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Revista Uruguaya de Cardiología
versión impresa ISSN 0797-0048versión On-line ISSN 1688-0420
Rev.Urug.Cardiol. vol.24 no.1 Montevideo mayo 2009
Homenaje al Prof. Dr. Carlos E. Romero
Palabras del Dr. Gerard Burdiat en el “Día del Cardiólogo”,
celebrado el 12 de setiembre de 2008
Una vez más y como en años anteriores, la Sociedad Uruguaya de Cardiología quiere realizar un justo y merecido homenaje a otro distinguidísimo colega y socio, figura cimera de la cardiología nacional, que está aquí presente y que se ha ganado un lugar en nuestros corazones.
Me han pedido que sea breve, lo intentaré, aunque no es nada fácil a la hora de recrear y evocar los aspectos relevantes de la vida de una personalidad.
Es para todos nosotros un orgullo y especialmente a mí me resulta muy emotivo realizar una semblanza de un esforzado e incansable profesional que lleva a cuestas sus más íntimas certezas intocadas. Inmune a todo tipo de virus llamado amnesia, cumbre de la sencillez y dignidad, de sonrisa cálida y gestualidad serena, voz pausada pero profunda, trasmite convicciones que hacen desterrar cualquier cuestionamiento.
Nacido en Montevideo en los albores de la segunda Guerra Mundial, fue brillante estudiante escolar y liceal, comenzando su carrera de Medicina en 1958.
A poco de iniciada ésta se incorpora a la Cátedra de Biofísica, ejerciendo luego como docente por 18 años hasta 1978, alcanzando el grado de Prof. Agregado.
En forma paralela, a fines de los años ’60 comienza su vinculación con la cardiología en épocas del Prof. Dighiero.
Se gradúa como médico en 1968 y como cardiólogo en 1974, ocupa el primer cargo docente en esta especialidad en 1975, llegando a desempeñar el grado de Prof. Titular de la Cátedra a fines de los ’90 y cesando por límite de edad en el 2004.
Más de 30 años de romance con la cardiología lo han llevado a editar como coautor varios libros sobre la especialidad y numerosísimos artículos científicos. Últimamente, disfrutando de una vida más apacible, ha incursionado en el arte de la fotografía y la escritura en prosa con el libro “Ane doctas” (Anécdotas de doctores).
Ya todos sabrán que me estoy refiriendo al Prof. Dr. Carlos E. Romero, o simplemente Carlos.
Dentro de nuestra Sociedad ha ocupado todos los cargos relevantes: Presidente en 1985, donde le conocimos como un orador elocuente, de acento justo y destacada dialéctica. Ha sido integrante del Consejo Científico, Comité Asesor, Comisión de Certificación de Productos, Comité Organizador y Presidente del Congreso Uruguayo de Cardiología en 1985, delegado ante USCAS, representante por Uruguay en el Comité Científico del Congreso Mundial de Cardiología realizado en Argentina en el 2008.
Fue el Editor de la Revista Uruguaya de Cardiología desde su fundación en 1986 hasta 1994, pasó luego a integrar el Consejo Editorial, siendo nombrado nuevamente Editor responsable a partir de este año.
Podemos afirmar sin dilaciones que ha sido un motor imprescindible para seguir llevando a cabo una tarea titánica, la de colaborar permanentemente en la conducción de los caminos de nuestra querida y no siempre bien valorada Sociedad de Cardiología y de toda la cardiología nacional. Ha actuado con honestidad y sin afán de gloria, con sus ideales bien firmes y sustentados en su sólida base, lo que lo distingue como un espejo para el reflejo de futuras generaciones.
Afectuoso sin exteriorizaciones, justo sin rigidez, austero y equilibrado, ha sido un verdadero maestro. Más que un maestro diría yo, por ese tranquilo aplomo de su pensamiento, valor inapreciable del saber hacer, educar, orientar y dirigir, junto al aspecto humano que predicó y cultivó como nadie en la relación médico-paciente, lo han caracterizado como un verdadero sabio, porque ha logrado hacer realidad aquel proverbio que dice: “Por más compleja que sea la vida, sabio es el que la simplifica”.
Creímos que nadie como Carlos, hombre que ha estado en sempiternas nupcias con la Sociedad Uruguaya de Cardiología, podría ser merecedor de tal reconocimiento. Y esto no es darle un adiós sino una comunicación de la prolongación de su generoso compromiso para con todos nosotros.
Lo invitamos entonces a acercarse al estrado para hacerle entrega de una plaqueta que le recuerde por siempre este acontecimiento.