Introducción
La segunda mitad del siglo XIX ambienta el proceso histórico de unificación italiana que desemboca en la proclamación del Reino de Italia en 1861. Si bien el proceso de unificación continuó en los años posteriores, la creación de este Estado unificado ponía fin a una larga sucesión de guerras protagonizadas por los distintos reinos italianos, que eran escenarios propicios para la disputa entre las diversas potencias europeas.
La unificación concretada a partir de la creación del Reino de Italia no evitó que se ambientaran grandes turbulencias políticas, en una etapa crucial para Europa y el mundo en general. Por otro lado, la situación económica italiana, particularmente en el sur, presentaba dificultades.
Esta situación da lugar a importantes olas migratorias que ven en América destinos propicios para apostar a una vida mejor. Entre esos destinos, Uruguay ocupó un papel relevante, convirtiéndose en el receptor de una numerosa inmigración italiana a partir de mediados del siglo XIX.
Entre esa gran cantidad de migrantes, arribaron a Uruguay, desde el sur de Italia, José Rubino y Francisca Carrocha -padre y madre de Miguel Rubino, así como Giuseppe Stabile y Giuseppa Fallabella padre y madre de Clemente Estable.
Esta es la primera de las circunstancias vitales que comparten y atraviesan a estas dos figuras relevantes de la ciencia y la educación del Uruguay. Compartirán en su formación la impronta asociada al entorno de la inmigración, el desafío de establecerse en una nueva tierra, la cultura del trabajo y la idea de la superación generacional basada en la educación.
Ambos nacen en el interior del país, Rubino en Durazno, el 11 de diciembre de 1886, y Estable en las inmediaciones de la Estación Margat, a pocos kilómetros de Santa Lucía, el 23 de mayo de 1894. Cabe señalar que ambas familias se dedican por esos tiempos a las labores agrícolas, como gran parte de sus compatriotas llegados a estas tierras. Distintas crónicas coinciden en el recuerdo de Miguel repartiendo, de niño, en una canasta, los frutos de esa labor por las calles de la ciudad de Durazno.
Formación y construcción de patrimonio cultural
Como se mencionó antes, los ámbitos familiares de Clemente y de Miguel fueron propicios para el desarrollo intelectual de ambos jóvenes, a pesar de las serias limitaciones materiales que sufrían.
La incorporación de Clemente Estable a la educación formal fue tardía. En su formación temprana fue fundamental el papel de su hermano Nicolás -carpintero y de gran inquietud intelectual-, quien fue el maestro de varios de sus hermanos (Mañé Garzón, 1995). Respondiendo a una férrea voluntad complementada con un importante impulso autodidacta de superación, características presentes en nuestras comunidades de inmigrantes, se forma en el ámbito familiar hasta que ingresa a los 15 años al Instituto de Enseñanza Primaria y Normal, en usufructo de una beca. Allí se forma y egresa en 1913; a los 22 años comienza a trabajar como maestro, en 1914.
Rubino ingresa de niño en la Escuela No 8 de Durazno. A los 13 años, en el 1900, ingresa a la Escuela de Varones y en 1902 continúa sus estudios en el liceo departamental. Su hermano Pascual, quien luego se recibirá de médico y desarrollará una destacada carrera, fue el gran compañero en su trayectoria educativa.
En 1905, Rubino se traslada a Montevideo para cursar el bachillerato y desempeñarse como preparador de laboratorio de Química en enseñanza secundaria. En 1906 ingresa a la recientemente fundada Escuela de Veterinaria y en 1909 recibe el título de médico veterinario, a los 23 años de edad.
Estable y Rubino fueron activos articuladores y constructores de distintos ámbitos de reflexión y acción para el progreso del conocimiento científico y el desarrollo cultural del Uruguay. Entre muchas de estas acciones se destaca la fundación de la Sociedad de Biología de Montevideo, en 1928, en la que participaron junto a otros destacados investigadores y en cuyosArchivosse publicaron durante décadas los trabajos más destacados en la biología experimental de nuestro país. Ambos la presidieron en distintos períodos. Pocos años después, en octubre de 1930, se organizó el Congreso Internacional de Biología de Montevideo, cuyo presidente fue Clemente Estable. Este evento fue un hito en esas primeras décadas del siglo XX, período de realizaciones épicas en la historia uruguaya. Rubino integra el primer comité local provisorio de la Sociedad Uruguaya de Microbiología, en abril de 1940, en el Instituto de Higiene.
En 1943 ambos participan en la fundación de la Universidad Central Latinoamericana, en el Ateneo de Montevideo, con el propósito de crear un “instituto libre de cultura superior abierto a todos los valores sin distinción de doctrina, raza ni nacionalidad”. Al año siguiente se inaugurarían cátedras en diferentes países con este fin (Gutiérrez Blanco, 1988). Como relata Estable en su homenaje en el sepelio de Rubino, este propuso la creación de “una cátedra permanente en la que discutiesen los múltiples y complejos problemas de una paz segura”. No se debe soslayar que esas preocupaciones de estos dos sabios uruguayos se plantean en las postrimerías de un conflicto bélico de las proporciones de la segunda guerra mundial.
