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Ciencias Psicológicas

versión On-line ISSN 1688-4221

Cienc. Psicol. vol.4 no.2 Montevideo nov. 2010

 

Palabras del Rector de la Universidad Católica del Uruguay, P. Eduardo Casarotti, s.j., en el Acto de Homenaje a los Señores Obispos y Padres Jesuitas Fundadores de la Universidad, al celebrar su 25º aniversario de creación 1

 

Lecture given by the Rector of Universidad Católica del Uruguay, P. Eduardo Casarotti, s.j., in tribute to the Bishops and the Founding Fathers of Universidad, on the ocassion of its Silver Jubilee

 

Me toca hoy a mí, como Rector de esta casa de estudios, hacer la apertura de este acto de homenaje a los fundadores de la Universidad Católica del Uruguay. Antes que nada corresponde dar la bienvenida al conjunto de autoridades de la Iglesia y de la sociedad que hoy nos acompañan. Son muchas las personas de alta valía humana e intelectual que nos honran con su presencia y que quisiera, pero no puedo, nombrar una a una. Hombres y mujeres del ámbito político y diplomático, del mundo de la cultura, compañeros y amigos de la Iglesia. Sean todos ustedes muy bienvenidos a este acto. Sean también especialmente bienvenidos todos aquellos que a lo largo de estos 25 años de historia han formado parte, y aún siguen formando, de este fascinante proceso de creación de una Universidad. Si esta Universidad hoy es lo que ustedes ven y disfrutan es sin duda, gracias al esfuerzo, muchas veces callado y oculto, de muchísimos de ustedes aquí presentes. Docentes, gestores, funcionarios, amigos y amigas de todas las horas: nos alegra mucho contar con su presencia hoy aquí. Y sea, y permítanme esta disgresión de compañero y amigo, especialmente bienvenido el P. Francisco Arrondo, nuestro querido y extrañado Paco, que ha estado a los orígenes de esta casa de estudio durante más de una década y, hoy luego de 17 años de ausencia, ha venido especialmente desde Madrid a este acto en nombre de la Provincia de Castilla. Gracias a todos ustedes por acompañarnos hoy aquí.

Lo hemos repetido muchas veces, pero vale la pena insistir. La Universidad Católica nace hace 25 años como la primera universidad de gestión privada en el país. Pero nosotros decimos que, en realidad, tenemos más de cien años de historia, al sentirnos en continuidad con las distintas iniciativas que tuvo la Iglesia Católica por generar una Universidad Otra, distinta y complementaria de la Universidad de la República. Primero con la creación de la Universidad Libre, a finales del siglo XIX, a iniciativas del entonces diputado nacional, don Francisco Bauzá. Luego con la creación del propio Instituto de Filosofía Ciencias y Letras, a mitad del siglo XX. Ese tipo de iniciativas, que responden a una convicción profunda de la Iglesia Católica de la necesidad de crear en América Latina instituciones de educación superior con sello propio, se harán realidad efectiva en otros países de la región, pero no así en Uruguay. Surgirán, justamente en el cambio del siglo XIX al XX y a mitad del siglo XX, distintas Universidades de la Iglesia a lo largo y ancho del continente americano. En Uruguay, en cambio, el proyecto de crear una Universidad Católica no obtendrá el éxito deseado en esas fechas, y habrá que esperar a la tercera oleada de expansión del sistema universitario latinoamericano, en el último cuarto del siglo pasado, para ver el surgimiento de una nueva institución en el sistema universitario uruguayo.

No me quiero extender en detallar la historia de los primeros años de gestación de este proyecto universitario que hoy celebra su cuarto de siglo. Mayores credenciales tienen para eso quiénes estuvieron al frente de ese proyecto, y con gusto escucharemos, en nombre de los Obispos fundadores, a Mons. Luis del Castillo, y en nombre de los jesuitas que llevaron adelante este proceso, al P. Francisco Arrondo.

