáneamente, los especialistas de estos campos de estudio utilizan las TIC como herramientas de investigación, ya sea para la búsqueda de información, para el análisis mismo de la red Internet o para la comunicación y el intercambio con expertos y universidades. Esto se debe a que si bien existe información en formato papel, la novedad de los temas y la globalidad del fenómeno hacen que el acceso a la información no sea siempre posible. Mucha de la investigación realizada se difunde, además, a través de la misma Internet. De esta forma, aquellos cientistas sociales que se dedican a las nuevas tecnologías hacen investigación electrónica convirtiendo a las disciplinas en e-disciplinas.

 Las nuevas dimensiones de la Ciencia Política

En la Ciencia Política, las TIC han abierto numerosos campos de estudio, muchos de ellos todavía incipientes. Éstos se han desarrollado al mismo tiempo que se extendía la Sociedad de la Información y ocurrían determinados acontecimientos políticos, incluso politológicos.

 
En general, el origen de esta arena de estudio puede vincularse a la década de los ochenta, cuando de la mano de los procesos de modernización del Estado, se comenzó a utilizar tecnología a los efectos de hacer más ágiles y eficientes los flujos de trabajo en la gestión pública. Nació entonces la noción de “gobierno electrónico”, que se aplicó principalmente en los sectores de impuestos, aduanas, compras y contrataciones, y gestión financiera. En América Latina, sistemas informáticos como SIMAFAL (de administración financiera) y SOFI (de administración aduanera), entre otros, fueron adecuados a las distintas administraciones
[2].

 
Conceptualmente, el desarrollo de esta noción se dio de forma desordenada, provocando que en ocasiones distintas definiciones se superpusieran o usaran indistintamente. Esto se debió en gran parte a que la idea fue promovida en sus inicios por empresas de software y tecnología, consultores y periodistas (por ejemplo, IBM o Deloitte and Touche). Es decir, que la academia intervino de forma tardía, debido en parte a cierta renuencia por parte de los investigadores a considerar las TIC como tema de estudio. De esta manera, el gobierno electrónico fue construido sin cimientos adecuados en la teoría democrática, la administración pública o las ciencias sociales y políticas en general (Fountain, 2002). Y, en consecuencia, hasta el día de hoy existen en algunos ámbitos confusiones respecto al alcance de la definición.

 
Posteriormente, cuando los procesos de modernización comenzaron a centrarse en la noción de gobernabilidad, surgió la idea de una “democracia electrónica”, concepto que tuvo más cabida en las agendas universitarias. A finales de la década del ochenta, los gobiernos comenzaron la búsqueda de una renovada capacidad de sus instituciones en términos de legitimidad y transparencia. La comunicación y la participación se volvieron entonces importantes eslabones del proceso de modernización y se comenzaron a implementar proyectos que apuntaban a aproximar a los ciudadanos y el Estado, entre otros medios, a través de las nuevas tecnologías. Aparecieron entonces las nociones de “participación electrónica” y “voto electrónico”
[3] bajo el concepto general de “democracia electrónica”.

 
Podría decirse que la idea de incorporar TIC para el fortalecimiento democrático no era nueva. En la década del setenta, por ejemplo, existía un gran interés por el potencial democrático de la televisión por cable. Sin embargo, es en este momento que se comienzan a implementar iniciativas concretas de e- democracia a nivel gubernamental cuyo objetivo es promover la participación ciudadana. Es también el momento en el que los ciudadanos, de forma espontánea, comienzan a utilizar estas tecnologías para organizarse y controlar a sus gobiernos (Pratchett y Krimmer, s/f). Ejemplos de ello son la utilización de Internet en la gestión del presupuesto participativo de la Ciudad de Itapinga (Brasil) y del correo electrónico para la organización de los cacerolazos argentinos de 2001 (Landi, 2003; Frick, 2005).

 
Las investigaciones politológicas comenzaron entonces a evaluar los potenciales beneficios de estas innovaciones, realizando estudios de caso y comparaciones a nivel internacional, y estudiando iniciativas de participación ciudadana en los niveles municipal, nacional y regional. A diferencia del gobierno electrónico, que significó prácticamente la inauguración de una nueva área de estudio, estos análisis contaron con desarrollos más sólidos. Se basaron, además, en problemáticas más complejas y de una actualidad marcada por la relevancia que adquirió en las agendas de investigación lo que se ha denominado “crisis democrática”.

