En Argentina, la Asignación Universal por Hijo para Protección Social (AUH) es un programa de alcance nacional y cobertura universal que reciben familias de sectores vulnerables con niños/as menores de dieciocho años y con discapacidad, cuyos padres se encuentran insertos en trabajos no regulados. Actualmente, la AUH consiste en una prestación familiar no contributiva, que combina una transferencia de ingresos en efectivo con condicionalidades orientadas a promover la documentación, la salud y la educación de los niños/as y adolescentes en situación de vulnerabilidad social (Salvia et al., 2015, Straschnoy, 2017; Tirenni, 2013).
Por otra parte, la vulnerabilidad social se define como una variable multidimensional que refiere a una combinación de eventos o procesos que generan adversidades potenciales para el ejercicio de los distintos tipos de derechos ciudadanos o el logro de los proyectos de las comunidades, los hogares y las personas. Por ende, es un riesgo sustancial y potencialmente duradero sobre el funcionamiento emocional, cognitivo, comportamental (Prats et al., 2017; Rubilar et al., 2017). En este sentido, no debe dejar de tenerse en cuenta la postura de la pobreza asociada a los derechos humanos, ya que eso hace que la temática se transforme desde un plano moral a una responsabilidad legal por parte del Estado, que interpela a las familias y a las sociedades (PNUD, 2000; Tuñón et al., 2017).
En diversas investigaciones, el nivel socioeconómico se asocia a diferentes habilidades cognitivas de autorregulación durante la primera infancia (Gago Galvagno et al., 2019; 2021; Kia-Keating et al., 2018), ya que involucra entre algunos aspectos cuestiones vinculadas con los estilos de crianza autoritarios o negligentes (Richaud et al., 2013; Rubilar et al., 2017), exposición a estrés y violencia y bajos niveles nutricionales y de salud (Cerda-Molina et al., 2018; Rodríguez & Monge, 2017), que van en detrimento del desarrollo cognitivo en estas etapas del ciclo vital.
En cuanto a la regulación emocional (RE), esta se define como la capacidad de control relacionado específicamente con la propia emoción, regulando cuándo y cómo aparece la misma; implica monitorear, evaluar y modificar las reacciones emocionales para lograr los objetivos y metas propuestos (Gross, 1999). La RE, a su vez, está condicionada por el contexto socioeconómico (English et al., 2017; Gago Galvagno et al., 2022), y los estilos parentales (Bahrami et al., 2018; Haslam et al., 2019), lo cual indica que es sensible a las variaciones en el medio en el cual se encuentran los infantes. Por último, la RE promueve el aprendizaje, las funciones ejecutivas, la comunicación verbal y no verbal y el rendimiento académico en los primeros años de vida (Gago Galvagno et al., 2019; Sawyer et al., 2015; Shaffer & Obradović, 2017; Skinner & Zimmer-Gembeck, 2016), por ende, se vuelve de suma importancia estudiar su modulación por factores ambientales durante esa etapa.
Un procedimiento difundido para estudiar la RE en infantes es el Paradigma Still-Face (PSF), que consiste en una interacción cuidador primario-infante de tres sesiones de 90 segundos, en donde en la primera fase se establece una interacción de juego libre, luego el cuidador se mantiene observando con cara neutra al infante y deja de jugar, para finalmente reanudar el juego (Tronick et al., 1978; Tronick, 2003). Durante la segunda fase, el infante deberá regular su emoción ante la falta de interacción por parte de la madre, siendo que este es un período de estrés para el mismo (Weinberg & Tronick, 1996).
