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Revista de Ciencias Sociales

Print version ISSN 0797-5538On-line version ISSN 1688-4981

Rev. Cienc. Soc. vol.29 no.39 Montevideo July 2016

 

Yolanda, una productora criancera del sur de Argentina

Trayectoria y liderazgo

Yolanda, herd woman-breeder in southern Argentina: trajectory and leadership

Mónica Bendini y Graciela Preda


Resumen

El artículo se focaliza en los nuevos papeles productivos y sociales que asumen las mujeres crianceras para persistir y enfrentar problemas estructurales. La historia de vida y de trabajo de Yolanda permite visualizar estos procesos en un tiempo y espacio biográfico de alcance genérico social. Se recorre sus inicios en el trabajo rural, la conformación de su familia, la irrupción a la vida pública y su participación activa en organizaciones comunitarias y sectoriales. Su comportamiento da cuenta de una fuerte organización interna del trabajo familiar y de una activa trayectoria política que la posiciona como referente organizacional. Las nuevas posiciones de las mujeres crianceras estarían señalando cambios en la caracterización de una ruralidad impregnada de prácticas tradicionales renovadas.

Palabras clave: Sur argentino / productora criancera / familia campesina / trayectoria productiva y comunitaria / organización y liderazgo.


Abstract

    The article focuses on the new productive and social roles assumed by women “crianceras” to persist as producers and to overcome structural problems. The history of life and work of Yolanda let visualize these processes in time and space as a biographical description but with a generic social approach. There analyzes her initial rural works, the constitution of her family, her emergence into public life and the display of her active participation in communal and sectoral organizations. Her social and productive behavior reveals a strong internal organization of work and an active political role in social collectives that position her as an organizational reference. These “crianceras” women promote with their work and participatory behavior, components of cultural identity as part of their dignity. The new her women breeder’ positions would be indicating changes in the characterization of a rurality impregnated with renewed social practices.

Keywords: Southern Argentine / herd woman-breeder / peasant family, productive and community livelihood / organization and leadership.


Mónica Bendini: Doctora en Sociología. Investigadora y directora del Grupo de Estudios Sociales Agrarios, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Comahue, Argentina. Miembro del Consejo de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (inta), Argentina. E-mail: mibendini@yahoo.com.ar


Graciela Preda: Doctora en Estudios Sociales Agrarios. Investigadora y coordinadora del proyecto Sujetos Sociales Agrarios en Procesos de Transformación Territorial del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (inta), Argentina. E-mail: preda.graciela@inta.gob.ar


Recibido: 19 de abril de 2016.
     Aprobado: 30 de junio de 2016.

Introducción


    En áreas campesinas de pasturas extensivas del sur de Argentina, en las últimas décadas, surgen rasgos que estarían mostrando un nuevo perfil de familias rurales y de dirigencia, tanto de jóvenes como de adultos, mujeres y hombres.

El foco de análisis de este artículo lo constituye el papel de las mujeres campesinas en la producción y la gestión de acciones para el desarrollo en el medio rural. Más específicamente, los nuevos papeles sociales y económicos en este medio (Medina, 2012) que asumen las crianceras de estepa y cordillera para enfrentar problemas estructurales y persistir como productoras. Más allá de su quehacer histórico, pero renovado en la actividad ganadera, aparecen nuevos rasgos que tienen que ver con una inserción más activa en la producción familiar y en las organizaciones campesinas; más aún, en la dirigencia de colectivos sociales.

La historia de vida y de trabajo de Yolanda permite visualizar estos procesos en un tiempo y un espacio biográfico de alcance genérico social. Partimos de considerar que la caracterización de esta productora como criancera2 no ha permanecido estática durante el desarrollo de la actividad; lo cual no impide señalar la existencia de atributos sociales constantes —escaso capital fijo vivo y maximización del trabajo familiar— que permiten posicionarla socialmente dentro de la categoría teórica “campesina”; tipo de productor/a con presencia histórica y significativa en zonas patagónicas de estepa y cordillera.

Sus prácticas sociales familiares, tanto espontáneas como estratégicas, coadyuvan a la persistencia campesina, pero también a una inserción más visible de las mujeres en el sector, intensificando sus relaciones con otros productores locales, con técnicos y funcionarios del Estado. Esta ampliación del espacio societal posibilita el acceso a la capacitación productiva, la vinculación a organizaciones sectoriales e instituciones sociales, como también la incorporación de cambios técnicos en la actividad pecuaria.

Entendemos así que abordar su trayectoria productiva, en tanto espacio significado de vida y de trabajo, y su posterior incursión en ámbitos públicos de distinto alcance —sectorial, religioso, político— permite aproximarnos, tanto a la comprensión de decisiones y comportamientos, como del posicionamiento social contemporáneo y los nuevos mundos relacionales de estas mujeres campesinas. Parafraseando a Pierre George (1987), transitando de los espacios de localización a espacios vivenciales sectoriales y sociales.

En este trabajo intentamos reconstruir, desde la memoria activa, el carácter que ha asumido Yolanda en su vida familiar y pública, integrando su propia selección de hitos en el tiempo y en el espacio con sus percepciones en tanto productora y dirigente organizacional.

Para ello, caracterizamos el contexto y los comportamientos singulares mediante un procedimiento unitario de alcance sustantivo diacrónico. La perspectiva analítica consiste en imbricar la carrera vital y la carrera ocupacional, mostrando continuidades y rupturas en sus desarrollos, a través de la memoria, que las reconstruye socialmente. En este procedimiento se combinan técnicas histórico narrativas y de estudio de casos con dimensiones analíticas, tanto en el ámbito material o productivo como simbólico o identitario.

