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Revista Médica del Uruguay

versión On-line ISSN 1688-0390

Rev. Méd. Urug. vol.26 no.3 Montevideo set. 2010

 

Kempis Vidal Beretervide

Dr. Antonio L. Turnes*

 

I

¿Qué es lo que lleva a recordar a personas como Kempis Vidal Beretervide? Desde una óptica más modesta, yo creo que es la resistencia al olvido. Sí, porque hay una doble muerte, la muerte biológica, física, que a veces es abrupta, que otras veces se hace en etapas prolongadas, (…) y luego está la muerte por el olvido, a la que se resisten los familiares, nos resistimos los amigos. (…) Queremos rescatarlo de esta segunda muerte, que sería la más injusta: la del olvido.

Carlos A. Gómez Haedo

Kempis José Vidal Beretervide† , para quienes no lo conocieron, fue una de las figuras más destacadas de nuestro mundo universitario y médico, abarcando en su actividad más de 60 años de la vida de nuestra Facultad de Medicina, a la que ingresó con 16 años, en 1939. Un verdadero niño prodigio, que jamás especuló con la promoción de su figura, ni buscó difundir su imagen bajo ningún aspecto. Fue un trabajador clínico y científico, un investigador creativo y de una modestia sin par. Su potencial intelectual le permitió hacer en un solo año, como alumno libre, el primer y segundo año del liceo; más tarde haría lo mismo con los dos años de preparatorios. Su educación primaria la había recibido en el Colegio Alemán, continuando luego en el Liceo Nº 1 José Enrique Rodó.

Su madre, Alba Beretervide, fue una maestra uruguaya, de origen vasco, nacida en Durazno. Su padre, José Vidal y Más, era catalán, oriundo de Lérida y, según cuentan, muy alegre, enseñándole algunas canciones en catalán. Pero don José falleció cuando él tenía 5 años. El segundo matrimonio de su madre fue con el Prof. José R. Bujalance, que era docente en la Facultad de Química y uno de los propietarios de Laboratorios Galien, ubicados entonces en la calle Sitio Grande y Arroyo Grande. Allí trabajaría Kempis muchos años después, introduciéndose en el aprendizaje de los misterios de la industria farmacéutica.

II

Entre sus compañeros de primaria en el Colegio Alemán, estuvo Mario Benedetti, quien guardaría un entrañable recuerdo. Cimentaron una larga amistad. Cuando tiempo después de su fallecimiento, el 4 de junio de 2003, en el día del que podría haber sido su 81º cumpleaños, el Sindicato Médico del Uruguay le tributó un homenaje, el escritor, que por entonces se encontraba en Madrid, hizo llegar la siguiente carta(1)

"Con Kempis nos conocimos en plena infancia. Ambos fuimos alumnos del Colegio Alemán cuando este tenía su sede en la calle Soriano. En ese entonces, las clases se dividían en A y B. Las A estaban integradas por aquellos alumnos que en cuyas casas se hablaba alemán. Las B por aquellos alumnos que en cuyas casas se hablaba español. Ahí empezó nuestra amistad, que perduró a través de los tiempos, los buenos y los malos.

En los tres últimos grados, Kempis y yo compartimos el premio al mejor alumno del colegio, que por cierto nos fue entregado por el mismísimo embajador de Alemania en Uruguay. Al final de nuestra estadía en el Colegio, surgió lamentablemente en Alemania, la figura de Hitler y eso desperdigó a buena parte de los alumnos. Nuestra amistad se mantuvo a pesar de los distintos rumbos que tomaron nuestras vidas. Kempis dio comienzo a su brillante trayectoria universitaria, que abarcó nada menos que dos carreras. Yo en cambio, apenas pude terminar secundaria en el Liceo Alemán, y luego como estudiante libre, ya que tuve que ayudar económicamente a mi familia, que por distintas y lamentables razones, enfrentaba muchas dificultades.

De todos modos nos seguíamos visitando. Kempis venía a menudo a mi casa, donde gozaba de la simpatía de mis padres, y yo, por mi parte, iba a la suya, donde conocía a su madre, siempre tan inteligente y afectuosa. Varios años después, calculo que andaríamos por la treintena, tuvimos otro inesperado lugar de encuentro. Yo había encontrado una profesión: la de taquígrafo, con la que me ganaba la vida e integraba con otros colegas, entre ellos el inolvidable Mario Jaunarena, un equipo que se dedicaba a tomar las actas de los Consejos de las distintas Facultades de la Universidad. Nos presentábamos anualmente a concurso y durante varios años obtuvimos en buena ley el desempeño de ese cometido. Personalmente cumplí tareas taquigráficas en las Facultades de Química y de Humanidades. En el período en que trabajé como taquígrafo en la Facultad de Química, me encontré con una agradable sorpresa. Kempis que ya era doble profesional, integraba el Consejo de Química como representante de la Facultad de Medicina. De manera que nos veíamos y nos comunicábamos al menos una vez por semana.