En investigaciones de corte social o económico se ha estudiado el impacto positivo de la AUH en la infancia en familias en situación de vulnerabilidad. Se encontró que este programa arrojó resultados positivos con respecto a reducir la pobreza extrema, la inseguridad alimentaria extrema, la exclusión educativa de adolescentes, los indicadores de bienestar social, indigencia general, la desigualdad y, en menor medida, evitar el trabajo infantil (Agis et al., 2010; Jiménez & Jiménez, 2015; 2016; Kliksberg & Novacovsky, 2015; Salvia et al., 2015). Dentro de Latinoamérica, Fernald et al. (2008) encontraron que niños/as de 2 a 6 años de familias que recibían mayor cantidad de transferencias de dinero para el hogar, obtenían mayores puntajes en pruebas cognitivas de funciones ejecutivas, desarrollo motor y lenguaje receptivo. Con respecto a este último punto, Gago Galvagno et al. (2020) hallaron que las familias vulnerables que recibían ayudas económicas por parte del Estado realizaban mayor cantidad de conductas de interacción no verbal con sus infantes de un año. Sin embargo, Fernald et al. (2017) encontraron contribuciones positivas de las ayudas económicas a variables cognitivas en un estudio longitudinal desde el nacimiento hasta los 5 años, pero esta desaparecía si no iba acompañada de escolarización en el nivel inicial. En una revisión realizada por Molina-Millan et al. (2016) en la que se indagó los impactos de las transferencias de dinero al hogar en Latinoamérica se hallaron efectos positivos en las habilidades cognitivas y el aprendizaje, y habilidades socioemocionales en infantes y niños/as. Sin embargo, muchos resultados en diversos países no son significativos o son mixtos, tanto empleando diseños experimentales como no-experimentales.
En Estados Unidos se encontró que el programa Head Start, que se encarga de brindar nutrición y participación de los padres en la primera infancia a niños/as y familias de bajos ingresos, aumentó las capacidades cognitivas de infantes de sectores medios, pero no tanto los de sectores bajos, ya que la calidad de los centros de educación a los que asistían aumentaba relativamente poco. Estar expuesto al programa durante seis meses aumentaba las capacidades de atención, lenguaje y desarrollo socioemocional en la muestra total, y disminuyó la inequidad general y las conductas agresivas (Griffen, 2019; Love et al., 2005; Roggman et al., 2009; Sharkins et al., 2017). También el proyecto Baby’s First Years (Troller-Renfree et al., 2022) demostró que una intervención basada en una transferencia económica de 333 dólares brindado por un año a familias en situación de pobreza con infantes de un año, causó cambios positivos de activación en el funcionamiento cerebral de los infantes (medido mediante electroencefalograma), en comparación con las familias que recibieron una transferencia mensual nominal de 20 dólares. Empero, otras investigaciones en Estados Unidos mostraron que los subsidios económicos entregados a las familias de niños/as antes del ingreso al jardín de infantes se relacionaron con menores puntajes en pruebas de lectura y matemática, y se asociaron a una mayor cantidad de problemas comportamentales durante la etapa preescolar, siendo más negativo aún en infantes masculinos y sin necesidades básicas insatisfechas (Herbst & Tekin, 2016), o no mostraron resultados en infantes menores de tres años en pruebas cognitivas (Ayoub et al., 2009; Roggman et al., 2009).
Además, los subsidios relacionados con centros de cuidado infantil en donde se brinda dinero a las familias para que puedan enviar a sus hijos a centros educativos ayudan a las familias de los países centrales a enviar en mayor medida a sus hijos a centros de cuidado infantil, aumentar la calidad de los centros a los que asisten y sostener sus jornadas laborales de forma estable, lo que brinda mayores probabilidades de movilidad social, aumentando también las habilidades de comprensión lectora y matemáticas en años posteriores (De Marco et al., 2015; Felfe et al., 2015; Sullivan et al., 2018). Se debe tener en cuenta también que las intervenciones de ayuda económica en los primeros años de vida son fundamentales ya que promueven el desarrollo cognitivo y emocional y mitigan los factores de riesgo que intervienen de forma negativa en el desarrollo (Arruabarrena & de Paúl, 2012).
Debido a la contradicción en los resultados, a la escasa investigación en Latinoamérica sobre el impacto de las ayudas económicas estatales en las capacidades de RE, y, por último, a la importancia que posee la RE para predecir el desarrollo cognitivo y rendimiento académico posteriores, es que se vuelve importante estudiar la contribución de la AUH en una muestra de Argentina, para poseer un primer acercamiento sobre la temática y seguir profundizando en futuras investigaciones sobre el alcance de este tipo de políticas.