Las reflexiones surgen de los datos primarios reunidos. Para relevar los que provienen de Yolanda, la productora caso de estudio, y los miembros de su familia, se recurrió a entrevistas en profundidad con bajo nivel de estructuración. En el caso de los técnicos, funcionarios y referentes institucionales con quienes ella se relaciona, se realizaron entrevistas semiestructuradas. Asimismo, la interpretación de los resultados se completa con datos secundarios, impregnación del campo y datos vivenciales, por haber participado las investigadoras en talleres participativos, unidades ejecutoras y reuniones de comités sectoriales.

En el plano metodológico, partimos de la premisa de que el ciclo vital organiza el tiempo biográfico, permite a los entrevistados y al propio investigador considerar aquellos acontecimientos que constituyen transiciones importantes y puntos de inflexión en sus trayectorias: marcas que expresan las percepciones y vivencias, las persistencias y discontinuidades en sus carreras vital y profesional, en sus espacios y movilidades. Trabajar con estas técnicas significa sumergirse en el relato de sus decisiones y proyectos para comprenderlos a partir de sus vivencias; pero también, desde la propia teoría sustantiva de quienes investigamos (Shmite y Nin, 2009). En el planteo durkheimiano, la memoria no se limita a registrar o producir mecánicamente el pasado, sino que realiza un verdadero trabajo de selección, de reconstrucción; en ocasiones, de transfiguración o idealización; el término ideación, que utiliza Forni (1997), subraya justamente el papel activo de la memoria social. El relato de esta productora se centra en las propias experiencias personales, familiares y colectivas; esto significa que lo expresado por el individuo incorpora consciente o inconscientemente recuerdos pasados cuya interpretación está mediada por experiencias posteriores y por su situación presente. Como menciona Ruth Sautu (2004, p. 23) “… el relato que hace la persona no es sólo una descripción de sucesos sino también una selección y evaluación de la realidad”. Para Halbwachs (citado en Forni, 1997), los ámbitos colectivos más relevantes implicados en la construcción de la memoria son la familia, la religión y la clase social (Bendini, 2014), ámbitos contenidos en el mismo relato que se desarrolla a continuación.

Presentamos así la historia de una productora campesina en su trayectoria y devenir local, con anclaje productivo y político organizacional. En este sentido, Yolanda articula su memoria de acuerdo con la pertenencia a una familia de “crianceros” y a su condición campesina. Sus recuerdos se ordenan en un antes y un después de su apertura al mundo extrafamiliar.

Entendemos que la división sexual del trabajo no debe ser concebida como una categoría aislada, sino considerada dentro del contexto de las relaciones sociales de poder. Asimismo, no atribuimos a la naturaleza biológica de la mujer la determinación de su posición en la estructura social ni de sus competencias productivas y laborales. De allí que, en este trabajo, utilizamos una perspectiva analítica que contextualiza las prácticas y actividades de estas mujeres crianceras mediante el análisis de las relaciones sociales que establecen y el sistema de poder de la sociedad en la que viven (León, 1980). Hasta hace poco tiempo, en el área de estudio, el trabajo productivo de la mujer era frecuentemente dejado de lado o llegaba a resultar invisible, y ella estaba apartada de ámbitos públicos, ocupados predominantemente por hombres. Es decir, estaba extendida su marginalización y su exclusión de la toma de decisiones dentro de los hogares y de las organizaciones. Esa división del trabajo reconoce diferencias relacionadas con las normas sociales y las expectativas, y a menudo rigen los comportamientos y papeles de la mujer y moldean sus identidades.

En este nuevo siglo, la apertura para la participación de las mujeres en las organizaciones rurales y en foros sectoriales abrió un espacio para el diálogo social, convirtiéndose en una oportunidad para su mayor inserción. La voz de las mujeres en las organizaciones fomenta el respeto al trabajo doméstico y extrapredial, y visibiliza su trabajo productivo o de apoyo a la producción. La participación en esos espacios colectivos ha ido de la mano de la inclusión de grupos sociales subalternizados por parte de la sociedad civil y de la acción del Estado.

Las mujeres residentes en el medio rural están implicadas en realidades sociales muy complejas y su homogeneización como colectivo rural o campesino puede tornarse un reduccionismo simplificador si no se lo contextualiza y especifica. Es por ello que en este trabajo intentamos ahondar en la naturaleza y en la diversidad de los comportamientos productivos y sociales que asume una mujer criancera, a través de su trayectoria de vida.

El lugar donde vive y trabaja Yolanda

Yolanda reside y trabaja en campo abierto, específicamente en los parajes rurales Mallín del Toro y Riscos Bayos, Loncopué, provincia de Neuquén. Si bien en Argentina los datos censales muestran una tendencia a la disminución de la población rural dispersa, en la provincia de Neuquén el volumen de esta población sigue siendo significativo, alcanzando el 67% de la población rural total (Instituto Nacional de Estadística y Censos, 2012; Dirección Provincial de Estadística y Censos, 2004).

El espacio productivo y social corresponde a una región rural dispersa de pasturas extensivas, de tenencia incierta, históricamente marginada en el norte de la Patagonia. Un mundo rural tradicional, aunque con ciertos cambios técnicos incorporados, donde predomina la ganadería menor con manejo trashumante en estepa y cordillera. Los pequeños productores/as de tipo campesino o con rasgos predominantemente campesinos, conocidos como crianceros, se dedican fundamentalmente a la cría de caprinos y ovinos con un promedio por encima del 70% de su producción destinado a la venta de carne, lana y, actualmente, fibra (mohair y cashmere).

