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Revista Uruguaya de Cardiología

versión On-line ISSN 1688-0420

Rev.Urug.Cardiol. vol.29 no.1 Montevideo abr. 2014

 

Artículo de revisión 

Rehabilitación cardíaca después de un síndrome coronario agudo 

Dr. Gerard Burdiat1 

1. Cardiólogo. Servicio de Cardiología. Asociación Española. Montevideo, Uruguay.
Correo electrónico:
gburdiat@mednet.org.uy 

Palabras clave:
    SINDROME CORONARIO AGUDO
    REHABILITACIÓN

Keywords:
   ACUTE CORONARY SYNDROME
   REHABILITATION

I. Introducción 

Los datos epidemiológicos muestran que la prevalencia de cardiopatía isquémica en nuestro país va en descenso en los últimos años, sin embargo continúa en el primer lugar entre las causas de muerte, junto al accidente cerebro-vascular(1). Los progresos en las técnicas de reperfusión y revascularización coronaria han reducido la severidad y las complicaciones del síndrome coronario agudo (SCA)(2,3). Pese a ello, el número de pacientes discapacitados por esta causa es sustancial, por lo que la prevención secundaria cobra un papel relevante en su rehabilitación, buscando la disminución de la morbimortalidad y la mejoría de la calidad de vida a largo plazo. 

La rehabilitación cardiovascular (RC) ha sido definida como “el programa desarrollado por un equipo multidisciplinario de trabajo a largo plazo que incluye la evaluación médica, prescripción de ejercicio, modificación de los factores de riesgo cardiovascular, educación y consejos médicos. Está designado para minimizar los efectos psicológicos y fisiológicos de la enfermedad cardíaca, reducir el riesgo de muerte súbita o reinfarto, control de los síntomas y reversión de los procesos ateroscleróticos, mejorando el estado psicosocial y ayudando al rápido reintegro laboral”(4-6)

Hay factores que determinan la evolución y el pronóstico de los pacientes que han sufrido un SCA: edad, comorbilidades, área de miocardio infartado, función ventricular, localización y extensión de la isquemia residual, etcétera(7,8). El estado del miocardio afectado posevento va a determinar las consecuencias funcionales en el futuro. La RC actúa para revertir, en la medida de lo posible, los efectos deletéreos sobre sobre el sistema cardiovascular, pero también tiene efecto beneficioso sobre el sistema músculo-esquelético. El ejercicio programado actúa sobre la sarcopenia que ocasiona el reposo, con pérdida de fuerza muscular y disminución de la densidad de mineral óseo, de mayor magnitud en los pacientes revascularizados quirúrgicamente y en los adultos mayores (figura 1)(9)

Después que el paciente ha sido estabilizado se debe iniciar precozmente un programa de RC coordinado por especialistas. El personal mínimo involucrado en primera instancia será: cardiólogo, enfermera, fisioterapeuta y nutricionista. El objetivo inicial es la comprensión de la enfermedad coronaria, su aceptación y el inicio de su rehabilitación, erradicando mitos y preconceptos. Más adelante nos referimos detalladamente a las condiciones necesarias para un correcto manejo durante la internación y luego del alta.  

 

II. Efectos cardiovasculares del ejercicio físico 

El objetivo de la actividad física precoz es evitar la pérdida de mecanismos fisiológicos y bioquímicos que se presentan rápidamente con el reposo en cama. El movimiento y una actividad física reglada, acorde a cada paciente y patología, trae como primer efecto positivo un mantenimiento de la masa y función del ventrículo izquierdo (VI), disminución del estrés oxidativo producido por el daño celular y mejoría de los mecanismos antioxidantes del miocardio. El entrenamiento físico parece tener un efecto protector contra la apoptosis cardíaca, ya que modula genes relacionados con la muerte celular(10-14)

