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Ciencias Psicológicas

On-line version ISSN 1688-4221

Cienc. Psicol. vol.9 no.spe Montevideo Oct. 2015

 

ESTRESORES Y ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO EN FAMILIAS EN LAS PRIMERAS ETAPAS DEL CICLO VITAL Y CONTEXTO SOCIOECONÓMICO


STRESSORS AND COPING STRATEGIES OF FAMILIES IN THE EARLY STAGES OF THE LIFE CYCLE AND SOCIOECONOMIC CONTEXT

Cecilia Cracco

María Luisa Blanco Larrieux

Facultad de Psicología, Universidad Católica del Uruguay


Resumen: El trabajo plantea la importancia del ciclo vital para la comprensión psicológica de las familias, abordando la problemática de su conceptualización en función de los diferentes contextos. Partiendo del modelo Doble ABC-X de Estrés y Adaptación Familiar, se realizó un estudio empírico con 114 familias montevideanas con los objetivos de conocer los estresores en las etapas iniciales del ciclo vital familiar e identificar las estrategias de afrontamiento utilizadas por las familias, contemplando las posibles diferencias asociadas al contexto socioeconómico. Los resultados mostraron que las dos etapas del ciclo vital consideradas no se diferencian en cuanto a estresores y estrategias de afrontamiento utilizadas. Las familias de contexto socioeconómico bajo reportaron mayor número de estresores y mayor utilización de estrategias de afrontamiento de tipo interno. Se identificó como factores de vulnerabilidad la acumulación de estresores y la utilización de evaluación pasiva en las familias con hijos en edad escolar.


Palabras Clave: Ciclo Vital de la Familia; Estresores; Estrategias de Afrontamiento Familiares; Contexto Socioeconómico


Abstract: The research focuses on the importance of the family life cycle and its relationship with different contexts in order to gain psychological understanding about families. Using the Double ABC-X Model of Family Stress and Adaptation, an empirical study was done with 114 families from Montevideo. The aims of the study were to learn about stressors and family coping strategies of families in the early stages of the family life cycle, taking into account the possible differences associated with socioeconomic contexts. The results showed that the families in the two stages studied reported similar stressors and coping strategies. Low-income families reported more stressors and higher use of internal coping strategies. The pile-up of stressors and passive appraisal were identified as vulnerability factors for low-income families with school-age children.


Key Words: Family Life Cycle; Stressors; Family Coping; Socioeconomic Contexts


Correspondencia: Cecilia Cracco. Facultad de Psicología, Universidad Católica del Uruguay.

Correo Electrónico: ccracco@ucu.edu.uy

Recibido: 10/2014

Revisado: 04/2015

Aceptado: 06/2015

 


Introducción

El ciclo vital de la familia refiere a hechos nodales (como el nacimiento de los hijos, su emancipación, el retiro y la muerte) que marcan cambios en la composición de la familia y exigen una reorganización de roles y reglas (Cowan & Cowan, 2012; Falicov, 1991). Estos eventos han sido calificados de normativos porque la raza humana comparte “relojes” biológicos que marcan expectativas sociales similares (Gerson, 1995).

El tamaño de la familia (adición o pérdida de miembros) y la edad cronológica del hijo mayor (considerado como primer catalizador de exigencias evolutivas), han sido tomados por varios autores (Minuchin & Fishman, 1984; Olson et al., 1989a) como criterios fundamentales para distinguir las etapas del ciclo vital de las familias. Olson et al. (1989a) distinguen las siguientes siete etapas: 1) parejas jóvenes sin hijos, 2) familias con hijos en edad preescolar, 3) familias con hijos en edad escolar, 4) familias con hijos adolescentes, 5) familias con hijos en proceso de emancipación, 6) familias con el nido vacío, y 7) parejas retiradas.

Cada etapa conlleva una serie de tareas consideradas como normativas. Así, el nacimiento del primer hijo requiere de cambios en las pautas de funcionamiento de la pareja para atender las demandas del hijo que es totalmente dependiente (Gerson, 1995; Peterson, Hennon & Knox, 2010) e instaura la primera crisis estructural del sistema al generar un nuevo nivel jerárquico (Minuchin & Fishman, 1984). Una vez constituido el subsistema fraterno la tarea central es organizar los subsistemas en un nivel de mayor complejidad, atendiendo a la multiplicidad de demandas vinculadas a la crianza de los hijos y al trabajo (Gerson, 1995; Vidal, 2001).

