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Antropología Social y Cultural del Uruguay
versión On-line ISSN 1510-3846
Antropol. soc. cult. Urug. vol.12 Montevideo 2014
“Me tuve que traer lo justo”
Una mirada a las migraciones desde los objetos de la maleta
Natalia Alonso Rey
Doctoranda en Antropología. Universitat Rovira i Virgili
(Tarragona- España). natalia.alonso.rey@gmail.com
Enviado: 21/02/14 – Aprobado: 26/04/14
RESUMEN
A partir de los relatos de cuatro mujeres uruguayas que migraron hacia el Estado español en la década del 2000 y los objetos que las acompañaron en su viaje migratorio, reflexionaremos acerca de cómo el proceso de selección y armado de la maleta estuvo diagramado por las condiciones administrativas en que se produjo la migración, las leyes migratorias y el imaginario de las mujeres acerca del control de fronteras. El artículo se centrará en describir y analizar cómo la situación administrativa irregular en que se produjo la migración fue construida y resistida a partir de la relación de las mujeres con sus objetos personales. Se reflexionará también acerca de cómo a través del trabajo con objetos nos podemos acercar a la vivencia de la experiencia migratoria y del paso de las fronteras.
Palabras clave: objetos, materialidad, experiencia migratoria, fronteras.
ABSTRACT
From the narrations of four women who migrated from Uruguay to Spain in the decade of 2000 and the objects that accompanied their migratory journey, we will reflect on how the selection and composition of their suitcases was shaped by administrative conditions, migratory laws and their imaginary on border control. The paper will describe and analyze how the administrative irregular conditions in which migration took place was built and resisted from the relationship of women and their personal objets. Reflections will be made on how working with objects can help to understand the migratory experience and border crossings.
Key words: objects, materiality, migratory experience, borders.
1. Introducción
El presente artículo se basa en el trabajo de campo realizado en el marco de la investigación para la Maestría en Migraciones y Mediación Social (URV, Tarragona) en el año 20111. En ella planteé indagar acerca de aquellos objetos que migrantes de origen uruguayo residentes en las provincias de Barcelona y Tarragona colocaron en su maleta la hora de migrar, y el posterior intercambio de objetos entre Uruguay y Cataluña.A partir de los datos de dicha investigación, en este artículo tomo las historias de cuatro de las mujeres entrevistadas y los objetos que las acompañaron en su viaje migratorio
para reflexionar acerca de cómo el proceso de selección y armado de la maleta estuvo diagramado por las condiciones administrativas en que se produjo la migración, las leyes migratorias y el imaginario de las mujeres acerca del control de fronteras. El artículo se centrará en describir y analizar cómo la situación administrativa en que se produjo la migración fue construida y resistida a partir de la relación de las mujeres con sus objetos personales en el primer viaje migratorio.
2. Contextualización de movimientos migratorios Uruguay- España
Para comenzar, considero necesaria una breve contextualización de los procesos que explicaremos en el marco de las emigraciones producidas desde Uruguay en la década del 2000. Existen excelentes referencias al respecto2 que explican el proceso, por lo cual me detendré solamente en nombrar algunos aspectos relevantes al tema que me ocupa.Por un lado, para entender el lugar de las migraciones en la trayectoria de las personas que presentaremos más adelante encuentro útil el concepto de Pellegrino de
“cultura emigratoria”, como aquella que “logra consolidarse cuando el proyecto emigratorio se incorpora como una opción válida y positiva en el imaginario colectivo de la población” (Moraes, 2008: s/p).
Las emigraciones producidas en Uruguay en la década del 2000, cuando se produjo la crisis económica más grave en la historia del país (y es en la que se sitúa mi estudio), tienen que entenderse en relación a la historia migratoria hasta entonces, tanto en movimientos de entrada como salida, y esta “cultura emigratoria” que incorpora la emigración como una alternativa, una opción biográfica posible.
El otro elemento a destacar es el peso de la “irregularidad” administrativa para las migraciones uruguayas en España. De acuerdo a Moraes, a partir del año 2001 a medida que aumentaba el flujo de migrantes hacia España lo hacía también el número de personas que carecía de nacionalidad española. Las cifras de personas extranjeras de nacionalidad uruguaya en situación administrativa irregular alcanzó el 70% del total de extranjeros uruguayos en 2002-2003 y registró un importante descenso luego del año 2005, con un proceso de regularización en España (Moraes, 2008: s/p).
Las historias de las cuatro mujeres que presentaré se enmarcan dentro de estos procesos. A través de sus relatos y de los objetos que vinieron en sus primeras maletas reflexionamos acerca de la materialización de la experiencia migratoria, de la irregularidad y de las fronteras.
3. Consideraciones metodológicas y marco teórico
Las preguntas iniciales de la investigación que da base a este artículo fueron las siguientes:
¿Qué pusieron los y las migrantes uruguayos en sus maletas a la hora de migrar? ¿Por qué unas cosas y no otras? ¿Dónde están esas cosas ahora? En base a estas preguntas, la metodología empleada incluía entrevistas de orientación biográfica realizada en los hogares de las entrevistadas (que residen en las provincias catalanas de Tarragona y Barcelona) y el uso de la fotografía como técnica que buscaba promover la interacción con los objetos. Para ello, pedía a las personas entrevistadas que eligieran aquellos objetos que querían fotografiar y que realizaran las fotografías. Esto no solamente perseguía el fin de obtener un registro visual, sino promover y observar la interacción de las personas con los objetos y el momento de fotografiarlos, lo cual sirvió como disparador para nuevas y enriquecedoras reflexiones.
En primer lugar, una sencilla observación: los y las migrantes no viajan solos, sino que viajan acompañados de cosas. Explorando la bibliografía sobre el tema, podemos encontrar estudios que nos muestran que existe transporte de objetos aún en condiciones más extremas que las aquí analizadas, como el caso de los refugiados que deben salir huyendo a riesgo de perder la vida y encuentran maneras para llevar
consigo aquellos objetos que permiten la continuidad de su persona (Parkin, 1999). O en el extremo opuesto, cuando las distancias y medios de transporte lo permiten, las personas pueden trasladar todo lo posible, como las familias polacas que migran hacia el Reino Unido en coche, estudiadas por Burrell (2008). La cuestión es que a la hora de migrar, las personas seleccionan y reciben - dos de los procesos fundamentales a mi entender - objetos que sirven para mantener, condensar, transformar y construir la propia biografía y la experiencia migratoria ante un momento de transición.