Me importa si, destacar, el siguiente hecho: el nacimiento de esta nueva institución universitaria marca un hito de importancia decisiva en el país, del que ya no volveremos atrás. Por primera vez en Uruguay, y exceptuando la breve historia de diez años de la Universidad Libre del siglo XIX, los estudiantes universitarios tienen la posibilidad de elegir, aunque con serias restricciones, donde y como hacer sus estudios universitarios. Abierta esta nueva posibilidad, varias instituciones universitarias emergerán algunos años después, creando un auténtico sistema universitario. Es importante, por eso recordar hoy la mentalidad abierta de aquellos pioneros de las primeras horas, que supieron abrir para otros caminos de innovación para nuestra educación superior. No deja de ser sorprendente, al mirar esos difíciles años de gestación y nacimiento, la importancia que tuvieron un grupo de personas que, por su origen y su formación, miraban desde un contexto distinto al uruguayo nuestra propia realidad universitaria. Me atrevería a afirmar que, sin ese empuje, llevado adelante por muchos pero especialmente por los jesuitas españoles, hubiera faltado un elemento central para hacer efectivo y real ese nacimiento. Ese ver y pensar distinto ayudó a un hacer distinto, que fue encontrando paulatinamente apoyos diversos en distintos actores locales. En este marco, es importante también recordar y agradecer a aquello actores políticos, muchos de ellos hoy nos acompañan, que supieron apoyar estas primeras iniciativas, generando el marco político e institucional adecuado.

Hoy son pocos los que dudan que un sistema universitario plural y diverso es una riqueza para el país. Y muy pocos se atreven a afirmar, con seriedad, que existe un modelo arquetípico de Universidad que las demás universidades deben imitar para ser exitosas. Salidos del secular monopolio estatal del sistema universitario uruguayo, hoy sabemos que el país no puede avanzar seriamente por la senda del conocimiento, del desarrollo y de la innovación, si no cuenta con un sistema universitario diversificado y plural. Así lo confirman las mejores prácticas internacionales. Así lo recomendó la Unesco como palanca del desarrollo, en el encuentro sobre educación superior que tuvo lugar en Paris en Julio del año pasado. Así lo asumió nuestro propio país, al firmar las conclusiones de dicho encuentro.

A partir del año 1985 se da inicio entonces a un rico pluralismo universitario, cuya realidad hoy, 25 años después, es muy diversa. Cinco Universidades y varios Institutos Superiores, algunos con proyectos concretos de convertirse prontamente en Universidad, muestran el dinamismo que ha tenido la educación superior en el país en este cuarto de siglo. Los números de ingresos y egresos, ofrecidos por el Ministerio de Educación y Cultura, son una muestra clara de ese dinamismo. Hoy el sistema universitario de gestión privada recibe al 20 % del alumnado universitario, y tiene una tasa de crecimiento de casi el 10% anual, frente al 3% de la Universidad de la República. El porcentaje de egresos es también año a año más elevado. Algunos datos significativos: en el año 2008 un tercio de los egresados de grado, y más del 50% de posgrado, pertenecían al sector privado. Todas las Universidades de gestión privada, además, han hecho, en los últimos años, un importante esfuerzo de consolidación de sus estructuras de investigación y producción académica, logrando así una muy buena participación de sus docentes en el Sistema Nacional de Investigadores y en los proyectos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación.

Los números de nuestra propia Universidad son especialmente significativos. Y más si los comparamos con los números de hace 25 años: 1420 inscriptos hemos tenido este año en nuestras 28 carreras, incluyendo los alumnos de Salto y Punta del Este. Por aulas, bibliotecas y pasillos de esta casa de estudios pasan diariamente, en los distintos turnos y en las diversas sedes, alrededor de 5000 alumnos de grado. Y esos números, que reflejan externamente el crecimiento, han venido acompañados por procesos cada vez más concretos para hacer de esta casa de estudios una institución no sólo formadora de personas sino también productora de conocimiento e de innovación. En efecto, la Universidad Católica ha puesto en los últimos años especial atención a la consolidación de un cuerpo docente estable, con profesores de alta dedicación, y se ha preocupado especialmente de crear Departamentos e Institutos como modo de nuclear a sus docentes y de promover la producción académica en sus diversos registros.