A pesar de su amplia utilización, el esquema de ciclo vital se mantuvo en un nivel de conceptualización más bien simple y global y tuvo dificultades para incorporar los cambios registrados en las familias en las últimas décadas (Day, 2010; Falicov, 1991). Las principales críticas que se realizan a este esquema refieren a la falta de contextualización de sus postulados y a la centralidad que otorga a un tipo de familia considerado como patrón o ideal (Erickson, 1998). Los autores que han profundizado en el estudio del ciclo vital de la familia desde la perspectiva sistémica (Falicov, 1991; McGoldrick, Carter & García-Preto, 2011; Olson, 1991), insisten en la necesidad de investigar y profundizar en el desarrollo de las familias en distintas culturas y momentos históricos para poder discernir principios comunes y básicos a todos los ciclos evolutivos de otros particulares de cada tiempo y lugar.

A efectos del estudio del ciclo vital, los modelos de estrés familiar han incluido factores importantes para la comprensión de las tensiones, crisis y adaptaciones familiares en el tiempo. Estos modelos se basan en la teoría del estrés familiar que sostiene que los cambios propios del ciclo vital son potencialmente estresantes para la familia y requieren de afrontamiento, ajuste y adaptación (McCubbin et al., 1980).

El esquema más conocido para estudiar el estrés familiar y su afrontamiento es el modelo ABC-X formulado por Hill (1958). Este modelo establece que: A (estresor o evento de suficiente magnitud como para resultar en un posible cambio familiar), interactuando con B (los recursos de la familia) e interactuando con C (la definición o significado atribuido al evento por la familia) – produce X (la crisis). La idea principal es que el factor X es resultado de la función de otros factores en la respuesta familiar al estresor. Este modelo sigue siendo la base de los modelos de estrés familiar y afrontamiento (Darling, Senatore & Strachan, 2012; Maguire, 2012; Price, Price & McKenry, 2010; Weber, 2011).

A partir del modelo ABC-X, McCubbin y sus colaboradores (Lavee, McCubbin & Olson, 1987; McCubbin et al., 1980) insistieron en que es la acumulación de eventos estresores más que la naturaleza de un estresor aislado lo que determina el nivel de estrés familiar. Según Lavee, McCubbin y Patterson (1985), el modelo Doble ABC-X redefine las variables pre-crisis y agrega variables post-crisis en un esfuerzo por comprender los estresores y tensiones adicionales previas y posteriores a las crisis, conceptualizar el resultado de los procesos familiares en términos de adaptación, y profundizar en los factores que intervienen en dichos procesos: recursos, significados y estrategias de afrontamiento. El afrontamiento interactúa con los significados y los recursos (factores B y C) y refiere a los esfuerzos concretos, exitosos o no, para manejar los estresores (Price et al., 2010). Las estrategias de afrontamiento pueden ser utilizadas aisladamente, consecutivamente o en variadas combinaciones y se van modificando con el tiempo en función de los estresores y de los momentos vitales (McCubbin et al., 1980; Price et al., 2010).

Con el objetivo de lograr una descripción de las familias en distintas etapas de su ciclo evolutivo, Olson et al. (1989a) diseñaron un estudio con 1140 familias norteamericanas nucleares, blancas, protestantes. Los resultados mostraron que hay una persistencia de estresores a lo largo de toda la vida y que la acumulación mayor de estresores se da en las etapas con hijos en edad adolescente y de emancipación. La media de estresores reportados en las etapas de hijos en edad preescolar e hijos en edad escolar fue de 10. Las tensiones más frecuentes en estas etapas fueron las de tipo intrafamiliar, vinculadas al trabajo, a la enfermedad y cuidado, y al embarazo. En cuanto a las estrategias de afrontamiento, Olson et al. (1989a) encontraron que la estrategia de reestructuración estuvo presente en todas las etapas y que la estrategia de afrontamiento más utilizada por las familias analizadas fue la de apoyo espiritual. El apoyo social (entendido como aquél que provee la familia extensa, los amigos, vecinos, etc.) apareció como especialmente importante en las etapas de los hijos en edad escolar. La estrategia menos utilizada fue la evaluación pasiva.

Hernández (1991) estudió las tensiones típicas y las estrategias de afrontamiento en las familias colombianas. La muestra de su investigación estuvo conformada por 216 familias (nucleares completas, no clínicas). La media de los estresores reportados por las familias en etapa de hijos preescolares fue de 12.7 y de 10.7 para las familias con hijos en edad escolar. La etapa que reportó más estresores fue la de los hijos en la edad adolescente, seguida de la etapa con hijos en edad preescolar. Esta última etapa fue la que registró mayor número de tensiones intrafamiliares, de pareja, laborales y vinculadas a las enfermedades. La etapa con hijos en edad escolar mostró pocas diferencias en el tipo de estresores presentes aunque aumentaron las tensiones económicas. Hernández (1991) encontró que las familias colombianas obtuvieron puntajes inferiores a los reportados por las familias norteamericanas en todas las escalas de afrontamiento familiar. En las familias colombianas, la estrategia de afrontamiento familiar más utilizada fue la de reestructuración, seguida de la búsqueda de apoyo espiritual, búsqueda de apoyo social y evaluación pasiva.