Como Basu y Coleman afirman (2008) hay pocos estudios aún que ahonden en la convergencia entre migraciones y cultura material, y un enfoque en estos temas puede ayudar a entender no solamente la materialidad de la migración sino los efectos materiales de haberse trasladado, entendidos como la posibilidad de trasladar y transformarse de los “mundos migrantes” en movimiento (Basu y Coleman, 2008: 313).
Con respecto a aquellos objetos traídos en las primeras maletas, los autores señalan su valor simbólico, la importancia en las primeras etapas migratorias y la posibilidad de transformaciones que pueden darse con los años, que hace que algunos de estos objetos acaben por ejemplo como patrimonio o herencia de generaciones posteriores. Los mismos autores plantean que tanto el mundo material migrante está modelado por los diversos viajes migratorios como las migraciones moldeadas por las materialidades, entendiendo estas como las interacciones entre sujetos y objetos que son mutuamente
constitutivas (2008). Centrar la mirada en las materialidades nos permite ver tensiones entre pasado y futuro, entre continuidades, aspiraciones y transformaciones (Basu y Coleman, 2008; Svasek, 2012).
La investigación realizada se centró en aquellos objetos que podríamos denominar biográficos o posesiones. Según Violette Morin los objetos biográficos son aquellos que acompañan a lo largo de la vida, que hacen referencia a un lugar, con quienes se establece una relación que los imbuye de identidad localizada, particular o personal, hacia el objeto y hacia el sujeto (en Hoskins, 1998). Hoskins, en su trabajo sobre objetos biográficos también retoma la definición “posesiones” de James Carrier, como “objects that bear a personal identity”, para tender un puente entre los objetos de la isla de Sumba donde realizó su etnografía y los objetos de la sociedad norteamericana (1998: 194).
Más allá de la denominación, lo que caracteriza al tipo de objetos que aquí trabajamos es el tipo de relación que se establece con la persona, que vuelve a los objetos importantes, inalienables (Weiner, 1992) y entre quienes se produce una interrelación de ida y vuelta que hace que no podamos entender al sujeto sin sus objetos, ni a los objetos sin los sujetos.3 La presencia material es relevante para entender que los objetos no son simplemente aquello donde descansan significados que residen en otro lado, sino una materialidad abierta a producciones de significado (Keane, 2005). A partir de estas premisas me planteo analizar las maletas de las cuatro mujeres.
4. El viaje: Haciendo las maletas
De acuerdo a los datos estadísticos, a partir del año 2001 crece el número de personas de origen uruguayo que migraron en condiciones administrativas irregulares4. Al realizar el trabajo de campo en 2011, pude comprobar la importancia numérica de la migración irregular de personas uruguayas.
Tanto Susana como Viviana migraron hacia España en el año 2008 (la primera a la provincia de Barcelona, la segunda a otra región española y luego a Cataluña, donde actualmente reside en la provincia de Tarragona), y Graciela y Roxana en el año 2002 (la primera hacia la provincia de Tarragona y la segunda hacia la provincia de Barcelona).
Susana y Graciela tienen edades actualmente comprendidas entre los 45 y 55 años, y Viviana y Roxana entre los 30 y 40 años5. Ninguna de las cuatro mujeres encabezaron el proyecto migratorio, en el sentido de que ninguna de ellas migró en primer lugar y/o sola sino para reunirse a familiares o compañeros sentimentales. Graciela es la única de las mujeres que migró en el mismo momento que su marido, con quien se casó poco antes de migrar. Viviana narra que migró para poder conformar una pareja en destino con un español que había conocido en Uruguay, algo que podríamos encuadrar dentro del tipo de migraciones “por amor”, del que nos hablan Roca (2009) y Bodoque y Soronellas (2010)6. Susana tenía parte de su familia instalada en la provincia de Barcelona a la hora de migrar junto a su hijo pequeño, y Roxana a quien había sido su pareja en Uruguay, y realizó el viaje migratorio junto a su hermano mayor que se dirigía hacia otro país europeo. En todos los casos, entonces, las migraciones se realizaron entrelazadas con proyectos amorosos o de reunificación familiar. Pero las motivaciones que las mujeres cuentan, excepto parcialmente en el caso de Viviana, contemplan como razón fundamental el deseo de buscar nuevas alternativas y una situación económica mejor.
... me vine en el 2002, en setiembre y totalmente diferente a como estoy ahora. Me vine con una pareja de allí, al tun tun...Agarramos las cosas y un día así de esa locura de
que te pasás todo el día trabajando y no te daba la plata para nada dijimos...(...) no era que no tuviéramos trabajo, nada de eso, era que no nos daba. Y por eso nos vinimos.
Más adelante en su relato Graciela vuelve a contar el momento de tomar la decisión de dos maneras diferentes aunque manteniendo el carácter precipitado y casi límite
que le otorga a su decisión:
Y bueno me acuerdo que un junio pasaba un cumpleaños de él que no teníamos un peso y dijimos ¿sabés qué? Nos vamos. Y de junio a setiembre nos vinimos, en tres meses
organizamos todo, vendiendo todo, malvendiendo todo... así que fue así, por plata. El día que mi madre vino a mi casa, abrió las puertas de la cocina cerró la puerta de la cocina
y al otro día apareció con un kilo de azúcar, de yerba, de aceite haciéndose la tonta, ese día dije yo no lo aguanto. Porque si no trabajaba al menos, vale. Pero trabajando, que tuviera siempre un poquito de cada cosa... Acá no tengo lujo, pero la nevera tiene las cosas. Eso fue lo que más vi acá cuando llegué.
Susana también trabajaba antes de emigrar, pero la decisión de “probar” fue impulsada porque tenía parte de su familia en España y por su situación económica inestable:
... Y así trabajaba pero tampoco te creas que me daba, me daba para pasar y ahí. (…) O sea que trabajaba pero no me alcanzaba (…) Ya te digo trabajaba bien, trabajaba en verano,
trabajaba en invierno, pero nada con caja, nada seguro. Si me pasaba algo ya sabía que no iba a trabajar y yo no cobraba (…) Entonces bueno, llegó un momento que dije a ver. Y
más fue como estaba (…) mi hijo acá, mi hermana y el marido, entonces dije voy a probar.
