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Revista de Ciencias Sociales

Print version ISSN 0797-5538On-line version ISSN 1688-4981

Rev. Cienc. Soc. vol.29 no.39 Montevideo July 2016

 

    Las trabajadoras nómadas
    Cambios productivos y sus efectos sobre el trabajo femenino

The nomadics female working: productive changes and effects on the feminine work

Maria Aparecida de Moraes Silva

Resumen

El objetivo de este artículo es el análisis de las transformaciones laborales en la agricultura del estado de San Pablo, considerada una de las más desarrolladas del país. Allí, la caña de azúcar ocupa un área de seis millones de hectáreas. San Pablo produce más del 70% del azúcar y el etanol de Brasil. En los últimos años hubo un incremento del proceso de mecanización, por medio de las cosechadoras que sustituyen una gran cantidad de mano de obra. Las mujeres fueron transferidas a cumplir tareas desvalorizadas y muy pesadas, como la recolección de restos de caña y de piedras. Además, nuevas formas de control de la gestión del trabajo han obligado a las mujeres a circular por diferentes plantaciones. Hay un intenso proceso permanente de movilización temporaria de la fuerza de trabajo de mujeres negras y mestizas: un verdadero nomadismo.

Palabras clave: caña de azúcar/trabajo femenino/etnia, género y clase / Brasil.


Abstract


The aim of this article is the analysis of labor changes in agriculture in the state of São Paulo, considered one of the most developed in the country. Sugarcane is the product that dominates an area of ​​six million hectares. São Paulo produces more than 70% of sugar and ethanol in Brazil. In recent years, there was an increase of mechanization by replacing combines a lot of manpower. Women were devalued and replaced in heavy tasks such as collecting leftover cane and stones. In addition, new forms of management control of work assigned to women labor nomad by different plantations beyond sugarcane. There is an intense process of permanently temporary workforce of black and mestizo women, a true nomadic mobilization.

Keywords: sugarcane / female work / ethnic, gender and class / Brazil.


Maria Aparecida de Moraes Silva: Profesora del Programa de Posgrado en Sociología de la Universidade Federal de São Carlos (ufscar), Brasil. Investigadora del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (cnpq) y la Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior (capes), San Pablo, Brasil. E-mail: maria_moraes@terra.com.br



Recibido: 19 de abril de 2016.
     Aprobado: 27 de agosto de 2016.

 

Introducción

La caña de azúcar es un producto que está relacionado con la historia de la agricultura brasileña, desde el inicio de la colonización en el siglo xvi. Durante más de tres siglos, este producto fue dominante en los estados del nordeste, sobre todo en la región conocida como Zona da Mata, próxima al litoral y más húmeda. Las formas de trabajo se basaron en la esclavitud de los africanos/as1. Las esclavas, por lo tanto, ejercían actividades domésticas en las casas de los señores y también en las plantaciones de caña y en el proceso de fabricación del azúcar. Este fue el producto colonial más importante durante casi tres siglos. Estos primeros siglos corresponden al primer período de la inmovilización de la fuerza de trabajo en los ingenios.

En la época de la esclavitud, los hombres cortaban la caña y las mujeres ataban los manojos. La tarea impuesta era de 350 manojos al día (Antonil, 1982, p. 106). Las mujeres también eran destinadas a la tarea peligrosa del molido. El cansancio y el sueño podían causarles accidentes, ocasionándoles la pérdida de manos, brazos, e incluso la muerte. Un total de ocho esclavas en cada ingenio trabajaba día y noche en esta actividad (Antonil, p. 112). Había también esclavas en tareas calificadas como la purificación (acto de purgar) del azúcar. Ellas contaban con la experiencia laboral y eran llamadas “madres del balcón”, que era el lugar en el que se quitaban las impurezas del azúcar moreno (p. 129).

El segundo período de inmovilización de la fuerza de trabajo, con respecto a la producción agrícola, se produjo después de la independencia política del país (1822). Es denominado período del colonato, y tuvo lugar sobre todo en el estado de San Pablo, a partir de fines del siglo xix2. Era el inicio de las plantaciones de café, y la organización de la fuerza del trabajo estuvo basada en el trabajo familiar de inmigrantes venidos sobre todo de Italia, España, Alemana y, más tarde, de Japón. Los esclavos, aunque trabajaban en las haciendas cafetaleras, fueron progresivamente sustituidos por los inmigrantes blancos. Es importante señalar que, para los capitales empleados en la producción de café, el trabajo familiar de los colonos era una forma de aumentar las ganancias, porque el trabajo de las mujeres y niños no era pago.

Nuestras investigaciones muestran que, incluso en el período anterior a la creación de grandes plantaciones e ingenios (usinas), hasta la década del cincuenta, del siglo xx, las mujeres desempeñaron muchas actividades, sobre todo en época de cosecha. Hasta entonces, en el estado de San Pablo la mayoría de los trabajadores rurales vivía en el campo —como en otras partes del país—, incluyendo a aquellos que se dedicaban a trabajar en la caña. En investigaciones recientes sobre la memoria de las mujeres rurales, vimos que las actividades en la caña de azúcar se basaron en el trabajo familiar. Las mujeres participaban en diversas tareas, en particular durante la temporada de cosecha. Hasta este período, predominaba el sistema de manojos, por medio de los cuales se establecía una división del trabajo familiar bien definida. Los hombres y mujeres cosechaban la caña y los niños hacían los manojos y los enlazaban con la paja de la misma caña. No disponían de otro tiempo que no fuera el tiempo del trabajo, ya que no tenían derecho a las vacaciones y, a menudo, trabajaban los domingos y los días festivos.

Todo dependía de las órdenes de los jefes y de las cuotas de azúcar que se debían enviar a la planta. Por lo tanto, durante la cosecha no tenían un tiempo determinado para la jornada de trabajo, que se prolongaba hasta la noche, especialmente para los carreteros —quienes conducían carretas de bueyes— y los ferrocarrileros.