En la investigación realizada por Hernández (1991) el nivel de estudios de los adultos y el tipo de ocupación incidieron en la cantidad total de estresores experimentado por la familia, siendo los trabajadores inestables quienes reportaron mayor número de estresores. Aunque todas las familias reportaron similares tensiones económicas, las familias con menores ingresos obtuvieron un promedio total de estresores muy superior. En relación a las estrategias de afrontamiento, los adultos con nivel educativo de primaria, reportaron utilizar menos reestructuración que todos los demás grupos. Según los resultados encontrados por Hernández (1991), a mayor nivel académico, se incrementa el uso de la reestructuración y se reduce el de todas las demás estrategias. Estos resultados son coincidentes con los reportados por Ruano y Serra (2000) para familias españolas. En la población colombiana, la inestabilidad laboral y los bajos ingresos aparecieron asociados a mayor utilización del apoyo social, de ayuda especializada y de evaluación pasiva.

Wagner y Menke (1991) examinaron y compararon los eventos estresantes y las estrategias de afrontamiento en familias en situación de calle, familias pobres y familias de bajos ingresos norteamericanas. La media de estresores para las familias en situación de calle fue de 16.8, para las mujeres pobres de 12.6, y para las de bajos ingresos de 10.3. Las subescalas que reportaron los mayores números de estresores fueron tensiones intrafamiliares, económicas y de trabajo-familia. En cuanto a las estrategias de afrontamiento, los tres grupos reportaron utilizar varias estrategias de afrontamiento. El rango de puntajes para la escala total fue entre 59 y 132 y no se encontraron diferencias significativas entre los grupos para las puntuaciones de la escala total y de las distintas subescalas.

Conger et al. (1990) sostienen que las presiones económicas provocan tensiones en padres y madres que impactan en su salud mental, lo que a su vez desafía la calidad de las relaciones maritales y parentales. El estrés económico afecta la relación entre padres e hijos bajando la contención afectiva y calidez, aumentando la inconsistencia en las medidas de disciplina y control y disminuyendo los niveles de involucramiento (Bartholomae & Fox, 2010; Wadsworth & DeCarlo, 2008).

Wadsworth y DeCarlo (2008) examinaron qué tipos de afrontamiento resultan más efectivos para hacer frente a los estresores creados o sostenidos por las dificultades económicas. Los resultados de su investigación confirman que el estrés relacionado a la pobreza (poverty-related stress) se asocia a la presencia de numerosos síntomas psicológicos tanto en los niños como en los adultos; las adolescentes y las mujeres adultas reportan más estresores y una relación más fuerte entre estrés y síntomas psicológicos. Los tipos afrontamiento de control primario (resolución de problemas, expresión emocional, regulación emocional) y secundario (aceptación, reestructuración, distracción y pensamiento positivo), parecen ser efectivos tanto para los niños como para los adultos en relación a los estresores; ambos predicen menos síntomas psicológicos. Las estrategias de desconexión, evitación y negación, por el contrario, pueden resultar perjudiciales para lidiar con estresores económicos crónicos.

Los resultados de las investigaciones reportadas plantean la interrogante acerca del comportamiento de las familias uruguayas en relación a cantidad de estresores experimentados y estrategias de afrontamiento utilizadas. En un país como Uruguay, que presenta signos de fragmentación social (Filgueira, Kaztman & Rodríguez, 2005; INE, 2015), debe tomarse en cuenta el potencial impacto de los diferentes contextos socioeconómicos en los estudios que se realicen sobre familia.

Con la intención de lograr una aproximación a las familias montevideanas en las etapas de hijos en edad preescolar e hijos en edad escolar, pertenecientes a distintos contextos socioeconómicos, se propuso la realización de un estudio empírico con los objetivos de: a) conocer cantidad y tipo de estresores reportados por las familias en las dos etapas mencionadas; b) comparar cantidad y tipo de estresores reportados por las familias en función de su contexto socioeconómico; c) identificar las estrategias de afrontamiento que utilizan las familias para hacer frente a los estresores en cada una de estas etapas; d) comparar las estrategias de afrontamiento utilizadas por las familias en los distintos contextos socioeconómicos; e) predecir la pertenencia al contexto socioeconómico bajo a partir de las variables estudiadas.



Método



El diseño de este estudio es descriptivo, comparativo, correlacional y transversal. Se conformaron dos muestras con familias pertenecientes a distintos contextos socioeconómicos (medio-alto y bajo) a los que les administró los cuestionarios socio-demográfico, FILE y F-COPES.