Roxana, que apenas había pasado los 20 años al migrar hacia España, cuenta su emigración como una combinación de las posibilidades que se abrían en el extranjero, las circunstancias que permitieron que viajara, y una situación en Uruguay que si bien dice “no era mala”, tampoco era la que deseaba:
Bueno, en ese momento estaba en pareja, y mi pareja se había venido en mayo de 2002 para acá para España. Y en principio no existía la posibilidad de que yo viniera, yo no
me quería ir de Uruguay (...) Mi pareja se vino y yo me quedé allá estudiando y tal y cual y cuando mi hermano decidió irse para Alemania él me preguntó si yo no me iría.
Y la única pregunta que me hice yo en ese momento es qué es lo peor que me podía pasar. Y lo peor que me podría pasar era volverme a la casa de mis padres y seguir
estudiando. Estudiar y a la vida que tenía que no era mala. Era una vida normal, o sea no tenía grandes carencias ni nada de eso pero que continuaba estudiando y eso fue lo
que me hizo decidir venirme (...) O sea que no estaba en una situación caótica ni de crisis ni nada por el estilo simplemente lo que veía era de que las aspiraciones que uno
puede tener con 24 años cada vez se veían más lejos. Que eran encontrar un trabajo, poderte mantener de manera independiente.
Roxana hace mención también de la importancia de la experiencia de otros conocidos migrantes de su entorno para tomar su decisión:
Tenía amigos que estaban en EEUU, en Australia, acá en España, tenía amigos por todos lados. En Argentina pese a que también había crisis pero también habían marchado ahí
y aun así tenían otras posibilidades. Y que los comentarios de todo el mundo, de esos amigos que se habían ido, que podían hacerse cargo de su propia vida. Que habían
encontrado un trabajo, más allá de que sea bueno o malo, bien pagado o mal pagado, con papeles o sin papeles, pero que ellos estaban a cargo de su propia vida. O sea tenían
un trabajo, algunos incluso estaban pensando en seguir estudiando en el país que habían elegido, que era lo que yo veía que le faltaba a mi vida.
Como señalaba anteriormente, Viviana tuvo una migración diferente en tanto migró para unirse a quien se convertiría en su marido meses después de llegar a España. De todas maneras, la posibilidad de migrar ya estaba dentro del horizonte de sus posibilidades, para “refrescarse”, según sus palabras:
Y bueno ta, digo me voy a refrescarme un poco y ver qué tal. Y en eso lo conozco, lo conozco a él que lo conocía en la Ciudad Vieja cuando estaba en pleno boom y... Nada
y eso fue un poco ahí, flechazo.
Como se puede leer en los relatos, las mujeres entrevistadas tenían la emigración como una posibilidad para incorporar o elegir para sus biografías, para lo cual influía el momento coyuntural económico, la consolidada cultura emigratoria y la existencia de redes sociales en destino. En el siguiente apartado veremos cómo se preparó el viaje migratorio.
4.1 Guardar, esconder, camuflar
Poseer doble nacionalidad, una oferta de trabajo o acogerse a los procedimientos de reagrupación familiar eran algunas de las maneras de ingresar al Estado español de manera
administrativa regular en los momentos en que lo hicieron las cuatro entrevistadas.
En todos los casos, entonces, estamos ante personas que ingresaron al territorio dentro de los tres meses permitidos para realizar una visita turística pero con la intención de
quedarse a residir y regularizar posteriormente por diversos canales su situación administrativa.
El momento de ingresar y de pasar por la frontera se presentaba como uno de los más decisivos y temibles del viaje ya que si en el control fronterizo entendían que no ingresaban como turistas sino a residir, el ingreso a territorio español les podía ser denegado y podían ser devueltas a Uruguay7.
La situación de irregularidad en que se realizaba la migración y fundamentalmente el momento de atravesar las fronteras para ingresar a territorio español estaba presente para estas mujeres antes de comenzar el viaje migratorio, en el momento de preparar las maletas. Todas ellas señalaron dos elementos fundamentales. Por un lado un elemento compartido con cualquier persona que viaja en avión: las restricciones de peso y volumen que provocaba que no se pudiera llevar todo lo que se quería, o al menos obligaba a hacer una selección. Pero por otro lado, en el caso de estas mujeres la selección tenía otro añadido: que aquellos objetos seleccionados no “delataran” la intención migratoria. Es decir, los objetos debían seleccionarse y disponerse de modo tal que no se pudiera entender que la persona viajaba con intenciones de establecerse en el país de destino si se diera el caso del temido control migratorio fronterizo, ya que todas ellas ingresaban como turistas al territorio español.
El temor a la frontera es una constante en las cuatro entrevistas. Este temor se despliega antes y durante el paso por el control fronterizo, abarcando tanto la preparación de las maletas, como el viaje y el paso por el aeropuerto:
Veníamos con mucho miedo de que nos pararan, o que nos hicieran dar la vuelta entonces no trajimos salvo cuatro fotos. Y la libreta de casamiento porque, a ver, nosotros
no estábamos casados pero qué pasaba, nos casamos quince antes de venirnos, diez días antes de venirnos más que nada por decir nos vinimos de luna de miel (…) Pero teníamos mucho miedo de meter cosas de traernos recuerdos, hubiéramos traído pero era eso, teníamos miedo, de que nos pararan y nos hicieran dar la vuelta. (Graciela).
... pero no me podía traer cosas tampoco de invierno porque llegaba aquí en pleno verano y en la aduana me iban a decir ¿usted dónde va? Porque también estaba la incertidumbre de si te miran la maleta y te miran lo que tal, tampoco podías cantar.
