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Antropología Social y Cultural del Uruguay
versión On-line ISSN 1510-3846
Antropol. soc. cult. Urug. vol.12 Montevideo 2014
Origen, memoria, acontecimiento. Trabajo etnográfico en un barrio con identidades en elaboración.
Fabián Perciante
Licenciado en Antropología Social, FHCE, Universidad de la República. Maestrando en Estudios Visuales, México. fabian.perciante@gmail.com
Enviado: 21/02/14 – Aprobado: 26/05/14
RESUMEN
A partir de la experiencia del trabajo de campo en un barrio nombrado tanto como El Peligro o Belvedere de la ciudad de Pan de Azúcar, Departamento de Maldonado, Uruguay, se reflexiona sobre la metodología utilizada y la construcción en la representación identitaria. Este barrio se establece en una coyuntura geográfica conformando su singularidad en cuanto muestra ejes de frontera diversos, donde las diferentes etapas y yuxtaposiciones muestran arraigo desde la historia y sus mitos, como representaciones que avizoran espacios de identidad personales a ser reafirmados y consumados en el tiempo. Desde el propio re-nombrar el barrio en los diversos momentos y la significación que suscita por parte de los habitantes se establecen códigos y representaciones diversas. El barrio El Peligro-Belvedere, de constante crecimiento en los últimos años, es parte de una cultura donde diversas manifestaciones encuentran un lugar en la ciudad de Pan de Azúcar.
Teniendo en cuenta que dicha investigación tuvo como objetivo indagar en las representaciones de la identidad, se plantea una reflexión a través de algunos ejemplos que dan cuenta de esa construcción y los modos de hacer una etnografía.
Palabras claves: Etnografía, identidad, barrio.
ABSTRACT
From the experience of fieldwork in a neighborhood named both as danger or Belvedere City Sugarloaf, Department of Maldonado,
Given that this research was to investigate the representations of identity, a reflection arises through some examples that account for this construction and ways of doing ethnography.
Keywords: ethnography, identity, neighborhood.
El lugar geográfico y contexto etnográfico
El lugar nombrado como Pan de Azúcar (Uruguay) fue fundado en 1874 por Félix de Lizarza y un grupo de vecinos de la zona de San Carlos durante la presidencia del Dr. José E. Ellauri, y luego es designado pueblo mediante decreto el 20 de abril de 1887 por el Presidente de la República Máximo Tajes. A su vez tiene un origen anterior que lo sitúa como un confín de paso territorial al establecerse entre las localidades de Montevideo y el Chuy, característica que de alguna manera sigue hoy vigente cuando se reconoce la actual ciudad como de tránsito en relación con el turismo y las ciudades de Maldonado, Punta del Este y Piriápolis. Se encuentra ubicada al oeste del departamento de Maldonado a 23 km. de la ciudad de Maldonado, y tiene una población de 7.098 habitantes (Datos: Intendencia de Maldonado); se estima una mayor población cercana a 11000 habitantes pero no hay registro oficial. La superficie es de aproximadamente 156 manzanas de 100 m2 c/u. (Datos Alcaldía de Pan de Azúcar).
El particular carácter de lugar de paso dado a este poblado y posterior ciudad encuentra su singularidad hoy cuando la coyuntura geográfica la sitúa “entre” la costa y el interior hacia el noroeste, y “entre” la ciudad de Maldonado con todo su despliegue circundante y Montevideo. Muchas veces se menciona como una de las ciudades más grande de la costa y sin embargo aparecen también muchas representaciones vinculadas a sus fuertes lazos con lo entrañable de la cultura de campo adentro, conformando su singularidad en cuanto muestra ejes de fronteras diversas. El barrio El Peligro (de Pan de Azúcar) supuso dentro de su implementación moderna a partir de la década de 1940-50, un renombrar y reacomodar una identidad en tanto -la historia era oscura-por contar con episodios de duelos y asesinatos, donde se hace referencia además a un simulacro de origen de guerra por tratarse de un barrio que en su formación contó con algunos ex –combatientes de la guerra de la Triple Alianza nombrada también como Guerra del Paraguay ocurrida entre 1865 y 1870. Es así que se establece un cambio de nombre de El Peligro, nombre acordado por la cultura local tradicional, a Belvedere que se asigna como nuevo nombre aunque no por decreto, intentando colocar al barrio en la vida moderna y el comercio. El nombre El peligro tiene un fuerte componente