El objetivo de la siguiente investigación es analizar la contribución de poseer la AUH y las necesidades básicas satisfechas en la RE infantil. Se espera encontrar que los infantes cuyas familias poseen este tipo de ayuda económica por parte del Estado y cuyas familias posean sus necesidades básicas satisfechas poseerán mayores niveles comportamentales de RE en la prueba Still-Face.
Método
Participantes
Los participantes consistieron en 75 díadas madres-infantes de 18 a 24 meses (edad media del infante = 20.97 meses, DE = 2.40 meses; femenino = 45) de hogares y centros educativos públicos y privados de Buenos Aires, Argentina. Se realizó un análisis de poder estadístico post hoc para determinar si los tamaños de muestra proporcionaron suficiente poder para detectar los efectos de las asociaciones. Con un α = .05, las estimaciones de poder oscilaron entre .60 y .80 con un tamaño del efecto de .20 y .30 respectivamente, lo que indica un poder moderado para detectar efectos de asociación (Faul et al., 2009). Se convocó a madres, padres y cuidadores primarios de los infantes, pero solo asistieron madres a las evaluaciones.
Debido a la dificultad de acceso a la muestra, el tipo de muestreo fue no probabilístico, de tipo intencional y por bola de nieve. En la muestra evaluada, 45 madres eran de Argentina, 18 de Paraguay, 5 de Bolivia, 3 de Perú, 2 de Ecuador y 2 de Colombia. Todos los infantes evaluados eran argentinos.
La selección de la muestra siguió criterios estrictos: español como idioma nativo, visión y audición normales, sin evidencia de enfermedad grave, sin antecedentes familiares de enfermedad psiquiátrica, sin antecedentes de lesiones, convulsiones o enfermedades neurológicas y abuso o dependencia de sustancias por parte de la madre. Los bebés no debían presentar síntomas de enfermedad aguda y debían nacer a término y con la altura y el peso adecuados para la edad gestacional. Para esto se investigaron las historias clínicas de la madre y los bebés. Se excluyeron cuatro infantes de la muestra final porque presentaban un desarrollo atípico (pérdida de audición, n = 1) y por mostrarse molestos y no querer participar (n = 3).
Los datos descriptivos para la muestra dividida por el nivel socioeconómico y el acceso a la AUH medido a través de la Escala de Nivel Social Económico se pueden observar en la Tabla 1. En el caso de que alguna familia perteneciente a sectores vulnerables no recibiese la AUH, se los orientó desde los centros educativos de sus barrios para que la tramitaran.
Nota: NBS: Necesidades Básicas Satisfechas; NBI: Necesidades Básicas Insatisfechas; AUH: Asignación Universal por Hijo.
Como se puede observar en la Tabla 1, la mayor parte de la muestra con necesidades básicas insatisfechas poseía la AUH, sin embargo, el 34 % de la muestra vulnerable no accedió a este derecho. En cuanto a la muestra sin necesidades básicas insatisfechas, el 20 % cobraba la asignación. Esto podría deberse a la ambigüedad que puede poseer la medición de la vulnerabilidad social para detectar el criterio dicotómico de necesidades básicas insatisfechas/satisfechas.
Procedimiento
Los infantes fueron evaluados junto a sus madres. El evaluador explicó las tareas a las madres antes de que se les pidiera firmar un consentimiento informado para la evaluación, de conformidad con la Declaración de Helsinki. Este estudio y el protocolo fueron realizados y aprobados por el Comité de Ética de la Universidad Abierta Interamericana.
Los comportamientos se grabaron en video y se cronometraron utilizando una grabadora de video Sony HD HDR-CX160 y un cronómetro Modelo CR202 de la línea Galileo Italy para medir el tiempo. 75 niños/as fueron evaluados en la Prueba Still-Face. El mismo evaluador masculino presentó la tarea, los juguetes y el procedimiento a las madres.