Estos crianceros —también autodenominados puesteros aparceros, chiveros, fiscaleros, arrieros—3, que prevalecen en el conjunto de productores regionales tanto por su número como por la cantidad de unidades ganaderas de que disponen, ocupan en su mayoría tierras fiscales. De hecho, donde se encuentra el campo de invernada de Yolanda, zona centro‑oeste provincial, las tierras fiscales superan el 65% (Subsecretaría de Producción, 2007).

En lo relativo al manejo ganadero, predominan los crianceros trashumantes, que se desplazan con sus animales desde campos bajos áridos de invernada a los valles cordilleranos de veranada. Históricamente, la trashumancia hunde sus raíces en las prácticas precolombinas, coloniales y decimonónicas destinadas a adecuarse a las limitaciones de la aridez del monte mediante su combinación con pastizales de alta receptividad durante las veranadas. Sin embargo, la conformación de grandes estancias a principios del siglo pasado, en campos precordilleranos de mayor receptividad, condicionó drásticamente su eficacia.

Esta modalidad de producción es la respuesta a obstáculos físicos, sociales e institucionales, y está relacionada con el acceso y uso de los recursos, la disponibilidad de los pastizales y de rutas de arreos, como consecuencia de la apropiación selectiva inicial por parte de capitales del área pampeana. En razón de la presencia significativa de pequeños productores y de la dinámica de fuerzas sociales, la Ley de Tierras —que rige desde la provincialización del territorio en 1958— reconoció a los crianceros como productores al otorgarles la categoría de pastajeros y, quienes desde entonces, pagan al Estado un permiso de pastaje o canon.

Hacia fines del siglo pasado, aparecen otros condicionamientos que tienen que ver con la generación del mercado de tierra y la competencia por los recursos, como también por la expansión territorial del capital agrario comercial nacional y del capital internacional concentrado. Se intensifica la presión por la tierra y surgen nuevos usos del suelo —paisajístico, forestal, minería, energía, explotación hidrocarburífera—, aumentando la disputa territorial. En esta ruralidad, las situaciones inciertas y precarias de dominio están entre los factores más importantes que han condicionado y condicionan las prácticas productivas y el desarrollo rural. Estos crianceros y crianceras constituyen un ejemplo de voluntad de reproducción campesina en condiciones crecientes de pobreza y precariedad ecológica (Murmis, 1993).

No es para ellos suficiente la obtención de mayores precios por su producción; esto dejaría en pie el problema fundamental que es la persistencia de restricciones estructurales que impiden su desarrollo, entre las cuales la escasa disponibilidad de tierras aptas, aparece como la más grave. Su persistencia, aún dentro de una diversidad de procesos de transformación, se explica fundamentalmente por las grandes extensiones de tierras fiscales, y por la resistencia de los mismos crianceros a dejar de ser productores, por su apego a la tierra e identificación con la actividad.

Tanto los crianceros fiscaleros como aquellos que ocupan tierras privadas —tal el caso de Yolanda, que combina ambas formas de tenencia— constituyen sectores con fuertes lazos sociales, una de cuyas expresiones son los usos y costumbres vinculadas al pastoreo común. Este aspecto es el que presenta una significativa conexión con la gestión territorial y, por tanto, con la reciprocidad o acuerdos mutuos a escala local en torno al manejo ganadero (Bendini y Tsakoumagkos, 2003).

Por otro lado, la multiocupación y la movilidad espacial son parte de las prácticas adaptativas de estos productores y productoras. En el caso de los crianceros predominan las familias monoactivas agropecuarias, aunque la pluriactividad crece en forma paulatina en el medio rural. Sin embargo, en la mayoría de los casos se desarrolla sin abandonar el campo y con una nueva división sexual y espacial del trabajo en el seno de las familias.

Haciendo una revisión de imágenes socioinstitucionales de estos productores, podría decirse que en los años setenta y ochenta prevalecía la de productores rurales pobres que desarrollaban una actividad de subsistencia, con características extractivas y con uso abierto y predatorio del territorio. La trashumancia era visualizada entonces como problemática social y territorial de pobreza rural. La imagen socioinstitucional de los años noventa reflejó su reducción a una cuestión ambiental: erosión del suelo, sobreuso de recursos, prácticas predatorias y presencia campesina como obstáculos para usos alternativos del territorio por parte de otros actores sociales. En el comienzo de este siglo, la imagen ha sido la de producción familiar viable, junto a una revalorización de la actividad ganadera trashumante.

Una característica destacada en las últimas décadas es la emergencia de prácticas productivas adaptativas en la unidad doméstica, como una de las formas de resistencia campesina a la presión territorial del capital (Bendini, Steimbreger y Preda, 2015). En este caso específico, surgen amenazas para los circuitos pecuarios —invernada, ruta pecuaria, veranada—, pero también emergen nuevas formas de organización y de resistencia de las familias campesinas.

Infancia y trabajo rural

Mi nombre completo es Yolanda Sebastiana. Mi viejo era muy devoto de San Sebastián, por eso me puso así. El anhelo de él era un varón, pero bueno, nacimos una seguidilla de mujeres, tres mujeres y un varón, y falleció. Entonces no le pudo poner el nombre, y después nací yo y me puso el nombre a mí”.

Yo nací acá en Loncopué, pero me crié en Estancia El Pino, acá yendo por la ruta al Huecú donde trabajaba mi viejo. Porque mi viejo es chileno. O sea, yo la mayoría de la sangre que tengo es chilena,  cuatro  abuelos chilenos y mi padre chileno”.