Participantes

La muestra se compuso por 114 familias que cumplían con el criterio de inclusión de tener hijos en edad igual o inferior a 12 años. El 56% de la muestra se tomó en contextos socioeconómicos desfavorecidos y el 44% restante en contextos socioeconómicos favorecidos. Dado que la información sobre estresores y estrategias de afrontamiento familiares, puede obtenerse administrando los cuestionarios FILE y F-COPES a uno de los miembros adultos del hogar, se optó por conformar la muestra con madres solamente por la mayor accesibilidad, en particular en las familias en contextos de pobreza.

La muestra de familias de contexto socioeconómico bajo se conformó por 64 madres de hijos en edad preescolar y escolar, residentes en barrios pobres de Montevideo, que asisten a instituciones sociales dedicadas al trabajo con familias en situación de pobreza. La muestra de familias de contexto socioeconómico medio-alto se conformó por 50 madres de hijos en edad preescolar y escolar, seleccionadas por conveniencia.

Instrumentos

- Cuestionario de información sociodemográfica. Se solicitó a las participantes datos relativos a la conformación de la familia (estado civil, rol y edad de todos los miembros de la familia), e información sobre dos variables asociadas al contexto socioeconómico de las familias (nivel educativo y ocupación de las madres).

- FILE (Family Inventory of Life Events and Changes). El FILE fue construido por McCubbin, Patterson y Wilson para valorar la acumulación de sucesos vitales experimentados por una familia (el factor AA del modelo doble ABC-X) durante el último año y permite obtener un índice general del nivel de estrés familiar. El instrumento consta de 71 ítems que listan estresores normativos y no normativos que implican un cambio de magnitud suficiente como para requerir de ajuste en los patrones de interacción familiar. El estudio de dimensionalidad del FILE se ha confirmado conceptualmente pero ha sido difícil de corroborar a través del análisis factorial, debido a que la amplia varianza en la ocurrencia de los ítems afecta en forma significativa la estructura de los factores (Olson et al., 1989b). Los ítems se agrupan en 9 categorías: 1) tensiones intrafamiliares, 2) tensiones maritales, 3) tensiones del embarazo y la crianza de los niños, 4) tensiones económicas y de negocios, 5) tensiones y transiciones laborales en la familia, 6) enfermedad y tensiones del cuidado familiar, 7) pérdidas, 8) transiciones “dentro y fuera”, y 9) legales. El índice de consistencia interna α de Cronbach para la escala global es de .81 y el de las subescalas oscila entre .73 y .30, razón por la cual los investigadores sugieren contemplar como valor discriminatorio el total y no los puntajes de las escalas independientemente (Olson et al., 1989b). Se puso a prueba la confiabilidad test-retest, con un lapso de 4-5 semanas entre la primera y segunda administración a 150 sujetos. Se calcularon las correlaciones de Pearson para la escala total (.80) y para cada uno de los 9 factores (correlaciones entre .72 y .77) (Olson et al., 1989b). Se dispone de normas nacionales para los Estados Unidos basadas en 980 parejas (1960 individuos) a lo largo del ciclo de vida familiar. La media de estresores para la población total fue de 8,8 y el desvío estándar de 5,9 (Olson et al., 1989b).

Para este trabajo se tomó la traducción al español realizada con permiso de los autores por Hernández (1991). Hernández (1991) agregó algunos ítems en las subescalas “pérdidas” y “dificultades con la ley” y algunos ítems del A-FILE (Adolescent-Family Inventory of Life Events and Changes) de McCubbin, Patterson, Bauman y Harris, con el fin de obtener un único instrumento, con un total de 80 ítems, que fuera aplicable a todos los miembros de la familia. Hernández (1991) presenta normas para la población colombiana, con una media de estresores durante el último año para la población total de 11 (desvío estándar = 8).

- F-COPES (Family Crisis Oriented Personal Evaluation Scales). La escala F-COPES, fue creada por McCubbin, Olson y Larsen, para identificar las estrategias de afrontamiento utilizadas por las familias frente a las dificultades o situaciones problemáticas. La escala final del F-COPES, de 30 ítems, identifica dos patrones, interno y externo, y contiene cinco factores (Olson et al., 1989b). El patrón de afrontamiento interno está compuesto por las estrategias de reestructuración y de evaluación pasiva. Ambas estrategias describen la habilidad familiar para definir el evento estresor como un reto que se puede superar (reestructuración) o como algo que se solucionará por sí sólo con el paso del tiempo (evaluación pasiva). El patrón de afrontamiento externo refiere a las conductas de los miembros tendientes a conseguir recursos en fuentes ajenas a la familia. Este patrón está compuesto por las escalas de obtención de apoyo social (mide la habilidad de la familia para obtener apoyo de parientes, amigos, vecinos y familia extensa), búsqueda de apoyo espiritual y movilización familiar para obtener y aceptar ayuda (refiere a la habilidad de la familia para buscar recursos en la comunidad y aceptar su ayuda). El índice de consistencia interna α de Cronbach para la escala total es de .86 y para las subescalas varía entre .63 y .83 (Olson et al., 1989b). El F-COPES mostró buena estabilidad test-retest con un lapso de 4 semanas entre la primera y segunda administración a 116 sujetos. La correlación para la escala total fue de .81 y para las subescalas las correlaciones variaron entre .61 y .95 (Olson et al., 1989b). Hay normas disponibles para los Estados Unidos para cada subescala y para la escala total. El puntaje medio obtenido por la población total fue de 93,9 y el desvío estándar de 13,6 (Olson et al., 1989b).