tradicional y afectivo vinculado a varios acontecimientos, como las relaciones y valores asociados a los antiguos bailes y sus peleas muy famosos en la región, algunos episodios de asesinatos, cuestiones geográficas por tratarse de una zona de inundaciones frecuentes en el pasado, así como la oscuridad y lejanía también remotas. También las representaciones relacionadas a la vida espiritual, la magia, mitos, leyendas, y su vínculo con la zona donde aparecen los viejos ombúes, árboles con varias historias fantásticas o el cementerio de Pan de Azúcar lindante al barrio. Según los testimonios se estima que la aparición del nombre está vinculada a los primeros asentamientos en la zona hacia principios del siglo veinte. El nombre Belvedere promovido desde el año 1950 aproximadamente por los ámbitos comerciales y políticos como estrategia para impulsar al barrio hacia la vida moderna y el comercio (venta de terrenos), tiene un fuerte componente de pertenencia adquirido sobre todo por los nuevos residentes. Sin embargo otros habitantes no usan este nombre y cuando lo hacen es para sumarse a un intento de cambiar la mala imagen del nombre tradicional, y no por considerar que el barrio tenga una historia oscura (a no ser por algún episodio aislado como parte de la identidad) sino más bien lo contrario. En la actualidad se utilizan los dos nombres aunque aparezca el término Belvedere de manera frecuente relacionado a los sucesos del barrio, así como en mapas y documentos, o en algún cartel de comercio-provisión. Desde los primeros fraccionamientos que realizara la municipalidad en combinación con el Banco de Pan de Azúcar entre los años 1940-1950 cuando se comienzan a vender terrenos, y en los posteriores rediseños de la zona adjudicando nuevos planos ya en la redemocratización uruguaya hacia 1985, el barrio va incorporando pequeñas zonas aledañas que incluso en algún momento tuvieron nombre propio; es el caso por ejemplo de las viviendas de jubilados de Altos Ombúes, una franja de tierra elevada al sureste de la zona cerca de los viejos ombúes. Teniendo en cuenta que esta investigación tuvo como objetivo indagar en las representaciones de la identidad, se plantea una reflexión a través de algunos ejemplos que dan cuenta de esa construcción y los modos de hacer una etnografía. El barrio El Peligro-Belvedere: Aproximadamente 20 manzanas de 100 m2 cada una. 1200 habitantes. (Datos Alcaldía de Pan de Azúcar).
Vicisitudes en el campo etnográfico, pistas sobre la compleja confección del acontecimiento
¿Qué sucede mientras no estamos en el campo etnográfico? Esta era la pregunta que me hacía mientras estaba en Montevideo a 100 kilómetros del campo etnográfico y sin tener la posibilidad de volver por un tiempo; luego al regresar también la re-formulé durante los cortos períodos en que estuve ausente. Fue entonces posible indagar en lo que en este punto, reflexionar sobre la idea de que aún no estando físicamente presente, de todos modos podía estarlo en otros órdenes, cosa que sería recíproca ya que de igual modo supe luego que le pasaba a algunos habitantes del barrio. En mi caso recordaba y pensaba mucho en alguno de ellos durante mis ausencias, lo cual además me permitió reflexionar también en su contraparte, el hecho de que estando en el campo etnográfico podía no estar tan “presente” como creía. Aparecían algunas perspectivas para los pasos de un registro no direccional y un intento de búsqueda de sentido cuando cambia el acontecimiento, de forma que existían algunos puntos recurrentes en las reflexiones: a) ¿Cómo registrar un acontecimiento sin advertirlo? b) El miedo al “ sobre” dato y un acercamiento al acontecer. c) El alejamiento del campo de investigación y el reconocimiento del tiempo transcurrido hacia pautas para visualizar un acontecimiento no lineal; estos fueron algunos ejemplos de anclaje de mi relación con el campo.
El acontecer del acontecimiento - La carrera de caballos
Cuando el acontecimiento es reelaborado para ser contado se produce otro acontecimiento, entonces este acontecer tiene una singularidad, y es que en cierto sentido es “producto” de otro acontecer anterior. Entonces: ¿cuál fue exactamente el acontecer anterior, o bien posterior a la charla con Alfredo? Parece ingenuo pensar cualquier acontecimiento en término exactos, y además intentar hablar de un acontecer específico o primario, de todas maneras y como fuere en ese cometido hay algo que insta comenzar.