La edad mía son 53 años cumplidos, pero en el documento figura menos porque mi viejo no me registró cuando nací, me registró cuando tenía doce años. Antes venía el perdón general, no sé si escuchaste, venía no sé cada cuánto tiempo venía el perdón general y ahí los que no habían registrado… Ahí me anotaron a mí. Me tuvo que quitar dos años. Nosotros somos cinco mujeres y tres varones, pero hay un varón y una mujer fallecida. Realmente seríamos diez, somos ocho”.

Las familias campesinas de esta región se han desarrollado históricamente en un contexto de escasez y vulnerabilidad, pero la experiencia acumulada en su historia productiva y las diferentes prácticas que han generado y generan para vivir a partir de los recursos que tienen hacen a su persistencia en el mundo rural. Es así que la reproducción social de estas familias se vincula a las relaciones que establecen con los escasos medios de producción de que disponen y con la naturaleza, como recurso fundamental que orienta sus prácticas productivas (Meillassoux, 1987). Prácticas que movilizan todo tipo de intercambio y en las cuales se involucra al conjunto de la familia.

Papá primero trabajó de minero y después se fue a trabajar la piedra toba en Mallín del Toro. En el lugar donde yo vivo están los riscos, pero hay lugares también que hay piedra toba pero está enterrada, hay que escarbar y sacar de abajo. […] En verano trabajaba la piedra toba, en invierno él amansaba bueyes, porque nosotros no nos criamos con animales, él amansaba bueyes y traía los carros con leña a vender la leña acá a Loncopué en invierno. Y en verano él cortaba piedra y entregaba la piedra toba por metro”.

Como se desprende del relato de Yolanda, no se conservan elementos de continuidad en la actividad pecuaria respecto de los padres, pero sí de entidad rural. El haber trabajado desde niña con su padre en tareas de apoyo le permitió adquirir habilidades a través de medios tradicionales y no formales. Es que en el modo de vida campesino es habitual que los hijos ayuden en las tareas de los padres, así los niños se incorporan desde muy pequeños al mundo del trabajo y aprenden, casi como un juego, los diversos oficios rurales (Preda, 2013).

Las más grandes éramos mujeres, entonces hacíamos la vida de varones, lo acompañábamos a papá a juntar la leña, con los carros, y a traer y apilarlas en un lugar. Y después en invierno cuando él no podía cortar piedra, porque la piedra cuando llueve absorbe mucha agua y cuando vienen las heladas se congela, entonces no podés trabajar. Y bueno, en invierno, cortaba una cantidad de piedra, vendía e iba haciendo compras, diez bolsas de harina, y así nosotros nos criamos, no sé si conocés el trigo con ñaco. […] Porque mi viejo, ya te digo, no tenía animales nada y también cazaba mucho. Antes se cazaba, la liebre por ejemplo, las pieles valían. Entonces salía en invierno también y juntaba varias pieles, traía vendía las pieles, la leña y con eso llevaba mercadería a casa”.

Cuando el papá no venía a almorzar a casa, ¿qué hacía yo? Creo que tenía seis años más o menos, me mandaba mi vieja con una ollita con la comida, iba hasta donde estaba papá y bueno almorzaba todo, y cuando ya terminaba de comer y lo acompañaba un rato, yo me venía y el seguía trabajando. Lo mismo hacía cuando estaba más lejos, él ya se iba toda la semana, de lunes a sábado, y yo lo iba a buscar a caballo como a diez kilómetros”.

Como familias rurales, están profundamente enraizadas en su territorio y hacen de la tierra un espacio de vida y de trabajo (Wanderley, 2010); y este se va organizando de acuerdo con la composición familiar, en cuanto a sexo y edad de sus miembros. La preparación para la ocupación productiva se resuelve en el interior de la familia, en lo relativo a la experiencia transferida directamente o por transmisión oral; se aprende el trabajo siguiendo a los padres y ayudándolos. Procedimiento este que “… refuerza los lazos familiares y realza el carácter tradicional de la agricultura campesina” (Shanin, 1976, p. 19).

De cuatro años fui a la escuela yo. Era tan inteligente, según mi vieja, yo lo jodía a papá que me comprara un cuaderno […] Y el maestro, el primer maestro que estuvo en la escuela, le dice a mi vieja ‘esa que venga a la escuela, ya que sabe escribir que venga a la escuela’ y yo fui de cuatro años a la escuela. Aprendí a escribir sola porque veía a mis hermanas”.

Las condiciones de la vida rural sobrellevan dificultades en la educación (França Silva, 2009). La carencia de infraestructura y de escuelas en los lugares donde viven las familias campesinas, o cuestiones culturales o de sobrevivencia, hacen que los padres anticipen la inserción de los hijos en el trabajo de campo, privándolos de la educación formal.

En el caso de Yolanda, si bien tuvo algunos años de escolarización, no completó la escuela primaria pero desarrolló una gran capacidad de aprendizaje autodidáctico. Y esa aspiración por capacitarse reaparece más tardíamente al finalizar la crianza de sus hijos, tornándose en demanda de capacitación permanente.

La amplia difusión de las tecnologías de la información y la comunicación son un recurso para facilitar la inserción en el medio rural de un mundo más global, permite además el acceso al conocimiento, el acortamiento de las distancias y la consecuente reducción del aislamiento, además de los usos específicos en el ámbito educativo y laboral. El acceso a estas oportunidades está asociado al proceso de alfabetización digital (Alegre, Lizárraga y Brawerman, 2015). En el caso de Yolanda y de su familia, al permanecer tanto tiempo en un lugar aislado e inhóspito, el teléfono celular produjo un cambio fundamental en el mundo de las relaciones sociales, en la asistencia técnica y en el acceso al poder político. Estas nuevas tecnologías han provocado una transformación insoslayable, contribuyendo a reducir las brechas digitales, particularmente en el mundo rural4.