Luego el país desembocó en la dictadura militar y algunos de los tipos progresistas de cualquier profesión, fuimos empujados a diversos exilios. Kempis, que militaba en el Partido Comunista, emigró, creo que a Venezuela, y yo, que integraba el Consejo del Frente Amplio, emigré sucesivamente a Argentina, donde fui amenazado de muerte por la Triple A y luego expulsado. A Perú, único país en el que estuve preso y de donde fui también expulsado; a Cuba, donde integré el Consejo de la Casa de las Américas y finalmente a España. Después de doce años de exilio, pude volver a Uruguay; también Kempis regresó y fue toda una alegría reencontrarnos. Él y su familia me invitaron a su casa y nos pusimos al día con el relato de nuestras respectivas peripecias por el ancho mundo. Luego los trastornos de salud se ensañaron con nosotros. A Kempis lo alcanzó la enfermedad que acabó finalmente con su vida, tan pródiga tanto en lo personal como en lo profesional. Por mi parte tuve que viajar a España con cierta urgencia y allí fui operado dos veces del corazón y me colocaron un marcapasos, que por ahora funciona bien.

La noticia del fallecimiento de Kempis me afectó profundamente, ya que su duradera amistad fue una de las mejores cosas que me pasaron en mis ochenta y dos largos años. Que ahora el SMU haya decidido realizar un homenaje a Kempis, me parece un reconocimiento más que merecido a quien fuera una de las figuras más destacadas de nuestra cultura universitaria.

Un abrazo, Mario Benedetti".

III

Fue practicante interno entre los años 1944 y 1947, ocupando el segundo lugar en el concurso de oposición para 36 cargos, cuando en su generación habían ingresado 190 estudiantes. El primer puesto lo ganó Atilio Morquio, según el mismo Kempis Vidal diría después, un brillante anatomista y clínico. Fueron sus compañeros de guardia en el Hospital Maciel: Carlos Mendilaharsu, que sería primero médico, luego neurólogo y más tarde psicoanalista y fundador de la neuropsicología; Helmut Kasdorf, primer profesor de oncología radioterápica; Germán Schroeder, que nada tenía que ver con el profesor de neurología Alejandro Schroeder, y decía que era el "espíritu santo", porque no era ni el padre ni el hijo; en una época inolvidable, de la que Carlos A. Gómez Haedo, que también alcanzaría la titularidad de una Clínica Médica y de los internistas primeros más destacados, sería uno de los más laboriosos "leucocitos". Fueron sus profesores más recordados el mencionado Alejandro Schroeder, primero en histología, más tarde en neurología; Bernardino Rodríguez, un sabio, grande y de enorme modestia, con quien aprendió mucho y publicó numerosos trabajos; Julio C. García Otero, brillante clínico; Pedro Larghero, un destacado profesor de cirugía que le ofreció hacerse cargo del Servicio de Neurocirugía que se proponía entonces fundar. Las anécdotas y memorables humoradas de aquellos años de transición antes de graduarse, las recordaría él en un reportaje realizado por Silvia Scarlato en diciembre de 1994(2) . Entre otras, sellaron las puertas del dormitorio de la guardia (en el bicentenario Hospital Maciel) y la llenaron de agua, a modo de piscina, para hacer la "pantomima acuática" remedando la obra musical de George Frederick Haendel. Allí nadaban y hacían guerrillas de agua, en calzoncillos. Así repitieron la hazaña varias veces, hasta que en cierta ocasión alguien quiso disparar y abrió la puerta de golpe, con lo cual salió un torrente de agua, justo cuando pasaban dos monjas que al ver a los practicantes en calzoncillos se santiguaron. Si bien la hazaña fue imitada por otras guardias, a ellos correspondió el hallazgo prioritario. Germán Schroeder preparaba un plato que denominaba la "cloaca de mariscos", más allá de la cazuela. En un ámbito donde el Servicio de Urgencia del Hospital Maciel se caracterizó desde su fundación, en 1912, por tener una exquisita sensibilidad gastronómica. Recordó algunos rasgos de un cirujano famoso, el denominado "bureau", que además fue un gran anatomista e historiador de la medicina. Así contó un par: "En una oportunidad, había escrito un folleto para alertar y prevenir sobre las enfermedades que podían provocar las moscas. Entonces, un día, como se había empezado a insistir mucho en este asunto de combatir las moscas, decidió escribir otro libro a favor de las moscas. Otra vez, nosotros lo llamamos para operar desde la guardia y cuando fue al hospital le dijimos que había un muchacho para ser operado de apendicitis; entonces cuando lo vio nos dijo, 'no, los pardos no tienen apendicitis'. Enseguida preguntó qué otro caso había y le dijimos que había una muchacha con un embarazo ectópico que estaba sangrando mucho, entonces nos dijo: 'denle una Aspirina'. Cuando ya se iba, se dio media vuelta en la puerta y nos dijo: 'están sorprendidos, ¿no? Bueno, ustedes saben lo que tienen que hacer, no lo que yo les dije. Lo que pasa es que me estoy ejercitando para enseñar al revés'. Porque resulta que los estudiantes no querían que fuera reelecto profesor de cirugía porque era demasiado exigente con los alumnos, entonces, en venganza, él decía que iba a empezar a enseñar al revés para vengarse así de los estudiantes".