Las carreras de caballos son tradición en el barrio y como todo lo que está sucediendo actualmente en la zona (sobre todo en la última década) están transitando por algunas transformaciones, sobre todo las que tienen que ver con mayor presencia de residentes y habitantes de otras regiones que se acercan para las apuestas o bien trayendo sus propios caballos para competir. Si bien el encuentro regional fue siempre una característica de estos eventos, que en la actualidad residan más habitantes en el barrio da posibilidad a que mayor cantidad de curiosos lleguen a ver la largada. Al ir a presenciar en una oportunidad las carreras de caballos en principio no tomé en cuenta la totalidad del objeto de estudio, que si bien se trataba de la identidad del barrio “El Peligro- Belvedere” era mucho más que eso también, “ya sea porque entendamos la identidad como fondo virtual (Lévi-Strauss, 1981) o bajo su dinámica relacional y contrastiva (Bourdieu, 1998). Lo cierto es que la misma requiere de una legitimidad temporal, que elabore su continuidad y que haga sentido para los habitantes (…)” (Guigou, 2011, 23). La reflexión pasó luego por entender el proceso en el campo de investigación, y sobre todo nuestra propia asimilación del acontecimiento vivido. En esta ocasión el suceso fue una carrera de caballos que se organizó como tantas otras desde el propio barrio, y que tuvo a Alfredo como organizador con quien luego volví a conversar varias veces.
Hablamos de las dificultades como el mal tiempo, cuando hay que postergar todo varios días o semanas por el barro en la pista (la pista es un sendero de unos 400 mts. sobre el pasto del campo), y algunas cuestiones relacionadas a las expectativas y posteriores reflexiones luego de finalizar las carreras. Estos intercambios fueron muy provechosos para ampliar la red geo-cultural en la percepción de un mismo acontecimiento, y además indagar en las fronteras de la propia interioridad del barrio. Tanto las reflexiones de personas residentes en la zona o el propio barrio, como las del organizador del evento, o bien la de ciertos huéspedes de lugares un tanto más alejados, podrían aportar junto con la mía a una conciencia “carrerística”. Lo que buscábamos no era eso en realidad y sí un acercamiento a las fragmentaciones del acontecimiento en sus diversas reconstrucciones estereotipadas o tal vez no tanto. Teniendo en cuenta que “Dichas identidades na rrativas no son una reiteración de Lo Mismo, ni tampoco un conjunto de identidades no relacionadas entre sí.” (Guigou, 2011, 11), ya que son parte de la narrativa que construye la identidad. Al comenzar esta investigación no conocía muchas de las maneras e intenciones de “vincularme”, de involucrarme decididamente en todo momento con el tema que me había planteado en la etnografía. Si bien sabía y tenía en cuenta que sí era mi intención reflexionar acerca del involucramiento de manera constante, las cosas fueron desviándose como luego comprendí no podía ser de otra manera. Tal vez lo que sucedió fue que se rompió una especie de encantamiento donde las cosas comparecerían en algunos lugares y no otros, algo así como un acuerdo secreto entre mi presencia y el campo de investigación donde llegaríamos por fin a conocernos; luego continué reflexionando sobre un acontecimiento que no se concretó como lo hubiese esperado en principio, y es esa justamente la condición que tomo para hacerlo re-reflexivo. El hecho de no encontrar en las carreras de caballos a las personas del barrio con quienes había hablado antes y que se suponía que irían, significó una apertura e inclusión en la investigación de mi persona como “presencia” y no solamente como vínculo. Es decir que a partir de ese encuentro frustrado quedaba más expuesto a lo que sucedía realmente y con menos “ataduras” a ciertos roles vinculantes; en pocas horas la relación con el entorno se fue transformando hacia otras maneras de entrega y diálogo con la ausencia que suscitaba no haber encontrado a las personas que esperaba. En principio en aquel momento intentaba buscar una mejor organización del trabajo para compensar lo que creía supuestamente haber perdido, me refiero al acontecimiento de las carreras donde no pasó nada de lo que esperaba, ni hablé con nadie de las personas que había “inventado” antes del acontecimiento para asegurar justamente algún acontecimiento. Fue entonces que comencé a vislumbrar que algo había acontecido realmente, estuviera o no acorde a mis primeros juicios, era eso lo que había venido a buscar. Ya no se trataba de ir al campo y luego reflexionar bastante, intentar despejarse y otra vez, eso no alcanzaba, tenía que estimar aún más la “presencia” del campo en la mía propia y así serían las cosas de ahí en adelante lo que significó otras posibilidades de acercamiento al acontecimiento. Decidí entonces en lugar de descartar la circunstancia de no haber visto a las personas del barrio, investigar por qué era importante para la etnografía que no fueran, y cómo se da la importancia del acontecimiento en esa misteriosa “ausencia presencial”. En todo caso: ¿Dónde está el acontecimiento?
¿Cuál fue el acontecer posterior a la charla con Alfredo?