 
Básicamente, ante los bajos niveles de participación ciudadana en los asuntos de gobierno y las elecciones y el creciente número de demócratas insatisfechos con el funcionamiento del régimen, las nuevas tecnologías fueron presentadas por algunos investigadores como un posible “remedio político”, abriendo paso a un debate que todavía continúa
[4]. Por un lado, bajo el supuesto de que existe en los ciudadanos una demanda por mayor participación en el proceso político, los “cyber-optimistas” sostienen que las posibilidades que ofrece Internet en cuanto acceso a información serían disparadoras de una mayor participación cívica y activismo político en la medida en que facilitarían la generación de una ciudadanía más informada y con nuevos medios de interacción espontánea. En este sentido, que las TIC serían herramientas catalizadoras de una mayor articulación y movilización ciudadana en torno a los asuntos de gobierno[5].

Con una mirada menos esperanzada, una segunda posición sugiere que la expansión de Internet reforzará, pero no transformará, los patrones existentes en las comunicaciones políticas y la participación democrática. Los “ciber-pesimistas” sostienen que la red provee de nuevas fuentes de información a aquellos ya interesados en los asuntos públicos y que no transformará la participación de la ciudadanía ni significará un renacer democrático. Recuerda también el acceso poco igualitario a los nuevos medios, advirtiendo los riesgos de una comunidad en línea que amplifique la voz de los más privilegiados[6].

 
Por último, existe una postura que esquiva la polarización y promueve un análisis más profundo y complejo del problema. En una tercera posición, hay quienes sostienen que el impacto de las nuevas tecnologías no altera fundamentalmente la naturaleza del régimen sino que el camino que recorre la utilización tecnológica está estrechamente ligado a las actuales estructuras políticas y a las formas en que las sociedades administren y adapten las nuevas aplicaciones (Norris, 2000). Si bien en sus comienzos eran las miradas optimistas las que predominaban en los estudios, esta perspectiva ha comenzado a ser el punto de partida de los análisis más serios sobre el impacto de las nuevas tecnologías. Luego de grandes debates, esperanzas y vaivenes teóricos, la e- Ciencia Política más actual parece comenzar a acordar un punto intermedio desde donde observar los nuevos fenómenos sociales. 

El nuevo mapa conceptual

De forma independiente al debate en marcha y a pesar del desordenado andar de este nuevo campo de investigación, puede presentarse un mapa básico que bosqueje el estado actual de su desarrollo conceptual. En general, puede observarse que este mapa, a pesar de pertenecer a fenómenos de raíz virtual, está profundamente conectado a los problemas y conceptos de la Ciencia Política “tradicional”. Porque, en definitiva, los desarrollos electrónicos no hacen más que reflejar en un nuevo espacio, a través de un nuevo medio, los temas más típicos de las ciencias sociales y políticas; el escenario virtual da una nueva dimensión a problemas comunes de la sociedad y sus problemas de poder.

 Por supuesto que esta relocación se hace de forma muy parcial. Especialmente porque no puede hablarse todavía de un acceso universal a las nuevas tecnologías. Los bajos niveles de acceso reducen los fenómenos virtuales a un pequeño porcentaje de la población real, determinado un muy pequeño escenario para la política en línea o el impacto político del acontecer de la red. Sin embargo, no obstante estas observaciones, pueden presentarse los siguientes conceptos:

 
Gobierno electrónico: incorporación de TIC en la administración estatal, ya sea de carácter nacional, departamental o municipal. Puede involucrar aspectos de participación ciudadana.

  •  
  • Democracia electrónica: incorporación de TIC en la dinámica del régimen político democrático. Involucra: partidos políticos, movimientos sociales, medios de comunicación, etc.

  • Participación electrónica: utilización de TIC para la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones durante el ciclo de gobierno.

  • Voto electrónico: utilización de TIC para la participación de los ciudadanos en las instancias electorales.