IV

Entre 1947 y 1952 fue jefe de Clínica Neurológica, y prosiguió entre los años 1952 y 1956 como asistente en el mismo Instituto de Neurología Dr. Américo Ricaldoni, uno de los más emblemáticos de nuestro mundo médico. En 1953 ingresó como asistente del Departamento de Farmacodinamia y Terapéutica, cargo que desempeñó hasta 1962. Allí siguió como profesor adjunto desde 1958 en que comenzó la adscripción, para formarse en lo que hoy sería equivalente a un profesor agregado, hasta que fue electo en 1970 como profesor titular, en régimen de dedicación exclusiva. Paralelamente había alcanzado el cargo de profesor titular de Anatomía y Fisiología comparadas en la Facultad de Química y Farmacia, entre 1954 y 1970. Una vida consagrada a la enseñanza, la investigación y la clínica, en orden diverso, según las épocas.

En la actividad clínica, se dedicó integralmente al Centro de Asistencia del Sindicato Médico del Uruguay como médico neurólogo hasta que optó por la dedicación exclusiva en farmacología, por lo que debió renunciar a aquélla. Nunca le preocuparon sus ingresos, ni pujó por prebendas o beneficios. Ejerció con dignidad todos sus cargos y vivió exclusivamente de su trabajo profesional, como docente, clínico e investigador, con un presupuesto sumamente sencillo, que le permitió, no obstante, desarrollar un hermoso hogar con su compañera de toda la vida, Raquel, una asistente social, y cinco hijos: dos varones y tres mujeres. Un dato curioso: cuando asumió la Cátedra de Farmacología y Terapéutica, al tener la responsabilidad de su conducción, ya en régimen de dedicación exclusiva, se horrorizó de la escasez de medios con que la misma contaba. Entonces sugirió la posibilidad de obtener ayuda económica por medio de contribuciones voluntarias para mantener ese departamento. Rasgo indudable de su pensamiento utópico unido a una increíble bondad.

V

Su dedicación a la investigación científica fue abundante y calificada a nivel nacional e internacional. Publicó artículos de gran impacto en las más importantes revistas mundiales de farmacología, y también varios libros: en 1950 uno sobre Métodos biológicos de valoración de algunos medicamentos y hormonas que fue ampliamente comentado en Europa y América; realizó la síntesis y el estudio de las acciones del clorhidrato de succinilcolina, vastamente citado en las principales revistas de anestesiología desde 1955 y una droga curarizante de amplio uso en esa especialidad durante muchas décadas. En 1954 publicó en Francia Depression du segment STT comme expréssion du syndrome électro-cardiographique hypometabolique du myocarde, en colaboración con Orestes Fiandra. Realizó cuatro tesis de adscripción: sobre estudio experimental de la isquemia cortical renal; sobre la acción bradicardizante de la succinilcolina; sobre algunos aspectos farmacológicos de la cloropromazina y de la llamada hibernación artificial, y acerca de un nuevo método de valoración biológica de noradrenalina en mezclas con adrenalina; una tesis de agregación sobre farmacología y sus clínicos del dibazol. Obtuvo el Premio Dr. Luis Calzada, en 1969, con su trabajo On the Pharmaco-logy of Guanoxan. Numerosos trabajos sobre moléculas sintetizadas por él, gangliopléjicos, curarizantes; acción paralizante de la sinapsis de la dimethosimethyl-furano chromone (Khelline); estudio farmacológico y clínico de un nuevo curarizante: succinilcolina, en 1952; y muchos más, que sería una larga nómina, en publicaciones francesas, británicas, alemanas, húngaras y americanas.

Sus publicaciones en el área clínica y terapéutica en neurología fueron también de importancia: Retículo-endoteliosos y sistema nervioso, en 1950; Neuropticomielitis aguda, en colaboración con Bernardino Rodríguez y Hugo Malosetti, en 1948; La máscara inflamatoria de los tumores intracraneanos, con Bernardino Rodríguez, en 1953-54; Polirradiculoneuritis a forma atáxica o pseudo tabética (de Marinescu y Von Santha) con Bernardino Rodríguez; Sobre una observación de neurofibromatosis a localizaciones centrales, de extraordinaria complejidad clínica, con Bernardino Rodríguez y Juan Medoc; The degree of denervation and inhibition in poliomielitis and the prognostic value of electrodiag-nosis, en colaboración con B. Fuster, J. Viñoles y W.G. Coleman; Enfoques reflexológicos de algunos problemas del lenguaje, en 1960.