La caña era cortada, echada al suelo, atada en número de diez o más, en forma de manojo con la propia palma, que es la punta de la caña. En esta operación, participaba toda la familia de los trabajadores. Los niños pequeños ataban la caña, una actividad considerada leve. Los hombres llevaban los paquetes a las carretas de bueyes y luego transportaban la mercancía a los vagones, que tenían cajones para el almacenamiento de la caña.

Cuando se llenaban todos los cajones, la carga era transportada por los ferrocarriles, que atravesaban los campos de caña hasta los ingenios. No existían depósitos, porque toda la caña era molida inmediatamente. Esto imponía un ritmo rápido y continuo para cortar, ya que, después del inicio del funcionamiento, la planta no podía parar. De lo contrario, se podían ocasionar riesgos incalculables en las diversas etapas del proceso de fabricación del azúcar y el alcohol. En esta operación, también estaban los engranadores, que eran quienes enganchaban los bueyes a las carretas. Más tarde, cuando se comenzaron a utilizar tractores, los manojos eran llevados por los hombres y depositados en las carretas de bueyes, que luego los transportaban a un punto donde estaban los tractores. A continuación, las carretas de bueyes eran enganchadas a los tractores, que los conducían a los vagones. Por lo tanto, la mayoría de las operaciones se realizaban de forma manual. A pesar de la importancia del trabajo de las mujeres, este fue un trabajo invisible, ya que fueron consideradas dependientes de los titulares, es decir los que tenían el registro formal de trabajo, por lo general los padres o maridos (Silva, 2013, pp. 101-124).

En las plantaciones de café, en el estado de San Pablo, la situación era similar. Es importante añadir que la organización de la familia estaba basada en el poder del padre/patrón, es decir, de la familia patriarcal. El patriarcado fue un factor importante para la ganancia de los patrones, porque el trabajo de las mujeres y los niños no era pago, como ya mencionamos, pero también para el control de la fuerza de trabajo. Era el padre el responsable de la producción y, por supuesto, era él quien ejercía el poder sobre todos los miembros de la familia. El patriarcado y el capitalismo formaban un simbiosis perfecta, caracterizada por el sistema de la dominación de clase y género. La fuerza de trabajo —aunque formalmente libre, es decir, no más esclava— era inmovilizada por medio de los contratos de trabajo (cuatro años) impuestos por los patrones. Además del trabajo no pago de las mujeres y los niños, el salario era insuficiente para la sobrevivencia de la familia, así que la reproducción de la fuerza de trabajo debía ser complementada con las huertas donde trabajaban sobre todo las mujeres3. También se trataba de un trabajo invisible y gratuito. Por lo tanto, la tasa de acumulación de los capitales cafetaleros fue muy elevada, no solamente por la buena calidad de las tierras, sino también por las formas de pago impuestas a los/as inmigrantes, cuya organización familiar patriarcal ocultaba el trabajo femenino doméstico, en las huertas y en las plantaciones.

La sumisión a la figura del padre autoritario, por medio de la violencia física, es uno de los reflejos del contenido de la ideología patriarcal, extensivo al espacio del trabajo en el campo, donde la figura del padre/patrón se confundía con los fiscales de las haciendas y empresas. (Silva, 1997; Andriolli, 2006).

La modernización de la agricultura
y los cambios en la división sexual del trabajo

Desde el establecimiento de los ingenios actuales (usinas), en la década de 1950, se desmanteló esta estructura productiva, con consecuencias directas sobre el proceso y la organización del trabajo. Los trabajadores que residían en las haciendas (de caña y café) fueran expulsados, convirtiéndose así en el ejército de los llamados trabajadores rurales temporales, conocidos como boias frias4. Como resultado, aparece el/la trabajador/a volante, individualizado, y ya no organizado en familia, bajo los órdenes del padre o marido. Se inicia así un proceso de modernización trágica (Silva, 1999), caracterizado por la concentración de la tierra, la expulsión de los trabajadores, el aglutinamiento de trabajadores en las periferias urbanas, la búsqueda de trabajadores migrantes de otras regiones del país, el empleo creciente de máquinas, plaguicidas y fertilizantes, y cambios en el proceso y la organización del trabajo (Silva, 1999).

Con la expulsión de los trabajadores, su modo de vida sufrió muchos cambios. Desaparecieron las formas anteriores de solidaridad entre vecinos, parientes y amigos, aquello que Durkheim llamó solidaridad mecánica. Este proceso puede ser comparado con una auténtica diáspora. En la Gráfica 1 se puede observar la disminución de la población que vivía en el campo, con respecto a la población total del estado de San Pablo, en un período de 50 años.


Muchos de los expulsados fueron a vivir en las periferias de las ciudades y continuaron trabajando en el campo; otros tantos fueron a las grandes ciudades a trabajar en la construcción o en otras ocupaciones más descalificadas, como empleos domésticos. Sin embargo, la gran transformación del sector agrícola también empleó a trabajadores/as migrantes. De esta manera, hubo un cambio en las relaciones de trabajo, tanto desde el punto de vista de las distinciones de género como en las de índole étnico - racial, porque los/as migrantes en este caso no son blancos, sino negros y mestizos. Por lo tanto, se dio un cambio de color en los/as trabajadores/as: ya no se trata de blancos descendientes de europeos, sino de los de negros e indígenas. Las haciendas cafetaleras y también aquellas que cultivaban maíz, frijoles, trigo y otros productos, fueron paulatinamente reemplazadas por gigantescas áreas con plantaciones de caña para la producción de azúcar y etanol. Hoy hay más de cinco millones de hectáreas de este cultivo en el estado de San Pablo. Según Baccarin, de Camargo y Ferreira (2015), entre 2007 y 2015 hubo una disminución muy grande del número de los trabajadores en los cañaverales de San Pablo, tal como se muestra en la Gráfica 2.

 

Para el año 2015, la cantidad de trabajadores se redujo al 35% de lo que era en 2007.

A partir de la mitad de la década de los cincuenta, empieza el proceso de movilización de la fuerza de trabajo y de las migraciones que se convierten en temporeras de forma permanente.