Se entrometían más diálogos, más confianza, más estereotipos en lugar de querer ser medianamente ausente. Había asistido a este evento con expectativas de encontrar a varios vecinos del barrio y no había visto a ninguno de ellos, sólo llegué a intercambiar una breve charla con Alfredo que estaba en la entrada cuando ingresé al campo de la pista; me había propuesto entonces hablar con ellos del acontecimiento en el que no nos encontramos. En el reencuentro posterior con algunas de las personas que no vi en la carrera, para mi sorpresa me dijeron que ellos sí me habían visto allí aquella tarde, e incluso me dieron algunos datos de lo que había hecho como el comer un chorizo de rueda casero hecho a parrilla en el suelo. Evidentemente el modo de andar por aquel gentío (que tampoco era en realidad exorbitante) les era más familiar a ellos que a mí, allí aparecían modos de visualización y usos del espacio donde la forma de apropiarse del acontecimiento iba en varios sentidos, aparecía el encuentro etnográfico y lo que hace a la construcción de la etnografía como “dominio” de todas las partes. El intento fue entonces que la reflexión transitara por lugares donde el investigador se vea sin tanto control de decisión, o al menos con un control en cuanto a los datos obtenidos que no se entienda meramente como confrontación, es decir más bien acorde al acontecimiento.
Volviendo al campo
Luego de una prolongada ausencia y pasados varios meses comienzo a rediseñar la estrategia para realizar el trabajo de campo. En principio fue arduo ya que si bien la distancia de varios meses podía ayudar a tomar cierto sosiego para la reflexión, también dejó muchas incógnitas que apenas se avizoraban en mis primeras visitas al barrio, y que además al volver tampoco aparecían claramente. Me había propuesto en principio tomar el evento de la carrera de caballos al que pude asistir, como eje para encontrar las maneras de vincularme con el acontecimiento en un doble juego entre la distancia y la cercanía. Lo significativo fue que los aportes en cuanto al intervalo y ausencia de mi intervención en la comunidad durante estos períodos, dieron luego algunos indicios sobre los modos de construir mi presencia en el campo. Se plantean otras interrogantes, otras preguntas para tener en cuenta. ¿Cuál es la idea que tenían los habitantes del barrio de mi presencia y cuál es la idea que tienen luego de volverme a ver? ¿Cuál es la idea que yo tenía y cuál la que tengo ahora de la gente y del lugar? Si bien estas preguntas no fueron planteadas o argumentadas para ser decididamente respondidas, fue acertado que estuvieran de todos modos en el planteo al intentar reingresar al campo. ¿Por qué?, porque de esa manera se logró tener en cuenta y no olvidar el tiempo transcurrido, el tiempo debía ser tomado entonces desde el comienzo así como estaba presente a través de todo el recorrido que hacía y reorganizaba el trabajo en el campo. Al regreso la intención era sumar el contenido de ese tiempo y espacio ahora en relación a la distancia y el recorrido desde otros puntos de vista, el lugar así aparecía más expuesto, más indefinido. Luego comprendí que el barrio era nombrado y representado recurriendo tanto a la memoria como al modo de utilización del tiempo y espacio, donde la memoria colectiva estaba presente: “En realidad, si al acercar varias conciencias individuales, podemos situar sus pensamientos o acontecimientos en uno o varios tiempos comunes, es porque la duración interior se descompone en varias corrientes que tienen su origen en los propios grupos. La conciencia individual no es más que un lugar de paso de estas corrientes, el punto de encuentro de los tiempos colectivos.” (Halbwachs, 2004, 127).
Algunos casos - Sutiles y grandes diferencias
En un encuentro, frente a una empresa de alquiler de coches del barrio, una situación dio lugar nuevamente a la sorpresa. Estábamos hablando del motivo y proceso de mi trabajo en la zona y Enrique el dueño del lugar se mostró muy interesado en saber cuál sería el destino, cómo se daría la difusión del mismo. Su insistencia me llamó la atención ya que no lo esperaba de ese modo en el que se me daba el crédito de poder vender el resultado del trabajo como libro, contando con la aprobación e interés de algunos residentes del barrio. Por supuesto había intentado explicarle mi propósito y que realizaría un trabajo final y escrito, aunque en ningún momento se había hablado de editar un libro y mucho menos sin saber realmente (en ese momento aún menos) cuál sería el contenido del mismo. Enrique, más allá de mi reincidencia en aclarar el propósito de la investigación que tenía un parámetro en principio dentro de la realización de proyectos de campo, insistió en que era necesario tener ese registro enfatizando además en su sentido histórico. Habíamos hablado también algo del complejo entramado entre la historia y lo que significaba estar haciendo hoy una etnografía, y de que mi trabajo no sería un trabajo solamente “histórico” del barrio. En aquel momento se había mostrado muy interesado en esas diferencias y relaciones y siempre me hacía alguna pregunta relacionada a la metodología que estaba desarrollando, o reflexionaba sobre lo que le comentaba de la importancia para mí de estar con ellos directamente. El lugar que le daba a lo histórico estaba muy presente ya que los escritos que él conocía en relación a la zona eran principalmente históricos, folclóricos o