 

Dentro del debate que estos términos han suscitado y acompañando el acelerado paso de la difusión tecnológica han surgido, recientemente, nuevos conceptos en la e- agenda. Éstos están desarrollándose tanto en la realidad como en la academia, abriendo el abanico de temas del nuevo campo de investigación. Entre estos conceptos se encuentran, por ejemplo, las “ciudades digitales”. Éstas refieren a la incorporación de TIC en el ámbito urbano, tanto a nivel público como privado, y apuntan al mejoramiento de la vida urbana mediante la mayor eficiencia de los canales de comunicación existentes y la creación de nuevas vías de interacción e información (Van den Besselaar, 2000; AUTELSI, 2006). También han surgido los parlamentos electrónicos, en el esfuerzo por modernizar las instituciones legislativas y fortalecer su rol político tanto como su legitimidad social, y los partidos políticos en línea (Norris, 2000; Trechsel, 2003; Frick, 2004). Por último, se ha evaluado también la creación de comunidades virtuales para la integración de grupos sociales excluidos, como estrategia para incrementar su capital social y político (Norris, 2003; Davies, 2004). 

La Ciencia Política electrónica en la agenda académica

Los primeros estudios en e- Ciencia Política se desarrollaron a mediados de los años ochenta, principalmente en Estados Unidos de América. La Universidad de Harvard, particularmente, se destacó mediante los estudios realizados en el marco del programa “Nacional Center for Digital Government” (http://www.umass.edu/digitalcenter), el que todavía existe aunque con objetivos diferentes a los iniciales. Otra importante contribución inicial fue la del “Cyberspace Policy Research Group” de la Universidad de Arizona (http://www.cyprg.arizona.edu), quien publicó los primeros estudios que analizaban las páginas web estatales. También se destaca el aporte de la Universidad de Manchester y su programa “Electronic Government for Development” (http://www.egov4dev.org). 

Posteriormente, junto al crecimiento del tema en las agendas públicas y universitarias, surgieron nuevos centros y grupos de investigación. Entre ellos, el “Research Centre on Direct Democracy”, de la Universidad de Ginebra (http://c2d.unige.ch); el “Digital Government Research Centre”, de la Universidad de Columbia (http://www.dgrc.org);  el “Institute for Politics, Democracy and the Internet”, de la Universidad George Washington (http://www.ipdi.org); el “Internacional Teledemocracy Center”, de la Universidad de Napier (http://itc.napier.ac.uk);  el “Internet Institute” de la Universidad de Oxford (http://www.oii.ox.ac.uk); el programa “Partnership for Internet Equity and Community Engagement”, de la Universidad Stanford (http://piece.stanford.edu/projects.html).

 

A nivel internacional, también el tema logró un lugar en la Unión Europea (http://europa.eu.int/information_society), la Organización de las Naciones Unidas (http://www.unpan.org/egovernment.asp), el Banco Mundial (http://www1.worldbank.org/publicsector/egov); la Organización de los Estados Americanos (http://www.iacd.oas.org) y el programa CEPAL de Naciones Unidas (http://www.eclac.org/socinfo/elac), entre otros. Y existen organizaciones de desarrollo dedicadas exclusivamente al tema, tales como Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC, http://www.apc.org), el Instituto del Tercer Mundo (http://www.item.org.uy) y el Instituto para la Conectividad de las Américas (ICA, http://www.icamericas.net).

 

Actualmente, en América Latina, existen también proyectos de investigación en el área. Aunque se comenzaron relativamente más tarde que los anteriores, se encuentran hoy en día funcionando y generando estudios con un enfoque local. Entre ellos se distinguen:  FLACSO Argentina (http://www.flacso.org.ar) y FLACSO Chile (http://www.flacso.cl), la Universidad de Buenos Aires (http://www.iigg.fsoc.uba.ar), la Universidad de San Andrés (Argentina) (http://www.udesa.edu.ar), la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) (http://www.puj.edu.co), CIDE (México) (http://www.cide.edu); el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (http://www.itesm.mx), y la Universidad Nacional Autónoma de México (http://www.unam.mx), entre otras. Reflejando esta presencia del tema en las agendas de investigación, en el inventario de Proyectos y Profesionales en Tecnologías de la Información y Comunicación en América Latina (PROTIC, http://www.protic.org) se registra la existencia de 560 expertos y 1270 proyectos a nivel regional.