Yolanda en su discurso muestra el fortalecimiento de las mujeres, que abarca en su caso la toma de control compartido sobre el hogar y la producción, a través del desarrollo de habilidades y del incremento de su autoconfianza para la solución de sus problemas. Es así que sus habilidades tradicionales renovadas, sus conocimientos prácticos y su creatividad se convirtieron en recursos sociales poderosos para enfrentar impedimentos estructurales.

Constitución de una familia criancera

A los 16 años me junté con el marido que tengo y vinimos a trabajar acá a Los Manantiales, acá yendo a Caviahue, y tuve mi primer hijo [...] Llevamos 38 años juntos con Gilberto. Tenemos cinco hijos, dos varones y tres mujeres”.

Actualmente el hogar de Yolanda es de carácter extenso y compuesto en tiempo de veranada, mientras que en invernada es nuclear. De diciembre a abril se trasladan ella y su esposo, una de sus hijas con su familia y un vecino y amigo, a un predio que es “prestado por el propietario desde hace 17 años”, donde se dedican exclusivamente a la cría de animales. Constituyen así una familia criolla que mantiene la organización familiar en la unidad doméstica de producción, y en tiempos de veranada el campo abierto persiste como unidad habitacional del conjunto familiar. Actualmente, unas cuantas familias de crianceros criollos no se trasladan en su totalidad a la veranada; el padre y alguno de sus hijos o puesteros arrean el ganado y el resto de la familia permanece en la invernada o en el pueblo. No es este el caso de la familia de Yolanda.

Para ellos, el centramiento agrario vinculado al trabajo familiar sigue siendo importante en la generación de ingresos y en la construcción de identidad social y política. Tal como el 80% de las familias de crianceros en el rural disperso (campo abierto), esta familia es mayormente monoactiva agraria, con predominio de trabajo familiar, transformándose en distintos momentos en familia agraria pluriactiva, accediendo temporariamente a un empleo extrapredial o predial no agropecuario (Bendini, 2015).

A mí siempre me gustaron los animales. Comencé como productora hace 22 años. Fue un desafío y mucho sufrimiento, porque como productor muchas veces es más lo que perdés que lo que ganás. En cambio a Gilberto no le gusta mucho criar animales, él es artesano”.

Yolanda desarrolla ocupaciones diversas que van desde las tareas del hogar y la reproducción familiar, a la cría de animales, el tejido artesanal y otras actividades productivas propias de la unidad de producción. La variabilidad de conductas que presenta el trabajo familiar, la división y la organización social del trabajo predial y extrapredial se refleja en la ideología de los miembros del hogar, mostrando debilitamiento de la concepción patriarcal (León, 1980), como en el caso de esta familia. Este rasgo es nuevo, ya que en la zona persistió, hasta fines de siglo pasado, un fuerte arraigo a esas tradiciones que aún caracteriza a las familias de las comunidades indígenas.

A mí me toca ir a caballo con el arreo, lo hago yo siempre, porque me gusta, me gusta ser útil, servir a los demás. También me dedico a esquilar, peinar, dar la parición que es un trabajo, aparte yo a los animales los conozco por el pelo”.

Durante todo el mes de enero hago quesos con leche de vaca, porque es lo que más te piden. Aprendí de mi vieja, ella hacia cuando yo era chica. Yo y mi hija, un día hago yo el queso y un día lo hace Betty. Entonces, el dinero que  juntamos de ahí lo usamos para comprar, por ejemplo, compramos un freezer. Lo tenemos en la casa de mi hijo porque nosotros no tenemos corriente […] Y ahí metemos los chivitos, cuando bajamos tenés que sacar todo lo que es macho, porque si no se hacen mucho los animales. Aparte nosotros no tenemos sueldo, ni yo ni Gilberto tenemos sueldo, entonces de lo que se saca de la producción es lo que usamos para todos los gastos. Mi hijo los carnea, los mete al freezer y cuando nos piden vamos vendiendo”. 

Gilberto hace changas, es alambrador y también hace artesanías con cuero, como lazos y esas cosas”.

Si bien las prácticas sociales de los productores familiares se caracterizan por su espontaneidad y creatividad (Entrena Durán y Jiménez, 2014), también resultan de decisiones deliberadas y planificadas en conjunto. Porque el ingreso en las unidades campesinas, como la que conforman Yolanda y su familia, está compuesto por el aporte realizado por todos los miembros de la familia, tanto si provienen de actividades prediales como extra prediales. De allí que no es posible considerar al individuo aislado, sino que se tiene en cuenta a la unidad orgánica constituida por la agrupación doméstica familiar (tanto sea nuclear o extensa) junto con la tierra que trabajan (Shanin, 1976; Schiavoni, 1995).

La inserción ocupacional de la familia sigue vinculándose con formas tradicionales de monoactividad predial, con empleo esporádico de baja diversidad ocupacional y función predominantemente reproductiva. Son los casos del marido y el yerno de Yolanda. El trabajo predial y extrapredial gira fundamentalmente en torno a los ciclos productivos de la ganadería extensiva. Las acciones de desarrollo más recientes impulsan y generan en la familia el aumento de las competencias y capacidades productivas, así como organizativas y de gestión, en las cuales se destaca Yolanda, y también su hija y yerno.