Hasta fines de los años ochenta, la presencia de las mujeres en los cañaverales era muy significativa. Trabajaban en tareas como la siembra; el carpido; la cosecha y la recolección de los restos de caña (bitucas)5; la preparación de las mudas; el control de plagas, por medio de plaguicidas, sin contar con los equipos de protección (epi). En virtud del proceso vertiginoso de reestructuración productiva implantado por las empresas a partir de la década de los noventa, sobre todo en San Pablo, paulatinamente las mujeres fueron perdiendo muchos puestos de trabajo y siendo sustituidas por hombres jóvenes migrantes. Actualmente, se ocupan de tareas más precarias y peligrosas para la salud, como el empleo de plaguicidas, que puede provocar el cáncer y la muerte, como les sucedió a muchas de ellas. Esto es parte de un proceso de reconfiguración del trabajo, caracterizado por el aumento de la intensidad de los grados de explotación y por nuevas formas de división sexual del trabajo. Así, las mujeres fueran alejadas del corte manual de la caña, tarea hoy día esencialmente masculina, y transferidas a actividades insalubres, precarias y penosas, como la recolección de bitucas, de piedras, la siembra, la distribución de plaguicidas en los cañaverales, así como también en otras plantaciones de eucaliptus, naranja, cebolla, mango, tomate. Ellas suelen ser “enganchadas” por un hombre, quien bajo los órdenes de las empresas, las reúne en cuadrillas nómadas que circulan de una plantación a otra durante todo el año (Silva, 2014).

Es importante escuchar las voces de algunas de estas mujeres, para percibir la dominación de clase y género como resabios de la sociedad colonial. La referencia a la dominación étnico - racial todavía está ausente en sus discursos. Sin embargo, haremos algunas reflexiones acerca del concepto de patriarcado, antes de oír las voces de las mujeres —todas ellas negras—, para analizar a continuación las razones del ocultamiento de la dominación étnica.

En los testimonios de las mujeres, la ideología del patriarcado está muy clara. El universo simbólico de la religión judeocristiana es uno de los componentes de la ideología del poder patriarcal que domina las relaciones sociales en las cuales ellas están insertas. Los testimonios muestran que la mujer ocupa el lugar del oprimido, es decir, de objeto y no de sujeto. El sufrimiento forma parte de sus representaciones y también de sus autorrepresentaciones. En su concepción religiosa, Dios tiene el control sobre todos los hombres y la naturaleza, y para agradarle es necesario seguir el camino duro de la obediencia y de la sumisión. En muchas ocasiones, el sufrimiento resultante de la relación con los hijos y maridos, es considerado parte constituyente del destino de género. Son muchas las mujeres que soportan la violencia y el alcoholismo de los maridos, y permanecen junto a sus hijos durante toda la vida. Muchas de ellas no logran romper con este destino, llevando consigo el complejo de la culpa, como si fuera un pecado original. La estructura de estas ideas se apoya sobre la base material de las relaciones patriarcales. El concepto de ideología permite la interpretación necesaria de la dominación:

La ideología consiste en un proyecto político de estructuración de la sociedad entera, según los interés de la clase social / categoría social que la ha elaborado […] la ideología tiene la pretensión de expresar el ‘interés común’, o ‘interés general’, o ‘interés de todos’. Obviamente, esto es una ficción, en la medida en que la sociedad está organizada sobre la base de contradicciones. La ideología, por lo tanto, se presenta como si fuera producida por el conjunto de la sociedad y su propio beneficio. De este modo, es fundamental resaltar lo que hay de muy singular en la ideología: la inversión de los fenómenos…”.

La representación, al contrario, aspira a lo completo […]. Los autores / actores de representaciones tienen del fenómeno representado un retrato entero y operativo […] la representación no se confunde con la vivencia, pero se aproxima a refigurar la vivencia. Se trata de las imágenes que las vivencias asumen en el nivel simbólico y de cuya elaboración, el inconsciente —individual o colectivo— participa activamente. (Saffioti y Almeida, 1995, p. 49).

La siembra de la caña:

Nosotras cubrimos la caña con agroquímicos. Así como la caña nace, ponemos el plaguicida. Solamente cuando ya está grande es que la llevan para el área de la siembra. Ahí la caña es puesta dentro de los surcos llenos de agua. Nosotras teníamos que trabajar sin los zapatos, porque la caña es puesta con un palo (chucho) para perforar la tierra. A cada 20 centímetros colocamos una yema de caña. Tiene que ser con las manos o los pies dentro del agua, por eso hay que estar sin zapatos”. (Maria, 50 años. Santa Rosa de Viterbo - sp, 1998)

A los seis meses de la entrevista, Maria murió con cáncer en la garganta. Hacía tres años que trabajaba en esta actividad empleando el plaguicida.

Otro relato muestra una nueva técnica de siembra, por medio del empleo de camiones y tractores, realizada por hombres y mujeres:

Para plantar, ellos nos elegían solamente a nosotras, las mujeres. Porque nosotras seguíamos el camión cortando la caña en los surcos, porque el surco es así. La caña es colocada dentro de los surcos. Los hombres se ponen arriba de los camiones cargados de caña. Ellos van metiendo las cañas en los surcos. Las mujeres van cortando las cañas. Se tiene que tomar con cuidado para que la caña no caiga en nuestras cabezas. Entonces nos quedábamos atrás de los camiones y por eso recibíamos el vapor del caño de escape, lo que nos causaba mucho dolor de cabeza […]. Detrás de nosotras venía el tractor tapando los surcos con tierra. Todo era muy rápido. Era una tarea muy dura. A veces yo trabajaba de rodillas porque el cansancio era demasiado. (Clarice, 71 años. Ibaté - sp, 2005)