 

A nivel nacional, específicamente, este escenario se refleja en incorporación de la e- Ciencia Política en la agenda de distintas instituciones e investigadores. Como lo mostró el reciente congreso en Ciencia Política, la Universidad Católica del Uruguay, la Universidad de Montevideo y la Universidad de la República cuentan con investigadores en el área[7]. Paralelamente, distintos trabajos de grado han surgido en la materia[8] y el tema se comienza a incorporar en la agenda docente a nivel de licenciatura, como es el caso del taller “Desarrollo, globalización y TIC” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

 

Comentarios finales

 

El área de investigación que han abierto las nuevas tecnologías está logrando un espacio en la agenda académica regional y nacional, que irá creciendo a medida que se expanda su uso. Esto tiene, básicamente, dos grandes impactos. En primer lugar, permite generar un mejor entendimiento de la Sociedad de la Información y sus consecuencias, actualizando o dándole nuevas formas a conceptos tradicionales de las Ciencias Sociales. En segundo lugar, tanto la Sociedad de la Información y sus posibilidades están en plena evolución, permite acompañar sus desarrollos iluminando sobre los costos y beneficios de cada alternativa y favoreciendo, en consecuencia, la eficiencia y eficacia de los proyectos en marcha. De esta forma, a través de la e-Ciencia Política las Ciencias Sociales no sólo se modernizan y adquieren nuevos ímpetus sino que pueden contribuir a moldear el desarrollo de nuestra sociedad.

 

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NOTAS


* Licenciada en Ciencia Política por la UDELAR. Especialista en nueva tecnologías para el desarrollo. mariafrick@adinet.com.uy

[1] Las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) generalmente comprenden tres áreas principales: las telecomunicaciones (especialmente las comunicaciones telefónicas), las emisiones radiales y televisivas e Internet.

[2] Para un detalle de estas prácticas a nivel regional ver el banco “Perfiles de mejores prácticas en e-gobierno” desarrollado por el Instituto para la Conectividad de las Américas (ICA- CIID). Disponible en: http://www.icamericas.net

[3] El voto electrónico, particularmente, tuvo un impulso extra, proveniente de las elecciones estadounidenses del año 2000, cuando la pequeña diferencia electoral abrió un debate sobre la multiplicidad de sistemas de conteo utilizados y las posibles consecuencias en el resultado final de los márgenes de error de cada uno de ellos (CALTECH-MIT, 2001).

[4] Para un análisis en profundidad de este debate ver Norris (2000) y Winkel (2000).

[5] Entre los autores que se enmarcan en esta mirada se destacan: Esther Dyson (1997), Howard Rheingold (1991/1993), Benjamin Barber (1995), Ian Budge (1996), Amatai Etzioni (1993), Edward Schwartz (1996), Wayne Rash, Jr. (1997), Roza Tsagarousianou, Damian Tambini y Cathy Bryan (1998), y Lawrence Grossman (1995).

[6] Este punto de vista es compartido por Phil Agre (1997), Michael Margolis y David Resnick (2000), Richard Davis y Diana Owen (1998), Peter Golding (1996), Anthony Wilheim (2000), Bruce Bimber (1998), Jeffrey Abramson, Christopher Arterton y Gary Orren (1988), entre otros.

[7] Entre ellos, los participantes de la mesa “Política y nuevas tecnologías”: Marcelo Bieto (UOC), Carolina Aguerre (UCUDAL), Belén Amadeo (Universidad de Montevideo/ Universidad Católica Argentina), Cristina Zurbriggen, Ana Rivoir, José Miguel Busquets y Martín Rivero (UDELAR).  Puede agregarse, además, a, Pablo Accuosto (ITEM), Nicky Jonson (UDELAR), Rosario Queirolo (Univesidad de Montevideo) y David Altman (Universidad Católica de Chile).

[8] Entre ellos: Frick (2001), Girard (2001), Rivero (2002), De Giorgi (s/f). Para su acceso, se recomienda visitar la Biblioteca de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.



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