En los pacientes con insuficiencia cardíaca la actividad física mejora el gasto cardíaco, observándose un efecto de remodelación inversa del VI con leves mejoras en la fracción de eyección y reducciones en el diámetro diastólico final. Secundariamente, reduce la frecuencia cardíaca en reposo demostrando una disminución del tono simpático. Esta reducción de catecolaminas se acompaña de una disminución de los niveles de angiotensina II, aldosterona y factor natriurético auricular luego de algunas semanas de entrenamiento(15)

La actividad física mejora la disfunción endotelial coronaria al atenuar la vasoconstricción arterial paradojal de los vasos epicárdicos, efecto que también se observa a nivel de las arterias periféricas(16)

En los últimos años se ha descrito también una mejoría en la vasodilatación de las arterias pulmonares. Es así que la resistencia vascular pulmonar disminuye luego de seis meses de entrenamiento(17).
 

Beneficios asociados 

La actividad física regular modula la frecuencia cardíaca (FC), consiguiendo una disminución de la basal, un menor incremento al esfuerzo, menor posibilidad de alcanzar niveles de isquemia y aumento del umbral de aparición de arritmias ventriculares, con menor actividad simpaticomimética(18). La FC elevada está asociada a mayor tasa de eventos adversos y su disminución, a través del estímulo parasimpático con el entrenamiento, minimiza la aparición de estos(19,20). El entrenamiento favorece también la rápida recuperación de la FC posesfuerzo y cuanto más rápida sea mejor será el pronóstico a largo plazo. Lo deseable es un descenso de ³ 12 latidos en el primer minuto(21,22). También es muy conocido el efecto favorable del ejercicio aeróbico en la regulación de la presión arterial, reduciendo la sensibilidad a los beta receptores y a los receptores colinérgicos posejercicio, con una significativa disminución de la secreción de noradrenalina(23,24). Más discutido es el desarrollo de capilares y circulación colateral coronaria (observado en estudios experimentales con animales)(25).  

También se producen efectos beneficiosos de la actividad física a nivel sistémico sobre el metabolismo de la glucosa, de los lípidos y del tejido adiposo, en la función del músculo esquelético, en la fuerza de los músculos de la ventilación, en la densidad ósea, en la coordinación locomotora, en el bienestar psicológico con mejoría de los cuadros depresivos, todo lo cual mejora la calidad de vida del paciente(25-27) (figura 2).


III. Seguridad y eficacia de la rehabilitación cardiovascular 

Seguridad 

La RC es segura si se siguen las pautas establecidas con vigilancia estrecha y respeto por los límites establecidos para cada paciente. No hay datos de estudios aleatorizados recientes en cuanto a la tasa de complicaciones graves, pero se reporta un evento no fatal (paro cardíaco resucitado, infarto de miocardio no fatal, arritmias ventriculares graves) cada 80.000 a 300.000 pacientes/hora de ejercicio y el riesgo de una muerte cada 300.000 a 780.000 pacientes/hora de ejercicio, entre enfermos coronarios no seleccionados(28-31). De todas maneras, en los grupos supervisados esta posibilidad es muy infrecuente. Hemos reportado recientemente que durante 13 años de actividad de RC en nuestra institución, con más de 230.000 pacientes/hora de trabajo físico, no han ocurrido muertes(32,33)

Eficacia 

La RC ha demostrado eficacia en la mejoría de la clase funcional, así como en reducción de nuevos eventos fatales y no fatales, lo que ha sido documentado en numerosos estudios aleatorizados y metaanálisis. Se ha demostrado una mejoría del consumo máximo de oxígeno (VO2máx) promedio del 38% luego de seis meses de entrenamiento(34) y una mejoría del pico máximo de O2 entre 11% a 37% (p<0,001) obtenidos en pruebas de esfuerzo cardiopulmonar previos y posteriores a períodos de tres a seis meses de RC(35,36)