Tal vez fue uno de los testigos privilegiados, a la vez que actor de primera línea, en los cambios formidables que en el campo de la farmacología y terapéutica ocurrieron en la segunda mitad del siglo XX. Él mismo relataba en el reportaje de Silvia Scarlato, en 1994: "…Yo siempre le digo a los jóvenes y a los estudiantes que este avance vertiginoso tiene sus riesgos, sus ventajas y sus desventajas. Pero mire, empecemos viendo a través de un ejemplo gráfico lo que han sido los aspectos positivos de estos avances. Cuando yo iba a la Clínica de García Otero, había prácticamente siempre un promedio de cinco tifoideas por sala, de las cuales, se morían la cuarta parte y no había tratamiento posible. Otro ejemplo: nos enseñaban que si hacíamos un diagnóstico de meningitis tuberculosa, había que repetir la punción lumbar tres veces antes de darle la noticia a la familia, porque era una enfermedad 100% mortal. Estos son apenas dos ejemplos de muchos. Cuando yo empecé a desempeñar mi actividad docente en farmacología y terapéutica, ya habían aparecido algunos medicamentos muy importantes, pero como ve, aparecieron sobre el final de mi carrera. Las sulfonamidas y la penicilina en primer lugar, y luego otros antibióticos derivados que fueron surgiendo de a poco. Pero en los últimos 20 años el desarrollo de la farmacología ha tenido un avance y una multiplicación exponencial y, por lo tanto, también lo ha tenido la terapéutica. En este desarrollo han contribuido enormemente las universidades y también los laboratorios de la industria farmacéutica. Hoy día no hay más tifoidea. Años después de recibirme, cuando hice una visita ocasional al Instituto de Higiene, el Prof. (Federico J.) Salveraglio, que era el director en ese momento, me llevó a ver un enfermo. Era un caso de tifoidea. En tres días se curó. El cambio era radical debido a la cloromicetina. Los casos de tuberculosis y de meningitis tuberculosa se curan y hay medicamentos hasta para elegir. El cambio ha sido fabuloso. Y en el área de las afecciones cardiovasculares ha sido otra gran revolución. En mi época había, por ejemplo, dos tipos de hipertensión: la maligna, que no había cómo tratarla, y la benigna. En los casos de hipertensión maligna lo que se hacía era una operación quirúrgica que consistía en la extirpación del sistema simpático –una operación feroz y sumamente riesgosa–. La presión bajaba durante un tiempo hasta que volvía a subir y el enfermo se moría. Entonces, fíjese, hipertensiones malignas hoy no hay. Porque aparecieron los antagonistas del calcio, los inhibidores de la convertasa, una enzima, aparecieron los betabloqueantes… y entonces, con todos estos hallazgos se modificó completamente la terapéutica cardiovascular. Por otra parte, el tratamiento del cáncer ha sido otro campo en el que yo todavía no puedo acostumbrarme a ver la cantidad de casos que ahora se curan. Antes no se curaba nada. Solamente existía el recurso parcial de la extirpación a través del acto quirúrgico. Ahora hay tratamientos que en muchos casos curan completamente un cáncer. De modo que cambió radicalmente la medicina. Y haber asistido a ese proceso de cambio vertiginoso es el privilegio que tengo y que tienen muchos de mi generación. Lo que también es cierto –y ahora me voy a referir a los riesgos a los que hacía mención– es que se está tendiendo ahora un poco a un abuso comercial de los medicamentos. (…) Yo no estoy muy seguro de que se cumplan, por ejemplo, en todos los casos, las reglas que se exigen –con legislaciones variables en los diferentes países– de ensayos necesarios para poner en circulación cualquier medicamento. Entonces ocurre que el médico queda un poco librado a la confianza que le puede generar o no determinado laboratorio. Lo más grave es que los laboratorios que tenían más seriedad y más trayectoria también empiezan a dejar de ser confiables. Le pongo un ejemplo: pongo la TV y veo un reclame de un paracetamol –que es un analgésico anterior a la Aspirina–; entonces en el reclame aparece un muñequito al que le ponen el analgésico en la boca y la pastilla se va a la cabeza del dibujo. A mí me dio una especie de mezcla de indignación con tristeza… porque es una propaganda en la que no se explica nada y además se desnaturaliza el proceso del organismo en el que se muestra que la píldora se va derecho al cerebro –lo cual es un disparate–. Y después han seguido apareciendo todo tipo de aberraciones tan grandes que ya me acostumbré. El comercio en este sentido es apabullante y creo que además a esto se agrega el menosprecio al Tercer Mundo, donde se sabe que recibimos medicamentos que han sido declarados inconvenientes en el mundo desarrollado (…)".

Más adelante refiriéndose a los ensayos de los fármacos en experimentación y sus diferentes fases, decía: "(…) Lamentablemente hay un uso indiscriminado de ciertos medicamentos –particularmente de los antiinflamatorios no esteroides– que producen efectos secundarios y que merecen una utilización medida. Esto es resultado de haber introducido muy rápidamente en el mercado un aluvión de medicamentos –consecuencia de la proliferación tan vertiginosa de la que hablábamos– y yo tengo la impresión de que los laboratorios han abandonado un poco la seriedad en aras de una comercialización y una competencia desenfrenada entre ellos".