La cosecha de la naranja

En la naranja es así: cuando llegamos hay que mojar los pies y los zapatos en el plaguicida antes de entrar en el pomar. Uno tiene que vestir la ropa que ellos dan para evitar la contaminación. Es pantalón y camisa. La ropa con plaguicida es lavada por ellos en la hacienda. No la llevamos para casa. El bus también es mojado con plaguicida. Así que llegamos, almorzamos y en seguida cada una tiene una bolsa con tiras sujetas al cuello, y la escalera de hierro para recoger las naranjas que están más altas. Subo en la escalera, cosecho las naranjas bajo la escalera y después las pongo en las cajas. Durante todo el día cargamos las naranjas, subimos y bajamos en las escaleras. Las bolsas son muy pesadas y además uno tiene que mantener el equilibrio para no caer de las escaleras y lastimarte. Tiene que trabajar muy rápido para alcanzar un poco más de salario. Si trabajas lento, no logras nada. Ahí yo tomo otra bolsa, y entonces salgo de nuevo y vuelvo a salir otra vez. Para beber agua se hace muy rápido, no se puede perder tiempo. Acabo de comer y salgo en seguida para trabajar. Es así. Consigo recoger hasta cien cajas de naranjas al día. (Maria, 45 años, Rincão - sp, 2004)

El trabajo en la caña

Nosotros [el padre, el hermano y la entrevistada] salíamos con las estrellas y volvíamos con las estrellas, de domingo a domingo. En la época de invierno, íbamos trabajar muy temprano y no teníamos zapatos suficientes para el frío. Cuando había helada, para evitar la pérdida del tomate, durante la madrugada íbamos al campo y hacíamos fuego con polvo de madera y gasoil. El humo evitaba que las plantaciones de tomate se quemasen por la helada. Me acuerdo que tenía mucho dolor en los pies por el frío. Yo me ponía un paño en los pies”.

En 1983 fui a trabajar en la usina de caña. […]. Ahí yo fui a cortar caña y tenía hambre. Hasta hoy los trabajadores tienen hambre, ¿tú sabes? Si hay alguien sin comida en la marmita, cada uno pone una cucharada de su comida en la marmita vacía de él. Yo tenía la comida porque los otros me la daban. Todavía, a la hora de comer, yo pensaba en mis hijos que estaban en la casa sin comida. Así, yo comía un poco y dejaba otra parte para mis hijos. Después de 15 días de trabajo, yo logré comprar algo para comer”.

“… Uno trabajaba los sábados y no había límite de tiempo. Así, yo cuestionaba aquella situación. Yo me puse a organizar los trabajadores. Poco a poco yo me fui transformando en líder para ellos. Una vez, el cuadrillero puso a Julinha [una amiga de la entrevistada] “de gancho” [una suspensión] porque ella chupó una caña porque tenía hambre. Era ya en el final de la tarde. Estábamos yendo para casa. Entonces, fui a conversar con el cuadrillero y le dije que ella chupó la caña porque tenía hambre y que si él no retiraba la suspensión toda la cuadrilla no venía a trabajar el próximo día. Al final, el canceló la suspensión…”.

Era la época del camión6. Había un cuadrillero que tenía 25 cuadrillas, todas controladas por él. Había mucha injusticia en el campo. Además de las cuestiones de trabajo, había acoso sexual a las mujeres, sobre todo, sobre las más bonitas. Esta debía ser amante del fiscal, o del cuadrillero o del administrador. Había siempre una fuerte presión sobre las mujeres más bonitas. Yo siempre defendí los objetivos de todos mis compañeros y compañeras de trabajo […]. Cierta vez, un fiscal nos obligó a retirar caña podrida de un lago. Había mujeres menstruando, otras que no podían quedarse mojadas. Llovía mucho. Nosotras trabajando bajo la lluvia y él con un paraguas dándonos órdenes. De pronto, vi que Lucia, que era gorda, cayó en el lago. Fue una injusticia. El fiscal se puso a reír. Yo me dirigí hasta el lugar donde él estaba y le pregunté: ¿Cuál es el registro en tu cartera de trabajo? Él ha dicho: como trabajador rural. Entonces, nosotras tenemos los mismos derechos que usted, porque también somos trabajadoras rurales. Si usted tiene el derecho de estar protegido de la lluvia, nosotras lo tenemos también. No vamos más a trabajar dentro del lago bajo la lluvia. ‘¡Pero es un orden!’. ‘¿De quién?, yo le dije, no vamos a trabajar más. Vamos a esperar hasta que termine la lluvia. Las llamé y todas han venido para el camión. Yo siempre contesté el poder y los abusos en las usinas”. (Carlita, presidente del Sindicato de los Empleados Rurales de Cosmópolis - sp, 2006)

Estos relatos muestran que las mujeres no son pasivas. Siempre hay alguna resistencia. Sin embargo, las formas de dominación impuestas se asemejan a la institución total, es decir, si hay resistencia, se aplica “el gancho”, la suspensión del trabajo sin recibir el salario, y en los casos que se repitan muchos ganchos, existe el riesgo de perder el empleo. Las formas punitivas remiten a la época de esclavitud, además de los acosos sexuales de los enganchadores a las mujeres. Los bajos salarios son el reflejo de los niveles de explotación. El hambre, la marmita sin comida, la vergüenza de llevar la marmita vacía aparece en muchos relatos. De todos modo, hay que considerar las formas de solidaridad entre ellas7.

La nueva morfología del trabajo
y sus reflejos sobre las trabajadoras

El proceso de reconfiguración del trabajo, resultante de las transformaciones tecnológicas a partir de los años 2000 —sobre todo con el surgimiento de los coches de tecnología flex, movidos por gasolina o alcohol—, fue caracterizado por una disminución acelerada del empleo de trabajadores manuales en los cañaverales8. Como fue dicho más arriba, este proceso también implicó una nueva división sexual del trabajo, incrementando la precariedad y vulnerabilidad. El uso de máquinas y tecnología avanzada significó un proceso de degradación del trabajo (Silva, Bueno y de Melo, 2015). En el caso de las mujeres, ellas pasaron a formar parte de cuadrillas (turmas), bajo el comando de los enganchadores que circulan por diversas plantaciones.

Las formas de control son las mismas. El trabajo es a destajo. Son empleadas en la cosecha de naranja, mango, cebolla, tomate y también en las distribución de herbicidas y plaguicidas en la caña y eucaliptus, como fue dicho arriba. Cuando no logran la cantidad exigida por los fiscales y enganchadores trabajan en parejas. Al final de la jornada de trabajo, la producción, es contabilizada en nombre de sólo una persona, aquella empleada formalmente, que tiene el registro de trabajo en la cartera. Muchas veces, son las mujeres las que están en parejas con los maridos o hijos. Esta es otra práctica de las empresas para burlar las leyes y no pagar los encargos de trabajo.

