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Revista de Ciencias Sociales

versión impresa ISSN 0797-5538versión On-line ISSN 1688-4981

Rev. Cien. Soc. vol.31 no.42 Montevideo jun. 2018

https://doi.org/10.26489/rvs.v31i42.9 

Artículo original

La experiencia zapatista: análisis sobre sus prácticas democráticas

The Zapatista experience: analysis of their democratic practices

Odín Ávila Rojas1 

1 Universidad Nacional Autónoma de México. Maestro en Estudios Latinoamericanos por la misma universidad. E-mail: avilaodin@gmail.com


Resumen

Los zapatistas o neozapatistas a lo largo de su trayectoria de lucha han expresado una propuesta de proyecto político caracterizada por sus contenidos anticapitalistas, descolonizadores de la protesta social y, en general, con una posición antisistémica. Este proyecto difícilmente puede entenderse si no se explican sus prácticas políticas y el “funcionamiento básico de su organización comunitaria”, el cual se desarrolla en cada uno de los cinco Caracoles (Madre de los Caracoles del Mar de Nuestros Sueños; Torbellino de Nuestras Palabras; Resistencia Hacia un Nuevo Amanecer; Caracol que Habla para Todos y Resistencia y Rebeldía para la Humanidad).

Palabras clave: Caracoles; zapatismo; capitalismo; Estado moderno; anticapitalismo

Abstract

The Zapatistas or Zapatistas along its path of struggle have expressed political project proposal characterized by its contents anticapitalist, decolonization of social protest and generally anti-systemic position. This project can hardly be understood but explains its policies and practices “basic operation of your community organization,” which takes place in each of the five Caracoles (Madre de los Caracoles del Mar de Nuestros Sueños; Torbellino de Nuestras Palabras; Resistencia Hacia un Nuevo Amanecer; Caracol que Habla para Todos and Resistencia y Rebeldía para la Humanidad).

Keywords: Caracoles; zapatismo; capitalism; modern State; anticapitalism.

Introducción

Repensar la democracia desde una realidad histórica diferente a la genealogía griega ateniense y el modelo liberal de las sociedades latinoamericanas contemporáneas es uno de los retos que, sin proponérselo, han puesto a discusión los zapatistas o neozapatistas en los espacios públicos, sociales, políticos e, incluso, académicos. Pero aún más importante es mirar hacia la reconstrucción democrática hecha por ellos mismos, producto de su propia práctica cotidiana determinada por su sentido comunitario.

Si se toma como referencia el levantamiento de 1994, para ubicar el nacimiento de la propuesta democrática zapatista, entonces puede decirse que, a partir de ese año hasta la fecha, han surgido en América Latina y el resto del planeta Tierra una importante cantidad de trabajos, escritos e investigaciones sobre el concepto y el proyecto político de la democracia de los rebeldes del sureste chiapaneco. Pocos son los estudios sobre el zapatismo que tienen como preocupación central explicar las prácticas y dinámicas que hacen funcionar la experiencia de su ejercicio democrático en términos de reflexión teórica política.

Por lo tanto, en este trabajo la dinámica comunitaria zapatista puede comprenderse como aquellos flujos en los cuales circula la politización de los sujetos en términos colectivos, es decir, intercambian voluntades, pensares y acciones para encontrarse o desencontrarse en la discusión para establecer determinados acuerdos sobre la dirección del entramado comunitario (Equipo Enlace, 2004, p. 65)1.

Precisamente, la idea en este texto es tratar de aproximarse a explicar y analizar la dinámica comunitaria zapatista con base en las siguientes preguntas: ¿cómo se desarrolla su dinámica democrática?, ¿qué tipos de prácticas sustentan y hacen posible la forma de hacer política de los zapatistas?, ¿cuáles son los pisos organizativos de las autoridades rebeldes?, y, por último, ¿cuál es el alcance práctico y el horizonte del mandar-obedeciendo en la actualidad?

Las anteriores preguntas se sintetizan en este texto en tres ejes: 1) con base en la interacción entre sus pisos organizativos de autoridad; 2) las prácticas y los mecanismos representativos en cada rincón de lo comunitario; y, posteriormente, 3) las conclusiones: los restos de la materialización de la democracia zapatista.

1) Con base en la interacción entre sus pisos organizativos de autoridad

En el “… territorio zapatista, la organización política y administrativa del gobierno autónomo está compuesta por tres conjuntos de autoridades que ejercen sus funciones en sus respectivos niveles de gobierno -comunidad, municipio y zona-, sin que esto quiera decir que haya límites o fronteras territoriales absolutos entre uno y otro ámbito”2, según identifica Paulina Fernández Christlieb (2010) en su trabajo en el interior comunitario. Confirma este dato el Teniente Insurgente Moisés en la “Digna Rabia”3, al explicar que estos niveles gubernamentales también son colectivos democráticos: “… las Bases de Apoyo Zapatista o Pueblo; los Municipios Autónomos Rebeldes o marez; y las Juntas del Buen Gobierno” (Teniente Insurgente Moisés, 2006). A esto debe agregarse otro piso político y social: los Caracoles.