No obstante sus importantes creaciones científicas, que tuvieron amplia repercusión en el mundo, hasta nuestros días, sus descubrimientos no fueron objeto de reportajes ni noticias hasta mucho después de su desaparición física. Era un ser en armonía con su conciencia, y la sola percepción de que había hecho el bien a través de alguno de sus hallazgos, era recompensa suficiente para estar en paz consigo mismo y con el mundo.

VI

Su firmeza ideológica y su compromiso con los principios universitario, le llevaron a renunciar a su cargo como respuesta a ser sumariado (con prohibición hasta de entrar a la Universidad) por negarse a firmar el texto de la Declaración de fe democrática elaborado por la dictadura "el cual consideré no ajustado a nuestro ordenamiento legal" (como dice en su renuncia) y firmar un texto alternativo elaborado por él. Marchó entonces al exilio en Venezuela, desempeñando tareas como profesor titular de farmacología en la Facultad de Medicina de Barquisimeto, desde 1975 hasta fines de 1984, en que retornó al país. Allí hizo docencia e investigación en el área farmacológica, y también numerosas publicaciones. A su retorno a Uruguay fue repuesto en su cátedra hasta el cese por límite de edad. Luego continuó realizando investigación en el mismo laboratorio hasta el año 1993, en que fue designado Profesor Emérito de la Facultad de Medicina. En 1986 había ganado el premio Claude Bernard, otorgado por la Asociación Médica Franco-Uruguaya, con una estadía en Estrasburgo de tres meses, desde marzo de 1987.

VII

Fumador intenso, de cuatro cajillas diarias, padeció diversas patologías por esa causa. Estando en Estrasburgo, hizo un infarto agudo de miocardio anteroseptal, que él mismo se diagnosticó hasta en la localización y por el cual no consultó. Para sorpresa de su hija Inés, destacada cardióloga, que lo recibió semanas más tarde en Madrid, había hecho efectivamente esa lesión. Kempis recordaba entre risas que su hija le había dicho que como médico había estado brillante, pero como paciente una bestia. Ya de regreso en Uruguay, le hicieron una cinecoronariografía y ante la advertencia de que su vida peligraba si continuaba fumando, dejó inmediatamente de hacerlo. Hasta el punto de no poder tolerar de buena gana que alguien lo hiciera cerca suyo. Estando en pleno goce de sus facultades y con nuevas investigaciones en curso, fue afectado por un cáncer de laringe que le condujo inexorablemente a la muerte. Un médico certificador le había justificado una larga licencia por enfermedad en 1972, por laringitis crónica y corditis papilomatosa.

VIII

Kempis Vidal, al cumplir 65 años en 1987, y en consecuencia cesar como profesor director de Farmacología y Terapéutica, solicitó continuar en régimen de dedicación total para investigación en el departamento, sin obligación docente de pregrado; le renovaron por otro período, hasta que en 1993 fue designado Profesor Emérito.

La última publicación sobre la Farmacología de las eucaínas, que, como relató el Prof. Raúl Ruggia en el citado homenaje, tiene un prólogo del profesor Montas Trout de Toulousse, entre otros conceptos expresa:

"…era pues oportuno revisar un grupo de análogos farmacodinámicos de la cocaína. Si las eucaínas eran productos sintéticos tratando de mejorar la acción de la cocaína como anestesia. Se habían sintetizado dos –las A y las B– y él sintetizó otra que les llamó las gammas eucaínas."

"Todo este trabajo de síntesis y publicaciones, continuaba Ruggia, piensa qué proyección debe haber tenido, porque todos estos productos que sintetizó Kempis fueron muy citados en la literatura mundial, es decir que esos productos tuvieron destino y fueron modificados y sirvieron". Con respecto a las eucaínas, continuó:

"para responder a los interrogantes planteados por el autor en su presentación, una multitud de técnicas de farmacología experimental han sido desplegadas. No se puede sino admirar el magnífico y emocionante panorama farmacodinámico descubierto a lo largo de las páginas. Gracias a todas estas experiencias animadas por el amor del hecho biológico, conducidas con rigor exquisito de la fisiología clásica. Expuesta y aseguradas por un apoyo estadístico, ilustradas por muy bellos trazados. Las conclusiones se desprenden de ellas".

