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Archivos de Pediatría del Uruguay

versión On-line ISSN 1688-1249

Arch. Pediatr. Urug. vol.72 no.4 Montevideo dic. 2001

 

 

Homenaje al Profesor José María Portillo en el Día del Pediatra Uruguayo
24 de setiembre de 2001

Se transcriben textualmente los discursos pronunciados en un acto solemne realizado en el Anfiteatro Central del Centro Hospitalario Pereira Rossell, el 24 de setiembre de 2001, en ocasión de la primera celebración del Día del Pediatra Uruguayo.

Palabras de la Dra. Gloria Ruocco
Presidenta de la Sociedad Uruguaya de Pediatría


El 25 de abril de este año, la SUP, a través de sus autoridades elevó a su Asamblea la iniciativa de nombrar al profesor José María Portillo, su Presidente de Honor.

Sólo resaltaremos brevemente el marco de las consideraciones en que dicha propuesta fue aprobada por unanimidad.

En una rápida reseña de lo mucho realizado por el Prof. Portillo, se destacaron las características de su personalidad, reflejadas en la docencia y el trato personal con sus discípulos y pacientes: exigente en el cumplimiento, maestro en la enseñanza, compañero en los trabajos científicos, afectivo y horizontal en la relación.

Y por sobre todas las cosas moral y ético, hecho hartamente demostrado en la coherencia de sus decisiones y actitudes.

No hemos hallado mejor momento para ofrecerle nuestro homenaje que el día de hoy, 24 de setiembre, también designado en aquella Asamblea como "Día del Pediatra Uruguayo", en recuerdo del nacimiento del fundador de la Pediatría Nacional, el Profesor Dr. Luis Morquio, ocurrido en 1867.

La SUP no es la obra de una o pocas personas, sino de muchas que colaboraron, colaboran y viven a través de todo el país, pero evidentemente, la iniciativa y tenacidad de Morquio, acompañado por Pelfort, han sido los factores decisivos para su construcción.

Hasta hoy ellos han sido los primeros y únicos Presidentes de Honor de la SUP, nombrados el Prof. Luis Morquio en 1915 y el Dr. Conrado Pelfort en 1955.

En este primer año del siglo, los pediatras uruguayos hemos considerado que nadie como el Prof. José María Portillo merece formar parte de esa tema de gigantes de la pediatría.

Muchas gracias.

Palabras del Dr. Fernando Mañé Garzón


En esta época de recolonización a nuestra medicina debemos valorar las personalidades científicas de real relieve con las que hemos contado, tanto en su misión asistencial, como en su compromiso docente, como en su vocación hacia la investigación. Son ellos los tres componentes del verdadero universitario.

 


2001. Homenaje a la Pediatría Nacional en la persona de José María Portillo, que por unánime decisión designamos el tercer Presidente de Honor de la Sociedad Uruguaya de Pediatría. Fecha por demás significativa pues se cumple este año el centenario de las primeras contribuciones originales a la medicina universal, hechas por latinoamericanos: la del maestro argentino de clínica médica, Abel Ayerza (1861-1918), la arteritis secundaria de la arteria pulmonar, los llamados "cardíacos negros" o enfermedad de Ayerza; y la de Luis Morquio (1867-1935), el bloqueo aurículo ventricular-completo por herencia autosómica recesiva o enfermedad de Morquio II.

Estas coincidencias cronológicas nos conducen del modo más auténtico al significado de este homenaje pues las figuras de tres eminentes pediatras: Morquio-Pelfort-Portillo, que sin lugar a duda constituyen sólidos pilares de la pediatría uruguaya. Nos unen a través de un siglo a las auténticas bases de la ciencia latinoamericana.

La Sociedad de Pediatría ha sido siempre el ámbito de resonancia en nuestro quehacer académico y como tal hoy celebramos en su seno, el natalicio de su creador, Luis Morquio, "el día de Morquio", "el día del Pediatra". Ya nos separan 80 años, de aquel 15 de marzo de 1915 en que Luis Morquio y Conrado Pelfort fundaron a modo compulsivo nuestra sociedad,  hoy tan vigorosa como la quiso el maestro y la continuaron sus discípulos.

Se honra hoy en este homenaje tan merecido la persona que hoy más la representa y epitomiza: José María Portillo.

Nos cabe el doble honor de haber sido Secretario General de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, y del 1° Congreso Nacional de Pediatría (1964-1966) bajo la presidencia de José María Portillo, y que desde entonces se siguen realizando con el mayor éxito. Pero transformaré ese honor en testimonio.