De tal manera, en total cuatro son las entidades que hacen funcionar la relación entre quienes mandan obedeciendo y el resto que obedece mandando. Marcos (Subcomandante Insurgente) pregunta a Moisés (Teniente Insurgente): “¿Cómo está organizado el Ejército Zapatista?”. Este le responde lo siguiente:

“Primero están pues nuestros compañeros y compañeras de los pueblos que son las bases de apoyo. Y de ahí es, ahí democráticamente, pues, eligen un responsable local, que es quien controla pues la comunidades, o sea cada pueblo tiene sus responsables locales, tanto hombres y mujeres. De ahí … esos compas que fueron elegidos como sus responsables locales de cada pueblo buscan otro responsable que le llamamos regional, o sea quien controla ya ahora sí varios pueblos. De ahí … sale así los compañeros que son los comandantes y comandantas que son los que controlan varias regiones. Pero su trabajo pues los compañeros de los comités, los comandantes y comandantas, prácticamente son los que controlan toda la zona, las cinco zonas que hay, que es Garrucha, Realidad, Morelia, Oventic, Roberto Barrios, entonces así como está eso son ellos los que controlan todo, cada zona, cada quien con sus comités, los comandantes y comandantas. Además de ahí eso, los compañeros de los comités, comandantes y comandantas, lo que hacen entonces es que tienen que ver ya un suplente de ellos, para que entonces, como en este caso que estamos hablando de nuestros compañeros caídos, ya hay quien sustituye. Antes de eso entonces hay un candidato, que son los que empiezan y eso a ver si pasan, pues, a ser suplentes…”.(Subcomandante Insurgente Marcos y Teniente Insurgente Moisés, 2011, p. 4)

Las autoridades correspondientes a las Bases de Apoyo se conforman por cientos de colectivos, los cuales a su vez son integrados por las familias trabajadoras y productoras de los recursos de subsistencia que, al mismo tiempo, son la manutención material de la resistencia zapatista. No significa que los representantes en el resto de los niveles organizativos de la política no participen en el proceso; al contrario, su labor en la milpa, en la recolección de cosecha, en la elaboración de tejidos y, en general, la ayuda constante que prestan son formas de participar colectivamente en su comunidad. Es sobre la base de esta participación que son elegidos por la colectividad para acceder a cargos representativos.

“Las bases de apoyo del ezln Ejército Zapatista de Liberación Nacional se organizan en poblados o comunidades o parajes, y digamos, quien está a cargo de ellos, quien se responsabiliza de ellos es un responsable local … lo hacen así por la conciencia, por la necesidad, porque solamente así puede hacer el trabajo, o un plan pues de trabajo, o el trabajo pues de la lucha. No hay ningún pago de eso pues” (Subcomandante Insurgente Marcos y Teniente Insurgente Moisés, 2011, p. 4)

.

Al fin de cuentas, los cientos de colectivos son quienes activan la dinámica para exigir la obediencia del mando por parte de los otros niveles de autoridades zapatistas, porque son planificadores y evaluadores de los proyectos a desarrollar en las regiones. Pueden verse como un tipo de regulador de la politización desde lo social con prácticas cotidianas.

Cada autoridad es pueblo, al igual que debe reproducir esos saberes indígenas y prácticas que permiten la conservación comunitaria con respecto a la naturaleza.

“Cuando una sociedad elige una tecnología, no solo decide un conjunto de procedimientos y artefactos, responde también una serie de preguntas importantes respecto a su proyecto existencial: ¿qué problemas les parecen más urgentes que deben ser atendidos?, ¿a qué parte de la colectividad desea favorecer?, ¿cómo será el orden social?, ¿qué tipo de relación se establecerá con el medio ambiente?, ¿qué tipo de consenso se producirá?, ¿cuáles son sus valores y principios importantes?, y, desde luego, ¿puede haber la capacidad de construir un proyecto político que sea común para todos los integrantes que viven en esa sociedad especifica?”. (Equipo Enlace, 2004, p. 3)

Estas preguntas ilustran cómo el entramado comunitario al elegir su propio gobierno también discute el horizonte, el proyecto y la materialización de la forma político-social en que va a configurarse su organización de vida. Por lo tanto, las bases zapatistas son las rectoras del proceso en el que se va a orientar lo político. He ahí su trascendencia democrática.

La voz de los pueblos además de representarse en lo local, también lo hace en lo regional, es decir, en los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (marez), los cuales surgen por la necesidad de llevar a cabo los Acuerdos de San Andrés, a consecuencia de la respuesta negativa del gobierno federal. Pueden señalarse tres líneas discursivas que sostienen la legitimidad de los marez en la movilización zapatista, con respecto a su enlace con la historia nacional:

Los marez se han encargado de ser una instancia política y administrativa que responde a la necesidad de organizar autoridades en las regiones, cuya autonomía depende de una importante población indígena y, por supuesto, identificada con la resistencia zapatista. Aracely Burguete expresa:

“… se observa en los municipios autónomos…una diversidad de denominaciones y se nombran bajo distintas figuras: municipios rebeldes, municipios autónomos en rebeldía, consejos municipales autónomos, ayuntamientos autónomos, pueblos autónomos, etcétera” (Burguete Cal y Mayor, 2002, p. 292).