anecdóticos, y en gran parte precisamente por eso tenía interés en la metodología etnográfica. Esta situación me motivó a pensar en el sentido último de la identidad como construcción, ya no se trataba de largas charlas y anotaciones encontradas o de entrevistas sobre algunos temas solamente, sino que además lo que aparecía era la “idea de”, y la demanda exigida para plasmar esa idea. De alguna manera había que transmitir hacia la comunidad esos encuentros que estábamos creando y una posibilidad era un trabajo plasmado en un impreso, posibilidad que se tornó como una de las viables aunque no definitiva. Enrique bregaba en su interpretación mencionando su rechazo por los estudios estrictamente históricos o descriptivos, cosa que apareció varias veces dando cuenta de que no representaban “fielmente” la identidad del barrio. En su trabajo El mito del eterno retorno Mircea Eliade plantea varias reflexiones en torno al tiempo y su construcción simbólica, mostrando además las diversas posibilidades de concebir la historia. Nos es muy útil reflexionar no solo en el pensamiento del otro como cultura distinta sino también en la nuestra; en este sentido y refiriéndose a diversas orientaciones que tienden a revalorizar el mito cíclico y del eterno retorno, Eliade encuentra en ellas “(…) más que una resistencia a la historia, una rebelión contra el tiempo histórico, una tentativa para reintegrar ese tiempo histórico, cargado de experiencia humana, en el tiempo cósmico, cíclico e infinito” (Eliade, 2001, 96).
La magia como acontecimiento y sus derivaciones
Cuando hablamos con Nora que nació y se crió en el barrio, entre los temas de su interés estuvo la magia como vivencia frecuente, que existió hace varios años en la zona y que ella recuerda y vive también hoy de alguna manera habitualmente. A partir de sus recuerdos reflexionamos sobre el significado que produce separar unos hechos de otros y su reconstrucción en un tiempo que es el creado para un nuevo acontecimiento. A través de sus relatos y expresiones vamos discurriendo por las vivencias pasadas, por los recuerdos de lo que más quiso y lo que fue también un trago amargo o un impulso a veces para seguir adelante. Nos encontramos en el limbo de su tiempo donde mientras nos cuenta nos atrapa para no dejarnos ir, para hacernos parte y cómplices de su historia. Varias veces insiste en que lo que dice es verdad porque lo vivió y también lo vivió en parte su marido, marcando la diferencia con otras manifestaciones de “fantasmas” o “energías extrañas” que pudieran ser producto de la imaginación u otro tipo de fuerzas que actuaban entre la gente. Decididamente quiere revivir aquellos acontecimientos y según dice “mostrarlos tal cual eran” aunque sin prejuicio en el orden que le da a la narrativa, donde “pasea” por su memoria y entreteje sus vivencias con relatos y vivencias de otros o de sí misma en otros momentos. Siguiendo a Gravano en sus aportes sobre la identidad de lo barrial vemos de interés “poder detectar en la realidad social las texturas producidas por los entrecruces de representaciones de esa misma realidad que se hacen los actores en cada situación y ante cada problema, y las formas estatuidas por la cultura para que esas representaciones adquieran valor y significación histórica.” (Gravano, 1995, 272).
¿Cómo se recuerda eso ahora?
“Y yo lo recuerdo siempre…y cuando converso así como…y vos vas… a reírte…pero hay mucha gente que se ríe porque… como y nosotros nunca vemos…pero que antes… yo lo…yo lo viví y lo vi…él lo vivió y lo vio… los otros no lo ven, ahora porque no existe, nadie estudia eso…que decían que era la magia viste, la magia blanca y la magia negra que se estudiaba antes, como quien estudia otra cosa, entonces la hacían trabajar…a x persona que la estudiaba…había que estudiar, además que se quedaba media trastornada la persona, no… era muy completo…con el estudio ese se ve que tanto trabajar eso se quedaba…”1 Parte de entrevista –Nora– Agosto 2009
En estas primeras líneas de una de las charlas vemos cómo se va armando el acontecimiento basado en el recuerdo, que en principio Nora nos lo presenta desarticulado tomando más adelante una orientación si se quiere más controlada que nos aclara lo que intenta transmitir. Esto es significativo en tanto muestra la articulación de la memoria donde las vivencias tienen varios órdenes y secuencias posibles a establecer. Si bien el acontecimiento es el mismo, en este caso la magia, se puede advertir sus diversos alcances y una separación entre lo que como ella misma expresa, se sabe de hecho y lo que no se sabe porque no se ha estudiado para ello. Esta partición será un vínculo constante en todo el desarrollo del acontecimiento que reconstruye donde entra y sale el tiempo de varias maneras. En principio lo que “se sabe” está expuesto de manera que se incluye en un contexto dado y certero, aunque no podemos saber exactamente cómo es que esto sucede y de qué manera se constituye realmente como contexto válido. Lo otro que “no se sabe porque no se ha estudiado”, encuentra un significado propio en otro lugar, un lugar de expectativa y manifestaciones ocultas. Sobre la precaria estabilidad de la subjetividad y el no control del acontecimiento Behares señala: “En este interjuego de la ilusión, necesaria como tal para todo sujeto pragmático que cree saber de sí y planifica su accionar, y la falta, es que habría que incluir el acontecimiento” (Behares, 2008, 26).