IX

Hombre de enorme cultura, disfrutaba de la literatura, la música y la pintura, en todas las cuales destacaba por su amplio conocimiento. Políglota, hablaba y escribía con fluidez en inglés, francés, alemán, italiano, ruso, además de conocimientos de árabe, catalán y portugués. Desarrolló vínculos valiosos para el país en el campo de la farmacología en los cuatro puntos cardinales. Todo ello en un continente de gran modestia. Cultivó un fino humor y fue capaz de dirigir importantes equipos de docentes e investigadores, en todos los cuales despertó adhesión, colaboración y sobre todo una enorme admiración y cariño, cimentados en el trabajo cotidiano a lo largo de muchas décadas. Diría de él la Prof. Carolina Seade, que con los años ocuparía la misma cátedra: "Era impaciente como investigador, tremendamente exigente consigo mismo y en ese entonces era una etapa de trabajo reservada casi en exclusiva con el Prof. Agdo. Hugo Trinidad, un hombre que siempre estuvo al lado de él mientras vivió y que fue un compañero permanente de todas sus horas de investigación. Cualquiera hubiera dado la vida por formar parte del equipo de Kempis, con Hugo y la auxiliar que trabajó hasta las últimas experiencias , la señora Zoraida Baamonde." Y en otro pasaje, agregaba: "Kempis Vidal tenía un remarcado espíritu del humor, tremendo humor negro y en algunos momentos me resulta imposible pensar a Kempis sin Folle, sin Esponda, sin Trinidad, porque además compartían un lenguaje en clave.

Cuando había alguien muy ambiguo, es decir que un día estaba con uno y otro día estaba con otro, era 'el mucilaginoso'. Y había muchos mucilaginosos y seguirán habiendo muchos. Los cuatro usaban ese lenguaje. Un mucílago, un mucus. Tenía otras cosas formidables como por ejemplo: '…a ver quién recibe a fulana'. 'Fulana' podía ser la más brillante investigadora del mundo que venía al departamento, o una alumna o alguien que venía a hacer una consulta. Cuando le decían quién era, él contestaba 'Ah no, no, no, atendela vos, es el antídoto de la lujuria'. Quería decir que era feísima... Después con el correr de la historia, con enorme sorpresa, fuimos incorporando a nuestro vocabulario: el mucilaginoso, el antídoto de la lujuria y muchos más.

Había otro personaje que se llevaba todo lo bueno para su laboratorio. Tenía esa costumbre, entonces le llamó 'el Tesaurismótico', asumiendo la enfermedad de tesaurismosis glucogénica. Todo el que se llevaba lo mejor se llamaba el Tesaurismótico y aún hoy sigo usando esos términos. Me miran, porque parece que los jóvenes se han olvidado de la tesaurismosis o no la estudian. Tendría algunas cosas más que mencionar, pero temo que con la alegría y con la emoción de exponer me retrase demasiado.

¡Qué hermosa fiesta la de las bodas de oro! La familia completa, los amigos, los hijos, los nietos y el embrión del bisnieto. Todos juntos en la misma fiesta. Inolvidable. Se acercan en un momento y cuando les saludo me dicen: '...che Carola, mirá que esto no fue fácil'...

Se fue de la vida con mucho amor y estoy segura que con serenidad. Se fue también con dolor, porque sufrió, pero se fue con mucho amor. Dio y recibió y nos marcó para siempre: 'Ciencia con conciencia'".

XI

Su actuación gremial se inició en la Asociación de los Estudiantes de Medicina, integrando su Comisión Directiva en 1946-1947. Ingresó al SMU en junio de 1953, cuando ya era asistente del Instituto de Neurología. Su actuación en el gremio médico se circunscribió a una larga actuación de asesoramiento en comisiones técnicas de su Centro de Asistencia. Presidió la Asamblea del Claustro de la Facultad de Medicina en 1968-1969. Fue miembro de la Junta para elaborar el estándar de medicamentos del Ministerio de Salud Pública; miembro de la Comisión de Terapéutica del Hospital de Clínicas; delegado de la Facultad de Medicina a la Comisión Honoraria de Contralor de Medicamentos desde junio de 1967, entre otras tareas universitarias. Recibió la Distinción Sindical al mérito docente por el Sindicato Médico del Uruguay (SMU), en 1989 y su designación como Profesor Emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República en 1993.

XII

Su trayectoria ejemplar como médico, como investigador y como docente, con una conducta ética intachable, unida a su invariable espíritu crítico, fue modelo para muchas generaciones. Sus clases para estudiantes y graduados eran siempre producto de una meticulosa preparación, que hacían de los asistentes un verdadero deleite. En el trato personal era una personalidad de pensamiento profundo y de amplia cordialidad, cuando superaba su natural timidez, propia del investigador habituado al aislamiento y la reflexión. Como señaló en el precitado homenaje el Prof. Carlos A. Gómez Haedo: "No debemos olvidar y aquí seguramente recordarán que fue fundada en 1915 la AEM (el 27 de diciembre de 1915), la FEUU se fundó y tuvo sus reglamentos en 1929. Yo he hablado numerosas veces de lo que llamo el 'Movimiento Médico Gremial Estudiantil Uruguayo', que dio además, a través de su crisol, el nacimiento a la delegación estudiantil directa, al Hospital de Clínicas universitario, a la limitación de la edad para el profesorado, el estatuto universitario del año 1935, la Ley Orgánica, el Plan de Estudios de 1968, así como la gestión fundamental de los claustros, en los cuales actuó Kempis Vidal y del claustro de 1967 fue presidente".

