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Revista Médica del Uruguay

versión On-line ISSN 1688-0390

Rev. Méd. Urug. vol.24 no.3 Montevideo set. 2008

 

55 años del Hospital de Clínicas "Dr. Manuel Quintela"

 

La historia del Hospital de Clínicas no es un proceso que se haya desarrollado en forma fácil, sin problemas y sin confrontaciones. Por el contrario, es un proceso complejo, muy rico conceptualmente, pleno de profundas discusiones ideológicas sobre el concepto de hospital, de la atención a la salud y de la administración hospitalaria.

No podía ser de otra manera, porque el Hospital de Clínicas no fue un hospital más que venía a sumarse a la red de servicios asistenciales. Fue, por el contrario, una propuesta profundamente renovadora y removedora que planteaba un nuevo modelo asistencial y docente, así como nuevas formas de organización y de administración de servicios, que marcaron nuevos caminos en el campo de la atención a la salud en nuestro país.

En esa historia se identifican protagonistas excepcionales, hombres y mujeres de diferentes profesiones, técnicas y oficios, que cumplieron tareas de valor excepcional. Desde ilustres profesores, docentes y profesionales de la salud hasta trabajadores no docentes que desde el anonimato han sido ejemplos de honestidad y entrega a una causa noble y profundamente humana, que permanecen para siempre en nuestro recuerdo y en nuestros corazones, y que merecen el reconocimiento de las futuras generaciones. Ya encontraremos la forma de que su trabajo quede registrado como ejemplo y lección de quienes continuarán la obra.

Cada etapa fue muy trabajosa, demandó muchos esfuerzos y energía.

En la primera etapa, transformar la idea en proyecto de ley, llevó más de 30 años: desde 1889 hasta 1926. La gran tarea fue crear conciencia de la necesidad de construir un nuevo hospital con una concepción renovadora desde el punto de vista asistencial, docente y de su organización.

En 1889, el Dr. Elías Regules, siendo profesor y decano de la Facultad de Medicina, envió una carta al entonces rector de la Universidad, el Dr. Alfredo Vásquez Acevedo, donde por primera vez se hacía mención a la necesidad de un hospital para las Clínicas de la Facultad de Medicina, donde los estudiantes aprendieran la disciplina en contacto directo con los enfermos, lo que resultaba difícil de lograr en el antiguo Hospital de Caridad.

En 1906, el Ing. Víctor Soudriers retoma la idea y presenta un proyecto en ese sentido. Soudriers fue diputado, luego ministro, e integrante, en 1942, del Consejo de Estado durante la presidencia de Alfredo Baldomir.

Recordemos algunos acontecimientos anteriores de especial interés:

1788 Primer Hospital de Caridad para civiles.

1824 Se decide demolerlo y construir un nuevo hospital.

1825. 24 de abril. Piedra fundamental.

1889 Finaliza su construcción (64 años).

1875 Fundación de la Facultad de Medicina.

En 1910 el Dr. Manuel Quintela, profesor de Otorrinolaringología, envió un informe a la Facultad de Medicina en el que solicitaba la creación de un Hospital Universitario, con una dotación de 500 camas. En la década de 1920, y siendo decano de la Facultad de Medicina, desarrolló una verdadera campaña pública en defensa de la idea, escribiendo en la prensa y usando todo su prestigio social. Fue un esfuerzo tenaz, sostenido, desarrollado con ejemplar energía, con sólidos argumentos, con admirable convicción y sin renunciamientos.

El tema fue conquistando un enorme apoyo, especialmente entre los estudiantes de Medicina, hasta que el 14 de octubre de 1926 se aprueba la ley de creación del Hospital de Clínicas, para una capacidad de más de 700 camas, el Instituto de Higiene y la Escuela de Odontología, transformada en Facultad en 1929.

Esa misma ley establecía que "será la Universidad la encargada de la construcción".

De inmediato se integró y empezó a funcionar una Comisión Honoraria, presidida por el Dr. Manuel Quintela, que sería la responsable de la construcción del edificio.

Dos meses después ya estaba aprobada la selección del terreno, la antigua Quinta de Cibils, en base a una fundamentación que mantiene vigencia total.

El anteproyecto, las bases del concurso, el concurso y el proyecto del edificio, se cumplieron apenas en tres años.

Fue un proceso ejemplar, por otra parte sin precedentes en América Latina.