Me había paranoiqueando con el tema de las fotos “no lleves fotos, porque no sé qué, porque tal”, “tienes que llevar dinero y tal” (Viviana) Me las traje contadas las fotos por cualquier cosa también. O sea siempre pensando que venía por 15 días a pasear y me volvía, entonces me tuve que traer lo justo, hasta los recuerdos (Susana)
... no quería traer un montón de fotos de la actualidad por [...] si te agarraban en la aduana te preguntaban por qué traes tantos recuerdos, no era conveniente... (Roxana)
La migración en condiciones administrativas irregulares llevó a que estas mujeres, como vemos, forjaran historias ficticias “creíbles” como turistas para justificar la entrada al país. Estas historias tenían un posible filtro o prueba, según vemos en los relatos, que era el control migratorio en las fronteras, la posibilidad de ser interrogadas y que las maletas fueran revisadas. Las cuatro mujeres, como vemos, contaban con información de personas conocidas que las habían advertido sobre lo que podría producirse y cómo sortear dichas eventualidades. Debemos recordar también que en la década del 2000 que estamos mencionando, los medios de comunicación en Uruguay se hacían eco frecuentemente de noticias acerca de “deportaciones” producidas fundamentalmente en el aeropuerto de Barajas en Madrid. La conformación de las maletas refleja y produce también lo que significaba el control fronterizo. La frontera “armó” las maletas de las mujeres migrantes que armaron sus maletas para burlar a la frontera.
Si bien las cuatro tuvieron que atravesar el control fronterizo en la larga y lenta cola de ciudadanos “No EU”, solo una de ellas fue sometida al previsto y temido interrogatorio.
Creo que es pertinente dejar la cita en extenso por la riqueza descriptiva en términos sensoriales y emocionales del relato de la entrevistada:
-¿Te preguntaron mucho?
-Sí, justo me agarró un gringo8 asqueroso, había dos ventanillas y justo un tipo que me hizo mucha... y mirá que estuve bastante rato en la ventanilla y que no me sellaba el
coso [el pasaporte], me hizo mucho problema. Me transpiró todo, todo me transpiró, salí ensopada (...) Yo tranquila ni las manos movía apoyada en el mostrador. Y me acuerdo que me decían si te llegan a preguntar vos tranquila y yo no sé de dónde saqué fuerzas (…) Y me acuerdo que no se me movió un pelo, nada, yo tranquila, pero sentía la transpiración.(...) Me hizo mucho problema el gringo sí, a qué venía, dónde iba a estar, tuve que sacar el papel del hotel, no hice ninguna reserva sino que en la agencia (...) te hacen una reserva como una reserva y llaman al hotel y está registrado pero yo no fui nunca. Pero era para dos personas para 15 días que esto y que lo otro. Y me acuerdo que tuve que sacar la reserva para mostrarle que yo...Y las maletas, qué maletas traía, y las maletas ahí están. Que eran chiquititas y él [se refiere a su hijo menor con quien migró] con la mochilita atrás y yo con un bolso. Es más, pasamos, viste que tenés que pasar por el costado y el tipo giró a mirarnos, ¡GIRÓ! a mirarnos lo que (...) Pero me preguntó todo, por qué venía, cuanto tiempo, por qué viajaba sola. Porque él [su hijo] venía a conocer que no conocía y yo aproveche a traerlo, como él estudió bien este año y pasó bien este año. ¿Y por qué España? Porque tengo conocidos, porque me gusta, porque miré en la televisión y tengo muchos conocidos que me contaron cómo era España y quiero conocer. ¿Y qué lugares quiere conocer? Y me acuerdo que mi cuñada me había sacado de la virgen negra, me había sacado de la computadora y yo me traje, es más le digo quiero ir a conocer esta virgen [se refiere a la Virgen de Montserrat]. Y ahí lo tenía en los papeles, no sabía ni dónde diablos quedaba eso pero bueno, yo venía a conocer esos lugares y bueno. Y hasta me preguntó qué dinero traía y todo (...). Y da la casualidad que la de adelante mío, una petisita que había, mayor, esa la dejó para el costado. Llamó al guardia y la metieron para el costado a una sala con unas cortinas la metieron para atrás. La vinieron a buscar, vino el hombre, si la acompañaba y fueron para atrás a las cortinas y la muchacha lloraba, y yo decía por dios, y con Facundo
hablábamos cualquier pavada porque no quería escuchar y no quería que el tipo me viera nerviosa y que estaba escuchando por algo. Y le decía Facundo hablame algo, ¿y qué querés que te hable? (...) Y yo dije no te puedo creer. Porque eso te pone...Y ella también traía una maletita chiquita. (...)
En la parte final de su relato sobre el control aduanero la descripción sensorial cobra importancia: los movimientos de los pasaportes, el ruido de los sellos, la posición del cuerpo en el mostrador, el sudor que recorría su cuerpo en un momento en el que el tiempo pareció detenerse y en el que todo pendía de un hilo, o mejor dicho, de un sello. El ruido del sello trajo el desenlace, el alivio, y el reencuentro con la familia:
Y empezó a dar vuelta los dos pasaportes abiertos y así hacía para adelante para atrás con el sello en la mano, y el de Facundo también para adelante y atrás. Y yo así apoyada,
y sentía que mojé el mostrador, estaba ensopada. Y decía qué disparate. Cuando hizo pum pum [acompaña con el movimiento de sellar los pasaportes] dije ¡ahhh! Y guardé todo y me dijo gracias, que tenga buena estadía. Que tenga buena estadía y que le guste España, muchas gracias. Y le dije Facundo vamos. Salimos desesperados y me acordaba del free shop para comprar algo a mi hermana y mi hijo me dijo mamá por favor salgamos ya de acá. Y mi hermana me dijo que la gente estaba esperando ahí y que no habían dejado pasar, que había venido un vuelo y mucha gente no habían dejado pasar. Y cuando nos vieron se pusieron a llorar porque pensaban que no pasábamos.
A través de este relato, podemos ver cómo la experiencia de Susana en el aeropuerto y en la frontera es un momento importante, intenso, en su trayectoria migratoria. Estoy de acuerdo con Burrell (2008) cuando afirma que los viajes y las fronteras son ejes de la experiencia migratoria que cabe analizar en sus dimensiones vividas, sentidas, narradas.
La autora afirma que centrarse en las experiencias de los migrantes en las fronteras, nos permite ver cómo estos espacios, tradicionalmente considerados como lugares vacíos
o lugares “in-between”, son intensamente vividos, usados, materializados.