Para facilitar la exposición, a continuación describimos las distintas ocupaciones de las mujeres:

 En la caña, además de las bituqueiras, están las que trabajan en la pérdida, es decir, las que rehacen el trabajo de los hombres en el corte manual. Ellas son responsables por cortar todos los tocones altos (la caña necesita ser cortada muy cerca del suelo para evitar la proliferación de bacterias). Además, también cortan las cañas que salen por fuera de las carrocerías de los camiones para evitar que se caigan durante el transporte para los ingenios.
Las tareas de la pérdida y de la
bituca exigen que las mujeres estén agachadas todo el tiempo. Ellas son preferidas porque existe el estereotipo de que ellas son más cuidadosas, al contrario de los hombres. En realidad, ellas limpian los cañaverales, reproduciendo los estereotipos sexistas por medio de la naturalización de los padrones del patriarcado, Son actividades precarizadas y desvalorizadas.

 Están aquellas que ejercen una actividad denominada “abrir eito”. Eito es una palabra de la época de la esclavitud y significa lugar de trabajo. Abrir eito significa cortar las hileras de caña que se hallan sobre los surcos hechos para el drenaje del agua de lluvia, antes de que pasen las máquinas, ya que estas pueden operar solamente en partes planas.

 Están también las llamadas “mujeres de la piedra”. Se trata de cuadrillas de mujeres contratadas para retirar las piedras de los cañaverales, antes del corte que realizan las máquinas. Es una actividad muy peligrosa, ya que existe el riesgo de que aparezcan víboras y escorpiones debajo de las piedras. En general, estas mujeres sienten vergüenza de hablar sobre esta actividad, puesto que es un trabajo muy devaluado. Ellas dicen que es una actividad de la época de la esclavitud. El control del trabajo es hecho por los fiscales y enganchadores. Junto con las bituqueiras y las mujeres de la pérdida, las de la piedra son las verdaderas limpiadoras de los cañaverales. Las tareas de retirar las piedras es esencial para evitar que las láminas de las máquinas se rompan durante la operación de la cosecha. Así, las limpiadoras de los cañaverales contribuyen al aumento de las ganancias de las empresas. Son las cuidadoras de la caña y de las máquinas. Esto es una señal de la segregación sexual del trabajo.

 Además de estas actividades, las mujeres se desempeñan como bombeiras, llevando el agua en garrafones para los trabajadores y también para las trabajadoras en el eito.

 En el caso de la cosecha de naranja, hay formas específicas utilizadas para la explotación de las trabajadoras. Después que recogen las frutas, las ponen en un saco que tiene capacidad para 50 cajas de naranjas. Sin embargo, los cuadrilleros dicen que la capacidad de estos sacos es de 30 cajas. Así, ¡son 20 cajas robadas por cada saco! Las mujeres logran cantidades mayores que los hombres, por lo cual son preferidas por los enganchadores, ya que sus propios salarios derivan de la cantidad de naranjas cosechadas por los/as trabajadores/as. A más naranjas cosechadas, ¡mayores son sus salarios! (Farias, 2013).

 Otras mujeres trabajan en la cosecha de otras frutas como mango, guayaba y tomate. El trabajo de la cosecha de cebolla es considerado muy duro, porque trabajan de rodillas o sentadas en el suelo caliente durante toda la jornada. La tarea consiste en retirar las cáscaras de cebolla con un cuchillo. Para eso, usan guantes y se cubren los dedos con cinta adhesiva para evitar lesiones. El hecho de estar sentadas en el suelo les causa muchos problemas de salud, como dolores en la columna y sangrados e infecciones ginecológicas. Los tractores arrancan las cebollas, a continuación las mujeres retiran las cáscaras secas, y las colocan en cajas que son transportadas por los hombres y colocadas en sacos grandes que, a su vez, son llevados hasta los camiones. Cada una de las mujeres es responsable por cuatro hileras de cebolla al día.

Según los relatos de mujeres de Guariba - sp, se trata de una actividad extenuante, en la cual el esfuerzo se suma al tiempo de viaje hasta las plantaciones, más de dos horas por día. En razón del corto período de la cosecha de cebolla —cuatro meses—, las cuadrillas son llevadas a otras plantaciones. Así, se configura la movilidad del trabajo por las distintas plantaciones. Los relatos muestran que el trabajo en las plantaciones de cebolla es el más penoso:

La cebolla que sembramos hace noventa días atrás, la estamos cosechando ahora. Es un trabajo que afecta la columna; traba la pierna porque es mucho tiempo sentada en el suelo o sobre el garrafón [de agua]; estoy con la pierna hinchada y también el brazo. Es necesario juntar montones de cebolla. Una pierna queda plegada y la otra estirada. Esta es la posición para ir poniendo la cebolla en las cajas. Es un sacrificio. La cantidad máxima que logro al día es quince reales. Cuando la cebolla es grande, consigo setenta centavos [por caja]. Cosecho alrededor de treinta cajas por día, veintiún reales. Es el máximo que logro”. (Cícera, Guariba - sp, agosto de 2010)

Al terminar la cosecha de cebolla, esta misma cuadrilla es llevada a las plantaciones de guayaba, mango y tomate. En las plantaciones de guayaba, reciben los peores salarios, solamente cincuenta centavos de reales por caja. En el tomate, reciben noventa centavos por caja. La cosecha de tomate y mango dura solamente tres meses al año. Todas las tareas se pagan a destajo.