En un estudio aleatorizado realizado por Hammill y colaboradores en 2010, se demostró una reducción de la mortalidad de 47% (HR 0,53; IC 95%, 0,48-0,59) y una disminución del riesgo relativo de infarto de 31% en aquellos pacientes que habían asistido a 36 sesiones de RC comparados con los que solo habían participado de una sesión (HR 0,69; IC 95%, 0,58-0,81)(37). Un año después, Lawler y colaboradores publicaron un metaanálisis que incluyó 34 estudios aleatorizados, con más de 6.000 pacientes sometidos a terapia física, demostrando una reducción significativa de la mortalidad global (HR 0,74, IC 95% 0,58-0,95), de la muerte de causa cardíaca (HR 0,64, IC 95% 0,46-0,88) y de nuevo infarto no fatal (HR 0,53, IC 95% 0,38-0,76)(38). Un estudio de la Clínica Mayo analizó en forma prospectiva, con seguimiento medio de 6,3 años, a 2.395 pacientes consecutivos de una cohorte cerrada que habían sido sometidos a angioplastia coronaria (ATC). Se compararon grupos que habían participado de RC más de tres meses (40%) contra los que no lo habían hecho, demostrando 47% de reducción de la mortalidad global (HR 0,54, IC 95% 0,41-0,71, p<0,001) y 39% de reducción en mortalidad de causa cardíaca (HR 0,69, IC 95% 0,41-0,91)(39). Suaya y colaboradores también reportaron, en un metaanálisis de estudios aleatorizados con cinco años de seguimiento pos ATC (267.427 pacientes), que la participación en programas de RC se asociaba a una disminución significativa de las comorbilidades; hasta 28% de disminución de la mortalidad global y hasta 31% de reducción de la mortalidad cardíaca, donde más de la mitad de este beneficio era atribuible exclusivamente al ejercicio físico(40). En otro estudio de seguimiento a diez años, Maroto Montero dividió en forma aleatoria dos grupos de pacientes posinfarto de miocardio, uno sometido a RC versus otro de control y demostró una reducción significativa (p=0,04) de la mortalidad por todas las causas en el grupo de RC, con 91,8% de supervivencia en dicho período(41)

Relación costo-beneficio 

La RC reduce reingresos hospitalarios, número de consultas médicas o visitas a servicios de urgencia, mejora los síntomas y disminuye la necesidad de medicamentos, todo lo cual condiciona una reducción de gastos al sistema de salud. Asimismo, abate los costos derivados de ausencia laboral y los gastos en pensiones por incapacidad(42). 

El costo-efectividad de una intervención puede medirse en años de vida ganada contra el dinero gastado con la misma. Los trabajos de Oldridge, y más tarde de Ades, establecieron que se consigue un ahorro significativo con la RC, con mejor costo-efectividad que la terapia trombolítica, la ATC, la cirugía de revascularización e incluso la medicación para descender el colesterol. Estos autores concluyen que si la totalidad de los candidatos fueran incluidos en programas de RC se lograría abatir un 35% los gastos en salud ocasionados por la enfermedad coronaria(43-45)

La evidencia contundente a favor de la RC ha llevado a que las guías de tratamiento posangioplastia la indiquen con un nivel de recomendación I (B) y ha sido incluida en la cobertura económica realizada por los servicios de Medicare y Medicaid en Estados Unidos(46)

 

IV. Desarrollo de un programa de rehabilitación cardiovascular 

Luego del SCA, los pacientes deben ser incluidos rápidamente en un programa de RC, pues cuanto más precozmente se los involucre mayor será la adherencia al tratamiento. 

La progresión de la RC en el enfermo que ha padecido un SCA se realiza en cuatro fases sucesivas desde el diagnóstico hasta el alta alejada, según pautas de la American Association of Cardiovascular and Pulmonary Rehabilitation (AACVPR)(47) y refrendadas para Sudamérica en el Consenso de Rehabilitación Cardiovascular y Prevención Secundaria de las Sociedades Interamericana y Sudamericana de Cardiología(31)

