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Archivos de Pediatría del Uruguay

versión On-line ISSN 1688-1249

Arch. Pediatr. Urug. vol.77 no.1 Montevideo  2006

 

OBITUARIO
Arch Pediatr Urug 2006; 77(1): 5-7

Maestra de maestras. 
Amiga de amigos






TUVE EL PRIVILEGIO de que la Prof. Irma Gentile fuera mi maestra y mi amiga.

Podría, por tanto, extenderme en detalles acerca de sus aportes desde su tarea en cuanto docente, pediatra asistencial e investigadora, pero quiero escribir sobre la mujer, la amiga, el ser humano y el ser social que vivió tan rica e intensamente como el ser profesional.

No por ello dejaría de recordar que con plena pero tardía justicia fue nombrada Profesora Titular de Pediatría, constituyéndose en la primera mujer que logró ese cargo en Uruguay. Quizás marcó el camino, en eso como en tantas otras actividades de su vida.

Tempranamente en mi carrera la conocí apasionada de la vida, de la amistad, de la esperanza de un mundo mejor, sobre todo para los niños y, quizás, para sus “niños solos” como llamaba, a veces, a los niños del Consejo.

“La medicina no es una carrera como todas”, decía, “es una forma de vida”. Y entonces desgranaba sus pensamientos sencillamente, con ese don de la palabra que a tantos escenarios fascinó: “la historia clínica es algo privado y así la debemos realizar, la historia clínica completa y perfecta siempre incluyendo la observación de la relación madre-hijo, el hacer posible que las familias hablen sobre sus inquietudes, sus miedos, sus creencias, escuchando con respeto y proximidad”. Eso le importaba mucho, el sentirse próximo, el escuchar, el tratar de entender, de acercarse al otro. No por casualidad realizó la primera investigación acerca de lo que comprendían los padres y las familias sobre las indicaciones médicas, concluyendo hace más de veinte años, que en general, los médicos no nos preparábamos para que los niños y sus familias nos entendieran. La relación médico paciente la ocupó siempre. Leía todos los artículos sobre el tema e instaba a sus alumnos a perfeccionar esa capacidad. El hablarle a los niños “con el respeto que merecen”, su alegría cuando a la consulta concurrían ambos padres, valorizando siempre la presencia de la madre y el padre en la crianza de los niños. Con otras autoras de aquella época afirmaba “desde las historietas infantiles también se desconoce el rol de la familia ¿quiénes son los padres de los sobrinos del Pato Donald? ¿Nacieron de dónde?”. La paciencia con las abuelas a las que, sin embargo, recomendaba “disfrutar a sus nietos” y respetar, aun en desacuerdo, las reglas de los padres. El doble mensaje de padres separados o de abuelas rencorosas le exasperaba y lo consideraba siempre un factor de riesgo para el desarrollo pleno de un ser humano. Su libro sobre puericultura acompañó y ayudó a muchas familias en la difícil tarea de criar a sus hijos.

Nos enseñó también a acompañar dignamente a un niño hacia su muerte, llorando por dentro pero siendo, hasta el final, apoyo para él y su familia.

Le preocupaban los aspectos éticos entre los médicos. Realizar una interconsulta en domicilio sin la presencia del médico de cabecera era una falta grave, así como le era muy doloroso que sus pacientes realizaran consulta a un tercero sin antes comunicárselo. Escribir una carta respetuosa, con la impresión clínica y recomendaciones, con letra clara, dirigida a quien le enviaba un niño en consulta formaba parte de sus más caras enseñanzas. También cuidó con especial cariño la relación con el personal de enfermería al que siempre nos enseñó a respetar y del que decía “son las personas en quienes muchas familias depositan sus problemas, más que en los médicos, son de quienes tenemos mucho que aprender”. Sin temor a equivocarme digo que el personal que compartió con ella largos años de tarea, aún hoy la echa de menos.

