Los países y sistemas sanitarios han tomado medidas sin precedentes como respuesta a esta pandemia que afecta a la salud pública. Nuestro país, a 90 días de declarada la emergencia sanitaria, ante una situación dinámica y cambiante, con una realidad fronteriza amenazante, por el momento ha controlado la propagación explosiva de COVID-19. Las medidas de salud pública han generado daños colaterales. Este fenómeno, denominado “parapandemia”, ha perjudicado especialmente a nuestros niños, limitando sus controles en salud, derechos educativos, vulnerando necesidades básicas para su desarrollo, como la socialización y el aprendizaje, contemplados en la Convención de los Derechos del Niño. Algunos autores han expresado: “Los niños sufren perversamente en beneficio de los adultos”.
Muchas de las medidas de mitigación fueron realizadas en conjunto, considerando erróneamente que el rol de los niños en la diseminación de esta nueva enfermedad era similar a otros virus respiratorios. La actual evidencia nos informa que los niños transmiten e infectan menos, y en caso de hacerlo, desarrollan enfermedad más leve, siendo excepcionales las formas graves.
No existen recetas únicas y las estrategias de los diferentes países han oscilado entre medidas drásticas de confinamiento hasta otras más flexibles, que intentan contemplar y mitigar los efectos adversos de dichas medidas. Hay discusión sobre el verdadero peso de estas acciones, como el cierre educativo, en frenar la propagación de la enfermedad. Más aún, la mayoría de la evidencia científica indica el escaso impacto del cierre escolar en esta mitigación. Sin embargo, hay unanimidad que la clave del control es el cumplimiento por parte de la población de las medidas de distanciamiento físico sostenido, el monitoreo con testeo y el aislamiento de casos.
La suspensión de la atención y tratamientos ambulatorios de niños y adolescentes, sumado al cierre educativo, determinan pérdida de oportunidades de promoción de salud, detección e intervención de trastornos del neurodesarrollo y de salud mental que se incrementan en estas condiciones, así como discontinuidad en el tratamiento y rehabilitación de patologías crónicas.
Esta nueva realidad afecta en mayor medida a los grupos vulnerables, aumentando la brecha educativa preexistente en niños de contexto crítico. Si bien nuestro país tiene una gran fortaleza de conectividad y sistema informático educativo derivado del Plan Ceibal, en esta población de riesgo la desconexión con el sistema educativo es mayor. Más allá de los desafíos educativos, la amenaza adicional es la severa recesión económica que contribuye a exacerbar la pobreza infantil con sus consecuencias para la salud, el bienestar de los niños y su aprendizaje. El confinamiento prolongado también incrementa el riesgo de violencia de género, maltrato y abuso sexual en la infancia.
El comportamiento de la infección por SARS-CoV-2 en los países que vienen transitando la pandemia está mostrando que al menos hasta que esté disponible una vacuna efectiva, continuará circulando más allá de las medidas adoptadas, lo que hace necesario avanzar en la planificación de una nueva forma asistencial, incorporando la teleasistencia junto a la presencialidad, sin perder la humanidad y el compromiso que los pediatras han tenido históricamente con los niños y su familia.
En vísperas del ingreso invernal con el aumento habitual de las infecciones respiratorias que saturan los sistemas asistenciales, será clave nuestro compromiso en la promoción de salud para concientizar a nuestros niños, familias, personal de salud y población general en la importancia de las medidas de prevención. Debemos generar e incorporar nuevos hábitos, eficaces en esta pandemia y en otras virosis respiratorias, que fomenten el quedarse en casa para la población de riesgo, distanciamiento físico sostenido, higiene de manos, protección facial, ventilación, uso razonable de los espacios físicos e inmunización antigripal.
Las consecuencias sociales y económicas de esta crisis afectarán en mayor medida a niños de contexto crítico, donde será necesario reforzar políticas de apoyo duraderas y sostenibles.
En estos momentos difíciles, saludamos a todos los integrantes de esta Sociedad Científica con más de 100 años de historia, que siempre ha priorizado los derechos de nuestros niños. En esta nueva era donde estamos aprendiendo y teniendo que cambiar certezas a diario, mayor vigencia tiene la palabra de nuestro maestro y fundador, el profesor Luis Morquio, que luego de más de 30 años de ejercer la dirección de la cátedra se identificaba como “el alumno más viejo de su Servicio”.