Fase I. Aguda u hospitalaria 

Se extiende hasta el alta sanatorial y su duración es variable según el tratamiento recibido, severidad del cuadro clínico y la evolución. Cuando se realiza solamente tratamiento médico o angioplastia, la internación de los pacientes de bajo riesgo dura promedialmente 3 días (1-5 días)(48). Cuando se practica cirugía de revascularización en paciente no complicado el promedio de internación posoperatoria es de 6-7 días(49). En los casos no quirúrgicos se comienza desde el primer día con movilización pasiva precoz, adoptando la posición sentada al borde de la cama y ejercicios de pies y piernas a cargo de fisioterapeutas entrenados. Si el paciente se encuentra estable, a partir del segundo o tercer día puede caminar en la habitación algunos minutos dos veces al día, bañarse asistido y continuar con ejercicios asistidos. Luego del tercer día puede sentarse en el sillón, levantarse al sanitario, caminar lentamente algunos minutos y realizar ejercicios sin asistencia, supervisado por fisioterapeuta. Al cuarto día se levanta libremente en su habitación, se baña solo, camina por el sector dos veces al día y continúa con ejercicios supervisados. En esta primera fase se progresa lentamente consiguiendo un nivel de ejercicio de 2 a 3 Mets. En el paciente quirúrgico los tiempos son más lentos y dependen del curso posoperatorio inmediato. 

En esta fase hospitalaria tiene una gran importancia la labor educativa del paciente y su familia sobre la enfermedad coronaria, procedimientos efectuados, cambios necesarios en el estilo de vida, alimentación y medidas de prevención secundaria. Es el momento apropiado para comenzar el programa de supresión tabáquica y ofrecer el apoyo psicológico y social que sea necesario. Se deben brindar explicaciones detalladas sobre reinicio de actividades laborales, vida sexual y actividad física. 

Fase II. Inmediatamente luego del alta 

La duración promedio de esta fase es de 12 semanas. El plan de ejercicios debe acompañarse de las medidas de prevención secundaria que incluyen un cambio en el estilo de vida, ajuste nutricional y medicación adecuada a cada caso. 

Lo más apropiado es llevar a cabo esta fase en un centro especializado en RC. Los recursos humanos básicos de estas unidades son el cardiólogo, médico deportólogo, fisioterapeuta, profesor de educación física, nutricionista, psicólogo y asistente social. Todos los integrantes del equipo de RC que trabajan en el gimnasio deben estar, por lo menos, entrenados en medidas de soporte vital básico y el cardiólogo responsable de la sala en soporte vital avanzado. Los grupos de pacientes deben tener un máximo de ocho a diez asistentes. 

Para la prescripción del plan de ejercicios, cada paciente debe ser evaluado en su condición clínica y su situación física (Clase I, nivel de evidencia A). Al inicio del programa, según las características individuales, puede realizarse una prueba ergométrica limitada por los síntomas o un test de caminata de 6 minutos (Clase I, C). Con ello se elabora un informe y se estratifica el riesgo individual según la clasificación de la AACVPR, que los clasifica en alto, moderado y bajo riesgo(47) (tabla 1).

 

No hay acuerdo unánime en cuanto a si todos los pacientes deben estar bajo monitorización telemétrica en cada sesión de RC en las primeras 12 semanas posevento(6,31). Cuando ello es posible, la monitorización se propone para todos, pero en los lugares donde no es fácil contar con esta herramienta es aceptable realizarlo solamente en los pacientes de riesgo alto. Si los pacientes de riesgo moderado no son monitorizados, el cardiólogo debe estar presente o disponible inmediatamente durante cada sesión de ejercicios. Los pacientes clasificados en bajo riesgo pueden realizar actividad física con profesor de educación física o fisioterapeuta, sin supervisión médica directa y permanente pues el riesgo de complicaciones es extremadamente bajo(31,50)

Programa de entrenamiento físico 

En este capítulo se tendrán en cuenta cuatro variables: frecuencia semanal, tipo de ejercicio, intensidad y duración del programa. 

El entrenamiento físico comprende tres sesiones semanales de 60 a 80 minutos de duración efectuadas en el gimnasio del centro de RC. En cada sesión se realiza un entrenamiento aeróbico en cinta o bicicleta ergométrica más una actividad de calistenia o gimnasia, con ejercicios de calentamiento previo y enfriamiento posterior incluyendo los ejercicios de elongación. Inicialmente la actividad puede ser discontinua, con pausas según la tolerancia, para ir haciéndola continua y de progresión gradual (variable de acuerdo a la experiencia del entrenador). 