Para este trabajo se utilizó la traducción al español realizada con permiso de los autores por Hernández (1991). En Colombia, la media del F-COPES para la población total fue de 75,3 y el desvío estándar de 12,3; los puntajes medios para las subescalas fueron: apoyo social: 18,5, reestructuración: 28,5, apoyo espiritual: 10,8, movilización familiar para obtener y aceptar ayuda: 8,5 y evaluación pasiva: 9.

Tomando en cuenta que se trató de la primera administración de estos instrumentos en el Uruguay, se realizó un ajuste lingüístico de los instrumentos que, antes de ser administrados a los participantes, fueron presentados a tres jueces calificados, profesionales con experiencia de trabajo con familias de ambos contextos socioeconómicos.

En el FILE se sustituyeron los términos “carro” por “automóvil” y “dieron muerte” por “mataron”. En el F-COPES se sustituyeron las expresiones “servicios de la iglesia” por “ceremonias religiosas” y “juegos de suerte” por “juegos de azar”. Asimismo, se sustituyeron las palabras y frases “esposo”, “esposa”, “esposos” y “padres de uno de los esposos” por “hombre”, “mujer”, “pareja” y “abuelos” de modo de incluir vínculos no formalizados de pareja, con alta frecuencia especialmente entre las familias en contextos de pobreza.

Procedimiento

Para conformar la muestra de familias de contexto socioeconómico bajo, se contactaron instituciones dedicadas al trabajo con familias en situación de pobreza. Se entregó al responsable de cada institución el consentimiento institucional donde se detallaron los objetivos del estudio, aspectos prácticos de las administraciones y criterios éticos contemplados. Con la autorización de la institución, se coordinaron las fechas para la administración de las técnicas. Se leyó a cada participante el consentimiento informado y se solicitó su firma. En un protocolo aparte, se pidió la respuesta a los ítems correspondientes al cuestionario socio-demográfico, FILE y F-COPES. Las administraciones a las madres de contextos socioeconómico bajo fueron realizadas por la autora y un grupo de estudiantes colaboradores entrenados a través de la presentación y explicación detallada de consignas y procedimientos para el registro de las respuestas.

Para conformar la muestra de mujeres de nivel socioeconómico medio-alto, se utilizó un muestreo no probabilístico, intencional. Se solicitó a profesores de la Facultad de Psicología que distribuyeran protocolos, explicándoles los criterios de inclusión de la muestra (madres con hijos de hasta 12 años de edad, que no se encuentren en situación de pobreza). En el caso de estas mujeres todos los instrumentos fueron auto-administrados.

Análisis de datos

Los datos obtenidos se analizaron en función del contexto socioeconómico y de la etapa del ciclo vital de la familia. Los datos fueron analizados utilizando el programa Statistical Package for the Social Sciences (SPSS v. 18). El análisis descriptivo de los datos fue realizado mediante distribución de frecuencias y medidas de tendencia central. Para el análisis inferencial se utilizaron las pruebas estadísticas Kolmogorov-Smirnov para contrastar la hipótesis de normalidad de las variables estresores y estrategias de afrontamiento, U de Mann-Whitney (prueba no paramétrica alternativa a la prueba t) y H de Kruskal-Wallis (prueba no paramétrica alternativa a la prueba ANOVA). Por último, se realizaron pruebas de regresión logística binaria para los análisis correlacionales.



Resultados

Características sociodemográficas de la muestra

La muestra total se conformó por 114 familias; 45 en la etapa 2 del ciclo vital y 60 familias en la etapa 3 del ciclo vital, con hijos en edad preescolar y escolar respectivamente (no se tienen datos sobre etapa del ciclo vital de 9 familias).