Nosotras salimos de la cebolla y fuimos para la guayaba, enseguida fuimos a retirar las florecitas del mango. Acabó la florecita el 10 de agosto de 2010, enseguida fuimos para la cebolla. Pero es bueno retirar las florecitas. Pero tenemos que trabajar en parejas. Había mango ya grande, era una lástima retirarlo entero. […]. Tiene que tener un gancho para bajar los gajos, para retirar las florecitas. Hay lugares que logramos tres reales [por cada árbol] o tres con cincuenta; a veces, seis reales. Es así, muy variable. Es de acuerdo con la cantidad de árboles. Yo lograba entre cinco y ocho árboles. En la guayaba, nosotras cosechábamos. Se obtenía un poco más de dinero. Era siete reales por cada guayabo. A veces los árboles eran muy altos, pero teníamos que cosechar. Cuando eran altos, usábamos los ganchos y también trabajábamos en parejas. Una cosechaba más abajo y otra más arriba. En el mango es siempre en pareja. En la guayaba no. Ahí, la gente trabaja con los guayabos más bajitos. Se recoge con los ganchos y las frutas caen en las cajas. Es mejor en la guayaba que en la naranja. Los naranjeros son muy altos. Yo cosechaba 40 cajas de guayaba al día por cincuenta centavos cada caja. (Cícera, Guariba - sp, agosto de 2010)

Sobre otros cultivos, la entrevistada afirmó:

Tomate también cosechamos. Cobrábamos noventa centavos la caja, pero ahora la cosecha ha terminado. La cosecha de cebolla es de tres meses y medio y la del mango es de tres meses. Retiramos las florecitas para permitir que haya dos cosechas al año. Es para evitar que los mangos nazcan todos de una única vez. Es así la naturaleza. Yo aprendí mucho. Aprendí que hay maíz macho y hembra. El macho es el rojo y la hembra es blanco. La forma de cosechar también es distinta. Ahí se aprende de todo. Por eso es bueno trabajar. (Cícera, Guariba - sp, agosto de 2010)

La entrevistada afirmó que es contratada por el enganchador para las tareas en todas las actividades. A veces puede ocurrir que hay preferencia por los hombres, porque se juzga que es una tarea pesada para las mujeres. En todas las actividades, el salario es a destajo y las mujeres trabajan en parejas. Además, afirmó también que hay mayores oportunidades de empleo para los hombres. La circulación del trabajo es rural, pero también se extiende a los espacios urbanos. Muchas mujeres trabajan como amas de casa en la ciudad, sobre todo, cuando no encuentran empleo en el campo.

Yo trabajé como empleada doméstica durante muchos años; trabajé también en la caña por veinticinco años; hoy no trabajo en la caña y en la naranja porque tengo problemas de columna y miedo de la escalera [utilizada para la cosecha de naranjas] y ahora estoy en la cebolla; ya trabajé haciendo cercas y retirando la maleza. (Cícera, Guariba - sp, agosto de 2010)

Las trabajadoras de la cuadrilla del plaguicida almuerzan con la misma ropa que utilizan en el trabajo, lo que les trae muchas complicaciones para la salud. En general, trabajan seis días de la semana y tienen solamente los domingos para el descanso. Sin embargo, los domingos tienen que hacer todos los trabajos de la casa: lavar la ropa, cuidar de los niños. Los sábados, las guarderías municipales están cerradas. Así, las mujeres que tienen hijos pequeños están obligadas a pagar a una persona para cuidarlos. De este modo, tienen más gastos aún. Por esta razón afirman que sus vidas son una verdadera “esclavitud”, porque “viven para las empresas”.

El trabajo femenino y los marcadores de raza

En esta parte del texto, intentaremos hacer algunas reflexiones acerca de la raza, así como de su ocultamiento, no solamente en los discursos de las personas entrevistadas, sino también en los estudios rurales en Brasil, de forma general. No es nuestra intención adentrarnos en la discusión más amplia acerca de la distinción entre raza y color de la piel, presente en muchos estudios brasileños, en virtud de la mezcla interétnica que caracteriza a la población. Lo que es importante considerar es que los/as trabajadores/as rurales en el estado de San Pablo, en los ingenios de azúcar y en todas las otras plantaciones son, en general, no blancos, migrantes o sus descendientes, venidos del nordeste o del norte de Minas Gerais. En general son descendientes de negros y indígenas. En Brasil predomina el discurso de la clase dominante sobre la democracia racial. Es decir, que se propaga que aquí es un lugar donde no hay prejuicios contra los negros e indígenas. Sin embargo, existe un discurso ideológico para ocultar las diferencias étnicas y, por supuesto, las desigualdades sociales derivadas de esta ideología. Es una forma de enmascaramiento de las desigualdades sociales y étnicas. Este discurso es internalizado por toda la sociedad, incluso por los/as no blancos/as. El ocultamiento de esta categoría es muy importante para la reproducción de las relaciones sociales y también para el proceso de acumulación del capital en este sector de la agricultura, porque se trata de una fuerza de trabajo devaluada históricamente.

Marx, al definir el valor de la fuerza de trabajo, afirmaba que este valor está determinado por la cantidad de mercancías que son necesarias para su reproducción. Según Marx (1978, p. 173), el capitalismo surge cuando la fuerza de trabajo se constituye como mercancía. Por lo tanto, uno de los presupuestos de este sistema es que el portador de esta mercancía sea libre (formalmente), o sea, que las formas pretéritas, tales como la esclavitud, hayan sido abolidas. La fuerza de trabajo, además de ser una mercancía especial, dado que crea valor, no puede ser separada de quien la posee. Todo ser es un ser social, o sea, pertenece a una familia, posee una fe religiosa y política, pertenece a una ciudad, una región, un país, es decir, es un ser social que tiene muchas particularidades que están inscriptas en su subjetividad (Durkheim, 1970, p. 85). En este sentido, es imposible concebir la fuerza de trabajo solamente desde la perspectiva económica de la mercancía, del hombre abstracto, sin sus particularidades físicas, psíquicas y sociales. Para Marx, el valor de la fuerza de trabajo es variable, según las condiciones históricas de cada país o región. Sin embargo, una de las condiciones que diferencia la fuerza de trabajo de las otras mercancías es que ella tiene un valor histórico y moral (Marx, 1978, p. 174). En otros términos, la fuerza de trabajo posee marcadores históricos y sociales (raciales, de género, edad, etcétera).