Señalaba en la misma ocasión el Dr. Barrett Díaz Pose, presidente del SMU, en la apertura del homenaje: "El Dr. Kempis Vidal fue sensible a lo esencial del siglo XX, aquello que conmovió a la humanidad a lo largo del siglo y que tuvo como centro –no exclusivo– a la Revolución Socialista de Octubre, a la Revolución Española y a la eclosión en Latinoamérica de la Revolución Cubana y se inscribió en el pensamiento y en toda la peripecia ideológica, política y partidista del marxismo-leninismo, pero con una perspectiva cultural y humana tal, que no le impidieron la continuidad de la carrera académica, del desarrollo cultural y del cultivo de todas las relaciones humanas posibles, aun con aquellos que podían estar en las antípodas ideológicas, políticas o partidarias. Y para lo que es este inicio del siglo XXI y lo que hemos aprendido quienes transitamos desfasadamente, con respecto a él la segunda mitad del siglo XX, sin duda que esa capacidad de haber sido sensible a lo que le pareció el fenómeno ideológico fundamental, sin por ello excluir la amplia apertura a todas las ideas y al trato de todos los seres cualesquiera fueran sus puntos de vista ideológicos, políticos o religiosos y especialmente, sin que todos los aspectos que componen la riqueza de la vida humana, la carrera académica, la producción científica, la investigación, las publicaciones, las polémicas científicas, etcétera; sin que eso se viera coartado, inhibido, creo que es una de las muestras de genialidad, de excepcionalidad que comparte tal vez con muy pocos de una generación que lo tuvo entre sus componentes".

XIII

Carolina Seade, que lo conoció desde que realizó el curso, y más tarde como docente, hasta ocupar, muchos años después, su misma cátedra, hizo una pintura excelente de algunos de sus rasgos:

"Bien sabíamos que cuando Kempis daba una clase, dejaba el alma. Todos sabíamos que Kempis dejaba el alma. Inmediatamente de ingresar al Departamento de Farmacología y Terapéutica, comencé a trabajar con el profesor Carlos Esponda, a quien le debo buena parte de nuestra formación.

A Kempis Vidal no quiero recordarlo de otra manera que con alegría, fue un hombre pleno, yo creo que sin duda fue un hombre pleno. Al tiempo de ingresar conocí esa imagen tergiversada del genio loco. Kempis era el 'genio loco', el que tenía una sustancia que guardaba y que luego hacía trazados que nosotros nunca sabíamos qué utilizaba, pero que de pronto, a lo largo de los años, íbamos comprendiendo y nos acercábamos humildemente cuando terminaba la experiencia y cuando ya sabíamos algo más, podíamos dilucidar en qué estaba trabajando. Pero el genio loco ni siquiera ponía en el frasquito de qué se trataba la sustancia! Era todo en clave.

Kempis estimulaba en nosotros a seguir pensando y seguir razonando en farmacología y terapéutica, pero nunca se daba solo y ese hombre multifacético del que hablaron Barrett y Benedetti, fue siempre así. Ese hombre fuerte que nos despertaba una tremenda timidez, además de su pasaje hierático, era la doble figura de Kempis Vidal, porque después empezamos a descubrirle las bromas, a conocer sus trabajos de investigación, recién cuando eran publicados en revistas extranjeras como en el British Journal of Pharmacology. Nos dábamos cuenta allí en qué estaba trabajando, mientras que los grado 4 del departamento ya lo sabían. Nos hacían la vida imposible, esa es la verdad y que sea dicha. Yo no haría eso hoy con los ayudantes, ni con los grado 2 del departamento...".

XIV

En relación con la familia que Kempis Vidal formó, su esposa Raquel Cortinas, novia desde los 17 años, de profesión asistente social, con quien mantuvo un matrimonio de más de 50 años, signado por el amor. Tuvieron cinco hijos: Raquel, médica psiquiatra y psicoanalista; María, licenciada en letras: Rafael, ingeniero graduado en Venezuela; Inés, médica cardióloga graduada en Madrid; Enrique, licenciado en trabajo social y humorista. Parecería que la genética fue distribuida para cumplir con todas las vocaciones de los padres. No obstante la solidez familiar se vio marcada por el exilio, como él lo diría: "Primero nos fuimos mi señora y yo, y mi segunda hija, María, que se había casado pocos días antes. Se quedaron aquí mi hija mayor, Raquel, (…) y que luego se fue con su esposo, ya embarazada, a Venezuela; también mi otra hija Inés, que luego se fue a España donde hizo un excelente posgrado en cardiología, tras sufrir muchas dificultades en su carrera aquí. Mi hijo menor, Enrique, fue y vino muchas veces hasta que finalmente se quedó acá y mi hijo mayor, Rafael, finalmente se fue a Venezuela –tuvimos que convencerlo– y se recibió allá de ingeniero. Lo cierto es que vivimos tiempos en los que estábamos todos desparramados, una en España, uno con nosotros, otro acá, otras en Caracas… Finalmente, regresamos en el 84 (…)".