En cuanto al tipo de familias, 56% correspondió a familias nucleares, 20% a familias extensas y 15% a hogares monoparentales. Los datos sobre el estado civil reportado por las madres participantes mostraron que 42% están casadas, 31% en pareja y 25% son solteras. El promedio de hijos por familia fue de 2, con una cantidad mínima de 1 hijo y una máxima de 7. La edad media (M) de las madres fue de 31 años, con un desvío típico (DE) de 7,6. Para conocer la edad al momento del nacimiento del primer hijo, se restó a la edad actual de las mujeres la edad del hijo mayor, obteniendo una M = 25 años para el total de la muestra.

La Tabla 1 presenta la distribución de las familias en cada etapa del ciclo vital en función del contexto socioeconómico.




Los resultados de la comparación de medias de las variables sociodemográficas no presentaron diferencias significativas en función de la etapa del ciclo vital de las familias. Sin embargo, al analizar los datos según el contexto socioeconómico, se encontraron diferencias que obligan a reconsiderar los datos presentados anteriormente para el total de las familias. La media de edad de la madre fue mayor para las familias de contexto socioeconómico medio-alto M = 37, que para las madres de contexto socioeconómico bajo M = 27. La media de edad de la madre al nacer el primogénito en el contexto socioeconómico medio-alto fue de 31 años y en el contexto socioeconómico bajo de 21 años, manteniéndose la brecha de 10 años entre los dos grupos pertenecientes a las mismas etapas del ciclo vital. En cuanto a la cantidad de hijos por familia, la media aritmética de hijos para las familias de contexto socioeconómico medio-alto fue de 1,7, y para las familias de contexto socioeconómico bajo de 2,4. Los resultados de las demás variables sociodemográficas relevadas pueden observarse en la Tabla 2.




Estresores

Para el total de la muestra de familias uruguayas (N = 114) la media de los estresores reportados durante el último año fue M = 11,9 (DE = 8,3). Los puntajes variaron entre un mínimo de 1 estresor y un máximo de 40 estresores (mediana (Mdn) = 10 y moda (Mo) = 6).

Se analizó la normalidad de la variable cantidad de estresores. Los valores del estadístico Kolmogorov-Smirnov K-S, (Z = 1.50), nivel crítico p = .022 (< .05), indican que los datos de la variable cantidad de estresores no se distribuyen normalmente. Por lo tanto, se utilizó la prueba U de Mann-Whitney, alternativa a la t para datos no paramétricos.

Las familias en la etapa 2 del ciclo vital obtuvieron una M = 12,9 estresores (DE = 8,4) y en la etapa 3 una M = 11,6 (DE = 8,6). El estadístico U de Mann-Whitney, que establece las diferencias entre las medias de estresores para las etapas 2 y 3 del ciclo vital, viene asociado a un valor crítico p = .28, (> .05) y debe concluirse que los dos grupos comparados no difieren significativamente en cuanto a la cantidad de estresores.

Siguiendo la presentación realizada por Olson et al. (1989a) y Hernández (1991), en la Tabla 3 figura la lista de los diez estresores más reportados por las familias uruguayas en cada etapa, con el porcentaje de las familias que los señalaron.

Tabla 3

 

 

Si se considera el contexto socioeconómico de las familias, la acumulación de estresores durante el último año es significativamente mayor según los resultados de la prueba U de Mann-Whitney, (p = .00) para las familias de contexto socioeconómico bajo. Estas familias tuvieron una M = 14,9 estresores (DE = 8,9) contra una media de 8,1 estresores (DE = 5,5) de las familias de contexto socioeconómico alto.

Para analizar si las familias de contexto socioeconómico bajo tienen una cantidad significativamente mayor de estresores en las etapas 2 y 3 del ciclo vital que las familias de contexto socioeconómico medio-alto, se utilizó la prueba H de Kruskal-Wallis.

Los resultados mostraron un valor Chi-cuadrado = 23.48, gl = 3, con un nivel crítico asociado p = .000, que permite concluir que los grupos comparados difieren en la cantidad total de estresores reportados durante el último año.

De las posibles comparaciones entre los cuatro grupos, interesó la comparación entre las familias de contextos socioeconómicos medio-alto y bajo, para cada una de las etapas del ciclo vital. Se utilizó la prueba U de Mann-Whitney acompañada de la corrección de Bonferroni para controlar la taza de error tipo 1. Esta corrección implica dividir el nivel de significación .05 entre el número de comparaciones a realizar, en este caso, dos (Pardo & Ruiz, 2002). El nivel crítico corregido por Bonferroni es .05/2 = .025.

Las familias en la etapa 2 del ciclo vital de contexto socioeconómico bajo reportaron una acumulación de estresores significativamente mayor según los resultados de la prueba U de Mann-Whitney (p = .003) que las familias en la misma etapa, de contexto socioeconómico medio-alto. Estas familias tuvieron una M = 8,9 estresores contra una M = 15,8 estresores de las familias en la etapa 2 de contexto socioeconómico bajo. Los resultados fueron similares para las familias en la etapa 3 del ciclo vital. Las familias de contexto socioeconómico bajo reportaron una acumulación de estresores (M = 15,1) significativamente mayor (p = .000) que las de contexto socioeconómico medio-alto (M = 7,4).