Según el autor marxista Gaudemar (1977), la fuerza de trabajo debe ser libre desde dos puntos de vista: la libertad positiva y la negativa. La primera se refiere al derecho de ir y venir y significa que el poseedor de la fuerza de trabajo puede venderla a cualquiera; la segunda, sin embargo, se refiere al hecho de que este dispone de una única mercancía, y no tiene otra alternativa sino venderla: “… en la práctica, o vende su fuerza de trabajo para vivir, o no la vende y muere” (Gaudemar, 1977, p. 190). Esta concepción se aleja de la que concibe el mercado de trabajo como fijo y puntual. Al contrario, provee de las herramientas necesarias para la comprensión de la movilidad capitalista del trabajo. Así, esta movilidad aparece como condición necesaria y hasta suficiente para el surgimiento del capitalismo, y como un índice de su desarrollo (p. 192).

Por lo tanto, la movilidad de la fuerza de trabajo no es una excepción, sino una de las condiciones esenciales para garantizar el proceso de acumulación capitalista. Por otro lado, es necesario saber quién se mueve, quién se queda y hacia dónde se mueve. La movilidad espacial es controlada por las necesidades del capital. Vimos arriba que el ser social trae en su cuerpo los marcadores sociales (raza, género, clase, lugar de pertenencia, religión etcétera). Así, hay un control espacial de la movilidad. En el caso brasileño, los marcadores de raza, históricamente, fueron ocultados por la ideología dominante. El enmascaramiento de la raza/color de la piel constituye uno de los elementos esenciales para la reproducción de la devaluación del valor de la fuerza de trabajo de negros, mestizos, y también de aquellos que vienen del nordeste y del norte de Minas Gerais (regiones donde hay mayor concentración de población no blanca). De este modo, se produce la simbiosis del proceso de dominación / explotación, en el cual las tres categorías —clase / género / raza— forman un verdadero nudo (Saffioti, 1992).

En el caso de la movilidad de las mujeres trabajadoras rurales, vimos que hay una internalización de las formas de dominación, sobre todo cuando relatan las condiciones de trabajo, las formas de pago, los salarios bajos, que, entre otras cosas, las obligan a trabajar en pareja para cumplir las metas de producción impuestas, así como el robo de la producción. Hay también otros elementos importantes, tales como el trabajo doméstico (lavar, cocinar, limpiar, cuidar de los hijos) que no es pago. La rutina de trabajo de las mujeres empieza en la madrugada, cuando preparan la comida para ellas y para toda la familia. Al llegar a la casa al final de la tarde, tienen que lavar la ropa, hacer la comida y cuidar de los niños. En general, disponen apenas de cinco horas para dormir y descansar. Los domingos limpian la casa, planchan la ropa y, a veces, van a la iglesia. Todo este trabajo doméstico no pago, referente a la reproducción de la fuerza de trabajo, contribuye aún más a elevar las ganancias de las empresas. Este trabajo reproductivo se refiere también a los aspectos afectivos. Podemos preguntarnos: ¿cuánto tiempo estas madres tienen para cuidar de sus hijos y darles afecto?

El afecto forma parte de la estructura de los sentimientos, o sea, es parte constitutiva de las emociones, de la estructura psíquica de los sujetos sociales. En la esclavitud, los negros no eran considerados capaces de tener sentimientos. Eran tratados como animales, no civilizados. Así, los hijos eran separados y vendidos, independientemente de sus madres y padres. La idea de familia existía solamente para los blancos cristianos y no para los salvajes. Aunque hoy día no existen las relaciones basadas en la esclavitud, el imaginario colectivo en este país todavía no ha cambiado totalmente. Estos elementos históricos están presentes en las relaciones sociales y son esenciales para devaluar la fuerza de trabajo de estas mujeres pobres y no blancas. Es porque ellas son consideradas las brutas, capaces para recoger piedras y emplear los plaguicidas, porque sus vidas valen poco.

En la época de la esclavitud, las mujeres trabajaban en la molienda, una de las tareas más peligrosas de la fabricación del azúcar. Los hombres trabajaban en los hornos, con grilletes en los pies. Esta tarea era destinada a aquellos que había cometido algún delito o que tenían heridas en el cuerpo. Era una forma de purgar los males del cuerpo y del alma por medio del sudor y el sufrimiento. Era la forma cristiana de civilizarlos, educarlos, disciplinarlos para el trabajo y para salvarlos de su naturaleza impía dominada por el diablo. Durante casi cuatro siglos, esta estructura de pensamiento predominó en el país. La abolición de la esclavitud (1888) no se correspondió con la abolición de estas ideas.

Consideraciones finales

Nuestro esfuerzo fue intentar mostrar que, históricamente, hay una estrecha relación entre raza, clase y género. Algunas ideas de los autores poscoloniales pueden aclarar aún más nuestra hipótesis. Según Quijano, las diferencias entre los conquistadores y conquistados fueron codificadas en la idea de raza, posicionado a los conquistados en un lugar inferior biológicamente, con base en sus trazos fenotípicos y culturales. En la nueva estructura de poder formada con el mundo colonial, este proceso de naturalización de las estructuras biológicas distintas, de diferencias esenciales, la raza operó como criterio fundamental en la distribución racista en las jerarquías, lugares y roles sociales, en una cristalización morfológica de las posiciones (Quijano, 2014, pp. 778‑779). Las formas de control del trabajo fueron naturalmente asociadas a una raza particular, tanto en la nueva estructura global de división y control del trabajo, como en el continente americano. La “blancura social” de blancos y europeos, como españoles y portugueses, y posteriormente de mestizos “blanqueados”, permitió que recibieran salario, como privilegio de los blancos, en tanto los negros e indígenas eran destinados a las tareas no pagas de la esclavitud y la servidumbre. (Quijano, 2014, pp. 779, 782).

La raza aparece como el principal elemento para garantizar la eficacia de la dominación física, material y subjetiva, transformando a los conquistadores blancos (europeos) en dominadores y a los conquistados no blancos (no europeos) en dominados. La raza legitima las “relaciones de superioridad / inferioridad entre dominadores y dominados pasando a demostrar que es “… el más eficaz y durable instrumento de dominación social universal” (Quijano, 2014, p. 780). La raza está inscripta en el cuerpo, en la piel, en la subjetividad. La efectividad de la dominación es un requisito para la explotación. “Raza y trabajo” aparecen como naturalmente asociados en una racialidad del trabajo, como una nueva tecnología de “dominación / explotación” (pp. 781‑782).