XV

A pocas semanas del fallecimiento de Kempis, uno de sus colaboradores más destacados, y permanente integrante del Consejo Editor de la Revista Médica del Uruguay, el Dr. Luis E. Folle, escribió en Noticias(3) :

"Hace apenas unos días recibíamos la triste e inexorable noticia del desenlace fatal de quien fuera durante tantos años compañero de tareas y figura científica de reconocida importancia en el ámbito de la Facultad de Medicina, y especialmente en los campos de neurología y farmacología. Reconocimiento y prestigio bien ganado por su prolongada actuación en nuestra Casa de Estudios, actuación en la cual cumplió, en dos etapas –la fase clínica en neurología y la fase experimental y de investigación en farmacología– su vocación de perfeccionamiento en dichas disciplinas.

Hablamos de vocación, pues para tomar y recorrer ese derrotero se necesitaba, tanto o más que hoy, en los momentos en que así lo hizo, una fuerza interior que impulsara a quien, tras una brillante carrera como estudiante de Medicina, eligiera la carrera Clínica en Neurología, fundamentalmente con fines de desarrollo docente y científico. Vaya si lo logra, en esos años difíciles donde la superación, en una de las más arduas disciplinas clínicas, era una tarea reservada a pocos.

Nosotros no acompañábamos aún a Kempis en el diario andar de estas actividades durante esta primera etapa, pero sabíamos, por las aseveraciones de sus compañeros y de sus maestros, de su sabio desempeño y del amplio desarrollo cultural que sirvió como base firme para la construcción de su personalidad humana y científica.

Creemos que el pasaje a su nueva etapa, la de estudios básicos, perfeccionamiento conceptual y trabajo 'en la paz de los laboratorios', ya estaba latente desde el comienzo de su carrera. Su decisión –otra vez profundamente vocacional– no debe haber sido precipitada, sino, por el contrario, fruto de reflexión y análisis. El hecho es que, hacia el final de una década de actividad en el Instituto de Neurología, inicia una carrera docente y de investigación, que ya no abandonaría, en el Departamento de Farmacología y Terapéutica de la Facultad. Aquí desarrolla su potencial de investigación y –como pudimos apreciar los que fuimos durante más de 40 años sus compañeros de trabajo– va ganando en reconocimiento dentro y fuera de fronteras como investigador y docente.

Esta labor no fue fácil. Sumado a las ya crónicas dificultades materiales de nuestra Universidad, comienza, hacia el año 1972, la persecución a sus docentes por parte del gobierno dictatorial. Kempis Vidal, por su condición de docente y de ciudadano no indiferente, es fustigado y debe exiliarse en el año 74. No obstante, durante este largo período, una década, no deja de ejercer la tarea de investigador, que cumple en Venezuela en forma relevante.

Los recuerdos más cercanos, y los más gratificantes para nosotros, son aquellos en que volvimos a compartir tareas en el Departamento de Farmacología y Terapéutica, durante un período de unos 15 años, de los cuales la última década nos vio encontrados nuevamente en los laboratorios de investigación.

En este tiempo, por sobre todo, se creó un ambiente de acercamiento en el trato personal que nos permitió aquilatar en su justo valer los rasgos de Kempis en sus aspectos personales y familiares, lo cual remarcamos, como un justo cierre a esta incompleta, pero sentida semblanza".

En el Senado de la República, pocos días después de su muerte, el médico y senador Dr. Alberto Cid le rindió homenaje repasando los hechos más destacados de la trayectoria de Kempis Vidal.

Sin duda, Kempis Vidal fue la figura más relevante que Uruguay brindó al mundo de la farmacología, por su calidad como investigador y por los fundamentales aportes que realizó a la anestesiología y la cardiología. Tal vez, ahora que se cumplen diez años de su desaparición física, pueda comenzar a calibrarse de manera más justa el reconocimiento internacional que su talento merece.

 

Bibliografía

1. Sindicato Médico del Uruguay. Acto de homenaje al Prof. Dr. Kempis Vidal Beretervide: 4 de junio de 2003. Disponible en: http://www.smu.org.uy/cartelera/socio-cultural/kempis 2003/homena.html (Consulta: 4/8/2010).

2. Scarlato S. Fuera de Consulta IV: reportajes, memorias y proyecciones de nuestra Medicina. Montevideo: Banda Oriental, 2000: 147-60.

3. Folle LE. Kempis Vidal Beretervide: investigador y docente. Noticias 2000; 106:66. Disponible en: http://www.smu.org.uy/publicaciones/noticias/noticias106/art20.htm (Consulta: 4/8/2010).

 

 

 

 

 

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