Vemos entonces la impronta que adquiere el suceso de aprendizaje para que el acontecimiento se constituya como relato legítimo, incluso pudiendo coexistir más de un relato para el mismo acontecimiento y por supuesto diversos modos de aprender. Asimismo la magia como primer acontecimiento a ser relatado, se entrecruza con otros sucesos que forman un contexto más amplio y que están de alguna manera lejos y cerca al mismo tiempo: “Es así como vamos hacia nuestros recuerdos describiendo de algún modo en torno a ellos curvas concéntricas cada vez más aproximadas y, lejos de que la serie cronológica esté determinada con antelación, es a menudo después de muchas idas y venidas entre tales puntos de referencia en el curso de las cuales nos reencontramos con unas y otras, que ordenamos nuestros recuerdos en el orden de sucesión en el cual todo indica que han debido producirse.” (Halbwachs 2004, 52)
Una artesana de la memoria: Los breves encuentros con la abuela, luego su hija y sus nietos
Mabel vivió en el barrio hasta la primavera del 2010 donde falleció con casi ochenta años luego de una intervención cardíaca. Con su marido quien falleciera varios años antes que ella, establecieron un molino de gofio (producto hoy inexistente) en un predio cercano al cementerio donde siempre vivieron y ahora viven su hija y sus nietos. Cuando volví al barrio en el año 2011 y luego de algunos encuentros con su hija, en una oportunidad me dijo que había encontrado algo en la casa que le parecía que su madre estaba preparando para mí antes de morir. Yo le había comentado que en alguno de mis breves encuentros con su madre y teniendo en cuenta su buena disposición a colaborar con la investigación, le pedí que fuera guardando algunos recuerdos o cosas que quisiera mostrarme como parte de su vida en el barrio. Había estado más de un año antes de que falleciera y no había podido volver como pensaba en aquel verano; en ese tiempo ella fue reconstruyendo sus recuerdos visuales y poéticos a partir de algunos escritos, álbumes fotográficos y revistas donde a través de un collage que había comenzado a construir especialmente, transmitir experiencias de vida de las que ha sido parte inclu-so desplegando un trazo metafórico hacia elementos sonoros y aromáticos. Me doy cuenta ahora de lo que ignificaron aquellos breves encuentros que habíamos tenido, la importancia para mí había sido grande, lo supe siempre que la recordaba como una persona muy sensible y llena de cosas para compartir con la que tendría por delante varias charlas, por eso mi desazón al encontrarme con la noticia de su fallecimiento. La presencia “silenciosa” que nos mantuvo en contacto de algún modo durante aquel año que no nos vimos y hasta su muerte fue algo que no esperaba. Por momentos pensaba que a mi regreso debería prácticamente presentarme otra vez luego de tanto tiempo, e insistir en la recopilación de algunas memorias como le había pedido anteriormente, pero no fue así. Ella había tenido nuestros breves encuentros también muy presentes durante aquel año. En este montaje y sucesos que se van dando en la reflexión con la memoria, el aprendizaje en la vivencia aparece como el proceso en que se recibe y a lo que uno se apropia, lo que se asimila y también lo que se rechaza “pois um mero fragmento de existencia pode resumir e simbolizar a totalidade do tempo reencontrado en trayectos antropológicos.” (Carvalho; Eckert, en: Guigou, (Comp.) 2007, 40,41). El aprendizaje a través de la elaboración y representación de la identidad plantea varios ejes de interés que nos ayudan a entender un poco más sobre el acontecimiento. En los tramos siguientes ahondamos en esto haciendo referencia en algunas comparaciones y reflexionando a partir de otras experiencias de la vida en el barrio.