Cabe señalar que:

“… la importancia de llamarse municipios -indígenas, rebeldes o autónomos- radica en el puente que se construye a través de los nombres, las historias y los proyectos entre las bases de apoyo zapatistas y el resto de los mexicanos: los mestizos, los campesinos y los citadinos, los que también reivindican el municipio libre. Si se hubiera legislado y se hubieran modificado las políticas públicas según lo acordado en San Andrés, los municipios autónomos zapatistas podrían haber iniciado una ruta hacia la institucionalización. Sin embargo, lo que les dio visibilidad y presencia pública en 1998 fue la traición del gobierno a la palabra empeñada y la intensificación de la guerra: la masacre de Acteal y su secuela de millares de refugiados en el municipio de Chenalhó; el estrechamiento del cerco y las incursiones militares contra las comunidades; el despliegue y multiplicación de los grupos paramilitares y la ofensiva del gobierno estatal y federal contra los municipios rebeldes”. (Burguete Cal y Mayor, 2002, p. 122)

La municipalidad zapatista opera por medio de un órgano gubernamental denominado Consejos Autónomos4, el cual tiene la responsabilidad de velar por el desarrollo de los proyectos de bienestar, salud, tierra y educación, a favor de las comunidades; su integración consta de representantes pertenecientes a cada región autónoma. También existen otras funciones históricas, por ejemplo, la ayuda a las oleadas de refugiados y perseguidos e incluso la defensa de aquellas víctimas del paramilitarismo chiapaneco, sin importar de qué comunidad sean originarias estas.

Los marez y las comunidades en conjunto forman el tercer nivel representativo: las Juntas del Buen Gobierno (jbg)5, las cuales son la forma de gobierno que han decidido construir las comunidades para articular las decisiones de lo local y lo regional con lo comunitario, de manera horizontal, emitiéndose un despliegue de mando autónomo aún con respecto al Comité Clandestino Revolucionario del Ejército Zapatista.

En palabras de Marcos:

“… el ezln habla por los de abajo, por los gobernados, por los pueblos zapatistas que son su corazón y su sangre, su pensamiento y su camino. Nosotros estaremos pendientes de defenderlos, que para eso somos el Ejército Zapatista, el Votán-Zapata6, el guardián y corazón del pueblo. Así que desde ahora ya no seré vocero de los municipios autónomos rebeldes zapatistas. Ellos ya tienen quien hable, y bien, por ellos. En mi carácter de mando militar de las tropas zapatistas, les comunico que, a partir de ahora, los Consejos Autónomos no podrán recurrir a las fuerzas milicianas para las labores de gobierno. Deberán … esforzarse en hacer como deben hacer todos los buenos gobiernos, es decir, recurrir a la razón y no a la fuerza para gobernar”. (Subcomandante Insurgente Marcos, 2003b)

Las Juntas del Buen Gobierno, a pesar de la pobreza extrema y las limitantes políticas en los primeros años, demostraron ser impulsoras de áreas y problemáticas en beneficio de la sociedad que, con la entrada de las corrientes neoliberales al Estado moderno mexicano, habían dejado de subsistir. Los zapatistas, para tratar de contrarrestar lo anterior, han generado sus propias soluciones, en las que la salud, la educación y el trabajo son piezas fundamentales en la toma comunitaria de decisiones. Por ejemplo:

“…

en el terreno de la salud, cientos de promotores y promotoras se preparan en anatomía, fisiología y sintomatología, en tratamientos y, sobre todo, en medicina preventiva y colectiva. Hay talleres de vacunación que atienden enfermedades parasitarias y respiratorias; casas de salud comunitarias provistas de botiquines con las medicinas básicas, tanto de patente como herbolaria. Existe una clínica-hospital con quirófano, consultorio dental, laboratorio de análisis clínicos, un área de oftalmología y otra de ginecología, laboratorio de herbolaria, farmacia y cuartos de hospitalización. También están las clínicas municipales -una con consultorio dental, laboratorio de análisis clínicos y ambulancia- que ofrecen consulta gratuita y, cuando hay, la medicina también es gratis. Cuentan con un laboratorio de herbolaria y casa de alimentos conservados, para mujeres yerberas, hueseras y parteras capacitadas(Martínez Veloz, 2009)

”.