Concepción de la biología y la salud
Un aspecto sobre el que resulta importante reflexionar es la idea que ambos compartían acerca de la necesidad de ampliar la visión con respecto a la concepción de la biología y la salud.
Una de las principales premisas en el trabajo científico de Estable era abordar su investigación por medio de la mayor diversidad posible de modelos experimentales. Su destacado compañero de ruta en los inicios del Laboratorio de Ciencias Biológicas, Francisco A. Sáez, señala que “su labor se polifurca en rumbos diferentes; más de un centenar de trabajos originales enriquecen la literatura mundial en citología, histología, cito e histopatología, fisiología y microfisiología… El contenido universal de su obra se proyecta en hechos nuevos, técnicas nuevas y conceptos nuevos” (Sáez, 1959).
Siguiendo una pasión quizás aristoteliana buscaba “en las distintas especies los mejores modelos experimentales para estudiar fenómenos vitales generales y trascendentes”.
También Estable “estaba convencido de la importancia de explorar nuestra fauna y flora, a las cuales consideraba una mina con cuyo oro sepulto pueden fraguarse muchas personalidades científicas” (Trujillo-Cenoz, 2019).
Miguel Rubino, como un adelantado a su tiempo, concebía la salud de manera sistémica, integrando la salud animal y humana en sus preocupaciones y en los objetivos de su investigación. Vuelto a su Durazno natal en 1920, organiza la Sociedad de Ciencias Médicas de Durazno, integrada por todos los médicos e investigadores de la ciudad, la que ambientó importantes reuniones que trataban temas relevantes de la actualidad y la salud pública.
“En esos años, el Laboratorio de Rubino (en esa época se desempeñaba como Director de la Estación Experimental de Epizootias) se convirtió en verdadero Ateneo, centro de reunión y discusión de los médicos e investigadores de Durazno. Por su iniciativa y al influjo de su ascendiente científico y personal se creó entonces la primer Sociedad Médica y el primer Sindicato del interior del país” (Magallanes, 1994).
Si bien su investigación en salud animal fue vasta y descollante (Rubino, 1946) -particularmente enfocada en enfermedades del ganado vacuno-, no es casual que Rubino acredite hallazgos relevantes relativos a enfermedades de seres humanos. Por ejemplo, desarrolló un test diagnóstico conocido en el ámbito internacional como “reacción Rubino” (Rubino, 1926), “altamente específica para sueros de pacientes con lepra”, que hasta la fecha es motivo de estudio en la literatura internacional especializada (Panunto-Castelo et al., 2000).
Los viajes
En las primeras décadas del siglo XX era una práctica frecuente que profesionales o investigadores destacados viajaran a institutos científicos de referencia, en general europeos, para formarse y, de esa forma, a su regreso, volcar en el país los aprendizajes y experiencias adquiridas. Tanto para Clemente Estable como para Miguel Rubino los viajes al exterior fueron de una importancia capital en sus vidas y obras, con una proyección de trascendencia en la ciencia uruguaya que perdura hasta el día de hoy.
Clemente Estable tiene la oportunidad de continuar sus investigaciones en el laboratorio del premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, en Madrid, así como en diversos centros científicos de Europa, entre 1922 y 1925. Se puede afirmar que Estable (único discípulo latinoamericano del sabio español) se consolida como científico durante su permanencia en Madrid. Allí se dedica a investigar la arquitectura del sistema nervioso central y periférico, y ya en 1923 publica hallazgos originales referentes a la organización histológica del cerebelo en la revista que editaba el propio Ramón y Cajal, a la que seguirán muchas otras publicaciones de gran trascendencia científica (Estable, 1923; Trinkle, 1976; Trujillo-Cenoz, 2019).
En 1930, con los antecedentes aún frescos de sus hallazgos relacionados con enfermedades como la sífilis y la lepra (ya mencionados con anterioridad), Miguel Rubino parte a trabajar en el Instituto Kaiser Guillermo (antecesor de la actual Sociedad Max Planck) en Berlín y en el Institut Pasteur de París. También en su caso, a partir de la experiencia en estos centros de investigación de referencia, su formación científica se enriquece y consolida, y el regreso a Uruguay lo encuentra en condiciones de óptima producción.
Los institutos
Más allá de la experiencia de vida y profesional que generaron ambos viajes, se destaca el hecho de que, al regreso, ambos investigadores pudieron concretar el objetivo de fundar sendos institutos de investigación con la visión de generar ámbitos de creación de conocimiento original que significaran un aporte perdurable al país.
Clemente Estable logra crear el Laboratorio de Ciencias Biológicas en el seno de Enseñanza Primaria en 1927, cuyas principales funciones eran la investigación científica, la extensión cultural y la preparación de material para la enseñanza.
“La creación del Laboratorio de Ciencias Biológicas, devenido luego en el actual Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, referente nacional e internacional en investigación en ciencias de la vida, permitió a Estable llevar a la práctica sus convicciones y principios como investigador, dando lugar a aportes sustanciales que en buena medida sustentan el actual patrimonio científico y cultural de Uruguay. Es posible asumir que a partir de la polifacética obra de Estable se generó el concepto del investigador científico en el país” (Zunino, 2019).