El concurso de proyectos, realizado en dos etapas, al que se presentaron numerosos arquitectos, fue ganado por el joven arquitecto uruguayo Carlos Surraco, quien dirigió luego todo el proceso de construcción. Surraco fue también el arquitecto del Instituto de Higiene, del Hospital de Traumatología, del Pabellón Martirené del Hospital Saint Bois, de los consultorios externos del Pereira Rossell, realizó el diseño de Villa Biarritz y fue autor, antes del concurso, de varias obras privadas importantes.

Carlos Surraco fue, sin duda, un pionero de la arquitectura moderna en el país.

Pensado inicialmente para ser construido en pabellones a la usanza de la época, en medio del proceso de planificación la idea se cambió por un edificio monobloque, en altura, luego de una gira realizada por Manuel Quintela, y luego por Surraco, donde con gran visión de futuro observaron que ésas eran las nuevas tendencias que se aplicaban en los centros más avanzados del mundo.

Fue un proyecto audaz, realizado con una enorme visión de futuro, en un país que privilegiaba, por esa época, la educación y la salud. No había entonces nada parecido en América Latina. Se adelantó a su época más de 50 años.

En medio de esa etapa de planificación y antes de iniciar la construcción, muere repentinamente el doctor Quintela en un aula de la Facultad de Medicina, durante una Asamblea del Claustro, el 15 de diciembre de 1928.

En reconocimiento a su papel como impulsor fundamental de la ley de creación, se resolvió por ley que el futuro hospital llevara su nombre.

A partir de entonces la Comisión Honoraria fue presidida por el Dr. Blanco Acevedo, quien, a pesar de sus criticados errores políticos, ejerció ese cargo con ejemplar dedicación y capacidad hasta un poco antes de la entrega del edificio a la Universidad de la República.

La construcción del hospital y toda la etapa de equipamiento y adaptación para su rol como centro universitario insumieron 23 años, desde enero de 1931 hasta setiembre de 1953, cuando empezó a recibir a los primeros enfermos.

El Hospital de Clínicas comenzó a ser pionero desde su propio edificio. Significó una verdadera revolución arquitectónica en el país. Se aplicaron cambios trascendentes en la metodología de programación y en los métodos de construcción.

Fue, por ejemplo, el primer edificio público construido con estructura de hormigón armado, técnica inventada por un modesto operario francés a fines del siglo XIX; con una gran fachada vidriada, en forma de peines y una orientación que toma en cuenta la trayectoria del sol y los vientos dominantes; con una estructura calculada por los mejores especialistas mundiales, construido por técnicos y empresas de la más alta calificación para la época.

Tiene un diseño simple y muy funcional, con circulaciones y áreas de funciones bien diferenciadas. El proyecto original todavía no ha podido ser completado por falta de recursos.

Lamentablemente, la incomprensión de sucesivos gobiernos ha impedido realizar el mantenimiento preventivo y correctivo imprescindibles para asegurar su correcto funcionamiento.

Por otra parte, la insuficiencia de locales de la Facultad de Medicina, obligó a instalar en el edificio al Instituto Nacional de Enfermería y a las Escuelas de Graduados, de Nutrición y Dietoterapia y de Tecnología Médica, así como al Centro Latinoamericano de Perinatología; instituciones y funciones para las cuales el edificio no había sido proyectado, y que complican enormemente la circulación por los ascensores.

Unos años antes de finalizar la construcción, los sectores políticos mayoritarios de la época pretendieron pasar el Hospital de Clínicas a la órbita del Ministerio de Salud Pública, desvirtuando sus orígenes y los fundamentos que habían determinado su creación. Los estudiantes de Medicina respondieron a ese intento con una gigantesca campaña de información y esclarecimiento ante la opinión pública.

Esa campaña generó un gran debate nacional, fue conquistando un creciente apoyo popular en base al peso de los argumentos utilizados, lo que obligó, literalmente, al Poder Legislativo y el Gobierno de la época, y casi a regañadientes, a que en agosto de 1950 aprobaran que la habilitación y la administración del Hospital de Clínicas quedarían a cargo de la Universidad de la República a través de la Facultad de Medicina.

La Facultad de Medicina inició entonces un proceso totalmente renovador para el país. Reconoció que la administración de hospitales es una especialidad; que el país no tenía especialistas en la materia. Contrató durante varios años a los más calificados especialistas del continente.

Creó en 1950 la Escuela Universitaria de Enfermería, para formar enfermeras profesionales de nivel universitario, y los primeros cursos para la formación de tecnólogos médicos y de auxiliares de enfermería.