Las diferencias entre las familias de contexto socioeconómico medio-alto y bajo fueron significativas en 7 de las 9 categorías de estresores que contiene el FILE. En la Tabla 4 se presentan los datos descriptivos y la comparación de medias para cada una de las categorías de estresores en función del contexto socioeconómico.


 


Estrategias de afrontamiento

Se puso a prueba la normalidad de la variable a través de la prueba de Kolmogorov-Smirnov. La Tabla 5 presenta los valores del estadístico K-S para cada una de las estrategias de afrontamiento y para el total de la escala F-COPES.


 

Los resultados indican que para las estrategias de afrontamiento apoyo espiritual y evaluación pasiva, debe rechazarse la hipótesis de normalidad (p < .05). Los resultados de las estrategias: apoyo social, reestructuración, obtener y aceptar ayuda y los resultados del total de la escala, sí presentaron una distribución normal. Para unificar los análisis, se consideró apropiado utilizar para todas las variables la prueba U de Mann-Whitney.

En la Tabla 6 se presentan los datos descriptivos de cada una de las cinco estrategias de afrontamiento y del total de la escala, y los resultados de la prueba U de Mann-Whitney para el contraste de las medias de cada estrategia de afrontamiento y del total de la escala según contexto socioeconómico. Según los datos, las familias de contexto socioeconómico medio-alto utilizan significativamente más la estrategia de afrontamiento de apoyo social (red primaria) que las familias de contexto socioeconómico bajo (p = .04). Estas últimas familias, a diferencia de las anteriores, hacen uso significativamente mayor de las estrategias de reestructuración (p = .003), y evaluación pasiva (p = .000).


 

Finalmente, con el procedimiento de la regresión logística binaria, se estimó la razón de las ventajas para la variable contexto socioeconómico (medio-alto o bajo), considerando al total de estresores y a cada una de las estrategias de afrontamiento familiares como variables predictoras e indicadores de vulnerabilidad a pertenecer al grupo de familias de contexto socioeconómico bajo en las dos etapas del ciclo vital.

La Tabla 7 muestra las estimaciones de los coeficientes B y los datos necesarios para valorar su significación e interpretarlos. La significación de cada coeficiente se evalúa a partir del estadístico Wald. Cuando el nivel crítico asociado al estadístico Wald es < a .05, se puede rechazar la hipótesis nula y concluir que la correspondiente covariable está relacionada con la variable dependiente.


 

 

De los resultados correspondientes a la regresión logística binaria en familias en la etapa 2 del ciclo vital, se obtuvieron coeficientes no significativos de las covariables, es decir, no se halló asociación entre la cantidad de estresores y las estrategias de afrontamiento y la variable contexto socioeconómico.

Sin embargo, los resultados del mismo análisis realizado con las familias en la etapa 3 del ciclo vital, muestran que de las seis variables incluidas en el modelo, el total de estresores y la estrategia de afrontamiento de evaluación pasiva están asociadas significativamente a la variable dependiente (p < .05). Como ambos coeficientes tienen signo positivo, puede concluirse que para estas familias tener más estresores y hacer mayor uso de la estrategia de afrontamiento de evaluación pasiva, aumenta la razón de la ventaja de pertenecer al contexto socioeconómico bajo.

El último factor presentado en la Tabla 7, permite cuantificar el grado en el que aumenta la razón de ventaja de pertenecer al contexto socioeconómico bajo cuando cada covariable aumenta una unidad. Para el total de estresores, Exp(B) = 1.24, lo que significa que por cada punto adicional en la variable, la razón de ventaja de pertenecer al contexto socioeconómico bajo, aumenta en un 24%. Para la estrategia de afrontamiento de evaluación pasiva, Exp(B) = 1.60, lo que implica que la contribución de esta variable es aún mayor para explicar la diferenciación de ambos niveles de la variable dependiente contexto socioeconómico.

Discusión y Conclusiones

Los datos socio-demográficos de las muestras con las que se trabajó se alinean con la información disponible en Uruguay sobre las familias a nivel de estadísticas y de las investigaciones académicas sobre el tema (Filgueira et al., 2005). Los datos obtenidos en cuanto a tipo de familia, cantidad de hijos, edad, estado civil, ocupación y nivel educativo de las participantes, permiten una caracterización básica de las familias y muestran las diferencias existentes según el contexto socioeconómico.