Instrumentos
Escala de Nivel Socioeconómico (Instituto Nacional de Estadística y Censos, 2019). La díada se clasificó dentro del grupo “Necesidades Básicas Insatisfechas” si se cumplía uno de los siguientes criterios: vivía en un asentamiento precario, la vivienda no tenía baño propio, la casa no tenía acceso a agua de red, ausencia de 3 o 4 comidas diarias, presencia de hacinamiento (tres o más personas por habitación), los niños/as de primaria en el hogar no asistían a la escuela, o los padres en la casa no tenían educación primaria. Las subdimensiones hacinamiento, tipo de vivienda, tipo de ocupación y nivel educativo se conformaron a través de los datos de ambos cuidadores primarios en un puntaje que fue de 1 a 9 puntos para la variable hacinamiento, y de 1 a 12 para el resto de las mismas. El puntaje total se conformó por la sumatoria de estas variables, en un puntaje escalar de 0 a 45 puntos.
Prueba Still-Face (PSF; Weinberg et al., 2008). Para evaluar la RE se utilizó una adaptación de la Prueba Still-Face para niños/as, que, a diferencia de las medidas para bebés, se realiza en el piso y con una serie de juguetes estandarizados (Weinberg et al., 2008). Se colocó una alfombra de juego para niños/as en el piso de 120 cm de largo por 90 cm de ancho, y se colocaron tres juguetes sobre ella: una pelota multicolor (20 cm de diámetro), una marioneta (30 cm de alto) y un juguete de peluche en forma de perro (25 cm de alto). Los juguetes se mantuvieron constantes y se les dijo a las madres que no podían usar otros objetos externos a los presentados. La tarea consistió en tres fases de 90 segundos que fueron grabadas en video. En la primera fase, la madre realizó una sesión de juego libre con los juguetes provistos. Después de 90 segundos, el experimentador realizó un sonido leve para dar paso a la fase II, en donde la madre debía mantener un rostro neutro observando al infante y dejar de jugar. Se les explicó previamente a las madres que la cara neutral implicaba mirar al niño con “cara de póker” (sin enojo) y evitar todo contacto. Si el infante los abrazaba, debían retirarlo suavemente y continuar en este estado. En la última fase, el experimentador realizó nuevamente un sonido leve para que la madre reanudara la fase de juego libre. La prueba total duró 4’30”.
Se realizó la codificación para la fase II, de acuerdo con el sistema de puntuación de Regulación Mutua de Niños y Cuidadores (CCMR, Child and Caregiver Mutual Regulation, Weinberg et al., 2003). El afecto infantil se midió en base a expresiones faciales (sonrisas, fruncir el ceño, etc.) y vocalizaciones con tono afectivo (llorar, gritar con entusiasmo, etc.). Estos se dividieron en dos tipos de afectos: (1) positivo: expresiones faciales de alegría (sonrisa, risa) y vocalizaciones positivas con exuberancia y entusiasmo; (2) negativo: expresiones faciales de ira, tristeza, miedo y vocalizaciones negativas como llanto, queja, frustración, irritación, incomodidad o impaciencia.
Además, se midió el número de comportamientos específicos de los niños/as, que incluían comportamientos verbales y no verbales: (a) mostrarle a la madre un juguete (acercarle un juguete o señalarle un objeto), (b) actos agresivos (gritar, arrojar un juguete, golpear a la madre), (c) desplazamiento (tiempo en que el bebé se retira de la interacción con la madre, dejando el foco de la cámara), (d) aversión (darle la espalda a la madre) y (e) comportamientos autoconfortantes (chupar un pulgar o dedo o jugar solo). Estos comportamientos se codificaron según la frecuencia (tasa por fase), excepto la retirada del niño de la madre (desplazamiento) que se midió en tiempo. Los comportamientos eran mutuamente excluyentes. La cámara se colocó sobre un trípode frente a la díada para obtener una vista óptima de la cara del bebé.