El 21 de setiembre de 1953, sobre la base de los primeros egresados de esas Escuelas, se inició un proceso gradual de habilitación de Servicios Clínicos y de Diagnósticos y Tratamientos Especiales. El ritmo de habilitación se condicionó a los recursos presupuestales y a la disponibilidad de personal debidamente capacitado.

El hospital llegó a tener una capacidad de 670 camas habilitadas, más de 1.000 consultas diarias y 45.000 atenciones anuales en Emergencia.

El trabajo en el Hospital de Clínicas se ha cumplido siempre en medio de tremendas limitaciones económicas. Ya desde el primer presupuesto, aquel gran decano y rector que fue Mario Cassinoni señalaba que el presupuesto aprobado era la mitad de lo que se necesitaba para poder dar cumplimiento a los proyectos de desarrollo. Así fue siempre. Nuestro trabajo convivió siempre con la escasez de recursos financieros.

A pesar de esas limitaciones materiales el Hospital de Clínicas ha estado en la vanguardia de la atención a la salud en nuestro país. Su grado de desarrollo es un indicador del nivel de desarrollo en ese campo. Tanto en sus avances como en sus limitaciones.

Después de unos años turbulentos sin proveer el cargo de Dirección, en 1960 se aprueba una nueva Ordenanza para el Hospital, se define una gran autonomía desde el punto de vista no docente, una nueva integración de la Comisión con un presidente designado por la Asamblea del Claustro, y se designaron mediante concurso los cargos de Dirección.

Con los queridos compañeros Aron Nowinski y Julio Ripa, antes de la dictadura, y después con Tabaré González, Dora Ibarburu y Raúl Berterretche, desde la Dirección, tuvimos el privilegio de actuar en perfecta armonía con comisiones presididas por relevantes personalidades como Constancio Castells, Jorge Dighiero, Nelson Mazzuchi, Probo Pereira y Luis Alberto Castillo, y con prestigiosos representantes de docentes, egresados, estudiantes y funcionarios no docentes.

No sería posible en el tiempo asignado enumerar los aportes originales realizados.

En forma telegráfica podríamos señalar:

- la organización del hospital como un verdadero sistema, como un conjunto de departamentos integrados entre sí y no como un simple agrupamiento de servicios;

- representación directa de los trabajadores no docentes en la Comisión Directiva;

- el desarrollo de un nuevo modelo asistencial en el que participan al mismo nivel jerárquico todas las profesiones de la salud;

- la organización, por primera vez en el país, de un Departamento de Enfermería, pero dotado además de personal profesional de nivel universitario y con auxiliares de enfermería formados también en la Facultad de Medicina;

- el reconocimiento de que la alimentación de los hospitalizados no consiste únicamente en dar de comer, sino que es una dietoterapia que requiere la organización de un servicio especializado. Sobre la base de ese concepto, la creación del primer Departamento de Dietoterapia del país;

- la creación del primer Servicio de Asistencia Social;

- de la primera Farmacia Hospitalaria de producción y enseñanza;

- la incorporación de la historia clínica única por persona y del primer Departamento de Historias Clínicas y Estadística Médica;

- el procesamiento mecanizado de la información, y luego del primer Departamento de Procesamiento por Computación al nivel de hospitales;

- la jerarquización como especialidades médicas y su organización por primera vez en el país como departamentos centralizados de los denominados hasta entonces servicios auxiliares: Laboratorio Clínico, Radiología, Radioterapia, Anatomía Patológica, Hemoterapia, Fisiatría, Anestesiología y Odontología;

- la jerarquización de la atención ambulatoria en consultorios externos;

- del primer departamento de emergencia organizado como tal;

- la organización del primer centro quirúrgico concentrado en un área especial, donde se integran las salas de operaciones con todos sus anexos, el Departamento de Anestesiología, el sector de preparación y esterilización de materiales, y el primer Centro de Recuperación Postanestésica del país.

En 1961, a pocos meses de asumir la Dirección del Hospital, elaboramos un Proyecto de Asistencia Progresiva que proponía nuevas formas de organización hospitalaria, incluyendo un programa de atención domiciliaria de posthospitalización. Como primera etapa planteábamos la creación, por primera vez en el país, de un Centro de Tratamientos Intensivos. Durante diez años hubo que explicar su necesidad, primero entre los médicos y las autoridades, y luego crear un nuevo mecanismo de financiación mediante la formación de un fondo integrado con el aporte de otras instituciones asistenciales públicas y privadas. Solamente tres de ellas aceptaron la propuesta, y con ese fondo se adaptó la planta física, se realizó el equipamiento, se seleccionó y adiestró el personal y recién en 1972, pudimos habilitar el primer Centro de Tratamientos Intensivos de nuestro país.