Consideraciones comparativas
En zonas medianamente cercanas al barrio, y en el centro de la ciudad encontramos ejemplos que nos ayudan a la comparación y reflexión en relación a los nombres, nombramientos, y la construcción del acontecimiento a partir de los usos de la memoria, los espacios y el tiempo. Es el caso por ejemplo cuando varios residentes de Pan de Azúcar mencionan la zona nombrada como “Km110” al recordar hechos pasados, o relacionan ese lugar con experiencias vividas. Esta zona muy conocida desde finales de la década de los años 30’ del Siglo XX tuvo gran auge por la fábrica de Portland situada en ese paraje (kilómetro 110 por la vía de tren y no por la carretera), y recientemente hace unos diez años se le cambió aparentemente el nombre para “Pueblo Jerona” que es el apellido de un médico muy conocido que vivió en la zona a fines del Siglo XIX. El nombre Jerona inicialmente estaba identificado solamente en el “Paso Jerona” que se encuentra a unos tres kilómetros del “Pueblo Km. 110” ahora “Pueblo Jerona” donde cruza el arroyo Pan de Azúcar. Se supone que la adjudicación del nombre en este caso es una extensión del Paso Jerona hacia la zona aledaña que en la actualidad está más poblada. Sin embargo el nombre original “Km110” se sigue utilizando entre la mayoría de los residentes de Pan de Azúcar, esto también sucede con el nombre “El Peligro” cuando hablamos sobre todo con personas que no residen en el barrio. Aparecen diferencias entonces en relación al modo de verse desde adentro y cómo lo ven los de afuera. El nombre Km110 tiene un componente muy fuerte asociado al trabajo en la zona, allí se explotaron durante muchos años las canteras de piedra muy conocidas en toda la región. Si bien esta zona no es en su desarrollo histórico y geográfico igual a la del barrio El Peligro- Belvedere, nos interesan algunas consideraciones que hacen a la trasformación, asimilación y proyección de la memoria para el nombramiento de una localidad, paraje, pueblo o barrio.
En el caso del barrio El Peligro-Belvedere vemos que no hay un personaje particular o único a quien se le reconozca por algún motivo su permanencia histórica en la zona a modo de inscripción, ni tampoco al que se le adjudiquen los méritos de su nombramiento. Además se incorpora un término “ajeno”, Belvedere, que no está reconocido históricamente y se lo interpreta como el nuevo nombre que no se sabe qué quiere decir realmente, literalmente. Por su parte el pueblo o paraje Km 110 carecía tradicionalmente de aval institucional como otras zonas satélites de Pan de Azúcar que se estaban formando. Ese espacio “vacío” fue personificado en un profesional en este caso un médico, y que además era un médico de origen catalán que sería luego médico del ejército revalidando a fines del siglo XIX su título para quedarse en el país. Lo que nos interesa es que este hecho se “transporta” en el tiempo hacia el presente como si hubiera que llenar un espacio que de algún modo se torna ausente por no contar con un nombramiento “oficial”. En algún momento y no hace muchos años comenzó a utilizarse el nuevo nombre en los mapas de la zona etc., aunque el nombre elegido no es el de uso corriente por los residentes y vecinos que utilizan para el nombramiento una idea de lugar: “Km 110”, y no una personificación del mismo: “Jerona”. Llama también la atención que esta “idea institucionalizada” del nombre Pueblo Jerona se concrete en los últimos diez años, más de un siglo después del asentamiento del médico en aquel lugar. ¿Por qué? Probablemente aquel espacio institucional “vacío” de antaño debió ser lleno para saciar la memoria y esto nos interesa especialmente para reflexionar sobre la construcción del acontecimiento y la visualidad del espacio-tiempo. Esta relación entre el lugar, la situación y el tiempo es analizada por Behares ahora con una cita de Badiou: “Lo que faltó en Lacan (…) fue hacer depender radicalmente la verdad de la suplementación de un ser-en-situación, a través de un acontecimiento separador del vacío” (Badiou, 1988, 476, citado por: Behares, 2008, 26). En la actualidad se puede observar Pueblo Jerona como nombre “oficial” en algunos mapas del servicio estatal de agua potable o de la municipalidad por ejemplo, aunque al parecer como en el caso de Belvedere no existió un pronunciamiento o normativa oficial al respecto; ambos casos comparten situaciones de origen aunque en diversos tiempos y espacios. En el caso de El Peligro-Belvedere hace unos cincuenta años que el cambio de nombre transita por una transformación que ya no es solamente “oficial” (ni nunca lo fue por decreto) como en sus comienzos y que incluye otras categorías de valores culturales adquiridos. Se puede decir que hoy en el barrio no se habla de Belvedere como un nombre meramente impuesto si bien algunas personas así lo afirman, y lo que se encuentra es una readaptación que se fue dando tal vez en dos o tres etapas en los últimos cincuenta años que muestra la conformación de códigos nuevos. En este proceso el rastro es complejo donde las “marcas” muchas veces están solapadas y otras veces aparecen de manera contundente mostrándose a cualquier costo, incluso el de la censura. En el caso del Km110 y Pueblo Jerona la relación actual entre ambos nombres es diferente por haber sido también diferente la conformación de uno y otro. En la representación de valores asociados a la zona “Kilómetro 110” hay un origen marcado como “de paso” que se relaciona al trabajo en las canteras de piedra donde llegaban principalmente residentes de zonas aledañas, lo que tal vez haya facilitado en cierto modo la utilización como extensión del nombre “Paso Jerona” ubicado a tres kilómetros; de cualquier modo para un entendimiento adecuado y profundo de la conformación actual en esta zona habría que remitirse a una investigación específica. El barrio El Peligro-Belvedere por su parte se forma y transforma también desde otro origen, estableciéndose en una complejidad que arraigada a sus valores tradicionales diversos, no deja de pugnar hoy en la plena confrontación de identidades. Rosana Guber en su trabajo sobre identidad villera nos muestra algunos modos en que se presenta la identidad, vemos que en nuestro caso las representaciones también tienen relación con cierta vigilancia de los controles externos y de los vecinos de otros barrios. “Por su parte, cada villero actúa respecto a los demás con una complicidad tácita; (…) El villero responde con este “encubrimiento involuntario” a la vigilancia permanente de los controles externos y de los vecinos de los barrios aledaños” (Guber, 2004, 124).