La intensidad del esfuerzo se aplicará según fórmulas. Una de ellas es la frecuencia cardíaca de entrenamiento (FCE). Se calcula de manera individual, basándose en los resultados de las pruebas de esfuerzo (si la hubiera) o del test de caminata de 6 minutos. Si no existen signos clínicos o electrocardiográficos de isquemia, la FCE durante el primer mes será el 75% de la alcanzada en los estudios funcionales y posteriormente llegará a 85% (Clase I, C). En los pacientes betabloqueados se sugiere, al inicio, no superar los 20 latidos sobre la FC basal. Otra forma de regular la intensidad es trabajando con una percepción del esfuerzo entre 11 y 14 de la escala de Borg (6 a 20). Por encima del 85% de la FC máxima (80% del VO2max), el riesgo de complicaciones cardiovasculares aumenta significativamente. El consumo de energía será de 1.500 a 2.000 kcal/semana (Clase I, B)(5)

Acorde a la evolución, entre las cuatro y siete semanas posevento es aconsejable realizar una prueba ergométrica submáxima o limitada por síntomas (no olvidar que la mayoría de esta población está betabloqueada), con lo que se podrán adaptar las cargas de trabajo y permitirá reestratificar al sujeto pudiendo ser asignado a un grupo de menor riesgo(5). Si alcanza 5 Mets sin síntomas puede volver a su vida regular e incrementar la actividad física. De lo contrario trabajará al 50% de su capacidad aeróbica máxima (Clase I, C). En pacientes con isquemia miocárdica residual debe mantenerse la FCE en diez latidos por debajo del umbral de isquemia. 

Los ejercicios de fuerza o resistencia después de un SCA han demostrado ser muy eficientes, con baja tasa de complicaciones cuando se siguen las normativas(51). En pacientes no quirúrgicos, de bajo o moderado riesgo, se inician entre la segunda y la tercera semana de la fase II, con baja carga, varias repeticiones, dos a tres veces por semana. En los pacientes con cirugía de revascularización, una vez estabilizados, se puede comenzar con mancuernas y barra de pesas para miembros superiores luego de la sexta a octava semana, manteniendo cargas por debajo de 4-5 kilos, con aumentos lentos, progresivos, según tolerancia. El trabajo de miembros inferiores empieza tan pronto sea posible junto con los ejercicios aeróbicos. Estos ejercicios pueden ser efectuados con el propio peso del paciente, bandas elásticas, poleas, pesas livianas, barras, y, cuando se disponga, de máquinas o circuitos de pesas. Este tipo de ejercicio no está recomendado hasta después del tercer mes de la cirugía y no deben ser realizados cuando el paciente esté inestable clínicamente, con hipertensión arterial no controlada, falla cardíaca, arritmias complejas o valvulopatías severas(51,52)

Prevención secundaria 

En esta etapa todas las medidas de prevención secundaria deben estar en marcha. Debe evaluarse el índice de masa corporal y la composición corporal. En los pacientes con sobrepeso u obesidad se demandará la pérdida de un 10% del peso corporal durante las fases I y II (Clase I, B). En este período es muy útil la detección de apnea del sueño (Clase IIa, B). Se recomienda alcanzar un perímetro abdominal <102 cm en el hombre y <88 cm en la mujer, pero en los casos de alto riesgo y/o con múltiples factores de riesgo es deseable lograr <94 cm y <80 cm en hombres y mujeres, respectivamente (5). Asimismo es fundamental el abordaje del tabaquismo (I, B), el screening de depresión (I, B), control y regulación de la presión arterial (I, B) y adecuado manejo de la glicemia y los lípidos sanguíneos (I, B), con indicación de estatinas para todos (I, A). Deben obtenerse datos de laboratorio posalta, especialmente glicemia (HbA1c en diabéticos), perfil lipídico, e índices de funcionamiento renal y hepático (I, B)(5)

Si no hay contraindicaciones se debe estimular a que el paciente realice caminatas diarias, progresivas en duración e intensidad, de acuerdo a las semanas que lleva del alta. Al finalizar esta fase se deben repetir los tests psico-físicos que se realizaron al inicio(31)

Fase III. De transición o mantenimiento precoz 

Los pacientes que obtienen una mejoría en la fase II y están asintomáticos pasan a la fase III donde se incrementa la intensidad de la actividad física. 

