EDITORIAL
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La SUC que queremos

La SUC que queremos

Quino, a través de su entrañable Mafalda, ejemplificó de forma jocosa cómo “lo urgente no deja tiempo para lo importante”. Seguramente siempre fue así, pero igualmente las grandes cosas, por acción o inacción, se han ido resolviendo y nuestro mundo individual ha ido evolucionando. Parece obvio resolver primero lo que nos tiene ansiosos, intranquilos y satura nuestra “RAM”. Atender primero las cosas que pueden tener una consecuencia adversa inmediata y fácil de objetivar. Pensamos que en poco tiempo lo solucionamos y luego en paz, con fundamentos firmes y todo lo que tengamos en el “disco duro”, nos abocaremos a las pocas cosas importantes. No se me ocurre otra manera de pensar, aunque estoy convencido de que las mentes brillantes siguen otros procesos.

Supongo que es porque hoy vivimos a mayor velocidad y eso implica que los plazos son cada vez más cortos. Hacia el éxito personal se debe transitar por un camino que nos demanda cada vez más funciones y ello también acorta el plazo para las acciones. La competencia es cada vez mayor y siempre hay alguien que nos estimula a apurarnos. El bosque es un continuo y tenemos la impresión de que solo hay chances de ver los árboles. Además, todo debe hacerse bien de acuerdo a normas o códigos externos y que parecen absolutos. Seguramente porque es más práctico solucionar el hoy en base a ellos, que cuestionarlos y retrasarnos.

Esta estrategia puede llevarnos a un progreso individual real, pero también vamos asumiendo un rol de víctimas, en la medida que vamos sobreviviendo en escenarios que aparentemente definen “otros”.

Muchas veces creemos tener identificados a esos “otros” y nos da bronca escucharlos poniéndose en situación de víctimas. No les importa o no se dan cuenta que en su afán de superación están pasando por encima del colectivo. Viven solucionando sus problemas inmediatos sin pensar en las cosas importantes, ni en las consecuencias a largo plazo. Lástima que nunca tenemos un espejo cerca para ver el mismo efecto de nuestro accionar o de nuestras omisiones.

Similar dinámica y forma nos parece que se repite y se repite en los distintos ámbitos o niveles de decisión. No es que no haya tiempo para lo importante, es que estamos resignados a que ello lo resuelven otros. Ni siquiera lo consideramos una tarea pendiente, sino algo que muchos ya pensamos que no nos pertenece. La culpa es de algún “imperialismo” y con eso todo lo que hacemos, bueno o malo, está plenamente justificado.

En esa vorágine, un día nos encontramos con que el trabajo no nos satisface, cansados hasta la distracción, enojados con los pacientes, faltos de conocimiento técnico, con problemas de salud importantes y problemas familiares graves, cobrando menos que profesiones con menor responsabilidad y dedicación horaria.

Es seguro que alguno igual logrará ser cabeza de ratón, aunque sea a costo de muchas cosas importantes. Entre ellas, perderse la oportunidad de ser parte de un león. Un servicio, una sociedad, una profesión, un sistema de salud o un país león.

Por varios motivos coyunturales, estamos en un momento en que es posible comenzar a transitar hacia mejoras profundas y abarcativas, pero las tareas son muchas e imposibles de realizar por pocas personas. Por otro lado, si son llevadas adelante por un grupo reducido de voluntaristas es una contradicción en sí misma.

Tendríamos que aceptar que todos somos algo víctimas y victimarios, por acción o por omisión. Tendremos que aceptar la historia del otro y darle un voto de confianza para comenzar a hacer las cosas de forma distinta.

Tolerancia, profesionalismo y participación, creemos que son las palabras claves.

Dr. Alejandro Cuesta Holgado
Presidente de SUC