Las políticas estructuradas en los marez y Bases de Apoyo son impulsadas por las Juntas del Buen Gobierno, no solo orientándolas a los rubros de la salud, sino además a tratar de plantear alternativas con respecto a otras carencias en la vida, en el interior de las comunidades en resistencia, tales como:

En el campo de la educación, cientos de delegados y promotores y promotoras de educación, en centros de capacitación, donde se estudia producción, educación, política, artística, cultura, lectura-escritura, salud, deportes, matemáticas, historia e idiomas (español y lengua indígena materna), materias elaboradas por educadores y educadoras de los municipios autónomos rebeldes zapatistas (marez), más de 200 escuelas comunitarias en resistencia; más de 10 secundarias, donde se estudia lenguaje y comunicación, matemáticas, ciencias sociales, ciencias naturales, humanismo (filosofía del zapatismo), lengua materna y producción, y como parte de la graduación se hacen tareas de agroecología, educación en primarias, apoyo a oficinas de comercialización, trabajo en farmacias. En el área productiva se crearon bodegas de abastecimiento que atienden cientos de tienditas comunitarias, zapatistas y no zapatistas; cooperativas autónomas de café orgánico, bordados, artesanías; talleres de tecnología en zapatería; se creó una casa editorial: Ediciones Autónomas en Rebeldía, con publicaciones propias; un sistema de medios de comunicación autónomo, con estación de radio regional transmitiendo en la frecuencia de 6.0 megahertz en la banda de los 49 metros de onda corta, Radio Insurgente, la voz de los sin voz. Voz oficial del ezln, cuya programación abarca temas de salud, educación autónoma, derechos y trabajo colectivo de las mujeres, cuentos para niñas y niños, campañas contra el alcoholismo, comunicados del ezln, audioteatros sobre la resistencia y la autonomía, barra de noticias que se escucha en Guatemala, el Salvador, Nicaragua y el resto de Centroamérica(Martínez Veloz, 2009)

”.

Entonces, la Juntas del Buen Gobierno como forma de mando imprimen una dinámica de defensa del proceso autonómico zapatista, el cual consiste en implementar mecanismos de ejercicio democrático como “el asambleísmo, la rotatividad, la destitución de cargos y la deliberación colectiva”7, en niveles no solo hacia dentro de los pueblos zapatistas, sino además en la articulación decisoria entre los cientos de familias que integran los marez, que al sumárseles las jbg y los Caracoles dan vida a la movilización de los herederos de Votán-Zapata en el sureste mexicano.

Los antecedentes de las jbg y los Caracoles fueron los órganos políticos llamados Aguascalientes, que tenían la función de enlazar la sociedad civil con el ezln en lo relativo al diálogo. Desde la creación del primer Aguascalientes con el nombre Guadalupe Tepeyac, en 1994, hasta 2005, puede decirse que hubo una reorganización geopolítica e institucional de los entramados políticos zapatistas. Un proceso que no se dio de la noche a la mañana, sino más bien fue una transición interna basada en el ensayo / error, pero también en las respuestas políticas de algunos sectores de la esfera civil hacia el zapatismo.

Debe recordarse que la forma de gobierno por la que han optado los zapatistas no plantea un funcionamiento profesional del mando en términos del liberalismo moderno. Al contrario, quienes ocupan los cargos lo hacen de manera gratuita y, además, sujetos al trabajo comunitario, al igual que la supervisión cotidiana de las bases colectivas está presente, para ser la voz y el eco de la reciprocidad entre representación y participación. Además, ningún miembro de la comunidad está exento, o debe estarlo, de la responsabilidad de asumir un cargo político en el transcurso de su vida. Esta situación es reproducida en cada una de las jbg, con su respectivo nombre, las cuales son:

La Junta de Buen Gobierno Selva Fronteriza (que abarca desde Marqués de Comillas, la región de Montes Azules, y todos los municipios fronterizos con Guatemala hasta Tapachula), se llama Hacia la Esperanza, y agrupa a los municipios autónomos de General Emiliano Zapata, San Pedro de Michoacán, Libertad de los Pueblos Mayas, Tierra y Libertad; La Junta de Buen Gobierno Tzots Choj (que abarca parte de los territorios donde se encuentran los municipios gubernamentales de Ocosingo, Altamirano, Chanal, Oxchuc, Huixtán, Chilón, Teopisca, Amatenango del Valle) se llama Corazón del Arcoíris de la Esperanza (en lengua: Yot’an te xojobil yu’un te smaliyel) y agrupa a los municipios autónomos de 17 de Noviembre, Primero de Enero, Ernesto Che Guevara, Olga Isabel, Lucio Cabañas, Miguel Hidalgo, Vicente Guerrero; La Junta de Buen Gobierno Selva Tzeltal (que abarca parte de los territorios donde se encuentra el municipio gubernamental de Ocosingo), se llama El Camino del Futuro (en lengua: Te s’belal lixambael) y agrupa a los municipios autónomos de Francisco Gómez, San Manuel, Francisco Villa, y Ricardo Flores Magón; La Junta de Buen Gobierno Zona Norte de Chiapas (que abarca parte de los territorios en donde se encuentran los municipios gubernamentales del norte de Chiapas, desde Palenque hasta Amatán), se llama Nueva Semilla Que Va a Producir (en tzeltal: Yach’il ts’ unibil te yax bat’p’oluc; y en chol: Tsi Jiba Pakabal Micajel Polel) y agrupa a los municipios autónomos de Vicente Guerrero, Del Trabajo, La Montaña, San José en Rebeldía, La Paz, Benito Juárez, Francisco Villa, y, por último; La Junta de Buen Gobierno Altos de Chiapas (que abarca parte de los territorios donde se encuentran los municipios gubernamentales de los Altos de Chiapas y se extiende hasta Chiapa de Corzo, Tuxtla Gutiérrez, Berriozábal Ocozocoautla y Cintalapa), se llama Corazón Céntrico de los Zapatistas Delante del Mundo (en lengua: Ta olol yoon zapatista tas tuk’il sat yelob sjunul balumil), y agrupa a los municipios autónomos de San Andrés Sakamchén de los Pobres, San Juan de la Libertad, San Pedro Polhó, Santa Catarina, Magdalena de la Paz, 16 de Febrero, y San Juan Apóstol Cancuc” (Subcomandante Insurgente Marcos, 2003a)

.