Se insiste en la optimización del control de los factores de riesgo, manteniendo sesiones de actividad física supervisada tres veces por semana más la actividad extra que el paciente pueda realizar por su cuenta. Importa mantener y/o incrementar la capacidad funcional y garantizar el bienestar psicológico. 

Los pacientes ingresan en esta etapa con una capacidad funcional ³6 Mets en las pruebas de esfuerzo, ya saben controlar la intensidad del ejercicio mediante la escala de Borg (13 a 15) y realizar el control de la frecuencia cardíaca. Los ejercicios de equilibrio cobran fundamental importancia en esta etapa, sobre todo en adultos mayores, por lo que se recomienda practicarlos dos a tres veces por semana. Duración promedio de la fase 12 semanas. 

Fase IV. Mantenimiento tardío. Fase alejada 

Los pacientes ingresan a esta fase cuando ya se han controlado los factores de riesgo, han hecho cambios en su estilo de vida y han aprendido lo suficiente sobre cómo mantener su salud cardiovascular. Con la ayuda profesional, ellos son los responsables de su progreso, de su bienestar psico-físico y de la prevención de recaídas aplicando todas las medidas aprendidas. La actividad física se realizará una mayor cantidad de días en la semana (cinco a siete) y se mantendrán los planes nutricionales. Ya no están supervisados por médico en las sesiones y se agregan otras actividades al aire libre o bajo techo: caminatas, bicicleta, hidrogimnasia, trabajos de flexibilidad y resistencia. En algunos casos se autoriza realizar juegos recreativos no competitivos (volley, tenis, etcétera). Esta actividad no debe ser inferior en intensidad a 5 a 6 Mets. 

Esta fase es de duración indefinida, podemos decir que es para toda la vida. Se deben lograr cambios permanentes en el estilo de vida apuntando a lograr una mayor autoestima, retorno laboral precoz y reinserción social. Asimismo se les recomienda mantener el contacto periódico con el cardiólogo tratante y la práctica de estudios pertinentes para un control adecuado. 


V. Reintegro a la actividad 

Reintegro laboral 

Si bien no es el objetivo de esta revisión, nos parece importante considerar la vuelta al trabajo y/o a la actividad normal de un paciente que ha sufrido un SCA. En este aspecto las guías proponen que luego de un evento no complicado, sin injuria miocárdica, resuelto con ATC exitosa, asintomático, la vuelta al trabajo puede realizarse pocos días después del alta. Es importante pesquisar posibles riesgos con el regreso al trabajo: esfuerzo, turnos, factores ambientales, estrés, riesgo para terceros, etcétera(8)

En el resto de los pacientes es imprescindible determinar el monto de injuria del miocardio, reaparición de síntomas, arritmias y fundamentalmente la capacidad funcional. La misma será evaluada por un test de caminata de 6 minutos o bien con una prueba ergométrica, mientras que la función ventricular izquierda se evaluará con un ecocardiograma Doppler. Los pacientes que tienen función sistólica del VI normal, realizan un esfuerzo >5 Mets en la ergometría sin anormalidades clínicas ni electrocardiográficas, están aptos para todo trabajo. Los casos con tareas especialmente intensas (carga de pesos, albañilería, etcétera) deben ser considerados individualmente. En cambio, los pacientes no quirúrgicos que tienen disfunción ventricular izquierda significativa o isquemia en las pruebas funcionales pueden llevar a cabo trabajos de oficina siempre que su capacidad de ejercicio sea ³5 Mets(53)

En los pacientes quirúrgicos se espera el alta del cirujano y que la esternotomía haya tenido buena cicatrización. En general, luego de los dos meses pueden ser sometidos a la evaluación antes mencionada. 