El momento de control de pasaportes es, según Cunningham (en Burrell, 2008:357) un momento pivotal de subyugación, en el que se produce el sometimiento al control de pasaportes cual rito de pasaje, y que es recordado y narrado cuando la experiencia resulta en una experiencia traumática, como la de Susana aquí expuesta.
Siguiendo las propuestas de Burrell y otros de ver la materialización de las fronteras y la experiencia individual y narrada de la misma, propongo ver la frontera también como un espacio que se materializa en origen y que extiende sus efectos a los momentos previos al viaje.
La preparación de las maletas era parte del armado de la historia ficticia para poder ingresar al territorio del Estado español, un proceso en el que ya desde Uruguay las migrantes contaban con información sobre lo que podría suceder, los mecanismos para sortearlos, y que provocó el armado de estrategias que tenían un momento de “examen final”, que era el control fronterizo. Los objetos de la maleta, concretamente los objetos biográficos, posesiones o “recuerdos” como en muchos momentos les llamaron las entrevistadas, formaban parte de un potencial peligro a estas estrategias. Ya fuera porque hay objetos que indefectiblemente tienen una fuerte carga cultural como recuerdos como es el caso de las fotografías, o porque se quería traer otro tipo de objetos que se pensaba que desentonaban con la historia, estas mujeres desplegaron maneras de camuflar e integrar los objetos a estos relatos.
4.2 La selección de los objetos: Veintipico de años en una maleta
En un artículo sobre las mudanzas de residentes de Montreal (un contexto un tanto diferente al que nos ocupa), Jean Sebástien Marcoux analiza uno de los procesos que entiende más importantes en las mudanzas: el proceso de selección. Este sirve para ir entre los recuerdos, seleccionando aquellas cosas que se quieren mantener y descartando las cosas – y los recuerdos – que ya no se quieren mantener: “...we could say that the things that people take with them, those ‘aide-mémoires’ (Rowlands, 1993), help preserve a certain consistency and continuity. Going further, we could also say that memory may be constituted in motion through the displacement of objects. Bringing things with oneself, then, is to make the choice of remembering” (Marcoux, 2001: 73). Este proceso de selección puede ser un proceso no exento de disputas, como veremos, sobre la titularidad para conservar ciertos objetos, que son disputas también sobre la -o las- memorias.
En los procesos de selección de las cuatro mujeres podemos observar tres elementos básicos: que querían llevarse objetos personales consigo, que algunos de estos objetos podían “delatarlas” o ser potencialmente peligrosos en el caso de que les revisaran las maletas en la frontera, y que podían camuflar o disimular los objetos utilizando diversas estrategias.
El primer elemento, o sea el deseo de llevar objetos consigo, ocupó bastante tiempo en alguno de los casos, e involucró no solamente a las migrantes sino sus seres queridos
más próximos.
Viviana comenta al respecto lo difícil de poner toda su vida en unas maletas. Como ella explica, su migración fue diferente en tanto que ella sabía que venía “definitivo”.
Es decir, en su caso sabía que no iba a regresar:
Pues... Lo que pasa que claro, es difícil, porque cuando armás la maleta, al menos en mi situación yo no venía... Sabes que venís definitivo, definitivo y sabes que no volvés más. Al menos... Volverás luego a visitar o tal. Entonces siempre lo hacés pero yo no me imaginé que no iba a volver en tres años y entonces dejas cosas en una casa y organizas y dices bueno esto ya para un segundo viaje ya me lo llevo. Cosas personales que me gustaría tener que no puedo tener. Porque te dicen 27 kilos y 27 kilos y son en aquel momento yo tenía 27 años, casi 28 años, y son 28 años de tu vida (…) es eso que dices son 27 años de mi vida que los tengo que guardar en cajas. De estos 27 años qué me llevo...
Las fotografías eran de las cosas a las cuales Viviana le otorgó mayor importancia y cuidado para poder llevarse con ella, a la vez que le causaba cierta “paranoia” según
sus palabras. La poderosa asociación de las fotografías con elementos de recuerdo hizo que las cuatro mujeres asociaran estos objetos9 como un potencial peligro en caso de
que fueran descubiertas. Esto no hizo que dejaran de traerse fotografías, sino que se desplegaron diversas estrategias: traer pocas, colocarlas en determinados lugares de las
maletas o dentro de otros objetos, o ir haciendo fotografías en el camino.
Graciela seleccionó cuidadosamente las fotografías para llevarse, que retrataban a las personas más queridas de su familia.
El primer viaje de visita a Uruguay le permitió traer otras cosas, especialmente fotos.
Al viaje de ida cuando ya tenía papeles y entré por la puerta rápida del aeropuerto sí que me traje más fotos, más rec... Bueno, fotos, más bien, fotos...
En el caso de Viviana, las fotografías fueron parte de disputas con su madre, quien le pedía que le dejara algunas e inclusive llegó a esconderle otras para que no se las
llevara. También realizó una cuidadosa selección para llevarse consigo, así como una colocación estratégica y dispersa entre su equipaje de mano para poder “disimularlas”.
Una vez residiendo en España, recibió más fotografías gracias a los envíos de su madre:
-Que aparte mi móvil pensaba dejarlo para mi madre porque tenía un montón de fotos porque las madres quieren que les dejes todo “esto dejamelo, esto dejamelo” (...)
Después mi madre me mandó una caja con más cosas, sobre todo fotos, porque fotos prácticamente no me pude traer
-Te trajiste algunas
-Sí, pero por la cara, escondidas por ahí y aquí en la agenda, las tenía conmigo. Porque pensé, no me van a abrir toda la agenda. Entonces algunas las filtré por ahí, otras las
puse abajo del todo y otras en un libro y así mezcladas, repartidas (…) Las tenías repartidas porque es imposible que empiecen a sacar justo todo. ¿Sabes? O sea sacarán
algo pero no la típica que tenga todo en un sobre y digan ah ¿todo esto? ¿Cuánta gente vas a extrañar en un mes? Máximo vas tres meses.
Como vemos, Viviana no optó por dejar atrás las fotografías sino por seleccionarlas y “esparcirlas” entre diversos recovecos de la maleta, su agenda que llevaba en la
mano, otro libro; aprovechando la capacidad de la maleta y de los libros para contener y esconder cosas.