Las jbg tienen un vínculo íntimo con los Caracoles; al igual que se complementan entre sí, nacen de la mano y comparten la organización de la representatividad junto con otros pisos creados con anterioridad por el entramado comunitario. Bien lo explica Gloria Muñoz Ramírez:

“… con la inauguración de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno no se cerró (¿o se abrió?) un ciclo iniciado siete meses atrás, el primero de enero de 2003, cuando en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, la Comandancia General del Ejercito Zapatista dio a conocer su postura frente al poder político nacional, su decisión de hacer realidad los Acuerdos de San Andrés, que traicionaron los tres poderes de la nación, y su plan de seguir tejiendo redes con las luchas y resistencias que encabezan otros pueblos, tanto de México como de otras partes del Mundo” (Muñoz Ramírez, 2003, p. 252)

.

Debe comprenderse a los Caracoles como el espacio y el territorio en donde se desempeñan las jbg, por lo tanto, son el nivel que materializa el imaginario democrático, en el que se enlaza la representación de la comunidad y la obediencia de las autoridades para hacer cumplir los proyectos sociales de la misma colectividad.

Pablo González Casanova conceptualiza a los Caracoles como aquel:

“… nuevo estilo de ejercer el poder de comunidades entramadas en la resistencia y para la resistencia, en que sus comandantes se someten a las comunidades para construir y aplicar las líneas de lucha y organización, sin que por eso dejen de decir su palabra ni unos ni otras, pero siempre con respeto a la autonomía y dignidad de personas y pueblos, que ven en cualquier actitud paternalista y en cualquier generosidad humanitaria no solo algo parecido a las acciones cívicas de los enemigos sino a las acciones equivocadas de los amigos, hermanos y compañeros que no han comprendido la importancia que tiene la solidaridad” 8. (González Casanova, 2003, p. 1)

Los Caracoles combinan e integran en la práctica la construcción del poder por redes de pueblos autónomos y la integración de órganos de poder como autogobiernos, en los que hay una lucha por plasmar alguna alternativa que sea capaz de trascender la municipalidad impuesta por la lógica de lo estatal-nacional. De esta manera se fomenta la creación de municipios autónomos rebeldes para fortalecer la potencialidad de resistencia de los pueblos y su capacidad de creación de un sistema alternativo. Ambas políticas, la de la construcción y la de integración del poder, se dimensionan a partir de su identidad con el imaginario que vincula lo comunitario con el territorio. Así, se fomenta “… una política de resistencia y de creación de comunidades y redes de comunidades que hagan del fortalecimiento de la democracia, de la dignidad y de la autonomía la base de cualquier proyecto de lucha” (González Casanova, 2003, p. 1).

2)Las prácticas y los mecanismos representativos en cada rincón de lo comunitario

Desde los cientos de familias que conforman cada uno de los niveles organizativos, hasta los diferentes cargos y rincones decisorios en los que los sujetos zapatistas participan de manera constante, puede observarse una serie de prácticas sociopolíticas que le imprime a las comunidades del sureste rebelde chiapaneco una condición democratizadora a su autodeterminación. Tal reproducción de praxis política tiene su fundamento en la concreción de valores éticos y de conectar la idea de cooperación solidaria con la de participación; por lo tanto, el asambleísmo, el consenso, la distribución equitativa de responsabilidades, la rotatividad y alternancia de autoridades y el trabajo colectivo son los rasgos que hacen funcionar la dinámica en la estructuración de la politización del zapatismo.

Por ejemplo, el asambleísmo zapatista puede leerse como “… forma de diálogo. Habla la autoridad para anunciar la razón de la reunión. Puede iniciar su anuncio, ‘oj kal awab `yex chab` ´oxe kúmal’, les voy a decir, ustedes escucharán algunas palabras. Siguen las palabras que explican la razón de la asamblea. Al haberlas escuchado, responde la comunidad” (Lenkersdorf, 2008, p. 75). Si bien esta práctica puede rastrearse siglos atrás con el modelo ateniense, en la realidad del sureste chiapaneco por parte de los rebeldes herederos de Votán-Zapata, se recodifica en clave amerindia como una actividad deliberativa que permite discutir los asuntos que involucran a la totalidad social en la toma decisoria. Solo que, a diferencia de los atenienses clásicos, estos han extendido la asamblea a cada rincón, sin excluir a ningún habitante de la comunidad de la participación política en ella.