Por otra parte, la familia de Yolanda combina los saberes tradicionales y las innovaciones que son incorporadas a partir del acompañamiento técnico participativo en programas nacionales y provinciales de desarrollo rural. Si bien la ganadería trashumante es una actividad tradicional, ella y su familia incorporan cambios técnicos y, a su vez, los demandan de los extensionistas de organismos estatales (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Secretaría de Agricultura Familiar y Subsecretaría de Producción de la provincia de Neuquén). Por lo tanto, no se puede ver a la familia campesina como institución tradicional que se resiste a los cambios.

Desde su lugar de criancera, Yolanda accede a oportunidades de capacitación productiva, así como también ella misma genera y promueve la organización de productores locales y nuevos liderazgos dentro de su familia.

Tanto Yolanda como su familia manifiestan orgullo de ser crianceros y promueven con su quehacer los componentes de la identidad cultural de las familias y de las comunidades como parte de su dignidad (Donders, citado en Blake, 2015).

De la irrupción en espacios comunitarios al reconocimiento como referente

Del relato de esta productora, se desprende una temprana vocación de ayuda a los otros, disposición que se concreta a partir de un acontecimiento en su vida privada. Este hecho la impulsa a salir de su entorno familiar para vincularse a un mundo relacional desconocido hasta ese momento. La enfermedad de su nieto se constituye en el punto de inflexión entre una vida que se circunscribía a lo doméstico —familiar y productivo, y la incursión en ámbitos de participación colectiva. Es ella misma quien reconoce un antes y un después de ese hito biográfico en su vida familiar.

El hijo mayor, con su primera pareja, tiene un hijo y el nene nace enfermo, de una cardiopatía congénita. […] después de 8 días lo trasladaron al hospital de La Plata. Allá estuvo dos meses, lo operaron; la operación duró doce horas, el nene tenía la mitad del corazón. Entonces empezar a trabajar, a hacer cosas para poder reunir dinero, ahí empecé yo a salir, a organizar, a vender números, a pedir colaboraciones, hasta me acuerdo que alcancé a reunir ciento sesenta pesos que es como si fuera hoy, quince mil pesos”.

Siempre fui así muy de... como quien dice, cara rota ¿no?, pero fue lo que le pasó a mi hijo, dejar mi casa yo para poder ayudarlo, pedir colaboración […] Bueno, y el hecho de ya tener los chicos grandes, por ahí me decían ‘eh, cómo vas a andar’, no, mis hijos están grandes, déjenme participar”.

Es que acá antes existía el machismo, el hombre era el que hablaba, la mujer... Por ejemplo mi vieja, en el caso de mi vieja, mi mamá no hablaba, mis tías tampoco. Hablaba el marido, ellas no, en silencio total”.

Como productora, Yolanda es referente organizacional y representa a los productores locales en distintos foros y mesas de desarrollo rural, está inserta en múltiples espacios de participación sectorial y política. Es quien prueba y muestra, con sus prácticas, los cambios técnicos (distribución de agua por canales en la parcela, reducción del piño o majada, manejo de pasturas e incorporación de genética adaptada a las condiciones locales), viabilizando así la adopción ampliada al resto de la comunidad. En lo social participa, además, de movimientos de protesta de base religiosa por el extractivismo minero.

Hace ocho años que comenzamos con la organización […] Se llama Quiñe Newen, que significa ‘una sola fuerza”.

Soy delegada titular de la uep5 en la zona noroeste desde hace cinco años. Y por eso participo también de la mesa campesina”.

Desde el inicio, fue consciente de que su participación en distintas organizaciones e instituciones no era por acceder a un mero espacio de desahogo y entretenimiento, sino que quería algo más. Por eso intentó que su participación comunitaria discurriera por dos vertientes principales: la reflexión conjunta y la reivindicación sectorial (Medina, 2012), convirtiéndose en una referente organizacional a escala local y regional, con reconocimiento de otras organizaciones y del propio Estado.

El hecho de empezar con la Organización y participar de las reuniones, ahí es lo que me abrió los ojos […] Estas cosas que están llegando, formarnos legalmente como organización, aprender cosas nuevas. Lo que más nos ha hecho bien, aprendido tanto yo como mi hija, como mi yerno, es el hecho de participar, de ir a representar. Hemos hecho amigos, hemos hecho conocimiento. El hecho de participar en ley caprina a nosotros nos ha ayudado un montón”.

Participar en la Organización me hace sentir bien, útil. A mí me gusta mucho servir al resto, ir a buscar, participar de reuniones y traer algo que les sirva al resto, sin pedir nada a cambio. Pero sí me molesta cuando la gente no toma conciencia de lo que uno hace, que lo hace ad honorem, uno trae algo para ellos y no lo aprovechan”.

La organización potencia su reconocimiento como sujetos de derecho al desarrollo y los posiciona más horizontalmente en las negociaciones, en las reuniones de cogestión, en la administración de fondos.

A través de la ley caprina conseguimos proyectos, de ahí salieron nueve proyectos de cobertizos, mejora de agua y pastura”.

Hay algunos que sí concurren, van y se han involucrado, porque se han conseguido cosas que están sirviendo al productor, por ejemplo, en la venta de pieles, que si bien lo tiene con la Subsecretaría, el programa mohair, esta gente que compra el cashmere peinado. Son cosas que ha conseguido la Organización y que están sirviendo al productor”.

Yo represento a un grupo de personas de zona noroeste, y no son dos o tres organizaciones, son unas cuantas”.