De estos datos resultó un aporte interesante al estudio del ciclo vital, la diferencia en la edad en que las mujeres de los distintos contextos socioeconómicos tienen sus primeros hijos. La edad temprana en que las madres de contexto socioeconómico bajo comienzan a tener a sus hijos (10 años menor a la media de las madres de contexto medio-alto), fue considerada por Kaztman y Filgueira (2001) como uno de los eslabones presentes en los mecanismos de reproducción intergeneracional de la pobreza y explica también la aceleración o superposición de etapas del ciclo vital de las familias en situación de pobreza (Hernández, 1997; Neto, 1996).

El análisis sobre la cantidad de estresores mostró que las familias en las etapas 2 y 3 no presentan mayores diferencias. Estas dos etapas son similares además en el tipo de estresores, siendo las tensiones intrafamiliares, laborales y económicas, las más reportadas. Estos resultados hablarían de etapas en las que los conflictos entre los miembros de la familia, las tensiones vinculadas al desempeño de los roles parentales y a compatibilizar la vida familiar con la laboral, ocupan un lugar importante en la dinámica familiar.

En relación a los estresores, los datos plantean la interrogante sobre la diferenciación en dos etapas distintas del período de crianza de los hijos. En este sentido, algunas clasificaciones unen estas dos etapas en una sola y De Olivera y Esper (2002) llaman al período comprendido entre la formación de la pareja y la llegada de los hijos a la adolescencia, fase de adquisición.

Cuando se compararon las familias de distintos contextos socioeconómicos, los resultados mostraron diferencias que eran esperables según los resultados de las investigaciones anteriores (Hernández, 1991; Wagner & Menke, 1991). Las familias de contextos socioeconómico bajo reportaron una cantidad significativamente mayor de estresores que las familias de contexto socioeconómico medio-alto.

Los resultados hallados en relación a la utilización de estrategias de afrontamiento, señalan que las familias estudiadas hacen uso de todas las estrategias y que éstas no varían sustancialmente en función de la etapa del ciclo vital.

A pesar de que el puntaje total de las estrategias de afrontamiento no presentó diferencias significativas en función del contexto socioeconómico, los resultados de las subescalas muestran que las familias de contexto socioeconómico bajo utilizan en mayor medida las estrategias de reestructuración y evaluación pasiva, mientras las familias de contexto socioeconómico medio-alto recurren más al apoyo social como estrategia para afrontar las dificultades. Estos resultados estarían marcando una mayor utilización de las estrategias de tipo interno entre las familias de contextos socioeconómico bajo, lo cual resulta contradictorio con los resultados de las investigaciones realizadas por Hernández (1991) y por Ruano y Serra (2000).

Llama la atención que las familias de ambos contextos informen la misma cantidad total de afrontamiento, ya que ambos grupos difieren significativamente en cuanto a la cantidad de estresores. Se podría pensar que las familias de contexto socioeconómico bajo tienen pocas estrategias en comparación a la cantidad de tensiones que deben afrontar.

La cantidad de estresores y la utilización de la estrategia de afrontamiento de evaluación pasiva fueron las únicas variables que se asociaron a la pertenencia al contexto socioeconómico bajo, en la etapa 3 del ciclo vital. Los análisis correlacionales señalan el peso que adquieren, en tanto factores de vulnerabilidad, la acumulación de los estresores y la evaluación pasiva, conforme las familias de contexto socioeconómico bajo avanzan por las distintas etapas del ciclo vital.

A partir de los datos obtenidos podría concluirse que las familias montevideanas estudiadas difieren en mayor medida según el contexto socioeconómico al que pertenecen, que según la etapa del ciclo vital que transitan. Estos resultados plantean la interrogante en relación a la real diferenciación en dos etapas del período comprendido entre el nacimiento del primer hijo y el arribo a la adolescencia del hijo mayor y dejan ver la necesidad de incluir al contexto socioeconómico a la hora de realizar estudios sobre familia en el Uruguay.

Se plantea así la necesidad de continuar estudiando los estresores y la forma en que las familias los afrontan en las distintas etapas del ciclo vital. Para ello sería necesario adaptar los instrumentos a nuestra población o contar con otros instrumentos que permitan conocer éstas y otras dimensiones de los procesos familiares en el tiempo. Asimismo sería interesante considerar diseños de investigación longitudinales y de corte cualitativo que permitan captar con mayor profundidad los eventos que se presentan y los mecanismos que ponen en marcha las familias para sobrellevar o resolver las situaciones problemáticas a lo largo del tiempo.

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Para citar este artículo:

Cracco, C., & Blanco Larrieux, M. L. (2015). Estresores y estrategias de afrontamiento en familias en las primeras etapas del ciclo vital y contexto socioeconómico. Ciencias Psicológicas 9(2): 129 – 140.










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