Debe considerarse que la sociedad griega ateniense era clasista, sexista y racista, y el papel de las mujeres en el asambleísmo dependía de las figuras masculinas de autoridad. En sentido opuesto a este modelo directo democrático, el zapatismo plantea un tipo de asamblea en el que su construcción se desarrolla a cargo de sujetos plurales con una visión del mundo y del cosmos que pone en diálogo a la humanidad con la naturaleza.

Lo anterior conlleva la necesidad de generar acuerdos intersubjetivamente en un sentido más incluyente, en el que las diferentes voces integrantes de la comunidad sean escuchadas para hacer vivir el nosotros comunitario. Esto se denomina consenso, una vía política que no trata de marginar y someter a la minoría a la regla de la mayoría. Por el contrario, “… hay una multitud de opiniones que se intercambian y no coinciden. Hay un hablar y escuchar entre todos los asambleístas. Cada uno quiere hacer su proposición y escuchar cómo lo entienden los otros y qué dicen ellos” (Lenkersdorf, 2008, p. 75), con el fin de superar el disenso por medios dialógicos.

Por esa razón, las autoridades comunitarias se eligen de manera consensual y con mecanismos que sujetan a los representantes de la voluntad colectiva. Esto se apoya en la distribución equitativa de responsabilidades, la rotatividad y la alternancia de autoridades como mecanismos para regular el abuso de poder en los municipios, las localidades, las relaciones interfamiliares e, incluso, en el establecimiento de la justicia entre las comunidades.

Entonces, puede decirse que el valor del trabajo y los sistemas de elección de los representantes adquieren una dimensión colectiva, se convierten tanto en el medio como en el fin para conseguir el bienestar común. Cualquier persona que quiera ser autoridad debe tener una trayectoria basada en su labor cotidiana en las milpas, frijoleras, los potreros y, en general, las actividades de subsistencia propias de la comunidad. Por lo menos, antes de esto, nadie puede ser tomado en cuenta para ocupar algún cargo popular de representación.

Puede el komon `a` tel (trabajo colectivo en tojolabal) presentarse en los siguientes casos:

“… el trabajo de los comuneros en un proyecto particular de la comunidad; el trabajo de familiares y vecinos en la milpa de uno de ellos. Así se ayudan mutuamente uno tras otro, y el trabajo de los comuneros que han colectivizado sus milpas y, de este modo y a la vez, se preocupan por el bienestar de todos y cada unos de sus socios” (Lenkersdorf, 2004, p. 206)

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Una vez elegido un compañero de la comunidad para hacerse responsable de los asuntos comunes, tiene la tarea de obedecer las exigencias y de materializar las decisiones tomadas en las asambleas. Si sucede lo contrario, se aplica la revocación de mandato y se propone por vías asambleístas una sustitución, de quien asumió el cargo por otro compañero que tenga mejor disponibilidad de servir y, al mismo tiempo, que haya demostrado honradez y eticidad en su labor cotidiana. Por esta razón los períodos de gobierno son limitados, pero sobre todo tienden a fomentar la rotatividad para evitar la formación de una clase monopolizadora del control de las relaciones políticas.

No hay que olvidar que la construcción de proyectos autónomos en las poblaciones indígenas asocia lo democrático con los trabajos colectivos, porque, como bien expresa Lenkersdorf (2004, p. 207):

“… otro es el pensamiento […] los comuneros se consideran libres por no preocuparse principalmente de sus intereses individuales, sino por dedicarse al fomento de sus hermanas y hermanos. Este pensamiento presupone otro principio de organización social: el bien común es la base de bienestar de todos y cada uno…”

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Cabe señalar que la dinámica de las prácticas democráticas zapatistas puede rastrearse muchos siglos atrás en las sociedades mesoamerindias y, conforme al paso del tiempo, ha ido reactualizándose. Un ejemplo es “la república de indios en el siglo xvi” (Lenkersdorf, 2010, pp. 225-228), en la que algunos pueblos de Chiapas desarrollaban el sistema de cargos para hacer una distribución equitativa de los recursos comunitarios, a pesar de la dominación y la presión de los cabildos implantados por las instituciones de la Nueva España.

3)Conclusiones: los retos de la materialización de la democracia zapatista

A diferencia de las experiencias de Ecuador y Bolivia, por solo mencionar algunas del amplio abanico de movilizaciones indígenas, los zapatistas han hecho un esfuerzo por plantear una propuesta de organización política democrática sin utilizar los recursos liberales de representación ni, mucho menos, aquellos referentes al núcleo estatal moderno eurocéntrico. En efecto, lo anterior es uno de los grandes logros de la rebeldía neozapatista, porque pone a discusión la raíz de la configuración política que históricamente ha fundado México, pero también proyecta la construcción de aquello que puede llegar a ser una alternativa tanto paralela como diferente al orden dominante del capital neoliberal y de aquellas instituciones estatales que legitiman su reproducción y colonización en el mundo.