Desde entonces se incrementó su participación en los ámbitos colectivos en pos de demandas, negociaciones, conflictos; en la representación sectorial y en la vinculación con otras instituciones religiosas, étnicas y políticas. Pero también el ser referente organizacional se extendió hacia el interior de la propia familia, promoviendo la reproducción de ese liderazgo en una de sus hijas, en su compadre y en uno de sus yernos.

Flavio [yerno] es el presidente, Betty [hija] la tesorera y Hernán [compadre] secretario, y yo revisora de cuentas”.

El comportamiento de Yolanda y de su familia en la dirigencia organizacional estarían marcando tanto las reivindicaciones productivas sectoriales como prácticas de construcción política. Por un lado, nutren a la organización de una mayor capacidad de negociación y, por otro, de un mayor acceso al poder político.

El hecho de formar una organización nos ha cambiado un montón, porque primero y principal, como que nos dejó ver que hay cosas para poder defenderse, para trabajar”.

Los discursos del gobierno son muy bonitos pero ellos lo que quieren es que el campesino se canse, venda todo y se venga a las villas miserias para dejarles las tierras a ellos para que hagan... se las vendan a quienes a ellos se les ocurra. Por las riquezas que  tienen las tierras, y eso nosotros lo tenemos muy claro”.

Otro condicionamiento que dio lugar a esa apertura al mundo extrafamiliar tiene que ver con la naturaleza de las políticas públicas en la generación de oportunidades. En la última década, se produjo movilización de recursos en estos ámbitos, por demanda de las propias organizaciones de productores, y también los colectivos sociales se insertaron en acciones y en las propuestas y monitoreo de los programas de desarrollo6.

Como parte de ese proceso de acción y aprendizaje, los productores destacan efectos no previstos en las iniciativas de los proyectos de desarrollo, tales como la ampliación de los espacios de vida, especialmente para las mujeres y los/as jóvenes, la formación de líderes, el desarrollo irradiado de estrategias activas para persistir en el campo y el establecimiento de relaciones más simétricas entre los agentes del Estado y los/as productores/as.

Es así que, la participación en organizaciones sociales ha contribuido a la generación de un perfil nuevo de familias rurales que expresa la revalorización de la actividad agraria y de las ocupaciones prediales, reduciendo la tendencia a una asalarización completa. Este rasgo diferencia las zonas dentro del área estudiada, donde la relación “organizaciones fortalecidas-mayor presencia de trabajo familiar” tiene su mayor expresión en el centro neuquino.

Asimismo, un hecho reconocido por productores/as y técnicos/as es que no toda la ruralidad esta nucleada en organizaciones. Además de la baja densidad poblacional del área, manifiesta en la ruralidad dispersa ya mencionada, son frecuentes los litigios entre vecinos por campos sin delimitar y por áreas de pastoreo común en un contexto de dificultades en la comunicación y la confianza. De ahí que la iniciativa de organización y el sostenerla en el tiempo requieren voluntades y disposiciones que están potenciadas en la familia de Yolanda.

La gente no aprende a trabajar en organización. Por ahí creen que lo que hacemos el resto, que es para todos, no lo reconocen. Es lo que por ahí molesta un poco”.

En la Mesa Campesina informo qué proyectos se trataron, qué se dijo o cómo vamos, y por ahí en una reunión sale ‘si los representantes de Ley Caprina no informan nada’… este es el espacio para informar, porque yo no tengo los medios para llegar a cada uno de los que represento, no tengo medio de movilidad ni tampoco tengo el jornal caído”. 

Su discurso y desempeño dejan entrever el deseo y la disposición para la inclusión social de los productores locales en el desarrollo. A su vez, intenta afianzar la participación sociopolítica y la persistencia campesina en el territorio.

Mi viejo siempre andaba con mucho respeto con algún señor, o sea, andaba, como decimos, con el sombrero en la mano, pero muchas veces ese señor, disculpando la palabra, era un gran reverendo hijo de su madre que te venía a joder la vida. Por eso estamos como estamos, porque ellos con mucho respeto y hoy por hoy no tenés donde vivir. Esas cosas te hieren, uno quiere llegar, no seguir siendo el mismo, como fue tu papá, como fue tu mamá, como fueron tus tíos, llegar más allá, ver que uno no es ignorante como lo fueron los padres nuestros. Que ya no somos los mismos de antes, porque todos nos creen ignorantes y no es así, por eso esto de participar en reuniones, ir y venir, hacer de amigos, ayuda mucho”.

Pero el fortalecimiento organizacional y los avances en la cogestión, si bien podrían contrarrestar las condiciones de vulnerabilidad de los sectores sociales destinatarios continúan sin resolverse. Persisten problemas estructurales, tales como la situación dominial, que es manifestada en reiteradas reuniones de productores tanto por Yolanda como por el conjunto.

La tenencia de la tierra de esta familia es de naturaleza incierta y llevan adelante reclamos permanentes al Estado, ya que ocupan tierras fiscales en invernada, y en veranada son ocupantes de tierra privada.

Acá se pelea mucho por el tema de la tierra, porque por ahí hay gente que tiene inmensidades de campo y hay pobres que no tenemos donde vivir”.

Ojalá el Gobierno le dé de una vez por todas la titularidad a la gente para poder vivir, porque hoy por hoy hay muchas leyes, muchos proyectos, pero estás insegura en el lugar donde vivís”.

Me gustaría que el Gobierno dijera: ‘bueno, vamos a cortar por lo sano, el que vive en la tierra es el que tiene derecho’ no alguien que viene, por ejemplo, de Buenos  Aires y tiene una tierra porque pagó pero no la está utilizando, la está utilizando nada más que para... como se dice, para especular, para lucrar nada más”.

