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Archivos de Pediatría del Uruguay

On-line version ISSN 1688-1249

Arch. Pediatr. Urug. vol.73 no.3 Montevideo June 2002

 

 

Perspectivas de la pediatría del Uruguay para el nuevo milenio

Prof. Dra. Irma Gentile


La pediatría, medicina del hombre desde la concepción hasta su pasaje a la adultez, es la medicina de la edad evolutiva; cabalga sobre el crecimiento y el desarrollo. El centro de su interés es un ser que deviene, alguien cuyo mandato imperativo consiste en crecer, desarrollarse, madurar, aprender y socializarse. Cada niño es la síntesis irrepetible de fenómenos biológicos, psicológicos y sociales. Merced a un rico proceso de acuñamiento el producto de seres, cosas y acontecimientos se convertirá, a su vez, en productor de seres, cosas y aconteceres.

Nada de ello es fácil ni ocurre por gracia divina. En un mundo creado por y para los adultos nacer, crecer e integrarse con felicidad a la sociedad general es una aventura harto difícil. Lo es para los niños deseados, concebidos y esperados con amor y, más aún, para los malqueridos que llegan por casualidad y al margen de todos los programas. El amparo, el amor, la seguridad y el estímulo para acciones progresivas dependerán de su entorno y la pareja humana y la familia que los acojan. Por eso es imposible concebir a la Pediatría deslindada de otros cometidos como los que cumplen la Puericultura, arte de la buena crianza y la Pediatría Social.

Como ha dicho tan bellamente Florencio Escardó (1962)* "el niño es el hombre en el máximo estado de indefensión y sin posibilidad de valimiento directo en el juego social; nada puede entenderse de él sin comprenderlo y sin manejarlo según su situación básica construida por la biología. Cada niño lleva incanjeablemente su comunidad consigo".

Alguien cuyo apellido se perdió en el anonimato de los siglos dijo un día que "la Medicina algunas veces cura, frecuentemente alivia y siempre consuela".

Lamentablemente, no obstante los grandes avances del conocimiento y la práctica, quedan muchos problemas sin resolver, incluso los producidos por ciertos progresos, como la iatrogenia, la compulsión médica y su incapacidad para consolar.

El descubrimiento del genoma humano, en junio del 2000, alimenta razonablemente la esperanza de conseguir una mejor calidad de vida.

La misma sería bienvenida si no olvidáramos que un 12 de febrero de 1941 muchos científicos creyeron algo parecido cuando se aplicó la primera inyección de penicilina a un policía de Londres y se aseguró que el médico del futuro terminaría con las infecciones.

Las bacterias, no sólo no desaparecieron sino que encontraron en su experiencia histórica el arte de sobrevivir y producir nuevos daños.

Diversos ejemplos actuales muestran también el alto costo de muchas sobrevividas como las de los niños oxígeno-dependientes y la de otros, inmunodeficientes.

La lucha encarnizada por disminuir la mortalidad infantil es rica en encomiables ejemplos. En diversos países y grupos humanos hoy solo mueren dos niños cada diez. Parece entonces perverso preguntarse, como lo ha hecho Myers en 1994, qué le ha ocurrido a los otros ocho y también de qué mueren los que ahora mueren. Los EE.UU. de Norteamérica, el país más rico del mundo, sigue desde hace 20 años con 13% de pobres.

Los países industrializados tienen más de 100 millones de pobres y más de 5 millones carecen de techo.

"Los otro ocho" por los que preguntaba Myers, pagan hoy un duro tributo ligado al desarrollo injusto y la globalización desigual que vulneran numerosos valores y normas de nuestra civilización, sobreviven a la mundialización de la corrupción en un mundo en el que mueren anualmente 18 millones de hambrientos.

En 1995 las armas de fuego mataron en los EE.UU. de Norteamérica a 5300 niños; muchos más que los 3000 que mató la polio en 1952.

La brecha entre la opulencia y la pobreza es un problema mundial que aumenta y sigue sin resolverse.

En 1998 la UNESCO propuso como respuesta al reto de la pobreza diversas estrategias:

  • el desarrollo de las capacidades endógenas;
  • la promoción de la calidad de vida, especialmente en el medio rural;
  • la participación de la ciudadanía en especial en los municipios;
  • la educación permanente y no formal;
  • el aumento de la dignidad y formación democrática y el ejercicio de una cultura de paz.

En Uruguay todo ello integra muchas otras tareas incumplidas que debemos tener en cuenta. La situación ya conocida está compuesta por:

  • la infantilización de la pobreza;
  • la invisibilidad de los niños;
  • la feminización de la jefatura de hogar;
  • la precarización de los ingresos, que aumenta la incertidumbre en las edades medias y en las avanzadas;
  • los riesgos para la integración social (exclusión y marginación) y diferentes estilos de vida por zonas y dentro del propio país.

Debemos disminuir la desocupación laboral y mejorar los programas de salud.

Desde las primeras Declaraciones de Derechos Humanos se difunden periódicamente nuevas Declaraciones que siguen siendo declaraciones de papel mientras se sigue destruyendo el medio ambiente y proliferan las armas.

Como afirma UNICEF "cada vez que muere un niño de SIDA son violados todos los Derechos del Niño".

El descubrimiento del genoma es motivo de preocupación para muchos sociólogos y políticos que tratan de establecer límites éticos para la eventual inminencia de que sobrevenga la aparición de seres genéticamente perfectos. No es posible que a casi un paso de convertirse en émulo de Dios el hombre sea incapaz de evitar que todos los años cerca de 12 millones de niños mueran antes de haber cumplido los 5 años (CEPAL).

Muchos niños han demostrado la capacidad de sobrevivir peleando milagrosamente contra la adversidad.

Su resiliencia debe servirnos de estímulo y de ejemplo.

Resulta incongruente que, a casi un paso de transformar el mundo el Hombre sea incapaz de sentir que los otros son sus semejantes y no sus enemigos.

Si creemos que "los países caminan con los pies de sus niños" vale apostar, en función de esperanza, por un mundo con niños sanos, libres y felices; no en el de los tantos niños "invisibles" de hoy que siguen esperando a la vera de todos los caminos, el pleno goce de sus derechos, sino un mundo amanecido donde todos los niños sean, al fin sujetos de derecho y los auténticos protagonistas de su destino.

* Escardó F. LA Sociedad ante el niño. Buenos Aires: Eudeba, 1962 (41 pp).

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