Hoy elevamos la figura de nuestro maestro a la distinción de ser el tercer Presidente de honor de la Sociedad Uruguaya de Pediatría. Morquio, Pelfort y Portillo, cadena de perfeccionamiento y tradición. Y esta distinción no la merece Portillo por sus años, sino por haber recogido el mensaje de sus mayores y por la fecundidad de su generosa gestión universitaria y asistencial.

No es este el momento, sí sería el lugar, de trazar la vida personal y académica de Portillo, basta decir que no supo claudicar en los momentos que tuvo que transitar, en especial en los últimos años de su gestión, en que se vio relegado cuando no ignorado pero firme, pues lo guió siempre la seguridad de que su misión había sido cumplida con trabajo, talento y abnegación.

Brillante interno, cursó su carrera en el Instituto de Pediatría así como en el Ministerio de Salud Pública hasta acceder a Profesor Titular y Jefe de Servicio.

Integró una generación de condiscípulos, amigos que todos ellos formaron un período de excelencia de nuestra ciencia médica: Raúl Rodríguez Barrios, Raúl Di Bello, José B. Gomensoro y Román Arana Iñiguez.

Aunque llegó a asistir a clases de Morquio, inició su formación pediátrica formal ya fallecido el maestro, cuya presencia seguía vigente con sus más cercanos discípulos en la vertiente clínica; José Bonaba, Conrado Pelfort y Antonio Carrau. En ellos se consolida la tradición de Morquio. Sus primeros trabajos fueron colaborando con ellos: "Epidemia de poliomielitis" (1943), "Neumonías por aspiración", "Tratamiento de la meningitis supurada". Recordemos su tesis de agregación sobre las alteraciones de la inmunidad en los desnutridos: primera mención del tema en la literatura.

Del Instituto de Pediatría en el Hospital Pereira Rossell pasó como médico pediatra del Ministerio de Salud Pública, luego como docente al Hospital Pedro Visca, no sin recibir la influencia de la generación de profesores agregados de 1945: María Luisa Saldán, Euclides Peluffo, Julio R. Marcos y Alfredo Ramón Guerra, particularmente de los dos primeros. Se integra a la pléyade de jefes de servicio del Hospital Pedro Visca, ese hospital en el que junto a él también cursamos nuestra carrera pediátrica. Las figuras de Salvador Burghi, Héctor Bazzano, Juan José Leunda, a quienes va insensiblemente a sustituir y reunir en un solo haz que no es ni cambio ni innovación sino sublimación de un esfuerzo del que él supo tomar la responsabilidad.

La docencia pediátrica en el Hospital Pedro Visca se realizaba desde hacía muchos años a cargo de Salvador Burghi y Antonio Carrau pero adquirió aún más vigor al ser impartida primero por Julio R. Marcos y posteriormente por Portillo.

Fueron años fermentales. Portillo tomó a su cargo la docencia contando con la Sala 12 de Lactantes, y de niños mayor 13 y 14. Allí me inicié como Jefe de Clínica en 1957, luego de haber sido Interno del Instituto de Pediatría con Euclides Peluffo y del Servicio que fuera de Burghi desempeñado interinamente por Ramón Guerra. Portillo es entonces designado junto a su siempre cordial y afectivo rival Ramón Carlos Negro, Profesor Agregado en 1953.

Fui su primer Jefe de Clínica seguido por Aída Olivestein, 1957-1976: inolvidable compañera de años de ininterrumpida gestión. Así se pudo gestar una verdadera escuela, hija de la anterior, enriquecida en el ejemplo, con una real inquietud asistencial docente y de investigación clínica.

Portillo abordó con sus colaboradores los temas más actuales de la clínica: infecciones (meningitis supurada, neumonías, etcétera), nefropatías (recordemos el trabajo, uno de los primeros en el mundo, sobre la nefropatía del síndrome de Schönlein-Henoch) y sobre fiebre reumática, en la que fui su colaborador más estrecho, aportando la evidencia serológica de la infección estreptocócica, PCR, anti-estreptolisinas, así como su estudio como enfermedad social a la que aportamos estudios epidemiológicos con la valiosa colaboración de Gloria Ruocco.

Simultáneamente fueron surgiendo, al disminuir la incidencia de las enfermedades infecciosas y tener éstas una válida propuesta terapéutica, la prevalencia e importancia de las en un tiempo llamadas "enfermedades raras": errores congénitos del metabolismo, nefropatías genéticas, alteraciones de la morfogénesis, endocrinología pediátrica, es decir la genética clínica. Con Portillo hicimos el primer estudio sobre incidencia y frecuencia del hipotiroidismo congénito y de los errores congénitos de la homogénesis tiroidea en nuestro medio, tema que expusimos en los Cursos de Perfeccionamiento del Instituto de Pediatría publicado en uno de los volúmenes de su valiosa colección.