He participado mucho en la Legislatura, y he estado debatiendo el tema este de tierra, hemos participado en Chos Malal, en Cutral Có, así con otras personas, y te das cuenta de que hay cosas que no lo benefician para nada al productor”.

La palabra de Yolanda es la voz colectiva de los productores locales en sus demandas por el acceso a los recursos y al poder político. En su quehacer, para obtener movilización de recursos para el sector, se encuentra que las demandas, las propuestas y las respuestas desde las bases son mucho más complejas de lo que generalmente se supone; de la misma forma que las respuestas de los decisores políticos. Ubicarse en esos espacios de mediación convierte a esta productora en líder, en tanto forma espontánea de dirigencia, como extensión de su propia unidad doméstica de producción a proyectos externos comunitarios.

Entre la unidad doméstica y la vida pública: algunas reflexiones

Frente a procesos de cercamiento neoliberal (Akram Lodhi, Borras y Kay, 2008) y de disputa territorial, los campesinos contemporáneos, en su lógica tradicional de reproducción social mediante maximización del trabajo y del ingreso familiar, pueden asumir una creciente participación en iniciativas y en la generación de ámbitos colectivos (Hall, et al., 2015). Estos procesos que tienen lugar en un contexto tradicional de aislamiento físico y de condicionamientos histórico-sociales —aunque actualmente con una mayor construcción política de las organizaciones y con nuevas tecnologías en el territorio rural— confluyen en la historia de vida y de trabajo de Yolanda acá presentada.

La historia da cuenta del temprano inicio en el trabajo de las productoras crianceras, bajo la forma de apoyo o a cargo de la producción; de cambios en la otrora invisibilidad y su subordinación en la unidad doméstica, pero también descubre rasgos más recientes como la ampliación de su entorno a otros mundos relacionales y la participación en colectivos sociales, llegando algunas de ellas a la representación comunitaria o a la dirigencia gremial. Más allá de disposiciones y motivaciones, de situaciones de base estructural, del contexto político, esa apertura del espacio vivencial (George, 1987) tiene que ver con la naturaleza de las políticas públicas, en tanto generación de oportunidades, y con el carácter que asumen las organizaciones sociales.

La trayectoria reconstruida por la misma productora y las investigadoras muestra, por un lado, el fortalecimiento de las productoras crianceras que abarca la toma del control compartido sobre el hogar y la producción, a través del desarrollo de habilidades y del incremento de su autoconfianza para la solución de los problemas. Es así que sus habilidades tradicionales, sus conocimientos prácticos y su creatividad se convierten en recursos sociales poderosos para mejorar el manejo ganadero, el uso de los recursos naturales y los canales de comercialización. Por otro lado, comprende también el lugar creciente de participación y de dirigencia en las organizaciones sectoriales y en el acceso al poder político.

El comportamiento social y productivo del caso estudiado da cuenta de una fuerte organización interna del trabajo familiar histórico renovado y de una participación comunitaria amplia y multiforme; rasgos que convierten a la productora en líder local y regional. La forma espontánea de dirigencia surge como extensión de su propia unidad doméstica de producción a proyectos comunitarios.

Fue un hito biográfico que tuvo base en la vida familiar el que se constituyó en un punto de inflexión que marcó su irrupción en el ámbito público, pero en un lugar y en un tiempo que lo hicieron viable. Se resignifican y se imbrican en el relato lo singular y lo colectivo, como cuando las otras y los otros reconocen, no sin debate y acuerdos previos, que la palabra de Yolanda es la voz colectiva de los productores locales en sus demandas por el acceso a los recursos, en especial a la tierra; o cuando demandan acciones consensuadas para el desarrollo.

En el discurso de estas mujeres se manifiesta el orgullo de ser crianceras, y promueven con su quehacer los componentes de la identidad cultural como parte de su dignidad. Sus nuevas posiciones estarían señalando cambios en la caracterización de una ruralidad impregnada de prácticas tradicionales renovadas, afiliación comunitaria y apego a la tierra (Silva, 2010; Diez Hurtado, 2014).

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1 Este artículo presenta resultados de dos proyectos del Grupo de Estudios Sociales Agrarios (gesa) de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Comahue y de la Secretaría de Políticas Universitarias: Transformaciones Sociales y Persistencia Campesina, y Sectores Subalternos y Movilidad en Espacios Rurales: la acción del Estado en actividades productivas en valles, estepa y cordillera, en los que participan las autoras.


2 Los crianceros/as crían principalmente ganado menor en pequeñas majadas de ovinos y caprinos.


3 Denominados así por su vínculo con la actividad y con la tierra.


4 Para el año 2010, en la región patagónica, igual que en la región pampeana, 1/3 de los hogares a cargo de mujeres contaban con acceso informático. En el caso de Neuquén, la tenencia del celular resulta más equitativa entre zonas rurales agrupadas y dispersas. Un dato que nos aproxima es que, en el área rural de Neuquén, la tenencia de celular en la mujer alcanza al 82%. Por ejemplo, la brecha en la tenencia de celular entre urbano y rural pasó en Neuquén de 1,95 a 1,18 (Alegre, Lizárraga y Brawerman, 2015).


5 Unidad Ejecutora Provincial de la Ley Caprina


6 Tales como el Programa para Pequeños Productores Agropecuarios (proinder), las Unidades Ejecutoras Provinciales (uep) de la Ley Ovina y la Ley Caprina, los Comités Locales de Emergencia Rural (cler), las gestiones de reglamentación de la Ley de Tierras y de la Ley de Arreos, el programa de Co-manejo en Áreas Protegidas y el Programa de Desarrollo Rural de la Patagonia (proderpa).


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