Todos estos procesos, que no puedo detallar en estas sencillas palabras de apertura, invitan a mirar con esperanza el futuro. Pero suponen, también, para nosotros una gran responsabilidad. En manos de nuestros docentes está la formación de un número creciente de profesionales y graduados que incidirán fuertemente en el desarrollo de nuestra sociedad. Profesionales que deseamos tengan alto liderazgo, una mentalidad abierta, capacidad para la innovación y alta responsabilidad social. También, sin duda, nos sentimos responsables de la formación de este grupo creciente de chicos y chicas en los valores cristianos y en la capacidad de ser ellos también, como nosotros queremos serlo, auténticos agentes de evangelización en el mundo del trabajo y de la cultura. En manos de nuestros Decanos y demás gestores académicos está la consolidación de los Departamentos e Institutos para realmente avanzar en la producción del conocimiento necesario para el desarrollo sustentable del país. No me quiero extender mucho más sobre estos temas del presente y del futuro, que marcarán la agenda de nuestros próximos meses, especialmente en la elaboración del plan estratégico para el siguiente quinquenio.

25 años no es mucho en la historia de una institución universitaria y muy poco si nos comparamos con las Universidades de alto nivel académico que la Iglesia y la Compañía han fundado en diversas partes del mundo y que tienen ya varias décadas de existencia, muchas de ellas incluso siglos. Siendo poco el tiempo, es, sin embargo, mucho lo que hemos recorrido en estos años. Es hora de mirar y agradecer lo recorrido. Es hora también de proyectar el futuro, preguntándonos si efectivamente estamos avanzando en ser realmente una Universidad Otra, con sello propio y formación específica. El desafío que se nos presenta hoy es, para decirlo con una palabra muy querida de Ignacio de Loyola, “ordenar el crecimiento”. Ordenar quiere decir priorizar volviendo a las fuentes, rescatando, una vez más, aquellos valores y aquellos dinamismos esenciales que nos dieron origen. No puedo extenderme mucho más en estos temas. En la próxima semana, tendremos la ocasión de hacer esta pausa reflexiva en las Jornadas Universitarias. Allí, podremos mirar con mayor detalle y mejor información los desafíos que presenta al sistema universitario la actual coyuntura social y política del país y, al mismo tiempo, responder adecuadamente desde nuestra propia y específica identidad universitaria y católica.

Permítanme terminar con unas breves palabras que vinculan este acto con la Pascua que celebramos los cristianos en estos días. La Iglesia, nace, como muestra el evangelio de Juan, del corazón traspasado de Cristo, muerto y resucitado. La Universidad, a su vez, nace del corazón de la Iglesia, como hermosamente dice la Constitución Apostólica. Es así que la Universidad Católica recibe su ser y su dinamismo del mismo Cristo resucitado. Es El mismo quien sostiene este proyecto universitario, sosteniendo en el corazón de cada uno de ustedes los sueños por una mejor universidad y alimentando día a día sus tareas cotidianas. A El, por tanto, debemos en primer lugar agradecer estos 25 años de fecunda historia. Y a Ustedes, por que dejan que el Señor trabaje sus corazones, para que este proyecto siga adelante gracias a lo que cada uno pone en esta historia concreta. Muchas gracias.

 

1 Extraídas de la Conferencia Central y del Acto de Entrega de la Gran Medalla Académica “Universidad Católica del Uruguay” a los Fundadores y del lanzamiento del Sello Conmemorativo -por parte de la Dirección Nacional de Correos-. Abril, 8 de 2010. Montevideo, Uruguay.

 

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