Además, debe sumarse a lo anterior el papel conductor, en términos hegemónicos, de las instituciones liberales acompañadas de sus procesos electorales como un eje de esta legitimación, reproducción y conducción de las relaciones capitalistas en las diversas sociedades latinoamericanas y del resto del planeta Tierra. Los partidos políticos “atrapa - todo”, el profesionalismo político, el desmantelamiento de los significados que diferencian históricamente a las izquierdas de las derechas, la cooptación de las movilizaciones y protestas sociales, la corrupción de las dirigencias sindicales corporativizadas, entre otros tantos rasgos, son los que definen una democracia liberal divorciada del horizonte democrático que plantean experiencias de lucha subalterna como la zapatista.

Hay que reconocer que la lucha zapatista no solo ha llegado a ser un caso paradigmático de las movilizaciones sociales, sino además un ejemplo de visualizar la realidad política del país desde una mirada que atribuye a lo subalterno cualidades epistémicas para plantear una recomposición alternativa de un cuerpo social tan desgarrado a lo largo de su historia. Esto conlleva problemas y retos que han surgido con la emergencia del sujeto zapatista, tales como la dificultad que implica practicar el sentido comunitario mayense en la polis moderna o en sitios en donde la colectividad se encuentra fragmentada, es decir, en la que están los ciudadanos inmersos en una condición individualizada, pese a que comparten un espacio, tiempo y forma de vida común.

Esta dicotomía existente entre selva y polis se ha convertido en una limitante a resolver por los zapatistas para hacer un despliegue más efectivo de la estrategia propuesta desde la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, en la que se ha buscado ampliar la articulación de subalternidades para generar una fuerza democrática nacional transformadora. Tales esfuerzos por integrar una multiplicidad de voluntades en México muestran lo complicado que es proyectar un eje programático de acciones políticas en el que una sociedad plural se vea reflejada como totalidad y no solo como un entrelazamiento parcial de sectores, organizaciones o grupos representativos de las clases dominadas.

Los descendientes de “Votán-Zapata” (Michel, 2001, p. 207) se han enfrentado a una constitución social heterogénea de las clases dominadas, compleja en extremo, al hacer un cálculo fundado en la creencia de que la población nacional de origen mestizo que vive en las ciudades y que es ajena a lo indígena iba a identificarse con la Sexta Declaración al compartir por igual la miseria, la explotación, pero sobre todo la colonización. Esto no ha sucedido así y una de las razones es la falta de conciencia de las capas medias y populares mestizas de las problemáticas suscitadas en las comunidades chiapanecas en rebeldía, a pesar de que las clases medias, en su mayoría conformadas por profesionistas, pequeños comerciantes y sectores dependientes de economías urbanas, se han subalternizado, no se ha posibilitado un movimiento a largo plazo de liberación nacional.

Con base en lo anterior, hay que subrayar que en México, a diferencia de Bolivia u otras naciones multiétnicas, sus poblaciones indígenas sufren una disminución notoria en comparación con países en donde las clases mestizas son una minoría. En este caso, sucede al revés, el mestizaje predomina en la sociedad mexicana y su formación política de cada día está determinada por la necesidad de sobrevivir en las grandes ciudades y zonas periféricas. Este asunto complica todavía más la articulación de fuerzas políticas que conjunte lo colectivo indígena con los subsuelos de aquellos sujetos que no se asumen como mestizos ni indios, pero a través de la historia nacional pertenecen a los sectores de las clases dominadas. Dicho en otras palabras, el espesor social mexicano se caracteriza por un abigarramiento entre clase y etnia, en el cual las identidades amerindias han quedado subsumidas y distorsionadas a la deriva de una lógica moderna producto del capitalismo.

La democratización a la que apuestan los zapatistas, precisamente, es una que tenga la capacidad de articular las subalternidades indígenas con la base social condensada en el mestizaje, para así poder discutir un proyecto nacional de creación de una organización política en el más amplio sentido del concepto, que consiga trascender los límites del núcleo dominante. En este sentido, “La Otra Campaña”, ahora transformada en el movimiento de “La Sexta”, busca cumplir esta función; sin embargo, se enfrenta a dos problemas que giran en torno a las clases dominadas y, por supuesto, involucran a la sociedad en su conjunto: primero, las contradicciones internas y los conflictos que tienen los sujetos dominados entre sí, es decir, la relación de mando-obediencia no es exclusiva de una clase hacia otra y viceversa, sino que también acontece entre los propios subordinados.

El segundo problema es localizar esa marginación que se forma en las profundidades de las subalternidades. Y preguntarse si esos sujetos excluidos aun en el interior de las clases dominadas pueden ser o llegar a ser sujetos políticos constructores de alternativas en ámbitos más amplios que lo local, porque estos la mayoría de las veces ni siquiera llegan a ocupar un lugar en el sistema de explotación laboral y menos aun tienen representación efectiva en el sistema político formal. Ejemplo de ellos son los desplazados de los centros urbanos, amas de casa, mujeres violadas, niños de la calle, jóvenes desempleados, indigentes, prostitutas, homosexuales y, en general, aquellos que no son dueños de su fuerza de trabajo. Sin embargo, estos son una parte del abanico social que puede ser fuente potencial de dignidad humana, que enseñan que los procesos democráticos tienen que abarcar a la ciudadanía dominada como también a la correspondiente a esos sujetos a los que se ha negado el ejercicio de su condición de ciudadanos en la realidad democrática del país.