Después de la dictadura retomamos el proyecto y se logró poner en funcionamiento dos Unidades de Cuidados Intermedios, una médica y otra quirúrgica, iniciando el cumplimiento de la segunda etapa del proyecto, que por ahora ha quedado detenido.

También resultaría imposible enumerar en esta charla todos los procedimientos de diagnóstico o de tratamientos iniciados por este hospital. Sólo algunos ejemplos relevantes:

- procedimientos de hemodiálisis;

- la angiocardiografía;

- la cirugía de corazón;

- la neuroradiología;

- los trasplantes renales;

- nuevos procedimientos de laboratorio y de patología;

- desarrollo de la hemoterapia, con producción de elementos separados de la sangre, y no solamente un Banco de Sangre y Plasma.

El hospital también fue pionero en las áreas de administración de recursos. Ejemplos:

- el desarrollo y la jerarquización de la administración de personal;

- la definición de todos los cargos no docentes, incluyendo descripción de tareas y especificación de requisitos para su selección y desempeño;

- la selección de todos los cargos por concurso según sus diferentes modalidades, teniendo en cuenta la naturaleza del cargo y su nivel jerárquico;

- los cursos de orientación y formación permanente del personal no docente;

- el desarrollo de un sistema de administración de recursos materiales, incluyendo un formulario terapéutico y la organización de sistemas de adquisición, almacenamiento y distribución;

- la compra en el Mercado de frutas y verduras mediante concurrencia directa de precios en el lugar, comprando alimentos del primer nivel de calidad;

- la creación del primer Centro de Materiales Estériles;

- la organización del sistema de administración de recursos financieros incluyendo la contabilidad presupuestal, financiera y patrimonial, con identificación de todos los muebles y equipos del hospital;

- la elaboración de presupuestos por programas por períodos quinquenales, incluyendo, para cada programa, metas, unidades de medida, actividades a desarrollar.

Junto a esos grandes avances hay una cantidad de proyectos que no se han podido ejecutar por las tremendas limitaciones presupuestales.

Sin embargo, no es este el problema más grave que enfrenta el hospital; lo más grave es la pérdida, en los últimos años, de trabajadores calificados, docentes y no docentes, como consecuencia de los bajos salarios y las condiciones laborales. Es una sangría permanente que afecta el normal funcionamiento de la Institución.

El personal constituye, sin duda, el factor fundamental del cual depende la calidad de la asistencia, la docencia y la investigación. Especialmente cuando se trata de instituciones cuya finalidad es brindar servicios de alta significación social, como son los de salud.

Hemos intentado resumir con algunos pocos ejemplos lo que ha significado el Hospital de Clínicas para la Universidad y para el país.

Esta Institución es el resultado de una cuantiosa suma de conocimientos, de capacidades, de esfuerzos, de entregas y de sacrificios. No todos los que allí han trabajado y trabajan han comprendido el significado de esta Institución y su relevante papel social. Como sucede en un grupo humano, sobre todo cuando es tan numeroso, variado y complejo, están los que no cumplen con su trabajo con la debida responsabilidad. Pero puedo afirmar, con pleno conocimiento de causa, por haber sido representante de los estudiantes de Medicina en la Comisión Directiva desde los comienzos del hospital y por haber sido director del hospital durante 20 años, que la enorme mayoría de los miles de trabajadores que en este medio siglo han pasado por este hospital, han cumplido sus tareas con gran eficacia, con gran capacidad y, sobre todo, con una gran vocación de servicio y un elevado sentimiento de compromiso social. Y en ello incluyo desde los más brillantes profesores hasta los más modestos ayudantes de servicio. Son personas que han honrado la función pública, que han conquistado el reconocimiento de nuestro pueblo y que hicieron del Hospital de Clínicas uno de los centros asistenciales de mayor prestigio en el continente.

"Honrar, honra", decía José Martí.

Honremos a los pioneros que lo gestaron,

a quienes lo proyectaron y construyeron

y a los miles de trabajadores, docentes y no docentes,

que a través de los años supieron cumplir con su deber,

enaltecieron la función pública,

la docencia, la investigación y la atención a la salud,

y prestigiaron a la Universidad de la República

con un ejemplar espíritu de servicio.

 

Dr. Hugo Villar

 

 

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