Actividad sexual 

Es muy común que los pacientes cardíacos se enfrenten a problemas sexuales, sobre todo impotencia, disminución de la libido y trastornos de la eyaculación. La causa de estas dificultades puede estar en patologías asociadas (urológicas, diabetes, etcétera), edad avanzada, depresión, temor a precipitar un nuevo evento, y pueden ser exacerbadas por la medicación prescrita en prevención secundaria. El 5% de los episodios de angina de pecho, menos de 1% de los infartos y 0,5% de las muertes súbitas suceden durante el acto sexual. Estos eventos son más frecuentes en aquellas personas sedentarias, con enfermedad coronaria severa o con síntomas de angina a mínimos esfuerzos y en situaciones que se salen de la norma(54)

En general se autorizan las relaciones sexuales luego de una a dos semanas de un infarto no complicado, o incluso antes si se realizó ATC exitosa sin lesión miocárdica. En casos de cirugía cardíaca es mejor esperar entre seis a ocho semanas para permitir un correcto cierre de la herida esternal. 

Los pacientes con angina a pequeños esfuerzos o mínima actividad deberían abstenerse hasta haber estabilizado su situación. En cambio, aquellos que pueden caminar 15-20 cuadras a paso normal, o desarrollar más de 5 Mets en la ergometría sin molestias, están en condiciones de mantener relaciones sexuales. Los pacientes deben reportar cualquier síntoma adverso al médico o a un miembro del equipo de RC(54). Es razonable considerar el tratamiento farmacológico de la disfunción eréctil en cada caso, con el uso de sildenafil o tadalafil siempre que no estén recibiendo nitratos. 

Todos los aspectos prácticos del retorno a una vida normal pueden manejarse mejor en charlas y reuniones grupales, incluso con la participación de familiares. Ello aumenta la adherencia al tratamiento médico farmacológico, la modificación de estilos de vida y al cumplimiento de chequeos periódicos (clínicos, análisis de laboratorio y otros estudios). Nuestra experiencia y la de otros grupos de nuestro medio han sido exitosas en ese aspecto(55,56)


VI. Expectativas de la rehabilitación cardiovascular 

Las expectativas de la RC son la mejoría de la calidad de vida del paciente, la disminución de la morbimortalidad cardiovascular y global, el acortamiento de los plazos de reintegro laboral y social, la disminución de costos por invalidez, reinternaciones y nuevos procedimientos invasivos. Hay que recordar que la mejoría conseguida con el entrenamiento físico puede ser alcanzada por los enfermos coronarios, con independencia del tamaño del infarto o de la severidad de la disfunción ventricular. Se debe dar mayor divulgación de los beneficios de la RC, estimular su desarrollo y la participación en estos programas. En nuestro país la tasa de abandonos de los programas de RC es cercana al 50% a los seis meses y para algunos autores alcanza 70%-80% al año(57). Es preocupante el escaso conocimiento y derivación a estos programas por parte de los médicos y la mínima participación por parte de los pacientes. En diferentes países el porcentaje de inclusión en programas de RC es muy variable, en Estados Unidos es cercano a 20%, mientras que en el conjunto de Latinoamérica es inferior a 10% y en nuestro país ronda el 4%(58)

Para obtener la mejoría esperada en los pacientes y lograr el impacto deseado en la sociedad, la prevención secundaria y la RC deben convertirse en herramientas prioritarias en el manejo de la enfermedad coronaria. Es necesario educar sobre los beneficios de la RC y eliminar las barreras que dificultan su implementación, integrándola entre las prestaciones obligatorias de nuestro sistema de salud asegurando de ese modo su financiamiento. De lo contrario corremos el riesgo “de perder el barco y la oportunidad de ayudar debidamente y a tiempo a nuestros pacientes”, como afirma el Dr. Randal Thomas, Past-President de la AACVPR(59)

 

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