Roxana también seleccionó fotografías antes de su viaje, a escondidas de su familia e incluyendo retratos que prácticamente describen la historia familiar. Otra manera de
traer más fotografías fue la cámara de fotos descartable que llevó en su viaje migratorio, que le permitió captar la transición:
Y me traje fotos, fotos que incluso [sonríe] que me acuerdo que sin que se dieran cuenta mis padres y mis hermanos en las cajas que había en casa que teníamos fotos había hecho como una preselección de fotos muy antiguas de mis padres, fotos de cumpleaños de mis hermanos, fotos de mis amigas, de mis abuelos, súper... Pero esas de blanco y
negro incluso que nadie se había enterado que me había traído esas fotos hasta que mi madre vino acá la primera vez [ríe]
(...)
-Y después mis padres en las... Los días previos al viaje nos habían regalado una cámara de fotos porque no teníamos, una cámara de fotos descartable, con el propósito de...
Como no quería traer un montón de fotos de la actualidad por (...) si te agarraban en la aduana te preguntaban por qué traes tantos recuerdos, no era conveniente, entonces traer
esa cámara esa, traía en esa cámara para revelar aquí traía las fotos de las despedidas que habíamos hecho durante los últimos días previos al viaje, del avión y de cuando llegué
acá a Barcelona. Bueno de Alemania primero, y luego de cuando llegué a Barcelona
-¿O sea que las fotos no sacaste acá sino que te las gastaste...?
-Claro, fue la transición, son fotos de la transición. Que incluso mirás esas fotos porque todavía las tengo y por ejemplo en las reuniones con mis amigas estamos todos con los ojos rojos, las narices mal de tanto llorar y esas cosas (…) Saqué la última foto el día que entré a ese piso, la primera impresión... es como que tenía en la mente cosas muy
puntuales, que las primeras impresiones me iban a marcar. Y me acuerdo que saqué, la última foto de esa cámara fue antes de dejar la valija en el suelo... Una vista que era el
living de la casa del piso ese con el balcón que entraba un sol precioso y saqué una foto que salió muy mal [ríe] pero esa fue la última foto y al otro día una de las inversiones
que hice con ese dinero que traía fue revelar esa cámara con esas fotos que incluso me sorprendieron porque no me acordaba porque había pasado días y días sin dormir Susana también trajo unas pocas fotos familiares, y en su caso las colocó dentro de una biblia, otro de los objetos que quería traer y que servía para proteger y encubrir sus fotografías, ya que según sus palabras es frecuente que la gente ponga fotos en las biblias, por lo cual podía considerarse “un descuido”:
Y me traje la biblia, me traje la biblia que no soy mucho de leer la biblia, soy católica pero no así que voy a la iglesia así no. Pero me la traje porque es una biblia muy antigua.
Me la traje porque me encanta el papel ese que ya no hay más de biblia, de las de antes, porque ahora son papeles comunes y me traje esa biblia en el bolso, porque
eso me lo podía traer y me lo traje. Con unas cuantas fotos adentro, unas fotos de los chiquilines cuando son chicos y eso, eso es lo que me traje. Poquitas, pero como es
una biblia podés tener fotos, viste.
Y... Me traje... No, no, me traje esas y de mi hija me traje. Y de mamá y papá en un cumpleaños mío último que estábamos allá y me traje, estaban ellos en la mesa y me
traje esa foto. Que no me podía traer muchas tampoco, elegí de cada uno pero no me pude traer muchas porque era como un descuido, como que estaban dentro de la biblia.
Las cuatro mujeres consideraron las fotografías familiares como uno de los objetos más preciados para llevarse consigo en el viaje migratorio. Se encargaron de realizar
selecciones, en algunos casos a escondidas o “negociando” el derecho a conservar ciertas fotos. En las cuatro historias es de remarcar que las mujeres trajeron fotografías
familiares que enseñaban a miembros de la familia en épocas en las que ellas no eran nacidas, fotografías en blanco y negro que parecieran querer conservar la historia familiar
en la distancia, y que podría coincidir con el papel tradicionalmente otorgado a las mujeres de cuidadoras de la memoria familiar (al respecto ver por ejemplo Rose, 2010).
Las fotografías en cuestión son retratos de miembros de la familia, en ceremonias, reuniones, paseos, que muestran a la familia unida, disfrutando. En menor cantidad y
para las dos mujeres más jóvenes, hay fotografías de amistades.
Siguiendo a Bourdieu, podemos afirmar que la práctica de realizar fotografías tiene una importante función familiar, de “solemnizar” momentos de unión (Bourdieu, 2003:
57). Las migraciones potencialmente amenazan esta unión al dispersar a sus miembros, y en este contexto no sorprende que las fotografías ganen protagonismo y sean un medio
material ideal para trabajar la unión familiar a la distancia. Prueba de ello es que son objetos predilectos para promover la “actualización” familiar a la distancia y circular
entre parientes “dispersos” (Sontag 2010, Rose 2010, Carrillo 2010, Fedyuk 2012).
Esta fuerte asociación de las fotografías como agentes de unión familiar, las volvía potencialmente peligrosas en el viaje migratorio. Si hay una historia forjada que asevera
que el viaje es un viaje de turismo, ¿qué hacen unas fotografías en las maletas de unas turistas? Podemos explicar la voluntad de llevarse las fotografías como un trabajo de
mantener la unión familiar a la distancia y el entendimiento de que la fotografía familiar es un medio ideal para mantener esta unión, esta presencia en la ausencia. Pero este
entendimiento sobre la fotografía, esta “ideología semiótica”10 por utilizar la definición de Keane (2005) no solamente era de las migrantes, sino que los agentes de aduana
podían compartir la misma interpretación. El temor a la interpretación compartida de las fotografías como signos, hizo que en el entorno material de la maleta debieran ser
camufladas.
Aquí es donde la materialidad de las fotografías también las convertía en medios ideales para el camuflaje: su tamaño y su capacidad condensatoria (en una fotografía
familiar podían “llevarse” a todos los miembros de la familia) hacía que pudiesen ser diseminadas y escondidas en el equipaje.