En esta prueba, si el infante muestra mayor cantidad de conductas de afectividad positiva, autoconsuelo y mostrar juguetes a la madre, da cuenta de mayores niveles de RE. Por el contrario, mayores niveles de afecto negativo, conductas agresivas, alejamientos de la madre y de aversión a la mirada, dan cuenta de un menor nivel de RE (Tronick, 2003; Weinberg et al., 2008).
Para la confiabilidad, un codificador primario registró las variables medidas en la prueba para todos los videos. Un segundo codificador registró los comportamientos en 15 videos seleccionados al azar (20 % del total). La confiabilidad para las variables continuas (correlación intraclase) fue significativa al nivel de .05 o inferior y fue mayor a 0.80 para todas las medidas de ER en la fase II.
Análisis de datos
En todos los análisis, la probabilidad de error tipo 1 fue de .05. Dado que la asimetría y la curtosis para las variables continuas estuvo dentro del rango de ± 2 y ± 7 respectivamente (West et al., 1995), que la prueba de Levene encontró homogeneidad de varianzas para la mayoría de las variables (p > .05), y que nuestra muestra total era de 75 participantes, se aplicó estadística paramétrica.
Se describieron los datos de las principales variables medidas. Luego, se aplicó la prueba de correlación de Pearson para asociar las variables de regulación infantil con las relativas al nivel socioeconómico de la familia y la edad del infante.
Se aplicó la prueba de MANOVA, siendo que se cumplió el supuesto de normalidad, de homogeneidad de matrices de covarianzas (F = 0.76, p > .05) y de homogeneidad de varianzas de Levene para todas las variables (p > .05).
Resultados
Estadísticos descriptivos
En la Tabla 2 se muestran los resultados descriptivos para los comportamientos evaluados durante la fase II en la muestra total.
Las conductas de afecto positivo fueron bajas ya que durante la fase II del PSF las mismas no tienden a manifestarse y se reducen significativamente con respecto a la fase de juego libre (Weinberg et al., 2008). Por otro lado, en promedio la muestra mostró poseer el secundario completo, vivienda digna (agua potable, baño propio y red de gas) y bajos niveles de hacinamiento. Esto podría deberse a que la muestra vulnerable evaluada perteneció en su mayoría a la zona de la ciudad de Buenos Aires, en donde los barrios vulnerables urbanos suelen estar urbanizados y con mayor apoyo por parte del Estado en relación con las zonas rurales (Hermida et al., 2018).
Correlación entre variables: regulación emocional y vulnerabilidad social
Se correlacionaron los comportamientos de RE con las diferentes subdimensiones del nivel socioeconómico. En la Tabla 3 se resumen los resultados.
Se encontró que el nivel socioeconómico total y el tipo de ocupación se asociaron de forma positiva con el afecto positivo, siendo que a medida que estos aumentaban, la cantidad de comportamientos de afectividad positiva también lo hacía. Esto daría cuenta que ocupaciones formales y en puestos jerárquicos y mayor nivel socioeconómico total, se asocia con una mayor RE por parte de los infantes, ya que sostienen conductas de sonrisas, risas y vocalizaciones entusiastas a pesar de la falta de interacción de sus madres. Por otro lado, el tipo de vivienda se asoció de forma negativa con el mostrar juguetes, siendo que al poseer una vivienda más precaria se asoció de forma negativa con el mostrar juguetes por parte del infante durante la fase II de la prueba. Esto sería un dato incipiente que daría cuenta de un menor nivel de RE por parte del infante cuando la vivienda es más precaria, ya que el mismo cesó de interactuar ante la situación de estrés percibida.
En cuanto al hacinamiento se halló que a mayor hacinamiento en el hogar el afecto positivo y autoconsuelo descendían y aumentaban el afecto negativo, las conductas agresivas y el alejamiento, dando cuenta de menor nivel de RE en esta fase de la prueba.
Por último, la edad se asoció de forma positiva con la cantidad de veces que el infante mostraba los juguetes a su madre y de forma negativa con el tiempo en que se alejaba de ella, es decir que la edad estuvo relacionada de forma positiva con la RE.