¿Y dónde se encuentra la memoria entonces?
“Las creencias sociales, cualesquiera que sea su origen, tienen una doble condición: son unas tradiciones o unos recuerdos colectivos pero también son unas ideas o unas convenciones que resultan del conocimiento del presente.” (Halbwachs, 2004, 343). Al tiempo que se fueron terminando algunas de las actividades que tradicionalmente eran propias del barrio El Peligro-Belvedere como el tablado en carnaval, los antiguos y famosos bailes, las reuniones y charlas al frente de las casas que en verano congregaban a varios vecinos hasta altas horas en la noche, las carreras de caballos que anteriormente
se hacían en un predio lindante al barrio, etc., la memoria fue siendo más memoria quedando en el recuerdo. La falta de un reconocimiento si se quiere expositivo o visual de esa memoria y el paulatino deceso de algunos de sus fragmentos, hace que esas representaciones parezcan atenuarse muchas veces entre las actividades generales del barrio pasando desapercibidas para la esfera pública. Sin embargo están muy presentes en muchas de las vidas de los viejos residentes, y también en la de jóvenes que se han apropiado de las mismas a través de los relatos y valores compartidos. “Sin duda, el pensamiento aún está activo en la memoria: se desplaza, está en movimiento. Pero lo que es digno de mención, es que entonces, y sólo entonces, podemos decir que se desplaza y se mueve en el tiempo.” (Halbwachs, 2004, 128). De algún modo también puede parecer que quienes custodian esa memoria, lo hacen dándole un sentido a lo nuevo basándose en lo viejo para minimizar el riesgo y la responsabilidad que el “progreso” suscita en el barrio. Ahora bien, si el tiempo aquí apareciera simplemente en forma “lineal” tal vez esto bastaría, de no ser así estamos necesariamente obligados a atender las bifurcaciones que hacen que existan variados procesos de elaboración donde encontramos también semejanzas con los trabajos de Sonnia Romero: “Una construcción colectiva que trasciende franjas etáreas y que se enmarca en un procedimiento ideológico-cultural de tipo ‘étnico’.”(S. Romero, 1995, citado por: Romero, 2000, 142).
¿Entonces, es posible adjudicarle a la representación o nombramiento un origen?
Estamos de acuerdo en que la suscripción a los diversos “decires” va más allá de su contexto, e incluso más allá de la adquisición de un lugar o posicionamiento para el decir, dado desde un posible “lugar o tiempo”. Lo que aparece es acaso la “eterna” re-escrituración llevada adelante como reacción frente a los por momentos “des-ajustes” de un-otro tiempo, el/los tiempos de la institución, de la política, y del comercio que atravesó y atraviesa todo este escenario de representaciones. La impronta moderna que signó al barrio gradualmente desde las décadas de 1940-50 y con mayor ímpetu a comienzos de la recomposición democrática hacia el año 1985, no tuvo muchas veces en cuenta los ritmos y procesos de asimilación propios en cuanto valores para incorporar y sumar lo nuevo. Se confinó a implementar una serie de medidas que aunque tal vez bien intencionadas para el momento, no contemplaron muchas de las representaciones de la cultura local y que hoy sí estoy en condiciones de apreciar de un modo más atento.
Bibliografía
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http://www.unesco.org.uy/shs/es/areas- de-trabajo/ciencias-sociales/publicaciones.html. Última acceso: 01/03/2012.