Paralelamente como médico neonatólogo de la Maternidad del Hospital Pasteur, abordó con éxito temas relacionados a la dificultad respiratoria del recién nacido y cuidado del prematuro y postmaduro. Creó un archivo ejemplar que nos permitió luego hacer, en base en gran parte a él, trabajos de investigación sobre la incidencia de malformaciones congénitas, acráneos, óbitos fetales, mortalidad neonatal, incidencia de mellizos, etcétera.

Como secuencia a esa inquietud creativa se fueron desarrollando en su Servicio y Cátedra, las especialidades pediátricas genética clínica, nefrología y gastroenterología, neuropsicología, cardiología, neumología, especialidades que hallaron allí, cuando no su cuna, su crecimiento y desarrollo.

Fue siempre el temperamento de Portillo dirigido a cumplir con responsabilidad y disfrutar del solaz necesario con alegría, sentido en disfrutar las actitudes risueñas, ingenuas o irracionales del hombre "cet étre ondoyant et divers" con un fino sentido del humor. No le conocemos otras anécdotas, salvo quizá sus pininos de guitarrista festivo con sus amigos ya nombrados. Pero muy pronto la deja colgada para volcar sus gustos hacia la música sinfónica. Podríamos decir que es un antidiletante, y sin duda allí esta su vigor, su concentración en la tarea emprendida.

En su "verte vieillesse" lo recordamos como fue, estricto, laborioso, minucioso semiólogo, erudito clínico, sagaz y curioso, pero también rezongón, exigente en el cumplimiento del deber, haciéndose el malo, "el pato Donald" fue el cariñoso mote que le pusieron los estudiantes. Nosotros, de haberle puesto uno, ¡no hubiéramos sido tan benévolos!

Sí peleador, disconforme, exigente y celoso de los que creó con pasión y ardor, ese estrés no fue para él motivo de condicionamiento isquémico, ni coronario ni neurovascular, por lo contrario parece haber actuado paradójicamente como vasodilatador, como lo prueban sus lozanos 90 años y casi 8 meses, pues a esa edad, como decía su amigo Juan José Crottogini, ¡los meses son muy importantes!

Este colmado anfiteatro es la mayor prueba de lo que al decir ¡presente! todos le debemos y que a más de un cuarto de siglo de haber dado por culminada su actuación directa, no diré su presencia, que bien la sentimos, le hacemos entrega en nombre de la pediatría nacional de ese honor que tanto merece.

Palabras del Dr. Edmundo Batthyány


Habiendo cumplido con la parte funcional de Secretario de la SUP, permítaseme unas reflexiones de tipo personal y que traje por escrito por si la emoción se traducía en balbuceos y lágrimas.

En la última Reunión del Comité Ejecutivo del Sindicato Médico del Uruguay se resolvió adherir a este homenaje al Prof. Portillo y se me asignó la representación.

Creo que en este caso hay que contradecir vigorosamente al antiguo anónimo poético que aconsejaba: "las cosas de admiración / no las digas ni las cuentes / que no saben todas gentes / cuáles son".

Apenas rescataré algunas facetas de la labor ejemplificante del Prof. Portillo para que queden grabadas en la memoria del colectivo.

Clínico minucioso y con gran exigencia en la semiología. Tanto en la labor hospitalaria como en su consultorio, no existían números de cama o patologías relevantes. Sin apuro, se sentaba luego de dar la mano a la madre y acariciar al niño, transmitiendo bondad y sin prisa.

El interrogatorio y examen físico del paciente nos llenaba de vergüenza por los elementos nuevos que hacía surgir y que nosotros no habíamos agotado totalmente. Sin soberbia ni petulancia daba su parecer luego de escuchar, y jamás descalificar, la opinión precedente.

Hoy en día, cuando la "medicina basada en la evidencia" se convierte en una exigencia en todas las escuelas de la salud, bueno es recordar que Portillo jamás usaba el autoritarismo de "yo vi uno igual", sino que con toda modestia nos convocaba a su escritorio para tomar desde su muy actualizada biblioteca los libros y leer sobre la afección.

Su cumplimiento docente era admirable. Con toda naturalidad era el primero en llegar, nunca después de la hora 8.00. Se retiraba largo pasadas las 13.00. Todos los días incluyendo los sábados. Cuando en la actualidad se habla de "formación docente" debe pensarse en este ejemplo.

Exigente con la investigación, pues sabía que ella era lo que distinguía lo universitario, aplicó en diversas afecciones para beneficio de sus pacientes sus conocimientos. Así se creó la Sala Especial de Meningitis Aguda Supurada enfrentando la epidemia que asoló nuestro país en 1973. Se creó lo que modernamente se llama atención permanente y cuidados progresivos con métodos de diagnóstico centralizado

Para enfrentar la fiebre reumática creó el Centro de Prevención, con un laboratorio especializado para despitaje del estreptococo y consultorio para la prevención secundaria, coordinando con el Departamento de Cardiología del Hospital de Clínicas.