Comparación de grupos: AUH y nivel socioeconómico
Se compararon los grupos con y sin vulnerabilidad social y los grupos de familias con y sin AUH. Finalmente, se analizó el efecto interacción entre ambos grupos. Se controló la variable género y meses insertándolas como covariables. En la Tabla 4 se resumen las estadísticas descriptivas para ambos grupos en los comportamientos de RE.
Nota: AUH: Asignación Universal por Hijo; NSE: Nivel Socioeconómico; NBI: Necesidades Básicas Insatisfechas; NBS: Necesidades Básicas Satisfechas.
Con respecto a la variable vulnerabilidad social, las variables afecto negativo (Wilk’s λ = .68, F (1.8)= 6.30, p= .016, n 2 = .14) y conductas agresivas (Wilk’s λ = .68, F (1.4)= 4.02, p= .045, n 2 = .10) mostraron diferencias estadísticamente significativas, siendo que el grupo vulnerable mostró mayor cantidad de estos comportamientos durante la fase II de la prueba Still-Face. Por lo tanto, este grupo presentaría comportamientos que darían cuenta de un menor nivel de RE.
En cuanto a la variable AUH, se encontraron diferencias en las conductas de mostrar juguetes (Wilk’s λ = .81, F (1.12)= 4.66, p = .037, n 2 = .10) y afecto negativo (Wilk’s λ = .81, F (1.11)= 3.98, p= .048, n 2 = .09), siendo que los infantes del grupo con AUH mostraron mayor cantidad de conductas de mostrar juguetes y menor de afecto negativo en la fase II de la prueba Still-Face, lo que daría cuenta de un mayor nivel de RE para este grupo.
Por último, se encontró un efecto interacción de ambos grupos en los comportamientos agresivos (Wilk’s λ = .75, F (1.13)= 4.03, p= .038, n 2 = .12) y en la conducta de alejamiento (Wilk’s λ = .75, F (1.10) = 5.13, p= .029, n 2 = .15), siendo que el grupo vulnerable y sin acceso a la AUH mostró la mayor cantidad de ambos comportamientos, lo que daría cuenta de un menor nivel de regulación en esta prueba para este grupo. Por otro lado, el grupo sin vulnerabilidad y sin AUH mostró la menor cantidad de estos dos comportamientos, siendo el que tuvo mayor nivel de desempeño en esta prueba.
Discusión y Conclusiones
El objetivo de la investigación fue analizar la asociación entre la AUH y la vulnerabilidad social con la RE infantil. Se encontró que las subdimensiones de nivel socioeconómico total, tipo de ocupación, tipo de vivienda y hacinamiento se asociaron con comportamientos tendientes a la RE. A su vez, las díadas sin necesidades básicas satisfechas y sin la AUH mostraron significativamente menor cantidad de conductas de RE en comparación con el resto de los grupos.
La contribución del entorno socioeconómico a diferentes habilidades cognitivas utilizando técnicas comportamentales fue encontrada en otras investigaciones (Hermida et al., 2018; Justice et al., 2019), sin embargo, como ya fue expresado, esta es la primera que trabaja con la RE, utilizando este paradigma en la Argentina, lo cual refuerza los hallazgos encontrados en investigaciones previas en países de Europa y Estados Unidos. El tipo de ocupación, hacinamiento y vivienda podrían generar una predisposición al estrés, a falta de interacción entre los cuidadores e infantes, a problemas de salud y a malestar subjetivo en la familia, lo que generaría un menor desempeño en pruebas que miden habilidades cognitivas y emocionales por parte de infantes (Guinosso et al., 2016; Waters et al., 2016), como se encontró en los resultados de la presente investigación.