Entender la importancia de las fotografías y las estrategias de las mujeres entonces requiere entender, por un lado, que son un medio material y simbólicamente ideal
por su capacidad de condensación y fuerte carga representacional como objeto de memoria, para mantener la unión familiar. Pero por otro lado, que esta posibilidad de
interpretación las hacía potencialmente peligrosas al ser probablemente compartidas con quienes podían revisar las maletas. Las maletas debían mantener una composición
“de turista”. Pero la maleta también, como contenedor, es un objeto idóneo para ocultar en su interior las fotografías, así como también lo era la biblia para Susana, la agenda
para Viviana o la propia cámara de fotos para Roxana.
Si bien las fotografías presentaban uno de los “peligros” más evidentes para mis interlocutoras, no fue lo único. En el siguiente apartado veremos otro objeto en detalle.
4.3 Recetas en un papiro
Uno de los conceptos que me sirvieron para entender el proceso de selección de ciertos objetos es el deseo de mantener una continuidad en la propia biografía, ante una experiencia que se presentaba como una bisagra o una ruptura en la propia vida (Alonso, 2012). Es por esto que en los objetos seleccionados hay elementos de la propia biografía o identitarios que las personas eligieron para poder mantener una continuidad entre su propia identidad y también construir sus entornos materiales, sus lugares, ya que muchos de estos objetos fueron utilizados para construir un sentido de pertenencia en aquellos lugares que los migrantes consideraron sus hogares en destino.
Una de las maneras de transportar la experiencia de vida, aquello familiar, es transportar la experiencia sensorial cotidiana. En las maletas de los migrantes tomaron importancia objetos que “siempre habían estado allí”, en sus hogares de Uruguay, casi invisibles, y que a la hora de migrar cobraron renovada importancia. Otros llevaron
música, y otros, como Susana, quisieron llevarse su recetario, para mantener los sabores también en destino.
Petridou y Seremetakis han escrito acerca de cómo la comida y los sabores cobran importancia en la diáspora (Petridou 2001, Seremetakis 1994). Para Susana, no sola-mente era traerse aquellos sabores, sino que cocinar es algo que le gustaba, e inclusive había trabajado como cocinera.
Susana quería traer sus recetas de cocina consigo, pero un recetario no encajaba en su maleta de turista. Así es que copió, en un papel pequeño, aquellas recetas que
quería conservar. El papel aún lo conserva en la cocina de su casa, y lo utiliza a pesar de saber las recetas de memoria. Por qué no lo ha pasado “en limpio”, es algo a lo que
no encontró respuesta.
¡Ah! Y unas recetas me traje, en un papelito chiquititoo, porque yo la pensaba toda, que el hombre de la aduana me iba a revisar y me iban a leer las cosas y yo me iba a traer
las recetas. Entonces me hice en una hoja, en un papelito chiquito me hice las recetas pero era... Son cuatro o cinco pero en dos renglones, o sea imagináte cómo me las hice
chiquititas que las tengo ahí que es un papiro porque está hecho... Y me las hice así para no traerme el cuaderno, siempre me quedé con que me dejé el cuaderno allá con
las recetas ¿viste? Porque para qué iba a traerlas, si vengo a pasear 15 días para qué voy a traer unas recetas. Y me anoté esas las más... Me las anoté en dos renglones me
hice las cinco recetas, así que hice la letra chiquitita.
Me traje la de hacer frishoas, canelones, que son finititas. Me traje la pasta frola, me traje una torta para hacer con manzana, una tarta de manzana, y me traje la caruso,
la salsa de caruso. Esas son las pocas recetas que me traje. Están así una y otra, que hasta ahora yo si me pongo a hacer ya las sé pero si me pongo a pensar, pero tengo
que pensar entonces para no pensar voy directo al papiro ese, porque ya es un papiro ya está el papelito que...Entonces agarro y las miro y las tengo ahí. Eso es lo que me
traje en el bolso.
El hecho de que haya escrito el papel, lo conserve y actualmente lo utilice nos habla de la importancia del mismo para mantener la continuidad en la experiencia biográfica,
en los sabores conocidos, así como también hizo patente el hecho de que su migración se producía de manera irregular y que necesitaba maneras de resistir el control fronterizo.
El pequeño papel podía condensar recetas, sabores, atravesar fronteras y acompañarla en estos años de experiencia migratoria.
5. Reflexiones finales
A través de las historias migratorias de las cuatro mujeres contadas en torno a los objetos que colocaron en sus maletas, podemos acceder al relato de la experiencia del viaje migratorio en condiciones administrativas irregulares, y nos permite acercarnos a la experiencia emocional, sensorial y material del paso por las fronteras.
Sus relatos nos permiten ver que las fronteras se encuentran aún muy presentes en las migraciones contemporáneas, y estas no solamente se materializan en la frontera
física sino que se hacen presente en origen, en la planificación del viaje migratorio. Para pensar las fronteras encuentro útil el concepto de dispositivo de Foucault entendido
como estrategias en el marco de relaciones de fuerza “sosteniendo tipos de saber”, y “sostenidas por ellos” que persiguen la consecución de objetivos y generan efectos
previstos o no por aquellos (Foucault citado en Agamben, 2011:250).
Si entendemos la frontera como parte de un conjunto de estrategias que persiguen ciertos objetivos y producen efectos y son capaces de diagramar subjetividades, vemos
que estas (junto a las disposiciones jurídicas de extranjería y el conjunto de saberes y discursos vinculados) diagramaron la experiencia migratoria de estas mujeres que
buscaron, en este entramado, la manera de burlar y atravesar las fronteras. Las historias creadas para poder ingresar a residir al territorio español podrían ser vistas como un
efecto no contemplado por el objetivo manifiesto del dispositivo.
La riqueza del concepto de dispositivo nos permite pensar no solamente en sus efectos no deseados, sino el surgimiento de la posibilidad de resistencia. Considero una
práctica de resistencia la voluntad de estas mujeres por impedir que la diagramación de las subjetividades alcanzasen también a aquellos objetos personales que querían
llevarse para poder construir una continuidad entre la vida anterior y posterior a la migración, para poder tener un sentido de pertenencia, de identificación, a través del
pasaje de un espacio al otro.
Sabiendo o anticipando que ciertos objetos, especialmente las fotografías, eran un “peligro” para la historia confeccionada de turistas o luna de miel como en el caso de
Graciela, hicieron lo posible por ingresarlos.
