Introducción
La abiotrofia cerebelosa es una degeneración cortical progresiva e irreversible que se manifiesta desde algunos meses hasta años luego del nacimiento en varias razas caninas, causada por un trastorno metabólico hereditario. La misma condición se ha descrito en otras especies, como bovinos, ovinos, equinos, suinos, caprinos, felinos y también en humanos (de Lahunta, 1990; Scott et al., 2018). En perros, esta enfermedad ha sido reportada desde hace tiempo en varias razas, incluyendo Collie (Gill y Hewland, 1980), Kelpie australiano (Thomas y Robertson, 1989), Labrador retriever (Perille et al., 1991), Rhodesian ridgeback (Chieffo et al., 1994), Boyero de Berna (Carmichael et al., 1996), Beagle (Kent et al., 2000), Podenco portugués (van Tongeren et al., 2000), Scottish terrier (van der Merwe y Lane, 2001), Schnauzer miniatura (Berry y Blas-Machado, 2003), Bulldog inglés (Gandini et al., 2005), Lagotto romagnolo (Jokinen et al., 2007) y Staffordshire terrier (Speciale y de Lahunta, 2003), mientras que también se han reportado abiotrofias cerebelosas familiares de inicio tardío en Bretón (Yasuba et al.,1988), Rhodesian ridgeback (Chieffo et al., 1994), Old English sheepdog (Steinberg et al., 2000; Agler et al., 2014), Border collie (Sandy et al., 2002), Kelpie Australiano (Shearman et al., 2011), Scottish terrier (Urkasemsin et al., 2010; 2017), Golden setter (Agler et al., 2014) y American Staffordshire terrier (Olby et al., 2004, Siso et al., 2004, Henke et al.,2008, Abitbol et al.,2010). Aunque se ha investigado la utilidad de la imagenología por resonancia magnética para el diagnóstico de esta enfermedad (Henke et al., 2008), aún se considera que el diagnóstico de esta enfermedad es difícil solo en base a los hallazgos clínicos, siendo el diagnóstico patológico fundamental para arribar al diagnóstico definitivo. En este trabajo se comunican los hallazgos de necropsia e histopatología encontrados en una perra American Staffordshire terrier que mostraba signos neurológicos, y a la que se le diagnosticó por estudio patológico completo, abiotrofia cortical cerebelosa. Por lo que sabemos, este es el primer caso reportado en Uruguay.
Materiales y métodos
Se describe el caso de una perra American Staffordshire terrier de 6 años. El animal mostraba temblores, debilidad y ataxia como signos clínicos principales al momento de la primera visita al Centro Hospital Veterinario de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República (FVET-UdelaR, Montevideo, Uruguay), desde ese momento, los signos neurológicos continuaron progresando lentamente durante los siguientes 6 meses, sin mejoría con ninguno de los tratamientos instaurados en la Unidad de Neurología de la FVET-UdelaR. Debido al mal pronóstico y por no existir posibilidad de recuperación del paciente, se recomendó a su propietario la eutanasia del animal, la que se realizó con su autorización, siguiendo el protocolo de eutanasia del Centro Hospital Veterinario de la FVET-UdelaR, usando para ello, una sobredosis intravenosa de tiopental sódico (protocolo aprobado por la Comisión de Ética en el Uso de Animales, CEUA, FVET-UdelaR). Inmediatamente después, se realizó la necropsia, centrándose la revisión en el sistema nervioso central, tomando diferentes muestras de órganos (encéfalo en su totalidad, médula espinal cervical, hígado, riñón, pulmón y bazo), cada muestra fue fijada en una solución de formol neutro al 10%, para posteriormente realizar el examen histopatológico. Por otro lado, se realizaron estudios serológicos para medir los anticuerpos contra Neospora caninum y Toxoplasma gondii, los que resultaron positivos para ambos parásitos.
Resultados
Macroscópicamente, el cerebelo era más pequeño, presentando achatamiento del vermis cerebeloso, notándose porque no llegaba a llenar la fosa caudal que separa el cerebelo de los hemisferios cerebrales, mientras que las folias cerebelosas se notaban remarcadas y levemente adelgazadas, con los surcos interfoliares ensanchados y más profundos (Figura 1).
Al corte sagital del cerebelo, la retracción de las folias cerebelosas se hacía más evidente sobre la zona anterior del vermis cerebeloso, notándose una reducción proporcional de todos los lóbulos cerebelosos, midiendo en su eje mayor 22 mm (Figura 2).