La brecha en las condiciones de vida de los niños uruguayos y de la región la llevaron a trabajar intensamente en lo individual y en lo colectivo. En lo individual luchó siempre por su formación, para lograr la excelencia y brindarla por igual a pobres y ricos. Sus investigaciones sobre las enfermedades infecciosas, las enfermedades hepáticas, constituyeron la fuente de consulta obligatoria para varias generaciones de pediatras del país y de la región. En el año 2000 organicé unas jornadas sobre “Enfermedades hepáticas en el niño”. Concurrieron expertas hepatólogas argentinas y brasileras para las que conocer a la Prof. Gentile fue “como verla salir del libro” que habían utilizado durante varios años. En lo individual también luchó por dar a sus “niños del Consejo” una calidad de vida digna y también, porqué no decirlo, una gran cuota de cariño. “Qué triste”, decía, “es que no tengan a alguien particular para querer, un padre, una madre, una familia, sólo tienen muchas ‘tías’, que con suerte permanecen algún tiempo en el Hogar”. Conocí de su tristeza por los niños y niñas que al saber que no tenía hijos le rogaban que se los llevara, que fuera su madre. Su lucha por que cada uno de ellos pudiera ser “ese ser único e irrepetible” que insistía eran, en tanto seres humanos. Se preocupaba por que no fueran todos vestidos iguales a la escuela, porque cada niño tuviera su lugar en el Hogar, sus cuadernos, sus ropas. “No quiero que sean sólo los botijas del Consejo, los que llevan las culpas de todo lo malo, los que no tienen visitas ni padres que los acompañen, que los defiendan.”

En lo colectivo se alineó con todos aquellos que tenían el sueño de un mundo mejor para los niños y así la vimos en conferencias, congresos, jornadas en que se discutían temas sobre niñez, desamparo, maltrato y abandono familiar e institucional, derechos de los niños y adolescentes, de la mujer, de los más desamparados.

Tuve la suerte también de compartir sus placeres de hogar: “florecieron las azaleas”, “aprendí un receta deliciosa”. Aún guardo en un libro de cocina una receta de puño y letra de un sencillo y fácil bizcochuelo “como para que lo pueda hacer rápido quien es madre, mujer y pediatra”. Conocí la alegría de compartir la infancia de sus sobrinos, el nacimiento de sus sobrinas nietas. Compartí también largas tertulias político literarias con amigos comunes, muy queridos, que se fueron, volvieron y muchos murieron, sumiéndola en profundas tristezas. Y aunque olvide a algunos, el Prof. Ramón C. Negro, el Prof. Joaquín Galiana y el queridísimo Hugo Alfaro fueron, por aquellas épocas difíciles, amigos inseparables con los cuales todo se compartía y con los cuales sin “ninguna duda, cambiaríamos el mundo”.

Fue una mujer hermosa, sus compañeros de generación le decían “ahí viene”; una mujer culta, lectora incansable, admiradora de la cultura francesa “no dejes de visitar la Place de Tertre, el Moulin de la Galette, el Museo Rodin, paseá por el Sena”, aconsejaba a quien visitaba París.

Como toda mujer que quería lo que hacía, y que hacía lo que creía que debía hacer fue querida por muchos, resistida por otros. Con alegría muchas la recordamos con aquel consejo para comenzar bien el día: decir bien fuerte antes de salir, soy hermosa, soy inteligente, “guardo un secreto y soy envidiada”. Todos quienes fuimos sus alumnos la recordamos por su capacidad de trasmitir su saber, de compartir sus sueños de un mundo mejor para los niños y quienes además fuimos sus amigos la recordamos por su intensa necesidad de querer y ser querida.


Prof. Dra. Alicia Montano
Directora Clinica Pediátrica “B”
Hospital Pereira Rossel

 

Prof. Dra. Irma Gentile


Los integrantes del Comité de Maltrato Infantil de la Sociedad Uruguaya de Pediatría lamentamos el fallecimiento de nuestra impulsora y compañera Profesora Irma Gentile  Ramos, la que nunca dejó de concurrir, llegando primera siempre con palabra certera y justa, reflejo de su gran conocimiento, experiencia y cariño a los niños más desprotegidos, guiándonos en nuestra labor.


Comité de Maltrato Infantil

 

 

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