Cabe resaltar que no se encontraron asociaciones según el nivel educativo de los padres, siendo que en otras investigaciones suele ser la variable con mayor poder predictivo para el desarrollo cognitivo infantil (Rodríguez-Garcés & Muñoz-Soto, 2017; Rowe et al., 2017). Esto podría deberse a que los participantes de este estudio mostraron en general el nivel secundario completo. Esto se deriva de que en la ciudad de Buenos Aires en promedio las zonas vulnerables tienen más apoyo y contención económica que en la mayoría del país, además de que poseen acceso a mayor cantidad de oportunidades que podrían paliar su situación de vulnerabilidad (Hermida et al., 2018; Oszlak, 2019).
Por otro lado, con respecto a las relaciones con la AUH, estos resultados son similares a los encontrados en otros países desarrollados con respecto al impacto de los subsidios del Estado en las primeras etapas del desarrollo (Fernald et al., 2008; Griffen, 2019; Love et al., 2005; Roggman et al., 2009; Sharkins et al., 2017), aunque son contrarios a otros estudios que no mostraron efectos de estas intervenciones sociales en los primeros tres años de vida (Ayoub et al., 2009; Herbst & Tekin, 2016; Roggman et al., 2009).
Las diferencias con respecto a investigaciones anteriores podrían deberse a el tipo de ayuda económica que se brinda desde las políticas públicas en los diferentes países. En este sentido, muchas de las intervenciones de países desarrollados y con las cuales se realizaron las investigaciones previas brindan otros tipos de ayuda económica en la primera infancia, que, a diferencia de la AUH, duran solo algunos meses y se basan en reforzar el vínculo entre los cuidadores primarios y los infantes (Griffen, 2019). En cambio, la AUH lleva ya 10 años de aplicación, siendo que termina impactando en la dinámica económica familiar a largo plazo, además de que se acompaña de la asistencia de los infantes a centros educativos desde los primeros años de vida, garantizando derechos básicos de la población vulnerable (Kliksberg & Novacovsky, 2015).
Este diferencial encontrado en aquellas díadas que poseen la AUH podría deberse a una serie de cuestiones: por un lado, los infantes reciben controles médicos obligatorios y el calendario de vacunación. Además, los cuidadores primarios podrían poseer mayor tiempo para encargarse del cuidado de los infantes, el ambiente en el hogar sería menos estresante, el bienestar psicológico de los cuidadores aumentaría y esto mejoraría además la sensibilidad paterna y los estilos parentales a la hora de los intercambios en la crianza (Kliksberg & Novacovsky, 2015; Salvia et al., 2015). A su vez, las familias de los infantes que acceden a la AUH tienen la obligación de enviarlos a institutos educativos, lo cual brinda un espacio de interacción con otros adultos, pares e instrumentos didácticos que podrían propiciar el desarrollo cognitivo en los primeros años.
Es necesario resaltar además que los coeficientes de correlación fueron aproximadamente de .30, y los tamaños del efecto entre .10 y .15, por ende, están promediando los efectos de asociación de otras investigaciones con las mismas muestras (Frick et al., 2017; Kochanska et al., 2000). Sin embargo, esos índices estarían reflejando que otras variables estarían interviniendo en las asociaciones, lo que requeriría investigaciones posteriores para asirlas.
Por último, esta investigación presentó una serie de limitaciones. La muestra fue relativamente pequeña, realizada con un muestro no probabilístico debido al difícil acceso y evaluación de esta población. Además, la muestra fue homogénea, ya que se trabajó con participantes de zonas vulnerables y no vulnerables pertenecientes únicamente a Buenos Aires. El estudio fue de tipo transversal, lo cual no permite detectar las diferentes trayectorias del desarrollo.
Se espera para futuras investigaciones aumentar el tamaño muestral, diversificar la muestra (a otras provincias del país) y generar un estudio longitudinal para evaluar las trayectorias del desarrollo comunicativo. Además, sería necesario evaluar el lapso de tiempo que la familia percibe la AUH, ya que eso podría brindar mayor información del impacto a largo plazo de esta medida de protección social. Sería útil para futuras investigaciones centrarse en el impacto de la AUH y los entornos de pobreza en los primeros años de vida, de modo de promover las habilidades cognitivas durante esta etapa del desarrollo, sostener los beneficios de esta política pública y así promover el desarrollo integral de los infantes.