Al regreso del viaje de Rubino, el Gobierno de la época decide crear el Laboratorio de Biología Animal (14 de abril de 1932) y lo nombra su director, concretándose de esta manera “la nacionalización de la investigación y de los servicios técnicos de laboratorios en el campo veterinario”, tal como apunta Casas Olascoaga en su Evocación a Miguel C. Rubino, en el acto de reconocimiento en la Dirección de Laboratorios Veterinarios, el 12 de diciembre de 2005.
A este hecho se une, unos años después, su tarea como director del Instituto de Terapéutica y Medicina Experimental de la Facultad de Veterinaria, encabezando un nutrido grupo de destacados investigadores. Se consolida de esa manera una época de oro de avances en investigación en salud animal.
En 1933, Rubino debió partir al exilio, expulsado por razones políticas por el régimen dictatorial de la época. Al regresar al Uruguay, en 1934, se organiza un acto de desagravio en el Teatro Español de la ciudad de Durazno, encabezado por Clemente Estable y Carlos Vaz Ferreira.
Luego del fallecimiento de Rubino, el laboratorio pasa a llamarse Centro de Investigaciones Veterinarias Miguel C. Rubino, en su homenaje (1945). Actualmente, constituye el laboratorio oficial veterinario del Uruguay, conocido como la División de Laboratorios Veterinarios (Dilave) Miguel C. Rubino, del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).
Muerte y legado
Miguel Rubino muere, de forma prematura, el 7 de mayo de 1945. Al día siguiente tiene lugar su sepelio, en el cual Clemente Estable tiene a su cargo uno de los discursos de despedida. Con su prosa única (no en vano integró la Academia Nacional de Letras del Uruguay), Estable homenajea al colega, al compañero de ruta, al amigo. Parece ubicarse en este momento de dolor el punto más sentido de la convergencia de sus caminos.
Venciendo la tentación de rescatar todo el texto, vaya como símbolo de esta culminación vital un párrafo en el que Estable reflexiona acerca de su concepción sobre el papel del investigador como creador comprometido con su comunidad y su tiempo:
“Investigar significa convertirse en un trabajador más o menos iluminado y animoso que se echa a andar por camino sin retorno. De nada conocemos cabalmente nada, pero esto lo olvidamos muy pronto, tan pronto como lo decimos y con extremada frecuencia nos comportamos como si de todo conociéramos todo… No hay ceguera, escribe Victor Hugo, donde hay seguridad… Pero desventuradamente existe la “ceguera de la seguridad”. En el progreso cultural del país, la aportación de Miguel C. Rubino es importante: investigaciones científicas, creación del Laboratorio de Biología Animal, mejoramiento de la enseñanza, custodia, por la Ciencia, de nuestra riqueza ganadera. Y sobre todo la ejemplaridad en el hogar, en la amistad, en la profesión, en la cátedra, en la investigación, en la ciudadanía… Después del milagro de encontrarnos en la Vida, ¡cómo sentimos la necesidad de volvernos encontrar más allá de la Muerte!”
Clemente Estable sobrevive a Rubino por décadas, fallece el 27 de octubre de 1976. En honor a su obra excepcional fue sepultado con los honores propios de ministro de Estado y, también en este caso, el instituto que fundó y dirigió toma su nombre a partir de su muerte.
Para finalizar, sería oportuno citar virtudes fundamentales que tuvieron los dos protagonistas en esta historia de convergencias.
Por ejemplo, el tesón, la nobleza de su altruismo, la capacidad de trabajo para vencer obstáculos, impulsada también en ambos por un fuerte componente de autodidaxia. También sus oficios de investigadores, disciplinados y absolutamente convencidos de que el rigor era una condición que no se podía soslayar. En la oración fúnebre ya citada, Estable, en homenaje a Rubino, se refiere a este tema de la siguiente manera:
“Quienes perciben de afuera la minuciosa labor del hombre de Ciencia tendrá la impresión de que es un “detallismo” de aburrimiento y poco espíritu. Ignoran u olvidan, primero, que entre lo pequeño también están los gérmenes; segundo, que no hay precisión y rigor científico sin los llamados “detalles”, pues éstos suelen ser los tornillos micrométricos, en cuyos menudos y medidos movimientos radica, precisamente, la virtud que hace posible el buen enfoque de la realidad y su clara visión; tercero, que si bien la Ciencia no se estructura sólo con detalles, quienes los desdeñen, en un momento u otro, fatalmente serán golpeados por el error, porque los “detalles” son “hechos” y en el laboratorio, aunque se trabaje principalmente con ideas, los hechos son emperadores…”
Otro aspecto importante que zanja una discusión que llega hasta nuestros días es que ambos dieron prueba de que la investigación de problemas locales, si se realiza con rigurosidad y calidad, tiene impacto y proyección a nivel internacional.
Por último, ambos fueron ejemplo del científico riguroso, pero que, como tal, adquiere una responsabilidad inherente a esa condición: el compromiso activo con la sociedad que les posibilitó la realización profesional y vital.