Pero este movimiento es dual. Así como los objetos colocados en la maleta pretendían burlar el control, permitiendo continuidades e identificaciones; también en la
selección de objetos y en la colocación en la maleta la propia situación de irregularidad se estaba materializando, se estaba haciendo presente, estaba diagramando esas
maletas. El control fronterizo, las leyes de extranjería y la condición de migración irregular comenzaron a estar presentes en la vida de estas mujeres cuando tuvieron que
seleccionar y esconder aquellos objetos que sentían como parte de sí mismas, porque el lugar a donde se dirigían no las recibiría así.
Como vimos, las fotografías tienen una importante carga en este sentido, y pudieron ser “pasadas” a través de una cuidadosa selección y colocación. La riqueza de considerar
a las fotografías también en su dimensión material y no solo visual, como señalan Rose (2010) o Edwards (2012), permite ver qué se hace con ellas y en este caso permitió
ver cómo las mujeres se valieron de diversas estrategias para poder conservarlas. Los objetos permitieron también condensar elementos de la historia de vida en sus límites
materiales, como en el caso de Susana que pudo condensar, en cuatro líneas, todo un recetario que permitiría mantener prácticas culinarias y sabores en el lugar de destino.
Este estudio se acerca a aquellos que plantean la importancia y necesidad de estudiar las experiencias del paso de fronteras, bajar del nivel macro de análisis y ver cómo
estas son sentidas y vividas por los individuos (Burrell, 2008).
Podemos ver en los relatos de las migrantes que la experiencia de la frontera y de la emigración es emocional: miedo, pánico y paranoia son algunas de las palabras utilizadas por las migrantes para definir cómo vivieron el viaje migratorio. El armado de las maletas y la selección de objetos tiene un componente también emocional, hace patente la ausencia, la pérdida creando la presencia y la permanencia: manteniendo los objetos la ausencia está presente, y la ausencia también se combate.
Para concluir, quisiera reflexionar acerca del trabajo etnográfico con objetos. Ya Ken Plummer señalaba el trabajo con lo que denomina objetos personales como parte del método humanista, aquellos registros como cartas, videos, diarios, fotos películas que podían llevar a enriquecer y completar la biografía de una persona. Según Pujadas se trata de “cualquier tipo de registro no motivado o incentivado por el investigador durante el desarrollo de su investigación y que posea, sobre todo, un valor afectivo o simbólico para el sujeto analizado, junto a la función de detonante del proceso de rememoración de los acontecimientos pasados” (Pujadas, 2000: 137).
Por otro lado, Janet Hoskins explica en su etnografía en Sumba cómo preguntar sobre los objetos le permitió acercarse a las biografías de los individuos de una manera que no
había logrado interrogándoles directamente. Mi experiencia etnográfica se hace eco de estas reflexiones, en tanto metodológicamente el trabajo con objetos parece ser idóneo para completar aquellos relatos biográficos que pretendemos obtener a través de las entrevistas en profundidad y acercarnos a dimensiones que no es posible obtener únicamente
a través del discurso de los y las interlocutores. Ver los objetos, la interacción de las personas con ellos, permite obtener datos etnográficos muy valiosos, y obligan a estar atentos al carácter sensorial y emocional de estos encuentros. Teóricamente, el proceso también es interesante, en tanto adentrarnos en las relaciones sujetos-objetos nos permite combatir la “tiranía” del sujeto (Miller, 2005) y ver cómo prácticas y significados se construyen en la interrelación íntima con el mundo material que nos rodea.
En este caso seguir a los objetos permitió acercarnos a la vivencia de la migración y de la frontera desde una perspectiva en que tanto sujetos como objetos fueron protagonistas
de pequeños actos, disimulados, de resistencias.
Bibliografía
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1. Quiero agradecer especialmente a la Dra. Yolanda Bodoque Puerta quien me orientó y apoyó durante todo el proceso de investigación.
2. Por ejemplo Moraes 2008, Diconca y Campodónico (coord) 2007, Pellegrino y Vigorito 2005, Taks 2006.
3. Las reflexiones de Daniel Miller (1991) acerca del concepto de objetificación aportan para entender este proceso mútuamente constitutivo entre sujetos y objetos que está en la base del interés de mi estudio.
4. Estimaciones realizadas por Moraes (2008) a partir de un estudio del colectivo IOE cifran la cantidad de personas de origen uruguayo residentes en España en situación irregular a casi un 70% entre los años 2002 y
2003, muchos de los cuales pudieron regularizarse en el proceso a tales fines del año 2005. Antes de 2001 el número de migrantes de origen uruguayo con nacionalidad española era superior al de otros colectivos migrantes
en España (Moraes, 2008).
5. Los nombres utilizados son seudónimos. Otros datos de contextualización sobre las informantes aparecen en el anexo.
6. Los autores citados caracterizan al tipo de migraciones por amor como migraciones “negadas”, en el sentido que sus protagonistas explican sus experiencias desmarcándose de la migración; son proyectos más individuales,
carentes de redes migratorias y de proyecciones de retorno, en las que se produce una incorporación dependiente al país de destinación y se despliegan lazos transnacionales más débiles (Roca, 2009; Bodoque y Soronellas, 2010).
7. La “devolución de extranjeros” es el nombre del procedimiento de oficio previsto en la Ley de Extranjería española que puede aplicarse, en su segundo supuesto a “Los extranjeros que pretendan entrar irregularmente en
el pais. Se considerarán incluidos, a estos efectos, a los extranjeros que sean interceptados en la frontera o en sus inmediaciones” (Extraído de página web Ministerio del Interior, Gobierno de España, consultado febrero 2014).
8. Aquí la entrevistada utiliza “gringo” para referirse a una persona española.
9. El análisis de las fotografías aquí tomará en consideración fundamentalmente su carácter material por encima de su dimensión visual, para ver prácticas y experiencias generadas en torno a la relación de los sujetos
con los objetos (ver Rose 2010, Edwards, 2012).
10. Keane (2005) define ideología semiótica como “people's background assumptions about what signs are and how they function in the world” (2005:191). Con respecto a las cosas materiales, estas ideologías no son totalizadoras sino vulnerables y abiertas a posibles significaciones futuras a las que pueden invitar las materialidades.