No se encontraron otras anomalías en hemisferios cerebrales, diencéfalo, tronco cerebral y médula espinal, así como tampoco en los demás órganos estudiados durante el examen post-mortem del animal. Pese a ello, se comentan brevemente los principales hallazgos que se describieron en el informe de necropsia, en el examen exterior del cadáver se observaron en las caras externa de ambos muslos y en el mentón, áreas alopécicas de bordes irregulares con piodermatitis bacteriana de superficial a profunda, que eran compatibles con los antecedentes clínicos de atopia cutánea canina por la que el animal había sido tratado previamente. La topografía de la cavidad abdominal mostró hepatomegalia y esplenomegalia por congestión pasiva, mientras que en cavidad torácica se observaron algunas áreas de petequias, tanto la congestión pasiva del hígado y del bazo, así como las petequias de mediastino son hallazgos frecuentes en animales sometidos a eutanasia por sobredosis barbitúrica. Histológicamente, se observaron cambios histopstológicos característicos solamente en el cerebelo, el resto de los órganos estudiados, salvo la confirmación histológica de la congestión del hígado y el bazo, no presentaban hallazgos destacables.
La corteza cerebelosa mostró una estructura anormal, con adelgazamiento multifocal de la capa granulosa al disminuir los elementos celulares de la misma, también disminuyó notablemente el grosor de la capa molecular y se observó una importante pérdida de células de Purkinje (Figuras 3 y 4). En la capa molecular reducida, se encontró gran número de astrocitos hipertróficos (Figura 4).
En la capa granulosa, hubo una notoria disminución de los elementos celulares, llegando a observarse áreas con cambios patológicos más avanzados en los que la desaparición de la mayoría de las células granulosas era la imagen característica (Figura 5).
En todas las capas de la corteza cerebelosa también se encontraron focos inflamatorios nodulares sobre las neuronas y sus prolongaciones. Por otro lado, también se detectó reacción astroglial, disminución de las neuronas de Golgi, y presencia de células de Purkinje ectópicas. En la capa de Purkinje, la pérdida celular progresó con la degeneración y la necrosis de las células de Purkinje, formándose pequeños focos vacuolares (cestas vacías, de su nombre en inglés “empty baskets”) acompañados de la agregación de células gliales (Figura 6).
En la sustancia blanca, se encontró vacuolización acompañada de gliosis. También se detectaron cambios similares de vacuolización con gliosis, en grupos de axones agrupados en nervios centrales y en la médula espinal (Figura 7).
No se detectaron en el cerebro algunas de las lesiones parasitarias características de Toxoplasma spp. y Neospora spp., incluyendo quistes de protozoarios, y tampoco se observaron las lesiones características de la infección con el virus del Distemper Canino.
Discusión
En el presente caso, los principales hallazgos histológicos fueron la disminución de las neuronas en la capa de células de Purkinje y en la capa granulosa, así como el adelgazamiento de la capa molecular con astrocitos hipertróficos. En los libros de texto, la abiotrofia cerebelosa se define como la degeneración prematura o acelerada de las neuronas cerebelosas completamente formadas (Cantile y Youssef, 2016). A partir de esta definición, queda claro que el presente caso se diagnostica como abiotrofia cortical cerebelosa. Por otro lado, varios cambios histopatológicos observados en este estudio fueron similares a los datos publicados para American Staffordshire terriers y otras razas diferentes (Thomas y Robertson, 1989; Chieffo et al., 1994; Sandy et al., 2002; Olby et al., 2004; Flegel et al., 2007; Jokinen et al., 2007; Henke et al., 2008; Urkasemsin et al., 2010; Forman et al., 2012; Kyostila et al., 2012; Urkasemsin et al., 2017). La relación entre la pérdida de células de Purkinje y la disminución de los elementos celulares en la capa granulosa se ha analizado a partir de las diferencias entre las razas y los tiempos de inicio, pero aún no se ha aclarado definitivamente su patogénesis (Olby et al., 2004; Shearman et al., 2011; Huska et al., 2013; Fenn et al., 2016). En este caso, los cambios en la capa granulosa y en las células de Purkinje fueron muy severos. Por lo tanto, no fue posible discutir la relación entre la disminución de las células de Purkinje y la pérdida de células en la capa granulosa. Además, la vacuolización y la gliosis también se observaron en otros nervios centrales conjuntamente con lo descrito para el cerebelo, y este tipo de cambios también fueron descritos de forma similar por otros autores (Higgins et al., 1998; Berry y Blas-Machado, 2003).