Las ideas poscoloniales de Quijano acerca de la raza, como invento, no como algo real, coinciden con el autor brasileño Guimarães (2003):

Cuál es el significado de raza para la sociología, pregunta Guimarães:

Son discursos acerca de los orígenes de un grupo que usan términos que remiten a la transmisión de trazos fisionómicos, cualidades morales, intelectuales, psicológicas, etcétera […].Hay otros discursos acerca de los lugares geográficos de origen […], el lugar donde se vive y que permite la propia identificación con cierto grupo de personas. Cuando hablamos de lugares, hablamos de etnias. (Guimarães, 2003, p. 96)9

Acerca del color de la piel, este autor afirma:

Mi argumento es el siguiente: “color” no es un a categoría objetiva, color es una categoría racial, pues cuando se clasifica a las personas como negros, mulatos o pardos es la idea de raza la que orienta esta forma de clasificación. Si pensamos en “raza” como una categoría que expresa un modo de clasificación, basado en la idea de raza, podemos afirmar que estamos tratando de un concepto sociológico, ciertamente no realista, en el sentido ontológico, pues no refleja algo existente en el mundo real, sino un concepto analítico nominalista, en el sentido de que se refiere a algo y orienta y ordena el discurso sobre la vida social. (pp. 103-104)10

Lo que existe es la idea de raza para justificar la clasificación de las personas en la sociedad, es decir, que es un concepto analítico nominalista, o sea, que orienta y ordena el discurso, según el autor. Por lo tanto, la permanencia de esta clasificación es importante para el análisis de las relaciones concretas de trabajo. El valor de la fuerza de trabajo, al incorporar estos elementos creados en otros momentos históricos, reproducidos con otra cara —como el color de la piel—, o siendo ocultados —prejuicio racial—, desmitifica la idea abstracta del valor y contribuye a la comprensión del proceso de explotación y de la dominación vigente (Silva, 2015).

El relato siguiente de una trabajadora en la cosecha de la naranja, sobre el accidente de trabajo de una compañera, puede ejemplificar la simbiosis explotación / dominación, así como el “valor” que estas mujeres tienen para la empresa:

Estaba trabajando con una amiga en la cosecha de la naranja. En el momento en que ella bajó de la escalera fue herida por una espina grande en la pierna. Se le formó en seguida un bulto muy grande, porque la espina llegó al hueso. Ella lloraba de dolor. El cuadrillero afirmó que ella podría retirar la espina con una aguja, pero ella no soportaba el dolor. En seguida la puso debajo de la naranjera, hasta el final de la jornada de trabajo. En aquella época, éramos transportados en los camiones. Tuvimos que ponerla en el camión porque sentía mucho dolor. En el hospital se necesitó anestesia para retirarle la espina. Los días en que dejó de trabajar no la pagaron. Con el salario que recibió no ha podido ni siquiera comprar pan para sus hijos. (Graça, Matão - sp, 1990)

El proceso de acumulación del capital exige que los/as trabajadores/as se movilicen en un espacio determinado. Además, hay que considerar que al mismo tiempo que existe la movilización, también existe la inmovilización, según los objetivos capitalistas. En el caso de las cuadrillas de mujeres que trabajan en distintas plantaciones es posible analizar los dos procesos. Aunque existe el nomadismo de una plantación a otra, solamente se pueden mover en el espacio previamente determinado por el capital. Este, tal vez, sea el otro significado de la “libertad negativa”: moverse para vivir y quedarse para no morir.

Referencias bibliográficas

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1 Por medio del tráfico de esclavos, 5,5 millones de ellos se destinaron a Brasil. Del total, 660.000 murieron en los barcos negreros. La esclavitud existió desde el año 1530 hasta 1888. Ver: <http://noticias.uol.com.br/cotidiano/ultimas-noticias/2015/04/13/perto-do-fim-da-escravidao-60-dos-negros-trazidos-ao-pais-eram-criancas.htm>.


2 Antes de la abolición de la esclavitud, llegaron las primeras familias de inmigrantes europeos para el trabajo en las haciendas de café en San Pablo.


3 El colonato fue analizado por historiadores, sociólogos y otros científicos en Brasil. En el marco de este texto, señalamos: Martins (1979); Silva (2013); Stolcke (1986).


4 Los trabajadores eran llamados boias frias porque vivían en las periferias de las ciudades y se trasladaban todos los días para el trabajo en el campo, llevando su comida en marmitas y la comían fría. Popularmente, boia significa comida.


5 Las bitucas son los restos de caña dejados por las máquinas en los cañaverales. Para evitar que haya proliferación de bacterias y contaminación del área de la caña, es necesario retirarlas. La recolección de bitucas es hecha por las mujeres y consiste en juntar los restos de caña, agrupándolos en montones, para que después puedan ser transportados a los ingenios. Se trata de una tarea agotadora, porque ellas deben permanecer agachadas durante toda la jornada de trabajo, lo que les ocasiona muchos trastornos de salud, en especial para la columna vertebral (Silva, 2011).


6 Hasta fines de los años ochenta, los trabajadores eran llevados al campo en camiones, sin seguridad. Hubo muchos accidentes con varias muertes. En verdad, los trabajadores eran transportados como ganado. Después de muchas huelgas, los empresarios fueron obligados a transportarlos en autobús.


7 En la época de la esclavitud, los esclavos tenían el derecho de sembrar mandioca, maíz, frijoles, durante los domingos, para su propia supervivencia. Era una forma de evitar el hambre, sin contar que los costos con alimentación de los esclavos disminuían, aumentando la ganancia de los propietarios. En la época actual, los dueños de las empresas no tienen esta preocupación con sus obreros.


8 Entre 2015-2016, la producción de etanol en el estado de San Pablo fue de: 13.723.000.000 de litros; la producción de azúcar fue de: 21.877.000 de toneladas. Ver: <http://www.unicadata.com.br/historico-de-producao-e-moagem.php?idMn=31&tipoHistorico=2&acao=visualizar&idTabela=1802>.


9 Traducción de la autora.


10 Traducción de la autora.


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