La discusión central que ponen en la mesa de debate los zapatistas es la necesidad de hacer de la democracia una forma de vida, en la que su reproducción no sea exclusiva de un sistema, sino de la práctica cotidiana de sus integrantes, con el fin de impulsar un ejercicio autocrítico de la sociedad sobre sí misma para manifestar las opciones y tener una posibilidad de eliminar o anular las asimetrías en las relaciones de representación. Por supuesto, la noción democrática zapatista no es lineal, ni tampoco debe comprenderse como un hecho consumado, porque más bien es un proceso dialéctico de autoconocimiento político de las mismas comunidades en resistencia.

Los zapatistas, a lo largo de su historia, han expresado que uno de los problemas fundamentales para poder cambiar la realidad social es la forma de construir las relaciones de mando-obediencia en contextos capitalistas neoliberales complejos y en condiciones opuestas e incluso contradictorias a la propuesta de lo que se pretende sea el horizonte del mandar-obedeciendo. Esto quiere decir que la idea de mandar-obedeciendo no se piensa o debe comprenderse como una práctica exenta de contradicciones internas y conflictos entre quienes la tratan de llevar a cabo. Más bien, debe verse este tipo de relación como una disputa política en la cual el mando y la obediencia no son posiciones fijas, ni se convierten en una condición clasista, debido a que se transforman en un proceso de aprendizaje político de lo social.

En conclusión, vale la pena reflexionar sobre si todavía y hasta dónde los zapatistas pueden constituirse como una fuerza política efectiva en la redefinición de las relaciones estatales, al entender que el Estado moderno no es un objeto, ni tampoco se reduce al aparato de coerción, sino que, más bien, es mucho más complejo porque, de acuerdo con Carlos Marx, además de ser la organización de las clases dominantes, también es un campo de disputa por el poder político en el que se enfrentan las múltiples voluntades de los sujetos, opuestas y distintas entre sí.

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1La importancia de la obra citada es porque nutre el concepto desde las experiencias de tres casos en proceso, que plantean la dinámica comunitaria en torno a la idea autonómica del autogobierno, la autogestión y la identidad cultural, por lo tanto, su enfoque ayuda a un acercamiento a lo comunitario en el sureste mexicano, teniendo presente lo estatal como límite subalterno.

2Según la versión de Marco Estrada Saavedra (2007), una de las tesis principales sobre la lucha de los zapatistas consiste en verlos como un factor que ha contribuido al desgarramiento social en las comunidades, en especial, las pertenecientes a la zona de Las Cañadas, con una población mayoritariamente tojolabal.

3Festival de la Digna Rabia a Nivel Mundial fue un evento que reunió una parte importante de las de las resistencias definidas como anticapitalistas, dispersas en varias regiones del planeta Tierra, con el objetivo de hacer un diálogo recíproco entre ellas. Su convocatoria fue lanzada por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (ccri - cg) del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), el día 15 de septiembre de 2008. El tema del primer festival fue: Otro Mundo, Otro Camino: abajo y a la izquierda. Se celebró en tres sedes: del 26 al 29 de diciembre en el Lienzo Charro de Los Reyes Iztapalapa, Ciudad de México; el 31 de diciembre en el “Corazón Céntrico de los Zapatistas delante del Mundo”, Chiapas; y del 2 al 5 de enero de 2009 en el Centro Indígena de Capacitación Integral (cideci), en San Cristóbal de las Casas. Dentro de las actividades del festival se incluyeron: debates sobre los procesos políticos, económicos y sociales tanto a escala nacional como internacional, análisis, conferencias, agenda cultural, área de exhibición de artículos de interés, guardería, zona de alimentos y, en general, intercambio de experiencias sobre las diversas maneras de construir la autonomía.

4También debe señalarse que los Consejos Autónomos tienen como finalidad denotar la autosuficiencia, el autodesarrollo, el compromiso con el entorno y con la colectividad. Consúltese: Jorge Fuentes Morúa (2005, pp. 58 59).

5Según Miguel A. Ramírez Zaragoza (2008), las Juntas del Buen Gobierno han constituido un paso importante para el proyecto autonómico zapatista, porque la creación de estas instancias de mando-obediencia han respondido a la necesidad de satisfacer la representación y la organización concreta de cada uno de los niveles del autogobierno comunitario que hacían falta en etapas anteriores del zapatismo.

6Es el resultado simbólico del mestizaje entre la figura mítica del dios mayense Votan y la tradición revolucionaria de Emiliano Zapata. Ambas fuentes corresponden al mismo tiempo a dos memorias históricas que conforman la rebeldía zapatista, es decir, son la memoria ancestral y la larga memoria de luchas y resistencias indígenas en México.

7Tales mecanismos y dinámicas comparten determinados rasgos con la lógica comunitaria de los pueblos indígenas en Bolivia y otros lugares en Latinoamerindia.

8El autor sugiere comprender a los Caracoles como la concreción que interrelaciona la idea de poder colectivo con la de territorialidad y la forma de hacer comunidad.

Recibido: 13 de Marzo de 2017; Aprobado: 05 de Junio de 2017

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