Se realizaba educación médica permanente y continuadamente. Los cursos de actualización para becarios, médicos del Interior y de Montevideo eran una realidad integrada al quehacer cotidiano y que a nadie llamaban la atención.

Al igual que Piaggio Blanco en la Clínica Médica, Portillo logró una verdadera pléyade de discípulos que sentaron las bases de las especialidades pediátricas. Así la neonatología, nefrología, nutrición y digestivo, cardiología , genética, hematología, epidemiología, son algunas de las ramas troncales que deben a Portillo su primer y decisivo impulso.

Pero una faceta poco conocida es la del Prof. Portillo representante sindical. Fue miembro del Comité de Ética y Conducta Universitaria de la Facultad de Medicina representando un orden, el de Egresados, y un gremio, al Sindicato Médico del Uruguay.

Lo fue en un momento, recién salidos de la dictadura, en que asumir ese cargo era de altísimo compromiso.

Durante largos años nos representó con fallos que fueron históricos pero primordialmente como lo indica su raiz del latín: sindicato = con justicia.

El agradecimiento que el SMU ya le había transmitido en una sesión extraordinaria, ahora lo quiere hacer públicamente por mi intermedio, diciendo nuevamente: Prof. Portillo: ¡muchas gracias!

Palabras del Dr. José Portillo


Sra. Presidente de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, Prof. Dra. Gloria Ruocco. Colegas y amigos. Señoras y señores

En la fecha de hoy se celebra por primera vez el Día del Pediatra, que en adelante será recordado cada 24 de setiembre.

La ocasión es buena para señalar la labor realizada por centenares de pediatras procedentes de cinco generaciones en el curso del siglo XX y en lo que va del actual.

Esta labor ha sido habitualmente destacada, razón por la cual la pediatría uruguaya ha logrado ocupar un lugar distinguido en Latinoamérica.

No fueron pocos los estudiantes y médicos de países vecinos que vinieron a adquirir sus conocimientos pediátricos en este país.

Nuestra medicina debió su prestigio gracias a la sabiduría de grandes maestros como Pedro Visca, Soca, Ricaldoni, Navarro y Morquio.

El destino me dio la oportunidad de concurrir a las clases de Morquio, pero también la de aprender en el siempre cariñosamente recordado hospital Pedro Visca donde tuve como maestros a Carrau, Praderi, Zerbino, Burghi y Pelfort.

A este respecto quiero destacar la fuente de aprendizaje que para mí fue la figura de don Conrado Pelfort.

De gesto siempre adusto y a menudo "rezongón" fue en  realidad un hombre de gran calor humano lleno de afecto, honestidad y dedicación al trabajo.

Con él consolidé lo que ya había aprendido en mi educación hogareña.

Don Conrado fue un gran clínico que mucho me enseñó a pesar de no ostentar título docente. Fue una persona sencilla y modesta. Fue un gran director de los Archivos de Pediatría del Uruguay, que en su época se publicaba con increíble regularidad, apareciendo el primer día de cada mes.

Su labor fue tan minuciosa que personalmente leía y corregía cada trabajo científico antes de darlo a publicidad en la revista.

Estimo que evocar todo lo de positivo que nos dejaron nuestros maestros es un deber irrenunciable.

Por ello me parece lógico y natural que en su momento el Dr. Pelfort haya sido designado Presidente de Honor de la Sociedad Uruguaya de Pediatría.

Esto viene al caso para destacar que no considero justificado que se me honre con ese título.

Yo sé bien que la iniciativa partió de generosas figuras amigas quiénes en su afecto hacia mi persona, y animadas de la mejor intención, no han logrado aquilatar la enorme distancia que me separa de Luis Morquio y de Conrado Pelfort, quiénes fueron los únicos Presidentes de Honor que hasta la fecha ha tenido la Sociedad Uruguaya de Pediatría. Esto lo afirmo con absoluta sinceridad y totalmente desprovisto de falsa modestia.

Mi esfuerzo por la pediatría fue una constante que mantuve durante toda mi vida profesional, habiendo estado siempre muy vinculado a la Sociedad Uruguaya de Pediatría en la que integré varias veces su Comisión Directiva.

Lo que hice fue por considerarlo una actividad natural, acorde a las circunstancias, y sin que significara nada de extraordinario.

Ahora que llego al final de mi vida con mis largos noventa años debo confesar que este homenaje que hoy se me tributa me llena de orgullo y satisfacción.

Será siempre recordado con mucho cariño.


Muchas gracias.

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