En cuanto al establecimiento del diagnóstico diferencial con otras enfermedades que afecten el sistema nervioso y particularmente el cerebelo de caninos domésticos, y teniendo en cuenta que el animal presentaba anticuerpos contra los protozoarios parásitos Neospora caninum y Toxoplasma gondii, el estudio histopatológico completo realizado en las muestras de sistema nervioso, incluyendo las diferentes regiones del cerebelo, no mostró en ningún caso los típicos quistes con formas intermedias de estos protozoarios o grupos de taquizoitos descritos en el sistema nervioso de perros afectados por estos parásitos (Dubey et al., 2002). Por otro lado, en casos neurológicos progresivos y severos, como el que se describe en este trabajo, no se podría descartar basándonos solamente en los signos clínicos, que los mismos fuesen ocasionados por una meningoencefalitis desmielinizante causada por el virus del Distemper Canino, para ello, recurriendo nuevamente al estudio histopatológico en el sistema nervioso, en el que se confirmó que las lesiones celulares se limitaban principalmente a la corteza cerebelosa, no encontrándose en ninguna de las muestras estudiadas las lesiones típicas de Distemper Canino, como ser la desmielinización severa, la neurodegeneración, la formación de manguitos perivasculares y/o la presencia de cuerpos de inclusión intranucleares e intracitoplásmicos, principalmente en astrocitos y neuronas de diferentes regiones del sistema nervioso.
La perra examinada en este estudio tenía 6 años de edad y se le realizó la necropsia a los 6 meses de iniciada la presentación de signos neurológicos. Es decir, la edad de inicio fue después de llegar a la adultez y el curso clínico fue de progresión lenta. Se ha informado que la aparición de signos clínicos en American Staffordshire terriers varía entre 3 y 13 años, y los signos clínicos progresan lentamente (Hanzlicek et al., 2003; Olby et al., 2004; Henke et al., 2008). El inicio de los signos clínicos de este trastorno y el curso posterior difieren según las razas de perros. En Beagles y Rhodesian ridgebacks se desarrollan rápidamente después del nacimiento (Chieffo et al., 1994; Forman et al., 2012) y se dice que para la mayoría de las razas se identifican semanas o meses después del nacimiento (Thomas y Robertson, 1989; Sandy et al., 2002; Flegel et al., 2007; Jokinen et al., 2007; Kyostila et al., 2012; Urkasemsin et al., 2017). Por otro lado, en los perros Old English sheepdogs, Gordon setters, Scottish terriers y American Staffordshire terriers se desarrolla después del año de nacimiento con una progresión más lenta (Hanzlícek et al., 2003; Speciale y de Lahunta, 2003; Olby et al., 2004; Henke et al., 2008; Urkasemsin et al., 2010; Agler et al., 2014, Urkasemsin et al., 2017). El tiempo de inicio y el curso clínico en este caso también fueron consistentes con los informados previamente en American Staffordshire terriers. Agler et al. (2014) sugieren que un defecto en RAB24, un gen asociado con la autofagia, estaría altamente asociado con la abiotrofia cerebelosa y podría contribuir a la ataxia hereditaria canina en perros Old English sheepdogs, mientras que Fenn et al. (2016) identificaron un empalme altamente asociado a mutación del sitio donante en SNX14, con un modo de herencia autosómico recesivo sospechado en los perros Vizsla húngaros. Por otro lado, se realizó un análisis de mapeo de todo el genoma en los perros Kelpie australianos de abiotrofia cerebelosa y no se detectaron los genes relacionados con la causa de la ataxia (Shearman et al., 2011). En nuestro caso, no hay registro de signos neurológicos similares a los descritos en esta perra en sus hermanos de camada, por lo que no fue posible discutir si hubo una relación familiar en este caso de abiotrofia cortical cerebelosa.
Conclusiones
Se examinó histológicamente el cerebro de una perra American Staffordshire terrier de 6 años que mostraba signos neurológicos de progresión lenta. En general, el cerebelo era más pequeño, aunque proporcionado, y las folias eran delgadas con surcos interfoliares expandidos. Histológicamente, los cambios característicos fueron la disminución en el número de elementos celulares en la capa granulosa, marcada pérdida de células de Purkinje y adelgazamiento de la capa molecular. A partir de estos cambios patológicos específicamente en el cerebelo, este caso fue diagnosticado como abiotrofia cortical cerebelosa canina de presentación tardía.